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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

NO A TURQUIA

ZP: El principal valedor del ingreso de Turquía en la Europa

ZP: El principal valedor del ingreso de Turquía en la Europa

Infokrisis.- ¿Cuál es el único punto de coincidencia entre la política exterior de Aznar y la de ZP? Respuesta: que ambos han defendido la entrada de Turquía en la UE. Es decir, que ambos, han defendido la opción contraria a los intereses de Europa. ZP lo ha reafirmado ayer domingo desde Ankara: Turquía es Europa. Se equivocó Aznar y se equivoca ZP. Los motivos por los que Aznar defendía el ingreso de Turquía en la UE eran radicalmente diferentes a los que escribe ahora ZP. Pero el resultado es el mismo. Y la actitud ante estos gstos idéntica: rechazarlos. 

Para Aznar, en el fondo, no se trataba más que de seguir en esto los consejos de su buen amigo George Bush. Aznar partía de una base falsa: que EEUU seguía siendo el “amigo” y el “aliado incondicional” de Europa. Y esto no era así: la UE era competidor económico de los EEUU… Y los EEUU lo único que aspiraban sosteniendo la candidatura de Turquía era situar un “caballo de Troya” islámico en el seno de su principal competidor.

 

ZP, por supuesto, parte de otras bases completamente diferentes. Para él, el ingreso de Turquía es el argumento que legitima su “diálogo de civilizaciones”. A Turquía esto le interesa: es el camino más fácil para dar salida a sus excedentes demográficos y obtener un mercado de 500 millones de personas. Sobre Turquía ya hemos publicado una larga serie de artículos –aún por concluir- y no vale la pena añadir nada, ahora bien sobre ZP, vale la pena analizar brevemente en qué consiste su “alianza de civilizaciones”.

“HEMOS CONSEGUIDO QUE NNUU HAGA SUYO EL PROYECTO…” ZP.

En Ankra, ZP ha estado exultante. Por fin ha encontrado a un mandatario que le descuelgue el teléfono y que no le tire de las orejas delante de los medios. Allí ha explicado en qué consistía el “diálogo de civilizaciones”, amparándose en un nebuloso documento elaborado por un “comité de sabios”… Nadie puede dudar de que se trata de un documento “soft”, esto es, blandurrio, y por tanto, indefinido.

Decir, por ejemplo, que el “diálogo entre las civilizaciones” se estimularía resolviendo el problema entre judíos y palestinos, es, literalmente, una cretinez. Más definitivo hubiera sido afirmar que este problema desaparecería cuando desaparecieran el fundamentalismo islámico y el fundamentalismo judío. O cuando se ofreciera a ambas partes garantías –imposibles de ofrecer, por lo demás- de que tendrían agua suficiente para alimentar los cultivos del Neguev y asegurar el desarrollo y la supervivencia de la población palestina. Pero, claro, si lo primero es considerado como una forma de provocar a las partes y lo segundo es inviable, dígame usted cómo puede resolverse el conflicto, en lugar de marear la perdiz.

En cuanto al otro punto que afirma que la educación contribuirá a resolver los problemas de las civilizaciones, eso es más que discutible: una educación coránica, lo único que hace es estimular el deseo de guerra santa. No olvidemos que “taliban” es, literalmente, “estudiante”, ¿de qué?, de fe islámica. Así pues, no se trata solamente de educar, sino de educar en determinada dirección. Y eso, naturalmente, se oculta.

El problema del informe del “comité de sabios” es que nadie puede estar en contra. En ese terreno sin salida, ZP se mueve bien: “buscamos la paz en el País Vasco”, hombre, ¿y quién no busca paz? Es innegable que la paz es mejor percibida que la guerra y el conflicto. El problema de ZP es que tiene una increíble tendencia a llevar a situaciones indiscutibles (es mejor que las civilizaciones se entiendan que no a que se destruyan entre sí…), pero es incapaz de explicar las situaciones reales y cómo pasar de la realidad lamentable a la utopía irrealizable. En ese sentido, ZP es el primer producto de la educación finalista: vive con singular intensidad su utopía de futuro… sin ser capaz de establecer en ningún terreno las causas verdaderas de los conflictos y mucho menos de idear soluciones inmediatas.

Por eso cuando ZP ha gritado entusiasmado que NNUU apoyaba “su” proyecto, estaba haciendo un fuego de paja. NNUU “aprobó” ese proyecto, como diariamente aprueba decenas de iniciativas y de normas aparentemente bienintencionadas. Una cosa es aprobar un proyecto… y otra muy distinta comprometerse con él.

NNUU se ha encontrado con el mismo problema que cada hijo de vecino, a la hora de valorar los proyectos de ZP: indiscutibles en su finalidad, son inviables en la realidad. Es imposible oponerse a ellos, so pena de aparecer como un amante del conflicto y un enemigo de la paz y de la armonía entre los pueblos. Pero también es imposible aplicarlos. Ese es ZP.

“ESTAMOS INVIRTIENDO EN PAZ, CIVILIZACIÓN, ENTENDIMIENTO…” ZP

Si, “estamos” invirtiendo, porque esta excentricidad grotesca de ZP, sobre todo la estamos pagando usted y yo. El contribuyente, en definitiva. Dinero tirado, todo para nada. Hay inversiones buenas e inversiones malas, esta es una mala inversión que durará todo el tiempo que ZP siga en La Moncloa. Su sucesor, sea pepetero o socialista, enterrará el proyecto. ZP tiene ambiciones de ser el Kennedy español, pero corre el riesgo de ser el nuevo “Krusty el payaso” de estas latitudes.

En esto existe una segunda analogía entre Aznar y ZP: su falta de objetividad a la hora de valorar el papel internacional de España. Creer que un país de segunda fila de la Unión Europea, puede aspirar a jugar fuerte en el terreno internacional, es –lamentablemente- un error de percepción. Si Aznar podía aspirar a “reintegrar a España entre las naciones que cuentan y deciden” solo por haberse fotografiado junto a Bush y Blair, ZP cree que es capaz, él solito, sin ayuda de nadie, de suscitar un movimiento internacional por la paz y el diálogo de las civilizaciones.

La diferencia en este terreno, estriba en que la posición de Aznar fue contestada en Europa, mientras que la de ZP ha sido completamente ignorada en Europa, como si ni siquiera valiera opinar sobre ella. Al menos, por el momento. Porque, los gobierno de los principales países de la Unión deberán necesariamente de pronunciarse ante la “gran propuesta” de ZP: la entrada de Turquía en la UE… algo que impediría a cualquier gobierno europeo seguir gobernando, ante la oposición de su electorado, especialmente en Francia y en Alemania.

En la reunión de Turquía, ZP tenía frente a él a un gobernante islamista moderado. Se da la circunstancia de que si ZP es en absoluto representativo de los gobiernos de la Unión Europea, Turquía no es representativo de los gobiernos islámicos… ¿Pueden dialogar las civilizaciones cuando ni uno ni otro interlocutor son representativos de sus propias áreas? Así pues, “estamos inviertiendo” en la nada.

“¿LA INTEGRACION DE LA MUJER EN EL ISLAM? EUROPA NO PUDE DAR LECCIONES…” ZP

En el curso de la rueda de prensa, un periodista le preguntó a ZP qué opinaba sobre la integración de la mujer en el Islam. Era el momento de demostrar que la existencia de la Alianza de Civilizaciones podía servir para remediar problemas reales. Sin embargo, ZP se salió por la tangente, por la más odiosa tangente que el periodista que formuló la pregunta, podía imaginar. Simplemente, ZP respondió que “Europa no puede dar lecciones”. Pues bien, si. Europa, en este y en muchos otros terrenos, puede dar lecciones. El problema es que ZP ha sido ganado por la mentalidad progresista culpabilizadora: Europa es culpable de alguna manera, de todo lo que ocurre en el mundo.

ZP, seguramente, tenía en mente, su portentosa ley para resolver el problema de la violencia doméstica que, al no haber identificado cuál es el origen de éste problema, difícilmente podía resolverlo. Y así ZP ha pensado que también en España hay mujeres víctimas de la violencia doméstica. Luego el problema no es sólo islámico… sino que “Europa no puede dar lecciones”. Error.

Hoy sabemos que el grueso de la violencia doméstica es aportada por el 12% de la población residente en España, es decir por inmigrantes procedentes especialmente de dos bloques: andinos y magrebíes. Así pues, si hay un problema sobre la mujer en el Islam. Mientras que las peores situaciones en esta materia que pueden darse en Europa están protagonizadas por psicópatas, anormales, toxicómanos, ancianos con demencia senil, e inmigrantes andinos y magrebíes… en los países islámicos el problema es estructural: existe una religión que sitúa a la mujer bajo la tutela del varón. La diferencia es demasiado clara como para que ZP pueda entenderla. Pero alguien medianamente dotado, la percibe.

EN CONCLUSION: “TURQUIA DEBE ENTRAR EN LA UE…” ZP

Si Turquía aspira a entrar en la UE debe buscar nuevos valedores. Lo tiene difícil, habida cuenta de los gobiernos francés y alemán se oponen a este ingreso y que ningún gobierno europeo que aspire a salir reelegido se va a arriesgar a defender la candidatura turca y todo lo que implica. En España, tanto el gobierno de Aznar como el de ZP han hurtado el debate sobre Turquía. Resulta absolutamente increíble que en Europa este tema haya causado el parón en la construcción europea y haya estado en el origen del rechazo al proyecto de constitución europea en el referéndum francés. ZP es el nuevo valedor de Turquía y, a cambio, el precio que éste país debe pagar para ello, es bajo: afirmar protocolariamente que apoya el “diálogo de civilizaciones”. Poco para lo que puede obtenerse.

Pero, a la inversa, el precio pagado por ZP para lograr pasar a la historia con el “diálogo de civilizaciones”, es alto: no sólo el esfuerzo económico de un país que no puede permitirse ese esfuerza porque todavía en nuestro país existen bolsas de pobreza y necesidades acuciantes, sino también y sobre todo porque, esta iniciativa va a ser muy mal acogida –al margen de las declaraciones protocolarias- por las cancillerías europeas, especialmente en París y Berlín.

El aislamiento creciente de España en materia internacional es el daño colateral de la política exterior de ZP. Nunca España estuvo tan sola en la escala internacional y nunca sus dirigentes estuvieron tan ausentes de la realidad como hoy. Lo pagarán ellos, pero los daños los sufriremos todos.

© Ernesto Milà – Infokrisis – infokrisis@yahoo.es

 

No a Turquía en la UE (XIV) Geopolítica del terrorismo islámico

No a Turquía en la UE (XIV) Geopolítica del terrorismo islámico

Infokrisis.- Todavía no está claro lo que es el "terrorismo internacional", aparte de una banda de desalmados sin fronteras, ni cuál es el papel de Turquía en el nuevo contexto creado tras los atentados del 11-M. las posiciones de los analistas varían desde considerar a Turquía como un lugar privilegiado para las andanzas de Al Qaeda, hasta verlo como un objetivo preferencial de los terroristas. Hay, en efecto, elementos suficientes como para sostener ambas posiciones

Turquía se ha visto afectada por atentados cargados en la cuenta del terrorismo internacional y, así mismo, ha producido terroristas de tronío, como el mismísimo Alí Agca, ya jubilado, por no acordarnos del terrorismo kurdo, aún activo. Desde Agca, por cierto, no se sabe exactamente a quien sirve el terrorismo internacional. A todo esto, Bin Laden tomó a Turquía como “objetivo”.

Ahora bien, si el terrorismo internacional es un riesgo real, Turquía es un partener importante a la hora de combatirlo y se entiende que EEUU e Israel cuenten con él. Pero esto, que se suele repetir con excesiva frecuencia, no está del todo claro. El terrorismo existe; sería ocioso negar que de, tanto en tanto, se producen atentados en los lugares más distantes del planeta. Pero, de eso a afirmar que cualquier atentado, e incluso una parte significativa de ellos, son coordinados por una misma organización, va un trecho. Y desafiamos a que se demuestra que los atentados de Londres, de Madrid o de EEUU son hijos de la misma madre. Digámoslo una vez más antes de avanzar en el tema: no hay ni una sola prueba objetiva e incontestable, aceptable por algún tribunal de justicia, de que una organización terrorista real esté detrás de los atentados calificados como “terrorismo internacional”. Y si se acepta esto, el papel de Turquía en la lucha contra algo inexistente, disminuye rápidamente. Turquía tiene una amenaza terrorista en su propio territorio, la kurda, de la misma forma que Israel bastante tiene con sofocar los rescoldos del terrorismo palestino. Lo último que se sabe de Bin Laden es que de tanto en tanto envía cintas casette a algún medio de comunicación lanzando amenazas aquí y allí. En estos casettes, Bin Laden demuestra un odio visceral hacia Kemal Ataturk (“el apóstata y francmasón, enemigo del Islam, lacayo servil de Occidente”). A Bin Laden, el hecho de que Ataturk transformara el “último califato turco-otomano islámico” en una Estado laico pro-occidental, tras haber combatirdo al sultanato, no termina gustarle.

Las relaciones –reales o supuestos, no lo perdamos de vista- de Bin Laden con Turquía empeoraron desde que en 1990, Ankara dio luz verde para que los bombarderos y tropas norteamericanas pasaran sobre su territorio de camino a Irak. Y se volvieron mucho más ásperas tras los acuerdos militares con Israel en 1996 y muchísimo más cuando en mayo de 2005, Erdogan, los renovó, especialmente por tratarse de un líder islamista moderado. Esto sin olvidar que tampoco las bases norteamericanas instaladas en Turquía son digeribles para el misterioso y exótico Bin Laden cuya idea recurrente al referirse a la Turquía surgida de Ataturk es que la “Umma islámica ha sido humillada desde hace 80 años”.

La versión oficial indica que Al Qaeda está presente en Turquía y, añadimos más, no solamente en este país, sino en todo el mundo turcófono. Creemos que en todo esto hay mucha confusión: deberíamos hablar más bien de “terrorismo islámico” y de “terroristas islámicos”, antes que de Al Qaeda. No sabemos lo que es Al Qaeda, pero si tenemos la certidumbre en cambio de que hay terroristas en la zona. Algunos analistas, particularmente puntillosos y alarmistas, han fijado en medio centenar el número de organizaciones terroristas dispersas por la Península Anatolia, todas ellas de carácter salafista, que operan en cooperación con jihadistas del Kurdistán irakí, pero también se han localizado terroristas turcos en Arabia Saudí, Afganistán y Pakistán.

