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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

VARIOS

Sindicalismo y fascismo

Infokrisis.- A partir de 1902 y hasta 1905, Mussolini evoluciona “en la estela del sindicalismo revolucionario” (1). Se encuentra exiliado en Suiza y permanece allí entre julio de 1902 y noviembre de 1904 colaborando asiduamente con la publicación L’Avenire del lavoratore, semanario del Partido Socialista Italiano en ese país y luego con Il Proletario, igualmente socialista y publicado en Nueva York. Zeev Sternhell cree posible que durante la permanencia de Mussolini en Lausana asistiera a las clases de Vilfredo Pareto (2). En esa época también se nutría de Marx (“el más grande de los teóricos socialistas” como había escrito) y el profesor Sternhell ve también influencias de Rosa Luxemburgo, Guesde y Jean Jaurès, pero también de Georges Sorel y Antonio Labriola… Seguramente Sternhell tiene razón cuando dice que en esa época Mussolini era “un militante socialista intelectualmente a la deriva”.

Labriola había militado desde 1895 en las filas del socialismo napolitano y en 1898 debió exiliarse a Suiza a causa de su participación en los motines que tuvieron lugar ese año en Italia. En el exilio tomó contacto con Vilredo Pareto y luego, ya en Francia, conoció las ideas de Georges Sorel que incorporó a su revista. En 1900 volvió a Italia y dos años después fundó en Mlán Avanguardia Socialista con la que Mussolini colaboraría prácticamente desde su fundación. Esta publicación se convirtió en el portavoz de la corriente “revolucionaria”, también llamada “sindicalista revolucionaria”, dentro del PSI (3).

En aquellos años, a pesar de militar en el socialismo, las ideas de Mussolini rebasaban con mucho los altos muros de esta formación y se sentía próximo al anarquismo (4) aunque después adoptara las tesis del sindicalismo revolucionario tal como en aquel momento las estaba exponiendo Georges Sorel en Francia. Por si había alguna duda, apoya la huelga general (5) de septiembre de 1904 en la más pura tradición sindicalista-revolucionaria. Uno de los temas en los que insistía Sorel era en la importancia de la violencia como arma del proletariado. Había llegado a escribir: “nos vemos conducidos a preguntarnos si ciertos actos criminales podrían tornarse heroicos, o por lo menos meritorios, por razón de las consecuencias que sus autores esperaban de ellos en pro de la felicidad de sus conciudadanos” (6). Y por si esto no quedara suficientemente clara, añadía: “todo puede salvarse si mediante la violencia logra el proletariado consolidar de nuevo la división de clases, y devolver a la burguesía algo de energía” (7). Así mismo, cuando Sorel recordaba la gesta de las Termópilas, era inevitable que sus palabras tuvieran un eco en el joven Mussolini: “Saludemos a los revolucionarios igual que los héroes espartanos que defendieron las Termópilas y contribuyeron a mantener la luz en el mundo antiguo” (8). Este continuado “piropeo” y esta incorporación de la violencia al proyecto político sindicalista revolucionario fue heredado posteriormente por el fascismo mussoliniano. La revolución rusa de 1905 terminaría situando el tema de la violencia en el centro del debate radical en Europa. Y con mucha más razón en Italia donde el año anterior de habían producido insurrecciones obreras en varias zonas y una gran huelga general en el verano de 1904 como represalia por uno de estos estallidos de violencia y la represión subsiguiente en Castelluzzo. Las acciones de protesta habían sino iniciadas por Labriola y su Avanguardia Socialista.

Esta corriente considera que la acción sindical debe ser independiente de la actividad y de los objetivos de los partidos polítidos. La marcha hacia la formación de esta corriente había sido larga desde sus primeros despuntes con Fernand Pelloutier hasta su concreción final con Georsel Sorel. En Italia, la corriente nació en el seno del partido socialista de la mano de Arturo Labriola y Alceste De Ambris.

En 1898, Labriola se entrevistó con Sorel en París. En Italia habían aparecido capas de trabajadores extremadamente combativas especialmente en las ciudades industriales del norte, carecían de tradición sindical (9). De estos núcleos derivaría en 1907 la formación de la Unión Sindical Italiana.

La influencia de Sorel y de Pelloutier desembocó en la creación de una forma de sindicalismo revolucionario en Italia muy parecido al de la CNT en España.  El sindicato debía de ser para sus impulsores el “nuevo principio directivo de una sociedad”, solamente así se evitaría que el sindicalismo fuera “la extensión de la sociedad burguesa” (10). Al frente de la nueva formación se encontraba Alceste de Ambris que ya había destacado desde 1906 en el ala radical de la CGL (11) que cristalizó en un grupo minoritario  que actuó con el muy soreliano nombre de Acción Directa compuesto por varias decenas de miles de trabajadores. Tras acusan a la CGL de no apoyar las huelgas de los ferroviarios y marineros crearon un Comité de Resistencia. Al año siguiente se produjo otra oleada de huelgas y al concluir se reunión Acción Directa en su segundo congreso cuando contaba con 150.000 afiliados (la CGL tenía en la misma época 300.000 y los sindicatos cristianos 100.000). En medio de un clima de agitación contraria a la guerra de Libia, el Congreso de Módena (1912) proclamó la constitución de la Unión Sindical Italiana dirigida por Alceste de Ambris. Su primera declaración era tan soreliana como nietzscheana (“el proletariado debe confiar únicamente en sus propias fueras…”) (12). Mientras los sucesos de la llamada “semana roja” de Ancona (13) aumentaron el prestigio combativo de la USI, la política intervencionista creó disensiones internas dentro de la USI. De un lado la mayoría permaneció contraria a la guerra, obligando a De Ambris y a otros miembros de la dirección a dimitir el 14 de septiembre de 1914 y constituir la Unióne Italiana del Laboro.

La actividad de la nueva organización fue nula durante 1914-17, pero en la última falta consiguió popularizar sus tesis defendidas a través de la publicación L’Italia Nostra en cuyo primer número podía leerse: “nuestro objetivo es la guerra contra el sistema capitalista y contra todas las instituciones que le sostienen”. El lema de la revista estaba dirigido a los nacionalistas: “La Patria no se niega, se conquista” (14).

En 1918, tras el fracaso de la huelga general de Parma, empezó a aparecer la revista La Lupa dirigida por Paolo Orano que intenta sintetizar en un único esfuerzo a los nacionalistas de Corradini y a los sindicalistas revolucionarios de Labriola. Eran los tiempos en los que los nacionalistas hablaban continuamente de “naciones proletarias” con un lenguaje que encontraba eco en el sindicalismo revolucionario que terminó por aceptar las tesis de Orano (15), cuando ya los sindicalistas revolucionarios se habían aproximado a las tesis nacionalistas y habían participado activamente en las actividades  intervencionistas.

Mussolini acogió con elogios desde Il Popolo d’Italia la fundación de la UIL e incorporó varios elementos de su programa al de los Fasci di Combattimento e incluso en la tardía época de la República Social Italiana se pueden encontrar en su programa de “socialización” algunos elementos que aparecieron por primera vez en el Segundo congreso de la UIL (5 y 6 de enero de 1919). Mussolini desde su periódico apoyó todas y cada una de las propuestas e iniciativas de Edmondo Rossoni, secretario general del sindicato. Poco después, en 1921, Rossoni pasará a dirigir la Camera del Laboro de Ferrara constituida por los fascistas y un año después se afilia oficialmente al Partido Nacional Fascista siendo el padre de la Carta del Trabajo después de promover la fusión en un organismo único de los sindicatos obreros y de los paronales, que dará origen al Estado Corporativo del Ventennio.

Conclusión

La formación doctrinal del “primer Mussolini” era la propia de un militante de la izquierda radical compuesta por dosis de marxismo extraídas directamente de los textos clásicos escritos por Marx y Engels, interpretaciones y aportaciones del marxismo extremista alemán con Rosa Luxemburgo y sindicalistas revolucionarios franceses e italianos. No es sólo un periodista que se enardece ante la máquina de escribir, sino que es también y sobre todo un agitador de masas, sin duda el más prestigioso a partir de 1912.

El intervencionismo hará que algunos sindicalistas revolucionarios terminen confluyendo con los agitadores nacionalistas de la ANI y con los futuristas exaltados de Marinetti. El fascismo, a partir de la reunión de la plaza de San Sepolcro se configura pues como una síntesis de estas corrientes de la que surgirán las tres tendencias del fascismo: el ala izquierda, indudablemnte, está representada por el sindicalismo revolucionario de la UIL y por los seguidores de Mussolini llegados del socialismo.

Hubo pues, algo de izquierdismo en el fascismo de los orígenes y esta corriente jamás se terminó de eclipsar del todo durante el Ventennio, luego volvería a emerger de nuevo en el programa de socialización de la República Social a partir de 1943. En el Congreso de Roma en el curso del cual los Fasci di Combatimento se transforma en Partido Nacional Fascista (noviembre de 1921), Dino Grandi resumió el programa del fascismo como representante de una tendencia “de izquierdas”: “Libertad, nación, sindicalismo: el Estado debe resumirse en una grande y potente jerarquía de sindicatos”. Dos meses después, Rossoni organizó la Confederación Nacional de las Corporaciones Sindicales que en agosto de 1922 contaba con 458.000 afiliados (16). En ese mismo congreso de transformación, Mussolini, en cambio, abandonó completamente sus posiciones “de izquierdas” y “acentuó su giro a la derecha” (17) negando la lucha de clases, evitó pronunciarse sobre la monarquía, e hizo todo lo posible por presentar su aspecto más moderado y “centrista”. Pasarían todavía unos meses antes de que Mussolini aceptara la monarquía: “La Corona no está en juego, con tal de que la Corona no quiera entrar en el juego. ¿Está claro?” había dicho en Udine el 20 de septiembre de 1922 (18).

Tras haber visto las distintas componentes del fascismo (el socialismo mussolinisno, el sindicalismo revolucionario, el nacionalismo y el futurismo) puede concluirse que en la medida en que se trató de una síntesis, ésta fue imperfecta: en algunos elementos (Farinacci, Orani) la “izquierda fascista” estuvo siempre encarnada; en ellos el sindicalismo (primero “revolucionario” y luego “nacional”) mantuvo siempre su personalidad y sus perspectivas de un “fascismo social”. Como en todo equilibrio inestable entre “lo nacional” y “lo social” o se mantiene el equilibrio o se tiende hacia un lado o hacia otro. En los nacionalistas, ocurrió otro tanto: desde el principio se interesaron más por lo nacional, por la expansión del Imperio y por el irredentismo a despecho del aspecto “social” del fascismo.

El “adaptacionismo” mussoliniana se prolongó hasta la Marcha sobre Roma. En su concepción de la política, lo importante era aproximarse de manera implacable a los objetivos propuestos, sea como fuere. No es que Mussolini fuera un “maquiavelista”, sino que en su óptima, un fin (la “revolución fascista”) justificaba los medios. Porque Mussolini aprendió pronto –probablemente a través de su lectura de Sorel y de sus observaciones empíricas- que “sin poder no hay revolución posible”. Se trataba por tanto de ir agregando fuerzas para alcanzar una masa crítica suficientemente compacta y con base social como para poder lanzarse a la conquista del poder con garantía de éxito.

El 25 de octubre, durante el congreso del PNF de Nápoles, alguien lanzó un llamamiento a la insurreccion: “Fascistas: en Nápoles llueve ¿qué es lo que esperamos?”. Fue el pistoletazo de salida de la Marcha sobre Roma. El fascismo “uno y trino” se abalanzaba sobre el poder…

Notas:

(1)          Z. Sternhell, op. cit., pág. 298.

(2)          Ibídem., pág. 298. “¿Os acordáis de la teoría de las elites de Vilfredo Pareto? Es probable que se trata de la concepción sociológica más genial de los tiempos modernos, una concepción que nos enseña que la historia no es más que una sucesión de elites dominantes” había escrito Mussolini en el artículo titulado Intermezzo polémico, en La Lima, 25 de abril de 1908.

(3)          Labriola era uno de esos exponentes del sindicalismo revolucionario socialista que compartía tesis con los anarquistas y que no tená empacho en reconocer su pernencia a la masonería de la que fue Gran Maestre del Gran Oriente de Italia entre 1930 y 1931. En 1906 fue co-director de la revista sindicalista-revolucionaria Pagine Libere que se publicó en Lugano hasta 1911 que fue favorable a la intervención italiana en Libia pero que luego terminó criticando a los mandos militares por la forma de conducir la guerra. Solamente en 1913 se separó definitivamente del sindicalismo revolucionario para ser elegido diputado socialista. Fue un destacado intervencionista de izquierdas y cumplió varias misiones internacionales para el gobierno una vez Italia entró en guerra. En 1920-21 fue ministro de trabajo en el último gobierno de Giolitti. Exiliado en Francia a causa de la llegada del fascismo, en diciembre de 1935 retornó al país sin ser molestado, mostrándose favorable a la intervención en Etiopía. De 1936 a 1943 fue colaborador de Nicola Bombacci en la revista mensual La Verità que propugnana un “socialismo nacional” y se situaba “a la izquierda” del régimen fascista. Tras la guerra fue elegido diputado en la Asamblea Constituyente y luego senador en 1948.

(4)          Z. Sterhnell, op.cit., pág. 298. Dice textualmente: “Simpatiza con el anarquismo, pero al final opta por las tesis del sindicalismo revolucionario”.

(5)          La “huelga general” es el mito recurren del sindicalismo revolucionario. Hasta finales del siglo XIX, la huelga había sido utilizada con fines de presión sobre los gobiernos y las patronales, pero Georges Sorel introdujo en sus Reflexiones sobre la violencia, aprovechando las experiencias sobre la huelga general consideró que la huelga general era el mito a través del cual se iniciaría la revolución social. No solamente se trataba de paralizar la actividad del Estado y, por tanto, colapsarlo, sino que además se trataba de impulsar el control obrero sobre la producción. El mismo desarrollo de la “huelga general” reforzaría los lazos de solidaridad, el espíritu revolucionario y la conciencia de clase de los trabajadores. El propio Sorel la calificó como “mito”, es decir, el relato de un hecho extraordinario. Cfr. Georges Sorel: apóstol de la violencia (Daniel Kersffeld, Colección Razón Política, Ediciones del Signo, buenos Aires 2004), en donde se define a la “huelga general” como una “creencia destinada al combate que se encargará de retomar la inteligibilidad de los principios fundamentales del marxismo”, (pág. 80).

(6)          Citado en Los monstruos políticos de la modernidad: de la revolución francesa a la revolución nazi. María Teresa González Cortés, Ediciones de la torre, Madrid 2007, pág. 289

(7)          Idem, pág. 289

(8)          Reflexiones sobre la violencia, George Sorel, Alianza Editorial, Madrid 1976, cap. II, apartado III.

(9)          R. Paris, op. cit., pág. 40-41.

(10)     R. París. op. cit., pág. 41-42

(11)     CGL: Confederazione Generale del Laboro, sindicato italiano fundado en 1906 que llegó a agrupar a 250.000 trabajadores antes de la guerra con una orientación moderada. Tras autodisolverse durante el Ventennio fascista, se reconstruyó al acabar la guerra con el nombre de Confederazione Generale Italiana del Lavoro (CGIL).

(12)     R. Paris, op. cit., pág. 44.

(13)     Junio de 1914. Ver Nota 13 de la primera parte de este estudio.

(14)     Citado por Z. Sternhell, op. cit., pág 211.

(15)     R. Paris, op. cit., pág. 42, quien añade: “bajo su forma soreliana, el sindicalismo revolucionario no era entonces mucho más que un nacionalismo de izquierda, anunciando con ello el intervencionismo de izquierdas de 1914”. Z. Sternhell en El nacimiento…, op. cit., pág. 209, plantea idénticas tesis.

(16)     R. Paris, op. cit., pág. 96-97.

(17)     Ibidem, pág. 96

(18)     A. Tasca, op. cit., pág. 279.

(19)     I. Bolinaga, op. cit., pág. 49

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Futurismo y Fascismo

Infokrisis.- Existe una total unanimidad en reconocer al futurismo un carácter “revolucionario” aunque no esté claro exactamente que se quiere afirmar con ello. Para unos, el futurismo sería “revolucionario” en la medida en que rompería con los esquemas de expresión artísticas vigentes hasta ese momento y, en este sentido sería una de las vanguardias aparecidas en las primeras décadas del siglo XX. El futurismo fue, en efecto, una corriente artística pero, como posteriormente ocurrió con el surrealismo, sus miembros participaron políticamente y a diferencia de esta corriente mayoritariamente ganada por el marxismo, los futuristas –especialmente sus máximos exponentes– se identificaron con el fascismo.

