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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

GEOPOLITICA

Ríe caminante, aquí yace la globalización

Ríe caminante, aquí yace la globalización

Infokrisis.- La globalización ha muerto. Su reinado ha sido efímero. De hecho, algunos insensatos todavía sostienen que goza de buena salud. Salvo la globalización de capitales y la de personas, la globalización como sistema de producción ha sido asesinada. El nombre del criminal es suficientemente conocido: crisis energética.

La idea de la globalización Ya en los años 70, las multinacionales ensayaron intentos de globalización, que ya, en aquel momento, concebían como la optimización de la producción industrial. El sistema se ensayó a escala muy reducida. Ford montaba una planta en España –donde la mano de obra era más barata-, encargaba a empresas próximas a la planta de montaje las piezas que, una vez manufacturadas en el proveedor más barato (no importaba que se situara en Marruecos o en Portugal), eran ensambladas en la fábrica central. Una vez terminado el producto, se distribuía en una zona geográfica amplia. Los Ford fabricados en Almusafes se vendían en media Europa.

Pero en el primer tercio de los años 70 existían varios problemas. Europa estaba parcelada en Estados Nacionales separados por fronteras impenetrables. Además, existía la “guerra fría” y el “telón de acero” partía en dos Europa Central. Pero, en cualquier caso, se trató de un ensayo generalizado que empezó a aplicarse en el último tercio de los años noventa.

Se trataba ahora de aplicar a escala universal, el ensayo limitado realizado en los setenta. Cualquier producto industrial era descompuesto en tantas partes como fuera posible. Se estudiaba su fabricación allí en donde las condiciones económicas fueran más favorables, esto es, dónde fuera más barato. Luego, cada una de las piezas se enviaba a las plantas de ensamblaje, situadas allí donde resultaba más barato el proceso de montaje. Y, desde allí, se trasladaban, finalmente, a los mercados.

Una pieza de un ordenador podía dar una vuelta al mundo antes de que el PC llegara al consumidor. El procesador se fabricaría en Taiwán, pero algunas materias primas procederían del sudeste asiático. El diseño se realizaría en Silicon Valley, pero algún equipo de diseño estaría situado en la India o Pakistán. Malasia aportaría la placa y en Ceilán se fabricaría el monitor según un diseño neoyorkino. En Praga se imprimiría el librito de instrucciones que acompañaría al ordenador. Los plásticos de la carcasa se fabricarían en Sudáfrica con derivados del petróleo traídos de Angola. Alguna empresa francesa vendería la tarjera gráfica que contenía elementos, a su vez, fabricados en Singapur. Suecia aportaría los cartones para el embalaje que serían impresos en Lituania. Finalmente, todas las piezas del ordenador serían ensambladas en una planta Mexicana y llegarían por mar a Lisboa, desde donde atravesarían las carreteras hasta llegar a Madrid y de ahí a Valencia en donde, finalmente, llegarían al consumidor alicantino, que, en realidad, era un jubilado británico recién instalado en Torrevieja...

La idea general era que cada país se especializaría en un componente o en un área de la producción y el mercado haría que la empresa ensambladora y, posteriormente, el comprador, eligieran la oferta más ventajosa. Era, en definitiva, un mundo regulado por el mercado en el que las contradicciones nacionales entre los países, felizmente, habrían desaparecido.

Para favorecer este clima de cooperación económica por encima de las fronteras, terminó impulsándose la globalización en todos los terrenos, incluido el cultural. De hecho, a partir de mediados de los años 90, algunas palabras hicieron fortuna: ninguna rama del arte podía concebirse sin la palabra “mestizaje” y sin el concepto de “fusión”, por encima de cualquier otro valor.

La idea final, aparentemente bienintencionada, era que el mercado terminaría sustituyendo al gobierno de las naciones. Era el sueño dorado del capitalismo: después de doscientos años de primacía de la economía sobre la política y de la plutocracia sobre la democracia, finalmente, se llegaría a contemplar la posibilidad, sin tapujos, del gobierno del mercado –esto es, de los detentadores del capital- sobre la clase política. En realidad, la clase política en un marco plutocrático, no es más que los delegados del capital para gestionar los asuntos de la res publica, o, por decirlo de otra manera, una especie de intermediario que traduce los designios del capital en política cotidiana, digerible por la masa de votantes. Lo que la globalización tenía como objetivo era eliminar a este intermediario –la política, el Estado- en beneficio del mercado, donde el capital, es el único dueño y rector.

El mercado sustituirá al gobierno de las naciones y generará una era “sin historia”, de paz y prosperidad, de felicidad sin límites, tal como la describió Fukuyama hace más de quince años.

Vanas esperanzas que hoy se han demostrado quimeras inalcanzables, ilusiones engañosas y fatuas.

Cuando ya no se puede avanzar, sólo queda retroceder

Este sistema ha fallado en la práctica. No ha podido prolongar su hegemonía más de quince años. El Acuerdo General de Aranceles ha posibilitado llegar hasta donde nos encontramos en la actualidad, pero, cada vez resulta más evidente, que ya no podemos ir más lejos y que, a partir de ahora, sólo queda retroceder.

Y esto por los siguientes motivos:

1. Es falso y mendaz que los recursos naturales utilizados para fabricar bienes desciendan continuamente de precio, aumentando simplemente la producción. Se olvida, por lo general, que la cantidad de recursos del planeta es grande, pero limitada. A partir de alcanzado cierto punto, estos recursos tienden a agotarse. A partir del momento en el que la demanda de materias primas finitas es superior a la oferta, el precio tiende a dispararse. Los países productores son conscientes de que se les acaba la época de las “vacas gordas” y aspiran, en primer lugar, a prolongarla al máximo y, en segundo lugar, a obtener el máximo de beneficios, elevando el precio.

2. Si hasta ahora la globalización de bienes y mercancías era posible, se debía a los bajos precios del petróleo. En efecto, una economía globalizada es una economía en la que los transportes de un lado a otro del planeta, adquieren su máxima importancia. Mientras los precios del combustible se mantuvieron a precios aceptables, el transporte de mercancías de un lado a otro del planeta, justificaba la parcelación de las manufacturas en tantos puntos como la ley de la optimización lo aconsejara. Pero esta era se ha terminado. La oferta de hidrocarburos ha sido superada por la demanda. Desde entonces, el precio no ha hecho más que aumentar. La globalización, en realidad, ha sido un espejismo de los años en los que el petróleo ha sido un combustible barato: desde el final de la Segunda Guerra del Golfo (1989) hasta la actual crisis energética (2005). Esa era, ha terminado.

3. Se olvida que la mano de obra barata no lo será indefinidamente. No se trata solamente de desplazar las plantas de producción allí en donde HOY la mano de obra es más barata y no existen derechos sindicales. Hay dos factores a tener en cuenta: el primero es que el trabajador que hoy gana 5 euros por días, aspira a ganar 20 euros por hora en los próximos años. De la misma forma que el lamentable sistema de producción y las horrendas condiciones laborales no duraron siempre en la Inglaterra victoriana, sino que solamente fueron características de unos pocos años de la primera revolución industrial, los precios de la mano de obra asiática, no serán siempre los mismos. Los propios Estados precisarán elevar el salario de sus trabajadores para darles acceso a bienes de consumo y así poder generar una espiral producción-consumo. Por otra parte, la experiencia demuestra que el mejor medio para frenar las crisis de producción y autorregularlas, es el sindicalismo reivindicativo que todavía no ha hecho su aparición en Asia. Las alzas salariales, limitan los beneficios del capital y esto, impide acumulaciones excesivas y superproducción que generan crisis similares a la de 1929. Por otra parte, no puede pensarse que el desplazamiento de las plantas de producción pueda realizarse constantemente de un lugar a otro del planeta. Si bien, cuando el coste salarial ha aumentado en España, es posible pensar en enviar las plantas de producción a Polonia o Chequia. Y de ahí, a Cantón o Pekín... pero no mucho más allá. Determinados grupos étnicos se adaptan mal a la producción en cadena y no responden ante los incentivos ofrecidos. El indio andino es indolente y basa su vida en una economía de subsistencia. Las etnias árabes son fatalistas, creen que todo lo da y lo quita Mahoma, entonces ¿para qué esforzarse? En cuanto a las etnias africanas carecen de la autodisciplina suficiente para asumir procesos de producción. En este sentido resulta ilustrativo, la iniciativa china de implantar fábricas en Marruecos y en África Subsahariana, exportando allí la maquinaria, el diseño y... al mismo personal que reside como en las antiguas “colonias industriales” europeas en el interior de recintos, prácticamente aislados del resto de la población.

El principio de contigüidad

A pesar de que el litraje de ginebra haya enturbiado el cerebro de Maragall, es rigurosamente cierto que una “eurorregión” como la que definió en su momento, es absolutamente oportuna. Los economistas de la Generalitat advirtieron, ya en 1999, que la mayor parte del comercio catalán se realiza con las regiones geográficamente contiguas: Aragón, Valencia, Rosellón-Languedoc. En realidad, estos economistas no habían descubierto nada nuevo. El fenómeno no ha podido ser desterrado por la globalización: cada zona comercia con la que tiene más próxima, esto es, con la que es contigua. La globalización no ha cambiado absolutamente nada en este terreno.

Así pues, una economía sostenible se basa en el lanzamiento al mercado de tantos productos como sea posible vender en las inmediaciones del lugar de fabricación. Este principio es tanto más válido, contra mayor es el precio del carburante. En realidad, de ser posible, la autarquía sería –al menos en teoría- el principio económico más aceptable en un momento de crisis energética y carestía de hidrocarburos.

El principio de contigüidad en el comercio mundial tiene una consecuencia inevitable: la formación de espacios económicos homogéneos que se configuran como unidades autónomas de producción; en el interior de estos espacios, el consumidos encuentra aquello que necesita y el mercado se lo pone ante sus narices de la forma más atractiva posible. Se trata, habitualmente, de espacios geopolíticos o continentales. El nuestro, es, sin duda, la Unión Europea. A corto plazo, todo lo que proceda de fuera de la Unión dejará de ser, económicamente, atractivo. La cuestión es, si para entonces, todavía seguirán existiendo plantas de producción de manufacturas en la Unión o si el delirio globalizador las habrá trasladado a los lugares más apartados e inhóspitos del planeta.

El fracaso de la especialización

Lo que en 1989 se esperaba que se produjera, es decir, la especialización de los países en determinadas áreas de producción, no se ha efectuado. Una sola zona geográfica, Asia y el Sudeste Asiático, polariza cada vez más la producción de bienes. De la misma forma que en el último tercio del siglo XIX, todos los buscadores de oro, convergieron en California, en la actualidad todos los “buscavidas” económicos han ido a parar al Sudeste Asiático y a China.

Cuando se produjo la Segunda Guerra del Golfo (1989), un humorista norteamericano bromeaba: “Hemos destruido las fábricas iraníes, hemos paralizado la producción industrial, hemos deshecho carreteras e infraestructuras... ahora ellos ya están como los EEUU”. Detrás del chiste lo que existía era la percepción de las dimensiones de un gigantesco drama: dado que en el Primer Mundo, la producción se realiza atendiendo a unos mínimos criterios sociales (salario que abra las posibilidades del consumo para las clases trabajadoras), seguridad social, derechos sindicales, etc., la producción se ha encarecido; pero todos estos criterios están ausentes en Asia: ni sindicalización, ni salarios que permitan algo más que sobrevivir, ni seguridad social. En tales condiciones, Europa no puede competir con Asia; para que exista competencia debe existir, como mínimo, una cierta igualdad en las condiciones de producción.

El drama estriba en que el Primer Mundo ha remitido sectores enteros de la producción hacia el Tercer Mundo, atraído por lo barato del trabajo y la proximidad a las materias primas. Esto ha provocado un proceso de desertización industrial, particularmente en algunas zonas de la Europa Mediterránea. De manera general, el Primer Mundo ha ido trasladando industria al Tercer Mundo, y se ha ido convirtiendo progresivamente sus economías en economías de servicios, no de producción. En los próximos años, se va a experimentar la irresponsabilidad de creer en quimeras absurdas.

La “nivelación mundial”

Durante una década y media subyacía la idea de que el proceso seguido por Europa desde la primera revolución industrial, se repetiría fatalmente en todo el Tercer Mundo. Se nos sugería que las economías chinas, los “dragones asiáticos” obligaban a sus ciudadanos a aceptar infames cadencias de trabajo a cambio de salarios de miseria, pero que, eso mismo, había ocurrido en toda Europa en el siglo XIX. A medida que fueran avanzando las sociedades orientales, se alcanzaría, paulatinamente, el mismo nivel de vida que en Occidente y, por tanto, se produciría un alza salarial generalizada, la aceptación de los derechos laborales y sindicales y la transformación del productor alienado en consumidor integrado. Pero estas afirmaciones carecían completamente de fundamento.

En la figura de algunos industriales europeos del siglo XIX se percibe una talla moral que está ausente en los consejos de administración de las sociedades anónimas de Asia. Cuando los hijos del Conde de Güell, cedieron tiras de su piel para salvar la pierna de uno de sus jóvenes obreros que había caído en una pica de ácido y corría el riesgo de amputación, no estaban realizando demagogia social o populismo (la anestesia todavía no existía y una operación de este tipo consistía, ni más ni menos, que en arrancar en vivo, tiras de piel de 35 cm. de largo por 5-7 cm. de ancho; no era, desde luego, un plato de gusto). La misma idea de las “colonias industriales” era una mezcla de interés (en las colonias resultaba más difícil realizar propaganda sindicalista) y conciencia social (se procuraba que los trabajadores tuvieran una vivienda digna para ellos y para sus familias, economato, lugares de distracción y formación cultural, escuelas, etc.).

La “nivelación mundial” sería una realidad si en otros lugares del planeta se dieran las mismas circunstancias que se dieron en la Europa del siglo XIX y que permitieron la formación de una burguesía y de un proletariado estable que trabajaba por un salario que iba algo más allá de garantizarle la mera subsistencia. El mandarinato, el caciquismo tribal, siguen estando presentes en determinados grupos étnicos y hacen muy difícil sino imposible, que sigan una evolución similar al capitalismo europeo del siglo XIX. De hecho, en los países árabes, todavía no ha sido posible la formación de una burguesía media que suponga un colchón con densidad suficiente como para asentar un sistema democrático estable. En los países andinos, esta burguesía está, así mismo, ausente.

Hoy sabemos que no todos los grupos étnicos se habitúan con tanta facilidad al sistema de producción liberal. Las poblaciones andinas, africanas y asiáticas, encajan mal con un sistema que, en el fondo, es un juego de pesos y contrapesos. La apatía de poblaciones andinas lleva a su falta de competitividad y a seguir un proceso de autovictimimación del que Evo Morales es, sin duda, su quintaesencia. El sistema teológico-integral del Islam se ha convertido en un factor de atraso y de esclerosis de las sociedades árabes y ha terminado confirmándose como inasimilable en el interior de sociedades europeas. En todo el mundo, la desigualdad entre las aptitudes de tal o cual grupo étnico se ha puesto de manifiesto y hoy resulta inapelable.

El problema no es que las sociedades asiáticas, árabes, subsaharianas o andinas, puedan evolucionar hacia un liberalismo, más o menos, estable –que no podrán-, sino si los tres lustros de globalización intensiva, no supondrán un mazazo para el estado del bienestar europeo. De hecho, lo que ha ocurrido en ese período en Europa es un proceso similar al que tiene lugar en el Tercer Mundo: los ricos detentan cada vez más capital, mientras que los pobres están cada vez más hundidos en la miseria. En este sentido, la globalización si ha sido un fenómeno mundial, ha perjudicado a los más y ha beneficiado a una ínfima minoría.

Pero el proceso ha terminado. La carestía de petróleo se ha puesto de manifiesto con toda su brutalidad. Países enteros, compañías multinacionales, habían exagerado las reservas de petróleo en su poder. Con ello, unos obtenían créditos del Banco Mundial, del Banco para el Desarrollo o del FMI, mientras que las petroleras mantenían y subían sus cotizaciones en bolsa. De repente, durante la segunda mitad de 2005, han ido cayendo muchos mitos. En primer lugar se ha evidenciado que la demanda de petróleo supera a la oferta y que ya no basta con aumentar el flujo diario de barriles: los pozos que se descubren ya no pueden superar en producción a los que se han agotado. Se ha alcanzado el punto de inflexión mucho antes de lo previsto. Hoy 12 de febrero, se ha sabido que REPSOL exageró las reservas en su poder para mantener la cotización de sus acciones y demostrar una salud financiera que no era tal.

La era del petróleo barato ha concluido. La globalización también. Sólo la llorarán los que han sido sus beneficiarios: una ínfima minoría de privilegiados.

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es

 

¿EUROPA, EUROSIBERIA, EURASIA?

¿EUROPA, EUROSIBERIA, EURASIA?

Infokrisis.- Tres conceptos se disputan la primacía en el acervo ideológico de los movimientos alternativos. La llamada “dimensión nacional”, la España-Nación, carece de dimensión geográfica, demográfica y económica suficiente para jugar un papel preponderante en el mundo futuro. Hay tres conceptos a elegir para complementar la debilidad político-económica de nuestro país: Europa, Eurosiberia, Eurasia.

