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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

¿Deben seguir siendo los militares ciegos, sordos y mudos?

¿Deben seguir siendo los militares ciegos, sordos y mudos?

Infokrisis.- Este año se cumplirá un cuarto de siglo del 23-F. Fuera lo que fuera que pasó allí –y que todavía no se ha explicado fehacientemente- puede comprenderse que, desde el principio de la transición, el poder político desconfiara del estamento militar y ni siquiera le dejara opinar: ni en tanto que miembros de una corporación, ni como ciudadanos individuales. Quien opinaba, palmaba.

Pues bien, éste es el único valor político que se ha mantenido desde la transición. La petición de cese del Teniente General Mena Aguado y su arresto, a raíz de expresar su opinión en la Pascua Militar, es buena muestra de que, el silencio de los militares es la única exigencia que permanece constante desde la transición política. Ahora bien, ¿tiene derecho el poder político a exigir que los militares sigan siendo ciegos, sordos y mudos?
 
El ejército y su silencio
 
Desde el 23-F el ejército ha permanecido mudo. Digamos por delante que es al ejército al que, más que a cualquier otro grupo social, le interesa, un cuarto de siglo después, investigar lo que ocurrió el 23-F. Es, sobre todo, al estamento militar al que le interesa llegar hasta el fondo de la cuestión y desmontar –y lo puede hacer, vaya si lo puede hacer- la ingenua, absurda, surrealista y piadosa versión, de un Tejero y un Milans que, un  buen día, sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo, por iniciativa propia, dan un golpe de Estado de chichinabo.
 
El ejército –algunos oficiales de carrera- tienen un idea bastante exacta de lo que ocurrió y saben perfectamente que, lejos de amenazar a la democracia, el 23-F contribuyó a estabilizar de una vez y para siempre, el régimen surgido de la transición. El que, a fin de cuentas, la democracia haya dado un resultado moderadamente aceptable y el que se evitaran aventuras golpistas, fruto de una mezcla de calentones mentales, limitaciones flagrantes en el análisis político, lealtad hacia el pasado franquista de las FFAA y patriotismo ingenuo, hayan sido desterradas de nuestro panorama político, no ha sido, en principio malo... mientras el espíritu de la transición seguía vigente.
 
El problema es que en dos años, Zapatero y sus mariachis, han acabado con el “espíritu de la transición”: esa banda de cretinos que esconden su estulticia mediante la máscara del talante y la sonrisa seráfica, han terminado tendiendo la mano a ETA, han boicoteado sistemáticamente todo intento de esclarecer el mayor crimen de la historia de Estaña, dan bandazos de un extremo a otro del arco internacional y, finalmente, están haciendo posible el proceso de centrifugación nacional con su “Nou Estatut”. Porque sin la intervención de ZP, el Estatuto hubiera embarrancado en el Parlament de Catalunya. Y ese Estatuto –que puñetera la falta que hacía, que carecía completamente de demanda social y que no es más que el artificio creado por la rapacidad de la clase política catalana, la clase del 3%, para aumentar sus rentas- amenaza directamente –lo quiera o no reconocer el “bobo ilustre”- al espíritu de la transición y a la constitución del 79.
 
El ejército, decíamos, debía haber hablado e intentado esclarecer por todos los medios lo que ocurrió el 23-F. No lo hizo. La inmensa mayoría de sus oficiales prefirieron el silencio y dedicarse solamente a su trabajo. Pasó el tiempo y con el tiempo, el silencio se hizo habitual entre las FFAA. ¿Qué opinan las FFAA? La única respuesta es: “no saben”, “no opinan”, “cumplen órdenes”. El silencio pasó a ser un hábito en el medio militar. El militar pasó a ser autista: parecía como si la política no fuera con él. Los políticos, en estos últimos 25 años, se han ido acostumbrando al silencio militar y han terminado tratando a los militares como si fueran la chacha de servicio: “vete a Guatemala a por un paquete de tabaco”, “anda, a Afganistán a morir por nada y si palmas, ya sabes, medalla”, “vuelve de Irak que ya os han matado a varios”, “vete a Haití a chupar guardias con el moro”, etc, etc, etc. Parece increíble que el estamento militar haya aceptado esta falta de objetivos y de fines, negación de cualquier estrategia política y, no digamos, militar.
 
