El embrollo autonómico no veranea
Redacción.- El gobierno ZP ha obtenido según el CIS- casi un punto más de ventaja sobre el PP. Apenas nada. Son oscilaciones normales de la opinión pública. La diferencia sigue siendo mínima, aun cuando el PSOE no ha vivido crisis grave en su año y medio de gobierno. Salvo los que él mismo ha generado
como el proceso decentrifugación nacional que esta última semana ha dado una nueva vuelta de tuerca.
En enero de 2005, el nou Estatut era celebrado por todos los partidos políticos catalanes, como algo inmediato y que estaba al alcance de la mano. Pronto, el PP se descolgó: no aceptaría que Catalunya fuera definida como nación (una nación tiene un destino propio y un Estado que la articula y encarna como brazo político administrativo el destino de Catalunya está irremediablemente ligado al del resto de la Península desde tiempo inmemorial). Así que, a partir de entonces, el PP quedó, en la práctica, al margen del nou Estatut.
A partir de ese momento, si ERC daba su apoyo a cualquier proyecto del PSOE en el Parlamento Nacional, lo hacía únicamente para obtener la seguridad de ZP de que no pondría absolutamente ningún obstáculo a la aprobación de la Ley Orgánica que aprobaría el nou Estatut en el Parlamento Nacional (una ley que debe ser aprobada por mayoría simple). Pero el tiempo fue pasando y, cada vez, las condiciones de ERC iban siendo más exigentes. ZP, a todo esto, seguía mudo y sin poner ninguna pega a las condiciones impuestas por Carod-Rovira que, en buena medida, ha sido la persona gracias a la cual ZP se ha mantenido 16 meses en el poder.
Desde hace un año advertimos de que la alianza PSOE-ERC era coyuntural, puntual y que carecía de posibilidades de prolongarse en el tiempo. Los hechos nos han dado la razón. El PSOE, por su parte, solo fue tardíamente consciente de que el pacto con ERC era flor de un día, así que en esta última semana ha tomado la iniciativa. Los votos que le negará ERC, los obtendrá del PNV En la práctica, ZP lo que está haciendo es meterse en un formidable embrollo autonómico. Si el apoyo de ERC era un hueso duro de roer, el del PNV es completamente imposible de ser digerido por el estómago débil y sensible de ZP.
Rl problema en Catalunya: los derechos históricos
El nacionalismo catalán moderado (CDC) y radical (ERC) han creado un nuevo fetiche que no quiere decir nada, pero que resume todas sus aspiraciones. Ese nuevo fetiche son los derechos históricos. El nacionalismo quiere que se aluda a ellos en el texto del nou Estatut. Esos derechos históricos son anteriores al Decreto de Nueva Planta de 1717 y, según el nacionalismo, cualquier modificación legislativa que pudiera darse en el futuro en España o en la UE, no podría conculcar, de ninguna manera, tales derechos.
Es evidente que este fetiche nacionalista, como todo el nacionalismo, en general, mira más para atrás que para adelante, suponen un bonito juego de recreación histórica, pero no un instrumento para gestionar una compleja comunidad regional en el siglo XXI.
La doctrina Carod
Los derechos históricos apenas son otra cosa que la escenificación del nacionalismo para romper con Maragall. La doctrina Carod se formula de la siguiente forma: para que Catalunya pueda ser una nación independiente hace falta integrar en el bloque nacional a sectores conscientes del socialismo catalán que hasta hace poco habían estado de espaldas al nacionalismo, pero que, gracias a Maragall, hoy están ubicados en sus inmediaciones. De ahí que hace dos años, Carod optara por gobernar con el PSC y no con CDC-UDC, por la sencilla razón de que aquella fórmula ha supuesto atraer al socialismo catalán hacia el nacionalismo. Hoy, Carod, da por concluida esa etapa y pretende adentrarse en la siguiente. Desde su perspectiva estratégica, ahora sí es recomendable reconstruir la unidad del nacionalismo por que juzga que ya, un sector del socialismo, está orbitado en torno a esta nova mayoría nacionalista.