El camino hacia el futurismo

Para otros, “lo revolucionario” en el futurismo serían todas aquellas connotaciones destructivas y provocativas que se incluyeron en sus manifiestos. Así pues, el futurismo sería “revolucionario” porque exaltaría la violencia, la máquina, el desenfreno tecnológico y la guerra. Hay en el futurismo un evidente “signo de los tiempos” que remite a tres influencias perfectamente identificadas: de un lado la filosofía de Nietzsche en interpretación libre, de otro una reacción neorromántica que en lugar de tender hacia el medievalismo como fue usual en esta corriente decimonónica se orientó hacia una especie de culto al progreso, el maquinismo y la velocidad; y, finalmente, un estilo de vida exaltado, libre y aventurero que conducía directamente a excesos.

El movimiento arranca oficialmente con la publicación del Manifiesto Futurista de 1909 y se transforma en partido político en las últimas semanas de la I Guerra Mundial. El propio fundador del movimiento, Filippo Tommaso Marinetti será uno de los “sansepolcristas” que participaron en la reunión de la plaza del San Sepolcro el 23 de marzo de 1919 en donde se fundaron los Fasci di Combattimento (1). Cuando eso ocurría, el movimiento futurista hacía seis meses que había cristalizado en la formación del efímero Partido Político Futurista (2). Sin embargo, cuando los Fasci resultan derrotados en las elecciones de 1919, Marinetti pareció desinteresarse de la vida partidaria y retornó a sus experiencias artísticas denotando cierto desencanto por la política. A pesar de la brevedad en el tiempo de la existencia del Partido Futurista, lo incuestionable es que lo esencial de sus representantes confluyó con el fascismo (3) constituyendo otra de sus componentes originarias.

El caldo de cultivo futurista

En el clima cultural italiano de principios de siglo apareció lo que se ha llamado una “reacción antipositivista” de la mano de Benedetto Croce (4) que fue asumida por los redactores del periódico de Giovanni Papini y Prezzolini, La Voce (5), de orientación nacionalista. A través de esta revista fueron conocidos en Italia algunos pensadores franceses de carácter revolucionario que lograron interesar a intelectuales italianos. Uno de ellos fue Alfredo Oriani.

Oriani, novelista de poco éxito fallecido en 1907, escribió algunos ensayos políticos en los que tocó temas propios de los nacionalistas hasta el punto de ser considerado como uno de sus precursores. Mussolini lo premió prorrogando su obra completa durante el Ventennio. Oriani consideraba que el Risorgimento había sido una “revolución inacabada” y lo consideraba como una excrecencia de la burguesía italiana de la que la mayoría de la población había estado completamente ausente. Apelaba a que “el pueblo” continuara la tarea iniciada por Mazzini y Garibaldi. Mussolini quien recogió el guante. Oriani concebía esta continuación del Risorgimento como una tarea heroica, violenta, liberadora y radical que prefigura algunos de los elementos que veinte años después serán habituales en la literatura futurista.

Otros poetas como Gabriele D’Annunzio y Giovanni Pascoli transitaron por la misma senda. Pascoli, aun sosteniendo un “socialismo nacional”, se adhirió al nacionalismo italiano mientras que D’Annunzio asumió pronto en su poesía las ideas las ideas de quienes añoraban una “Italia Imperial”. Fue él quien rescató el viejo lema de las ciudades hanseáticas que luego inspiraría un famoso artículo de Mussolini (6): “Navigare necesse est, Vivere non est necesse”.

D’Annunzio se había ubicado a finales del XIX en el nacionalismo y en el imperialismo que alternaba con poesías inflamadas (especialmente durante la guerra de Libia en 1910-12), lances de amor más o menos escandalosos y gestas militares heroicas (7). La experiencia bélica radicalizó sus convicciones nacionalistas y la cesión de Fiume a Yugoslavia pactada en la Conferencia de París de 1919, fue mucho más de lo que estaba dispuesto a soportar pasando a la acción y ocupando la ciudad. D’Annunzio no fue futurista, pero su comportamiento si influyó decididamente en el movimiento fundado por Marinetti (8) y especialmente sus “gestos” fueron recogidos por los futuristas que los revalidaron e incorporaron a su poesía y a sus manifiestos.

Algunos autores han destacado que D’Annunzio prodigaba gestos escénicos, dramáticos y espectaculares de los que luego Mussolini usó y abusó: “El culto a D’Annunzio fue el anunciador innegable del culto de que Mussolini intentaría rodearse” (9).

Sobre estas bases, a las que debe unirse por supuesto la eclosión de las vanguardias de principios del siglo XX (10) nacería el futurismo que, en honor a la verdad sería la “primera vanguardia italiana del novecento”.

Filippo Tommaso Marinetti

La biografía literaria de Marinetti no fue en absoluto brillante, sino más bien discreta, hasta la aparición de los llamados manifiestos futuristas a partir de 1908. Tales documentos, siempre exaltados, paradójicos, sorprendentes y extremadamente radicales y violentos le valdrán el ser llamado “la cafeína de Europa” (11). El primer manifiesto futurista fue publicado en el diario francés Le Figaro el 20 de febrero de 1909 firmado por Giovanni Papini, Aldo Palazzeschi, Corrado Govoni, “Luciano Folgore” (Omero Vecchi) y el propio Marinetti. El manifiesto incluía algunas intuiciones geniales:

“(…) Un inmenso orgullo henchía nuestros pechos, pues nos sentíamos los únicos, en esa hora, que estaban despiertos y erguidos como faros soberbios y como centinelas avanzados, frente al ejército de las estrellas enemigas que nos observaban desde sus celestes campamentos. Solos con los fogoneros que se agitan ante los hornos infernales de los grandes barcos, solos con los negros fantasmas que hurgan en las panzas candentes de las locomotoras lanzadas en loca carrera, solos con los borrachos trastabilleantes con un inseguro batir de alas a lo largo de los muros.

De repente, nos sobresaltamos al oír el ruido formidable de los enormes tranvías de dos pisos, que pasaban brincando, resplandecientes de luces multicolores, como los pueblos en fiesta que el Po desbordado sacude y desarraiga de repente para arrastrarlos hasta el mar sobre las cascadas y a través de los remolinos de un diluvio. (…)

«¡Vamos! -dije yo-. ¡Vamos, amigos! Finalmente, la mitología y el ideal místico han sido superados. Estamos a punto de asistir al nacimiento del Centauro y pronto veremos volar a los primeros Ángeles!.. ¡Habrá que sacudir las puertas de la vida para probar sus goznes y sus cerrojos!... ¡Partamos! ¡He aquí, sobre la tierra, la primerísima aurora! ¡No hay nada que iguale el esplendor de la roja espada del sol que brilla por primera vez en nuestras tinieblas milenarias!».

Nos acercamos a las tres fieras resoplantes para palpar amorosamente sus tórridos pechos. Yo me recosté en mi automóvil como un cadáver en el ataúd, pero en seguida resucité bajo el volante, hoja de guillotina que amenazaba mi estómago.

La furibunda escoba de la locura nos arrancó de nosotros mismos y nos lanzó a través de las calles, escarpadas y profundas como lechos de torrentes. Aquí y allá, una lámpara enferma tras los cristales de una ventana nos enseñaba a despreciar la falaz matemática de nuestros ojos perecederos.

(…) Y nosotros, como jóvenes leones, seguíamos a la Muerte de pelaje negro y manchado de pálidas cruces que corría por el vasto cielo violáceo, vivo y palpitante.

Y, sin embargo, no teníamos una Amante ideal que irguiera hasta las nubes su sublime figura, ni una Reina cruel a la que ofrendar nuestros despojos, retorcidos a guisa de anillos bizantinos. Nada para querer morir, sino el deseo de liberarnos finalmente de nuestro valor demasiado pesado. (…)

Entonces, con el rostro cubierto del buen fango de los talleres empaste de escorias metálicas, de sudores inútiles, de hollines celestes-, nosotros, contusos y con los brazos vendados, dictamos nuestras primeras voluntades a todos los hombres hijos de la tierra:

1. Nosotros queremos cantar el amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad.

2. El valor, la audacia, la rebelión serán elementos esenciales de nuestra poesía.

3. Hasta hoy, la literatura exaltó la inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño. Nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso ligero, el salto mortal, la bofetada y el puñetazo.

4. Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un automóvil de carreras con su capó adornado de gruesos tubos semejantes a serpientes de aliento explosivo..., un automóvil rugiente que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia.

5. Nosotros queremos cantar al hombre que sujeta el volante, cuya asta ideal atraviesa la Tierra, ella también lanzada a la carrera, en el circuito de su órbita.

6. Es necesario que el poeta se prodigue con ardor, con lujo y con magnificencia para aumentar el entusiástico ferv9r de los elementos primordiales.

7. Ya no hay belleza si no es en la lucha. Ninguna obra que no tenga un carácter agresivo puede ser una obra de arte. La poesía debe concebirse como un violento asalto contra las fuerzas desconocidas, para obligarlas a arrodillarse ante el hombre.

8. Nos hallamos sobre el último promontorio de los siglos!... ¿Por qué deberíamos mirar a nuestras espaldas, si queremos echar abajo las misteriosas puertas de lo Imposible? E1 Tiempo y el Espacio murieron ayer. Nosotros ya vivimos en lo absoluto, pues hemos creado ya la eterna velocidad omnipresente.

9. Nosotros queremos glorificar la guerra -única higiene del mundo-, el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los libertarios, las hermosas ideas por las que se muere y el desprecio por la mujer.

10. Nosotros queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias de todo tipo, y combatir contra el moralismo, el feminismo y toda cobardía oportunista o utilitaria.

11. Nosotros cantaremos a las grandes muchedumbres agitadas por el trabajo, por el placer o la revuelta; cantaremos a -las marchas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas; cantaremos el vibrante fervor nocturno de los arsenales y de los astilleros incendiados por violentas lunas eléctricas; las estaciones glotonas, devoradoras de serpientes humeantes; las fábricas colgadas de las nubes por los retorcidos hilos de sus humos; los puentes semejantes a gimnastas gigantes que saltan los ríos, relampagueantes al sol con un brillo de cuchillos; los vapores aventureros que olfatean el horizonte, las locomotoras de ancho pecho que piafan en los raíles como enormes caballos de acero embridados con tubos, y el vuelo deslizante de los aeroplanos, cuya hélice ondea al viento como una bandera y parece aplaudir como una muchedumbre entusiasta.

Pero nosotros no queremos saber nada del pasado. ¡Nosotros, los jóvenes fuertes y futuristas! ¡Vengan, pues, los alegres incendiarios de dedos carbonizados! ¡Aquí están! ¡Aquí están! ¡Vamos! ¡Prended fuego a los estantes de las bibliotecas! ¡Desviad el curso de los canales para inundar los museos!... ¡Oh, qué alegría ver flotar a la deriva, desgarradas y desteñidas en esas aguas, las viejas telas gloriosas!... ¡Empuñad los picos, las hachas, los martillos, y destruid destruid sin piedad las ciudades veneradas!

(…) Los más viejos de nosotros tienen treinta años; sin embargo, nosotros ya hemos despilfarrado tesoros, mil tesoros de fuerza, de amor, de audacia, de astucia y de ruda voluntad; los hemos desperdiciado con impaciencia, con furia, sin contar, sin vacilar jamás, sin jamás descansar, hasta el último aliento... ¡Mi rad nos! ¡Todavía no estamos exhaustos! ¡Nuestros corazones no sienten ninguna fatiga porque se alimentan de fuego, de odio y de velocidad!... ¿Os asombráis?... ¡Es lógico, porque vosotros ni siquiera os acordáis de haber vivido! ¡Erguidos en la cima del mundo, nosotros lanzamos, una vez más, nuestro reto a las estrellas!

(…) ¡Erguidos en la cima del mundo, nosotros lanzamos, una vez más, nuestro reto a las estrellas!” (12)

Esto es el futurismo: pasión desatada, desafío, esteticismo dramático, ansia de destrucción, zambullido en la piscina de la modernidad, arrebato de furia y deseo implícito de quemarse en cualquier aventura. La “personalidad fascista” debe mucho a estas líneas exaltadas. Drieu la Rochelle y también André Malraux estuvieron cerca de este estilo de vida y ambos afirmaron que el fascismo era una forma de “pesimismo activo” (13).

Cuando en 1912 Marinetti y sus amigos ya habían lanzado el Manifiesto de la Pintura Futurista, el Manifiesto de la Mujer Futurista, el Manifiesto de la Escultura Futurista y otros documentos similares, empezó a calibrar la posibilidad de dedicarse a la política. Sus primeros contactos fueron en dirección de los sindicalistas revolucionarios (14) en un momento  en el que este sector (como veremos en el próximo capítulo) y los nacionalistas de la ANI vivían en plena efervescencia. Marinetti en este período hace guiños a unos y a otros y alude frecuentemente a “nuestros enemigos comunes” (15). En ese momento ya está convencido de que “el sindicalismo revolucionario y el nacionalismo son las dos únicas fuerzas realmente subversivas de la Europa Latina” (16)

Es poco después, cuando tiene lugar la guerra de Libia a la que es enviado como corresponsal, Marinetti vive su mejor momento: publica su novela más famosa –Mafarka (17) de “inspiración africana”– y vive de cerca por primera vez la experiencia de la guerra que en él, como en Ernst Jünger unos años después, tendrá una virtud transfiguradora. A partir de ese momento, para Marinetti, la guerra pasa a ser “la única higiene del mundo” (18).

Futuristas y política

Poco antes del inicio de la Primer Guerra Mundial, los futuristas publicaron su primer Manifiesto Político que insistirá en los temas propios que habían dado vida al movimiento artístico: antisocial y anticlerical, imperialista (proponía una “política exterior agresiva, astuta, cínica”, exigía la “Restauración de la Roma Imperial”. Intervencionista como Mussolini, D’Annunzio o los nacionalistas, el propio Marinetti en septiembre de 1914 organizó en Milán las primeras manifestaciones contra Austria (19).

Sus dos escritos políticos más relevantes serán Democracia Futurista publicado en 1919 y Más allá del comunismo aparecido el año siguiente. Su lectura permite advertir con facilidad lo que le uniría y le separaría del fascismo: el “posibilismo” (20). Lo que para Mussolini era “estrategia” móvil, cambiante, según soplaran los vientos y le aproximara en las más diversas circunstancias al gobierno de la nación, no dejaba de repugnar a Marinetti, poco pragmático y de escasa visión política, refugiado en el “purismo” y, por tanto, en buena medida en la esterilidad política. El Marinetti republicano y anticatólico difícilmente podría entenderse durante mucho tiempo con el Mussolini convertido en aliado de la monarquía y firmante del Concordato con la Santa Sede. Ambos, apasionados de la italianeidad, terminaron siendo antisocialistas y anticomunistas y rechazaban cualquier forma de cosmopolitismo. Ambos soñaban con una revolución, pero la de Mussolini era de “masas” y la de Marinetti de “élites intelectuales”. Esto explica que tanto antes como después de la Marcha sobre Roma, menudearan las rupturas y las reconciliaciones. Solamente cuando Mussolini rompió –forzosamente, hay que decirlo– con la monarquía en 1943 y fundó la República de Saló, Marinetti apreció el reverdecimiento del Mussolini revolucionario y se adhirió sin fisuras.

Durante la Primera Guerra Mundial, los futuristas se presentaron voluntarios a las unidades de élite, los llamados “Exploradores de la Muerte” que fue la médula de los famosos Arditi (21). Algunos mueren en combate como el arquitecto futurista Sant’Elia y el pinto Boccioni, otros muchos fueron condecorados por acciones de guerra demostrando que los principios futuristas no eran una simple pose o un mero gesto, sino que afectaba al núcleo de su personalidad. Marinetti, por supuesto, se alistó también y otro tanto hizo Mario Carli el futuro director de L’Impero y, especialmente, de Roma Futurista.

El 20 de septiembre de 1918 aparece el primer número de Roma Futurista subtitulada Periódico del Partido Futurista que llamaba a “todos los italianos” que terminaría constituyendo el núcleo del Partido Político Futurista. En esta publicación aparecen algunos de los temas que el fascismo incorporaría (la estructura corporativa del Estado) y otros que encontraron el rechazo del “posibilista” Mussolini (el anticlericalismo, la socialización de la tierra y otros temas propios de la izquierda como el sufragio femenino).