En la Pascua Militar del 2006, cuando el Teniente General Mena Aguado se ha permitido decir, al borde de su jubilación, unas palabras que llaman la atención por su falta de visceralidad, su ausencia completa de radicalismo y de espíritu de revuelta contra el poder político, cuando ha recordado que la Constitución establece que las FFAA deben velar por el orden constitucional, llama la atención, decimos, que se haya organizado un revuelo como el que no recordábamos desde hace 25 años.
 
Entre Clausewitz, Luddendorf y Beaufré
 
Para los legos en temática militar, Clausewitz fue el autor de “De la Guerra”, para uso e ilustración del ejército prusiano. Clausewitz, muy influido por las campañas de Napoleón, que vivió directamente y contra el que participó, terminaba sus razonamientos explicando que, finalmente, la “guerra era la continuación de la política por otros medios”. Así pues, para Clausewitz, el poder político es superior al poder militar y, este, a fin de cuentas, es el ejecutor de las decisiones políticas.
 
Para Luddendorf, veterano del Sedán y burgomaestre general durante la I Guerra Mundial, se trata, justamente, de todo lo contrario. En su libro “La guerra total”, escrito con posterioridad a la guerra, establecía algunas de las bases de la doctrina militar moderna. Para Luddendorf, al revés de Clausewitz, la guerra era anterior y superior a la política: los pueblos tienen necesidad de sobrevivir y afirmarse, o bien son superados y satelizados por otros: el día a día político –cada vez más- es gestionado por aficionados que cambian cada cuatro u ocho años según su nivel de incapacidad y los vaivenes de un electorado volátil, mutable y poco dispuesto a ejercer la “funesta manía de pensar”. La supervivencia de las comunidades está asegurada por las FFAA –es decir, por la “guerra”, aunque no sea preciso recurrir constantemente a la guerra para resolver las cuestiones que afectan a las comunidades. Para Luddendorf, la “guerra” (las FFAA) es anterior y superior a la política.
 
Además, mientras que para Clausewitz, la batalla es el hecho decisivo de la guerra (su modelo, Napoleón, era, ante todo, un fanático de la batalla y del aniquilamiento del ejército adversario), para Luddendorf, la victoria queda asegurada mediante la “guerra total” que da nombre a su libro: para que existan posibilidades de victoria, toda la nación, todos los grupos sociales, deben contribuir al esfuerzo bélico. Por otra parte, si Clausewitz alude vagamente al factor “espiritual”, Luddendorf explica con claridad y visión proyectiva que en las guerras futuras la propaganda, es decir, la mentalización de la población, además de la de los combatientes, será el factor básico para obtener la superioridad sobre el enemigo.
 
El tercer gran teórico militar, el general Breaufré, era el representante de los últimos cien años de frustración militar francesa: derrota del Sedán en 1987, derrota del ejército francés en la primera fase de la I Guerra Mundial, derrota en mayo de 1940, derrota en Indochina, derrota en Argelia, deslucido papel en el ataque a Suez (1956). Las ideas de Beaufré tendían a crear un modelo de la guerra futura y, al mismo tiempo, a olvidar todas estas derrotas. Para Beaufré, el elemento nuevo surgido tras la II Guerra Mundial era el factor nuclear. A partir de ella, Beaufré elabora la teoría de la disuasión nuclear que es incorporada a la filosofía militar norteamericana y que justifica la “force de frappe” francesa. Beaufré demuestra que la carrera de armamentos y la inseguridad en que el adversario no tenga un armamento superior, paradójicamente, tiene una virtud: evita la guerra caliente y la desplaza a teatros secundarios.
 
