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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

Nacimiento, auge y decadencia de una mitología contemporánea

Infokrisis.- Vamos a intentar realizar una aproximación al nacimiento, desarrollo y muerte de una mitología contemporánea. Tenemos la fortuna de que nuestra generación ha visto estas tres fases concentradas y, por tanto, estamos en condiciones de analizar el proceso completo que se inicia con la publicación del libro Templarios entre nosotros (1962) y termina con la publicación de El Código Da Vinci (2003). Entre ambas fechas es todo un proceso mitológico nuevo el que irrumpe, con unas características propias.

0. Introducción

La mitología es, por definición, el estudio de los mitos. Un mito es una narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico o en un tiempo ilusorio y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Con frecuencia interpreta el origen del mundo o grandes acontecimientos de la humanidad. Otra definición nos indica que es una historia ficticia o personaje literario o artístico que condensa alguna realidad humana de significación universal. También puede ser una persona o cosa rodeada de extraordinaria estima o a las que se atribuyen cualidades o excelencias que no tienen, o bien una realidad de la que carecen. Todas estas definiciones se adaptan perfectamente al mito cuyo origen vamos a intentar establecer: el mito de un tesoro oculto, de un linaje perdido y de la conspiración para restaurarlo.

Veremos el punto de arranque lejano de ese mito. Conoceremos a la persona que le dio forma. Luego, analizaremos como el mito cobró vida propia y voló de la mano de un mistificador. Finalmente, veremos que el mito escapó a todo control y entró en el universo literario descendiendo por varios peldaños hasta terminar, finalmente, en un mediocre producto literario y en un más que mediocre film de mismo título: El Código da Vinci.

Entre la primera manifestación del mito (1962) y la última (2004), median 42 años y algo más de 100 si nos remontamos a las causas últimas. Es sorprendente que en un espacio tan breve de tiempo, un mito se haya convertido para muchos “modernos” en “historia”.

Hasta ahora las relaciones entre el mito y la historia seguían dos rutas: o el mito se hacía historia (episodio de la fundación de Roma por los gemelos Rómulo y Remo que la que arrancó la historia de esta Ciudad) o la historia se convierte en mito (como en el episodio del rey Arturo, figura histórica que a lo largo de la Edad Media pasa a la dimensión mítica). Pero lo que ha ocurrido en el siglo XX tiene poco que ver con esto: una seudo-historia y un seudo-mito se convierten en producto de consumo. Los mitos han llegado a la era de las masas y éstas se encuentran sometidas a la psicología que enunció Gustav Le Bon, la “psicología de las muchedumbres”. Según esta teoría, un producto de masas triunfa, no cuando se adapta al nivel cultural medio de las masas, sino a sus niveles más bajos.

1. El recorrido a realizar

Así pues, lo que vamos a ver son los siguientes episodios:

1) En 1962 un escritor –Gérard de Séde- nos cuenta un cuento sin preocuparse excesivamente de si es verdad o no. A pesar de ser marxista y trotskystas, es un apasionado del “misterio”. Publica una obra, Templarios entre nosotros. Allí alude a un misterioso “esoterista” que luego resultará ser Pierre Plantard. El tandem está formado.

2) A partir de ese momento, el tandem empezará a funcionar: Plantar fabrica las piezas aprovechando su larga militancia en grupos esotéricos, lo que le ha permitido conocer el extraño episodio que ocurrió en el pueblo francés de Rennés-le-Château, sobre un tesoro oculto y un cura que lo descubrió. En 1967, De Séde publica El oro de Rennes.

3) A partir de ese momento, intenta aprovechar el material que no ha incluido en esa primera obra para componer varios libros que siempre tienen, inevitablemente, a Pierre Plantard como “inspirador”: en 1973 aparece La Race Fabuleuse, que remite al pretendido origen de los merovingios.

4) El éxito de estas obras hace que el monstruo creado por De Séde camine sólo: empiezan a aparecer obras, más o menos fantasiosas en torno al mismo tema que termina ligado a otros misterios recurrentes: los templarios, la rosa+cruz, etc. Se empieza a hablar de una misteriosa organización secreta que habría protegido a los supervivientes merovingios: el Priorato de Sión. De Séde ya no controla el mito.

5) En 1982 aparece El Enigma Sagrado escrito por Michael Baignet, Richard Leigh y Henry Lincoln. En la portada de la primera edición española, bajo el subtítulo nos indica de qué nos va a hablar la obra: “Jesucristo, los cátaros, el santo Grial, los templarios, la Orden de Sión, los francmasones”. El libro aparece como un ensayo de investigación histórica, pero une datos auténticos a falsedades y enormidades históricas. El “informador” único de estos autores es Pierre Plantard

6) En 1988, Umberto Eco publica El Péndulo de Foucault, extrayendo la inspiración de El Enigma Sagrado: aquí ya estamos en plena ficción literaria. El nivel intelectual de Eco le impide presentarlo como “trabajo de investigación”: es simplemente una novela, a ratos, incluso, brillante.

7) En 2003, Dan Brown publicó en los EEUU, el best-seller, El Código da Vinci, sosteniendo que sustancialmente se trataba de una novela en la que el eje central es su investigación sobre la descendencia de Jesucristo. No es por casualidad que uno de los protagonistas de su novela sea “Jacques Sauniére”, que ostenta el mismo apellido que el cura de Rennés-le-Château, lo que remite de nuevo a la obra de Gérard de Séde, El Oro de Rennes. Es la cúspide del mito.

Este recorrido implica cuatro fases:

1ª Fase.- Gestación: entre 1880 y 1962. En esta fase cobra forma el misterio de Rennes-le-Château. Es una curiosa historia con algún ribete esotérico y aspectos difícilmente explicables que jamás habría alcanzado un eco internacional de no ser por las obras de Gérard de Séde y por la constante inspiración de Pierre Plantard.

2ª Fase.- Manifestación: entre 1962 y 1973. Fase en la que el propio De Séde va utilizando el tema que, cada ve más, adquiere ribetes novelescos. En La Raza Fabulosa, De Séde pierde en las últimas 20 páginas del libro el freno y se desliza por la senda de los “extraterrestres”.

3ª Fase.- Apogeo: entre 1973 y 1982. El mito camina solo. Aparecen muchos escritores que tocan el tema pero solamente hay un inspirador que los encarrila hacia sus intereses y obsesiones: Pierre Plantard. Pero el éxito de Plantard es efímero. Existe un misterio en Rennes, pero las informaciones que ha dado a periodistas son “material averiado”.

4ª Fase.- Novelización: entre 1983 y 2003. El mito de convierte en best-seller. Ante lo insostenible de una supervivencia merovingia, y ante los errores encontrados en los documentos históricos elaborados pacientemente por Plantard a lo largo de décadas, la única posibilidad que queda de mantener abierto el mito es llevarlo al terreno de la novela de ficción. Plantard, el Juan Bautista del mito es duramente criticado, incluso por De Séde, procesado y condenado a… no reivindicar el trono de Francia.

Tales son los jalones que recorreremos y que concluirán con unas reflexiones sobre las mitologías modernas.

2. La militancia política de Gérard de Sède: trotskysta y titoista

De Séde, desde1938 pertenecía al Partido Comunista Internacionalista. Durante la guerra imprimió clandestinamente un resumen de los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista y algunos textos de Trotsky. Alistado en la resistencia, su cometido consiste en falsificar documentos y sellos de goma. En esa época él mismo se movía con documentación  nombre de “Nicolas Gérard Bernier”, nacido en Córcega y empleado.

Hacia el final de la guerra, se le pide albergar en su domicilio a un desertor del ejército de Vlassov, el general ruso que colaboró con los alemanes. La estructura creada por De Séde le permite reclutar a algunos militantes jóvenes y crear centros sociales que enmascaran a grupos de la resistencia. En uno de ellos, cerca de Saint-Garmain-des-Prés, participa entre otros León Savinkov, el hijo de Boris Savinkov, terrorista social-revolucionario ruso, que había combatido en España en las Brigadas Internacionales. Este grupo también es frecuentado por españoles que trabajan en la Organización Todt.

En febrero de 1944, el PCI encarga al grupo de De Séde la celebración de una conferencia clandestina de grupos trotskystas europeos. Luego participa en el robo de varios coches en un garaje que van a parar a la red de resistentes trotskystas. Luego se le confiará el mando de la “milicia patriótica” del Distrito XIV de París que asume con el nombre falso de “Nicolás de Rosa”, uno de los primeros brigadistas internacionales muerto en la guerra de España. Y así participa en la insurrección parisina de agosto de 1944, cuando las tropas americanas ya están entrando en la ciudad.

