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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

NACIONAL

Frontex: fracaso de la UE

Frontex: fracaso de la UE

Info|krisis.- El próximo 25 de noviembre el Consejo de Administración de Frontex (Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa en las Fronteras Exteriores) dependiente de la UE, tendrán lugar las elecciones para nombrar nuevo responsable en sustitución del español Gil Arias. La comisaria de interior de la UE, Cecilia Malström, solamente ha presentado tres candidatos, un francés, un portugués y un austríaco, para sustituir Arias. Esto ha supuesto una bofetada para el Ministerio del Interior español que, al menos, calculaba poder colocar a un candidato propio. Este fracaso es todavía más significativo dado que la Malström es miembro del Partido Popular Europeo que comparte bancadas con los diputados españoles del PP. Esta bofetada europea al gobierno Rajoy indica la nefasta política de fronteras que está llevando a cabo nuestro gobierno, evidenciada en la incapacidad para contener las avalanchas en la valla de Melilla. Pero también indica la nefasta política “garantista” de la UE en relación a la inmigración.

Hace algo más de una semana, El Mundo publicaba una noticia en la que se aludía a las tensiones en el Ministerio del Interior para nombrar al “mejor candidato” para hacerse cargo de la dirección del Frontex. Ya, por entonces, estaba difundido el rumor de que la comisaria de interior de la UE, intentaba boicotear el nombramiento de un español a causa de la muerte de 15 subsaharianos el pasado mes de febrero en las costas de Melilla. En aquel momento, la UE acusó a la Guardia Civil de “vulnerar los derechos fundamentales de los inmigrantes en las plazas de Ceuta y Melilla.

Para la Guardia Civil, el candidato español más adecuado para la plaza era Gil Arias, hasta ahora Director Ejecutivo Adjunto del Frontex. La Unión de Oficiales de la Guardia Civil envió un comunicado en el que apoyaban esta candidatura: “Europa somos todos, pero frente a la inmigración ilegal y las mafias que la controlan, Europa debe optar por un español como primera medida de choque”.

El drama de la inmigración masiva de africanos hacia Europa no es exclusivamente español. A medida que aumenta la presión migratoria sobre el Magreb, éste tiende a abrir la mano y permitir que cada vez crucen más había Europa. El descontrol que se ha apoderado de Libia y la falta de control en amplias zonas de las costas de todo el Magreb, desde el Atlas hasta la desembocadura del Nilo, hace que la frontera sur de Europa sea la más permeable de todas. Por otra parte, los inmigrantes que llegan a cualquier país del sur de Europa, poco después pueden desplazarse hacia cualquier otro del Norte, justo allí donde tienen familiares y amigos que les indican en qué zona existen más coberturas sociales y más subsidios y subvenciones. En esto el Reino Unido es, seguramente, la meca de buena parte de la inmigración. Al menos mientras no se convoquen nuevas elecciones que darían a Nigel Farage y a su UKIP un papel relevante en la lucha contra la inmigración masiva.

Los desequilibrios creados desde 2010 por las “revoluciones árabes” han invertido la aparente tendencia de la inmigración a disminuir desde el estallido de la crisis económica en 2007. El Norte de África se ha convertido en un coladero y el Frontex, al menos en teoría, debería coordinar los esfuerzos de los distintos países de la UE para controlar las fronteras.

Sin embargo, lo menos que puede decirse del Frontex es que ha sido un órgano de la UE creado tarde y mal. Tarde porque llegó medio siglo después de los Acuerdos de Schengen que crearon un espacio abierto en el interior de la UE. Hubiera sido razonable que una iniciativa de control de fronteras hubiera aparecido ANTES de la creación de un espacio común. Desde hace un cuarto de siglo, la heroína que entra en Europa a través del “corredor turco de los Balcanes”, una vez cruza las fronteras permeables de la antigua Yugoslavia (Croacia y Eslovenia) encuentra un espacio libre y sin ningún control fronterizo en el territorio de la UE. Pues bien, solamente en 2005, la UE juzgó necesaria la creación del Frontex. No es por casualidad que su creación fuera contemporánea a la regularización masiva que se produjo en España entre febrero y mayo de 2005 que evidenció la incapacidad del gobierno español de Rodríguez Zapatero para controlar la frontera sur…

Dotado de muy escaso presupuesto, el Frontex es más teórico que real y, desde luego, no está apoyado por una legislación europea en materia de inmigración (también aquí el gobierno Zapatero boicoteó las iniciativas de una política más dura en este terreno, cuando se planteó en 2009). Hasta la fecha el Frontex se ha revelado como un organismo poco efectivo y de tercer plano, lo que contrasta con la gravedad del fenómeno de la inmigración y con la saturación que hace décadas se viene experimentando en Europa.

Solamente en 2011, 104.000 personas fueron detectadas oficialmente por el Frontex como “inmigrantes ilegales”. En aquellos momentos, Grecia vivía el momento álgido de su crisis y la deuda española se situaba por encima de los 500 puntos de diferencial con la alemana. Italia se tambaleaba por la crisis política. Pues bien, los tres países más afectados en aquel momento y receptores de esta inmigración masiva eran precisamente España, Grecia e Italia. La situación era todavía más grave, si tenemos en cuenta que una cosa eran los “inmigrantes ilegales detectados por el Frontex” y otra muy distinta los inmigrantes ilegales reales que podían llegar a los 250.000 en toda Europa y en momentos de crisis económica extrema.

Una de las atribuciones del Frontex ha sido precisamente la de negociar acuerdos con los países norteafricanos para tratar de contener los flujos migratorios. Pero, al producirse las “revoluciones islámicas” en aquella zona, tales acuerdos quedaron sin efecto, o bien desapareció la autoridad que podía aplicarlos. En otros países como Marruecos, el problema es la tradicional falta de respeto y de escrúpulos a la hora de poner en práctica lo firmado. Y siempre, a cambio de una firma, todos estos países han obtenido ayudas materiales, en equipamientos y en efectivo.

Para colmo, durante estos últimos años, una Comisión Europea, muy influida por las tesis humanistas-universalistas sobre multiculturalidad, derechos humanos y poco realista sobre las intenciones de la inmigración que va llegando y sobre su capacidad de inserción en el mercado laboral, ha ido haciendo oídos sordos al clamor cada vez más unánime que se despierta en toda la UE contra las llegadas masivas. Precisamente, Gil Arias –el “recomendado” por los oficiales de la Guardia Civil y actual “jefe” del Frontex– explicaba en una entrevista reciente que “el hecho de que haya un auge del extremismo no influye para nada en nuestras operaciones”... y cuando se refería a “extremismo”, se refería, simplemente, a quienes abogan por una contención de la inmigración masiva.

En cuanto a la comisaria de Interior, Cecilia Malström, procedente del centro-derecha nórdico que apenas puede entender lo que supone la presión demográfica en la Europa del Sur y está sempiternamente preocupada por el “respeto a los derechos humanos”, une además su laicismo que contrasta todavía más con la acrisolada fe opusdeísta del ministro de interior español, Fernández Díaz. Götemburg, lugar de residencia de la Malström, a orillas del Báltico y con apenas medio millón de habitantes, con decenas de parques y jardines en su interior, no es seguramente el mejor lugar para darse cuenta de lo que está ocurriendo en Lampedusa, Melilla o las islas griegas del Egeo a donde van a parar los mayores contingentes de inmigración ilegal que entran en Europa. Para colmo, la sede del Frontex se encuentra en Varsovia… no cerca de las fronteras conflictivas.

Ante la iniciativa de Malström de nombrar una terna compuesta por un francés, un portugués y un austríaco, el ministerio del interior apenas hizo otra cosa que manifestar su descontento en los pasillos de Bruselas, para luego… apoyar al candidato francés. Hay que decir, que el presupuesto del Frontex, es de 110 millones de euros de los que apenas 8 van a parar a España para financiar los programas Hera, Indalo y Minerva, gestionados por la policía y la Guardia Civil. Poner en marcha tales programas (de resultados, por lo demás, limitados) solamente ha sido posible por la presencia de Gil Arias al frente del Frontex.

¿Cuáles son las atribuciones del Frontex? En general, todo lo relativo a las fronteras exteriores de la UE, desde formar a guardias fronterizos a coordinar a los Estados miembros en esta materia, organizar “operaciones retorno conjuntas”, seguimiento del control y vigilancia de fronteras, etc, todas ellas tareas necesarias y urgentes en la UE… pero que el Frontex apenas cumple, entre otras cosas, porque, con la actual legislación europea en materia de inmigración, el territorio de la UE es un coladero y el inmigrante que llega, prácticamente, es inexpulsable o poco menos.

De todas formas, la negativa de la Malström a incluir a un español en la terna para dirigir el organismo y la debilidad de la reacción española (tanto de interior como de la presidencia del gobierno) son extremadamente significativas: indican que nuestro gobierno está completamente desfondado en Europa, que la opinión de “España”, ni siquiera es tenida en cuenta por los socios del PP en el Parlamento Europeo y que el centro-derecha europeo está más preocupado por los “derechos humanos” que por los “derechos de los europeos”. Y nada de todo esto son buenas señales, sino que indican el grado de irrealidad con el que se mueven las instituciones europeas y el alejamiento creciente del gobierno español de los centros de decisión europeos.

© Ernesto Milá – info|krisis – infokrisis@yahoo.es – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen

 

"El pequeño Nicolás"...

"El pequeño Nicolás"...

Info|krisis.- “Al perro viejo todo se le antojan pulgas” dice el viejo refrán español. Obviamente, el “perro viejo” es la constitución y el Estado surgido en 1978. Cada día, en efecto, se acumulan síntomas de su obsolescencia. Algunos dramáticos, otros grotescos. No es lo mismo el problema secesionista que la abdicación de Juan Carlos; ni la corrupción que el referéndum canario sobre las prospecciones petrolíferas. Parece que tenga poco que ver la crisis de todos los partidos que han sido algo en los últimos 38 años, con la desindustrialización del país, los ocho millones de inmigrantes con el hundimiento de la natalidad, la crisis de la enseñanza y de la sanidad con un cuarto de la población próximo al umbral de la pobreza, los indultos a políticos con los desahucios a infelices. Y sin embargo todo esto, no son más que síntomas cada vez más agudos y preocupantes de la crisis generalizada del Estado, del hundimiento de un régimen. Como la irrupción del último freaky que terminará haciéndose habitual en los reality shows y que será tomado en serio por periodistas y opinión pública: el “pequeño Nicolás”.

Hay que reconocer aplomo y precocidad al “pequeño Nicolás” que desde los quince años ya era paseado por su madre por los aledaños del poder y presentado como “genio”. En realidad, algo de eso debe tener para concebir un proyecto de promoción personal desde la más tierna infancia. Es pronto para valorar la figura del “pequeño Nicolás”, pero, así en principio, no parece nada más que una mezcla de mitómano, arribista, oportunista y egomaníaco acompañado por la sombra de la estafa.

En un país normal y en un tiempo normal, el “pequeño Nicolás” no hubiera encontrado acomodo entre los grandes políticos o empresarios. Simplemente, en el mejor de los casos, se le hubiera dado una palmadita y se le habría dicho una palabra cariñosa instándole a volver dentro de diez años con un currículo razonable en lugar de con humo, selfies forzadas con famosos y anécdotas con poderosos conocidos de refilón. Pero, en un momento de crisis de todas las estructuras del Estado y, consiguientemente, de crisis de la sociedad, el último freaky puede saludar al rey tras ser invitado por él, tener coche oficial, fotografiarse con los últimos presidentes de gobierno y pasar como agente del CNI “para casos especiales”. Y de paso cobrar 200.000 euros por una entrevista televisiva que pasará a los anales de la mediocridad y el esperpento.

Indudablemente, la criatura miente descaradamente en algunas declaraciones (“me siguen llamando políticos y empresarios”), en otras siempre quedará la sombra de duda sobre si dice la verdad o simplemente exagera (“Yo soy el enlace entre Casa Real y Manos Limpias”, “Al balcón de Génova me invita la vicepresidencia del Gobierno”) y, en ocasiones hasta da la sensación de que dice la verdad (“No he tenido mucho tiempo para frecuentar la universidad este año” o “A quien invita la Casa Real a la proclamación del Rey es a mí”).

En cierto sentido y en un plano mucho más pedestre, el crío me recuerda a Licio Gelli, el Gran Maestre de la Logia Propaganda 2. Gelli había desarrollado, con la veteranía y el paso de los años, una técnica muy depurada para ganar influencia e integrar a pro-hombres del Estado en su zona de influencia. Siempre, cuando se iba a nombrar director del servicio de inteligencia italiano (el viejo SID) sonaban tres o cuatro nombres, Gelli se entrevistaba con todos ellos y a todos les prometía el mismo apoyo para salir elegidos. Luego, solamente uno obtenía el puesto, pero éste le estaba eternamente agradecido y dispuesto a realizar cualquier favor como contrapartida. Los otros entraban en el olvido y puñetera la falta que le hacían al astuto Gelli.

Con muchas menos tablas en el viejo arte de la estafa, el “pequeño Nicolás” coleccionaba casi compulsivamente relaciones con la élite política, financiera, aristocrática y empresarial del país. Cada uno le contaba pequeños detalles, anécdota sin importancia, luego él las repetía dando la sensación de que “estaba en el núcleo del poder” y que realizaba misiones delicadas para él: "Yo era un colaborador del CNI, un charlie", "El CNI llama con número oculto", "Mis padres no se imaginaban lo que hacía porque quien colabora con el CNI no puede difundir en dónde trabaja. Ni a su familia", “El CNI me encargó temas alegales"… es decir, nada esencial, nada importante, nada que demuestre algo más que cuatro tonterías sin el más mínimo interés y acompañadas por detalles que conoce todo el mundo y que ni siquiera dejan presuponer una relación que vaya más allá de la consabida selfie.

Es difícil saber cuál es el problema del niño. Quizás es que una madre dominante, quiso promocionar a su hijo como superdotado (que como muchas otras madres aspiran a que sus hijos desde muy niños sean futbolistas o actores y otras te explican con una seriedad pasmosa que su hijo, ese ceporro de pocas luces, llegará muy lejos) o que, una vez más, se cumple el diagnóstico que Freud expuso en su obra La novela familiar de los neuróticos, tratando de explicar los delirios de grandeza, pero lo que parece muy cierto es que el “pequeño Nicolás” tiene algún problema psicológico muy acusado, mucho más que un coeficiente intelectual especial. Hay algo en sus facciones que remite a la indolencia, una inexpresividad facial propia de trastornos psicológicos de todo tipo. Si es o no un crío con malos instintos corresponde diagnosticarlo a un psicólogo; lo que es evidente a la vista de su entrevista televisiva es que se trata tan solo un pobre mitómano que, como muchos de ellos, es propenso a la estafa pura y simple.