En la óptica historicista de Bin Laden Turquía es un “gran país musulmán”. Durante cinco siglos mantuvo la bandera del Califato, incorporó al Islam a media Europa Oriental y ha sido la última tierra “robada” al Islam cuando en 1924 Ataturk proclamó la abolición del califato. En teoría, la incorporación de Turquía a la UE alejaría la posibilidad de restablecer un Estado islamista y los “judeo-cruzados” se saldrían con la suya.

En el organigrama de Al Qaeda aparecen algunos turcos: Habib Akdash, por ejemplo, uno de los hombres clave de la organización, del que se dice que estuvo directamente vinculado a Moussab Zarqawi (responsable de Al Qaeda en Irak) y al saudí Saud al-Autaybi (responsable de Al Qaeda para el Golfo Pérsico), todos ellos dirigidos por el también saudí Salah al Awadi (responsable de Al Qaeda para Oriente Medio). El hecho de que las fronteras entre Irak y Turquía sean extremadamente porosas en el Kurdistán, aumenta el interés de Al Qaeda en la zona. Es muy posible que la insurgencia iraquí reciba, a través de esta zona, armas y municiones, como también lo es que los propios terroristas kurdos hagan otro tanto. Y si bien es cierto que todos los datos sobre Al Qaeda son extremadamente nebulosos, lo cierto es que en la zona muere gente a causa de atentados terroristas. Aunque haya en torno a Bin Laden y a su grupo un alto grado de indefinición, ambigüedad y sea en gran medida una construcción mediática para justificar cualquier intervención “antiterrorista”, todo esto ha podido hacerse por la existencia de un terrorismo mucho menos mediático, pero infinitamente más real.

En 2003 se produjo en Turquía una oleada de atentados antijudíos y antimasónicos que produjeron 61 muertos y 300 heridos. Se responsabilizó un cierto Frente del Gran Oriente Islámico que se estrenó con estas acciones. El consulado de Gran Bretaña y una institución bancaria también recibieron su cuota de metralla. El 29 de abril de 2004, 16 personas resultaron detenidas en Burna cuando preparaban un atentado contra la cumbre de la OTAN. Eso no fue óbice para que una nueva bomba estallara contra otra oficina internacional de Banca y el 20 de mayo contra un establecimiento McDonald’s de Estambul. Mas bombas durante la visita de Georges Bush y otras más durante la cumbre de la OTAN, a pesar de las detenciones. Veinte heridos, luego, en Cesme, el 10 de julio de 2005 y cinco turistas muetos y trece heridos en el balneario de Kusadasi una semana después, éste último cometido por un adolescente miembro del llamado “Halcones de la Liberación del Kurdistán".

Si en España hemos tenido nuestro atentado del 11-M (no menos nebulosos respecto a su procedencia), en Turquía estamos hablando de una cantidad desmesurada de crímenes similares. Pero hay una diferencia: el 11-M fue una excepción y España está fuera de los circuitos terroristas habituales, mientras que Turquía está situada en la región que constituye el escenario por antonomasia del terrorismo. Turquía no solamente tiene frontera con los escenarios terroristas del Cáucaso o Irak, sino que además, exporta terroristas y es objejo de repetidos atentados terroristas. Podemos imaginar lo que supondría para la Unión Europea, si un terrorista pudiera desplazarse desde el Kurdistán turco hasta la bahía de Cádiz o hasta Santiago de Compostela, sin cruzar una sola frontera, cuando Turquía fuera socio de pleno derecho de la UE. Entonces si estaríamos ante un riesgo real al alcance de cualquier extremista que deseara escalar en el ranking de los más asesinos. Bastaría que un terrorista islámico irakí o iraní se le pusiera entre ceja y ceja que las fiestas de moros y cristianos de Levante, son ignominiosas para el Islam, para que un comando terrorista pudiera atravesar las porosas fronteras del Kurdistán turco y plantarse en Madrid con armas y bagajes. Mientras persistan las actuales circunstancias en Oriente Medio y el “terrorismo internacional” sea un modelo a imitar por radicales y psicópatas, Europa debe de preocuparse de poner tierra de por medio entre una zona conflictiva y su remanso de paz.

En geopolítica existe el concepto de “estado tapón”. Más que considerar a Turquía como un socio de pleno derecho en la UE, se trataría, eso sí, de apoyarle en su desarrollo, en su lucha contra el terrorismo y en su orientación hacia el sud-este, a cambio, naturalmente, de que se constituyera como valladar ante las penetraciones terroristas (o simplemente delincuenciales relacionadas con la heroína) hacia Europa. Nadie podrá negar que el hecho de que terroristas curtidos pudieran pasearse a sus anchas por el “espacio Schengen” es preocupante. No se trata de hacer de Turquía un “puente” del terrorismo medio-oriental hacia Europa, sino de que ese país sea un “tapón” de ese mismo terrorismo.

No hay que olvidar otro elemento. Existe en Asia Central un amplísimo espacio, llamado el Valle de Ferghana, situado entre dos países turcófonos: Uzbekistán y Kazajastán. El primer país puede ser considerado como refugio de los movimientos terroristas islámicos. Allí tiene su sede el Movimiento Islámico de Uzbekistán y el movimiento Islámico del Turkestán, cuyo objetivo es restablecer el Califato de Estambul. Pues bien, estos grupos, desde el valle de Fergana conspiran contra el gobierno uzbeko. El 11 de noviembre de 2004, resultó desarticulado un núcleo terrorista en el vecino Kazajastán. Los 19 detenidos, al parecer, habían participado en un intento de atentado contra el presidente de Ubekistán. En cuanto al MIU, cuenta con un apoyo creciente de la juventud islámica.

A partir de mediados de los años noventa, resultó evidente que el Estado Turco estaba implicado en el apoyo a tres frentes de actividad terrorista:

- las redes islamistas de los Balcanes, que se cuentan entre los primeros responsables de la guerra de Bosnia-Herzegovina y en el responsable indiscutible de los sucesos de Kosovo, a través de la UCK. Este apoyo, en buena medida, no era solamente oficial. La UCK no era otra cosa que un grupo de delincuentes que intentaban establecer una ruta de la droga a través del “corredor islámico” de los Balcanes, por cuenta de las mafias de la droga turcas.

- las redes de apoyo a los terroristas anti-armenios de Azerbaiyán, cuyo presidente es el aliado principal de Ankara en la zona. Entre 1993 y 1994, un millar de mujahidines de este país fueron enviados para luchar contra los armenios y desaloalrlos del Alto Karabaj.

- las redes islamistas chechenas refugiadas en el valle de Pankissi en Georgia.

En otras palabras: Turquía es víctima del terrorismo islámico, pero también utiliza ese mismo terrorismo para apoyar algunos de sus objetivos en la política regional, ya sea por iniciativa del Estado o de las poderosas mafias de la heroína que actúan en ese país. Es importante no perder de vista un dato: lo que hemos dado en llamar “países turcófonos” (Turkmenistán, Uzbekistán, Kirghikistán y, el Xinjiang chino), albergan una extrema inestabilidad interior. Un hervidero de 200 millones de personas en permanente tensión y efervescencia político-religiosa que puede ser utilizado por unos o por otros, como placa giratoria para arrojar terrorismo y radicalismo islámico a cualquier lugar de Eurasia.

(c) Ernesto Milà - infokrisis - infokrisis@yahoo.es 

No a Turquía en la UE (XIII) Geotoxicomanía. La ruta de la heroina afgana

No a Turquía en la UE (XIII) Geotoxicomanía. La ruta de la heroina afgana

Infokrisis.- El apoyo norteamericano a Turquía no es una casualidad. Turquía es la quinta columna en Europa de muchas cosas, especialmente de un proceso de debilitamiento de Europa, uno de cuyos frentes más importantes es la droga. En efecto, las adormideras cultivadas en Afganistán y procesadas en Pakistán, llegan a Turquía a través de la "ruta de la seda" y luego del "corredor turco" de los Balcanes.

Según el Observatorio Español sobre Drogas (OED), en 1999 en nuestro país existían 10.000 heroinómanos y 150.000 cocainómanos. Según el OED, que registra en cinco grandes ciudades españolas, el análisis toxicológico reveló en 1999 la presencia de heroína en el 81% de los casos y de cocaína en el 60%, mientras que en 1996 las cifras eran del 88% para la heroína y del 26% para la cocaína. Existía cierta euforia en la percepción del problema. Las muertes atribuibles a la heroína iban descendiendo y otro tanto ocurría con el contagio del SIDA a través de las jeringuillas compartidas. Y, así mismo, el descenso del consumo de heroína generaba la disminución de la delincuencia directamente asociada a ella.

La tasa española de consumo de heroína es una de las más altas de Europa occidental.

El lugar de origen de la mayor parte de la heroína consumida en España es Afganistán, país que llegó a acaparar el 70% de la producción mundial de materia prima para la extracción de heroína (el opio salido de la adormidera) justo en el momento en que los soviéticos se retiraban del país y hasta 1997 cuando el gobierno talibán ya se había asentado en Kabul. En ese período, caracterizado por el vacío de poder, el cultivo de opio se redobló en todo el país, pero solamente descendió cuando los talibanes llegaron al poder. Entre sus principios figuraba la lucha contra el opio. A partir de 1997 la producción disminuyó en Afganistán, mientras que, paralelamente, tendió a aumentar en Colombia.

Durante los últimos años del gobierno talibán, e inmediatamente después de la invasión norteamericana, los precios de la heroína en España se triplicaron, tal y como Gonzalo Robles, delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, informó el 27 de febrero de 2002. Había buenos motivos para que la sanidad española estuviera pendiente de los signos de alarma: aumentaron las muertes a causa de la venta de heroína cada vez más adulterada y se elevó el número de afectados por el síndrome de abstinencia, así mismo en los meses siguientes, aumento la delincuencia protagonizada por toxicómanos.

Una misión de Naciones Unidas estimó sobre el terreno que la superficie cultivada en Afganistán cubría entre 45.000 y 65.000 hectáreas, muy por encima de la cifra de 2001 y similar a las de mediados de los años noventa

Cuando se produjeron los atentados del 11-S y la consiguiente destrucción del régimen talibán, llamó la atención que uno de los temas en los que más insistió la propaganda de guerra norteamericana, fue la “complicidad” del régimen talibán con los narcotraficantes e incluso se llegó a decir que Bin Laden traficaba con heroína afgana.

Las cifras difundidas en aquella época eran ridículas y contrastaban con otras fuentes que indicaban que en ese período se habían producido dos fenómenos inequívocos: el desplazamiento de los cultivos hacia zonas de Iberoamérica (signo inequívoco de la presión en Afganistán) y un descenso del consumo de heroína por la muerte de los toxicómanos que se habían iniciado en los cinco años anteriores. La observación directa de las calles indicaba que, en ese período, la población toxicómana se estaba desplazando hacia la cocaína y que existía una perfecta conciencia del riesgo que implicaba el consumo de heroína y, por tanto, se encontraba en franca disminución. Pero llegó el atentado a las Torres Gemelas y a partir de ahí todo cambio.

En un primer momento, a lo largo de 2001 y hasta el inicio de 2003, no se observaron alteraciones sustanciales en las tendencias del consumo de heroína, que iba disminuyendo, lo que era presentado como síntoma “inequívoco” de que el perverso régimen había exportado heroína… pero sus honestos sucesores, horrorizados, habían perseguido esta industria. En realidad, lo que ocurría era que en las encuestas inmediatamente posteriores al 11-S y a lo que siguió, todavía no se habían manifestado las nuevas tendencias. Estas empezaron a hacerse bien visibles dos años después, de la misma forma que la disminución del consumo no se hizo patente el año en el que los talibanes llegan al poder… sino dos años después. Las cifras son elocuentes.

El consumo de heroína desciende en España, efectivamente, desciende entre 1998 y 2002 (de 0’6% a 0’3%), pero bruscamente repunta en 2004 y a pasa al 0’7%... constituyéndose como la más alta del período entre 1994 y 2004. Las cifras son del informe sobre “Drogas en Población Escolar” incluida en la Web del Ministerio de Sanidad. En este nuevo repunte, la situación no ha sido quizás tan perceptible para la población como lo fue entre 1983 y 1996, cuando, coincidiendo con los años de gobierno del PSOE, se produjo una verdadera avalancha de heroinómanos. A partir de la reaparición de la heroína afgana hacia 2003 (perceptible en 2004) con la masificación de la producción se operó un descenso en el precio. El heroinómano ya no estaba tan necesitado de delinquir para pagar su adicción… le bastaba con recurrir a los subsidios sociales que recibía para adquirirla. Además, las drogas de moda eran la cocaína y las metanfetanimas y la heroína estaba considerada como de alto riesgo por los propios toxicómanos. Pero la cuestión de fondo es que las redes turcas, a partir de la caída del régimen talibán y de la nueva situación creada en Afganistán, redoblaron su tarea de introducir heroína en Europa a través, siempre, del “corredor musulmán” de los Balcanes. Incluso puede añadirse que, si en la anterior etapa, los laboratorios de refinado y transformación estaban ubicados en Pakistán o Turquía, en la nueva situación se permitían el lujo de residir en Afganistán… con lo que el coste del producto se abarataba.

La “ruta turca” es una de las dos utilizadas por las mafias de la droga. Pasa a través de Irán, Turquía y los Balcanes y termina en la Europa del Sur y Mediterránea. La otra sigue algo más al norte por las ex republicas soviéticas de Asia Central y a través de Rusia y Ucrania llega a Europa del Este y del Norte. Es inevitable ver también en esto un “ajuste de cuentas” de Rusia con algunas de sus exrepúblicas, pues no en vano, los países bálticos, inexplicablemente, han pasado a absorber una parte importante de este tráfico. De toda la primera ruta, solamente el gobierno iraní ha realizado un esfuerzo visible y evidente por detener todo este comercio ilícito. En la actualidad, casi el 50% de las incautaciones mundiales de heroína se realizan en territorio iraní. Esto hizo que la ruta del norte ganara importancia, pero luego, una vez superado el escollo iraní, un contingente importante de droga descendiera nuevamente hacia Turquía.

(()  Ernesto Milà - infokrisis - infokrisis@yahoo.es

 

Domingo, 10 de Septiembre de 2006 11:56 #.

