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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

Eduardo Arias: eternamente agradecido por tu "Marketing de Guerra" (II de III)

Infokrisis.- Escribí la primera parte de este artículo el 17 de diciembre (el día que pasará a la historia porque en el se estrenó Avatar, la película -hasta ahora- más cara de la historia). Lo colgué el 18 y lo envié a Javi Marcos, no tanto para que lo colocara en su blog como para transmitirle unos argumentos que implicaban mi disconformidad con su línea y la sensación de que aquella -la suya- es una vía muerta. Al día siguiente, el 19, lo retiré de infokrisis. No me parecía un tema suficientemente interesante, ni infokrisis el lugar para lanzarlo. También es cierto que tenía muchas cosas que hacer y, la primera de todas ellas, preocuparme de mi familia y pasar con ellos unas vacaciones de 10 días. No tenía tiempo de completar el artículo, así que era mejor olvidarlo; por otra parte, nada de lo que podía añadir iba a aportar nada nuevo, así que para qué dedicar un par de horas de mi vida a un tema que casi todos tienen suficientemente claro: que la extrema-derecha ha muerto y que si quiere sobrevivir en España, la extrema-derecha solamente podrá hacerlo… dejando de ser la extrema-derecha que ha sido durante 35 años. Era comprensible que siempre quedara un "dernier carré" de entusiastas de la ultraderecha que se negaran a superar una fase que ya ha quedado muy atrás y que poco o nada puede aportar. Pero cometí un error: entre otros libros y materiales de lectura para mis pequeñas vacaciones navideñas, me llevé el ejemplar maldito de "Marketing de Guerra". Y en el tren, volví a leer la obra recomendada por Eduardo Arias.

Creo que en la primera parte de este artículo dije que el libro era uno de tantos tratados de marketing y publicidad y que, en mi opinión no aportaba nada. Rectifico este criterio. Es un libro malo que une dos defectos: el primero que debió ser escrito hacia finales de los años 80 y el segundo que tiene menos visión profética que Zapatero detectando una crisis económica y Rubalcaba previendo un "atentado terrorista". El libro tiene, pues, más de 20 años. La palabra "internet" no aparece en ni una sola ocasión. Todos los ejemplos de ascensos y caídas fulgurantes de productos son incluso anteriores a la Segunda Guerra Mundial y, en cualquier caso, siempre antes de 1989. Y este es el problema: que a unas ideas retrógradas, atrasadas en relación a nuestro momento histórico como las que sostiene Arias, para colmo aspira a avalarlas con un libro escrito en un período lítico de la historia del marketing y de la publicidad. Sí, porque a la velocidad con la que cambia el mundo, veinte años son demasiados años para que las tesis del libro se mantengan, para que las 22 "leyes inmutables" de la mercadotécnica no hayan mutado hasta el infinito.

En cuanto a la capacidad de predicción del autor, también tiene cojones. En 1988, el autor preveía que la empresa de informática Lotus triunfaría al haberse centrado en un solo productor de envergadura: la hoja de cálculo; mientras que, por su parte, Microsoft entraría en barrena al haber apostado por una gama mucho más amplia de productos adaptada a todos los niveles de Software. Hoy Lotus es solo un arcano para iniciados en la informática mientras que el paquete Office, en cuyo interior, existe una hoja de cálculo, sin duda la más utilizada en la actualidad. Ya a principios de 1990, Lotus había perdido la batalla de las aplicaciones desktop. Para colmo, Lotus fue comprada por IBM, compañía sobre la que el autor del inefable libro de mercadotecnia preveía una ruina absoluta.

Llama también la atención, la reiteración con la que el autor del libro nos habla una y otra vez de Pepsi-Cola, Coca-Cola, Royal Crow… y sus avatares. Cuenta el gran fracaso en el lanzamiento de New Coque… pero elude el fracaso aún mayor de Coca-Cola Lemon y el éxito del Zero-Coca que rompe una de las leyes de la mercadotecnia enunciadas en el librito. Tampoco abundan los ejemplos de fast-food tan solo se alude en una ocasión a la pugna entre Mc Donalds y Burger King, pero en absoluto Kentucky y, por supuesto, nada a las alternativas nacionales aparecidas en casa país, ni siquiera a las tres marcas de Pizza servidas a domicilio que se disputan el mercado.

