La derecha radical y Europa, respuesta a Revista Sistemas (II de III)
El fascismo ¿europeista?
Todo depende del punto de vista que se quiera demostrar. Si tenemos en cuenta que el fascismo italiano pudo prolongarse como opción de gobierno durante un “ventenio” a lo que hay que añadir los escasos meses de la República Social, sería difícil no encontrar en uno u otro discurso alguna referencia a Europa. La cuestión de fondo es que el fascismo, como cualquier otra forma de “fascismo” fueron formas de “nacionalismo social” y, como todo nacionalismo, difícilmente pueden compatibilizar la idea europea con la exaltación de cada una de sus partes geográficas…
A pesar de lo que hayan querido demostrar sus partidarios y detractores, lo rigurosamente cierto es que los fascismos fueron “poco europeos” y la idea europea solamente apareció a través de algunos intelectuales de prestigio, pero marginales en relación a la tendencia principal de este movimiento. De hecho, el único escritor que tiene algo más que unas cuantas frases “europeístas” dispersas en su obra y que consagró a la idea europea varios volúmenes, fue Pierre Drieu la Rochelle. Thiriart, en su “Europa, un imperio de 400 millones de hombres”, utiliza en varias ocasiones frases de Drieu como introducción a los capítulos de su obra.
A pesar de lo que Miguel A. Simón pretende, ni Celine, ni mucho menos el movimiento de la Revolución Conservadora, ni Oswald Mosley, ni Doriot, pueden ser considerados como “precursores”, más allá de la consabida frase protocolaria o desmadrada en el caso de Celine, dedicada a Europa.
La idea europea en las SS
Hacia 1943, después de Stalingrado y de la batalla del “saliente” de Kurtz (que selló la derrota alemana en el Este y donde se quemaron reservas que luego ya no sería posible reponer), aparece una tendencia “europeista” en el seno de las SS. Pero, a poco que examinemos la cuestión con detalle, esta tendencia va de la mano del esfuerzo bélico y de las necesidades de la guerra: se trataba de reclutar cuantos más jóvenes mejor, para incorporarlos a las unidades de las SS que combatían a la URSS. Resulta muy difícil establecer si hubo en esta iniciativa algo situado más allá del pragmatismo bélico y de propaganda de guerra. En nuestra opinión, la idea europea solamente ganó terreno en sectores muy reducidos de las SS y, posteriormente, algunos miembros de este cuerpo de élite, tras la guerra, en los campos de concentración, meditaron sobre la nueva situación europea. Uno de ellos era el Coronel Skorzeny.
Con Skorzeny estamos ante la tendencia “laica” de las SS; con Skorzeny no hay interpretaciones “esotéricas” posibles al nazismo. Era simplemente indiferentista religioso. Había en él algo de soldado de fortuna, extremadamente brillante en las tácticas y, como demostró luego, analista político lúcido. Skorzeny entendió pronto que la ocupación de Europa por parte de rusos y americanos, hacía imposible un futuro despertar de los nacionalismos en el continente. Eso implicaba que en el futuro habría que trabajar a nivel europeo.
Otra corriente de “supervivientes” de las SS, asumía este análisis, pero llegaba a una conclusión diferente: no se podía pensar en una recuperación de los “fascismos europeos” a partir de Europa, sino que era necesario buscar áreas geográficas en donde pudiera trabajarse con menos presión de las dos superpotencias. Buena parte de esta tendencia de las SS, se decidió por operar en Iberoamérica (el capitán Klaus Altman, entre otros), y otros (incluidos SS italianos y fascistas de Saló) apoyaron a los movimientos panarabistas surgidos en los años 50 (existe una foto de Gamal Abdel Nasser, presidente de la República Árabe Unida, brazo en alto durante la inauguración de la sede del MSI en El Cairo…). Esta colaboración llevó a que algunos antiguos fascistas y nacionalsocialistas figuraran entre los primeros asesores militares de Al-Assifa, el primer movimiento de resistencia palestina contra el Estado de Israel. Skorzeny, por su parte, a pesar de ser partidario de seguir trabajando políticamente en Europa, participó hasta su muerte en actividades junto a movimientos árabes laicos.