Beaufré explica que el mundo dividido en dos superpotencias es inestable, y por ello es preciso una tercera fuerza (en su caso, claro está, Francia) para estabilizar la situación. En efecto, un trípode es más estable que un bípode. Ahora bien, si hemos traído aquí a colación a Beaufré es por que, su teoría supuso una orientación para la política exterior francesa desde la IV República: el poder político era detentado en el Elíseo por el presidente de turno, pero la orientación de su política internacional o de sus intereses estratégicos, no variaban. La gestión del día a día era realizada por “políticos”, pero estos seguían las pautas estratégicas analizadas por los estrategas de la defensa.
 
FFAA, la hora de la verdad
 
Piénsese, a la vista del miserable día a día español, un individuo como Zapatero o como Pepe Bono, son capaces de entender lo que significa “estrategia”, “fines”, “objetivos”, “tácticas”, o si en sus cerebros obtusos, confusos y difusos son capaces de percibir algo más que la demagogia realizada ante un público que les es favorable o ante un auditorio poco exigente.
 
El político profesional –aquel que vive de la política, esto es del fraude al electorado y que come de la mano de sus patrones, PRISA en el caso de ZP- habitualmente, carece de sensibilidad estratégica e, incluso, muy frecuentemente, es incapaz de pensar en términos de Estado. Entonces ¿quién lo hace por él? ¿quién le explica que algunas estrategias son erróneas e inviables? ¿quién le informa de cuáles son las leyes de la geopolítica? Y en el caso de ZP, ¿quién diablos le dice a ese memo lo que es el sentido común? No, desde luego, los técnicos de los ministerios que son meros funcionarios encargados de intentar realizar los proyectos de los ministros de turno. Si los técnicos no les dicen aquello que quieren oír, ya se sabe, son descabalgados de unas poltronas cómodas, bien remuneradas y llevaderas. Así que mejor callar, antes que perder lo adquirido. En los ministerios anglosajones, a estos ilustres mudos, se les llama “yes man”, los “hombres sí”, los que, a todo dicen sí. En España abundan: ¿han visto alguna vez a algún diputado votando en contra de la opinión de su jefe de grupo parlamentario? Casi treinta años sin haber visto nunca alguien que vote en conciencia y siguiendo sus propios criterios antes que los de su partido, son muchos años como para pensar que hay diputados con criterio, dignidad y personalidad propia. Créanme, yo personalmente, creo que no hay vida inteligente en el Parlamento.
 
Ahora bien, si el político profesional es incapaz de pensar en términos de Estado, ¿cómo asegurar la proyección de la Nación y del Estado en el futuro? Hoy, digámoslo claro, el “Nou Estatu” y el Plan Ibarreche II, apuntan directamente contra la línea de flotación del Estado. Decir lo contrario, es ser ciego, tonto, bobo o, simplemente, un traidorzuelo sin escrúpulos. Ante esta situación a alguien le va a tocar hablar y decir: “El rey está desnudo”, lo que equivale, en esta situación, a decir, “el presidente no sabe a dónde va”. Por que, el presidente no tienen ni la más remota idea de donde terminará este proceso de centrifugación que él mismo ha iniciado y al que solo a él, en solitario, le cabe la responsabilidad de su desencadenamiento. En el fondo, Carod-Rovira es un enano que solamente la impreparación de ZP ha convertido en el árbitro de la situación. ZP es el único responsable de lo que está pasando y de lo que se avecina.
 
El que tiene boca, puede equivocarse, pero si por su profesión y conocimientos, tiene capacidad suficiente para opinar, debe hacerlo. Alguien que, en su oficio, está obligado a dominar los conceptos de estrategia, de fines, de objetivos, de tácticas, de geopolítica, etc., es alguien que tiene la obligación de hablar y decir bien alto y bien claro, que alguien se está equivocando. Lo dijo en la Pascua Militar el Teniente General Mena Aguado y corre el riesgo de ser cesado. Lo ocurrido es, en cualquier caso, elocuente.
 
