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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

NACIONAL

Asimetría del caos

Asimetría del caos

Info|krisis.- Las últimas encuestas de opinión muestran que la erosión del PSOE es irreversible, mientras que Podemos se ha estancado e IU no se recupera. El PSOE solamente resiste, mal que bien, en Andalucía, acosado por procedimientos judiciales pero con una estructura clientelar que le da cierta tranquilidad. Mientras, ERC, compitiendo por ser el partido mayoritario en Cataluña, ve, horrorizada, como el voto de protesta abandona el soberanismo y se orienta hacia Podemos. ¿Y a la derecha? ¿Cómo está la derecha ante la crisis de las formaciones hasta ahora mayoritarias que se inició en las pasadas elecciones europeas? Esta es la cuestión: la derecha, está, a pesar de los pesares, resistiendo mejor.

Vaya por delante que, en las actuales circunstancias, cuando cualquier empresa de sondeos acepta firmar no importa qué resultados, con tal de que el beneficiario de los datos los pague bien, fiarse de las encuestas resulta algo imprudente. La última encuesta publicada por El País, dando como vencedor en Madrid al PSOE es algo más que increíble: es la muestra de que la opinión pública puede ser manipulada como se manipula un bloque de arcilla. Todo depende, pues, de quien publique las encuestas, de en qué momento se publiquen y si encajan o no con la percepción que tenemos de lo que está ocurriendo en la calle.

El que una encuesta pagada por La Razón  y realizada por NC Report (una las empresas que, por cierto, más fallan en las encuestas a pesar de alegar que trabajan con una muestra más amplia) indicara el pasado 15 de febrero que el PP conserva un 29,3% de votos o que Ciudadanos experimenta un crecimiento importante, o que Podemos se ha estancado, no sería demasiado, sino fuera porque la percepción directa de la realidad abona es posibilidad.

Podemos estancado. Ciudadano en ascenso

En efecto, las campañas contra Podemos, intentando erosionar la credibilidad de su equipo dirigente vinculándolo a defraudaciones al fisco, subvenciones inconfesables, pagos por trabajos no realizados, e incluso enriquecimientos súbitos, ha terminado cortando el irresistible ascenso de esta formación. No es que sus miembros se hayan resentido con estos datos (en la medida en que se alimentan de circuitos propios de información), sino que su publicación ha contribuido a cortar su crecimiento, especialmente en aquellos que no estaban integrados en las tupidas redes sociales que rodean a esta formación.

En lo que se refiere al crecimiento de Ciudadanos es un efecto directo de la crisis interior de UPyD que difícilmente levantará cabeza como no sea aceptando ir a remolque de Albert Rivera. Sin olvidar que la irrupción de este último en distintas tertulias de varios canales de televisión ha contribuido a facilitarle el salto a la fama desde Cataluña a todo el Estado. La cuestión a discutir y lo que no parece tan evidente es de dónde proceden los nuevos simpatizantes de Ciudadanos. Una parte está compuesta por gente joven (en Cataluña esto es muy perceptible: la gente joven no nacionalista, en principio apolítica, vota a Ciudadanos). Otro contingente procede del centro político “puro”, espacio del que Ciudadanos está decidido a apropiarse y que, desde la desintegración del CDS y, especialmente, de UCD, ha estado huérfano y disputado por el centro–derecha y el centro–izquierda. Es en este “centro” en donde se están erosionando tanto el PP como, especialmente, el PSOE. De ahí le vienen los votos a Ciudadanos.

¿Por qué el PP “aguanta el tirón”?

Finalmente, la presencia de Rajoy en los medios alardeando de buenas cifras económicas, es recibida por los electores de la derecha con alegría y les reafirma en que su opción es la única que puede sacar a España de la crisis económica. El hundimiento del PSOE ha hecho lo demás. En realidad, la situación económica no está tan bien como el gobierno pretende: la propia banca privada española sabe que sus beneficios en Iberoamérica se están recortando, el sector inmobiliario tiene como compradores a fondos de inversión o a grandes empresas en vistas a descender su cuenta de beneficios ahorrando pago de impuestos.

Con el mercado laboral estabilizado, la creación de nuevas empresas a cero, las exportaciones estancadas, el único dato real es que la prima de riesgo se sitúa por debajo de los 100 puntos… demostrando solamente que el Estado Español paga sus deudas (sin olvidar que lo que se está pagando hasta ahora, después de siete años de austeridad, son ¡los intereses de la deuda!, no el mayor de la deuda que sigue por encima del billón de euros).

Sin embargo, el gobierno sabe –todos los gobiernos lo saben– que repitiendo una mentira mil veces, logra evitarse afrontar la realidad. Tal es la estrategia del PP para evitar la sangría de unos votos que podrían ir hacia la derecha de la derecha o el nuevo centro que se divisa en el horizonte. El PP, por tanto, “aguanta el tirón” porque dispone de los recursos del poder para transmitir una mentira: el de que la crisis ha quedado atrás.

La reciente crisis del PSOE madrileño ha evidenciado más y más disputas internas en un partido que está atomizado “horizontalmente” (cada vez las antiguas “federaciones”, convertidas en partidos autónomos, elaboran estrategias propias de supervivencia) y sufre enfrentamientos “verticales” (entre distintos dirigentes por la elaboración de las candidaturas, entre “barones regionales” y dirigentes nacionales, entre distintas actitudes estratégicas: pactar en el futuro con el PP, o con Podemos).

El cuadro–resumen de estas tendencias centrífugas lleva inevitablemente al estallido del PSOE o bien a su desplome electoral que precederá a la desintegración orgánica. Ésta tiene hitos: ver cuál es el resultado de las elecciones andaluzas (Susana Díaz ganará, claro, pero ¿por qué margen? ¿con quién pactará?), esperar a las elecciones municipales (en las que el partido perderá cientos de concejalías y alberga solamente la quimera de “conquistar Madrid” como buque insignia que oculte momentáneamente la verdadera dimensión de la crisis del partido) y rezar para que el 27–S quede algo del Partido Socialista de Cataluña.

Asimetría en la desintegración del régimen ¿por qué?

Parece evidente, a estas alturas, que existe una asimetría en la velocidad con que las fuerzas que dieron lugar al régimen de 1978 se están descomponiendo. Resumimos: la derecha soporta mejor el golpe que la izquierda. La recomposición de fuerzas parece afectar especialmente a todo lo situado desde la frontera entre el centro–derecha y el centro hasta la izquierda. Mientras este amplio sector del mapa político está en plena efervescencia, el PP no se está viendo afectado por sus propios escándalos (que no son pocos y ante los cuales, las especulaciones de los dirigentes de Podemos parecen un juego de niños), ni por una gestión de la crisis que, en realidad, no pasa de ser un enmascaramiento de la misma, ni por la ausencia de grandes reformas. ¿A qué se debe esta actitud?

La respuesta está en casi cuarenta años de bipartidismo. Frecuentemente, los electores no han votado al PSOE o al PP, sino “contra el PSOE” y “contra el PP”. El electorado de izquierdas teme las medidas antisociales de la derecha, mientras que el electorado de derechas está muy alerta sobre alzas impositivas y medidas de “ingeniería social”. Unos achacan a los otros las más altas cotas de corrupción, la mayor ineptitud en la gestión de problemas como el terrorismo, la cuestión autonómica y las libertades… y viceversa. Una muestra de la “hemiplejia” mental de la que hablaba Ortega y Gasset hace 90 años.

En la medida en la que la crisis del PSOE se ha exteriorizado antes, el electorado de derechas celebra este hundimiento, transforma su odio hacia el PSOE en desprecio, y traslada su agresividad contra Podemos: en las próximas elecciones veremos como el PP se presenta como el “voto útil” contra Podemos, sabiendo que, en caso de no obtener mayoría absoluta (lo cual parece probable), deberán optar por un gobierno de coalición con lo que quede del PSOE. El primer paso ya está dado: es la firma del Pacto Antiterrorista. Cuando la derecha haya desplazado toda su animadversión hacia Podemos, el PSOE será presentado como garante de la constitución de 1978.

El otro factor que ha garantizado el desgaste de la izquierda, pero ha contribuido al mantenimiento de la derecha ha sido la ausencia de un debate de ideas en este último sector. Mientras que el movimiento del 15–M sacudió a la sociedad española y abrió el interés de los informativos por lo que se estaba cociendo en la calle, convirtiendo a un oscuro profesor de Políticas con coleta en tertuliano habitual, la derecha consiguió reabsorber toda muestra de disidencia que podía surgir en sus márgenes. Al final, cualquier “disidente” se conformaba con publicar algún artículo en ABC, aparecer de tanto en tanto en Intereconomía o bien, como en los 80, recibir algún sueldecillo de cualquier Fundación próxima al PP. La derecha todavía permanece en el debate doctrinal de los años 70 y 80: para ella no existe ni la globalización, ni los problemas derivados de la ecología, ni de los nuevos modelos sociales, ni ha entendido la nueva situación internacional.

Los temas habituales de la derecha: terrorismo, aborto, anticomunismo, occidentalismo, unidad nacional, franquismo, expresados en los mismos términos que a finales de los años 70, no tienen respuesta –al menos, respuesta audible– ni en la derecha, ni más allá de la derecha. La ausencia de preocupación intelectual en el interior del PP es, precisamente, lo que garantiza su unidad e incluso el reemplazo generacional. A los jóvenes de la derecha no les interesan las ideas, sino encontrar un lugar bajo el sol del poder. El “pequeño Nicolás” es un ejemplo, lamentable, triste y caricaturesco de esta actitud.

Los debates de ideas fraccionan siempre inevitablemente. Por eso Fraga les tenía horror y por eso irradió a Verstrynge, seguramente el único que en aquel momento –en los ochenta– podía renovar intelectualmente a la derecha. La ausencia de debate mantiene unidos en torno a los valores de siempre… a pesar de que la sociedad vaya cambiando. Hoy en la derecha no hay ningún fenómeno remotamente parecido o equivalente a Podemos. Si el PP tiene fugas de votos, es, por el momento, hacia el centro, no hacia su derecha.

Salvo que ocurra un desastre electoral en Andalucía o que la pérdida de concejales que registre el PP en mayo sea mayor a la prevista, el PP, al menos durante unos meses seguirá manteniendo sus posiciones. Pero el tiempo pasa: eternamente no se puede anunciar que la crisis ha quedado atrás, mientras las cifras del paro siguen siendo preocupantes, los desahucios  por impago de hipotecas constantes, los salarios no repunten y el mayor de la deuda no se contraiga; mientras no se genere un nuevo modelo económico que vaya más allá del monocultivo turístico y se resuelva definitivamente el sumidero autonómico, mientras no se ponga coto a la globalización y se renegocie el Tratado de Adhesión con la UE  (y no se ve cómo nada de todo esto podría ocurrir), la crisis no quedará atrás y el centro–derecha (solo o en compañía de otros, esto es, en “gran coalición” tras las próximas generales) seguirá teniendo la espada de Damocles sobre su cabeza.

El que el PP esté resistiendo mejor que el PSOE, no quiere decir que esto vaya a durar siempre. Y, de hecho, aunque solamente la “pata de centro–izquierda” del régimen de 1978 quede desintegrada, lo único que implica es que a partir de las próximas competiciones electorales, la inestabilidad se instalará en la política española.

© Ernesto Milá – Info|krisis – ernestomila@yahoo.es – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.