Pierre Drieu la Rochelle y Europa
Drieu empezó como maurrasiano ortodoxo y, por tanto, la idea europea no tenida cabida en el joven escritor. Solamente, a partir de escribir Mesure de la France se mostró abierto a lo que Tarmo Kunnas califica como “patriotismo razonado abierto a ideas internacionales”, y concluye: “[en esta obra, Drieu muestra] el germen del pensamiento europeo” (La Tentazione fascista, pág 201). Sin embargo, en esa obra temprana, Drieu sigue pensando que las patrias, tal como están configuradas en aquel momento, seguirán siendo sujetos históricos durante muchas décadas. En ese momento, Drieu vive su primer sarpullido nietzscheano y considera que la “gran política” augurada por el filósofo se identifica con la “construcción de Europa”. La “voluntad de poder”, para él, cristaliza en la titánica tarea de formación de un nuevo espacio de dimensión continental (Mesure de la France, pág. 64).
Pero, Drieu, en obras posteriores, aportará un contenido mas político y menos filosófico a esta idea. Así por ejemplo, en Géneve o Moscou lanza la idea: “Europa deberá federarse en el seno de un mundo dominado por la fuerza” y “Europa se federará o se devorará o será devorada” (Géneve o Moscou, pag. 187). Análogas ideas volverá a expresar en L’Europe contre les Patries (pág. 137-139 y 150), o en Socialisme Fascista (pág. 238), por citar solo unas cuantas referencias.
La siguiente vuelta de tuerca que realiza, es advertir que de los pequeños nacionalismos no puede surgir nada bueno. Su crítica no la realiza en nombre de ningún internacionalismo, sino a partir de una perspectiva cultural. Drieu es consciente de que todos los pueblos europeos son hijos del mismo padre y que esa aproximación cultural, favorece una futura aproximación política. Escribe en otra obra de crítica literaria: “los genes nacionales ya no funcionan…” (Sur les Ecrivains, pág. 82). Y Tarmo Kunnas, comentando este texto, escribe: “En aquella época, el escritor, más que un antinacionalista es un nacionalista que comprende la insuficiencia de los antiguos mitos en un mundo que va cambiando” (La Tentazione fascista, pág. 201). Esta idea estará presente en sus dos grandes obras de contenido político, Géneve o Moscou y L’Europe contre les Patries. En otro de sus novelas, La Comedie de Charleroi, cargará de nuevo contra el nacionalismo: “El nacionalismo es el aspecto más innoble del espíritu moderno” (pág 45, idea revalidada en las pág. 65 y 91).
Pero estas líneas de análisis político van calando, poco a poco, en Drieu que termina por incorporarlas a sus relatos novelados. En el Jeune Europeene, por ejemplo: allí presenta a un joven de su tiempo, que une a su nietzscheanismo una feroz crítica a la civilización moderna. No es, contrariamente, a lo que algunos han querido ver, un “internacionalismo” impuestos por las intermitentes aproximaciones de Drieu a las formas más “viriles” de comunismo. En realidad se trata de evidenciar su oposición a la Sociedad de Naciones, en beneficio de una “voluntad de poder europeo”. Así mismo, en su novela Une femme à sa fenetre vuelve sobre el mismo tema: la protagonista, Margot, es francesa hija de austríaco e irlandesa; su marido es italiano; otro personaje central, Boutros, es de origen griego; también aparece un simpático diplomático alemán. Lo curioso del caso es que el único personaje desagradable es un burgués francés. Esto remite a Celine cuando escribe: “No se que es más asqueroso, si una mierda de judío bien aplanada o un burgués francés de pie”. En ambos casos, lo que subyace en sus inquietas y creativas mentalidades, es la decepción por la Francia de posguerra, la náusea experimentada hacia la República y su clase política, y su desprecio por la burguesía en la que advierten todos los síntomas de decadencia.
Pero los excesos y oscilaciones de Drieu eran proverbiales. De hecho, todavía se debate hoy si murió como comunista o como fascista, o como una mezcla de ambos. En otra de sus novelas (Drôle de voyage) escribe: “Europa será unificada por la fuerza y por el trabajo y la población será capaz de tomar las riendas de su destino” (pág. 225). Hay mucha ingenuidad en Drieu cuando cree que Hitler “suprimirá las fronteras de las patrias europeas” (Drôle de voyage, pág 137). De hecho, tal como expondrá Thiriart 25 años después, la Europa de Hitler era una “Europa Alemana”.