Y es que, desdiciendo al tango, 20 años son muchos para la mercadotecnia. De todas formas, alguien que cree que el franquismo y el Movimiento Nacional pueden resucitar (repito: "que el franquismo y el Movimiento Nacional pueden resucitar" y no ironizo) es alguien para el que recomendar un libro de mercadotecnia escrito hace "sólo" 20 años constituye casi una osadía.

El libro, además, tiene otra imperfección: su título. ¿Marketing de guerra? ¿Por qué Marketing de Guerra? En el fondo salvo las 17 primeras páginas en el resto no se habla en absoluto de nada que tenga que ver con temática bélica. Se alude a von Clausewitz y a su obra "De la Guerra" al que le dedicamos un artículo en infokrisis hará unos años (La larga marcha hacia la guerra moderna), pero basta con leer un poco lo que dicen los autores de "Marketing de Guerra" para convencerse de que no lo han leído directamente.

No exponen bien las similitudes entre el "campo de batalla" de las guerras convencionales y el "campo de batalla" de la mercadotecnia. Y es tan simple: en el campo de batalla se trataba de conquistar territorios, en el marketing (y en las operaciones psicológicas) de conquistar el corazón y la mente de las poblaciones. Las posibilidades bélicas son hoy muchas más de las que contempló Clausewitz y no existe solamente una "guerra defensiva", una "guerra ofensiva", una "guerra de flanqueo" y una "guerra de guerrillas". Por otra parte, de todas estas posibilidades, solamente la "guerra de guerrillas" es la que de ninguna manera cuadraría a una estrategia de marketing. Este marco estratégico prevé la posibilidad de sufrir grandes bajas por parte del bando guerrillero. Si se asume que se está dispuesto a sufrir esas pérdidas, es posible iniciar ese modelo de conflicto, pero si se duda de que se esté en condiciones de soportar un ciclo en espiral de acción-represión-nueva acción, más vale ni plantear este tipo de conflicto. ¿Y qué diablos va a poder soportar la extrema-derecha una sola de cuya docena y media de organizaciones puede alardear de superar el millar de afiliados? Por otra parte, una guerra de guerrillas solamente puede realizarse si se han acumulado arsenales suficientemente importantes como para garantizar los primeros pasos del conflicto (fue lo que hizo la guardia personal de Saddam Hussein en cuanto previó que no podía enfrentarse en campo abierto al poder destructor norteamericano: enterrar cantidades ingentes de armamento y explosivos). Desde que primero Fuerza Nueva y luego El Alcázar se configuraron como verdaderas piras para quemar recursos ultras, ya desde mediados de los 80, no queda absolutamente nada ni para comprar pipas. Pero esta es otra historia.

Todo esto lo añadimos a lo ya dicho para confirmar que el libro es de los malos de cojones… en su tiempo pudo ser algo grande, pero 20 años después, algunas páginas suscitan sonrisa, en especial las dedicadas a marketing aplicado al sector informático.

Entendemos perfectamente que algunos puntos hayan merecido el interés de Arias. Por ejemplo aquella primera "ley inmutable" que dice que es más importante ser el primero que ser el mejor… Si tenemos en cuenta que el primer partido ultra en aparición sería la Comunión Tradicionalista, la Falange o el Partido de Albiñana, y que estos tienen entre 70 y 150 años, es evidente que están llamados a dominar el mercado político español... según Marketing de Guerra. Desgraciadamente, la mercadotecnia se refiere a otra cosa. Un producto, para ser vendible, debe ser actual. Y esta si es una ley relativamente inmutable. Aunque todos los niños de todas las épocas jugarán con una piedra y un trompo a cuerda, a nadie se le escapa que en los años 50 el tren eléctrico era el regalo que todos esperábamos, entre los 60 y los 80 fue el Scalectrix y a partir de ahí, generaciones de videojuegos. Regálale hoy a un niño un yo-yo y si no tiene una educación jesuítica, lo más probable es que lo tire delante de ti.

En política se trata de vender un productor. Algunos ilusos creen que venden "ideologías". Otros que venden siglas y los hay incluso que se creen que venden glorias pasadas. La Falange de José Antonio no tiene nada que ver con la falange del presente. Y por otra parte, si José Antonio y sus compañeros vivieron hoy estamos completamente seguros de que fundarían un movimiento con unas características muy diferentes a las de los años 30. A nadie con dos dedos de frente se le ocurre hoy ponerse a vender vídeos VHS en la era del BlueRay… Y hace solamente 20 años que se extinguieron los últimos VHS. Solamente alguien que desconozca completamente las leyes de la mercadotecnia puede aspirar a vender franquismo o similares a la sociedad del siglo XXI.