En la postguerra, los Arditi, una vez desmovilizados, se reagruparon en la Associazione Nazionale d’Arditi d’Italia fundada por Mario Carli. Este había sido inicialmente relegado a trabajos administrativos a causa de su miopía, pero insistiendo logró enrolarse en la 18ª Compañía de Asalto de los Arditi alcanzando pronto el grado de capitán por méritos de guerra y varias condecoraciones al valor. Próximo a la paz, junto con Marinetti fundó la revista Roma Futurista, que sería la tribuna de los Arditi futuristas. Su símbolo era la llama negra propia de estas tropas de asalto. Carli había escrito: “El Ardito y el futurista de guerra, la vanguardia despeinada y dispuesta a todo, la fuerza y la agilidad de los años veinte, el joven que lanza bombas silbando recuerdos de la variedad” (22). El 10 de diciembre de 1918 se constituyó la ANAI cuando en varias ciudades italianas se constituían “fasci futuristi”. Muchos Arditi seguían en activo en el ejército que veía con cierta hostilidad su creciente compromiso político y en especial la difusión en los cuarteles de la revista L’Ardito. A la prohibición y a las sanciones que se lanzaron para que los futuristas cesaran de hacer política en los cuarteles, Carli contestó con un famoso artículo titulado: “Arditis, no gendarmes”, indicando que no serían ellos quienes salvaran al régimen. Luego siguió la aventura de D’Annunzio en Fiume protagonizada mayoritariamente por Arditi.

Futurismo y fascismo

Ya, por entonces, los futuristas se habían aproximado al proyecto mussoliniano de convocar una Constituyente del intervencionismo que aproximó a Marinetti y a Mussolini y los unió en un acto convocado en la Scala de Milán donde boicotearon a los intervencionistas de izquierda.

Un año después, Marinetti participó en la reunión de los “sansepolcristas” reunidos en la plaza del mismo nombre. El primer programa de los Fasci di Combatimento incluye algunas de las propuestas futuristas: en lo relativo al Estado (“El Estado es soberano, y esta soberanía no puede ni debe ser limitada o disminuida por la Iglesia”), a las Corporaciones (“Las corporaciones deben ser promovidas según dos direcciones fundamentales: como expresión de la solidaridad nacional y como medio de desarrollo de la producción”), a los Principios de política exterior (“Italia debe reafirmar su derecho a realizar su plena unidad histórica y geográfica, incluso allí donde aún no la ha realizado”), etc. Esto ocurría el 23 de marzo de 1919. Pocos días después, Mussolini y Marinetti lanzan a los Arditi contra el diario socialista Avante! cuya redacción resulta completamente saqueada. A pesar de que Mussolini asumiera la responsabilidad del asalto, la mayoría de participantes eran Arditi y buena parte de estos eran futuristas (23).

A partir de ese momento, las relaciones entre el fascismo y los futuristas se van estrechando especialmente en Milán en donde Marinetti era miembro del Fasci de esa ciudad. Sin embargo, cuanto tuvo lugar el segundo congreso de los Fasci se produce la primera tensión notable: Marinetti percibe una atenuación de la tensión ideal del fascismo y una aproximación al Vaticano cuya “soberanía espiritual” se reconoce. A pesar de que Marinetti dimitiera del movimiento, en ese momento, el futurismo ya estaba roto como unidad política: Carli había pasado a publicar un semanario ultramonárquico (Il Principe) que no dudaba en proponer para horror de Marinetti que “la monarquía absoluta es el régimen más perfecto”. Después de sucesivas transformaciones, la revista pasó a llamarse primero L’Impero y luego L’Impero Fascista.

En cuanto a la ANAI fue disuelta por Mussolini al considerarla “poco fiable para el fascismo”. La mayoría de Arditi se adhirieron al fascismo y solamente un grupo de Arditi romanos –los llamados Arditi del Popolo, esencialmente romanos– rechazaron esta aproximación. Para sustituir a la ANAI se fundó la Federazione Nazionale Arditi D’Italia el 22 de octubre de 1922. Los Arditi del Popolo desde el principio se configuraron como una fuerza activista antifascista que contó entre sus militantes con anarquistas, socialistas y comunistas (que pronto fueron mayoritarios).

Las esperanzas de Marinetti de que después de la Primera Guerra Mundial estallara una “revolución” se vieron pronto decepcionadas y él mismo fue el primero en hablar de la “vitoria mutilada”. La aventura de Fiume le dio solamente una breve esperanza. Pronto rompió con D’Annunzio y fue de los primeros en invitarle a abandonar la ciudad. La existencia del Partido Político Futurista fue breve (apenas dos años, desde la creación de los primeros Fasci Futuristi en 1917 hasta la reunión de la plaza del San Sepolcro en 1919) y tenue. Con la fusión entre fascistas y futuristas los Arditi se convierten en un sector de los camisas negras mussolinianos de los que constituyen su tropa de asalto tal como demuestra el saqueo de la redacción del Avanti!. Con la publicación Al di là del Comunismo (1920), Marinetti da por concluida su aventura política y retorna a la literatura. Pero su hora ha pasado: ya no es considerado ni en Roma ni en París, “la cafeína de Europa”. Han surgido otras vanguardias, el dadaísmo durante la guerra y el surrealismo cuando esta última periclitó.

Su decadencia artística le vuelve a aproximar al fascismo. Es entonces cuando recibe honores del régimen y cuando corresponde sumando su nombre al Manifiesto de los Intelectuales Fascistas publicado en 1925. Luego viajó como representante del régimen fascista a varios países, entre ellos España (24). En 1929, Marinetti entrará, por deseo expreso de Mussolini en la Academia de Italia recién fundada. En esos años vuelve a reverdecer en su espíritu la fascinación por la guerra: cantará la guerra de Etiopía y a los 66 años se enrolará en la Armata Italiana in Russia, el cuerpo expedicionario italiano que apoyó a la Werthmach en la Operación Barbarroja. Volvió con la salud quebrantada y murió el 2 de diciembre de 1944, después de adherirse incondicionalmente a la República Social Italiana en la que identificó la pureza del fascismo de los orígenes. 

Conclusión

El futurismo fue, inequívocamente, otra de las tendencias que dieron vida al fascismo, pero a su vez, era un conjunto de tendencias cuyo comportamiento político no era siempre homogéneo. Las relaciones entre futurismo y fascismo fueron oscilantes, pero lo esencial es reconocer que el proyecto político de Marinetti terminó convergiendo mayoritariamente con el de Mussolini, tal como demuestra inequívocamente su presencia entre los “sansepolcristas”. No todo el futurismo fue fascista, pero sí que lo esencial del futurismo y de los Arditis, se decantó hacia el futurismo.

Desde el punto de vista doctrinal la personalidad fascista, tanto en Italia como en otros países en los que se manifestó, debe mucho al futurismo y, en lo esencial, supone una modulación de las posiciones radicales de Marinetti en la década de 1909-1919. De ahí surge la transformación del pesimismo en acción, de ahí también la consideración de la guerra como “única higiene”, el canto a la juventud (los futuristas sostenían que todo lo que no se hiciera antes de la edad de 40 años ya no tenía importancia), la vida aventurera, casi de lansquenete, los golpes de audacia, la violencia como arma política, el gusto por el enfrentamiento directo, que estuvieron presentes en el futurismo, reaparecieron incluso en modelos de fascismo en otros países que ni siquiera habían oído hablar del futurismo.

¿Dónde situar geométricamente a la componente futurista dentro del fascismo? ¿A la derecha, en el centro, a la izquierda? No era, desde luego, un movimiento conservador… si bien Carli y muchos más entre los Arditi futuristas se orientaron a la derecha, incluso mucho más a la derecha que Mussolini y asumieron la defensa de la monarquía. Su polémica anticlerical y sus contactos iniciales son los sindicalistas revolucionarios podía asimilarlos a la izquierda, sin olvidar que llamaron al enfrentamiento con anarquistas socialistas y comunistas. Y si bien es cierto que compartieron algunos de los puntos de vista de Mussolini (intervencionismo, necesidad del imperio, corporativismo) también es cierto que Marinetti denostó algunas de las orientaciones del futuro Duce (especialmente el “posibilismo” y su aproximación posterior al Vaticano).

De hecho, el futurismo tuvo también tres componentes, a modo de fotocopia reducida de lo que luego sería el fascismo y estas tres componentes luego se superpusieron a las que aparecieron en el Partido Nacional Fascista.

Notas:

(1)    R. Paris, explica que Marinetti “fue la única personalidad de cierta importancia que participó en la reunión de la plaza San Sepolcro del 23 de marzo de 1919. La elaboración del programa de los Fasci debía mucho, entre otros, a los futuristas. Marinetti fue elegido, pues, miembro del Comité Central y, a continuación, de la comisión de propaganda y prensa” (op. cit., pág. 57).

(2)      El partido también fue ocasionalmente conocido como “Partido Futurista Italiano”, así se le cita, por ejemplo, en Marinetti Futurista   (obra colectiva, Guida Editori, Nápoles 1977, pág. 98) probablemente la exposición más completa del pensamiento estético-político de Marinetti. En cuanto a la intervención política de los futuristas es tratada de manera exhaustiva en La nostra sfida alle stelle: futuristi in política, Emilio Gentile, Laterza 2009. En esta obra también se alude al “Partido Futurista Italiano” (pág. 53).

(3)      “Cuando el Estado fascista de Mussolini se alzó con el poder tras la “Marcha sobre Roma” de 1922, aunque pareció encarnar todas estas expresiones anteriores de renovación cultural y política, también heredó todas las incertidumbres y contradicciones propias de la esfera artística y cultural que, como siempre, quedaron sin resorber. El futurismo y el fascismo estuvieron indisolublemente unidos pero mantuvieron una relación sutilmente tensa, confusa e incluso cómica. Mussolini promovió ciertos aspectos del futurismo, mientras que actuó con extrema precaución e incluso hostilidad, frente a otros”, Richard Humpheys, Futurismo, Movimientos en el Arte Moderno, Serie Tate Gallery, Encuentro Ediciones, 2000, pág. 15.

(4)      El positivismo afirma que el único conocimiento auténtico es el científico y solamente puede afirmarse a través del método científico. En sus interpretaciones más extremistas terminó desembocando en una especie de religiosidad laica. En cuanto a Benedetto Croce, reprochaba a Compté, máximo representante francés de esta corriente, el que “dejaba insatisfecha la necesidad religiosa del hombre” que era justamente lo mismo que le reprochaba Bergson. 

(5)      R. Paris, op. cit., pág. 48.

(6)      El artículo en cuestión llevaba este mismo título y fue publicado en Il Popolo d’Italia en 1º de enero de 1920: “… contra los demás, contra nosotros mismos… Nosotros hemos destrozado todas las verdades reveladas, hemos escupido sobre todos los dogmas, hemos rechazado todos los paraísos, hemos ridiculizado a todos los charlatanes –blancos, negros y rojos- que ponen en venta las drogas milagrosas para proporcionar la “felicidad” al género humano. No creemos en los programas, en los esquemas, en los santos, en los apóstoles; sobre todo, no creemos en la felicidad, en la salvación, en la tierra prometida… Volvamos al individuo. Nosotros apoyamos todo lo que exalta y engrandece al individuo, todo lo que le da mayor bienestar, libertad y una mayor independencia; combatimos todo lo que deprime y mortifica al individuo. En las actualidad hay dos religiones que se disputan el dominio sobre el individuo y sobre el mundo: la negra y la roja; las encíclicas provienen, hoy, de dos Vaticanos, el de Roma y el de Moscú. Nosotros somos los herejes de estas dos religiones” (Citado por A. Tasca, op. cit., págs. 48-49), puede observarse la retórica danunziana que destila el artículo –se diría que es el propio poeta el que habla en algunas frases– y que define perfectamente la personalidad apasionada, vitalista y rebelde del Mussolini de 1920

(7)    Al estallar la Primera guerra Mundial, D’Annunzio, que se encontraba en esos momentos en Francia, regresó a Italia, realiza una campaña a favor del intervencionismo italiano a favor de Francia e Inglaterra y fue piloto de guerra voluntario. El 9 de agosto de 1918 protagonizó una de sus habituales “acciones heroicas” sobrevolando Viena con el Escuadrón 87 “La Serenísima” del que era comandante, lanzando panfletos, un trayecto extremadamente difícil para la aviación de la época. Esta acción y la ocupación de Fiume le valieron el ser considerado como el mayor héroe italiano de la época.

(8)    El entones secretario general del Partido Comunista Italiano, Antonio Gramsci escribió el 8 de septiembre de 1922 una Carta sobre el futurismo fechada en Moscú, en donde dice: D'Annunzio nunca ha tomado posición pública respecto al futurismo. Hay que señalar que el futurismo, en su nacimiento, surgió expresamente contra D'Annunzio. Uno de los primeros libros de Marinetti tenía por título Les Dieux s'en vont, d'Annunzio reste. Aunque durante la guerra los programas políticos de Marinetti y de D'Annunzio hayan coincidido en todos los puntos, los futuristas han permanecido antid'annunzianos. Prácticamente no han demostrado interés alguno por el movimiento de Fiume, aunque luego hayan participado en las manifestaciones. (el texto completo puede leerse en http://www.ddooss.org/articulos/textos/Gramsci.htm). A pesar de que Gramsci exagera algo, lo cierto es que D’Annunzio y Marinetti nunca se llevaron bien: “D’Annunzio dirá a sus amigos que Marinetti es "una nulidad atronadora" o "un necio fosforescente" o también parece"un necio con algunos rayos de imbecilidad"; y Marinetti le contestará definiéndolo confidencialmente como un tradicionalista, un "Montecarlo de todas las literaturas", "aburrido y anacrónico". Pero en público, a regañadientes, se alabarán recíprocamente y en sus pocos encuentros se intercambiarán hasta flores, regalos y abrazos; sin menoscabo de la admiración que siente Marinetti por la "vida futurista" de d’Annunzio; o, durante los años siguientes, la aprobación sufrida y limitada de d’Annunzio por las novedades introducidas por el Futurismo en las letras, las artes figurativas, la música e incluso en las expresiones más corrientes del gusto, como el periodismo, la publicidad y la moda. (http://www.internetculturale.it/genera.jsp?id=893&l=es).

(9)    R. Paris, op.cit., pág. 52.

(10)    Sobre las relaciones entre futurismo y fascismo y sobre otros movimientos artísticos de vanguardia del novecento puede leerse la Historia de las literaturas de vanguardia, Guillermo de Torre, Ediciones Guadarrama, Madrid, especialmente el capítulo La esquina peligrosa: futurismo y fascismo, págs. 149-152.

(11)    Nos ha sido imposible establecer el origen de este apelativo que suele acompañar a nombre de Marinetti. Mientras que para unos se trata de un mote puesto por algún crítico avisado, para otros el propio Marinetti se lo dio a sí mismo y se autoproclamó como tal (Cfr. http://desdemendoza.com.ar/index.php/revistasdmza/revista-artedmza/957-a-100-anos-de-qla-cafeina-del-mundoq.html).

(12)    Para el texto completo del manifiesto cfr.:  http://elcraneo.8m.com/manifiestosfuturistas.htm

(13)    La frase se ha atribuido habitualmente a Drieu la Rochelle, el cual, a su vez se consideraba como tal y decía que un “pesimista activo” será siempre un fascista. Sea esta atribución cierta o no, André Malraux pudo decir, a su vez, que “el pesimismo activo era la antesala fatal del fascismo” (Citado en La diversidad asediada, Escritos sobre culturas y mundialización, Pedro Susz K.,  Plural Editores, La Paz 2005, pág. 385).

(14)    “En ese momento en el que empieza a esbozarse en el seno del sindicalismo revolucionario la tendencia “nacionalista revolucionaria” [1910], Marinetti decide dar una conferencia sobre “la belleza y la necesidad de la violencia”, además de mover todos los hilos a su alcance para obtener un mandato parlamentario en la circunscripción del Piamonte. Ahora bien, en esta circunscripción ha surgido una corriente política en torno del periódico Il Tricolore, que preconiza una alianza del nacionalismo y del sindicalismo revolucionario. Marinetti pronuncia su conferencia en Nápoles, en Milán y en Parma, donde Alceste de Ambris publica la revista L’Internazionale, órgano del sindicalismo revolucionario. Al imprimir el texto casi íntegro de la conferencia de Marinetti, De Ambris rinde homenaje a este “magnífico y soberbio himno a la violencia”, a esta hermosa incitación a la vida “en pleno cementerio de la vida italiana”. En esencia esta conferencia hace apología de la guerra, entona un himno a la Patria, estigmatiza el utilitarismo estrecho y mezquino de la democracia reformista y magnifica, en suma, el “gesto destructor de los anarquistas”, la huelga general y la revolución”, Z. Sternhell, El nacimiento… op. cit., pág. 361. Tal es el origen del período en el que Marinetti estuvo próximo al sindicalismo revolucionario.

