Catástrofes sociales (III-B)
d. Narcosis social.– El repliegue a lo personal y el individualismo exaltado impiden que el sujeto piense en nada más que en él mismo y solamente reacciones cuando siente muy cerca algún riesgo. Por lo demás, el sujeto vive inmerso en una narcosis social absoluta cuyos rasgos son:
– La irrupción del movimiento del 15–M evidenció la inexistencia de una crítica orgánica al sistema y los residuos de la crítica marxista derrotada, banalizada y superficial. El hecho de que en las escuelas se haya borrado toda huella de capacidad crítica implica por lo mismo que también ha desaparecido la posibilidad de realizar un diagnóstico acertado y operativo del sistema y de establecer sus fallas y sus puntos débiles.
– La destrucción sistemática de la sociedad civil operada a partir del felipismo, con el repliegue a lo personal al que condujo los nuevos hábitos sociales y las nuevas tecnologías, ha favorecido todavía más el reforzamiento del individualismo y la desconexión entre cada individuo y su entorno. De hecho, el rasgo del actual momento histórico consiste en que el hombre está “cortado” de su entorno natural, aislado en su misma célula familiar, en ruptura con la sociedad, con otros hombre, con el otro sexo, con la misma historia, con su país, con su pueblo. El individuo es hoy un ser roto, pero su supervivencia y su bienestar implican necesariamente la existencia de vínculos orgánicos con todo lo que le rodea, incluso consigo mismo.
– El individuo vive en una especie de sueño permanente, atontado por los medios de comunicación, por las posibilidades de ocio, por todo lo que le rodea, tiende a identificarse con cualquier cosa olvidan su esencia y cuál es el núcleo de su personalidad. El individuo sufre una alienación permanente en la que deja de ser él mismo para ser cualquier otra cosa: no vive su propia vive, vive en un mundo de identificaciones, irrealidades, ensueños, fantasías, rencores, deja de vivir el aquí y el ahora convirtiéndose en alguien manipulable y neutralizado. El evolucionismo enseñó que el hombre desciende del mono, pero la realidad social demuestra que ha alcanzado el estadio y la naturaleza del borrego.
– En tanto que ultraindividualista, el sujeto solamente se mueve por aquello que le afecta directamente y sólo en el momento en que tiene el riesgo encima: la “protesta social” como hecho comunitario ha desaparecido prácticamente (cuando se produjeron las protestas del 15–M o los intentos de “cerco” al Congreso de los Diputados, los participantes fueron exiguas minorías en absoluto significativas, a pesar de que la situación político–social era y es extremadamente grave. El individuo solamente protesta por los desahucios, por los despidos, por las alzas fiscales, por los recortes del Estado del Bienestar en el momento en que le afectan directamente a él y justo en el instante en que le afectan, ni antes ni después. La narcosis social le impide prever el futuro, anticiparse a él y reaccionar contra el destino que otros le han creado. La irresponsabilidad de las clases dirigentes, arrastradas por la misma lógica de la fase terminal del sistema (neocapitalismo, globalización, privatizaciones, liquidación del Estado del Bienestar, economía financiera, etc) no tiene como contrapeso las iniciativas de autodefensa de la sociedad.
– La parálisis mental de los sujetos y la incapacidad para decidir sobre sí mismos es lo que les lleva permanentemente a votar a las opciones que menos satisfacen sus intereses. Basta con que los medios de comunicación sugieran la conveniencia de votar a unos o a otros, los sujetos seguirán estas sugestiones con fidelidad perruna. Esto explica el por qué en plena crisis generada por los dos grandes partidos, las masas siguen votando precisamente a esos dos grandes partidos, sin apenas variaciones en porcentajes. Las masas están votando democráticamente a los grupos de poder que están luchando contra los intereses populares en la forma de suicidio social más extrema que hayan visto los siglos.
e. Aculturización de las masas.– Las antiguas sociedades agrarias no eran cultas pero disponían de una sabiduría y de los conocimientos necesarios para sobrevivir. Las sociedades modernas carecen de esa capacidad y se presentan como “sociedades molusco”, duras por fuera, blandas por dentro.
– La visión del mundo que difunden los medios de comunicación y el entramado cultural del sistema político facilita altos niveles de aculturización, pérdida de valores y reducción de todos los valores a los meramente economicistas con lo que el individuo queda transformado en un tubo digestivo y reducido a sus instintos más básicos.
– Los fenómenos de aculturización generan unas generaciones incapaces de entender cuál es su momento histórico y sobreponerse a él y siempre generan un ambiente social excepcionalmente incómodo y agresivo. Frecuentemente, la aculturización genera incapacidad del sujeto para controlar sus instintos más básicos, especialmente su agresividad. Aparecen fenómenos culturales –música, vídeojuegos, telebasura, deportes de masas– que, en lugar de contribuir a fomentar un clima social y urbano de serenidad y estabilidad, favorecen la aparición de la violencia y de la agresividad. Muy frecuentemente esta violencia desborda a las Fuerzas Seguridad del Estado que, ante su insuficiencia de medios pasan a proteger a los barrios poblados por capas más favorecidas.
– La crisis económica afecta extraordinariamente a la estructura social de nuestro país: la gente más joven y mejor preparada desde hace tres años se está yendo de España, mientras que sigue llegando inmigración sin cualificación profesional. Esto implica un empobrecimiento profesional y cultural de la sociedad española. Por otra parte, los salarios bajos, necesarios para aumentar la competitividad han generado un efecto social inesperado: los hijos que trabajan no pueden formar familias nuevas por lo que deben seguir viviendo con los padres convirtiéndose en eternos adolescentes y siendo uno de los factores de la baja tasa de natalidad española.
– La quiebra del sistema educativo ha contribuido de manera preferente a que los jóvenes tengan un extraordinario déficit de formación cultural y, por tanto, a que sean fácilmente permeables a las formas más bajas de los productos culturales norteamericanos y del consumismo. Aunque España no sea exactamente una colonia de los EEUU, la cultura norteamericana ya ha conquistado a los jóvenes que dependen de ella casi completamente. Quien carece de cultura propia, carece de independencia.
– El proceso de pérdida de las señas de identidad cultural convierte a un pueblo en extremadamente permeable a las influencias extranjeras y extraordinariamente abierto a los tópicos más deletéreos de la modernidad: multiculturalidad, mestizaje, que llevan directamente a la subordinación a otros grupos étnicos que no comparten estos mismos tópicos. Esto es especialmente grave en estos momentos de inmigración masiva.
– En estas circunstancias, no es extraño que el hedonismo y el egoísmo hayan sustituido a cualquier otro valor social y que los valores comunitarios que dan identidad y personalidad a un pueblo, se han volatilizado. El individuo se convierte en la única medida de todas las cosas y cada individuo es un átomo aislado de los demás, celoso en la defensa de sus intereses aunque lesione los de los demás, el pueblo, de ser un conjunto vertebrado y coherente, termina convirtiéndose en un agregado de individualidades con intereses siempre contrapuestos, caótico e inestable. No es sólo el Estado, la Política, la Economía la que degeneran sino sobre todo la Sociedad.
© Ernesto Milà – infokrisis – ernesto.mila.rodri@gmail.com – Prohibida la reproducción de este artículo sin indicar origen.
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