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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

La responsabilidad del PP

La responsabilidad del PP

Info|krisis.- Repasemos el marcados: gol a favor del soberanismo catalán con la movilización de masas del 11–S, gol a favor del Estado con el escándalo Pujol–Generalitat, golpe a favor del Estado con el resultado del referéndum escocés, gol en propia puerta por la declaración de Pujol ante el Parlament, gol de Mas doce horas después anunciando la fecha del referéndum… gol que será anulado por el recurso de inconstitucionalidad. Así pues, el marcador registra un 3 a 1 a favor del Estado. ¿Frivolizamos? En absoluto, quien frivoliza es el PP y nos equivocaríamos mucho si creyéramos que iba a ser Rajoy quien resuelva esta crisis del Estado. Los antecedentes son demasiado explícitos.

Habíamos jurado que no hablaríamos del “tema catalán” (aburrido, reiterativo, miserable y obsesivo, donde los haya), sin embargo el planteamiento de este análisis no es sobre “Cataluña” sino sobre la actitud del PP ante el caso catalán. Este planteamiento nos permite arrancar diciendo que un planteamiento exclusivamente “leguleyo” en las actuales circunstancias supone un aferrarse a una ola para evitar ser arrojado contra el acantilado. Nos explicamos.

Llevamos dos años  oyendo la misma cantinela: “un referéndum debe atenerse a la legalidad vigente, si la vulnera no es de recibo”. Frente a esto, la Generalitat ha sido más práctica: se ha limitado a movilizar masas. A crear “otra legitimidad”. Le ha costado poco porque desde hace treinta años la derecha ha puesto en sus manos el aparato educativo, el aparato mediático y la máquina de repartir subvenciones a los amigos. A lo largo de esos treinta años, la “sociedad civil española en Cataluña” ha, simple y sencillamente, desaparecido en Cataluña. Lo único que existe, en la práctica, es la “sociedad civil catalana”. En 1975 parecía increíble que en una Cataluña más de la mitad de cuya población procedía de otras zonas del Estado, pudiera terminar catalanizando o neutralizando a tres millones de inmigrantes del interior del Estado.

¿Cómo ha sido posible semejante “integración”? Por vía de la subvención, por supuesto, mucho más que por la inmersión lingüística que lo único que ha generado es que desde hace 20 años los porcentajes de utilización de la lengua catalana se hayan estancado con cierta tendencia a la regresión (sí, es que el catalán, como cualquier otra lengua minoritaria, está irremisiblemente amenazada de desaparición… bien, pero una lengua ultra subvencionada tampoco parece la mejor solución).

Cuando vemos como personajes como Justo Molinero, uno de los referentes de la comunidad andaluza en Cataluña, desde los años 80 se vio obsequiado con frecuencias de radio por parte de la Generalitat a cambio de olvidar su origen y traicionar sus raíces, todavía tienen influencia en la comunidad castellano–parlante o cuando acudimos a una biblioteca pública de la Diputación y vemos que los únicos libros que se adquieren están editados en catalán (y en buena medida solamente son difundidos por las bibliotecas y, visiblemente, la mayoría jamás ha sido leída), se percibe claramente que la lengua es secundaria en el proceso de concienciación nacionalista: han sido los subsidios a los medios, a la sociedad civil, la compra al peso, pura y simplemente, de personajes (al bierzano Luis del Olmo bastó con regalarle también frecuencias de radio y allanarle el paso para algún otro asuntejo para hacer de él un perro fiel a Pujol).

PP: con Pujol, junto a Pujol, por Pujol, y hablando catalán en la intimidad

Y luego estaba las relaciones de CiU y de Pujol con la derecha española. Con AP primero, con el PP después y con la “Brunete mediática” en todo el tiempo en que fue “molt honorable president” (las comillas son simplemente para acentuar la ironía de la honorabilidad a quien es cualquier cosa menos eso), el apoyo a Pujol ha sido siempre constante.

Hay que recordar que cuando se produjo el escándalo de Banca Catalana, estaba en el gobierno español el centro–izquierda, lo cual fue suficiente como para que el centro–derecha saliera en defensa de la “honorabilidad” de Pujol. La prensa de derechas, con ABC al frente, presentó a Pujol como “víctima del PSOE” (la edición digital de ABC está completa en la hemeroteca de dicho diario, comprobadlo). Ansón lo defendió y Pilar Urbano sugirió que debía unir sus fuerzas a las de Fraga.