Pepe Bono y su ruina personal en la Defensa
 
Los discursos edulcorados de Pepen Bono producen, con demasiada frecuencia, vergüenza ajena en quien los escucha. Ese patriotismo de opereta, ese abuelito falangista, esas referencias a las FFAA como “soldados sin fronteras”, ONG para hacer el bien y llevar bocatas allí donde haga falta, ese “prefiero morir a matar” y demás estupideces propias de un cateto a babor, han caído de una vez por todas.
 
Bono no es más que una parte del cartel electoral socialista. Esta acomodado en el gobierno, simplemente, para poder realizar alguna soflama de tanto en tanto, que sirva para que algunos electores poco avisados del centro- derecha, cambien su voto, de la misma forma que el PP, tiene a Gallardón para atraer el voto de centro-izquierda poco fijado en el PSOE. Pero a cada cerdo le llega su San Martín y a cada político su hora de la verdad.
 
Los Guerra, los Ibarra y demás, que se han prodigado tanto en declaraciones hostiles al Estatuto de Catalunya, deberán votar en el Parlamento SI o NO a una Catalunya centrifugada del resto de España. Y estamos firmemente persuadidos de que votarán afirmativamente. En cuanto a Bono, ya ha revelado lo que llevaba dentro: en el momento en que firme el cese por anticipado del Teniente General Mena Aguado y le ha comunicado su arresto, habrá demostrado que, por sobre su demagogia patriótica ingenuo-felizota, y su ejercicio constante de populismo cateto, lo único que lleva dentro es la intención de que las FFAA sigan ciegas, sordas y mudas.
 
En el gobierno de ZP se trata de que nadie –y mucho menos los militares- osen decir “el rey está desnudo”, esto es: “el presidente está llevando a este país a la ruina”. Tras las familias heterosexuales, tras la Iglesia Católica, tras las asociaciones de padres de familia, tras los agricultores, tras los que creen en la unidad nacional, ahora, un nuevo grupo social, el estamento militar, se ha desvinculado completamente de la política gubernamental. ¿Quién apoya al gobierno además de PRISA?
 
Hemos llegado hasta donde hemos llegado a causa de atentados terroristas sin esclarecer y de una mezcla de azar y fatalidad. Pero estamos llegando a un límite en el que las buenas intenciones, las sonrisas y las palabras tranquilizadoras no sirven. De ahora en adelante, hace falta hablar claro, claro y conciso.
 
A los niños espartanos, además del arte de la supervivencia y del manejo de las armas, se les enseñaba también a hablar claro. Esparta, la antigua Lacedemonia, ha dejado un adjetivo como paradigma de sus valores: “lacónico”, el hablar lacónico es el hablar espartano. Ni una palabra de más, ni una palabra fuera de contexto. Por eso se insiste, aún hoy en las academias militares que las órdenes deben ser claras, precisas, rotundas, sin error posible, son dobles interpretaciones, sin palabras superfluas. Por eso si algún estamento tiene hoy, más que cualquier otro, la obligación de poner las cartas boca arriba y decir bien alto que nos estamos aproximando a un abismo, son las FFAA. Nunca más unas FFAA ciegas, sordas y mudas. Nunca más unas FFAA autistas enviadas como una chacha al lugar más distante del planeta a misiones sin fines ni objetivos. Nunca más unas FFAA a lo Clausewitz, subordinadas a un poder político ignaro, torpe y sin visión de Estado.
 
En 1902, bastó que un grupo de oficiales de la guarnición de Barcelona asaltaran la sede de la revista “Cu-cut” para que estuviera clara la posición de las FFAA. Hoy no se trata de asaltar medios de comunicación –de eso ya se encargan “als nois de la benzina” y la Generalitar tratando de prohibir emisoras de radio-, de lo que se trata es de algo mucho más simple: recordar en voz bien alta y fuera de cualquier esquema de partido, hasta dónde llega la constitución y cuando se rebasa su marco, hasta dónde se defiende el Estado de las Autonomías y a partir de cuando entramos en el “estado de centrifugación”, qué estrategias y objetivos son viables y aceptables para un Estado y cuáles son ensoñaciones de alucinado de turno.
 
© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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