(15)    Z. Sternhell, op. cit., pág 360. Marinetti dedicó uno de sus famosos manifiestos a este tema y unas semanas después en mayo de 1910, junto con la revista La demolizione (revista anarquista de matriz sindicalista-revolucionaria dirigida por Ottavio Dinale) realiza una encuesta sobre “la fundación de un partido revolucionario”.

(16)    Z. Sternhell, op. cit., pág. 361.

(17)    Existe una reciente edición española de esta obra: Mafarka, F. T. Marinetti, Editorial Renacimiento, Colección Pompadour, Madrid 2007.

(18)    Tal es el título de una obra publicada por Marinetti en 1915 y editada por las Edizioni Futuriste de Poesia en Milán: Guerra sola igiene del mondo.

(19)    R. Paris, op. cit., pág. 55.

(20)    Cfr. Vintila Horia, Introducción a la Literatura del Siglo XX, Universidad Gabriela Mistral, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1989, págs. 27 y sigs, dedicadas a Marinetti.

(21)    Cfr. Z. Sternhell, op. cit., pág. 362. La historia más accesible actualmente sobre este cuerpo de élite es Italian Arditi, Elite Assault Troops 1917-20 de Angelo L. Pirocchi, Osprey Publishing, Oxford 2004. Un resumen puede encontrarse en Wikipedia edición inglesa http://en.wikipedia.org/wiki/Arditi o bien en la edición italiana http://it.wikipedia.org/wiki/Arditi

(22)    Escrito en Roma Futurista, año 1, nº 1, 20 de septiembre de 1918. Reproducido en Wikipedia edición italiana http://it.wikipedia.org/wiki/Mario_Carli

(23)    R. Paris, op. cit., pág. 57.

(24)    Cfr. Vanguardias Artísticas en España, Jaime Brihuega, Ediciones Itsmo, Madrid 1981, pág. 296-8 y en Italia-España en la época contemporánea, Assumpta Camps, Peeter Lang AG, Berna 2009, págs. 89-92, se mencionan ampliamente los desplazamientos de Marinetti por España.

© Ernest Milà – Infokrisis – http://info-krisis.blogia.comhttp://infokrisis.blogspot.comInfokrisis@yahoo.es – Prohibida la reproducción de este artículo sin indicar origen

Nacionalismo y fascismo

Infokrisis.- Robert Paris (1) cita una frase extraída de las Lecciones de Harvard de Gaetano Salvemini (2): “Si el fascismo presentaba una doctrina coherente, lo debe al hecho de que los fascistas han adoptado otra vez el conjunto de la doctrina nacionalista”. La frase es ilustrativa de la importancia que se le da a la doctrina nacionalista que fue recogida por Mussolini y es, de hecho, una de las componentes de cualquier forma de fascismo y, en nuestro juicio, la componente, como veremos, más importante. A fin de cuentas, el fascismo es una forma de exaltación nacional con la novedad de que a esto le viene añadida un ansia de justicia social.

La frase de Salvemini es admisible especialmente a partir del 23 de febrero de 1923 cuando los “camisas azules” nacionalistas y los “camisas negras” fascistas se fusionaron formándose el Partido Nacional Fascista. Pero cuando se produce esta fusión, el nacionalismo italiano ya es muy diferente del que había nacido a mediados del siglo XIX, por lo que sería mucho más justo decir que los “nuevos nacionalistas” que aparecieron en el período del intervencionismo y durante el ascenso del fascismo fueron progresivamente convergiendo con Mussolini entre 1919 y 1923 que había adoptado la mayoría de sus tesis. La fusión final reconocía la identidad entre ambas formaciones.

La formación y tendencias del nacionalismo

El nacionalismo italiano (3) había nacido en el primer tercio del siglo XIX y reconocía que la “nación” era una comunidad homogénea y depositaria de valores tradicionales y propios que constituían el patrimonio cultural y religioso del pueblo. A pesar de que arraigó en la Italia del Risorgimento, la inspiración del nacionalismo venía de otros países y sus primeros representantes nacionalistas italianos se limitaron a adaptar las ideas que habían sido expuestas inicialmente por Adam Weishaupt, fundador de los Iluminados de Baviera y paradójicamente también por el que quizás fuera su principal detractor, el abate Augustin Barruel (4), si bien a modo de denuncia.

Con la aparición del nacionalismo durante la Revolución Francesa, el “patriotismo monárquico” se transforma en “nacionalismo republicano”. A pesar de su relativamente corta vida, el nacionalismo (entendido como exaltación del Estado-Nación y, por tanto, que apenas cuenta con dos siglos de existencia) ha atravesado por varios ciclos. Entre finales del período napoleónico y las revoluciones de 1848, el nacionalismo fue la expresión de la burguesía progresista y liberal utilizada como ariete contra las monarquías y la aristocracia. Posteriormente (entre 1848 y 1871), la llamada “edad del librecambismo” acentuó el liberalismo del nacionalismo, convirtiéndose en Italia en motor del Risorgimento; es entonces cuando se consolida la hegemonía burguesa y cuando aparece el binomio liberalismo-Estado Nacional. La etapa siguiente se desarrolla entre 1871 y 1914, período en el cual el nacionalismo se transforma en imperialismo en los distintos países europeos y propone un proteccionismo económico. Todo esto hace que aparezcan continuas rivalidades entre los Estados Nación europeos que reivindican unos a otros parcelas de sus territorios respectivos, claman contra las políticas arancelarias que dificultan las exportaciones entre los distintos países y compiten por conquistas territorios extraeuropeos para incorporarlos a sus imperios, procesos que, sumados, llevan al desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial.

Así pues, los rasgos de los distintos nacionalismos históricos son, por una parte, lo que se ha llamado “la nacionalización de las masas” (5) (es decir el intento de transmitir a las masas una “cultura nacional”) y, de otro lado, el impulso colonialista. Se ha calificado al siglo XIX como el “siglo de los nacionalismos” y, por tanto, no es raro que terminara siendo el siglo de los conflictos entre naciones europeas que se prolongaron hasta mediados del siglo XX.

Existen distintas formas de nacionalismo atendiendo a su origen: el “nacionalismo humanitario” de Rousseau y Herder de carácter setecentista, el “nacionalismo jacobino” nacido con la revolución francesa, habitualmente intolerante, misionero y fanáticamente unitario, el liberal de Burke y Cavour y el “nacionalismo económico” que dio nacimiento a distintas formas de proteccionismo. Otros como Louis Snyder (6) han identificado cuatro formas de nacionalismo (“integrador” que tiende a la unificación de Estados Nacionales, “desmembrador” que tiende a la ruptura de grandes imperios –como el otomano– y a la formación de Estados-Nación con sus fragmentos, “agresivo” o imperialista, vinculado a las dos guerras mundiales del siglo XX y “contemporáneo” que tendría dos aspectos contradictorios, el impulso descolonizador y la expansión imperialista). Por su parte, Hobsbawn (7) establece tres fases de desarrollo del nacionalismo: el redescubrimiento de las tradiciones culturales y antropológicas vernáculas, la agitación política militante y la nacionalización de las masas final.

La irrupción del nacionalismo en Italia

El nacionalismo italiano aparece en el Risorgimento y, a través de sucesivas transformaciones, cristalizará en el irredentismo del que ya hemos hablado.  Hay que distinguir este nacionalismo irredentista aparecido en torno a 1880 del nacionalismo mazziniano que constituyó el motor del proceso de unificación italiano. Mientras que éste es liberal, masónico, republicano, laico y propone la paz entre las naciones, el irredentismo es agresivo, frecuentemente antiliberal, no necesariamente republicano y, en cualquier caso, imperialista (8).

En 1896, el imperialismo italiano sufrió la derrota en Adua (9) que, como veremos, tuvo como consecuencia directa la fundación de la Associazione Nazionalista Italiana por Enrico Corradini y Luigi Federzoni. Adua supuso el punto de inflexión entre el viejo nacionalismo mazziniano que había quedado reducido a pequeños círculos intelectuales y el nuevo nacionalismo imperialista que terminará realizando su aporte doctrinal al fascismo.

Corradini había fundado en 1903 la revista Il Regno (10) muy influida por el nacionalismo francés de la época, especialmente por el conde de Gobineau y por Charles Maurras. Corradini era uno de los más fervientes defensores del imperialismo italiano y en sus obras literarias así como en sus ensayos políticos no dejaba de clamar para que Italia tuviera “un lugar bajo el sol”. Partidario de la intervención de Italia en la Guerra Mundial, a través de distintos medios de prensa, Corradini calificará como bestia negra a los neutralistas.

Corradini sostenía la curiosa teoría de que el nacionalismo era la transposición internacional del socialismo y distingue entre “naciones proletarias” y “naciones plutocráticas” (un tema en el que insistirá el Mussolini del Ventennio con cierta frecuencia) que  están obligadas a mantener una especie de “lucha de clases” a dimensión internacional. Para él, Italia y Alemania serían esas “naciones proletarias” e Inglaterra la “nación plutocrática” rival. Las naciones “proletarias” para Corradini no pueden estar permanentemente subordinadas a las “plutocráticas”, tienen derecho a su “lugar bajo el sol”. El pacifismo tiende a mantener el statu-quo, por tanto no es admisible y trabaja en beneficio de las “naciones plutocráticas”. La respuesta debe ser, pues, la “lucha de clases internacional” (11).

En Corradini se encuentran también otras ideas que serán incorporadas al fascismo: por ejemplo, aquella según la cual la nación está por encima de los individuos que la componen y, por ello, puede exigir a sus ciudadanos cualquier sacrificio en su nombre. Habla de “doctrina espiritualmente aristocrática” que desemboca en una aspiración de que Italia sea gobernaba “por los mejores” que, para él, nunca emergerán como producto de una votación popular. Se puede observar perfectamente el origen del elitismo fascista y su antidemocratismo. En sus escritos, Corradini atacará el igualitarismo democrático, otra idea que será heredada por el fascismo. Así mismo, negará que el ser humano esté predispuesto a hacer el bien, sino que, por el contrario, concibe la vida como lucha y enfrentamiento con otros hombres y naciones. Para él la idea de “fraternidad” es imposible de cristalizar salvo en el marco de una “comunidad nacional” coherente (12).

Corradini fue el primero en introducir en el discurso político los mitos históricos de la península itálica: la fundación de Roma y el imperio romano, los condottieri renacentistas, pero también sus artistas y demás glorias de Italia, algo que Mussolini recuperaría e integrará en su fascismo.

La andadura de Il Regno se prolongó hasta 1905 siendo sustituida por La Voce promovida por Giuseppe Prezzolini y Giovanni Papini, ambos antiguos colaboradores de Il Regno. Sin embargo, había algunos cambios de orientación notables entre ambas publicaciones. La nueva revista era el reflejo de todas las contradicciones de un nacionalismo que se buscaba a sí mismo pero que todavía no terminaba de encontrar una línea propia y definitiva. En las columnas de la nueva revista, en efecto, colaboraron personajes neo-hegelianos como Giovanni Gentile y Benedetto Croce, junto a nacionalistas ortodoxos, exsocialistas como Salvemini y nacionalistas discípulos de Corradini. La revista aspiraba a estar por encima de los partidos y a situar la causa de Italia más allá de las luchas entre partidos. En relación a la experiencia de Il Regno, la línea de La Voce fue mucho más oscilante y abierta inicialmente a corrientes liberales y mazzinianas. Concebían a la nación como “unidad y totalidad” y, por tanto, lo que aspiraba a ser el “todo” (el nacionalismo) no podía adquirir la forma de “parte” (esto es, de partido) por lo que se limitaron a constituirse como “asociación” el 3 de diciembre de 1910. Así nació la Associazione Nazionaliste Italiana.

Poco después de la fundación de la ANI se produjo el marasmo de la Primera Guerra Mundial y la aparición del intervencionismo italiano que encontró en la asociación a uno de sus más decididos impulsores. Sin embargo, el intervencionismo de la ANI estaba muy alejado del de otros sectores e incluso del sostenido por Mussolini desde las columnas de Il Popolo d’Italia. Mientras un sector del intervencionismo aludía a la necesidad de luchar contra regímenes “feudales” como los imperios alemán y austro-húngaro, los nacionalistas creían que era necesario entrar en guerra para generar una “reforma interior”. Para Corradini la política exterior era una forma de sacudir y regenerar a la opinión pública italiana (13). Lo que Corradini pretendía era transformar las doctrinas sociales de la época –a las que aludía directamente cuando se refería a “naciones proletarias” y “naciones plutocráticas”– en nacionalismo. A esto le llamo “socialismo nacional”. Y en esto también prefiguró al fascismo. En la pequeña publicación de apenas cuatro páginas L’Idea Nazionale, la ANI empezó a difundir estas tesis que, posteriormente aparecerían como marcas distintivas del fascismo a lo largo del Ventennio:

-         Estado fuerte como objetivo a alcanzar

-         Mitos de la antigüedad romana como referencia

-         Imperialismo como “política de prestigio”

-         Autarquía como “nacionalismo económico”.

-         Exaltación de la milicia como “estilo de vida”

-         Corporativismo como forma de organización del Estado.

Sería difícil resumir en tan pocas líneas los rasgos distintivos del fascismo.

La evolución del nacionalismo versus el fascismo

Cuando tiene lugar el congreso de Florencia todavía hay zonas grises entre las distintas corrientes nacionalistas (liberales, mazzinianos, republicanos, monárquicos) que distan mucho de estar unificadas. Con el paso del tiempo, los editoriales de L’Idea Nazionale irían completando la definición del nacionalismo defendido por la ANI, creando un corpus doctrinal que prefigura la doctrina fascista.

No es raro que en la corta marcha hacia la concreción doctrinal la vida de la ANI estuviera jalonada de purgas: en el Segundo Congreso (Roma, 20-22 de diciembre de 1912) la ANI se deshace de su sector democrático y se establece la incompatibilidad entre nacionalismo y masonería. En el siguiente Congreso (16-18 de mayo de 914) son purgados los liberales. A partir de ese momento solamente quedaron los nacionalistas que, en rigor, pueden ser calificados como proto-fascistas.

En 1913, los nacionalistas obtuvieron el 0’6% de los votos y cinco escaños que demostraron ser los intervencionistas más radicales. En 1919, los miembros de la ANI vuelven a presentarse a las elecciones, esta vez apoyando los colores del Partito dei Combattenti obteniendo 20 diputados, pero en las siguientes en 1921 estarán incluidos en los Blocchi Nazionali que incluían a nacionalistas, futuristas y fascistas, logrando 105 diputados solamente superados por el Partito Popolare Italiano (108 diputados) y por los socialistas (123 diputados). Poco después se producía la Marcha sobre Roma (29 de octubre de 1922) (14).

Por entonces el nacionalismo ya había confluido con los Fasci di Combatimento de Mussolini; la nueva formación se llamaría Partito Nazionale Fascista en 1921. Tras la Marcha sobre Roma, varios entre los principales dirigentes de la ANI ocuparon altos cargos en el nuevo régimen: Federzoni, uno de los fundadores de la ANI y redactor de L’Idea Nazionale y diputado nacionalista desde 1913 fue Ministro de Colonias y luego del Interior, siendo senador desde 1928 y presidente del Senado entre 1929 y 1939 tras haber sido uno de los nacionalistas que negociaron con Mussolini la fusión. Eso no fue óbice para que en 1943 apoyase la destitución de Mussolini siendo por ello condenado a muerte en contumacia por el tribunal de Verona.  Otro nacionalista, Constanzo Ciano, fue Ministro de Correos y Comunicaciones y Presidente de la Cámara de los Diputados y de la Cámara de las Corporaciones hasta su fallecimiento en 1939. Fue padre de Galeazzo Ciano di Cortelazzo, yerno de Mussolini. Finalmente, Alfredo Rocco, el compilador del llamado Codice Rocco (código penal italiano), jurista de prestigio y representante del ala derecha del fascismo, procedía así mismo de la ANI. En cuanto a Enrico Corradini ingresó también en el Partido Fascista Republicano a pesar de que no participó inicialmente en la vida política del nuevo régimen. Fue senador y ministro a partir de 1928 falleciendo poco después.

