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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

Cine: De uno a otro “Mensajero del Miedo”

Cine: De uno a otro “Mensajero del Miedo”


Redacción.- En la noche del día de la constitución, “City YV”, el canal de TV local vinculado a “La Vanguardia”, ha ofrecido una película clásica: “El Mensajero del Miedo”, versión 1962, que recientemente ha sido objeto de un remake y estrenada en noviembre de 2004. La comparación entre ambas películas indica la evolución de los EEUU. Mejor dicho: indica la decadencia de un país que hoy, a principios del siglo XXI presiente al "enemigo interior".

“El Mensajero del Miedo”, versión original:

He aquí un clásico de la historia del cine que en 1962 pasó casi desapercibida en España y que, posteriormente, no aparece en ningún elenco de las mejores películas de Hollywood. Y sin embargo es difícil encontrar una película en la que tanto los protagonistas como el guión, la dirección y el montaje, alcancen altos niveles de perfección.

Dirigida por John Frankenheimer (director, entre otras de “El Hombre de Alcatraz”, “Gran Prix”, “Orgullo de estirpe”, “Domin go Negro” o “La Isla del Doctor Moreau”) se trata de un buen artesano que trabajó sobre la base de una novela de Richard Condon, adaptada por George Axelrod. En cuanto a los actores, sus nombres, hablan por sí mismos: Frank Sinatra, Lawrence Harvey, Janet Leigh, James Gegory y Leslie Parrish. En EEUU, la película se benefició de un lanzamiento providencial: el asesinato de Kennedy que coincidió en fechas con la presentación de la película.

La película discurre sobre el trasfondo inquietante de la guerra fría y el macarthismo. El mayor Ben Marco (interpretado en esta versión por Frank Sinatra y en el remake por Denzel Washington) protagonizó una acción heroica en la guerra de Corea permaneciendo tres días tras las líneas enemigas. Gracias a la heroica acción de Raymond Shaw, logran regresar sanos y salvos, solamente mueren dos soldados de la unidad. Shaw, en la vida civil, resulta ser el hijo de una conocida activista anticomunista y su padrastro será el aspirante a la vicepresidencia del país. A partir de estos datos se desarrolla una trama bien construida con un final inesperado.

La madre de Raymond Shaw (Angela Landsbury en la versión original y Meryl Streep en el remake) resulta ser, en realidad, una agente comunista que teledirige a su marido, un senador alcohólico nominado como aspirante a la vicepresidencia en la candidatura. El soldado Raymond Shaw y sus compañeros resultan haber sido secuestrados durante tres días por una unidad especial rusa en Corea, enviados a Tukua y tratados por especialistas del Instituto Paulov de Moscú en donde se les practicó un lavado de cerebro. Raymond Shaw, tratado con estímulos eléctricos sobre su subconsciente, estranguló y disparó sobre dos compañeros de su unidad, y luego, tanto él como los supervivientes memorizaron una versión artificiosa de lo que había ocurrido: Shaw se habría portado heroicamente y salvado a la unidad. En realidad, es una máquina de matar al servicio de los comunistas, que se activa simplemente mostrándole la carta de la Reina de Diamantes.

Después de matar a su esposa y a su suegro –otro senador de los EEUU- Shaw recibe de su propia madre –agente comunista en realidad, aún cuando públicamente exteriorice sus declaraciones furibundamente anticomunistas- recibe la orden de asesinar al aspirante a la presidencia en el curso de la Convención del partido, para que su padrastro, teledirigido por su madre se alce con la nominación como candidato presidencial. El mayor Marco, descubre la operación y cree que lo ha desactivado rompiendo la cadena de sugestiones que genera la carta de la Reina de Diamantes. Sin embargo, Shaw (Lawrence Harvey) cumple con su papel de francotirador y magnicida… sólo que, en un acto de lucidez, en lugar de matar al candidato a la presidencia, mata a su padrastro y a su madre.

El mensaje de aquella versión

La película destaca inicialmente por que es la primera en la que se aborda la cuestión del “mind control” (control mental) y la posibilidad de que, mediante el lavado de cerebro se pudiera modificar los comportamientos humanos hasta el punto de convertir a asesinos a gente habitualmente pacífica. Justo, cuando terminó de rodarse la película, el presidente Kennedy fue asesinado, por un exmarine… muchas dudas iniciales sobre la versión oficial, se apoyaron en la película de Frankenheimer y en la posibilidad de que Oswald fuera un pobre diablo al que se le había lavado el cerebro.

Pero, es evidente, que ni los productores ni el director, ni el guionista, ni mucho menos el autor de la novela original sobre la que se basó el argumento, escrita a mediados de los años 50, podían prever el asesinato de Kennedy. Ahora bien, si es cierto que el eje de la película es la histeria anticomunista que se desencadenó en los EEUU entre 1948 y 1989.
El alcoholizado padrastro de Raymond Shaw que debe ocupar la presidencia en sustitución del candidato que debe morir, es un calco del senador Macarthy, líder de la cruzada anticomunista de los años 50. En cuanto a su esposa, intenta explotar los sentimientos anticomunistas de la población americana, cuando ella, a su vez, es una agente comunista encubierta.

La idea de la película es que, mediante la creación de un clima de histeria anticomunista… los comunistas pueden llegar al poder. El protagonista, Raymond Shaw, finalmente se suicida con su Medalla del Congreso en el cuello, diciéndole al mayor Marco: “No hubierais podido acabar con ellos, ni tu ni todo el ejército”. Y en el informe que da Marco-Sinatra escribe: “Un enemigo se había apoderado de su mente y de su voluntad”. El mensaje está claro: los comunistas están dispuestos a todo, son perversos y aprovechan las debilidades del pueblo americano y el papel de los traidores. En 1962 todavía se creía que existían comunistas en el seno de la administración federal y que existía una “conspiración comunista”.

