Ultramemorias (VIII de X) Visicitudes políticas en la transición (16ª parte). Dudas hasta el atentado a California 47
En el congreso del Frente de la Juventud salió una “troika” elegida para regir los destinos de la organización… en la medida de lo posible. Pepe de Las Heras fue nombrado presidente, Juan Ignacio Rodríguez secretario general y yo secretario político. Así quedaban definidas la imagen pública, la organización y la dirección política respectivamente. Nada mejor que un antiguo veterano de las Defensas Universitarias, durante muchos años en la cúpula de Fuerza Nueva como Pepe para acentuar la imagen de dureza, entre el pedernal y el acero finamente templado, que legítimamente aspiraba a detentar el Frente. Nada mejor que alguien que había levantado de la nada la Sección C y estado presente desde el principio en la expansión de Fuerza Joven, la rama juvenil de Fuerza Nueva y que, de paso, mantenía buenas relaciones con la Primera Línea de Falange, para asumir las tareas organizativas. En cuanto a mí, empezaba a tener fama de “plumífero”, de escribir cuatro líneas sin muchas dificultades y de leer la prensa todos los días, así que andaba bien informado de lo que se cocía. El año anterior había publicado dos libros en Ediciones Acervo con el seudónimo de “Ernesto Cadena”: “La Ofensiva Neofascista” y “Los Marginales” con una tirada de 10.000 ejemplares. El primero, todavía hoy, se busca y se paga bien en los circuitos de libros usados y de eBay y es apenas un catálogo de la extrema-derecha mundial a fecha de 1978, por países y por corrientes ideológicas. El segundo es lo que su nombre sugiere: un catálogo de marginalidades varias, políticas, sociales, sectarias, etc. Si bien, Acervo era una editorial puntera en Ciencia Ficción, solía tocar temas de actualidad y ambos libros se vendieron bien, dándome la satisfacción de haber escrito un libro. Todavía no tenía un hijo, pero mi mujer ya estaba embarazada y aún me faltarían dos años para plantar un árbol…
Además, desde hacía años mantenía contactos con partidos hermanos del exterior y mi inclusión en la dirección suponía abrir el Frente a todos esos grupos en un momento en el que la “euroderecha” impulsada desde Italia por Giorgio Almirante, colaboraba estrechamente con Blas Piñar. Y esto también tenía gracia por que la tercera pata de la “eurodestra” era el Parti des Forces Nouvelles con cuya dirección me unía una relación de amistad y trabajo político desde hacía tiempo. De hecho, cuando tuve que exiliarme, el secretario general de Forces Nouvelles, Alain Robert, fue quien me facilitó un apartamento para albergarme en las primeras semanas de estancia en París. Robert era un antiguo dirigente del Movimiento Occident que tuvo una parte relevante en el desencadenamiento de los incidentes que llevaron al “mayo francés” de 1968 [parte esta que he tratado con cierto detenimiento en la serie de artículos agrupados bajo el título de “Mayo del 68 no fue como nos lo contaron” a los que remito y, especialmente en LINK sobre el desencadenamineto de los incidentes y el papel de Occident y en LINK, sobre los contactos tomados por Occidente con el ejército durante al revuelta].