Conclusión

El nacionalismo italiano de la ANI puede ser considerado como proto-fascista y como una componente “centrista” del fascismo. Su doctrina sobre “naciones proletarias” y “burguesas” evidencia una inspiración de izquierdas, pero el conservadurismo creciente del que hace gala la ANI (y especialmente algunos de sus exponentes como Rocco), lo sitúan en la derecha.

Así pues, ¿dónde ubicar al nacionalismo de la ANI dentro del fascismo “uno y trino” al que hemos aludido en el inicio de este estudio? Es simple, en la medida en que sus aportaciones doctrinales encarnan lo esencial del fascismo, hay que situar al nacionalismo de la ANI como uno de los elementos esenciales del “centro” fascista que logró equilibrar las corrientes “sociales” procedentes de la izquierda y las corrientes “conservadoras” procedentes de la derecha.

En este sentido, la ANI “es” el fascismo, antes incluso de que Mussolini hubiera pensado en fundar los Fasci di Combattimento. Es la ANI la que encarna el “centrismo” fascismo en la medida en que encarna también la ortodoxia mussoliniana en el período más prolongado del régimen: el Ventennio. En la ANI están como hemos visto presentes todos los elementos de la doctrina fascista (nacionalismo, corporativismo, imperialismo, referencias históricas al Imperio Romano, etc.). Mussolini, procedente de la “izquierda revolucionaria” terminará cohabitando con la monarquía de los Saboya por los azares de la política, pero entre su postura inicial de izquierdas (que tendrá también encarnaciones en el Ventennio, pero no en Mussolini) y la postura conservadora posterior, la doctrina fascista encarnada por el Duce será altamente tributaria y completamente identificada con la doctrina nacionalista difundida por la ANI.

Notas

(1)        Robert Paris, op. cit., pág. 29

(2)        Gaetano Salvemini, historiador y político antifascista italiano. Antinacionalista había llegado a describir Italia de esta manera: “Los moderados del Norte tienen necesidad de los camorristas del Sur para oprimir a los partidos democráticos del Norte, mientras que los ­­camorristas del Sur tienen necesidad de los moderados del Norte para oprimir a la plebe del Sur” (Prefacio a Mussolini diplomático, Laterza, Bari 1952). Militante del Partido Socialista desde 1897 como representante de su tendencia “meridionalista” (proponía una forma de federalismo para Italia). Abandonó el PSI en 1911 por discrepancias sobre la postura de la formación ante la guerra de Libia y fundó el periódico L’Unità que siguió publicando hasta 1920 como portavoz de la Lega Democrática, se consideraba liberal y socialista. Defendió la entrada de Italia en guerra al lado de Francia e Inglaterra en 1914 como máximo representante de lo que se llamó “intervencionismo democrático” (belicistas de izquierda). Diputado en 1919 se declaró antifascista desde el principio y en 1925 fundó la primera publicación clandestina que se opuso al régimen de Mussolini: Non Mollare (literalmente, No ceder). Pocos meses después fue detenido en Roma y tras ser procesado resultó amnistiado autoexiliándose en Francia desde donde fundó el movimiento Giustizia e Libertà. Establecido en Gran Bretaña siguió desde allí sus campañas antifascistas polemizando con George Bernard Shaw, socialista fabiano y gradualista, admirador de Mussolini. Después de ejercer como profesor en varias universidades anglosajonas fundó en 1939 la Mazzini Society formada por republicanos antifascistas. Tras la guerra volvió a Italia y dio clases en la Universidad de Florencia y siguió jugando a la contra oponiéndose tanto a la Democracia Cristiana como a los partidos de izquierda.

(3)        Cfr. En la obra Diccionario de política: L-Z de Norberto Bobbio (Siglo XXI Editores, México 1981-82, págs. 1026-1035), puede encontrarse un ensayo de síntesis sobre los contenidos globales del nacionalismo y, en particular, del nacionalismo italiano.

(4)        Abate Augustin Barruel, procedente de la nobleza francesa se ordenó jesuita en 1756, viajó por toda Europa y dominó distintas lenguas. A partir de 1781 publicó panfletos contra los Enciclopedistas y la Filosofía de las Luces, responsabilizándoles de la expulsión y prohibición de los jesuitas. Inicialmente era favorable a las ideas democráticas (su nombre auténtico era Augustin de Barruel, pero renunció a la partícula “de” que delataba su título de nobleza) terminó por enfrentarse a la Revolución Francesa exiliándose en Londres en 1972, siendo albergado por Edmund Burke, franc-masón, el cual, sin embargo, le felicitará por su famosa obra antimasónica Memorias para servir a la historia de los jacobinos aparecida en 1797 (de esta obra que puede encontrarse fácilmente en Internet en versión francesa, pero que jamás ha sido traducida al castellano existe, sin embargo, una versión en catalán: Memorias per a servir á la historia del jacobinisme, trad. de Fr. Raymundo Strauch y Vidal, Perpiñán, J. Alzine, 1827). Barruel sostiene que fueron los Iluminados de Baviera de Adam Weishaupt quienes se infiltraron en la masonería para derribar a la monarquía y que fueron ellos quienes difundieron por vez primera el nacionalismo. La Revolución no sería más que un complot contra la Iglesia y contra su defensora la monarquía francesa. El mismo Barruel había sido iniciado en Logia (Encyclopédie de la franc-maçonnerie, Le libre de Poche, artículo "Barruel", pág. 66).

(5)        Cfr. George L. Mosse, La nacionalización de las masas, Marcial Pons – Ediciones de Historia, Madrid 2005. Ramiro Ledesma Ramos también alude en el Discurso a las Juventudes de España a la “nacionalización de las masas” y para ello dirigió la estrategia de las JONS y de FE a captar a las masas obreras que militaban en la CNT. Véase a este respecto La crisis del antifascismo, Ferrán Gallego, Random House Mondadori, Barcelona 2008, pág. 32. Los hay que han visto en la II República ese mismo intento de “nacionalizar a las masas”, Cfr. Hispania, Revista Española de Historia, pág. 162, Vol. 61, 2001, pág. 162. La idea de “nacionalización de las masas” que habitualmente se suele ligar a la interpretación del fascismo que da Mosse, como vemos, no le pertenece en propiedad.

(6)        Louis Snyder, The New Nationalism, Transaction Publishers, New Brunswick, New Jersey 2003, especialmente el capítulo IV, págs. 47-48.

(7)        E. J. Hobsbawm, Nations and Nationalism since 1780 – Programme, Myth, Reality, The Press Sindicate of the University of Cambridge, 1990, especialmente el capitulo The transformation of nationalism, págs. 101-130.

(8)        “Dentro de veinte años toda Italia será imperialista” había escrito uno de los fundadores del nuevo nacionalismo italiano, Enrico Corradini (citado por R. Paris, op. cit., pág. 29. Y el propio Paris añade este comentario: “El fascismo realizaría este sueño”).

(9)        Se conoce como “derrota de Adua” al momento decisivo de la primera guerra de Abisinia (1895-96) que tuvo lugar a causa de un conflicto de límites entre la Abisinia de Menelik II y la colonia italiana de Eritrea. El punto culminante del conflicto fue la batalla de Adua el 1º de marzo de 1896. Las tropas italianas del general Baratieri fueron derrotadas  sufriendo 6.000 muertos, 1.500 heridos y 3.000 prisioneros, sobre un total de 16.000 hombres. Los supervivientes se replegaron a Eritrea, mientras que en Italia, el gobierno de Francesco Crispi dimitió y el general Baratieri debió afrontar un consejo de guerra del que resultó absuelto pero que destruyó su carrera militar.

(10)   La andadura nacionalista de Corradini puede ser seguida con cierto detenimiento en Zeev Sternhell, El nacimiento de la ideología fascista, op. cit., págs. 13-14 y en R. Paris, Los orígenes del fascismo, op. cit., págs. 30-31.

(11)   Los datos sobre Corradini han sido extraídos de Wikipedia-Italia. Para una ampliación puede leerse la obra escrita por el propio Corradini Scritti e discorsi 1901-1914, Ed. Lucia Strappini, Turín 1980. R. Paris, extrae una frase de Corradini: “Del mismo modo que dentro de los límites de cada Estado se ha formado un conjunto de clases dominantes y un conjunto de clases dominadas, así mismo, en las relaciones internacionales, existen Estados más fuertes y Estados más débiles: Estados Burgueses y Estados Proletarios” (op. cit., pág. 33).

(12)   Una interpretación típicamente marxista –incluso en lo plúmbeo y opaco de la exposición– de las ideas de la Asociación Nacionalista Italiana y del pensamiento de Enrico Corradini, puede leerse en Fascismo y Dictadura, Nikos Poulantzas, Editorial Siglo XXI, México, 1971, págs. 143-147.

(13)   Corradini había escrito que “La política exterior constituye para el nacionalismo un medio de reforma interior revolucionaria. Es un medio para renovar el personal del gobierno” (citado por R. Paris, op. cit., pág. 33).

(14)   Pueden consultarse los resultados electorales de la época en Mussolini y el ascenso del fascismo, Donald Sasson, Crítica S.L., Barcelona 2008, especialmente el capítulo El avance del fascismo, págs. 99 y sigs.

Petiot: su coartada era auténtica

Infokrisis.- Félix Petiot, más conocido como el Doctor Petiot consiguió llamar la atención en los últimos meses de la II Guerra Mundial y fue guillotinado como asesino en serie en 1946. Las biografías dicen de él que se “hizo pasar” por miembro de la Resistencia francesa para atraer a sus víctimas, la mayoría judíos, y asesinarlas con tranquilidad. Se cree que el número total de asesinatos que cometió a partir de 1942 estuvo próximo al centenar. Atraía a gente que deseaba huir de Francia explicándoles que él podría sacarles hacia Argentina ya que dirigía una red de la “resistencia”.Luego, desaparecían y con ellos sus joyas y riquezas que intentaban trasladar. En el curso del proceso al que fue sometido se estimó que se había quedado con 200 millones de francos… que jamás fueron encontrados. Petiot era miembro de La Charca…

En el ambiente enrarecido y cruel de una Guerra Mundial, la figura del “Doctor Petiot” emergió con personalidad propia, por encima de las crueldades propias de toda guerra. Es normal a la vista de su historial pasado que le daba todos los rasgos del psicópata. En su infancia no tuvo el afecto de sus madres (que murieron muy jóvenes) siendo cuidado por sus tías. Desde muy joven evidenció tenencias sádicas. Lanzo un gato a una olla de agua hirviendo y se entretenía sacando los ojos a los animales y viendo luego como chocaban contra las paredes. Además, era un ladrón empedernido: robó a sus compañeros de clase y de universidad y luego saqueaba la enfermería de la unidad en la que prestó servicio militar. Cuando ocupó un cargo en la municipalidad de Villeneuve-sur-Yonne, también robó en el Ayuntamiento siendo procesado por ello. Pirómano, ludópata crónico, maníaco depresivo, paranoide, era uno de aquellos casos de psicópata irremediable y absoluto, sin tratamiento posible. Y no puede decirse que fuera un psicópata “integrado”, sino como máximo, un psicópata con cierta cultura y titulación universitaria, pero con los mismos instintos sanguinarios de un Landrú o de un Arropiero.

La vida de un psicópata

Como la mayoría de psicópatas destilaba cierto encanto personal en los primeros contactos y eso le permitió ocultar sus problemas mentales y su peligrosidad. Participó brevemente en la I Guerra Mundial, siendo herido en un pie y licenciado antes del término del conflicto por sus evidentes desórdenes mentales y su neurastenia. Tras la guerra acabó la carrera de medicina gracias a subsidios para excombatientes. Entre 1927 y 1935 fue alcalde de Villeneuve-Sur-Yonne.

En marzo de 1930, la policía descubrió el cuerpo semicalcinado de Madame Debauwe, una persona muy conocida en Villeneuve-sur-Yonne. Había sido asesinada a martillazos y luego su cuerpo quemado. Desaparecieron 180.000 francos. Petiot fue considerado como sospechoso del crimen e incluso un testigo lo situó en el escenario. El testigo, poco después fue a consultar a Petiot y al salir de la consulta murió fulminado por un ataque al corazón. Petiot firmó el acta de defunción…

En ese período ya ocurrió un episodio extraño y propio de la personalidad de un psicópata. En su consulta proliferaban los rumores sobre abusos sexuales y en el pueblo de Villeneuve-sur-Yonne se hablaba a menudo de Petiot como de un conquistador. Sin embargo, en 1927, su asistenta explica que ha quedado encinta del doctor. Poco después desaparece. Siempre existirá la duda de si se trató de su primer crimen.

Petiot evitó cualquier procesamiento en esa época pero no pudo evitar que en el pueblo se extendieran rumores sobre sus responsabilidades en estos crímenes y desapariciones misteriosas. Pero, no sólo es el médico, también es el alcalde de Villeneuve. Cuando es detenido por robar electricidad, finalmente debe dimitir de su cargo.

Luego instaló en París un consultorio médico perfectamente equipado con la tecnología de punta de la época. Decía ser el crear de un sistema de parto sin dolor y de poder curar la ciática, el reumatismo, las neuralgias, ulceraciones y cáncer. Decía haber creado con un físico conocido, un material y una técnica que permitía la curación de cualquier tumor. Era mentira, pero en tanto que psicópata, era completamente indiferente a los sufrimientos de los demás. O a los problemas que genera en otros: cuando fue detenido en la librería Gibert del Barrio Latino robando un libro, explicó que “los genios no se preocupan de las bajas cosas materiales”.

Un asesino en serie en la resistencia antialemana

Al estallar la guerra, inicialmente, no dio que hablar, pero en 1941 compró una mansión (sin que haya podido explicarse fehacientemente de dónde salieron los fondos) que remodeló elevando los muros y transformando en consultorio clínico. En el sótano instaló una cámara de gas provista de una mirilla para poder ver en directo la agonía de sus víctimas.

A finales de 1941, un amigo médico le explica que un amigo suyo judío quiere abandonar Francia y le pregunta si le puede ayudar pues no en vano Petiot le ha confiado que dirige una red de la resistencia. El 2 de febrero de 1942, el interesado acude a la consulta de Petiot siguiendo el consejo de Petiot: “Venga con todo lo que tiene de valor, en pocas semanas estará en Argentina”. Nunca más se le volverá a ver. Inmediatamente desaparece un toxicómano que había denunciado a Petiot como traficante de droga. Y poco después, le toca el turno a una mujer que lo había rechazado.

Seguramente son estos primeros asesinatos durante la guerra lo que le dan la idea de sistematizar sus crímenes. En junio de 1942 los historiadores establecen que Petiot pone en marcha una red de la resistencia. A partir de ese momento se multiplican las desapariciones de judíos que buscaban huir, pero también de no judíos.

La Gestapo empieza a tener idea de que hay una red que permite a los judíos adinerados huir. Tarda poco en saber que el nombre clave de quien dirige esta red es “doctor Eugène” y consigue infiltrar a colaborador… judío, Yan Dreyfus. Dreyfus, detenido espera infiltrarse en la red y luego… aprovechar para huir a Argentina. Desaparecerá unos días después… Un segundo infiltrado tendrá más suerte y Petiot terminará siendo arrestado por la Gestapo el 21 de mayo de 1943. Su estancia en prisión le permitirá ser considerado “héroe de la resistencia”. El 8 de febrero de 1944 es liberado ante la falta de pruebas.

Ante la justicia y bajo la guillotina

Una vez volvió a su domicilio, los vecinos alertaron a la policía y a los bomberos de la humareda y el olor que salían de la casa de Petiot. Cuando entraron los bomberos pudieron ver la hoguera que ardía en el sótano formada por 27 cuerpos. Petiot, sin embargo, no se inmutó. Explicó que se trataba de retos de soldados alemanes y de colaboracionistas. Y, lo más sorprendente, fue que, por segunda veces, salió indemne y fue, no sólo liberado, sino además felicitado. Incluso se permitió alardear de que no eran 24 sus víctimas sino 63. Pero un examen pormenorizado de las víctimas demostró que no había entre ellas ningún alemán. El registro de su casa dio como resultado el hallazgo de más cuerpos en un pozo de cal, 150 kilos de restos humanos ya calcinados, y de más cuerpos descuartizados y dispuestos para ser quemados.

