Evo Morales: tras Toledo, tras Lula, un aimara
Infokrisis.- La que se avecina en Bolivia. La victoria de Evo Morales ha supuesto una novedad al tratarse del primer presidente aimara. Dentro de poco la novedad se habrá transformado en convulsión y la convulsión pasará a ser una crisis generalizada. Uno de los países más ricos –y, paradójicamente, más empobrecidos de América- se encontraba al borde del barranco, con Evo Morales, ha dado el paso al frente.
Esa izquierda que avanza en ibero América...
Evo Morales es el último producto de la izquierda iberoamericana. Morales viene tras Julio Toledo, presidente del Perú, Lula presidente de Brasil, Chávez presidente de Venezuela y, el incombustible Castro, presidente de Cuba... Si esta es la izquierda iberoamericana, casi mejor compadecer a Ibero América.
La izquierda iberoamericana no es, propiamente, marxista. El marxismo, en tanto que teoría económica, interpretación de la historia, método de análisis y doctrina del Estado, es excesivamente compleja para poder ser entendido por los nuevos dirigentes que, antes bien, pertenecen a la “izquierda populista”. Con matices, claro está. El adaptacionismo neocapitalista de Lula no es lo mismo que el rigorismo comunista de Castro, ni los soflamas de Chávez tienen mucho que ver con la rapacidad de Toledo capaz de redimir al “chinito Fujimori”.
Esa izquierda se reconoce en un solo tema: el antiamericanismo... No es que la doctrina Monroe o la doctrina del “destino manifiesto” sean de nuestro gusto, es que los EEUU son culpables de lo que son culpables (de ser una potencia comercial, que intenta exportar un “cultura” deleznable y con un discurso político-estratégico de parvulario), pero los gobernantes iberoamericanos que hemos mencionado, son culpables de corrupción, de mala gestión, de demagogia y de falta de realismo y constancia en la aplicación de modelos políticos. Y, ¿qué decir de los ciudadanos?
Argentina, después de 25 años de gobiernos demócratas, tiene lo que ha elegido... y lo que le ha llevado a la ruina más absoluta. No digamos Bolivia, Perú, Brasil o Venezuela. Por regla general, lo que ha ido ocurriendo en estos 25 años, sin golpes de Estado ni grandes convulsiones, ha sido que se han ido agotando alternativas políticas. Por Bolivia han desfilado todas las opciones posibles. Tras la entrega del poder por los militares en septiembre de 1983, la izquierda del MIR se hizo cargo del poder y esquilmó al país, nunca como en ese período el narcotráfico tuvo un peso tan decisivo y nunca como entonces un gobierno boliviano estuvo tan vendido a los EEUU, como el que encabezó Paz Zamora. Liquidado el MIR, le tocó el turno a, banzerismo de la ADN, luego al MNR, más tarde a las fórmulas de concentración de centro-izquierda y centro-derecha, hasta llegar al Movimiento al Socialismo de Evo Morales. Bolivia –y Perú, Venezuela, Brasil- han sido cementerios de ideas políticas, de siglas y de dirigentes.
Habitualmente, las políticas iberoamericanas van dando bandazos: unas veces a la izquierda (como ahora), otras veces a la derecha (como antes), unas veces hacia el liberalismo salvaje y otras hacia el estatismo más acrisolado. Nada logra estabilizarse por que, siempre, la culpa es de EEUU... Y, efectivamente, EEUU tiene una parte de culpa; la Doctrina Monroe no se estableció en vano sino para controlar América por parte del Norte. Pero harían bien todos estos países en mirarse a sí mismos, para ver que ellos son también y sobre todo culpables.
Los factores étnico-demográficos en Ibero América
Cuando “el chinito Fujimori” llevó al poder en Perú sorprendió que en un país de mayoría india, buen número de mestizos, clase dirigente blanca, fuera el miembro de una etnia extremadamente minoritaria, quien venció en 1988, especialmente contra el prestigioso Vargas Llosa. Pero, mientras Vargas Llosa realizó un discurso moderado, sofisticado y ultraliberal, Fujimori descendió al terreno de la demagogia y prometió acabar con Sendero Luminoso. Venció, claro está. Si hubiera sido el diablo en persona, habría vencido también prometiendo liquidar a Sendero Luminoso. Además cumplió lo prometido: no solo el senderismo, sino el Tupac Amaru, fue también arrojado al cementerio de las intentonas guerrilleras frutadas. Y, acto seguido, Fujimori realizó una política ultraliberal vendiendo en corto espacio de tiempo, edificios de ministerios, puertos y demás bienes del Estado. En un primer momento, el éxito acompañó esta política: el dinero de las ventas llegaba a las arcas del Estado, así que la situación parecía que mejoraba. El problema es cuando se terminó el patrimonio a liberalizar. Entonces resultó que todo había sido una inmensa estafa. Y llegó Toledo, un cholito (mestizo). Era el primer mestizo que gobernaba. El problema es que Toledo ni siquiera se tomaba la molestia de disimular el peor rasgo de la cultura mestiza iberoamericana: su odio hacia lo que es europeo.
