La transición fue un avance para España, pero no fue como nos la contaron
Infokrisis.- El 30º aniversario de las primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977 es una buena excusa para revisar lo que ha constituido la “transición” en la historia de nuestro país. A pesar de que exista una casi total unanimidad en interpretar este período, algunos perciben el aroma inequívoco del engaño. La transición no fue como nos la contaron. IdentidaD denuncia diez mentiras habitualmente repetidas.
1ª Mentira: “El Rey fue el motor del cambio”
Contrariamente a la creencia general, la transición no fue “pilotada” desde el Palacio de la Zarzuela. La única forma que tenía Juan Carlos I –bautizado por la “oposición democrática” como “el pelele”– de mantenerse en el trono era apoyando la transición y eso fue lo que hizo: en modo alguno la impulsó (y mucho menos su padre, Don Juan, conde de Barcelona que jamás se interesó en profundidad por la política). El Rey “dejó hacer” porque así se lo dictaba su instinto de conservación.
En cuanto a Adolfo Suárez, su parte consistió en asumir la dirección táctica de la transición, pero en ningún momento diseñó su estrategia. ¿Quién fue entonces el auténtico promotor de la transición? Respuesta: las fuerzas económicas que habían crecido al calor del franquismo y que precisaban un clima democrático para poder ampliar su radio de acción, ingresando en la Comunidad Económica Europea. Esas fuerzas, articuladas a nivel nacional con fuerzas similares internacionales (Club de Bilderberg) interesadas también en la evolución del sistema político español hacia la democracia.
En 1974, los Bilderberg se reunieron en Suiza. Uno de los temas a tratar era el futuro de España. En aquel momento se habla de encontrar a la persona idónea para hacerse cargo de la jefatura del Estado. Un año después, 128 miembros del Club, entre ellos Nelson Rockefeller, reunidos en Palma de Mallorca, convienen la sustitución de Arias Navarro. Aparece, por primera vez, el nombre de Adolfo Suárez que se aprueba por unanimidad.
Así pues, el verdadero “motor del cambio” fueron sectores económicos vinculados a intereses económicos nacionales y extranjeros.
2ª Mentira: Adolfo Suárez fue un “gran político”
El papel político de Adolfo Suárez fue importantísimo y, probablemente, ningún otro político de la época hubiera podido asumirlo. No es que Suárez fuera un gran político (negamos que él diseñara la estrategia de la transición) es que era, como se ha dicho, un “gran seductor” para unos y un “gran engañador” para otros.
Suárez, en la gran mayoría de los episodios de la transición, fue a remolque de los acontecimientos. Engañó al estamento militar, engañó a los funcionarios del movimiento y engañó a la derecha liberal de la época. Su proyecto político era excepcionalmente limitado (el “centrismo”), sin ningún tipo de contenido.
El propio Suárez decía que no era más que un “vendedor de El Corte Inglés” y así era: un franquista de origen falangista, convertido en funcionario del régimen que, en un momento dado, se convenció de que para escalar políticamente, debía de seguir a los que indicaban que había que cambiar de régimen. De su origen falangista le quedó siempre aquel concepto joseantoniano de “ni derecha, ni izquierda”… reformulado democráticamente como “centrismo”.
Así pues, la contribución política de Suárez no puede ser magnificada más allá de haber asumido la dirección táctica de la transición.
3ª Mentira: Carrillo contribuyó de manera responsable a la transición
A Carrillo se le debe el haber liderado a la fuerza de izquierda más coherente y numerosa durante el franquismo. Se le debe también la habilidad de haberse desvinculado del neo-stalinismo y de haber dado vida (junto con Georges Marchais –PCF- y Enrico Berlinguer –PCI-) al “eurocomunismo”.
Pero ni el PCE, si el resto de fuerzas situadas más a su izquierda (la democracia-cristiana, el PSOE y los partidos nacionalistas no existían más allá de unos pocos líderes), tenían “fuerza social” para provocar la “ruptura democrática” con el franquismo. Tras la muerte de Franco, concluido el período de clandestinidad en el que el comunismo se movía bien, al PSOE sólo le quedaba crecer y al PCE menguar.