Usted también puede ser un “pequeño Nicolás”. Todos podemos serlo. A fin de cuentas no es tan difícil frecuentar los salones de los poderosos. Hacerse una selfie con éste o aquel es lo más sencillo del mundo desde que los smarts-phones han perfeccionado sus ópticas. Hay gente que tiene miles de firmas autógrafas de deportistas, políticos, famosillos de medio pelo o con suficiente pedigree,  y toda su ilusión en la vida es aproximarse a alguien influyente y obtener un recuerdo. Es una forma de neurosis y de coleccionismo (todo coleccionismo indica una tendencia al control, al orden, a cierta rigidez mental y es, a la postre, una manifestación neurótica) que no hace daño a nadie. Lo del “pequeño Nicolás” es de otro fuste, de un calibre pero que muy distinto. Es un síntoma, pero más que de una malformación de la psique de un individuo, de la crisis de un sistema.

En un régimen político estable y fuerte, en una sociedad sana, gentes como el “pequeño Nicolás” solamente tendrían acomodo en la sala de espera de un psiquiatra. Aquí, en cambio, un pobre chaval que con esfuerzo habría llegado a ser abogadillo de pocos pleitos o el becario que trae los cafés hasta más allá de la treintena, se ha podido codear con la Casa Real, tener coche oficial, o ser invitado por gentes del poder y de la oposición. Solamente por esto, habría que ver en el “pequeño Nicolás” a un reflejo de la quiebra de cualquier idea de orden, eficiencia, realismo y  dignidad. El chico no el culpable de lo que ha pasado, sino los políticos y famosillos que creían que les podía aportar algo, que era un verdadero superdotado y que se movía en círculos influyentes, que podía servirles para mejorar sus posiciones, que tenía más contactos de los que en realidad disponía y que allí donde mantenía una relación superficial y ficticia más allá de la consabida selfie, era un joven que “sabía y podía”, un líder en ciernes, un valor de futuro…

El niño tenía relaciones con Aznar y con Felipe González, con Moratinos y con Esperanza Aguirre, demostrando que lo suyo no era el “ni derechas, ni izquierdas” sino el mucho más oportunista “con quien haga falta”. No parece que haya nada importante detrás suyo, ni que en las semanas que vendrán pueda “revelar” algo más que miserias de algunos personajes conocidos, miserias que no pasarán de ser cotilleos oídos aquí y allí, sin la más mínima trascendencia, pero que mostrarán el nivel de indigencia intelectual y moral de la “clase dirigente”. 

Cuando yo era pequeñito, con unos años menos que cuando la mamá de Nicolás lo llevó a FAES e hizo que conociera a Aznar, yo leía la revista francesa Pilote, para gente de mi edad. Había un personaje que precisamente se llamaba Le petit Nicolas, ideado por el mismo creador de Astérix. La gracia de aquellos relatos cortos consistía en que mostraba la mentalidad infantil, la forma de razonar de los niños y los problemas en los que puede meterse un infante travieso que quiere imitar a los mayores. Hoy todavía, los libros de Le petit Nicolas se siguen reeditando en el área francófona a pesar de tener algo más de medio siglo de antigüedad.

Aquellos eran relatos graciosos que siempre terminaban con el protagonista de apenas seis años envuelto en los más abracadabrantes escándalos y travesuras, como este otro “pequeño Nicolás”. A fin de cuentas, nuestro Nicolás, el freaky carpetovetónico, ha cumplido los 25. Ya no es un crío y sus andanzas son algo más que travesuras de escolar hiperactivo. Creo que su mamá debería haberle pagado un buen psiquiatra, mucho más que pasearlo por los centros de poder de la derecha y de la izquierda. Lo único que ha logrado demostrar en su aparición televisiva es la credulidad de la clase política y empresarial, la falta de talla de las más altas instancia del país para detectar a un crío con modales de mitómano y estafador y la capacidad de los medios de comunicación para presentar a el enésimo freaky convertido en estrella, dejarle proferir amenazas, afirmar temeridades indemostrables y revelar pequeñas miserias intrascendentes anidadas en las esferas de poder. La enésima evidencia, en definitiva, de que estamos ante una crisis del régimen, crisis sistémica, en absoluto crisis coyuntural.

© Ernesto Milá – info|krisis – infokrisis@yahoo.es – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen

 

 

 

 

 

 

 

Rajoy salva a Mas

Rajoy salva a Mas

Info|krisis.- Cada vez da más la sensación de haber asistido a una pequeña y mediocre escenificación teatral, pactada desde hace meses, en el cual las dos partes se han atenido a un guion en el que ambas salvaban la cara ante su electorado. Acabado el primer acto del sainete, ahora empieza el segundo. Los dos actores principales, Artur Mas y Mariano Rajoy, apenas han hecho otra cosa que mantener la adhesión de los admiradores incondicionales, si bien cierto número de espectadores que buscaban más credibilidad se han visto decepcionados. El problema es que el segundo acto va a ser el decisivo. Los dos actores lo único que han hecho es prolongar la vigencia del problema.

Gangs mafiosos y “marcas caídas”

La política es ejercicio del Poder. Cuando se renuncia a esa prerrogativa lo que se hace no es política sino teatro. Rajoy, ante la “cuestión catalana” no ha hecho en absoluto política, ni ejercicio de poder, tan solo “teatro”. En cuanto a Mas parecía como si hubiera olvidado que el trueque, la negociación, el cambalacheo, a ratos chantajeando y a ratos jugando la carta del pedigüeño, la de la virgen ofendida y la del vendedor de textil trabajador y honesto a carta cabal, han constituido las imágenes a las que ha recurrido el nacionalismo catalán desde sus orígenes decimonónicos. Durante unos meses la actitud política de Mas era absolutamente incomprensible para un “catalán de seny”, siempre partidario del “parlem-hi” (hablemos), que parecía haberse anclado en el maximalismo, el todo o nada, el hágase mi voluntad y demás lindezas con las que nos ha obsequiado diariamente en estos últimos seis meses.

Rajoy y Mas han representado una farsa. El reproche principal que podemos hacerles hoy es que ambos han negociado (seguramente a través de terceros y discretamente), estableciendo los límites a los que podía llegar cada uno y blindando sus respectivas posiciones. Un pacto mafioso, a fin de cuentas, entre dos gangs asaeteados por la corrupción, desprestigiados progresivamente ante la opinión pública, dos partidos cada vez más parecidos a bandas mafiosas que se han repartido España desde hace décadas, como los gánsters de Chicago se distribuían los barrios de aquella ciudad durante la ley seca: el South Side para Al Capone, de Jefferson Park hacia arriba para la mafia irlandesa…

¿A qué otra cosa sino a un gang se podría comparar el PP del Caso Gürtel, de Jaume Matas entrando y saliendo de prisión con la velocidad que Superman se pone y se quita el traje de super-héroe, del Caso Granados y de todo lo que irá saliendo? ¿A qué se podría comparar una CiU asaeteada por el Caso Palau, la docena y media de sumarios en los que se traducirán los escándalos que rodean a la familia Pujol, los que alcanzarán al alcalde de Barcelona y al mismo Artur Mas, sino a una “organización para delinquir”?

Desde el punto de vista del marketing ambas marcas han sido arrastradas por los lodos, han perdido el lustre que tuvieron en otros momentos, la credibilidad que pudieron tener tiempo atrás. Hoy son lo que en términos de marketing se llama “marcas caídas”: las que un día tuvieron mucha audiencia pero irremediablemente la están perdiendo. Las próximas elecciones municipales de mayo de 2015 y las generales de 2016 lo demostrarán. En cuanto al PSOE, casi mejor no hablar, porque más que de marcas caídas habría que hablar a marca pulverizada.

Nos habíamos olvidado de Ockham y de su navaja

Había algo en el planteamiento de Artur Mas que parecía incomprensible: ¿Cómo era capaz de ir hacia adelante en la convocatoria del referéndum cuando la independencia de Cataluña, desde todos los puntos de vista es imposible, inviable, insostenible, irrealizable? Mas tiene todos los elementos a su alcance para comprobarlo. Es más, lo ha sabido siempre. Esto era lo inexplicable del conjunto. La navaja de Ockham cuenta que en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta”. En otras palabras: la teoría más simple, es siempre la correcta. Y la explicación más sencilla era la que estaba ante nuestros ojos.

Era imposible que alguien que dispone de mínimas fuentes de información siguiera avanzando hacia el abismo de la independencia. Era imposible que el “seny” nacionalista se hubiera evaporado de un día para otro. Inviable el que buscara una independencia imposible. Durante meses nos hemos estado preguntando en dónde residía la seguridad casi teológica, propia de un iluminado con la que Artur Mas llevaba “a su pueblo”, báculo en mano, hacia la independencia… ¿Quién le apoyaba? ¿Algún sector del capital financiero internacional? ¿La mafia de los casinos? ¿Los ingleses siempre dispuestos a crear un “roto” en España? ¿Quién…? Y todas las pesquisas no llevaban a ninguna desembocadura creíble.

En realidad lo que ocurría era mucho más simple. Estaba allí delante, ante nuestros ojos y no lo veíamos: Artur Mas no quería la independencia, porque sabía mejor que nadie que con un bono de la Generalitat a la altura del “bono-basura”, la independencia era completamente imposible. Es más, resultaba imposible que Mas no dispusiera de sondeos sobre quién estaba a favor y quién en contra de la independencia. Esos sondeos, antes de pasar por la “cocina” de la Generalitat, debían de constatar algo que se percibe inmediatamente en Cataluña: que habiendo nacionalismo, existiendo soberanismo y gozando el independentismo de cierto incremento en los últimos tres años, dista mucho de tener fuerza social suficiente para impulsar el nacimiento de una nación.

Las cifras de la consulta del 9-N lo han demostrado: ahí estaba todo el soberanismo. Seguramente ni un independentista se ha quedado en casa. Es más, han votado tantas veces como han querido, han votado inmigrantes que aspiran a una subvención, niños llevados por papá y mamá independentistas. Ese es el techo del independentismo, nada más. De haber habido campaña en contra, de haberse autorizado el referéndum y de haberse abierto en los medios de comunicación catalanes debates sobre el independentismo, y spots publicitarios sobre lo que implicaba la independencia, el número de No-No (No a un Estado catalán y no a la independencia) y el de Si-No (si a un Estado catalán, no a un Estado catalán independiente), hubiera restado todavía más votos a esos magros y opacos resultados que por sí mismos cierran el camino a la independencia, como mínimo en una generación.

La explicación más simple era esta: “vamos a pedir la independencia aunque sabemos que es inviable técnicamente y que electoralmente incluso será rechazada por las urnas, pero vamos a pedirla, en primer lugar porque nos consta que el referéndum no será autorizado y, sobre todo, para jugar nuestro papel de nacionalistas, para garantizar la hegemonía del nacionalismo en Cataluña durante décadas, para que CiU siga siendo hegemónica en el sector soberanista”… Ockham eternamente.

Las estridencias que se han producido en algunos momentos del proceso, los maximalismos, las declaraciones que han hecho creer a algunos espíritus simples que la independencia era para el 10-N, era todo, absolutamente todo, iniciativas de cara a la “parroquia”, a los convencidos. La negociación Rajoy-Mas estaba blindada ante estos vaivenes.

La ficción independentista, cortina de humo ante la triste realidad

También aquí se trata de aplicar la lógica más simple y elemental: CiU es el partido que sociológicamente está más próximo al PP. CiU es en Cataluña lo que el PP es en el Estado: un partido de centro-derecha. ¿Cómo hemos podido pensar en algún momento que CiU iba a romper estridentemente con el gobierno de España cuando tan bien se ha entendido con él durante 38 años? ¿Es que no sabéis que la constitución española es un producto de la sinergia creada en 1978 por UCD (hoy PP), CiU y PSOE? ¿Es que hemos olvidado que el régimen que configuraron, ese “bipartidismo imperfecto”, suponía que estas tres fuerzas políticas se repartirían el poder durante décadas?

Cada vez que CiU ha prestado su apoyo a gobiernos del PP y del PSOE para sacar adelante las leyes de presupuestos anuales o cualquier otra iniciativa legislativa, le ha bastado simplemente negociar con quien mandara en Madrid en esos momentos, pedir unos milloncejos de más, garantizar que todo lo que se hacía y deshacía sobre territorio catalán sería para mayor gloria del nacionalismo y que las sentencias contrarias del Supremo que menoscabaran esa hegemonía no se aplicarían en Cataluña. Eso ha sido todo.

La crisis económica iniciada en 2007, brutal especialmente en Cataluña (que ha perdido en 15 años más del 30% de su capacidad industrial y tiene el lastre insoportable de 1.250.000 inmigrantes y de otros 500.000 que ya han adquirido la nacionalidad española, con un paro juvenil similar al andaluz y que cada vez vive más del turismo y menos de la actividad industrial) ha hecho lo demás: había que crear falsas expectativas, objetivos “nacionales”, que reavivaran el nacionalismo. Ya no bastaba con aquel “nou estatut” impulsado por el pobre Maragall aquejado por una triste enfermedad degenerativa. Ya no bastaba con cobrar comisiones del 3-5%. Era preciso recuperar el impulso nacionalista… que, a fin de cuentas beneficiaría a CiU. Había que evitar que ERC pudiera obtener ventajas con la crisis económica y, por tanto, había que ser más nacionalista que ERC, más independentista que el “ceballut mes ceballut del Països Catalans”. Eso para evitar que la población viera cuál era la situación real de Cataluña: agotada, sin perspectivas, viviendo del turismo, desindustrializada, étnicamente convertida en un mosaico, sin nacimientos autóctonos, con una deuda de 60.000 millones de euros, saqueada por una corrupción galopante que sería imposible mantener oculta mucho tiempo.

El nacionalismo, históricamente desde el Caso Banca Catalana ha aprendido que cualquier excusa emotiva y sentimental relativa a Cataluña y al patriotismo catalán basta para ocultar las vergüenzas ante un electorado tan poco exigente como el del resto del Estado. La envergadura de la crisis económica iniciada en 2007 era de tal magnitud, que la cortina de humo creada para ocultar la ineficacia de la Generalitat ha tenido que ser desproporcionada. Ha consistido, simplemente, el crear la ficción del “día 10-N seremos independientes”.

¿Y el gobierno del Estado?