Después de la guerra, De Séde mantendrá siempre su vinculación con la gente del Partido Comunista Internacionalista de Pierre Frank, que obtuvo apenas 50.000 votos en las elecciones de 1946 configurándose como un partido minoritario. Por orden del partido practicará el entrismo en el Partido Socialista Unificado siendo expulsado por “titoista” en 1949. Él y el joven que había captado durante la guerra, Louis Dalmas, serán considerados como la “fracción trotskystas del titoismo francés”. Dalmas, incluso viajará a Yugoslavia y conocerá personalmente al mariscal Tito. De todas formas, todo esto entra cada vez más dentro de las querellas grupusculares entre fracciones extremistas. De Séde seguirá activo y frecuentará la sede del PCI próxima a la rue de l’Arbre Sec (a pocos metros de la Rue Rivolí y del Louvre), un nombre de resonancias esotéricas.

Unido a los surrealistas, con los que trabajaba desde 1942, De Sede empieza sus trabajos como periodista y se va retirando poco a poco de la primera fila de la militancia política, pero nunca cortará con el trotskysmo y a su muerte el 30 de mayo de 2004, sus antiguos camaradas despedirán su féretro puño en alto y al canto de la Internacional. Un arcaísmo casi tan grande como haber instigado durante casi 20 años toda una corriente de historia-ficción que alimentaba la “hipótesis merovingia”.

Habría que mencionar algunas características del entorno familiar en el que nació Gérard de Séde. Había nacido el 5 de junio de 1921 en París. Sus padres pertenecían a la nobleza y estaban vinculados a Action Française. Sin embargo, De Sede rompe pronto con la tradición monárquica familiar y con el catolicismo. Milita en el surealismo y luego en el trotskysmo, como hemos visto. Se casará con Sophie de Séde con la que tendrá una hija a la edad de 39 años. Luego se distanciará de su familia para volver con Sophie en 1992 y restablecer la vida familiar hasta el momento de su muerte. En 1994 publicará junto a su mujer L’Occultisme dans la politique, en uno de cuyos capítulos presenará su “testamento” sobre el affaire de Rennes-le-Château en el que se negaba a reconocer que "casi todo había salido de casi nada".

Su hija lo define como “poco práctico”, con una “gran capacidad de abstracción”. Añade que en ocasiones le costaba reconocer que se había equivocado. Escribió sobre literatura, filosofía, política y misterios. Su fama deriva solamente de estos últimos que constituyen la mitad de su obra.

Es hijo único en un hogar con un padre frecuentemente ausente y una madre autoritaria y asfixiante. Se refugia en su abuela y en sus tíos. Entre 1931 y 1936 se orienta hacia la izquierda militante influenciado por dos acontecimientos: la guerra civil español y la victoria del Frente Popular en Francia. No se comprometerá políticamente sino hasta 1937-8. Se siente “de izquierdas” pero no le gusta la dictadura comunista. Es en esa época cuando conoce a Sophie, su esposa. Se compromete con el PCI durante la guerra mundial y participa en la resistencia. También empieza a trabajar como periodista. En 1946 es alumno del filósofo Gaston Bachelard. Antes de 1956 vive unos años en Yugoslavia. Entre 1956 y 1956 se interesa por la agricultura y es en ese momento cuando conoce a Roger Lhomoy. En 1959 vuelve a París y entrada como periodista de plantilla en France Press. También ejercerá como free-lancer para algunas revistas. En 1962 escribe su primera obra de carácter seudo-histórico, Templarios entre nosotros… que determinará su futuro.

Aún así, sigue trabajando en France Press. Colabora también en Le Canard Enchainé. Viaja mucho y se distancia progresivamente de su familia. En 1988 se produce uno de esos bruscos cambios en su trayectoria y abandona Francia. Permanece durante unos años en la nicaragua sandinista. Al morir su madre regresa a Francia y renueva las relaciones con su exmujer con la que vuelve a colaborar en algunos trabajos hasta su muerte en la noche del 29 al 30 de mayo de 2004.

Es una vida que tiene mucho de bohemio, en cierto sentido desordenada, con cambios bruscos que indican sus problemas psicológicos interiores que venía arrastrando desde su juventud: hijo de una familia noble rechaza a la nobleza y todo lo que implica y milita en la extrema-izquierda. Hay en esta militancia y en buena parte de los escritos de De Séde un rechazo a su origen, una necesidad de “matar al padre” y todas las enseñanzas que había recibido en su juventud. Muchos de los escritos de De Séde son incomprensibles si se ignoran todos estos antecedentes familiares.

3. Los templarios entre nosotros. 1962.

El libro publicado por Gerard de Séde en 1962 sería, prácticamente una historia sobre la Orden del Temple, más o menos similar a cualquier otra, sino fuera porque tiene un comienzo y un final anómalos. De Séde lubica lo que parece ser el tesoro de los templarios en una cripta secreta instalada en el castillo de Gisors.

De joven, De Séde, según cuenta, había conocido a un tal Roger Lhomoy, que durante unos años fue guardián de la fortaleza de Gisors. En 1929 había sido  nombrado guardián y jardinero del castillo, pero 10 años después, al comienzo de la II Guerra Mundial el castillo es cerrado al público y Lhormoy aprovecha para comenzar a excavar en el lugar que él cree se oculta un tesoro fabuloso. Después de meses de trabajo, Lhomoy llegó a una cripta subterránea y allí comprueba la existencia de unos cofres ordenados que, sin duda, debían contener el desaparecido tesoro templario. Finalmente en 1946 encuentra una cámara subterránea y en ella 30 cofres (que no abre). A partir de ahí empiezan las calamidades del intrépido Lhomoy. Nadie cree en su descubrimiento y, no sólo eso, sino que le prohiben volver a descender. No es cuestión de que tenga un accidente, pues los desprendimientos son frecuentes en las paredes del pozo que ha construido. Y además, lo despiden. Pasarán los años: se realizarán todo tipo de estudios con sondas acústicas, con detectores volumétricos, se cavarán túneles horizontales, pero la cripta secreta nunca se encontrará… El Ministerio de Cultura francés presidido por André Malraux se tomará interés en el asunto y excavará en Gisors: sin éxito.

Todo esto ocurría en 1949. Unos años después, la historia llega a oídos del joven barón Gèraud de Sède de Lièoux, más conocido como “Gérard de Séde”, de 28 años que empieza a forjarse una carrera como periodista.

De Séde publica un artículo en Paris-Match, la revista ilustrada de más tirada en Francia y que gozaba de más prestigio en la prensa francesa. Luego aborda la elaboración de su libro. Pero –si hemos de creer a De Séde- poco después de la publicación del artículo sobre la “cripta secreta” en el Match, alguien “contratado por el gobierno suizo para localizar documentos históricos del Medievo”, se pone en contacto con él. De Séde viaja a Suiza. Describe la residencia del misterioso “documentalista” e incluye en el apéndice de su obra, un texto, prácticamente inextricable dado por el desconocido. Es una mezcla de erudición esotérica y de gusto por el misterio, en el que resulta difícil en ocasiones saber de qué diablos está hablando. El lenguaje es deliberadamente impenetrable. La excusa que ha tomado el desconocido para entrar en contacto con De Séde es que le sorprendido el dibujo de la “cripta secreta” que De Séde incluía en su artículo… el desconocido estaba buscando precisamente una cripta similar, cuyo plano tenía pero de cuya ubicación carecía.

Hay que situarse en la época. Estamos en 1962. Dos años antes, Louis Paywels y Jacques Bergier han publicado la primera edición de su Retorno de los Brujos. Europa vive un renovado interés por lo misterioso, las ciencias ocultas, los secretos, la magia, la alquimia, los extraterrestres, el templarismo, las sociedades secretas, etc. Hay muchos escritores dispuestos –con todo el derecho del mundo- a aprovechar esta tendencia. Gérard de Séde es uno de ellos. Su obra, Templarios entre nosotros, será traducida a muchos idiomas –entre ellos el castellano y su libro editado por Mateu en 1965- e incluso en la actualidad se reimprimen algunas nueva edición.

