Elecciones para un conflicto
Infokrisis.- A medida que han ido saliendo los resultados de las elecciones catalanas, hemos ido hilvanando estas reflexiones apresuradas que seguramente completaremos en los próximos días. Las elecciones catalanas tienen dos ganadores indiscutibles y varios perdedores. Los ganadores son, por este orden, ERC y C’s y los perdedores CiU y el PSC. Hay partidos que permanecen encallados en sus resultados (PP), los hay que suben muy moderadamente (ICV), otros que desaparecen (SI), alguno que entra (CUP) y otro que no logra entrar (PxC). A estas alturas y cuando se llevan recontados el 86% de los votos, el bloque “soberanista” (CiU, ERC, CUP) supone 72 escaños, el voto “españolista” (PP y C’s) 28 votos y el voto “de izquierdas” (PSC y ICV) 35 escaños. De todas formas, el dato más importante es el 69% de votantes, lo que supone un 11% más que en las elecciones de hace dos años. ¿Qué consecuencias puede extraerse de todo esto?
El fracaso de CiU, fracaso de Mas
Las elecciones anticipadas, habitualmente, se convocan para ganarlas. Escasos son en la historia electoral de Occidente, que un gobierno que goza de cierta estabilidad convoque elecciones por el simple placer de perderlas rotundamente. Evidentemente, Mas ha sufrido un castigo en las urnas que ha tenido mucho que ver con su aventurerismo político rayano en lo suicida.
CiU, a partir de ahora, ya no podrá ser considerado como un partido “nacionalista” sino que quedará definido para la posteridad como “independentista”. Ahora le queda a Artur Mas, o bien quedar mal con parte de su electorado pactando con populares, socialistas o republicanos (cualquier combinación en el momento en el que escribimos estas líneas es posible a la vista de lo desaprensivo del personaje) o bien quedar mal en el interior de su propia coalición (insistiendo en el soberanismo con lo que quedará mal con UDC o aplacando su soberanismo con el que quedará mal con lo esencial de CiU).
El lugar en el que ha quedado Mas a la vista de los resultados electorales es, desde luego, extremadamente incómodo y difícil. Ha prometido que habrá un referéndum soberanista (algo constitucionalmente imposible), si da el paso al frente se enfrentará a la legalidad española con el riesgo de convertirse en un “nuevo companys”, si, por en contrario rectifica, su nombre será maldito por los siglos de los siglos por los independentistas.
Todo esto se da en medio de una crisis sin precedentes y, lo que es peor, irreversible, que sacude a Cataluña, principal fábrica de parados de todo el Estado. Pero, además, de los parados, en Cataluña hay 1.500.000 inmigrantes que distan mucho de estar dispuestos a volver a su país, que, por supuesto no han votado en estas elecciones ni a CiU ni a partido alguno, y que jamás podrán ser integrados en el mercado de trabajo catalán ni español.
Mucho nos tememos que los próximos cuatro años en Cataluña van a estar presididos por las tensiones soberanistas y la imagen del “president” corre el riesgo de parecerse cada vez más a aquel lendakari, Ibarreche, que pasó más de cuatro años hablando de referéndum y de soberanismo y, finalmente, una simple votación en el Congreso de los Diputados, le dejó sin discurso, perdió las elecciones siguientes y desapareció incluso de su propio partido.
Estos resultados electorales han demostrado una vez más que el independentismo no es una solución para los problemas de Cataluña, sino una parte importante y sustancial del problema. El hecho de que todos los problemas de Cataluña se resuman uno para los nacionalistas, el “derecho de autodeterminación”, ya de por sí indica sus limitaciones: para ellos, el independentismo es la madre de todas las soluciones, cuando Cataluña sea independiente, por ese mismo hecho, todos los demás problemas desaparecerán como por ensalmo. Estamos, pues, ante un pensamiento mesiánico –el propio cartel electoral de CiU reforzaba esta idea del mesianismo bíblico apocalíptico- que tiene muy poco que ver con los problemas de la Cataluña real ante los que el discurso de CiU ha estado prácticamente mudo: INMIGRACIÓN MASIVA, CORRUPCIÓN GENERALIZADA, CRISIS ECONÓMICA, DESERTIZACIÓN INDUSTRIAL, FALTA DE MODELO ECONÓMICO, FRACASO DEL MODELO AUTONÓMICO Y DE LA AUTONOMÍA CATALANA, FARAONISMO DE LA GENERALITAT Y MALA GESTIÓN.