 

No a Turquía en la UE (XII) Tracia y la importancia del Bósforo y los Dardanelos

No a Turquía en la UE (XII) Tracia y la importancia del Bósforo y los Dardanelos

Infokrisis.- Uno de los escenarios posibles de Turquía en el futuro implica su desmembramiento. La zona europea de Turquía -Tracia- podría optar por "desengancharse" del resto del país en caso de que la UE rechace su candidatura. El pepale geopolítico de Turquía depende en gran medida de que Tracia está separada de Anatolia por los estrechos del Bósforo y los Dardanelos. ¿Siguen siendo geopolíticamente importantes?

 

 

El actual conflicto de Irak tiene una incidencia directa en Turquía. Dependerá del grado de independencia y autonomía que alcancen los kurdos que la minoría turca termine reivindicando los mismos derechos que la irakí. La creación de una entidad kurda independiente en Kirkuk terminaría generando una desestabilización irredentista sin precedentes en Turquía. Y, a partir de ahí, podría estallar una “crisis nacional”, especialmente si la UE no se compromete a admitir en el plazo más breve posible lo que quede de Turquía. En ese escenario, difícilmente la zona de Tracia aceptaría seguir pagando el subdesarrollo y el foco de islamismo radical que representa Anatolia. En ese escenario, el desmembramiento de Turquía estaría servido.

Tracia es radicalmente diferente al resto de Turquía: es, territorialmente, la parte europea del país, y su historia y peculiaridades son completamente diferentes al resto del país. Históricamente se extendía desde Macedonia hasta el Mar Negro y el Mar de Mármara, y desde el Egeo hasta el Danubio. Está situada en el sudeste de los Balcanes e incluye el Nordeste de Grecia, el sur de Bulgaria y la Turquía europea. El río Maritsa separa la Tracia turca de la griega.

Históricamente, los tracios, considerados bárbaros por los griegos, fueron dominados por éstos en el año 600 a.JC. Pero estos territorios se perdieron cuando se produjo la dominación persa en el 512 a.JC. Los romanos la conquistaron en el año 46, con el Emperador Claudio. La zona se volvió inestable con las invasiones bárbaras del siglo III, pasando en el VII a manos búlgaras y al Imperio Bizantino. Tras la caída de Constantinopla, toda Tracia quedó en manos turcas. Sería en el siglo XIX, con el desmembramiento del imperio turco, cuando una parte de la región quedó en manos búlgaras y el resto constituyó el territorio que hoy constituye el único de la Turquía europea.

Tracia está situada sobre los importantes puntos geopolíticos del Bósforo y los Dardanelos.

El estrecho de los Dardanelos era conocido en la antigua Grecia como el Helesponto que comunicaba el Egeo con el Mar de Mármara. Su nombre deriva de la antigua ciudad de Dardanus. En su parte más estrecha tiene 1600 metros entre una y otra orilla y llega a los 6.500 en la parte más ancha. Su profundidad está en torno a los 50 metros y se prolonga a lo largo de 71 kilómetros. Los Dardanelos separan a la península de Gallipoli de Asia y sus costas son poco accidentadas.

La historia antigua nos muestra la importancia estratégica que siempre han tenido los Dardanelos. Cerca de allí estuvo situada la mítica ciudad de Troya, y la costa asiática del estrecho fue el escenario de los combates histórico-homéricos por la ciudad. Jerjes y Alejandro Magno la cruzaron en direcciones opuestas y su pérdida supuso, en la práctica, el final de Imperio Bizantino y la caída de Constantinopla. Siglos después, también en esa zona se dirimió uno de los episodios más duros de la Primera Guerra Mundial, en la batalla de Gallipoli.

El Bósforo divide en dos partes a Estambul y está densamente poblado. Conecta el Mar de Mármara con el Mar Negro. En algunos puntos apenas tiene 750 metros (donde se encuentran fortificaciones otomanas) y en la parte más ancha 3.700. Su profundidad oscila entre los 36 y los 124 metros. En 1973 se construyó un puente que comunica las dos orillas del estrecho, y en 1988 un segundo, ambos de más de un kilómetro. En la actualidad está en construcción un túnel de comunicaciones a una profundidad de 55 metros. Todos estos elementos son de gran importancia estratégica que ya fue advertida por los primeros griegos que conocieron la zona y que la utilizaban para transportar ganado sobre odres de cuero. De hecho “Bosforo”, etimológicamente, quiere decir “transporte” (foros)  de bueyes (bos). La importancia estratégica del Bósforo radica en que supone el paso más fácil para cruzar el camino hacia Europa y del Mar Negro al Mediterráneo. Quien controlara el Bósforo controlaba el comercio con el mediterráneo oriental. Los atenienses ya advirtieron esa importancia estratégica, allí fundaron Megara y mantuvieron alianzas con las ciudades que controlaban el estrecho para asegurarse el suministro de alimentos procedentes de Escitia.

Los romanos intuyeron también la importancia del Bósforo, pero solamente Constantino el Grande se decidió a establecer allí la capital que llevaría su nombre.

En el siglo XIX, el aumento del tráfico naval elevó aún más la importancia estratégica de la zona. La guerra ruso-turca (1877-78) o el ataque a Gallipoli (1915) tuvieron como objetivo la conquista de estos puntos.

La obstinación con que los turcos defendieron Gallipoli costó al ejército combinado anglofrancés una derrota histórica y 250.000 muertos en ambos bandos. Con esta operación, impulsada por Winston Churchill, se pretendía restringir el acceso al Mediterráneo a los “Imperio Centrales” (Alemania, Austria-Hungría y Turquía) y facilitar un balón de oxígeno a la maltrecha Rusia. En esta batalla se ganó el prestigio, que luego utilizaría para presidir el país, Mustafá Kemal Ataturk.

Las cuestiones claves del papel geopolítico de Turquía derivan del Bósforo y los Dardanelos, y los interrogantes que se plantean son diversos: si bien es cierto que a lo largo de la historia ambos estrechos han sido enclaves geopolíticos de primera magnitud para asegurar rutas comerciales y obturar la salida de Rusia al Mediterráneo, ¿siguen manteniendo en la actualidad esta importancia geopolítica, al menos, para el destino de la UE? Esa es la cuestión.

Es evidente que el factor geográfico hace que Turquía haya tenido, desde la irrupción del Imperio Otomano, un papel fundamental en el dominio del Mediterráneo, especialmente oriental. Solamente cuando Turquía pudo contar con la ayuda de piratas berberiscos, o con la complicidad de los berberiscos de las Alpujarras, estuvo en condiciones de llevar su dominio naval hasta las puertas de Gibraltar. Pero, desde Lepanto, esa situación no ha vuelto a darse y, en la actualidad, nada induce a pensar que Turquía vuelva a ser algún día primera potencia naval. En cuanto a la importancia del Bósforo y de los Dardanelos, también es relativa en la actualidad.

Para la UE no tiene absolutamente ningún sentido impedir a Rusia el acceso al Mediterráneo. Una política exterior europea consciente debería actuar en sentido diametralmente opuesto, es decir, facilitar el acceso de Rusia al Mare Nostrum. En otras palabras y como ha dicho el politólogo Alexandre del Valle: “Antes Rusia que Turquía”. Realizar una aproximación entre la UE y Rusia implica, en la práctica, un alejamiento de Turquía de Europa. Con mucho más derecho los descendientes de los varegos pueden reclamar su condición de europeos, antes que los saqueadores de Constantinopla y los vencidos de Lepanto.

Poco importa quién es dueño actualmente del Bósforo y los Dardanelos. Existen puertos europeos en el Adriático y en el Egeo que pulverizarían la ventaja geopolítica turca en el Mar de Mármara. La utilización de estos puertos implicaría una alianza estratégica entre la UE y Rusia que daría un nuevo giro a la política mundial. El eje París-Berlín-Moscú, ampliado al eje horizontal Lisboa-Berlín-Moscú y al eje vertical Helsinki-Moscú-Atenas, en la práctica neutralizaría definitivamente las aspiraciones hegemónicas de EEUU sobre Europa. Un nuevo polo geopolítico habría nacido, el que durante dos siglos ha causado verdadero espanto a los estrategas anglosajones.

Por otra parte no hay que perder de vista el escenario que se produciría ante un eventual desplome del Estado turco, acribillado por el islamismo radical ante una posible agudización de la crisis kurda. En esa perspectiva, la rotura de Turquía sería una posibilidad a contemplar. Ante la posibilidad de quedar excluida de la UE, la región más occidental de Turquía, Tracia, advertiría que Anatolia, amputado el Kurdistán y, por tanto, alejada de los pozos de petróleo de Kirkuk, se convertiría en un lastre y podría optar por una independencia más prometedora. Insistimos en que las diferencias entre Tracia y Anatolia son, no solo a nivel económico, notables.

En el fondo de la cuestión, aún sin contemplar esta perspectiva, lo esencial para la UE es dar una oportunidad a Turquía (unida o desmembrada); y a este respecto solamente hay dos posibilidades: o bien Turquía se integra en la UE con todo lo que ello implica (el fin de la UE, sin ir más lejos, y el triunfo del proyecto del califato otomano del siglo XV con la ocupación pacífica de Europa Occidental) o bien la UE contribuye a ayudar a Turquía para que reoriente su política exterior. Y esta segunda posibilidad ya resulta mucho más interesante.

No es la primera vez que Europa se preocupa del destino de Turquía. A finales del siglo XIX, el Kaiser Guillermo II fue aclamado en su visita a Ankara en la inauguración de la vía férrea Berlín-Ankara. Sin embargo, no se trataba de orientar a Turquía en dirección a Europa, sino de orientar a este país en dirección al mundo árabe (con el que sus relaciones culturales, religiosas y antropológicas son mucho más fluidas y homogéneas). Esta orientación hubiera triunfado definitivamente si la Primera Guerra Mundial no hubiera entrañado la derrota de los Imperios Centrales y, con ellos, también de Turquía. Esa orientación hubiera hecho mucho más difícil la penetración de EEUU en el mundo árabe y, sin duda, el panorama de Oriente Medio sería hoy mucho más pacífico y estable.

Ese modelo de política en relación a Turquía está todavía vigente. Turquía no puede estar dentro de la UE, simplemente, porque no es Europa. Dentro de la UE, como máximo, solamente cabe un 5% de Turquía, la región de Tracia. De producirse la hipotética desmembración del país, esa zona sí tendría lugar en la UE, pero de soportar Turquía las tensiones que se le vienen encima en cuanto concluya el conflicto en Irak, la política más responsable desde el punto de vista europeo consistiría en orientar la política turca en dirección sur y sur-este. Mantener una de las orientaciones actuales de la política turca, la idea pan-otomana, tendría, como hemos visto, la consecuencia nefasta de agudizar los conflictos en el núcleo central de Eurasia, una idea a desestimar: la paz interior en el espacio euroasiático es garantía de la paz mundial. Cualquier elemento desestabilizador de Eurasia debería ser conjurado de la manera más enérgica.

Por otra parte, el eje euro-ruso precisa alejar al máximo los conflictos en sus fronteras. Además de las fricciones que puedan surgir entre Rusia y sus repúblicas ex soviéticas, la única posibilidad de que puedan aparecer nuevos frentes de fricción está en las zonas fronterizas con Turquía. Pero, en las actuales circunstancias, atañen solamente a las fronteras y a la seguridad turca; los problemas están alejados del territorio de la UE y sería absurdo que se intentara integrar a Turquía, consiguiendo así que un foco de tensión en las fuentes del Éufrates terminara afectando directamente a Lisboa o a Dublín…

Algunas conclusiones

Desde el punto de vista geopolítico, la adhesión de Turquía a la UE crea más problemas de los que resuelve. Desde el punto de vista de los intereses de la UE –los únicos que cuentan a nuestros efectos- el objetivo principal es asegurar la estabilidad del espacio euroasiático dentro de un mundo multipolar en el que tres de los cuatro actores principales estarían en este espacio (la UE, Rusia y China). Esa estabilidad pasa a través de forzar a Turquía a adoptar una política de expansión hacia el Sur, no hacia el Norte (Rusia), hacia el Este (china) o hacia el Oeste (Europa). Esa necesidad pasa por desactivar la pretensión de Turquía de generar un espacio turcófono en el territorio de las antiguas repúblicas soviéticas. La desmembración de Turquía y la integración de Tracia en la UE daría a esta federación el control de una orilla del Bósforo y de los Dardanelos, esto es, supondría una mano tendida hacia Rusia, una cooperación en su reconstrucción y una apertura al Mediterráneo.

Desde el punto de vista geopolítico, la penetración de la UE en Turquía tiene como ejemplo histórico y como precedente la expansión de la Grecia de Alejandro Magno hasta mucho más allá de su espacio geográfico propio: se expandió y fracasó. El ejemplo contrario es el Imperio Romano: Roma se configuró como una potencia Mediterránea… y triunfó. Ninguna potencia puede estirar excesivamente sus líneas, integrando territorios inmensos en su imperio, sin exceder su espacio geopolítico y, por tanto, sin diluir su influencia. Eso mismo aprendieron los norteamericanos cuando renunciaron a conquistar Nicaragua, México y Centroamérica a lo largo del siglo XIX. En efecto, los territorios conquistados y las poblaciones residentes en ellos, supondrían una excesiva extensión del territorio de los EEUU y, al mismo tiempo, hubieran roto su unidad lingüística. De ahí que, tras el fracaso de los “filibusteros” en Nicaragua, EEUU renunciara a extenderse más allá de lo que ya se había extendido. A partir de entonces tendría sólo protectorados, nunca más nuevos Estados. La lección histórica no debe jamás perderse de vista. Una Unión Europa que llegue desde Finisterre a las provincias islámicas del Oeste de China es impensable. La integración de Turquía (y del espacio panturco) en la UE supondría el aumento asindótico de los riesgos para nuestra seguridad. Turquía tiene frontera con las zonas más cálidas del planeta en estos momentos: Palestina-Siria-Israel e Irak. Nos introduciría en zonas de conflicto calientes y nos enfrentaría a nuestros dos parteners euroasiáticos.

Por todo ello, Turquía debe ser mantenida fuera de la UE

Europa no puede aceptar en su club a un país dirigido por islamistas. El islamismo es incompatible con los principios que hasta ahora han regido la construcción de Europa. Islamistas moderados e islamistas radicales coinciden en unir la esfera política a la religiosa. Tal y como hemos demostrado en el capítulo anterior, ambas esferas caminan juntas y forman un todo inseparable para cualquier islamista consecuente. Cada cual elige su confesión; no es nuestra intención juzgar a ninguna confesión, simplemente mostrar que, por digno que pueda considerarse política y religión como las dos caras de una misma moneda, ésta no es la idea que los europeos tenemos de nuestra Unión.