Este razonamiento es el propio de un intelectual idealista en el peor sentido de la palabra que desconoce los mecanismos del poder y de la gestión de la cosa pública. Carod olvida que el PSC necesitaba un partener para gobernar; para el grueso del PSC no se trataba de gobernar con ERC por convicción ideológica, es decir, por aproximación al nacionalismo, sino, simplemente, por OPORTUNISMO.
Ciertamente, Maragall es, como mínimo, tan nacionalista como Pujol y solo un poco menos que Carod pero el resto del partido socialista está compuesto por un entramado de oportunistas sin escrúpulos que se dejarían sodomizar por el diablo en persona si, a cambio, tocaban poder. El error de Carod ha consistido en tener una mala percepción del PSC.
Por otra parte, el PSC ha sufrido interiormente una escisión de los elementos en cuya ecuación ideológica pesa más el odio al nacionalismo que cualquier otra consideración. Resulta evidente que esta escisión no llegará muy lejos, pero arrancará unas decenas de miles de votos en el cinturón industrial de Barcelona, que costarán unos cuantos diputados autonómicos al PSC.
Al PSC, Carod le ha servido para sentar a un presidente durante dos años en el sillón de Maciá, Companys, Tarradellas y Pujol pero ese presidente Maragall- no ha gobernado, en la práctica. La negociación que hizo en diciembre de 2003, fue tan absolutamente nefasta que ERC pidió y obtuvo la presidencia del Parlament Catalá y, la jefatura del gobierno catalán. De Bargalló, la mayoría de catalanes ni saben que existe. De Maragall, la población catalana sabe quien es y cuáles son sus aficiones pero ignora completamente que haya efectuado en casi dos años ninguna gestión de gobierno.
Un nou Estatut de espaldas a la opinión pública.
A partir del Caso 3% o del Caso Carmelo, la clase política catalana estaba completamente deslegitimada para solicitar un nou Estatut que diera una plena competencia a Catalunya en cuestión de recaudación de impuestos. Solo está legitimado para recaudar impuesto aquel que muestra una honestidad en la administración de los recursos públicos. La clase política catalana ES SOSPECHOSA de todo lo contratio. Y el hecho de que ERC se negara a una investigación parlamentaria sobre el 3% no es, desde luego, la mejor garantía de honestidad.
En dos años, el único activo que podía presentar Maragall en su gestión era la aprobación de un nou Estatut que elevara el techo autonómico. A nadie le interesaba, pero una hábil campaña mediática hubiera logrado presentarlo como la panacea universal. Pues bien, Maragall también en esto, ha fracasado.
ERC no va a dejar que un presidente socialista se arrogue con el éxito de la proclamación de un nou Estatut. Por increíble que pueda parecer, Carod está convencido de que va a ser el próximo honorable, de ahí que, desde que fue destituido por Maragall a raíz de la infame encuentro de Persignan con la cúpula de ETA, iniciara una campaña electoral que cree erróneamente, en nuestra opinión- que en el momento actual se encuentra en su cenit. Carod quiere ser el nuevo presidente de la Generalitat y su gobierno quiere asentarse sobre un PSC roto, dividido, que ha transvasado parte de sus votos al bloque nacionalista y que no estará en condiciones de construir un candidato de sustitución a Maragall.
Carod se engaña. Lo más probable es que en las próximas elecciones catalanas, ERC sea uno de los partidos que pierdan más votos. Pero, ya se sabe que los delirios del nacionalismo son ideológicos, mientras que los del socialismo catalán son el fruto del lingotazo de ginebra matutino.