El 19 de septiembre de 1944, un periodista publica un artículo en el que acusa a Petiot de ser un “soldado del Reich”. Inexplicablemente, Petiot escribe una contestación de su puño y letra presentándose como un “auténtico resistente”. A partir de ese momento, la policía empieza a buscarlo en las filas de la resistencia en París, desde donde ha sido enviada la carta y, efectivamente, localizan a un capitán Wetterwald, alias Valéry en la Resistencia, médico-capitán del 1er Bataillon, de verdadero nombre Marcel Petiot… Un nombre que saltó inmediatamente a la fama ocupando las primeras páginas de la prensa francesa incluso cuando los alemanes realizaron su última ofensiva en las Ardenas

A lo largo del juicio, todas las partes salvo el interesado, recalcaron que Petiot nunca había tenido relaciones con la resistencia y que solamente se trataba de un criminal excepcionalmente cruel y extremadamente degenerado. Pero no había actuado solo. Se inculpó a su hermana de complicidad a la vista de que reconoció haberle entregado 400 kilos de cal viva “para combatir contra las cucarachas”.

Los testimonios de aquella época coinciden en que se trató de un proceso extraño. Sorprendió el que el propio Petiot ironizara respecto a su situación y no faltaron los escándalos y las situaciones imprevistas como que acusara a su propio abogado de traicionarle y de ser un “defensor de los judíos”.

Lo único que el juicio fue capaz de demostrar fue que Petiot atraía a las víctimas –siempre extremadamente adineradas- a su domicilio con la excusa de ayudarles a escapar de los alemanes. Luego les administraba una inyección letal con la excusa de cumplir formalidades sanitarias del país de destino y se quedaba con sus objetos de valor. Fue declarado culpable de 24 de las 27 víctimas encontradas en su sótano. Nadie dudaba que las víctimas pudieran llegar al centenar. El 25 de mayo de 1946 fue guillotinado en La Santé.

Petiot, agente clave de La Charca

Durante el proceso, tanto la acusación como el abogado defensor como los medios de prensa se preocuparon de difundir la noticia de que Petiot no había tenido nunca nada que ver con la resistencia francesa. Todo lo que había hecho en nombre de la resistencia era por su cuenta y para atraer a las víctimas. Ninguna relación entre Petiot y la sacrosanta Resistencia… sin embargo, Petiot insistía una y otra vez, siempre que podía en dar nombres de resistentes y episodios que había protagonizado, siendo constantemente acallado por el juez. Cuando cayó la guillotina sobre el cuello de Petiot, la sociedad francesa optó por olvidar un episodio tan desagradable y muchos interrogantes quedaron en el aire.

Sin embargo, en 1980 se publicó la obra de Grombach The Great Liquidator en el que reconoce que Petiot era miembro de La Charca y que realizó importantes servicios para la red. Petiot tenía contactos en París entre los que se encontraban oficiales de la Abwher (la inteligencia militar alemana) y refugiados del Este. Ahora sabemos, gracias a Grombach que Petiot fue el primero en alertar del descubrimiento de las fosas de Katyn en donde la NKVD había asesinado a 18.000 oficiales polacos. Grombach mismo tramitó el informe hacia el Departamento de Guerra, pero éste fue suprimido al ser la URSS aliado de EEUU. Loa alemanes hicieron público el descubrimiento más tarde, en 1943. Así mismo, Petiot identificó a agentes de la Abwehr que habían sido enviados a EEUU, algunos de los cuales consiguieron ser detenidos.

Otro mérito en el haber de Petiot fue informar a La Charca de que los alemanes estaban fabricando armas secretas en Peenemunde, e incluso estuvo en condiciones de informar sobre la naturaleza de esas armas: bombas volantes V-1 y V-2. La información fue aprovechada por La Charca para fotografiar –desde pesqueros noruegos- las instalaciones de Peenemunde. Las fotos llegaron a Suecia y a través de valija diplomática se enviaron a los EEUU a través de Londres. Sin embargo, Grombach explica, que la valija fue abierta en Londres y que a partir de ese momento los informes de La Charca fueron enviados por otros procedimientos.

Grombach en su último libro lo consideraba un informante valioso debido a sus contactos. Las preguntas que se imponen son varias: ¿Fue Petiot algo más que un asesino en serie? ¿Pudieron pasar desapercibidos para la inteligencia norteamericana la desaparición de un centenar de millonarios judíos? De lo que no cabe la menor duda, después de la lectura del libro de Grombach es que Petiot no fue un agente entre otros muchos, sino un agente extremadamente valioso (como buen psicópata era diestro en el arte de la simulación, estilaba cierto encanto y carecía por completo de escrúpulos, daba el perfil perfecto de un agente de La Charca) que informó anticipadamente de detalles cruciales importantes en la II Guerra Mundial. No era un agente de base entre otros muchos.

Ahora bien, si Petiot logró formar una red de la resistencia (red vinculada a La Charca) es lícito preguntar a qué dedicaba su tiempo y qué episodios protagonizó. La dirección de La Charca, debía necesariamente “controlar” o “supervisar” a la red de Petiot. Y la pregunta extremadamente inquietante que se plantea ahora es si La Charca permitió los asesinatos de Petiot con el fin de autofinanciarse… De lo que no cabe la menor duda es que La Charca, apreció el trabajo de Petiot, lo cubrió, durante 35 años lo ignoró hasta que, finalmente, en la ancianidad, Grombach se creyó obligado a escribir sus memorias y aludir a la figura, ya olvidada por todos, del “Doctor Petiot”.

Nadie supo exactamente cómo se había financiado La charca. Nadie supo tampoco el destino de los 200 millones de francos que se estima Petiot sustrajo a sus víctimas. Dinero judío para pagar a una red creada por otro judío…

(c) Ernesto Milá - infokrisis - Prohibida la reproducción de ete texto sin indicar origen.


La CIA que precedió a la CIA

Infokrisis.- En el mes de agosto de 2010 se desclasificaron los documentos albergados en los archivos de Washington sobre una red de espionaje de carácter privado que operó en los EEUU en los años 40 y 50. Estaba dirigido por John Grombach y sus “hazañas” han pasado al cine en varias películas (El Sastre de Panamá, Misión en Berlín, El buen pastor). Algunos de los misterios de la II Guerra Mundial pasan a través esta red conocida como La Charca, pero también pasan algunos escándalos aun no explicados suficientemente.

En la fría noche húngara de noviembre de 1947, un matrimonio y su hija de apenas cinco años, se encierran en cajas y abandonan el país en dirección a los EEUU. Se trataba de Zoltan Pfeiffer y su familia, un destacado líder de la oposición anticomunista. Habían sido sacados del país por una extraña red de inteligencia operativa, no oficial, completamente clandestina y de la que ni siquiera se conocía el nombre, pero de la que se sabía en los ambientes de la “comunidad de inteligencia” que recibía el nombre de “La Charca” (luego, siguiendo la misma tónica, la CIA sería llamada “La Bahía” y el Departamento de Estado “El Zoo”).

Durante casi 50 años se discutió sobre si la existencia de esta red era real o el producto de la imaginación calenturienta de quien se había reconocido a través de varios libros, como su jefe, el general de la Guardia Nacional, John Abraham Grombach. Pero en 2001 se descubrieron los archivos de la organización en Colpeper, Virginia, compuestos por miles y miles de archivadores y cajas conteniendo millones de folios y documentos de inteligencia. Las varias toneladas de material fueron enviados a Washington para ser revisados por la CIA, siendo clasificados en los Archivos Nacionales en 2008 y se han ido liberando progresivamente hasta agosto de 2010 cuando se conoció la totalidad del material incluido.

“Frenchy” y su red secreta…

La red había sido creada por John Grombach ("Frenchy", en el argot de la red), desde su juventud un tipo polifacético atraído de manera innata por la “información” y la recopilación de datos sobre cualquier tema. Había nacido cuando su padre era cónsul francés en Nueva Orleans y él mismo ostentó la nacionalidad francesa hasta los 18 años cuando intentó ingresar en la elitista escuela de West Point del ejército de los EEUU. No consiguió terminar sus estudios; sus compañeros veían mal que fuera judío y su comportamiento altanero logró el rechazo de sus superiores. Participó en el equipo olímpico norteamericano en las Olimpiadas de París en 1924 y más tarde ingresaría en la Guardia Nacional, alternando este trabajo con el de productor de radio y empresario. A partir de 1937 trabajó para el Departamento de Estado norteamericano gracias a sus conocimientos sobre la utilización de la radio para transmitir mensajes cifrados y órdenes de manera secreta. Su primer trabajo de inteligencia fue en el Canal de Panamá y cuando estalló la guerra, en 1941 se le destinó como capitán y “Oficial de Moral”. Poco después fue trasladado a Washington y sirvió en la Sección Segunda del Ejército, información.

La Charca fue, inicialmente, una emanación de la inteligencia militar de los EEUU para contrarrestar la influencia creciente de la OSS (Oficina de Servicios Estratégicos). La estrategia de trabajo de La Charda podía resumirse en dos palabras: “seguridad y secreto”. Grombach juzgaba que por su forma de actuar, el OSS tenía siempre el riesgo de infiltración por parte de agentes enemigos o procedentes de los aliados occidentales y, por supuesto, de los soviéticos. Inicialmente, La Charca fue conocida como Sección Especial de Servicio y más tarde como Subdivisión de Adoctrinamiento. Sin embargo, lo que Grombach contemplaba era la creación de una red secreta, sin nombre y que actuara independientemente de cualquier otro organismo.

En 1942 trabajó con la Oficina de Coordinación de Información (COI) fundada por el Coronel William Donovan que durante el conflicto pasaría a ser la OSS. Grombach fue uno de los puntales del COI, sin embargo en los meses siguientes, los celos y las desconfianzas entre distintas oficinas federales y sectores de las fuerzas armadas causarían tensiones en esta organización e intentarían disolver el COI y repartir sus efectivos entre otros servicios de información. Detrás de estas maniobras se encontraban los intereses el General George Strong, jefe de la Sección Segunda del Estado Mayor y enemigo declarado de Donovan. Strong trabajaría en comandita con el Departamento de Estado, tratando de socavar las actividades del COI, pero dado que esta resistió bien los ataques y mostró ser un hueso duro de roer, el General Hayes Kroner, jefe de la Inteligencia Militar del Departamento de Guerra, recibió la orden de su superior, el General Strong, la orden de crear una “organización de inteligencia secreta” que terminaría siendo rival del OSS.

Grombach fue elegido por el general Kroner para dirigir esta organización a causa de su capacidad organizativa y de su capacidad para las operaciones secretas. Y para mantener esta organización en el más absoluto secreto, Grombach prefirió que no tuviera nombre en los 13 años que se mantuvo en activo e inalterable entre 1942 y 1955. Sin embargo, a partir de 1946 se la empezó a conocer en “la comunidad de inteligencia” como “La Charca” (The Pond) y no está claro el motivo.

Éxitos y coberturas en la II Guerra Mundial

Seis meses antes del final de la II Guerra Mundial, agentes de La Charca lograron tramitar un primer intento de negociación entre Alemania y los aliados occidentales protagonizada por Hermann Goering. También a esta red se debe el reclutamiento de Lucky Luciano para que buscara la colaboración de la magia en el desembarco aliado en Sicilia y para planear un atentado contra Mussolini.

Durante la II Guerra Mundial, La Charca actuó en varios países pero solamente en Hungría su colaboración fue decisiva gracias a los buenos contactos de Grombach con la administración del Almirante von Horthy, aparentemente aliado de los alemanes. Es interesante este hecho porque se ha constatado que la información que extraía la red de Hungría, llegaba a los EEUU a través de Madrid y Lisboa. La información era importante porque, gracias a los militares húngaros, La Charca pudo enterarse del despliegue de tropas alemanas en el frente del Este. Cuando se produjo la ocupación de Hungría por parte de los soviéticos, Grombach envió a uno de sus agentes de confianza, McCargar, pero los contactos que antes habían tenido –con la aristocracia húngara- los miembros de la red, ya eran completamente inútiles para informar sobre los movimientos de los comunistas. Dichos contactos estaban mucho más interesados en salir para EEUU o en conocer cómo pensaban apoyarlos. Así que McCargar debió crear, a partir de cero, una nueva red compuesta por sindicalistas y militantes de partido de la izquierda comunista. No es extraño que en otoño de 1946, McCargar ya no tuviera dudas sobre la subida al poder del comunismo húngaro y Grombach fue el primero en proponer la creación de una red e resistencia clandestina que pudiera opera en una Hungría comunista. Propuso también algo que luego la CIA adoptaría: la creación de emisoras de radio que apoyaran a los partidos anticomunistas desde fuera de Hungría. Cuando los comunistas llegaron al poder en Budapest, la red puesta en marcha por McCargar estaba compuesta por 75 húngaros.

Para enmascarar su red, Grombach abrió la firma “Universal Service Corporation”, instalada en Nueva York. El secreto consiguió ser mantenido durante varias décadas y fue total durante el tiempo en que estuvo operando. El general Kroner declaró después de la guerra sólo el Departamento de Guerra, el Departamento de Estado, la Oficina del Presidente, y el propio Presidente, conocían su existencia. Incluso dentro del Ejército de los EEUU, la existencia de La Charca se ocultó a la marina. En 1947, algunos agentes del FBI tuvieron conocimiento de la existencia de la red a raíz de un informe que elaboró sobre la seguridad nacional y que puso al FBI en la pista de quién lo habría elaborado. En cuanto a los agentes destacados en el extranjero, tenían cobertura del Departamento de Estado y figuraban como personal diplomático.

Pero la cobertura ideal para Grombach eran las oficinas comerciales. No sólo creó empresas propias para encubrir sus actividades sino que también pactó con grandes empresas. Tuvo relaciones con American Express, Remington Rand, Inc. y Chase National Bank, de acuerdo con los documentos en los Archivos Nacionales. Pero quien prestó el nombre, los fondos y la tecnología fue la empresa holandesa Philips, fundada en 1891 por Benjamin Frederick David, primo hermano de Carlos Marx y se especializó inicialmente en la fabricación de lámparas incandescentes y equipos de rayos X. La empresa, en 1941 tenía una dimensión multinacional y disponía de sucursales en todo el mundo que Grombach aprovechó como pantallas para instalar su red. Se suele explicar que cuando los alemanes invadieron Holanda y bombardearon las fábricas de Philips, el centro de la empresa se desplazó hasta EEUU para proseguir desde allí la fabricación de elementos eléctricos que habían alcanzado una mayor importancia gracias al conflicto. Un portavoz de Philips reconoció en 2010 que la compañía tuvo contactos de negocios con Grombach entre 1937 y 1970. Añadió que no podía "descartar la existencia de contactos entre Philips y Grombach con la intención de promover el centro de inteligencia de EE.UU. durante la guerra". En realidad, había dirigido las operaciones de La Charla desde una oficina en el edificio de Steinway Hall de Nueva York, con la cobertura de consultor de relaciones públicas de Philips…

Durante los primeros meses de entrada en guerra de los EEUU, Grombach multiplicó los informes sobre la existencia de espías comunistas, algunos de los cuales estarían trabajando para la OSS. Para formular estas acusaciones Grombach se basaba en las declaraciones de un agente de la GPU que había desertado. Sin embargo, Grombach aprendió pronto que esa no era la dirección correcta para trabajar: en efecto, se le recordó que EEUU y la URSS eran, en ese momento, aliados y que más valía no preocuparse por las redes soviéticas en Norteamérica. Sin embargo, Grombach siguió investigando en esa dirección.

En la lucha anticomunista durante la Guerra Fría

Charles Stevenson, director ejecutivo de La Charca fue el encargado de redactar en 1943 un documento sobre los Objetivos de Inteligencia en la Post-Guerra. En ese texto, define a La Charca como "un servicio con licencia perpetua, clarividente y abstraído servicio secreto continuo de inteligencia".  Stevenson sostenía que La charca sería en la post-guerra más necesaria que nunca, ya que la inteligencia militar estaría concentrada en evitar que Alemania y Japón se convirtieran nuevamente en un riesgo y, a pesar de que dado el clima de la época, no menciona a la URSS, es evidente que lo tenía en mente como objetivo de inteligencia cuando escribió que los EEUU debían defenderse de naciones que “mediante la revolución intentan dominar el mundo”.