Lo irreversible –afortunadamente- de la Unión Europea
Tras la II Guerra Mundial y, especialmente, a partir de 1948 –Golpe de Praga- se hizo evidente que la situación generada en Europa a partir de la paz de Westfalia (que sella la balcanización de Europa), con las correcciones aportadas por la desaparición de los “imperios centrales” tras el Tratado de Versalles en 1919 y la transformación del continente en el escenario principal del conflicto USA-URSS de 1948 a 1989, como resultado del Tratado de Yalta, obligaban a un replanteamiento de la situación general en Europa. Cuando el proceso de reconstrucción europea, tras los destrozos de la II Guerra Mundial, terminó en los años 50, un grupo de líderes políticos, fundamentalmente democristianos, impulsaron el Mercado Común Europeo que, inicialmente, aspiraba tan sólo a ser la “Europa Verde”, es decir, que no aspiraba a regular otra cosa que el sector agrícola. De eso han pasado ya más de cuarenta años y hoy nadie –nadie con dos dedos de frente- discute lo conveniente de una Europa Unida. El denostado Tratado de Maastrich, transformó la Comunidad Económica Europea en Unión Europea, a la unión económica, le seguirá, inevitablemente, la unión política.
Este trayecto de cuarenta años no ha estado exento de baches, el último de los cuales ha sido el rechazo generado en la opinión pública europea al proyecto de Tratado de la Unión, rechazado en Francia y Bélgica y aprobado ciegamente en España, un tratado suicida que resta personalidad a Europa y la convierte en un amasijo de naciones que nada tienen que ver unas con otras. Turquía, aprovechamos para recordarlo, hoy no es Europa y no importa que lo fuera desde la colonización de las costas de Asia Menor por los griegos, hasta la caída del Imperio Bizantino. Hoy, Turquía no es Europa, ni 60 millones de turcos son “europeos”.
Cualquier transformación política genera dificultades de asentamiento. La última que hemos sufrido –la implantación de la moneda única- también ha provocado desajustes y, especialmente en España, una aceleración de la inflación y una subida generada de los precios. Pero, como las reconversiones anteriores que tuvieron lugar durante el felipismo, a corto plazo se superará. Y más vale que nos hagamos a la idea que el “euro” es irreversible y que si, por azar se produjera el retorno a las anteriores divisas nacionales, el cambio adquiriría en pocos meses caracteres de tragedia. Hoy el euro se utiliza cada vez más en el comercio internacional, mientras que el dólar ve progresivamente restringido su campo de aplicación.
La UE no es seguramente la mejor de los escenarios que se podrían haber creado en Europa, pero es, desde luego, mejor que la fragmentación en pequeñas naciones incapaces de generar políticas y estrategias propias. Está claro, por lo demás, que los años que han transcurrido desde la Paz de Westfalia hasta ahora, han generado entre las naciones europeas rivalidades e, incluso, odios diversos. También en este terreno hay que tener paciencia: Europa está llamada inevitablemente a tener un destino común. Hay que reconocer, finalmente, que si bien no es del todo evidente que Europa pueda sobrevivir la competencia de otros polos económico-sociales, lo que si es evidente es que las naciones europeas y tomadas de una en una, no podrían de ninguna manera, sobrevivir aisladas: ni el país que hasta ahora ha constituido el motor político de la Unión, Francia, ni el motor económico, Alemania.

Los límites de Europa
Desde el punto de vista geopolítico, Europa es, básicamente, una potencia continental, exceptuando a Inglaterra en la que destaca la vocación atlantista, los países del Mediterráneo cuya zona preferencial de expansión se sitúa en las costas del Mare Nostrum, con el caso particular de España que fue Imperio mientras mantuvo el predominio en el Atlántico. Está claro, pues, que Europa va, según la fórmula de Thiriart: “de Brest a Bucarest” y del Cabo San Vicente al Cabo Norte. Europa es el actual territorio de la Unión, más los Balcanes. ¿Es todo?
Recientemente han ingresado en la Unión los Estados Bálticos y la malhadada “revolución naranja” ucraniana mira hacia Europa. El bobo ilustre que se sienta en la Moncloa ha dado como “europeos” a Marruecos y Turquía y, no albergamos la menor duda, de que cuando viaje a Israel, hará otro tanto con éste país ¿acaso no participa también del festival de Eurovisión? Afortunadamente, ZP será una anécdota en la historia de España y, antes que después, dejará de ser el forúnculo en culo de los españoles que hoy es. Pero la cuestión está abierta ¿cuáles son los límites de Europa?
Por el Norte y el Oeste está claro. También por el Sur: Europa termina donde terminan las aguas territoriales de los países del Mediterráneo Norte. Pero ¿y hacia el Este? Porque si los Países Bálticos están en Europa ¿por qué Rusia, Urania y Bielorrusia no pueden ser considerados europeos? De hecho lo son, étnica y culturalmente, sin paliativos.
El problema radica en que la formidable extensión rusa se extiende desde la frontera ucraniana hasta Vladivostok en las costas del Pacífico. La inmensa llanura siberiana parece excesivamente alejada del centro geográfico de Europa como para poder ser considerada “europea”. Nadie dudaría hoy en afirmar que Rusia es Europa, si prescindiera de las posesiones rusas al Este de los Urales: pero esas posesiones existen. Así pues habrá que recurrir a otras consideraciones para definir los límites de Europa.
Eurasia, como objetivo
El territorio de la actual UE no es particularmente rico en minerales estratégicos. Ciertamente existen yacimientos petrolíferos en el Mar del Norte y en Rumania. Hay carbón en Polonia, pizarras bituminosas en la antigua Prusia y Mercurio en España, pero todo esto supone poco en la economía mundial y, ni siquiera permite el autoabastecimiento de la Unión. Ciertamente, las prospecciones en el Mar de Alborán y en Canarias son prometedoras, pero, ni aún así puede pensarse en la autonomía energética de Europa.
Las consideraciones económicas son fundamentales para el futuro de las naciones, tanto como el patriotismo o la voluntad de defensa nacional. Si Europa precisa energía, solamente puede mirar hacia el Este. Es en el Este, en la cuenca del Caspio y en la estepa siberiana en donde se encuentran las grandes reservas energéticas y esto, además de la identidad étnica y cultural, a mirar hacia Rusia como aliado preferencial. Es con Rusia con quien la Unión Europea debe forjar una alianza indeleble y preferencial o, de lo contrario, correrá el riesgo, antes de 20 años, de sufrir un parón energético.
Resulta muy difícil pensar que una extraordinaria extensión de terreno, como lo es hoy Rusia, pueda aceptar su integración en la Unión Europea; por lo demás, ésta quedaría desequilibrada por el peso demográfico y territorial de Rusia. Pero un eje euro-ruso si sería justo, necesario y conveniente. Esa alianza, en un futuro, podría dar lugar a una confederación euroasiática, pero, en cualquier caso, el primer paso sería el cese de la expansión de la UE hacia el Este y el pacto de las zonas de influencia con la Rusia reconstruida de Putin.
Esa relación preferencial debería tener claro que entre Rusia y la Unión Europea no puede haber Estados que sufran la influencia de terceras potencias. La “revolución naranja” es ilegítima, no sólo por que ha multiplicado la corrupción en Ucrania, sino por que fue estimulada, fomentada artificialmente y apoyada por los EEUU. Impedir que terceros países intenten poner palos en los mecanismo, es la primera tarea que hoy los gobiernos europeos deberían pactar con Rusia.
La idea de “Eurosiberia” crearía un formidable flujo de mercancías del Este europeo hacia Rusia y un no menos formidable flujo energético del Este al Oeste, de los Urales a Gibraltar.
El papel de Turquía en el contexto euro-siberiano
Una alianza de este tipo tendría efectos beneficiosos para las dos partes. Rusia no dependería del Bósforo y de los Dardanelos para tener salida al Mediterráneo. A través de los Balcanes tendría salida al Egeo y al Adriático. Turquía perdería así el papel geopolítico que ha desempeñado en la OTAN: cerrojo de la URSS.
No hay que olvidar que Turquía alberga la quimérica idea –estimulada desde los EEUU- de crear una zona turcófona en Asia Central que abarcaría desde los antiguos territorios situados al Sur de la URSS, hasta el Oeste de China. Si a esto unimos la tragedia que supondrían 40 millones de inmigrantes islamistas turcos desparramados por Europa, deberemos convenir que euro-siberia sería, fundamentalmente, una alianza anti-turca esto es, antiamericana.
¿Por qué éste americanismo? Por cuatro motivos: por que, culturalmente, los EEUU no forman parte de Europa. Han desarrollado una cultura propia, quizás la más adecuada en esta era de las masas, pero no por ello, de más calidad, sino, precisamente, de calidad ínfima. En segundo lugar por la contradicción inevitable que nacen en las relaciones entre una potencia marítima y comercial, los EEUU, y una potencia terrestre y con un concepto más elevado del Estado, euro-siberia. En tercer lugar por que las guerras de Afganistán e Irak han puesto de manifiesto la rapacidad de los EEUU en materia energética, incompatibles con cualquier alianza estable. Finalmente, por que la fatalidad geopolítica ha hecho que, una vez más, se reviva la contracción entre “mar” y “tierra”, entre potencias navales y terrestres, como ocurrió entre Atenas y Esparta, entre Roma y Cartago, y más recientemente, entre EEUU y la URSS.
Reconocer el propio espacio geopolítico
¿Dónde queda, pues, Eurasia? Queda como concepto geopolítico, reducido y limitado a este terreno. Es cierto que Eurasia forma una masa continental, pero es igualmente cierto que esa masa no es homogénea, ni mucho menos tiene posibilidades de adoptar una política unitaria.
Eurasia está formada, como mínimo, por siete bloques: Europa, Rusia y su prolongación siberiana, China, India, el sudeste asiático y la franja islámica desde Turquía hasta Filipinas. ¿Puede pensar alguien, en su sano juicio, que un bloque tan extenso, que, por lo demás, concentra a dos tercios de la población mundial, verdadero mosaico de étnico-cultural, que tiene un destino común?
Los que sostienen la necesidad de Eurasia en función de concepciones geopolíticas (hay que recordar, por lo demás, que la geopolítica es una “ciencia auxiliar” de la política, pero no dicta leyes a la política en sí misma) los errores que se han generado en la historia por no tener claros cuáles eran los “límites geopolíticos” de un Estado. Alejandro Magno fue, indudablemente, un excelente general, cuyas victorias no pudieron impedir que, inmediatamente muriera, su Imperio se desmigajara. Alejandro, pésimo político y nulo geopolítico, excedió los “límites geopolíticos” de Hélade y, llegando a las puertas de la India, se introdujo en un territorio excesivamente lejano, dilatando sus líneas de aprovisionamiento, con el que Hélade no tenía absolutamente ningún vínculo étnico-cultural.
La figura de Alejandro Magno tiene como contrapartida la de Julio César, igualmente, genial conductor en la guerra, pero dotado de una perspicacia geopolítica singular, en un tiempo en el que aún no se habían enunciado las leyes que rigen esta ciencia auxiliar. César abandonó pronto la idea de extender el Imperio más allá del límite de los bosques de Germania y, voluntariamente, redujo la expansión romana al estanque Mediterráneo, evidentemente, el eje geopolítico de Roma.
Pensar que es posible hablar en términos de “Eurasia”, especialmente, en Europa Occidental, parece sorprendente. En Rusia, la situación es diversa. Las antiguas repúblicas soviéticas del sur de la URSS están situadas en Asia Central, toda Siberia es Asia. Desde Moscú puede entenderse el término “Eurasia”, haciendo abstracción de que China, India, Pakistán, el Sudeste Asiático, Oriente Medio, son también “Asia”. Hay que prevenir sobre la traslación automática de conceptos desde Rusia a Europa. A los errores de traducción se unen las distintas percepciones. En este sentido el término “Eurasia” es equívoco y suscita sugestiones intelectuales sin posibilidad de tener cristalizaciones políticas.
Resulta imposible realizar SOLO un análisis basado en términos exclusivamente geopolíticos. Desde el punto de vista geopolítico “América” es una potencia oceánica, pero esto solamente ocurre en América del Norte; no en América Central, ni mucho menos en Iberoamérica. No es evidente que “América” sea el enemigo de “Eurasia”; el enemigo es América del Norte y, más concretamente, EEUU. Realizar un análisis exclusivamente geopolítico implica desconocer el papel de Iberoamérica en las próximas décadas. Y el elemento más importante de ese papel va a ser la penetración hispana en los EEUU rompiendo la unidad étnico-lingüística y cultural, incluida la escala de valores, que hasta ahora ha presidido la expansión norteamericana. A nadie se le escapa que, ante esta perspectiva, España puede ocupar un papel preponderante, si el nacionalismo, el independentismo y los bobos ilustres no tienden a debilitar a nuestro país hasta hacer que no pueda recoger los beneficios de la explosión hispana en los EEUU.
El bloque euroasiático es un mosaico superpoblado, completamente diversificado desde el punto de vista cultural, con una extensión tal que desafía cualquier reduccionismo a una sola idea: “Eurasia” es un concepto geopolítico, pero no es políticamente operativo.
Europa es una aproximación al futuro (Europa unidad o las naciones europeas arruinadas, rebasadas y desmanteladas por las sucesivas oleadas de la globalización). Eurosiberia es el esquema confederal al que debería tender la Unión Europea, olvidando los lastres psicológicos que aun subsisten como residuos de Yalta. Eurasia es un concepto geopolítico, como existen otros muchos (las cuencas fluviales, los núcleos neohistóricos, la contradicción entre habitantes de la llanura y habitantes de las montañas, etc.), pero cuya desmesura, amplitud y contradicciones internas, hacen inviable una cristalización política. Eurasia ¿desde Bangkok a Lisboa, desde Hong-Konk hasta Upsala, desde Kabul hasta Brest? No gracias, lo inviable nunca conduce a ninguna parte.

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es

“Sur oficial” y “Sur real”. ¿Qué interlocutor queremos en el Sur?

“Sur oficial” y “Sur real”. ¿Qué interlocutor queremos en el Sur?

Infokrisis.- Vuelco demográfico, paro falta de perspectivas para la población, gobiernos autoritarios, inmigración masiva, simulacros de democracia, gigantescas bolsas de pobreza, debilidad de las clases medias, ascenso del islamismo como primera fuerza política… tales son los rasgos principales de la nueva situación en el Mediterráneo Sur.
En las elecciones generales de 2002, en Marruecos, el islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo, pudo alcanzar la mayoría absoluta. Sin embargo, el majzén (entorno de la Casa Real) impuso que el PJD solamente se presentara en la mitad de las circunscripciones; además, los resultados fueron falseados para convertir al islamismo en la “tercera” fuerza política, tras los socialistas y el Istiqlal. Esta es la “democracia” que ha loado Zapatero en su visita a Rabat…
En Argelia, la prohibición de opciones islamistas, tras la guerra civil, no ha hecho desparecer la opción religiosa. Y en Egipto, las elecciones de 2005, han consagrado a los Hermanos Musulmanes como la segunda fuerza política. Así mismo, el islamismo está ascendiendo en Libia y Túnez. Todo esto configura una situación en la que el islamismo es, sin discusión, la primera fuerza político-social del Mediterráneo Sur.
El Mediterráneo Sur y la Unión Europea
Las antiguas metrópolis europeas siempre intentaron mantener los puentes con sus excolonias. Esto facilitó que la Unión Europea tuviera a los gobiernos del Magreb –al “Magreb oficial”- como interlocutores válidos. Esta tendencia fue reforzada por la sensación de que el islamismo político, aparecido a finales de los años 70 amenazaban la estabilidad del mundo árabe.
La UE y los EEUU, desde entonces, han tendido a apuntalar a los gobiernos anti-islamistas. Francia apoyó el golpe militar de Argelia en 1993, impidiendo la celebración de las elecciones que debían de haber dado una amplia mayoría absoluta al FIS. Esa opción y los elogios desmesurados de Zapataro o Bush, al régimen marroquí -cuya democracia, piadosamente, puede ser calificada como de “mala calidad”-, indican que el “primer mundo” se entiende mejor con los gobiernos actuales que con la opción islamista.
El Mediterráneo Sur “real”
En todo el Norte de África, desde el Atlas a Suez, el islamismo se ha impuesto –con mucho- como fuerza política y social preponderante. Ignorar esto es arriesgarse a apoyar regímenes corruptos, a punto de derrumbarse y albergar hostilidad a la fuerza político-social que, gobernará el Mediterráneo Sur antes de diez años.
La Unión Europea se ha equivocado de interlocutores. A fuerza de tratar con los Hassan II, los Mubarak, los Bouteflika y demás, ha olvidado que, si bien en un tiempo, gozaron de la confianza de su pueblo, hoy ya no la tienen.
Los gobiernos de África del Norte han fracasado en su gestión, se han convertido en formidables concentraciones de corrupción institucionalizada, al margen de cualquier ética y moral. Esa es la única realidad.
El hecho de que Mohamed VI sea el principal empresario agrícola de Marruecos o que el propio rey haya decidido crear una nueva institución financiera, son suficientemente elocuentes de los niveles de enriquecimiento de la clase dirigente (ligada al majzén marroquí, al ejército argelino o al entorno de Mubarak) que contrastan con la miseria creciente de los países que gobiernan. ¿Son estos dirigentes corruptos los interlocutores válidos de Europa? Permítasenos dudarlo.
¿Un voto de confianza al islamismo moderado?
Si se prescinde del “terrorismo islámico” y de la cada vez más nebulosa Al-Qaeda y leemos los programas políticos que están defendiendo en el 2006 los partidos islamistas del Mediterráneo Sur, deberemos de concluir que algo ha cambiado desde los llamamientos del FIS en 1993 a la “yihad”. Da la sensación de que, el “islamismo político” (a no confundir con el “islamismo terrorista”) ha aprendido la lección de sus errores de hace 10 ó 20 años. La moderación del PJD e incluso de la organización del jeque Yassin, Justicia y Caridad, son elocuentes.
Sabemos que los actuales líderes de África del Norte son corruptos y están progresivamente más aislados. Es lícito pensar que los líderes islamistas, guiados –nos guste o no- por un código ético derivado del Corán y, particularmente, estricto, podrían aportar un retorno a la moralidad en la vida pública. Si tenemos en cuenta que organizaciones islamistas radicales como Justicia y Caridad, realizan una tarea a favor de las clases más desfavorecidas, deberemos concluir que merecen un voto de confianza o, como mínimo, nuestra neutralidad.
El Islam frente a Europa
La duda procede de algunos conceptos incluidos en la religión islámica que pueden resultar peligrosos para la Unión Europea. La idea de la yihad, por ejemplo, o la marginación de la mujer. O la predicación del Islam en tierra europea y, particularmente, del Islam radicalizado entre las comunidades inmigrantes.
Quizás sea el momento de establecer zonas de claridad entre las dos orillas del Mediterráneo: la historia del Norte está ligada al cristianismo, la del Sur al Islam. El Mediterráneo separa culturas, estilos de vida y principios. Pretender, eliminar estas diferencias de un plumazo, supone crear focos de tensión. En este mundo globalizado, existen fronteras, y es bueno que existan. El problema viene cuando estas fronteras se convierten en permeables y aparecen bolsas islamistas radicales en Europa; el cuadro de errores se completa iluminados europeos aspiran a exportar al Sur un sistema político ajeno a las tradiciones del Islam.
El “diálogo de civilizaciones” debería basarse en realidades más que en ficciones idealistas; y la única realidad es que las dos orillas del Mediterráneo son diferentes. Bastaría con pactar con el islamismo político, una recíproca no intervención: ni exportación del Islam al Norte, ni intromisión en cuestiones internas del Sur.
Nos guste o no, en la próxima década, el Mediterráneo Sur estará dirigido por los islamistas hoy en la oposición. Lo peor que podría hacer Europa, es intervenir en lo que se va a convertir en un avispero, retrasando lo inevitable.