 

 

 

Gómez contra Sánchez

Gómez contra Sánchez

Info|Krisis.- La destitución de Tomás Gómez y de la ejecutiva de la Federación Socialista Madrileña es una nueva etapa en la desintegración del PSOE. Si nuestra generación vio como caía la URSS que hasta 1987 pareció inamovible, salvando distancias, ahora estamos pudiendo asistir el desplome interior del PSOE. A un partido que ya no era “obrero”, cuya estructura federal desdecía la “E” de español, que no era socialista sino socialdemócrata, solamente le quedaba la “P” y todo induce a pensar que logrará conservarla, al menos durante unos meses, solo que con minúscula: “partido” como sinónimo de fraccionado, fragmentado, desmembrado, despedazado, desmenuzado…

Gómez intentó utilizar la FSM como trampolín para configurarse como el “Rodríguez Zapatero bis”. Como él, intentó presentarse como un humanista y universalista pletórico de buenas intenciones, henchido de amor por las clases desfavorecidas, la inmigración y cualquier otro sufridor nato. El problema de Gómez es que tenía un pasado: había sido alcalde de Parla entre 1999 y 2008 y no había dejado allí una situación económicamente boyante.

La responsabilidad de la gestión municipal en Parla es íntegramente socialista. La lista socialista encabezada por Gómez en 2003 alcanzó un 75% de los votos, revalidados en las siguientes elecciones. Gómez fue el alcalde socialista más votado de toda España. Con ese aval intentó presentarse como candidato a la Presidencia de la Comunidad de Madrid. Al fracasar, se concentró en la FSM. El primer percance para Gómez vino cuando en 2011, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid anuló los presupuestos de Parla por no haber liquidado previamente los presupuestos de 2007 y 2008. Luego se supo que la deuda municipal ascendía a 221 millones de euros… cuyo agujero negro era el famoso tranvía cuyo coste había sido de 36 millones de euros por cada kilómetro. La infraestructura que debía de haber costado 108 millones, alcanzó la espeluznante cifra de 256 millones, situando al ayuntamiento de Parla en situación de quiebra.

No era algo que se desconociera desde 2010. En aquel momento, la información sobre el estropicio del tranvía no era muy importante: el voto de izquierda seguía fiel al PSOE y los casos de corrupción de la derecha parecían equilibrar a los de la izquierda. Pero cinco años después, la irrupción del fenómeno Podemos y la intolerancia creciente del electorado español hacia los casos de corrupción, han generado un escenario completamente nuevo.

Las reiteradas encuestas que han seguido a las elecciones europeas indican que tanto el PP como el PSOE se encuentran en pérdida de vigor, pero la situación de quiebra está, indudablemente, mucho más avanzada entre los socialistas.

La subida a la Secretaría General del PSOE de Pedro Sánchez no vino acompañada de una revitalización del partido, sino de un aumento de las tensiones internas y de una pérdida de espacio electoral en beneficio de Podemos. En esas circunstancias, uno de los recursos que los asesores de Sánchez le han recomendado, era insistir en la “honestidad” de la sigla. Y eso es lo que ha hecho: sabedor de que, tanto Podemos como el PP iban a atacar la lista electoral por Madrid a causa de la implicación de Gómez en el “affaire del tranvía”, ha decidido liquidarlo.

Esta crisis llega en un momento en el que Eduardo Madina, el candidato derrotado en el último congreso socialista, vuelve a la carga realizando una crítica a los primeros meses de mandato de Sánchez. En esta misma semana dos encuestas, del CIS y de la Cuatro, han situado al PSOE, por primera vez desde la Segunda República, en tercera posición, amenazado a pocos puntos por Ciudadanos. Mientras, en Cataluña, es posible que el PSC se encuentre ya situado en quinta o incluso secta posición (tras CiU, ERC, Ciutadans, Podemos, PP…) redimensionado a una simple contracción grupuscular.

Para colmo, los barones socialistas, al percibir la visible incapacidad de Sánchez para asumir la dirección del partido y encabezar una opción electoral que no terminara en catástrofe, han optado por conspirar para imponer a Susana Díaz como candidata… como si el socialismo andaluz fuera “artículo de exportación” al resto del Estado a la vista de sus niveles de corrupción y de los avances de la pobreza y el paro en aquella comunidad y al margen, por supuesto, de que los dos últimos presidentes de la Junta de Andalucía, Griñán y Chávez y sus entornos hayan terminado procesados en relación a la trama de los EREs.

No soplan buenos tiempos para el socialismo español y, como dice el viejo refrán, “al perro viejo todo se le antojan pulgas”. Como venimos diciendo desde hace meses, la crisis del PSOE no es coyuntural, sino estructural. Augura, además, la crisis del socialismo europeo que se podía presentir desde el inicio de la crisis económica de 2007 cuando, tras décadas de auspiciar la coexistencia entre capitalismo y socialismo, asumió la defensa de la banca y dio la espalda a la sociedad. En España, esto ocurrió cuando se encontraba al frente esa ilustre mediocridad que fue Zapatero; pero en toda Europa, el socialismo se ha visto extraordinariamente erosionado desde 2007. Hoy mismo, François Hollande es un cadáver político, similar al del laborismo británico.

A partir del 15-M, a la vista del desgaste del PSOE operado en el período Zapatero, del abandono de la mayor parte de militantes con prestigio social y técnico, era evidente que, Rubalcaba no era más que un gestor de transición entre el zapaterismo y lo que vendría después. Cuando se anunció la formación de Podemos, era evidente que parte del voto socialista terminaría decantándose en esa dirección (tal como anticipamos en nuestra obra Indignarse con los indignados. 15-M un fraude a la esperanza). Muy bien lo tendría que hacer el PSOE para conseguir mantener su cuota electoral.

Con la disolución de la Federación Socialista Madrileña y la creación de una gestora, con la lucha de Sánchez contra Gómez, el PSOE no da un paso más hacia el abismo: se sitúa en plena caída por el abismo. Con un PSC desintegrado, un PSOE-A que teme la erosión que le pueda ocasionar Podemos y que sabe que no va a poder pactar de nuevo con Izquierda Unida, solamente le faltaba al PSOE el hundimiento en la poderosa FSM, para desintegrarse.

Es probable que Gómez y la FSM decidan escindirse del partido después de un tiempo en situación de revuelta, paro atribuirse una posición más cómoda de cara a observar cómo se recompone la izquierda española, y poder maniobrar sin el lastre de la sigla PSOE.

Todos estos problemas situados a 100 días de las próximas elecciones municipales y autonómicas, no permiten el optimismo en filas socialistas. En las próximas semanas veremos abandonos, goteos hacia Podemos o hacia Ciudadanos, aumento en las tensiones interiores y desintegración final de la sigla.

Tal como está el PSOE en las actuales circunstancias hay que preguntarse si llegará a las elecciones de mayo. Es posible que lleguen a mayo, pero mucho más difícil les va a resultar sobrevivir a las elecciones de mayo.

(c) Ernesto Milà - infokrisis - ernestomila@yahoo.es - Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.

Antiyihadismo y gran coalición

Antiyihadismo y gran coalición

Info|krisis.- La firma apresurada de un “pacto antiterrorista” entre el PP y el PSOE, con ausencia de cualquier otro grupo parlamentario, tiene una importancia que excede con mucho el objetivo que dicen perseguir ambos partidos: combatir el yihadismo. De hecho, este pacto sirve para cualquier cosa menos para eso. Imaginemos a un par de cazadores furtivos que suscriben un acuerdo para denunciar el peligro de la caza para la desaparición de ciertas especies. Algo parecido es este acuerdo anti-yihadista suscrito por las dos formaciones que son, precisamente, las que han abierto las puertas al Islam en nuestro país.

La sobreactuación del PP y las responsabilidades reales

Como siempre, los representantes del PP han sobreactuado. Como Aznar cuando decía que enviaba tropas a Iraq para “combatir el terrorismo de ETA”, o como cuando Rajoy ve con lente de aumento cualquier leve mejora en las cifras macroeconómicas, percibiendo una recuperación que nunca acaba de llegar para el ciudadano de a pie. Ahora ha sido García-Margallo quien ha afirmado que el “yihadismo es el fenómeno más grave que la humanidad ha enfrentado desde 1945”. Sobreactuación. El islamismo radical es, efectivamente, uno de los fenómenos más graves que afronta Europa (no la “humanidad”), pero no desde 1945, sino desde que los EEUU contrataron a Bin Laden para que les hostigara a los soldados soviéticos en Afganistán o, incluso, desde que Aznar abrió las puertas a la inmigración islámica en España en 1996.

Y hoy no es el único problema que padecemos, ni siquiera el de más difícil solución: bastaría con limitar la inmigración islamista a Europa, endurecer las condiciones requeridas a los islamistas para obtener la nacionalidad española o reducir la presencia islamista en nuestro país, para atenuar el fenómeno. Políticas de “prudencia” por un lado y de “contención” por otro y el problema quedaría resuelto y con nota para cualquier ministro del interior que se preciara. No, desde luego, para Fernández-Díaz, quien inspirado por el Papa, afirma que el islamismo no tiene nada que ver con el yihadismo, ni con la religión.

García-Margallo debería recordar la alianza de los EEUU con el régimen wahabita saudí, el primer donante de fondos para la construcción de mezquitas en nuestro país y, sin duda, la corriente más conflictiva de todo el islamismo mundial, dada de hace más de 70 años. Debería recordar que si hay un “Estado Islámico” cuyas barbarie se extiende desde Siria a Iraq ha sido por la desestabilización que los EEUU han llevado a la zona desde 2003 y su irreprimible tendencia a destruir estados árabes laicos por “democracias de un día” que inmediatamente abren el camino al fundamentalismo islámico: lo ocurrido en Egipto y en Libia, es significativo, como también lo fue el hostigamiento del régimen de Saddam Hussein o actualmente del régimen sirio, último bastión panarabista y laico en la zona. El yihadismo no nace por generación espontánea. Hay políticas como la norteamericana (de la que la UE va a remolque) que desestabilizan las zonas en las que se aplican y generan el caldo de cultivo para la irrupción del radicalismo islámico.

El yihadismo no es un accidente en la historia, es una proyección del islam

El pacto anti-yihadista suscrito por el PP y por el PSOE no servirá para nada en la medida en que no diagnostica bien el fenómeno que pretende combatir. El yihadismo emana directamente del Corán: “serán muertos sin piedad, o crucificados, o amputados de manos y pies opuestos, o desterrados del país. Sufrirán ignominia en la vida de acá y terrible castigo en la otra. 34. Quedan exceptuados quienes se arrepientan antes de caer en vuestras manos” (Sura 5)… por poner un ejemplo (de los muchos existentes) de que ya en los versículos del Corán está prescrita la guerra santa como obligación para los islamistas (moderados o radicales). Decimos bien, la yihad se prescribe para “moderados y radicales”: “38. ¡Creyentes! ¿Qué os pasa? ¿Por qué, cuando se os dice: «¡Id a la guerra por la causa de Dios!», permanecéis clavados en tierra? ¿Preferís la vida de acá a la otra? Y ¿qué es el breve disfrute de la vida de acá comparado con la otra, sino bien poco...? 39. Si no vais a la guerra, os infligirá un doloroso castigo” (Sura 9).

Así pues, lo primero para diagnosticar un problema es situarlo: el yihadismo es hijo de la religión islámica. Obviamente, en la medida en que el Corán es tomado al pie de la letra por buena parte de sus fieles, permitir que en Europa circulen ediciones del Corán incluyendo la docena larga de versículos en los que se incita al asesinato de infieles, es un suicidio para el Estado que lo permite. Cuando estamos ante el islam, cuando leemos sus textos, cuando hablamos con sus fieles, inmediatamente se percibe que no es una religión como otra cualquiera, sino que en la actualidad es la única que incita a sus miembros a morir y a matar por ella. Así pues, no puede ser tratada en plano de igualdad con el resto de creencias religiosas.