Turquía está en vías de “reislamización” y ha dejado atrás la herencia kemalista. Lo ocurrido durante los días previos a la invasión de Irak es suficientemente significativo. Ciertamente, amplias masas populares se opusieron a esta guerra, pero lo que nos interesa destacar no es el hecho en sí de la oposición, sino los motivos en los que se apoyaba la argumentación en contra del conflicto. No era lo mismo estar contra la guerra por pacifismo que por ser miembro de Al-Qaeda… El gobierno de Ankara no apoyó la invasión porque el objetivo era un país árabe. Diferente fue cuando se trató de invadir el Norte de Chipre.

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es

 

No a Turquía en la UE (XI) Los problemas político-militares de la cuestión

No a Turquía en la UE (XI) Los problemas político-militares de la cuestión

Infokrisis.- En esta parte de nuestro estudio sobre Turquia, abordamos algunos aspectos fundamentales de la cuestión: el papel de las FFAA turcas en la evolución política de aquel país, y las paradojas más perversas que implicaría un ingreso en la UE. Contrariamente a lo que se tiene tendencia a pensar, esa integración, lejos de desactivar la "bomba islamista", contribuiría a barrer al kemalismo, la principal trinchera antiislámica.

 

El 6 de octubre de 2004, la Comisión Europea se manifestó a favor de abrir negociaciones con Turquía para su adhesión en la Unión. La decisión fue tomada considerando que el gobierno turco había cumplido con las condiciones previas requeridas para iniciar las conversaciones. El informe presentado en aquella ocasión por la Comisión constaba de tres partes. En la primera, se pasaba revista al esfuerzo turco de democratización acometido en el 2003. La conclusión era que mejoraba la aplicación de los derechos humanos y los “Criterios de Copenhague” se iban cumpliendo; en la segunda parte se afirmaba que el país estaba preparado para iniciar la negociación y, finalmente, se especificaban los puntos más delicados del proceso. Turquía había dado otro paso al frente y parecía aproximarse, lenta, pero inexorablemente a Europa. Luego vino el NO francés al proyecto de Constitución Europea, la subida de Angela Merkel al poder en Alemania y el debilitamiento de Tony Blair, el gran turcófilo inglés. En el momento de escribir estas líneas nadie duda que el proceso negociador puede durar un mínimo de diez años y muy pocos serían capaces de afirmar si, finalmente, va a llegar a buen puerto. En cualquier caso, en 2006 todo induce a pensar que la negociación económica va a ir muy por delante, de la social o de la política. Los riesgos políticos del ingreso de Turquía en la UE persisten a pesar de la declaración favorable de la Comisión Europea. Estos riesgos están presentes en Turquía tanto como lo estarías en cualquier país musulmán.

En general, los países musulmanes suelen tener altibajos en sus líneas políticas. ¿Quién iba a decir que tras el relativamente breve período panarabista de Egipto sucedería un recrudecimiento de las actividades islamistas clandestinas sobre el trasfondo de un gobierno pro-occidental? El país de la Nasser es el que sufrió en 2005 un incremento más espectacular del fundamentalismo islámico. Y el Irán del Sha, heredero del antiguo imperio persa al que intentó vincular su régimen y su monarquía laica, es hoy el semillero de fundamentalismo chiíta. Otro tanto puede decirse de Irak, Estado laico hasta los últimos momentos del régimen de Saddam Hussein y hoy víctima de una guerra contra el ocupante norteamericano, además de una guerra civil entre baasistas y musulmanes y, finalmente, una guerra religiosa, superpuesta, dentro de la guerra de religión entre sunnitas y chiítas. Por no hablar de la Argelia del FLN, socialista y laica, pasada por ocho años de guerra civil tras la victoria electoral del FIS. ¿Acaso en el vecino Marruecos la situación es diferente? Presentada como baluarte contra el fundamentalismo islámico, la monarquía alahuíta no ha podido evitar que en 2006, el movimiento político-social hegemçonico sea la corriente fundamentalista. ¿Hacen falta más ejemplos?

En demasiadas ocasiones, un país de mayoría islámica parecía haber asumido, de una vez por todas, una vía laica, para luego sufrir una regresión hasta posiciones mucho más retrasadas que las del punto de partida. El esfuerzo de Kemal Ataturk por “occidentalizar” Turquía y transformarla en un Estado laico, a tenor de lo visto, no puede considerarse definitivo. De hecho, el proceso de discreta demolición de la obra de Ataturk sigue hoy inexorable. La sociedad turca está más islamizada hoy que cuando el que fuera llamado “el padre de los turcos” disolvió el califato y derogó la sharia. La “excepción kemalista” agoniza y si no ha sido abolida completamente se debe a las necesidades económicas y estratégicas de Turquía que precisa, por una parte, la amistad con EEUU y su apoyo en la marcha hacia el espacio turcófono a cambio de la amistad y reconocimiento con Israel, y de otro, con la UE, receptor de más de la mitad de sus exportaciones y considerado como dispensador de la sopa boba a la que Turquía aspira.

La gran razón esgrimida por los defensores del ingreso de Turquía en la UE, la que, según ellos debería de neutralizar la fuerza de cualquier argumento en sentido contrario, consiste en afirmar que contribuiría a reforzar el diálogo de civilizaciones y neutralizar el conflicto con el islamismo en tanto que sería un ejemplo de que, la democracia también puede coexistir con el Islam. Para nosotros, por el contrario, se trata, justo de lo contrario, Turquía sería el “caballo de Troya” del islamismo en la UE. No hay que perder de vista el hecho de que nuestro espacio es un “territorio a islamizar”. ¿Se puede facilitar más la islamización de Europa que integrando al Estado más potente del mundo islámico? Estamos antes otra “apuesta” de las presuntas cabezas pensantes del progresismo europeo. Si el término “caballo de Troya” no les gusta estéticamente, pongan este otro: “cabeza de puente”. Turquía está llamada a ser la “cabeza de puente” del islamismo en Europa, donde ya actúan bolsas fundamentalistas entre la inmigración turca, argelina y marroquí.

Los valedores de la causa turca, habitualmente, son tres. El primero procede de la izquierda y del progresismo “buenista” europeo que, unánimemente, apuesta por Turquía. Los “progres” son los grandes ludópata de nuestro tiempo. Les encanta realizar constantemente “apuestas”, piruetas, formular teorías y realizar saltos al vacío que, habitualmente, se saldan con demoledores costalazos. La derecha, muestra menos unanimidad. Existe cierta derecha que abomina de la posibilidad de Turquía en Europa (Merkel, Chirac, Shüssel), mientras que otros pertenecen al círculo pro-turco (Sarkozy, Aznar). Los hay como Rajoy que en este tema prefieren no opinar y otros como Berlusconi que, mientras permanecieron en el candelero de la política, dijeron cualquier cosa y su contraria. El tema turco se ha convertido en una máquina de hacer perder votos a sus valedores. El NO francés al proyecto de Constitución Europea se debió, en altísima medida, a que el texto no cerraba, de una vez y para siempre, las esperanzas a la candidatura turca. Todos los demás argumentos fueron menores. Y otro tanto ocurrió en Holanda. No es raro que la derecha pro-turca prefiera ignorar el tema ante la merma de votos que le supone. En las próximas presidenciales francesas del 2007, se verá como Sarkozy elude la cuestión, mientras que Le Pen le recuerda su turcofilia a cada paso.

El tercer gran apóstol de la causa turca es George Bush, especialmente desde que su presencia en Irak requiere más esfuerzos que los inicialmente previstos. Para EEUU, si la UE tiene frontera directa con las zonas calientes de Oriente Medio, inevitablemente se verá envuelta en el conflicto iraquí y, eventualmente, en el iraní y, solamente podría hacerlo del lado norteamericano. Por otra parte, la entrada de Turquía supone echar un cable a un aliado de la OTAN, tutelar su penetración en el “espacio turcófono”, globalmente segundo productor mundial de petróleo y tener la posibilidad de acceder directa y masivamente a la zona del Cáucaso, teniendo la llave del petróleo del Caspio hacia el Oeste. Finalmente, Bush no ignora que una federación es tanto más viable cuanto más homogénea es su población. Bush sabe perfectamente que la marcha de millones de turcos fuertemente islamizados hacia Europa Occidental no tardaría ni una generación en suponer un lastre de tal magnitud que la existencia de la propia UE peligraría. Pensar que podría existir entre la frontera irauí y Lisboa, un espacio sin fronteras, sería pensar que la heroína turca, los terroristas islámicos y las legiones de inmigrantes, no sólo turcos, sino afganos y extremo-orientales tendrían pocas dificultades en plantearse en el otro extremo de la Unión. Estúpido quien olvide que los EEUU y la UE son competidores en el momento actual. Un competidor es aquel que, en el futuro, corre el riesgo de convertirse en enemigo. Desde Tsun Tzu, debilitar al enemigo es la estrategia más antigua del mundo. Bush no está haciendo otra cosa que aplicarla, de la misma forma que, en contrapartida, la UE debería defender la entrada masiva de hispanos en EEUU y la adhesión de México como nuevo Estado de la Unión… total, puestos a ejercer de Maquiavelo, habría que demostrar que donde las dan las toman.

La negociación de la UE con Turquía tiene varios frentes a limar. Ya hemos hablado de algunos, pero el frente político, aparentemente, el más simple de resolver, va a resultar, sin duda, el más complicado. Empezando por la cuestión de las minorías.

Según el Tratado de Lausanne, en Turquía “existen minorías”… Bravo, el problema es que no las menciona con nombres y apellidos. Para el artículo 143, “minoría” es equivalente a “no musulmán”. Los criterios internacionales consideran que una minoría es discriminada en cuanto no goza de los mismos derechos que la mayoría de la población. ¿Cómo hay que considerar el hecho de que las mezquitas turcas sunnitas tengan la electricidad y otros servicios públicos gratuitos, mientras que otros grupos religiosos islámicos no gozan de este privilegio en sus lugares de culto? ¿o el hecho de que la “minoría kurda”, mayoritaria, por lo demás, en el Kurdistán turco, no pueda aprender su lengua en la escuela? Si se trata de hablar de “minorías” se trata, así mismo, de hablar de igualdad de derechos con el resto de la población. Las autoridades turcas más sinceras han sugerido que un proceso de este tipo “fragilizaría” al Estado. Y es posible que tengan razón. La cuestión es que para ingresar en la UE, estas reformas son necesarias. Y la primera de todas, modificar el artículo 3º de la Constitución turca, según el cual “el Estado turco con su patria y su nación indivisible es una y su lengua es el turco”. Este redactado es incompatible con los principios de la UE. Si bien nadie cuestiona la “indivisibilidad del territorio”, debería de aludir al turco como “lengua oficial”, lo que facilitaría la aceptación de otras lenguas en régimen de igualdad, y en cuanto a la referencia al Estado, la Nación y la Patria, conceptos, en buena medida, ideológicos, debería señalar simplemente que Turquía es un “Estado unitario”. En el fondo, las reformas constitucionales que precisa Turquía son, al menos en este terreno, relativamente parecidas a las que sufrieron las “Leyes Fundamentales” franquistas durante la transición. Desde este punto de vista, una cosa sería el respeto, la co-oficialidad de la lengua kurda y su coexistencia con el turco y otra muy distinta el secesionismo kurdo y la pretensión de forjar una “nación”. El concepto de “ciudadanía” debería ser también reformado. Un kurdo o un armenio, en realidad, no son “turcos”, son, en realidad “ciudadanos turcos de nacionalidad kurda o armenia”.

Estas posibilidades fueron negadas por Kemal Ataturk en los años veinte. Y si, ciertamente, en su período de gobierno, Turquía ha avanzado por delante de todos los países islámicos, no es menos cierto que se trató de una “revolución en lo alto”, impuesta por la cúpula kemalista, a la que siguió y sigue una “reacción en lo bajo”. Sin embargo, es significativo, que tanto kemalistas como antikemalistas, laicistas e islamistas, coincidan en seguir considerando a las minorías no musulmanas, como carentes de derechos culturales y nacionales.

La cuestión de las minorías es, sin duda, uno de los frentes políticos que van a resultar más duros de negociar, porque no se trata solamente de aplicar algo que está escrito en la constitución y a lo que buena parte de la población y de la clase política está predispuesta a aceptar, sino todo lo contrario. La mayoría turcófona y musulmana, no experimenta la menor reserva mental a la hora de cercenar los derechos de las minorías. Es más, un eventual cambio de legislación, forzado por la negociación con la UE, no haría otra cosa que dar alas al islamismo radical y, especialmente a los partidos nacional-islamistas. Con Turquía siempre existe la oportunidad de apostar para perder.

El 27 de abril de 2003, el Ministro de Asuntos Exteriores de Turquía, Abdullah Gül, demostró que no había cambiado gran cosa en la historia de Turquía en los últimos ochenta años. Ante la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, negó nuevamente la realidad histórica del genocidio armenio. Mal asunto, porque la reunión estaba prevista para que rindiera cuentas de los progresos en la aproximación de Turquía a la UE. Gül ejerció exhibición pública de cinismo cuando aludió a “la tradición secular de multiculturalismo y tolerancia religiosa del pueblo turco”. Era lo que se esperaba de él, si bien rebasó los límites del sentido común y sobreactuó en el ejercicio de cinismo. Un diputado socialista suizo le solicitó viajar a Turquía para examinar el problema kurdo de cerca y otro de la UDF francesa osó preguntarle sobre cómo iba el reconocimiento del genocidio armenio. Error. Gül reaccionó con argumentos que quizás en el senado norteamericano hubieran cortado cualquier discusión posterior, pero no en la patria de Aristóteles y Descartes, la denostada “vieja Europa”. Sobre los kurdos, Gül negó cualquier particularismo de este pueblo y equiparó las reivindicaciones kurdas con el terrorismo; sobre Armenia negó la existencia del genocidio y, se refirió a los muertos como resultado del estado de guerra de la época. El 28 de junio de 2003, siete docentes fueron condenados por un tribunal regular, por haber cuestionado la posición oficial del Estado turco sobre el genocidio armenio.