Hoy podemos intuir que el pacto Rajoy-Mas consistía simplemente en que el segundo convocaba un referéndum a través de una “ley de consultas” aprobada ad hoc. Rajoy impugnaría el referéndum con lo cual queda bien ante su electorado. Mas seguiría adelante con el referéndum pasando a llamarlo “consulta”, manifestando una firmeza que encandilaría a su electorado. Ambos contentos, porque en definitiva, ni el referéndum hubiera dado mayoría al independentismo en caso de ser legal (hoy lo sabemos a raíz de los resultados del 9-N), ni la “consulta” como tal tiene el más mínimo valor jurídico ante nadie y en cuando a sus resultados cada cual la puede interpretar como le dé la gana.

Diferente hubiera sido si Rajoy hubiera lanzado a los GEOS y a los blindados, hubiera instado a los mozos a cerrar los colegios electorales e identificar a quienes estaban tras las mesas plegables y las urnas de cartón. Entonces sí que el 10-N, Artur Mas hubiera debido llamar a la insumisión generalizada y él mismo habría terminado en la cárcel… pero Rajoy se hubiera quedado sin interlocutor en Cataluña. Porque, hoy en Cataluña, el interlocutor de Rajoy solamente puede ser Artur Mas u Oriol Junqueras. Al menos el primero pertenece al gang con el que ya hubo acuerdo para distribuirse las zonas de influencia y tapar vergüenzas mutuas.

En el momento actual, todavía los portavoces del gobierno hablan de que actuará la Fiscalía contra los que realizaron la consulta, nos cuentan que están estudiando la denuncia a presentar. Mentiras. Son las mentiras que preceden al inicio del segundo acto del sainete catalán: la negociación. Lo más probable es que se prolongue hasta después de las elecciones municipales ya próximas: terminará antes de que comience el verano de 2015 posiblemente con una “hacienda catalana” o quizás con un compromiso de mayores dotaciones presupuestarias para Cataluña, un impulso al corredor mediterráneo o, simplemente, que el Estado se hará cargo de parte del déficit de la Generalitat y la Fiscalía General del Estado se olvide de los procesos por corrupción contra nacionalistas. Eso es todo.

A Mas le bastará con disminuir el flujo de euros a las solícitas dirigentes del Ómnium Cultural, de la ANC, de Dret a Décidir, con lo que el entramado soberanista se diluirá como un azucarillo. Los libros de historia que utilizarán los escolares en Cataluña dirán que fue una “gran victoria” del nacionalismo y a otra cosa… El “éxito” de la negociación debería generar un renovado entusiasmo hacia Artur Mas y hacia CiU que favorecerían su resurrección política y atenuarían el crecimiento de ERC. Todos contentos. Quizás a Junqueras volverían a caérsele lágrimas y mocos. Pero Rajoy y Mas respirarían tranquilos.

La “unidad de España” no ha estado verdaderamente en peligro. Lo que se ha hundido es la dignidad y la credibilidad de la clase política, de Artur Mas y de Mariano Rajoy. Ni uno ni otro saldrán indemnes de esta aventura. Y lo peor es que el país está gobernado por esa clase política indigna y miserable capaz de cambalachear y jugar hasta con conceptos y entidades como “Nación”, “Estado”, “Soberanía”.

Lo que se les escapa a las dos partes

Cuando escribimos esto, los primeros en haberse dado cuenta del juego Rajoy-Mas han sido los miembros de ERC que en la tarde del martes daban por roto el pacto de unidad y pedían elecciones autonómicas anticipadas. A día de hoy, las ganarían. El lunes 10-N ya se ponía de manifiesto el intento de Mas de reforzar a CiU con una candidatura que integrara a caras conocidas de la ANC y del Ómnium, tendiendo puentes hacia CUP en el intento de atrapar a ERC en una doble tenaza. De “borrokas” a palanganeros de Mas, tal es el destino de las CUP. En cualquier caso, las elecciones anticipadas planean sobre Cataluña: Mas las retrasará tanto como pueda y sólo las adelantará cuando esté convencido de que puede ganarlas. ERC presionará al máximo. El PSC no sabe/no contesta. El PP es demasiado débil para representar algo en aquella autonomía. La inestabilidad política se instala en Cataluña a partir de ahora.

El error de Mas y de Rajoy consiste en tomar la crisis catalana como algo aislado de la crisis política e institucional que está viviendo el Estado Español a raíz de la prolongación de la crisis económica. Ambos no reconocen que cada vez existen más sectores sociales disconformes con el rumbo del Estado, la ineficacia de las instituciones para resolver los problemas y los niveles de corrupción generalizada. La crisis del ébola, las imágenes de la valla de Melilla, los viajes de Monago, las disculpas de Rajoy y de la Aguirre con los casos de corrupción, las propuestas absurdas de Pedro Sánchez, el crecimiento de Podemos, los silencios de la monarquía, la economía que sigue sin funcionar pese a las increíbles “cifras macroeconómicas”, al “derecho a decidir” canario, la consideración de la clase política como conjunto de aprovechados sin escrúpulos, las imágenes de un parlamento que bosteza y no legisla, de un gobierno que no gobierna, de un poder judicial al que se le acumulan casos, pero parece incapaz de concluir sumarios y encarcelar a culpables, unido al sainete catalán.. Todo esto son distintos frentes de la crisis del Estado surgido de la Constitución de 1978.

Las siglas que hicieron esta constitución viven hoy de inercias adquiridas en tiempos pasados, pero las próximas elecciones municipales, autonómicas y generales en los dos próximos años van a redimensionarlas. Hoy son “marcas caídas”. Desde el puntos de vista del marketing (¿y que es la política al uso sino el arte de vender un producto en forma de sigla?) levantar una marca caída es siempre imposible. Resulta mucho más barato crear una marca nueva. Por eso Podemos arrasará. Por eso las siglas del “viejo orden”, los PP, PSOE, CiU, PNV menguarán.

¿Habrá sitio en el “nuevo orden” del futuro para formaciones identitarias que propongan una estructura foral para España? ¿Será posible de una vez por todas que los mayores niveles de autonomía no estén vinculados a las mayores presiones chantajistas o a la acción amenazadora de movimientos terroristas, sino a los mayores niveles de lealtad?

¿Será posible, en definitiva, que la “política” se convierta en Gran Política capaz de suscitar energías, concebir proyectos históricos, en lugar de ser la gestión mediocre del día a día, la posibilidad de acumular algún que otro milloncejo a la sombra del poder o, simplemente, el cambalacheo entre dos bandas de gánster por el control de las zonas de influencia?

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es – Prohibida la reproducción de este artículo sin indicar origen. 

 

9-N: fin de la farsa

9-N: fin de la farsa

Info|Krisis.- Benavente en Los intereses creados comenzada así: “He aquí el tinglado de la antigua farsa, la que alivió en posadas aldeanas el cansancio de los trajinantes, la que embobó en las plazas de humildes lugares a los simples villanos…”. La “antigua farsa” es la política. En la farsa representada por Artur Mas y Mariano Rajoy, en el primer acto se ha escenificado una disputa, procurando que ninguno de los dos protagonistas saliera malherido. Ahora toca escenificar la negociación sin que haya vencedores ni vencidos… es decir, sin que ni PP ni CiU pierdan cuota electoral. Difícil, sino imposible. Indeseable, en cualquier caso.

Hoy 10–N toca sonreír. Han votado 2,5 millones a la búlgara, sobre 7,5 millones. Han votado, todos los soberanistas. Así que ese es el techo del soberanismo. A la vista de que no ha habido propaganda en contra (pero si, todos los medios de comunicación subvencionados por la Generalitat, han hecho propaganda masiva a favor del SioSí), es incluso probable que esa cifra sea, incluso, menor. De hecho es menor, si tenemos en cuenta que han votado menores, inmigrantes recién llegados y que, conociendo el percal, seguro que algunos listos habrán votado varias veces. Queda poco “seny” y mucha “rauxa” en esta Cataluña construida a golpes de 3–5% de comisión. Poco importa, realmente: 2,5 sobre 7,5 supone exactamente el 33%. Era lo que algunos esperábamos. En realidad, hace cuatro años votó el 19%. Ese 11% es lo que ha ganado el soberanismo. Le queda mucho para llegar al 51%.

¿Rajoy ha hecho todo lo que podía y debía hacer?

Y ahora es posible plantear algunas cuestiones que hasta ahora han sido eludidas por distintos motivos y para no hacer el juego a los organizadores del referéndum:

La actitud de Rajoy de atrincherarse detrás de la legalidad vigente ha sido seguramente el mayor error de su mandato. Especialmente porque la legalidad vigente representada por la constitución empieza a oler a muerto. Y la prueba es que los partidos y fuerzas sociales que la crearon están en crisis y los que proponen una profunda reforma suben como la espuma. Rajoy ha demostrado que lo único que el “patriotismo constitucional” puede aportar son recursos ante el Tribunal Constitucional. Poco para lo que está en juego. Nada en realidad.

– De hecho, toda la actividad “unitarista” ha consistido desde hace seis meses, en anunciar que la Generalitat legal había realizado una convocatoria ilegal, demostrando que la ilegalidad sale gratis en España sólo si la realiza un político. Esto y recordar que Pujol y su familia actuaban como gang mafioso junto a su partido utilizando la estructura de la Generalitat como medio para realizar sus exacciones. Y esto último sin llegar al fondo de la cuestión y con la familia Pujol pensando libremente cómo mover sus dineros a los paraísos fiscales más opacos. Poco, realmente poco. Nada para los recursos que todavía tiene el Estado Español.

Sabemos desde Lao–Tsé que “la justicia es como el timón, que hacia donde se le da, gira”. Sabemos que en España, la independencia del poder judicial es una mera entelequia formal, sin realidad operativa alguna. Sabemos, finalmente, desde Roma que lo peor que puede ocurrirle a un país es la judicialización de la vida pública y el que sus ciudadanos pasen más tiempo visitando juzgados y poniendo denuncias que respetando las leyes justas. Leyes justas que difícilmente puede ser elaboradas por parlamentarios que se pagan con cargo al erario público visitas a sus queridas en Canarias. Sabemos que en Cataluña el declarar ilegal el referéndum del 9–N pero dejar que se convocase una consulta ha sido el ardid mediante el cual Rajoy y Mas han contentado a sus respectivas parroquias electorales.

El grado de pudrimiento del sistema político español es tal que poco un aval jurídico para impedir una consulta representa lo mismo que mirar a otra parte mientras se convoca otra. Rajoy y todos sabíamos perfectamente que una Generalitat que no ha respetado ni una sentencia sobre bilingüismo no iba a inclinarse ante una nueva sentencia expedida por la churrera del Constitucional. Tiene gracia que la imagen que han querido proyectar Rajoy y Mas, en ambos casos, haya sido la de “firmeza” y compromiso con sus electores y con su “patria”… Los combates de boxeo con tongo suelen plantearse así y este del 9–N no ha sido una excepción.

¿No hubiera sido mejor autorizar el referéndum?

Después del resultado del referéndum escocés, puede pensarse que sí y que, incluso en Cataluña, como ya dijimos, el resultado en contra de la secesión hubiera sido mucho más amplio que en Escocia. Ahora es lícito preguntarse si Rajoy, en realidad, ha hecho un favor de Artur Mas. De haberse aceptado la legalidad del referéndum, hoy Mas parecería como un derrotado amenazado por múltiples procesos por corrupción. Hoy se presenta como el hombre “que ha llegado hasta el final”, aquel que “ha cumplido su palabra”. Da la sensación, incluso, de que Rajoy le ha ahorrado a Artur Mas y a CiU el demostrar que una cosa es mover masas con lemas emotivos y sentimentales propios del nacionalismo y otra muy diferente que esas masas tengan más peso que la mayoría silencios que en Cataluña ha demostrado no apoyar masivamente al soberanismo.

El favor que Rajoy ha hecho a Artur Mas es no disputarle Cataluña. Rajoy y Mas han tendido por la vía de representar un papel que satisficiera a sus respectivas parroquias, para luego –esto es, a partir de ahora– intentar un acuerdo Cataluña–España que en realidad es un acuerdo PP–CiU…

Si hubiera querido disputar Cataluña a CiU, el Estado hubiera realizado una propaganda masiva sobre lo que suponía el soberanismo y no solamente en canales estatales, sino en medios de comunicación catalanes. Ha votado un 33% del censo a favor de la independencia porque no ha habido propaganda en contra de la independencia y los únicos argumentos que se han oído en los medios de comunicación convencionales en Cataluña, han sido argumentos soberanistas. Nadie ha explicado en Cataluña que la gestión económica de la Generalitat ha sido nefasta, o que la gestión de la sanidad o de la educación figura entre las peores del Estado. Nadie ha explicado que la deuda  de la Generalitat actualmente es de 60 mil millones de euros. O que el superávit del comercio catalán con el resto de España es de 24 mil millones de euros. Nadie ha explicado en Cataluña –salvo fundaciones y asociaciones privadas que ni siquiera han contado con apoyos del Estado, ni han recibido subsidios y subvenciones– las falsificaciones groseras, en ocasiones incluso infantiles, realizadas por la Generalitat.

El Estado no ha hecho todo lo posible, no solo para que el referéndum no se celebrara, sino para defender la permanencia de Cataluña en el Estado. Ese es el “patriotismo constitucional”: limitarse a presentar una denuncia ante el tribunal constitucional… y esperar que pasara la fecha tótem del 9–N para negociar con Artur Mas y salvarle la papeleta.

Ahora podemos intuir que ha habido negociación en la sombra. Traición, en definitiva, porque hay que llamar a las cosas por su nombre. Traición de dos políticos (Mas y Rajoy) a sus electores. Traición a todos los ciudadanos al margen de cuál sea su creencia política. A partir de ahora se comprobarán las dimensiones de esta traición y su realidad.

Rajoy negociará con Artur Mas, como ha estado negociando durante estos últimos meses. No olvidemos que la ruina económica de Cataluña la está pagando en estos momentos el Estado a la vista de que la Generalitat ya no puede emitir más deuda, rebajada por los analistas al nivel de “bono–basura”. La estrategia de Rajoy ha consistido en no hundir suficientemente a Artur Mas, para evitar que Oriol Junqueras tomara el relevo… De ahí el énfasis puesto en que lo que hubo el 9–N en Cataluña no haya sido un “referéndum ilegal” (que hubiera terminado con Mas en la cárcel), sino “otra cosa”. Eso evitaba que las medidas judiciales llegaran más allá de la sentencia del Constitucional. Ya se sabe: “a enemigo que huye, puente de plata…”, sólo que en este caso ninguna de las dos partes ha querido cruzar el Rubicón a una orilla del cual estaba el soberanismo y al otro la unidad del Estado. Todo ha sido una mera escenificación pactada de antemano para evitar que cayera el gobierno de Artur Mas, el único que a la vista de los precedentes históricos puede negociar con Rajoy.