Ni el Papa, ni los gobiernos europeos, ni los redactores del pacto anti-yihadista tienen arrestos suficientes como para reconocer la naturaleza y la envergadura del problema que está planteado. La firma de su acuerdo no es creíble, en especial, porque son ellos, PP con Aznar y PSOE con Rodríguez Zapatero, quienes abrieron de par en par las puertas al islamismo en nuestro país.

Un PSOE desnortado preparando el futuro

El PSOE está ante una encrucijada. Veremos cómo le sale la apuesta andaluza después de que Susana Díaz se encargara de demostrar a sus socios de IU que no es una aliada fiable. Parece increíble que el PSOE esté buscando una Opción B a Pedro Sánchez a menos de seis meses de haberlo puesto al frente del partido. Es evidente que ni Sánchez (ni el resto de candidatos que se enfrentaron a él) daba los “mínimos” que se requerían para ser el “líder de la oposición”. Y, sin embargo debieron elegir entre el desgarbado blandurrio de Eduardo Madina o el indigente político pero con aspecto de tronchamozas, Pedro Sánchez. Y optaron por el segundo que, a las pocas semanas ya había decepcionado incluso a quienes lo apadrinaron.

Fue entonces cuando los “barones” del PSOE activaron el Plan B: Susana Díaz. El plan consistía en celebrar elecciones anticipadas en aquella comunidad, rodearla de un halo triunfal y con la carta de unos excelentes resultados allí, catapultarla a la palestra nacional en las próximas elecciones generales. Para ello, había, literalmente, que arrojar al basurero a los miembros de IU que actuaba en coalición con el PSOE-A. Con ello y con la irrupción de Podemos, el partido de Cayo Lara quedaba literalmente desmadejado y sin posibilidades de ser algo más que un grupo residual, sino extraparlamentario. Por otra parte, queda ver si en los próximos tres meses, los juzgados no terminan implicando a buena parte de los candidatos de la lista socialista andaluza en el escándalo de los EREs o en el más reciente de los cursos de formación (que afectan ¡hasta el 95%! de los cursos de este tipo dados en Andalucía). Sin olvidar que las tasas de paro y de paro juvenil en Andalucía sólo tienen rival con las que se dan en Cataluña.

En cualquier caso, el problema del Plan B es que no está claro con quién fuera a gobernar Susana Díaz en caso de obtener mayoría relativa. No con Podemos, ni desde luego con IU que igual ni siquiera llegue a obtener diputados. En esas condiciones, va a resultad difícil extrapolar el “éxito” andaluz al resto de España. Y cabe preguntarse si en un país que ha oído hablar mucho del caso de los EREs o de los cursos de formación fraudulentos y que sabe que los dos predecesores de Susana Díaz al frente de la Junta de Andalucía están imputados por tales corruptelas, el PSOE andaluz es un ejemplo o un llamamiento a votar a cualquier otra opción.

Es evidente que la derecha está intentando ayudar a Pedro Sánchez y al PSOE en la ofensiva que este partido está soportando por parte de Podemos y que ya lo sitúa en todas las encuestas y desde hace un par de meses, por detrás de la nueva formación. Las campañas de prensa –muy ingenuas, por lo demás- contra los dirigentes de Podemos realizadas por los medios de la derecha, son el capote que precisa el PSOE ante la marejada que se le viene encima. Pero con esto no basta. Para el PP, el riesgo no es que el PSOE lo gobierne Susana Díaz, Pedro Sánchez, Luis Candelas o el diablo en persona. El peligro es que la sigla socialista se desplome por completo. Con la firma del pacto anti-yihadista, el PP apuntala al PSOE, le ofrece la posibilidad de “chupar cámara” cuando se desencadene algún atentado de este tipo, le evita quedar ya hoy como fuerza marginal de la que nadie se preocupa ante la evidencia de su desplome.

Pacto anti-yihadista ¿para qué?

El pacto anti-yihadista podía haberse evitado. En España existe una legislación antiterrorista y un código penal suficientes como para combatir la amenaza yihadista. Hubiera bastado con dos modificaciones legales: una en la ley de libertad religiosa, excluyendo al Islam de la ley a la vista de la brutalidad de las prescripciones coránicas y otra en la ley de inmigración, exigiendo a los inmigrantes procedentes de países islámicos y a los que deseen obtener nacionalidad española, el juramento de rechazar el yihadismo y denunciarlo a las autoridades.

Este pacto no va a servir absolutamente para nada. Ni se diagnostica bien el problema, ni se habilita otra cosa más que medios policiales para combatirlo, pero en absoluto medios políticos. No se reconoce que el yihadismo “español” es el resultado de 20 años de llegada descontrolada y masificada de inmigración. No se establece una relación de causa a efecto, entre el islamismo religioso y el yihadismo terrorista…

Pero la idea del pacto no es que sirva para combatir algo que nuestro arsenal legislativo podría afrontar con creces (con tal de que existiera voluntad política para ello). La idea del pacto es preparar el futuro para los dos grandes partidos. De hecho, este pacto es la primera medida tomada en dirección a la “Gran Coalición” que desde hace años vienen predicando desde Alemania los patrones del PP y del PSOE, las fundaciones Adenauer y Ebert que financiaron durante la transición a ambos partidos (siendo el pago, la aceptación del infamante acuerdo de adhesión de España a la Unión Europea que solamente beneficiaba a la industria alemana).

Si no se llega a las próximas elecciones generales con una visible mejora en la economía, en el empleo y en los salarios (y va a ser muy difícil que así sea), el PP seguirá siendo el partido mayoritario, pero distará mucho de la mayoría absoluta para gobernar. Necesitará un apoyo parlamentario que ya no encontrará en los nacionalismos periféricos (entre otras cosas, porque CiU corre también peligro de quedar empequeñecida). Solamente existe la posibilidad de que el PSOE (o lo que quede de él) preste ese apoyo. Una “Gran Coalición”, pero menos…

Es en este contexto en el que hay que situar el pacto anti-yihadista: su intención no es tanto combatir aquello que no se es capaz de diagnosticar, sino preparar el camino para un pacto que garantice que el régimen creado en 1978 va a seguir existiendo tal y como fue creado. Y, mientras, si hay algún atentado yihadista, tranquilos, Rajoy y el “líder de la oposición”, presidirán juntos los funerales.

© Ernesto Milá – infokrisis – Ernesto.mila.rodri@gmail.com – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.

 

Castaluña, Sansón y los filisteos

Castaluña, Sansón y los filisteos

Info|krisis.- Cuando la pugna táctica para ver quien se llevaba el grueso del voto independentista llevaba dos meses prolongándose en medio de una indiferencia cada vez más generalizada, ante la alarma y el desconcierto de los votantes soberanistas y con una evidente pérdida de vigor del grueso del independentismo, finalmente Artur Mar y Oriol Junqueras llegaron a un acuerdo cuyo resultado fue la convocatoria de elecciones “anticipadas” para el 27 de septiembre de 2015. Lo de menos es que, otra vez –y va la cuarta– Mas volvía a tomar el pelo a Junqueras. Lo importante es que, en los días que han seguido, la presidencia de la Generalitat ha dado muestras de irrealismo político que disipan cualquier duda: el soberanismo va en serio... Hay algo nuevo en los últimos movimientos de Mas que permiten asimilarlo al mito de la caverna y a la imagen bíblica de Sansón.

El error de los analistas políticos y su origen

Puede parecer ingenuo el que hasta ahora algunos analistas hayamos pensado que Artur Mas jugaba de farol y que su órdago independentista no era tal, sino solamente un deseo de presionar al gobierno de Madrid para obtener más dinero para Cataluña (esto es, para quienes gobiernan, la “castaluña”, como si consideraran aquella autonomía como patrimonio personal). La cosa –pensábamos– se arreglaría con unos euracos de más trasferidos a la Generalitat. El paquete se completaría con el archivo de las causas abiertas contra dirigentes de CiU y, especialmente, contra la cúpula del pujolismo. Así pues, todo era una escenificación que no traería más consecuencias.

Esta interpretación se basaba sobre todo en la manifiesta imposibilidad de que se produjera la independencia de Cataluña: no existía “consenso” (lo habían demostrado ampliamente los referendos informales por la independencia organizados a partir del de Arenys de Munt en 2009, en los que apenas votó el 19% de la población, confirmados por los resultados del 9–N y que demostraban a las claras que el soberanismo distaba mucho de tener “fuerza social” suficiente para algo tan trascendental como formar un nuevo Estado desgajando otro. Tampoco existían condiciones internacionales favorables: la Unión Europea ha sido desde el principio una “unión de Estados nacionales” y, por tanto, se excluía la fragmentación de uno de ellos (so pena de que este proceso pudiera reproducirse en cualquier otro, especialmente en Francia y Alemania). En lo que se refiere a las condiciones económicas, no solamente eran desfavorables a la independencia catalana, sino ampliamente contrarias a la misma: los productos fabricados en Cataluña se venden, sobre todo en España, y en segundo lugar en Europa (especialmente en Francia). A nadie se le escapa que un “decoupling” entre Cataluña y España, no sería el mejor argumento para promocionar los productos catalanes más allá del Ebro. Por su parte, Francia se siente diariamente ofendida y en situación de “prevengan” cuando los informativos de TV3 presentan el mapa de “Cataluña” incluyendo el Rosellón y la Cerdaña. Las cifras de inversión extranjera eran, igualmente, catastróficas para el independentismo, sin olvidar que solamente en 2013, 3.000 empresas, inicialmente con sede social en Barcelona, se reubicaron en Madrid. Algo que se ha repetido con más fuerza en 2014 a pesar de que todavía no se conozcan las cifras.

En tales condiciones ¿se puede reprochar a los analistas políticas que apostáramos por que el “proceso soberanista” no fuera más que una simple excusa para presionar al gobierno central en aras de obtener mayor dotación presupuestaria para Cataluña?

La lógica llevaba a pensar que un gobierno de la Generalitat que tenía experiencia en materia internacional, que conocía las cifras macroeconómicas, la legislación internacional y la realidad social y económica de Cataluña, no podía estar hablando en serio de independencia. Todo quedaría en un combate de boxeo con tongo, mediante una negociación reservada entre Mas y Rajoy y el comunicado final que, al final, cada parte emitiría, el primero presentando los dineros obtenidos como un avance en el “proceso de construcción nacional de Cataluña” y el segundo alardeando que se había alejado el “peligro separatista” y, eventualmente, que CiU apoyaría en Madrid los presupuestos generales… Pues bien, los equivocamos, o más bien no entrevimos como se iban a desarrollar los acontecimientos.