A decir verdad, salvo el inicio y el final del libro de De Sede, el resto contiene una historia, aparentemente banal del templarismo, que posee todos los lugares comunes que aprecian los especialistas en ocultismo. Sin embargo, si releemos el texto con detenimiento aparecen algunos datos anómalos y nunca antes incluidos en ninguna historia sobre la orden. Se alude al episodio de la “tala del olmo de Gisors”, se menciona a los extraños monjes de San Sansón de Orleáns, a un tal Urdus  y se enfatiza excesivamente la importancia de este castillo en la historia de Francia. Pero, en general, la mayoría de datos que aporta De Séde son suficientemente conocidos y han sido extraídos de obras publicadas sobre el Temple en los años 30 y 40. Entonces ¿para qué un nuevo libro sobre el Temple?

Hay más misterios. De Séde no da una fecha exacta de su encuentro con Lhomoy. O, mejor dicho, da dos fechas distintas. En las primeras ediciones de J’ai lu, aparece en la página 9, el año 1959. Pero en la novena edición del libro aparece 1959. El vagabundo había nacido en 1904. Existía. No era un personaje de ficción, inventado para lanzar un misterio inexistente. Nosotros mismos hemos tenido ocasión de visitar Gisors y hablar con funcionarios municipales a punto de la jubilación que lo conocieron y que se complacen en contar la historia del jardinero que dijo haber encontrado la “cripta secreta” del Temple. También añaden que, a raíz de las excavaciones realizadas en 1962 la torre del castillo se resquebrajó e insisten en que nunca nadie, salvo Lhomoy si hemos de creerle, encontró nada.

Así pues, está claro: testimonio único, testimonio nulo. Pero había algo todavía más espectacular y que decía muy poco de la seriedad profesional de Gérard de Séde. El misterioso documentalista no era otro que Pierre Plantard del que, a decir verdad, De Séde nunca explicó ni cómo ni por qué lo conoció. Lo que si se sabe fehacientemente es que la versión dada por De Séde en Templarios entre nosotros es falsa. No será la única falsedad que De Séde cuente sobre este sujeto. Cuando escriba diez años después La Raza Fabulosa, lo presentará como “su amigo de toda la vida”, “el marqués de B.” y, no sólo eso, sino que para evitar que ningún medio de comunicación se interese por él, ésta obra terminará con la melodramática muerte del “marqués de B.” en una cacería...

Desde 1962 y en los siguientes quince años la colaboración entre Gérard de Séde y Pierre Plantard proseguirá con altibajos. De Séde, a decir verdad, apenas tenía idea de esoterismo ni de ocultismo, su formación cultural le aportaba conocimientos de historia, pero, sobre todo era periodista.

En 1967 aparece la obra de Louis Charpentier sobre los templarios y poco después su obra dedicada a la Catedral de Chartres. El género que tocan ambos autores es el mismo e incluso han tocado el mismo tema, los templarios, lo que permite establecer comparaciones. Mientras la obra de De Séde está atiborrada de datos extraños, cogidos por los pelos, testimonios únicos y, por tanto, nulos, en su inicio y farrogosas e inextricables parrafadas seudo-esotéricas en su final, la obra de Charpentir, aun conteniendo  planteamientos heréticos desde el punto de vista de la historiografía, sí resiste una crítica y si puede aportar sus fuentes de manera clara e indubitable. Charpentier ha contado con la información privilegiada aportada por sus amigos, los “compagnons”, es decir, por algunos miembros de las hermandades de artesanos que todavía existen en Francia. Cuando, por ejemplo, alude a “las tres mesas que portaron el Grial” en su exposición sobre el esoterismo de la Catedral de Chartres, se hace eco de las viejas leyendas gremiales que plantean problemas geométricos y constructivos. Cita sus fuentes, cita el testimonio que cualquiera de los que hemos llamado a la puerta de los “compagnons” hemos podido conocer. Todo lo que en De Séde es retorcido, casi gótico, extraño, con pretensiones eruditas, procede de Pierre Plantard y es fácilmente reconocible.

Esto hace que la obra sobre los templarios de Charpentier sea clara, concisa, breve, abundante en datos, adornada con hipótesis plausibles o al menos que merecen ser tomadas en consideración, mientras que el libro sobre los templarios escrito por De Séde es opaco, pretencioso a ratos, con fuentes dudosas. La primera permite realizar estudios posteriores sobre el fenómeno del templarismo que confirmarán o no las tesis de su autor. La obra de De Séde –y esta en concreto- sume en un callejón sin salida: fuera de sus fuentes no hay fuentes de información posibles.

Y este es el problema: que las fuentes de De Séde solamente se apoyan en los escritos de De Séde. En cierto sentido ocurre como con el patrimonio intelectual de una secta que solamente se basa en una línea de escritos elaborados por la propia secta. Así ocurre con De Séde, como no podía ser de otra manera, porque, a fin de cuentas… en buena medida, los escritos de De Séde tenían a Pierre Plantard como inspirador.

4. Plantard dicta, De Séde escribe

Tanto Templarios entre nosotros, como El oro de Rennes están firmados por “Gérard de Séde”, fueron escritos por él… pero fueron dictados por Pierre Plantard. Es fácil suponer que, como muchos surrealistas a los que conoció bien, en particular el grupo de Robert Desnos, vinculado a los grupos de Georges Ivanovich Gudjieff, De Séde hizo sus primeras armas en esoterismo y simbolismo en ese ámbito tan dado a lo mágico y a lo paranormal y del que salió el propio Louis Pauwels cuyo Retorno de los Brujos fue precedido de un más interesante libro dedicado a Gurdjieff.

El problema con el surrealismo es que, salvo Desnos y alguno más, el resto eran –tal como entendió muy bien Gala Dali que los conocía perfectamente- meros diletantes. Ninguno de ellos profundizó. En general, muchos, incluido André Breton, se limitaban a leer obras “ocultistas” y apreciar su dominio del simbolismo (la mayoría de surrealistas leyeron, por ejemplo, a Fulcanelli… pero no hay rastro de que lo entendieran). Todos los surrealistas –salvo el grupo que se sintió atraído por Gurdjieff- se sentían atraídos por lo paranormal, pero ignoraban donde estaba la puerta que daba acceso al conocimiento ordenado de sus doctrinas. La mayoría de ellos, por lo demás, sufrían fuertes contradicciones internas: eran marxistas, frecuentemente como el propio De Séde, trotskystas… pero se sentían atraídos y fascisnados por el mundo de lo inaprensible.

No es, pues raro, que con los antecedentes políticos y culturales de De Séde, en un momento dado de su vida estuviera predispuesto para asumir “alguna forma” de esoterismo, de manera distante, pero ejerciendo el papel de divulgador. Cuando conoció a Pierre Plantard, lo debió considerar su “introductor” en la materia.

Es difícil establecer si durante casi veinte años, la colaboración entre De Séde y Pierre Plantard fue sincera o si ambos eran conscientes de que estaban llamados a complementarse: De Séde precisaba informaciones exclusivas, planteamientos únicos que pudiera popularizar entre un público poco exigente. Plantard, por el contrario, necesitaba que sus doctrinas excéntricas sobre los merovingios (que había recibido desde su juventud cuando era el brazo derecho del “conde” George Monti, el cual, a su vez, había sido secretario de Josephin Peladan, como veremos más adelante) circularan y llegaran a un público cada vez más amplio.

Desde principios de los años 50, Plantard había recorrido le Langedoc fijando su atención en la pequeña localidad de Rennes-le-Château cuyo “misterio” conocía a través del “conde” Monti. Cultivaba este tema de manera obsesiva, elaborando desde esa época documentos falsos que no utilizaría ni saldrían a la superficie sino hasta al cabo de 15 y 25 años. Y no solamente sobre Rennes-le-Château sino también sobre Stenay, capital de la Austrasia merovingia.

Da la sensación que Plantard vio en De Séde a un periodista de éxito, miembro de la nobleza que tanto le atraía, por lo demás, y lo suficientemente desinformado en materia de esoterismo como para que pudiera servir de vehículo a sus doctrinas estrafalarias. Por que las doctrinas difundidas en los libros de De Séde llevaban el copyright de Plantard… incluso en sentido contractual.

En efecto, la relación se rompió a partir de desconfianzas y resquemores que surgen siempre inevitablemente en mentalidades obsesivas como la de Plantard cuando tienen que colaborar con periodistas dotados de cierto oportunismo como De Séde. Sabemos lo que ocurrió gracias a Plantard. De Séde en cambio cayó y solamente realizó un último ajuste de cuentas con Plantard en su obra Rennes-le-Château - Le dossier, les impostures, les phantasmes, les hypothèses, Éd. Robert Laffont, 1988 que, aquí en España, curiosamente fue publicada solamente con el título El misterio de Rennes-le-Château y subtitulado… “cátaros, templarios y masones”.