Los olvidos y las constataciones

Ni Rajoy ni el PP parecen entender lo que está ocurriendo: el problema no es que Junqueras sustituya a Mas, sino que PP y PSOE van para abajo mientras Podemos sube, que el PNV baja mientras Amaiur sube. El problema es que un régimen está muriendo y todo lo que viajaba con él, se hunde. Es lógico que Rajoy haya intentado evitar el “choque de trenes” para salvar a Artur Mas, porque, de lo contrario, se las tendría que ver con Junqueras. Tiempo perdido porque parece difícil que CiU remonte electoralmente.

En efecto, visto desde Cataluña, superado el primer gesto triunfal de Artur Mas como “hombre que cumple”, la erosión de CiU es inevitable y muchas van a tener que ser las concesiones económicas y políticas que arranque Mas en la negociación que se avecina, para que pueda presentarla como logros ante su electorado. Esos logros deberían, además, tener la suficiente entidad como para olvidar los próximos procesos judiciales que se ciernes sobre la familia Pujol y que afectarán, inevitablemente, a varias decenas de cuadros políticos de CiU y de funcionarios de la Generalitat. Es posible, incluso, que buena parte de la negociación Rajoy–Mas se centre en el futuro de estos procesos.

Los resultados del referéndum catalán demuestran, finalmente, otra cosa: el soberanismo carece de fuerza social suficiente como para asumir el desenganche de Cataluña del resto del Estado. Si ayer hubiera participado un 66% del electorado, estaríamos hablando de otros términos y si se hubiera alcanzado esa cifra con propaganda y argumentos a favor de la unidad del Estado, podríamos decir que la secesión catalana era inevitable. Hoy, en cambio, lo único que puede hacerse en constatar que, lo inevitable es que Cataluña siga dentro del Estado Español, durante muchos años.

Pero quizás el problema sea que los que nos sentimos todavía patriotas y creemos, al mismo tiempo que la organización foralista del Estado es la más adecuada a un país y a una historia como la nuestra (máxima autonomía a cambio de máxima lealtad), no nos sirva todo lo anterior. El patriotismo, la unidad de una nación, la integridad de un Estado, no pueden basarse en algo tan frágil y temporal como una constitución que, para colmo, huele a muerto.

Era evidente que el techo del soberanismo es mucho más bajo de lo que ellos mismos han creído siempre. A fuerza de hablar “en nom del poble català” han olvidado que solamente un 35% de población residente en Cataluña habla normalmente en catalán y lo utiliza como lengua vehicular… lo que corresponde exactamente con el número de votantes del 9–N. Los que utilizan ambas lenguas, catalán y castellano y los que utilizan solamente castellano, no entraban en los cálculos de un soberanismo que desde su fundación no ha dejado de mirarse el ombligo. Y, mira por donde, resulta que son mayoría si las matemáticas no engañas y 35 es menos que 65…

De la “excepcionalidad catalana” al “todas las charangas desafinan por igual”

Les contaré una anécdota personal que me ha recordado la foto de Artur Mas acudiendo  votar en el Colegio de los Escolapios de la calle Balmes. Yo estudié de los 5 a los 17 años en ese colegio. Cuando tenía 6 años, un escolapio, aquejado del prurito nacionalista catalán, nos contó una historia mientras nos enseñaba el “Virolai”, la canción compuesta en 1880 para el milenario de Montserrat con partitura de Verdaguer, el entrañable “mossén Cinto”. El escolapio nos explicaba en 1958 que la Virgen de Monserrat era la “única virgen negra que había en el mundo”. Eso nos daba la sensación, a nosotros párvulos, que Montserrat y por extensión Cataluña, eran algo especial, inusual, único. Luego resultó que hay como 400 vírgenes negras, distribuidas por toda Europa… y algunos nos sentimos estafados.

Hay más vírgenes negras que turbantes en Arabia. La catalana es una más entre cientos. No hay “hecho diferencial” en esto de las vírgenes negras. A veces, los sueños sobre la excepcionalidad de lo propio se hunden cuando uno advierte que la charanga que toca en el pueblo no es la mejor del mundo, ni la única que sabe interpretar Paquito Chocolatero con ese brío, sino que desafina como cualquier otra.

Diez años después de que me contaran aquella historieta sobre la Virgen de Monserrat, la decena de curas que había en aquel colegio, militaba en el PSUC (la rama catalana del PCE) o simpatizaba con él. Quince años después, la mayoría habían abandonado la sotana. Treinta años después, uno de ellos, el “pare Botey”, se había convertido en mandamás de Ezquerra Unida de Cataluña, construida a partir del PSUC–Viu, los estalinistas. Creo que hoy solamente queda un escolapio en aquel colegio; el director, obviamente. Fue allí donde Artur Mas votó ayer. En el mismo sitio en donde un escolapio me intentó estafar sobre la excepcionalidad catalana en materia de vírgenes…

Y es que detrás de todo nacionalismo hay una estafa. Estafa, paralela en todo a la del “patriotismo constitucional” (ese del que hace gala el PP, pero que también comparte UPyD y Ciutadans, no lo olvidemos) que presenta a algo que es temporal y circunstancial como si fuera permanente, eterno a intangible. Como si la unidad del Estado y de la Nación pudieran justificarse con el rigor mortis de la Constitución de 1978.

© Ernesto Milá – info|krisis – infokrisis@yahoo.es – Prohibida la reproducción de este artículo sin indicar origen.

 

Reflexión ante el 9-N

Reflexión ante el 9-N

Info|krisis.- Ante la proximidad del 9-N, creo que vale la pena recordar algunos elementos que concurren en el “problema catalán” y que son los argumentos por los que el autor de estas líneas rechaza la posibilidad de acudir a votar. No es un trabajo orgánico, ni siquiera exhaustivo, es simplemente un recordatorio personal de aspectos relevantes ninguno de los cuales, absolutamente ninguno, ha sido recordado ni sugerido por los medios de comunicación dependientes directamente o alimentados por la Generalitat. Estos puntos aspiran solo a estimular la capacidad crítica de los ciudadanos llamados a las urnas. Puestos a votar, hace falta saber qué es lo que se vota y quién convoca a las urnas. En estas líneas, esperamos que los lectores tengan claro estos aspectos.

PRIMERA PARTE:
EN EL FIN DE UN CICLO POLÍTICO

I. La Generalitat no tiene ni legalidad ni legitimidad para convocar referéndums

La retahíla de corruptelas de las que todo aquel que quería enterarse, podía conocer desde mediados de los años ochenta y que ha acompañado desde entonces a la Generalitat de Cataluña, afectando a sus máximos dignatarios y las sospechas que hoy planean sobre el actual gobierno de la Generalitat, la deslegitimizan por completo para cualquier otra cosa que no sea para declarar ante los juzgados de guardia. Es posible que a la presidencia de la Generalitat todavía le correspondan hacer uso de sus atribuciones legales (entre las que, por cierto, no se encuentra la convocatoria de un referéndum soberanista), pero ha perdido desde hace tiempo la legitimidad moral para ejercer cualquier tarea de gobierno. La extensión de la corrupción y su carácter sistémico y anidado en su interior, hubiera recomendado desde hace décadas la suspensión temporal de la autonomía catalana y la realización de una auditoría capaz de presentar los distintos niveles de responsabilidad moral y criminal de los dirigentes del gobierno autónomo catalán. Pero, dado que en esto de la corrupción, Cataluña demuestra formar parte del Estado Español y éste está a su vez, en todos los niveles administrativos, se encuentra afectado por esta lacra, la Generalitat nacionalista ha podido seguir manteniendo su impunidad. Obviamente, en las actuales circunstancias, la solución a este problema no consiste en un referéndum soberanista, sino en una nueva constitución que entierre el “Estado de las Autonomías”, el “Estado de la corrupción” y el “Estado de la partidocracia”, las tres lacras producto de la constitución de 1978.

II. Depuración de responsabilidades

Estamos viviendo momentos de fin de ciclo: todo lo que ha aparecido como habitual y normal ante nuestros ojos durante 36 años, se está desplomando entre el aroma de la corrupción, la realidad de la ineficacia en la gestión, el faraonismo insostenible y la partidocracia. Este desplome se está produciendo tanto a nivel catalán como a nivel del Estado. Sea como sea el futuro, será necesario asumir que distintas concepciones del Estado basadas en doctrinas e ideales pueden ser contradictorias y opuestas, pero no por ello una parte puede exigir depurar responsabilidades ideológicas. Ahora bien: la honestidad en la gestión si es algo que debe exigirse al margen de las opciones y de los colores políticos. Los delitos de corrupción no pueden prescribir nunca y deben ser objeto de una legislación especial entendiendo que se trata de delitos de gravedad extrema en tanto que no son cometidos contra una sola persona, sino contra la comunidad entera. Todos los organismos del Estado, empezando por el mismo Estado, descendiendo a las Comunidades Autónomas y más tarde a los Ayuntamientos, deben ser objeto de auditorías que establezcan niveles de responsabilidad que corresponderá depurar a tribunales especiales. De otra forma será imposible “resetear” el sistema.

III. Encuadrar el soberanismo catalán en el contexto de crisis del Estado

La eclosión del soberanismo no es más que el resultado de siete años de crisis económica en todo el Estado, en el curso de los cuales la inicial crisis inmobiliaria ha ido mutando, convirtiéndose en crisis bancaria, crisis de deuda, crisis social y, finalmente, a causa de su persistencia, en crisis política. La crisis soberanista es un fenómeno más de la crisis política, junto a la crisis de la monarquía juancarlista, la crisis del Estado de las Autonomías, la crisis de los partidos políticos tradicionales, la corrupción generalizada, los seis millones de parados o el desprestigio de todas las instituciones del Estado.

IV. Cataluña: frente avanzado de la crisis del Estado

La habilidad del nacionalismo catalán ha consistido en atribuirse todos los éxitos y responsabilizar a otros de sus fracasos. Desde hace veinte años, Cataluña vive inmersa en la presión soberanista. Las reivindicaciones permanentes de un mayor techo autonómico parecen eximir al nacionalismo de practicar políticas eficientes especialmente en materia de sanidad y educación. El gobierno de la Generalitat siempre ha tenido una excusa para presentarse como ajena a los problemas de Cataluña. El nacionalismo siempre ha dado una respuesta simple a un problema completa: “¿Por qué las cosas no van bien en Cataluña?”, “Por culpa de Madrid”, como si la gestión de gobierno no fuera con ella. En realidad, el nivel de competencias de la autonomía catalana y el papel privilegiado como interlocutor del gobierno central tanto en períodos de gobierno del PSOE como del PP, hacen al nacionalismo catalán como responsable de los errores cometidos, no solamente en Cataluña sino en todo el Estado.

V. No hay lugar para microestados en la UE.

La independencia de Cataluña, desde todos los puntos de vista, es completamente inviable, no solamente en su aspecto económico, sino en su vertiente política. La inclusión de España en la Unión Europea, la ha hecho partícipe de un “club de Estados-Nación”, la mayoría de los cuales son de factura más reciente que España y ninguno de los cuales –especialmente en su núcleo duro franco-alemán- están dispuestos a permitir que un Estado de tamaño medio se desintegre en partes en un proceso que luego podría afectar también a sus propios países. Hoy, quedar fuera de la UE supone perder el mercado al que van a parar la mayor parte de productos manufacturados en Cataluña. No es que la independencia catalana redujera drásticamente el comercio con España… es que hundiría también sus relaciones con la UE.

SEGUNDA PARTE:
LA CRISIS SOBERANISTA EN SUS RASGOS GENERALES

VI. Las naciones no se crean ni se destruyen mediante referéndums.

Ninguna nación digna de tal nombre se ha creado en base a un referéndum y mucho menos cuando, como en el caso de Cataluña, el resultado sería, en cualquier caso, extremadamente ajustado y ni siquiera está claro cuál sería el resultado y en favor de qué opción. Las naciones no se crean ni se mantienen en función de referéndums sino que son el resultado de procesos históricos, voluntades de poder, proyectos comunes. Por otra parte, el destino de una nación no puede depender del estado de ánimo del electorado en un momento dado de la historia, sino que es el resultado de una voluntad colectiva y de un proyecto histórico que no está presente en el nacionalismo catalán, el cual es un fenómeno histórico reciente que se ha afirmado precisamente en un momento de quiebra y reflujo de todos los nacionalismos.

VII. No estamos ante España contra Cataluña, sino ante CiU-PPSOE contra la ciudadanía

Los medios de comunicación de la Generalitat han tenido la habilidad de presentar el conflicto soberanista desencadenado por el nacionalismo como un conflicto entre Cataluña y España, cuando en realidad no es más que un episodio de la lucha entre CiU y el PP-PSOE por el control de inmensos recursos económicos generados en Cataluña. La crisis ha hecho disminuir los beneficios de la casta política catalana que precisa un control total sobre sus recursos, sin compartirlos, ni atender a fondos de solidaridad interterritorial. No es un choque entre “Cataluña” y “España”, sino entre los partidos políticos que controlan los resortes de poder en Cataluña y en España contra la ciudadanía que solamente aspira a estabilidad, prosperidad, trabajo y bienestar.

VIII. La solución ya no está en la constitución del 78

El único argumento utilizado por el gobierno Rajoy para prohibir el referéndum soberanista y defender la unidad del Estado y la integridad de la Nación, ha sido la legalidad constitucional. Este argumento, siendo limitado –una nación es permanente, mientras que sus constituciones son productos temporales; la nación está por encima de la constitución en tanto que pre-existe a ella- solamente podía ser asumible en el caso de que la constitución de 1978 y el régimen que se edificó sobre ella, tuviera algún prestigio. En realidad, estamos ante una crisis “de régimen” y la constitución de 1978 ya no es la solución, sino que obstinarse en considerarla como un tótem intocable es uno de los problemas más graves del país.

IX. Cataluña rota por la Generalitat, abandonada por el Estado, destrozada por la globalización

Las  más de tres décadas de gobierno nacionalista (el nacionalismo ha estado presente en los años de CiU, pero también en los del tripartito a través de ERC y de un PSC que siempre estuvo gobernado por hijos de la alta burguesía catalana para encuadrar a las clases trabajadoras mayoritariamente castellanoparlantes) han roto a Cataluña que ha visto como descendía su capacidad industrial, llegaban legiones de inmigrantes islamistas inintegrables, se practicaban políticas tendentes a asfixiar el uso de la lengua castellana, se abordaban proyectos faraónicos, planes irrealizables y todo ello para mayor gloria de una clase política regional corrupta. Es cierto que las inversiones en Cataluña han disminuido y que en los dos últimos años la inversión extranjera se ha reducido a la mitad, como fruto de las tensiones soberanistas. Pero los grandes problemas de Cataluña, deslocalización e inmigración masiva, no proceden del Estado Español, sino que son productos directos de la globalización.

