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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

La Catástrofe de la Enseñanza (IV de VII) Agesividad infantil

La Catástrofe de la Enseñanza (IV de VII) Agesividad infantil

Infokrisis.- Las cifras sobre agresividad infantil y juvenil en toda Europa son realmente estremecedoras. Se ha operado el temido contagio de la escuela europea por las pautas que han gobernado la escuela americana en los últimos veinte años. La moda de los "happy slappers", (el "tortazo feliz") que se impuso el año pasado entre nuestros escolares (grabar agresiones con el móvil) es solamente una muestra de lo que con una velocidad pasmosa se ha instalado en nuestras escuelas.

 


Agresividad infantil

Una encuesta realizada en 2000 sobre medio centenar de niños condenados en firme por asesinato en nuestro país daba unos datos aterradores:

– La escuela es el lugar preferido por los delincuentes menores para cometer sus crímenes. Allí tienen lugar el 36% de los delitos realizados por adolescentes. Luego viene la calle (30%), y los lugares abandonados (28%). Un 5% de los crímenes tuvieron lugar en el hogar.

– El 50% de los homicidios cometidos por niños se producen a los 14 y 15 años, causados por juegos peligrosos, muertes involuntarias y asesinatos con premeditación.

– Sólo el 4% de los asesinatos son producto de un brote psicótico. El 54% tienen una patología no detectada por padres ni escuela, el 42% eran chicos aparentemente sanos que vivían en un clima familiar tranquilo.

– El 54% mató por un impulso incontrolado y el 12% por crueldad, afán de notoriedad el 8%, inducción el 8%, vandalismo el 6%, celos 4% y xenofobia otro 4%.

– Las víctimas fueron amigos y compañeros (33%), profesores (17%), desconocidos (28%), sus madres (11%), padres (6%) y hermanos (5%).

– El 30% mató con armas de fuego, el 26% con arma blanca, el 22% por estrangulamiento, golpes el 18%, y en el 4% hubo agresión sexual.

Pero lo más sorprendente de este estudio es que la edad en la que empezaban a cometer los asesinatos había bajado de de 18 a 15 años en el período 1995–2000.

La moda del happy slappers

En junio de 2006, se supo que una nueva moda había llegado del mundo anglosajón. Por tres euros, un mendigo se bebe media litrona de su propia orina. Por otros tres, se deja quemar el pelo con un mechero. Por apenas un euro, otro indigente acepta mirar al objetivo de la cámara de un teléfono móvil. Le habrán dicho que es para que enseñe los dientes que le faltan, pero cuando está haciéndolo, otro niño le golpea en la nuca. Es el happy slappers, el “guantazo feliz” o el “tortazo divertido”. Hay que grabarlo en la cámara del móvil y al parecer les causa mucha risa a quientes lo practican.

Todo esto se difunde inmediatamente mediante la tecnología bluetooth y muchos adolescentes los conservan en la memoria de su móvil como en otro tiempo se conservaba la foto de los padres o de la novia en la cartera. En la actualidad, el 89’2% de la población dispone de teléfono móvil y de estos, el 50% son jóvenes. Son ellos los que utilizan aparatos más sofisticados y de última generación. Pueden hablar, grabar fotos, vídeos, música, e intercambiar los archivos mediante el bluetooh. Sin duda son ellos quienes más lo utilizan. De esta tecnología ha partido la moda estúpida del “tortazo divertido”.

En la actualidad ya han sido detenidos decenas de jóvenes que practicaban actos de violencia contra mendigos y otros compañeros. A principios de 2006, dos adolescentes barceloneses fueron detenidos tras haber quemado a una mendiga en un cajero automático y grabado la “broma”.

¿Qué es la agresividad infantil? ¿cómo reconocerla?

El año 2001, 23 jóvenes de entre 14 y 18 años fueron denunciados por sus padres ante la fiscalía de menores, por haber protagonizado actos de violencia en el hogar. El año 2004, en apenas tres años, esta cifra se había multiplicado casi por 10…

Es una cifra baja, pero significativa: supone apenas el 3% de los delitos que han tenido como protagonistas a un menor. Entre el 2004 y el 2005, esta cifra se había duplicado. Es un indicativo del aumento de la agresividad infantil.

La palabra agresividad viene del término latíno "agredí", "atacar", e implica que alguien intenta imponer a otros su voluntad. En general, la agresividad es cualquier forma de conducta que pretende dañar física o psicológicamente a otra persona, a un animal o a algún objeto.