Cómo el soberanismo se introdujo él mismo en la caverna de Platón

Entonces ¿qué ha ocurrido? ¿Cómo cayó Artur Mas en la deriva soberanista? Hace falta recapitular brevemente y llegar al origen de la actual  fase del “proceso soberanista”: Mas, recién llegado al poder, en plena crisis de la deuda soberana, precisaba fondos para reactivar a una Cataluña que en pocos años había perdido el 30% de su capacidad industrial, azotada por el paro, especialmente juvenil, la inmigración más parasitaria, y añorando los tiempos en los que era “faro y guía” de la industria española. Era evidente que, en sus primeros meses de gobierno, Artur Mas había revitalizado al independentismo, inyectando en sus circuitos, tres millones y medio de euros, gracias a los cuales, fue posible empezar a mover las grandes campañas soberanistas en la sociedad catalana. Parecía claro –y a nadie se le escapaba– que Mas pretendía chantajear al Estado (de manera más tosca que lo había hecho Pujol durante 20 años, pero no por ello menos eficiente) diciéndole: “Estas son mis exigencias, si no las cumplís, os las tendréis que ver con los soberanistas y con ellos no tendréis posibilidad de entenderos” versión catalana del “golpear el árbol para que caigan los frutos”…

Mas, después del “rutilante” 11–S de 2012 viajó a Madrid, se entrevistó con Rajoy y retornó con las manos vacías: el Estado, simplemente, no tenía más dinero para Cataluña. A partir de ese momento, la táctica consistió en ir aumentando la presión soberanista. Las cifras de asistentes a los actos del 11–S fueron elevándose hasta lo imposible: 1.200.000 personas (2012), 1.500.000 personas (2013), 1.800.000–2.000.000 (2014)… A lo largo de este tiempo, pesó mucho el hecho de que cada vez más la clase política de CiU se encerraba en sí misma, accediendo solamente a hablar con ERC, mientras el PSC se difuminaba cada vez más y el diálogo se hacía imposible con cualquier otra fuerza política o social que no fuera soberanista. Mas y los suyos cometieron entonces un error de apreciación: tomaron la parte (el bloque de opinión soberanista–nacionalista–catalanista) por el todo (la sociedad catalana) y pasaron a identificar los valores de esa parte como si fueran compartidos, queridos y anhelados por toda la sociedad catalana. Los analistas políticos nos engañamos en la percepción real de la situación porque ignorábamos que la clase política nacionalista era víctima de un espejismo autoinducido. Los nacionalistas se habían recluido en la “caverna platónica”…

Platón, en La República, cuenta que un grupo de hombres encerrados desde su nacimiento en el interior de una caverna oscura apenas pueden ver destellos de realidad gracias a la iluminación de una hoguera que apenas proyecta sombras. Los allí encerrados, consideran aquellas sombras como “verdades”, toman la sombra por la única realidad existente. No pueden conocer nada que exista más allá de caverna. La percepción objetiva de la realidad, necesariamente, se les escapa. Presos por su ideología pequeño–burguesa, mezquina, imposible de encajar históricamente en el siglo XXI, vistos con desconfianza por sus actos pasados, por sus exacciones y sus abusos, sus imposiciones y su soberbia, incomprendidos en el resto de España y en buena parte de la propia Cataluña, los miembros de CiU y ERC, se han encerrado en sí mismos, han creado ellos mismos su propia caverna, más allá de la cual les parece imposible que exista otra realidad, de la que solamente perciben sombras difusas.

El efecto ha sido el que cabía esperar y el que Platón previó: aun cuando alguno de estos “cavernarios” lograra zafarse de sus cadenas y ver el mundo exterior (Durán i Lleida, por ejemplo), y tuviera intención de redimir a sus compañeros aún en las sombras, éstos se reirían de él. Le dirían que sus ojos se han estropeado con la luz del Sol y que, en el fondo, es más tranquilizadora, la oscuridad de la caverna. A fuerza de hablar solamente entre ellos, de ignorar cualquier consideración que no estuviera envuelta en las sombras cavernosas (y cavernícolas) del soberanismo, ellos mismos se han ido autoconvenciendo de que la independencia es posible. Y en eso están.

Poco a poco se van filtrando noticias que indican que Mas no está escenificando una parodia con el simple objetivo de presionar a Madrid, ni que lo esté haciendo sólo por tacticismo electoral intentando acaparar el grueso del voto soberanista. En los últimos días, el hecho de que apareciera extemporáneamente en la manifestación bo–bo de París pretendiendo, de manera tan insensata como ridícula, filtrarse en el bloque de los “jefes de Estado”, el hecho de que en estos momentos se estén elaborando (y sufragando) tres proyectos de “constitución catalana” o que Mas haya desviado más fondos para la ANC, el Ómnium y demás clique independentista, o que haya “ordenado” a los Consellers que en seis meses preparen las “estructuras de un Estado” independiente, son síntomas de que, efectivamente, cree verdaderamente que la independencia será posible después de las elecciones “anticipadas” convocadas para el 27 de septiembre… La caverna le impide ver la realidad objetiva.

 

En 2012 ya se anticiparon las elecciones autonómicas. A pesar de convocarse después del 11–S, CiU perdió 12 escaños… De ahí que ahora Artur Mas quiera ser más “prudente”: las elecciones se celebrarán inmediatamente después del 11–S, sin esperar dos meses, con una opinión pública bajo el efecto de una manifestación que deberá de agrupar, siguiendo la escalada de asistencia proclamada por los medios de comunicación de la Generalitat, en torno a 2.250.000 personas… Mas cree que todavía puede recoger lo esencial del voto nacionalista y soberanista y que conseguirá incluso que el catalanismo más moderado le siga. Al tener mayoría absoluta, en la primera sesión, el Parlament decidirá constituirse en “nación independiente” y el “proceso soberanista” habrá llegado a su última etapa. La última frase, como en cualquier cuento, la puso la campaña SioSi el pasado 9–N en la que se prometía a cada cual un futuro esplendoroso en una Cataluña independiente, equivalente al tópico final de los cuentos infantiles: “Y todos [los soberanistas] fueron felices y comieron perdices”…

Era evidente que tras el 9–N, ERC estaba demasiado crecida como para que Mas convocara unas elecciones que perdería irremisiblemente. Estas solamente podían ser, tal como quería Mas, “plebiscitarias” (lista única soberanista, que enmascararía la caída en picado de intención de voto de CiU, a causa del Caso Pujol esencialmente). Al no conseguir arrastrar a ERC a esas posiciones, Mas ha optado por retrasar la convocatoria electoral hasta después del 11–S.

Además, hay un fenómeno nuevo: la irrupción de Podemos en Cataluña que arrastrará el voto de protesta que hasta ahora iba capitalizando ERC. Cuanto más crezca Podemos allí, más disminuirá el peso de ERC. Y, a medida que pasa el tiempo, Podemos va situándose en las encuestas como segundo partido en intención de voto en España y avanzando en Cataluña. Por otra parte, Mas cuenta con que Rajoy será lo suficientemente inteligente como para no atacarlo frontalmente (acelerando los juicios contra las cúpulas de CiU, especialmente, pero también impulsando a la “sociedad civil” contra el soberanismo). Mejor, para Rajoy, una CiU fuerte que disminuida ante una ERC devenida “primer partido”. Los meses que median entre hoy y el 27–S van a ser los meses que necesita CiU para recuperar el espacio perdido en beneficio de ERC.

Hace falta ver la programación en catalán de TV2 para advertir que esta televisión controlada desde el gobierno central se ha convertido en atalaya de CiU, un verdadero regalo de Rajoy. Hace falta preguntarse por qué los procesos contra el clan Pujol están desacelerados y por qué los grupos antisoberanistas de la “sociedad civil catalana” no solamente no reciben ni un euro de ningún “fondo de reptiles” del Estado, sino que tampoco son apoyados por el PP. Digámoslo claro: Rajoy prefiere una CiU fuerte a una CiU capi disminuida ante ERC… Y es que Rajoy cree, como creíamos la mayor parte de los analistas políticos hasta no hace mucho, que Artur Mas jugaba de farol.

Pero la realidad, más allá de la caverna, es pertinaz: en el siglo XXI no hay lugar para pequeñas naciones improvisadas. Apenas entre un tercio y una cuarta parte del electorado catalán apoyan la secesión. Antes del 27–N se celebrarán las elecciones municipales y en ellas va a ser inevitable que CiU pierda concejales, que se introduzcan nuevas fuerzas políticas en los ayuntamientos y se redimensionen otras (hasta en la conserjería de San Judas, patrón de las causas imposibles, se oyen las plegarias del PSC para salvar lo salvable). Y, para colmo, lo que no ha calculado Mas es que en las elecciones del 27–N, los partidos contrarios a la secesión harán campaña (cosa que no hicieron el 9–N) y una parte del electorado nacionalista y catalanista –la que quiera entender y entiendan– tendrá ocasión de escuchar los argumentos contrarios a la independencia. Podemos estará presente y sea lo que sea que diga, el voto que acaparará será el de protesta. Y en Cataluña, “protestar” equivale a oponerse a la “castaluña” formada por el nacionalismo soberanista.

En los últimos días varios canales de televisión han repuesto Sansón y Dalila, una película intrascendente, tirando a mala y con aspectos infumables, casi un arcaísmo freaky, empezando por el casting (el que un gay como Victor Mature encarne a Sansón aspirando a casarse con Angela Landsbury, entonces acaramelada adolescente y hoy, sin duda, el personaje más odiado de Hollywood, pero sea Hedit Lamarr la que ejerza de Dalila, no es lo peor de esta cinta del inefable y bíblico Cecil B. DeMille). Al ver en la última escena de la película, a un improbable Sansón derribando las dos columnas del templo al grito de “Muera Sansón con todos los filisteos”, no hemos podido sino recordar a Artur Mas.

Mas como Sansón, está preso de los nuevos filisteos, los soberanistas. El edificio del templo del nacionalismo se sostiene y se ha sostenido siempre sobre dos columnas que siempre han representado al “seny” (el catalanismo conservador) y la “rauxa” (el independentismo exaltado), hoy encarnados por CiU y ERC, respectivamente. El destino ha querido que un tipo, que aspira más a ser el Clark Kent que al Sansón bíblico, esté en la base de lo que es, sin duda un “proceso hacia ninguna parte”. El fracaso de ese proceso entrañará el fin político (o cuanto menos, una grave crisis) tanto de CiU como de ERC y la muerte del nacionalismo catalán, que seguirá en esto en su agonía a las del nacionalismo flamenco o del nacionalismo quebecquois. No hay sitio para los pequeños nacionalismos en el siglo XXI. El soberanismo catalán no llegará más allá de donde llegó el 9–N. De hecho, hoy  parece evidente que la presión soberanista he decrecido desde el 9–N por simple hartazgo y que los distintos grupos independentistas empiezan a dar muestras de cansancio. La escasísima asistencia a las últimas convocatorias de la ANC es elocuente.

Ayer estuve en Arenys de Mar… Era domingo. La rambla que empieza en el Mar y en otro tiempo llegaba hasta el gigantesco edificio construido por el indiano Josep Xifré, se prolonga casi hasta el término municipal de Arenys de Munt, en donde empezó la fiebre de los referendos en 2009. Arenys de Mar, Cataluña, tienen un problema: el islam allí ha crecido demasiado y lo ha hecho con el beneplácito de CiU y ERC y su absurda creencia de que podía integrarse tanto y tan bien como un andaluz o un gallego. La cantidad de magrebíes que podían verse ayer por Arenys de Mar llamaba la atención porque ni vestían como catalanes, ni hablaban catalán, ni tenían 0’9 hijos por pareja como corresponde a la sociedad catalana, sine 3,8... Ayer en Arenys casi se oía hablar más árabe con acento magrebí que catalán. Y si se nos apura, se oía, desde luego, hablar más castellano que catalán…

Haría bien Artur Más y su “castaluña” en levantar la cabeza, mirar más allá de la caverna y ver si la Cataluña que ellos han construido y de la que son únicos responsables, puede ser independiente en algún momento o corre el riesgo de afrontar revueltas etno–religiosas tanto o más graves que las que se han producido en Francia. De hecho la llegada masiva de islamistas a Cataluña no fue más que el primer esfuerzo del Sansón de la época (Pujol) para agitar las columnas del tempo-caverna nacionalista.

 

 

 

¿Y la valla de Melilla?

¿Y la valla de Melilla?