TERCERA PARTE:
EL VERDADERO ROSTRO DEL SOBERANISMO

X. Del nacionalismo al soberanismo: relevo de clase

Si el nacionalismo catalán es un producto relativamente reciente de la alta burguesía catalana, el movimiento soberanista es otra cosa. En la transición y hasta los últimos años del gobierno de Jordi Pujol, esa misma burguesía que había crecido al calor del franquismo (con el que lejos de oponerse, colaboró y del que se benefició ampliamente) y de la Generalitat restaurada (no solamente haciendo buenos negocios a la sombra del poder, sino extorsionando entre el 3 y el 5% de cualquier negocio o contrato que se firmara con la institución), a partir de los años 90 empezó a desinteresarse por realizar sus inversiones en Cataluña y empezó a invertir preferentemente en otros escenarios económicos, sumándose a la tendencia internacional a reforzar el capitalismo especulador. De ahí que hoy, el soberanismo ya no esté controlado por la alta burguesía industrial sino por grupos periféricos: beneficiarios de la Generalitat (CiU, Ómnium, ANC), pequeña burguesía del interior (ERC), borrokas (CUP), ecosocialistas (ICV), que han arrastrado a Artur Mas a las posiciones rupturistas.

XI. Lo “inédito” del independentismo catalán

Cataluña nunca ha sido históricamente una “nación independiente”, siempre estuvo ligada al resto de territorios que constituyen esta unidad geopolítica que es la Península Ibérica y que la historia ha hecho cristalizar en dos Estados (Portugal y España). Hispania Citerior, Tarraconense, Reino Visigodo, Condados Pirenaicos, Marca Hispánica, Reino de Aragón, unidad con el Reino de Castilla, Españas de los Austrias, España de los Borbones, España Nación, son las formas políticas en las que ha participado Cataluña. La brecha se abre en el último tercio del siglo XIX con la aparición del nacionalismo y la pretensión inédita de lo que ha sido una “nacionalidad” (conjunto de tierras con algunos rasgos antropológicos característicos) pase a ser “nación” y, por tanto, aspire a formar un “Estado” independiente.

XII. El nacimiento del nacionalismo catalán

Así pues, el nacionalismo catalán (como el vasco) es un fenómeno reciente nacido al calor de la burguesía regional con la intención de preservar sus negocios. Esa misma alta burguesía industrial catalana, se había beneficiado del proteccionismo que había impuesto al gobierno español para preservar ese mercado de penetraciones de productos exteriores a España. Basado únicamente en el hecho diferencial de la lengua, se preocupó en lo que se llamó “construcción nacional de Cataluña”, de improvisar –frecuentemente a golpe de talonario- una cultura, unas tradiciones y una historia propias, forzando diferencias, aumentando distancias y creando oposiciones antes inexistentes.

XIV. La falsificación de la historia de Cataluña

La Generalitat ha instaurado una “historia nacional de Cataluña” que choca con cualquier criterio historiográfico mínimamente honesto y científico. Episodios que nada tienen que ver con una “historia nacional de Cataluña” (desde la existencia de la Tarraconense, hasta la revuelta del conde Paulus en el reino visigodo, hasta la Guerra de Sucesión, todo, absolutamente todo, ha sido desnaturalizado y transformado en episodios de una historia nacional difícilmente sostenible). A ello se ha sumado la falsificación o destrucción de documentos que inició en el siglo XIX Próspero de Bofarull o la subvención a las más peregrinas teorías sobre la catalanidad de Colón, de Santa Teresa de Ávila o las montañas de Montserrat como fondo a la Gioconda, que son tomadas en serio por muchos nacionalistas y que tienen su origen en la lingüística freaky que inauguró el conde de Güell en los juegos florales de 1901 (que pagaba de su bolsillo) según la cual el catalán era más antiguo que el latín y descendía del dialecto hablado en los Alpes Réticos, el retho-romanche. Tales enormidades solamente han podido imponerse gracias al control ejercido en los últimos 36 años por el nacionalismo sobre el sistema educativo catalán y sobre los medios de comunicación. El resultado ha sido la transformación de la Historia de Cataluña en un amasijo de contenidos freakys, interpretaciones grotescas, falsificaciones puras y simples y deformaciones constantes tendentes a demostrar que desde la más remota antigüedad existió una “historia nacional de Cataluña” que “los españoles” han querido ocultar.

XV. El peligro es el nacionalismo

En Cataluña como en el País Vasco se ha dicho a menudo que el peligro lo constituían los “grupos violentos”. Estos eran prácticamente inexistentes en Cataluña en donde jamás ha cuajado la existencia de una organización terrorista como ETA más allá de copias grotescas y risibles como Terra Lliure, organización terrorista que consiguió el récord de militantes muertos por las propias bombas que intentaban colocar, hasta el punto de que puede decirse que deberían estar agradecidos a que la policía los desarticulara completamente en 1992, o de lo contrario todos hubieran terminado haciéndose pupa. El peligro, ni en Cataluña ni en el País Vasco, ha sido el terrorismo. El terrorismo, como máximo, ha sido un riesgo para el orden público y la seguridad de la población, pero nunca ha constituido un verdadero riesgo. El auténtico riesgo ha sido siempre el nacionalismo “moderado y democrático” en cuyo programa se incluían objetivos que solamente podían alcanzarse mediante el envenenamiento de las conciencias realizada a través del control sobre los mecanismos educativos. Los espasmos soberanistas que estamos viviendo hoy no son más que el resultado de más de tres décadas de intoxicación nacionalista y falsificación de la historia, operados desde el control de las estructuras autonómicas. Si para algo ha servido el “Estado de las Autonomias”, aparte de para ir devorando al Estado del Bienestar y de enriquecer a las clases políticas regionales, no ha sido desde luego para descentralizar la Nación, sino para crear el clima cultural favorable para la centrifugación nacional.

XVI. Cuarenta años de franquismo, cuarenta de democracia

Tienen razón los soberanistas en decir que durante 40 años el catalán fue marginado de la vida pública. Algo todavía más incomprensible toda vez que entre las filas de los vencedores figuraba el carlismo que se expresaba perfectamente en catalán y que tenía un arraigo profundo en tierras de Cataluña. Sin embargo, Franco optó por el jacobinismo, mucho más alejado de su concepción ideológica, pero como rechazo por los excesos separatistas protagonizados en 1931 y 1934. Realmente no existió persecución contra el catalán, sino marginación de la vida institucional. En 1967 ya se editaban revistas en catalán de alta tirada y existían varias colecciones de libros en esa lengua. Lo que no estaba era subvencionada y, sin embargo, la lengua catalana resistió y en algunas zonas existían en los años 60 niveles de utilización del catalán muy similares a los actuales. El problema es que en los 36 años siguientes, la Generalitat se creyó obligada a devolver ojo por ojo, entrando en una dinámica de multas lingüísticas, prohibiciones, exigencias y falta de sensibilidad hacia la lengua castellana, cayendo frecuentemente en imposiciones, rivalidades ridículas y sobreprotegiendo el catalán cuya supervivencia hoy depende en gran medida de este régimen de subsidios e imposiciones. Y las lenguas son como los cauces de los ríos, resulta muy difícil alterar su curso. Recordar los excesos de la Generalitat nacionalista no quiere decir exculpar al franquismo de sus responsabilidades. De hecho, ambos son muestras del mismo error.

XVII. La extensión del conflicto a Valencia, Baleares, Aragón y Francia

Desde los tiempos de Prat de la Riba y de su obra La Nacionalitat Catalana, se tiene conciencia de que el territorio catalán no da de sí lo suficiente como para forjar a partir suyo un Estado con capacidad para sobrevivir y ocupar un lugar en el concierto de las naciones. De ahí que ya en esa obra, se adjuntara un significativo capítulo titulado Imperialismo catalán. El autor y sus herederos consideran que el “núcleo histórico catalán” identificado con las cuatro provincias gobernadas hoy por la Generalitat de Catalunya, debe expandirse “desde Fraga a Mahón y de Salses a Guardamar, integrando territorios pertenecientes a las comunidades autónomas de Aragón, Baleares, Valencia y a territorios franceses del Rosellón y la Cerdaña. El mero hecho de que exista ese proyecto y que algunos lo compartan, indica que el soberanismo catalán no se agota en el mero hecho soberanista catalán sino que esta es solamente un primera fase de un proyecto mayor.

XVIII. La realidad económica catalana

La industria catalana se vio inicialmente beneficiada por el proteccionismo español y por el retorno de capitales de Cuba y Maracaibo que generaron una fuerte acumulación de capital y el nacimiento de una burguesía industrial dotada de gran dinamismo y que se beneficiaba de un mercado que disponía en exclusiva: el mercado español. Desde entonces no ha cambiado gran cosa: hoy el superávit del comercio catalán con el resto de España es de 24.000 millones de euros. La economía catalana depende en primer lugar de que sus productos se vendan en el resto del Estado, pero eso obliga a la sociedad catalana a algo que parece lógico: contribuir a la solidaridad interterritorial… aunque solamente sea para que el dinero redistribuido por el Estado genere mayor crecimiento en otras zonas y una mayor posibilidad de adquisición de producto elaborados en Cataluña. La irresponsabilidad del soberanismo se demuestra en que quiere seguir teniendo acceso a ese mercado (y al francés, su segundo cliente), pero sin la contrapartida de contribuir a ningún tipo de solidaridad interterritorial. A nadie con unos conocimientos mínimos en economía se le escapa el que una Cataluña independiente, situada fuera de la UE, perdería a sus dos principales clientes y obligaría a miles de firmas a trasladar inmediatamente sus sedes sociales. Una Cataluña independiente es inviable mientras persistan las actuales condiciones económicas y los actuales niveles de intercambios comerciales.

CUARTA PARTE:
DEMOGRAFIA E INMIGRACIÓN EN CATALUÑA

XIX. El problema demográfico catalán

La natalidad en Cataluña (1,2) está muy por debajo de la tasa de reposición (2,2). Pero el problema va mucho más allá de esta relación: en realidad, en Cataluña sólo uno de cada cuatro nacimientos pertenecen al grupo étnico autóctono. El resto son hijos de inmigrantes. En 1996 Cataluña tenía ligeramente algo más de 6.000.000 de habitantes, hoy tiene 7.500.000 habitantes, lo que quiere decir que en torno a 1.750.000 son o inmigrantes o hijos de inmigrantes. Es decir por encima del 30%. Esto no está reflejado en las estadísticas que consideran que según el ius solis todo nacido sobre territorio español adquiere solo por eso la nacionalidad española. Pero basta con esperar a la puerta de colegios públicos, incluso en zonas que no registran una particular concentración de inmigrantes para comprobar que, efectivamente, el grado del problema. En escuelas del Raval o de Salt se ha llegado a un 80-90% de alumnos hijos de inmigrantes. El error de la Generalitat consiste en pensar que todo este volumen de inmigración está “integrado” en la sociedad catalana por el mero hecho de… hablar catalán. Con la mayor parte de estos grupos étnicos existe una brecha cultural y antropológica que no ha existido nunca con los contingentes de población desplazada a Cataluña procedente del resto del Estado.

XX. El riesgo de fractura social y étnica

Cataluña se precipita a marchas forzadas a una fractura interior que será a la vez étnica y social. El 1.500.000 de inmigrantes que han llegado a Cataluña en los últimos 20 años y sus hijos vinieron, como en el resto de España, atraídos por el falso “crecimiento económico español” de los años 1996-2007; incluso cuando se inició la crisis siguieron llegando y siguieron aumentando en número. Y todo esto en el momento en el que Cataluña sufría un proceso de desindustrialización y el turismo y la hostelería tomaban el relevo. Mayoritariamente, los inmigrantes trabajan en el sector de hostelería (y en segundo lugar en el agrario) sectores con bajo valor añadido y con salarios bajos en el límite del salario mínimo. Pero en Cataluña no cotizan más de 400.000 inmigrantes, es decir, menos de un 30% y casi siempre por las franjas salariales más bajas y, por tanto, con ingresos muy limitados y siempre próximos al umbral de la pobreza. Eso genera el caldo de cultivo adecuado para futuras revueltas que serán a la vez, raciales y sociales, configurándose como el principal problema de la Cataluña del futuro que, obviamente, sería inasumible por un “Estado catalán” independiente.

XXI. El Islam en Cataluña, nuevo e inintegrable actor

Desde los años noventa, la Generalitat de Catalunya se preocupó por canalizar un flujo de inmigración procedente del Magreb para evitar la llegada a Cataluña de inmigración hispanoparlante procedente de países andinos. Se presuponía que los magrebíes educados en escuelas catalanas, aprenderían a hablar catalán, mientras que los andinos no se esforzarían al poder comunicarse en castellano. Esta “genial” política de inmigración ha convertido a Cataluña en la verdadera meca de la inmigración islamista en España: a Cataluña han afluido inmigrantes no solamente magrebíes, sino paquistaníes y subsaharianos todos ellos de religión islámica. Dotados de unas tasas de reproducción algo más de tres veces superior a la de la población autóctona, el crecimiento de esta impresionante masa inintegrable, es el principal riesgo que afronta Cataluña en estos momentos. La Generalitat cree que tendiendo la mano, estos contingentes se integrarán: ignoran la brecha antropológica, religiosa y cultural que separa a la comunidad autóctona de esta bolsa de inmigración islámica. Ni hay, ni ha habido, n puede haber un “Islam catalán” como quieren los soberanistas: lo que existe es un islam presente en Cataluña que percibe claramente que ahí puede imponerse más que en cualquier otro lugar del Estado y que, precisamente, por eso está dispuesta a apoyar el proceso soberanista. No mentimos cuando vemos a una eventual “Cataluña independiente”, no un “nuevo Estado de la EU”, sino como un futuro “nuevo califato de la Liga Árabe”…

QUINTA PARTE:
APUNTES PARA UNA SOLUCIÓN

XXIII. España federal, España jacobina y España Foralista

España al salir del franquismo precisaba una descentralización urgente en 1976 que, al hacerse a prisa y corriendo sin medir suficientemente las consecuencias, degeneró pronto en el inviable “Estado de las Autonomías”. Quienes reconocen su fracaso, proponen ahora una “España Federal”, olvidando que no existe ningún caso en la historia de “estado unitario” que se haya desmembrado para reagruparse después en “federación”. Sin olvidar que el nacionalismo periférico solamente admitiría un “federalismo asimétrico” que reconociera a sus territorios una categoría diferenciada a la del resto de partes. Queda la solución Foralista: máxima descentralización a cambio de máxima lealtad. No es algo inédito en nuestra historia. El absurdo actual es que se concede más autonomía a cambio de mayor presión, cuando la autonomía debería ser un premio a la lealtad, no el producto de una presión egoísta.