En una obra de teatro de la que tenemos noticia a través de Kunnas, Le Chef, la unificación europea ocupa un papel central (La Tentazione del fascismo, pág. 220). Es en esta obra, precisamente, en la que surgen todos los equívocos sobre la filiación política de Drieu. Menciona de manera elogiosa al régimen soviético, situándolo en la misma línea que el fascismo y el nacionalsocialismo. Este planteamiento es tan sorprendente y excéntrico que resulta legítimo plantearse si Ramiro Ledesma, en España, lector impenitente de la producción intelectual europea, no conocería el libreto de esa obra de teatro cuando escribía en La Conquista del Estado aquellas loas y alabanzas tan curiosas: “Viva la Alemania de Hitler, Viva la Italia de Mussolini, Viva la Rusia de Stalin”. Kunnas reproduce una frase de Le Chef: “Lo que retorna es el tiempo de las leyendas… en Moscú, en Roma, en Berlín… lanzo mi sangre como una semilla para que de ella nazcan hombres libres” (La Tentazione del fascismo, pág. 203).
Las posiciones de Drieu (y en menor medida las de Celine cuya obsesión antisemita condicionaba todos sus puntos de vista) están marcadas por el desprecio que experimentan hacia la burguesía francesa y, consiguientemente, por la decepción hacia la “nación francesa”, receptáculo privilegiado de esa burguesía. No ven otra posibilidad de salir del círculo de la decadencia más que apelando a la construcción de una nueva nación europea. Esa nación se construye armados con la “voluntad de poder” nietzscheana. En el proceso de su construcción, emergerá una nueva clase dirigente europea, surgida de los fascismos (y en algún momento, Drieu pensó también que del comunismo soviético) y que los terminaría trascendiendo, injertándoles la idea europea.
Tendrá que publicar Socialisme Fascista para concretar un poco más este orden de ideas: “la experiencia me hace creer en la necesidad de una federación europea, como única forma de evitar la ruina total de Europa por causa de la guerra” (pág. 161). En una curiosa novela de casi 600 páginas, no traducida al castellano y, prácticamente, inencontrable en Francia, Gilles, el protagonista realiza un viaje iniciático que le lleva a encontrarse con otros europeos en las milicias de Falange Española durante la guerra civil. Walter, el irlandés, resume la idea europea que les anima: “Contra la invasión de Europa por parte del ejército ruso, nacerá el espíritu de un patriotismo europeo. Este espíritu nacerá solo si Alemania da anticipadamente plena garantías morales a la integridad de las patrias, de todas las patrias de Europa” (Gilles, pág. 491)
Paramos aquí nuestro repaso a las obras de Drieu. La conclusión a la que es inevitable llegar es que la “derecha radical” europea solamente contó con el esfuerzo intelectual individual de Pierre Drieu la Rochelle, para sustentar, antes de la guerra, la idea europea. Todas las demás contribuciones, incluidas las que cita Simón en su artículo de Sistemas, fueron anecdóticas o, simplemente, despreciables. Solamente Drieu realiza un esfuerzo intelectual, más o menos orgánico, para ensamblar la idea europea dentro de una cosmovisión nietzscheana que, por otra parte, le lleva a desvincularse de la burguesía nacional francesa y, por ello mismo, de las concepciones ideológicas en las que se apoyaba para justificar su hegemonía, esto es, en los principios de la Revolución Francesa de los que nace la “Nación” gala.
No hay otros intelectuales que vayan en la misma dirección. La aportación de Ezra Pound, en este sentido es muy limitada; la de la Revolución Conservadora alemana, francamente inexistente y lo mismo cabe decir de otros autores que Simón resalta en su artículo y de los que se limita a transcribirr una sola frase… No, la idea europea está ausente de los fascismos de la preguerra.
De Drieu la Rochelle a Jean Thiriart y a la Nouvelle Droite
El pensamiento de Drieu se habría perdido de no haber sido por dos fenómenos providenciales, uno de carácter político y el otro de matriz cultural. En efecto, cuando Jean Thiriart formula su idea europea a principios de los años 60, se inspira directamente en Drieu. Es de Drieu del que parte la reflexión de Thiriart. De nadie más. Claro está, que una vez iniciada esa reflexión, Thiriart aporta sus propias ideas, perfecciona las de Drieu y finalmente realiza un corpus doctrinal coherente. Pero, a poco que nos fijemos en los contenidos de Jeune Europe y los comparemos con el patrimonio intelectual de Drieu, veremos que el espíritu es el mismo.