Sin embargo, hay algo irónico en todo esto: por que, finalmente, la conspiración comunista es protagonizada por gentes que aparentemente se presentan como anticomunistas radicales. La película, evidentemente, destila un mensaje “liberal”: no solo los comunistas son peligrosos –eso nadie lo pone en duda- sino que también lo son su reflejo especular: los anticomunistas. Era evidente que la película respondía a los intereses de la administración Kennedy para la que los Hoover, Hoffa, Macarthy, etc, eran tan adversarios como Kruschef, Castro y demás.

Cuarenta años después, el enemigo ha cambiado

Jonathan Demm, treinta años después abordó la peligrosa tarea de realizar un remake sobre esta película. Titulada en origen con el mismo título que había sido el subtítulo de la primera versión: “The Manchurian Candidate”, esta versión del “El mensajero del miedo”, se proyectó fuera de concurso en la Sección Oficial de la 49 edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci). El director de películas como “El silencio de los corderos” o “Philadelphia” aseguró que la idea tanto del guionista, Daniel Pyne, como la suya, era plantear que el "comunismo global" estaba siendo sustituida por multinacionales que se benefician con la guerra, para lo que apoyan a uno u otro candidato en función de sus intereses.

No está claro –ni el director quiso reconocer- contra qué opción política iba dirigida la película. Podría ser tanto contra los republicanos como contra los demócratas. No hay que olvidar que John Kerry estaba en posesión de la Medalla del Congreso y que en la película, el protagonista, con la misma condecoración, lejos de ser un héroe, es simplemente un pobre diablo al que le han lavado el cerebro. En este sentido, la película puede ser considerada como un alejato anti-Kerry. Pero, por otra parte, ciertamente, el guionista ha variado algunos de los elementos centrales del film de Frankenheimer: ya no son los comunistas los enemigos que han practicado el cruel lavado de cerebro, sino medios vinculados a una empresa multinacional, la Manchurian Company, nombre tras el cual es difícil no ver a Hulliburton y a su afán por lucrarse con la guerra.

El trasfondo sobre el que discurre el filme no es la guerra de Corea, sino la Operación Tormenta del Desierto en 1990. Y el protagonista, Raymond Shaw aspira directamente a la presidencia manipulado por su posesiva madre, Meryl Streep. En esta ocasión es el mayor Ben Marco quien también ha sufrido el control mental y mientras Raymond Shaw es elegido candidato a la vicepresidencia, aquel ha sido teledirigido para que asesine al presidente. En una especie de “feeling” que logra superar las barreras del control mental, Marco, en lugar de asesinar al presidente, asesina a su amigo Raymond Shaw y a su siniestra madre. Shaw muere con una sonrisa en los labios: “ellos” no pueden obligarle a todo. Ni siquiera la peor de las operaciones de “mind control” pueden alcanzar el fondo más profundo de la mente humana.

Lo que va de una a otra película

En apenas cuarenta años, los EEUU han variado su percepción sobre sí mismo. Mientras que en la versión de 1962, el enemigo es el comunismo y el gran riesgo es la infiltración comunista, algo siempre exterior, la sombra del reaganiano “Imperio del Mal” que se proyectaba sobre los EEUU, en la versión de 2004, el enemigo es interior: es una multinacional de pabellón norteamericano quien ha secuestrado a una patrulla de sus propios soldados y les ha realizado el pertinente lavado de cerebro. Además, en el curso de esta versión se alude al “síndrome de la guerra del Golfo”, a la actividad de las multinacionales ligadas al poder político que se lucran con la guerra.

EEUU en 1962 todavía tenía confianza en sí mismo. En 2004 cualquier confianza se ha hundido. El mensaje de esta segunda película es que no hay enemigo exterior. Los propios agentes bolcheviques, los traidores, han sido sustituidos por un enemigo exclusivamente interior que anida en las principales esferas de poder de la nación.

El pudor de los guionistas ha impuesto el que el científico loco que planea la operación no sea norteamericano, sino sudafricano. Así la buena conciencia queda salvada para quien la quiera ver salvada. Siempre hay algo del mal que procede del exterior…

Estas dos versiones son algo más que dos películas notable (extraordinaria la primera versión y aceptable el remake), es la crónica de la decadencia moral de un país y de la pérdida de confianza de su clase política. Es curioso constatar que esa pérdida de confianza se inició precisamente con el asesinato de Kennedy y alcanzó sus más altas cotas con las elecciones presidenciales. Ciertamente, Bush ha salido elegido con una notable mayoría, pero esto no es lo esencial: lo esencial es constatar que las “élites culturales” norteamericanas –y Hollywood, a fin de cuentas, representa tipo de cultura del que el propio Brzezinsky en “El Gran Tablero Mundial”, reconocía su “tosquedad”, pero supone la primera industria cultural norteamericana de exportación- están divorciadas de las instituciones políticas.

Pues bien, hoy, Hollywood y la industria del cine es uno de los pocos sectores en el que los EEUU, actualmente, están en condiciones de realizar exportaciones a todo el mundo: de hecho, buena parte del antiamericanismo latente en la sociedad europea, ha sido generado por el propio Hollywood cuando da cuenta del estado de la conciencia americana. Y esto confirma la teoría según la cual los EEUU no son un país que se encuentra en la cúspide de su poder, sino que han iniciado la pendiente de la decadencia. Vean las dos versiones de “El Mensajero del Miedo” y mediten sobre ellas. Indican dos tiempos: el de la fortaleza ante enemigos exteriores y agentes interiores, y el de la decadencia ante enemigos solamente interiores, enemigos de todo el pueblo americano.
© Ernesto Milà – infokrisis –infokrisis@yahoo.es

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