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es

Canarias: ocupación con cuentagotas

Canarias: ocupación con cuentagotas

Redacción.- Las Islas Canarias sufren un doble problema, de un lado el aumento alarmante de la población, especialmente inmigrante y de otro la proximidad a Marruecos y a las costas del Sáhara Occidental. Canarias es el camino por el que optan las pateras, en los períodos en los que aumenta el control sobre el Estrecho de Gibraltar. Además, Canarias, verosímilmente, está siendo colonizado por parte de contingentes de la inmigración marroquí. La alteración demográfica que está sufriendo Canarias en los últimos años corre el riesgo de pulverizar el turismo del que ha vivido el archipiélago en las últimas décadas.


La detención en Lanzarote, de radicales islamistas, entre ellos el presunto máximo responsable de Al Qaeda para Europa e implicado en los atentados del 11–M, generó alarma en las islas. Se temía que la comisión de un atentado islamista en el Archipiélago redundaría en una crisis del turismo, principal fuente de ingresos. La mayoría de los detenidos era inmigrantes marroquíes.

La inmigración fue llamada la «enfermedad del siglo XXI» por el presidente del Gobierno de Canarias, Adán Martín. En los cinco primeros días de septiembre de 2005, habían intentado alcanzar las costas del Archipiélago más de doscientos inmigrantes, la mayoría subsaharianos. Incluso el Frente POLISARIO denunció que el goteo constante de ilegales, era espoleado por Marruecos como «chantaje»  ante España y la Unión Europea. Por su parte, Paulino Rivero, presidente de Coalición Canaria destacó que la cooperación por parte de Marruecos no se corresponde justamente con la que le está brindando España, e instó al ministro a que se desarrollen los planes integrales de seguridad de fronteras a los que se comprometió el Gobierno ante este Parlamento «hace ya un año», máxime dada la «alarma social que se empieza a generarse».
Canarias, europea de cultura, geográficamente está próxima a las costas de África y no puede evitar que la crisis dramática que vive África desde la independencia, repercuta en su territorio. Los países africanos registran la tasa de natalidad más elevada del mundo.

África tenía 221 millones en 1950, 800 millones en 2002 y, según los cálculos, tendrá 1.300 millones en 2025. En toda África se produce una regresión económica y social, con retrocesos continuos del Producto Nacional Bruto y de la renta por habitante. El 46,3 % de la población africana vive con menos de un dólar al día. África forma parte de las regiones más amenazadas por el descenso de las cantidades de agua disponible por habitante. El continente africano sufre un verdadero problema de agua, tanto en términos de calidad como de accesibilidad, lo que provoca el éxodo rural hacia las ciudades donde el desempleo es muy alto… lo que obliga a la inmigración. Entre 1969 y 1990, el África subsahariana, ha sufrido 17 guerras que figuran entre los mayores dramas del siglo XX. Pandemias, hambrunas, desgobierno, guerras civiles, corrupción, completan el esquema del drama africano. No es raro que los africanos miren al Norte.

El paso del Estrecho de Gibraltar y las costas de Lanzarote y Fuerteventura son vasos comunicantes. Cuando el gobierno refuerza la vigilancia en el Estrecho (con posterioridad al 11–M, por ejemplo), la inmigración masiva se orienta hacia Canarias. Durante los tiempos del PP, la tesis oficial de éste partido era que «la inmigración legal es una oportunidad para crear empleo». Pero el problema es que en Canarias las tasas de desempleo para los autóctonos son exasperantes y la realidad desdice las buenas intenciones del gobierno: el aumento de la inmigración no disminuye el paro entre los canarios; lo aumenta; además, naturalmente, de que el valor de la fuerza del trabajo (el salario), disminuye al aumentar la oferta (a causa de la inmigración). El problema en Canarias aumenta a causa del retorno masivo de miles de inmigrantes de las islas que en décadas anteriores se desplazaron a Venezuela y que, a partir de 2003, han ido regresando paulatinamente, alejándose del chavismo. Se cree que están en esa situación entre 20 y 30.000 canarios que, una vez retornados a su tierra natal, contribuirán a agravar el problema demográfico. La limitación de la residencia en Canarias es vital: a pesar de la generosidad y de la hospitalidad propia del Archipiélago, las islas no son un lugar que pueda albergar nueva población sin límites de ningún tipo.

Quinientos mil canarios se encuentran situados ante el umbral de la pobreza y otros trescientos mil van trampeando el día a día, con dificultades. La tasa de paro cuesta a esta Comunidad 50 mil millones de pesetas en concepto cobertura para mantenimiento del desempleo a más de cien mil canarios. En Fuerteventura y Lanzarote los empleos los ocupan foráneos en proporciones superiores al 60 por ciento. No es como para sentirse orgulloso.

El número de trabajadores extranjeros afiliados a la Seguridad Social aumentó, en agosto del 2005, en 43.724 personas en toda la Península, con lo que el número total de inmigrantes registrados se situó al final de ese mes en 1.633.911 y de esta cifra, sólo 1.345.318 altas corresponden a trabajadores no pertenecientes a la UE. Pero, es significativo que esta cifra es apenas la tercera parte de los inmigrantes residentes en España en esos mismos momentos. Por autonomías, Cataluña se situó a la cabeza con un total de 370.336 afiliados (el 22,67 por ciento del total), seguida por Madrid, con 349.539 (el 21,39 por ciento), la Comunidad Valenciana, con 193.559 (el 11,85%) y Andalucía, con 175.652 (el 10,75%). Por debajo de los 100.000 afiliados, se situaron Canarias, con 86.756 (el 5,31 por ciento), seguida por Murcia, con 83.826 (5,13%); Baleares, 80.397 (4,92%); Castilla la Mancha, 57.494 (3,52%); Aragón, 52.181 (3,19%); Castilla–León, 43.863 (2,68%); País Vasco, 35.455 (2,17%); Galicia, 27.601 (1,69%); Navarra, 26.374 (1,61%); La Rioja, 15.176 (0,93%). Le siguen Asturias, con 11.318 (0,69%); Cantabria, con 10.286 (0,63%); Extremadura, 9.321 (0,57%); Melilla, 3.120 (0,19%) y Ceuta, 1.657 (0,1%).

Marruecos con 225.388 inmigrantes dados de alta en la Seguridad Social es el segundo grupo nacional representado, después de Ecuador. Se calcula que el número total de marroquíes residentes en España se sitúa en torno a los 800.000 inmigrados. 

En 2003, los trabajadores extranjeros acaparan el 8,88% del conjunto de la oferta de trabajo de Canarias, casi cuatro puntos superior a la media del Estado (el 5,36%). En Las Palmas el 24,4% de las altas corresponden a iberoamericanos; el 91%, africanos y el 7,1, asiáticos; y en Santa Cruz de Tenerife, los iberoamericanos suponen el 28,9%, los africanos el 19,4%. Alrededor del 32% de los extranjeros demandantes de trabajo en Canarias, más de 2.000 personas, aparecían como perceptores de prestaciones de desempleo.
En un informe de la Dirección General de la Policía del Ministerio del Interior, de diciembre de 2004, se indica que los diez países que más aportan a la población de las Islas son Alemania, Reino Unido, Italia, Marruecos, Colombia, Cuba, Venezuela, China, Argentina e India. En 2004, el aumento respecto al año anterior fue de 12.204 residentes extranjeros, un 10,77% más. Sin embargo, entre 1999 y 2004, la variación ha sido de 83,7%. Los residentes en Canarias que más han aumentado en este periodo son los procedentes de África (277,9%) y de América del Sur (227,3%). Los residentes procedentes de África experimentaron un gran incremento en 2002 con una tasa de variación de 104%, según recoge el Anuario de la Cámara de Comercio. En 2003 y 2004 también se reflejan aumentos de un 19% y 8% respectivamente de tasa de variación; 2002 fue el año de despegue de los residentes procedentes de América del Sur con un 61% aunque, en este caso, se incrementa la intensidad del flujo en el 2003 hasta el 71% para bajar en el año 2004 al 14%. Durante los años 2002 y 2003 estos incrementos se compensaron parcialmente por los descensos en los residentes procedentes de Asia y América del Norte y Central. El total de habitantes de Canarias se acerca a 1.900.000 habitantes.

Mientras, entre los años 1996 y 2004, el crecimiento de población más considerable se produjo en Fuerteventura con una variación en el citado periodo del 44,25%, aunque es la provincia occidental la que muestra un aumento de población ligeramente superior con un 15,07% frente a un 13,05% de Las Palmas.

La Encuesta de Población Activa de Canarias de septiembre de 2005, registraba un incremento del número de parados en 21.000 personas, mientras que el Instituto Nacional de Estadística informaba de que en 2004 el crecimiento de la población en Canarias durante el año 2004 fue de 46.653 personas. Aumenta el paro y, paradójicamente, se dobla el flujo de población. En 2003, el aumento de población fue de unas sesenta mil personas. Hoy Canarias sufre un 12,79 % de paro, 2,59 puntos por encima de la tasa de paro media española. Lo absolutamente desproporcionado es que en 1940, Canarias tenía 690.000 habitantes y en estos momentos tiene 1.962.193; es decir, que en apenas sesenta años ha multiplicado casi por tres su número de habitantes. En algunas zonas de Canarias, la densidad de población llega casi a los 500 habitantes por kilómetro cuadrado, cuando la media de densidad demográfica española no sobrepasa los 75 habitantes por kilómetro cuadrado. Entre 1978 y 2003, el crecimiento demográfico fue del 24%; el triple de la media española. La vida en Canarias va a ponerse muy difícil a corto plazo de seguir así las cifras de crecimiento demográfico. Canarias precisa una ley de residencia y un plan de inmigración o de lo contrario en pocos años, sus habitantes, autóctonos y foráneos, literalmente, no cabrán en las islas, con todos los riesgos que ello implica.

En la última regularización masiva –la Zapatero–Caldera–Rumi, sin duda, la regularización más masiva, caótica y con manga ancha, que se haya dado en Europa en la última década– regularizó a 22.000 inmigrantes nuevos en canarias. A pesar de los problemas que esta regularización masiva va a crear en los próximos años a la sociedad española, el ministro Caldera declaró «ha sido un éxito de todos los españoles» y que se trata del «mayor proceso de afloramiento de economía sumergida en Europa de los últimos 40 ó 50 años». Era una forma –errónea– de ver las cosas. Así mismo, el delegado del Gobierno en Canarias, José Segura, destacó que «estamos en una línea de modernidad, España ya no es un castillo feudal». Poco después, 30.000 africanos intentando asaltar las vallas de Ceuta y Melilla (septiembre de 2005) y la revuelta de magrebíes y subsaharianos en Francia (noviembre de 2005), `desmentían tan loables declaraciones de uno y otro personajes: España era una ciudadela sitiada y asaltada con técnicas medievales, mientras que magrebíes y subsaharianos evidenciaban su nula capacidad de integración en el «modelo francés» (el más generoso y abierto de toda Europa, tras el holandés que había quebrado en enero de 2005, con el asesinato de Theo van Gogh y las revueltas que siguieron).

En Canarias, la presencia de la inmigración se ha notado más que en cualquier otro lugar. No en vano, las islas están rodeadas de mar y el tránsito resulta más difícil que en la península. Esto ha provocado cambios en la población de Canarias. Los ciudadanos alemanes que se habían instalado en las islas desde los años 80, están abandonando aquel emplazamiento y desplazándose a zonas más «tranquilas». En abril de 2005, se supo que 1.300 alemanes establecidos en Canarias, se habían desplazado a otras comunidades autónomas, pasando de 12.726 a 11.416. Hay que decir, que la población alemana en Canarias, no es en absoluto conflictiva, sino que busca y da, «tranquilidad». Si se van de Canarias, es precisamente, por que la «tranquilidad» se va diluyendo, poco a poco. Por el contrario, en Tenerife, llegaron a lo largo de 2004, 4.479 personas procedentes de países iberoaméricanos (especialmente venezolanos, colombianos y argentinos), pasando de 24.664 en 2003 a 29.143 un año después, lo que supuso un incremento relativo del 18%.

Oficialmente, el 10% de la población residente en Canarias es de origen extranjero: 185.781 personas sobre un total de 1.915.540 isleños, en 2004. Santa Cruz de Tenerife con 928.412 habitantes, tiene a 94.701 extranjeros, el 10,20% de la población y Las Palmas con un total de 987.128 personas, de las que 91.080 son foráneas, el 9,23%, están en ambos casos, por encima de la media nacional: en toda España están empadronados 3.034.326 ciudadanos de otras nacionalidades, lo que equivale a un 7% de la población total (43.197.684). Solamente, Alicante, oficialmente, con un 16% y Gerona con un 12,44%, superan las cifras de Canarias. Al menos, oficialmente, aunque, en realidad, tras la regularización masiva de 2005, estas cifras se dispararon y el silencio del gobierno en torno a los porcentajes que se han dado con posterioridad, es elocuente. Por otra parte, se comete el error de considerar que el número de empadronados es la cifra más real de inmigración. En absoluto, se trata del «suelo» (no hay menos inmigrantes que los inscritos en el padrón), pero dista mucho de ser el «techo» (inmigrantes presentes en España que, por distintos motivos, no están dados de alta en el padrón).

Canarias –como cualquier otra isla– tiene un límite para su crecimiento demográfico; no todo aquel que desea vivir en Canarias tiene el derecho a hacerlo. Eso, o, si se supera el límite de sostenibilidad de las islas, aparecerán –están apareciendo– patologías sociales y alteraciones ecológicas de todo tipo. La producción de residuos sólidos al año es de 600 kilos por habitante y año; las necesidades de agua potable ascienden a 90 metros cúbicos por habitante y año. Canarias, volcada al turismo, ha descuidado los cultivos autónomos. El resultado ha sido una dependencia absoluta de los alimentos llegados del exterior de las islas. Los 2.000 kilómetros cuadrados de las islas, están recorridos por 600.000 vehículos. El aumento de la población hace que cada año aparezcan nuevas necesidades que es preciso cubrir (alimentos, agua, electricidad, hospitales, policía, magistratura, servicios sociales, etc.). O se promulga una ley de residencia y se contiene a la inmigración masiva, o las Islas Afortunadas van a convertirse en un lugar absolutamente inhabitable.

En el momento de escribir estas líneas, el gobierno solamente ha sido capaz de parchear situaciones límite, pero ni siquiera ha intentado reconocer la naturaleza real del problema: que la debilidad del PSOE en materia de inmigración, evidenciada en la reforma de la Ley de Extranjería en 1999 y responsable del primer efecto llamada, unido a la regularización masiva de 2005, que ha revitalizado ese efecto, han terminado por descontrolar completamente el problema de la inmigración. Hoy, globalmente, la inmigración se percibe, cada vez más, como una carga, progresivamente insoportable, que como un beneficio para los países europeos. 

Llama la atención que el gobierno ZP (y antes el de Aznar), diera como única solución al goteo constante de ilegales a las costas de Lanzarote y Fuerteventura, simplemente, trasladando el problema a la península. En efecto, en noviembre de 2004, la secretaria de Estado de Inmigración y Emigración, Consuelo Rumí, afirmó en el Congreso que mantendría la política de traslado de inmigrantes irregulares desde Canarias a otras comunidades. En esa comparecencia, aseguró que una de sus prioridades sería la de impulsar los convenios de repatriación de los inmigrantes subsaharianos tanto con Marruecos como con el resto de los países de origen de los sin-papeles. «El Gobierno se propone impulsar decididamente la cooperación con Marruecos y a mejorar los mecanismos de lucha contra la inmigración irregular, entre ellos el acuerdo de readmisión suscrito en 1992», resaltó Rumí. Ja. Quien decía esto, ignoraba la trayectoria que había tenido dicho acuerdo hispano–marroquí. En el próximo capítulo aludiremos a este tema.

Un año después, cuando se produjo la crisis de las vallas de Ceuta y Melilla, nada se había hecho, más allá de las buenas palabras y las protocolarias declaraciones. Salvo los inmigrantes ibearoamericanos, el resto de inmigrantes magrebíes y subsaharianos, llegan a Canarias a través de Marruecos y de las mafias instaladas en el territorio del Sáhara Occidental. Gracias a varios factores, entre ellos, la actitud de Marruecos, la inmigración se ha transformado en un problema endémico para España y con una gravedad mucho mayor en Canarias. 

(c) Ernesto Milà - infokrisis - infokrisis@yahoo.es

Relaciones ZP-Marruecos: camino de perdición

Relaciones ZP-Marruecos: camino de perdición

Redacción.- En los últimos días hemos publicado unas cuantas notas, producto de nuestro último viaje a Marruecos. Cuando sed percibe de cerca el clima político-social del "enemigo del sur" se tiene conciencia exacta de cuales son los riesgos que vamos a afrontar en los próximos años. Haría falta que ZP-Moratinos-Bono se salieran de los circuitos oficiales en sus viajes a Rabat y percibieran de cerca la miserable realidad de aquel país. Esto nos lleva a formular algunas conclusiones provisionales que serán desarrolladas en próximos artículos.