Para afrontar esta situación Stevenson proponía una figura nueva: “la inteligencia secreta”, se trataba de una red autónoma, independiente de cualquier centro de poder, sin nombre, sin que los presupuestos dieran cuenta de partidas de gastos, que sirviera informes a la cúpula de otros servicios de inteligencia y a la seguridad del Estado. El plan de Stevenson fue rechazado por las principales agencias de inteligencia civiles y militares de aquel momento. Sus detractores se decantaban más bien por crear un organismo central que recopilara la información procedente de los distintos servicios, los coordinara, los valorara y les diera un valor y utilidad. Ganó esta opción, pero una indiscreción cometida en Francia por unos agentes de Grombach fue la justificación para que su grupo quedara excluido de ese organismo central de la inteligencia. A partir de ese momento, La Charca funcionó como red privada de inteligencia que vendía sus informes al mejor postor.

En ese momento, Grombach ya era un notorio anticomunista, sin embargo, algunos de cuyos informadores eran destacados comunistas bien conocidos a nivel internacional y, considerados, incluso en la URSS, como fieles comunistas. La más conocida fue sin duda, Ruth Fischer, dirigente del KPD (Partido Comunista Alemán) y fundadora del Partido Comunista Austríaco. Como la mayoría de agentes de La Charca, de origen judío (como la mayoría de confidentes que tuvo Grombach en Europa), terminó exiliándose en los EEUU, tras la subida de Hitler al poder para, finalmente, sacar a la superficie su verdadera filiación durante la “caza de brujas” emprendido por el senador McCarthy, testificando, entre otro, contra su propio hermano Gerhart Fischer. Ruth Fischer, conocida como “Alice Miller” en La Charca, empezó a trabajar para la red cuando todavía se encontraba en Europa y militaba como comunista. Siguió haciéndolo mientras fue corresponsal del North American Newspaper Alliance y su papel creció durante los años de la guerra fría, cuando pido informar sobre movimientos comunistas de Europa, África y China, pues no en vano también había participado en la dirección de la Internacional Comunista.

Jugando con el macarthysmo

Escuchar

Leer fonéticamente

Sin embargo, el 80% de los informes de La Charca elevados por Grombach al Departamento de Estado, durante la Guerra Fría se perdieron o fueron desconsiderados. Grombach atribuyó esta ignorancia de sus informes a la figura del coronel Alfred McCormack, director de Inteligencia del Estado Mayor, pero no parece que se tratara de un “pro-comunista” sino que eliminó muchos de los informes a causa de su inutilidad. Para Grombach esto se debía a que existían complicidades comunistas en la administración norteamericana de la época, sin embargo, otros opinan que los informes de Grombach se habían vuelto cada vez más increíbles e incluso erráticos, o simplemente, eran material inservible en donde se recogían apenas chismes de poco interés e incluso de escasa fiabilidad. El “negocio de la información” es negocio… aunque no haya nada que vender, ni información contrastable.

En 1946 Grombach envió los informes al FBI. A pesar de que, algunos de los nombres que aparecían en las monografías que envió al FBI correspondían a verdaderos comunistas –como Alger Hiss-, Grombach cometió el error de intentar saldar sus cuentas con McCormack acusando a dos de sus colaboradores más próximos de ser “comunistas”. Fue acusado de desacreditar a un oficial de la Inteligencia Militar.

Cuando el presidente Truman disolvió el OSS y transfirió su estructura al Departamento de Estado, McCormack fue nombrado director del Departamento de Investigación e Inteligencia. Grombach, resentido con él pasó a la Comisión de Asuntos Militares los nombres de otros 15 agentes que habían colaborado con la inteligencia militar y sobre los que sospechaba que se trataba de comunistas. Tras la investigación McCormack presentó su dimisión. Más adelante, la formación de la CIA modificó la composición de toda la inteligencia norteamericana y entraño un progresivo apartamiento de la red de Grombach.

En 1947 Grombach debió soportar presiones para que disolviera su red, especialmente procedentes del Estado Mayor. La aparición de la CIA en 1947 alteró definitivamente todo este planteamiento. En efecto, el 18 de septiembre de 1947, el presidente Harry Truman, disolvió a la Oficina de Servicios Estratégicos y la transforma en Agencia Central de Inteligencia (CIA), en el argot de la época “Campus” (dado que la mayoría de los miembros de su primera promoción había salido de la Universidad de Yale). En 1947, La Charca solamente recibió una dotación secreta de 100.000 dólares para financiar sus actividades. Sin embargo, la red siguió elaborando informes, especialmente sobre la infiltración comunista en los EEUU. En otoño de 1950, Grombach debió responder a acusaciones de malversación de fondos y poco después de aproximó al Estado Mayor para proponer su colaboración con el G-2 (Inteligencia) a cambio de 20.000 dólares al mes. Lo más atractivo de su propuesta era que, de no aceptarla el G-2 realizaría la misma oferta a la CIA. Sin embargo, antes de firmar el acuerdo, se evaluaron algunos dossiers de La Charca uno de los analistas se limitó a decir: “lo puedo describir con una sola palabra: mierda”…  Poco después llamaría a la puerta de la CIA, terminando contratado por el Departamento de Estado en marzo de 1951.

En esa época sus informes son habitualmente desconsiderados por la CIA que alega que siempre es imposible evaluarlos sobre datos objetivos. Sistemáticamente, la CIA le pedía el nombre de su fuente, a lo que él se negaba. Grombach desfiguraba incluso la información para hacer imposible localizar a la fuente, temiendo que la CIA se apropiara de sectores enteros de su red. A partir de 1949, La Charca se había convertido en una más de las muchas redes de inteligencia que contaban con algunos agentes en el Este europeo y trataban de vender dossiers de información a los servicios americanos. Muchas de estas informaciones eran falsas o simplemente estaban exageradas, así que pronto la CIA se vio obligada a establecer un “control de calidad” que valorase cualquier información. Este no era el concepto que Grombach alegaba como “inteligencia” que, para él, era la colección de informaciones de cualquier tipo que luego se confirmarían o no… y había que pagar por cualquier dato, fuera cual fuera. La CIA, en cambio, partía de otro concepto: comprar algunos informes y si el material era interesante comprar la red. En 1953, la CIA ya había desechado completamente los informes procedentes de La charca.

John Le Carré, que había estudiado esa época, transcribió en su novela El sastre de Panamá el clima de la inteligencia de aquellos años en un episodio que remeda la información que decía obtener La Charca de su antena en Uruguay. En aquel país, Grombach decía tener una red estructurada que, sin embargo, se limitó a dar datos sobre la infiltración comunista, datos exagerados en un caso e improvisados a partir de recortes de prensa en otros, entre ellos se filtró el nombre de un alto oficial, “comunista” al decir de Grombach. La CIA pudo demostrar la falsedad y frivolidad de esa imputación. Puede observarse el paralelismo con el relato de Le Carré y con la película del mismo nombre.

Intoxicación entre servicios de inteligencia

Cuando la colaboración de Grombach con la CIA y con Allen Dulles, jefe del Departamento de Estado, se habían hecho imposibles, y viendo que su estrella declinaba, se decidió a jugar una nueva carta: fue entonces cuando, con el maletín de dossiers bajo el brazo llamó a la puerta del senador Joseph McCarthy en 1954. Poco después McCarthy llamó a Allen Dulles al Capitolio y le entregó una lista de 12 agentes de la CIA que eran “comunistas”. Una vez entregada la lista a los analistas no quedó la menor duda de que había sido entregada por Grombach. Más tarde haría llegar al senador que protagonizó la “caza de brujas”, dossiers similares sobre la influencia comunista en el Estado Mayor y en el G-2. La CIA, a partir de aquí, hizo esfuerzos por destruir la red de Grombach.

Para ello James Angleton, especialista de la CIA en operaciones en Europa, logró hacer llegar a la red de Grombach en Hungría, informaciones manifiestamente falsas sobre comunistas norteamericanos, esperando que los pasara a McCarthy quien los utilizaría dándolos por buenos. La intención era desacreditar tanto a Grombach como a McCarthy. Acabada la operación, Allen Dulles felicitó efusivamente a Angleton (cuya figura ha sido objeto de una película: El buen pastor).

En 1955 la CIA cortó relaciones con Grombach. Antes de retirarse, éste intentó vender la red pero no encontró compradores. Ese mismo año se retiró viviendo de su pensión como General de la Guardia Nacional. Se dedicó entonces a escribir varios volúmenes de memorias que fueron considerados por la CIA como “imaginativos”. Lo cierto es que su hora había pasado: Grombach había construido una importante red de inteligencia en Europa durante se II Guerra Mundial utilizando especialmente a judíos a la vista de su oposición a las potencias del Eje. Parte de esas redes que sobrevivieron a la guerra, fueron recicladas luego en la lucha anticomunista. Pero su hora había pasado. A medida que la guerra fría avanzaba, los informes de Grombach perdían interés y credibilidad. Finalmente, resultaba evidente que la mayor parte de informes entraban dentro de la guerra entre servicios, las campañas de intoxicación, las vendettas por viejas querellas, etc, o bien, simplemente que eran excusas para que sus agentes recibieran sobres de dólares a cambio de informaciones exageradas, improvisadas o simplemente falsas.

John Grombach falleció en 1982, a la edad de 81 años.

La posición oficial de la CIA fue considerar todo los datos que Grombach incluyó en sus escritos como dudosos e incluso favoreció el que se negara la existencia misma de La Charca. Sin embargo, en agosto de 2010 se desclasificaron documentos secretos en Washington que avalaron la existencia de la red y los escritos de Grombach. Gracias a estos documentos quedó confirmada que Ruth Fischer o el doctor Petiot habían sido miembros de La Charca. Se supo que la red había tenido varios nombres a través de su historia y que había llegado a tener 600 agentes operativos en 32 países. Trabajaba solamente para los EEUU, no para sus aliados durante la II Guerra Mundial o en la postguerra.

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El origen del fascismo (I)

Infokrisis.- El fascismo histórico nace de en un clima agitado en el que un sector de la sociedad italiana exige que el país intervenga en la Primera Guerra Mundial. Esa actitud crea especialmente tensiones dentro del Partido Socialista en el que ha emergido la figura de Benito Mussolini que, finalmente termina fundando un periódico belicista que constituirá la médula originaria del fascismo.

El papel de Italia en la I Guerra Mundial fue bastante deslucido desde el principio. Inicialmente, el país estaba ligado al Reich Alemán y al Imperio Austro-Húngaro, constituyendo la “tercera pata” de la llamada Triple Alianza. Este pacto fue un producto del diseño internacional plasmado por el canciller Otto von Bismarck que unió inicialmente a los dos países germánicos a los que más tarde se uniría Italia. El ingreso de Italia se produjo tras la negativa del Imperio Ruso a integrarse en una alianza defensiva a causa de sus desavenencias con Viena. Esto ocurría en 1887.

Un vistazo al mapa de Europa de la época indica que los firmantes de este pacto ocupaban un lugar axial en Europa y por eso fueron conocidos como “imperios centrales”. La alianza era, a fin de cuentas, un mero pacto defensivo destinado a aislar a Francia y contener su espíritu de revancha después de la derrota de Sedán y de la guerra franco-prusiana. Italia siempre ocupó un papel secundario sino marginal en la Alianza. De hecho, si Italia terminó integrándose fue a causa de la oposición francesa al establecimiento del poder italiano en Somalia y en Túnez (1).

Sin embargo, el pacto, desde el principio tenía puntos de fricción, especialmente por la tensión entre Italia y Viena a causa de la disputa por el Trentino. De esta disputa surgió el término “irredentismo” que indica la aspiración del pueblo italiano a completar su propia unidad nacional ante la permanencia de territorios más o menos grandes en manos de potencias extranjeras (2). Desde el principio, el “irredentismo” adquirió un carácter anti-austríaco que reivindicaba la italianidad del Trentino y de la Venezia Giulia que los azares de la historia habían dejado en manos vienesas (3).

Los “irredentistas” no dejaron de poner palos en las ruedas y torpedear a la Triple Alianza. Si Italia se mantuvo dentro de este pacto fue porque estimaba que sus otros dos socios podían contribuir y apoyar la creación de un imperio italiano. A pesar de que el pacto fue ratificado en varias ocasiones, la última vez en 1913, en el atrio de la I Guerra Mundial, lo cierto es que, el aumento de la presión irredentista, hacía cada vez más incómoda la posición italiana y en ese contexto de oposición irredentista a Austria-Hungría nació el movimiento intervencionista italiano (4).

La Triple Alianza fue solamente una alianza defensiva antifrancesa que no implica necesariamente que al iniciarse las hostilidades entre Alemania y Austria-Hungría con Francia, Italia debiera comprometerse en el conflicto. Cuando finalmente lo hizo en 1916, se alineó precisamente con la Triple Entente (Francia, Inglaterra y Rusia) y fue, precisamente, en los dos años que median entre el inicio del conflicto (1914) y la entrada de Italia en guerra cuando emerge la figura de Mussolini.

Francia, percibiendo que Italia era el eslabón más débil de la Triple Alianza, en los veinte años que precedieron al estallido de la I Guerra Mundial se dedicó a hacer bascular a Italia hacia el neutralismo. Tal fue el objetivo del viaje del presidente francés Émile Loubet a Roma el 26 de marzo de 1904 que siguió a la visita que el Kaiser alemán Guillermo II había realizado a Italia apenas un mes antes. El Kaiser se encontró con Víctor Manuel III en el golfo de Nápoles, justo cuando en Innsbruck se producían incidentes antiitalianos protagonizados por estudiantes austríacos, en el marco de un clima de tensión creciente (5). Antes se habían producido conversaciones entre Italia y Francia que garantizaron la neutralidad italiana en el conflicto (6). Iniciado éste, Italia tardó poco en proclamar su neutralidad (3 de agosto de 1914) cuando gobernaban los conservadores; uno de ellos, Giolitti, en un alarde de eclecticismo, opinaba que lo importante no era con quien se entraba en guerra o a favor de quien se favorecía con la neutralidad: todo consistía en las ventajas que ofreciera cada parte (7).

Italia se dividió en una gran mayoría indiferente y apática mientras que surgían grupos intervencionistas muy ruidosos, ubicados especialmente entre las fuerzas democráticas que optaron por promover la participación en el conflicto del lado de los alados, proclamando la necesidad de un cambio de alianzas. Finamente, en la primavera de 1915, el gobierno italiano realizó una nueva ronda de conversaciones con la Entente (Francia, Gran Bretaña y Rusia) que concluyeron en la firma del Pacto de Londres (26 de abril) que, con la habitual alusión a las “justas compensaciones”, Italia se comprometía a declarar la guerra al Imperio Austro-Húngaro antes de la llegada del verano. El mes previo a la declaración de guerra, las manifestaciones intervencionistas se sucedieron de manera vertiginosa sin que lograran generar excesivo entusiasmo entre la población. El belicismo fue cosa de minorías… pero esas minorías son las que encontramos precisamente en las distintas componentes que dieron lugar al fascismo:

-          De un lado los miembros de la Associazione Nazionaliste Italiana (Asociación Nacionalista Italiana) (8).

-          De otro los socialistas, Nenni, Anselmini y, por supuesto, Mussolini.

-          También antiguos anarquistas y sindicalistas revolucionarios (9).

-          Y, finalmente, núcleos de intelectuales y artistas entre los que se encontraban los futuristas de Marinetti y los irredentistas de D’Annunzio

Las motivaciones de cada uno de estos grupos eran distintas. Los procedentes de la izquierda justificaban la entrada en guerra por la defensa de la democracia y, por tanto, contra Alemania y Austria-Hungría a los que consideraban como dictaduras feudales. En cuanto a los núcleos intelectuales y nacionalistas eran más proclives a enarbolar argumentos irredentistas y patrióticos.

Las primeras manifestaciones intervencionistas se habían iniciado dos años antes de la entrada de Italia en el conflicto (el 16 de septiembre de 1914) organizadas en Milán por los futuristas.