Veamos lo que contó Plantard en 1979:"El 17 de julio de 1965, el manuscrito de El oro de Rennes estaba terminado, siguiendo mi acuerdo previo con las Ediciones Juillard e informé de ello al Sr. Pierre Savet, Director de la Editorial. La Srta. Janine Musy me contestó. Nuestro encuentro tuvo lugar el lunes 26 de julio de 1965 y, después de la lectura, se decidió la publicación”... Es sorprendente que Plantard esté hablando de El Oro de Rennes como algo propio y que sea capaz de dar como referencias a dos directivos de la editorial… lo que contribuye a reforzar su posición.

Añade, más adelante: “No deseando ver figurar mi nombre como autor de esta obra, contacté con Gérard de Séde en diciembre de 1965. Éste ignoraba totalmente la existencia de Rennes-le-Château, pero había sido co-autor conmigo del libro Templarios entre nosotros”… La sorpresa se convierte ahora en estupor: no solamente Plantard era el autor del libro sobre Rennes, sino que el primer libro de parahistoria de De Séde fue, en realidad, el resultado de una colaboración entre ambos.

Desde el punto de vista de Plantard, veía así la relación: “yo tenía con él la amistad sincera del maestro a su mejor oficial”.

¿Es creíble esta historia? Sín duda: es Plantard el que viaja durante años a Rennes-le-Château preguntando detalles sobre Berenguer Sauniére y sobre todo el episodio que protagonizó… ¿para qué había de hacerlo si no era para escribir sobre el tema algún día? ¿Por qué Plantard no escribió y firmó el libro en solitario? ¿Por qué recurrió a De Séde? Es fácil interpretarlo: De Séde era conocido como periodista, además había participado en la resistencia (con todo lo que en la Francia de la época implicaba ser resistente, equivaliendo casi a ser intocable), mientras que Plantard se había “pringado” en la “colaboración” tal como demuestra el contenido de la revista que reprodujeron los autores de El Enigma Sagrado, publicada por Plantard durante la ocupación: Vaincre!, además De Séde buscaba gloria periodística y a Plantard lo que le interesaba es aparecer como el elegido y promover el reclutamiento de su organización ocultista, el Priorato de Sión, una mera construcción personal con la que terminaría reivindicando la corona de Francia en tanto que último descendiente de los merovingios.

Además, De Séde tenía una motivación psicológica: las extrañas teorías de Plantard le permitían reformular toda la historia de Francia y romper con lo que le habían inculcado desde niño sus padres monárquicos: la monarquía Capeta, los Borbones, los Bonaparte, incluso los naundorfistas que todavía existen y se reúnen en París, todos, absolutamente todos, eran usurpadores...

Había también en todo esto algo de elitismo propio a su casta de origen: pero era un elitismo reconducido hacia una visión estrafalaria de la historia de Francia. Parece decirnos: “sólo yo he publicado la verdadera historia de La Fronda, de la supervivencia de los merovingios, la legitimidad de la Casa de Lorena, sólo yo, y no vosotros, monárquicos engañados, he redefinido sobre bases nuevas el concepto de legitimidad en el que se apoya la institución monárquica. No solamente Luis XIV fue un ilegítimo de Ana de Austria y, por tanto, a partir de él, la sangre azul ya está ausente de las distintas ramas borbónicas, sino que, vosotros nobles católicos, teníais a un rey legítimo descendiente de un linaje cuya especificidad radicaba en los genes y no lo habíais advertido”. Era la forma en la que Gérard de Séde “mataba al padre” y superaba sus pulsiones edípicas.

Pero aún hay más. Para quien dude de la exactitud de las palabras de Plantard, éste añade una última y definitiva prueba para validar su tesis de que el libro sobre Rennes era obra suya y el de los templarios una obra en cooperación con el escritor. En efecto, el 31 de enero de 1966, en escritura pública registrada con el nº H27276, Gérard de Séde aceptaba colocar su nombre como autor a cambio de una cesión del 35% de los derechos de autor de Plantard a De Séde. Así pues, hay poco que decir al respecto sobre la autoría del libro El oro de Rennes.

Pero se produjo una fricción. Gérard de Séde realizó la corrección del manuscrito y, al decir de Plantard, introdujo algunas modificaciones a iniciativa propia. Plantard le acusa incuso de falsificar algunas fotografías que él había realizado. Hay una, particularmente clamorosa. Se trata de un relieve de la Iglesia de Couiza. Un soldado caído muestra con el dedo índice señalando una piedra. La foto publicada en El Oro de Rennes se nota extremadamente retocada y los perfiles están marcados a plumilla. Sin embargo, cuando nosotros mismos nos desplazamos a Couiza para contemplar con nuestros propios ojos el relieve, nos sorprendió el buen estado de conservación de la obra, la luminosidad interior de la Iglesia que permitía realizar un foto excepcionalmente nítida… y el que el famoso dedo índice estaba replegado y no extendido: alguien habilidoso –inútil recordar que una de las tareas de De Séde para la resistencia durante la guerra consistió en falsificar documentos- había convertido un dedo doblado en un dedo extendido que señalaba una piedra misteriosa…

Plantard cuenta: “A la recepción de los volúmenes enviados por Ediciones JULLIARD el 10 de noviembre de 1967, fue grande mi estupefacción al leer en las páginas 132 a 137 [137 a 144 en la edición española de la colección Otros Mundos de Plaza & Janés) un comentario en el que se trata del Sr. Debant y del Coronel Arnaud y adornado con la reproducción de los "falsos pergaminos" así como el trucado de alguna de mis fotos. La investigación revela que Gérard de Séde se había aprovechado de su trabajo de corrector de pruebas para introducir en la obra elementos salidos de su pura fantasía”. Hace falta hacer algunas precisiones.

Todo el embrollo de Rennes-le-Château se origina a partir de una reforma en la iglesia del pueblo realizada por el párroco Berenguer Sauniére. Se encuentra un tubo de madera cubierto de musgo seco que contiene unos pergaminos. Están presentes el cura, el monaguillo y varios albañiles. Setenta años después, unos supervivientes afirmarán que los pergaminos se encontraron en el altar y otros en un balaustre hueco. Sea como fuere nadie, absolutamente nadie ha tenido acceso a esos pergaminos que sin duda fueron vendidos por Sauniére en su famoso viaje a París, como después de hallarlos.

Sin embargo, en la obra firmada por De Séde aparecen dos documentos que se presentan como los “encontrados por el cura”. Plantard no dice toda la verdad, porque posteriormente pudo confirmarse que el autor de estos documentos cifrados era su amigo el Marqués Philipe de Cherisey. De Séde, seguramente, tuvo conocimiento de ellos en el curso de su relación con Plantard y pensó que eran un plato muy fuerte que necesariamente debía arrojarse al público. De hecho, la obra tenía como leit.motiv unos documentos ocultos hallados por el cura… si en la obra no aparecían estos documentos, el conjunto del trabajo parecía flaquear.

Por otra parte, en uno de estos documentos aparece la notación PS… que luego se ha sabido correspondería a las siglas del Priorato de Sión. Sin embargo, en la fecha en la que aparece el libro nadie ha hablado todavía de esta organización. Pero la organización existe. Ha sido legalizada el 20 de junio de 1966 y sus estatutos depositados en la Prefectura de Niza. Era el “grupo esotérico” de Plantard. Lo más probable es que Cherisey mostrara a De Séde los documentos, éste los llevó al Servicio de Cifra del Ejército que lograron dar con su contenido (irrelevante). De cara al interior del círculo cultural llamado “Priorato de Sión”, Plantard fingió sorpresa, como si hubiera salido a la superficie sin su autorización una documentación extremadamente importante.

Sin embargo, todas estas peripecias y embrollos demuestran:

1) Que el dossier sobre Rennes-le-Château fue recopilado en lo esencial por Plantard.

2) Que, seguramente, Chérisey cedió a De Séde los dos pergaminos como cebo.

3) Que De Séde picó y publicó los pergaminos añadiendo elementos de su cosecha.

4) Que De Séde en 1967 todavía no había oído hablar del Priorato de Sión.

5) Que Plantard utilizaba para sus propios manejos y para promocionar su grupo ocultista las informaciones firmadas por Gerard de Séde en tanto que periodista de reconocido prestigio y ex resistente.

6) Que en su carta Plantard no decía toda la verdad, especialmente sobre los pergaminos elaborados por Chérisey.