Info|krisis.- África es una de las zonas en las que el islamismo registra una más rápida expansión. Todo el Magreb y la franja del Shäel son islámicas, incluso en las antiguas colonias portuguesas el islam ha irrumpido como ocurre igualmente en el norte de la República Centroafricana. El islam se está expandiendo de Norte a Sur y de Este a Oeste. Incluso ha llegado a Sudáfrica. Y esto a pesar del desprecio racista con el que la cultura árabe trata a los negros y las afrentas que los negros podrían presentar ante los islamistas que históricamente fueron los responsables de las caravanas de esclavos que fueron enviados a América. De ahí que cuando la noticia de que en la madrugada del lunes 19 de febrero un millar de subsaharianos intentaron entrar en Melilla asaltando la valla, la noticia puede leerse de otra manera: un millar de islamistas subsaharianos asaltaron la valla. Vale la pena meditar sobre esto.

África era el paraíso de las religiones animistas hasta que primero llegaron los misioneros cristianos y, cuando se abolió la esclavitud, los mercaderes árabes de esclavos fueron sustituidos por los predicadores islamistas y los imanes wahabitas. Después de unas décadas en las que el catolicismo africano se encontraba en expansión, en la actualidad los misioneros católicos se dedican más a tareas humanitarias que a la predicación del Evangelio. La experiencia ha demostrado que el catolicismo africano es inestable, poco sólido, menos “comprometido” con los dogmas y muy superficial. Casos como el del atrabiliario Monseñor Milingo, ex obispo de Lusaka, hoy excomulgado, evidencian que la “negritud” no es el terreno mejor adaptado para el mensaje evangélico y los llamamientos al celibato y la castidad. Además, la competencia de las sectas evangélicas y su mayor oferta de “espectáculo” en las ceremonias dominicales, constituye una “competencia desleal” para la Iglesia.

Boko Haram como ejemplo

En algunas zonas de África el islam se encuentra en plena expansión actuando de manera particularmente brutal y agresiva. Nigeria se encuentra en plena guerra civil y la marejada islámica cada vez se extiende más hacia el sur. Algo preocupante a la vista de la situación geopolítica del país en el Golfo de Guinea y de su importante producción petrolera. El secuestro masivo de niñas por parte de Boko Haram no debe hacer olvidar que el grupo se ha extendido al Chad, Níger y Camerún. A pesar de que es cuestionable que sea –como sostienen los EEUU– una “filial de Al–Qaeda”, lo cierto es que se trata de un grupo islamista que entre 2009 y 2014 ha asesinado a 50.000 personas.

El hecho de que su acción más importante haya sido el secuestro de 276 colegialas en Chibok en abril de 2014, no debe hacer olvidar que sus acciones terroristas ha provocado la migración de millón y medio de personas. El ejército nigeriano se ha demostrado completamente incapaz de afrontar la ofensiva de los 10.000 miembros armados de Boko Haram que controla 20.000 kilómetros cuadrados del país. Hay que recordar que el nombre real del grupo que utiliza en su propaganda en el interior de Nigeria es Jama'atu Ahli es–Sunnah tapa–Da'wati wal–Jihad, que significa "gente comprometida con las enseñanzas del Profeta para la propagación y la Yihad". El nombre de Boko Haram se debe a que se trata de la consigna que difunde con más reiteración y que se puede traducir tanto “la educación occidental está prohibida” como “la influencia occidental es un sacrilegio”.

Hoy, Nigeria es, gracias al petróleo, la mayor economía de África. A partir de 2000, la sharia se impuso progresivamente en las regiones del norte del país. Occidente calló. La “versión oficial” es que Boko Haram nació de la corrupción de las autoridades locales, pero, en realidad llegó  a través de personalidades que no tenían nada que ver con la administración. En efecto, misioneros islamistas llegados de otros países, fundaron la organización: Mohammed Marwa (a) Maitatsine (“el que maldice a otros”), con pretensiones de “profeta”, nacido en Camerún y que ha condenado la lectura de cualquier libro que no sea el Corán. Entre sus creencias más estrafalarias figura la negativa a considerar la Tierra como esfera o sostener que la lluvia no es el resultado de una evaporación de agua causada por el sol. Su símbolo es una bandera negra con dos AK–47 cruzados y un ejemplar del Corán abierto. La existencia y expansión de este grupo indican la facilidad con la que el islam más radical se extiende por el África negra.

Inmigración subsahariana en España

La inmigración africana se inició en 1996 cuando empezó a llegar a Melilla un mayor número de inmigrantes procedentes de los países subsaharianos. En 1998, las cifras oficiales aludían a 36.000 subsaharianos presentes en España, pero es posible que alcanzaran ya la cifra de 100.000, dado que se contaba solamente a los que estaban en situación de legalidad. Habitualmente trabajaban en agricultura, construcción y comercio ambulante, sectores, todos ellos, con bajos salarios y contratos temporales en el mejor de los casos.

Cuando llega Zapatero al gobierno (abril de 2004), hay unos 300.000 subsaharianos de los que 100.000 residían en Cataluña, 60.000 en Madrid, 40.000 en Andalucía, 30.000 en Valencia y el resto disperso por otras autonomías. Durante los años del zapaterismo las llegadas de subsaharianos se mantuvieron constantes y varios miles de ellos empezaron a obtener la nacionalidad española.

En la actualidad, entre inmigrantes subsaharianos legales, ilegales, nacionalizados e hijos de todos ellos, considerados legalmente como españoles, nos aproximamos al millón, con una concentración masiva en Cataluña que agrupa a más de un tercio de los subsaharianos presentes en toda España. Desde 1996 cuando se produjeron las primeras aglomeraciones de inmigrantes en Melilla llamó la atención ver como algunos de ellos, entrevistados por los medios de comunicación españoles, llegaban a España reclamando “casa y trabajo”… cuando en España existían en ese momento dos millones de parados y una subida acelerada en los precios de la vivienda. Desde entonces, el desenfoque habitual con que los africanos percibían lo que iba a ser su vida en España y el contraste entre las condiciones de vida en sus países de origen y las que han encontrado aquí, no ha hecho nada más que acentuar el fenómeno.

Las ONGs, Cáritas y Cruz Roja, definen a la inmigración subsahariana como “especialmente vulnerable”. Pero tampoco puede olvidarse que en algunas regiones (Barcelona, por ejemplo) los nigerianos controlan el tráfico de heroína y que otras bandas de ese país vienen protagonizando desde hace dos décadas el timo de las “cartas nigerianas”. Así mismo, entre los presos de ochenta nacionalidades diferentes residentes en cárceles españolas, se encuentran inmigrantes procedentes de Guinea–Conakri, Guinea–Bissau, Guinea Ecuatorial, Mali, Mauritania, Senegal, Nigeria, Cabo Verde… La generosidad de las autoridades estatales, autonómicas y municipales hacia esta inmigración es lo que ha facilitado el que especialmente senegaleses, gambianos y nigerianos pueden ejercer sin ningún inconveniente actividades comerciales ilegales y sistemáticas como “manteros”, especialmente en la costa Mediterránea. Sin olvidar que una secta religiosa islamista subsahariana se encuentra detrás de la red de manteros que opera en nuestro territorio.

Para hacernos una idea de lo que representa la inmigración africana, podemos decir que el salario medio en África no pasa de 50 euros al mes. El envío de 200–300 euros mensuales por parte de los inmigrantes, a sus países de origen, ha tenido un efecto deletéreo en las zonas de emisoras de inmigración: al poder vivir holgadamente con los euros enviados por los familiares residentes en Europa, zonas enteras de esos países han visto cómo eran abandonados los campos de cultivo y cualquier otra actividad que implicara trabajo y esfuerzo.

La inmigración africana no ha cesado: efectos actuales y futuros

El hecho de que hoy lunes 19 de enero ¡un millar! de subsaharianos haya intentado cruzar la valla de Melilla es sintomático: las oleadas migratorias procedentes de África negra distan mucho de haber cesado. Los que ya están aquí escriben a sus familiares y amigos de sus aldeas natales, explicándoles lo bien que los han acogido y que los tratan y, lo esencial, que aquí, no hace falta trabajar para vivir, que desde que desembarcan de la patera o saltan la valla, las autoridades les dan todo lo necesario para vivir.

La indefensión con la que llegan, los casos de hipotermia, las lacerantes lesiones por las concertinas, e incluso la simpatía y la comunicabilidad de la mayoría de sus miembros, parecen aureolar a la inmigración subsahariana de cierta condescendencia por parte de la población española e incluso de las autoridades y no digamos de las ONGs. En Francia ocurrió lo mismo al principio. En la actualidad, en muchas “zonas de non droit” (zonas en las que el Estado Republicado ya ha dejado de existir y están controladas por las bandas étnicas, lo que eufemísticamente, el gobierno define como “zonas particularmente sensibles”…) gobiernan las bandas subsaharianas. No todas ellas son islamistas. De hecho la característica habitual en la segunda y tercera generación de inmigrantes es que muchos de sus miembros, ante la falta de competitividad laboral a causa de su escasa preparación profesional, se refugian, o bien en su identidad originaria (el islam), o bien, si el sentimiento religioso no les ha poseído, adopten actitudes ultraviolentas, engrosando los circuitos de la delincuencia, con tics racistas anti–blancos reiterados. Esto, que es habitual en Francia, puede trasladarse en pocos años a España.

Las dificultades de integración de los grupos subsaharianos son extraordinarias (pensamos lo que supone para un niño subsahariano acudir a clase en Europa y percibir muy pronto que ninguno de los personajes históricos, de los literatos, de los científicos, a los que se aluden pertenecen a su raza). Si a las diferencias antropológicas y culturales, unimos las diferencias religiosas y el hecho de que la inmensa mayoría de subsaharianos que llegan a España proceden de zonas controladas por el islam y son islamistas, se oscurece todavía más el futuro y las posibilidades de integración de estos grupos.

En las actuales circunstancias, cuando es público y notorio en todo el mundo que en España existen casi 6.000.000 de parados, y que el país dista mucho de haber salido de la crisis económica iniciada en 2007, no hay que hacerse ilusiones: los inmigrantes que llegan en estas circunstancias ya no tienen ese interés y esa necesidad de trabajar con los que llegaban los primeros inmigrantes en los años 90. Los que llegan hoy vienen, simplemente, para aprovechar nuestro sistema de seguridad y asistencia social y las dádivas que el Estado, directamente o a través del “negocio humanitario” de las ONGs, distribuye entre la inmigración.

Pero la cuestión de fondo es ¿hacen falta en España? Sí, especialmente para los intereses de determinadas patronales y para que la economía española “gane competitividad”… Un africano, a fin de cuentas está dispuesto a trabajar por menos dinero que un marroquí, un rumano o un andino. Así pues, a pesar de que numéricamente estén por detrás de todos estos grupos, su mera presencia, su peso muerto en el mercado laboral, tira, por sí mismo, hacia abajo en los salarios.

A esto, que es ya de por sí una amenaza, se une a otra mucho más directa y perceptible: quienes han entrado ilegalmente en España y han sido recompensados por ello recibiendo dos años después “los papeles” y, mientras tanto, un salario de supervivencia, quienes se han habituado a ejercer de “manteros” sin ningún respeto a las legislaciones municipales, y han recibido ayudas sociales de los ayuntamientos, sanidad y educación gratuitas, quienes han estado completamente al margen de la legalidad vigente, difícilmente se integrarán en alguna regla que les imponga la convivencia, y considerarán como “xenófoba y racista” cualquier norma y legislación que les obligue a algo que no están dispuestos, habituados, ni educados para aceptar.

El problema de la inmigración subsahariana dista mucho en España de haber alcanzado su clímax, pero si se trata de prever su futuro no hay nada más que observar lo ocurrido en Francia. Este tipo de inmigración co-protagonizó la revuelta generalizada de noviembre de 2005 ex aequo con las bandas étnicas magrebíes. Aquello, que no quepa la menor duda, se repetirá en España. Y no es, desde luego, ni halagüeño, ni tranquilizador. 