Nada de lo que existe antes de Jeune Europa –incluida la Oficina de Enlace Europeo o el Movimiento Social Europeo de Malmoe- han pretendido ser otra cosa que una “coordinadora” de diferentes movimientos nacionalistas de Europa Occidental. Por tanto, son “europeos” solamente como definición de un campo de aplicación, pero no por que tengan en la mente trascender sus micronacionalismos a una escala europea. Con Thiriart es diferente: en la correspondencia que mantuvimos con el fundador de Jeune Europe, éste reconoció explícitamente su tributo a Drieu. Así pues, podemos decir que las ideas políticas de Drieu la Rochelle son recogidas y puestas en práctica por el Jean Thiriart de principios de los años 60. Y, no solamente, en el terreno “europeista”, sino también en el terreno social.
Ahora bien, en Francia, la obra de Drieu ha conservado hasta nuestros días relativa actualidad. La Nouvelle Revue Française, y otras casas editoriales, han publicado sucesivamente las obras de Drieu, sin duda, uno de los grandes intelectuales franceses del siglo XX. Pero hubiera resultado difícil que el núcleo esencial de fundadores de la Nouvelle Droite hubiera incorporado y reformulado algunos de los puntos de vista de Drieu, de no haber asumido antes las ideas de Thiriart a través de la revista Europe Action y de la Federation des Etudiant Europeens. La revista y la FEN, no eran considerados como la “sección francesa” de Jeune Europe, pero estaban muy influidos por ella. De ahí extrajeron el sentido “europeista” de sus iniciativas. Cuando en junio de 1968 aparece ciclostilado el primer número de “Nouvelle Ecole” y se genera el movimiento de la “nueva derecha”, hay mucho de Drieu en esa iniciativa.
La FEN atravesó un momento regresivo, cuando giró sus puntos de vista innovadores y su práctica política de vanguardia, integrándose en la candidatura de “derecha radical” clásica de Tixier Vignancourt. A partir de entonces, surgió la gran diferenciación entre la “vieja derecha” y la “nueva derecha”. Aquella era chauvinista, católica e incluso integrista, antieuropea, especialmente antialemana… la nueva derecha surgirá de un rechazo a todas estas ideas que, en el fondo, eran las mismas que Drieu ya había reprochado a los nacionalistas de su tiempo. La “nueva derecha” será, por rechazo, europeista, proalemana, pagana, etc. En el fondo, el recorrido intelectual de Drieu y el del grupo de jóvenes de Europe-Action que dieron vida a la Nueva Derecha no fue muy diferente.
Conclusión provisional
La idea europea está completamente ausente del fascismo histórico. Ni la posición de las SS a finales de la II Guerra Mundial, promocionando una ideología europeista y los “Cuadernos de la Joven Europa”, ni la individualidad de Pierre Drieu la Rochelle, ni muchos menos frases aisladas buscadas con lupa en la producción de otros intelectuales, pueden ser considerados como representativos de la idea europea en el fascismo histórico.
Pero, al final de la II Guerra Mundial, algunos supervivientes de las SS exiliados (y también de la República Social Italiana) son conscientes de que en el nuevo momento histórico de la postguerra, las naciones europeas no podrán sobrevivir y, es preciso, por tanto, actuar a nivel continental o bien marchar hacia zonas situadas fuera de Europa en las que sea más sencillo trabajar políticamente y con menos presiones. Esas zonas de trabajo político fueron ubicadas en América Latina (hasta mediados de los años 80) y en el mundo árabe (en apoyo de Nasser y de los partidos baasistas) y Palestina (hasta el Septiembre Negro).
El otro puntal de la idea europea fue el pensamiento de Drieu, recuperado inicialmente por Jean Thiriart y, a partir suyo, transplantado, en su dimensión europea, al grupo Europe-Action FEN y, de ahí, a la Nueva Derecha en cuya primera teorización influyó ciertamente.
No hubo otras fisuras en la muralla de los fascismos históricos por las que se colara la idea europea.
© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es – 26.08.06
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