Cuando en el discurso de un partido político se evita hablar de los problemas reales y se realizada una fuga hacia el pensamiento mágico, esto es, hacia el independentismo, eso implica necesariamente que la tarea de gobierno que debe asumir ese partido, está condenada a la esterilidad y al fracaso.
El estancamiento virtual del PP
El PP ha distado mucho de transformarse en el segundo partido y ha permanecido siendo el cuarto partido catalán, detrás de CiU, ERC y PSC. El haber ganado un solo diputado y 80.000 votos es para el PP un resultado excesivamente limitado. También aquí hay que prever el inicio de una etapa de conflictualidad interna: Alicia Sánchez-Camacho no logra proporcionar el PP el tirón que necesitaba en estas circunstancias.
Es posible que la falta de éxitos del gobierno de Rajoy en Madrid haya lastrado la campaña del PP en Cataluña, pero también es cierto que los dirigentes del PP catalán no son más que una correa de transmisión del “marianismo” madrileño y que la falta de un perfil “social” del PP, sus pasadas complicidades con CiU, hayan favorecido el despegue electoral de C’s, a partir de ahora convertido en una gran opción “españolista”.
El PP catalán necesita una profunda renovación y, especialmente, necesita cuatros políticos cualificados en lugar de ambiciosos de escasa preparación y menos escrúpulos. En demasiadas ocasiones el PP ha terminado pactando con CiU como para que ahora el electorado pueda olvidar esos compromisos y cambalacheos. Es más, si actualmente no ha podido pactar con CiU no es porque no lo deseara sino porque las arcas del Estado están vacías y el gobierno del partido popular no pudo acceder en septiembre a las exigencias económico-presupuestarias de CiU. Pero el electorado no lo ha olvidado.
Por otra parte, el electorado del PP es, en buena medida, españolista y castellanoparlamente y procede de bolsas del cinturón industrial de Barcelona, pero estas zonas se encuentran social y económicamente deprimidas y son perfectamente conscientes de que deben su situación de miseria a la mala gestión de los últimos gobiernos del PP y del PSOE. De ahí que hayan preferido aportar su voto a C’s (pues no en vano, además de pedir que se refuerce el Estado y que se actúe decididamente contra el independentismo, enarbolan políticas sociales en tanto que partido de “centro-izquierda” tal como gustan de definirse.
La “tercera vía” y sus límites
El PSC ha fracasado y con él su opción “federalista” ha demostrado no ser creíble para el electorado catalán. Los socialistas han perdido 75.000 votos, con 4% menos de percentaje y han perdido 8 escaños, mucho menos de lo que se creía que podrían haber perdido. Han logrado mantenerse como segundo partido político en Cataluña, pero muy erosionados y, sobre todo, con un discurso que no ha merecido la atención del electorado. Estas elecciones han demostrado que el “federalismo” (la tercera vía) no da votos, sino que más bien los resta.
El “federalismo” no es querido ni por los nacionalistas (para los que Cataluña es diferente a cualquier otra autonomía y por tanto contraria a un federalismo que implica igualdad entre las partes federadas, igualdad que los nacionalistas no admiten para Cataluña), ni por los españolistas (PP y C’s) que se muestran decididamente partidarios de mantener el actual estatus y, en lo que se refiere a C’s, cediendo algunas competencias al Estado ante la incapacidad de gestionar determinadas áreas como sanidad y educación.