También en la cúpula del PFN se encontraban Gerald Pencionelli, Jean Marc Brissaud y Catherine Barnay, apenas unos críos durante el período de Occident pero a los que luego asumieron tareas importantes en la dirección de Ordre Nouveau y, especialmente, en el desarrollo de la revista del patido. Con ellos se pondría en marcha la revista Confidentiel a la que aludiré más adelante. El partido tenía como presidente a Pascal Gauchon que, en Ordre Nouveau estuvo a cargo de las relaciones internacionales. En realidad, Ordre Nouveau constituyó el núcleo duro del nacionalismo francés en torno al cual se constituyó, a modo de extensión, el Front National, sumando el pequeño grupo formado en torno a Jean Marie Le Pen, a su Parti de Unité Française y al grupo Militant. A pesar de su debilidad numérica y militante, Le Pen era más conocido por la sociedad francesa que Robert y la gente del Ordre Nouveau, por lo que la convergencia de ambos grupos en el Front National (que efectivamente fue un “frente” y no una nueva sigla) se apareció como necesario. Sin embargo, el problema vino porque a raíz de unos incidentes desencadenados por la izquierda trotskistas de la Ligue Communiste y de los maositas de La Cause du Peuple, en general agresiones contra distribuidores de la revista “Ordre Nouveau”, el gobierno aprovechó para disolver a unos y otros. Así que el Front National perdió coherencia interior y quedó en manos de Le Pen. Tras unos años de tensiones y rupturas más o menos escandalosas, los antiguos de Ordre Nouveau lograron encontrar los medios suficientes como para reagruparse y fundar el PFN, tras un breve período transitorio previo bajo el rótulo de Comités Faire Front.
Cuando se produjeron las protestas internacionales por los fusilamientos de 5 terroristas de ETA y del FRAP, el PFN organizó su primera movilización en París en apoyo al gobierno español. Análoga iniciativa la tomó en Italia Avanguardia Nazionale que convocó en Reggio Calabria una gran manifestación en la que tomó parte José Luis Jérez, redactor de Fuerza Nueva y el príncipe Felice Genovesi Zerbi, alias “Fefe”, responsable de Avanguardia en la Cabria.
Todo esto sirve para decir que, aun no estando integrados en la “eurodestra” (que, a fin de cuentas, era un intento de extender la línea moderada y parlamentaria del MSI a otros países europeos a la vista de la convocatoria de las primeras elecciones europeas), teníamos la misma información –y seguramente más, en la medida en que había amistad y confianza con otros partidos de la cúpula- que Blas Piñar. En principio, desde el Frente de la Juventud veíamos bien esta iniciativa. De hecho, lo que nosotros planteábamos a Fuerza Nueva era realizar el “juego de las partes”, nosotros radicales haríamos en “trabajo sucio” y ellos deberían de concentrarse en obtener representación electoral y por tanto debían huir como de la peste de cualquier elemento que manchara su imagen. Para eso ya estábamos nosotros que ambicionábamos seguir siendo el polo activista. Así podríamos hablar de la existencia de un “movimiento”, formado por una “vanguardia activista”, el Frente de la Juventud, y de un “partido parlamentario”, Fuerza Nueva.
En lo personal, preveía que Falange Española y, por extensión, todo el sector falangista, iría declinando con el tiempo a medida que se pusiera de manifiesto la imposibilidad de lograr su propia unidad y de asumir la peliaguda tarea de actualización doctrinal. En mis previsiones en 1979, Falange duraría en torno a 10 años más, declinante y luego, finalmente, perdería cualquier posibilidad de jugar algún papel en el seno de las “fuerzas nacionales”. Así mismo, en el curso de esos 10 años siguientes, la Confederación de Ex Combatientes se iría extinguiendo por causas naturales y tampoco jugaría un papel determinante. Así pues, en 1989 solamente debería quedar, en mis previsiones, el “partido” y la “vanguardia”, Fuerza Nueva y el Frente de la Juventud.