XXIV. El problema de fondo: un país, dos identidades

La realidad sociológica catalana es que sobre el territorio de las cuatro provincias coexisten dos identidades lingüísticas, la identidad castellanoparlante y la identidad catalanoparlante. Al tratarse de dos lenguas hispano-romances, al existir contigüidad antropológica y cultural, la sociedad catalana es una sociedad integrada y sin más problemas que los que plantea el soberanismo y su intención de que sobre el territorio catalán solamente exista una identidad. Lo sorprendente es que sin los excesos soberanistas (y, obviamente, sin los “españolismos excluyentes”), nunca han existido problemas de convivencia, ni fricciones sociales entre ambas comunidades lingüísticas, lo que demuestra a las claras que la convivencia es posible en situaciones de normalidad.

XXV. Cataluña – España – Europa

Cataluña no es una realidad aparte de España, ni España es una realidad aparte de Europa. Geográficamente los caminos de España hacia Europa pasan a través de Cataluña. No está fuera de lugar recordar que los orígenes culturales de Cataluña y de España son idénticos derivan del mundo clásico y de la aportación del cristianismo y, en este sentido, son cultural y antropológicamente próximos sino superponibles a los de cualquier otra nación europea. La integración en una Europa hecha a través de Naciones-Estado (hacerlo a través de 150 regiones sólo en Europa Occidental es, simplemente, impracticable) obliga de manera natural a que Cataluña afirme su presencia a través del Estado Español. Las soluciones artificiosas propuestas por el soberanismo catalán para compensar la falta de “entidad nacional” y aludiendo a una “euro-región” que ocupe los inexistentes “Països Catalans” y una especie de Occitania ampliada a la Septimania y a la Aquitania francesa, crea más problemas que resuelve situaciones ya superadas y enmarca el hecho esencial: el odio soberanista hacia todo lo que sea una implicación con España.

XXVI. La cuestión lingüística

La lengua catalana se habla en Cataluña (con un nivel de utilización como lengua vehicular de entorno al 35%), de la misma forma que la lengua castellana se habla en todo el Estado. Cualquier intento de imposición de una sobre otra o de asfixia de una por otra, debe ser excluido y condenado. De cara a la enseñanza, tanto el Estado como la Generalitat tienen que facilitar al ciudadano la máxima libertad para que pueda poner en práctica su proyecto de vida personal, pueda elegir libremente la lengua en la que quiere hablar y en la que quiere que se eduquen sus hijos. Se entiende que el conocimiento de ambas lenguas es importante y la opción para hablar una u otra debe ser una decisión personal enteramente libre y realizada en función de expectativas y proyectos personales, no una imposición de ninguna estructura de poder.

XXVII. La solución al problema catalán en una nueva constitución

Como decíamos al principio, el “problema catalán” no es más que uno de los muchos problemas que han aparecido o se han recrudecido con la irrupción de la crisis económica a partir de 2007, la primera y gran crisis de la globalización. El soberanismo es un problema más generado en el ambiente de crisis económica que ha mutado en crisis social y cuya persistencia ha terminado afectando de manera demoledora al régimen nacido en 1978. No hay solución ni al soberanismo catalán, ni al resto de problemas, dentro del actual marco político y dentro del actual ciclo histórico que puede darse por concluido y fracasado. Estamos viviendo una situación similar a las que se vivió en España desde el 21 de noviembre de 1975 hasta el 12 de octubre de 1978: momentos de transición hacia un cambio de régimen. La diferencia estriba en que, mientras que en 1975 las fuerzas de recambio estaban mucho mejor definidas y sus apoyos en Europa mucho más claros, en la actualidad, la sensación es que no existe recambio, ni fuerza política con suficiente empuje social como para liderar un cambio de régimen. Fenómenos nuevos como Podemos, son el síntoma del pudrimiento del régimen nacido en 1978, pero carecen de fuerza social suficiente e incluso de proyecto viable como para asumir la transformación. El resultado de la contradicción entre un régimen que cae y otro que carece de fuerza para imponerse, solamente puede generar un escenario de inestabilidad permanente durante un largo período.

XXVIII. Liquidar el Estado de las Autonomías

El Estado de las Autonomías ha constituido un bochornoso fracaso en la historia de España. La guinda de un pastel de una larga serie de fracasos históricos que se remonta a tres siglos. Las tendencias centrífugas han terminado por prevalecer. El Estado de las Autonomías no era más que una etapa intermedia entre la España jacobina y la España descoyuntada. En el mejor de los casos, las Autonomías se han convertido en estructuras burocrático-administrativas pensadas para alimentar a las clases políticas regionales; en el peor, en estructuras paralelas al Estado previas a la secesión. Pero en cualquiera de los casos, en todas las autonomías, se ha procurado utilizar el factor emotivo y sentimental relativo a la “patria chica” como argumento y excusa para alimentar una pesada burocracia. Incluso en zonas en donde nunca ha existido nacionalismo ni soberanismo, han aparecido partidos que intentan aprovechar la tendencia natural al arraigo en la tierra natal, y transformarlo en un escudo para justificar el reparto de beneficios entre las clases políticas regionales. Para salir de esta situación solamente hay tres opciones: o volver al jacobinismo, o descoyuntar por completo al Estado, o asumir un modelo foralista. No hay una cuarta opción.

Podemos primera fuerza

Podemos primera fuerza

Info|krisis.- En 2012 aparecieron bruscamente 3.000 tiendas de cigarrillos electrónicos. Hoy, en todo el país no quedan más de 200, la mayoría de las cuales a título residual y sin muchas posibilidades de sobrevivir. Este es un país de modas. Mientras se está en la cresta de la ola, se existe; bruscamente la ola llega a la playa y entra el reflujo. Adiós. Nunca retornará. Lo que salió de ningún sitio, volverá a la nada. Hay olas que duran cuatro décadas y otras, como la de los cigarrillos, apenas veinte meses. Esto es España y nosotros los españoles. Es una fatalidad de nuestra historia. Falange Española estaba compuesta por unos pocos miles de jóvenes en marzo de 1936. Un año después había bofetadas, literalmente, para afiliarse al nacional–sindicalismo.

Durante los siguientes cuarenta años no hubo centrismo, pero un día, en 1977, se anunció como remedio universal y, de la noche a la mañana, aquellos que habían estado ausentes por tanto tiempo, se hicieron los amos del gallinero. Y luego, un PSOE que tras cuarenta años de vacaciones recuperó el pulso gracias a los dineros de la socialdemocracia alemana, se impuso sin dificultades. A partir de entonces todo quedó estabilizado… temporalmente. Ahora se anuncian tiempo nuevos. La nueva marca es Podemos.

2011: cuando el régimen pudo haberse reformado

Cuando se iniciaron las manifestaciones del 15–M era evidente que era el resultado de los primeros despuntes de una crisis política generada por la larga crisis económica que se venía experimentando desde el verano de 2007. Cuando se empezaron a notar los primeros efectos era frecuente decir: “tres millones de parados son un problema laboral, cuatro un problema social, cinco una revolución”. Vemos por los seis y, efectivamente, la “revolución” ha aparecido. No era como nos sugería la palabra “revolución”: no se produciría ni insurrección armada de masas, ni guerra civil prolongada, ni barricadas en las calles, ni olor a pólvora; como máximo unas cuantas tiendas de campaña destartaladas en plazas públicas.

De aquellas aguas salieron los lodos de Podemos. Era una “revolución” de otro tipo. Una vez más se volvió a repetir el esquema que precede a todo proceso revolucionario: quienes detentaban el poder en 2011 (Zapatero en La Moncloa y Rajoy en la oposición) estaban solamente preocupados en mejorar su imagen de cara a las elecciones que se adivinaban próximas. No se les pasó ni por un momento acometer ni consensuar las reformas que en ese momento eran necesarias. En aquel momento la erosión de la monarquía, la centrifugación nacionalista, la corrupción generalizada, la inmigración masiva, el descontento social, ya constituían el trasfondo inquietante sobre el que el sistema político español navegaba.

El 15–M fue el aviso, el toque de atención para los “propietarios” del régimen nacido en 1978 (la “banda de los cuatro”) de que era preciso reformar urgentemente el sistema. No se hizo. Se perdió el tiempo de la “reforma necesaria” que hubiera podido hacerse con apenas un consenso entre PP y PSOE. Pero unos creían que podrían mantenerse en el poder y otros que lo podían conquistar en breve plazo, así que para ellos se trataba de hacer lo que habían hecho siempre: jugar a la contra. No importaba que, en lo esencial, las posiciones del PP y del PSOE fueran, prácticamente idénticas en todos los temas relevantes y solamente diferían en cuestiones “ideológicas” muy secundarias. Lo que importaba es que la camarilla de “centro–derecha” y la de “centro–izquierda” lo querían todo para ellos y no estaban dispuestos a compartir ese todo, ni a renunciar a alguna parte. Estaban firmemente convencidos de que la salud del sistema era buena y la alternancia que empezó en 1978 se repetiría hasta el infinito.

De hecho, hoy todavía, da la sensación de que Rajoy y Pedro Sánchez piensan que no todo está perdido y que, a poco que se deshinche el fenómeno Podemos, sus siglas recuperarán el lustre de otros tiempos. Pero no será así: desde que en 1968 en una botella del Agua de Solares, la más vendida en España entre las aguas minerales, apareció una ameba, se sabe que una marca caída nunca más se recupera y que todo el dinero invertido en levantar una marca nunca sirve para mucho, siendo lo aconsejable utilizar esa inversión para crear una marca nueva que parta de cero, sin lastres ni erosiones. Los que hemos pasado por cualquier escuela de marketing conocemos este ejemplo y lo que implica. ¿Es Podemos esa marca nueva?

Podemos: ni tanto ni tan calvo

El pasado sábado, una encuesta publicada por Metroscopia y encargada por El País situaba a Podemos, por primera vez, por delante del PP y del PSOE. Podemos, como las tiendas de cigarrillos electrónicos, se han convertido en una moda generalizada; habrá que ver si el partido de Pablo Iglesias no tiene el mismo final.

Por de pronto, llama la atención lo logrado por Podemos con solamente unas cuantas intervenciones de sus dirigentes más conocidos en tertulias. No ha hecho falta hacer más: ni repartos masivos de publicidad, ni movilizaciones constantes, ni millones de carteles en las calles, ni mítines ni concentraciones continuas, Podemos no ha hecho nada de todo esto. Simplemente unas cuantas asambleas, emails y sobre todo apariciones mediáticas. Nada más. El resto de elementos que han propiciado el ascenso irresistible de Podemos lo ha puesto la “banda de los cuatro”.

PP, PSOE, CiU y PNV, parecen todavía no haberse dado cuenta de que son “responsables solidarios” de los equilibrios de fuerzas que se han dado desde 1978. Si cae uno, caen todos. Si el régimen que construyeron se quiebra, ellos se quiebran con él. Los viejos partidos monárquicos y republicanos que aparecieron con la Restauración, desaparecieron durante la República. Los partidos que fueron hegemónicos durante la República desaparecieron en el ciclo franquista. Y los que emergieron en aquel momento, no tuvieron acomodo durante la transición. Ahora les toca a la “banda de los cuatro”, hacer mutis por el foro. No es que Podemos avance por méritos propios, es que la “banda de los cuatro”, cada día, a cada hora, con sus errores y sus tropelías, sus ineficacias y sus corruptelas, con sus intereses espurios y su mediocridad retribuida, empujan a Podemos a ser hoy la opción que recoge más intención de voto.

El discurso de Podemos es simple, limitado, en ocasiones contradictoria, utópico muy  menudo, a veces ingenuo, otras no pasa de ser un estereotipo de la izquierda progresista de toda la vida, posee errores de análisis, soluciones que no son tales, maximalismos desesperantes, grupos internos poco representativos pero muy ruidosos que lo desequilibran, sectas trotskistas operando en su interior, oportunistas de todos los pelajes que se apuntan a quien parece momentáneamente caballo ganador y que desertarán al primer síntoma de cansancio. Mezclan lo mejor con lo peor. Con ellos viaja desde el viejo bolchevique resentido, hasta el humanista–universalista decepcionado con el zapaterismo y con el billete recién comprado para embarcarse en una operación humanitaria de ayuda al país más remoto que sale en los mapas de pura chiripa. Desde el estudiante airado por la perspectiva de años de becario y la posibilidad de emprender el camino del exilio económico o de la precariedad, hasta el ama de casa harta, votante habitual del PP, de que a partir del día 15 de cada mes el efectivo a disposición disminuya y el día 25 tenga ya que resignarse a las lentejas con patatas, pasando por el jubilado que conoce después de cuarenta años de trabajo lo que es la precariedad, el profesional saqueado por Hacienda, y todos aquellos resentidos con un sistema en el que en un momento creyeron y que ahora se adivina imposible. Nunca en la historia de España una opción política ha tenido una clientela socialmente más plural.

El drama de Podemos: podemos llegar a un drama

Podemos, a pesar de sus carencias, de sus limitaciones, de sus contradicciones y de las dudas que proyecta sobre el futuro, es un elemento rupturista. Es difícil decir si la encuesta de Metroscopia ha pasado por la “cocina” (a efectos de generar “alarma” y provocar reacciones y reactivaciones en los partidos tradicionales) o es la traslación de las proporciones reales de un estado de ánimo. Es más difícil aún adivinar si Podemos será algo más que un elemento rupturista que sirva para resetear el sistema de partidos surgidos en 1978. Lo único que en estos momentos está claro es:

1) Que el régimen político nacido en 1978 está viviendo su etapa crepuscular y que las siglas de la “banda de los cuatro” han entrado en una irreprimible decadencia.

2) Que el tiempo se le agota al PP y al PSOE para poder reformar de manera consensuada el sistema nacido en 1978. Ahora tienen los dos tercios de los votos en el Congreso; tras las próximas elecciones no volverán a tenerlos jamás.

3) Que Podemos ya no oculta que quiere el poder, todo el poder y el poder, no en los ayuntamientos ni en las autonomías, sino en el Estado. Ahora bien, en las actuales circunstancias, una cosa es que Podemos pueda ser el partido más votado y otra que obtenga mayoría absoluta.