 En mayo de 2005, el gobierno Zapatero adoptó una de las medidas más desafortunadas de su corta carrera de decisiones tomadas a la ligera y frívolamente: vender, a precio de saldo, carros de combate a Marruecos. La cláusula de seguridad que acompañaba a dicha cesión, que impedía su despliegue ante Ceuta y Melilla, era casi una broma. Vende armas a tu enemigo para que pueda presionarte con ellas.
Entre 1977 y 1980, la política del gobierno demócrata norteamericano (período Carter) se basó en intentar demostrar a la URSS, por todos los medios, que EEUU carecía de intenciones agresivas, rebajando el listón armamentístico y facilitando el acceso de regímenes prosoviéticos unos (Nicaragua sandinista), antioccidentales otros (revolución islámica de Khomeini) y permitiendo invadir a la propia URSS países libres (Afganistán). Esa estúpida política fue abandonada desde el inicio de la era Reagan. La URSS se desmantelaba pocos años después. Es la fuerza y no la concesión generosa e irresponsable, la que opera efectos en política internacional. Pues bien, desde los años de Carter, no se había visto en la historia reciente de la humanidad una política tan torpe como la José Luis Rodríguez Zapatero en relación a un país del que, lo más piadoso que puede decirse, es que sus muestras de amistad dejan mucho que desear. Aunque esos carros de combate fueran pagados a precio de oro, eso no justificaría jamás el riesgo que supone para la defensa nacional.
En general, el socialismo español, después de la transición, ha practicado una política de mano tendida hacia Marruecos, iniciada ya con Felipe González y llevada hasta el extremo por Rodríguez Zapatero. Siempre que han tenido ocasión, han intentado apaciguar situaciones imposibles de apaciguar, mediante las buenas palabras y «tolerancia», sacrificando siempre los intereses de España. Cualquier cosa antes que demostrar fortaleza y vigor. Si la palabra «traidor» no es exactamente la que debería aplicarse a Zapatero (un traidor para serlo, debe ser consciente de su traición; un perfecto irresponsable propias como ZP no es un traidor, es simplemente, un tonto con ideas) aproxima, al menos, a quien ignora los intereses de su propio país en beneficio de otro. No es raro que en Marruecos se frotaran las manos cuando Zapatero viajó por primera vez a Rabat al poco de ser elegido Secretario General del PSOE y, mucho más, cuando estallaron las bombas del 11–M. Entonces, Zapatero, de manera imprevista, se sentó en La Moncloa: «Ahí tenemos al hombre que queríamos»  debieron comentar los exponentes del majzén.
La única norma política de Zapatero es hacer justo lo contrario de lo que hizo el anterior presidente. Ciertamente, algunas de las decisiones de Aznar fueron discutibles, pero la mediocridad anodina e ingenuofelizota de Zapatero, contrasta con su gestión; hay que reconocer que –equivocado o no– Aznar se movió por un claro patriotismo; en Perejil por ejemplo e incluso en la polémica decisión de asistir a la cumbre de las Azores, lo que primó fueron los intereses del Estado Español. Situándose al lado de Irak, Aznar aspiraba a eliminar las carencias energéticas que pudieran aparecer en España en los próximos años y, por otra parte, la decisión fue tomada para contrapesar el absentismo francés en la crisis de Perejil. Decir «España», es decir nuestros hijos, nuestros amigos, nuestros intereses nuestra estabilidad económico–social y nosotros mismos. Errónea o no –la función de este libro no es enjuiciar la gestión del anterior presidente– la política de Aznar intentó ser «patriótica». Existieron graves problemas de comunicación con la opinión pública, engaños procedentes de EEUU (como toda aquella absurda discusión sobre las «armas de destrucción masiva» que todo el mundo sabía que no existían y que apenas eran otra cosa que la improvisación de un «casus belli» para justificar la enésima aventura exterior norteamericana; o afirmar que Saldan Hussein tenía algo que ver con Al–Qaeda, producto de muchos informes «imaginativos» de la CIA, redactados tras el 11–S) y cierto desprecio hacia unas manifestaciones que, si bien es cierto que, en buena medida, denotaban un lamentable antiamericanismo primario, otras se basaban en algo tan básico como era el respeto de la legalidad internacional y las consideraciones éticas ante guerra injustas. Aznar no supo comunicar los motivos que le llevaron a la cumbre de las Azores. Se podría argüir que Aznar se puso en el furgón de cola del eje anglo–sajón y que un patriotismo subordinado a una superpotencia, difícilmente podría ser considerado patriotismo. Es una opinión, desde luego, pero tampoco es absurdo situarse al lado de una superpotencia, especialmente, cuando aparecieron recelos suficientemente fundados en relación a Francia y cuando lo que estaba en juego es el parón energético y la posibilidad de obtener recursos situándose a la sombra de un coloso. La política internacional es así.
Lo que resulta absolutamente incomprensible es la política de cesiones realizadas en menos de dos años, por el gobierno Zapatero al régimen marroquí. Marruecos, ni es una superpotencia, ni es un modelo democrático, ni es un país «amigo». Difícilmente podría ser considerado como «amigo»  un país que envía toneladas de droga diariamente, que apenas realiza esfuerzo alguno para controlar la inmigración masiva, sino que la utiliza como argumento de presión para obtener fondos de España y la UE, que reivindica territorios españoles desde el siglo XV o que oculta informes sobre la filiación islamista radical de inmigrantes que le consta viven en España…
Los problemas irresolubles del Marruecos de Mohamed VI 
A pesar de la tendencia del régimen marroquí a victimizarse y de la imagen de modernidad que pretende dar en el extranjero, la triste realidad es que afronta cuatro carencias que ni el rey ni el majzén, reconocen ni mucho menos toman en consideración. Estas carencias son:
Carácter autocrático del régimen, con ausencia de un plan de reformas capaz de inaugurar un período de libertades democráticas y un sistema verdaderamente representativo. Urge una reforma constitucional en profundidad y limitar los poderes del rey y la influencia del majzén. Esta reforma debe salvaguardar las libertades públicas y, en especial, la libertad de expresión y de prensa.
– Conflictos exteriores con absolutamente todos los países vecinos, no sólo con España, sino también con sus vecinos del Magreb. Esto hace que la UMA (Unión del Magreb Árabe) esté bloqueada ad infinitud por problemas internos, generados indefectiblemente por Marruecos. Estos conflictos, además, tienen como fondo el absoluto desprecio de Marruecos por cualquier acuerdo o tratado firmado con otro Estado, incluido con España.
– Carencias en el respeto a los derechos humanos, especialmente en los momentos en los que se han producido atentados o tensiones interiores. Tras los atentados de Casablanca, la oleada de detenciones excedió con mucho a los círculos de sospechosos. Por otra parte, es seguro que los servicios secretos han infiltrado y manipulado a distinto grupos radicales y los han utilizado en tareas provocadoras que generan represión contra el islamismo moderado.
– Absoluto desconocimiento del problema social que vive el país y ejercicio de la tarea de gobierno de espaldas a los intereses de la mayor parte de la población, sirviendo sólo a los intereses oligárquicos del majzén. La absoluta miseria que reina en la periferia de las grandes ciudades y el desmigajamiento de la escuálida clase media, es todavía más escandalosa cuando se incuba junto a los monumentos al lujo y al despilfarro. Pobreza y corrupción hacen que todos los esfuerzos para detener al islamismo político se salden con el fracaso.
La resultante de todos estos vectores es la inestabilidad permanente que genera Marruecos, tanto en sus relaciones con otros países, como en su situación interior. Y hoy no existe ni un solo elemento en el horizonte que permita pensar que ninguno de estas carencias pueda ser resuelta a corto plazo. Todo induce a pensar que la inestabilidad interior de Marruecos irá creciendo en los próximos años. Lo más probable es que Mohamed VI siga la misma técnica que su padre: cuando se adivina un problema interior de gravedad, se genera un problema exterior capaz de ser utilizado como galvanizador de la opinión pública y situarla en torno al régimen. Se hizo con la Marcha Verde, se ha vuelto a hacer avivando los resentimientos atávicos frente a Argelia, y se volverá a hacer cuando sea necesario. A nadie se le escapa la posibilidad de que Mohamed VI, acorralado por el deterioro creciente de la situación social de su país, movilice energías populares en torno al tema de Ceuta y Melilla. Cuando llegue ese momento –y que a nadie le quepa la menor duda de que va a llegar– de nada va a servir la teoría del «colchón de intereses», según la cual el trenzado de una red de intereses económicos y comerciales recíprocos, amortiguaría cualquier tensión con nuestro país. Empresas como Gas Natural entrarían en una situación dificilísima si por una decisión inesperada, tan habitual en el régimen marroquí, cortara el gaseoducto que conduce el gas argelino hasta España.
Nadie que pormenorice el análisis sobre la realidad del régimen marroquí puede dudar que constituye el principal factor de desestabilización en el Mediterráneo Occidental.
Zapatero, o la peor de todas las políticas posibles
Rodríguez Zapatero, en el curso de su viaje a Rabat el 17 de noviembre de 2005, realizó dos afirmaciones absolutamente lamentables: elogiar a la democracia marroquí y proponer la entrada de Marruecos en la UE… Resulta difícil encontrar en todo la historia reciente de España frases henchidas de una ligereza y una irresponsabilidad semejantes; porque Marruecos es cualquier cosa antes que una democracia y porque Marruecos, no solamente, no es Europa, sino que Europa debe protegerse y contener todo lo que llega de Marruecos.
La «aproximación» de posiciones en la cuestión del Sahara, operada por Zapatero, rompiendo la tradicional posición española de respeto a las decisiones de NNUU, supone la enésima muestra de irresponsabilidad: apoyando la posición marroquí, España perderá uno de los pocos instrumentos que posee a su alcance para evitar que las ambiciones marroquíes den un paso al frente. Y no hemos oído a Zapatero decir en voz bien alta que Ceuta y Melilla son españolas. Es fácil suponer lo que ocurrirá con las reivindicaciones marroquíes sobre estas dos ciudades españolas en cuanto el tema del Sahara se haya resuelto favorablemente a las tesis marroquíes, gracias a la complicidad de Zapatero. Justo, en ese mismo momento, en agradecimiento, Mohamed VI reivindicará Ceuta y Melilla. No antes.
El cambio de posición del gobierno español, aceptando las tesis marroquíes sobre el Sáhara, supone el abandono de la vía del derecho internacional y la aceptación de la política de hechos consumados que derivó de la ocupación de esta exprovincia española por parte de Marruecos. La política de silencio y el aplazamiento sine die del problema de la delimitación de las aguas territoriales, es otro síntoma de debilidad. Si por Zapatero fuera, Ceuta y Melilla ya se habrían entregado a Mohamed VI sin más contrapartida que la «comprensión» de Marruecos al «diálogo de civilizaciones».
Seamos claros: Marruecos está gobernado por una monarquía corrupta, autocrática y medieval en la que, como dijo Alí Lmrabet, el periodista marroquí permanentemente represaliado, el rey es el receptáculo de todos los poderes, una síntesis de Juan Carlos I, más el presidente de la Conferencia Episcopal, más el jefe de la Junta de Jefes de Estado Mayor y presidente del Tribunal Supremo y más media docena de cargos ministeriales. Alguno se empeña en unir a todas estas atribuciones otras menos respetables. Sea como fuere, y sin cargar las tintas, nadie puede negar que Marruecos, hoy, es el paraíso de la corrupción y que resulta complicado hacer negocios e invertir –incluso viajar como turista– en un país que vive de la corruptela generalizada. El rey y su entorno palaciego siguen ostentando un poder absoluto y sin cortapisas. Menudo régimen al que elogiar.
No es raro que, a la falta de libertades democráticas, al sistema de gobierno premedieval en el que el rey es también el jefe religioso de la tribu, se una la más espantosa inoperancia en la gestión del gobierno. El empobrecimiento de la sociedad marroquí, la creación asindótica de cinturones de miseria, el abandono del campo, el analfabetismo, la falta de perspectivas de la población, culminan, como hemos demostrado, en dos fenómenos que, en el momento de escribir estas líneas son el cáncer de la sociedad marroquí y de sus vecinos: el fundamentalismo islámico y la inmigración ilegal y masiva hacia España como única forma de progreso social.
¿Es posible ser optimista ante este panorama? En absoluto. Por eso, es extremadamente necesario que la UE modifique su política ante Marruecos. Ser, en principio, más exigente en lo que se refiere a reformas políticas y libertades públicas. Y, por supuesto, exigir como contrapartida para la recepción de cualquier ayuda, una lucha despiadada contra la corrupción, especialmente contra la que está enquistada en el majzén. Es evidente que esa ayuda, para ser eficaz, debe estar supervisada y gestionada por quien la otorga. Las buenas palabras, las promesas mil veces repetidas, ya no sirven. Dinero enviado a Marruecos para luchar contra el narcotráfico, la corrupción o la inmigración ilegal, es  dinero tirado. Ciertamente, sólo el desarrollo económico cercenará al islamismo radical y el impulso migratorio de los marroquíes, pero ese desarrollo solamente puede partir de una modificación de las condiciones político–sociales y de la lucha contra la corrupción generalizada; es decir, de una reforma de arriba abajo del régimen marroquí, empezando por el concepto teocrático del poder real. El régimen marroquí, para ser aceptable por las democracias occidentales, debería comprometerse a realizar profundas reformas económico–sociales –por no hablar de las políticas– en lugar de utilizar fórmulas de chantaje para obtener las ayudas que busca. Son ayudas a «Marruecos», esto es, a un país y a un pueblo; no ayudas al monarca y a su entorno.
En este sentido, todo lo que no sea reconocer que el islamismo es la primera fuerza político–social en Marruecos, supone un error y la fuente de futuros conflictos. El islamismo se ha impuesto en los fértiles terrenos abonados por la corrupción, la ineficacia en la gestión de gobierno y la miseria generados por la monarquía alauí. En los próximos años, por muchas que sean las provocaciones, las maniobras de intoxicación y criminalización del islamismo marroquí, todo induce a pensar que seguirá ganando fuerza. A fuerza de «dialogar» con Mohamed VI, nos olvidamos de que su trono está asentado sobre bases extremadamente movedizas y, en cualquier momento, puede desplomarse. Europa debe entender que si el islamismo es la opción que avanza imparable en el Magreb, va a ser con él con quien nos tengamos que entender a la vuelta de pocos años. Es más probable que en no más de tres lustros, el majzén haya trasladado masivamente su residencia a Marbella o a Nueva York, tras un vuelco previsible en la política marroquí; entonces, allí estarán los movimientos islamistas que aspiran a aplicar políticas de crecimiento económico, justicia social y reparto de la riqueza. Algo huele a podrido en Marruecos y, definitivamente, no estoy en condiciones de afirmar si es a causa de la corrupción o es la propia administración marroquí la que exhala ese tufo fétido propio del cadáver en descomposición. Aceptemos los hechos, nos gusten o no: el islamismo es la primera fuerza político–social del Magreb y su crecimiento se ha operado como reacción a la falta de democracia y a la corrupción gubernamental. Está claro que el Islam es lo contrario de Europa. Es más viable cooperar con quien, de partida, se sabe que encarna la idea y la tradición contraria a la propia, que con quien practica el doble lenguaje: Mohamed VI, como antes Hassán II, son maestros en este arte. Nunca será posible llegar a puntos de claridad con ellos. Franco lo logró en sus últimos días de lucidez, cuando ordenó a la Legión que colocara tres filas de minas para contener a la Marcha Verde o cuando envió a la flota ante el puerto de Tánger al poco de iniciarse la crisis de Ifni. Probablemente, la monarquía alauíta sea éste el único lenguaje que entiende. El otro, ingresar dinero a cambio de la promesa de resolver la cuestión de la droga o de los inmigrantes, ya se ha demostrado inútil. Para bien o para mal, cuando un islamista afirma que aspira a aplicar la sharia, todos sabemos lo que quiere decir: la ley coránica convertida en norma de Estado. Bien, no es la vía europea. Pero al menos es una vía hecha de claridad y ante la que nadie se llama a engaño. Esta claridad no está presente cuando Mohamed VI mendiga en Occidente favores, ayudas, subvenciones y ventajas, a cambio de nada, o cuando firma tratados que no tiene la más mínima intención en respetar.
Insisto: antes o después, nos vamos a tener que entender con los islamistas magrebíes, así que mejor vayámonos haciendo a la idea de que solamente hay que exigirles una condición: que abandonen toda pretensión de actuar o influir sobre la sagrada tierra de Europa. Podemos ser vecinos con intereses diferentes y llevar una vía de coexistencia pacífica. Lo que no podemos es seguir engañándonos: la monarquía alauíta y el régimen de corrupción y falta de libertades públicas al que ha dado lugar, es una cáscara podrida, carente apoyos populares y sostenido solamente por una red de intereses espúreos, sobre la miseria de la mayoría de población. Un estadista europeo no puede pactar con un gobierno así. Europa no puede ser cómplice en el mantenimiento de las injusticias en el Magreb. Insisto: mejor irnos haciendo a la idea de que, mientras los islamistas no tengan la vista puesta en este lado del Estrecho, al menos ellos representan el sentir mayoritario de la población magrebí.
El hecho de que los EEUU hayan trenzado una alianza estratégica con Marruecos es, hasta cierto punto, una buena noticia para Europa. Marca la diferencia: África empieza al sur de Gibraltar. Los EEUU, deberían de tener algo más de memoria histórica y reconocer que pactar y sostener a gobiernos corruptos, entenderse con sátrapas de la peor especie, no les ha llevado más que a complicaciones futuras. Con Marruecos no va a ser de otra manera. EEUU ha hecho del meterse en avisperos una especialidad de su política exterior. España y la UE deben mirar hacia otros lugares a la hora de buscar recursos energéticos. No hacia el Sur, sino hacia el Este. Incluida España. A Rusia, por ejemplo.
El gas ruso llega hasta el Pirineo. Viene de lejos, pero su suministro es hoy mucho más seguro que el gas argelino y marroquí, por mucho que le pese a Gas Natural, a Repsol y a La Caixa. Por otra parte, Rusia es Europa. Geopolíticamente deberíamos hablar de «Euro–Siberia»  como nuevo concepto a desarrollar en la política internacional de la UE y abandonar, de una vez por todas, las veleidades de «diálogos de civilizaciones».
Si EEUU quiere ser la potencia decisiva en Marruecos, que lo sea, a condición de que se coma los problemas en aluvión que vendrán en los años venideros y asuma la tarea de apuntalamiento del régimen que será necesaria a la vuelta de pocos años. España, y por extensión la UE, solamente tienen en el momento actual una tarea: contener y conjurar el riesgo que viene del Magreb. Esto es, impedir que las comunidades magrebíes instaladas en Europa se conviertan –como de hecho han demostrado ser en Francia– focos de desestabilización permanente, impedir que las redes terroristas del islamismo magrebí progresen en nuestra tierra, cortar de un hachazo al narcotráfico que viene del sur, contener el fenómeno de la inmigración magrebí y procurar que se invierta la tendencia y que aquellos magrebíes que, por lo que sea –por crisis en el mercado de trabajo o por la «falta de impulso laboral» de la que, como ha reconocido la UE, adolece la inmigración magrebí– no realizan una función productiva en Europa, regresen a su país y dejen de sobrecargar la sanidad, la educación, los fondos de ayuda social, etc. De hecho, lo más probable es que un cambio de régimen en Marruecos generase mejores condiciones de vida para los desfavorecidos y, por tanto, la inmigración dejara de ser la única aspiración de quienes no tienen nada. Pero, mientras sigan las cosas como están y buena parte de la riqueza marroquí sea acaparada por el majzén, la inmigración y el islamismo radicalizado seguirán encontrando un caldo de cultivo apropiado para su desarrollo.
Si hay tres palabras que debe empapar a la política europea –y a la española en particular, al situarnos la geografía en la línea del frente– en relación al Magreb es, realismo, contención y energía. Todo lo que suponga la adopción de políticas de paños calientes, lenguaje diplomático edulcorado, elogios gratuitos a virtudes inexistentes, y políticas de manga ancha, es un error.