Donde ZP se vuelve hacia el PNV
Carod ha puesto el listón muy alto al PSC, tanto que Maragall ha callado, pero otros notables del partido han hablado por él: hasta ahí no seguirán a ERC. La reconstrucción del bloque nacionalista hace que el gobierno Maragall esté condenado a muerte a corto plazo. El período entre el 11 de septiembre y las fiestas de la Merced (25 de septiembre), va a ser decisivo. Según nuestras informaciones, va a ser en ese lapso cuando Carod se decida a enterrar al gobierno tripartito catalán. Si esto es cierto, en Catalunya habrá elecciones autonómicas antes de fin de año.
Pero ¿y el apoyo prestado por ERC al gobierno ZP? Durante la última semana de julio, el socialismo español ha permanecido estupefacto ante lo que ocurría en Catalunya: la vía catalana, tan loada por ZP, se deshacía como un azucarillo en el océano. El nacionalismo, rompía con el socialismo y lo denostaba públicamente, realizando una crítica propia de un partido en la oposición y no del que ha compartido dos años como socio de gobierno.
Bruscamente, ZP se ha dado cuenta de que su mayoría parlamentaria pende de un hilo y que, ya no estaba en condiciones de prometer nada más que el reconocimiento de los derechos históricos para seguir contando con los votos de ERC en el debate sobre los Presupuestos de 2006. Ha sido entonces cuando el PSOE se ha vuelto hacia el PNV.
José Jon Imaz, por primera vez desde que sustituyera a Arzallus, ha jugado un papel en la política real. No ha negado su colaboración a ZP, sino que le ha propuesto el reconocimiento de otra ficción insostenible: el nuevo fetiche de la soberanía compartida.
Imaz no se ha andado con chiquitas: sabedor de que ZP o cuenta con sus votos o disuelve el parlamento, ha aludido a que estaban dispuestos a renunciar a la independencia (bien), a cambio de que el Pais Vasco tenga una soberanía compartida con España, Francia y la Unión Europea Está claro que el Plan Ibarreche ha quedado completamente olvidado y con él, el delirio independentista, pero el nacionalismo vasco ha demostrado que es capaz de generar otros delirios todavía más grotescos: ¿va a negociar España la soberania compartida con ¿con quién? ¿con el 50% del País Vasco? ¿Y Francia? Por no hablar de la Unión Europea que bastantes problemas tiene ahora para abrir un frente autonómico.
El nacionalismo es la política pueblerina elevada a su rango más grotesco y desaprensivo. Una política hecha de fetiches indiscutibles tenidos como dogmas. Una voracidad autonómica que no va a la par con una mejor gestión de los recursos, ni por un gobierno honrado de las comunidades. Gobernar es construir, elevar el nivel de las poblaciones, planificar el futuro no dar vueltas eternamente a derechos históricos, ficciones políticas o imposibilidades racionales.
La política española del siglo XXI tiene un lastre heredado de lo peor que produjo España tras el final de las carlistadas del XIX: el nacionalismo. Hasta que España no arroje a la cloaca de la historia y no triture el nacionalismo para abonar con su sustancia fétida, el suelo nacional, España seguirá sin poder plantearse su destino histórico y contestar como NACIONAL, no como agregado de microestados.
ZP se encuentra hoy ante un dilema: puede elegir como va a morir políticamente. O muere aceptando la soberanía compartida de Imaz, o muere aceptando los derechos históricos de Carod pero, el hecho, cierto, incontrovertible y definitivo, es que ZP carece de cualquier otra salida política. Cuando en septiembre tenga lugar el debate sobre el Estado de las Autonomías, en el Senado, todo esto tomará un sesgo aún más dramático porque todas las partes desearán contentar a su electorado. Así la crispación política llegará a su límite y, finalmente, el gobierno que llegó con la promesa de eliminar la crispación de la vida pública, habrá sido el que más crispación haya generado en menos tiempo.
El único mérito por el que ZP pasará a la historia.