Hay que recordar que el Caso Banca Catalana (el saqueo de una entidades bancaria cuyos fondos de depósito fueron alegremente regalados a las asociaciones catalanistas en la línea de CiU, no lo olvidemos) fue la madre de todas las corruptelas. A partir de ahí, Pujol entendió que, apelando a los sentimientos catalanistas, podía hacer lo que quisiera, especialmente porque la derecha, siempre la derecha españolista estaría de su lado…

¿Por qué esta actitud de la derecha española? ¿Por qué esta persistencia en apuntalar a Pujol que encontró su cénit en Aznar y en su “hablar catalán en familia”? Sencillo: por la hemiplejia propia del régimen nacido en 1978, preso por la idea de que el electorado solamente podía estar situado en el centro–derecha o en el centro–izquierda… y si CiU no pertenecía al centro–izquierda… es que era de centro–derecha, es decir, que compartía las mismas posiciones en el PP y que era una especie como de sucursal catalana de este partido que solamente se diferenciaba con la central madrileña en ese prurito nacionalista que, solamente debía ser un reclamo para un electorado poco avisado, pero que, en cualquier caso, tenía a su enemigo en el PSC, como el PP lo tenía en el PSOE.

El último episodio en este apoyo del PP a CiU lo ha protagonizado el Rafael Catalá, el sucesor de Gallardón al frente del ministerio de justicia (nunca las minúsculas han estado tan justificadas) quien ha aludido a la necesidad de reconocer la “especificidad catalana”. Dejando aparte que nos gustaría saber, a parte de la lengua, qué otra “especificidad” existe en Cataluña, pues incluso en corrupción, Cataluña no es más que, con Andalucía, la vanguardia de la corrupción en España, pero ni siquiera la corrupción es un rasgo específico catalán…

De esta “comunidad de ideas” surgió la debilidad del PP en relación a CiU. A esto se añadía que el empresariado catalán que había apoyado sin fisuras a Franco durante cuarenta años y que, en la transición, pasó a apoyar a CiU (no a “ser” de CiU, ni a “creer” en CiU, sino simplemente a apoyarlo por puro interés y rentabilidad). El conde de Godó, ilustre representante de la aristocracia regional y propietario mediático, convirtió al buque insignia de su patrimonio, La Vanguardia, en boletín interno de CiU y portavoz oficioso de la Generalitat, como antes había sido uno de los más conspicuos diarios franquistas y, seguramente, si alguna vez Cataluña es invadida por extra–terrestres, será portavoz del remoto planeta Raticulín.

Cuando la apelación a la “legalidad” es poco, muy poco…

Y, de repente, por las razones que sea (las hemos analizado en muchas otras ocasiones como para insistir ahora), CiU cree que ha llegado la hora de romper con España. Era lógico: en primer lugar el catalán se absolutiza en relación a la lengua vehicular de todo el Estado, en segundo lugar la “nacionalidad catalana” se convierte en “nación catalana”, en tercer lugar se aplica el “principio de las nacionalidades” del siglo XIX en virtud del cual un grupo de población que posee una lengua es, por ese mismo hecho, una “nación” y en tanto que tal debe ser independiente…

Esto se genera, además, en un clima de crisis económica, de desindustrialización y de precarización de la sociedad. ¿Alguien se preocuparía de soberanismo en momentos de pujanza económica?  Con todos los medios de comunicación a su servicio, para la Generalitat es fácil hacer justo lo que había hecho en los treinta años anteriores: echar balones fuera, eludir sus responsabilidades y decir, “la culpa de la crisis es sólo del Estado Español”, “solos, los catalanes saldríamos antes de la crisis”, “España es un lastre”, para concluir, finalmente, con el “España nos roba”.

Ante todo esto, Rajoy ni se inmuta: a fin de cuentas, los “catalanes” (léase los nacionalistas catalanes, o mejor dicho, la cúpula de CiU) son “de centro–derecha, como nosotros”, no pueden ir en serio, lo único que buscan es el “concierto económico”… tal es la esencia de sus pensamientos. Pero dado que la crisis ha agotado las arcas del Estado y que no puede permitirse una merma de ingresos y la creación de una administración económica paralela, Rajoy se enroca: “no es legal, el referéndum no es legal”… y de ahí lleva dos años sin salir.

Hubiéramos esperado otra cosa. Rajoy, hasta ahora, no ha realizado ninguna contraofensiva (salvo iniciar como advertencia el Caso Pujol como antesala de una necesaria “causa general” para depurar las responsabilidades penales protagonizadas por altos cargos de la Generalitat en los últimos treinta años). La elección de este frente a ataque ha sido –y lo hemos dicho desde el principio– un gran error. Pujol lo recordó el otro día en el parlament: “si se agita una rama, todo el árbol puede caerse”, veladas palabras de resonancias rurales que encubren una realidad objetiva.