El Marruecos de Mohamed VI constituye un riesgo para la seguridad española. Lo viene demostrando desde su independencia. Cuando se percibe un riesgo, se le conjura, se le contiene y se le anula. No se le venden armas ni se le elogia. Todo esto es un inmenso camino de perdición. Pero, hacer entender esto a algunos prohombres del gobierno español es, como decía Mao, intentar que la rana de la charca comprenda la grandeza del océano.


 

 

(c) Ernesto Milà - Tánger, 20 de noviembre de 2005.

(c) Ernesto Milà - infokrisis - infokrisis@yahoo.es


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los problemas irresolubles del Marruecos de Mohamed VI

Los problemas irresolubles del Marruecos de Mohamed VI

Redacción.- Marruecos es un país abocado a vivir un largo proceso de desestabilización interior y a desestabilizar a los países vecinos. La situación de Marruecos es tal que Mohamed VI, con toda seguridad, volverá a utilizar, como ya hizo su padre hace 30 años, la fuga hacia aventuras exteriores, para cubrir el desencanto y la miseria interior. En el fondo, a pesar de la imagen que Mohamed VI vende de sí mismo, la realidad es que el Estado marroquí y la sociedad que encuadra, está en crisis. Esta crisis será, más o menos larga, pero, finalmente el desplome interior es la única espectativa de la monarquía alauíta.

 

A pesar de la tendencia del régimen marroquí a victimizarse y de la imagen de modernidad que pretende dar en el extranjero, la triste realidad es que afronta cuatro carencias que ni el rey ni el majzén, reconocen ni mucho menos toman en consideración. Estas carencias son:

- Carácter autocrático del régimen, con ausencia de un plan de reformas capaz de inaugurar un período de libertades democráticas y un sistema verdaderamente representativo. Urge una reforma constitucional en profundidad y limitar los poderes del rey y la influencia del majzén. Esta reforma debe salvaguardar las libertades públicas y, en especial, la libertad de expresión y de prensa.

- Conflictos exteriores con absolutamente todos los países vecinos, no sólo con España, sino también con sus vecinos del Magreb. Esto hace que la UMA (Unión del Magreb Árabe) esté bloqueada ad infinitud por problemas internos, generados indefectiblemente por Marruecos. Estos conflictos, además, tienen como fondo el absoluto desprecio de Marruecos por cualquier acuerdo o tratado firmado con otro Estado, incluido con España.

. Esto hace que la UMA (Unión del Magreb Árabe) esté bloqueada ad infinitud por problemas internos, generados indefectiblemente por Marruecos. Estos conflictos, además, tienen como fondo el absoluto desprecio de Marruecos por cualquier acuerdo o tratado firmado con otro Estado, incluido con España.

- Carencias en el respeto a los derechos humanos, especialmente en los momentos en los que se han producido atentados o tensiones interiores. Tras los atentados de Casablanca, la oleada de detenciones excedió con mucho a los círculos de sospechosos. Por otra parte, es seguro que los servicios secretos han infiltrado y manipulado a distinto grupos radicales y los han utilizado en tareas provocadoras que generan represión contra el islamismo moderado.

. Tras los atentados de Casablanca, la oleada de detenciones excedió con mucho a los círculos de sospechosos. Por otra parte, es seguro que los servicios secretos han infiltrado y manipulado a distinto grupos radicales y los han utilizado en tareas provocadoras que generan represión contra el islamismo moderado.

- Absoluto desconocimiento del problema social que vive el país y ejercicio de la tarea de gobierno de espaldas a los intereses de la mayor parte de la población, sirviendo sólo a los intereses oligárquicos del majzén. La absoluta miseria que reina en la periferia de las grandes ciudades y el desmigajamiento de la escuálida clase media, es todavía más escandalosa cuando se incuba junto a los monumentos al lujo y al despilfarro. Pobreza y corrupción hacen que todos los esfuerzos para detener al islamismo político se salden con el fracaso.

. La absoluta miseria que reina en la periferia de las grandes ciudades y el desmigajamiento de la escuálida clase media, es todavía más escandalosa cuando se incuba junto a los monumentos al lujo y al despilfarro. Pobreza y corrupción hacen que todos los esfuerzos para detener al islamismo político se salden con el fracaso.

. La absoluta miseria que reina en la periferia de las grandes ciudades y el desmigajamiento de la escuálida clase media, es todavía más escandalosa cuando se incuba junto a los monumentos al lujo y al despilfarro. Pobreza y corrupción hacen que todos los esfuerzos para detener al islamismo político se salden con el fracaso.

La resultante de todos estos vectores es la inestabilidad permanente que genera Marruecos, tanto en sus relaciones con otros países, como en su situación interior. Y hoy no existe ni un solo elemento en el horizonte que permita pensar que ninguno de estas carencias pueda ser resuelta a corto plazo. Todo induce a pensar que la inestabilidad interior de Marruecos irá creciendo en los próximos años. Lo más probable es que Mohamed VI siga la misma técnica que su padre: cuando se adivina un problema interior de gravedad, se genera un problema exterior capaz de ser utilizado como galvanizador de la opinión pública y situarla en torno al régimen. Se hizo con la Marcha Verde, se ha vuelto a hacer avivando los resentimientos atávicos frente a Argelia, y se volverá a hacer cuando sea necesario. A nadie se le escapa la posibilidad de que Mohamed VI, acorralado por el deterioro creciente de la situación social de su país, movilice energías populares en torno al tema de Ceuta y Melilla. Cuando llegue ese momento –y que a nadie le quepa la menor duda de que va a llegar- de nada va a servir la teoría del "colchón de intereses", según la cual el trenzado de una red de intereses económicos y comerciales recíprocos, amortiguaría cualquier tensión con nuestro país. Empresas como Gas Natural entrarían en una situación dificilísima si por una decisión inesperada, tan habitual en el régimen marroquí, cortara el gaseoducto que conduce el gas argelino hasta España.

Nadie que pormenorice el análisis sobre la realidad del régimen marroquí puede dudar que supone el principal factor de desestabilización en el Mediterráneo Occidental.

Zapatero, o la peor de todas las políticas posibles

Rodríguez Zapatero, en el curso de su viaje a Rabat el 17 de noviembre de 2005, realizó dos afirmaciones absolutamente lamentables: elogiar a la democracia marroquí y proponer la entrada de Marruecos en la UE… Resulta difícil encontrar en todo la historia reciente de España frases henchidas de una ligereza y una irresponsabilidad semejantes; porque Marruecos es cualquier cosa antes que una democracia y porque Marruecos, no solamente, no es Europa, sino que Europa debe protegerse y contener todo lo que llega de Marruecos.

La "aproximación" de posiciones en la cuestión del Sahara, operada por Zapatero, rompiendo la tradicional posición española de respeto a las decisiones de NNUU, supone la enésima muestra de irresponsabilidad: apoyando la posición marroquí, España perderá uno de los pocos instrumentos que posee a su alcance para evitar que las ambiciones marroquíes den un paso al frente. Y no hemos oído a Zapatero decir en voz bien alta que Ceuta y Melilla son españolas. Es fácil suponer lo que ocurrirá con las reivindicaciones marroquíes sobre estas dos ciudades españolas en cuanto el tema del Sahara se haya resuelto favorablemente a las tesis marroquíes, gracias a la complicidad de Zapatero. Justo, en ese mismo momento, en agradecimiento, Mohamed VI reivindicará Ceuta y Melilla. No antes.

El cambio de posición del gobierno español, aceptando las tesis marroquíes sobre el Sáhara, supone el abandono de la vía del derecho internacional y la aceptación de la política de hechos consumados que derivó de la ocupación de esta exprovincia española por parte de Marruecos. La política de silencio y el aplazamiento sine die del problema de la delimitación de las aguas territoriales, es otro síntoma de debilidad. Si por Zapatero fuera, Ceuta y Melilla ya se habrían entregado a Mohamed VI sin más contrapartida que la "comprensión" de Marruecos al "diálogo de civilizaciones".

Seamos claros: Marruecos está gobernado por una monarquía corrupta, autocrática y medieval en la que, como dijo Alí Lmrabet, el periodista marroquí permanentemente represaliado, el rey es el receptáculo de todos los poderes, una síntesis de Juan Carlos I, más el presidente de la Conferencia Episcopal, más el jefe de la Junta de Jefes de Estado Mayor y presidente del Tribunal Supremo y más media docena de cargos ministeriales. Alguno se empeña en unir a todas estas atribuciones otras menos respetables. Sea como fuere, y sin cargar las tintas, nadie puede negar que Marruecos, hoy, es el paraíso de la corrupción y que resulta complicado hacer negocios e invertir –incluso viajar como turista- en un país que vive de la corruptela generalizada. El rey y su entorno palaciego siguen ostentando un poder absoluto y sin cortapisas. Menudo régimen al que elogiar.

No es raro que, a la falta de libertades democráticas, al sistema de gobierno premedieval en el que el rey es también el jefe religioso de la tribu, se una la más espantosa inoperancia en la gestión del gobierno. El empobrecimiento de la sociedad marroquí, la creación asindótica de cinturones de miseria, el abandono del campo, el analfabetismo, la falta de perspectivas de la población, culminan, como hemos demostrado, en dos fenómenos que, en el momento de escribir estas líneas son el cáncer de la sociedad marroquí y de sus vecinos: el fundamentalismo islámico y la inmigración ilegal y masiva hacia España como única forma de progreso social.

¿Es posible ser optimista ante este panorama? En absoluto. Por eso, es extremadamente necesario que la UE modifique su política ante Marruecos. Ser, en principio, más exigente en lo que se refiere a reformas políticas y libertades públicas. Y, por supuesto, exigir como contrapartida para la recepción de cualquier ayuda, una lucha despiadada contra la corrupción, especialmente contra la que está enquistada en el majzén. Es evidente que esa ayuda, para ser eficaz, debe estar supervisada y gestionada por quien la otorga. Las buenas palabras, las promesas mil veces repetidas, ya no sirven. Dinero enviado a Marruecos para luchar contra el narcotráfico, la corrupción o la inmigración ilegal, es dinero tirado. Ciertamente, sólo el desarrollo económico cercenará al islamismo radical y el impulso migratorio de los marroquíes, pero ese desarrollo solamente puede partir de una modificación de las condiciones político-sociales y de la lucha contra la corrupción generalizada; es decir, de una reforma de arriba abajo del régimen marroquí, empezando por el concepto teocrático del poder real. El régimen marroquí, para ser aceptable por las democracias occidentales, debería comprometerse a realizar profundas reformas económico-sociales -por no hablar de las políticas- en lugar de utilizar fórmulas de chantaje para obtener las ayudas que busca. Son ayudas a "Marruecos", esto es, a un país y a un pueblo; no ayudas al monarca y a su entorno.

En este sentido, todo lo que no sea reconocer que el islamismo es la primera fuerza político-social en Marruecos, supone un error y la fuente de futuros conflictos. El islamismo se ha impuesto en los fértiles terrenos abonados por la corrupción, la ineficacia en la gestión de gobierno y la miseria generados por la monarquía alauí. En los próximos años, por muchas que sean las provocaciones, las maniobras de intoxicación y criminalización del islamismo marroquí, todo induce a pensar que seguirá ganando fuerza. A fuerza de "dialogar" con Mohamed VI, nos olvidamos de que su trono está asentado sobre bases extremadamente movedizas y, en cualquier momento, puede desplomarse. Europa debe entender que si el islamismo es la opción que avanza imparable en el Magreb, va a ser con él con quien nos tengamos que entender a la vuelta de pocos años. Es más probable que en no más de tres lustros, el majzén haya trasladado masivamente su residencia a Marbella o a Nueva York, tras un vuelco previsible en la política marroquí; entonces, allí estarán los movimientos islamistas que aspiran a aplicar políticas de crecimiento económico, justicia social y reparto de la riqueza. Algo huele a podrido en Marruecos y, definitivamente, no estoy en condiciones de afirmar si es a causa de la corrupción o es la propia administración marroquí la que exhala ese tufo fétido propio del cadáver en descomposición. Aceptemos los hechos, nos gusten o no: el islamismo es la primera fuerza político-social del Magreb y su crecimiento se ha operado como reacción a la falta de democracia y a la corrupción gubernamental. Está claro que el Islam es lo contrario de Europa. Es más viable cooperar con quien, de partida, se sabe que encarna la idea y la tradición contraria a la propia, que con quien practica el doble lenguaje: Mohamed VI, como antes Hassán II, son maestros en este arte. Nunca será posible llegar a puntos de claridad con ellos. Franco lo logró en sus últimos días de lucidez, cuando ordenó a la Legión que colocara tres filas de minas para contener a la Marcha Verde o cuando envió a la flota ante el puerto de Tánger al poco de iniciarse la crisis de Ifni. Probablemente, la monarquía alauíta sea éste el único lenguaje que entiende. El otro, ingresar dinero a cambio de la promesa de resolver la cuestión de la droga o de los inmigrantes, ya se ha demostrado inútil. Para bien o para mal, cuando un islamista afirma que aspira a aplicar la sharia, todos sabemos lo que quiere decir: la ley coránica convertida en norma de Estado. Bien, no es la vía europea. Pero al menos es una vía hecha de claridad y ante la que nadie se llama a engaño. Esta claridad no está presente cuando Mohamed VI mendiga en Occidente favores, ayudas, subvenciones y ventajas, a cambio de nada, o cuando firma tratados que no tiene la más mínima intención en respetar.

Insisto: antes o después, nos vamos a tener que entender con los islamistas magrebíes, así que mejor vayámonos haciendo a la idea de que solamente hay que exigirles una condición: que abandonen toda pretensión de actuar o influir sobre la sagrada tierra de Europa. Podemos ser vecinos con intereses diferentes y llevar una vía de coexistencia pacífica. Lo que no podemos es seguir engañándonos: la monarquía alauíta y el régimen de corrupción y falta de libertades públicas al que ha dado lugar, es una cáscara podrida, carente apoyos populares y sostenido solamente por una red de intereses espúreos, sobre la miseria de la mayoría de población. Un estadista europeo no puede pactar con un gobierno así. Europa no puede ser cómplice en el mantenimiento de las injusticias en el Magreb. Insisto: mejor irnos haciendo a la idea de que, mientras los islamistas no tengan la vista puesta en este lado del Estrecho, al menos ellos representan el sentir mayoritario de la población magrebí.

El hecho de que los EEUU hayan trenzado una alianza estratégica con Marruecos es, hasta cierto punto, una buena noticia para Europa. Marca la diferencia: África empieza al sur de Gibraltar. Los EEUU, deberían de tener algo más de memoria histórica y reconocer que pactar y sostener a gobiernos corruptos, entenderse con sátrapas de la peor especie, no les ha llevado más que a complicaciones futuras. Con Marruecos no va a ser de otra manera. EEUU ha hecho del meterse en avisperos una especialidad de su política exterior. España y la UE deben mirar hacia otros lugares a la hora de buscar recursos energéticos. No hacia el Sur, sino hacia el Este. Incluida España. A Rusia, por ejemplo.

El gas ruso llega hasta el Pirineo. Viene de lejos, pero su suministro es hoy mucho más seguro que el gas argelino y marroquí, por mucho que le pese a Gas Natural, a Repsol y a La Caixa. Por otra parte, Rusia es Europa. Geopolíticamente deberíamos hablar de "Euro-Siberia" como nuevo concepto a desarrollar en la política internacional de la UE y abandonar, de una vez por todas, las veleidades de "diálogos de civilizaciones".

Si EEUU quiere ser la potencia decisiva en Marruecos, que lo sea, a condición de que se coma los problemas en aluvión que vendrán en los años venideros y asuma la tarea de apuntalamiento del régimen que será necesaria a la vuelta de pocos años. España, y por extensión la UE, solamente tienen en el momento actual una tarea: contener y conjurar el riesgo que viene del Magreb. Esto es, impedir que las comunidades magrebíes instaladas en Europa se conviertan –como de hecho han demostrado ser en Francia- focos de desestabilización permanente, impedir que las redes terroristas del islamismo magrebí progresen en nuestra tierra, cortar de un hachazo al narcotráfico que viene del sur, contener el fenómeno de la inmigración magrebí y procurar que se invierta la tendencia y que aquellos magrebíes que, por lo que sea –por crisis en el mercado de trabajo o por la "falta de impulso laboral" de la que, como ha reconocido la UE, adolece la inmigración magrebí- no realizan una función productiva en Europa, regresen a su país y dejen de sobrecargar la sanidad, la educación, los fondos de ayuda social, etc. De hecho, lo más probable es que un cambio de régimen en Marruecos generase mejores condiciones de vida para los desfavorecidos y, por tanto, la inmigración dejara de ser la única aspiración de quienes no tienen nada. Pero, mientras sigan las cosas como están y buena parte de la riqueza marroquí sea acaparada por el majzén, la inmigración y el islamismo radicalizado seguirán encontrando un caldo de cultivo apropiado para su desarrollo.

Si hay tres palabras que debe empapar a la política europea –y a la española en particular, al situarnos la geografía en la línea del frente- en relación al Magreb es, realismo, contención y energía. Todo lo que suponga la adopción de políticas de paños calientes, lenguaje diplomático edulcorado, elogios gratuitos a virtudes inexistentes, y políticas de manga ancha, es un error.

El Marruecos de Mohamed VI constituye un riesgo para la seguridad española. Lo viene demostrando desde su independencia. Cuando se percibe un riesgo, se le conjura, se le contiene y se le anula. No se le venden armas ni se le elogia. Todo esto es un inmenso camino de perdición. Pero, hacer entender esto a algunos prohombres del gobierno español es, como decía Mao, intentar que la rana de la charca comprenda la grandeza del océano.

Ernesto Milà. Tánger, 20 de octubre de 2005.

(c) Ernesto Milà - infokrisis - infokrisis@yahoo.es

La defensa de Canarias, Ceuta y Melilla ¿es posible?

La defensa de Canarias, Ceuta y Melilla ¿es posible?

Redacción.- El expansionismo marroquí, amenaza a Ceuta, Melilla y Canarias. Se trata de una amenaza teórica. De hecho,  en el artículo anterior sobre las FFAA marroquíes, ya hemos visto que no están en condiciones de realizar un ataque frontal y encarar una contraofensiva de las FFAA españolas. En este artículo analizamos someramente las posibilidades de defensa de Ceuta y Melilla y la estrategia que debería adoptar el enemigo del Sur para obtener resultados.