La agresividad es una pulsión vital que todos llevamos dentro, necesaria para la vida. Es bueno tener cierto grado de agresividad y saber expresarla de forma adecuada. El problema aparece cuando el sujeto sufre un exceso de impulsos agresivos descontrolados. En los niños pequeños los celos, la envidia, el enfado, la cólera, etc. son formas de expresar esa agresividad. A través de estas conductas aspiran a obtener algo, liberar tensiones o llamar la atención. El niño aprende estas conductas mediante:

– La imitación de modelos observando la violencia en otros: en sus compañeros, en cualquier adulto, en la televisión.

– Determinadas estrategias educativas de los padres: hay padres que emplean métodos agresivos para en la educación, así aprenden esa técnica para lograr lo que quieren. Los niños maltratados y que han crecido en ambientes conflictivos suelen tener altos grados de agresividad.

– Imitación de modelos familiares: en matrimonios en los que ambos cónyuges se muestran agresivos entre sí y propensos a la utilización de la violencia y la agresividad para solventar sus diferencias.

– Algunos rasgos del entorno: especialmente las carencias afectivas, la falta de atenciones por parte de los padres o las incoherencias a la hora de educar, así como los métodos extremos: excesivamente permisivos o excesivamente autoritarios.

– Ignorancia de otras vías para resolver conflictos: los niños agresivos ignoran que suele existir otros comportamientos no agresivos para afrontar los problemas de la vida. Se trata de un déficit educativo.

La agresividad es una forma de causar daño o perjuicio, físico (patadas, puñetazos, empujones), psíquico (insultos, burlas, palabrotas) o material (destrucción o sustracción de objetos que no le pertenecen) a una persona. También existe la agresividad “contenida” en la que el niño se limita a gritar, gesticular y expresar su rabia y frustración. Estos comportamientos son propios de la infancia, pero en algunas ocasiones persisten en edades posteriores.

¿Qué causas tiene el comportamiento agresivo?

Hay distintas teorías para explicarlo. Veamos algunas:

-        Teorías “Activas”: ven el origen de la agresión en impulsos internos innatos.

-        Teorías “Reactivas”: consideran que el medio ambiente que rodea al individuo impulsa su agresividad.

Estas últimas se dividen en:

-        Teoría del impulso: considera que la frustración facilita la agresión, pero no es una condición necesaria para ella, 

-        Teoría del aprendizaje social: afirma que las conductas agresivas se aprenden por imitación u observación.

¿Cómo reeducar la agresividad en los adolescentes?

La agresividad infantil puede remitir y atenuarse. No debe desaparecer. Todos los seres humanos precisamos para desarrollar nuestra vida un cierto grado de agresividad. El problema es aprender a canalizarla y controlarla. Para ello es aconsejable:

– Enseñar a los niños a expresar emociones y sentimientos de manera adecuada. En ocasiones, los niños precisan descargar la energía que llevan dentro. No se les puede prohibir moverse, saltar o gritar, lo que hay que enseñarles es en qué momentos y en qué lugares pueden adoptar esas actitudes.

– Observar a los niños e identificar las situaciones en los que su agresividad se dispara. Hay que enseñarles a que afronten esas situaciones con calma, sin perder el control. Elogiarles cuando adoptan comportamientos adecuados. Llamarles la atención en caso contrario.

– Los padres deben pactar estrategias educativas, decisiones importantes que afectan a la educación de los hijos y evitar que existan contradicciones entre dos formas diferentes e incluso opuestas de educar a los hijos.

– Transmitir a los hijos hábitos de conducta adecuados, hasta que los interioricen y asuman como los suyos propios. Es un proceso largo y difícil, pero necesario.

– Practicar la empatía con el niño, escuchar atentamente lo que nos quiera decir, cuando tome la iniciativa de hablar con nosotros. En ocasiones el niño precisa desahogarse y con sólo hacerlo desaparecen los rasgos negativos de agresividad. Hay que analizar con el niño sus porqués y los motivos que ellos atribuyen a sus comportamientos agresivos, así estaremos en mejores condiciones para mostrarle las reacciones correctas ante casos concretos.

¿Cómo tratar las conductas agresivas?

Los padres, inmediatamente sospechen que la conducta de su hijo tiene rasgos agresivos deben actuar según el siguiente patrón:

1.         Definir exactamente en qué consiste esa conducta: cómo se manifiesta, a qué comportamientos críticos lleva, en qué situaciones se da.

2.         Establecer la frecuencia en que aparece: es preciso confeccionar una tabla diaria en la que anotar las horas en los ue aparece esa conducta. Bastan dos semanas.