7) Que esta colaboración se inició en la obra sobre los templarios

8) Que en esta obra tanto Plantard como De Séde empezaron a mentir sobre su relación.

5. El Oro de Rennes como fase de lanzamiento

Cabe preguntarse ¿qué sentido tenía para Plantard lanzar una obra sobre el misterio que tuvo lugar a principios del siglo XX en un pequeño pueblo pirenaico? La pregunta es todavía más pertinente si se tiene en cuenta que en dicha obra tan solo se alude a los episodios y vicisitudes que rodearon la peripecia del cura Berenguer Sauniére. Apenas se alude a los merovingios salvo de manera ocasional y nada se dice sobre los templarios. Todo el libro parece contenido al estudio de la figura del sacerdote y a lanzar la cuestión sobre los ilimitados recursos con los que contó. A fin de cuentas, era una curiosidad local.

Plantard no tenía en ese momento como objetivo el lanzar simplemente una obra que tendría cierto éxito y obtener un 65% del total de los derechos de autor, sino lanzar un tema: el de un cura misterioso que parecía contar con un tesoro. Era un simple peldaño en lo que había constituido su obsesión durante toda su vida: presentarse como el último heredero de los merovingios, descendiente incluso de la Casa de David.

La enormidad del planteamiento es tal que parece difícil que De Séde cooperara conscientemente con este planteamiento. El hecho de que durante la publicación de El Oro de Rennes filtrara los dos pergaminos pero no el contenido de otros documentos que Pierre Plantard ya había elaborado (en concreto los Dossiers Secretos firmados por “Henri Lobineau”) indica que los desconocía. Sin embargo, su obra siguiente sobre este tema, La Raza Fabulosa, está construida casi en su totalidad sobre estos escritos. Lo cual indica que en 1973, Plantard ya le había indicado su existencia o al menos orientado para que él mismo los “encontrara” en la Biblioteca Nacional, poco importa.

Cuando aparece un misterio, el público pide conocer toda la verdad. El cálculo de Plantard era que si mediante El Oro de Rennes podía suscitar el interés del público, luego, en sucesivas fases, el público cada vez más interesado, podría ir asumiendo, por fases, un planteamiento que era extremadamente complejo. Por otra parte, el propio Plantard fue variando su posición a medida que pasaba el tiempo. Así se explica el que algunos de los elementos que tocó inicialmente en El Oro de Rennes (la fijación en la fecha 17 de enero) posteriormente no volvieran a reaparecer en la trama, como si los hubiera descartado.

Ahora bien, la pregunta clave es: ¿cómo llegó a tener conocimiento Pierre Plantard de un episodio que se había desarrollado a principios del siglo XX en un remoto pueblo pirenaico? En la introducción ya hemos contestado a esto, pero ahora vamos a insistir un poco más. La respuesta nos la facilita el propio De Séde en su última obra sobre el misterio de Rennes aparecida en 1988 en Francia y dos años después en España.

Algunas de las pistas ofrecidas por Rennes en su primera obra sobre Rennes indicaban que la clave del asunto pasaba en buena medida por la secta formada por Josephin Peladan a finales del siglo XIX, llamada el Salón de la Rosa Cruz o también la Rosa+Cruz Católica. Peladan era el típico decadentista francés de la belle epôque, extremadamente prolífico, había sido iniciado en los misterios de la Rosa Cruz por su hermano, Adrién Peladan, el cuál había recibido la filiación del grupo rosacruciano de Toulouse fundado por el conde Laplace a principios del siglo XIX.

La “orden iniciática” de Josephin Peladan gozó de cierta popularidad en su época dada la relevancia de muchas personalidades que participaron de ella, entre otros, nuestro compatriota, el pintor y escritor Santiago Rusiñol. Otros como los músicos Eric Satié y Claude Debussy participaron en sus actividades… y la candante Emma Calvé que Plantar y De Séde situaron en Rennes-le-Château.

En esos años, el secretario de Josephin Peladan era un hombre misterioso y conspirador y vidrioso, Georges Monti. Cuando Pleadan falleció, Monti se constituyó en certo sentido como su heredero, siguió manteniendo los mismos contactos que su mentor, Peladan. Uno de los amigos de Monti era, extrañamente, un oblato, Emile Hoffet, obsesionado con las conspiraciones masónicos y los trabajos de "inteligencia” al servicio del Vaticano. Es posible que formara parte de la red clandestina creada en esos años por la Iglesia, el Abetal, construido a modo de francmasonería católica (en la que, se ha dicho, se habría inspirado monseñor Escribá de Balaguer para crear su Opus Dei).

Monti y Hoffet, amantes de las conspiraciones, conspirador el primero y descubridor impnitente de conspiraciones el segundo, se apreciaron, consideraron que ambos podían ayudarse prestándose libros, realizándose confidencias y manteniendo contactos relativamente frecuentes. Se habían conocido en el hotel Tours-la-Reine de París en donde Emma Calvé se albergaba y recibía a sus amigos y conocidos. Hoffet había conocido al padre Sauniere en su primer viaje a Paris, cuando llevó al seminario de Saint Sulpice los documentos originales que había encontrado en el curso de la reforma de su Iglesia. Se trata de un círculo de interesados por el ocultismo en el que se filtra (o in-filtra) Emile Hoffet a cuenta, sin duda, del Vaticano.

En 1966, un año antes de la aparición de El Oro de Rennes, en un golpe de suerte, de Séde adquiere una parte de los archivos personales de Hoffet. Él mismo lo explica en su última obra sobre el misterio de Rennes. Lo que no explica es en qué circunstancias realiza la compra. Estos archivos parecen interesantes y De Séde los citará en la última obra que escribió en 1988 sobre el asunto… pero sigue eludiendo explicar las circunstancias en las que adquirió los documentos, y sobre el contenido de los mismos. Tan sólo cita los datos biográficos relativos a George Monti. Pero hay algo más raro aún.

Si De Sede había comprado los archivos en 1966 y la obra escrita por Plantard y firmada por De Séde, se publica al año siguiente, apareciendo el nombre de Hoffet en la página 35 de la edición española, ¿por qué no menciona la existencia y el contenido de esos archivos ya desde entonces? Máxime cuando había realizado añadidos de su propia cosecha al manuscrito de Plantard.

En la primera obra se menciona que el padre Sauniere conoció a Hoffet a través del padre Bieil, director de Sant-Sulpice, del que se dice que “examinó cuidadosamente los cuatro jeroglíficos y rogó al visitante se los confiase por ocho días”. Bieil le presenta al editor de libros religiosos Ané, quien, a su vez, le presenta a Emile Hoffet “de apenas 20 años que se interesa por la paleografía y la criptografía junto al sabio sacerdote padre Baguès” y añade: “Se halla sólo en los comienzos de una larga carrera de investigador que habrá de llevarle varias veces al Vaticano y le hará consagrar sus trabajos al ocultismo y a las sociedades secretas”. Nada más… ni una mención a los archivos adquiridos un año antes. Esa es toda la mención que realiza la obra a Emile Hoffet.

Alguien sigue mintiendo en toda esta historia. ¿Para quién trabajaba Hoffet? Se podría pensar que es Hoffet quien le presenta a Emma Calvé y a su amante, el ocultista Jules Bois y que es a través de Hoffet como entra en contacto con Monti y, de ahí con el círculo de la Rosa Cruz Católica de Josephin Peladan. Sobre este terreno no puede afirmarse ni negarse nada rotundamente. Peso, en esta cuestión reside la clave: saber exactamente cómo llegó Sauniére a vincularse al círculo rosacruciano de Peladán…

¿Y por qué es importante establecer este hecho? Por que se puede establecer una filiación que lleva:

- de Berenguer Sauniére y su “tesoro” a Emile Hoffet

- de Emile Hoffet al círculo rosacruciano de Josephin Peladan

- de Josephin Peladan a su secretario, Georges Monti

- de Georges Monti al Grupo Esotérico de Estudios Occidentales que él mismo creó

- del Grupo Esotérico de Estudios Occidentales a Pierre Plantard que es su secretario

Así pues, Plantard tuvo conocimiento de la existencia del cura de Rennes y de todo el misterio de su tesoro gracias a Georges Monti. Éste, tras hacer olvidar su papel extremadamente secundario en la colaboración y en grupos esotérico-políticos de la época como el círculo creado en torno a la revista Vaincre!, en los años 50 empieza a urdir lo esencial de la trama que todavía tardará diez años en eclosionar a través de Gérard de Séde. Tal es la filiación

6. La Raza Fabulosa como nueva pieza del puzzle.

La Raza Fabulosa aparece en 1973. Evidentemente, sus relaciones con Plantard eran todavía buenas pues, no en vano, toda la documentación, prácticamente sin excepción se la ha proporcionado Plantard. Se trata de uno de los libros más reprochables de Gérard de Séde. Inventa un personaje, “el marqués de B.” de quien dice es su amigo, un “historiador y savio”… que cree en los extraterrestres y que afirma con una seriedad pasmosa que los primeros reyes de Francia ¡eran extraterrestres! Y De Séde lo reproduce indicando sólo su “sorpresa”, pero sin añadir un ápice.