Acaso ese momento haya sido el único de su vida en el que el viejo capo mafioso ha sido más sincero: atacándolo a él, no se ataca a Cataluña como antes… ¡se ataca a la totalidad del régimen nacido en 1978! ¡Porqué todos, absolutamente todos los partidos políticos han hecho exactamente lo mismo que él: hacer del cobro de comisiones una práctica habitual! ¿O es que alguien todavía no se ha querido enterar de que la corrupción es la primera y casi la única característica del régimen nacido en 1978? Pujol no hizo nada más que recordarlo…

Una “legalidad” que se apaga poco a poco, como una vela se extingue

Parte del año, a mí pesar, lo paso en Cataluña, así que conozco muy bien esta sociedad. Es exactamente igual a la de cualquier otro lugar de España. Y si se me apura, a la que más se parece es a Andalucía (región tan denostada por los nacionalistas). Casi las mismas tasas de paro, especialmente de paro juvenil, la misma persistencia en el poder de partidos clientelares e inamovibles, escándalos de corrupción que alcanzan hasta las cúpulas autonómicas, inmigración masiva… Hace tres años, apenas el 19% de los catalanes apoyaban soluciones soberanistas, hoy esta cifra haya crecido. Imposible cuantificarla, los sondeos de opinión no son más que mentiras estadísticas cocinadas para mayor gloria de españolistas o de soberanistas. Pero no me cabe la menor duda de que en una campaña abierta en igualdad de condiciones, el soberanismo quedaría muy –pero que muy– por debajo del independentismo escocés…

El problema es que la mayoría silenciosa partidaria de mantener los vínculos con España, sigue siendo… silenciosa. Entre otras cosas porque no tiene nada que decir: ¿defender la “España constitucional” que ha fracasado? ¿Defender la gestión de los que han gobernado desde la poltrona de La Moncloa en lo que parece una competencia para ver quién lo hace peor? ¿Defender al régimen nacido en 1978 y que ha ido decepcionando desde 1978? El desprestigio y la irrelevancia del PP en Cataluña, hace imposible que de ahí pueda salir alguna campaña movilizadora. La “sociedad civil española en Cataluña” simplemente ha sido completamente destruida… a pesar, paradójicamente, de que el castellano sigue siendo la lengua más hablada en esta región del Estado con tendencia al alza, incluso tras 25 años de inmersión lingüística y de censores lingüísticos en medios de comunicación.

Los grupos de resistencia –Sociedad Civil Catalana, Somatemps, etc. – son todavía débiles para afrontar la marejada soberanista. Y no se crea un movimiento cívico de un día para otro. La traición socialista ha sido flagrante y el PSC la pagará con su creciente desaparición y un proceso irreversible de gropuscularización del que la talla de sus secretarios generales, cada vez más irrelevante, es el reflejo público. UPyD es casi inexistente, Ciutadans terminará absorbiendo el voto popular antinacionalista, pero salvo las intervenciones mediáticas de Albert Rivera, el resto del partido no suscita grandes entusiasmos, especialmente cuando se percibe que en materia de inmigración No Sabe/No Contesta (y la inmigración es, después del soberanismo y del paro, el principal problema en Cataluña). En cuanto al PP catalán, parece como si el recauchutado del rostro de la Sánchez-Camacho estuviera en razón inversa a sus posibilidades electorales…

Así pues, no está tan claro de dónde podría partir una reacción “estatalista” en Cataluña. Rajoy paga ahora los errores acumulados por el PP a lo largo de los últimos treinta años: el haberse quedado sin “delegación” en Cataluña, el primero de todos. Pero, la opinión pública espera que Rajoy haga algo además de proclamar la ilegalidad del referéndum a través suyo y a través de su becaria favorita (la Sáez de Santamaría). A fin de cuentas, algo puede ser “ilegal”… pero también “legitimo” (y tal será la defensa que Artur Mas hará del referéndum).

Sin olvidar que, en estos momentos en los que casi todas las fuerzas políticas y sociales coinciden en que hay que cambiar los términos de la legalidad (es decir, la reforma de la Constitución) no es el mejor momento para enrocarse en la defensa de una legalidad que, en breve, pasará a mejor vida o que, en cualquier caso, será alterada y modificada. Y, por supuesto, corriendo un tupido velo, sobre el hecho de que “la legalidad es como el timón, hacia donde se la da, gira” (Lao–Tsé).

Depende de quien se instale en la Moncloa para que la interpretación de la legalidad sea en tal o cual dirección, por contradictorias que sean… a fin de cuentas, un “buen jurista”, es un acróbata capacitado para dar las piruetas más inverosímiles y retorcer las leyes en beneficio de lo que le han ordenado. Así pues, si la unidad del Estado se defiende en función de la “legalidad”, esa unidad durará lo dure esa forma de “legalidad”.