Cuando Lula subió al poder en Brasil, lo hizo apoyado por las clases más desfavorecidas: negros y mestizos, que eran, a la vez, las peor preparadas. Lula había decretado el fin de la pobreza y el inicio de la época del consumo y de la propiedad. Cada favelista recibió el “título de propiedad” de su vivienda... Se trataba de un gesto. Era evidente que ese título no valía absolutamente nada, pero era un gesto más valía eso que nada. Si tenemos en cuenta que hay favelas con seis millones de personas, entenderemos que la pobreza endémica es un mal profundamente arraigado en Brasil y que, en lugar de salir de la pobreza, el negro y el mestizo brasileño piensan solamente en ocho cosas: los carnavales, la samba, el folleteo, la liga nacional de fútbol, las ligas estatales de fútbol, el campeonato nacional de voleyplaya, los campeonatos estatales de voleyplaya y la actuación de los jugadores brasileños en los equipos extranjeros. Quien conozca Brasil sabe que no mentimos ni siquiera exageramos. El Estado, por su mismo, puede abordar estrategias, pero en países como Brasil, cualquier estrategia, se estrella contra la realidad étnica del país: el factor étnico demográfico es decisivo y, a pesar de que es políticamente incorrecto mencionarlo, se tiene en cuenta en las decisiones de alta estrategia internacional y de alta estrategia económica. Hay grupos étnicos que no están adaptados a los estándares de productividad y trabajo propios de los países occidentales. Un antropólogo recordaba que el verdadero drama africano fue la bondad del clima y la abundancia de cultivos espontáneos que hacía inútil desarrollar técnicas de regadíos o cultivo; cuando el clima africano cambio y se inició el proceso de desestimación en amplias franjas del continente, empezaron las hambrunas. Y así como otras etnias supieron adaptarse, la mayoría de tribus africanas no supieron o pudieron hacerlo.
Evo Morales es quechua. Conozco bien a los quechuas e, incluso, en algún momento, era capaz de articular algunas frases en su lengua indígena. El indio quechua es lento en su mecanismo mental, carece –dato importante- de visión proyectiva y de capacidad de planificación en su vida propia. Concibe la unidad familiar, concibe a la tribu, concibe la aldea o el barrio, pero le es imposible concebir algo que sea superior a lo que puede ver en su proximidad. Por algún motivo, a los indígenas norteamericanos, el alcohol les causa estragos, mal endémico en las zonas andinas. Su productividad, salvo excepciones, se limita a lo estrictamente necesario para lograr la supervivencia.
En Ibero América, la estratificación étnica está directamente relacionada con la estatificación económica y las clases sociales. Es frecuente, por ejemplo, que en las FFAA, la clase de tropa sea india, la suboficialidad mestiza y la oficialidad, blanca. En Bolivia, la clase favorecida es blanca, los mestizos ocupan un escalón intermedio (pequeño comercio, vendedores ambulantes, transportistas), mientras que el indio realiza trabajos agrícolas y suele ser pequeño propietario agrícola o minero.
El drama de países como Bolivia radica en que la población india es, a la vez, la más numerosa y la que está más carente de educación media y superior. En otras palabras, países como Bolivia sufren una contradicción insalvable: después de haber pasado por todas las opciones políticas, solamente quedaba una, la que disponía del electorado más numeroso, la opción indigenista, pero esta es la más inadecuada para ejercer el poder político.
Esta misma correlación de fuerzas étnicas, económicas y culturales, es la que mantiene a Chávez en la presidencia de Venezuela. Chávez, apoya su política en la mayoría indio-mestiza de Venezuela, a pesar de que, como Castro, la inmensa mayoría de sus cuadros dirigentes son, étnicamente, europeos. Y otro tanto pasa en el Brasil de Lula, en el que negros y mulatos son mayoría, pero donde la clase política dirigente sigue siendo mayoritariamente.
En unas elecciones democráticas, la mayoría siempre vence: pero la mayoría en estos países es india o mestiza y el drama estriba en que ni indios ni mestizos, ni mulatos, están en condiciones culturales ni técnicas de gobernar sus respectivos países.
Evo Morales o el quechua que llegó de El Alto
En los últimos veinticinco años, no puede achacársele a los militares bolivianos el ser responsables de lo que ha ocurrido en su país. Digámoslo claro: no es que en Bolivia no hayan habido condiciones para que se produjeran nuevos y reiterados golpes de Estado; y no solo en Bolivia, sino en toda Ibero América; solo que a la vista de los precedentes y de la situación económica de todos estos países, todas las FFAA iberoamericanas han sido conscientes de que era imposible sacar a sus países de la miseria y que ocupar el poder sería suicida y acarrearía el aislamiento internacional. Por eso, por primera vez en su historia, en 25 años, Ibero América se ha visto libre de pronunciamientos militares y, por eso mismo, ha visto sucederse, una tras otra, a distintas opciones políticas que cada vez tendían a empantanar más la situación. Así hasta llegar al agotamiento de opciones y a que las mayorías indias, mestizas y mulatas impusieran, por la ley del número, a sus propios candidatos. Uno de ellos, Evo Morales.