El personaje no es “completamente” Plantard sino una mezcla de Plantard y el propio De Séde en el que ambos aportan su contribución para forjar un personaje que, por lo demás, tiene unos contornos muy mal dibujados. Como en las novelas de capa y espada “el marqués de B.” termina muriendo sin que se sepa exactamente quien le ha disparado en el curso de una cacería. El “trabajo de investigación” cada vez se parece más un relato novelado.

¿Cuál es la “raza fabulosa”? La estirpe de los merovingios. ¿Por qué es “fabulosa”? Por que tiene genes extraterrestres… ¿A qué viene toda esta historia absurda de los extraterrestres que no volverán a aparecer nunca mas en la mitología de Rennes-le-Château? Se trata de un signo de los tiempos. La publicación de El Retorno de los Brujos había excitado a los amantes de lo misterioso. En esa época, Louis Pauwels y Jacques Bergier publicaban la revista Planete y, desde esa atalaya habían dado un impulso a todo lo anómalo, incluida la ufología que entonces empezaba a llamarse así. Un amplio sector de la población creía en la existencia de extraterrestres y si de lo que se trataba era de llamar la atención qué menos que recurrir a los extraterrestres. ¿Imaginan el impacto que causaría en España una obra destinada a demostrar que nuestros borbones vienen de allende galaxias?

De Séde introduce elementos de su propia cosecha. Como fruto de su estancia en Yugoslavia, De Séde debió conocer en la prensa local artículos sobre la temática paranormal que siempre interesó en los Países del Este como sustitutivo de la religión mientras se mantuvo el comunismo. Es por eso que entre las ilustraciones figura el fresco de Detchani, un monasterio medieval cercano a la frontera albanesa que “el marqués de B.” dice “haber visitado” en el curso de sus viajes a lo largo y ancho del mundo. Ahora sabemos que, fue el propio De Séde quien permaneció una larga temporada en la Yugoslavia titoista cuando él era uno de los “trotskystas titoistas” franceses…

Es posible que la creación del personaje del “marqués de B.” fuera un tributo subconsciente a su infancia y a su origen noble y, en este sentido es significativo que, también “matara al padre”, haciéndolo asesinar en las tres últimas páginas de su obra y explicando que el hijo del marqués, poco interesado por los trabajos de su padre, se fue a Katmandú para no volver. Por otra parte, si en De Séde, su origen familiar pesaba mucho y en su complicada ecuación interior, su militancia trotskista, el evidente rechazo a la figura del padre ausente (en viajes permanentes) y el autoritarismo de su madre, en Pierre Plantard la situación es, como mínimo tan grave: hijo de una modesta familia, en la profesión del padre que aparece en varios documentos oficiales puede leerse “valet de chambre”, esto es criado o mayordomo. Plantard explicó que al tratarse de una familia “noble” (los Plantard… de Saint Claire), habían falsificado documentos durante la ocupación alemana que, según Plantard, “perseguía a los nobles”… Porque, si De Séde era de origen noble, Plantard tenía delirios de grandeza y durante toda su vida se comportó como si fuera de una familia noble. Es posible, incluso, que su amistad con Gérard de Séde y el que lo eligiera a él, en lugar de cualquier otro periodista y escritor de fama en la época, se debió a que deseaba estar próximo a los nobles. A no olvidar que el otro amigo con el que elaboró los “falsos pergaminos” y los que luego se llamarán Dossiers Secrets (a los que nos referiremos más adelante), era también noble, el marqués Philipe de Cherisey. A mayor abundamiento, tras la disolución del Grupo Esotérico de Estudios Occidentales, los supervivientes crean la Orden Alfa-Gálatas en la que ya milita Pierre Plantard. El dirigente del grupo, de quien recibe la jefatura de esta orden iniciática es Maurice Moncharville que se hace llamar “Conde de Moncharville”, un hombre notable, profesor de Derecho y antiguo encargado de la misión francesa en el Tíbet. Plantard pasa a dirigir la Orden Alfa-Gálatas con el nombre de “Pierre de France”…

A parte de estas particularidades y del interés en figurar junto a la nobleza sino de presentarse como noble, Plantard ofrece las pistas esenciales con las que De Séde compondrá La Raza Fabulosa. Estas pistas están contenidas en una obra dactilografiada que De Séde dice encontrar en la Biblioteca Nacional con la signatura 4º 1m1249. Lincoln, Baignet y Leight en El Enigma Sagrado describen este documento: explican que se trata de una carpeta de tapas duras que contiene recortes de prensa, cartas pegadas en láminas de refuerzo, opúsculos, numerosos árboles genealógicos y alguna que otra página impresa que, al parecer, había sido extraída de alguna obra… Todo este material se atribuye a un tal Henri Lobineau.

Cuando se publica El Enigma Sagrado es la primera vez que el nombre de Lobineau aparece como tal, sin embargo, Gérard de Séde había utilizado el material contenido en estos dossiers que cita expresamente en La Raza Fabulosa: sólo que lo hace con otro nombre “Henry Lebineau”. La pequeña diferencia entre “Lebineau” y “Lobineau” no es banal, será el inicio de un juego de las confusiones que tiende a alejar cada vez más el conocimiento del verdadero autor de estos documentos.

Los Dossiers Secrets de Henri Lobineau fueron depositados en 1965 en la Biblioteca Nacional (con fecha de edición 1954), es decir, dos años antes de la publicación de El Oro de Rennes. De Séde afirmará que conocía los documentos en el momento en que se editó el libro, sin embargo, de ellos no habla en el libro y elude lo esencial de la temática que contienen, acaso porque no es De Séde quien tiene el control sobre lo esencial de la obra, sino Plantard.

En estos documentos se encuentra todo lo relativo al origen de los merovingios. Uno de los documentos contenidos es la Genealogía de los Reyes Merovingios que utilizarán todos los autores que han trabajado el tema, a partir de La Raza Fabulosa. Tales genealogías aparecen como elaboradas por Lobineau en Ginebra en 1956. Pero todo esto es, indudablemente, una falsificación, empezando por la firma del autor.

El autor ni es Lobineau ni Lebineau, pues en los propios Dossiers Secrets existe una hoja dactilografiada que se dice extraída de la revista Semaine Catholique Genevoise del 22 de octubre de 1966 en la que se afirma que el verdadero autor, Leo Schidlof utilizaba el seudónimo Lobineau y acababa de morir. El artículo estaba firmado por un tal “Lionel Burrus”… Pero ni el semanario suizo existió jamás, y Burrus había fallecido un mes antes de la presunta fecha de publicación del artículo. Así pues, se trataba de una nueva mistificación. Schidlof, existió, pero se trató de un anticuario desinteresado por completo por los merovingios y por las genealogías… que ya había muerto en 1965. Más adelante se atribuirá la paternidad de los Dossiers Secrets al conde de Lenoncourt residente en París… en la calle Lobineau y que tampoco podía decir gran cosa al haber fallecido hacía tiempo. En el ambiente de la delincuencia siempre se dice que “el muerto se come el marrón”. En este caso, muertos no faltaban.

Pues bien, utilizando ese material de paternidad desconocida, De Séde en La Raza Fabulosa presenta la tesis que ya nos sumerge en la temática merovingia. Esta temática tiene cuatro vertientes:

- la génesis del pueblo franco que estaría formado originariamente por judíos de la tribu de Benjamín que se habrían desplazado de Palestina a la Arcadia, de allí a Sicilia, luego a los Alpes y finalmente a Austrasia.

- la génesis de la dinastía merovincia definida como “reges crítini”, esto es “reyes melenudos”.

- la supervivencia de la dinastía merovingia tras la muerte de Dabogerto II asesinado cerca de Stenay, cuyo hijo Sigeberto IV logró sobrevivir y perpetuar su linaje y

- el estudio rápido de distintos episodios de la historia de Francia que confirmarían esta supervivencia y pasarían revista a las distintas conspiraciones urdidas para hacer retornar el poder a esta dinastía.