Marruecos cuenta sólo con un buque LST de desembarco, clase Newport, con una capacidad de apenas 400 hombres y unos pocos lanchones de desembarco incapaces de llegar hasta las islas. Pensar que con estas fuerzas se podría invadir Canarias parece, en principio, absurdo. Pero hace falta apurar un poco el análisis para saber por dónde puede venir el riesgo.

Canarias es hoy un crisol de razas. Cadenas de tiendas indias vendiendo todo tipo de cámaras y electrodomésticos, coreanos y rusos dedicados a la pesca, mauritanos, marroquíes y senegaleses, chilabas y vestidos africanos hechos con pañuelos multicolores, apenas llaman la atención y son el pan de cada día en Canarias. Pero no todo va bien en las Islas Afortunadas. Los nacionalistas marroquíes las consideran patrimonio de esa ficción geopolítica que han dado en llamar el "Gran Marruecos" ideada por Allal El-Fassi. Las Canarias están sometidas a un proceso lento pero constante de colonización. Cada día llegan nuevos inmigrantes ilegales a las costas de Lanzarote y Fuerteventura. A muy pocos se les expulsa de manera efectiva, aunque casi todos lleven en su cartera el certificado de expulsión que un día podrán utilizar para demostrar que estuvieron en España en tal fecha, en una próxima regularización. Poco a poco, la población extranjera, en particular de origen islámico, va aumentando. Se trata de una colonización implacable. Cuando se hayan franqueado ciertos límites, es fácil prever lo que ocurrirá: inicialmente, los residentes islamistas, manipulados sin duda por el "príncipe de los creyentes", exigirán que se respeten sus derechos (derecho al reconocimiento de su especificidad Islamista en todos los terrenos: enseñanza, horarios laborales, religión, etc), posteriormente, internacionalizarán el problema como ya intentó Antonio Cubillo en la segunda mitad de los años 70, llevando el tema de la "independencia canaria" a la Organización de la Unidad Áfricana. Finalmente, una vez alcanzado el reconocimiento de ciertos derechos identitarios, la minoría islámica en Canarias (no sólo marroquíes, sino también miembros de las minorías islamistas subsaharianas) puede empezar a reivindicar la anexión del archipiélago a Marruecos, o bien la independencia dado que para ellos se trata de una situación colonial. A partir de ese momento, son posibles los incidentes, la aparición de movimientos de guerrilla urbana y un estado de inseguridad generalizada. En un momento de crisis de poder en España, Marruecos podría intervenir militarmente o generar un fenómeno parecido a la Marcha Verde, llegada desde el mar. Otra posibilidad consistiría en que Canarias fuera el escenario secundario de un conflicto polarizado en torno a Ceuta y Melilla.

Tal es el esquema sobre el que deberían trabajar los responsables de la defensa. El hecho es que Marruecos contempla una futura reivindicación de Canarias, en tanto que parte integrante del "Gran Marruecos". Puede argumentarse que el esquema que hemos planteado es hoy inviable. Seguramente quienes dicen eso, en 2004, consideraban que una revuelta de magrebíes en Francia era impensable. En noviembre empezó la guerra étnica en el vecino país, sin embargo, para el ojo habituado a proyectarse en el futuro, en noviembre de 2005, no ha ocurrido nada que no se pudiera prever desde hace quince años. La historia discurre a una velocidad que desdice a quienes proveyeron su final en 1990. No es el fin de la historia lo que tenemos ante la vista, sino la aceleración de la historia lo que, fatalmente, se va cumpliendo. El proceso de islamización de Canarias iniciado a mediados de los noventa, sigue hoy su curso. En el supuesto de que esta colonización sea espontánea y no un proceso planificado y previsto, resulta imposible pensar que el reino de Marruecos no vaya a utilizarla en beneficio propio. Así pues, hace falta prever una hipótesis como la descrita. La defensa nacional es tan vital para un Estado que se está obligado a valorar incluso las hipótesis, aparentemente, más descabelladas. Y esta no lo es.

Algunos responsables de la defensa sostienen que la forma más económica y eficaz de defender Canarias es mediante la aviación. Ahora bien, esta estrategia no es válida ante una insurrección interior instigada por agitadores infiltrados entre las masas inmigrantes de origen africano. Lo que sí parece razonable es dispersar bombarderos tácticos en todas las islas. En cuanto a las fuerzas terrestres sería preciso mantener pequeñas unidades de operaciones especiales, dotadas de morteros, lanzagranadas y ametralladoras pesadas, con gran movilidad, especialmente en las islas con poca población, La Palma, Gomera y Hierro. Estas unidades, junto a la Guardia Civil, estarían en condiciones de contener temporalmente a movimientos insurreccionales hasta que llegaran refuerzos de la península o de las grandes islas. Deberían de contar, así mismo, con helicópteros de transporte y ataque para aumentar su eficacia. Con esto sería suficiente para asegurar la situación en las islas menores.

En cuanto a las islas mayores, la columna vertebral de la defensa deberían ser fuerzas legionarias y de operaciones especiales, con apoyo aéreo ofensivo y helicópteros de transporte y combate. Pequeñas unidades blindadas deberían estar en condiciones de sofocar cualquier intento insurreccional.

Es imposible desvincular la defensa de Canarias al eje estratégico Canarias-Gibraltar-Baleares. Ahora bien, la cuestión, en este momento, no es discutir sobre la vigencia o no de este eje, sino si las FFAA españolas están en condiciones de garantizar la defensa del mismo. Y esta es la cuestión, que no parece que así sea.

Actualmente en Canarias se encuentran acantonadas las siguientes unidades militares:

Ejército del Aire: Ala Mixta 46 en Gando (Gran Canaria): dos escuadrones, uno de transporte (Escuadrón 461 dotado con C-212 y C-235) y otro de combate (Escuadrón 462 tiene de momento 12), escuadrón del SAR (3 Fokker F-27M Maritime y 3 Super Puma).

Armada Española: corbeta Descubierta, reconvertida en Patrullero de Altura P-75 "Descubierta". Patrulleros P72 Centinela (clase Serviola), P22 "Tagomago", P25 "Grosa" y P26 "Medas" (clase Anaga).

Ejército de Tierra: en Tenerife, Regimiento de Infantería Ligera "Tenerife" 49 Regimiento de Artillería Mixto (de campaña y antiaérea) número 93, Batallón de Ingenieros XV, Batallón de Helicóptero de Maniobra VI (10 UH-1H + AB-212). Isla de La Palma, Batallón de Infantería Ligero "La Palma", Isla de Gran Canaria, Regimiento de Infantería Ligera "Canarias" 50, Regimiento de Artillería Mixto (de campaña y antiaérea) número 94, Batallón de Ingenieros XVI. Isla de Fuerteventura, batallón del Regimiento de Infantería Ligera "Soria" 9. Isla de Lanzarote, batallón del Regimiento de Infantería Ligera "Soria" 9.

Todas estas fuerzas son insuficientes como para asegurar la defensa de esta zona estratégica. Es imposible defender Canarias con menos de una veintena de F18. Hoy nuestro principal handicap en esa zona son las fuerzas navales que deberían ser reforzadas, especialmente para cortar la posibilidad de que una insurrección interior recibiera armamento y apoyo desde el exterior. En esta dirección se echan en falta lanchas rápidas dotadas de misiles y torpedos, así como lanchas patrulleras. Para asegurar la defensa de Canarias serían necesarias, como mínimo, 5.000 soldados bien entrenados, incluidas unidades de operaciones especiales y especializadas en contrainsurgencias.

Así pues, volvemos al problema original: el PSOE presentó en su programa de gobierno de 2004, la propuesta de que la ayuda al desarrollo alcanzara el 0’5% al término de la presente legislatura y se estabilizara en el 0’7% en la siguiente. Pensemos lo que supone destinar un 0’7% en ayuda al desarrollo del Tercer Mundo (una gota en el océano) y destinar aproximadamente la misma cantidad a la defensa nacional. Y después, de pensarlo, horroricémonos, por que el 0’7% se pierde por el camino, mientras que reforzar los presupuestos de la defensa nacional, la renovación de material, la innovación tecnológica y salarios más realistas para los soldados profesionales, es hoy una necesidad de la defensa. Eso y, claro, tener un ejército digno de tal nombre en lugar de los "soldados sin fronteras", ONGs de uniforme y el "prefiero morir a que me maten", que nos embargan.

La defensa de Ceuta y Melilla

Las dimensiones de la Armada Marroquí no le permiten tener la superioridad en la zona del Estrecho ni en el mar de Alborán. De ahí que la amenaza militar que pesa sobre Ceuta y Melilla esté muy atenuada; no así la posibilidad de una subversión interior que culminara en un proceso insurreccional. De producirse un ataque convencional a las dos Plazas de Soberanía, la única posibilidad de defensa es mediante unidades aeromóviles capaces de ocupar puntos clave del terreno e impedir al ejército enemigo acudir a las proximidades de las ciudades. Estas unidades deberían estar compuestas por blindados y helicópteros, en condiciones de actuar en las proximidades de las plazas, entre las lomas y los barrancos y, sobre todo, ampliar el perímetro de la ciudad inmediatamente, penetrando en el espacio territorial marroquí a fin de articular una defensa en profundidad y mover libremente las unidades en la retaguardia. Esto implicaría, necesariamente, tener controlados los barrios con mayoría islámica, proclives a Marruecos, incluyendo su desalojo y desplazamiento a otras zonas. Eso, o de lo contrario, el interior de las Plazas de Soberanía se convertirán en zonas mucho más peligrosas que la propia línea del frente.

La defensa de Ceuta y Melilla ha tenido, tradicionalmente, como puntales a una fuerza formada por un Tercio de la Legión, dos Grupos de Regulares de Infantería, un regimiento de artillería mixto (costa, antiaéreo y campaña), un regimiento de caballería acorazada y un regimiento mixto de ingenieros. Pero, tras las limitaciones progresivas de los presupuestos de defensa, cada Tercio de la Legión, a pesar de haberse motorizado, ha perdido una Bandera (pasando de tres, a dos), los Regulares se fundieron en un Regimiento de Infantería y los Regimientos de Caballería (Alcantará y Montesa), que sepamos, tienen material anticuado M-48A5. La artillería de costa está prácticamente desmantelada, mientras que la de campaña recibió obuses autopropulsados M-44 de 155 mm.

La presencia de la Legión es el factor más disuasivo para los marroquíes, que todavía recuerdan la guerra de los años 20 y la contundencia de su operatividad. El estilo y las tradiciones legionarias se han mostrado, incluso en fechas muy recientes, completamente irreductibles a lo "políticamente correcto". Hasta hace poco, cualquier provocación pro-marroquí y antiespañola en el interior de Ceuta o Melilla, era contestada contundentemente por legionarios fuera de servicio, con sus oficiales al frente. El juez togado de Melilla cortó por lo sano estas operaciones de represalia y, en la actualidad, se procura que los legionarios apenas salgan de sus cuarteles no fuera a ser que "violen los derechos humanos" de los marroquíes o islamistas.

De todas formas, la situación de Ceuta y Melilla es, hasta cierto punto, diferente. Ceuta está más integrada en Marruecos, pues, no en vano, es contigua al antiguo protectorado francés y limita con la región de Yebala. No cabe la menor duda que la población islámica considera al rey de Marruecos "príncipe de los creyentes" y, por tanto, le deben sumisión. Esto podría haberlo pensado Felipe González cuando dio la nacionalidad española a miles de marroquíes que residían desde hacía más o menos tiempo en esas ciudades, sintiéndose marroquíes de corazón y españoles de oportunidad.

Melilla, por el contrario, está en la región del Rif, donde la autoridad real es mucho más discutida y se mantiene a duras penas, a condición de que el monarca no obstaculice el cultivo masivo de hachís. La población del Rif recuerda todavía la represión de que fue objeto por parte de Hassán II cuando era solamente príncipe heredero. En 1965, el general Ufkir, en aquella época fiel entre los fieles y diez años después, traidor entre los traidores, dirigió un desembarco en la bahía de Alhucemas para liquidar la rebelión. La desconfianza de la población del Rif dura todavía hoy. La población islámica de Melilla, es de origen rifeño, por tanto, depara una desconfianza endémica hacia la corona marroquí y no gustaría verse integrada en el "Gran Marruecos". Esta población, en el momento actual, de manera mayoritaria, aspira a poder desplazarse a la península.

Ceuta, por su parte, está próxima a la Base de Rota, al otro lado del Estrecho. Esta proximidad permite defender a la plaza, sin dificultades, especialmente mediante el traslado de refuerzos para el ejército de tierra y a la superioridad naval en la zona del Estrecho. Reforzando las unidades antidisturbios de la Policía Nacional y de la Guardia Civil, se estaría en condiciones de conjurar el riesgo de agitación interior en esta plaza, a condición, claro está, de que el poder político tuviera el valor suficiente para modificar la ley de inmigración y proceder a las expulsiones inmediatas de los agitadores.

Ambas Plazas de Soberanía, carecen de retaguardia. El mar es la única retaguardia. De ahí deriva la dificultad que entraña su defensa. No hay espacio suficiente para asegurar la defensa de ambas ciudades ante un ataque relámpago. Un ataque de este tipo, llegado del exterior o una insurrección interior, corren el riesgo de alcanzar sus objetivos, sin dar tiempo de reacción al ejército español. De hecho, la sorpresa es lo único que puede garantizar el éxito de un ataque. En Ceuta, las unidades supervivientes a un ataque por sorpresa deberían fortificarse hasta que llegaran refuerzos de la península. En cuanto a Melilla, la falta de espacio, supone la imposibilidad de retirarse. Solamente sería posible resistir en la ciudad antigua, con su fortaleza y el Rostrogordo, donde se encuentra el cuartel de la Legión. Pero más allá de estas posiciones ya no hay repliegue posible; ambas posiciones se encuentran de espaldas al mar. Para colmo, Melilla está en las laderas del Gurugú. El control de esas alturas da el control de la ciudad. Y esas alturas están en manos marroquíes. Todo esto hace extremadamente difícil la defensa de la ciudad.

En este tipo de conflictos el tiempo es fundamental. Las primeras 72 horas son decisivas, a partir de ese momento, se impondría la mediación de organismos internacionales y las presiones para lograr un alto el fuego serían insorportables para los contendientes. Pero eso impediría que la parte agredida (España, sin duda) estuviera en condiciones de realizar una contraofensiva. La respuesta inmediata a una agresión de este tipo debería ser ataques demoledores a centros estratégicos e infraestructuras del agresor: refinerías, centrales eléctricas, instalaciones portuarias, red de alerta aérea y elementos de su defensa, minado de puertos, mediante ataques aéreos o navales.

En los momentos inmediatamente posteriores a la ofensiva del enemigo, el primer objetivo sería reforzar la situación de las plazas amenazadas, mediante el envío de unidades aerotransportadas y fuerzas de infantaría de marina. Ya hemos dicho que Ceuta recibiría ayuda aeronaval procedente de la ase de Rota y, seguramente, sería reforzada mediante un batallón de desembarco para reforzar la guarnición; la función de estas tropas sería asegurar el control del puerto por donde, posteriormente, entrarían las unidades blindadas del Ejército de Tierra procedentes de la Brigada Mecanizada nº X de Cerro Muriano.

Es de suponer que un ataque marroquí se realizaría en circunstancia estratégicas ventajosas, por ejemplo, cuando algunas unidades pesadas de la flota española estuvieran en el dique seco o en misiones humanitarias en el otro extremo del globo. Al primer ataque, es muy probable que nuestro país despertara del sueño de la paz perpetua y se produjeran momentos de confusión y desorganización extrema, especialmente en el sur de España; confusión aumentaría gracias al trabajo de saboteadores marroquíes infiltrados, a buen seguro, entre las masas de inmigrantes llegados ilegalmente a España. De producirse mientras el país está gestionado por un gobierno débil y timorato en materia de defensa como el de José Luis Rodríguez Zapatero, se perderían las primeras 72 horas en intentar resolver el conflicto por la vía de la negociación. Luego, ya sería demasiado tarde para reaccionar.

Marruecos cuenta a favor el hecho de que la OTAN no reconoce como perteneciente al ámbito de la alianza las Plazas de Soberanía española en el norte de África. Seamos claros, no cabe esperar ninguna ayuda de la OTAN y, muy difícilmente, de la UE. Francia, presa de las reminiscencias históricas, creería posible recuperar influencia en Marruecos, bloqueando la reacción de la UE.

En Melilla se encuentra acuartelado el Tercio Gran Capitán I de la Legión en Cabrerizas, en torno a lo que fue el antiguo fuerte; por su parte, en Ceuta, está el Tercio Duque de Alba II de la Legión, con tres acuartelamientos (Serrallo, García Aldave IVª Bandera y Recarga Vª Bandera), situados fuera del núcleo de población y cerca de la frontera con Marruecos.

 

 

Conclusión

Camino de la perdición 

En mayo de 2005, el gobierno Zapatero adoptó una de las medidas más desafortunadas de su corta carrera de decisiones tomadas a la ligera y frívolamente: vender, a precio de saldo, carros de combate a Marruecos. La cláusula de seguridad que acompañaba a dicha cesión, que impedía su despliegue ante Ceuta y Melilla, era casi una broma. Vende armas a tu enemigo para que pueda presionarte con ellas.

Entre 1977 y 1980, la política del gobierno demócrata norteamericano (período Carter) se basó en intentar demostrar a la URSS, por todos los medios, que EEUU carecía de intenciones agresivas, rebajando el listón armamentístico y facilitando el acceso de regímenes prosoviéticos unos (Nicaragua sandinista), antioccidentales otros (revolución islámica de Khomeini) y permitiendo invadir a la propia URSS países libres (Afganistán). Esa estúpida política fue abandonada desde el inicio de la era Reagan. La URSS se desmantelaba pocos años después. Es la fuerza y no la concesión generosa e irresponsable, la que opera efectos en política internacional. Pues bien, desde los años de Carter, no se había visto en la historia reciente de la humanidad una política tan torpe como la José Luis Rodríguez Zapatero en relación a un país del que, lo más piadoso que puede decirse, es que sus muestras de amistad dejan mucho que desear. Aunque esos carros de combate fueran pagados a precio de oro, eso no justificaría jamás el riesgo que supone para la defensa nacional.

