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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

La Catástrofe de la Enseñanza (III de VII) La violencia en la escuela y los padres

La Catástrofe de la Enseñanza (III de VII) La violencia en la escuela y los padres

Infokrisis.- A padres violentos corresponden hijos violentos. No todos los estudiantes violentos son hijos de padres maltratadores, pero si la mayor parte. Reproducen en la escuela los comportamientos de descontrol y agresividad que ven en el hogar. La permisividad de los padres es otro de los elementos que más ha contribuido a la irrupción de la violencia en la escuela. Porque, además, la actual situación de ocnflictividad en la escuela deriva también de la crisis de la institución familiar, crisis agravada en España por la irrupción de un gobierno que prima la disolución de la familia mucho más que su integración.

 

La violencia en la escuela y los padres

Vamos a centrar el tema: nuestro objeto de estudio es la violencia en las escuelas. Es decir, vamos a hablar de violencia juvenil. Los americanos saben mucho de la violencia porque, acaso, pertenecen a uno de los pueblos con mayores índices de violencia del planeta. En el tema de la violencia juvenil, los norteamericanos han realizado los estudios más concienzudos, sin duda porque, aparentemente tienen el plantel más amplio de jóvenes violentos. Se entiende que la “violencia juvenil” abarca de los 10 años 29 años. Dentro de la violencia juvenil, nosotros vamos a centrarnos en el tema de la violencia en la escuela, período que abarca de los 11 a los 18 años.

El tema no es como para tomárselo a broma. Hay cifras que te sorprenderán: en año 2000, la violencia juvenil causó la muerte de 199.000 jóvenes en todo el mundo. Pero eso no es lo más grave: en realidad por cada joven muerto hay entre 20 y 40 heridos. África y América Latina son las zonas donde se registra más violencia juvenil. Tienes suerte de vivir en España.

En esos países ultraviolentos, tres de cada cuatro víctimas son hombres. En EEUU se estima que la tasa de homicidios realizados por jóvenes de entre 15 y 29 años es de 19,4%: casi uno de cada cinco. Otra estadística nos dice que la tasa de homicidios se dispara entre los jóvenes de entre 15 y 18 años: el 10,1% del total.

Hoy no se alberga ninguna duda que el consumo de alcohol y drogas aumenta el riesgo de comportamiento agresivo: si te han dicho que el porro y la cerveza “no son drogas”, o que son “sustancias inofensivas”, te han mentido. Y si te dan “argumentos” para avalar lo “inofensivo” del porro, o son idiotas, o te siguen intentando engañar: un estudio de 1989 señalaba que el 94% de los jóvenes violentos ingerían alcohol y que el 85% fumaban porros. El dato dice muy poco de la “inocuidad” de estas dos falsas “drogas blandas”.

Signos de alarma de hoy, violencia de mañana

La importancia del estudio de la violencia juvenil y, más especialmente, de la violencia en las escuelas, en donde puede ser estudiada con más detalle, reside en que los comportamientos agresivos y y violentos de esas edades, prefiguran y anuncian los comportamientos violentos en el futuro.

De acuerdo con el Centro Nacional de Prevención de Violencia Juvenil de los EEUU, existen unas señales de alarma que pueden indicar que un niño o un adolescente tendrá comportamientos violentos en etapas ulteriores de su vida. Contra más de estas señales aparezcan en una personalidad, más posibilidades tendrá de verse implicado en episodios de violencia en el futuro. Estas señales son:

  • Crisis de rabia incontroladas
  • Poca relación con los padres
  • Dificultad general para controlar la ira
  • Acceso a armas blancas o de fuego y llevarlas al colegio
  • Uso de sustancias psicoactivas desde el alcohol y los porros a drogas duras
  • Intentos o amenazas de suicidio
  • Antecedentes familiares de comportamiento violento, alcoholismo, toxicomanías o suicidio
  • Culpar a otros o no aceptar la responsabilidad de sus propias acciones
  • Experiencias recientes de humillación, vergüenza, pérdida o rechazo
  • Tendencia a amenazar a otros, especialmente a compañeros de escuela
  • Ser o haber sido víctima de abuso o negligencia (físico, emocional o sexual)
  • Crecer en un marco de violencia doméstica
  • Obsesión por el tema de la muerte en las conversaciones, expresiones escritas, selección de lecturas o trabajo de arte
  • Búsqueda activa de temas y actos de violencia en televisión, cine, revistas, música, comics, libros, juegos de video e Internet
  • Trastornos psicológicos: depresión, manía, trastorno bipolar
  • Incapacidad para adaptarse a las normas de convivencia de la escuela
  • Destrucción de la propiedad o vandalismo
  • Crueldad con los animales
  • Comportamiento pirómano
  • Falta de comunicación con el entorno y aislamiento social
  • Participación en bandas urbanas con realización de actos de delincuencia

La dificultad de ser padres

Antes la paternidad era un impulso biológico destinado a perpetuar la especie, casi idéntico al que se da en cualquier otra especie biológica. Entre los humanos, la paternidad estaba modulada por el cariño de los padres, la voluntad de formar una familia y el amor de los hijos. Pero en gran medida, esto ya no es así, o, por lo menos, no es sólo así.