 

Evolución del soberanismo

Evolución del soberanismo

Info|Krisis.- Han pasado dos meses desde la convocatoria del referéndum soberanista del 9 de noviembre y el independentismo sigue dando muestras de haber llegado a su límite máximo. No solamente está remitiendo su influencia en la calle, sino que los distintos partidos soberanistas están dando un poble ejemplo de cómo sus declaraciones altisonantes se han terminado convirtiendo en mero tacticismo electoralista. Para colmo, la irrupción de Podemos ha terminado por desequilibrar las cuentas iniciales de los soberanistas. En un ambiente de crisis, Artur Mas se prepara para afrontar los que serán sus últimos meses al frente de la Generalitat. En esta situación extremadamente lábil y movediza, lo más sorprendente es que los medios de comunicación de la Generalitat siguen ejerciendo su particular tancredismo y, por aquello del, “corregilla y no enmendalla”, se obstinan en seguir ignorando que su proyecto independentista apenas fue votado por una cuarta parte del electorado catalán y, en este momento, está descarrilado. Si no lo han advertido aún, la realidad se lo está mostrando descarnadamente.

Una mentira mil veces repetida se convierte en una verdad, frase atribuida falsamente a Göbbels y cuya verdadera paternidad puede reivindicar Lenin (como demostró el historiador Joachim Fest), parece ser el lema del equipo de comunicación al servicio de Artur Mas. Como si aquí no hubiera pasado nada, como si el soberanismo fuera mayoritario en Cataluña, como si existiera en las cuatro provincias un clamor unánime en favor de la independencia, los medios de comunicación de la Generalitat, pagados por todos, pero desde hace casi cuarenta años al servicio exclusivo del nacionalismo, siguen repitiendo las mismas monsergas.

En Costa Rica existe un “Casal Catalán”, sin embargo pocos catalanes residentes aquí se sienten independentistas. Sobre los pocos que están en ese estado, me cuentan, que se trata de individuos bastante ácidos, poco empáticos y, frecuentemente, considerados como anómalos en relación a su misma comunidad de origen. Hace poco vi una bandera independentista descolorida bajo el sol abrasador del Caribe, colgada en una casita flotante de Isla Contadora, seguramente la más azotada por la “chitra”, un minúsculo y ponzoñoso insecto que produce urticación masiva en los miembros que asaetea. No pude por menos que sentir cierta conmiseración por aquel pobre diablo cuyo máximo orgullo es mostrar, entre picadura y picadura, una bandera descolorida, sin duda fabricada en China, a gentes que no tienen ni siquiera noción de dónde está Cataluña. La verdad es que la distancia es la mejor ayuda para redimensionar las grandes cuestiones políticas de nuestro tiempo. Y desde el Caribe, el soberanismo catalán no deja de ser una anécdota, a ratos triste, a ratos risible.

Se diría que el soberanismo existe porque existe TV3. El día que Artur Mas se vea privado de este medio de comunicación difícilmente podrá transmitir sus originalidades. En Cataluña, hoy, no existen más de 20.000 personas que lean prensa en catalán. Los medios de comunicación escritos en catalán siguen existiendo por expreso deseo del Palau de la Generalitat y por las subvenciones generosamente distribuidas, pero nunca, absolutamente nunca, ni en sus mejores momentos, han sido rentables. Pero en la lejanía no llega prensa catalana y los ecos de TV3 no pueden competir con los de ninguna cadena de tv por cable. A 10.000 km de distancia se sabe del independentismo catalán solamente a través de Internet. La deducción a la que llega uno cuando reflexiona desde la lejanía es que la Generalitat -que cada vez gasta más en “embajadas” y menos en sanidad- está perdiendo la partida.

Las razones de esta pérdida son, fundamentalmente, cuatro. Las enumeramos por orden de importancia:

1) Incluso el público soberanista empieza a estar cansado de una Generalitat instalada únicamente en la ficción soberanista y para la que “gobernar” es solamente “vender futuro independentista”. Una cosa es movilizarse uno, dos o tres días al año, sacar al balcón una bandera -que muestra solo que allí vive un independentista y en la mayoría de viviendas colindantes vecinos a los que el tema les importa muy poco- y otra muy diferente, es estar en condiciones y con ganas de movilizarse continuamente en favor de un ideal sobre cuyo destino planean cada vez más dudas. La Generalitat no lo está haciendo bien. Es innegable que, incluso para los nacionalistas, existen demasiadas sombras de corrupción sobre la gestión del gobierno catalán. El ambiente que se percibe en las calles de Cataluña (al menos hasta finales de noviembre) era mucho más deteriorado que en cualquier otro lugar de España. Nadie, salvo los funcionarios de CiU y la legión de “cuñados” y afiliados menesterosos, ve la necesidad de las “embajadas” o de pagar por estudios de quiméricas “constituciones catalanas” o proyectos inviables de “defensa”, mientras cada vez se comprueba que la sanidad está más desasistida. Hoy, en Cataluña, ser independentista y creérselo es cada vez más duro. A medida que pasa el tiempo, al soberanismo le cuesta más mantener en activo a sus huestes. La tensión a la que han sido sometidas en los últimos tres años parece excesiva para los magros resultados obtenidos. En estos momentos, Mas no puede alardear ni siquiera de que ha arrancado unos milloncejos negociando con el Estado. La sensación que da la Generalitat para el común de los ciudadanos catalanes es de negligencia en la tarea de gobierno y la sensación de que el soberanismo difícilmente irá más allá de donde llegó el 9-N: a partir de ahora solamente le queda remitir.

2) La pugna entre Artur Mas y Oriol Junqueras es una pugna entre dos grupos de intereses. Cada uno de ellos trata de ensalzar más y de manera más dramática y grandilocuente el “patriotismo catalán” y ambos intentan crear las expectativas más rutilantes para una Cataluña independiente, pero cada vez se percibe de manera más nítida que se trata solamente de declaraciones maximalistas de políticos que compiten por un mismo electorado y que buscan solamente reforzar su poder dentro de la administración catalana: el patriotismo es solamente el elemento emotivo y sentimental, la coreografía inevitable que acompaña un mero tacticismo ansioso por eternizarse en el poder (CiU) o por disponer de él en solitario (ERC) para mejor fortuna  de sus cuadros dirigentes. La polémica en la que llevan enzarzados desde hace mes y medio Mas y Junqueras sobre “elecciones plebiscitarias” o “elecciones ya”, se ha convertido en la coletilla habitual de los informativos de TV3. Cada vez resulta más evidente para quienes creen sinceramente que Cataluña debería ser independiente que tanto para ERC como para CiU la discusión ya no reside en ese punto sino en quién acaparará el poder en los próximos años. CiU se resiste a aceptar el hecho de que su sigla está “quemada” por casos y más casos de corrupción. ERC no está dispuesta a reconocer que el soberanismo era, es y seguirá siendo minoritario entre la población.

3) La sociedad civil catalana está reaccionando. La poca entidad de la mayor parte de los intelectuales y artistas soberanistas y el silencio de la inmensa mayoría de catedráticos, profesores universitarios y personalidades relevantes del mundo del arte y de la cultura, presionados por el agit-prop de la Generalitat, están dejando paso a una reacción de sectores cada vez mayores de la intelectualidad catalana hostiles al soberanismo y hartos de soportar en silencio la ausencia de sentido común del independentismo. En la patronal, la hostilidad es absoluta. En lo que queda de los sindicatos, no es menor. Algunos sectores se están organizando y, con retraso en relación a lo que ocurrió en el Pais Vasco (seguramente porque en Cataluña el “terrorismo” fue apenas un mal chiste de corta duración), también allí son perceptibles movilizaciones de sectores culturales y sociales. La reacción al soberanismo todavía no ha alcanzado a las masas, pero es cuestión de tiempo: cada vez en las conversaciones particulares los “contras” del soberanismo salen a relucir ante el desierto de “pros”. El soberanismo es cosa de funcionarios de la Generalitat, “cuñados” de dirigentes de CiU y de ERC, pequeños grupos ultrancistas y, además, recluidos especialmente en la “Cataluña interior”. El error del soberanismo fue anunciar que la independencia resolvería todos los problemas de Cataluña, cayendo en exageraciones extremas en la campaña SíoSí que hicieron salir de las entrañas de muchos catalanes el viejo “seny” perdido con la propuesta soberanista de doble salto mortal: situados ante la perspectiva de un corte de relaciones con España y con la UE, es decir, con los dos principales clientes, el independentismo ha remitido en las últimas semanas especialmente en sectores de las clases medias y de la juventud.

4) La irrupción de Podemos resulta un elemento imponderable con el que no contaba el independentismo hace un año. En las últimas elecciones autonómicas que dieron la victoria a Artur Mas, ERC se había configurado como el partido que acaparaba el “voto de protesta”. Muchos de sus votantes, especialmente jóvenes, ni siquiera eran independentistas: votaban, simplemente, a ERC porque era el partido que parecía responder más sinceramente al rechazo a partidos grises (PSC, PP, ICV), a partidos demasiado corruptos (CiU) o a partidos desdibujados (Ciutadans y UPyD). ERC era el partido que mejor podía aceptar un joven educado en la “inmersión lingüística” y al que la política le interesara sólo muy superficialmente. Pero esto ha cambiado en los últimos meses: a pesar de sus ambigüedades, a pesar de cierto rechazo a presentarse como “españolista”, la realidad es que Podemos en Cataluña no manifiesta el más mínimo entusiasmo por el soberanismo y entre las preocupaciones de sus dirigentes no existe el más mínimo interés por apoyar la independencia catalana. Pues bien, en las últimas semanas, se ha producido el abandono de una parte de la intención de voto de protesta hasta ahora capitalizado por ERC, que se ha desplazado hacia Podemos: no es que sean votos “por la unidad de España”… es que son votos que se restan al soberanismo.

A este cuadro particularmente sombrío para el soberanismo se une un elemento internacional no desdeñable: esta corriente, no solamente ha sido derrotada en Escocia, sino que remite en el Québec Canadiense y en el Flandes belga, considerados habitualmente como referencias para los independentistas catalanes. Si tenemos en cuenta que en estas dos zonas existen razones de mucho mayor peso que en Cataluña para defender ideas soberanistas (tanto en el Québec como en Flandes se hablan lenguas de origen completamente diferente al hablado por la otra comunidad, inglés y francés, respectivamente) y, dejando aparte que en Canadá hace 150 años ambas comunidades resolvían sus problemas por medio de las armas o que Bélgica no es un “Estado histórico”, sino un simple “Estado tapón” creado entre Alemania y Francia, el hecho de que el soberanismo remita en estas zonas es indicativo de que el siglo XXI no será el siglo de los “micronacionalismos”, sino más bien el de los “grandes espacios económicos”. Resulta inevitable que la inexistencia de “éxitos” en Occidente por parte de los partidos soberanistas repercuta, así mismo, desfavorablemente, en el soberanismo catalán.

Por todo ello, no habrá independencia de Cataluña. Los soberanistas no verán la creación de un Estado independiente como no se verán jamás las orejas. Si el soberanismo ha podido llegar hasta aquí ha sido por manejar diestramente la técnica del cambalacheo político –el “do ut est”, “yo te doy, tú me das”- durante el período Pujol y por la crisis económica derivada tanto de la globalización como del estallido de la burbuja inmobiliaria y de los errores del zapaterismo, que el soberanismo tuvo la habilidad de presentar como “responsabilidad del Estado Español”. Será difícil que se vuelva a dar una circunstancia de este tipo. En realidad, la crisis soberanista que se inició en 2011, tenía paralelismo en la actitud ofensiva del catalanismo político 100 años antes. Aquellos eran hombres de otro fuste y, sin embargo, recularon ante la Semana Trágica de 1909 y ante la virulencia del proletariado. Un siglo después, la única amenaza que se cierne sobre el futuro de Cataluña es ser la zona más islamizada de todo el Estado.