En general, el socialismo español, después de la transición, ha practicado una política de mano tendida hacia Marruecos, iniciada ya con Felipe González y llevada hasta el extremo por Rodríguez Zapatero. Siempre que han tenido ocasión, han intentado apaciguar situaciones imposibles de apaciguar, mediante las buenas palabras y "tolerancia", sacrificando siempre los intereses de España. Cualquier cosa antes que demostrar fortaleza y vigor. Si la palabra "traidor" no es exactamente la que debería aplicarse a Zapatero (un traidor para serlo, debe ser consciente de su traición; un perfecto irresponsable propias como ZP no es un traidor, es simplemente, un tonto con ideas) aproxima, al menos, a quien ignora los intereses de su propio país en beneficio de otro. No es raro que en Marruecos se frotaran las manos cuando Zapatero viajó por primera vez a Rabat al poco de ser elegido Secretario General del PSOE y, mucho más, cuando estallaron las bombas del 11-M. Entonces, Zapatero, de manera imprevista, se sentó en La Moncloa: "Ahí tenemos al hombre que queríamos" debieron comentar los exponentes del majzén.

La única norma política de Zapatero es hacer justo lo contrario de lo que hizo el anterior presidente. Ciertamente, algunas de las decisiones de Aznar fueron discutibles, pero la mediocridad anodina e ingenuofelizota de Zapatero, contrasta con su gestión; hay que reconocer que –equivocado o no- Aznar se movió por un claro patriotismo; en Perejil por ejemplo e incluso en la polémica decisión de asistir a la cumbre de las Azores, lo que primó fueron los intereses del Estado Español. Situándose al lado de Irak, Aznar aspiraba a eliminar las carencias energéticas que pudieran aparecer en España en los próximos años y, por otra parte, la decisión fue tomada para contrapesar el absentismo francés en la crisis de Perejil. Decir "España", es decir nuestros hijos, nuestros amigos, nuestros intereses nuestra estabilidad económico-social y nosotros mismos. Errónea o no –la función de este libro no es enjuiciar la gestión del anterior presidente- la política de Aznar intentó ser "patriótica". Existieron graves problemas de comunicación con la opinión pública, engaños procedentes de EEUU (como toda aquella absurda discusión sobre las "armas de destrucción masiva" que todo el mundo sabía que no existían y que apenas eran otra cosa que la improvisación de un "casus belli" para justificar la enésima aventura exterior norteamericana; o afirmar que Saldan Hussein tenía algo que ver con Al-Qaeda, producto de muchos informes "imaginativos" de la CIA, redactados tras el 11-S) y cierto desprecio hacia unas manifestaciones que, si bien es cierto que, en buena medida, denotaban un lamentable antiamericanismo primario, otras se basaban en algo tan básico como era el respeto de la legalidad internacional y las consideraciones éticas ante guerra injustas. Aznar no supo comunicar los motivos que le llevaron a la cumbre de las Azores. Se podría argüir que Aznar se puso en el furgón de cola del eje anglo-sajón y que un patriotismo subordinado a una superpotencia, difícilmente podría ser considerado patriotismo. Es una opinión, desde luego, pero tampoco es absurdo situarse al lado de una superpotencia, especialmente, cuando aparecieron recelos suficientemente fundados en relación a Francia y cuando lo que estaba en juego es el parón energético y la posibilidad de obtener recursos situándose a la sombra de un coloso. La política internacional es así.

Lo que resulta absolutamente incomprensible es la política de cesiones realizadas en menos de dos años, por el gobierno Zapatero al régimen marroquí. Marruecos, ni es una superpotencia, ni es un modelo democrático, ni es un país "amigo". Difícilmente podría ser considerado como "amigo" un país que envía toneladas de droga diariamente, que apenas realiza esfuerzo alguno para controlar la inmigración masiva, sino que la utiliza como argumento de presión para obtener fondos de España y la UE, que reivindica territorios españoles desde el siglo XV o que oculta informes sobre la filiación islamista radical de inmigrantes que le consta viven en España…

(c) Ernesto Milà - infokrisis - infokrisis@yahoo.es 

 

Fuerzas Armadas Marroquíes, análisis pormenorizado

Fuerzas Armadas Marroquíes, análisis pormenorizado

Redacción.- Las Fuerzas Armadas españolas son insuficientes como para asegurar la defensa nacional y mucho menos la integridad territorial de Ceuta, Melilla y Canarias. Ahora bien, están en condiciones de disuadir a las tropas marroquíes de cualquier ataque convencional. La amenaza militar contra las plazas españolas solamente puede derivar de un ataque por sorpresa o de una insurrección interior de los elementos islamistas afectos al vecino país. En este estudio ofrecemos un análisis pormenorizado de la realidad de las FFAA marroquíes.

 

El 17 de febrero de 2000, resultó condenado a cinco años de prisión, al capitán Mustapha Adib de las fuerzas aéreas marroquíes, tras un proceso a puerta cerrada. El capitán Adib, se había atrevido a denunciar la corrupción que corroe a las fuerzas armadas marroquíes. Las acusaciones formales eran por "violación de las consignas militares y ultraje al ejército", pero, en realidad, tal como informó France-Press desde Rabat, el verdadero motivo era que "había hablado con la prensa extranjera y denunciado la corrupción en el ejército marroquí".

El capitán Mustapha Adib, en octubre de 1998, había dirigido, al entonces heredero, príncipe Sidi Mohamed, una carta en la que denunciaba el tráfico de gasoil en la base de Errachidia. Una investigación posterior demostró que Adib tenía razón. La investigación llevó a la conclusión de que 120 toneladas de carburante, destinados al funcionamiento de un radar, habían sido robadas y vendidas. Los culpables fueron procesados; se trataba de altos mandos de las fuerzas armadas, entre ellos el teniente-coronel Marhoum, comandante en jefe de la base, que resultó condenado a 18 meses de prisión y expulsado del ejército. Otros 20 oficiales fueron procesados y expulsados.

Este episodio tuvo consecuencias en escalones superiores del ejército marroquí. El mismo inspector general de las Fuerzas Reales del Aire, debió ser reemplazado. Adib no había exagerado ni mentido en sus afirmaciones, pero, a partir de ese momento, la vida se le hizo irrespirable en Errachidia. Debió cumplir 90 días de arrestos injustificados e injustificables. A finales de 1998, fue trasladado a la base de Salé, pero la situación no mejoró. Las vejaciones y los abusos de poder contra él, prosiguieron, así que, nuevamente, fue trasladado de base en febrero de 1999. Sin embargo, en esta ocasión, Adib rechaza incorporarse a su destino y presenta denuncia ante el Tribunal Administrativo de Rabat contra estos traslados que considera abusivos. Cuando Adib llega a este punto, había alcanzado una conciencia política inédita en el ejército marroquí. Sostenía la necesaria democratización del Estado y se muestra decidido a que todo el mundo conozca el nivel de corrupción interior del ejército marroquí. Para ello se puso en contacto con Claude Juvenal, director de la oficina de France Press en Rabat. Ambos congeniaron y Juvenal supo apreciar la fiabilidad de los datos aportados por el capitán.

En diciembre de 1999, Claude Juvenal, presenta al capitán Adib a Jean Pierre Tuquoi, periodista de Le Monde. No parece claro que Adib conociera los riesgos a los que se exponía entrevistándose con dos periodistas europeos. Un verdadero suicidio para un funcionario del Estado marroquí. El 16 de diciembre, Le Monde publica un artículo titulado: "Oficiales marroquíes denuncian la corrupción en las fuerzas armadas". El nombre del capitán Adib aparece citado, con todo lo que ello implica.

Es imposible descartar que los dos periodistas ignorasen lo que ocurriría a continuación. Poco antes, habían ocasionado un escándalo internacional cuando ya habían protagonizado "scoops" previos, como en el asunto de Beni Ounif, cuando supuestos islamistas argelinos se refugiaron en Marruecos tras un atentado en su país. Ahora no se trataba de gasoil, ni siquiera de otro extraño atentado, sino un escándalo de corrupción generalizada en el seno de las fuerzas armadas y de una supuesta red de oficiales que trabajaban por la democratización de Marruecos. Haría falta preguntar a quién sirven estos dos periodistas: ¿a la búsqueda de la verdad?, ¿a la manipulación de la verdad en función de un títular escandaloso?, ¿o a potencias empeñadas en enturbiar las relaciones entre Francia y Marruecos? ¿periodistas, en definitiva, o mercenarios de la información? De hecho, en agosto de 1999, cuando el asunto Beni Ounif, las relaciones entre Argelia y Marruecos se habían deteriorado al máximo, Rabat vivía las horas decisivas posteriores a la muerte de Hassán II y la entronización de Mohamed VI. Además, el 14 de julio de 1999, se celebraba el desfile en los Campos Elíseos y, por primera vez desfilaba la Guardia Real Marroquí, abriendo la parada con cuatro compañías y un total de 510 soldados. Era la primera vez que una fuerza armadas extranjera desfilaba en cabeza y de forma autónoma en la fiesta nacional francesa. El presidente Chirac se deshizo en elogios hacia el nuevo monarca al que nombró "Compagnon de la Libération". Pocos meses antes, el Sidi Mohamed, entonces príncipe heredero, y hoy Mohamed VI, ocupaba el cargo de coordinador de las oficinas y servicios del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas Reales. Con él al frente, Marruecos estuvo presente con pequeñas unidades en la pacificación de Bosnia, en Somalia, etc. Esta presencia en las misiones de NNUU, llevó a Edward Gabriel, embajador de EEUU en Marruecos, a "la importancia de la fidelidad marroquí y su cooperación en temas militares".

El asunto del capitán Adib, manipulado o no por un par de periodistas, ha tenido amplia resonancia en Marruecos. Era la primera vez en el reinado de Mohamed VI que salía a la superficie un caso de corrupción en las fuerzas armadas. Un pilar fundamental del régimen, empezaba a fallar.

Guerra "fría", guerra "caliente" y guerra "subversiva"

A principios de diciembre de 2003, Colin Powell, entonces Secretario de Defensa de los EEUU, tras entrevistarse con Mohamed VI en Marrakech, anunció que su gobierno había decidido doblar la ayuda militar a Marruecos. Los EEUU se habían convertido –junto a Francia- en los principales proveedores de armamento del reino alauí. Las Fuerzas Armadas Reales, se beneficiaban ya de la asistencia limitada de instructores norteamericanos y habitualmente participaban en ejercicios militares conjuntos. La NASA, así mismo, disponía de instalaciones propias de seguimiento de satélites en la base aérea de Benguerir, a 60 kilómetros al Oeste de Marrakech. A partir de mayo de 2004, con la firma del Acuerdo de Libre Comercio entre EEUU y Marruecos, esa cooperación aumentó de manera asindótica.

Colin Powell, durante su viaje a Marruecos, pudo utilizar los atentados de Casablanca, como argumento estrella: "nos hemos encontrado unidos en la tragedia del terrorismo (…) Apoyamos las iniciativas de Marruecos para luchar contra este mal". Acto seguido, recordó que seguían las negociaciones para perfilar el Tratado de Libro Comercio entre ambos países no olvidando mencionar que se trataría del primer acuerdo de este tipo firmado con un país africano. Se trataba de buenas palabras, pero la realidad era que EEUU estaba retrasando la firma del acuerdo, haciendo interminables las negociaciones sobre productos agrícolas. Y es que, en ese momento, las relaciones de Bush con José María Arnar, vivían un idilio tras la cumbre del G-8. EEUU no quería dar la sensación a España de que su amistad con Marruecos iba a ir mucho más allá de lo que nuestro país podía admitir. Pero, aun a pesar de eso, Powell prometió doblar la ayuda militar, seis meses después del incidente de Isla Perejil.

En Perejil lo que hubo fue un riesgo de conflicto armado. La ocupación de la isla por la gendarmería marroquí y el asalto posterior que protagonizaron unidades especiales españolas, hicieron que se rozase la guerra "caliente". Las reivindicaciones marroquíes sobre espacios territoriales españoles siguen ahí: el gobierno marroquí reivindica –como hemos visto- cinco territorios españoles, pero el Islam marroquí reivindica mucho más. Para los islamistas moderados, el Reino Nazarí de Granada es otro de los territorios indiscutiblemente marroquíes, y en cuanto a los radicales, esta loca aspiración de dominio se prolonga a toda Al-Andalus, no a Andalucía, sino a toda España. Los hay, incluso, que llegan a prolongar este dominio hasta Poitiers, límite máximo de expansión del Islam en Occidente.

Todo esto no es nada bueno para las relaciones bilaterales y hace necesario, para concluir esta pequeña obra, realizar una reflexión sobre las posibilidades de guerra abierta entre ambos países. Esta posibilidad puede parecer dramática y fuera de lugar. No lo es. Nada está fuera de lugar cuando se trata de la defensa del territorio nacional. Por otra parte, de lo que se trata es de saber si las FFAA españolas están en condiciones de disuadir a las FAR marroquíes de cualquier tentación agresiva. Pero, además, escribimos estas líneas en el primer día de toque de queda en Francia tras los disturbios provocados por jóvenes de origen magrebí. Para nadie que siga la política francesa con detenimiento, estos incidentes habrán supuesto algo sorprendente. Desde mediados de los años noventa, más de mil barrios y ciudades francesas han sido considerados como zonas de "non droit", es decir, en donde el Estado francés no tiene ya vigencia. En esas zonas, ni la policía entraba para atajar los robos e incendios de vehículos (que, insistimos, no son una novedad de noviembre de 2005, sino una constante), ni existía recaudación de impuestos, ni legislación social. Eran zonas que habían sido abandonadas a las bandas étnicas. Y es importante tener presente que estas bandas étnicas están formadas casi exclusivamente por magrebíes y subsaharianos. Con una precisión: no se trata de ilegales –estos, en realidad, son una minoría- sino de inmigrantes de segunda y tercera generación. Si tenemos en cuenta que el crecimiento de las bolsas de inmigración es hoy mucho más acelerado en España que en cualquier otro país y que el gobierno Zapatero pretende aplicar las mismas soluciones y tópicos que han fracasado en toda Europa, está claro que, en breve, la insurrección magrebí que se ha producido en Francia, con chispazos en Alemania y Bélgica, se extenderán también a España. Que a nadie le quepa la menor duda de que en Francia, hablar de "bandas étnicas", supone hablar de magrebíes y subsaharianos. En España, por el momento, las "bandas étnicas" son patrimonio de grupos juveniles andinos, pero la formación de guetos magrebíes y las dificultades insuperables de integración que estos grupos encuentran en toda Europa, hace que también en nuestro país, estén cristalizando los guetos en la zona mediterránea y en el centro de España. Digámoslo ya: tenemos un millón de magrebíes en nuestro territorio. De esta cifra, más de la mitad se han declarado admiradores de Bin Laden y una inmensa mayoría aprueban los atentados suicidas en Palestina e Irak. Es absurdo pensar que el crecimiento desordenado de esta inmigración masiva, no vaya a provocar problemas antes o después; y resulta absolutamente ingenuo pensar que lo que no ha sido posible invirtiendo miles de millones de euros o de francos en Francia, va a dar algún resultado en España.

Así pues, además de la posibilidad de "guerra caliente", hay que contemplar otra posibilidad, la de insurrecciones internas. Y esto forma también parte de la defensa nacional y no puede ser olvidado frívolamente. En Francia se olvidó, y las consecuencias han resultado, hasta ahora, caras; y, tenemos motivos suficientes como para pensar que lo peor todavía no ha llegado. En noviembre de 2005, las revueltas fueron espontáneas, sin coordinación previa y sin una columna vertebral. No han tenido nada que ver con la religión, sino sólo con el grupo étnico. Por algún motivo que los sociólogos no logran explicar, los jóvenes de los arrabales, blancos, negros, magrebíes, asiáticos, sufren los mismos problemas de falta de trabajo, contratos en precario y salarios de miseria… pero, sin embargo, sólo los magrebíes y subsaharianos, responden agresivamente y protagonizan revueltas urbanas. Esto ocurrirá, inevitablemente, en nuestro país y se superpondrá al conflicto con Marruecos y a sus reivindicaciones territoriales.

Este conflicto está adquiriendo en Francia la forma de una "guerra revolucionaria" en la que grupos sociales concretos se sublevan contra la autoridad del Estado. En España, hay que preverlo, no va a ser diferente. No en vano, para bien o para mal, somos Europa. Es más, somos la frontera sur-oeste de Europa. Las fronteras están para defenderlas y, mucho nos tememos, que el gobierno español de José Luis Rodríguez Zapatero, no tiene ni siquiera la sensación de que merezca la pena defender la frontera sur-oeste de Europa, optando por la política de mano tendida hacia un Estado del que solo un ciego puede ignorar sus intenciones. Nosotros creemos que vale la pena tomarse muy en serio la defensa de la frontera sur-oeste de Europa.

Las Fuerzas Armadas Reales: balance y perspectivas

La organización de las fuerzas armadas marroquíes es particularmente compleja e, incluso, incomprensible para el esquema habitual de los ejércitos occidentales. Hay que remontarse a la historia de Marruecos para entender la desconfianza que Hassán II albergó siempre en relación a su propio ejército, el cual le deparó varios golpes de Estado y conspiraciones incluso contra su vida. Hassán II intentó siempre evitar que el mando supremo de las fuerzas armadas recayera sobre un solo hombre, por muy de su confianza que fuera. Hassán II solamente albergó confianza en una sola persona, él mismo.

Hassán II humillaba a su ejército prohibiendo que sus oficiales pudieran desplazarse por el país mientras él se encontraba en el extranjero. Los aviones militares no podían volar en las inmediaciones del palacio real ni de cualquier otra residencia en la que se encontrara el rey. Incluso, la gendarmería custodiaba los polvorines del ejército. Finalmente, el grueso del ejército está desplazado al Sáhara, a pesar de que desde hace 10 años existe un alto el fuego con el Frente POLISARIO; es evidente que la monarquía alauí prefiere mantener a los militares lejos de Rabat, es decir, lejos de la figura del rey.

Unas fuerzas armadas humilladas hasta ese punto por unas medidas que indican sólo desconfianza y reserva, es un ejército bajo sospecha y cuya eficacia en combate es más que dudosa. Difícilmente estarán dispuestas a defender y mucho menos a morir, por quien les trata de una manera tan absolutamente odiosa. De hecho, las tropas acuarteladas en el Sáhara han demostrado ser el grupo social más permeable a la penetración del fundamentalismo islámico.

El servicio militar obligatorio es de 18 meses, y los reservistas —150.000 en total— se mantienen en esa situación hasta que cumplen 50 años. El bajo nivel cultural y la escasez de personal cualificado repercuten negativamente en la operatividad del ejército marroquí.