La victoria del Partido de la Justicia y el Desarrollo el 3 de noviembre de 2002, dejó atrás el esfuerzo occidentalizador de Kemal Ataturk. Vale la pena meditar sobre lo que significó, en plena marcha hacia Europa, esta victoria de un partido islamista moderado. Veamos, en primer lugar, lo que significó para las FFAA.

El ejército turco es el más numeroso de Europa y, sin duda, de los mejores dotados de armamento y modernas tecnologías de guerra. El problema radica en que las fuerzas armadas turcas, no solamente tienen unas dimensiones inusitadas, sino que, además, sus militares tienen una tendencia irreprimible a intervenir en las cuestiones políticas. Sobre ese intervencionismo vale la pena decir unas cuantas palabras.

El ejército turco es el gran bastión del kemalismo. Ahora bien, sabemos que el kemalismo es, históricamente, el único intento sincero y enérgico de arrancar a Turquía del mundo islámico para reconducirlo hacia Occidente. Ayer, de no haber irrumpido el kemalismo, Turquía sería hoy un califato islámico venido a menos. Hoy, si no existiera la sombra militar, el movimiento islámico se mostraría mucho más amenazante que ahora. El caso argelino demostró el riesgo de que un islamismo radicalizado se suicidara generando la intervención militar. Pero, imaginemos que Turquía se esfuerza sinceramente por alcanzar los estándares democráticos europeos en aras de su integración en la UE. Es evidente que el papel del ejército debería necesariamente disminuirse ante la perspectiva europea y no habría inconveniente… de no ser porque, paradójicamente, una Turquía europea dejaría vía libre para que el país fuera controlado en el espacio de menos de un lustro por los elementos más antieuropeos y antioccidentales, mientras que los sectores kemalistas –los únicos que ejercen el pro-occidentalismo en ese país- se verían peligrosamente laminados.

A todo esto, vale la pena hablar de las relaciones entre kemalismo e islamismo. Turquía cayó en cierta medida en el mismo error que cometió Hassan II con el islamismo radical, o los norteamericanos con la resistencia antisoviética en Afganistán. Los gobiernos marroquí y turco, mientras duró la Guerra Fría, estaban alarmados por el desarrollo de los acontecimientos. Como era habitual, la URSS utilizaba a los partidos comunistas como peones de su política expansionista. En ambos países, las autoridades consideraron que para oponer al comunismo, otro movimiento de masas, era preciso recurrir al islamismo. En los años 60-90, el principal foco de expansión y financiación de los movimientos islamistas radicales era, paradójicamente, los gobiernos marroquí y turco. Otro tanto ocurrió en Afganistán. Los asesores norteamericanos juzgaron que el elemento emotivo y sentimental más agresivo para reclutar voluntarios y carne de cañón que combatiera a los soviéticos, era apelar al fenómeno religioso. La propia CIA financió los primeros núcleos de Al-Qaeda de la misma forma que Israel había hecho otro tanto con Hamas y Hezbolah, cuando intentó –y consiguió- torpedear a la resistencia palestina (inicialmente laica), estimulando el fundamentalismo religioso. Los errores se pagan y las estrategias erróneas terminan convirtiéndose en fuentes de males futuros y volviéndose contra quienes las han generado. En Turquía se reprodujo un proceso análogo cuando los distintos gobiernos militares se preocuparon solamente de reprimir las actividades comunistas y separatistas, pero no adoptaron ninguna iniciativa contra los partidos confesionales y, no sólo eso, sino que incluso los financiaron como carne de cañón anticomunista.

En otras palabras, a pesar de lo paradójico que pudiera parecer, mantener a Turquía fuera de Europa supondría la opción más segura para que el kemalismo pudiera subsistir y, por tanto, el país continuaría siendo, al menos en teoría, aliado de Occidente. Vale la pena no olvidar este dato fundamental: solamente los que se sienten kemalistas se muestran sinceramente por la integración en Europa. Cuando un musulmán se muestra favorable a la integración, es porque espera obtener unos beneficios, no para un Estado laico y democrático, sino para reconstruir el califato perdido, restablecer la sharia y hacer del territorio de la UE, una tierra de promisión. Que no lo puedan decir en voz alta no implica que no contemplen esa posibilidad como la más ventajosa para su forma de ser. El islamismo turco tiene un enemigo interior, el kemalismo, y un enemigo exterior, el carácter democrático y laico de la Europa común. Para su fortuna, existe una contradicción fundamental entre el soporte fundamental del kemalismo turco –las fuerzas armadas- y el marco democrático de la UE. El proceso de integración en Europa, al marginar a los militares turcos, hace saltar la muralla kemalista que todavía hoy impide una islamización profunda de la sociedad turca, y el libre paso de los terroristas islámicos desde Irak hasta Lisboa. Mientras el Estado turco ha sido tutelado por los militares, esto era imposible, en el momento en que se les recluya en el mismo papel que tienen en las democracia occidentales, se abrirá la caja de Pandora. El hecho de que en Europa sea justo y necesario que el estamento militar se recluya en las actividades prescritas por las constituciones de las distintas democracias europeas, no quiere decir que eso mismo sea posible en Turquía. Dejando aparte que una cosa es proclamar que una democracia es tal y otra muy distinta, llevar a cabo la mutación cultural que implica pasar de una concepción teocrática y otra liberal y democrática. La misma historia reciente de Turquía indica que si los principios democráticos no están grabados a fuego en la mentalidad de su población, los retrocesos, las involuciones y los riesgos están siempre presentes. Basta con que una crisis económica estalle, o que una fuerza exterior financie a cualquier formación integrista, para que se produzca un brusco crecimiento del fundamentalismo, con el consiguiente desenganche de los principios democráticos. Hoy sabemos que ochenta años de kemalismo, como máximo, han logrado que una parte de la población aprecie los escaparates de consumo, pero no la tolerancia, la libertad de culto, la concepción laica del poder, las libertades democráticas, los derechos humanos y los derechos de las minorías, etcétera. En las actuales condiciones políticas, Turquía no está preparada para ingresar en la UE. La democracia no cala en la mentalidad de las poblaciones por una simple y superficial reforma constitucional. No se cambia de la mentalidad teocrática de la mayoría a una mayoría democrática, como quien compra un traje pret-à-porter. La victoria del islamismo moderado en 2003 demuestra lo que decimos.

Ahora bien, el mantener alejada a Turquía de la UE no implica desvincularnos de su destino como nación, ni mucho menos considerarla un “Estado hostil”. Estado hostil es aquel que demuestra encono, animadversión y conflictividad en relación a cualquier socio de la UE. De la misma forma que un “Estado amigo” no es aquel que remite más veces en menos tiempo frases encomiásticas, un “Estado hostil” es el que lo demuestra en los hechos. En caso de que Turquía fuera capaz de cortar sus flujos migratorios hacia Europa Occidental, se constituyera como un baluarte ante el fundamentalismo islámico, o impidiera que a través suyo llegaran riadas de heroína y estupefacientes, es evidente que, con el tiempo, sería considerado como un “Estado amigo”, dueño en su política interior de mantener unas peculiaridades propias, ante las cuales la UE no tendría nada que decir. Lo que nosotros y muchos que no creen en la oportunidad de integrar a Turquía, estamos proponiendo es una alternativa a la integración que no llevara directamente a la hostilidad recíproca. Turquía es seguramente el país islámico más próximo a Occidente… pero, aun así, existe una brecha antropológica, cultural, religiosa e histórica que resulta tan innegable como inevitable y que desaconseja la integración de pleno derecho.

Algunos analistas contrarios al ingreso de Turquía en la UE, ofrecen como contrapartida el estatuto de “país asociado”, una especie de rango privilegiado, como país amigo y aliado, socio comercial preferencial y destinatario principal de ayudas económicas al desarrollo. No sería Turquía el único caso de país que resultara muy difícil y peligroso integrarlo como miembro de pleno derecho de la UE, pero con el que conviene mantener relaciones de buena vecindad. Bielorrusia, Ucrania y la propia Rusia, podrían integrarse en el mismo cinturón. Esto favorecería la cooperación internacional y, de hecho, supondría una modalidad de asociación no ensayada hasta ahora, en la que estos países no participarían en los mecanismos institucionales de la UE. Incluso los países de la orilla sur del Mediterráneo podrían optar a este tipo de acuerdos en tanto que “Estados vecinos”.

En el fondo se trata de recuperar una idea que irrumpe en la Edad Media Europea con el Imperio Carolingio. Entre éste y los territorios hostiles o demasiado alejados del centro, se crearon las “marcas”. Los “Estados Vecinos” de la UE deberían poder optar a un tratamiento similar. Autónomos de los mecanismos de poder y autoridad de la UE, mantendrían relaciones privilegiadas con ella. La cooperación debería llegar hasta el control de la inmigración y la vigilancia de fronteras, hasta la cooperación en política exterior, seguridad y defensa, pasando por la cooperación en terrenos culturales y de comunicación.

Si la UE constituye la “dimensión federal”, éste segundo círculo, sería la “esfera de amistad y cooperación”, más allá de la cual existiría un complejo mundo euroasiático con el que la intensidad y proximidad de las relaciones debería dictarse según consideraciones geopolíticas, las únicas que, a fin de cuentas, están por encima del tiempo y de los gobiernos. Es evidente, por ejemplo, que Europa no es una obra de caridad, y que la ayuda al desarrollo no puede seguir distribuyéndose según criterios vagos, oportunistas o inadecuados. Ante la imposibilidad de trazar planes de ayudas a nivel mundial (en unos países la ayuda es desaconsejable en la medida en que se trata de países que están bajo la esfera de otras superpotencias, mientras que otros están excesivamente distantes como para que esa ayuda se convierta en proyección política, e incluso existen países en los que la ayuda al desarrollo se convierte en un elemento paralizante de la economía: “si nos dan dinero sin hacer nada ¿para qué hacer algo?”) el criterio geopolítico debe transformarse en el verdadero patrón que oriente el sentido y las prioridades de las ayudas dirigidas a este “tercer círculo” de países que ni son miembros de la UE, ni “Estados Vecinos”.

De todas formas, en política internacional, nunca se debe ser excesivamente optimista. El realismo es la mejor vacuna contra los excesos del voluntarismo, el buenismo y los espejismos al estilo del “diálogo de las civilizaciones”. Turquía no tiene muchas posibilidades de evolucionar. En realidad solo dispone de cuatro opciones: o bien, una nueva crisis del orden público y la convivencia puede llevar nuevamente a los militares al poder, especialmente si se producen procesos como el que tuvo lugar en 1992 en Argelia con la victoria del Frente Islámico de Salvación, en la primera vuelta de las elecciones; o Turquía desarrolla un modelo propio que algunos han llamado “democracia islámica” y sigue mirando hacia la UE; o bien, el país no supera sus crisis cíclicas y, en el próximo período de vacas flacas, se produce un nuevo estallido social bajo la bandera del islamismo que termina por inclinar al país en el bloque de los Estados Islámicos radicales, junto a Irak; una última posibilidad sería una situación de crisis generalizada en el que la Tracia europea se escindiera del resto del país, los kurdos recuperaran su independencia y el resto de la Península Anatolia quedara sumida en una crisis similar a las que desintegraron el Imperio Otomano entre el siglo XIX y la toma del poder de Ataturk. Estas cuatro hipótesis tienen todas similares posibilidades de realizarse. Existe, por supuesto, una última, la más improbable: Turquía se transforma en una democracia gracias al impulso de los restos del kemalismo y prosigue una marcha hacia Occidente, decidida y sin retrocesos. Insistimos, esta posibilidad es altamente improbable. Cualquiera de las otras, en cambio, puede ocurrir. Las condiciones objetivas no permiten ser, pues, excesivamente optimistas.

Y es que Turquía es un país políticamente muy, muy inestable. En los 84 años de república, se han sucedido 60 gobierno, con una media de poco más de un año en el poder. Esta trepidante sucesión de gobiernos ha imposibilitado el desarrollo político de Turquía y es, desde luego, la causa de que hasta 2004, los pasos en la integración europea hayan sido lentos y limitados. Pero hay un hecho que merece ser destacado. Resulta extremadamente paradójico que haya sido un partido islamista, moderado pero islamista, el que haya dado pasos más firmes que cualquier otro para integrar a Turquía en la UE. En efecto, el Partido de la Justicia y el Desarrollo ascendió al poder en noviembre de 2002, aupado en el 34% de los votos, lo que le reportó una cómoda mayoría absoluta de 363 escaños sobre 550. Vale la pena preguntarse por qué el PJD está tan interesado en promover la marcha –“forzada”, incluso- de Turquía hacia Europa.

Hay una buena razón que eclipsa a cualquier otra. Para entenderla debemos antes valorar el papel de los militares en el Estado turco.

El fundador de la Turquía moderna, Mustafá Kemal Ataturk, era militar y gobernó el país con mano de hierro, pero tuvo la habilidad de impedir que los militares participaran en política. Si querían hacerlo, debían abandonar la carrera militar. Su sucesor, Ismet Inonu, era también militar profesional. La exigencia. Inonu dio el primer paso hacia una democracia occidental, legalizando algunos partidos políticos y convocando elecciones generales en 1950. La experiencia no funcionó. En 1960, los militares “golpearon” y volvieron a hacerlo en 1980 y 1997. Sin embargo, a diferencia de las dictaduras iberoamericanas de los años sesenta y setenta, los gobiernos militares turcos no fueron particularmente corruptos, si bien, su nivel represivo no tuvo nada que envidiarles. Además los militares turcos preferían volver lo antes posible a sus cuarteles. De hecho, siempre, salvo en el caso de Ataturk, a los pocos años del pronunciamiento militar, los militares han cedido el poder a los civiles. La población turca tiene unos estándares políticos muy diferentes de los occidentales; las reiteradas intervenciones de sus FFAA en el gobierno de la nación no es percibido como una “amenaza contra la democracia”, sino todo lo contrario, como si el ejército fuera una especie de guardián de las esencias democráticas y constitucionales.

De tanto en tanto, algún partido realiza llamamientos a las FFAA. El último caso fue protagonizado por el Partido de Acción Nacional, en el año 2004, el cual envió algo más de trescientas cartas a altos mandos militares quejándose de la negligencia de las autoridades a la hora de responder a lo que calificaban como “provocaciones kurdas”.