3.         Establecer los motivos: anotar exactamente cuál es el desencadenante de la crisis, donde se da con más frecuencia, que consecuencias tiene.

4.         Modificar la conducta agresiva:

o        Vigile los momentos en los que usted sabe que tiene más posibilidades de actuar agresivamente y actúe ante cualquier exteriorización de su cólera.

o        Reducir los modelos agresivos a los que tiene acceso el niño. Evite que utilice videojuegos violentos o vea series de TV o cómics agresivos.

o        Aporte modelos no agresivos, que estimulen la tendencia al diálogo y la racionalidad para solventar los conflictos.

o        Enseñe al niño autocontrol. Eso hará que no pierda la calma ante provocaciones.

o        Recompense al niño cuando perciba que está modificando su comportamiento y adopta actitudes racionales y dialogantes.

o        Comprometa al niño en el proceso de modificación de su carácter. Establezca de común acuerdo con él, pactos en los que quede clara la sanción en caso de que rompa su palabra.

5.         Evaluar resultados: como todo plan, ponerlo en práctica, le costará un esfuerzo y deberá medir los resultados obtenidos. Estos deberían ser perceptibles al cabo de tres semanas. La conducta agresiva no se reduce de un día para otro, es un largo proceso de adiestramiento y modificación del carácter. No espere una solución radical del problema antes de seis meses. Piense que deberá producirse una disminución progresiva de la conducta agresiva. Registre los resultados.

¿Qué pueden hacer los padres para prevenir la violencia?

La violencia en los seres humanos es un cáncer que va creciendo desde la infancia. De ahí que los padres deban de observar el carácter de sus hijos a partir de los tres años. En esos años es importante observar si el niño cae frecuentemente en las llamadas rabietas. Si lo hace, es un indicativo de que estamos ante un posible niño agresivo, violento y problemático en el futuro. Para corregir esta tendencia habrá que aplicar correctivos. Así pues, puede hacerse mucho para prevenir la violencia: lo primero observar, lo segundo corregir.

I. Las Rabietas

Preguntábamos en el encabezamiento de este parágrafo: ¿Qué pueden hacer los padres para prevenir la violencia en los hijos? Respuesta: Todo; y lo pueden hacer desde el nacimiento del niño. Cada vez hay más niños –siempre los ha habido, pero ahora más– que, cíclicamente, estallan en “rabietas”. Estas rabietas, son decisivas para el desarrollo de la personalidad futura. Si el niño percibe que obtiene un beneficio a través de las rabietas, nunca renunciará a ellas, las transformará, las elaborará, pero siempre estarán presentes en su vida. Y, a partir de entonces, ya no habrá nada que hacer: el carácter del hijo habrá sufrido una deformación tal que será imposible enderezarlo. Un buen día, los padres sabrán que su hijo se ha convertido en un maltratador o en un niño conflictivo, o que se ha unido a una banda, o que en el colegio es insoportable tanto para profesores como para alumnos. Así pues, atención con las rebietas. Empecemos estudiándolas un poco:

-        ¿Qué es una rabieta? Es un estallido momentáneo de cólera, con llanto, gritos y agitación física.

-        ¿Cuándo aparecen? Entre los dos y los tres años, cuando el niño ya ha desarrollado su motricidad.

-        ¿Por qué aparecen? El niño quiere ser independiente e imponer su voluntad, así mismo pretende llamar la atención y conseguir algo.

-        ¿Dónde aparecen? En cualquier lugar y momento, pero con cierta tendencia preferentemente a darse en lugares públicos y el hogar en momentos rutinarios (comida).

-        ¿Cómo reaccionar ante una rabieta?

1.        No se deje impresionar por los gritos ni los llantos: cada niño es un actorazo. Lloran sin que en realidad les pase nada grave. Mientras no saben hablar, el llanto indica muchas cosas: hambre, miedo, algún dolor físico, necesidad de cambiarle pañales, etc. Pero cuando saben hablar, el llanto pasa a ser un medio para alcanzar un fin.

2.        Evitar responder con gritos y bofetadas. Somos modelo para nuestros hijos, evitemos responder con la misma actitud que ellos están utilizando. Así que háblele sin levantar la voz, especialmente en lugares públicos.

3.        Responsa con indiferencia (especialmente en el hogar), eso le enseñará que las rabietas no son buenas ni siquiera para llamar la atención.

4.        Rompa el contacto visual. No mire al niño cuando está en plena rebieta. Si está en casa, llévelo a otra habitación y, sobre todo, no le mire a los ojos.

5.        No razone con él. En medio de una rabieta no se puede razonar con el niño, así que olvídese de darle “argumentos” para que se calme.