Rectificamos: claro que pueden venderse vídeos VHS, como se pueden vender grabadoras de CDs, o de cámaras de sistema Polaroid… e incluso tendrán una "cuota de mercado" (eso que tanto le preocupa conservar a Arias), pero será absolutamente pequeña. Es una ley física: si se sumerge en una bañera llena de yogurt a un vendedor de barquillos y a un tragasables y se les une con un hilo de cobre de diámetro conveniente, se obtiene una corriente eléctrica tan floja que no sirve absolutamente para nada. ¿Para qué sirve un planteamiento político que cada día que pasa va quedando más atrás en la historia? Cada día que pasa, es un día en el que el franquismo y la falange retroceden más en la historia. Lo mismo le ocurrió a Viriato o a Indívil y Mandonio. Fue actuales… mientras tuvieron actualidad, pero el paso del tiempo hace que el presente de hoy, mañana, sea pasado.

El problema es que Arias confunde "hacer política" con reunirse con los "camaradas". Está claro que siempre habrá camaradas que quieren unirse a otros como ellos. Hasta bien entrados los años 90, siguió existiendo el grupo de amigos de Commodore Amiga que se consideraban una especie de élite dentro de la informática a la vista de que en el sector multimedia, durante unos años (1985-94), la firma Commodore Amiga tuvo prestaciones en multimedia superior a los sistemas Mac y al Windows. Eso pasó. Hoy, todavía algunos últimos mohicanos de Amiga siguen manteniendo sus foros y sus intercambios de archivos. Su hora ha pasado, sólo que se niegan a reconocer la realidad.

Cuando en marketing se habla de "cuota de mercado" se alude a cuotas significativas… no a miserias. Un 4% en la cuota de mercado de utilitarios de pequeño tamaño acumulada en los años 80 por Wolkswagen en EEUU parece pequeña… pero es, al menos, significativa. ¿Qué cuota puede tener hoy el carlismo en España? ¿o la Falange? ¿o los herederos de Fuerza Nueva? ¿o toda la extrema-derecha en bloque? ¿un 1%? No, eso es demasiado. Ha habido elecciones y más elecciones y está en apenas 40-60.000 votos, no más. Mucho menos de la mitad del 1%. Los gustos del mercado han cambiado: siempre ocurre, es la esencia de la mercadotecnia. Estar atentos a los cambios, porque puede ocurrir que en un tiempo toda España saliera detrás de una bandera nacional con el águila y hoy lo haga apenas un 0’4 del electorado y muchos por puro despiste o por simple error técnico (o simplemente porque maliciosamente, como ocurrió en las últimas elecciones europeas, varios miles de votos que debían haber ido a los abertzales vascos fueron a parar a candidaturas de extrema-derecha… que era una forma como de decir, "bueno, ahí no pasa nada, ellos mismos serán los primeros en callar para evitar que se les resten votos". Hay algo peor que decirse anti-sistema: el que el sistema juegue contigo.

Contra los cambios de gustos en el mercado no puede hacerse nada salvo: abandonar la lucha política y dedicarse al cultivo de la memoria histórica (y no se hará desde luego colgando carteles en las calles y reproduciendo rostros que no dicen ya nada, absolutamente nada, ni a jóvenes ni a personas de edades intermedias -los rostros de José Antonio, Onésimo y Ramiro, por ejemplo- sino convocando seminarios, conferencias, realizando artículos culturales y de investigación política, etc) o bien alterar el mensaje adaptándolo al tiempo nuevo.

Para la primera opción hace falta sensibilidad histórica y cierta preparación cultural. No estamos muy seguros de que todo esto exista en la actualidad en la ultraderecha. Para lo segundo hace falta capacidad política e imaginación. Y esto tampoco abunda en la ultraderecha. Por ejemplo: en 1996, la mayor parte de miembros de DN, como antes los de JJEE, querían crear un "Front National" a la española… lo probaron y fracasó. Hoy otros quieren crear grupos parecidos al del holandés Fortune, al BNP de Griffin, al NPD de Voight, o incluso a grupos húngaros… de los que apenas tienen una idea remota y, desde luego, nunca nada que vaya más allá del logotipo y de algún cartel. Eso es todo. Plagios. Meros plagios. En literatura se dice que el plagio que es asesinato no es plagio, esto es que el plagio que supera al original se considera otra cosa. En realidad, en España los plagios se han acuñado uno tras otro con mentalidad mesiánica y de espaldas a la realidad española. Cada país precisa caminos propios. El problema es humano. Vamos a explicarlo.