En el momento en el que Podemos se vea obligado a explicitar con quien pacta o incluso si pacta con alguien, se enfrentará a su destino: cuando no se tiene fuerza social para provocar, por sí mismo, un cambio de régimen –y Podemos dista mucho de tener tal fuerza– está obligado a pactar. Y ese es el problema: que si pacta con alguna fuera superviviente de la “banda de los cuatro”, en ese mismo momento, caerá electoralmente. Si lo hace con los partidos que han nacido en la periferia del régimen y que ahora se están instalando como sustitutos (ERC, Bildu–Amaiur) la existencia misma del Estado se hace inviable y será inevitable que aparezcan resistencias.

Europa: tiempos de transición

En toda Europa estamos en momentos de cambio. Las viejas opciones en Francia, Reino Unido, Italia, Grecia, están agotadas, las siglas que han acompañado la actualidad política de esos países están en vías de renovación, son otras: Front National, UKIP, Cinque Stelle, Siryza. Los partidos tradicionales están agotados y hundidos, pero estas nuevas formaciones todavía carecen de fuerza social y de madurez suficiente como para asumir el poder y, sobre todo, para llegar a acuerdos continentales dentro del “gran espacio económico europeo”, sin los cuales no puede haber una respuesta a la globalización, necesaria para superar la actual etapa de crisis. Podemos figura entre este tipo de opciones y también a ella puede aplicarse el mismo esquema: todas estas opciones juegan mejor en la oposición que en un poder que hasta ahora no han gestionado, se han nutrido de los errores de los partidos mayoritarios, mucho más que del atractivo de sus propuestas que, como máximo, pueden reducirse a unas pocas consignas: populismo, euroescepticismo…

En última instancia estas nuevas opciones políticas tienen que actuar en un clima social en el que la población ha dejado de tener ideales para tener sólo necesidades. Atiende a sus instintos. A poco más. Y lo peor es que se mueve por modas: hoy asumen esta sigla, mañana aquella otra, el voto ha dejado de ser algo estable y cerril (quien votó socialista en febrero de 1936, seguía votando socialista en 2010…). La falta de convicciones profundas, la pérdida de capacidad crítica, la moda, siempre pasajera, caprichosa y oscilante, dictada por medios convencionales o por tendencias digitales, hace que ningún partido pueda considerarse dueño permanente de bolsas de “votos cautivos”. La inestabilidad del electorado genera directamente la inestabilidad de las naciones.

Lo que se va a instalar en España, lo hemos dicho en muchas ocasiones, es una inestabilidad permanente que durará durante todo el tiempo en el que se prolongue una transición que se presenta como larga, difícil y peligrosa: lo que nace, todavía ni tiene fuerza suficiente, ni caracteres bien definidos, y lo que muere, en tanto que receptáculo de intereses que se han mantenido durante décadas en primera fila, se resiste a morir… a pesar de que no pueda evitar ese destino, el propio de todo organismo humano.

El panorama dista mucho de estar claro: parece evidente que Podemos apuntillará –está apuntillando– a la “banda de los cuatro”. Pero no sabemos lo que ocurrirá después, especialmente porque intuimos que las carencias de Podemos pueden hacer de él un fenómeno parecido a las tiendas de cigarrillos electrónicos: hace un año 3.000, hoy apenas 200. Claro que peor es la situación del PP y del PSOE que tienen hoy tanto futuro como los videoclubs de alquiler de VHS…

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es – Prohibida la reproducción de este tema sin indicar origen.

 

 

 

Tras la valla ¿qué...?

Tras la valla ¿qué...?

Info|krisis.- En lo que va de año, 3.500 subsaharianos han saltado la valla de Melilla, la inmensa mayoría de los cuales se encuentran en estos momentos en territorio peninsular.  Parecen pocos, pero el hecho de haber conseguido forzar su entrada ilegal en España y quedarse, anima a otros muchos más a intentarlo. Por otra parte, en dos años estos 3.500 subsaharianos tendrán sus papeles en regla y podrán pedir “reagrupación familiar”. Podemos calcular que los 3.500 subsaharianos que han entrado en estos últimos diez meses, se habrán convertido en dos años en 20.000 sólo por las “reagrupaciones” y por su alta tasa de natalidad. Pocos de ellos habrán aportado algo a la tesorería de la Seguridad Social. Tal es el drama.

El CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes) de Melilla tiene una situación muy degradada. Sus gestores no pueden hacerlo mejor porque les faltan medios y les sobra masificación. En tales condiciones los profesionales de este servicio están literalmente desbordados y sin posibilidades de poder canalizar el flujo migratorio. Lo peor está por llegar: según la Delegación del Gobierno de Melilla, en estos momentos, hay 80.000 subsaharianos que están esperando para saltar la valla, merodeando en las zonas fronterizas. ¿A dónde van a parar quienes logran saltar la valla? Salvo las raras “expulsiones en caliente” que se producen, la inmensa mayoría son trasladados a la península. Sorpréndanse con el retorcido recorrido que siguen.

Un juez que ejerce en Melilla, Fernando Portillo, explica lo que ocurre inmediatamente después de que los inmigrantes se descuelgan por la parte española de la valla: Cuando un inmigrante entra en Melilla saltando la valla (o nadando, o en patera, o por la frontera oculto en un coche, o usando un pasaporte falso) lo hace ilegalmente y, por tanto, se convierte en un inmigrante ilegal. Tras ser identificado por la policía y darle de alta en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), el Gobierno inicia contra ellos un procedimiento que, en términos generales y para no complicar la explicación, llamaremos de expulsión, regulado en la Ley Orgánica 4/2000 sobre Derechos y Libertades de los Extranjeros en España y su Integración Social. Este procedimiento no es judicial, es administrativo. Es el poder ejecutivo tratando de devolver a un ciudadano que ha entrado irregularmente en Melilla a su país de origen. El poder judicial no dice nada. Y no intervendrá hasta que ese procedimiento administrativo de expulsión acabe, en el caso de Melilla siempre con una resolución de expulsión/devolución, pues entonces ésta puede ser (y es habitualmente) recurrida ante los tribunales de lo contencioso-administrativo. Durante la tramitación del procedimiento de expulsión estos subsaharianos que corrían alegres al entrar en Melilla pueden seguir haciéndolo porque son libres. No están detenidos ni privados de libertad. Pueden ir y venir a donde les plazca. Dentro de Melilla, eso sí, porque su condición de ilegales no les permite adquirir válidamente un billete de barco o avión para cruzar a la Europa continental. Pero en Melilla son hombres libres, e incluso su estancia en el CETI es voluntaria. Si se quedan ahí es porque no tienen nada, y al menos en el CETI se les da un techo y tres comidas al día, pero realmente pueden dormir y comer donde quieran; o puedan. De hecho, dada la saturación del CETI, no son pocos los que en el pasado reciente han optado por construir chabolas y malvivir entre cartones y basura”.

Hemos hablado personalmente con responsables del CETI de Melilla que nos cuentan lo que Fernando Portillo no dice: que muchos de los inmigrantes ilegales que permanecen dentro y fuera del CETI se dedican al trapicheo de drogas. Entran ilegalmente, sobreviven ilegalmente… ¿cómo explicarles que están obligados a respetar alguna ley? Y, sobre todo, ¿cuándo explicárselo de manera que sea creíble? Porque los inmigrantes, cuando llegan lo que perciben inmediatamente es que cualquier ley puede vulnerarse y aquí no pasa nada. Absolutamente nada.

Prosigue el juez Portillo: “Ahora bien, esa libertad de la que gozan puede tener su fin si el Gobierno, durante la tramitación del procedimiento de expulsión, pide al poder judicial que autorice el internamiento del inmigrante en un Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) y el juez lo autoriza. Un CIE ya sí es un establecimiento donde los extranjeros están privados de libertad. Es, a todos los efectos prácticos, una cárcel. Como decía, el procedimiento de expulsión no es judicial, es administrativo. Pero si la Administración quiere privar de libertad a alguien durante el proceso debe autorizarlo un juez, en este caso el juez que está de guardia. Al tratarse de la limitación de un derecho fundamental es necesario que un juez dé el visto bueno. Era típico en Melilla antes de la crisis que la policía trajese al juzgado de guardia entre 30 y 50 extranjeros a la semana para que el juez autorizase su ingreso en un CIE”.

Pero ¿qué ocurre? Pues ocurre que cada semana unos 50 inmigrantes son llevados al juzgado para ingresar en un CIE ¡porque en Melilla no lo hay! La mayoría, en efecto, todos están en la península: Madrid, Barcelona, Murcia, Málaga, Algeciras y Valencia… ¡justo donde los subsaharianos quieren establecerse! Este procedimiento judicial lo único que hace es pagarles con cargo a los Presupuestos Generales del Estado, es decir a los bolsillo de usted y yo, el billete para la última parte de su viaje. No sirve para nada más. Porque, ante estos casos, los jueces están obligados a respetar la ley… una ley que dice que el inmigrante debe estar en situación de internamiento cuando se le notifique la resolución de expulsión. Dado que el gobierno no tiene la certeza de donde se encontrará cuando un juzgado emita esa resolución, pide al juez que se le interne para garantizar s localización. Por eso, los jueces de Melilla autorizan siempre el internamiento de los ilegales en un CIE… peninsular. Que es, en lugar de un castigo, el premio final para el inmigrante ilegal.

Mientras la UE en una circular de 2011 sugería que los inmigrantes fueran recluidos en este tipo de centros durante un máximo de 18 meses, el gobierno Zapatero en la reforma del Reglamento de Inmigración, estableció solamente sesenta días de internamiento como máximo. ¿Dónde está la trampa generada por el infame zapaterismo? ¡¡que estos procesos para la expulsión duran SIEMPRE más de sesenta días!! ¿Por qué tantas dilaciones? Es fácil entenderlo: porque la muy garantista Ley de Inmigración y su reglamento prescriben que para expulsar a un inmigrante haya que realizar un trámite kilométrico, casi un “parto de los montes” que empieza cuando los inmigrantes mienten sobre su origen o callan simplemente su nacionalidad, el gobierno pide información a un gobierno africano para que reconozca o no si es ciudadano suyo y para solicitar si consiente la repatriación…

Pero, incluso llegado a ese punto, cuando llega la resolución de expulsión, lo que el inmigrante recibe (o lo que se anota en su expediente) es que se le conmina a abandonar el territorio nacional y, salvo que se trate de una expulsión por “vía de urgencia”, el procedimiento normal consiste en enviar simplemente una carta a la dirección postal que ha dado el inmigrante y confiar en su buena voluntad para abandonar el país en el tiempo prescrito… algo que ninguno, óigase bien, ninguno de ellos, ha hecho jamás en los últimos 20 años.

Todo esto sería un mal chiste del zapaterismo sino fuera porque el gobierno Rajoy ha tenido tres años para liquidar este absurdo y no ha hecho absolutamente nada, aumentando cada año el efecto llamada. La “amistad” de Felipe VI con Mohamed VI contribuye a que el Estado Marroquí, habitualmente decida aliviar la presión migratoria que sufre por el sur aliviando la presión en la valla de Melilla…

Queda hablar de las “expulsiones en caliente”. Se realizan en virtud del convenio hispano-marroquí de enero de 1992… que entró en vigor, incomprensiblemente, veinte años después, en diciembre de 2012, según el cual Marruecos está obligado a aceptar a los inmigrantes de terceros países que hayan entrado ilegalmente en Ceuta y Melilla, a través de un procedimiento rápido (solicitud formal en plazo, identificación del inmigrante, aportados de datos sobre cómo entró, etc) y todo ello si el inmigrante no pide asilo político, en cuyo caso, se paraliza la “expulsión en caliente”. Contrariamente a lo que sostienen las ONGs, este tipo de expulsiones son excepciones: en primer lugar, porque Marruecos no las admite, salvo que se trate de alguien que ha cometido algún delito en ese país, y en segundo lugar, porque el inmigrante sometido a este procedimiento… inmediatamente pide asilo político paralizándolo.

De lo cual se deduce que todos los que intentan saltar la valla y lo consiguen, por ese mismo hecho, en un plazo máximo de dos años, se convierten en inmigrantes legales. La ilegalidad termina generando legalidad. Como si un atracador, a fuerza de atracar bancos, finalmente, le ofrecieran un puesto de director de sucursal bancaria…

Todo esto no es un chiste: es una realidad, ocurre aquí y ahora, de manera tan reiterada como incomprensible. Y ocurre en tierra española, en Melilla. El gobierno mira a otro lugar. Ya se sabe cuál es la técnica de Rajoy para resolver los problemas: dejarlos pudrid. Pero ahora están en juego muchas más cosas que los 3.500 inmigrantes que han entrado en España desde el mes de enero de 2014: ahora, la principal amenaza de entrada del ébola que se da en nuestro país tiene que ver con estas oleadas descontroladas. Y no sólo del ébola: en cualquier país “normal”, el certificado médico expedido por un servicio reconocido por el consulado de ese país más próximo al lugar de residencia del aspirante a inmigrar es condición sine qua non para poder entrar. En España no. Hasta ahora esto ha generado la reaparición de enfermedades desterradas y la llegada de nuevas enfermedades procedentes de zonas tropicales. Además, por supuesto, de SIDA, enfermedad a la que la población africana es particularmente sensible.

Hace falta atajar de una vez por todas las llegadas masivas de una inmigración que llega sin mostrar el más mínimo respeto ni interés por nuestro aparato legislativo y que entra sin entender que la base de nuestra convivencia es el respeto a la ley. Pero también, no lo olvidemos, se trata de una inmigración que no trae absolutamente ningún valor añadido: que carece completamente de formación profesional, que llega a un país con el mercado laboral hundido por completo y sin esperanzas de que se puede revitalizar… antes de 2020. Estos inmigrantes sobrevivirán solamente realizando trabajo negro o bien delinquiendo. Es inevitable. Y, por supuesto, en cualquiera de los dos casos, serán mantenidos con cargo a la caridad pública. Insostenible, intolerable, inasumible y, por supuesto, sobre todo, vergonzoso, abochornante y tercermundista. Una política de inmigración de seriedad muy inferior a la de cualquier país bananero.

Tal es la política de Rajoy y del PP en materia de inmigración. Como la de Zapatero. Peor imposible.

(c) Ernesto Milá - info|krisis - infokrisis@yahoo.com - Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.

3 salidas para Cataluña

3 salidas para Cataluña

Info|krisis.- La semana transcurrida entre el 13 y el 19 de mayo ha sido decisiva para el decantamiento de las posiciones en el “conflicto soberanista” catalán. A partir de ahora se van a producir pocas novedades en su desarrollo y prácticamente toda Cataluña vive ya un clima pre–electoral. El único que no parece darse por enterado es Artur Mas y su partido que siguen sin tener remplazo. Será difícil que Mas repita como cabeza de lista. ERC, en cambio, se siente obligada por las encuestas que le auguran el ser el próximo partido más votado y sigue lanzando proclamas de desobediencia cívica y de “independencia para mañana”. Todos sabemos cómo, más o menos, como se desarrollarán los acontecimientos futuros. Incluso Oriol Junqueras. De ahí sus lagrimones.