El libro, a pesar de la enormidad que contenía –el origen extraterrestre de la primera monarquía franca- pasó sin pena ni gloria, fue impreso en una alta tirada pero distó mucho de ser un best-seller. Sin embargo se había dado un notable salto de cualidad al tema: si en El Oro de Rennes los merovingios solamente eran mencionados en unas pocas ocasiones (la iglesia de Rennes estaba datada en aquella época), ahora el tema adquiría un carácter central. Por lo demás, en La Raza Fabulosa no se mencionaba en absoluto al pequeño pueblo de Rennes-le-Château.

7. De La Raza Fabulosa a El enigma sagrado

Habrá que esperar a la publicación de El Enigma Sagrado para que la mitología de Rennes le Château aparezca en su totalidad. En efecto, Henry Lincoln, un productor de la BBC, casualmente había viajado por el Languedoc francés y adquirió el libro de Gérard de Séde sobre Rennes en 1969. Quedó fascinado por el tema y al año siguiente presentó a la BBC un proyecto de documental sobre el asunto. En las navidades de 1970, Lincoln se entrevistó en París con De Séde y éste se mostró críptico. Como se sabe, De Séde había enviado copia de los “falsos pergaminos” (que entonces todos daban como auténticos…) al Servicio de Cifra del Ejército, pero no publicó el “mensaje oculto” que supuestamente contenían. Cuando Lincoln le preguntó por esto, De Séde se mostró críptico: “Pensamos que podría interesar a alguien como usted, impulsarle a averiguarlo por sí mismo”.

En 1971 Lincoln inició el rodaje de un corto sobre el asunto. De Séde, ahora sí, le envió el texto del documento descifrado. Lincoln sospechó y se puso en contacto con los expertos en cifrado del espionaje británico. A partir de ese momento, Lincoln empieza a trabajar sobre un tema del que hasta ese momento De Séde no había dicho nada: el Priorato de Sión que sale a la superficie en el documentar The Lost Treasure of Jerusalem?, emitido por la BBC en 1972. Lincoln vio que el tema daba de sí y dos años después atacó con un nuevo documental Chronicle: The Priest, the Painter and he Devil.

En 1975, Lincoln sigue dándole vueltas al asunto y cree que todavía puede sacársele más partido. Entonces conoce a Richard Leigh, novelista y autor de novelas cortas. Hablan del tema y se ponen de acuerdo en “investigar” un poco más. Luego incorporarán a Michael Baignet. En 1979, el trabajo de este trío dio sus primeros frutos en el documental The Shadow of the Templars emitido por la BBC y en España unos años después en el programa de la tarde del sábado de Jiménez del Oso, a principios de los años 80.

Sin embargo, los documentales se los lleva el viento y solamente los libros permanecen. Así pues, con todo el material recopilado, elaboraron un primer libro, El Enigma Sagrado. Su acogida fue impresionante pero no logró superar los altos muros de los aficionados al esoterismo. En España, editado por Martínez Roca SA, la obra alcanzó varias ediciones pero su fama no superó a los apasionados por lo oculto y será sólo en 2003, cuando el libro de Dan Brown, El Código Da Vinci, inicie su fulgurante ascenso que la obra tendrá un segundo reverdecer. Por supuesto, Lincoln, Baignet y Leigh, publicaron varias secuelas de la obra: El Legado Mesiánico en 1986 y, Lincoln por su cuenta Le Temple Retrouvé en 1991, secuelas algo forzadas que demostraban que Lincoln, veinte años después de sus primeros contactos con la mitología de Rennes seguía “atrapado”.

El Legado tiene tres partes que, en el fondo, no son más que desarrollos de las obras de De Séde. En la primera, por ejemplo, titulada El Misterio, remite básicamente a la obra El oro de Rennes para pasar luego a tratar el tema templario tal como De Séde lo tocó en Templarios entre nosotros. También se habla de los cátaros que De Séde trató en un libro específico cuyo contenido lo sitúa fuera de la temática de Rennes: El tesoro cátaro. La segunda parte prosigue con esta misma referencia y se reproduce el capítulo sobre la Tala del Olmo de Gisors. En esa misma parte, los autores tratan el Priorato de Sión, del que habían sido los primeros en revelar su existencia en los documentales de los años 70 y se extienden en describir las vicisitudes seudo-históricas del linaje merovingio y del priorato, nacido para protegerle y salvaguardar sus intereses. Parte de este material ya había sido revelado por De Séde en La Raza Fabulosa. La última parte realizan una excursión por la leyenda del Grial que termina introduce un elemento nuevo que no había aparecido hasta ese momento: la sangre merovingia se identifica con la “sangre sagrada”, esto es, con la temática del Grial… pero también con la descendencia de Jesús. A partir de este momento y por una pirueta sorprendente, del cura de Rennes, Berenguer Sauniere, hemos pasado a la supuesta descendencia de Jesús. Esta interpolación se les debe fundamentalmente a los tres autores: autodidactas, ajenos por completo a cualquier escuela esotérica, picoteando de aquí y de allí como todo autodidacta, sin orientación clara y queriendo encontrar datos objetivos que demuestren sus intuiciones y sus apriorismo, de los que Pierre Plantard era en buena medida inductor, terminan afirmando, no sólo que los merovingios eran de origen judío, sino que Jesucristo tuvo descendencia y esta se perpetuó en la primera dinastía francesa. Así pues, Plantard que solamente había aspirado a reivindicar su sangre como merovingia y ser el Gran Maestre del Priorato de Sión, protector de la sangre real merovingia, por otra y gracia de tres indocumentados en materia de esoterismo, a la búsqueda de un best-seller, se va catapultado a la doble condición de: heredero de la casa de Clovis y legítimo aspirante al trono de Francia, de un lado, y de otro, ¡emparentado con Jesucristo y la Magdalena de los que sería último descendiente! Algunos, yendo a por lana, terminan trasquilados.

La obra es una novela de capa y espada realizada bajo el aspecto de un ensayo de investigación histórica. En la secuela El Legado Mesiánico se percibe claramente que, o bien los autores son unos ingenuos irredentos o bien están arrastrando el tema hasta más allá del sentido común. Si se hubieran tomado la molestia –o hubieran tenido la cultura suficiente- para investigar lo que fue la revista Vaincre!, publicada por Plantard durante la guerra plagada de elogios al mariscal Petain o preguntado en la prefectura de policía qué dossier había sobre Plantard, no hubieran cometido las irresponsabilidades de presentarlo como un “líder político” en la sombra y como un “hombre que sabía y podía”, cuando apenas era un pobre diablo megalómano y obsesionado por alcanzar un rango de nobleza.  Pero esta secuela es importante por que desplaza todo el tema de Rennes, del Priorato de Sión, de los Templarios y demás, al estudio de si Jesucristo tuvo o no descendencia y a pintar un cuadro divulgativo de las distintas corrientes espirituales en la Palestina del siglo I. En cuanto a la segunda parte es completamente irrelevante y está justificada solamente por el interés en mantener el tema del Priorato de Sión y de su Gran Maestre presente, doscientas páginas de divagaciones en las que Plantard en ocasiones aparece como un mitómano y en otras como un líder político-religioso.

A partir de este momento está abierto el camino que llevará al Código Da Vinci. Lo que había empezado como una historia heterodoxa de los templarios se había transformado en un folletín de capa y espada cada vez más distanciado de la ciencia histórica.

8. El mito novelado: J.J.-Benítez, Perling, Eco… Dan Brown

Así pues ¿existió el Priorato de Sión? No menos que Sigiberto IV el vástago merovingio superviviente. No, seamos claros: no hay absolutamente ni una sola prueba, en ningún momento de la historia que confirme la existencia del Priorato de Sión, ni la supervivencia de los merovingios. Alguien, Pierre Plantard creó una mitología a partir de nada. Sin embargo, millones de personas en todo el mundo, creen que el Priorato de Sión es una temible organización y que los merovingios un día instaurarán al Gran Monarca que reinará sobre el mundo.