Pero, claro, en 1979 estábamos todavía escindidos entre la hipótesis electoralista y la hipótesis golpista que siguió estando formulada implícitamente en las ponencias del congreso del Frente de la Juventud cuando seguí manteniendo la teoría sobre la “fractura vertical dentro del sistema” que no pasaba de ser una formulación pretenciosa y culterana del golpismo tradicional… ahora bien: en esa formulación –hecho importante- el golpe no era un “hecho militar”, sino “político-militar” y el proceso no podía consumarse si no existía una fuerza político-social importante que apoyara al movimiento golpista. Además, en caso de triunfo del golpe, desde el mismo día de creación del nuevo gobierno sería preciso contar con cuadros políticos y profesionales para reorganizar la sociedad y asumir nuevas orientaciones. Y éste era el problema…
Para algunos de nosotros, la reflexión estratégica nos llevaba a un drama personal. Existían dos vías: la electoral (basada en la sinergia entre el partido y la vanguardia) y la golpista. Para los que estábamos familiarizados con la “tradición hermética” y los textos clásicos del hermetismo alejandrino, las dos vías equivalían a la “vía húmeda” y a la “vía seca” respectivamente. En la primera la “materia prima” se va depurando poco a poco, progresivamente. En la “via seca”, por el contrario, de lo que se trata es “de tomar el cielo por asalto”. El golpismo implicaba precisamente eso: era la “vía difícil”, la “vía seca” en la que más riesgo existía de quemarse en pleno sentido de la palabra. La “vía húmeda”, en cambio, era más reposada y dilatada en el tiempo: en el fondo el Movimiento Social Italiano ha tardado sesenta años en pasar de ser un grupo de jóvenes entusiastas de la República Social Italiano, neofascistas por más señas, organizados clandestinamente en los barrios romanos en 1948, a ser en su avatar Alleanza Nazionale, postfascistas, un partido de gobierno. En nuestra insultante juventud, sesenta años suponía toda una vida: teníamos prisa por hacer “cosas grandes” y nos importaba un rábano quemarnos y requemarnos y luego quemarnos todavía un poco más. En nuestra hybris activista, buscábamos la “prueba” definitiva de que servíamos para algo, la aventura, la válvula de escape a los excedentes de testosterona y a un fuego que ardía en nosotros desde dentro y recorría los oscuros corredores de nuestro cerebro. En ese estado febril, que no era sólo el nuestro, sino el de una parte de nuestra generación, compuesta por eternos adolescentes que nos nos identificábamos con las cambios que estaban teniendo lugar en nuestro país en aquellos momentos y que, a causa de haber viajado y mantenido contactos fuera de España desde finales de los 60, desconfiábamos de lo que era la democracia formal hacia la que se encamaba el país. Sabíamos que la democracia implicaba corrupción, no albergábamos la menor duda de que había dos tipos de partidos en las democracias: los vendidos a los EEUU y los que actuaban por cuenta de Moscú. Luego estaban los que venderían a su madre por un escaño, los que hoy dicen A y manaña no-A sin inmutarse, el vacío de poder, la falta de centros de imputación, las promesas electorales que nadie tiene intención de cumplir, con el consiguiente engaño permanente a las masas, las campañas electorales tan fascinantes como alienantes y la exteriorización de todos los oportunismos y demagogias que es capaz de exteriorizar la miseria de lo humano… ¿cómo íbamos a aceptar lo que se nos ofrecía como panacea universal?
Pero el golpismo traía algún problema moral. Muchos de nosotros teníamos amigos íntimos que militaban en formaciones de izquierda, unos habían sido compañeros nuestros de clase, con otros y con otras habíamos compartido momentos inolvidables. Nuestros recuerdos de infancia y juventud, los de ayer mismo, estaban íntimamente unidos a ellos, algunos ocupaban puestos de dirección en partidos de izquierda y extrema izquierda. ¿Qué les ocurriría en caso de un golpe de Estado? Era evidente que no se podía ser muy optimista y que, un fenómeno de este tipo, en general, acarrearía un retroceso en las libertades políticas. ¿Cómo podíamos negarnos a aceptar el derecho de reunión, expresión y manifestación? Es cierto que argumentábamos que el mal uso de esos derechos estaban acarreando un desplome del país y sabíamos perfectamente que el uso que la clase política empezaba a hacer amparado en esos derechos no era sino un ejercicio de la mentira. Intuíamos que no había valor más elevado que la verdad y por eso odiábamos a una clase política que en pocos meses se había habituado a utilizar tópicos miles de veces repetidos solamente por su rentabilidad electoral. Además era rigurosamente cierto que cada día comprobábamos un cambio de camisa espectacular y lacerante. En 1979 se diría que en España jamás había habido franquistas. A algunos como a mí el franquismo nos nos atraía en absoluto, pero lo que repugnábamos era que los funcionarios de primera fila del franquismo, los que no habían dudado en lamer la bota del anciano de El Pardo si ello les valía una canonjía, ahora jugaran al despiste e hicieran como si nada les hubiera ligado al “antiguo régimen”.