© Ernesto Milà infokrisis infokrisis@yahoo.es
[en caso de querer realizar algún comentario, enviarlo por email a infokrisis@yahoo.es y será incluido, salvo que se trate de las habituales estupideces propias de los estúpidos que siembran con su baba este blog en los últimos días]
En enero de 2005, el nou Estatut era celebrado por todos los partidos políticos catalanes, como algo inmediato y que estaba al alcance de la mano. Pronto, el PP se descolgó: no aceptaría que Catalunya fuera definida como nación (una nación tiene un destino propio y un Estado que la articula y encarna como brazo político administrativo el destino de Catalunya está irremediablemente ligado al del resto de la Península desde tiempo inmemorial). Así que, a partir de entonces, el PP quedó, en la práctica, al margen del nou Estatut.
A partir de ese momento, si ERC daba su apoyo a cualquier proyecto del PSOE en el Parlamento Nacional, lo hacía únicamente para obtener la seguridad de ZP de que no pondría absolutamente ningún obstáculo a la aprobación de la Ley Orgánica que aprobaría el nou Estatut en el Parlamento Nacional (una ley que debe ser aprobada por mayoría simple). Pero el tiempo fue pasando y, cada vez, las condiciones de ERC iban siendo más exigentes. ZP, a todo esto, seguía mudo y sin poner ninguna pega a las condiciones impuestas por Carod-Rovira que, en buena medida, ha sido la persona gracias a la cual ZP se ha mantenido 16 meses en el poder.
Desde hace un año advertimos de que la alianza PSOE-ERC era coyuntural, puntual y que carecía de posibilidades de prolongarse en el tiempo. Los hechos nos han dado la razón. El PSOE, por su parte, solo fue tardíamente consciente de que el pacto con ERC era flor de un día, así que en esta última semana ha tomado la iniciativa. Los votos que le negará ERC, los obtendrá del PNV En la práctica, ZP lo que está haciendo es meterse en un formidable embrollo autonómico. Si el apoyo de ERC era un hueso duro de roer, el del PNV es completamente imposible de ser digerido por el estómago débil y sensible de ZP.
Rl problema en Catalunya: los derechos históricos
El nacionalismo catalán moderado (CDC) y radical (ERC) han creado un nuevo fetiche que no quiere decir nada, pero que resume todas sus aspiraciones. Ese nuevo fetiche son los derechos históricos. El nacionalismo quiere que se aluda a ellos en el texto del nou Estatut. Esos derechos históricos son anteriores al Decreto de Nueva Planta de 1717 y, según el nacionalismo, cualquier modificación legislativa que pudiera darse en el futuro en España o en la UE, no podría conculcar, de ninguna manera, tales derechos.
Es evidente que este fetiche nacionalista, como todo el nacionalismo, en general, mira más para atrás que para adelante, suponen un bonito juego de recreación histórica, pero no un instrumento para gestionar una compleja comunidad regional en el siglo XXI.
La doctrina Carod
Los derechos históricos apenas son otra cosa que la escenificación del nacionalismo para romper con Maragall. La doctrina Carod se formula de la siguiente forma: para que Catalunya pueda ser una nación independiente hace falta integrar en el bloque nacional a sectores conscientes del socialismo catalán que hasta hace poco habían estado de espaldas al nacionalismo, pero que, gracias a Maragall, hoy están ubicados en sus inmediaciones. De ahí que hace dos años, Carod optara por gobernar con el PSC y no con CDC-UDC, por la sencilla razón de que aquella fórmula ha supuesto atraer al socialismo catalán hacia el nacionalismo. Hoy, Carod, da por concluida esa etapa y pretende adentrarse en la siguiente. Desde su perspectiva estratégica, ahora sí es recomendable reconstruir la unidad del nacionalismo por que juzga que ya, un sector del socialismo, está orbitado en torno a esta nova mayoría nacionalista.