6.        Nunca ceda. Si cede y termina dándole el helado que había pedido, su hijo comprenderá que la rabieta es el camino más directo para obtener lo que se proponga.

7.        Cuando el niño termina la rabieta hay que actuar como si no hubiese pasado nada. Evitemos cualquier referencia al episodio.

II. Los castigos

Todo proceso de adiestramiento debe enseñar que hay premios y castigos relacionados con la orientación de la conducta. Es muy agradable dar un premio a un niño, mucho más conflictivo es administrarle un castigo. No hay que abusar ni de premios ni de castigos y, sobre todo, hay que modular la intensidad de unos y otros. Si regalamos una bicicleta a nuestro hijo por el hecho de que ha accedido a ir a casa de los abuelos, vamos mal, le estaremos enseñando que los comportamientos normales se realizan por la búsqueda de beneficio que reportan. Educaremos a niños interesados y que ignorarán siempre lo que es el “deber” y la “obligación”. Si castigamos al niño con prohibión de usar tal o cual juguete, solo porque ha roto un plato involuntariamente, la medida será, así mismo, desproporcionada.

-        ¿Castigos violentos? No, ni violencia física ni verbal. Si los padres los practican generarán modelos agresivos. Ahora bien, todos de pequeños hemos recibido algún cachete de nuestros padres… y los hemos querido muchísimo y no hemos sufrido traumas. Hay que distinguir el cachete ocasional de los malos tratos. Para evitar confusiones, es mejor proscribir cualquier tipo de forma de violencia, incluida el cachete.

-        ¿Castigos que impliquen miedos? No es adecuado imponer castigos que causen terrores al niño: encerrarlo en un sótano, en una habitación oscura, o en un desván polvoriento y sofocante. Se trata de castigar, no de aterrorizar. Este tipo de castigos es mucho más duro que el cachete ocasional y se sabe, sin el menor género de dudas, que provocan daños psicológicos, en ocasiones, profundos y permanentes.

-        ¿Cómo castigar al chico? De manera racional. El objetivo debe ser mejorar su conducta, evitando que repita pautas agresivas o conflictivas. Deberemos evitar alzar la voz o dejar que nuestro malhumor nos arrastre a conductas impulsivas que crearían mala imagen en el niño. Gritando no se resuelven los problemas. Un castigo con rasgos vengativos es negativo para su educación. Hay que oír al niño y dejar que explique su comportamiento, pero también recordarle que las excusas no sirven para nada.

-        ¿Cómo seleccionar el castigo apropiado? Es difícil, desde luego. Se trata de recordar que el castigo debe servir como terapia educativa y no debe de provocar respuestas emocionales del niño. Se trata de demostrarle que a toda acción sigue una reacción y que debe evitar acciones que ocasiones prejuicios para él o para alguien. Sea cual sea el castigo elegido los padres deben aprovechar la ocasión para hacerle madurar un poco más: se trata de enseñarle lo que está bien y lo que está mal y a ejercer el autocontrol.

-        ¿Qué tipo de castigos son adecuados? Existe un amplio elenco; los podemos agrupar en

o        “prohibiciones de uso” (impedir que use un objeto, vea la TV, juegue con la videoconsola, etc.),

o        “prohibición de relaciones sociales” (no podrá ver a tal o cual amigo durante x días, por ejemplo),

o        “obligaciones compensatorias” (tal destrozo o mala conducta se compensa con algún tipo de servicio en el hogar).

Lo importante es que exista compensación entre la falta y el castigo, que la política de castigos sea homogénea (evitar castigar hoy la misma conducta ante la cual se permanece indiferente mañana), que cada castigo tenga una intención formativa y no vengativa y que los castigos se impongan en una situación de total autocontrol y no surjan como reacción visceral a una falta.

-        ¿Cómo advertirle de la posibilidad del castigo? Nuestro hijo coge un tarro de galletas, se le cae y lo rompe. Nunca le habíamos advertido que no lo hiciera. Nunca va bien comer a deshoras, pero él no lo sabe. No podemos, entonces, castigarlo por haberlo roto. Se trata, en cualquier caso, de que el niño esté advertido claramente de las infracciones que le llevarán a ser acreedores de un castigo.

¿Qué hacer si tu hermano menor o tu hijo son “peleones”?

Después de los niños que continuamente son objeto de rabietas, cuando el niño va creciendo, aparece una nueva figura, la del “niño peleón”. Vale la pena saber algo sobre ellos:

¿Qué es un niño peleón?