Sin embargo, a partir del desencadenamiento de las hostilidades se demostró ampliamente que Italia no estaba preparada para un conflicto de esa envergadura. La primera ofensiva destinada a capturar Gorizia se saldó con un fracaso debido a la debilidad artillera. En ese momento, el ejército solamente disponía de 600 vehículos motorizados y el transporte de cañones a través de los Alpes se realizaba mediante acémilas. A pesar de que los italianos superaban a los austríacos en una proporción de dos a uno, estos se situaban generalmente en las estribaciones de los Alpes en cotas más altas, lo que les otorgaba una superioridad estratégica. Solamente en los seis primeros meses de conflicto, Italia tuvo 66.000 muertos, 190.000 heridos y 22.000 prisioneros. Luego se produjo la ofensiva del Trentino que terminó en otro amargo fracaso. Las ofensivas de Asiago y el Isonzo no reportaron beneficios para Italia a pesar de que Gorizia fuera finalmente ocupada. Cuando después de once batallas en el Isonzo, 100.000 muertos y 150.000 heridos, los austríacos parecían agotados, recibieron refuerzos alemanes y el 24 de octubre de 1917 iniciaban la batalla de Caporetto (10) precedidos por un intenso fuego artillero y con el apoyo de unidades infiltradas en el campo italiano con misiones de sabotaje. En pocas jornadas consiguieron un éxito definitivo poniendo fuera de combate a 400.000 italianos, conquistando 3.000 cañones y poniendo sus banderas en las puertas de Venecia.

Por si fuera poco, al firmarse la paz, Italia experimentó la sensación de que no había recibido las “justas compensaciones” por parte de sus aliados Al desastre bélico se unieron unos efectos económicos desastrosos y la exacerbación del nacionalismo y del resentimiento hacia los aliados. Y en ese magma la figura de Benito Mussolini que había emergido en los meses previos a la entrada de Italia en guerra.

Mussolini, del intervencionismo al fascismo

Robert Paris explica que “La adhesión de Mussolini al intervencionismo fue, sin duda alguna, la más bella victoria de los partidarios de la guerra” (11). En 1914, cuando se inicia el conflicto en Europa, Mussolini militaba en la corriente revolucionaria del Partido Socialista. Sus camaradas lo consideraban un “idealista intransigente”. El proceso que llevó a la guerra fue “el punto de divergencia que acelerará el proceso de ruptura de Mussolini con el Partido Socialista Italiano de forma drástica y definitiva” (12). Unos años antes, en 1912, la posición de Mussolini ante la guerra de Libia había sido antibelicista y le facilitó el ponerse a la cabeza de la “corriente revolucionaria” batiendo en el congreso de Reggio Emilia a los “reformistas”. El prestigio que ganó en ese episodio le valió el 1 de diciembre de 1912 ser nombrado director del Avante!, portavoz del PSI en donde siguió con sus vehementes alegatos revolucionarios; apoyó la “semana roja” de Ancona (13) lo que le valió un aumento de su prestigio como “agitador” (14).

Sin embargo, poco después, después de jugar durante el período 1912-14 la carta de la intransigencia antibelicista, en septiembre de 1914 empieza a dar síntomas de haber variado su posición del pacifismo neutralista al intervencionismo. Antes, en agosto, Alceste de Ambris, en la tribuna de la Unión Sindical Italiana de Milán había lanzado un violento ataque contra el neutralismo, defendiendo la necesidad de apoyar a Francia e Inglaterra contra los teutones “situando esta guerra en el mismo plano que la Revolución Francesa” (15). Los “sindicalistas revolucionarios” se declararon a partir de entonces partidarios del intervencionismo siendo los primeros entre la izquierda que adoptaron esta posición y desdiciendo la posición oficial de la Unione Sindacale Italiana partidaria del neutralismo e incluso amenazando con la huelga general en caso de guerra. Se produjo una escisión en el seno de la USI a principios de octubre de 1914 que culminó en la formación del Fascio Rivoluzionario d’Azione Internazionalista (16).

El 18 de octubre, Mussolini había publicado un largo artículo en Avante! Titulado “De la neutralidad absoluta a la neutralidad activa y actuante”, verdadero llamamiento a la incorporación de Italia en el conflicto al lado de la Entente (17). El futuro Duce había atravesado la “línea roja” y la dirección del PSI que seguía sosteniendo una política de “neutralidad absoluta” lo destituyó como director del diario (18). Era el 20 de octubre… Veinticinco días después, exactamente el 15 de noviembre, aparecía el primer número de Il Popolo d’Italia. El 24 de noviembre, Benito Mussolini, hijo de un herrero de Predapio, hombre hecho a sí mismo, fue excluido del Partido Socialista junto con algunos camaradas.

En las columnas de su nuevo diario, Mussolini publicó el 1 de enero de 1915 el manifiesto intervencionista de los Fasci d’Azione Rivolucionaria (19). Mussolini y el sindicalista-revolucionario De Ambris solían evocar en aquellas semanas a los “primeros congresos de la internacional” (20).  Tras un mes de actividad, en febrero, los Fasci agrupaban a 9.000 afiliados partidarios de iniciar la guerra con Austria. Llegaron a hablar de generar un casus belli asaltando un cuartel austríaco y el propio Mussolini pidió fondos a un agente zarista para realizar la operación (21). A pesar de su odio anterior a la monarquía, Mussolini en ese momento sostenía la necesidad de que los revolucionarios dejaran de hostilizar a la monarquía de los Savoia a cambio de que ésta declarara la guerra. Finalmente, el 4 de mayo, en medio de un clima de exaltación por parte de los intervencionistas, Italia declaró la guerra a Austria.

Los socialistas a partir de entonces ni se adhirieron a la guerra ni la sabotearan, los anarquistas en cambio adoptaron una resolución contraria a la guerra y la extrema-izquierda comunista dirigida por Amadeo Bordiga consideró que valía la pena oponerse a la guerra para concentrar esfuerzos en el desencadenamiento de la revolución. Sin embargo, la sociedad italiana en su conjunto permanecía ajena y alejada de la guerra y nada consiguió moverla de esta posición hasta que llegaron los primeros cadáveres y se tuvo noticia de la fortuna adversa en los frentes.

Tras Caporetto se produjo un nuevo cambio de posiciones: los católicos se declararon abiertamente a favor de la defensa de la patria amenazada y los socialistas, dirigidos entonces por su ala reformista, adoptaron esta misma posición. Mientras, la izquierda socialista y, por supuesto, los comunistas bramaban por la insurrección que estalló en Turín, primero en mayo de 1915 y luego en agosto de 1917 (22).

Algunos historiadores se han planteado de dónde salió el dinero para lanzar Il Popolo d’Italia. Tras un período de debates tendentes a hacer presentar a Mussolini como un ambicioso que hizo todo lo posible por arrastrar a su pueblo a un conflicto en el que ganó poco y perdió demasiado, lo cierto es que hoy nadie duda que Mussolini contó con el apoyo de Filippo Naldi, su “socio capitalista” (23) para lanzar el diario. Una vez puesto en marcha, evidentemente, a quien más beneficiaba era a los aliados franceses e ingleses y, por tanto, de ahí afluyeron fondos (24), lo que no implica, como se ha dicho, que franceses e ingleses estuvieran en el arranque del fascismo.

Carta abierta a Sánchez-Camacho

Infokrisis.- Por su interés reproducimos la Carta abierta publicada por la candidata número 1 de Plataforma per Catalunya por la provincia de Tarragona, dirigida a Alicia Sánchez-Camacho, que suscribimos completamente en la medida en que denuncia el oportunismo y el cinismoelectoralista del PP... Esperamos que en las próximas elecciones catalanas, Myriam Muñoz logre entrar en el parlamento catalán y llevar la voz del movimiento anti-inmigración a las instituciones.

Carta abierta a Alicia Sánchez-Camacho 

Cuando ya parecía imposible avergonzarse un poco más de la clase política catalana, usted ha dado nuevas muestras que confirman que estamos gobernados por oportunistas sin escrúpulos. Usted es una oportunista que vendería a cualquiera por un solo voto. Y lo está demostrando suficientemente en esta campaña electoral.

Usted ha descubierto tardíamente la inmigración y, con la fe del converso, se ha olvidado de que fue su partido quien abrió las puertas en 1996 a la primera oleada de inmigración. Ha olvidado que durante años, el que fuera Ministro del Interior del gobierno Aznar, Mayor-Oreja, no hizo absolutamente nada para repatriar a los inmigrantes ilegales que iban entrando en catarata hasta el punto de que cuando ustedes abandonaron el poder, habían permitido asentarse a más de 2.250.000 de inmigrantes y a 800.000 ilegales.

Usted, señora Sánchez-Camacho, ha olvidado que el modelo económico español ideado por José María Aznar se basó en salarios bajos, acceso fácil al crédito, ladrillo e... inmigración masiva que permitía mantener los salarios bajos y dar la sensación de que el PIB aumentaba. Usted, ha olvidado que J.M. Aznar siguió negando hasta el 14-M que el aumento de la delincuencia o la violencia doméstica tuvieran algo que ver con el aumento de la inmigración.

                                  
Usted, olvida que desde 1998 existen huellas en Cataluña de que se practicaba entre determinadas comunidades africanas inmigrantes la ablación del clítoris. Y ni usted ni su partido dijeron absolutamente nada.

Usted, pide votos de protesta contra la inmigración ilegal y masiva, mientras que en Madrid o en Valencia, comunidades gobernadas por el PP, mendigan el voto de la inmigración e incluso en Valencia han llegado a pedir la ilegalización de las organizaciones antiinmigración. ¿Puede confiarse en un partido que afirma una cosa y su contraria?
Usted, señora Sánchez-Camacho desconoce por completo lo que supone la inmigración para las clases trabajadoras. Como muchos de su partido, conoce solamente a la inmigración por su asistenta, por su chófer o por su jardinero, pero usted no sabe lo que es competir con un inmigrante por un puesto de trabajo, usted ignora lo que es vivir en zonas de inmigración en las que cada vez hay menos autóctonos y más inmigrantes, usted ignora lo que es que sus hijos tengan que jugar en jardines y plazas controladas por bandas latinas o por delincuentes magrebíes. Usted no tiene ni siquiera idea de lo que implica la presencia masiva de inmigración en nuestro país.

Usted ignora que en la actualidad uno de cada cuatro ciudadanos de Cataluña son inmigrantes y que no hay absolutamente ninguna razón para que permanezcan aquí a la vista de las tasas de paro insoportables que castigan a nuestra comunidad. Ellos están en nuestro país sin que nadie les haya llamado, beneficiándose de nuestro sistema de asistencia social, mientras que nosotros sólo tenemos nuestra tierra. Y, créame, que la vamos a defender.

Su "contrato de integración" hubiera tenido sentido en 1999 cuando apenas existían en Catalunya menos de 150.000 inmigrantes, ¡pero no ahora cuando hay 1.250.000! ¿Usted cree que el 55% de la población de Salt -sin ir más lejos- de origen inmigrante tiene interés en integrarse? Si lo tuvieran ya lo habrían hecho. Más bien van a ser los catalanes de estas ciudades los que van a tener que integrarse en las comunidades inmigrantes ya mayoritarias en muchos puntos.

Su partido calló cuando se planteó en enero el tema del empadronamiento de inmigrantes: sus miles de concejales en toda España y, por supuesto, aquí en Cataluña, callaron. Solamente empezaron a recordar que había inmigrantes cuando se hizo patente que Plataforma per Catalunya podía sustraerles algunos votos. Y entonces se convirtieron bruscamente al anti-inmigracionismo. Ustedes empezaron a hablar de "burkas" (inexistentes en Cataluña), pero eludieron pronunciarse contra las "bandas latinas", contra la construcción de mezquitas y contra el hecho que venimos arrastrando prácticamente desde 2002: que la inmigración acapara la inmensa mayoría de becas de comedor, de ayudas sociales y de subsidios no contributivos. Y, señora Camacho, también existen pobres catalanes, gente que ha construido desde generaciones este país y que están en dificultades: ¿qué han hecho sus concejales en Cataluña y en el resto del Estado ante estos problemas? Se lo diré yo: no han hecho nada, han callado miserablemente. Y ahora, justamente en período electoral, usted nos viene con un discurso anti-inmigracionista, inédito en el PP, e incluso contrario al que enarbola su partido en el resto de España. Y eso es jugar sucio y engañar al electorado.

Su partido no salvaguarda a la sociedad catalana ante la oleada migratoria que ha desfigurado nuestra identidad, alterado nuestras constantes sociológicas y sembrado la inseguridad en todos los terrenos. La trayectoria de su partido desde 1996 dice todo lo contrario: el PP que abrió las puertas a la inmigración en 1996, es el mismo que ha callado -¡en los últimos 15 años!- mientras el problema iba fermentando. Y ahora usted nos viene con un "contrato"... Ahora lo que se precisan son medidas drásticas: contención de la inmigración, abolición de la regularización por arraigo, repatriación de los excedentes de inmigración como única solución para resolver el déficit público y poder aumentar los subsidios a nuestra gente, repatriación de los inmigrantes que se encuentren en paro de larga duración y, por supuesto, repatriación ya de quienes hayan cometido delitos en España. Déjese de mitos: la inmigración no se ha integrado en ningún lugar de Europa y no lo hará -no lo ha hecho- entre nosotros.

Nosotros, los catalanes y catalanas que formamos la candidatura Plataforma per Catalunya sostenemos desde hace diez años estas mismas posiciones. Por eso el voto a la PxC es el voto más seguro contra la inmigración ilegal y masiva. Para nosotros el problema de la inmigración no es un eslogan electoral: es la convicción de que debemos aplicar soluciones a uno de los grandes problemas de que tiene este país. Su partido tuvo 8 años para aplicar soluciones (de 1996 a 2004) y no lo hizo aun controlando el poder del Estado. Su partido ha tenido seis años para manifestar su oposición a la llegada masiva de inmigrantes desde la oposición: y ustedes han callado miserablemente. E igualmente, de manera miserable, intentan aprovechar el tema de la inmigración como mero eslogan de fortuna en estas elecciones.

Que los electores no se dejen engañar y que respondan a quienes intentan tomarles como idiotas y analfabetos. Usted, señora Sánchez-Camacho, intenta engañar a los electores. Le garantizo que habrá muchos que tendrán presente que votar a las listas de la Plataforma per Catalunya supone confiar en ciudadanos que no tienen nada que ver con la actual clase política que ha hecho de la mentira su mejor arma. El voto a la PxC es el voto más seguro contra la inmigración y usted no va a seguir engañando impunemente.

MYRIAM MUÑOZ ROMÁN
CANDIDATA PLATAFORMA PER CATALUNYA DE TARRAGONA

Diario de BCN de un descastado. 28.08.210 (VI de ¿?). Sangre catalana e informática

Infokriris.- ¡SI ES QUE NO ME LO PUEDO CREER! Un ejemplo de la PROVINCIANIZACIÓN DE BARCELONA. Hace un par de horas he ido a donar sangre al Hospital de Sant Pau. Es la primera vez que lo hago en Barcelona desde 2003, cuando me fui a vivir a Alicante. Como sabéis, antes de donar sangre, hay que llenar un cuestionario y poner la dirección. Lógicamente he puesto la mía habitual en la actualidad, con el código postal 03409... de Alicante. El programa no la admitía y nadie, ni las enfermeras ni el médico entendía el por qué. Como ya me conozco el percal, les propongo poner la dirección de mis hijos en Barcelona y, oh maravilla de maravillas, el programa lo admite a la primera...

Conclusión: en Catalunya no se admite a donantes de sangre altruistas radicados fuera del territorio de la Generalitat... No se trata de un error de programa: sino que el informático ha confeccionado la base de datos siguiendo órdenes superiores e indicaciones del cargo político correspondiente de la Conselleria de Sanitat. ¿Quién es el imbécil que ha ordenado la introducción de una línea de programa que bloquee la toma de datos cuando aparece un donante altruista cuyo domicilio esté fuera de Catalunya? ¿Decidme si esto no es más de pueblo que el tomillo?

En octubre volveré a Barcelona y volveré a donar sangre en el mismo lugar. Si me vuelve a ocurrir lo mismo pienso pedir un libro de reclamaciones y presentar una protesta ante el "Dfensor del Pueblo". Me parece muy bien que la Generalitat aparezca por todas partes, lo que ya me parece una canallada es la mezquindad de que la base de datos que gestiona las donaciones de sangre no admita en su arquitectura donantes de fuera de Catalunya. El nacionalismo es esto: mezquindad sobre mezquindad.

De la misma forma que yo no pregunto a quien va mi sangre, ni condiciono la donación a alguién que me sea simpático, exijo que -sino las autoridades sanitarias de la Generalitat (que no dan más de sí), sí al menos, la dirección del Hospital de Sant Pau- corrija esta base de datos que da una triste impresión y apenas es otra cosa que el reflejo de la pobreza de espíritu del nacionalismo.

Y lo curioso es que los documentos a rellenar antes de donar sangre, están en lengua castellana...

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