Pero Evo Morales, es uno de esos líderes que emergen en situaciones concretas y gracias a episodios en los que se encuentran implicados casi, por casualidad. Pero Evo Morales no es una excepción en Bolivia: hay muchos Evos Morales solamente en su población natal, El Alto, todos de la misma estatura y complexión, todos con el mismo pelo negro azabache, todos con la misma edad, todos, absolutamente todos, con unas nociones políticas primitivas y una capacidad exasperante para la demagogia y la culpabilización de EEUU y de la UE, todos disponiendo de una fórmula magistral, sencilla, para resolverlo todo: “la estatización del petróleo y el gas”... Evo Morales, lejos de tener en ellos a aliados, va a tener a competidores celosos de su protagonismo. Es significativo que, nada más conocerse los resultados electorales, accedieran a darle “100 días de gracia” para resolver los problemas del país... problemas que, probablemente no se resolvieran en medio siglo.
Pero hay algo que diferencia a Evo Morales de otros indios como él: detrás de Morales ha estado PRISA haciéndole la campaña electoral, modelando su imagen y prestigiándolo más allá de sus cualidades personales, de su liderazgo real y del paso político de su partido, formado por apenas unas decenas de indios y unos pocos estudiantes. No es raro que, cuando ha visitado España (bien es cierto que en tercer lugar, tras Rusia y Francia), ZP le haya concedido la condonación de la deuda a cambio de programas de ayuda... esto es, a la compra de libros de texto editados por PRISA. Por que, vamos a ser claros: PRISA tiene títeres que apenas son otra cosa que arietes para obtener una situación competitiva ventajosa en varios países. El PSOE es un anexo de PRISA y ZP un funcionario de la multinacional de la comunicación; Evo Morales es la nueva chacha de PRISA en Bolivia. No es otra cosa, es nada más que eso, y nunca será algo más.
Es previsible que Evo Morales ocupe el poder durante poco tiempo. Y en ese poco tiempo va a decepcionar, ante todo, a sus electores: les ha prometido progreso y prosperidad a cambio de estatizar el gas y el petróleo. Cuando visitó España ya rebajó sus pretensiones en materia de estatizaciones. Pero ahora veremos lo que ocurre cuando vuelva a su país y, ante su electorado indígena, diga que no va a ser posible cumplir lo prometido.
¿Y después? El último día que estuve en Bolivia se producía el cambio de gobierno, los militares cedían el poder a los civiles. Cogí un taxi para desplazarme de un lado a otro de La Paz y aproveché para preguntar al taxista: “¿Y ahora? ¿qué pasará si los partidos fracasan?”. El taxista, un mestizo, con su fatalismo habitual, se limitó a decirme con una sonrisa: “Pues volverán los militares”. Pero mi taxista se equivocaba: los militares no volverán para hacerse cargo de un país ingobernable.
En menos de seis meses, el movimiento independentista cruceño se revitalizará. La zona Este de Bolivia, es selvática, opuesta al altiplano, el porcentaje de población europea es más elevado, el nivel de vida más alto, la productividad más alta, contra el Oeste boliviano mucho más pobre, sede del gobierno y escenario convulso de la historia del país. Desde principios del milenio, el Este boliviano ha manifestado su voluntad independentista en reiteradas ocasiones.
Luego están los compañeros de Evo Morales, no van a ser sus “grandes camaradas”, sino sus más severos competidores y sus críticos más extremos. Morales deberá buscar la alianza con otras fuerzas parlamentarias y, desde luego, con grupos sociales más consistentes y preparados que los que hoy le apoyan. Pero, incluso la izquierda boliviana clásica, es escéptica ante el fenómeno Evo Morales y mucho más escéptico respecto a las posibilidades y gestión de un gobierno indígena. Morales solamente va a poder contar con la izquierda boliviana clásica, a condición de cederle parcelas de poder, y, por supuesto, renunciando a su ambicioso (e irresponsable proceso de nacionalizaciones). Por que, no hay que olvidar –nosotros lo vimos directamente- que la izquierda boliviana busca cortejar a los EEUU y, come de la mano del Departamento de Estado. No son, desde luego, los mejores aliados para nacionalizar a las petroleras y gasistas.
Aceleración de la crisis boliviana, agotamiento de las opciones, período de la demagogia indigenista, separatismo cruceño, regreso de la agitación social, huida de empresas y capitales con el consiguiente empobrecimiento del país... dentro de poco Evo Morales será una anécdota en la historia de Bolivia. Y algún cineasta podrá filmar un documental sobre este período, que se titulará “Lo que queda de Bolivia”... una deuda condonada con libros de texto de PRISA, poco más.
© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es
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