Un análisis más detenido de los resultados demostrará que el PSC ha perdido sobre todo votos en el cinturón industrial de Barcelona y que sus votos mayoritariamente han ido a parar a C’s en primer lugar y al PP en segundo lugar. En efecto, las simetrías electorales son sorprendentes: de los 8 diputados que pierde el PSC, 6 van a parar a C’s y 1 al PP. El PSC ha perdido prácticamente 75.000 votos. Es uno de los grandes derrotados de esta campaña, pero lo esencial no es que se haya hundido la candidatura encabeza por Pere Navarro, sino que lo que se ha hundido es el proyecto histórico que el PSC lleva arrastrando desde hace 30 años y que le ha dejado en puertas del gobierno de la Generalitat en media docena de elecciones autonómicas.
El PSC corre el riesgo de irse difuminando en el único punto fuerte que le queda, el cinturón industrial de Barcelona. Se ha dicho que a la vista de estos resultados, Rubalcaba habrá sonreído sardónicamente: en efecto, con estos resultados se hunde el federalismo díscolo que el PSC enarbolaba como “factor diferencial” dentro del PSOE. Ahora falta que el PSOE reflexione sobre lo que le ha supuesto la sífilis zapaterista en los últimos 15 años y decida si recupera el antiguo jacobinismo propio de la izquierda tradicional o bien se alínea junto al soberanismo.
Lo que está claro es que el PSC pasará a la oposición y permanecerá allí vegetando durante muchos años, como resultado de los errores garrafales cometidos en los siete años de los dos infames tripartitos.
El circuito cerrado del nacionalismo
Estas elecciones han traído una innovación: finalmente, el “nacionalismo” y el “independentismo” han pasado a ser sinónimos. No hay “nacionalismo” sin independentismo y todo independentismo no es sino la forma extrema y sin complejos de nacionalismo. Lo sabíamos, pero el transvase masivo de votos de CiU a ERC confirma lo que decimos. En las elecciones de hace dos años, el bloque soberanista tuvo 76 escaños (62 CiU, 10 ERC y 4 SI), en el próximo parlamento autonómico ese mismo bloque ha tenido 74 diputados (50 CiU, 21 ERC y 3 CUP), lo que quiere decir que el “voto soberanista” es un circuito cerrado que apenas sube y apenas baja. En votos netos este bloque supone en torno a 1.600.000 votos, mientras que hace dos años suponía 1.525.000 votos, la pequeña diferencia de 75.000 votos, obviamente procede de la abstención.
No es un gran éxito para el bloque “soberanista” cuya opción mayoritaria ha quedado derrotada. Históricamente llama la atención que CiU haya convocado elecciones con la intención de obtener la mayoría absoluta y, en cambio, haya terminado perdiendo 12 escaños, lo que nos confirma en el análisis que hemos hecho en Infokrisis desde el 11-S, a saber: que Artur Mas regresó de Madrid asustado porque no había logrado volver con el cazo lleno y porque en los dos últimos años había inyectado ingentes cantidades de fondos en los circuitos independentistas simplemente para chantajear al gobierno central. Al no lograr su objetivo, debió afrontar el hecho de que el independentismo había crecido más de lo deseable hasta el punto de conseguir restar votos a CiU. Los hechos han confirmado la justeza de este análisis que llevamos sosteniendo (véase el fondo de artículos de Infokrisis) desde hace tres meses.
Ahora bien, se trata de un mapa provisional de soberanismo catalán: históricamente ERC siempre ha tenido unos resultados llamados de “dientes de sierra”, ha subido en unas elecciones y bajado en las siguientes y, en la práctica, los dirigentes de ERC dan muestras de una pobreza cultural y política inconmensurable. En el independentismo radical los resultados son siempre provisionales: véase los obtenidos por SI hace dos años y su desaparición actual, sus votos han ido a parar a CUP (un amasijo heteróclito de izquierda radical e independentista, sin organización ni estructuras) que es también una sigla de fortuna, provisional, que lo más probable es de desaparezca en la siguiente convocatoria electoral.