La reunión del lunes 13 de todos los grupos comprometidos en el “frente soberanista” acarreó una gran desilusión. Se había evidenciado que el gobierno se negaba a autorizar el referéndum tal como lo concebían inicialmente las organizaciones soberanistas, ya no había margen de maniobra, ni espacio para la negociación y se tiró por la vía del sucedáneo. Lo que ha ocurrido a partir de entonces ha sido una sucesión vertiginosa de electroshoks sufridos por parte de los grupos soberanistas de los que solamente unos pocos dirigentes (Artur Mas y Oriol Junqueras) son conscientes de que están perdiendo la partida. Pero ni siquiera estos tienen la misma respuesta a la pregunta inquietante de “¿cómo salir de la situación?”. Hay pocas vías, en realidad. Repasémoslas.

¿Elecciones plebiscitarias?

Artur Mas, consciente de que lo va a tener difícil (imposible, en realidad) para obtener un resultado electoral que no sea considerado una catástrofe, sigue apelando a unas “elecciones plebiscitarias” en las que se presentaría unido en una sola candidatura el “bloque soberanista” para acto seguido poder ejercer más presión sobre el gobierno de Madrid o bien para certificar la escisión catalana. Nadie ha hablado de cómo se distribuirían las posiciones en el interior de una candidatura de este tipo, ni quién la encabezaría, ni cuáles serían los porcentajes de representación de cada fuerza, ni en qué orden estarían…

Obviamente, no hace falta ser un lince para saber que Mas haría valer el hecho de que, aquí y ahora, hoy, CiU es la fuerza mayoritaria en función de los resultados electorales de 2010, esto es, anteayer, y difícilmente aceptaría el hecho de que ha perdido un mínimo de un tercio de los votos que obtuvo entonces.

Obviamente, Oriol Junqueras lo ve de otra manera: ¿para qué aceptar la participación en unas “elecciones plebiscitarias” si hoy las encuestas parecen consagrarlo como la fuerza más votada? CiU tiene necesidad de enmascarar su debilidad electoral actual mediante ese recurso inédito en la constitución y en la legislación española de las “elecciones plebiscitarias”. Pero no así ERC.

En última instancia, Mas ha sondeado ya a los dirigentes del Ómnium y de la ANC, para ver si estarían dispuestos a marchar con él en un proyecto de este tipo. La respuesta no ha sido satisfactoria e incluso se ha comentado el que estos sectores que hasta ahora no han tenido configuración de partidos, pero sí han sido amamantados directamente por la Generalitat nacionalista desde su origen mismo (y el Ómnium por Banca Catalana desde su fundación en los años sesenta) podrían preparar una candidatura propia, independiente de ERC y de la maltrecha CiU. Una especie de Podemos soberanista. La criatura creada por el nacionalismo moderado a efectos de presionar más y mejor al gobierno español, se cree más fuerte hoy que la matriz que lo ayudó a nacer y lo ha ido alimentando durante estos años, reflejando el tradicional refrán español de “Cría cuervos y te arrancarán los ojos”.

No, no se convocarán elecciones plebiscitarias jamás.

¿Declaración unilateral de independencia?

De cara a su electorado y a demostrar un “músculo” que no tiene, ERC ha propuesto que en caso de no celebrarse el referéndum se opte por la montaraz declaración unilateral de independencia el 9–N. También aquí, el propio Oriol Junqueras parece verse arrastrado por unas bases que desde 2004 creían en el tótem levantado por Carod–Rovira en los tiempos del primer tripartito con Maragall: “2014 será el año de la independencia de Cataluña”. Durante estos últimos 10 años, ERC ha actuado solamente con esta perspectiva estratégica a despecho de cualquier otra consideración. El estallido de la crisis económica en 2007 y su dramático reconocimiento en 2008, ha jugado a favor de la tesis independentista en la medida en que ERC la ha manejado realizando un nexo causal extremadamente simple: “crisis = gobierno de Madrid; Solos nos irá mejor”, razonamiento que CiU no podía hacer puesto que estaba en el poder gestionando el día a día de la Generalitat.

Pero el 2014 ya está aquí y los errores cometidos por ERC confirmar en que su clase política tiene un alto nivel de emotividad y un bajo nivel de racionalidad y de comprensión de los mecanismos de la política: el referéndum escocés demuestra que no siempre los referéndums soberanistas triunfan. En Québec se han celebrado en 1980 y 1995 siendo derrotados los nacionalistas en ambos y, además, ampliamente. Sin embargo, en Cataluña, ERC daba por hecho que si había referéndum el único resultado posible sería el apoyo masivo a la independencia. Algo que dista mucho de ser probable.

El “bloque soberanista” ha optado por encargar ¡antes de conocer el resultado de un eventual referéndum! una constitución, llegando a crear incluso un “consejo para la transición hacia la independencia”… Ese ha sido el primer gran error de ERC: obnubilarse con las masivas manifestaciones de los tres últimos 11–S cuyos efectivos han sido hinchados entre un 200 y un 300% y comparárlos con los 12–O, sin tener en cuenta que los primeros recibían el apoyo directo de la Generalitat y de su “Brunete mediática”, mientras que la Delegación del Gobierno de Barcelona no prestó absolutamente ningún apoyo a Societat Civil Catalana, Somatemps, etc. Era evidente –y ERC lo ha olvidado por completo– que hay otros muchos elementos que entran en juego y que desdicen por completo el apoyo masivo a la independencia.

Para entender cómo ha sido posible que ERC se instalara en el desenfoque de que la “independencia es posible” y de que basta con “echarse al monte” para alcanzarla si no les dejan llegar a ella mediante el referéndum considerado como mero formalismo, hace falta conocer cuál es la vida y los hábitos de un militante y simpatizante de ERC: ven casi en exclusiva medios de comunicación catalana, no leen más prensa escrita que la escrita en catalán, son endógamos, suelen hablar solamente con gente que comparte sus puntos de vista, tienen muy poca relación más allá de ese 35% de población que tiene el catalán como lengua vehicular… y así sucesivamente. El resultado es que difícilmente pueden concebir que sus puntos de vista no sean mayoritarios en la sociedad catalana. Obviamente se equivocan.

Es posible que algún dirigente de ERC tenga algún instante de lucidez racional y que su emotividad y sentimentalismo soberanista entre en contradicción con la lógica, la racionalidad y el sentido común: así se explican los lagrimones del buey herido, Oriol Junqueras, que ya no sabe por qué salida optar. 

Salvo que Junqueras quiera emular a Lluis Companys y proclamar durante unas pocas horas la “República Catalana”, justo antes de entrar en prisión, nadie se irá a las montañas el 9–N, ni ocurrirá nada particularmente desagradable. El “pedro ladrador” nunca suele pasar al mordisco. Y en este caso, casi nos atrevemos a afirmar que lo esencial del nacionalismo solamente piensa en términos de dentelladas al presupuesto de la Generalitat, obviamente mucho mejor que el rancho de Can Brians o los chinches de la Cárcel Modelo.

¿Referéndum de “baja cota”?

La salida propuesta por Artur Mas consiste en celebrar un remedo de consulta popular ya que el Constitucional prohíbe la celebración del referéndum. Para Mas esto supondría cumplir su promesa, mil veces repetida, de que habrá “consulta” el 9–N. Pero, claro, fallan las garantías: ¿quién vota? ¿en función de qué censo? ¿quién realiza el recuento? ¿cuáles son los medios que ofrece la Generalitat –si es que legalmente puede ofrecer alguno– a las dos partes? Y los simulacros de cartón no son asumibles cuando se ha prometido el palacio de jade.

Para Mas esta es la salida alternativa a las elecciones plebiscitarias. Pero el sabor amargo que deja esta opción en el bloque soberanista es inasumible: salvo Pilar Rahola y el portavoz de la Generalitat, ese futuro parado de Francesc Homs, nadie parece haberse tomado en serio esta propuesta que incluye, como en EEUU, el que los ciudadanos tengan que darse de alta para la consulta, y quince días de urnas abiertas… un parto de los montes para algo que va a ser exclusivamente simbólico.

La otra posibilidad es simplemente poner las urnas de cartón, mesas y sillas plegables en las calles y esperar a que más del 19% del electorado se tome en serio la iniciativa (todavía el nacionalismo mitifica la primera consulta popular en Arenys de Munt, una pequeña población catalana –cuyo gran problema no es la independencia sino la inmigración islamista– en la que el 40% del electorado acudió a votar en un 96% a la independencia. La oleada de consultas que siguió rebajó la participación a una media del 19%).

Un sector soberanista (ANC, Ómnium, Dret a dicidir) se muestran partidarios de esta opción a pesar de que su única repercusión sería simbólica y los resultados cuestionables por total absoluta de garantías–

¿Elecciones anticipadas?

Nadie convoca unas elecciones para perderlas. Y Artur Mas no quiere ser una excepción. Pero tampoco nadie puede agotar una legislatura cuando carece completamente de apoyos. Durán i Lleida, el socio de Artur Mas en CiU, ha dado pasos para obtener del PSC apoyos parlamentarios, siendo como es el otro partido que más perjudicado saldría de una próxima consulta electoral y, por tanto, que más interesado está en retrasar las elecciones. Pero el PSC está tan fragmentado interiormente que un apoyo de este tipo podría terminar de romperlo.

La recomposición de las relaciones con ERC es imposible en las actuales circunstancias y la brecha terminará por irse agrandando a medida que pasen las semanas. Las grupos no políticos que han apoyado el referéndum no están representados en el parlamento por lo tanto no pueden constituir en modo alguno “soportes” para la inmensa soledad parlamentaria de CiU. Y en estas condiciones el gobierno catalán, presionado por los escándalos de corrupción –veremos cuándo tocan a Artur Mas y a Felip Puig de lleno–, pudiendo ofrecer solamente un referéndum de “baja cota”, con las encuestas en contra, con el frente soberanista roto, es imposible que Mas se mantenga hasta el final de la legislatura.

ERC ha comprobado también esta semana que la tensión soberanista (obsesiva en algunos medios de comunicación catalanes y que están llevando al descenso de sus audiencias) no puede mantenerse indefinidamente. La Vanguardia ha colocado en un lugar muy secundario de su web las fotos y referencias de la manifestación soberanista del domingo 19 de octubre en la Plaza de Cataluña. A estas alturas, la asistencia no merece figurar en las crónicas: 110.000 personas según la Guardia Urbana. Si hubiéramos de pensar en que estas manifestaciones significan algo habría que concluir que el soberanismo callejero ha entrado en reflujo. ERC lo sabe mejor que nadie: Artur Mas ha llegado al punto máximo de desprestigio, la sigla CiU es un cadáver político; ahora es cuando hay que presionar para convocar elecciones anticipadas, ahora que ERC está en la cresta de la ola, de lo contrario, nunca se sabe lo que puede ocurrir cuando dentro de unas semanas el electorado soberanista se sienta engañado por quienes les habían dicho que la independencia era cuestión de semanas y cuando ya otras fuerzas llaman a la puerta (Ada Colau, Podemos, Ciutadans).

Un pequeño escándalo más, una imputación de algún conseller en activo (Felip Puig tiene todas las papeletas), del propio Mas o de alguien de su entorno inmediato, y el “president” no tendrá más remedio que convocar elecciones para enero o febrero. Inevitables y única salida a la actual crisis. Es evidente que tal solución, a la postre, no solucionará gran cosa: ERC en el poder seguirá sin saber qué hacer, ni de qué hablar más que de la independencia. Pero, al menos la “sociedad civil” tendrá tiempo de reaccionar, el “seny” catalán podría incluso reaparecer y ganar fuerza, a medida que se deshincha el espantajo soberanista. De todas formas auguramos un largo período de inestabilidad para Cataluña y para España agravado por la imposible recuperación económica. Y no lo decimos ahora, sino que desde hace seis meses apostamos porque este sería el esquema que se iría dando a medida que se aproximara el 9-N.

¿Implica todo esto algo para los identitarios?

Si las elecciones autonómicas se producen antes de las municipales –algo a estas alturas que nos parece inevitable– parece evidente que  el resultado de estas repercutirá directamente en el resultado de los comicios locales. Si alguien no está presente, aunque sea de manera simbólica intentando mejorar resultados, en las autonómicas, corre el riesgo de ver como su margen de maniobra se empequeñece en las municipales que seguirán casi inmediatamente.

Ciutadans irrumpirá en aquellos lugares en los que PxC ha tenido representación en el cinturón industrial de Barcelona. Y van a irrumpir con fuerza. Si PxC está ausente en las autonómicas, retrocederá en las municipales, inevitablemente. Están demasiado cerca una y otra consulta como para pensar que no interrelacionarán. Mejor hubiera sido la situación para PxC si el orden electoral fuera el normal: primer municipales, luego autonómicas. Pero la fatalidad impone condiciones subjetivas ante las que no puede hacerse gran cosa.

Pero si PxC quiere un consejo –y se lo dice un amigo al que tampoco le va mucho en esto–, le sugeriría trabajar en tres direcciones que me limito a apuntar:

1) Elaborar un programa imaginativo y un discurso nuevo, radical y sonoro, dirigido a los grupos sociales susceptibles de apoyar su opción.

2) Estar presentes en las elecciones autonómicas de alguna manera, por ejemplo, concentrando esfuerzos en una de las cuatro provincias catalanas en las que más fácil le resultaría obtener resultados apreciables y en donde tendría mejores resultados con menor inversión.

3) Afirmar un liderazgo y reforzar la comunicación y la presencia del partido en redes sociales, elaborar una política de alianzas dentro de Cataluña.

Afrontar estos problemas es lo que supondrá la “prueba del 9” sobre la madurez política para PxC, organización a la que la fatalidad ha obligado a actuar en un clima particularmente desfavorable, y donde los problemas principales (inmigración masiva, islamización de Cataluña, desertización industrial, corrupción generalizada, degradación de las condiciones de vida), se ocultan tras el señuelo soberanista. A fin de cuentas, hoy, PxC tiene la posibilidad de rescatar algo que el nacionalismo ha desterrado de Cataluña: el “seny”, el sentido común. Y de hacer que, por primera vez, “seny” y “rauxa” se aúnen de manera efectiva en un proyecto político.

Porque lo que en la Cataluña de 2014 si alguien quiere estar presente, no puede pasar desapercibido.