CiU es, sin lugar a dudas, el responsable de esta situación: fue CiU quien trajo a la inmigración islámica a Cataluña y ERC quien creó la ficción de que existía un “Islam catalán”… El millón de islamistas residentes en Cataluña (magrebíes, subsaharianos y paquistaníes) constituyen sin duda, en estos momentos, y junto a la desindustrialización, el problema más grave que tiene planteada Cataluña: si algunos colectivos islamistas han apoyado (tenuemente la independencia, todo hay que decirlo) se ha debido a los subsidios realizadas por Mas. Concesiones a cambio de paz étnica. Hoy, la Generalitat -Cataluña por culpa de su autogobierno- se arriesga a no tener independencia, pero tampoco a tener paz étnica. Peor imposible.

Soberanismo y elecciones

Soberanismo y elecciones

Info|krisis.- Van pasando los días y parece como si el soberanismo catalán hubiera perdido fuelle. La tensión acumulada en los días previos al 9–N, ha descendido visiblemente. Salvo en Cataluña, se habla poco del soberanismo en el resto del Estado. Quizás sea esta la hora de recapitular. Esta es la función de este artículo: repasar porqué el soberanismo ha encallado y afronta una vía muerta, para después pasar a repasar los últimos movimientos de los partidos soberanistas y tratar de describir las modificaciones que se van produciendo en el panorama político catalán y explicarlas.

4I: INDEPENDENCIA IMPOSIBLE, IMPROBABLE, INDESEABLE

Lo más sorprendente del soberanismo catalán es que elude por todos los medios responder al problema de si la independencia de Cataluña, además de ser la aspiración romántica de algunos, es o no es viable desde el punto de vista económico. La respuesta es tan evidente que no es raro que los soberanistas la intenten eludir por todos los medios: el doble salto mortal que implicaría el corte con España y el subsiguiente corte con la UE, los dos principales clientes de Cataluña haría imposible, de un día para otro, no solamente sobrevivir, sino incluso pagar la parte alícuota de la deuda española que quedaría adherida al “nuevo Estado”. Es evidente que, si Cataluña pudiera sobrevivir en esas circunstancias sería… hipotecando su soberanía a actores financieros internacionales que impondrían condiciones muchísimo más draconianas de las que ha conocido hasta hoy la población catalana o, simplemente, convertirían a Cataluña en un “Estado títere” de cualquier multinacional de tercera fila o de una pequeña sociedad inversora de capital–riesgo.

Si dejamos de lado a los fanáticos del independentismo que no van más allá de la independencia de Cataluña y que con obtenerla aunque fuera durante 24 horas ya se sentirían “libres y plenos”, no es raro que empresarios y técnicos, pero también la gran mayoría de personas con capacidad crítica y racionalidad, entiendan que la independencia de Cataluña es, desde todos los puntos de vista, imposible. De hecho, sería mucho más adecuado reconocer que el Reino de España tampoco es completamente independiente, en la medida en la que su soberanía está limitada por un lado y coartada por otro por estructuras internacionales como la Unión Europea, la OTAN, las Naciones Unidas, sin olvidar a los muy tangibles “señores del dinero” que condicionan en altísima medida las decisiones del gobierno de un Estado Nacional.

Siempre hemos sostenido que los Estados Nación actuales tienen una dimensión inadecuada para responder a los retos de un marco político–económico–científico que no es aquel en el que nacieron. Efectivamente, si los Estados Nación surgieron como tales desde finales del siglo XVIII, cuando las aristocracias y las monarquías absolutas declinaban, la burguesía se configuraba como clase hegemónica y los avances científicos examinados desde hoy parecían casi un juego de niños, en el actual mundo globalizado, con las economías interrelacionadas, una demografía completamente diferente y unos progresos científicos exorbitantes, el Estado Nación no es la estructura que mejor puede adaptarse a estos tiempos. Hace falta, pues, caminar hacia la cooperación interestatal en el marco de “grandes espacios económicos” (esa Europa desde Finisterre a los Urales, el mundo hispano–americano…), mucho más que fragmentar los Estados–Nación en unidades todavía más pequeñas, más difícilmente coordinables en función de sus “particularismos” y de sus “factores diferenciales” y, obviamente, con menos posibilidades de mantener su independencia.

Si hoy vale la pena defender los Estados Nación es, precisamente, porque disponen de estructuras legislativas, institucionales y capacidad de coerción que suponen, por sí mismas, barricadas ante la globalización. Fragmentando estas unidades en piezas más pequeñas, lo único que se logra es levantar estas barricadas y allanar el camino a la dominación por parte de multinacionales, de inversores agresivos y de los omnipotentes diosecillos llamados “señores del dinero”.

Por supuesto, hay “naciones” y naciones. No es lo mismo una Bélgica, país sin tradición histórica y compuesto por dos comunidades perfectamente diferenciadas, con dos lenguas de raíces sin elementos comunes, o un Canadá compuesto por otras dos comunidades lingüísticas que hasta hace 150 años estaban en guerra civil, que un país como España que desde la época visigoda estaba unificada a nivel político, que a lo largo de la Reconquista reiteró esa intención de reunificarse y que desde 1492 lo estuvo según los criterios de la época.

¿QUIÉN ES SOBERANISTA AQUÍ Y AHORA? LOS TRES GRUPOS SOBERANISTAS

Todo esto viene a cuento de los últimos movimientos de piezas del soberanismo. Tal como era de prever, el 9–N no dejó grandes huellas. Salvo en la propaganda soberanista. A ningún observador objetivo se le escapa el hecho de que la participación y los resultados demostraron muy a las claras y sin apelación que el soberanismo carece de “fuerza social” suficiente como para lograr la independencia de Cataluña y que los núcleos con mayor porcentaje de independentismo está situados en zonas de la Cataluña “interior”, permaneciendo ausente de zonas costeras, zonas del sur de la provincia de Tarragona, de la “frontera” y del sur de la provincia de Lérida y de la mayor parte de zonas costeras del Mediterráneo. En tales circunstancias y, a la vista de la debilidad de las barreras lingüísticas (el catalán es una lengua hispano–romance), no existe ni remotamente un RH catalán, ni una raza catalana, las razones históricos son igualmente débiles y, en gran medida, productos de las interpretaciones, como mínimo “bizarras” del nacionalismo romántico y, para colmo, las posibilidades de supervivencia de un “Estado catalán” independiente, desde el punto de vista económico, se reducen a cero.

¿Quién es, pues, soberanista en las actuales circunstancias? En primer lugar una parte (minoritaria como demuestra el 9–N) de la población catalana que no entiende a qué se debe su empobrecimiento y porqué la crisis económica iniciada en 2007 prosigue todavía, una población que percibe que las riendas del Estado están en manos de desaprensivos, oportunistas y saqueadores sin escrúpulos, y que ha creído la cantinela de Artur Mas: “Si fuéramos independientes las cosas nos irían mejor”… eludiendo el hecho de que los problemas que existen en el Estado Español son exactamente los mismos que existen en la Cataluña gobernada desde hace 38 años por el nacionalismo: corrupción, malas políticas económicas, catástrofe demográfica, inmigración descontrolada más que en parte alguna del Estado, gigantismo de la administración autonómica, narcisismo soberanista… No es que Cataluña sea diferente de España, es que cada vez por sus constantes económicos–sociales cada vez se parece más a España y, en concreto, a Andalucía.

Sin olvidar, por supuesto, que CiU ha tenido su parte de responsabilidad en la gobernabilidad del Estado y que siempre ha intentado extraer beneficios para su clase dirigente apoyando, ora al PP, hora al PSOE. Una parte del soberanismo, el que podemos llamar “soberanismo popular”, o soberanismo de base, está compuesto, pues, por pobres gentes, que han asumido la “concepción del mundo” de la Generalitat –“respuestas simples a problemas complejos”– y que lo han interiorizado.

En segundo lugar, son soberanistas los que extraen algún beneficio directo del soberanismo. De hecho, no es que “sean soberanistas”, es que “deben de serlo” para seguir obteniendo algún tipo de pequeño beneficio personal. Funcionarios de la Generalitat, por ejemplo, con poco trabajo y paga aceptable. Miles de personas que viven del sueldo que reciben de grupos culturales, sociales, asistenciales, siempre vinculados de una forma u otra al nacionalismo y que, deben cumplir horarios flexibles, poco exigentes, habitualmente de media jornada, gracias a la política de subvenciones que el nacionalismo concede a “los amigos”.

Finalmente, hay que considerar la opinión de las cúpulas de los partidos soberanistas (exigua minoría de la que nunca está claro si actúa por impulsos emotivos, románticos y sentimentales o por fríos cálculos políticos). Es indudable que no todos los soberanistas creen que el soberanismo es posible, ni viable, ni necesario. Probablemente, el propio Artur Mas tiene su dudas. Conoce perfectamente la situación acuciante de la Generalitat desde el punto de vista económico y sabe –o debería saber– que con ese pasivo, poco “Estado” va a poder construir y que un doble salto al vacío con España y con la UE, sin red, siempre es, inevitablemente, mortal.

Las personalidades escindidas de estos soberanistas les facilitan el realizar un desaprensivo discurso populista por una parte y un ejercicio de pragmatismo por otra. A los soberanistas de base (el primer grupo) les facilitan los argumentos facilones, primitivo, viscerales, los únicos que pueden oír, entender y asumir. A los funcionarios y panxas–contentas, les siguen pagando sus emolumentos, dejando bien claro que cualquiera cosa que implique una crítica o la exteriorización de otra posición que no sea la de la cúpula de la Generalitat, les hará perder su estatus. Finalmente, en sus relaciones con el Estado es cuando aparece ese pragmatismo que siempre ha acompañado al nacionalismo catalán.

Durante casi 40 años, el nacionalismo ha practicado hasta la saciedad este doble discurso: pragmático mirando a Madrid y populista para uso electoral.

Era imposible que esta duplicidad pudiera prolongarse mucho más.

9–N: SIN FUERZA SOCIAL SUFICIENTE PARA LA INDEPENDENCIA

Estamos en el momento final de los micro–nacionalismos. No es por casualidad que el nacionalismo flamenco remita y que los partidos mayoritarios de Flandes ya hayan colocado su reivindicación secesionista en barbecho (salvo los últimos mohicanos del Vlaams Belang) y que en el Québec canadiense la última derrota y el hundimiento electoral del nacionalismo aleja la posibilidad de un cuarto referéndum independentista.

Y esto entraña el inicio del declive de los partidos nacionalistas. El nacionalismo, a fin de cuentas, no es otra cosa que la doctrina que propone el nacimiento de una nueva nación. Por definición, pues, todo nacionalismo es independentista en último término, o carece de sentido. Pero las condiciones económicas e internacionales actuales impiden la aparición de micro–estados (a la par que limitan la soberanía de los Estados–Nación actuales). Esta contradicción entre lo que se propone y la imposibilidad de obtenerse, es insuperable y tenderá cada vez más a impedir que los partidos soberanistas vayan más allá de donde han llegado. Ahora, digámoslo ya, sólo les queda remitir.