El éxito de una política de mercadotecnia depende del producto y de su promoción. Producto mediocre, promoción buena, éxito; producto bueno, promoción mejor, triunfo definitivo; producto malo-malísimo, promoción infame, ruina total. Pues bien, la ultraderecha está en esta última posibilidad. No sabe exponer sus ideas: une algo interesante a elementos que generan rechazo. No ha entendido desde principios de los años 80 los nuevos sistemas de publicidad. En 1980 vi por primera vez en París, en la redacción de Confidentiel, la primera cámara de vídeo. Se utilizaba para filmar vídeos promocionales que luego eran proyectados en la calle junto a mesas de publicidad de la revista. Era 1980. En España hubo un vacío de medios técnicos que hace que aun hoy cuando se piensa en una campaña de promoción se recurra al PCP (Pegatina-Cartel-Panfleto). Nada más. Internet tiene gracia porque está sirviendo solamente para prolongar la agonía de la ultraderecha española. Algunos grupos se sabe que existen solamente gracias a las páginas unitarias. Hace 30 años colocar una mesa de publicidad en una calle céntrica de una importante ciudad, era algo irrelevante. Se colocaban a diario. Hoy es un evento que merece un artículo en algún blog unitario. Estos blog, para colmo, son de autobombo… ni una sola línea de autocrítica. Introducirla es de mal tono: supone atacar al de al lado que está en una situación de miseria como la propia, así que mejor dejarle que haga sus chaladuras y las publicite que con eso ya se conforma.

¿Cuál es el problema? Lo resumiré a velocidad de vértigo: en los últimos 30 años (y en los anteriores 30), la ultraderecha no llevó a cabo la necesaria reforma de sus contenidos. Se esclerotizó. Y eso generó un efecto perverso: la selección al revés. Se fueron los camaradas más inteligentes, muchos a su casa y el resto a otras opciones políticas con más futuro. Quedaron tres tipos de militantes: el despistado que acababa de llegar por casualidad o por instinto y que pronto desaparecía a meses escasos de haber fichado; el fanático que por cabezonería había empezado su carrera política en la ultra (menudo carrerón) y había decidido concluirlo ahí mismo; y, finalmente, el que no tenía absolutamente nada que hacer en la vida. Y, probablemente, no más de un 2% serían convencidos con una formación doctrinal más o menos sólida que seguían en activo por puro impulso interior. Eran los menos y, para colmo, con líneas muy distintas. Otro 2% estaba, por supuesto, formado por el extremo opuestos: oportunistas, degenerados, chalados, alucinados o vividores, lo peor de lo peor. Con estos mimbres no pueden tejerse grandes cestas. Todo lo que se construya tendrá un déficit humano notable, porque para que algo pueda ponerse en marcha en España hacen falta: 200 cuadros políticos y técnicos perfectamente formados, entregados completamente a la causa (a una causa por definir) y que dominen aspectos doctrinales, políticos y técnicos. Me atrevo a decir que en este momento, de estos no habrá más de una decena en toda España. Y este es el problema de fondo: que no es un problema nuevo, sino acumulativo. Se han ido muchos de los mejores, otros, con toda lógica, se alejan de las siglas ultras como alma que lleva al diablo y se han quedado una inmensa mayoría de militantes poco útiles para arrancar una lucha política. Lo lamento pero este es el trágico esquema que me lleva a dos conclusiones:

1) La primera es la que he enunciado ya: la ultraderecha para despegar debe dejar lo que ha sido hasta ahora y debe hacerlo completamente y sin complejos. Mientras en los blogs ultras sigan apareciendo águilas, cruces borgoña, célticas, skinetes, fotos de José Antonio (40.000 votos en las elecciones de febrero de 1936… como ahora), y Ramiro (las JONS nunca llegaron a más de 200 militantes… como los actuales grupúsculos ultras), evocaciones a Franco y a un próximo pasado, cualquier cosa que hagan esas siglas se verá anulado por el efecto que supone la referencia histórica a "productos caídos": en marketing se dice que un "producto ha caído" cuando deja de ser objeto del favor general y ve reducida su clientela drásticamente por cualquier circunstancia. A nadie se le ocurriría vender un producto actual (una consola de videojuegos X-box 360 de Microsoft regalando en el lote un casette de cintas… si alguien lo hace, el comprador desconfía: "¿Están intentando colocarme alguna mercancía averiada?" y se resiste a comprarlo. Intente vender esa misma consola X-box junto con dos o tres videojuegos que pueda reproducir y multiplicará las ventas).