-        Aquel que tiene tendencia a terminar enfrentándose con compañeros de parvulario o de juegos entre los 2 y los 6 años.

-        Aquel al que le resulta imposible mantener una actitud de cordialidad y normalidad con la gente de su edad.

-        Aquel que antes hacía de la rabieta su forma más habitual de expresarse.

-        Aquel que ha transformado aquella exteriorización de agresividad en violencia.

-        Aquel que se configura como futuro niño conflictivo.

¿Qué puede hacerse con un niño peleón?

-        Si su hijo empieza a mostrar agresividad violenta hacia sus compañeros de juegos, vigílelo lo más de cerca posible para confirmar que su comportamiento es particularmente agresivo.

-        Si ve como su hijo empieza a agredir a otro, separémosle y luego consuele y cuide al niño que ha sufrido la agresión.

-        No espere a que se produzca el comportamiento violento, intervenga y sepárelos en cuanto perciba que el niño agresivo se empieza a mostrar alterado.

-        Evite dar un cachete a su hijo, especialmente si hay otros niños delante. Eso podría enseñar a los niños a utilizar los comportamientos agresivos.

-        Las peleas entre hermanos son “normales”, si, pero no tanto… observe si alguno de sus hijos se muestra excesivamente violento o agresivo con sus hermanos, eso puede ser un indicativo de un carácter violento incipiente o de problemas emocionales agudos.

-        Cuando los separe, enseñe al niño agresivo que la violencia no es la forma adecuada de solucionar los problemas y que todo acto de violencia genera algún tipo de dolor. Convénzale de que si es violento, otros sentirán la necesidad de ser también violentos con él y ese dolor lo sentirá él mismo.

¿Padres agresivos, hijos agresivos?

Hay una edad “barrera”: los 3 años.

-        Antes de los 3 años, los comportamientos agresivos de los hijos no son preocupantes y en la inmensa mayoría de los casos no tienen relación con comportamientos agresivos posteriores.

-        Después de los 3 años que el niño haya impreso la actitud agresiva entre sus pautas de comportamiento y la reproduzca en su adolescencia y juventud.

En todas las especies biológicas existen factores constitucionales que predisponen a la violencia:

-        Los machos tienen conductas agresivas más marcadas que las hembras: juegos más duros, respuestas violentas a actitudes agresivas, mayor tendencia al ejercicio de la violencia física, etc.

-        Los niños manifiestan cuatro veces más conductas conflictivas que las niñas, incluyendo, en casos extremos, una mayor tendencia al suicidio y a los comportamientos delictivos en la adolescencia.

-        Existe la sospecha de que el predominio de la conducta agresiva en los machos, radicaba en el cromosoma Y. De hecho los individuos con cromosoma XYY derivaban habitualmente en tipos psicópatas. Algunos estudios muestran que los sujetos conflictivos tienen una mayor longitud del cromosoma Y.

-        Las hormonas sexuales masculinas son uno de los factores de la mayor agresividad animal y están también presentes en los humanos. Los delincuentes violentos muestran más niveles de testosterona que los no violentos.

-        Las frustraciones tienden a generar respuestas agresivas en determinados varones con que han aprendido a imitar modelos violentos,

-        Los niños agresivos suelen ser hijos de padres que se han preocupado poco por ellos, han estado poco presentes en su educación y en pocas ocasiones han realizado actividades junto a ellos, o bien niños que han crecido en un ambiente de conflictividad y violencia doméstica.

-        Los niños agresivos, en general, se han criado en ambientes socialmente desfavorables.

¿Cómo actúan los niños agresivos en la escuela?

El niño agresivo tiende a trasladar sus patrones de comportamiento hostiles a otros, a la escuela en cuanto se inicia su período de aprendizaje. Esto ocurre desde las guarderías pero alcanza sus más altas cotas entre los 11 y los 16 años.

La agresividad en la escuela tiene múltiples manifestaciones. Cada una de las cuales, por sí misma, obstaculiza el desarrollo de la función formativa. Todas ellas juntas, constituyen una verdadera plaga sociológica de nuestro tiempo. Podemos distinguir seis:

1.        Interrupción del normal desarrollo de las clases.

2.        Conflictos entre profesor y alumno.

3.        Conflictos entre alumnos (“Bullying”)

4.        Vandalismo contra bienes y equipos de la escuela.

5.        Episodios de violencia, agresiones o extorsiones realizadas mediante “bandas”

6.        Acoso sexual

A lo largo de las páginas que siguen intentaremos pasar revista a cada una de estas modalidades de comportamiento violento.

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es

 

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