Suárez encarnaba todo aquello que odiábamos. Y tras Suárez, Martín Villa quien por lo demás había ordenado varias veces mi detención mientras fue gobernador de Barcelona. La UCD se había hecho con ese mosaico de oportunistas sin escrúpulos divididos en varias familias que rivalizaban en mediocridad y oportunismo. En las Juventudes Liberales, en las estructuras de UCD reconocíamos a antiguos colaboradores del SEDEC, a consejeros locales del Movimiento y de la Guardia de Franco, a paniaguados que ya desde que advirtieron que la salud de Franco renqueaba habían hecho posible por salvaguardar su puesto alimentado por los presupuestos generales.
Algunos no podíamos evitar dudar de la estrategia golpista. Estaba claro que al día siguiente del triunfo de un golpe de Estado, unos colaborarían por ambición, otros por miedo y otros por identidad con los fines del movimiento golpista. Pero ¿qué fines iban a ser esos? ¿Un gobierno militar-militar? ¿un gobierno cívico-militar que preparara nuevas elecciones? ¿un gobierno que riendiera pleitesía al rey que nosotros considerábamos como responsable por omisión de todo lo que estaba ocurriendo? ¿apoyado por quién? ¿por los que vociferaban en las manifestaciones del 20-N huérfanos de programa político y permanentemente instalados en la contra pero incapaces de proponer algo más que el dejà vû del retorno al franquismo? ¿No existiría la posibilidad de que el remedio fuera peor que la enfermedad? ¿Y si huyendo de un mal que preveíamos cayéramos en otro peor que causara todavía mas dolor? Y, finalmente, ¿no fue el franquismo el reino de la mediocridad? ¿no era el régimen que se estaba implantando en esos años una mera intensificación de esa mediocridad cuyo hilo conductor no era solamente la figura del rey sino también la patronal que precisaba ser aceptada en Europa para ensanchar su horizonte de negocios, la idea de una Europa sometida política, económica y militarmente a los EEUU?
Pero había que decidirse y hacerlo pronto. La posibilidad de jugar con Fuerza Nueva al “juego de las partes”, como ya he dicho, desapareció cuando elementos de este partido asaltaron la Facultad de Derecho de Madrid, cuando Yolanda González fue asesinada por un miembro de Fuerza Nueva o cuando los “bateadores del retiro”, en su mayoría vinculados a Fuerza Joven (y no al Frente de la Juventud como dijo la prensa en la época, que no terminaba de creerse que el partido piñarista tuviera un desmadre organizativo interior de tal magnitud) asesinaron gratuitamente a un joven por el mero hecho de llevar el pelo largo (años después, uno de los asesinos, tras haber extinguido su condena, terminó siendo asesinado casi en el mismo lugar después de haber caído en las peores toxicomanías. Vueltas que da la vida). A falta de programa y estrategia política, algunos en Fuerza Nueva pretendían competir con nosotros en unas formas irracionales de activismo que les invalidaban para obtener éxitos electorales.