En este momento, la ultra en España solamente puede utilizar tres temas de batalla: inmigración masiva, crisis económica y corrupción. Mientras estos tres temas mantengan una tensión combativa y una claridad expositiva, habrá gente predispuesta a otorga su atención. Pero en el momento en que a estos tres temas se una: la unidad de España (que nadie con entidad mínima hace peligrar), el recuerdo al franquismo y al 20-N o a los símbolos de otro tiempo… la sensación de que se le intenta colocar una "mercancía averiada" cobrará forma.

En 1968 existía un grupo llamado Frente Sindicalista Revolucionario dirigido por Narciso Perales, un falangista histórico que rompió con el franquismo. Perales se debatía entre la superación de la falange o el más de lo mismo y nunca logró liberarse de estas dos tendencias. El FSR estaba concebido como un grupo "sindicalista" en la que nunca se mencionaba a los orígenes falangistas de algunos de sus miembros. Estos, para colmo, lo ocultaban a los nuevos afiliados que seguían llegando. Quien permanecía atento era el PCE que temía que en las filas de la oposición democrática se infiltraran informadores de los servicios de inteligencia travestidos de sindicalistas revolucionarios. Y el PCE dio el toque de alerta: el FSR se rompió cuando Perales se declaró a favor de la reconstrucción de la falange independiente del franquismo y cuando los afiliados se enteraron de que habían estado dirigidos por falangistas que ocultaban su procedencia. Lo dicho: "mercancía averiada", nada más.

Mezclar temas de interés y calado público con otros que no lo son pringa a los primeros y los hace indigeribles. Y esto es lo que está ocurriendo en la ultra en los últimos años: ¿cómo diablos es posible que con 7.000.000 de inmigrantes no haya un partido antiinmigración? Fácil: porque en primer lugar hay media docena de opciones antiinmigración, cada una de las cuales rivaliza en pequeñez con las demás y la mayoría tienen unas diferencias personales insalvables y una militancia que difícilmente (y solo en un caso ampliamente), supera los 300 afiliados. Si a esto unimos, falta de medios, recurso a "temas conflictivos" (DN manifestándose en barrios en donde no tiene ni un solo militante pero en donde los antifas si pueden movilizar a niñatos agresivos y en una capital en donde los hijos de los gestores socialistas militan en la ultraizquierda, es una capital en donde no se puede hacer lo que si es posible hacer en Valencia: salir a la calle; a menos, claro está, que lo que se pretenda sea salir en primera página por un muerto, como de hecho ya ha ocurrido), poca disciplina de las bases que, rompiendo incluso órdenes de los organismos de mando saca banderas que no proceden, corea eslóganes que mezclan la velocidad con el tocino: "Más trabajo, menos inmigración…" e inmediatamente "España una y no cincuenta y una"… todo esto es un augurio de fracaso, se haga lo que se haga y se intente lo que se intente.

Hace falta pues, no tanto renovar temas, como mentalizar a la militancia de cuáles son los temas en función de los cuales puede venir militancia; hace falta generar cuadros capaces en lugar de cuadros que se limiten a repetir lo ya hecho (y lo ya fracasado). Es absolutamente indispensable abrirse a otros sectores próximos en lugar de percibir a todo lo que no lleve una bandera nacional enorme como adversarios. En este sentido, en Catalunya es, sin duda, en donde se están dando las experiencias más interesantes y creativas de lo que hemos definido como "guerra de posiciones": atacar en unos pocos puntos del frente en donde se tiene conciencia de que el enemigo es más débil y hacerlo una y mil veces hasta que el frente, en esa parte, ceda.

La ultraderecha en la configuración que ha tenido hasta ahora, ha muerto y nunca más volverá a resucitar. Los muertos no vuelven sino como espectros. Y la ultra actual es un espectro de lo que fue hace treinta años.

2) No hay fórmulas universales, pero sí es posible buscar soluciones nacionales, regionales o locales: los tiempos en los que se pensaba que imitando a cualquier grupo que tuviera "tirón" en el extranjero o que invitando a cualquier líder europeo aquí se generaría una promoción instantánea, han quedado atrás. Hace falta buscar modelos nuevos que se adapten a cada ciudad, a cada autonomía y que, en buena medida, serán diferentes de los que se dan en España. El movimiento anti-inmigración holandés y el francés son completamente diferentes, por ejemplo. Esto implica imaginación y sobre todo estar inmerso en la política real.

La primera impresión que causa hablar con militantes ultras en la actualidad es que desconocen los mecanismos de la política real, y reproducen las informaciones que les llegan  de determinados medios de comunicación. En algunos casos la deformación provocada ha condicionado toda la vida del grupo. Durante años, escuchar continuamente la COPE ha generado en los dirigentes de AES la sensación de que una parte del PP estaba contra su dirección y dispuesta a abandonarlo. Se sabe lo que ocurrió después: dinero tirado para sacar unos cuantos miles de votos que se hubieran sacado exactamente con una inversión cien veces menor…

Es precisamente el estar dentro de la sociedad real lo que nos permite afirmar que hoy las grandes formaciones políticas no tienen solución para tres problemas básicos, grabados a fuego en el imaginario colectivo de los españoles: corrupción - inmigración - crisis. De lo que se trata es de agrupar al máximo de electores detrás de estos tres temas eludiendo cualquier otro hacia el cual la población no tenga un nivel de interés mínimo. El aborto, por ejemplo. AES ha centrado toda su campaña en torno al aborto en las pasadas europeas, con una abundancia de medios que nadie desde Fuerza Nueva había utilizado. El resultado ha sido el esperado en mercadotecnia: intente vender un producto sobre el que no exista demanda social y perderá la inversión.

Se intenta con demasiada frecuencia -y Arias es un buen ejemplo- recurrir a esfuerzos unitarios para paliar los déficits. ¡Cómo si la unidad resolviera algo! Cuando se alude a porcentajes de votos tan escuálidos, la suma de las partes no es la suma de los votantes de cada una de ellas, sino mucho menor… porque el error técnico que puede darse en una docena de opciones siempre es mucho mayor que el que se da en una sola de ellas. En las anteriores elecciones europeas, entre 5 y 7.000 votos de la extrema-izquierda abertzale fueron a parar a siglas ultras deliberadamente… eso solamente pudo hacerse porque cada opción recibió números pequeños de votos (no mas de 3.000). De haber existido una sigla "unitaria" los votos desviados no hubieran sido 7.000, sino muchos menos, so pena de hacer el fraude excesivamente visible. Contra más candidaturas hay, más gente se equivoca de papeleta, pero eso no quiere decir que en su conjunto haya "más votantes" sino que están más repartidos. A la inversa: contra menos candidaturas hay, el error técnico tiende siempre a descender. Por otra parte, todo intento "unitario" exige siempre concesiones a las partes que se muestran más fanáticas en relación a algunos temas… temas que, habitualmente, son secundarios, carecen de atractivo, son fundamentalistas y generan indefectiblemente pérdidas de votos. Con lo cual, una candidatura unitaria pierde siempre fuerza y coherencia interior, reconstruyéndose el problema de los temas secundarios que anulan el impacto de los temas esenciales y generan de nuevo la sensación de "mercancía averiada".

El militante aislado en un pueblo debe dejar de esperar órdenes del "mando perdido" y juzgar de qué manera puede superar su aislamiento y hacer lo que hace el pez: precisa agua. Para el militante, la población es el agua para el pez. Y eso sólo lo logrará en cuanto deje de mirar lo que hace el vecino (esto es, la otra organización ultra) y contacte con grupos que, efectivamente, quieren luchar contra la inmigración, la corrupción y la crisis. Y en muchas ocasiones no serán grupos ultras ni de procedencia ultra. Serán asociaciones de vecinos, peñas, candidaturas independientes… El militante puede optar por contactar sólo con los "camaradas" (otras siglas ultras) y confinarse en el autoaislamiento, o bien abrirse a otros sectores sociales (parados, jóvenes, damnificados por la inmigración, zonas en fase de limpieza étnica). El militante puede optar por repetir viejas cantinelas caricaturescas de la ultraderecha (unidad de España, Franco-Franco, nacionalismo, negación de los hechos regionales, etc, con lo que nunca abandonará la etapa subgrupuscular, o bien abrirse a temas que interesen a sectores concretos de la población y, por tanto, a gentes nuevas. Y de su opción dependerá su ausencia de futuro… o la posibilidad de que conquiste un futuro.

© Ernest Milà - infokrisis - infokrisis@yahoo.es - http://infokrisis.blogia.com - Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.

 

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