Este razonamiento es el propio de un intelectual idealista en el peor sentido de la palabra que desconoce los mecanismos del poder y de la gestión de la cosa pública. Carod olvida que el PSC necesitaba un partener para gobernar; para el grueso del PSC no se trataba de gobernar con ERC por convicción ideológica, es decir, por aproximación al nacionalismo, sino, simplemente, por OPORTUNISMO.
Ciertamente, Maragall es, como mínimo, tan nacionalista como Pujol y solo un poco menos que Carod pero el resto del partido socialista está compuesto por un entramado de oportunistas sin escrúpulos que se dejarían sodomizar por el diablo en persona si, a cambio, tocaban poder. El error de Carod ha consistido en tener una mala percepción del PSC.
Por otra parte, el PSC ha sufrido interiormente una escisión de los elementos en cuya ecuación ideológica pesa más el odio al nacionalismo que cualquier otra consideración. Resulta evidente que esta escisión no llegará muy lejos, pero arrancará unas decenas de miles de votos en el cinturón industrial de Barcelona, que costarán unos cuantos diputados autonómicos al PSC.
Al PSC, Carod le ha servido para sentar a un presidente durante dos años en el sillón de Maciá, Companys, Tarradellas y Pujol pero ese presidente Maragall- no ha gobernado, en la práctica. La negociación que hizo en diciembre de 2003, fue tan absolutamente nefasta que ERC pidió y obtuvo la presidencia del Parlament Catalá y, la jefatura del gobierno catalán. De Bargalló, la mayoría de catalanes ni saben que existe. De Maragall, la población catalana sabe quien es y cuáles son sus aficiones pero ignora completamente que haya efectuado en casi dos años ninguna gestión de gobierno.
Un nou Estatut de espaldas a la opinión pública.
A partir del Caso 3% o del Caso Carmelo, la clase política catalana estaba completamente deslegitimada para solicitar un nou Estatut que diera una plena competencia a Catalunya en cuestión de recaudación de impuestos. Solo está legitimado para recaudar impuesto aquel que muestra una honestidad en la administración de los recursos públicos. La clase política catalana ES SOSPECHOSA de todo lo contratio. Y el hecho de que ERC se negara a una investigación parlamentaria sobre el 3% no es, desde luego, la mejor garantía de honestidad.
En dos años, el único activo que podía presentar Maragall en su gestión era la aprobación de un nou Estatut que elevara el techo autonómico. A nadie le interesaba, pero una hábil campaña mediática hubiera logrado presentarlo como la panacea universal. Pues bien, Maragall también en esto, ha fracasado.
ERC no va a dejar que un presidente socialista se arrogue con el éxito de la proclamación de un nou Estatut. Por increíble que pueda parecer, Carod está convencido de que va a ser el próximo honorable, de ahí que, desde que fue destituido por Maragall a raíz de la infame encuentro de Persignan con la cúpula de ETA, iniciara una campaña electoral que cree erróneamente, en nuestra opinión- que en el momento actual se encuentra en su cenit. Carod quiere ser el nuevo presidente de la Generalitat y su gobierno quiere asentarse sobre un PSC roto, dividido, que ha transvasado parte de sus votos al bloque nacionalista y que no estará en condiciones de construir un candidato de sustitución a Maragall.
Carod se engaña. Lo más probable es que en las próximas elecciones catalanas, ERC sea uno de los partidos que pierdan más votos. Pero, ya se sabe que los delirios del nacionalismo son ideológicos, mientras que los del socialismo catalán son el fruto del lingotazo de ginebra matutino.
Donde ZP se vuelve hacia el PNV
Carod ha puesto el listón muy alto al PSC, tanto que Maragall ha callado, pero otros notables del partido han hablado por él: hasta ahí no seguirán a ERC. La reconstrucción del bloque nacionalista hace que el gobierno Maragall esté condenado a muerte a corto plazo. El período entre el 11 de septiembre y las fiestas de la Merced (25 de septiembre), va a ser decisivo. Según nuestras informaciones, va a ser en ese lapso cuando Carod se decida a enterrar al gobierno tripartito catalán. Si esto es cierto, en Catalunya habrá elecciones autonómicas antes de fin de año.