Por lo demás, ocurrió un suceso traumático para la extrema-derecha. El 29 de mayo de 1979, a eso de las 17:00 un grupo del Frente de la Juventud instaló una mesa de propaganda frente a la Cafetería California 47. Poco después llegó la policía nacional, cacheó a todos los militantes que se encontraban allí poniéndolos brazos en alto contra la vidriera de la cafetería y levantando el puesto, incautando el material que se encontraba a la venta. Uno hora y media después esa misma vidriera saltaba por los aires cuando estalló un potente artefacto explosivo en el interior de la cafetería causando 9 muertos y 40 heridos. De no ser por el celo puesto por la policía en impedirnos el ejercicio de la libertad de expresión, seguramente alguno de nuestros militantes hubiera muerto alcanzado por los fragmentos de la explosión. La impresión que nos causó aquel atentado fue brutal. Yo mismo, tras conocerlo, tuve que montarme en la moto y refugiarme en la embriaguez de la velocidad para recuperar la calma. Iban a por nosotros. Si el GRAPO había elegido la cafetería California 47 era porque era frecuentada por muchos militantes a raíz de que a menos de 50 metros, en Núñez de Balboa, se encontraba el antiguo local de Fuerza Nueva y a 200 el local del Frente de la Juventud.
El cerebro del atentado fue uno de los fundadores del PCE(r) y de los GRAPO, José María Sánchez Casas, presentado por esa banda de anormales, como genio del teatro popular, amigo de juventud intelectual de Alfonso Guerra y que tras haber sido detenido con otros de sus compinches, se atrevió a negar la autoría del atentado. Moriría poco después de cumplir 20 años de cárcel por éste y por otros crímenes similares. Se sabe incluso el nombre de los autores materiales del crimen: Alfonso Rodríguez García y María del Carmen López Anguita. Tantos estos asesinos como su jefe Sánchez-Casas acusaron en el juicio a “los fascistas” de haber sido autores del atentado, algo que ya había insinuado insidiosamente la prensa a raíz de que la policía levantara el puesto del Frente de la Juventud situado ante la Cafetería hora y media antes. Los mismos abogados de la defensa, en el ejercicio de la misma hicieron un paralelismo entre el atentado contra la cafetería California 47 y los perpetrados en la estación de Bolonia, el del tren Itálicus, y el de la Fiesta de la Cerveza de Munich. También relacionaron el atentado con el asalto al Banco Central de Barcelona, ya que ambos se produjeron en vísperas del Día de las Fuerzas Armadas… y los dos suponían, a su juicio, un claro intento desestabilizador y de provocación a las Fuerzas Armadas. No se les puede acusar, evidentemente, de falsear la realidad en beneficio de sus defendidos, si bien a estos sí se les puede acusar con tres calificativos: cretinos, asesinos e irresponsables.
Toda la duda que siempre he tenido sobre los GRAPO era sobre si eran tan burros y asesinos como parecían o simplemente estaban manipulados por algún servicio de inteligencia que estaba creando la estrategia de la tensión en España. La prensa solía aludir a “los extraños GRAPO” y, hasta ahí, había que darles la razón. Por que “raros”, lo que se dice raros, si eran. El problema era que terminaban insinuando que los GRAPO formaban parte de “tramas desestabilizadores”, esto es, que estaban teledirigidos por la extrema-derecha. En mi trabajo sobre la revolución de mayo dediqué un capítulo sobre el papel que los servicios de inteligencia tuvieron en la formación del maoísmo y en España, en la formación de PCE(m-l) y del FRAP [Véase el LINK en general sobre el maoismo y este otro sobre la totalidad de los apuntes: LINK]. Pero el GRAPO era otra cosa. Mucho más sectario, formado en su primera época por familias, compuesto en su primera época por lumpenproletarios entre los cuales figuraban algunos “chicos bien” con cierta formación e inquietud intelectual, luego pasaron a ser solamente marginados, sin tener detrás nada más que un partidillo clandestino que nunca pasó de los 150 afiliados en el mejor momento, y que a lo largo de su historia provocó episodios tan bochornosos como negar la autoría del atentado a la cafetería California o afirmar que habían liberado a Publio Cordón cuando en realidad lo habían asesinado antes de cobrar el rescate. Pero sí es rigurosamente cierto que el Guardia Civil Espinosa lo tuvo demasiado fácil para infiltrarse en el GRAPO a través del MPAIAC y que, siempre el GRAPO actuaba en momentos muy exactos para excitar la tensión. Más adelante veremos en qué consistía la estrategia de la tensión que vivía España en aquellos momentos.
El olfato que he podido desarrollar a lo largo del tiempo me indicaba que había algo poco claro en aquella época en el terrorismo de los GRAPO. Era evidente que, en sus orígenes el PCE(r) no era más que una simple escisión del PCE(m-l) y un producto de la extrema-izquierda de la época, de la misma forma que luego, tras la conclusión de la transición el GRAPO no pasó de ser una secta de marginados que de tanto en tanto realizan asesinatos y atentados para hacer olvidar que su principal función era cometer atracos y secuestros para asegurar el nivel de vida del “camarada Arenas” y de su mujer. Poco más. Pero durante la transición, entre septiembre de 1975 y el 23-F de 1981, el GRAPO fue “otra cosa”: una organización que actuaba en función de una estrategia que no era la suya pero que contribuía con una precisión milimétrica a aumentar la tensión en la calle. El mismo atentado contra la cafetería California era evidente que excitaría el activismo ultra, como de hecho así ocurrió. Sin embargo, me consta que en los años del felipismo, a las fuerzas de seguridad del Estado les costaba localizar a comandos del GRAPO que, por lo demás, dejó de jugar un papel central incluso en la comisión de atentados espectaculares y traumáticos. Pero no albergo la menor duda de que en la transición los “extraños GRAPO” fueron mucho más “extraños” que lo que Juan Tomás de Salas (inventor de este calificativo y que, además alardeó de ello atribuyéndole a él el aislamiento de los GRAPO y su desprestigio, lo que no deja de ser tan sorprendente como miope).
Lo que ocurrió poco después del atentado fue así mismo significativo. Como era de prever, cientos de militantes de la ultraderecha confluyeron frente a la cafetería California y allí permanecieron durante casi dos días. El tránsito en la calle se vio completamente interrumpido. Los militantes del Frente de la Juventud se encontrban también allí y pudieron asistir a un espectáculo increíble. Haciéndose sitio entre el gentío, lograron llegar hasta la vidriera destrozada de la cafetería, frente a la cual unos cuantos cientos de afiliados a Fuerza Nueva estaban arrodillados rezando un rosario, tras haber colocado velas y cirios ante los restos de la cafetería. Era evidente que aquella piadosa muestra de religiosidad era también la más increíble evidencia del carácter absolutamente antipolítico del partido dirigido por Blas Piñar. Justo cuando lo que se prestaba era una movilización general de afiliados, una llegada de miles y miles de militantes de toda España y una marcha de protesta ante el ministerio del interior y una demostración de fuerza y ponderación similar a la que había realizado sólo dos años antes el PCE tras la matanza de Atocha (y seguramente en ese momento, Fuerza Nueva hubiera logrado movilizar como mínimo al mismo número de simpatizantes), Blas Piñar no reaccionó y dejó que todo empezara y concluyera con un devoto rosario que, para colmo, fue interrumpido por la policía a porrazo limpio. Fueron los militantes del Frente de la Juventud, los que hicieron frente a la policía que en aquella memorable jornada apaleó a mujeres de avanzada edad, cuyo único delito era no entender los mecanismos de la política y seguir pensando que la policía estaba de su parte.
Como muestra del desenfoque de aquella militancia sólo católica y nada más que católica, algunas mujeres, tras percibir que los militantes del Frente se estaban enfrentando a la policía, la emprendieron también contra ellos: en caso de enfrentamiento entre policía y gentes del Frente, optaban por solidarizarse con la policía que era, justamente, quien estaba zurrando de lo lindo a los devotos católicos que estaban rezando el rosario ante la pira de California 47. Increíble. Completamente increíble. Allí, en aquel escenario dantesco hecho a base de cargas de la policía, humo irrespirable de granadas lacrimógenas, santas mujeres con la frente sangrando, restos de equipamientos policiales en la calzada, sonido de disparos de pelotas de goma, gritos e insultos salvajes de uno y otro lado, con el trasfondo siniestro de las vidrieras de la cafetería deshechas y revelando el estado del destrozo del local, el mismo Juan Ignacio se vio en un momento rodeado por mujeres histéricas que lo agredían con paraguas y bastones achacándole el enfrentamiento con la policía. Las insidias lanzadas a conciencia y sistemáticamente dentro de Fuerza Nueva sobre que Pepe Las Heras y Juan Ignacio trabajaban para la policía y el CESID, había dado, como puede verse, sus frutos.
Para colmo la “eurodestra” no terminaba de funcionar. La parte francesa era demasiado débil para pesar y la esperanza que algunos albergábamos (a saber, que Giorgio Almirante lograra “civilizar” a Blas Piñar y llevarlo por la senda de la construcción de un partido parlamentario) se disipó. Por algún motivo, Almirante, que acudió unas cuantas ocasiones a los actos políticos del 20-N, debió de quedar absolutamente maravillado por las “masas oceánicas” de la plaza de Oriente y las centurias formadas en la explanada del Valle de los Caídos… Aquello daba la sensación de funcionar bien, quizás incluso –debía pensar el viejo zorro de Almirante- mejor que el MSI en Italia, así que ¿para qué aconsejarles que cambiaran de línea política, desmilitarizaran el partido y se dedicaran a crear un programa creíble?
Uno de los acompañantes Almirante me comentaba que se había quedado literalmente schockado cuando un jefe de centuria de Fuerza Joven en Madrid le había preguntado a bocajarro cuál era su opinión sobre la intervención del Espíritu Santo en la lucha política. El italiano, debió de pedirle por dos veces que le repitiera la pregunta no fuera a ser que hubiera entendido mal. Optó por responderle que en la lucha política prefería tener un buen secretario general que el apoyo del Espíritu Santo. El otro se lo tomó como una ofensa personal y se largó murmurando y refunfuñando sobre el “paganismo” de la derecha nacional italiana. En esas mismas fechas, cuando alguien propuso la ampliación de la “eurodestra” al Movimiento Nacional portugués del general Kaulza de Arriaga, a lo que Blas se negó a la vista de que la componente católica no estaba suficientemente marcada en este partido.
Todo esto era bastante deprimente y descorazonador, no sólo porque indicaba que el nivel medio de comprensión del fenómeno político de la militancia fuerzanuevista era próximo al cero absoluto, sino porque la dirección daba síntomas de estas más o menos al mismo nivel y lo que era peor: no había nada que hacer… Tras el asesinato de Yolanda González y todo lo que aconteció en el interior de Fuerza Nueva, resultó demasiado evidente que era imposible hacer el “juego de las partes” con un partido que no tenía claro cuál era su espacio político (agrupar a la derecha de Alianza Popular e irle royendo sus bases especialmente en Madrid y Castilla mediante una acción política que conjugase la movilización de masas con una transformación hacia lo presentable del partido), ni era capaz de elaborar un programa sintetizado en unas pocas frases con las que una parte sustancial del franquismo sociológico pudiera identificarse, ni mucho menos una estrategia. Quienes eran conscientes de estas necesidades, fueron haciendo mutis por el foro tras el asesinato de la infortunada Yolanda.
En abril de 1980 empezaba a dudar de que Blas pudiera revalidar su acta de diputado por Madrid. Para colmo, Falange Española se reducía progresivamente a la actividad de su Primera Línea que también se vio implicada en distintos incidentes violentos.
Tras el atentado a California 47, algunos resolvimos nuestras reservas mentales y optamos por decantarnos hacia el gopismo. Luego ya veríamos. En esa época, casi con una frecuencia mensual iba a París. Se estaba alumbrando un proyecto nuevo en el que participaba. La creación de la revista Confidentiel que no tenía nada que ver ni con el Frente de la Juventud, ni con la “eurodestra”, ni con los lamentables sucesos que estaban ocurriendo en España.
© Ernesto Milà – Infokrisis – Infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar procedencia.
0 comentarios