En lo que a ERC se refiere, aspira a forzar un gobierno “soberanista” con CiU capaz de llevar adelante algo que hoy Artur Mas no puede afrontar: toda la historia del referéndum soberanista. Ahora bien, si Mas opta por formar gobierno con ERC, debe de tener claro que se le cierran durante décadas –probablemente para siempre- el cambalacheo con la derecha españolista del PP.
Por otra parte, ERC es un aliado incómodo como advirtieron los socialistas cuando pactaron el primer gobierno tripartido con Maragall y el segundo con Montilla. ERC siempre fue el “aliado díscolo” que estaba en el gobierno pero que planteaba siempre políticas como si estuviera en la oposición. No creemos que esta actitud vaya a cambiar en los próximos meses.
Por otra parte, CiU debe de tener cuidado con ERC: insistir en un pacto con él, le enajenará cada vez más, el apoyo de la patronal, e incluso arrojará a sus electores más moderados (los de UCD) hacia el PP. Además CiU conoce la incapacidad de ERC para retener durante muchos años los votos ganados y sabe que, antes o después, los recuperará, acaso enarbolando un discurso radical.
Pero, en el interior de la coalición CiU, este fracaso creará problemas con el aliado de UDC que señalará que la pérdida de votos se debe a la actitud irresponsable y a la deriva soberanista adoptada por Mas.
El hecho de Pujol hubiera elegido a Mas como sucesor, no implica que éste tenga talla de estadista, ni siquiera la finura que tuvo Pujol para chantajear durante casi un cuarto de siglo al Estado central. Todo lo que ha ocurrido en Cataluña en el último año y especialmente en los últimos cuatro meses, demuestra la falta de talla y de capacidad estratégica de Mas. Dicho de otra manera: el gobierno de Cataluña seguirá en manos de un mediocre, sino de un incapaz, en los próximos cuatro años y cualquier cosa puede ocurrir cuando el timón está en manos de un personajillo limitado y estratégicamente obtuso.
ERC volverá a morder el polvo en las próximas elecciones, como le ha ocurrido siempre que ha obtenido un éxito superior al que merecen sus cualidades reales como partido y a lo merecido por su clase dirigente. Es un problema de tiempo. El independentismo catalán tiene demasiadas cabezas, demasiados mediocridades y demasiadas ambiciones como para pensar que ERC va a estar en condiciones de gestionar esta victoria con lucidez y tranquilidad.
ERC tenderá a una política de maximalista en materia soberanista (el referéndum y la objeción fiscal). Si Mas acepta su participación en el gobierno, deberá afrontar las tensiones que se prolongarán durante cuatro años y que tendrán como eje la presión independentista de ERC. El independentismo es algo cansino, agotador e irrealizable: cansa a los electores, especialmente porque carece de posibilidades de aplicarse. Y ERC no aporta nada más que soberanismo, sólo soberanismo y únicamente soberanismo.
Así pues, si Mas decide gobernar con ERC y avanzar hacia el independentismo, se va a enfrentar a una utopía imposible y si lo hace será presionado por parte de la clase dirigente de su propio partido (que teme las sentencias de los casos Palau y Pretoria) y de espaldas a la situación real de Cataluña, en donde 800.000 parados y 1.500.000 inmigrantes, generan el caldo de cultivo más idóneo para un próximo estallido étnico-social.