Pero ¿y el apoyo prestado por ERC al gobierno ZP? Durante la última semana de julio, el socialismo español ha permanecido estupefacto ante lo que ocurría en Catalunya: la vía catalana, tan loada por ZP, se deshacía como un azucarillo en el océano. El nacionalismo, rompía con el socialismo y lo denostaba públicamente, realizando una crítica propia de un partido en la oposición y no del que ha compartido dos años como socio de gobierno.
Bruscamente, ZP se ha dado cuenta de que su mayoría parlamentaria pende de un hilo y que, ya no estaba en condiciones de prometer nada más que el reconocimiento de los derechos históricos para seguir contando con los votos de ERC en el debate sobre los Presupuestos de 2006. Ha sido entonces cuando el PSOE se ha vuelto hacia el PNV.
José Jon Imaz, por primera vez desde que sustituyera a Arzallus, ha jugado un papel en la política real. No ha negado su colaboración a ZP, sino que le ha propuesto el reconocimiento de otra ficción insostenible: el nuevo fetiche de la soberanía compartida.
Imaz no se ha andado con chiquitas: sabedor de que ZP o cuenta con sus votos o disuelve el parlamento, ha aludido a que estaban dispuestos a renunciar a la independencia (bien), a cambio de que el Pais Vasco tenga una soberanía compartida con España, Francia y la Unión Europea Está claro que el Plan Ibarreche ha quedado completamente olvidado y con él, el delirio independentista, pero el nacionalismo vasco ha demostrado que es capaz de generar otros delirios todavía más grotescos: ¿va a negociar España la soberania compartida con ¿con quién? ¿con el 50% del País Vasco? ¿Y Francia? Por no hablar de la Unión Europea que bastantes problemas tiene ahora para abrir un frente autonómico.
El nacionalismo es la política pueblerina elevada a su rango más grotesco y desaprensivo. Una política hecha de fetiches indiscutibles tenidos como dogmas. Una voracidad autonómica que no va a la par con una mejor gestión de los recursos, ni por un gobierno honrado de las comunidades. Gobernar es construir, elevar el nivel de las poblaciones, planificar el futuro no dar vueltas eternamente a derechos históricos, ficciones políticas o imposibilidades racionales.
La política española del siglo XXI tiene un lastre heredado de lo peor que produjo España tras el final de las carlistadas del XIX: el nacionalismo. Hasta que España no arroje a la cloaca de la historia y no triture el nacionalismo para abonar con su sustancia fétida, el suelo nacional, España seguirá sin poder plantearse su destino histórico y contestar como NACIONAL, no como agregado de microestados.
ZP se encuentra hoy ante un dilema: puede elegir como va a morir políticamente. O muere aceptando la soberanía compartida de Imaz, o muere aceptando los derechos históricos de Carod pero, el hecho, cierto, incontrovertible y definitivo, es que ZP carece de cualquier otra salida política. Cuando en septiembre tenga lugar el debate sobre el Estado de las Autonomías, en el Senado, todo esto tomará un sesgo aún más dramático porque todas las partes desearán contentar a su electorado. Así la crispación política llegará a su límite y, finalmente, el gobierno que llegó con la promesa de eliminar la crispación de la vida pública, habrá sido el que más crispación haya generado en menos tiempo.
El único mérito por el que ZP pasará a la historia.
© Ernesto Milà infokrisis infokrisis@yahoo.es
[en caso de querer realizar algún comentario, enviarlo por email a infokrisis@yahoo.es y será incluido, salvo que se trate de las habituales estupideces propias de los estúpidos que siembran con su baba este blog en los últimos días]
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