A diferencia de países como Argentina, Brasil, Bolivia o Chile, en donde el ejército tomó el poder apoyado por una mínima parte de la población, las FFAA turcas son muy populares: la ciudadanía está convencida de que, de producirse un momento de crisis nacional, desencuentro entre los partidos y violencias civiles, el ejército pondrá orden. No es, desde luego, la idea que en Europa nos forjamos de la misión de las FFAA, lo que no impide que allí sean la institución más valorada. Frente a unos políticos corruptos, las FFAA son una institución a salvo de cualquier sospecha. Además se trata de un ejército que ha librado una guerra contra la insurgencia kurda entre 1987 y 1999, y que causó casi 40.000 muertos. Salvo los kurdos, la población percibió esta guerra como un intento de conjurar una amenaza contra la integridad territorial del país y, en general, apoyó a su ejército.

No parece arriesgado decir que estamos ante una democracia tutelada por las FFAA. El organismo mediante el cual se realizaba este control era el Consejo de Seguridad Nacional, una especie de comisión mixta compuesta por mandos militares y altos cargos políticos. Estaba gobernado por una “secretaría general” que, al decir de los observadores de la UE, era una “verdadero gobierno en la sombra”. Tras las últimas reformas constitucionales, su papel quedó limitado al de un órgano consultivo.

Ya hemos dicho en otro lugar que las FFAA turcas figuran entre las primeras del mundo, tanto en número como en equipamiento. Esto implica que su presupuesto de defensa es alto para un país en vías de desarrollo. A partir del 2004, los gastos militares empezaron a ser inferiores a los de educación. Al igual que en su momento la URSS, tampoco Turquía hacía público el monto total de sus gastos de defensa. Esto duró hasta 2004, cuando se suprimió la confidencialidad de los gastos militares ante el Tribunal de Cuentas. Hasta el 2004, los militares nombraban un representante para el Consejo de la Educación, para el Consejo Audiovisual y para los Tribunales Especiales.

© Ernesto Milà Rodríguez – infokrisis – infokrisis@yahoo.es – 18.05.06

No a Turquía en la UE (X) Las razones del interés turco hacia Europa

No a Turquía en la UE (X) Las razones del interés turco hacia Europa

Infokrisis.- Racep Tayyip Erdogan, primer ministro de Turquía, sintetizó lo que representaba la adhesión de su país a la UE. En un lenguaje más poético -e incluso cursilón- afirmó que "Turquía debería ser como una rosa... y como toda rosa, además de la fragancia, incluye espinas". En otras palabras, fragancia para unos y espinas para la inmensa mayoría.

En el último Índice de Desarrollo Humano de la ONU, Turquía se sitúa muy por debajo de Rumanía, el país europeo que cierra la lista. No es, desde luego, la mejor referencia para un futuro socio. La esperanza de vida media de los españoles, por ejemplo, es de 79’2 años. Turquía estaría situada en las antípodas con el nivel mínimo, 70’4 años. La tasa de alfabetización de algunos países europeos llega hasta el 99’7%, mientras que la de Turquía es del 86’5%. La enseñanza primaria, la secundaria y la superior, tiene una tasa del 92% en España y del 68% en Turquía. Finalmente, el PIB español es de 21.460 y el de Turquía de 6.390.

La estructura económica de Turquía es cualquier cosa menos liberal. Turquía ocupa la posición 100 de 123 países, compartida con Malawi y Madagascar, en el Informe de 2004 sobre Libertad Económica en el Mundo, publicado por el Instituto Fraser de Canadá y la posición 66 de 104 países en el Índice de Competitividad de Crecimiento 2004 del World Economic Forum. Estas cifras hacen de Turquía un país radicalmente diferente a Europa en su estructura económica y más próxima al tercer mundo que al pelotón de cabeza del desarrollo en el que la UE tiene la legítima ambición de permanecer.

Según los Criterios de Copenhague, los países candidatos deben tener un sistema económico con capacidad para competir en el mercado único de la UE. En el informe elaborado por la Comisión Europea en 2004, quedaba claro que Turquía no satisfacía ninguno de los criterios económicos, a pesar de la mejora de su economía en los últimos años y de que sus expectativas teóricas de crecimiento son de entre un 8 y un 10% anual. Turquía no ha logrado estabilizar su economía. La inflación se redujo al 2003 a un 25%. El pago de los intereses de la deuda pública constituye una carga insoportable que inmoviliza las inversiones públicas y genera un déficit presupuestario muy elevado. Así pues, a Turquía le queda mucho camino por delante para adecuar su economía a la UE.

La economía turca es muy diferente a la comunitaria. El sector público tiene un peso excesivo en su economía (un 5% y el 20% en las manufacturas). El Estado es propietario de los dos mayores bancos del país que hubieran quebrado en el 2001 de no haber sido porque el Estado saneó sus cuentas. Los directivos, simplemente, habían concedido miles de millones en créditos a empresarios insolventes y corruptos… pero amigos del partido en el poder. Queda todavía mucho por andar en el camino de la privatización. La pequeña y mediana empresa se ve bloqueada en su actividad por la falta de créditos bancarios. Tan solo las grandes empresas los reciben con facilidad, pero las pymes se ven asfixiadas por la burocracia y la corrupción. No es raro que la inversión extranjera vacile antes de proyectarse sobre Turquía. En 2004 apenas representaba el 1% del PIB, cifra insuficiente para que pudiera realizarse una modernización en la industria. Turquía podría necesitar para modernizar su economía unas ayudas financieras de entre 30.000 y 60.000 millones de euros.

A pesar de la mejora de la economía, Turquía se parece más a un país subdesarrollado que a cualquier país europeo. Sólo un 20% por ciento de la población disfruta de un estilo de vida similar al europeo, pero el resto es similar o incluso inferior a India o Pakistán. Criminalidad en auge, economía sumergida, paro, mendicidad, son las escenas más habituales que todo turista ha visto en Turquía. El paro afecta al 45% de las personas en edad de trabajar y, del resto, entre la mitad y la tercera parte ni tienen contrato, ni cotizan a la seguridad social, ni siquiera tienen contrato laboral. El producto interior bruto per capita es inferior al 30% de la media de la UE, y su poder adquisitivo por habitante es una quinta parte del correspondiente a los antiguos países de la Unión (la “Europa de los Quince”) y la mitad de los diez nuevos países miembros.

El Producto Interior Bruto de la UE es 21.000 euros por habitante. El de Turquía, justo la tercera parte. Este mero dato hace que la riada de turcos hacia Europa Occidental sea inevitable en la hipótesis de un eventual salto de las barreras aduaneras. Esta migración de sur-este a oeste, tendría como contrapartida una deslocalización empresarial de oeste a sur-este. Si los salarios están en Turquía tres veces por debajo del nivel de Francia o Alemania, es evidente que la producción de manufacturas resulta más rentable allí. A la ola de parados generada por una inmigración dispuesta a vender su fuerza de trabajo más barata que los trabajadores europeos, seguiría una migración de las plantas de producción europea a Turquía. Quizás algunos ganen con todos estos “ajustes”, pero la inmensa mayoría de los trabajadores europeos perderían.

Además, Turquía es hoy un país en el que el sector agrícola es mayoritario. Ya hemos dicho que el sector agrícola turco ocupa tanta mano de obra como la de todos los países que se incorporaron a la UE en mayo de 2004. Dicho de otra forma: las ayudas que están recibiendo los agricultores en virtud de la Política Agrícola Común, el único incentivo que impide el hundimiento de los cultivos en Europa, serían absolutamente inviables en el caso de que Turquía ingresara en la UE. Suele decirse que la competencia de la agricultura europea en relación a las agriculturas del Tercer Mundo es desleal; bien, lo es, ¿y? ¿Acaso lo que se pretende es que los cultivos, desde el mayor latifundio hasta el último bancal olvidado de Europa, se abandonen por antieconómicos y el campo quede solamente para las visitas de fin de semana y las granjas-escuela para niños urbanitas? ¿Se pretende arrojar al paro y a la miseria a nuestros agricultores? Y hablando de “competencia desleal”, ¿acaso no es desleal la producción agrícola en zonas en donde ni existe sindicación, ni seguridad social, sino solamente agotadoras jornadas laborales a cambio de un salario de miseria? Lo lamento: Europa tiene que aprender a ser egoísta. Nuestros agricultores primero. Nuestros agricultores son los únicos ecologistas que tienen una experiencia real y vivida de defensa de la naturaleza, son los que se están preocupando de labrar las tierras, en lugar de abandonarlas o entregarlas a la especulación inmobiliaria. Nuestros agricultores merecen todas las ayudas necesarias para asegurar la rentabilidad de sus explotaciones y el abastecimiento de los mercados a precios aceptables. Así que ¿de qué estamos hablando? La Política Agraria Común fue el fundamento de la CEE precisamente para evitar la carestía, el desabastecimiento de los mercados y las oscilaciones brutales de los precios. Y esa política debe seguir, por poco liberal que sea. Ahora bien, esa política es inviable si Europa tiene que financiar a un sector agrario tan extenso como el turco.

Aquí está la madre de todos los motivos que tiene Turquía para acercarse a la UE con una persistencia casi humillante. Turquía no pretende otra cosa que “tocar” fondos europeos. Si no, ¿de dónde procede esta obstinación turca que dura ya casi medio siglo, de mirar hacia Europa?, ¿cuál es el motivo por el que está dispuesto a cambiar su legislación, maquillar su política de derechos humanos, seguir afirmando que es un Estado laico? ¿Es que los turcos, bruscamente, se sienten “europeos” aun cuando sus fronteras con Siria o Irak digan justo lo contrario? No seamos tan ingenuos, ni tan estúpidos, como para pensar que en Turquía lo que se está desarrollando es una mutación cultural como la que preveía Huntington, y que el país “está cambiando”. Vayan a Turquía, no se contenten con visitar Tracia, ni la antigua Constantinopla, vayan a Anatolia, recorran Capadocia y lleguen hasta el Kurdistán. No solamente no encontrarán a nadie que se sienta “europeo”, ni encontrarán rastros de cultura “europea”, no habrá nada que les remita a nuestra vieja Europa. No seamos idiotas: Turquía mira al dinero europeo, no le interesa ninguna otra cosa; en su cinismo, las autoridades turcas saben que el ingreso de su país en el “club europeo” generará una oleada migratoria sin precedentes, lo que, en la práctica supone arrojar a millones de turcos fuera de su territorio. Las remesas enviadas por estos millones de inmigrantes contribuirán a generar una dinámica económica sin precedentes en aquel país y, en cuanto a la deslocalización de empresas europeas, generará puestos de trabajo a pesar de que Europa Occidental, particularmente, vea a miles de trabajadores arrojados al paro y a soportar la competencia desleal de quienes están dispuestos a vender más barata su fuerza de trabajo. Pero, sobre todo, Turquía tiene la mirada puesta en la Política Agraria Común. Los fondos estructurales y el grueso de subsidios agrícolas serían invertidos en el Este de la Península Anatolia, la zona más empobrecida de Turquía y cuyo PIB es menos de la mitad de la zona Oeste y la cuarta parte del existente en Tracia. Es decir, el dinero de los contribuyentes europeos se invertiría en la zona menos europea y más oriental de Turquía.

El hecho de que un país como Turquía ingrese en la UE y se beneficie de todo este régimen de subsidios y del libre paso de bienes, personas y capitales, es peligroso. Huntington y todos los que se han atrevido a “apostar” por el acercamiento de Turquía a Europa, saben perfectamente que una “apuesta” se realiza existiendo un alto grado de incertidumbre sobre el resultado final. Puede ser que “funcionara” y que el paso dado por Turquía hacia Europa contribuyera a desactivar la bomba islámica en aquel país, puede ser que Europa dispusiera de una atalaya para pacificar Oriente Medio, podría ser, incluso, que otros países islámicos se democratizaran siguiendo el ejemplo turco. Entonces, todos contentos, menos los trabajadores y los campesinos europeos. Pero, podría ocurrir justo lo contrario. Europa se vería expuesta a tener unas fronteras con la zona más “caliente” del planeta, implicada en guerras y conflictos innecesarios, al menos para nosotros. Podría ocurrir que, en lugar de aplacarse, el islamismo turco viera en la integración en la UE un gesto de debilidad de Europa y como los vándalos, los suevos y los alanos en el 406, decidieran cruzar el Bósforo y los Dardanelos, no solamente para trabajar, sino para islamizar Europa Occidental, y con los ayatolahs, los terroristas. Podría ocurrir, incluso, que los intentos de ampliar su zona de influencia en el Este, con la idea “panotomana”, terminara por chocar con China y con la nueva Rusia, los tres puntales sobre los que se asienta la seguridad en Eurasia. Podría ocurrir, incluso, que después de unos cuantos años de sangrar y muñir a Europa, un gobierno islamista terminara chocando con la UE y retirándose del proyecto… justo cuando Europa había invertido miles de millones de euros, cuando la deslocalización, la inmigración masiva, hubieran causado daños irreparables en Europa Occidental. Podría ocurrir todo esto. Y, en lo más íntimo, estamos convencidos de que hay muchas más posibilidades de que ocurra esto, que no un “happy end” en el idilio de Turquía con Europa. Europa perdería en la “apuesta”. Una de las normas éticas y morales del antiguo sistema educativo en el que algunos de nosotros nos educamos, hace que contemplemos las “apuestas” y los “juegos de azar” como inmorales e irresponsables. Y en política, una “apuesta” es una forma de jugar a la ruleta rusa. Inmoral hacia los trabajadores y los campesinos europeos, los sectores más sensibles y frágiles del continente, e irresponsable en tanto se realiza al margen de cualquier sentido de Estado y hace incluso peligrar cincuenta años de construcción europea.

El interés de Turquía en Europa es todavía más incomprensible toda vez que participa en la Unión Aduanera desde 1995, en la Asociación de Cooperación Euro-Mediterránea o en el Espacio Económico Europeo. Turquía es un mercado en expansión para la UE. Pero no el único. Por el contrario, la UE es la única fuente de dinero “fácil” para Turquía. No hay, en estos momentos, otro, y todo induce a pensar que así va a ser durante mucho tiempo. Ni China, ni Rusia tienen el más mínimo interés en apoyar a un país que está empeñado en movilizar a la población turcófona en beneficio propio, restándoles áreas de influencia. En cuanto a EEUU está demasiado lejos como para que su ayuda sea decisiva. ¿Van entendiendo por qué Turquía soporta cualquier condición, cualquier rechazo, cualquier humillación?