Tener un hijo cuesta dinero y da la sensación de que entre los gastos y los intereses de una pareja, la paternidad no figura entre las primeras preocupaciones:

-        En primer lugar se trata de pagar una vivienda digna. Con los actuales precios de la vivienda y los salarios percibidos, una familia trabajadora y de clase media, lo tiene difícil para alquilar o comprar una vivienda en la que haya espacio para más de un hijo.

-        El esfuerzo económico de una pareja joven es tal que la perspectiva de tener hijos se va retrasando hasta que “mejore la situación económica”. Pero la espiral inflacionista, siempre supera a los aumentos salariales.

-        Además, sigue aumentando la edad en que los hijos abandonan el hogar paterno para formar un hogar propio. Antes se situaba en torno a los 23 años, hoy rebasa los 30. Y, por lo demás, abandonar el hogar paterno, no implica ni formar una pareja estable, ni si lo implica, incluye la posibilidad de tener hijos inmediatamente.

-        Además la pareja, inmediatamente se forma, aspira a vivir una “vida propia”. Empezará a hacer lo que hasta entonces no ha podido hacer. Y tiene muchos intereses y distracciones: viajar, divertirse, trabajar nuevas relaciones sociales, buscar una promoción económico–social… en estas nuevas actividades, la paternidad es un engorro, una preocupación que, por el momento, no se puede asumir. “¿Hijos? Para más adelante”.

-        El culto a la perfección física pesa más en algunas mujeres (y en sus maridos) que el instinto de la maternidad. Éste tiende a alterar el físico femenino, para muchos se trata de que eso no ocurra.

-        Los “nuevos modelos familiares” tan cacareados (uniones informales y temporales, familias monoparentales, situaciones posteriores al divorcio, etc.) no constituyen el mejor marco para tener descendencia y educarla. No es dogmatismo si decimos que una educación estable se da preferentemente en el seno de una familia estable, con buena armonía interior. Recordamos que el 50% de los matrimonios formalizados fracasan antes de 10 años de convivencia.

-        Finalmente, se une un último factor, es posible que cuando la pareja decida tener hijos… no pueda tenerlos. Las tasas de fertilidad van descendiendo alarmantemente en los países occidentales, sin que nadie se preocupe de ello lo más mínimo. Antes, la infertilidad era una excepción, o poco menos, ahora abundan los tratamientos in vitro, la adopción de niños, no pueden evitar tapar el hecho fundamental: los varones cada vez tienen menos espermatozoides activos.

Todo esto contribuye a hacer difícil –o muy difícil– el tener hijos y explica el hecho de que las tasas demográficas en Europa sean inferiores a la tasa de reposición. Mal asunto cuando hay gente que se preocupa por la desaparición del tigre de Borneo o del ocelote, y en cambio permanece ajeno al hundimiento demográfico de países enteros… el nuestro entre otros.

Así pues, tenemos dos dramas superpuestos:

-        las tasas de natalidad van descendiendo por causas socio–económicas y culturales y

-        no todos los modelos de familia que deciden tener hijos, saben como educarlos.

La combinación de estos dos elementos, hace que nuestro futuro sea altamente problemático: hay pocos nacimientos y, de estos, hay muchos que recibirán una educación inapropiada.

Además se añade un tercer elemento. Algún “lumbreras” ha lanzado la idea de que las tasas de natalidad que los países europeos no logran alcanzar serán compensadas por las de la inmigración. Y así ocurre en este momento: pero se olvida que estas familias proceden de horizontes culturales, religiosos y antropológicos muy distintos, con otros fines y proyectos en la vida que, en buena medida, no coinciden con los de estas latitudes. El problema no es superar las exiguas tasas de natalidad de nuestra población, mediante la inserción de población arrancada de sus países por necesidades económicas, sino hacer que nuestra población recupere tasas de natalidad que aseguren su subsistencia futura.

La combinación de estos elementos crea una situación escolar extremadamente conflictiva en donde se unen:

-        Hijos educados de manera “permisiva” que se enfrentan por primeva vez a ideas como esfuerzo, orden, disciplina.

-        Inmigrantes con otro bagaje cultural, idiomático y mental, otras aspiraciones y otros proyectos personales distintos.

Estos dos elementos han destruido a la enseñanza pública en Francia y están provocando una fuga imparable en España de la enseñanza pública a la privada. Con frecuencia los ministros de los distintos gobiernos glosan la calidad de la enseñanza pública en España… pero no sabemos de ningún ministro de la democracia, socialista o popular, que haya llevado a sus hijos a colegios públicos… Cada vez son más los padres, incluso ateos, que llevan a sus hijos a colegios religiosos privados o concertados.

En hecho de que la enseñanza sea obligatoria hasta el Bachillerato, hace que se encuentren en las aulas niños excesivamente diferentes entre sí y con intereses y bagajes culturales demasiado alejados, incluso antropológicamente, como para que pueda aplicarse un mismo modelo educativo.