Sólo hay una solución: la suspensión temporal del Estatuto de Autonomía

Lo que está claro es que de hoy al 9–N, la Generalitat va a poner los restos y a tratar de que la partida no se cierre con un bochornoso 5 ó 6 a 1 en su contra.

Su único recurso es la calle, movilizar a masas después de cada movimiento del contrario. Cuando Rajoy recurra la sentencia: lanzar a las masas a la calle. Cuando se prohíba definitivamente en referéndum: volverlas a lanzar a la calle. Mientras, el Estado escarba en los armarios de la Generalitat y proyecta, no ya la sombra de la corrupción –sino la losa de la corrupción– sobre el soberanismo (rezando, por supuesto, para que los juzgados no hagan mucho ruido con los cadáveres instalados en el propio armario, en forma de Gürtel o de las relaciones entre Aznar y Pujol…).

Pero todo esto tiene un recorrido muy corto: no se puede ni movilizar permanentemente a unas masas que ya han llegado a su límite y que a partir de ahora irán descendiendo en presencia y afluencia en la calle por puro hartazgo, ni tampoco se puede apelar permanentemente a una “legalidad” crepuscular que cada día se apaga un poquito más y en la que ya muy pocos creen.

Esta situación no se puede prolongar por mucho tiempo, especialmente en Cataluña en donde existe cada vez más un clima irrespirable en la calle que, antes o después, irá degenerando en incidentes y choques entre unas fracciones y otras, o incluso entre fracciones independentistas. El que pierda los nervios antes, pierde…

La única salida consiste en resetear el sistema (aprovecho ahora para sonreír por la ingenuidad de la Generalitat que desde hace 20 años intenta imponer el catalán a los informáticos. Así, por ejemplo, software debería decirse en Cataluña “programari”, y hardware “maquinari”… tal ingenuidad no deja de suscitar sino una irreprimible tristeza). Hoy, en política, resetear el sistema ¿supone convocar elecciones anticipadas?

Es lo que propone Ciutadans sabiendo que el resultado radicalizaría las posiciones, liquidaría a CiU y al PSC y daría un impulso a C’s y a Podemos que haría cambiar definitivamente el panorama político regional. Es también la carta final de Artur Mas antes de su desaparición política (porque judicialmente seguirá apareciendo durante años): convocar unas elecciones “plebiscitarias” con un “bloque soberanista” frente a una galaxia estatalista… verdadero referéndum sin serlo.

Pero nunca unas elecciones han resuelto ningún problema de fondo. Y también en esta ocasión sólo contribuirían a prolongarlo. ERC pasaría a ser partido mayoritario, con lo que el soberanismo seguiría en el candelero. Así pues, la resolución definitiva del problema no puede pasar por ahí. Hay otra: la suspensión el Estatuto de Cataluña. Para que no pareciera ni fuera una solución dictatorial ante un problema concreto, sería preciso que también se suspendiera el Estatuto de Andalucía. ¿Motivos? La corrupción generalizada que se da en ambas autonomías desde su arranque mismo y que hace que en estas décadas, miles y miles de millones que hubieran debido destinarse a satisfacer las necesidades de la sociedad, hayan enriquecido a las clases políticas regionales. Es evidente que una investigación en profundidad de lo que ha supuesto todo este régimen de corruptelas generalizadas no puede realizarse manteniéndose en el poder las mismas estructuras que la han permitido, estimulado, cubierto y promovido. De ahí la necesidad de que mientras durase una investigación de este tipo, ni la Generalitat ni la Junta de Andalucía estuvieran en condiciones manejar los resortes económicos y mediáticos en sus respectivas autonomías.

Ahora bien, esto solamente sería posible si existiera un verdadero poder judicial, y no un apéndice del poder político disfrazado con toga. Y una salida de este tipo solamente sería admisible si las suspensiones temporales de los Estatutos de Autonomía se dieran en cualquier región en la que se tuvieran fundadas sospechas de corrupción generalizada.

Y, claro, algunas de estas comunidades son gobernadas por el PP… Por eso decíamos al principio que la ola leguleya puede acabar con el PP arrojado contra las rocas. Es lo que tiene llenarse la boca hablando de “respeto a la legalidad”… cuando todos, de una manera u otra, han vulnerado esa legalidad. Tal era la amenaza de Pujol ante el parlament.

© Ernesto Milà - info|krisis - ernesto.mila.rodri@gmail.com - Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.

 

 

 

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