Turquía encajaría mal en Europa. No solamente su paisaje no es europeo, ni sus costumbres, ni su historia, sino que es más bien la negación de Europa. Además, ya que las estadísticas parecen tener fuerza en nuestras sociedades, las mayores diferencias entre Turquía y Europa serían estadísticas. ¿Qué es Turquía? No es un país rico, ni tampoco es un país pobre; es un país en vías de desarrollo. Los países del Este Europeo que se integraron en la Unión en mayo de 2004, estaban muy por delante de Turquía. La mitad de turcos viven con un salario inferior a 60 euros por persona, esto es, 240 euros por familia; cuando el Fondo Monetario Internacional sitúa el umbral de la pobreza “tolerable” en 525 dólares. Algo más de la población turca vivía en la pobreza. ¿Puede suponerse que, mediante una serie de reajustes, Turquía finalmente consigue multiplicar por cinco su PIB para ponerse a la cola de la UE? Lo dudamos, especialmente porque las diferencias entre el Este y el Oeste de Turquía son abismales y, si se nos apura, insuperables en varias generaciones. La parte occidental es la más frecuentada por el turismo y tiene un mayor nivel de inversiones e infraestructuras. El 64% de la población turca vive en zonas rurales, que aportan el 78% del PIB nacional, con un PIB per cápita del 23% superior a la media nacional. En ningún país de la Europa Mediterránea, estas diferencias de PIB en el interior eran tan grandes. En Turquía el PIB del Oeste es ocho veces superior al del Este. Europa no está en condiciones de compensar todo este desequilibrio interior.

¿Enviar fondos a Turquía? En países con democracias saludables como España, Francia e Italia, se han producido desvíos de fondos, y han aflorado casos de corrupción galopante. Afortunadamente, en Occidente la corrupción es una excepción, pero no la norma. Además existen garantías jurídicas suficientes como para que el ciudadano pueda legítimamente pensar que los niveles de corrupción, antes o después, salen a la superficie y sus culpables son castigados con cierto rigor. Turquía es otra cosa. Incluso el país con más opacidad dentro de Europa, Rumanía, se sitúa lejos de los niveles de corrupción turcos. Los datos de “Transparency Internacional” figuran entre los lastres mas pesados de la candidatura turca. ¿Enviar subsidios a Turquía? Mientras no ascienda en el ranking de los países más corruptos, sería como entregar la custodia de un furgón blindado a una banda de salteadores de caminos.

Actualmente, la agricultura genera un 12% del PIB en Turquía, y se supone que en la próxima década se reducirá al 10%. Sobre esta base, se puede hacer un cálculo rápido del coste potencial máximo que conllevaría la ampliación del nivel de ayuda de la PAC a Turquía. Franz Fischler no es desde luego el Comisario Europeo más popular en nuestro país, pero, sin duda, es una de las personas que más entienden sobre los problemas de la agricultura en Europa. Su ascendencia germánica le imposibilitó reconocer las bondades de la dieta mediterránea y fue uno de los más enconados defensores de las reducciones de los subsidios agrícolas al cultivo del olivo en España. Pero esa misma ascendencia germánica, con su precisión y minuciosidad extremas, fue lo que obligó al comisario de agricultura a explicar en septiembre de 2004 que la adhesión de Turquía a la UE costaría, solamente en subsidios avícolas, la friolera de entre 11 y 13.000 millones de euros. Literalmente insoportable, incluso en la hipótesis de que los actuales agricultores europeos fueran desprovistos de cualquier tipo de subvención y todo fuera a parar al Este turco, es decir, a Oriente Medio. Sencillamente, inaceptable. Pero si, además, Turquía percibiera fondos estructurales en la misma medida que las economías deprimidas del Sur de Europa han venido haciéndolo tras su integración, la factura se elevaría a 32.000 millones de Euros. Pero a esta cifra aún hay que añadir la que derivaría del aumento de la población turca en los próximos 15 años, con lo que habría que introducir una corrección en las cifras que nos llevaría a los 40.000 millones de euros anuales. No es realista, ni siquiera dice mucho del sentido común de los promotores occidentales de la candidatura turca, que sectores enteros del campesinado y de los trabajadores europeos sean simplemente laminados y abandonados a su suerte, para sostener el desarrollo de zonas de Asia que nada tienen que ver con Europa. Los Zapatero y demás “dialogantes” deberían pensar en sus electores más que en obras de caridad para Asia que arrojarían a la precariedad a millones de contribuyentes, trabajadores y agricultores europeos. Si es que no han olvidado como se ejerce la “funesta manía de pensar”. Ningún técnico sería capaz de abrir falsas expectativas, considerando una “candidatura imposible” como la turca y que acarreara tantos riesgos para nuestras poblaciones. Nadie salvo quizás un “apostador”, un “tahúr” quizás, un “aventurero”, un “ludópata”, o simplemente un imbécil.

Tampoco hay que olvidar que los años que se avecinan van a ser duros. Aún no se ha experimentado los efectos más deletéreos del fin de la era del combustible barato. Todavía no sabemos de qué forma, exactamente, van a afectar las subidas de carburante al proceso de globalización que se consideraba hace dos años como nuestro fatum. No sabemos siquiera cuál va a ser el impacto de las manufacturas chinas, indias, pakistaníes y, en general, asiáticas, en las economías occidentales; ignoramos cuál va a ser el techo de las deslocalizaciones y no podemos imaginar un continente europeo con 40 millones de parados por un lado y con 40 millones de inmigrantes por otro, sin la más mínima intención de regresar a sus países de origen. Y es en este contexto, en el que se puede decir aquello de que las “apuestas” y los “experimentos”, en casa, con gaseosa y sin que se entere papá.

© Ernesto Milá Rodríguez – infokrisis – infokrisis@yahoo.es

 

 

No a Turquía en la UE (IX) Demografia e inmigración, el “mal turco”

No a Turquía en la UE (IX) Demografia e inmigración, el “mal turco”

Infokrisis.- Europa ha ganado la batalla del desarrollo económico y la prosperidad, pero está perdiendo la batalla demográfica. Nuestra población declina. Las razones son muchas, pero la primera de todas ellas es que el bienestar parece encajar mal con la procreación. Contrariamente a lo que la lógica y el sentido común impondrían, la paternidad alcanza sus más altas cuotas, no cuando xisten posibilidades de crear con tranquilidad y en un entorno "amigable" para la prole, sino todolo contrario.

 

Los sociólogos sostienen que está demostrado que la incultura fomenta la natalidad y que ésta se estabiliza cuando mejora la educación de una comunidad. Las cifras cantan. Habrá que creer en las cifras que nos dan. Ahora bien, por algún motivo que los sociólogos todavía no han explicado satisfactoriamente, hace cincuenta o cien años existía la misma pobreza endémica en algunas zonas de África y, sin embargo, no se había producido la explosión demográfica. ¿Por qué antes no y ahora si? Por el momento, lo cierto es que, en situaciones de pobreza, el sexo es la actividad más barata. Quien no tiene nada que hacer se entrega a la tarea más gratificante que existe: hacer el amor. Al menos, durante la crisis del orgasmo se olvida todo lo demás. El daño colateral aparece nueve meses después.

Tiene poco sentido preocuparse por las razones de la explosión demográfica del Tercer Mundo. Probablemente las causas sean muchas y diferentes en cada marco geográfico. Lo cierto es que el diferencial demográfico perjudica a Europa y beneficia al Tercer Mundo. Hoy, África es la zona que crece a mayor velocidad del planeta, muy por delante incluso de China que, aunque tarde, finalmente ha logrado controlar su natalidad, no gracias a un proceso de culturización, sino a una legislación específica. Vean.

En 2005 Malí tenía 13’5 millones de habitantes; en el 2050 tendrá 42. Lo sorprendente es que la ayuda al desarrollo que recibe Malí en la actualidad, es muy superior a cualquier otro período de su historia, y no va a disminuir. En lugar de cumplirse las previsiones de los sociólogos, esa ayuda que debería redundar en una mejora, como mínimo cultural, de la población, no evitará que en 45 años su población se triplique. Las cifras en otros países del África subsahariana son, asimismo, espeluznantes: en las mismas fechas, Níger que tiene 14 millones de habitantes pasará a tener 50, Burkina Faso, hoy con 13’2 millones de habitantes, alcanzará los 39’1. En términos globales, todo el continente africano, incluida la franja magrebí, habrá pasado de 905 millones de habitantes a 1937 millones. Un aumento de mil millones en 45 años. En ese mismo período, se calcula que China solamente habrá crecido 62,3 millones de habitantes. Otras cifras demográficas son igualmente alarmantes: Marruecos y Argelia tendrán respectivamente, en el 2050, 46,4 y 49,5 millones de habitantes, frentes a los 32 y 33 millones actuales. Podía ser peor. Pero, en su conjunto, los países árabes habrán duplicado casi su población: de 321 millones a 598. En ese tiempo Europa declinará demográficamente, pasando de los actuales 728’4 millones a 653 millones. Casi un 10% de merma, sin contar del 90% restante los contingentes que, habiendo nacido en Europa, no son étnica ni, quizás, culturalmente europeos y que podemos situar en torno a un 20%. La merma es mucho mayor de lo que podía pensarse.

En el mundial de fútbol de 2006, la selección francesa tendrá solamente tres jugadores que correspondan al “estándar” étnico europeo. No se trata, evidentemente, de entrar en consideraciones de tipo racista y xenófobo, pero sí de advertir que, de seguir este declive demográfico, el “europeo” terminará siendo un grupo étnico en extinción; casi con toda seguridad minoritario en menos de un siglo. Por de pronto, se calcula que en el 2012-2015, el Islam será la religión más seguida en Inglaterra y, sólo unos años más tarde, en Francia, Bélgica, Holanda y Alemania. Insistimos, no es como para entrar en consideraciones racistas, pero esto es lo que hay y no es, desde luego, agradable saber que el propio grupo étnico va a verse ahogado por otros en apenas 90 años. Algo habrá fallado.

Y lo que ha fallado habrá sido que los distintos gobiernos europeos no han intentado encontrar otra salida a la crisis demográfica, más que la de importar inmigración. Lo normal hubiera sido iniciar campañas de natalidad en cuanto se percibió que la demografía entraba en crisis; las campañas, unidas a incentivos fiscales para la adquisición de viviendas, y un régimen de subsidios, hubieran paliado el problema. En lugar de eso, se prefirió recurrir a una inmigración que se percibía como la panacea y que luego se convirtió en receptora de la mayoría de subsidios. Que no es solución se verá en torno a la segunda década del milenio cuando se compruebe lo que venimos sosteniendo desde hace unos años: que ni la colonización fue un buen negocio, ni la inmigración es la solución a todos los males, o dicho de otra manera: que la inmigración genera más gastos que beneficios. Pues bien, es en este contexto en el que hay que situar el ingreso de Turquía en la UE.

Si hemos precedido los datos demográficos y migratorios de Turquía de esta breve introducción es porque Turquía es un país “dador de inmigrantes” y en segundo lugar porque es un país con una demografía muy superior a la europea. Al suicidio demográfico de Europa, habría que añadir la integración de Turquía en la UE para rematar la faena: porque no me negarán que tendría bemoles que el Estado más grande de la UE y, por tanto, el más representado, fuera, al mismo tiempo, el más pobre, el que tiene una mayor demografía, el más representado en la UE y, para colmo, ni siquiera fuera europeo, cultural, étnica, ni geográficamente. Si me dicen que la UE está pilotada por kamikazes no lo dudaré.

Turquía tiene en la actualidad 72 millones de habitantes. En el año 2050 llegará a los 100 y su demografía distará mucho de haber alcanzado la cúspide, mientras que la europea se encontrará en el punto más bajo. En realidad, Turquía cuenta hoy con una población casi tan numerosa como los Estados que ingresaron en la UE en 2004. La pobreza de Turquía y su innegable experiencia en exportar inmigrantes, hará que en el momento de ingresar en la UE se produzca una migración masiva hacia el Oeste. Y no vemos de qué manera se iba a poder controlar, si la UE se ha demostrado absolutamente incapaz de controlar flujos migratorios llegados de países más alejados.

Los partidarios de la entrada de Turquía en la UE se preocupan especialmente de disipar estos temores. Básicamente, su idea es que la economía turca crece a una velocidad superior a cualquier otro país de la UE e incluso supera a la de China. Esto facilitará que en un plazo de diez años, el tiempo que se estima que podrían durar las negociaciones con la UE, Turquía tendrá una economía similar a otros países de la cuenca mediterránea. Algún magnate turco ha llegado a decir que hacia 2022, los europeos emigrarán a Turquía, amparado en las proyecciones demográficas. En efecto, hacia el 2020, la edad media en Europa Occidental será de 55 años y en Turquía se situará en torno a los 26’5. Se da por supuesto que este descenso hará de Turquía un lugar habitable y agradable. No lo tenemos tan claro, pero, aun así consideramos que tiene razón César Molinas, ex Managing Director de Merrill Lynch cuando dijo: “apostar por Turquía es una oportunidad a largo plazo”. En efecto, es una apuesta, lo que implica un alto grado de azar e incertidumbre. Si resulta, bien; si no, estamos ante un peligro histórico.

¿Y por qué debería de “funcionar” la integración turca? Es curioso, pero los más ardientes defensores de la integración turca no se encuentran en Europa sino en EEUU. Huntington en su “Choque de Civilizaciones”, advirtió algo fundamental: integrar a Turquía en la Europa democrática o a México en el pelotón de las democracias implica, necesariamente, un cambio de civilización en esos países. Eso, o de lo contrario, el proceso de mutación política y económica será tan superficial que correría el riesgo de producir traumáticas regresiones. En el caso turco se trata de pasar de un paradigma de civilización musulmán, oriental y otomano a otro laico, occidental y europeo. Vale la pena dedicar un párrafo más a este planteamiento.