Si se ha podido establecer este mito es precisamente por la ignorancia de la historia, por el fracaso de los sistemas educativos occidentales que han bajado el listón de la cultura a mínimos alarmantes y que han hurtado el espíritu crítico de las poblaciones. El que un periodista de extrema-izquierda con una psicología muy particular y que un “gran maestre” de pacotilla con unos complejos psicológicos más acusados, hayan lanado toda una mitología, no es algo raro. Tenían sus buenos motivos: solución de conflictos interiores de su personalidad, búsqueda de best-sellers, etc. Poco importa, no es algo nuevo. Lo sorprendente es que toda esta seudohistoria ha entrado por derecho propio en la cultura de masas y se ha convertido en un mito de la modernidad a pesar de su arcaísmo.

Hasta la aparición de El Enigma Sagrado, todo esto había obtenido una fama moderada. A partir de El Enigma Sagrado se producen dos fenómenos:

- por una parte el “enigma” se convierte en cada vez más escandaloso: ya no se trata solamente de un tesoro encontrado por un cura, ni siquiera de una dinastía que haya logrado sobrevivir… se trata de que Jesucristo tuvo descendencia y que Pierre Plantard tenía derecho a sentarse a la diestra de Dios Padre. Es evidente que, a partir de este planteamiento, quedaba oca racionalidad que defender. Por tanto, a partir de ese momento, toda la saga se vuelve más abrakadabrante: unos autores repiten las gratuidades históricas que otros han escrito y las aumenta, o de lo contrario, no tendrían lugar en el mercado editorial; otros construyen, pura y simplemente, locuras literarias. Es el caso de David Wood y de su obra –afortunadamente no traducida al castellano- Gínisis (Gínisis, no Génesis). Aquí ya nadie se ha tomado la molestia de falsificar documentos, ni de escarbar en la casuística histórica para aislar misterios reales o supuestos, simplemente se especula sobre el vacío. El propio Henry Lincoln entra en este género con su Temple Retrouvé (tampoco traducido al castellano) y en donde repite lo ya dicho bajando el listón y añadiendo especulaciones geométricas para concluir que “el misterio de Rennes-le-Château es la comarca misma”.

- por otra parte, algunos autores entienden que el “enigma” ya no da más de sí y optan por cambiar de género. No es tampoco algo nuevo. De hecho, en los años 70 y 80, nuestro “investigador ufológico nacional”, J.J. Benítez ya nos había obsequiado con una saga olvidable, Caballo de Troya, compuesta por casi una docena de títulos que le valió. En su biografía se cuenta que a partir de 1979 abandonó su profesión de periodista, y “se dedicó a la investigación por completo”. El resultado sería una saga interminable y, a ratos, incluso zafia sobre Jesucristo y su época. En fin, algo bastante lamentable, buena parte de lo cual, para acabar de arreglarlo, parece que había sido plagiado de un “libro revelado” patrimonio de una secta norteamericana, la Fundación Urantia. A pesar de contar con el apoyo de Editorial Planeta y de presentar su obra como su fuera “ensayo de investigación”, la obra de Benítez fue calificada benévola y unánimemente de “falta de rigor”. El Caballo de Troya de Benítez precede a las especulaciones sobre el Antiguo Testamento que luego alcanzan su primer clímax con El Enigma Sagrado y su paroxismo con El Código Da Vinci. A partir de ese momento se inicia un género maltratado por escritores mediocres el primero de los cuales es Peeter Berling que escribe varios best-sellers sobre la saga del Grial demostrando que carecía completamente de conocimientos, incluso superficiales… sobre la saga del Grial. Con mucha más base y una evidente intención crítica, Umberto Eco había escrito, tras el éxito de El Nombre de la Rosa, una segunda novela, El péndulo de Foucault denunciaba el afán conspiranoico que había aparecido con El Enigma Sagrado.

Eco no es novelista profesional, así que si en El Nombre de la Rosa había creado un andamiaje artificial basado en las horas para estructurar su novela, en El Péndulo de Foucault utilizó los sefirots de la Cábala hebrea. También aquí los templarios ocupan un lugar preferente en la narración. Al final todo resulta ser un “jeu d’esprit” en el que tres editores que desprecian a los autores ocultistas, crean un misterio como forma de evitar su aburrimiento.

Pero Eco, había creado un fantasma novelístico que a partir de ahora caminaría solo: había inaugurado un tipo de novela histórica en la que el ocultismo era el leit-motiv. La calidad intelectual de Eco hacía que, aun no siendo novelista, sus productos mantuvieran una indudable calidad. No puede decirse lo mismo de los miles de novelas históricas –empezando por La Torre de la Catedral del premio Nobel de literatura William Golding- ofrecidas por editoriales cada vez más desaprensivas y dirigidas a un público poco exigente. Novelas escritas como churros y con la misma calidad de la patata. He hablado con algunos autores que se dedican a este género: solo una ínfima minoría tiene conocimientos históricos, pero, aun en ese caso, las necesidades narrativas privan sobre el rigor histórico.

Para los que recordamos la forma en que J.J. Benítez vendía sus siete partes de Caballo de Troya, cuando llegó Dan Brown asegurando que había “realizado una profunda investigación histórica”, no nos sorprendimos excesivamente. Sabíamos lo que iba a ocurrir: jaleado por los medios de comunicación, una obra literaria mediocre, sino rematadamente mala, con poca imaginación, conocimiento históricos obtenidos en libros ocultistas de mala o de malísima calidad, escritos por indocumentados autodidactas que ni siquiera tenían conocimientos en profundidad en materia de ocultismo, iba a gozar de gran popularidad entre un público poco exigente y sin capacidad crítica siempre dispuesto a comulgar con ruedas de molino siempre y cuando se acompañe la rueda con un poco de cat-chup… El cat-chup en este caso es la “garantía” de que el libro es el producto de “una profunda investigación histórica”.

Desde el punto de vista literario, el enorme mérito de Dan Brown es escribir un libro compuesto por capítulos extremadamente breves que no cansen al lector y que puedan leerse entre dos o tres paradas de metro. No hay más. El hecho de que uno de los protagonistas ostente el apellido Sauniére, como el cura de Rennes, ya indica la imaginación que ha empleado en la construcción de la novela.

Como en todo best-seller que se precie, al éxito literario siguió la secuela cinematográfica que apareció en un momento en el que el filme La Búsqueda -protagonizada por Nicolas Cage- ya aludía a templarios, conspiraciones, masones, sociedades secretas, etc.

La primera mitología de masas estaba servida. O quizás era la segunda. Sí, porque, antes había aparecido otra: los extraterrestres habían revalorizado a los cielos, gracias a los OVNIS, millones de personas volvieron a mirar con esperanza la llega de mensajeros del más allá que aportaran una regeneración escatológica del mundo. Pero luego, a fuerza de explotar el fenómeno, a partir de la “autopsia al extraterrestre de Roswell”, el fenómeno entró en regresión: en efecto, los mitos de la modernidad son necesariamente breves porque la memoria de la población es corta y su capaciad de fatiga muy alta. Mirar eternamente a los cielos en la modernidad era imposible, ni siquiera para esperar la llegada del redentor. El hombre moderno, nervioso e inquieto, apenas podía tener la atención fijada por un breve espacio de tiempo en algún fenómeno. Más pronto que tarde, por cualquier motivo –en el caso de los OVNIS, el fraude de Roswell y otros muchos más como éste- el hombre encuentra excusas para mirar a otro lado o manifiesta su hartazgo y desinterés por aquello que hasta el día anterior le había cautivado. Hoy, los movimientos de masas son breves en el tiempo pero intensos en impacto.

Con la mitología de Rennes-le-Château, de los templarios y los cátaros, del cura de los millones, del Rey Perdido y de la dinastía merovingia, del Gran Maestre dl Priorato de Sión y todo lo demás, ocurría exactamente lo mismo. Un libro se mantiene como best-seller un máximo de año o año y medio, acabado el cual, o bien aparece otro best-seller o se cambia de género literario. Pero durante el tiempo en el que uno de estos mitos consigue imponerse está en boca de todos, eclipsa a cualquier otro producto literaria y, sobre todo, a quienes sostienen que se trata de un producto de escasa calidad.

Lo que nació en 1962 ha durado 45 años en sufrir las transformaciones que le han llevado del género de la parahistoria (Templarios entre Nosotros) a prácticamente olvidarse. El destino de los mitos de la modernidad es este: brillar con el doble de intensidad para durar la mitad de tiempo… Contra mayor es el fogonazo, menor es su tiempo.

Y ¿a todo esto? ¿cómo es que el cura de Rennes era multimillonario? Es simple –todo a fin de cuentas es suficientemente simple- traficaba con misas y su superior jerárquico lo sancionó por ello. Así de simple, así de sencillo…

© Ernesto Milà – Infokrisis – Infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com

 

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