Explicar esto, es “políticamente incorrecto”, pero no por ello es menos real.  Los motivos del fracaso de la escuela pública francesa están demasiado cerca como para que pueda evitarse el reconocerlos.

¿Es la violencia hija de la permisividad? No, pero…

Los padres “permisivos” son, para los hijos, “más cómodos” que los padres “autoritarios”. El problema es que, a la larga, los primeros no enseñan a los hijos:

-        ni lo que es la disciplina,

-        ni la necesidad del esfuerzo,

-        ni la importancia de la obra bien hecha.

El padre “permisivo” deja hacer a su hijo “lo que quiera”. ¿Por qué los padres actuales son permisivos? No está claro, pero:

-        La versión oficial dice que por reacción a la educación autoritaria que recibieron. No parece claro, ni es evidente, la inmensa mayoría agradece aquel tipo de educación paterna que les ayudó a prepararse para la vida y, cuando se les pregunta, manifiestan el mayor de los respetos y admiración por sus padres.

-        La versión oficiosa, en cambio, cuenta que hay cuatro razones presentes en distinta medida, que generan una educación permisiva:

1)        La actitud de los padres: los hay desinteresados por la educación de sus hijos, otros confían en que en el colegio los eduquen, los hay sin constancia e incapaces de aplicar un plan de educación de forma constante.

2)        La educación recibida por los padres: mayoría de padres actuales, no han surgido de una educación autoritaria, sino que se formaron en un sistema educativo que, a partir de la transición ya era anti–autoritario.

3)        El cambio de civilización: vivimos momentos de crisis y de inestabilidad de todos los valores, los padres no tienen claro qué tipo de valores deben enseñar a los hijos. Tienden a pensar que la educación que recibieron ya no es válida y prefieren la vía fácil que aparentemente hace más feliz al hijo: “haz lo que quieras”.

4)        Falta de preparación para ser padres: Se aprende a ser peluquero en un centro de formación profesional y se es arquitecto después de haber superado seis cursos de carrera. ¿Y dónde se enseña a ser padres? Hasta no hace mucho se reproducía el modelo adquirido, pero con las mutaciones de los años 60 y 70, eso resulta imposible. Se ha perdido el modelo. Y, en cuanto al instinto natural que hace que los padres amen a los hijos, crea un vínculo afectivo pero no un modelo educativo.

Cuando los padres no saben que hacer con los hijos

Fijémonos en el grueso de familias que han decidido tener hijos. Felicitaciones para ellos. ¿Felicitaciones? No se trata sólo de tenerlos, diantre: hay que educarlos. Ahora viene el momento decisivo en donde se evidencia la necesidad de una “escuela de padres”. Los problemas a partir de ese momento son:

-        Muchos padres no han meditado lo suficiente lo que supone tener hijos. Algunos se han decidido a tenerlos después de ver un culebrón televisivo en el que la protagonista redime su vida mediante la paternidad. Al cabo de unos meses de tener al hijo, se han cansado de él, como se cansaron del todoterreno, del apartamento para fines de semana en Torrevieja o de cocinar con microondas. El hecho de ser padres no implica que estén presentes las capacidades para serlo. Para ser padres hace falta ser maduro.

-        Al cansarse de los hijos, delegan su educación en “canguros”, abuelos, guardería, etc. Inicialmente esto no es malo: el niño debe habituarse a estar con otros además de con sus padres; el problema es cuando está más con estos otros que con ellos. En las guarderías los niños aprenden a socializarse y en los abuelos encuentran el ambiente de cariño que precisan. Pero ¿y los padres?

-        Finalmente, los hijos terminan por ser unos completos desconocidos para los padres. Y viceversa. La existencia de educación obligatoria hace que los colegios se hayan convertido en almacenes de jóvenes (un ex ministro de educación francés así lo reconocía), mucho más que en centros educativos.

Este tipo de padres, no particularmente malévolos, pero sí desinteresados por la educación de sus hijos, tiene reacciones curiosas:

-        Son extremadamente permisivos,

-        Tienden a satisfacer todos los caprichos del hijo

-        No les dan norma alguna de comportamiento

-        Los elevan al rango de mascotas intocables

-        Carecen de fuerza e interés para oponerse a cualquier capricho.

Los efectos colaterales de este tipo de [mala]educación son previsibles:

-        Estos elementos se dan en la etapa de maduración, más adelante, cuando esta etapa ha concluido, el chaval evidencia falta de maduración o de un retraso en su maduración.

-        Es normal que los hijos amen a sus padres, pero también que se opongan a ellos… pero ¿qué ocurre cuando el padre no es percibido como tal por el hijo? Simple: entonces, los hijos buscan un padre de sustitución al que oponerse: a veces son los abuelos y en otras los profesores.

-        En este último caso el joven tiende a cuestionar las decisiones de los profesores y a interferir en el desarrollo de las clases e incluso, en casos extremos, a agredirlo.

-        Desarrollan cuadros patológicos (hiperactividad) o déficits (de atención, de interés, de socialización, etc.).

Y todo esto explica suficientemente el porque existe una mayor agresividad en la escuela y porqué la tarea educativa se vuelve cada día más difícil.

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es

 

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