Mención especial a Plataforma per Catalunya
En lo que se refiere a PxC, en los primeros minutos del recuento llegó a tener hasta 3 diputados que luego se han ido difuminando. Parece que cuando se recuente el 100% de los votos PxC quedará con unos resultados inferiores a los obtenidos hace dos años. Todo esto merece ser objeto de reflexión. PxC ha perdido en torno a 15.000 votos y un porcentaje del 0’75%. ¿Qué es lo que ha favorecido el estancamiento y cierta regresión en los resultados de PxC? Varios factores, entre ellos:
1) PxC se ha visto afectada por la “tripolarización” de la política catalana: un partido que ha decidido situarse fuera de los bloques independentista, federalista y españolista, no ha logrado hacerse oír con fuerza suficiente como para romper el techo que obtuvo hace 2 años, sino que, en términos porcentuales parece que se producirá un descenso.
2) PxC ha sido un partido monotemático que apenas da importancia a otros temas y que no ha estado en condiciones de responder a los grandes problemas de la Cataluña de hoy, salvo a la inmigración: ha dicho poco sobre la corrupción, apenas ha podido hacer oír su voz sobre el modelo de Estado y en el mailing masivo que envió prácticamente no se tocaba este tema ¡que era el tema central de la campaña electoral!
3) El tema central de estas elecciones no era la inmigración, sino el soberanismo. PxC debía de haberse quitado de encima complejos, asumido el hecho de que su electorado natural no es la burguesía catalana (nacionalista y regionalista), sino las clases modestas procedentes de la inmigración (fundamentalmente españolistas). Dicho de otra manera: si PxC nació en Vic (zona independentista), en las anteriores elecciones municipales consiguió afirmarse y crecer en el cinturón industrial de Barcdelona (zona castellanoparlante). O dicho de otra manera: Anglada tiene intereses y orientaciones en Vic que son contrarios a los intereses de los electores del cinturón industrial. Y Anglada deberá decidir ahora si lo que aspira es a ser alcalde de Vic (para lo cual deberá coquetear con el soberanismo) o bien ser diputado autonómico (para lo cual deberá afirmar su “españolismo” pues en el cinturón industrial están los votos antiinmigración).
4) PxC no ha entendido que le era preciso realizar una afirmación de “españolismo”, precisamente porque el problema de la inmigración se experimenta con particular virulencia en aquellas zonas pobladas por autóctonos hispanoparlantes y no en zonas catalanoparlantes. El casi silencio de PxC en materia de “modelo de Estado” no ha estimulado el voto de los hispanoparlantes que han oído con mucha más fuerza el de C’s y a él se han entregado.
5) El hecho de que haya aumentado el número de votantes ha facilitado el hecho de que PxC haya bajado en porcentaje, lo que demuestra que los votantes que hasta ahora se habían refugiado en el abstencionismo pertenecían a los sectores “españolistas” que al acudir a votar lo han hecho a favor de C’s.
Lo que está claro es que el “fenómeno PxC” en estos momentos está amortizado y no ha progresado electoralmente en los dos últimos años. Esto es particularmente grave especialmente para los grupos que se han formado vinculados a PxC en el resto del Estad con el nombre de Plataforma por la Libertad. Su éxito dependía de que la “matriz” (PxC) estuviera en condiciones de afirmarse en el parlamento y asumir el liderazgo de todos estos núcleos fuera de Cataluña. Esto no ha ocurrido y PxL tendrá que preguntarse por qué porque en las actuales circunstancias no están en condiciones de realizar una inversión de sus propios bolsillos para las próximas elecciones europeas. Y, por otra parte, ¿quién asumiría las primeras plazas de la candidatura de PxL en las europeas?
Lo que está claro es que PxC debe de hacer una reflexión profunda sobre sus carencias y limitaciones en el momento actual. El tiempo va pasando y PxC no consigue entrar en el parlamento autonómico catalán y simplemente eso implica la necesidad de rectificar programa, orientaciones, discurso e incluso cabezas visibles. Y quizás sea el momento de pensar en que PxL debe de asumir su responsabilidad y empezar a pesar algo más que PxC que parece estancada con cierta tendencia a la regresión.
© Ernesto Milà – Infokrisis – Ernesto.mila.rodri@gmail.com – prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen
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