Huntington cree, o dice creer, en la superioridad del paradigma occidental sobre cualquier otro. Pero los hechos indican otra cosa. En sus queridos EEUU, después de un cuarto de siglo de llegadas masivas de inmigrantes de origen hispano, finalmente, han sonado las alarmas. Quizás el hecho de que Nueva York sea la ciudad del mundo en la que se habla más español, o que Miami sea ya una ciudad hispana al 90% y San Francisco lleve el mismo camino, ha precipitado las alarmas. Porque lo que se ha producido no ha sido una integración de los hispanos en la cultura de acogida (como había ocurrido hasta 1980, cuando eran una minoría excesivamente débil) sino la creación de “enclaves” hispanos, impermeables a cualquier otra influencia. Hoy, un hispano en Miami no precisa ni siquiera aprender inglés para llevar a cabo una vida normalizada. Antes si. Es el número lo que cambia la situación: existe una “masa crítica” a partir de la cual una comunidad se muestra autosuficiente y no precisa realizar ningún esfuerzo de integración. Y, no sólo eso, también está la escala de valores. Los hispanos son católicos y su Dios es el de los pobres; el pobre, por su estado de indefensión, es recompensado en la otra vida. Los anglosajones, por el contrario, son cristianos evangélicos y/o calvinistas; para ellos Dios recompensa con el triunfo económico-social a sus elegidos. ¿Es posible encontrar dos comunidades separadas por un abismo cultural tan amplio? Será difícil, pero el hecho es que el cálculo de Huntington no se confirma en la práctica en los EEUU. ¿Por qué, pues, habría de cumplirse en Europa? Turquía: ¿va a abandonar su escala de valores, su religión y su cultura, simplemente por el hecho salvífico de su integración en Europa? Difícilmente. Las experiencias de los inmigrantes turcos en Alemania evidencian precisamente que estas comunidades se muestran impermeables a la cultura europea. Como máximo, estas bolsas de inmigración son receptivas al consumo, y a la adquisición de bienes utilitarios, pero no a una mutación cultural y religiosa. Es justamente todo lo contrario lo que tiene tendencia a ocurrir.

En efecto, el cínico sistema de producción capitalista en Europa ha atribuido a esas bolsas de inmigración el papel que antes correspondía al subproletariado urbano. Mano de obra barata y carne de cañón laboral, sometida a contratos basura y a precariedad en el empleo. Si a eso añadimos que turcos en Alemania, argelinos en Francia y marroquíes en España, no son particularmente proclives a incluirse en programas de capacitación laboral, e incluso que los hijos de inmigrantes tienen una tasas de absentismo escolar muy superiores a otros grupos étnicos, el problema que aparece es que, mediante la vía del trabajo, resulta difícil que estos grupos inmigrantes puedan ascender en la escala social. Además, el hijo del inmigrante percibe pronto que su padre no ha podido abandonar la precariedad después de veinte, treinta o cuarenta años de trabajo. A partir del momento en que una comunidad toma conciencia de esta situación (explotación, falta de preparación, salario de subsistencia que nunca dará acceso a los grandes escaparates de consumo) se producen dos situaciones: o bien, el modelo que se adopta es el de un gran ídolo mediático perteneciente a la misma comunidad (Zidane, ídolo de todos los jóvenes argelinos, por ejemplo) o bien la vía de los circuitos ilegales. La primera vía se ve frustrada inevitablemente por la realidad (Zidane sólo hay uno y raperos multimillonarios magrebíes muy pocos) y la segunda por el aparato policial-judicial. El resultado final es el rechazo a la sociedad de acogida. Este rechazo se produce en dos fases: en la primera aparece un rechazo a todo, y se intenta destruir el todo en un arranque salvaje de nihilismo (es la revuelta que ha tenido lugar en Francia en noviembre de 2005), luego viene el reflujo y el asumir el hecho de que solamente la “propia comunidad” puede ofrecer algo positivo: la familia, la tribu-suburbio, la mezquita, las fiestas comunitarias religiosas, una lengua, unas canciones, unas tradiciones que son las de los padres o las de los abuelos. Probablemente, este proceso jamás se produciría si Europa viviera una prosperidad permanente, sin crisis profundas. Pero esto no es así. Las crisis cíclicas aparecen y siempre afectan a los sectores más desfavorecidos por la sociedad. Por lo tanto, el efecto de mutación cultural augurado por Huntington en México y Turquía es, no sólo muy difícil que se produzca, sino que evidencia además un idealismo unilateral: a lo mejor resulta que, para grupos étnico-religioso-culturales no occidentales, la democracia, el laicismo y nuestra escala de valores no son percibidos como óptimos. ¿Por qué ellos no tienen derecho a seguir su propia vía? Lo tienen, efectivamente, pero en su propio horizonte geográfico. Lo que es inviable es un mundo árabe y una Turquía enraizada en sus tradiciones seculares inamovibles y una Europa que acepta bolsas de “disidencia” cultural, étnica, religiosa o social. Cuando se va a apostar con la seguridad de perder, es mejor negarse a jugar.

Algunas cifras sobre la demografía turca ilustrarán mejor todos estos razonamientos.

En el 2005, Turquía tenía 71 millones de habitantes y entre 1960 y 1990 había duplicado su población. Los demógrafos calculan que, con una tasa de natalidad del 3’1%, Turquía alcanzará en 2015 los 100 millones de habitantes (otros demógrafos sostienen que será “sólo” de 80 millones, pero las cosas tampoco cambiarían). Una cifra que habla por sí misma es que, en la actualidad, Turquía tiene tantos trabajadores agrícolas como el resto de la UE, lo que hace, materialmente imposible, seguir con la política agraria común en caso de que éste país termine integrándose.

De entrar en la EU, uno de cada cinco “europeos” será turco. A partir de ese momento, Turquía contaría con un centenar de diputados en el Parlamento Europeo, mientras que Alemania tiene 92 y Francia 72. Numéricamente, Turquía sería entonces el país más importante numéricamente (y, por tanto, políticamente) de la UE. Pero ese país tendría una uniformidad religiosa como ningún otro. En efecto, el 99% de su población sería musulmana y, de seguir la tendencia actual, los partidos islamistas, moderados o no, serían mayoritarios. Esto implicaría que el grupo parlamentario nacional más fuerte en Estrasburgo sería islamista. No sé a ustedes, pero a mí me produce serias dudas un parlamento europeo con un fuerte grupo islamista (al que se sumarían diputados islamistas elegidos en listas “progresistas”, o simplemente islamistas en Europa Occidental, y representantes de los países musulmanes europeos que, antes o después, llamarán a las puertas de la UE: Albania, Bosnia, Kosovo…).

Se suele decir que Turquía se encuentra inmersa en un proceso de transición demográfica, con un rápido descenso en la tasa de crecimiento de su población, que ha pasado del 2,5% al 3% en las décadas de los 50 y 60, a menos de un 1,5% a principio de este siglo. Pero esto no basta para evitar –y esto lo reconocen los demógrafos más optimistas y proclives a minimizar el crecimiento turco- que en los próximos veinte años su población se incrementará en un 25%. El informe elaborado por el instituto DIW alemán sobre el potencial de migración de Turquía sugiere que los flujos migratorios anuales de éste país hacia occidente “no superarán las 250.000 personas por año”. Lo cual no es poco. Pero esta cifra ni siquiera es segura. A pesar de que se impusiera un período de “abstinencia” a Turquía con prohibición de exportar inmigrantes, lo cierto es que cualquier crisis local podría suponer una “marcha hacia occidente” de contingentes de población turca situados por encima de esa cifra. ¿Y por qué podría producirse una crisis? Por muchos motivos: por la proximidad de las zonas más calientes de Oriente Medio a las fronteras turcas, por el avivamiento del conflicto kurdo, por una crisis social motivada por la absoluta tendencia a la desigualdad de la renta en el interior de Turquía y, finalmente, por conflictividad interna suscitada por los partidos islamistas.

Si finalmente se aprobara el proyecto de constitución europea que fue rechazado en Francia y Holanda y aprobado –sin debate y sin saber lo que se votaba- en España, la toma de decisiones debería tomarse con el respaldo de al menos un 65% de la población de la UE y de un 55% de los Estados miembros. Lo que implica que, en el caso de que un país no estuviera de acuerdo con una propuesta, necesitaría contar con el apoyo de un 35% de la población de la UE y un 45% de los Estados miembros para bloquearla. El sistema de voto por mayoría doble, en palabras de Giscard d’Estaing, “concedería a Turquía un peso significativo en el bloqueo de decisiones”. De hecho, por sí misma Turquía, a pesar de ser el país más poblado, no podría bloquear ninguna decisión, pero precisaría a las poblaciones de al menos otros dos países grandes para alcanzar el umbral necesario del 35%. ¿Existen esos otros dos países? En principio no, lo que existe es un número creciente de turcos incorporados a las listas electorales de Europa Occidental a lo que habría que sumar en el futuro a Albania y a Bosnia, países musulmanes.

En la actualidad residen fuera de Turquía algo más de cuatro millones de inmigrantes, la mayoría de ellos en Alemania (las cifras se discuten: entre tres y cuatro), Francia (medio millón), Países Bajos (270-300.000), Austria (200-250.000), Bélgica (110-125.000), Reino Unido (70-80.000), Dinamarca (53-55.000) y suecia (37.000). Depende de la fuente las cifras son unas u otras, ahora bien, la única cifra segura es la de inmigrantes de origen turco nacionalizados europeos. Esta cifra asciende en los países citados a 1.271.000 nuevos “europeos” en el 2004. En el momento de escribir estas líneas, es posible que hayamos alcanzado la cifra de millón y medio. Este millón y medio son, ya en este momento, votantes “europeos”.

(c) Ernesto Milà Rodríguez - infokrisis - infokrisis@yahoo.es - 17.05.06

 

 

No a Turquía en la UE (VIII). El petróleo del Caspio en el fondo de la cuestión

No a Turquía en la UE (VIII). El petróleo del Caspio en el fondo de la cuestión

Infokrisis.- A dos años de la primera "revolución naranja", la ucraniana, los hechos no pueden ser más desalentadores, tanto para este país como para Georgia que habían depositado sus esperanzas de avanzar en estos movimientos de renovación política. El problema no sería tan importante si no fuera por que los países ribereños del Caspio se encuentran todos en la misma situación y... son, al mismo tiempo, primeras potencias petroleras.

El fracaso de las “revoluciones naranjas” está pesando como una losa sobre el proceso democratizador de las repúblicas exsoviéticas del Cáucaso. Es más, esas repúblicas han caído en manos de aventureros, estafadores y mediocres. Se calcula que en el Kirguistán de Balaiev el 25% de los diputados electos son, simplemente, estafadores. Pues bien, esta zona inestable, caída en manos de políticos sin escrúpulos y sin orientación, es la alternativa más viable al petróleo de Oriente Medio.

A finales de los años 90, algunos grupos de presión petroleros, formados por neo-conservadores norteamericanos, planificaron distintos oleoductos que conducirían ese petróleo del Caspio evitando que pasara por Rusia.Se proponían construirlos desde Azerbaiyán a Occidente y desde Kazajastán hacia el Este y el Oeste. La idea era que contra más oleoductos bombearan petróleo del Caspio hacia EEUU, más seguro sería el suministro.

Hoy se calcula que las reservas totales de las antiguas repúblicas exsoviéticas del Sur se sitúan en torno a los 120 millones de barriles de petróleo y su explotación, de mantenerse el actual ritmo de producción, se prolongará durante 20 años. Parece difícil que ni siquiera los cinco países ribereños del Capio logren ponerse de acuerdo en la explotación de las riquezas que allí se ocultan. Mientras que los iraníes argumentan que el Caspio es un lago, más o menos grande, pero que no justifica aplicar el derecho marítimo a la hora de pactar el reparto de sus riquezas y, por tanto, de lo que se trata es de repartír “equitativamente” tales riquezas. Los otros cuatro Estados, opinan justamente lo contrario. Claro está que Irán es el país al que le ha tocado la peor parte en la distribución de esta cuenca petrolífera. En el momento de escribir estas líneas se ignora como concluirá la polémica en torno al intento de Irán de convertirse en un nuevo socio del club nuclear, pero, en cualquier caso, el tira y afloja en torno a este tema, supone un riesgo añadido a la situación política de la zona.

Además, esta zona carece de estabilidad política. Esta inestabilidad empieza en Turquia y termina en el Este chino. Existen fotos de violencia multiétnica en Daguestán , Azerbaiyán y Armenia continúan su lucha en torno al enclave de Nagorno-Karabaj, Armenia se encuentra actualmente en trance de verse despoblada a causa de la presión insoportable que ejercen sobre ella Turquía y Azerbaiyán, Kazajastán tiene un desarrollo, como Arabia Saudí, basado en el petróleo y, al igual que el país de los Saud, las libertades políticas son un sueño; Azerbaiyán es casi una monarquía, el presidente Gaiday Aliev, fallecido en 2004, fue sustituido por su hijo, y, como era de esperar, las libertades formales siguen ausentes; pero está la cosa en Turkmenistán, que se ha definido como el más retrógrado de los regímenes de la zona; y, en lo que se refiere a Rusia, Putin está empeñado en restaurar la autoridad del Estado –algo legítimo- por encima de cualquier otra prioridad –algo dudoso-

En estas circunstancias, los EEUU han proyectado su poder en la zona, utilizando como excusa los extraños atentados del 11-S. Ha constituido en Georgia y otras repúblicas de la zona, pequeñas bases militares de las que el sociólogo Emmanuel Todd dice que, en caso de conflicto, serán rehenes más que bases operativas. Además, la presencia de esas bases ha excitado la posición antiamericana de las poblaciones y ha alertado a Rusia sobre las pretensiones de EEUU.

Pero un nuevo factor ha entrado en juego en los últimos años. El despegue económico de China hace que buena parte del petróleo del Caspio vaya a engrasar los polos industriales de reciente creación en ese país. Pero hoy sabemos, a raíz de la lectura de las actas del llamado “Grupo de Shangai” (que incluye a Rusia, China, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán), que la política china excluye la presencia norteamericana en la zona y, desde luego, es conocedora del impulso pro-norteamericano de las “revoluciones naranja”. Así mismo, China es perfectamente consciente de que está obligada a pactar una política comun para la zona, con Rusia. Y, como último factor, China, se opone decididamente al progreso de las fuerzas islamistas en zona en la medida en que estas fuerzas hacen causa común con los rebeldes uigures que actúan en el Oeste de sus propias fronteras.

Así pues, el llamado “espacio turcófono” es un avispero y se sitúa en el eje de intereses de tres grandes bloques euroasiáticos (la Santa Rusia en trance de reconstruir su poder gracias a la mano inflexible de Putin, China en la vía para convertirse en una gran potencia, y la Union Europea que precisa, como cualquier país desarrollado, un volumen creciente de petróleo) y de un actor ajeno a Eurasia (los EEUU que verían horrorizados como una entente euroasiática le excluía del pastel del Caspio).

Pero la potencia exterior a Eurasia tiene un peón en la zona que puede utilizar con la ventaja de que, solamente a través de ese peón, basta para desestabilizar a los tres actores euroasiáticos. Y ese país es Turquía.

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es