El mando supremo de las fuerzas armadas marroquíes corresponde a Mohamed VI, así mismo Jefe del Estado Mayor y ministro de Defensa. Si bien la constitución española también atribuye al Rey el mando supremo de las FFAA, en nuestro país se trata de un mero formalismo, no así en Marruecos. El rey es efectivamente, el jefe de las tres armas –las Fuerzas Armadas Reales o Ejército de Tierra, la Marina Real y las Fuerzas Reales Aéreas- así como de la Gendarmería Real y las Fuerzas Auxiliares, dependientes del Ministerio de Interior y del Ministerio de Defensa. Del rey dependen también el Mando de la Zona Sur, los Sectores Militares territoriales y los Comandantes de la Plaza de Armas de las principales ciudades. El monarca dispone de un Estado Mayor General y de un Estado Mayor Avanzado, formado por los jefes de las 2ª y 3ª secciones —inteligencia y operaciones, respectivamente— del Estado Mayor General, además de algún colaborador, y que constituye el verdadero gabinete asesor. También existe el Alto Comité de la Defensa (formado por los máximos jefes militares y por los ministros civiles con interés en asuntos de seguridad, cuya misión es asesorar al rey) y la Inspección General de las FAR (legalmente formado por los jefes operativos de las fuerzas terrestres, navales y aéreas). Esta estructura extremadamente rígida hace que cualquier nivel deba de consultar antes al rey para tomar una decisión por simple que sea. Otro nuevo factor que merma su operatividad.

El mando supremo de las fuerzas armadas marroquíes corresponde a Mohamed VI, así mismo Jefe del Estado Mayor y ministro de Defensa. Si bien la constitución española también atribuye al Rey el mando supremo de las FFAA, en nuestro país se trata de un mero formalismo, no así en Marruecos. El rey es efectivamente, el jefe de las tres armas –las Fuerzas Armadas Reales o Ejército de Tierra, la Marina Real y las Fuerzas Reales Aéreas- así como de la Gendarmería Real y las Fuerzas Auxiliares, dependientes del Ministerio de Interior y del Ministerio de Defensa. Del rey dependen también el Mando de la Zona Sur, los Sectores Militares territoriales y los Comandantes de la Plaza de Armas de las principales ciudades. El monarca dispone de un Estado Mayor General y de un Estado Mayor Avanzado, formado por los jefes de las 2ª y 3ª secciones —inteligencia y operaciones, respectivamente— del Estado Mayor General, además de algún colaborador, y que constituye el verdadero gabinete asesor. También existe el Alto Comité de la Defensa (formado por los máximos jefes militares y por los ministros civiles con interés en asuntos de seguridad, cuya misión es asesorar al rey) y la Inspección General de las FAR (legalmente formado por los jefes operativos de las fuerzas terrestres, navales y aéreas). Esta estructura extremadamente rígida hace que cualquier nivel deba de consultar antes al rey para tomar una decisión por simple que sea. Otro nuevo factor que merma su operatividad.

 

Marruecos dispone de unas fuerzas terrestres con un volumen muy superior a lo que cabría esperar en un país del Magreb. Cuando en España vivíamos los momentos más duros de la transición, en 1977, las fuerzas armadas de Marruecos estaban formadas por 84.650 hombres con un presupuesto de 345 millones de dólares, mientras que a principios de 2005, habían duplicado su número (195.500 hombres) y sextuplicado su dotación presupuestaria (1.800 millones de dólares). El 60% del presupuesto se destina a la presencia militar en el Sáhara.

Las FAR se organizan en un mando principal —el de la Zona Sur—, en mandos de sector y en un amplio número de unidades independientes. La organización de la fuerza es la siguiente:

- 3 Brigadas de Infantería Mecanizada

- 2 Brigadas Paracaidistas

- 1 Brigada Ligera de Seguridad

- 8 Regimientos de Infantería Mecanizada

- 1 Batallón de Montaña

- 37 Batallones de Infantería de Sector

- 3 Batallones Motorizados y sobre camello

- 10 Grupos de Escuadrones Acorazados

- 2 Grupos de Escuadrones a Caballo

- 4 Unidades de Operaciones Especiales

- 2 Batallones Aerotransportados

- 12 Grupos de Artillería Autopropulsada

- 3 Grupos de Artillería Remolcada

- 1 Grupo de Defensa Antiaérea

- 1 Regimiento de Transmisiones

- 3 Regimientos de Zapadores

- 5 Grupos Logísticos

- 4 Batallones de Reparación de Material

- 3 Batallones de Municionamiento

- 3 Batallones de Transporte

Estas fuerzas están concentradas en el Sáhara (en Dráa, Aaiún, Dajla y en el Cuartel General de Agadir). Las unidades destacadas en el Sáhara están protegidas por un muro defensivo de 1.200 kilómetros de distancia. Vale la pena hacerse una idea de cómo son estos "muros" defensivos. Apenas están formados por una muralla de piedra y arena de entre 3 y 5 metros de altura, y entre 4 y 6 metros de ancho en su base; delante existe un foso con alambradas, minas y defensas. Cada 5 kilómetros hay una compañía y cada 15 un radar para la artillería de campaña. El resto del ejército marroquí está destinado en la frontera con Argelia. En el resto del territorio metropolitano no hay unidades de combate, especialmente al norte de la línea Rabat-Meknés-Fez-Oujda, dato que evidencia a las claras que Marruecos, actualmente, no amenaza militarmente ni a Ceuta ni a Melilla.

En general, el material con el que cuenta el ejército marroquí está anticuado y gastado por el conflicto del Sáhara. Pero, con todo, se trata del ejército mejor preparado del Magreb. La instrucción de la tropa y de la oficialidad sigue los patrones de los cursos realizados en Francia, España y EEUU, a los que han asistido oficiales salidos de la Academia Militar o de los cursos de la Escuela de Estado Mayor. Los especialistas aceptan que la preparación de estas tropas es inferior a las de cualquier ejército incluido en la OTAN.

La Marina es extremadamente reducida y su valor estratégico irrelevante en una guerra moderna e incluso para la protección de sus costas. La historia de Marruecos tiene poco que ver con el mar y su población carece de vocación marinera. La marina marroquí está compuesta por un total de 7.000 voluntarios. Sus bases se encuentran en Casablanca, Agadir, Al Hoceima y Dajla. El límite máximo de operatividad de esta flota consiste en la interceptación de buques desarmados que naveguen cerca de sus costas, poco más. La columna central está formada por la corbeta Teniente Coronel Errhamani y cuatro patrulleras de fabricación española con capacidad de ser armadas con misiles Exocet. Estos buques son escasamente operativos, carecen casi por completo de defensa antiaérea y de unidades preparadas para el combate aeronaval, sólo la corbeta está provista de armas antisubmarinas. No hay helicópteros adscritos a la marina, ni tampoco buques desminadores. Su nivel de instrucción es extremadamente bajo y la mayor parte del tiempo sus buques permanecen en el puerto. Disponen, eso sí, de una pequeña fuerza de desembarco capaz de transportar a 400 infantes. Existe una unidad de Infantería de Marina de 1.500 hombres. Sus bases navales se encuentran en Agadir, Casablanca, Dajla, Al Hoceima, Kenitra, Safi y Tanger.

La aviación, inicialmente llamada "Aviation Royale Chérifienne" fue creada en noviembre de 1956 y heredó de Francia las bases de Mekinez, Rabat y Kenitra y de EEUU, Benguérir, Boulhault, Nouaseur y Sidi Slimane. En 1961, pasó a llamarse "Force Aérienne Royale Marocaine". Recibió de la URSS 12 cazas MiG-17, 2 entrenadores MiG-15UTI y 4 bombarderos Ilyushin Il-28 y de Francia 24 entrenadores Fouga Magister. La independencia marroquí llegó en un momento de auge del nacionalismo panárabe (en 1956 tuvo lugar la crisis del Canal de Suez) de ahí que la URSS se convirtiera en el primer suministrador de aviones de combate a reacción. Tras la muerte de Mohammed V (1961), estallaron tensiones fronterizas con Argelia ("guerra de las Arenas" en 1963), conflicto en el curso del cual se evidenció que la URSS consideraba como aliado preferente a Argelia. Hassán II, a partir de ese momento, orientó sus compras de armas a EEUU y Francia. Los Mig soviéticos estuvieron operativos hasta 1983, fecha en que un consejero militar norteamericano sugirió que el último fuera trasladado a un museo militar de EEUU, donde actualmente se encuentra decorado con las escarapelas de Vietnam del Norte.

EEUU pudo facilitar 5 cazas tácticos F-5A y 2 entrenadores biplazas F-5B que, posteriormente se elevaron hasta 20 y 4 de estos modelos, respectivamente. Así mismo, los EEUU donaron 10 antiguos Douglas DC-3 (C-47), 18 Fairchild C-119G y 6 Lockheed C-130H, 24 helicópteros Augusta-Bell AB205A, 60 entrenadores de hélice North American T-6 "Texan". Posteriormente llegaron los Mirage F-1CH, Beech T-34C, y los Aérospatiale Puma. A finales de los años 70, seguían empleando aviones extremadamente antiguos, algunos procedentes de la II Guerra Mundial. Pero cuando la guerra del Sáhara llegó a su auge (principios de los años 80), las fuerzas aéreas marroquíes mejoraron su dotación adquiriendo nuevos caza-bombarderos tácticos F-5. La estrategia marroquí consistió en atrincherarse en torno a lo que llamaban "Sáhara útil": El Aiún, Smara y Bou-Craa. Luego comenzó la construcción de los "muros defensivos" que contaban con la cooperación de Unidades de Intervención Rápida transportadas por helicópteros AB 205, Puma y Chinook. Mientras los F-5 demostraban su eficacia ante las incursiones del Frente POLISARIO, los Mirage F-1 se destinaron a la frontera con Argelia.

Como el entrenamiento de los pilotos marroquíes de F-1 se hizo en Francia, la FARM prescindió de dotarse de modelos biplazas. La primera remesa entregada pertenecía al modelo F-1CH y entraron en servicio entre febrero de 1978 y diciembre de 1978. El segundo bloque lo formaron 14 Mirage F1EH, recibidos entre diciembre de 1979 y julio de 1982, con mejoras en el los equipos de navegación de cara a las misiones aire-tierra, y finalmente entre julio de 1980 y junio de 1982 se recibieron 6 Mirage F1EH-200 dotados de sonda de repostado en vuelo.

Las pérdidas en combate de los antiguos Fouga Magister condujeron a comprar, con dinero saudí, 6 Rockwell OV-10A, a los que debían sumarse otros 24. Pero su eficacia fue extremadamente reducida y varios resultaron derribados por el Frente POLISARIO. En 1989, además, habían sido abatidos 7 Mirage F-1 y 1 C-130 Hércules, a lo que había que sumar 6 Mirage F-1 y 3 C-130 Hércules, perdidos en diversos accidentes. A lo largo de los 90, Marruecos adquirió nuevos Mirage 2000 y F-16 gracias a la ayuda financiera de los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita. Unos años después, se adquirieron 12 F-16A y 4 F-16B que anteriormente habían servido en la Guardia Nacional de los EEUU.

En 1981, Marruecos adquirió 6 OV-10A cuyo funcionamiento fue mostrado por asesores norteamericanos en la base área de Kenitra. Era la primera vez que asesores norteamericanos formaban a pilotos marroquíes. Dos de estos aviones se perdieron en sendos accidentes.

La fuerza aérea cuenta con 13.500 hombres, de los cuales 300 son pilotos. Para sustituir a los F-5 y F-1 se han estudiado cuatro modelos de aviones: el F-20 Tigershark, el Mirage 2000, el F-16 y el Tornado. También es necesaria la renovación de los misiles aire-aire AIM-9J Sidewinder y MATRA R.550 Magic 1 por versiones más modernas de esas armas. La fuerza aérea marroquí está capacitada para realizar misiones de apoyo táctico y de transporte. Han alcanzado un nivel aceptable en apoyo a las unidades de tierra. La instrucción de los pilotos es extremadamente débil. Apenas pueden contar con 100 horas anuales, cifra, a todas luces, insuficiente.

La fuerza de interceptación está compuesta por los Mirage F-1CH. Las defensas antiaéreas marroquíes son muy limitadas. La artillería antiaérea dispone de cañones de pequeño calibre, remolcados o autopropulsados. Disponen de 37 lanzadores de misiles antiaéreos Chaparral autopropulsados y 70 SA-7 soviéticos portátiles, efectivos solamente contra aviones que vuelen a muy baja altura. Que sepamos, no disponen de misiles guiados por radar.

Es posible atacar todos los elementos sensibles de su aparato defensivo a gran altura. No existe capacidad para el combate nocturno y su defensa antiaérea es insuficiente. A esto se une la falta de personal capacitado. La mayor parte de la fuerza aérea esta estacionada en el Noroeste del país, orientada hacia la defensa de ataques procedentes de Argelia y España. Su capacidad es superior a la de otros países del Magreb, pero insuficiente para hacer frente a otros ejércitos europeos, incluido el español.

¿Hay que esperar una ofensiva marroquí?

En caso de conflicto convencional, en principio, las fuerzas armadas españolas están mejor preparadas y cuentan con un material más sofisticado para responder a una eventual agresión marroquí. Pero, es preciso realizar algunas matizaciones.

Las limitaciones presupuestarias, la complicada organización interna y la desconfianza de la casa real hacia el estamento militar, la escasa preparación y nivel técnico de la tropa, hace que, incluso en el arma aérea, las fuerzas armadas marroquíes, aun contando con un material aceptable (a diferencia de la marina) no estén en condiciones de asegurar la defensa de su territorio nacional y, mucho menos, de emprender una campaña ofensiva.

Ahora bien, los factores geopolíticos juegan en contra de España. Ceuta y Melilla son contiguas al territorio marroquí y carecen de espacio suficiente para asegurar su defensa. En cuanto a Canarias registra un problema de alejamiento de la península. La única carta que Marruecos podría, eventualmente, jugar, no es la ofensiva militar convencional, sino una insurrección interior de los elementos afectos a Marruecos hoy residentes en Ceuta, Melilla y, en menor medida, en Canarias. Y para una acción de este tipo, inicialmente la estrategia a adoptar sería la de la "guerra subversiva" (en la que lo importante no es conquistar territorios, sino los "corazones" de un sector de la población) para, finalmente, desembocar en el episodio insurreccional. La "guerra subversiva" presenta tres situaciones posibles para el agresor: defensiva estratégica (cuando no cuenta con fuerzas suficientes como para imponerse sobre el adversario), equilibrio de fuerzas (cuando está en situación de igualdad estratégica con el adversario) y ofensiva estratégica (cuando está en mejor posición que al adversario). Pues bien, en la actualidad nos encontramos en Ceuta y Melilla en una situación, todavía, favorable. Los presuntos peones del expansionismo marroquí, no han alcanzado aún la situación ideal para garantizar el éxito de una insurrección. Pero no hay que olvidar que, poco a poco, la población marroquí e islamista, va creciendo en estas dos Plazas de Soberanía, a medida que la población española va disminuyendo progresivamente. En menos de una década (quizás, apenas, en un lustro) se habrá llegado a la situación de "equilibrio de fuerzas". Esto, unido al desinterés absoluto, demostrado día a día, con el que el actual gobierno socialista considera a estas dos zonas del territorio nacional, puede inducir situaciones de renuncia al ejercicio de la soberanía primero y a la cesión después. En efecto, el gobierno Zapatero, desdiciendo la lógica de la defensa nacional, la historia, los intereses nacionales y las realidades geopolíticas, considera que Ceuta y Melilla son, efectivamente, "colonias similares a Gibraltar". El propio Rodríguez Zapatero ha sido ganado por la absurda teoría aireada desde los años 70 por Hassán II, según la cual, la entrega de Ceuta y Melilla, favorecería inmediatamente, la retirada inglesa de Gibraltar. En este sentido puede decirse que el gobierno ZP ha sido "ganado" por la dialéctica del "enemigo". Hay que recordar que la defensa nacional es viable sólo cuando un gobierno tiene voluntad explícita de asumirla. Y este es el problema.

El gobierno surgido de las bombas del 11-M (y no se trata de no reconocer la victoria socialista del 14-M, sino de explicarla y no hay más explicación que los atentados, puesto que antes de las bombas, la cuestión no era si Zapatero ganaba las elecciones, sino que todo el misterio giraba en torno a si Aznar obtenía o no la mayoría absoluta) carece de política de defensa, más allá de las buenas intenciones, el idealismo ingenuo y la pura y simple impreparación. De ahí que de los labios de Bono salgan frases tan absolutamente intolerables para un ministro de Defensa como "prefiero morir a matar", "hemos creado soldados sin fronteras" y otras lindezas que, mezcladas con cierto verbalismo patriótico, limitaciones presupuestarias y un catastrófico sistema de reclutamiento de voluntarios, todo esto, juega a favor de Marruecos y debilita a nuestro país. Así pues, la ventaja de España en material y medios de defensa, queda reducida por el desinterés y la impreparación de nuestras autoridades en materia de defensa nacional.

Por su parte, las FFAA españolas cuentan con 143.450 hombres, de los cuales 92.000 pertenecen al Ejército de Tierra, 26.950 a la marina y 24.500 al ejército del aire. El ejército de tierra dispone de 688 carros de combate, entre ellos 150 AMX-30, 931 piezas de artillería y 153 helicópteros, de los que 28 son de ataque. Ceuta y Melilla están defendidas por 8.100 soldados, entre ellos dos regimientos de la Legión. La marina cuenta con 8 submarinos y 16 navíos de combate en superficie. En cuanto a las fuerzas aéreas, la columna vertebral son 180 F 18, 220 F 5, y 180 Mirages F1. España es el país de la OTAN que destina menos dinero para la Defensa; apenas el 0’95%, frente a una media del 2,25% en el resto de países de la OTAN. Para colmo, este presupuesto esquelético se divide en un 58% para gastos de personal y un 42% para material.

En la actualidad, existen sólo cuatro Brigadas pesadas. Tres forman parte de la División Acorazada "Brunete", adscrita al Eurocuerpo, más la de Caballería. En total existen cuatro batallones de carros (con apenas dos Escuadrones). El resto de Regimientos de Caballería ("España" y "Numancia" de la Brigada de Caballería y "Villaviciosa" de la "Brunete") sólo tienen un Escuadrón".

Todo este material, por sí mismo, parece tener el suficiente poder disuasivo para evitar un ataque frontal, pero es ampliamente insuficiente para evitar el riesgo de insurrecciones interiores de elementos adictos al régimen marroquí.