Tras los limitados resultados del PCE en las elecciones de junio de 1977, Carrillo, dinamita el partido. Por iniciativa propia o siguiendo las instrucciones recibidas en su viaje a Nueva York con la excusa de dar una conferencia en Yale, pero en el curso del cual tuvo una reunión a puerta cerrada en el Consejo de Relaciones Exteriores (una organización privada que reúne a los más altos responsables políticos, económicos y sociales de los EEUU) empieza a dinamitar el PCE, abriendo las puertas a la mayoría absoluta del PSOE. La “habilidad” de Carrillo bajo el franquismo, se transformó en una “torpeza”, tan reiterada como inexplicable, a partir de 1978. Se inició el goteo del PCE hacia el PSOE.
Así pues, la gran responsabilidad histórica de Santiago Carrillo fue la neutralización del PCE a partir de la Semana Santa de 1977 (legalización del PCE) y su posterior y deliberado desmantelamiento.
4ª Mentira: “Ningún sector político estuvo fuera de la transición”
La transición solamente fue posible gracias a que se aisló y se desintegró a la extrema-derecha y a la extrema-izquierda. Estos sectores “radicales”, no estaban de acuerdo con la transición; durante el proceso se vieron envueltos en decenas de turbios episodios de violencia y asesinatos, de los que no está claro quién provocó. Lo que para la extrema-derecha fue el “Caso Atocha”, para la extrema-izquierda fue el “Caso Scala”. Había infiltrados y provocadores, no solamente en la CNT, sino también en Fuerza Nueva, tanto en los GRAPO como en los Guerrilleros de Cristo Rey.
Así pues, parece, pues, normal que todas las fuerzas políticas democráticas se preocuparan por aislar a los extremismos… lo que no es éticamente tan asumible es que para alcanzar este fin, provocadores e infiltrados, generaran decenas de asesinatos políticos.
5ª Mentira: “El PSOE fue una de las fuerzas con iniciativa durante la transición”
El PSOE era casi completamente inexistente en el momento en el que Franco muere. Carecía casi completamente de una estructura clandestina y de militancia. Su sindicato y sus juventudes estaban reducidos a la mínima expresión. El congreso de Suresnes no había logrado sacar de ese hoyo al socialismo español. En las reuniones de la Coordinadora Democrática, los delegados socialistas, prácticamente, hablaban en nombre propio. No había organización, ni partido, ni sigla.
Pero, en cambio, existía la Fundación Friedrich Ebert, dependiente del Partido Social-Demócrata alemán (SPD) que financió la implantación del PSOE hasta que llegó al poder, canalizando fondos y apoyos políticos. El SPD, tras el congreso de Bad-Godesberg, había abandonado el marxismo y transformado en un partido neo-capitalista, ligado al Club de Bilderberg.
El PSOE solamente empieza a existir a partir de mediados de 1976. Por eso, cuando los socialistas celebraban el centenario de su partido, con el slogan “Cien años de honradez”, los comunistas les apostillan cruelmente “… y cuarenta de vacaciones”.
Así pues, salvo el PCE, no existían fuerzas democráticas organizadas en noviembre de 1975 y el mismo PSOE era un esqueleto amamantado por el SPD alemán. Fuera de ese apoyo, Felipe González era un abogadillo sevillano de pocos pleitos.
6ª Mentira: “Contra terrorismo, democracia”
Por obvias razones, esta mentira, que se repitió mucho en los primeros meses de la transición, se fue olvidando poco a poco. La frase nació en el ámbito de “Cuadernos para el Diálogo”. Se difundía la idea de que el terrorismo de ETA era una respuesta lógica al franquismo y que desaparecería con éste.
A partir de 1976, sucesivos indultos, amnistías y el “extrañamiento” final de los últimos presos, dejó en la calle a todos los militantes etarras detenidos en los últimos años del franquismo y primeros de la transición. El resultado fue contrario al esperado: el período que va de 1978 a 1984 es el período en el que la banda comete más atentados.
Así pues, ETA tomó los indultos y extrañamientos, no como una “concesión”, sino como un “signo de debilidad” y redobló sus esfuerzos para abatir al Estado, sea quien fuere quien se encontrase a su frente y a despecho de si era democrático o no.
7ª Mentira: “Se creó un marco de convivencia pacífico”
Antes no existían las libertades políticas que ahora existen, pero sería difícil establecer si ayer había más violencia que hoy y por qué motivos. En realidad, la oposición democrática era, globalmente, pacífica, salvo exiguas minorías extremistas. Estas minorías estaban comprimidas por un sistema que no garantizaba las libertades democráticas y por una policía que actuaba sin muchas limitaciones. Contrariamente a lo que se ha repetido, la violencia política, lejos de desaparecer cuando concluyó la transición, gozaba de buena salud y ha ido creciendo con el paso del tiempo hasta la actual situación en la que existen muchas más formas de violencia que bajo el franquismo (las cifras de violencia doméstica, de delincuencia juvenil, de violencia en la escuela, de violencia de bandas mafiosas y de amenazas y coacciones de matriz política, especialmente en el Euskalherria, son mucho mayores hoy).
Así pues, la democracia no favoreció la desaparición de la violencia en la sociedad, sino todo lo contrario.
8ª Mentira: “Suárez diseñó la transición”
A medida que Franco envejecía, algunos notables del régimen pensaban en el “día después”. Dos años antes de su muerte, Carrero Blanco, considerado como el sucesor de Franco, ya tenía claro que España debería evolucionar hacia una democracia tutelada: “democracia hasta los socialistas”. Los comunistas quedaban excluidos. Por eso, Carrero dio el primer impulso al “asociacionismo político”, en un intento de organizar a la derecha frente a una izquierda que había conseguido organizarse en la clandestinidad.
Así mismo, es rigurosamente cierto que con Carrero Blanco se concluyeron los primeros acuerdos comerciales con los países comunistas, con la intención de conseguir que España no fuera completamente dependiente de Europa Occidental.
Los planes de Carrero se fueron al traste con su asesinato y a partir de su desaparición toda la duda consistía en saber cómo España evolucionaría hacia la democracia y cuánto tiempo se prolongaría esa etapa. Nadie –apenas los reducidos sectores del “búnker”- cuestionaba que esa evolución era necesaria.
Así pues, el rigurosamente falso que a partir de los primeros años 70, sectores del franquismo no contemplasen la evolución democrática.
9ª Mentira: “La transición empezó en 1976 y terminó con la constitución de 1979”
Ni la transición empezó en 1976, sino, como hemos visto, se contemplaba, como mínimo cuatro años antes en la mente de Carrero Blanco (democracia limitada y tutelada), ni concluyó con la aprobación de la constitución de 1979.
La transición duró diez años intensos, extremadamente duros e irrepetibles: desde que Carrero Blanco comunica su proyecto al jefe de su servicio de inteligencia (el coronel San Martín) hasta que los socialistas suben al poder tras la victoria electoral de 1982 (con una participación del 80% del electorado).
Los grandes hechos políticos incluidos entre ambas fechas deben de ser considerados como jalones de la transición. No se trata solamente de que se cree en España una democracia formal sino de que el centro-izquierda ocupe el poder como “prueba del 9” de que ha concluido.
Para ello, era preciso desalentar completamente a los “poderes fácticos” (especialmente al militar) de cualquier intento involucionista. Eso se consiguió tras el 23-F, cuando todos los partidos democráticos desfilaron juntos para afrontar los problemas de asentamiento del nuevo régimen, remontando la crisis generada por el caos en el que había caído el gobierno de UCD.
Así pues, la transición es un período más dilatado de lo que generalmente se cree que abarca un mínimo de 10 años. Se inicia con Franco vivo y se prolonga más allá de la promulgación de la nueva constitución.
10ª Mentira: “La constitución nos ha garantizado un largo período de estabilidad”
En realidad, la constitución de 1979 se cerró en falso y el sistema político diseñado es cuestionable desde muchos puntos de vista. El tema de la articulación del Estado ha generado tensiones inexistentes en cualquier otro país europeo. El sistema político diseñado sobre dos grandes partidos que deberían de recurrir al concurso de los nacionalistas para sacar adelante sus proyectos, ha ocasionado interminables discusiones y tensiones y dista mucho de estar cerrado treinta años después.
A treinta años de las primera elecciones democráticas, España siendo estando a la cabeza de Europa en cuestiones tan problemáticas como el paro juvenil, la precariedad laboral, se tiene la sensación de que la corrupción está generalizada, la división de poderes es cuestionable, el terrorismo sigue vivo y activo, el modelo de Estado no se encuentra aún consolidado, la estabilidad está ausente de nuestra política exterior, nos preparamos para afrontar el gran choque que supone la permanencia de 6.000.000 de inmigrantes en nuestro territorio y, finalmente, la crisis del sistema representativo y de la participación electoral hace que estemos más cerca de una partidocracia (poder de los partidos en lugar de control democrático del poder) y de una plutocracia (poder del dinero).
Así pues, la estabilidad política surgida de la transición es un mito bienintencionado, pero alejado de la realidad. Un país no puede vivir permanentemente de mitos.
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Pero ¿qué diablos fue la transición?
Las nuevas generaciones estudian en el bachillerato una versión de la transición nutrida por todos estos mitos y falsedades (una falsedad bienintencionada, sigue siendo una falsedad). Se tiene tendencia a ignorar o eludir lo que fue la transición democrática. Vale la pena recordar lo que constituyó aquellos años en los que la esperanza y el miedo se mezclaban inextricablemente.
1) El franquismo era un sistema político autoritario que había convivido con un sistema económico liberal. Cuando los intereses de los patrones de la economía dejaron de coincidir con los detentadores de la legalidad franquista, aquellos impulsaron la transición para convertir al sistema político autoritario en un sistema político liberal que coincidiera con la forma económica y le permitiera prosperar mejor.
2) La transición fue un proceso político dilatado en el que el poder político pasó de un gobierno de facto a un gobierno elegido democráticamente. Cada una de las partes recibió contrapartidas al haber favorecido la transición y debió pagar algún tipo de tributo.
3) La derecha franquista exigió que no se “revisara” la historia del franquismo y no se depuraran responsabilidades judiciales; el garante de esa exigencia era el mantenimiento de cierto continuismo con el franquismo en la figura de Juan Carlos I.
4) La oposición democrática exigió el diseño de un sistema en el que pudiera ocupar el poder con cierta rapidez. Ofreció reconocer los símbolos nacionales y accedió a reconocer la figura del monarca, siempre y cuando su función estuviera desprovista de contenido.
5) Para facilitar este proceso se facilitó la creación de un “espacio de centro” (UCD), inestable y que jamás se podría prolongar por mucho tiempo, el suficiente, sin embargo, para que el PSOE se situara en disposición de ocupar el gobierno.
6) La transición fue un pacto constante entre fuerzas políticas contrapuestas y con distinto origen, entre fuerzas económicas nacionales e internacionales y entre proyectos de matriz contradictoria, anulando la posibilidad de un conflicto generalizado que hubiera resultado desastroso para todas las partes.
7) La transición fue “positiva” para España. Harina de otro costal es que se desarrolló en medio de un ambiente de crisis, caos, tensión, violencia política, se levantaron falsas expectativas y se contaron demasiadas mentiras como para que, a la larga, aquella fuera la mejor transición política para la población. Fue la “mejor transición” para sus beneficiarios: élites económicas y políticas. Luego, a partir de 1983 sonó la hora del “desencanto”. Y en eso estamos…
(c) Ernesto Milà - infokrisis - infokrisis@yahoo.es
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