En Cataluña es evidente que el soberanismo lleva 10 años, desde el período del Nou Estatut maragalliano, movilizándose. En 2004 no existía la más mínima demanda social para tal estatuto. Al PSC le cabe la vergüenza de haber entregado las riendas de la Generalitat a un hombre como Maragall que entonces ya no estaba en condiciones físicas ni mentales de asumir aquel reto. La tragedia fue “perfecta” desde el momento en el que el poder en Madrid fue a parar a ZP gracias a las bombas del 11–M. Pero no sería sino hasta 2010 cuando, por efecto de la crisis económica, y del retorno de CiU al poder, cuando la crisis económica llevaba ya tres años activada y Cataluña había perdido el 30% de su capacidad industrial, el “gobierno de Madrid” se había caracterizado por los reiterados errores de ZP en la conducción de la crisis (tardanza en reconocer la existencia de una crisis, tardanza en entender sus dimensiones, tardanza en entender que no solamente afectada a la construcción, planes E,  plan de ayuda a la banca, etc), fue sólo entonces cuando el soberanismo llegó a la calle con las masivas manifestaciones del 11–S a partir del 2011.

SOBERANISMO CATALAN 2010-2014 = EXTREMA–DERECHA 1977–1983

El soberanismo cayó en el mismo error que la extrema–derecha durante la transición, especialmente a partir de 1977 cuando cada año, hasta 1983, más y más masas acudían a las manifestaciones del 20–N… Era difícil entender como tanta “fuerza social” no se traducía en réditos electorales. Todo se debía, obviamente, a los desajustes de la transición. Cuando esta se hubo asentado sólidamente (en septiembre de 1983 con la victoria socialista), en pocos meses Fuerza Nueva se disolvió y las masas dejaron de acompañar a los actos del 20-N…

Así mismo, el soberanismo, a fuerza de hinchar las cifras de asistencia a sus manifestaciones, a fuerza de leer solamente sus diarios, ver únicamente los informativos de TV3 y hablar solamente entre ellos, falló en la apreciación real de sus verdaderos efectivos y de su potencia. Creyeron –y siguen creyendo, especialmente a nivel de masa soberanista– que son “mayoría”. Poco importa que la participación en el 9–N haya sido muy minoritaria (incluyendo a inmigrantes, adolescentes de entre 16 y 18 años y cierta picaresca…) y que se haya demostrado suficientemente que con menos de una cuarta parte de los votos resulta imposible “construir una nación”, algo que, por lo demás, ya estaba claro desde finales de los años ochenta, cuando los niveles de utilización del catalán como lengua vehicular preferencial se estancaron.

Es evidente que las cúpulas soberanistas no pueden reconocer su fracaso y prefieren –como la extrema–derecha en la transición– ir “de victoria en victoria hasta la derrota final”. Lo sorprendente y lo que está pasando desapercibido al público español y a buena parte del catalán es que, las cúpulas soberanistas siguen hablando de independencia pero ya sólo en términos de programas electorales. Y aquí se trata de quien “vende” el producto (el soberanismo) de la manera más atractiva para el electorado.

MAS: INDEPENDENCIA EN SEIS MESES. JUNQUERAS: INDEPENDENCIA YA

Artur Mas, intenta recuperar al electorado perdido en dirección a ERC, haciendo gala de “buen seny” y prometiendo una “independencia negociada” en seis meses a partir de unas elecciones plebiscitarias en las que él, naturalmente, aparecería en primer lugar como “gran timonel”, “líder máximo” y “ayatola” del soberanismo. Se trata de una pirueta para evitar demostrar la debilidad presente de CiU ante ERC, debilidad que una lista única soberanista podría enmascarar. Pero, en realidad, Mas ha sido, desde el principio, perfectamente consciente de que esa posibilidad es remota (demasiado obvia la intención para que ERC pudiera caer en la trampa), pero de lo que se trata para él es de ganar tiempo y evitar convocar elecciones anticipadas, permaneciendo en el poder el máximo de tiempo posible y tratando de atraer a las urracas del independentismo, las tristes “damas de la plaza de Sant Jaume” que dirigen las asociaciones cívicas soberanistas amamantadas por Mas.

Junqueras, por su parte, percibe perfectamente la propuesta–trampa y “da más”: el único punto de su programa será un parlamento que inmediatamente después de conocerse los resultados proclame la independencia: un “parlament constituyente”… Con eso pretende atraer al independentismo más inquieto, harto ya de esperar para disponer de una “nación independiente”. Los lagrimones de Junqueras no le permiten ver la realidad: es posible que, en las actuales circunstancias, su partido sea el más votado… pero distará mucho de obtener una mayoría absoluta e incluso los votos soberanistas, sumados, a día de hoy, no permiten pensar en una mayoría soberanista.

Es evidente que, tanto Mas como Junqueras lanzan sus propuestas en clave electoral. No está claro hasta cuándo Artur Mas podrá soportar las presiones y se verá obligado a convocar elecciones anticipadas. Lo que a él más le convendría sería llegar a algún pacto con el gobierno, obtener fondos imprescindibles para poder garantizar el funcionamiento de la Generalitat hasta el 2016 a cambio de rebajar a partir de entonces la tensión independentista. Convocar las elecciones autonómicas poco después del 11–S. En un pacto con el gobierno del Estado, los procesos contra las cúpulas de CiU quedarían retrasados o entrarían en barbecho.

HACIA UN NUEVO MAPA POLÍTICA CATALÁN

Las últimas encuestas indican que el panorama político catalán, en cualquier caso, quedaría ampliamente alterado: el PP se eclipsaría cada vez más, dejando de ser actor secundario para pasar a un papel casi irrelevante, destino al que iría acompañado por el PSC, cuya desintegración prosigue si cabe a mayor velocidad. Ciutadans se consagraría como “tercera fuerza” con votos procedentes de estos dos partidos. Podemos, o su equivalente, mermarían las posibilidades del CUP y atraparían votos procedentes también del PSC y de ICV cada vez más desdibujada. Por otra parte, la situación de la inmigración en Cataluña, cada vez más masiva, más arraigada en sus raíces islámicas, hace que el discurso anti–inmigracionista, acompañado por una toma de posición catalanista y española, que defiende PxC tenga, en este río revuelto, posibilidades de avanzar.

No hace falta, pues, tomar las declaraciones de Junqueras y de Mas, como tampoco las de Iceta o la Camacho, al pie de la letra. Hoy, toda la clase política catalana habla en términos electorales y solamente porque tanto ERC como CiU creen que el tema soberanista les beneficia electoralmente.

Por su parte, los electores de base del soberanismo todavía no son conscientes de que no verán la independencia como no se pueden ver sus orejas, sentimiento que en las cúpulas soberanistas cada vez, especialmente desde la lectura de los resultados del 9–N, resulta más claro. Y son realistas: “ya que la independencia es imposible, al menos que lo invertido sirva para mejorar las posiciones de los partidos soberanistas…”.

El suflé soberanista (como todos los suflés nacionalistas) descenderá, sino estallará. No es malo que así sea.

© Ernesto Milá – info|krisis – infokrisis@yahoo.es – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen

 

Fracaso anticorrupción

Fracaso anticorrupción

Info|krisis.- La largamente esperada dimisión de Ana Mato ha precedido en apenas unas horas al anuncio en el parlamento de nuevas medidas anticorrupción. Ana Mato era una ministra políticamente muerta, no desde que estalló la crisis del Ébola, ni cuando cedió a la presión de la industria farmacéutica para eliminar determinados medicamentos de la lista de subvencionados por la SS para sustituirlos por otros más caros, sino desde el momento mismo en el que fue nombrado a la vista de su relación directa con la trama Gürtel. Lo que debería dar credibilidad a las medidas anticorrupción era precisamente forzar la dimisión de la Mato. Sin embargo, una vez oído el discurso de Rajoy en el Parlamento quedan algunas sensaciones indelebles que confirmar.

Vamos  extraer algunas conclusiones breves sobre la situación de la corrupción en España y lo que implica:

1. Ya existe legislación anticorrupción porque existe un código penal. Bastaría con voluntad política para erradicar la corrupción, pero eso implicaría restar a “la política” del atractivo que tiene para la clase política: la posibilidad de lucrarse rápida, abundantemente y con poco esfuerzo.

2. No se trata de combatir “ahora” a la corrupción sino de haberla combatido desde hace 36 años. Hoy es inevitable reconocer que apenas se ha hecho nada contra la corrupción –al menos nada esencial, nada radical, nada necesario– en ningún nivel de la administración.

3. No se trata ya de legislar sino de enviar corruptos a la cárcel. Se investiga a pocos políticos. Se imputa a menos. Se juzga a menos aún. Pocos resultan ser culpables y siempre cuando median entre 10 y 15 años de los hechos juzgados. Muchos se salvan por la prescripción de los delitos. Nunca, absolutamente nunca, devuelven lo sustraído. Y nunca cumplen íntegramente la pena de prisión.

4. No se trata ya de reforzar el arsenal legal, sino el policial y el judicial para investigar y juzgar casos de corrupción. Una legislación extremadamente dura y completa sin posibilidades de aplicarse ágil y rápidamente, equivale a no tener legislación. Investigaciones policiales boicoteadas por el Ministerio del Interior y juzgados sin medios ni personal suficientes para conseguir que los casos de corrupción terminen en sentencias en firme, son el pan de cada día y la realidad cotidiana del régimen.

5. No es que la corrupción afecte a “unos pocos políticos” sino que las cúpulas de los partidos están todas carcomidas por la corrupción. El Caso Pujol, los Casos Gürtel y Púnico, el Caso ERE–UGT–PSOE andaluz, por citar sólo a los más conocidos, no proceden de las “bases” sino de las cúpulas de los partidos implicados. La lógica aristotélica implica que si la cúpula está podrida por la corrupción, toda la estructura del partido lo está.

6. No es que haya unos partidos más corruptos y otros menos, es que el sistema político en su actual configuración favorece la corrupción. Vale la pena no olvidar que una de las instituciones afectadas por la corrupción es, precisamente, la Casa Real, considerada por la Constitución como la cúspide del Estado y del entramado constitucional.

7. La corrupción es la característica axial del sistema político español nacido en 1978, como el caciquismo lo fue de la Restauración, el caos de la II República o la ausencia de partidos y de libertades políticas estuvo ligada al franquismo. Cada época, cada régimen, tienen sus rasgos característicos y la corrupción generalizada lo es de este tiempo.

8. Hoy, cualquier intento por parte del PSOE, del PP, de CiU o del PNV, de luchar contra la corrupción son iniciativas increíbles llegan tarde, demasiado tarde, para ser creíble. Cualquier medida que no incluya la no prescripción de los delitos de corrupción, la confiscación de los bienes de los corruptos y de su entorno familiar, penas de idéntica dureza contra los testaferros, imposibilidad de acogerse a beneficios penitenciarios en caso de no devolver las cantidades sustraídas, etc, es inútil. Y nada de todo esto es contemplado por las nuevas medidas anticorrupción.

9. La clase política no se ha dado cuenta todavía de la brecha que separa el “país real” del “país oficial” porque todavía hay gente que les vota. Pero ese apoyo disminuye de día en día. Es precisamente el ascenso de nuevas fuerzas políticas lo que ha forzado a Rajoy a establecer las “nuevas medidas” anticorrupción en un intento desesperado (y lamentable) de evitar la sangría de votos de los grandes partidos.

10. En este contexto, las acusaciones que los medios del régimen han lanzado contra Podemos por corrupción apenas son otra cosa que chistes malos (el cobrar sueldos no declarados de 1.500 euros, el ganar 50.000 la compañera de Iglesias en una “operación especulativa”, el que el padre de la compañera de Iglesias tiene casa de protección oficial con piscina, o el recibir ayudas de Venezuela, son malos chistes.

Estas conclusiones se resumen en una sola:

La corrupción es una muestra más de la iniquidad ética y moral que se ha instalado en España al paso con la Constitución de 1978. No puede superarse esta etapa triste y lamentable –mucho más en tiempos de crisis– sin dejar atrás, como un enésimo fracaso de nuestra historia, el orden instaurado desde 1978.

© Ernesto Milá – info|krisis – infokrisis@yahoo.es – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen