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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

CULTURA

El sistema contra la juventud

El sistema contra la juventud

De la generación Ni-Ni a la generación Cero. Estamos asistiendo al nacimiento de una generación mutante. Las pasadas navidades han confirmado que, por primera vez, una generación que ahora tiene hasta 15 años va a alimentar su ocio solamente con videojuegos. Tales han sido los regalos más vendidos en estas fechas. Cualquier otra cosa, incluso productos del sector informático (MP4, iPads, iPhones, iBooks, etc, etc) han tenido poco impacto entre la franja de edad de entre 6 y 15 años. Todavía no se han calibrado las implicaciones de un cambio cultural de este tipo, aparte, naturalmente, del ensanchamiento de la “brecha digital”: la distancia que separa a los que utilizan las nuevas tecnologías de los que permanecen de espaldas a ellas… cuando lo realmente importante es la existencia de un amplio espectro de población joven que lo desconoce todo de la vida y solamente sabe utilizar un tipo de producto microinformático: el videojuego. Tras la Generación Ni-Ni, la Generación Cero está a la espera en el atrio.

La generación que ahora empieza a aproximarse a los 60 años fue la primera que desde su infancia vio como la televisión ocupaba un espacio creciente en su vida. La que ahora tiene 30 creció con los ordenadores personales y luego descubrió las consolas de videojuegos e Internet. Los que ahora tienen entre 10 y 15 años forman parte de la primera generación que han dado la espalda a los juegos hasta ese momento tradicionales, compartidos con otros amigos y han recibido (y exigido) como regalos de Navidad solamente videojuegos.

Del “compartir” al “competir”. La adicción.

No es raro que esta nueva generación no conozca la palabra “compartir” y prefiera la de “competir”. Ciertamente, Internet permite relacionarse con otros jugadores de cualquier lugar del planeta, pero solamente para competir. Los tiempos en los que los niños salían a la calle y se pasaban buena parte de su tiempo de ocio con sus amigos y compañeros han quedado atrás. La nueva generación conoce solamente la vida y el mundo a través de una pantalla de ordenador. Si quiere jugar a los bolos tiene un juego de bolos que, de paso, incluye también tenis, baseball, fútbol y golf. Es difícil arrancarlos de la tiranía del monitor e inducirles a que conozcan el mundo real.

De hecho, el mundo virtual es extremadamente tranquilizador para ellos. Un niño “muere” una y otra vez en el monitor de su videojuego, para revivir inmediatamente y poder rectificar la jugada progresando al nivel superior. El morir virtual no ocasiona daños ni molestias, sólo aumenta el rendimiento del jugador. En cambio, un pisotón dado por descuido en la calle produce dolor puntual; es el precio de la realidad. Además, la realidad virtual es tranquilizadora: en ella, antes o después, siempre se gana. En la realidad tangible esto no ocurre: no está nunca claro si se alcanzará lo esperado o no, si se podrán cumplir ambiciones y proyectos. Además, en el universo tangible, moverse implica un esfuerzo, intentar obtener algo supone sacrificarse, querer “ser” algo requiere precisamente la presencia de algo que el jugador de un videojuego no está dispuesto a asumir: que no todo en la vida es juego o diversión.

La adicción es el efecto esperado por los fabricantes de un videojuego: este es tanto mejor cuanto mayor es su capacidad adictiva. De hecho, la adicción es uno de los principales factores que se tienen en cuenta para medir la calidad de un videojuego: el tiempo que el jugador está “enganchado” a él sin moverse de la pequeña pantalla, las horas que le dedica...

El problema de la adicción de toda una generación a los videojuegos no es que espacios cada vez mayores de su vida pasen a depender de su adicción, sino que el entorno en el que desarrolla su vida se va degradando y unidimensionalizando: a fuerza de dar la espalda a la realidad tangible, el adicto a los videojuegos se sumerge en una realidad virtual que resulta para él mucho más gratificante y tranquilizadora.  

Quiebra del sistema educativo

En una sociedad sana, el sistema educativo habría enseñado al joven que el ocio constituye una parte de su tiempo, pero que esos años son, fundamentalmente, años formativos en los que su capacitación y su preparación para asumir responsabilidades en el futuro son, sin duda, lo más importante. Hay tiempo para todo: para el estudio, para la familia, para los amigos, para el ocio e incluso para los videojuegos… pero esto ocurriría sólo en una sociedad sana: en la actualidad el tiempo destinado a estos últimos va engullendo progresivamente el dedicado a otras áreas de la sociabilidad.

La combinación entre un sistema educativo desintegrado y que ya no cumple ninguno de los objetivos para los que había sido diseñado y la tendencia del joven a usar y abusar cada vez más de los videojuegos actúa en sinergia creando un efecto deletéreo. Poco importa, desde este punto de vista, si los videojuegos son pacíficos o violentos: es su capacidad adictiva situada en el marco de una crisis del sistema educativo lo que los hace peligrosos.

Las concepciones progresistas en materia educativa hacen que desde la preescolar, el joven, en lugar de ser adiestrado en las distintas habilidades del conocimiento y especialmente en los sistemas de obtención de conocimiento (esfuerzo, constancia, sacrificio, interés, concentración, autodisciplina), reciba una enseñanza cuyo principio es “aprender jugando”. Los maestros procuran que el niño adquiera conocimientos a través de juegos y de diversión, evitan que tenga que esforzarse y se obstinan en que desde las letras hasta el contar hasta 100 se conviertan en un juego que logre interesar al niño. El resultado de este sistema de enseñanza es que el niño aprende, sí, aprende, sobre todo… a jugar.

En las fases siguientes de su progreso por el sistema educativo, cuando ya ha entrado en la EGB y se supone que debería de adquirir conocimientos más sólidos, los padres van percibiendo que el aprendizaje de la lectura y de la aritmética se va retrasando en relación a lo que ellos mismos habían experimentado en su aprendizaje. Un padre de 50 años se formó en el bachillerato del tardo franquismo que aseguraba que entre los 5 y 6 años el niño había aprendido a leer correctamente y sabía sumar y restar con facilidad. Hoy el dominio de esas habilidades tiende a retrasarse un par de años. Por lo demás, hasta los 10 años, el niño ejercitaba la “caligrafía”, hacer que su escritura fuera inteligible, hoy esta asignatura ha desaparecido completamente y si era importante se debía sobre todo a que el niño aprendía a dominar su pulso, su atención y su capacidad para templar su ánimo.

La lectura era otra habilidad que se enseñaba a partir de los 5 años y que a los 8 ó 9 proporcionaba algo más que fluidez en su uso, garantizaba también la comprensión de lo que se estaba leyendo. La única forma de asimilar todas estas habilidades es mediante el esfuerzo, el sacrificio, la atención y la constancia, elementos que están completamente ausentes del “aprender jugando” que, a fin de cuentas, solamente transmite el… aprender a jugar.

Rostros desconocidos para errores conocidos

Para colmo, alguien de rostro desconocido, cuyo poder para diseñar un sistema educativo estaba en contradicción con su cualificación para hacerlo, decidió un buen día que los niños podían progresar de un curso a otro a pesar de tener asignaturas suspendidas. Lo razonable hubiera sido que se volviera a examinar el septiembre de las asignaturas suspendidas en junio, pero alguien sin rostro decidió que el niño podía pasar al curso siguiente aun manteniendo un déficit de conocimientos, déficit que al ser acumulativo, cada año le inhabilitaba más para el dominio y la comprensión de determinadas asignaturas. Para dividir hace falta saber sumar, restar y multiplicar, si el alumno pasa de un curso a otro con déficit de conocimientos en estas materias jamás podrá dividir, ni adentrarse en las complejidades del álgebra y, por lo mismo, tampoco estará en condiciones de seguir adelante en asignaturas como física y química o en aquellas otras que requieran reflexión lógica incluso aunque sean de ciencias. Sería bueno que los medios de comunicación nos recordaran el rostro de quien introdujo esa “novedad” en nuestro sistema educativo que ha destrozado la vida estudiantil de una parte importante de nuestros jóvenes.

Y para colmo, tampoco conocemos el rostro de aquel otro educador que creó distintos “itinerarios”, esto es distintas ramas que a partir de una temprana edad condicionaban la orientación posterior del estudiante: el antiguo bachillerato de ciencias a un lado y de letras a otro tenía sus asignaturas “hueso”: matemáticas y química por una parte y latín y griego por otra, es decir, estaban equilibrados en dificultades.

En cambio, los actuales “itinerarios” adolecen de varios defectos insuperables. De un lado, en un momento en el que los jóvenes carecen de “vocación” y en su inmensa mayoría ignoran lo que quieren ser en el futuro, es extremadamente peligrosos pedirles que elijan a temprana edad un itinerario que condicionará sus estudios futuros: lo más probable es que elijan el itinerario más  fácil, el que consideran que tiene menos asignaturas “hueso”: el humanístico, el artístico… y rechacen el científico que es el que les requiere más esfuerzos (en un momento, además, en el que a fuerza de ir pasando de curso con asignaturas suspendidas ya les ha hecho perder el control de las asignaturas de ciencias). A esto se une que, llegados a esos niveles, la cultura del esfuerzo y del sacrificio ya está completamente ausente del panorama del estudiante.

PP y PSOE: padres de un sistema educativo quebrado

El resultado de este sistema educativo esperpéntico construido por el PP y por el PSOE es una superabundancia de alumnos (una tercera parte) que abandonan sus estudios de primaria antes de concluirlos. Los que pasan al nivel universitario lo hacen mayoritariamente a carreras “fáciles” o con pocas complicaciones (habitualmente de letras) para las que, por lo demás, existen escasas salidas profesionales y un número desmesurado de alumnos: ¿cuántos periodistas necesita la sociedad española? Sin duda muchos menos que los miles que cada año se gradúan en las facultades de periodismo de este país (para colmo, la fractura de España en 17 comunidades autónomas hace que cada una de ellas exija una facultad de periodismo a despecho de su población y de las posibilidades de empleo de los licenciados, la inmensa mayoría de los cuales al acabar sus estudios se limitan a ser becarios en cualquier medio de comunicación que, para casi todos será su única posibilidad en la vida de haberse aproximado a una redacción.

En cuanto a los que han abandonado sus estudios ni siquiera les queda el recurso a la formación profesional: se tarda demasiado en acabar unos estudios que tampoco están concebidos como prácticos y aplicativos. Lo que les interesa es trabajar en lo que sea y lo antes posible: mientras la construcción ha absorbido mano de obra, cientos de miles de jóvenes que habían abandonado la EGB se refugiaban en las obras, evacuando escombros o haciendo tareas de peonaje… La crisis ha cerrado esta vía para siempre y ha dado carta de naturaleza a la Generación Ni-Ni.

En cuanto a los jóvenes que siguen carreras técnicas y que concluyen sus estudios, el panorama no es mucho más alentador: les aguardan salarios bajos y contratos en precario que no están en relación con los esfuerzos que han tenido que realizar para obtener el título y que, desde luego, no les va a permitir formar una familia ni a la mayoría independizarse de sus padres. Los problemas de la enseñanza en España se dan a todos los niveles y también nuestra universidad tiene carencia extremadamente dramáticas.

En efecto, la vinculación entre universidad y empresa es cero o próxima a cero. En otros países, es frecuente que cuando los alumnos presentan proyectos de fin de carrera, buscadores de talentos acudan a las exposiciones y ofrezcan, ya a partir de ahí, contratos a los nuevos licenciados. Esto no ocurre en España, entre otras cosas porque las empresas funcionan de manera muy diferente: aquí no es la cualificación lo que se requiere para ejercer la mayor parte de empleos, sino el tener a un buen “contacto” (habitualmente un amigo, un familiar, etc). En muchas empresas, puestos de responsabilidad son entregados a individuos completamente nulos que, a su vez, para salir adelante, deben contratar a técnicos mejor cualificados… y peor pagados. El resultado final es que cada vez más jóvenes licenciados en carreras científicas se van al extranjero para poder ejercer su empleo a cambio de un salario digno y de una estabilidad en el puesto de trabajo.

La desembocadura de toda esta catástrofe educativa es un empobrecimiento cultural y científico de la sociedad española y el que, en su conjunto, nuestros jóvenes tengan “poco valor añadido”. No es por casualidad que el modelo económico de José María Aznar se basase sobre todo en el desarrollo de dos actividades aparatosas pero de escaso valor añadido: construcción y hostelería. El fracaso de nuestro sistema educativo nos había abocado a ello… Y mientras eso siga así ni leyes de “economía sostenible”, ni nebulosos proyectos de I+D+i podrán aplicarse en la práctica.

De la generación Ni-Ni a la generación Cero

El sistema de enseñanza se ha convertido en un reservorio de niños, una especie de logística de almacenamiento mientras los padres trabajan, pero ha perdido completamente su capacidad educativa y tiene muy mermada su función formativa. De hecho, el sistema educativo –por bien que funcione- nunca puede sustituir al entorno familiar en la formación de las nuevas generaciones, pero, éste, se encuentra hoy así mismo degradado: abundan las familias monoparentales, los hijos únicos y los divorcios; todo esto ha hecho que se alterara extraordinariamente el marco en el que crecen los hijos.

Desde luego, una sociedad moderno no puede negar que la familia burguesa está hoy muerta y enterrada pero que era un “más” en relación a las modernas formas parafamiliares que han ido apareciendo posteriormente. En la familia burguesa estaba todavía presente cierta especialización: la madre se cuidaba de la educación del niño y del mantenimiento del hogar, mientras que el padre aportaba medios económicos a la familia. No era una forma ideal de organización familiar, pero suponía un estadio superior al que lo ha sustituido.

Cuando, a partir de los años 40 la mujer empezó a integrarse en el mercado laboral (veinte años después en España), se rompió esta división de funciones, el sistema educativo suplió el hecho de que la madre disminuyera su presencia en el hogar. Eran los tiempos en los que se enseñaba “urbanidad” en los primeros años de escuela. Pero luego, cuando el sistema educativo entró en crisis en los años 70 y especialmente en los 80 y 90, todo esto se fue al traste.

Hoy estamos viendo los resultados de una generación que, en buena parte ya tuvo una educación muy deficiente, educando a su vez a sus hijos. El resultado será inevitablemente demoledor. Esto, para colmo, ha coincidido con la eclosión de los videojuegos que han representado para las familias la posibilidad de que los hijos estén tranquilos, casi en un estado entre letárgico y catárquico ante el monitor de la cónsola de videojuegos.

¿Hay solución? En lengua castellana “solución” rima con “educación”.  La educación es hasta tal punto importante para un país que resulta imposible cambiar un modelo económico sin cambiar antes el modelo educativo. Modelos educativos de perfil bajo que aspiren solamente a que el joven abandone las aulas conociendo los rudimentos culturales mínimos, no puede aspirar a desarrollar una economía basada en I+D+i.

Primero educación y reconstrucción de un modelo familiar sólido y estable. Paralelamente reconstrucción del sistema educativo reintroduciendo los valores de esfuerzo, sacrificio, constancia, autodisciplina y mérito por parte del alumno y reconociendo autoridad al profesor. Para ello es preciso revisar todos los recovecos del sistema educativo, incluidas las Escuelas Normales, verdaderos reductos del progresismo que nos ha llevado directamente a la ruina del sistema educativo. Si un profesor no tiene valor (o no cree) en la necesidad de imponer su autoridad, no puede seguir dando clases. Es preciso volver a la concepción clásica que considera a la escuela como una relación jerárquica entre los que tienen un “saber” que transmiten a quienes no lo tienen. Si, en lugar de esta concepción se impone la que hasta ahora ha sido habitual en democracia, esto es, que alumnos y profesores forman un todo “democrático” e igualitario, nunca jamás se logrará recomponer nuestro sistema.

Frente al “aprender jugando” hay que reimplantar la “cultura de la memoria” sin la cual es imposible ejercer el pensamiento lógico y que no es sino una parte de la cultura del esfuerzo. El elemento central de cualquier sistema informático es la CPU, la “unidad central de procesos”, el cerebro del ordenador. Un ordenador es tanto más eficaz cuanta más memoria RAM tiene y a mayor velocidad funciona. Otro tanto ocurre con el ser humano. Sin embargo, la enseñanza moderna ha desterrado por completo el aprendizaje memorístico de los planes de enseñanza, lo que equivale también a imposibilitar el ejercicio del pensamiento lógico…

El papel del mundo digital

Hoy, todos los profesores tienen que comprobar si los trabajos que encargan a sus alumnos los han hecho ellos o los han copiado y pegado de cualquier Web (alguna de las cuales alardea de existir para cubrir esa función: www.rincondelvago.com, por ejemplo). Cuando Zapatero en uno de sus habituales “paquetes de medidas” proponía que todos los estudiantes tuvieran un ordenador personal, evidentemente, no sabía lo que estaba diciendo: eso solamente puede ser admisible en un sistema educativo que funcione, no en un sistema educativo quebrado en el que cada estudiante, con el ordenador recibiría la posibilidad de insertar videojuegos o jugar en red. Los edificios no pueden empezarse por el tejado, pero tampoco a ZP se le puede pedir algo de sentido común.

Paradójicamente nuestros jóvenes están a la cola de Europa en rendimiento escolar pero tienen un más que aceptable nivel de utilización de las nuevas tecnologías, incluso los que han abandonado los estudios a los 14-16 años. Esto explica por qué en España no se producen estallidos de cólera como los que han sucedido en Grecia, Reino Unido, Francia o Italia en situaciones en general bastante menos dramáticas que la española. Aquí nuestros jóvenes están sometidos a la narcosis de los videojuegos que se completa con otras “esperanzas para desesperados” generadas por el propio sistema. En ningún otro país, por ejemplo, los clubs de fútbol están tan endeudados con el Estado (especialmente con la Seguridad Social a la que adeudan en torno a 5.000 millones de euros) como en España y en pocos países la situación del déficit público haría tan urgente cobrar esa deuda: sin embargo, es mucho más fácil que el Estado embargue la cuenta corriente de un pequeño empresario a la taquilla del CF Barcelona o del Real Madrid.

El sistema (entendido como el conjunto de intereses, político, económicos y mediáticos que dan forma a una nación y a su sociedad) ha entendido perfectamente que el mejor joven es el joven consumido ante la pantalla de un ordenador, que puede cultivar su tiesto de marihuana en el balcón. Poco importa que pase las horas muertas intentando superar el nivel del videojuego en el que se encuentra, o que emplee horas en ver partidos de fútbol intrascendentes jugados por equipos que ni le van ni le vienen, incluso en ligas distantes en el espacio. Poco importa que fuera no haya trabajo, ni posibilidades de obtenerlo en el próximo lustro. Tampoco importa que su nivel de conocimientos y de preparación laboral sea cero o próxima o cero, o se concentre en sectores (como la hostelería y la construcción) que nunca más le van a ofrecer alternativas laborales.

Si tiene necesidad de relacionarse de tanto en tanto con otros jóvenes, la moda del botellón le facilitará una oportunidad más para el embrutecimiento de los sentidos mediante sobredosis de alcohol. Si va por la calle, por el metro, llevará encajados en los oídos auriculares que harán que con apenas 25 años tenga los tímpanos endurecidos propios de un anciano de 65 años. El ruido, el videojuego, el botellón, el espectáculo deportivo, le impedirán meditar sobre lo miserable de su existencia. Comerá solamente porque sus padres trabajan o viven de un modesta pensión que da al menos para eso, y de poco le importará ser un prominente miembro de la “Generación Ni-NI” que apenas ocupó un corto período de tiempo entre el estallido de la gran crisis económica (junio de 2008) y el momento en el que advirtió que ésta era algo más que un paréntesis en el que ni trabajaría, ni estudiaría.

El problema de fondo es mucho mayor de lo que se tiene tendencia a pensar: si esta crisis que se prolonga ya por espacio de tres años, dura –tal como se prevé- en torno a 5 ó 10 años más, en el curso de los cuales no solamente no encontrará trabajo, sino que le será muy difícil reemprender unos estudios en un sistema educativo quebrado, de tener 25 años pasará luego a tener 35, una edad en la que ya resulta difícil encontrar determinados trabajos y su preparación y experiencia profesional serán la misma que ahora mientras que la sociedad habrá cambiado radicalmente. En esa sociedad posterior a la crisis, mucho más competitiva que la actual, los 35 años pesarán como una losa, y mucho más si tenemos en cuenta que las pensiones de jubilación se calcularán sobre la base de los últimos 25 años de cotización. Para entonces es posible que muchos padres que hoy mantienen a sus hijos, ya hayan fallecido ¿de qué vivirá entonces la Generación Ni-Ni? ¿en qué trabajará?

Por eso hemos empezado diciendo que la “brecha digital” entre los usuarios de las nuevas tecnologías y los que permanecen de espaldas a ellas, no es –contrariamente a lo que opina la sociología- el hecho capital de la sociedad moderna. Incluso alguien que no haya utilizado jamás un ordenador puede realizar trabajos agrícolas y, por extensión, puede trabajar en sectores de poco valor añadido. Pero un joven de la Generación Ni-Ni que durante años no haya trabajado ni estudiado, que haya utilizado su tiempo para chatear por la red, utilizar videojuegos, enviarse mensajes SMS y que maneje todos los mecanismos de ocio de la red ello no implica que esté mejor adaptado para afrontar una sociedad competitiva, sino que está refugiado en un mundo virtual que lo aísla completamente la realidad y le proporciona un entorno narcótico y tranquilizador como la droga más sedante que se hubiera inventado.

La Generación Ni-Ni es sólo un estadio temporal en la vida de un joven. Su permanencia en este nuevo grupo social producto de la crisis, durará entre 3 y 10 años más. Cuando haya terminado la crisis –de la manera que sea, incluso son el desmantelamiento del actual sistema mundial de producción y consumo- toda esa generación adicta a lo digital, percibirá que no está preparada para tomar el relevo de las que le han precedido: será una Generación Cero. Hay que alarmarse sobre cómo serán los hijos de esta nueva generación. 

© Ernesto Milá – Infokrisis@yahoo.eshttp://infokrisis.blogia.comhttp://info-krisis.blogspot.com - Twitter/#ernestomila – facebook/ernestomila – google+/ernestomila – Linkedin/ernestomila – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.

 

La cultura de la otra Europa

Info-krisis.- Me he encontrado este texto en Internet que reproduzco tal cual sin añadidos ni comentarios. Resulta que este texto lo escribí hace ahora 27 ó 28 años como introducción para el libro-revista, Thule, la cultura de la otra Europa. Así pues el texto tiene su tiempo y habrá que entenderlo como uno de los primeros intentos de realizar una síntesis en España de lo que fueron los autores malditos de los años 30. El artículo es, por supuesto, incompleto, mezcla autores que poco o nada tienen que ver entre sí, pero vale, como el resto del libro-revista en cuestión, como ejemplo de que, a principios de los 80, todavía no existía en España nadie que se le hubiera ocurrido realizar una síntesis de autores que entonces eran poco o nada conocidos. Hoy, obviamente, no hubiera escrito ni lo mismo, ni en el mismo tono, pero vale a modo de reivindicación de lo que escribía hace casi tres décadas.

 

A finales del siglo XVII una casta va a caer. La Edad Media y el primer periodo renacentista habían estado marcados por el dominio y la preponderancia de las aristocracias guerreras. El poder divino, representado por el clero, estaba íntimamente ligado al poder terrenal, representado por la aristocracia. El Renacimiento y el humanismo anuncian la ruptura definitiva entre ambos poderes y abren, en definitiva, el camino hacia la revolución francesa, es decir, la toma del poder por el tercer Estado, la burguesía. La caída de las aristocracias, profundamente degeneradas y corrompidas, se iniciará con el destronamiento de Luis XVI y el tormentoso y demoníaco período de la revolución francesa.

Pero tal acontecimiento no revestirá exclusivamente un carácter político o social, sino que, como toda mutación, habrá venido precedido de una larga gestación ideológica, Porque en la matriz de la revolución francesa deberemos de encontrar el racionalismo cartesiano y sus derivaciones más inmediatas: el nacionalismo jacobino y la democracia liberal.

Decir racionalismo es decir dominio de la razón, decir dominio de la razón implica, en última instancia, la negación de todo aquello que no puede ser demostrado por ella. Abajo con el instinto, abajo con los valores más allá de los estrictamente mesurables y clasificables, abajo con todo aquello que ha sido consustancial a la historia de Occidente, abajo con las tradiciones y, sobre todo, liquidación de todo aquello que es superior al hombre y a lo que éste debe tender: tales fueron las consignas objetivas que, actuando soterradamente en los salones de los palacios europeos, de la mano de aquello que se llamó la "republique des lettres”, dieron como resultante final el estallido revolucionario de 1789.

Y a esto el fascismo y los nacionalismos revolucionarios dijeron no. El hombre para ellos es algo más que un primate desarrollado y con cerebro superior, y la vida mucho más que la búsqueda del bienestar y la felicidad más hedonista. No es extraño que los nacionalismos revolucionarios rechazaran la democracia y el liberalismo; este rechazo no se debía tanto a su repugnancia por las formulaciones políticas de estos sistemas - partidocracia, burocratización, ruptura de la unidad nacional, lucha de clases, etc. - como a las objeciones realizadas a nivel ideológico. De la misma forma que el liberalismo y la democracia partían del racionalismo filosófico, el moderno pensamiento de Europa debía partir de una crítica a ese racionalismo y, lo que es más importante, de su superación.

Los primeros movimientos político-culturales que pueden entroncarse con el fascismo italiano ya centraban sus opciones en la crítica a la razón. El mismo manifiesto político de los futuristas pergueñaba esta idea declarando que "el instinto debe reemplazar a la razón". Pero como movimiento pre-fascista, el futurismo no había logrado todavía su perfección ideológica ni estética: su culto a algunos de los aspectos más desagradables del mundo moderno -recordemos aquel insensato poema a una locomotora de Marinetti o aquellas referencias reverenciales a la tecnología moderna del mismo Manifiesto Político Futurista- le hacía ser más bien un apéndice tardío y postrero superado el racionalismo, sino que se había decantado por un irracionalismo tecnológico que, cantando una vida heroica y "desmelenada", llegaba a adoptar posturas de un nihilismo extremo.

Por esas mismas fechas en Francia Drieu La Rochelle, un joven intelectual que acababa de abandonar las trincheras de Verdún, adoptaba individualmente posturas similares. Interesado por los surrealistas primero, luego por los dadaístas, sus producciones de esta época demuestran una pugna por fugarse de las coordenadas de la razón, pero ¿fugarse en función de qué? Tanto en el caso de los futuristas como de Drieu y de tantos otros, la única coartada válida a su vacío ideológico es el nihilismo. Será más tarde cuando hayan manifestado su adhesión a la ideología del fascismo y hayan aprehendido y asimilado su esquema doctrinal, cuando podremos hablar verdaderamente de "cultura de la otra Europa"; de momento, son sólo balbuceos.

Poco a poco, todos los intelectuales nacionalistas y revolucionarios caerán en la cuenta de que la existencia humana está dominada por fuerzas instintivas mucho más arraigadas que la razón. En cierta forma el psicoanálisis, que eclosiona en aquellos mismos días, aunque con una orientación subversiva y disolvente, llega a parecidas conclusiones. Quizás la diferencia fundamental que existe entre las escuelas psicoanalíticas y la cultura que estamos intentando definir resida en que, mientras las primeras se limitan a constatar la existencia de fuerzas que actúan en las capas inferiores de la mente -el subconsciente-, la cultura fascista nos habla y muestra fuerzas que pugnan por crear y mantener valores y conceptos que tienden a ennoblecer al hombre y a hacerlo él mismo. Evola ha definido el psicoanálisis como una corriente neo-espiritualista que se refocila en los más bajos instintos del hombre moderno. El fascismo, por el contrario, es la afirmación de la persona en su doble naturaleza: humana y espiritual.

En el combate contra el racionalismo, la noción del "mito” encuentra su significación. En el sentido soreliano del término, un mito es una creencia no razonada que suscita entusiasmo y es indiscutible. La literatura fascista, así como la trayectoria política de todos los movimientos nacionalistas revolucionarios, están plagadas de mitos: el fascismo italiano elevó la mística de la latinidad a la categoría de mito, mientras que el fascismo francés enarboló los acontecimientos del 14 de febrero de 1934 a una dimensión suprahistórica y mítica; el mito de la sangre, de la patria, de la unidad nacional, se convirtieron en puntales de la ideología de la nueva Europa. La diferencia entre el mito y la utopía radica en la posibilidad de realización del primero. Curiosamente observamos que las ideologías que más han hincado sus raíces en la razón han devenido, en última instancia, utopías irrealizables. Así, por ejemplo, el marxismo no es más que un racionalismo extremo (2) que en su lógica determinista levanta la utopía de la sociedad sin clases y del paraíso terrestre y proletario. La debilidad del racionalismo se pone de manifiesto en el momento en que las ideologías nacionalistas y revolucionarias, partiendo de mitos, edifican realidades: en tanto que suscite entusiasmos, el mito opera realidades; en tanto que cartesiano, positivista y dialéctico, el racionalisrno termina en la utopía al ignorar las fuerzas del instinto y del espíritu.

La propaganda nacional-socialista mitificó a sus héroes. Hans Johst escribió la biografía de Albert Leo Schlateger y lo elevó de su dimensión humana transformándolo en el arquetipo de héroe nietzscheano. Con Horst Wessel ocurrió otro tanto. Precisamente fue Johst quien, por boca de uno de los personases de "Schlateger”, pronunció la famosa frase, falsamente atribuida a Goering: "Cuando oigo hablar de cultura echo mano a mi revolver". Efectivamente, dentro del contexto de la obra había que llegar a la conclusión de que a la cultura racionalista no se la discute, se la combate.

A parecidas conclusiones llegan otros autores: Céline es quizás el que llega a unas posiciones estéticas más extremas. La esencia de toda obra celiniana hay que buscarla en su absoluto suprarracionalismo; cada una de sus novelas nos muestra a unos personajes situados fuera del plano de lo formal; los sueños, las alucinaciones, las posturas sorprendentes y antidogmáticas son una constante que, si bien es propia a toda la literatura de ’la otra Europa", encuentra en Celine su más cualificado representante.

Boutros, el protagonista de "Una mujer en su ventana" de Drieu, a pesar de representar la figura de un comunista griego, adopta posturas típicamente nietszchesianas. Su mismo amor por Margot nace de forma inesperada. Semmelweis, el protagonista de la obra de Céline del mismo título, si bien realiza sus investigaciones sobre la fiebre puerperal de forma empírica no puede evitar sumirse en un universo irreflexivo e instintivo. Otro tanto ocurre con Gustav Meyrink (3). que elucubra en el laboratorio de su cerebro dos curiosas novelas: "El Golem" y "El rostro verde", en las que seres "imposibles" por inexistentes se revelan contra su propio destino. "El Golem", monstruo creado por un rabino de Praga, termina por volverse contra su creador. La novela, situada en el terreno de lo onírico, logra crear un ambiente obsesivo de premoniciones y composiciones estéticas inquietantes y turbadora.

Los escritores franceses debieron de edificar su nueva literatura haciendo frente a dos obstáculos insalvables a primera vista: por una parte el tradicional cartesianismo francés, del cual Brasillach, por ejemplo, no se puede despojar, sino hasta sus últimas producciones ,prácticamente hasta los "Poemas de Fresnes", y, de otra parte, no debemos olvidar que el nacionalismo revolucionario francés estaba influido en buena medida por Charles Maurras, que practicó un culto a la razón de carácter neo-clasicista. Quizás sea por este afán de superar ambos handicaps por lo que Chateaubriand, Céline, Drieu y el último Brasillach adoptan posturas antirracionalistas más extremas.

En cualquier caso, no cabe la menor duda de que todos estos autores y sus colegas italianos, franceses, alemanes e ingleses, principalmente, de no haber encontrado en el fascismo ’una ilusión", parafraseando el libro de Hamilton sobre la intelectualidad fascista, habrían caído en un nihilismo neoanarquista que ya se presumía en los primeros escritos futuristas y en los manifiestos de los primeros "fascistas" franceses e, incluso en los albores del fascismo hispánico: ¿no son los primeros escritos de Giménez Caballero y, los primeros ejemplares de "La Conquista del Estado”, asimilables a las producciones y manifiestos futuristas?.

"Superar el nihilismo"... tal noción la han experimentado muchos militantes nacionalistas revolucionarios de ayer y de hoy: nada en el mundo merece ser salvado (Drieu escribe en "Le Jeune Europeen": "Desaparecen todos los valores de los que nosotros vivíamos”, y más adelante continúa: "me esfuerzo por aproximarme hasta tocarlos con el dedo a los caracteres de mi época y los encuentro tan abominables y tan dominadores que el hombre, debilitado, ya no podrá sustraerse a la fatalidad que enuncian"), es preciso una "revuelta contra el mundo moderno" (título significativo de la obra cumbre de Evola) pero, para no caer en el nihilismo, a la crítica pesimista al mundo de hoy debe añadírsela un activismo y un voluntarismo que conviertan en heroico al militante. En el momento en que la Generación de la primera postguerra europea volvió los ojos hacia una tradición milenaria, hacia unos valores eternos e inmutables v decidió conciliarlos, por la vía de la acción con los logros del siglo XX, superó el nihilismo y llegó al fascismo.

Si hay, algo radicalmente alejado del espíritu burgués y conservador (entendido en el sentido derechista y oscurantista del término), ese algo es el fascismo y su voluntad de cambio global. Precisamente parte del fracaso del fascismo italiano se debió al hecho de que algunas de sus tendencias sobrevaloraron el hecho "corporativo" sobre el cultural y moral. Así se creó una nueva tendencia en el seno del movimiento social de Italia, pero en ciertos momentos no se valoró suficientemente la imposición de una línea cultural o ética. Cuando un fascista espeta a un burgués: "odiamos la vida cómoda", es posible que éste le mire con ojos ,sorprendidos, de la misma forma que los intelectuales de Burgos no podían interpretrar la frase de Millán Astray "Viva la muerte", grito que, lejos de ser mórbido o inconsciente, encierra un gran significado ético: viva la muerte contra los que dicen viva la comodidad y el lujo, viva la muerte porque la vida del hombre es, en última instancia, una lucha y un desafío con la muerte, y viva la muerte, en definitiva, porque, inspirado en la tradición inmemorial de occidente, el fascismo recordaba constantemente aquella frase que fue convertida en el lema de la ciudad griega de Esparta: "Sólo el desprecio a la muerte da la libertad’. Valdría la pena citar para demostrar la actitud de los hombres de la "nueva cultura europea’ frente a la muerte, este fragmento de Henry de Montherland en sus "Carnets”: "El último acto por el cual un hombre puede mostrar que ha dominado a la vida, y que no ha sido dominado... la dos mejores formas de salir de este mundo son ser muerto o matarse... no el suicidio precipitado e irresponsable, sino el suicidio reflexionado”... Es lógico que cuando un representante del "tercer estado" o del "cuarto estado” lea estas palabras piense que son delirios lúdicos o alardes estilísticos. Mishima y Drieu opinaron lo contrario...

"En el sentido espiritual existe efectivamente algo que puede servir como orientación para nuestras fuerzas de resistencia y alzamiento: este algo es el espíritu legionario, Es la actitud de quien sabe elegir el camino más duro, de quien sabe combatir aún consciente de que la batalla está materialmente perdida, de quien sabe, revivir y convalidar las palabras de la antigua saga: ‘la fidelidad es más fuerte que el fuego’".

Evola "Orientaciones" Cap. III

EL CULTO A LA ACCION

Antes de que existiera la doctrina política en el fascismo histórico, éste ya se manifestaba e inflamaba jóvenes corazones. La acción precedió a la teoría y no es raro encontrar en los nacionalismos revolucionarios de todas las latitudes una cierta hostilidad y desprecio hacia las ideologías y un rechazo absoluto al intelectualismo y "academicismo". Se puede afirmar que esta tendencia política, en su corta existencia, tuvo que simultanear una práctica revolucionaria con la elaboración teórica, es más, en la mayoría de los casos, aquella precedía a ésta. El ejemplo de los jóvenes redactores de "La conquista del Estado" es significativo; a cada nuevo número se nota una mayor aproximación ideológica y una mayor precisión teórica, pero ya desde el primer número los vendedores del periódico debieron venderlo en las calles escuchando en no pocas ocasiones el sonido de los disparos.

La imagen del joven militante fascista es lo más alejado de la del intelectual torturado por sus pensamientos y considerando perpetuamente la posibilidad de haberse equivocado. Las vaguedades demo-liberales son sustituidas en el fascismo por el convencimiento de que las intuiciones son siempre verdaderas. Es más, los que podemos llamar "intelectuales fascistas" están muy distantes del cliché de intelectual clásico. Jünger había pasado una buena temporada en el frente y fué condecorado "Pour le mérite"; Marinetti y D’Annunzio participaran en la guerra mundial de la misma forma que Mussolini y Hitier conocieron la experiencia de las trincheras; Drieu y Céline fueron movilizados en 1914 y siempre manifestaron no haber luchado por obligación sino por convencimiento; "Combate por Berlín" de Joseph Goebbels, un clásico intelectual nacional-socialista, relata las experiencias vividas directamente en la lucha por la conquista de Berlín para los nuevos ideales europeos. La visión del líder político, ideólogo antilntelectualista, la completa Goebbels en "Michel, un destino alemán", en donde relata las características del arquetipo que constituía el hombre nuevo del nacional socialismo: volcado enteramente a la acción, es en ella en donde encuentra justificación su existencia y sentido su vida: dispuesto a Iuchar por su comunidad, su ejemplo es el que debe despertar a las masas engañada, adormecidas. La vida misma de Goebbels y, su experiencia militante en Berlín son buena muestra de la concepción activista del nacional-socialismo.

Pero en palabras de José Antonio, la acción podada de pensamiento es "pura barbarie". De allí que sea necesario recordar que, si bien el delirio activista precede a la teorización, cuando ésta se produce no cae en el intelectualismo sino que es una "doctrina viva" (Mussolini, "El Fascismo"). La acción sola no basta a largo plazo, es todo lo más, una ilusión de un presente que no puede prolongarse mucho tiempo. La misión de la ideología es sistematizar las intuiciones, coordinar las ideas y los presupuestos, encontrar las razones últimas del combate.

En el momento en que el militante transforma sus inquietudes iniciales en pensamiento político se llega al tipo ideal de fascista, el que nos define Drieu en "Un hombre a caballo": "Los hombres de acción no son importantes más que cuando son suficientemente hombres de pensamiento y los hombres de pensamiento no valen más que a causa del embrión de hombres de acción que llevan en si". Se trata, en definitiva, de encontrar el verdadero equilibrio entre ambos polos: Gentile, ideólogo oficial del régimen fascista, escribía en uno de sus artículos algo parecido: "En el fascismo, pensamiento y acción coinciden perfectamente: ningún valor se atribuye al pensamiento cuando no ha sido transportado o expresado en la acción.

Esto explica la polémica anti – intelectualista, que es uno de los temas favoritos de los fascistas...El intelectualismo es el pensamiento separado de la acción, la ciencia separada de la vida, el cerebro separado del cuerpo, la teoría de la práctica".

En la misma tónica, los "hombres del Capitán", los legionarios rumanos de la Guardia de Hierro, en sus ‘leyes fundamentales’, posiblemente sin conocer las opiniones de los otros movimientos similares escribían: Habla poco, di lo que sea necesario cuando sea necesario. Que tu oratoria sea la de los hechos. Actúa: deja que los demás hablen. Camina únicamente por la senda del honor. Lucha, no incurras nunca en la vileza". En otro de sus textos básicos, el "Libro del Jefe” completan este criterio: “El legionario no polemiza con nadie. Desprecia a los politicastros y no se deja arrastrar a discutir con ellos (...) Ama la muerte porque su sangre servirá para la edificación de la Rumanía legionaria".

Todas estas opiniones son suficientes como para hacernos una idea exacta del papel que el pensamiento y la acción tenían en la cosmovisión fascista.

La acción priva sobre el pensamiento, pero en última instancia es importante porque finaliza en un pensamiento no racionalista sino instintivo y perceptible. Evola ha notado en multitud de trabajos como la diferencia esencial entre Oriente y Occidente, desde el punto de vista tradicional, radica en que Occidente valora más la acción que la contemplación, mientras en Oriente ocurre justamente lo contrario. Como quintaesencia de la tradición occidental, el nacionalismo revolucionario no podía sino revalidar esta opinión.

Nada se coloca más alto de la acción. Gilles, personaje de la novela de Drieu del mismo título, disfruta fustigando a los academicistas y a su increíble manía de hablar sin descanso: “¿Qué son las palabras al lado de las sensaciones?”, concluye. En Celine este rechazo es todavía más extremo: Semmelweis y Destouches, médicos ambos y personajes de sus novelas no creen en absoluto en lo los métodos experimentales, prefieren el conocimiento instintivo y poético. Su drama estriba en que se encuentran prisioneros en una sociedad que rechaza todo aquello que no positivista. Brasillach en su “Carta a un soldado de la quinta del 60” es solidario con las opiniones anteriores: "Las ideas no nacen para mí más que del contacto con las realidades terrestres, todas ellas próximas a aquello que he sentido y vivido".

Contrariamente a algunos autores reputados de antifascistas nosotros no opinamos que esa ‘primacía por la acción’ haya sido causa de una supuesta carencia ideológica de del fascismo. La ideología se fué complementando y puliendo con el paso de los años, el José Antonio de 1931 no es el mismo que se dirige por primera vez en nombre de Falange Española en el teatro de la Comedia, ni mucho menos el que hablará a un número cada vez más crecido de jóvenes en el Cine Madrid. El Mussolini del venttenio no es el mismo que el del último discurso en el Teatro Lírico de Milán, y en el aspecto estrictamente intelectual los devaneos pre-fascistas, dadaistas, subrealistas de Drieu lo hacen un intelectual distinto al de "L’Homme à cheval", “Gilles” o "Le Jeune Européen". Subsiste en todos ellos una línea evolutiva y coherente en su desarrollo, prácticamente no hay traumas ni discontinuidades.

En todo momento se han ido aproximando a la compresión del significado de los "valores eternos” de los que hablaba José Antonio, los han ido asimilando e incorporando a su pensamiento. Normalmente lo han hecho entre el fragor de las manifestaciones callejeras, tras las barricadas, en medio del estruendo de la artillería, o simplemente han emergido de su lucha interior para superar su condición humana.

El sentido activista del fascismo nos lleva inmediatamente a considerar otras dos características que son derivaciones naturales de ésta: el culto a la juventud, el sentido de la violencia, y una cierta "visión activista de la historia", en la que la "teoría de la élite" encuentra su inclusión en el fenómeno fascista. Con lo que llegamos a Pareto y- al colectivo francés de I’Ordre Nouveau...

Habría que hacer una última salvedad: militarismo y fascismo. También los intelectuales fascistas tuvieron presente ese elemento militarista en sus escritos, aunque no siempre en dimensiones iguales: Céline en "Case Pipe" trata de forma desconsiderada a las sociedades militares. En ocasiones llega al desprecio. Su crítica se centra en el hecho de que el guerrero medieval se ha convertido en un soldado (de sueldo, "soldi", "solde", es decir, hombre que lucha a cambio de un salario) y, que la disciplina ha convertido la vida militar en pura rutina.

Céline quizás no guarde un buen recuerdo del ejército, como muchos de nuestros jóvenes al pasar la época del servicio militar recuerdan con antipatía tal o cual grado. Céline aborda el problema desde un punto de vista subjetivo. Montherlant, Evola, Drieu, y en general los intelectuales alemanes, lo hacen desde un punto de vista más mesurado. Muchos de ellos, incluso, vivieron sus mejores horas embutidos en los uniformes. Jünger, para huir de la política que le repugnaba, incluso de la política nacional-socialista, volvió a ingresar en la Wermacht.

La experiencia militar no puede deslindarse del contexto de la obra evoliana, de igual manera que Marinetti y D’Annunzio veían en el ejército un instrumento de consumación de la Italia Imperial.

Para Evola, por ejemplo, las sociedades militares son la única referencia a que puede asirse el mundo occidental, a que al menos sensu stricto mantienen una serie de valores que han  desaparecido de las "sociedades civiles". En "Los hombres y las ruinas" escribe: "El gusto por la jerarquía, las relaciones de mando y de obediencia, el valor, los sentimientos de honor y fidelidad, ciertas formas de impersonalidad activa que pueden ir hasta el sacrificio anónimo, relaciones claras y abiertas de hombre a hombre, de camarada a camarada, de jefe a subordinado, tales son los valores característicos vivientes de las "sociedades de hombres".

Todo aquello que se refiere al dominio del ejército y de la guerra representa un aspecto particular de este sistema de valores".

Drieu mismo veía en las sociedades militares la quintaesencia de una restauración de los valores occidentales, precisamente porque en ellas era en donde había más posibilidades de llegar al sacrificio absoluto: "Nada se hace sino con sangre", escribía en "Le Jeune Européen", y "Confío en un baño de sangre como un viejo a punto de morir". Cuando se alista en el Partido Popular Francés de Doriot, no piensa en él como en un partido más, sino como en una orden de creyentes y, de combatientes, una milicia civil. Claudel veía en la guerra la forma más primitiva y por ende natural de comunicación y de resolver los problemas: "La espada es el camino más corto entre dos corazones". Y acto seguido pasaba a defender un tipo de sociedad viril, aristocrática y guerrera. Otro tanto hacía Gustav Meyrink en el "Rostro Verde": "Velar lo es todo: permanecer en guardia..." Para qué seguir, la constante se repite en todos.

El ejército como máximo representante del Orden en un momento de caos, la Guerra (la lucha) como elemento sublimador de las voluntades. La acción como tarea diaria, creativa y original, frente a la rutina del "trabajo" (alienación). Todo ello enlaza con la lucha contra el racionalismo y con su superación: allí en donde la razón clama cautela, la acción pide heroísmo: allí en donde busca seguridad, la acción responde con honor lealtad. En donde la razón apunta despreocupación. la acción responde con responsabilidad, jerarquía: Orden, en una palabra, y del Orden a la Revolución: es hora de anotar un fragmento de Arnaud Dandieu, del colectivo doctrinal "L’Ordre Nouveau": "Cuando el orden no está ya en el orden, es preciso que esté en la revolución, y la única revolución en la que pensamos es en la revolución del orden". ("La revolution necessaire").

UNA ESTETICA AL SERVICIO DE UNA ETICA

Para los intelectuales de la “otra Europa", la creación literaria per se no tenía ningún valor. Es más era considerada como una característica intelectualista y un reflejo de la sociedad burguesa deseosa siempre de encontrar entretenimiento a sus momentos de ocio. La expresión estética es sólo válida, positiva, en tanto está al servicio de una ética: creador y obra se funden así en un todo uniforme de tal forma que cada personaje de las novelas de Drieu, Junger, Céline, etc.. representa un aspecto de su ser interior. Se trata de una literatura vivida y sentida, no de una mera construcción abstracta Es curioso observar como todos los autores e investigadores que se sintieron atraídos por los nacional revolucionarios, salvo contadas excepciones, no se declararon ni fascistas ni nacional socialistas. Céline, si bien mostró su simpatía por el nacional socialismo jamás se declaró tal, Drieu y Brasillach mantuvieron posturas distintas a lo largo de sus vidas, pero en general cuando aceptaron el calificativo de fascistas fué como un reto. Drieu a este respecto, escribió en "Revolution National” 20 de Noviembre de 1943: "La palabra fascista la hemos recibido de boca de nuestros adversarios, de toda la clique democrática y antifascista, y esta palabra la hemos tomado como un desafío". El calificativo caro a Jünger era ‘conservador revolucionario’.

Johst y Kolbenheyer, por el contrario, militaron en el NSDAP. Evola en cambio jamás se adherió al Partido Fascista. Tampoco Montherlant o Brasillach tuvieron militancia en ninguna liga, al igual que Hamsun o Benn. En cualquier caso se ve una tendencia manifiesta a no comprometerse excesivamente con los partidos fascistas que operaban (4). Esto nos revalida la tesis de que estos autores eran ante todo hombres que expresaban una ética particular que coincidía y se superponía sobre el terreno político a la que el fascismo revolucionario propagaba en toda Europa y que influyó en buena medida a nuestros autores.

Al estudiar la totalidad de los movimientos nacionalistas y revolucionarios del Occidente europeo e incluso sus manifestaciones exteriores más depuradas (caso de Yurio Mishima), llama la atención comprobar que más allá de las distintas posturas sobre los problemas nacionales y de las diferentes soluciones a los problemas sociales (corporativismo, sindicalismo, organicismo, socialismo antimarxista, etc.) lo que les da coherencia y uniformidad entre sí y lo que hace que podamos hablar con propiedad del nacionalismo revolucionario es precisamente la ética común a todos ellos. Si esto vale para los movimientos políticos, otro tanto se puede decir de los intelectuales que coincidieron desde dentro o fuera con ellos.

En la cúspide de toda la escala de valores, se encuentra la Persona y su Libertad. La Persona, el concepto de Persona, surge como rechazo a la la concepción liberal de "individuo’: El individuo es un átomo indiferenciado colocado en el seno de una masa, ninguna calidad lo distingue de otros, es simplemente un número que, colocado junto a otros números, carecerá de personalidad y de "causa propia’. El concepto de Persona es, por el contrario, eminentemente cualitativo: existiendo en el seno del nombre una doble naturaleza, material, sujeta a las leyes biológicas y físicas, y, espiritual, la persona se diferencia de otras unidades en principio análogas en función del grado de desarrollo espiritual que consiga. La vida del hombre así entendida es una constante trayectoria de realización espiritual y autoformación y la libertad debe entenderse como la posibilidad de recorrer esta trayectoria. Las jerarquías de derecho, a su vez, no representan más que los distintos grados de realización interior, mientras que el resto de valores consustanciales al ser europeo (honor, lealtad, sacrificio, valor, servicio, etc.) representan "garantías sociales" y leyes no escritas que en épocas míticas deberían asegurar la buena marcha de las relaciones sociales y regularían las interrelaciones entre dos Personas.

Tal es en líneas generales la gradación y la situación de los distintos valores éticos que alimentaron a los distintos nacionalismos revolucionarios. Tales son, asimismo, las fuentes inspiradoras de los autores que a ellos se adhirieron.

Con este patrón interpretativo podemos comprender ciertos fragmentos de la literatura de la otra Europa que no han sido asimilados en su totalidad por los comentaristas posteriores, desvinculados ya de la misma referencia ética. Paul Claudel, por ejemplo, expresando su concepción del hombre en "Memorias Improvisadas", dice: "El hombre es una materia prima a la que se precisa plantearle las preguntas necesarias para sacar de ella todo lo que puede dar.

En consecuencia, es una tontería censurar la explotación del hombre; por el contrario, el hombre es una cosa que pide ser explotada". Drieu completaría esta visión del hombre como "ente perpetuamente a la búsqueda de sí mismo" en otras muchas novelas y ensayos; los protagonistas de "La Jeune Europeen", "El hombre a caballo" (título significativo), "El Dictador" o incluso el más frívolo de todos ellos, el Alain de "Fuego Fatuo", se plantean constantemente preguntas sobre su propia existencia, realizan constantemente replanteamientos de su tarea cotidiana hasta encontrar los rumbos definitivos de su vida, hasta llegar a ser ellos mismos, por expresarle según la temática nietzscheana. Los desenlaces a cada una de estas novelas son muy diversos: desde el Alain de "Fuego Fatuo", que termina suicidándose desesperado por la miseria humana que le rodea y la incapacidad de sobreponerse al medio, hasta el "Joven europeo" que, tras una búsqueda de sí mismo, viene a España a combatir al lado de las fuerzas nacionales durante la Guerra Civil. Todos ellos pulverizan la famosa y despersonalizadora frase de Marx en la que hay que buscar el origen de todas las ideologías que liberan al hombre de sus responsabilidades (psicoanálisis, ciertas escuelas sociológicas, etc.): "El hombre es lo que son los hombres". Para Drieu y para sus colegas, "El hombre es lo que quiere ser, lo que está dispuesto a llegar a ser por la vía de su libertad". En términos parecidos se expresaba Carrel en "La Incógnita del Hombre": "Hay que devolver al ser humano su personalidad, que está estandarizada hoy por la vida moderna. Los sexos deben ser claramente definidos otra vez. Importa, además, que el hombre se desarrolle en la riqueza específica y múltiple de sus actividades". Y un comentarista de Jünger creía interpretar su pensamiento escribiendo en "La Table Ronde": "El desquite sobre una época que pretende contar sólo para las masa es que algunas individualidades sigan siendo inexpugnables como fortalezas. Nada puede contra ellas". Por último (se podrían citar muchísimos más), en la revista "personalista", de título significativo, "La liberté de I’Esprit", de Emmanouel Mounier, quien sin ser ni fascista, ni tan siquiera para-fascista, sino simplemente personalista, anticapitalista y anticomunista, escribía: "El único compromiso que vale es el que uno adopta con uno mismo, consigo solo, lúcido cumplimiento de sí mismo y de su destino solitario, irreemplazable".

Evola coloca a la Persona por encima de cualquier otro valor, incluido el Estado, y en "Los Hombres y las Ruinas" adjudica tajantemente la primacía a la misma sobre el segundo y es en ese "buscarse a sí mismo" en donde encuentra la más alta significación del valor "fidelidad" y del valor "estilo". Escribe en "Orientaciones": "Ante un mundo podrido cuyo principio es: ‘Haz lo que veas hacer’, o también ‘Primero el estómago, el pellejo y después la moral’, o también ‘Estos no son tiempos en los que se pueda uno permitir el lujo de tener un carácter’, o finalmente ‘Tengo una familia que alimentar’, oponemos esta norma de conducta, firme y clara: ‘Nosotros no podemos actuar de otra forma, este es nuestro camino, ésta es nuestra forma de ser’". Esa fidelidad consigo mismo es la única garantía de que el hombre merezca ser respetado. El hombre fascista, una vez ha empezado su aventura, debe "quemar sus naves", como Cortés en Méjico. Y sigue Evola enunciando el valor del estilo: "El ‘estilo’ que debe imperar es el de quien se mantiene sobre posiciones de fidelidad a sí mismo y a una idea, en una intensidad conjunta, en una repulsión por toda conveniencia, en un empeño total que se debe manifestar no sólo en la lucha política, sino también en toda expresión de la existencia: en la oficina, en el lugar de trabajo, en la Universidad, en la calle, en la misma vida personal de los afectos y los sentimientos. Se tiene que llegar al punto de que el tipo humano que queremos sea reconocido inconfundiblemente y pueda decirse de él: "Es alguien que actúa como un hombre del Movimiento".

En el fascismo se ha unido indisolublemente el término fidelidad al término ’Honor". Spengler a este respecto anotó: "El honor es cuestión de sangre, no de entendimiento"... "No se reflexiona sobre ello; si se reflexiona, ya está uno deshonrado". Alphons de Chateubriand, en "La gerbe des forces", se admiró del gesto siempre vigilante, sin sombra de dudas, de los jóvenes hitlerianos, así como de la guardia personal de Hitier, con sus cinturones su divisa: "Nuestro honor se llama fidelidad’. Evola despreciaba a quienes habían hecho del honor una cuestión de alcoba, reduciéndolo a una mera dimensión utilitarista y burguesa. El honor es algo más: aquél que es fiel a sí mismo y a sus camaradas, aquél que es extranjero a la traición y al servilismo, aquél para el que la vida es un servicio, no una servidumbre, aquél es un hombre que conoce el valor del honor. De carácter suprarracional, Honor y Lealtad no pueden ser comprendidos por aquéllos que han hecho del racionalismo una ley fundamental. Para ellos la fidelidad es servilismo, el honor pura ficción. Una sociedad que ha abjurado de estos valores, tiende progresivamente a ser, al igual que una sociedad que los ha relegado al papel de mera retórica instrumental, una sociedad en disolución en la que el caos empieza a privar sobre el orden.

Son estos valores los que afirman una ética particular y diferenciadora, los que diferencian a los hombres entre sí y en los que hay que buscar una razón más para el rechazo de la democracia igualitario (un hombre igual a un voto) y al socialismo marxista (un hombre igual a un átomo del Estado colectivista). Para los escritores fascistas no hay más igualdad que entre hombres "libres", entendiendo por libertad la que ya hemos definido. Este concepto lo venía arrastrando, ya desde Atenas y Esparta, toda la civilización Occidental, y los autores a que nos referimos se limitaron a incorporarlo y darle nuevas formulaciones estéticas. En estos mismos valores hay que encontrar el "sentido social" del nacionalismo revolucionario: reconvertir a las masas indiferenciadas en pueblo, es decir, en colectivo vertebrado y personalizado en sus individualidades, según pudo expresar en términos parecidos Ortega y Gasset. ¿Qué papel ocupa, pues, la masa en el fenómeno fascista? Con Nietszche, el fascista desprecia a las masas, no al Pueblo!:

’No creo que la masa merezca atención sino desde tres puntos de vista: como copia difusa de los hombres grandes, como resistencia que encuentran los grandes y como instrumento de los grandes. Por lo demás, que el diablo y las estadísticas se la lleven’.

LA LUCHA CONTRA EL LIBERALISMO

Escribe Evola en "Orientaciones": "Liberalismo, después democracia, después socialismo, después radicalismo, en fin, comunismo o bolchevismo no han aparecido históricamente sino como grados de un mismo mal, como estadios que prepararon sucesivamente el complejo proceso de una caida". Sólo unas líneas más adelante completa la idea: "Sin la revolución francesa, sin el liberalismo y la revolución burguesa, no se habría dado el constitucionalismo y la democracia. Sin la democracia no se habrían dado el socialismo y el nacionalismo demagógico. Sin la preparación del socialismo no se habría producido ni el radicalismo ni, finalmente, el comunismo’. Queda claro que para Evola, y en esto coincide con la opinión de absolutamente todos los representantes de esta tendencia cultural, en el origen de todos los males se encuentra el liberalismo.

Quizás el efecto más desagradable del liberalismo fue el elevar a la categoría de "clase dominante" a la burguesía. En efecto, el liberalismo y la democracia, no son más que las manifestaciones de la "revolución del tercer estado" que, durante dos siglos, prácticamente desde el Renacimento, había estado presionando sobre las aristocracias guerreras europeas, progresivamente más degeneradas y, por diversos caminos (Maquiavelo, el Humanismo, la Reforma protestante, la Enciclopedia, y la Ilustración, etc.), había empujado al estercolero de la Historia a los últimos e indignos monarcas europeos. Con el liberalismo asciende pues la burguesía, y con ella sus vicios. Un intelectual fascista, un militante "de la otra Europa’, puede considerarse en las antípodas del pensamiento burgués.

Llama la atención cierto "neo-fascismo’ (sic), cuando adopta posturas y gesticulaciones hiperconservadoras, cuando se presenta como un conservadurismo ochocentista disfrazado de nacional-catolicismo en ocasiones, de parlamentarismo derechista en otras, o simplemente, como meto reaccionarismo político. El fascismo y los nacionalismos revolucionarios superan todo esto, incluido el espíritu burgués, en la medida en que superan sus últimas consecuencias, el marxismo y el bolchevismo, no por la vía reaccionaria y conservadora, sino por la revolucionaria. Ramiro Ledesrna no fue solo el fundador del primer período nacional revolucionario español digno de tal nombre, "La Conquista del Estado", fue también el más importante teórico español de esta corriente y el arquetipo de militante. Hombre de pensamiento (ahí están sus colaboraciones en ’La Revista de Occidente’, sus ensayos filosóficos sobre Unamuno y sobre la filosofía existencialista alemana), y también de acción (fundador de la "Conquista’, fundador de las JONS, activista de primera línea, etc.). Ramiro entendía que la competencia con el marxismo debía de ser sobre el terreno estrictamente revolucionario y en su primera época (hasta 1933) miró con simpatía a los movimientos radicales marxistas por el hecho de que combatían el liberalismo burgués. Sólo después -y ahí está el formidable monumento al nacionalismo revolucionario español, su "Discurso a las Juventudes de España"- observó cómo eran las consecuencias espúreas de los errores liberales.

Penetrar en la crítica que estos pensadores hacen al liberalismo, a la democracia y al capitalismo (como conclusión económica de ambos), representa entrar en la médula del ataque que efectúan al motor social de estos fenómenos: la burguesía. Por esto vale la pena que nos detengamos un momento en examinar algo que en principio no tendría excesiva importancia, por ser demasiado evidente, el antiliberalismo.

Activo y vitalista, el nacionalismo revolucionario no podía por menos que expresar un profundo rechazo a las características de la moral burguesa: afán de lucro y de usura (Ezra Pound recupera la tradición occidental que colocaba en un plano inferior a todo lo relacionado con el culto al lucro. Llana la atención, a este respecto, el librito de Pound, "Patria Mía’, en el que critica descarnadamente a la sociedad norteamericana, quizás la que ha asimilado mejor el carácter liberal-burgués y capitalista de la época. En una de sus páginas escribe: "El monarca egipcio despreciaba al esclavo individual tan efectivamente como el norteamericano desprecia el dólar individual". El burgués se convierte en el prototipo del hombre que, frente al activismo y el afán de riesgo y aventura, se refugia en la seguridad, en el gozo de los placeres sensuales; para el burgués no existen otros valores que los del estómago. En la actualidad el prototipo del burgués (burgués-obrero, burgués-aristócrata, burgués-joven-contestatarlo, etc.) se define por su capacidad en los negocios; es un tubo digestivo que engulle, deglute, defeca y entre tanto hace el amor (el hecho mismo de que el papel del sexo haya sustituido al del amor en la definición misma del acto sexual es ya sintomático). Este tipo de hombre no podía ser más que una consecuencia de la visión racionalista de la existencia: si no existen más valores ni más realidades que aquéllas que se pueden ver y tocar, la satisfacción del espíritu debe quedar relegada y reducida a la satisfacción de los sentidos. No en vano la posibilidad de percepción en el ser humano pasa por los sentidos y por su estímulo...

El hombre nacido de este sistema de valores no podía ser definido en relación a los otros más que por sus "signos externos”. El tipo de hombre que entronizó y estandarizó el liberalismo es por excelencia el mediocre, y tal mediocridad se recubre de un manto de suficiencia y prepotencia tal que su mediocridad está por encima de las otras mediocridades. La sociedad del consumo (si bien su nacimiento obedece en principio a causas estrictamente económicas) cumple la función diferenciadora vital para el hombre moderno: que use tal o cual loción para antes o después del afeitado es lo que le distingue de su compañero de oficina que trabaja, como él, en una misma mesa de material sintético, que se alimenta de los mismos productos normalmente igual de adulterados, que respira el mismo aire polucionado y recorre idénticas calles en idénticos automóviles construidos en interminables cadenas de montaje en los que idénticos obreros ajustan idénticas tuercas, mientras tararean los últimos hits y asisten a las mismas proyecciones de cine... La diferencia entre todos ellos radica única y exclusivamente en su capacidad adquisitiva y a aumentarla van dedicados todos sus sentidos, mientras que a estimularla se orienta toda la propaganda comercial. Todo esto es deforme y monstruoso y contra ello, que ya se prevía y se vivía en buena medida en los años de las entreguerras, se levantaron los intelectuales de la otra Europa. Boris Vian anotaba en sus cuadernos: "Detesto todo lo que es lento, mediocre. Quiero vivir intensamente". En los años 20-30, todos aquellos jóvenes que desearon vivir intensamente no tuvieron necesidad de tomar un coñac "para hombres", o "una colonia seca y de hombres fuertes"; les bastó con alistarse en la organización nacionalista y revolucionaria más próxima. Quienes así lo hicieron se sintieron sin duda atraidos por aquellas palabras de Mussolini: "El fascismo siente horror por la vida cómoda".

’Michael", el personaje de la novela de Joseph Goebbels del mismo título, asume en la práctica estas palabras de Mussolini: abandona sus estudios para unirse al pueblo trabajador y desempeña las tareas de minero hasta que muere víctima de un accidente. A lo largo de la novela estigmatiza constantemente a Mamon (Dios de la codicia): "El dinero es la medida del valor del liberalismo ( ) No se puede colocar al dinero por encima de la vida. Un pueblo que todo lo evalue en términos de dinero, comienza a estar en decadencia ( ). Mientras que durante la guerra mundial los soldados ofrecieron sus cuerpos para la protección de sus casas y dos millones de ellos murieron, los especuladores acuñaron monedas con su sangre noble roja ( ).

El dinero no tiene raices; está por encima de las razas. Lentamente las va absorbiendo introduciéndose en el espíritu de las naciones y envenenando poco a poco su fuerza creadora". Pero más allá de estos valores éticos, podemos encontrar en los distintos escritores nacionalistas y revolucionarios una crítica estructural al liberalismo y sus derivaciones, especialmente a sus sistemas: el sufragio universal, los partidos y los sistemas de representación.

Habría que añadir que la crítica a estos elementos no es nueva. Si existieron precursores del nacionalismo revolucionario, estos lo fueron en la medida en que fueron pensadores antiliberales. La crítica que Maurras, por ejemplo, hace a la democracia, la podría suscribir cualquier fascista: los partidos rompen la unidad de la Nación, parcelan y fragmentan al pueblo y representan intereses particulares, no globales... Pero no sería justo olvidar intencionadamente el programa de los Fascios italianos de Combate, en el cual excepcionalmente se defendía el "sufragio universal", la representación proporcional y reivindicaciones tan "avanzadas" e "izquierdistas" por aquellas fechas como el derecho de voto a los 18 años y la igualdad para la mujer... De hecho se trata de una excepción en toda la historia de esta tendencia; solamente en este programa se defienden estas revindicaciones de carácter ‘neo liberal". Bien es cierto que se trataba del primer documento mussoliniano; hacía sólo unos meses que había sido excluido del Partido Socialista. Era el 1919. Dos años después, este "arqueo-fascismo’ encontraría definitivamente su carácter anti-liberal y antidemocrático: "La nación no es la simple suma de los individuos vivientes ni el instrumento de los fines de los partidos, sino un organismo que comprende la serie indefinida de las generaciones de las que los individuos son los elementos pasajeros, es la síntesis suprema de todos los valores materiales y espirituales de la nación"... los devaneos liberales del fascismo evidentemente habían terminado.

Pero el fascismo es un movimiento profundamente aristocrático. Esta palabra no debe llamamos a engaño; significa "el mando de los mejores"; y los "mejores" se llaman "élite’. Sobre las cenizas del igualitarismo nivelador eminentemente cuantitativo del liberalismo, el fascismo y especialmente los intelectuales que se reclaman de esta tendencia, hacen especial hincapié en la "teoría de la élite". Los protagonistas de sus obras son hombres -o grupos de hombres- que se desmarcan deliberadamente del colectivo social, adquieren una dimensión de superhombres y transforman su entorno. A este respecto es curioso observar cómo absolutamente todas las novelas, comedias, y ciclos de aventuras de los intelectuales fascistas están construidas en tomo a un persona centro al lado del cual todos los demás palidecen, él es el único protagonista y quiere representar en la ficción lo que los colectivos nacionalistas revolucionarios representan en la política. Sin embargo la teoría de la elite no representa, como en el caso de Nietzsche, un odio hacia el resto de la población. Kolbenhayer, por ejemplo, cuando en "Dem Führer" rinde homenaje a Adolf Hitler, recuerda que Hitler ‘Vive para su pueblo’ (... ) "es la encarnación supraindividual de la Nación’. El pueblo así se ve completado por la imagen del líder o, en un sentido más amplio, por una clase política dirigente. Asimismo, cuando Gustav Le Bon analiza los caracteres femeninos de las masas en ‘Psicología de las multitudes’, no puede evitar mostrar una cierta admiracion por aquéllos que saben "seducir a las masas’ y con una evidente morvidez compara el hecho de la conquista de las masas por un líder a la seducción de una mujer por un Don Juan.

La escuela sociológica más próxima al fascismo (los Burham, Pareto, Michels, incluso el viejo Max Weber) consideran que la historia se puede explicar a través de la "circulación de las élites”; es decir, cuando una élite ha perdido su dinamismo, su energía interna, cae: al punto es reemplazada por otra, que sin duda ya presionaba antes. A esta teoría se añaden Monnerot y Raymond Aron. Monnerot escribe en "La guerre en question": "Revolución significa trastorno mundial en la circulación de las élites... las revoluciones expresan el hecho de que las élites son ineficaces". Considerado en este sentido, el nacionalismo revolucionario representa una superación de las élites liberales y marxistas y su exigencia de ser un recambio y a la vez una superación le lleva a adoptar una vía consecuentemente revolucionaria.

Ahora bien, la noción de élites (que con su ejemplo deberán guiar a la nación y ser complemento del pueblo) implica el rechazo de la noción de igualdad. Es preciso recordar que es el postulado de la igualdad sobre el que se asienta la democracia liberal y cuantitativa. Evola escribe atinadamente en "Los hombres y las ruinas” echando mano a axiomas filosóficos de la antigua Grecia no superados todavía: "Es superfluo recordar la desigualdad fundamental de los seres desde el punto de vista existencial (... ) La noción de "pluralidad" (de una pluralidad de seres individuales) está lógicamente en contradicción con la de "pluralidad de seres iguales”.

Esto resulta primeramente, ontológicamente del ’principio de lo indiscernible’ en virtud del cual "un ser que sería desde todos los puntos de vista perfectamente idéntico a otro, no formaría con él más que un solo ser’. El concepto expresado por la palabra "varios’ implica una contradicción en los términos. De aquí resulta de inmediato deontológicarnente, el principio de la “razón suficiente" que se expresa así: "Para toda cosa debe de haber una razón en virtud de la cual es esa cosa y no otra". Un ser absolutamente igual a otro estaría desprovisto de "razón suficiente’: Sería una copia desprovista totalmente de significado". Estos argumentos podrían parecer desusados, casi triquiñuelas dialécticas tan usuales en la filosofía griega. Pero recobran su sentido eterno en el momento en que la ciencia moderna llega a parecidas conclusiones: es gracia, a la tenología moderna que se sabe que celularmente no existen dos seres iguales en tanto que las potencialidades de sus progenitores son también desiguales. Es gracias a Konrad Lorenz que conocemos que en toda la naturaleza no existe la noción de igualdad, ni siquiera en las especies animales más bajas y mucho menos en los mamíferos superiores, entre los cuales. zoológicamente hablando, se encuentra incluido el hombre.

Pero la importancia de destruir el mito igualitario no radica solamente en que se corroe el fundamento de la democracia inorgánica y cuantitativa, ni tan solo en justificar y explicar la "teoría de la élite”. Como ideología (mejor, concepción del mundo) el nacionalismo revolucionario encuentra en su interior una articulación interna que permite concatenar perfectamente los conceptos: rechazar el igualitarismo representa rechazar el reino de la cantidad para sumirnos en el de la cualidad; "es aquí en donde se diferencian los conceptos de individuo y persona (ver capítulo anterior): "el individuo, en efecto. pertenece al mundo de lo inorgánico más que al de lo orgánico" (... ), "la persona es el individuo diferenciado por la cualidad, con su rostro, con su naturaleza propio y una serie de atributos que lo hacen "él mismo’ y lo distinguen de cualquier otro, lo toman fundamentalmente desigual’.

En cuanto al parlamentarismo, construcción político-burocrática en que se articula la democracia liberal, absolutamente todos los nacionalismos revolucionarios, tanto en sus formulaciones intelectuales como políticas, son unánimes: ni derechas, ni izquierdas. A este respecto se podrían sacar a colación decenas de frases, pero creemos que la más gráfica, en tanto que tiende a ’posicionar’ al fascismo respecto al parlamentarismo, es la que Arnaud Dandieu escribió en 1933 en ’La revolution necesaire’:

"No somos ni de derechas ni de izquierdas; pero si resulta absolutamente preciso situarnos en términos parlamentarios repetimos que nos encontramos a medio camino entre la extremaderecha y la extrema-izquierda, por detrás del presidente, dando la espalda a la Asamblea’.

FRENTE AL COMUNISMO

Uno de los aspectos exteriores del nacionalismo revoIucionario que mejor lo caracterizan, al menos cara a la masa, es su anticomunismo. Es más, en algunos casos la "misión revolucionaria’ del nacionalismo se ha visto distorsionada por su anticomunismo visceral, lo que le ha situado junto al más descarado reaccionarismo. Para evitar este fenómeno, ya hablaba Ramiro Ledesma de superar al marxismo por la vía revolucionaria. Su mensaje no fue siempre entendido ni mucho menos seguido.

Ramiro, al igual que Drieu y Céline, no podía expresar sino una cierta admiración -o cuanto menos un cierto respeto - por el comunismo. Había algo en este movimiento que le atraía. No desde luego su ideología, pero sí en parte su estilo. Hacia 1933 todavía las purgas estalinistas no se habían manifestado en toda su orgiástica crueldad, el comunismo era patrimonio de obreros, de jóvenes activistas que ansiaban luchar contra el capitalismo y que apenas contaban con ellos mismos para llevar adelante su combate. Los comunistas, a diferencia de los liberales o de los capitalistas, aristócratas degenerados o burgueses ineptos, poseían una causa para vivir, unos ideales de libertad y de cambio social.

Mientras la lucha contra el capitalismo y la moral burguesa fue un patrimonio exclusivo del comunismo, no era de extrañar que su movimiento capitalizara muchas energías juveniles. Desde que Ramiro Ledesma escribiera en ’La Conquista del Estado’: “¡Viva la Alemania de Hitier, Viva la Italia de Mussolini y Viva la Rusia de Stalin!", hasta que en mayo de 1968 algunos jóvenes nacionalistas y revolucionarios decidieron que su lugar estaba en las barricadas del Barrio Latino de Paris (’Los izquierdistas quieren hacer la revolución, nosotros queremos hacer la revolución: hagamos la revolución con ellos”), un amplio debate entre marxismo y nacionalismo revolucionario había sido temática ideal de algunos intelectuales.

Nadie ha puesto en duda que el nacionalismo revolucionario es anti-marxista en la medida en que considera al marxismo, como ya hemos visto, un subproducto de la sociedad demoliberal. Ahora bien, este anticomunismo hay que matizarlo. No nos encontrarnos ante el típico anticomunismo visceral de la reacción Y de las derechas clásicas. Evidentemente, hoy en especial, el nacionalismo revolucionario encuentra en el comunismo (y hoy más especialmente en el izquierdismo progresista) el principal enemigo en la calle. La ausencia de militancia,  el conformismo y la lasitud de los partidos derechistas y centristas obliga a que la competencia por el dominio político de las calles, de las universidades, escuelas y centros de trabajo, sea entre nacionalistas revolucionarios y marxistas de todas las especies. El espíritu anti burgués, el carácter antiliberal y anti parlamentario, la vocación activista y militante, el enfrentamiento directo con las estructuras del mundo moderno (si bien el marxismo es una consecuencia extrema del mismo, mientras que el fascismo representa su ruptura, el voluntarismo extremo y un cierto y sentido de la violencia, hacen que las coincidencias tipológicas sean más abundantes de lo normal entre adversarios políticos tan distanciados. Pero no nos engañemos, se trata sólo de coincidencias tipológicas, por lo demás, a nivel ideológico y doctrinal, cualquier coincidencia es pura ficción.

Todo esto lo plasman los intelectuales nacinalrevolucionarios imprimiendo a algunos personajes de ideología comunista que aparecen en sus obras un carácter "simpático" a menudo y casi siempre vitalista. Esta tendencia se puede apreciar claramente en "La mujer en su ventana", en la que Boutros, dirigente comunista griego bajo la dictadura de Metaxas y protagonista de la novela, se desinteresa de la doctrina marxista, y si es comunista es porque "Creo que los comunistas están tan podridos en su corazón como los capitalistas, pero al menos les queda una chispa de virilidad y de salud, quieren el combate, la prueba decisiva, de esta lucha espero un profundo renacimiento del planeta y una muerte fecunda”. En ningún caso los rasgos de todos estos personajes se aproximan al "hombre oficial” de la doctrina comunista.

Cuando Goebbels, Drieu, Brasillach, el primer Doriot, incluso Céline y los intelectuales alemanes de la época, hablan de "socialismo", está claro que se refieren a un socialismo desmarxistizado, a un ’verdadero socialismo’. Pero hace falta matizar un poco más, siendo como es éste uno de los puntos en los que esta tendencia cultural demuestra una mayor diversificación y en el que no todas las opiniones coinciden. El único punto de coincidencia es la necesidad de luchar contra el comunismo, y más especialmente contra el comunismo soviético y los partidos que se reclamaban de su órbita.

Goebbels, en "Michael, un destino alemán", define claramente el concepto del socialismo: "El verdadero socialismo significa hacer libremente y con gusto lo que los socialistas internacionales, hacen por compasión o por razones de Estado. Necesidad moral contra cálculo político". Más que de "socialismo verdadero", habría que hablar de "Socialismo Nietscheano”.

Así mismo Julius Evola, un hombre poco sospechoso de tendencias "plebeyas" (véase ’Orientaciones’: "deben desarraigarse muchas malas yerbas que han crecido también en nuestras filas. ¿Qué significa, sino, ese hablar de "Estado del Trabajo”, de "socialismo nacional", de "humanismo del trabajo" y similares’?"), ha originado entre sus seguidores una tendencia que puede muy bien denominarse con propiedad como "nacionalcomunismo", Tal tendencia se plasmó a partir de 1 969 en Italia en el fenómeno que en su forma grotesca y espectacular se ha llamado “nazy-maoismo" y cuya realidad no tiene nada que ver con esta calificación absurda, que parte del hecho de que estos neo fascistas (agrupados esencialmente en torno a las "Ediciones di Ar” y a los círculos más o menos vecinos a la "Organización Lotta di Popolo") mirasen con cierta simpatía el "estilo" de los comunistas chinos: antiamericanos, antisoviéticos, austeros, con entusiasmo, disciplinados, extremadamente politizados y voluntaristas, eran vistos como un factor de "desestabilización" del dominio de las superpotencias nacido de la conferencia de Yalta. Tal tendencia evoliana ha sido estudiada y definida por Bernard Paqueteau en su tesis "ldées politiques de Julius Evola", que ha llegado a nosotros gracias a su recensión en la revista evoliana francesa "Totalité". El calificativo "nacional-comunista" surge de la necesidad, para Fredda y sus camaradas de Ar, de la destrucción del carácter privado del derecho y de la propiedad, que serían algo así como un

medio en vistas a la consecución de un fin, una especie de ’terapia de urgencia’, que abriría un nuevo espacio en el que podrían manifestarse formas inéditas de organización política totalmente liberadas de los esiduos mercantiles, de la era burgo-proletaria. Dentro de esta panorámica, Fredda mantiene la opinión, contra las irredentistas derechas, que la propiedad no es un valor importante y que la propiedad colectiva y comunal a ciertos niveles es aceptable.

Los miembros de la clase política dirigente de un eventual "nuevo orden’, por ejemplo, no deberían tener propiedad privada.

Sin llegar a estos extremos (que tanto Evola como sus posteriores intérpretes no consideran sino en un plano extremadamente secundario: "Todo aquello que es economía e interés económico como mera satisfacción de la necesidad animal ha tenido, tiene y siempre tendrá una función subordinada en una humanidad normal" ("Orientaciones’), Jünger y Céline llegan a similares conclusiones. En ocasiones se ha acusado a Jünger de leninista, de la misma forma que de Drieu se dijo que murió comunista... como antes, aquí también se trata de excesos: el Drieu de "Memorias de Dirk Raspe” es aún menos "socialista’ que el de "Génova o Moscú", y la única coincidencia de Jünger con Lenin es su afán de utilizar los últimos adelantos de la técnica política para convencer y conquistar a las masas.

La escuela sociológica, por el contrario, no se muestra muy propensa a todas estas preocupaciones y matizaciones: es anticomunista sin más ambages. Pareto, por ejemplo, escribe: "En cuanto a determinar el valor social del marxismo, saber si la teoría marxista de la plusvalía es verdadera o falsa es casi tan importante como saber si el bautismo borra el pecado cuando se trata de determinar el valor social del cristianismo. No tiene la menor importancia".

Monnerot parte para su análisis de la observación de que el marxismo es una nueva religión para el hombre hipermaterializado del siglo XX: "La empresa comunista es una empresa religiosa". Y un pensador neo-socialista, Henri de Man, coincide con esta apreciación: "No hay socialismo sin una religión cualquiera’. Toynbee va aún más lejos: "El marxismo es una herejía cristiana" (... ), "la transposición del Apocalipsis judío’...

UN OPTIMISMO TRAGICO O UN PESIMISMO HEROICO

Abandonado el optimismo futurista de los primeros tiempos, aquél que cantaba la velocidad y el humo de las locomotoras, el nacionalista revolucionario se torna profundamente pesimista. La tendencia aumentará tras 1945, los análisis que los intelectuales nacionalistas y revolucionarios realizan no pueden ser más desesperanzadores: sobre el terreno político, Europa ha caido en las garras de una gran superpotencia imperialista, los movimientos que representaban una tercera vía han sido barridos y la democracia liberal ha excrementado sobre ellos. Sobre el plano cultural la derrota del fascismo ha revitalizado todo aquello que ardió en las hogueras de las universidades alemanas; sobre el plano social, el americanismo ha invadido la Europa Occidental y está haciendo lo mismo con la Oriental, y con él la producción en cadena que a generado la sociedad de consumo. convirtiendo a la clase obrera en productores alienados y consumidores integrados. Los partidos antaño revolucionarios han dejado de tener atractivo para la juventud radicalizada, han dejado de ser alternativas al sistema para transformarse en "alternancias" al poder. El Sistema poco a poco se ha ido reforzando y revitalizando: las democracias europeas que parecían muertas y enterradas en 1939, que han resucitado y se han impuesto gracias a las armas de los invasores extra-europeos. Occidente ha asimilado ritmos aberrantes, su juventud vaga drogada por las calles, sin orientaciones, ideales ni rumbo, las frustraciones de siempre se acumulan sobre los nuevos problemas: superpoblación inmigrante, polución, neurosis sociales... "desaparecen todos los valores de los que hasta ahora nos alimentábamos", es Drieu...

Se podría decir que para muchos la mentalidad es la misma que la que imperaba en 1919, por lo menos así es en las capas más conscientes de Occidente. Difícilmente se ve la forma de salir de este marasmo de la civilización: el poder de la gran superpotencia es excesivo, el aburguesamiento de las capas teóricamente más revolucionarias y la política de los hechos consumados obran el fenómeno que René Guenón había pronosticado en los años veinte desde las páginas de "El reino de la cantidad y los signos de los tiempos"; a saber, que se está produciendo un proceso que podríamos llamar de "solidificación de la humanidad’, es decir, un periodo en el que los cambios, especialmente los cambios pensados para superar la actual crisis, son cada vez más improbables o, si lo queremos representar con otra imagen, asimismo guenoniana, el mundo de ser una esfera está pasando a ser un cubo: de lo voluptuosamente perfecto a lo estrictamente anguloso e inmóvil. Hoy lo preocupante no es que la lucha a nivel callejero se dé entre materialismo y tradicionalismo o espiritualismo, sino que se da entre dos formas de materialismo y en realidad entre dos formas de marxismo. Es más, cuando se habla de "tercera vía" en según qué ambientes, se está hablando de socialdemocracia, eurocomunismo, progresismo, antiracismo, etc. La desesperación y el nihilismo de la "nueva izquierda’ procede también de la constatación de este fenómeno sobre el que Marcuse pudo explayarse a gusto en "El Final de la Utopía”: las fuerzas revolucionarias aburguesadas, "nadie me obliga a ponerme delante de la televisión y sin embargo...... la coacción del Sistema sobre la totalidad de la población, la solidez de las demoburocracias occidentales más allá de sus crisis cíclicas pero limitadas, los enormes medios de coacción del Estado para liquidar toda oposición, la falta de condiciones objetivas óptimas para lograr levantamientos populares... Y en las calles la alegría, una inconsciente alegría producida sin duda por la ilusión del consumo: la vida es bella el viernes por la tarde... y horrible el lunes por la mañana. No es raro que John Travolta haya captado la realidad de la juventud de una época al interpretar papeles de hortera ("Grease", "Fiebre del sábado noche"...). Su éxito se ha debido a las posibilidades reales de su papel: ha elevado al nivel de ídolo a personajes que en la vida real pasan completamente desapercibidos - el dependiente de la "Fiebre", el chulo de “Grease"-. Son granitos de arena de una masa "todos tan iguales, tan pequeños, tan redonditos" (Nietzsche). Es la inconsciencia del mundo moderno.

Frente a esto, el fascista de los años 30, al igual que el neofascista, se presenta como una nueva reedición del mito de Casandra: aquella hermosa mujer había sido castigada por Zeus con el don de la clarividencia del futuro... pero estaba abocada a que nadie creyera sus visualizaciones. Toda la literatura fascista está dedicada a denunciar los vicios de la sociedad, la de ayer y la de hoy, pero no siempre ha sido tenida en cuenta. Los malos augurios que el nacionalismo revolucionario enuncia para Europa le hacen caer en un pesismismo desazonador en ocasiones. Drieu, por ejemplo, llama a este pesimismo "lo trágico- y, en un ensayo titulado "El sentido de lo trágico”, escribe: "Es necesario reintroducir lo trágico en el pensamiento francés, en la filosofía del pueblo francés’, y en el prólogo a una novela de Hemmingway: "Releed el Nacimiento de la Tragedia: cuando más fuerte es el hombre, más penetra en el corazón la vida, y no puedo encontrar más que una visión trágica". Thomas Molnar, otro a quien podríamos incluir dentro de la corriente sociológica, reconoce el mito de Casandra en el nacionalismo que él, como buen conservador, llama ’la contrarrevolución’ y en el libro del mismo título se dedica a analizar la persona del "conservador": concluye definiendo a este tipo humano como ’trágico’, "pesimista’ y anunciador del Apocalipsis que siempre llega ineluctablemente.

Evola, Guénon y toda la escuela tradicionalista no se hacen excesivas ilusiones con respecto a Occidente. Inspirados en la doctrina hindú de Ia "regresión de las castas”, conciben la historia de la Humanidad como una gigantesca marcha hacia estados inferiores espiritualmente hablando. La nobleza sacerdotal de las épocas míticas fué sustituida y cayó definitivamente cuando Cristo dijo "dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios’; de este modo, poder humo y divino quedaban así separados, la autoridad quedaba privada de todo vínculo superior y la antorcha de la nobleza sacerdotal (los sacerdotes -emperadores) dió paso al dominio de la casta guerrera, de la aristocracia guerrera. Hacia el Renacimiento (con la aparición del Humanismo) y más tarde con la formación de los grandes núcleos urbanos y el crecimiento de la casta de los comerciantes, la aristocracia guerrera fué poco a poco degenerando hasta caer definitivamente bajo las guillotinas de la revolución francesa. Por último incluso esa misma casta mercantilista y comerciante fue abatida por aquéllos que no poseen nada más que la fuerza de su trabajo, el proletariado. El punto de inflexión hay que situarlo en 1917, con el triunfo de la revolución rusa y la formación de la Primera Internacional.

Todo este proceso involutivo se sitúa dentro de lo que la tradición hindú ha llamado el "kali - yuga’ y de lo que la tradición romana llamó "edad de hierro’ ("edad del lobo” para las tradiciones nórdicas), una época en la que las fuerzas telúricas y ginecocráticas privarán sobre la espiritualidad solar y urania. Para que se produzca un nuevo amanecer, el círculo involutivo debe cerrarse: y ese cerrarse implica el que el círculo llegue a sus últimas consecuencias. Este análisis, que pudiera pecar de excesivamente místico e iluminista, tiene una aterradora coherencia interior: poco a poco las fuerzas de la subversión mundial van ganando terreno a las de la democracia liberal, de la misma forma que éstas hace más de un siglo fueron arañando poco a poco espacio a las corrompidas aristocracias conservadoras (a lo Metternich) y este proceso que, en términos políticos y geoestratégicos, se ha dado en llamar ’la lucha por la hegemonía mundial’, tiende cada vez a un mayor dramatismo: ¿qué ocurrirá cuando las masas inmigrantes desborden un Occidente barrigudo y cobarde, cuando los recursos energéticos finitos (hidrocarburos y otros aceites pesados se agoten, cuando la hipertecnificación rompa definitivamente el equilibrio ecológico del planeta en la loca carrera producción-consumo, cuando las multinacionales intente imponer su dinero sobre todos los demás de forma absoluta, el futuro de la humanidad no es nada halagüeño puesto en estos términos. El progreso nos ha surtido en un callejón sin salida. Los pecados capitales de la humanidad civilizada tal como han sido estudiados por Konrad Lorenz y los etnólogos de su escuela suponen que, o bien se impone una urgente rectificación, o bien nuestra civilización estará en crisis internas en algunas décadas vista. Ciertamente no se puede ser optimista. Pero ¿dónde está el origen de todos los males?" Evola nos responde: "En nuestros días nos hallamos en el fin de un ciclo. Con el transcurso de los siglos, primero imperceptiblemente, después como el movimiento de una masa que se desploma, múltiples procesos han destruido en Occidente todo ordenamiento normal y legítimo de los hombres, han falseado incluso la más alta concepción del vivir, de la acción, del conocimiento y del combate. Y el movimiento de esta caída, su velocidad, su vértigo ha sido llamado ’progreso’.

El progresismo se encuentra en la cúspide de la tríada moderna. Si el cristianismo nos habló de una mítica Trinidad compuesta de Padre, Hijo y Espíritu Santo, el mundo moderno ha consagrado otra nueva en la que el papel del Padre está encarnado por el progreso, el hijo es el evolucionismo y el Espiritu Santo es el marxismo. No puede existir el uno sin los otros. El progreso, la mística del progreso entendida como la creencia de que todo lo nuevo. por el hecho de serlo debe ya ser aceptado y asimilado, engendra inmediatamente la creencia de que siempre caminamos hacia estados superiores de cultura y de civilización, no hay regresión posible: sólo con una mentalidad así, impresa en pleno siglo XX, cuando la proliferación de descubrimientos científicos pudo engendrar la mentalidad evolucionista y sólo la combinación de todos estos elementos unidos a un análisis economicista de la historia y a la filosofía del devenir (Feuerbach, Hegel), podrían dar como conclusión unas de las ideologías más demoníacas de la historia: el marxismo.

Si creyéramos en el Psicoanálisis y en la psiquiatría moderna, hablaríamos de que el nacionalismo revolucionario tenía (y tiene quizás hoy más que antes, en la medida en que con el transcurrir del tiempo ha sido capaz de redondear sus postulados) pulsaciones típicamente edípicas: para él, asesinar al ‘padre’, negando el progreso, representaba abatir la noción de evolución y, por ende, liquidar al marxismo. Maurras, balbuceando esta tendencia ya había escrito algo que, sin ser del todo cierto, se aproximaba a la concepción guenoniana de la historia: "El tren del mundo no es una corriente regular ascendente, ni tampoco descendente, es una línea quebrada, con altos y bajos”. Drieu se aproximaba algo más en ’Socialismo Fascista’: "El hombre es un accidente en un mundo de accidentes. El mundo no tiene un sentido general. No tiene más sentido que el que le damos, un momento para el desarrollo de nuestra pasión y de nuestra acción”. En "Notas para comprender el siglo", esta negación va mucho más lejos y en 1944 escribe en su ’Journal’: "Se pretende que las más actuales civilizaciones parten de un estado "salvaje’ o "bárbaro’ o primitivo’; la amplia perspectiva histórica que nos abre la paleontología y otras ciencias nos permite imaginar, antes de la antigüedad de nuestras leyendas científicas de ayer, series de civilizaciones precedentes (... ) (que) habrían podido ser portadoras de nociones muy elevadas e intuiciones muy puras como lo enseñan los ocultistas. Incluso llevando más lejos el problema, si el hombre ’desciende del mono’, se puede imaginar que este mono era un estado de degeneración que siguió a estados más elevados”. Céline se situaba en el mismo plano de negación del progreso: "...la humanidad no ha descubierto un solo cereal, desde hace dos millones de años...’ y las citas podrían prolongarse.

Todo esto está muy bien, se profetiza el fin de una cultura y se analizan los mecanismos de la decadencia que algunos consideran ineluctable, pero “no basta con decir no, sino se indica verdaderamente en nombre de qué debe decirse no, qué es precisamente lo que justifica el no” (Evola). Y ese justificante es la Persona y los valores que han sido definidos como un "orden nuevo”.

Si hemos definido la tendencia nacionalista y revolucionaria como un "pesimismo heroico” y un "optimismo trágico” es porque esta aparente contradicción queda superada en el momento en que analizamos el papel de la persona en este determinado momento histórico, mejor dicho, en el momento en que analizarnos el papel del intelectual y del militante nacionalista y revolucionario.

El fascismo y sus gentes lucharon para vencer, para imponerse políticamente. Pero lograron que el fin y los medios fueran la misma cosa a medida que el militante desarrollaba su lucha (en otro momento podemos hablar de los protagonistas de las obras de los intelectuales) poco a poco iba adquiriendo y desarrollando todos aquellos valore, de los que hacía referencia su ideología: sin lucha no puede haber camaradería, lealtad, sacrificio, voluntarismo, heroismo, incluso nos atreveríamos a decir que sin lucha no puede haber belleza. Valores que no son meras abstracciones, sino realidades vivientes en el interior del militante: y eso es el medio y el fin en sí mismo, antes que el poder, antes que la realización de un nuevo orden político, el nacionalismo revolucionario antepone el orden interno de la persona humana. De la misma forma que no hay escultura sin artista, tampoco hay Estado sin una clase política dirigente que asuma en sí aquellos elementos que dice pretender como ordenadores de la nación. Para algunos neo fascistas de la escuela tradicionalista, el "caballero del Graal" resume esta concepción: la búsqueda del Graal obraba en el interior del caballero una transmutación de tal forma que el hecho de encontrar la piedra o la copa del Graal adquiría así otro sentido, similar al que suponía la búsqueda de la piedra filosofal para los alquimistas.

Así podemos comprender el por qué de ese "pesimismo heroico" del que hablábamos antes: si por una parte se reconoce que la lucha del nacionalismo revolucionario y su triunfo final debe realizarse en este período histórico, en el que las fuerzas negativas y materialistas lo dominan todo hasta la exasperación, por otra parte esto no es razón para abandonar el combate. La antigua máxima "más enemigos, más Honor” es la ley fundamental para esta concepción del mundo. Drieu La Rochelle no pudo definir mejor esta tendencia: "Es tiempo, mis amigos, de lanzar nuestro grito. Nosotros, jóvenes hombres de hoy, somos nuevos y nuestra grandeza no ha sido conocida por los que vivieron antes (... ) Nosotros hemos rechazado la piedra de la infamia".

Y este pesimismo se reconoce en los escritos de todos los intelectuales de la "otra Europa", es asimismo superado por una postura heroica. la que adopta aquél que sabe cuál es su deber.

Dice uno de los protagonistas de Drieu: "Si un hombre se levanta y lanza su destino en la balanza, hará todo lo que quiera" la lucha de Semmelweis a lo largo de toda la novela de Céline es un combate contra la fatalidad y el destino, un combate que se sabe perdido de antemano: "Tanto el bien como el mal se pagan antes o después, el bien forzosamente resulta más caro". Incluso el antisemitismo de Céline es pesimista: "Si en Francia se creara una asociación anti semita estoy seguro de que el presidente, el secretario y el tesorero serían judíos", sin embargo lleva su antisemitismo hasta el final. Así mismo en el epílogo a una biografía del héroe nacional-socialista Albert Leo Schlateger, se vuelve a comprobar estas pulsaciones a la vez pesimistas y a la vez heroicas: "Las olas crecen en la Patria. Manos ansiosas se alzan buscando el oro que fluye en forma de papel. Esto no es nada. No hay que escucharlo. ¡Hay que vivir la vida! ¡La paz ante todo! ¡La paz de Versalles!. Solamente uno escucha: Albert Leo Schlateger. El escucha el rugido subterráneo de las montañas del Ruhr.

Los salvajes miserables y seducidos por los rojos se levantan. Los burgueses solamente tiemblan. Ni siquiera ven la máscara amarilla de Mos... ¡Qué nos dejen en paz tranquilos! ¡Seamos civilizados! En la retaguardia sonríen los marxistas, los comunistas, los judíos y un gobierno del Reich contemporizador. Pero existe un hombre que no sonríe: ¿se debe descansar? ¿No llama Alemania nuevamente?. Sí, pero sólo para aquellos que la escuchan cerca de la capital del Reich, nunca atrás, Schlateger se dedica completamente a su misión..".

Pero ¿Hay algo más allá en el neo fascismo moderno que esa lucha por ser uno mismo, por mantener bien alta la bandera del nacionalismo revolucionario?. En un curioso (y ominoso) libro titulado "Hitler y la Tradición Cátara", el autor se pregunta por qué, si Hitler sabía la  imposibilidad del triunfo absoluto de las fuerzas que pugnaban por una restauración de los valores tradicionales en Occidente al no haberse cerrado por completo el ciclo de la decadencia (la "Edad Oscura"), por qué emprendió el más formidable combate del presente siglo?. Aunque la pregunta sea un tanto pueril y formulada desde un ambiente afecto al progresismo ocultista tan de boga hoy en día, enlaza directamente con lo que intentábamos expresar antes: el resultado final de una lucha y, su carácter contingente deben estar deslindados siempre de la necesidad moral ineludible de emprender esa lucha y de cuál pueda ser su final Material. Hoy el papel del militante nacionalista y revolucionario es recuperar el testigo que las anteriores generaciones le cedieron: posiblemente él no llegue a la meta, pero ese testigo en el que se resumen los valores de una civilización varias veces milenaria debe ser mantenido hasta que otros lo recojan. O por expresarle con palabras citadas por Evola en "Cabalgar el tigre":

"Cuando los que han permanecido en vela en la noche oscura se encuentren con los que han surgido en el nuevo amanecer”. La concepción se quedaría en el mero plano testimonial si la deslindáramos del carácter combatiente y de realización personal del nacionalismo revolucionario. Alphonse de Chateaubriand lo expresó con estas palabras: "El combate debe existir. El combate hace nacer y desarrollar el vigor del corazón. Con el combate cada uno tiende a su más alta expresión humana". Esta es la razón única por la que el nacionalismo revolucionario (llámese fascismo, llámese nacional socialismo, llámese nacional sindicalismo, etc.) sintió la necesidad de actuar políticamente, de dar una formulación pragmática a su ideología política y por lo que tantos y tantos jóvenes Occidentales dieron su vida: por la causa más noble y justa por quien nadie haya luchado jamás.

E.M.

 

(1) Siendo el fascismo en rigor un fenómeno estrictamente italiano, nosotros preferirnos hablar de nacionalismo revolucionario para calificar al pensamiento antiliberal y antimarxista, a la tercera vía que surgió en todo Occidente durante los años 20.

(2) Cuando los intelectuales de la "nueva filosofía’ francesa hablan de que ’el GULAG estaba ya en Marx’ se refieren a que, siendo el marxismo un racionalisrno extremo, es lógico que el Estado Soviético considere a la disidencia como "irracionalista", es decir, clientela del psiquiatra...

(3) Gustav Meyrink había nacido en Viena en 1868. Hijo natural, tuvo una infancia y adolescencia sumamente difíciles. Practicó yoga y estuvo relacionado con escuelas teosóficas y alquímicas; algunos de sus amigos afirman que tenía dotes de medium y era vidente. A pesar de que el nacional-socialismo lo declaró herético, en sus novelas, especialmente en ’El rostro verde", representa unos valores y un tipo de hombre perfectamente identificado con los constructores de la nueva cultura europea. Murió en 1932, “sentado en un sillón, ante una ventana orientada hacia el este por donde ascendía soberbio el sol" (de la introducción a "El Golem").

(4) En esto el PPF francés. Fue una excepción, es más en sus momentos más brillantes hacia 1934 35, la clase política dirigente del partido estaba asentada sobre la intelectualidad vanguardista francesa de la época, entre los que se encontraban Marcel Jouandheau, Alphonse de Chateaubriand, Bertrand de Jouvenal, Marion, Fabre Luceetc...La mayoría de ellos, de todas formas, abandonaron el partido en 1939, disconformes con la política de Doriot.

 

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Tea Party: Intraducible

Infokrisis.- Covadonga es a España lo que el “motín del té de Boston” es a los EEUU. En esta hora crepuscular de la nación americana el Tea Party ha tomado el relevo del fundamentalismo religioso de la época Bush. Si antes los fundamentalistas consideraban al terrorismo islámico como el gran enemigo, ahora el Tea Party hace de los comunistas el mayor peligro que los EEUU deben afrontar en los próximos años. Poco importa que no haya comunistas en los EEUU. De hecho tampoco está claro que hubiera terroristas islámicos. Éste es el Tea Party, la última locura del conservadurismo norteamericano. Vamos a realizar un estudio crítico sobre este movimiento.

Algunos medios de comunicación españoles han intentado identificar el Tea Party con determinadas corrientes del PP o en sectores situados fuera del PP que pugnan por organizarse. Vanos intentos de atribuir una filiación carpetovetónica a una iniciativa que por sus características y contenidos es exclusiva de la civilización norteamericana. El Tea Party puede ser definido como la reacción de un sector importante del pueblo norteamericano ante la deriva actual de los EEUU, que habría logrado identificar algunos de los problemas –y no todos…– que afectan a aquella sociedad pero que dista mucho de haber aislado sus causas; para colmo, las soluciones que propone, de aplicarse, contribuirían a agravar aún más los problemas ante los que intentan reaccionar.

El Tea Party en el origen de los EEUU

Al iniciarse el último cuarto del siglo XVIII, el Reino Unido afrontaba dificultades de tesorería y el rey Jorge III decidió aumentar algunos impuestos especialmente en las colonias de Nueva Inglaterra. A partir de la promulgación de la Stamp Act en 1765, Gran Bretaña podía imponer impuestos especiales a sus trece colonias de “Nueva Inglaterra”. Como toda nueva tasa fue muy mal percibida por los destinatarios que carecían de representación en el Parlamento Británico (los colonos sostenían que a un territorio no representado no se le podían aplicar nuevos impuestos, no taxation without representation).

El impuesto sobre el té encareció extraordinariamente este producto y se convirtió en un elemento de fricción entre la metrópoli y sus colonias. Instigados por John Hancock, propietario de una corbeta que realizaba contrabando de té, se declaró un boicot al té llegado del Reino Unido y transportado por la Compañía Inglesa de las Indias Orientales. En pocas semanas las ventas de té realizadas por esta Compañía pasaron de 145.000 kilos a sólo 240… aumentando el consumo de té procedente del contrabando.

A partir de 1773 los stocks almacenados por la Compañía de Indias y las pérdidas de ingresos empezaron a ser insoportables. Fue entonces cuando el gobierno británico promulgó el Tea Act que autorizaba a la Compañía de Indias a vender té en las colonias de Nueva Inglaterra sin pagar tasas y a un precio más barato que el ofrecido por los contrabandistas. Éstos eran todos ellos colonos o vinculados con la piratería caribeña. Fueron estos contrabandistas y piratas quienes iniciaron una campaña para seguir boicoteando el té comercializado por su competencia, la Compañía de Indias.  

El 16 de diciembre de 1773, sesenta miembros de la Logia masónica local de Boston, Hijos de la Libertad, disfrazados de indios mohawks, asaltaron tres mercantes británicos y arrojaron al mar 342 fardos de té propiedad de la Compañía de Indias, en total 45 toneladas de esta mercancía valoradas en 10.000 libras de la época. El asalto había sido dirigido por el John Warren, “venerable” de la logia masónica de Boston. El episodio pasó a la historia como el “Tea Party Boston”…

Las consecuencias de este episodio fueron dos: de una parte, el suceso se convirtió en el arranque simbólico de la “revolución americana” que desembocó en la independencia de los Estados Unidos. De otra parte, para compensar las pérdidas generadas por el boicot al té en Nueva Inglaterra, la Compañía de Indias empezó a vender opio indio en China que terminaría causando una verdadera mutación catastrófica para la sociedad de ese país. Más tarde, en el primer tercio del siglo XIX, entraron en ese comercio mercaderes norteamericanos generando grandes acumulaciones de capital y un entendimiento con los comerciantes británicos que cristalizó en la formación de las primeras asociaciones internacionales anglosajonas compuestas por las grandes fortunas formadas a partir de estos comercios: el Consejo de Relaciones Exteriores en Nueva York, la asociación Skull & Bones de estudiantes de Yale, el Instituto de Relaciones Internacionales en Londres, etc.

No es, pues, por casualidad que el actual Tea Party Mouvement haya tomado este curioso nombre que no dice nada en Europa pero que está en el arranque de la historia de los EEUU. 

De Bush a Sarah Palin

Cuando en 1979 se produjo la victoria de Ronald Reagan, el fundamentalismo religioso ya había impregnado a amplios sectores de la sociedad norteamericana. La victoria de Reagan estuvo apoyada en primer lugar por el llamado “dinero nuevo” (pequeñas compañías petroleras y nuevas empresas surgidas al calor de las incipientes nuevas tecnologías) que se oponía al “dinero viejo” (procedente de las antiguas dinastías capitalistas norteamericanas habitualmente decantadas hacia posiciones liberales e identificadas con el Partido Demócrata).

A lo largo de los ocho años de gobierno de Ronald Reagan estos sectores fundamentalistas aumentaron su penetración en la sociedad norteamericana, pero las aventuras exteriores de George Bush y la recesión económica que acompañó a los últimos meses de su gobierno, decantaron al electorado hacia Bill Clinton. No es que la derecha religiosa hubiera desaparecido, ni siquiera se trataba de que hubiera aminorado su impacto, sino que este sector político se estaba recomponiendo en la oposición.

Durante la segunda mitad de los años 90 asistimos, paralelamente, a una mutación ideológica del capitalismo norteamericano. La característica habitual de esta mutación fue la formación de un nuevo tipo de “logias”, verdaderas sociedades discretas y elitistas que agrupaban a elementos que compartían el mismo pensamiento y que no eran más que dos percepciones diferentes del neoliberalismo: de un lado, los “objetivistas” discípulos de Ayn Rand cuya cabeza visible era Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal con Bush, y de otro los discípulos de Leo Strauss que constituyeron lo esencial de la primera administración de George W. Bush.

Este segundo sector estaba formado mayoritariamente por individuos procedentes de la izquierda trotskista de los años 60 y 70, reciclados en el neoconservadurismo en los 80 y 90. Todos o casi todos eran agnósticos, muchos de ellos judíos y todos sin excepción partidarios de un entendimiento preferencial con el Estado de Israel, sin embargo eran conscientes de que sus ideas eran excesivamente sofisticadas como para que pudieran ser apreciadas por el electorado norteamericano, así que no dudaron en aconsejar al candidato presidencial George W. Bush que buscara una alianza con la derecha religiosa que en la segunda mitad de los años 90 tenía como denominador común al llamado “movimiento de los cristianos renacidos”: éstos pusieron la masa, los otros las ideas. Cuando a finales de 1999, Bush llega al poder lo hace aupado por la masa de este movimiento religioso fundamentalista… pero su administración no está gestionada por ellos, sino por cerebros agnósticos, ultraliberales y ultrabelicistas: los Wolfowitz, los Kristel, los Perle, etc, etc, discípulos de Leo Strauss.

Durante el último período del mandato de George W. Bush se produce la crisis de las subprimes y las ayudas estatales a los grandes consorcios bancarios afectados por la crisis. Una parte del electorado conservador se siente defraudado y recupera el discurso originario propio de los “cristianos renacidos”: la culpa de todo la tiene “el gobierno federal” y los “izquierdistas infiltrados” en el Congreso que han logrado crear falsos señuelos y favorecer a las grandes acumulaciones de capital en detrimento de la población norteamericana. Hace falta pues, disminuir el peso del gobierno federal y volver al “realismo”, esto es a la identificación de los grandes peligros que acechan a los EEUU. En este contexto reverdecen personajes como Ron Paul o irrumpen otros como Sarah Palin. Es, en definitiva, éste el caldo de cultivo que un año después de la subida de Barack Obama al poder generará el Tea Party Mouvement.

Las propuestas del Tea Party se contienen en el llamado Contrato de América sintetizado en 10 propuestas políticas, la primera de las cuales consiste en establecer la constitucionalidad de toda nueva propuesta de ley como paso previo a su debate en el congreso. A partir de aquí, la doctrina del Tea Party es propia de cualquier otro movimiento neoconservador (menos impuestos, mayor fiscalización de la administración, más control del gasto público y disminución del peso de las agencias federales). Pero algunas ideas del Tea Party, añadidas a este cuadro, son extremadamente sorprendentes y le otorgan una especial carta de naturaleza.

La conspiración comunista

El temor a Bin Laden propio de la derecha religiosa neoconservadora ha sido sustituido en el Tea Party por el temor a “los comunistas”. Poco importa que en EEUU haya tantos comunistas como terroristas islámicos (es decir cero o poco menos que cero), lo que importa es que los miembros del Tea Party creen ver a comunistas agazapados tras la administración Obama. Están convencidos de que las decisiones de Obama –especialmente en materia de reforma del sistema sanitario– están orientadas por esos comunistas (los más moderados prefieren utilizar el término “socialistas”, pero, a fin de cuentas, unos y otros pretenden decir lo mismo). Glen Beck, un periodista de la Fox News lo expresa con claridad meridiana: “los comunistas, y no los yihadistas, tratan de destruir a nuestro país”.

Para el Tea Party nada ha cambiado en el mundo desde finales de los años 40 cuando se inició la Guerra Fría: la URSS ha caído, sí, pero, a fin de cuentas, para ellos, la URSS es Rusia y Rusia sigue existiendo y constituye el principal valladar para limitar la hegemonía mundial norteamericana. Y, por lo demás, la República Popular China es un gobierno que se autoproclama “comunista” a pesar de que en los últimos seis años haya apuntalado a la economía norteamericana con fuertes inversiones que permiten a los EEUU asegurar su consumo interior…

Los miembros del Tea Party ven en el Estado Federal al Gran Satán que ya no es una potencia concreta, sino una amenaza interior. En realidad, esta percepción no es muy diferente de aquella otra que se materializó en las jornadas posteriores al 11–M cuando cada individuo con rostro árabe era inmediatamente considerado como un enemigo que conspiraba contra el pueblo americano y un terrorista en potencia. Pero los comunistas ahora son mucho más peligrosos: están agazapados bajo el escritorio del despacho oval de la Casa Blanca y harán que un día Norteamérica amanezca con un régimen “socialista” que amputará las libertades y realizará una interpretación libre de la Constitución.

Si Bush jugó con el antiterrorismo sin terroristas a partir del 11–M, el Tea Party alerta sobre la amenaza comunista en un país en el que no hay comunistas y en donde los socialistas más radicales equivaldrían a los socialdemócratas europeos más moderados. La percepción del problema es buena: es cierto que existe una amenaza contra las libertades, no solamente norteamericanas, pero el riesgo no parte de socialistas ni comunistas sino del propio sistema neoliberal que ha generado la globalización y que tiene su base en el libremercado mundial.

La inmigración masiva

La misma percepción errónea de un problema muy real es el que mantiene el Tea Party en relación a la inmigración masiva. Benn Michels, un profesor de Literatura de la Universidad de Illinois ha expresado con claridad la naturaleza del problema: “la amenaza no son los saudíes en aviones, sino los mexicanos a pie…”. Michels no pertenece al Tea Party, se limita a analizarlo, pero quien sí pertenece es Debie Riddle, miembro de la Cámara de Representantes de Texas y puntal del Tea Party y le da la razón en su percepción de la inmigración.

Riddle es, además, una de las activistas más radicales de este movimiento; sus juicios son siempre tan beligerantes como iluminados, tan radicales como absurdos. Para la Riddle la “escuela pública” es una idea “venida de Moscú” esto es “de las calderas del infierno” (es ella quien realiza esta adjetivación) añadiendo luego “La presentan como una idea generosa para manipularnos. Pero no tiene nada de generosa. Llevará a este país a la ruina”. Riddle ha lanzado también la idea de los “terroristas infantiles”, como mínimo, curiosa…

Según Debie Riddle, las madres mexicanas embarazadas se esfuerzan en dar a luz en territorio norteamericano para luego retornar a sus hijos al sur de la frontera de río Grande pero ya con la nacionalidad norteamericana. Cuando hayan adquirido uso de razón, habrán sido educados en el odio a los EEUU, entonces volverán a cruzar la frontera del Norte con pasaporte norteamericano y conspirarán desde dentro para destruir a esa “gran nación”. En Riddle, además, están presentes las ideas del Tea Party aderezadas además con la pátina de fundamentalismo religioso habitual en la extrema–derecha norteamericana.

Así pues, la inmigración es negativa, no porque altere étnica y antropológicamente a los EEUU, o porque rompa el monopolio del inglés (en Miami el 80% habla castellano y en Houston el 40% ya es hispano parlante, cifras ligeramente más bajas se dan en California e incluso en la distante Nueva York cualquier ciudadano español podría desplazarse de un lado a otro de la ciudad sin necesidad de conocer la lengua inglesa). Lo que el Tea Party alerta es sobre la posibilidad de que los inmigrantes se conviertan en terroristas, por eso este movimiento que busca la desregulación de todas las actividades del Estado, paradójicamente, exige un control riguroso sobre la inmigración procedente especialmente del sur. Su lema es “inmigración sí, pero inmigración legal”.

Una vez más el Tea Party ha percibido el problema pero le ha dado un giro completamente estrafalario. En la cresta del movimiento (el pasado otoño), un portavoz del FBI debió aparecer ante las cámaras de TV para explicar que no existe absolutamente ningún dato que permita pensar en niños terroristas llegados de México con pasaporte norteamericano que se dispongan a atentar contra los EEUU. En realidad, para los EEUU la inmigración es un problema: los hispanos no son como los afroamericanos (que han perdido toda tradición propia salvo el tribalismo), ni mucho menos como los orientales (que constituyen pequeñas redes de apoyo mutuo insertadas en la sociedad WASP), los hispanos traen su lengua y sus tradiciones, junto a su tasa de reproducción extremadamente alta. Además están más próximos a la frontera Sur de los EEUU y fluyen a un ritmo mucho mayor. En apenas tres décadas han roto el monopolio del inglés y del calvinismo. Su modelo religioso es el “Cristo de los pobres”, no el Dios que premia con la riqueza a los justos. Y, para colmo, su concepción de la familia está en las antípodas de la civilización norteamericana.

La crisis económica

Esta oposición a la inmigración procedente del sur se relaciona también con un rechazo a algo que en Europa nos parece intocable: la escuela pública y gratuita. Para los miembros del Tea Party, como hemos visto, esta idea es “satánica” y ha sido introducida en la mentalidad norteamericana poder un “autócrata extranjero”: ese autócrata, paradójicamente, no es otro que el Gobierno Federal. La madre de todas las corruptelas es, para ellos, la clase política que vive mirando solamente a Washington de quien parten todos los impuestos y exacciones sobre “nosotros, el pueblo” (tal como gustan llamarse los miembros del Tea Party).

Se trata pues de disminuir el poder de Washington, de la presidencia de los EEUU, del Congreso y de las agencias federales en la sociedad norteamericana. De hecho, lo que el Tea Party quiere es un Estado reducido a la mínima expresión, una idea que ha sido introducida por Ron Paul y su Partido Libertariano y que hunde sus raíces en la tradición política de los “padres fundadores” de EEUU.

Todo esto enlaza también con su percepción de la crisis económica. La inmensa mayoría de miembros del Tea Party rechazan las operaciones de “salvataje” realizadas tanto por la administración Bush como por la administración Obama: el dinero público no es para invertirlo en salvar a entidades que han sido mal gestionadas, sino para disminuir el déficit económico. Es evidente que los miembros del Tea Party proceden de las clases medias, pero es todavía más significativo que su dirección esté compuesta por grandes fortunas.

La clase media norteamericana percibe que algo está cambiando en aquel país, el problema es que, una vez más, siendo esta percepción acertada, la interpretación que le dan es nuevamente abracadabrante. Las estadísticas les han enseñado que hace 30 años las clases medias y pobres que componen el 80% de la población norteamericana cobraban el 48% del “ingreso nacional”, pero en 2010 esta cantidad ha descendido casi 10 puntos. En 1982 –a poco de iniciarse la “era Reagan”– el 1% de los norteamericanos más ricos acaparaba el 12,8% de la riqueza nacional, pero en 2006 ya absorbían el 21,3%, casi el doble. La clase media se empobrece y los situados bajo el umbral de la pobreza van creciendo al tiempo que los más ricos detentan cada vez más riqueza: tal es la ley del capitalismo, tender hacia una creciente acumulación de capital… No hay por ello que sorprenderse excesivamente.

El único culpable de estos desequilibrios es el liberalismo, esto es, la doctrina fetiche del Tea Party. Cuando se realiza el análisis de por qué han surgido estas gigantescas acumulaciones de capital y por qué disminuyen los ingresos de las clases medias se constata que todo este proceso se ha generado gracias a la inmigración: al dejar pasar constantemente a inmigrantes (en torno a 1.000.000 anuales) el precio de la mano de obra ha ido bajando progresivamente, se han perdido puestos de trabajo entre los norteamericanos autóctonos y quienes siguen trabajando lo hacen por un salario menor –el trabajo es un elemento más de la economía de mercado sometido a la ley de la oferta y la demanda– de ahí el empobrecimiento de unos y el enriquecimiento de los grandes consorcios.

El Tea Party no dispone de una interpretación coherente para la crisis económica actual. Para unos se trata –obviamente– de una conspiración generada por la intromisión en las bolsas norteamericanas de capital extranjero (sin el cual los EEUU hace ya 30 años que habrían dejado de existir), por maniobras especulativas de “los países comunistas” (Rusia, China e India) y por el alto coste de la administración federal (sin embargo nada dicen de las guerras de expansión en Afganistán e Irán que suponen la principal fuente de gasto público en la actualidad y no la reforma del sistema sanitario).

No es difícil intuir por qué en el importante terreno económico el Tea Party no tiene doctrina propia: se trata de un movimiento contradictorio en el que sus bases han salido de las clases populares (incluso de inmigrantes hispanos llegados hace 30 ó 40 años) pero su dirección (y su financiamiento) está en manos de multimillonarios, esto es, de los primeros beneficiarios del sistema mundial globalizado. Uno de ellos es el multimillonario David Koch. En realidad, una parte del “dinero nuevo” de la época Reagan paga las chaladuras del Tea Party. Y no es raro que así sea: el problema para este sector del capitalismo norteamericano no es otro que constituir una base social lo suficientemente amplia como para que en el próximo ciclo electoral alcancen la mayoría absoluta. No es raro que el Tea Party hoy sea financiado con dinero procedente de las aseguradoras, de los consorcios hospitalarios, incluso de las empresas que regentan el cada vez más amplio sistema de cárceles privadas. Esto explica sus tomas de posición en estos terrenos.

Tea Party: hechos y rostros

El Tea Party nació justo cuando el presidente Obama llegó al poder y como respuesta a una de sus primeras decisiones polémicas: el plan de relanzamiento económico que suponía una inyección de 787.000 millones de dólares. Una blogger de Seattle, Keli Carender organizó la que ha pasado a la historia como la primera manifestación pública del Tea Party cuando convenció a 120 seguidores de su blog a participar en una manifestación contra este plan económico que debía votarse al día siguiente. Poco después, el febrero de 2009, Rick Santelli, periodista de la CNBC propuso a través de un vídeo subido a YouTube protestar contra la decisión presidencial de habilitar un presupuesto para ayudar a los propietarios de casas amenazados por la ejecución de sus hipotecas. Así nació el Tea Party en Chicago. Desde el primer momento la revista de Dick Armey, FreedomWorks, aseguró la financiación del movimiento a través de capitales llegados de ATT, Philip Morris, Verizon, etc. Luego se sumaron los septuagenarios libertarianos de origen judío, David y Charles Koch, petroleros que ya antes habían apoyado a Reagan y que han permanecido al tanto de todas las iniciativas conservadores garantizando su financiación.

Las protestas contra los planes económicos de Obama y especialmente contra la reforma de la sanidad, relanzaron la carrera política de Sarah Palin y del propio Partido Republicano batido en las anteriores elecciones presidenciales. Su primera gran victoria fue la elección de Scott Brown como senador por Massachusetts.

Sin embargo, tal como se demostró en las elecciones legislativas de noviembre de 2010, el Tea Party no es completamente identificable con el Partido Republicano, ni siquiera con su “ala derecha”. Es, en realidad, un movimiento social neoconservador una parte del cual está incluido en el Partido Republicano y otra agrupa a movimientos cívicos, a pequeños partidos, círculos de opinión e influencia mucho más radicales que el propio Partido Republicano. Durante meses sus miembros valoraron la posibilidad de que los candidatos del Tea Party concurrieran a los comicios con listas propias compitiendo con los republicanos.

A la hora de la verdad, los resultados fueron más magros que los esperados. Si bien tanto el Partido Republicano como el Demócrata se vieron obligados a incorporar algunos temas propios del Tea Party, los mejores resultados los obtuvieron en Florida, pero, en general el radicalismo de sus posiciones asustó a buena parte de los electores republicanos que obtuvieron resultados inferiores a los esperados allí en donde sus listas seguían la doctrina del Tea Party. En el feudo de Sarah Palin, Alaska, la candidata republicana Lisa Murkowski, sostenida por el Tea Party llegó en segundo lugar tras el aspirante demócrata.

En febrero de 2010 Ron Paul y Sarah Palin participaron en la primera convención nacional del Tea Party Nation celebrada en Nashville. Se trata sin duda de las dos figuras públicas más conocidas del movimiento, si bien no son reconocidos como sus líderes; de hecho, el movimiento está muy descentralizado y prácticamente sólo dispone de líderes locales.

Lo más preocupante es que un reciente sondeo demostró que el 54% de los norteamericanos “piensan que el movimiento del Tea Party es positivo para el sistema político americano”. Quienes respondieron favorablemente al Tea party eran “americanos más ricos y más educados que la media y mayoritariamente republicanos”, blancos, casados, mayores de 45 años y pertenecientes a la clase media”… el problema es que este perfil corresponde hoy solamente a un 18% del electorado.

Además de Sarah Palin que formó equipo con McCainn como aspirante a la vicepresidencia en las pasadas elecciones presidenciales, el nombre de Ron Paul, como hemos dicho, es el más conocido de los que se mueven en el entorno del Tea Party. Paul, es Republicano y fue represente por Texas entre 1976 y 1985 y luego nuevamente volvió al Congreso a partir de 1997. Libertariano (no anarquista, sino partidario de la disminución del peso de la administración) aspiró a la nominación por el Partido Republicano en 2008. Es uno de los inspiradores y financiadores del movimiento Zeitgeist que denuncia la deriva del capitalismo moderno y expresa sus reservas hacia la versión oficial sobre los atentados del 11–S. Su hijo Rand Paul es también miembro del movimiento y senador republicano por Kentucky.

Sharron Angle (senadora por Nevada hasta ser derrotada en 2010) es otra de las activistas más radicales del Tea Party. Entre otras lindezas propone la desaparición del Ministerio de Educación, considera que el calentamiento climático es una superchería y, como guinda, apoya los programas de desintoxicación de la Iglesia de la Cientología de la que es simpatizante. Ah… también está contra la “fluoración del agua”. Por algún motivo el Tea Party la ha emprendido contra el fluor y los fluorescentes. Michele Bachmann, diputada por Minessota llega a afirmar que es falso que las lámparas fluorescentes consuman menos que las de resistencia eléctrica y considera que el Estado no debe influir en los gustos del consumidor en esta materia.  Otro caso curioso es el de Ron Johnson, senador por Wisconsin, que aportó de su bolsillo ocho millones para su campaña electoral basada en la falsedad del cambio climático.

Una parte del éxito del Tea Party ha consistido en su fuerte implantación en las redes sociales especialmente en Facebook, Twitter y MySpace, así como una actividad infatigable en blogs de amplio seguimiento popular. Solamente así se entiende la popularización de sus ideas en tan poco tiempo.

Un balance global

Nos equivocaríamos si pensáramos que el Tea Party es un movimiento unitario: en realidad se trata de un movimiento heteróclito que tiene solamente unos pocos puntos en común: arraigo en una percepción rigorista de la Constitución, intocable, irremplazable, inadaptable, oposición al Estado Federal, liberalismo de estricta observancia (con sus contradicciones) y rechazo a la inmigración ilegal hispana y a las subidas de impuestos. A esto se une especialmente una psicología muy particular surgida de los bajos fondos de la mentalidad norteamericana formada a partir de 1945 y que tras alimentar durante cuarenta años a aquella nación, lejos de difuminarse al desaparecer el comunismo, sigue en vigor como en los años 50 ó 60.

Esta mentalidad está formada por cierto “providencialismo” (propio de la cultura americana: EEUU es el “pueblo elegido” de la modernidad, mientras que Israel es el “pueblo elegido” de la Antigüedad y la alianza entre ambos es la garantía de un futuro esplendoroso y querido por Dios…) y altas dosis de “conspiracionismo” (la intuición de que tras las grandes decisiones y los grandes momentos históricos actúan fuerzas desconocidas que buscan la perdición de los EEUU). Una mentalidad así está alimentada (como cualquier otro fenómeno norteamericano) por sectores del gran capital pero su base social es otra: las clases medias empobrecidas o en riesgo de empobrecimiento.

El Tea Party es un producto de este pensamiento y del activismo de la derecha ultraconservadora norteamericana que difícilmente aceptó la victoria de Obama en 2008. En cada movimiento del nuevo presidente, el Tea Party percibe “gasto innecesario” que supondrá un aumento de impuestos. Poco importa que estos gastos estén destinados a la protección social o sean subsidios para la reactivación de la economía. No hay forma humana de que entiendan que son medidas requeridas para su seguridad, bienestar y para la reactivación de la economía.

¿Qué proponen? Una idea extremadamente atractiva: la restauración del espíritu fundador de los EEUU. Contrariamente a lo que algunos han explicado y a lo que se tiende a pensar en Europa, el nombre de Tea Party no ha sido elegido porque sus miembros se reúnan para debatir asuntos políticos mientras degustan un té, sino porque ese nombre se encuentra en el arranque de la independencia de los EEUU.

El problema es que han pasado casi 250 años desde la Declaración de Independencia y el tiempo no pasa en vano. Las ideas generadas a mediados del siglo XVIII y que cristalizaron especialmente en la Revolución Americana y apenas unos lustros después en la Revolución Francesa han inspirado más de dos siglos de civilización pero hoy están rancias y se muestran completamente inadecuadas para gestionar el mundo del siglo XXI. La visión rigorista y esclerotizada de la Constitución Norteamericana es un producto de los puntos de vista religiosos tan particulares propios de aquel país, intraducibles a cualquier otro.

Repleta de contradicciones, percibiendo los problemas pero nunca sus causas últimas y mucho menos las soluciones, todo lo que el Tea Party propone son recetas que ya estaban implícitas en la Constitución devenido texto verdaderamente sagrado. En relación al movimiento de los “cristianos renacidos” que consideraban que el Nuevo Testamento no era solamente un libro repleto de parábolas y alegorías, sino que debía seguirse al pie de la letra porque toda la verdad estaba contenida en su interior, el Tea Party tiende a sacralizar los textos fundamentales redactados por los “padres fundadores”.  Algo que no es bueno para el sentido común…

[recuadro fuera de texto]

Nada es lo que parece…

Resulta curioso constatar que el “motín del té de Boston” (Tea Party Boston) fuera la primera operación “false flag” (bandera falsa) de la historia: masones disfrazados de indios dieron el pistoletazo de salida para la independencia de los EEUU… y la operación tuvo éxito. Seguramente por eso, la historia de los EEUU no es más que la sucesión de otras operaciones “false flag” cada una de las cuales ha ido ampliando el radio de acción de este país.

Operación “false flag” fue la voladura del acorazado Maine en el puerto de La Habana que dio origen a la guerra hispano–norteamericana, destruyó para siempre la presencia española en el Caribe y en Filipinas y dio la hegemonía a los EEUU en estas regiones. “False flag” fue también el cargamento de armas y el artillado del vapor Lusitania, en el que viajaban también turistas, cuyo hundimiento fue la excusa de los EEUU para entrar en la Guerra Europea en 1916 que convirtió a los EEUU en una potencia internacional. “False flag” fue, por supuesto, la presión y el bloqueo sobre Japón en 1940–41 que desencadenó el ataque a la rada de Pearl Harbour vaciada de los únicos navíos estratégicamente importantes, los portaviones. El ataque, conocido anticipadamente por el Pentágono, no fue obstaculizado a fin de permitir la entrada de los EEUU en la Segunda Guerra Mundial y confirmar su duopolio internacional junto a la URSS, durante 50 años. En estos casos, la opinión pública norteamericana era contraria a la intervención en estos conflictos y solamente estos episodios traumáticos, verdaderos casus belli, lograron variar esta posición.

El “false flag” ha estado presente en todos los episodios de la historia de los EEUU: la guerra de Vietnam se inició con el “incidente de Tonkin” que hoy se sabe que jamás existió; la conquista de Nuevo México y la expansión hacia el sur fueron posibles gracias al episodio traumático de El Alamo que el ejército norteamericano podía haber liberado pero que era necesario que fuera sitiado y asaltado por las tropas del general Santana para sacudir el deseo de venganza del pueblo norteamericano. Y es así como llegamos al atentado de las Torres Gemelas en 1993 en el que el explosivo, el montaje de la bomba, la conducción del vehículo fueron realizados por confidentes del FBI mientras que el Imán inspirador intelectual del atentado pudo entrar en los EEUU gracias a la CIA. Ocho años después, dos aviones se estrellaban contra esas mismas Torres Gemelas entrando los EEUU en una nueva política intervencionista en todo el mundo bajo el rótulo de “lucha contra el terrorismo internacional”.

Hoy, en los EEUU, no todos los detractores de la versión oficial sobre el 11–S figuran entre los miembros del Tea Party Mouvement, pero todos los miembros de este sector emergente rechazan la versión oficial del atentado con Ron Paul a la cabeza. Quizás este extremo sea el más interesante que ofrece el movimiento.

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.eshttp://infokrisis.blogia.comhttp://info-krisis.blogspot.com – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.

El truño: Balada triste...

El truño: Balada triste...

Infokrisis.- Actores buenos, escenografía buena, efectos especiales buenos, guión infame; resultado: película tan esperpéntica como aburrida. Título: Balada triste de trompeta. Autor del desaguisado: Alex de la Iglesia, reiteradamente acusado de plagio, baranda mayor de la malhadada Academia Española de Cinematografía y director tan sobrevalorado como subvencionado. Recomendación: si os apetece ver lo que hace el cine español, bajadla con cualquier peer to peer. No vale la pena pagar unos euros para aguantar al tipo de al lado zampándose palomitas, al del otro lado hablando con la compañera, al de delante que le suena el teléfono y al de atrás que se tira un cuesco. Lo que ha se proyecta en la pantalla o es gratis o no vale la pena. Yo piqué y aquí me tenéis arrepintiéndome.

Él esperpento: mejor género español

Hubo un tiempo, hacia los 80 y 90 que a los cineastas españoles se les daba bien el género policíaco que sintonizaba con el cine de postguerra que también, a pesar de la escasez de medios, logró cintas interesantes en esa materia. Ahora lo que triunfa en este país es el esperpento. Películas sin pies ni cabeza, con una mediocre realización y cuyo único reclamo son actores que en ese momento gozan de cierta popularidad, parecen bastar para armas una película en base a un guión surrealista e inconexo. Eso, o bien cintas de humor de sal gruesa. O, cintas intimistas “de autor” en donde el aburrimiento nos asalta desde las primeras escenas, el bostezo es irreprimible y la siesta una derivación directa del guión. La Coixet en esto último es única, pero no es la única maestra del bostezo. Balada triste de trompeta es, simplemente, esperpento en estado puro.

El zapaterismo ha impuesto como moda el retorno a 1936 y a versiones libres de la memoria histórica. Esta cinca toca de refilón la brutalidad de aquella época y lo hace de manera esperpéntica tomando como protagonista la figura del payaso. Todo lo que podía decirse sobre los payasos ya se ha dicho. La figura del payaso maltratador no es nueva y la del payaso asesino todavía menos desde que Gazy fue detenido y condenado a la silla eléctrica. Alex de la Iglesia, en cambio, la presenta como la gran originalidad de la película. Ni siquiera Santiago Segura haciendo de payaso tonto da un toque de humor a la cinta que al cabo de 30 minutos genera en el espectador la necesidad de abandonar la sala.

De la banalización y la transformación de la guerra en esperpento

La falsificación y banalización de la guerra civil, se agrava ahora con la transformación del conflicto a la mera dimensión de esperpento. Y para colmo de un esperpento maniqueo en donde los de un lado son buena gente, algo raros, pero buenos tipos al fin y al cabo, y los de enfrente unos hijosdeputa que ganan el conflicto a base de fusilamientos y crueldades.

Desde la presentación de la película llaman la atención las fotos que acompañan a los títulos en donde pueden verse los rostros de la época. ¿Por qué sale el de Fraga, por ejemplo, y no el de Carrillo? A fin de cuentas, Carrillo, a quien no le ha quedado nadie en su vida a quien traicionar, es una mezcla de esperpento y fusilador compulsivo que sintoniza muy bien con la película, pero es que ésta es, a la postre, maniquea y los de un lado están exentos de responsabilidades.

Los tópicos de la guerra civil reafloran en este esperpento una vez más, pero con una novedad. El Valle de los Caídos se convierte en el lugar de referencia de la cinta, tanto en su arranque como en su resolución.

No es la primera vez que el Valle de los Caídos en los últimos años alcanza fama cinematográfica. Recordamos ahora una olvidable cinta porno “El facha X” realizada por un individuo cuya falta de imaginación erótica contrasta con su exceso de obsesiones edípicas, ambientada también en el Valle de los Caídos, cinta realizada en función de “principios”. Esta otra de Alex de la Iglesia no es mucho mejor.

En ambas cintas de lo que se trata es de “matar al padre”: el franquismo, o a papá cargo del franquismo, o los principios recibidos en la educación que el “hijo” siente como asfixiantes y ante los que se revela para afirmar una personalidad propia. Es el clásico complejo de Edipo que desaparece con la adolescencia y que solamente los raritos mantienen vivo hasta la senectud. Alex de la Iglesia tiene también algo de esto y vuelve en esta cinta a realizar unas cuantas órbitas frívolas en torno al franquismo, verdadera obsesión del hijo escasamente creativo que experimenta la sensación de asfixia ante el universo del padre, en este caso de los grandes creadores del cine del período franquista, los Edgar Neville, los Juan de Orduña, los de la Loma, etc.

¿La guerra civil va a servir alguna vez para expresar algo más que los propios complejos y frustraciones personales? ¿Alguna vez se empezará a abordar la guerra civil desde el terreno que sería lógico: la historia? ¿Alguna vez desaparecerá el tratamiento frívolo y maniqueo de la guerra civil de las pantallas? Iría siendo hora…

El plagiario que se plagia a sí mismo

La sombra del plagio ha acompañado en demasiadas ocasiones a Alex de la Iglesia como para que puede eludirse este lado oscuro de su personalidad. La desgraciada serie Pluton BRB Nero estrenada en 2009 por la 2 de TVE fue acusada de plagio por el dibujante de cómics Alfonso Azpiri que había creado el personaje de “Lorna” en los años 80. En 1995, de la Iglesia fue demandado por un joven que afirmaba que el guión de El día de la bestia era la transformación no autorizada de una obra suya, “La Luz” que nunca había sido publicado pero que había remitido a la productora del filme El Deseo SA. Las similitudes eran tales que hacían sonrojar. No son buenos antecedentes como para poder calificar el cine de De la Iglesia de “honesto”.

Pero donde ya todo se convierte en excesivamente triste es cuando el propio de la Iglesia se copia a sí mismo en un autoplagio difícilmente negable. La escena final de Balada triste de trompeta se desarrolla en la cúspide de la cruz del Valle de los Caídos. Los protagonistas penden del brazo horizontal de la cruz y luchan por no caer al vacío. La escena es excesivamente similar a aquella otra en la que los protagonistas de El día de la bestia cuelgan del fluorescente luminoso de Sweeps situado en la madrileña Gran Vía esquina Jacometrezo. O de otra escena similar en La Comunidad, también desarrollada en la Gran Vía. Son la misma escena con los personajes cambiados.

Por otra parte, el payaso triste disparando a diestro y siniestro ráfagas y más ráfagas, no es sino una reactualización de las escenas finales de 800 Balas en donde todos los protagonistas enloquecidos disparan y disparan bastante más de 800 balas.

El ambiente de freakysmo es, por otra parte, habitual y cansino en las películas de Alex de la Iglesia. Lo vimos en Acción mutante, lo volvimos a ver en El día de la bestia y está presente en toda su filmografía desde su primer corto Mirindas asesinas.

Si esto es lo mejor, ¿qué será lo peor?

Balada triste de trompeta es lo que vulgarmente se conoce como un truño, ¿para qué vamos a engañarnos?. Salvo la fotografía de Kiko de la Rica, el guión es rematadamente malo, el ritmo narrativo llega en ocasiones al bostezo y la interpretación, en general, salvo algún actor de reparto, es discretita. De ahí que no se entienda el por qué la película está nominada para ¡quince Goyas! O el Goya está de rebajas o alguien se ha pasado en su peloteo al director de la Academia.

Si esta película es candidata a “la mejor película del año” ¿cómo será la peor? El protagonista, Antonio de la Torre, también nominado como “mejor actor”, completamente inexpresivo, sin matices, sin energía y sin carácter, completamente fofo; la “mejor actriz de reparto”, Terele Pavez… que apenas aparece dos minutos, es irrelevante y, para colmo, en la película hay media docena de actores de reparto que lo hubieran merecido con más méritos (ahora bien, si lo que se quiere es homenajear a la Terele Pavez, esa es otra historia); el “mejor guión original” es otra de las nominaciones inmerecidas; quizás si existiera un premio al “mejor esperpento de la temporada” seguramente este guión lo habría merecido.

Ni merece Goyas en el número en que ha sido nominada, ni siquiera merece verse. La cultura cinematográfica del telespectador no se resentirá si deja de ver este peñazo infumable.

En cuanto a la “actriz revelación”, Carolina Bang, co-protagonista de la película, quizás sea la nominación menos inmerecida. El problema de esta chica que no actúa mal y que tiene un físico digno de encomio, es que su hasta ahora breve carrera parece haberse encaminado hacia ese género que podemos llamar “esperpento nacional”, que hace fortuna en esta desgraciada época de Gran Hermano, zapaterismo a go-go y crisis estructural de toda la sociedad. En efecto, las dos únicas películas filmadas hasta ahora por la Bang son ésta que comentamos y La daga de Rasputín que también sigue por derroteros similares. Jesús Bonilla que, antes había perpetrado El oro de Moscú, reaparece ahora –cuando todos dábamos por fenecida su carrera como director a la vista del aborto anterior- con esta otra cinta que tiene a la Bang de escultural prota.

Po cierto, la Bang encarnó el papel de Lorna en la serie televisiva Plutón BRB Nero. Sí, Lorna, el personaje sobre el que pesa una acusación de plagio…

© Ernest Milà – Infokrisis – http://info-krisis.blogspot.comhttp://infokrisis.blogia.comernestomila@yahoo.es – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.

 

Generación Ni-Ni y generación Cero

Infokrisis.- Estamos asistiendo al nacimiento de una generación mutante. Estas navidades han confirmado que, por primera vez, una generación que ahora tiene hasta 15 años va a alimentar su ocio solamente con videojuegos. Tales han sido los regalos más vendidos en estas fechas. Cualquier otra cosa, incluso productos del sector informático (MP4, iPads, iPhones, iBooks, etc, etc) han tenido poco impacto entre la franja de edad de entre 6 y 15 años. Todavía no se han calibrado las implicaciones de un cambio cultural de este tipo, aparte, naturalmente, del ensanchamiento de la “brecha digital”: la distancia que separa a los que utilizan las nuevas tecnologías de los que permanecen de espaldas a ellas… cuando lo realmente importante es la existencia de un amplio espectro de población joven que lo desconoce todo de la vida y solamente sabe utilizar un tipo de producto microinformático: el videojuego. Tras la Generación Ni-Ni, la Generación Cero está a la espera en el atrio.

La generación que ahora empieza a aproximarse a los 60 años fue la primera que desde su infancia vio cómo la televisión ocupaba un espacio creciente en su vida. La que ahora tiene 30 creció con los ordenadores personales y luego descubrió las consolas de videojuegos e Internet. Los que ahora tienen entre 10 y 15 años forman parte de la primera generación que han dado la espalda a los juegos hasta ese momento tradicionales, compartidos con otros amigos y han recibido (y exigido) como regalos de Navidad solamente videojuegos.

Del “compartir” al “competir”. La adicción.

No es raro que esta nueva generación no conozca la palabra “compartir” y prefiera la de “competir”. Ciertamente, Internet permite relacionarse con otros jugadores de cualquier lugar del planeta, pero solamente para competir. Los tiempos en los que los niños salían a la calle y se pasaban buena parte de su tiempo de ocio con sus amigos y compañeros han quedado atrás. La nueva generación conoce solamente la vida y el mundo a través de una pantalla de ordenador. Si quiere jugar a los bolos tiene un juego de bolos que, de paso, incluye también tenis, baseball, fútbol y golf. Es difícil arrancarlos de la tiranía del monitor e inducirles a que conozcan el mundo real.

De hecho, el mundo virtual es extremadamente tranquilizador para ellos. Un niño “muere” una y otra vez en el monitor de su videojuego, para revivir inmediatamente y poder rectificar la jugada progresando al nivel superior. El morir virtual no ocasiona daños ni molestias, sólo aumenta el rendimiento del jugador. En cambio, un pisotón dado por descuido en la calle produce dolor puntual; es el precio de la realidad. Además, la realidad virtual es tranquilizadora: en ella, antes o después, siempre se gana. En la realidad tangible esto no ocurre: no está nunca claro si se alcanzará lo esperado o no, si se podrán cumplir ambiciones y proyectos. Además, en el universo tangible, moverse implica un esfuerzo, intentar obtener algo supone sacrificarse, querer “ser” algo requiere precisamente la presencia de algo que el jugador de un videojuego no está dispuesto a asumir: que no todo en la vida es juego o diversión.

La adicción es el efecto esperado por los fabricantes de un videojuego: éste es tanto mejor cuanto mayor es su capacidad adictiva. De hecho, la adicción es uno de los principales factores que se tienen en cuenta para medir la calidad de un videojuego: el tiempo que el jugador está “enganchado” a él sin moverse de la pequeña pantalla, las horas que le dedica...

El problema de la adicción de toda una generación a los videojuegos no es que espacios cada vez mayores de su vida pasen a depender de su adicción, sino que el entorno en el que desarrolla su vida se va degradando y unidimensionalizando: a fuerza de dar la espalda a la realidad tangible, el adicto a los videojuegos se sumerge en una realidad virtual que resulta para él mucho más gratificante y tranquilizadora.

Quiebra del sistema educativo

En una sociedad sana, el sistema educativo habría enseñado al joven que el ocio constituye una parte de su tiempo, pero que esos años son, fundamentalmente, años formativos en los que su capacitación y su preparación para asumir responsabilidades en el futuro son, sin duda, lo más importante. Hay tiempo para todo: para el estudio, para la familia, para los amigos, para el ocio e incluso para los videojuegos… pero esto ocurriría sólo en una sociedad sana: en la actualidad el tiempo destinado a estos últimos va engullendo progresivamente el dedicado a otras áreas de la sociabilidad.

La combinación entre un sistema educativo desintegrado y que ya no cumple ninguno de los objetivos para los que había sido diseñado y la tendencia del joven a usar y abusar cada vez más de los videojuegos actúa en sinergia creando un efecto deletéreo. Poco importa, desde este punto de vista, si los videojuegos son pacíficos o violentos: es su capacidad adictiva situada en el marco de una crisis del sistema educativo lo que los hace peligrosos.

Las concepciones progresistas en materia educativa hacen que desde la preescolar, el joven, en lugar de ser adiestrado en las distintas habilidades del conocimiento y especialmente en los sistemas de obtención de conocimiento (esfuerzo, constancia, sacrificio, interés, concentración, autodisciplina), reciba una enseñanza cuyo principio es “aprender jugando”. Los maestros procuran que el niño adquiera conocimientos a través de juegos y de diversión, evitan que tenga que esforzarse y se obstinan en que desde las letras hasta el contar hasta 100 se conviertan en un juego que logre interesar al niño. El resultado de este sistema de enseñanza es que el niño aprende, sí, aprende, sobre todo… a jugar.

En las fases siguientes de su progreso por el sistema educativo, cuando ya ha entrado en la EGB y se supone que debería de adquirir conocimientos más sólidos, los padres van percibiendo que el aprendizaje de la lectura y de la aritmética se va retrasando en relación a lo que ellos mismos habían experimentado en su aprendizaje. Un padre de 50 años se formó en el bachillerato del tardo franquismo que aseguraba que entre los 5 y 6 años el niño había aprendido a leer correctamente y sabía sumar y restar con facilidad. Hoy el dominio de esas habilidades tiende a retrasarse un par de años. Por lo demás, hasta los 10 años, el niño ejercitaba la “caligrafía”, hacer que su escritura fuera inteligible, hoy esta asignatura ha desaparecido completamente y si era importante se debía sobre todo a que el niño aprendía a dominar su pulso, su atención y su capacidad para templar su ánimo.

La lectura era otra habilidad que se enseñaba a partir de los 5 años y que a los 8 ó 9 proporcionaba algo más que fluidez en su uso, garantizaba también la comprensión de lo que se estaba leyendo. La única forma de asimilar todas estas habilidades es mediante el esfuerzo, el sacrificio, la atención y la constancia, elementos que están completamente ausentes del “aprender jugando” que, a fin de cuentas, solamente transmite el… aprender a jugar.

Rostros desconocidos para errores conocidos

Para colmo, alguien de rostro desconocido, cuyo poder para diseñar un sistema educativo estaba en contradicción con su cualificación para hacerlo, decidió un buen día que los niños podían progresar de un curso a otro a pesar de tener asignaturas suspendidas. Lo razonable hubiera sido que se volviera a examinar el septiembre de las asignaturas suspendidas en junio, pero alguien sin rostro decidió que el niño podía pasar al curso siguiente aun manteniendo un déficit de conocimientos, déficit que al ser acumulativo, cada año le inhabilitaba más para el dominio y la comprensión de determinadas asignaturas. Para dividir hace falta saber sumar, restar y multiplicar, si el alumno pasa de un curso a otro con déficit de conocimientos en estas materias jamás podrá dividir, ni adentrarse en las complejidades del álgebra y, por lo mismo, tampoco estará en condiciones de seguir adelante en asignaturas como física y química o en aquellas otras que requieran reflexión lógica incluso aunque sean de ciencias. Sería bueno que los medios de comunicación nos recordaran el rostro de quien introdujo esa “novedad” en nuestro sistema educativo que ha destrozado la vida estudiantil de una parte importante de nuestros jóvenes.

Y para colmo, tampoco conocemos el rostro de aquel otro educador que creó distintos “itinerarios”, esto es distintas ramas que a partir de una temprana edad condicionaban la orientación posterior del estudiante: el antiguo bachillerato de ciencias a un lado y de letras a otro tenía sus asignaturas “hueso”: matemáticas y química por una parte y latín y griego por otra, es decir, estaban equilibrados en dificultades.

En cambio, los actuales “itinerarios” adolecen de varios defectos insuperables. De un lado, en un momento en el que los jóvenes carecen de “vocación” y en su inmensa mayoría ignoran lo que quieren ser en el futuro, es extremadamente peligrosos pedirles que elijan a temprana edad un itinerario que condicionará sus estudios futuros: lo más probable es que elijan el itinerario más  fácil, el que consideran que tiene menos asignaturas “hueso”: el humanístico, el artístico… y rechacen el científico que es el que les requiere más esfuerzos (en un momento, además, en el que a fuerza de ir pasando de curso con asignaturas suspendidas ya les ha hecho perder el control de las asignaturas de ciencias). A esto se une que, llegados a esos niveles, la cultura del esfuerzo y del sacrificio ya está completamente ausente del panorama del estudiante.

PP y PSOE: padres de un sistema educativo quebrado

El resultado de este sistema educativo esperpéntico construido por el PP y por el PSOE es una superabundancia de alumnos (una tercera parte) que abandonan sus estudios de primaria antes de concluirlos. Los que pasan al nivel universitario lo hacen mayoritariamente a carreras “fáciles” o con pocas complicaciones (habitualmente de letras) para las que, por lo demás, existen escasas salidas profesionales y un número desmesurado de alumnos: ¿cuántos periodistas necesita la sociedad española? Sin duda muchos menos que los miles que cada año se gradúan en las facultades de periodismo de este país (para colmo, la fractura de España en 17 comunidades autónomas hace que cada una de ellas exija una facultad de periodismo a despecho de su población y de las posibilidades de empleo de los licenciados, la inmensa mayoría de los cuales al acabar sus estudios se limitan a ser becarios en cualquier medio de comunicación que, para casi todos será su única posibilidad en la vida de haberse aproximado a una redacción).

En cuanto a los que han abandonado sus estudios ni siquiera les queda el recurso a la formación profesional: se tarda demasiado en acabar unos estudios que tampoco están concebidos como prácticos y aplicativos. Lo que les interesa es trabajar en lo que sea y lo antes posible: mientras la construcción ha absorbido mano de obra, cientos de miles de jóvenes que habían abandonado la EGB se refugiaban en las obras, evacuando escombros o haciendo tareas de peonaje… La crisis ha cerrado esta vía para siempre y ha dado carta de naturaleza a la Generación Ni-Ni.

En cuanto a los jóvenes que siguen carreras técnicas y que concluyen sus estudios, el panorama no es mucho más alentador: les aguardan salarios bajos y contratos en precario que no están en relación con los esfuerzos que han tenido que realizar para obtener el título y que, desde luego, no les va a permitir formar una familia ni a la mayoría independizarse de sus padres. Los problemas de la enseñanza en España se dan a todos los niveles y también nuestra universidad tiene carencia extremadamente dramáticas.

En efecto, la vinculación entre universidad y empresa es cero o próxima a cero. En otros países, es frecuente que cuando los alumnos presentan proyectos de fin de carrera, buscadores de talentos acudan a las exposiciones y ofrezcan, ya a partir de ahí, contratos a los nuevos licenciados. Esto no ocurre en España, entre otras cosas porque las empresas funcionan de manera muy diferente: aquí no es la cualificación lo que se requiere para ejercer la mayor parte de empleos, sino el tener a un buen “contacto” (habitualmente un amigo, un familiar, etc). En muchas empresas, puestos de responsabilidad son entregados a individuos completamente nulos que, a su vez, para salir adelante, deben contratar a técnicos mejor cualificados… y peor pagados. El resultado final es que cada vez más jóvenes licenciados en carreras científicas se van al extranjero para poder ejercer su empleo a cambio de un salario digno y de una estabilidad en el puesto de trabajo.

La desembocadura de toda esta catástrofe educativa es un empobrecimiento cultural y científico de la sociedad española y el que, en su conjunto, nuestros jóvenes tengan “poco valor añadido”. No es por casualidad que el modelo económico de José María Aznar se basase sobre todo en el desarrollo de dos actividades aparatosas pero de escaso valor añadido: construcción y hostelería. El fracaso de nuestro sistema educativo nos había abocado a ello… Y mientras eso siga así ni leyes de “economía sostenible”, ni nebulosos proyectos de I+D+i podrán aplicarse en la práctica.

De la generación Ni-Ni a la generación Cero

El sistema de enseñanza se ha convertido en un reservorio de niños, una especie de logística de almacenamiento mientras los padres trabajan, pero ha perdido completamente su capacidad educativa y tiene muy mermada su función formativa. De hecho, el sistema educativo –por bien que funcione- nunca puede sustituir al entorno familiar en la formación de las nuevas generaciones, pero, éste, se encuentra hoy así mismo degradado: abundan las familias monoparentales, los hijos únicos y los divorcios; todo esto ha hecho que se alterara extraordinariamente el marco en el que crecen los hijos.

Desde luego, una sociedad moderna no puede negar que la familia burguesa está hoy muerta y enterrada pero que era un “más” en relación a las modernas formas parafamiliares que han ido apareciendo posteriormente. En la familia burguesa estaba todavía presente cierta especialización: la madre se cuidaba de la educación del niño y del mantenimiento del hogar, mientras que el padre aportaba medios económicos a la familia. No era una forma ideal de organización familiar, pero suponía un estadio superior al que lo ha sustituido.

Cuando, a partir de los años 40 la mujer empezó a integrarse en el mercado laboral (veinte años después en España), se rompió esta división de funciones, el sistema educativo suplió el hecho de que la madre disminuyera su presencia en el hogar. Eran los tiempos en los que se enseñaba “urbanidad” en los primeros años de escuela. Pero luego, cuando el sistema educativo entró en crisis en los años 70 y especialmente en los 80 y 90, todo esto se fue al traste.

Hoy estamos viendo los resultados de una generación que, en buena parte ya tuvo una educación muy deficiente, educando a su vez a sus hijos. El resultado será inevitablemente demoledor. Esto, para colmo, ha coincidido con la eclosión de los videojuegos que han representado para las familias la posibilidad de que los hijos estén tranquilos, casi en un estado entre letárgico y catárquico ante el monitor de la cónsola de videojuegos.

¿Hay solución? En lengua castellana “solución” rima con “educación”.  La educación es hasta tal punto importante para un país que resulta imposible cambiar un modelo económico sin cambiar antes el modelo educativo. Modelos educativos de perfil bajo que aspiren solamente a que el joven abandone las aulas conociendo los rudimentos culturales mínimos, no puede aspirar a desarrollar una economía basada en I+D+i.

Primero educación y reconstrucción de un modelo familiar sólido y estable. Paralelamente reconstrucción del sistema educativo reintroduciendo los valores de esfuerzo, sacrificio, constancia, autodisciplina y mérito por parte del alumno y reconociendo autoridad al profesor. Para ello es preciso revisar todos los recovecos del sistema educativo, incluidas las Escuelas Normales, verdaderos reductos del progresismo que nos ha llevado directamente a la ruina del sistema educativo. Si un profesor no tiene valor (o no cree) en la necesidad de imponer su autoridad, no puede seguir dando clases. Es preciso volver a la concepción clásica que considera a la escuela como una relación jerárquica entre los que tienen un “saber” que transmiten a quienes no lo tienen. Si, en lugar de esta concepción se impone la que hasta ahora ha sido habitual en democracia, esto es, que alumnos y profesores forman un todo “democrático” e igualitario, nunca jamás se logrará recomponer nuestro sistema.

Frente al “aprender jugando” hay que reimplantar la “cultura de la memoria” sin la cual es imposible ejercer el pensamiento lógico y que no es sino una parte dela cultura del esfuerzo. El elemento central de cualquier sistema informático es la CPU, la “unidad central de procesos”, el cerebro del ordenador. Un ordenador es tanto más eficaz cuanta más memoria RAM tiene y a mayor velocidad funciona. Otro tanto ocurre con el ser humano. Sin embargo, la enseñanza moderna ha desterrado por completo el aprendizaje memorístico de los planes de enseñanza, lo que equivale también a imposibilitar el ejercicio del pensamiento lógico…

El papel del mundo digital

Hoy, todos los profesores tienen que comprobar si los trabajos que encargan a sus alumnos los han hecho ellos o los han copiado y pegado de cualquier Web (alguna de las cuales alardea de existir para cubrir esa función: www.rincondelvago.com, por ejemplo). Cuando Zapatero en uno de sus habituales “paquetes de medidas” proponía que todos los estudiantes tuvieran un ordenador personal, evidentemente, no sabía lo que estaba diciendo: eso solamente puede ser admisible en un sistema educativo que funcione, no en un sistema educativo quebrado en el que cada estudiante, con el ordenador recibiría la posibilidad de insertar videojuegos o jugar en red. Los edificios no pueden empezarse por el tejado, pero tampoco a ZP se le puede pedir algo de sentido común.

Paradójicamente nuestros jóvenes están a la cola de Europa en rendimiento escolar pero tienen un más que aceptable nivel de utilización de las nuevas tecnologías, incluso los que han abandonado los estudios a los 14-16 años. Esto explica por qué en España no se producen estallidos de cólera como los que han sucedido en Grecia, Reino Unido, Francia o Italia en situaciones en general bastante menos dramáticas que la española. Aquí nuestros jóvenes están sometidos a la narcosis de los videojuegos que se completa con otras “esperanzas para desesperados” generadas por el propio sistema. En ningún otro país, por ejemplo, los clubs de fútbol están tan endeudados con el Estado (especialmente con la Seguridad Social a la que adeudan en torno a 5.000 millones de euros) como en España y en pocos países la situación del déficit público haría tan urgente cobrar esa deuda: sin embargo, es mucho más fácil que el Estado embargue la cuenta corriente de un pequeño empresario a la taquilla del CF(FC) Barcelona o del Real Madrid.

El sistema (entendido como el conjunto de intereses, político, económicos y mediáticos que dan forma a una nación y a su sociedad) ha entendido perfectamente que el mejor joven es el joven consumido ante la pantalla de un ordenador, que puede cultivar su tiesto de marihuana en el balcón. Poco importa que pase las horas muertas intentando superar el nivel del videojuego en el que se encuentra, o que emplee horas en ver partidos de fútbol intrascendentes jugados por equipos que ni le van ni le vienen, incluso en ligas distantes en el espacio. Poco importa que fuera no haya trabajo, ni posibilidades de obtenerlo en el próximo lustro. Tampoco importa que su nivel de conocimientos y de preparación laboral sea cero o próxima o cero, o se concentre en sectores (como la hostelería y la construcción) que nunca más le van a ofrecer alternativas laborales.

Si tiene necesidad de relacionarse de tanto en tanto con otros jóvenes, la moda del botellón le facilitará una oportunidad más para el embrutecimiento de los sentidos mediante sobredosis de alcohol. Si va por la calle, por el metro, llevará encajados en los oídos auriculares que harán que con apenas 25 años tenga los tímpanos endurecidos propios de un anciano de 65 años. El ruido, el videojuego, el botellón, el espectáculo deportivo, le impedirán meditar sobre lo miserable de su existencia. Comerá solamente porque sus padres trabajan o viven de un modesta pensión que da al menos para eso, y de poco le importará ser un prominente miembro de la “Generación Ni-NI” que apenas ocupó un corto período de tiempo entre el estallido de la gran crisis económica (junio de 2008) y el momento en el que advirtió que ésta era algo más que un paréntesis en el que ni trabajaría, ni estudiaría.

El problema de fondo es mucho mayor de lo que se tiene tendencia a pensar: si esta crisis que se prolonga ya por espacio de tres años, dura –tal como se prevé- en torno a 5 ó 10 años más, en el curso de los cuales no solamente no encontrará trabajo, sino que le será muy difícil reemprender unos estudios en un sistema educativo quebrado, de tener 25 años pasará luego a tener 35, una edad en la que ya resulta difícil encontrar determinados trabajos y su preparación y experiencia profesional serán la misma que ahora mientras que la sociedad habrá cambiado radicalmente. En esa sociedad posterior a la crisis, mucho más competitiva que la actual, los 35 años pesarán como una losa, y mucho más si tenemos en cuenta que las pensiones de jubilación se calcularán sobre la base de los últimos 25 años de cotización. Para entonces es posible que muchos padres que hoy mantienen a sus hijos, ya hayan fallecido ¿de qué vivirá entonces la Generación Ni-Ni? ¿en qué trabajará?

Por eso hemos empezado diciendo que la “brecha digital” entre los usuarios de las nuevas tecnologías y los que permanecen de espaldas a ellas, no es –contrariamente a lo que opina la sociología- el hecho capital de la sociedad moderna. Incluso alguien que no haya utilizado jamás un ordenador puede realizar trabajos agrícolas y, por extensión, puede trabajar en sectores de poco valor añadido. Pero un joven de la Generación Ni-Ni que durante años no haya trabajado ni estudiado, que haya utilizado su tiempo para chatear por la red, utilizar videojuegos, enviarse mensajes SMS y que maneje todos los mecanismos de ocio de la red ello no implica que esté mejor adaptado para afrontar una sociedad competitiva, sino que está refugiado en un mundo virtual que lo aísla completamente la realidad y le proporciona un entorno narcótico y tranquilizador como la droga más sedante que se hubiera inventado.

La Generación Ni-Ni es sólo un estadio temporal en la vida de un joven. Su permanencia en este nuevo grupo social producto de la crisis, durará entre 3 y 10 años más. Cuando haya terminado la crisis –de la manera que sea, incluso son el desmantelamiento del actual sistema mundial de producción y consumo- toda esa generación adicta a lo digital, percibirá que no está preparada para tomar el relevo de las que le han precedido: será una Generación Cero. Hay que alarmarse sobre cómo serán los hijos de esta nueva generación.

© Ernest Milà – Infokrisis – http://infokrisis.blogia.comhttp://info-krisis.blogspot.comInfokrisis@yahoo.es – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.

 

Armadegón: la batalla del fin del mundo

Infokrisis.- Creo que este artículo debió publicarse en Año Cero o en Nuevos Horizontes y respondía al interés de los lectores de estas revistas en aquel momento (año 2000).  Justo en el tránsito de un milenio a otro, parecían vivirse terrores apocalípticos y todo aquello que intentaba explicar y abordar la cuestión, se beneficiaba del visto bueno de los directores. De todas formas, una vez leído de nuevo el artículo me da la sensación de que se perdió la última parte incluso algunos recuadros sin los cuales el artículo parece algo incompleto.

 

El paseo del líder ultraconservador israelí Ariel Sharon por la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén provocó una airada reacción de la población palestina. Bruscamente, el proceso de paz de Oriente Medio, sufrió un parón. Las cancillerías de todo el mundo se convulsionaron: por primera vez desde la Guerra del Golfo, Oriente Medio volvió a convertirse en un reguero de pólvora. Todos estos sucesos tienen lugar a 60 Km. de llanura de Megido, donde según la tradición apocalíptica tendrá lugar la batalla de Armagedón, la batalla del fín del mundo. 

En tiempos bíblicos, el pueblo judío era un agregado de pequeñas tribus, de origen incierto, no excesivamente diferentes del resto contra las que guerrearon. Tenían un conjunto de libros sagrados, bastante similares a los que utilizaban los pueblos de la misma familia. Sin embargo, la figura de los profetas y las desgracias con que su dios les castigó, modelaron el particular carácter hebreo, uno de cuyos rasgos es la espera del Mesías y la promesa de renovación postapocalíptica.

Resulta casi increíble que estos conceptos, localizados en un lugar perdido de Oriente medio, en un tiempo remoto y encarnados en minúsculas tribus, hayan llegado hasta nuestros días. El cristianismo, inicialmente una disidencia del judaísmo, asumió como propios los libros sagrados judíos, los unió a los evangelios y de ahí surgió la Biblia. La tendencia al profetismo hebreo del antiguo testamento fue heredada y remodelada en el evangelio al que se le añadió un libro de carácter escatológico: el Apocalipsis. Fue así como los viejos mitos judíos se extendieron a todo el orbe.

LA DESTRUCCIÓN DE ISRAEL

Lo más preocupante es que uno de los signos del Apocalipsis según las profecías bíblicas es la destrucción de Israel. Hace 55 años se especuló sobre si el holocausto que sufrió el pueblo hebreo durante la Segunda Guerra Mundial suponía el cumplimiento de signo. Dificilmente sería así, porque Israel como Estado, se fundó en y antes sólo existía la Diáspora.

Desde su fundación, Israel ha vivido una situación de tensión con los países árabes limítrofes y, especialmente, con el pueblo palestino que habitaba las regiones que hoy constituyen el Estado judío. Las tres sucesivas guerras árabe-israelíes (1949, 1967 y 1973) y los sucesos traumáticos que han ocurrido en la región ("intifada" palestina del 88, "septiembre negro" de 1972, terrorismo internacional, guerra del Líbano), han contribuido a envenenar progresivamente la situación. A partir de 1985 aparece un fenómeno nuevo, el radicalismo islámico, que poco a poco va alcanzando un papel preponderante y para el cual, la reivindicación de Jerusalén como capital del Estado Palestino y la expulsión de los judíos, son los objetivos capitales, metas a las cuales se llegará mediante la "guerra santa".

Si a esto añadimos que los ejércitos árabes que rodean a Israel son más fuertes que nunca, el combinado formado por los odios seculares, el integrismo islámico y el fundamentalismo judío, resulta altamente explosivo. En otras palabras: si uno de los signos del Apocalipsis es el riesgo de desaparición del Estado de Israel, este riesgo es hoy, mayor que en cualquier otro momento de la historia.

ARMAGEDON: LA BATALLA FINAL

El interés de los analistas políticos por lo que ocurre en la zona tiende a aumentar especialmente en los EE.UU. Desde principios de los años 80, los fundamentalistas cristianos aseguran que nos encontramos ante la Segunda Venida de Cristo y este tema ha tenido gran repercusión entre las administraciones republicanas (Reagan y Bush y quizás en el período post-Clinton). Durante la campaña de 1980, Reagan dijo en TV: "Puede que seamos la generación que verá el Armagedón" y, posteriormente, ante un grupo de rabinos expresó: "Israel es la única democracia estable en la que podemos confiar como una zona en la que podría llegar el Armagedón". Tres años después, su Secretario de Defensa, Caspar Weinberger afirmó al periodista Christopher Reed que la batalla de Armagedón tendría lugar en la llanura de Megido. Pocas semanas después, en el curso de una conferencia en Harvard, angustiado, afirmó que "creo que el mundo se va a acabar, por obra de Dios... pienso que el tiempo se está acabando".

Reagan y Weinberger, no eran simples oyentes de los telepredicadores apocalípticos al estilo de Jerry Falwell, sino los gestores de la administración y de la política de defensa norteamericana, una política muy estable en Oriente Medio. Cuando se produjo la crisis del Golfo Pérsico en 1990, con la invasión de Kuwait por parte de Irak y, anteriormente entre 1981 y 1987 con la guerra irano-irakí, el Pentágono realizó rápidos despliegues de tropas que aseguraban la protección de Israel y constituían un escudo para evitar.. el Armagedón. En la actualidad, desaparecido el peligro soviético y rebajada la tensión en el Golfo Pérsico, la presencia de la VP Flota norteamericana en el Mediterráneo y de la fuerza de bombardeo estratégico e intervención rápida (los G.I.) en Kuwait, sólo tiene como justificación militar la defensa de Israel ante un eventual ataque árabe. Armagedón sigue estando en consideración del Estado Mayor norteamericano.

LA BASE DEL FUNDAMENTALISMO CRISTIANO

El libro de Daniel, integrado en el Antiguo Testamento también tiene ese carácter escatológico. A lo largo de los tiempos, el Libro de Daniel ha inspirado la formación de posturas cristianas radicales. La posición oficial de la Iglesia ha sido contraria a interpretar contemporáneos a la luz del libro del Apocalipsis. Los escritos de San Agustín contra la interpretación literal de la Biblia se respetó hasta el siglo XIII.

Sin embargo, el ideal escatológico fue el motor de los primeros siglos del cristianismo. A decir verdad, no hay ninguna muestra que evidencie que en el año 1.000 se produjeran terrores apocalípticos. Éstos comenzaron a finales del siglo XIII. En esa época, el místico italiano Joachin de Fiore realizó una interpretación del Libro de Daniel a la luz del Apocalipsis de Juan, que le convenció de que la cristiandad se enfrentaba a su fin (de hecho la ruptura de la catolicidad, primero con la creación de la Iglesia Ortodoxa y luego con la aparición del protestantismo, suponían el fin del ideal "católico", es decir, su carácter universal). Si a esto unimos que siguieron las grandes epidemias de peste en Europa, la guerra de los Cien años, el fin del templarismo, la caída de Constantinopla y el hundimiento de la sociedad feudal, se comprende que se le diera la razón a Fiore. Los tiempos eran, efectivamente, Apocalípticos. A partir de ahí se inicia toda una línea interpretativa que hoy protagonizan los fundamentalistas cristianos de Estados Unidos.

Para este sector cristiano, la paz entre Israel y los Países Árabes es uno de los signos proféticos de la Gran Tribulación. John Walvoord, en su libro Armagedon, Oil and the Middle East Crisis, (Armagedón, el Petróleo y la Crisis del Medio Oriente) (p.113), dice, "El Tratado de paz para el Oriente Medio es una señal de los últimos tiempos". El 13 de septiembre de 1993, se iniciaron las conversaciones de paz. La prestigiosa revista Time (septiembre de 1993), habitualmente bien informada y muy prudente, manifestó un júbilo desmedido: "[el tratado de paz supone un] evento inimaginable, la consumación fervorosamente deseada pero nunca realmente esperada, que ha llegado como si el creador haya comenzado un nuevo mundo."

A 60 KM. DE JERUSALÉN: MEGIDO

La batalla de Armagedón, según la profecía, tendrá lugar en la llanura de Megido, situada a 60 Km. al norte de la Explanada de las Mezquitas, donde ha tenido lugar la gran explosión de violencia entre palestinos y judíos; un estallido sin precedentes -mucho más violento que la intifada de 1988- que, en el momento de escribir estas líneas, ha causado 200 víctimas por ambas partes. Los distintos intentos de atajar la situación se han saldado con fracasos y las conversaciones de paz promovidas por distintos gobiernos se han embarrancado a causa del extremismo fundamentalista de unos y otros. En realidad, dos comunidades que están abocadas a vivir juntas y a confraternizar se ven irremediablemente separadas por el fundamentalismo religioso y la violencia cotidiana.

Pero esto no es lo peor: lo peor es que las fisuras creadas entre el mundo árabe y Occidente son irreversibles. Los EE.UU. y el lobby sionista se han configurado como aliados del Estado de Israel y, consiguientemente, su enfrentamiento con los países árabes moderados es inevitable. Todo el mundo árabe defiende la idea de que las Mezquitas establecidas en Jerusalén son sagradas e inviolables, y, por supuesto, innegociables. Arafat, debilitado por un cáncer linfático, ha concluido su ciclo histórico. No está claro quien le va a suceder al frente del naciente Estado Palestino, pero, sea quien sea, será beligerante contra Israel.

Por su parte, el gobierno hebreo ve impotente cómo crece su sector político más radical y fundamentalista. Sus colonos armados han causado casi tantas bajas como las balas del ejército judío. Los integristas -e incluso algunos judíos moderados se niegan a abandonar los territorios conquistados en la guerra de 1967...

Es inútil recordar que Israel tiene la bomba atómica, pero el armamento nuclear se encuentra también al alcance de los países árabes.

El problema no es que no haya solución, sino que el conflicto corre el riesgo de generalizarse y alcanzar una extensión mayor que la guerra del Golfo (1990). Sólo que en esta ocasión el mundo árabe estará unido en torno a los valores del Islam, mientras que Israel recibe el apoyo de EE.UU. Un conflicto generalizado sólo puede traer la destrucción de la zona. En las guerras de destrucción masiva no hay vencedores.

Por otra parte, como hemos visto, para el fundamentalismo cristiano norteamericano, bien asentado en algunas áreas de poder, el conflicto actual adquiere de por sí, caracteres apocalípticos. Lo que está en juego para ellos es la Segunda Venida de Cristo que, según esta tradición, debe ser precedida por el advenimiento del Anticristo y el estallido de un conflicto mundial que se resolverá en la batalla de Armagedón. Allí en Megido, 60 Km. al norte de Jerusalén, donde ya no quedan piedras en los suelos que arrojar contra el ejército judío...

 

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Fátima: El secreto revelado ¿es el auténtico?

Infokrisis.- En 2000 escribí –supongo que para la revista “Nuevos Horizontes” este artículo sobre el tercer secreto de Fátima. No recuerdo porqué el asunto estaba de moda en aquel momento, quizás fuera porque Juan Pablo II había viajado a Portugal no hacía mucho y había hablado con Sor Lucía o quizás fue por unas declaraciones de algún prelado vaticano, es caso es que día y noche se hablaba del “tercer secreto de Fátima” y me tocó escribir algo al respecto. Ayer, buscando otras cosas, descubrí perdido en un Disco ZIP Omega este artículo junto con otros de la misma época.

 

Durante su tercera visita a Fátima, Juan Pablo II finalmente ha difundido el secreto que la Virgen reveló a Lucía, la pastorcilla de apenas 10 años, en 1917. El secreto era el atentado contra el Papa. La Virgen acertó en la profecía. Sólo que la versión filtrada hasta ahora era sensiblemente diferente. Todo induce a pensar que el secreto ha sido manipulado.

En 1916, Francisco, Jacinta y Lucía, tres niños de entre 6 y 10 años, empezaron a ser frecuentados por manifestaciones angélicas. Finalmente se les apareció la Virgen en Cova de Iría el 13 de mayo de 1917: fue un reflejo de luz, como un rayo. La Virgen les pidió que volvieran allí seis veces más, los 13 de cada mes a la misma hora. La luz que despidió la aparición penetró en los niños hasta el fondo de su alma. En la siguiente aparición la Virgen mostró a los niños su corazón rodeado de espinas. En la siguiente, el 13 de julio, ya se había unido una muchedumbre. Se rezó para que concluyera la guerra. La virgen mostró a los niños el infierno. Los niños fueron encerrados en un calabozo a la vista de la inquietud que estaban creando.

Sin embargo el 13 de octubre de 1917, 70.000 personas llegaron de todo Portugal al lugar de las apariciones. Llovía, pero Lucía, la mayor de las videntes, ordenó que se cerraran los paraguas. Al parecer, nadie resultó mojado por la tormenta. La Virgen apareció, pidió que se construyera un santuario en aquel lugar y emitió un destello de luz. Luego se produjo el fenómeno conocido como "la danza del sol" (el sol se movió en las alturas y, a pesar de mirarlo, nadie resultó dañado en la vista). ¿Alucinación colectiva? ¿literatura milagrera? ¿experiencia mística? ¿fenómeno desconocido y peor comprendido?

LAS VERSIONES SOBRE EL SECRETO

Francisco y Jacinta murieron en 1919 y 1920. Lucía ingresó en las Hermanas Doroteas de Oporto. En 1925 llegó a Pontevedra para hacer los votos. No volvería a Portugal hasta 1946. En sus años españoles escribió el relato de sus videncias. Allí aludió a las "videncias": "El Secreto consta de tres partes distintas, dos de las cuales voy a revelar ahora". La primera era la visión del infierno, la segunda la descripción de guerras y catástrofes. Sobre la tercera "no tengo permiso todavía". Lucía volvió a ver a la Virgen en varias ocasiones hasta 1926.

En 1943, cayó gravemente enferma y debió ser operada de urgencias. A requerimiento del Obispo de Leiría, accedió a escribir el contenido del mensaje para evitar que se perdiera en caso de muerte. Lucía introdujo el escrito en un sobre lacrado que entregó al obispo en 1944, con el ruego de que se hiciera público en 1960. El Santo Oficio lo reclamó en 1957.

Se dice que Juan XXIII abrió el sobre y quedó tan impresionado que solicitó la opinión de su confesor, el cardenal Ottaviani. Decidieron que el secreto no sería revelado y el propio Papa agregó unas líneas al escrito de Lucía que luego sería lacrado de nuevo. "No quiero ser profeta de calamidades", dijo, según Ottaviani. Pablo VI tampoco lo reveló. Juan Pablo I que había peregrinado a la Cova de Iría en 1977 estaba muy impresionado por la conversación que tuvo con la vidente. Su prematura muerte le impidió desvelar el misterio. Por su parte, el pontificado de Juan Pablo II ha girado en torno a Fátima. El Fulda declaró a los seminaristas: "Su contenido es estremecedor", y señaló el rosario: "Éste es el único remedio que existe contra el mal del que nos habla".

LA VERSIÓN OFICLAL: ATENTADO

Los diarios de todo el mundo del pasado 13 de mayo lo anunciaban con grandes titulares: "El secreto de Fátima era el atentado". Lo más sorprendente es que nunca antes se había insinuado, ni remotamente, que el secreto tuviera algo que ver con dicho atentado. Todo lo contrario. Incluso la propia vidente Lucía, cuando le preguntaban sobre el contenido del secreto se limitaba a decir que todo estaba en el Apocalipsis de San Juan. Todo. Y en ningún momento se habla del atentado a un Papa ni real ni simbólicamente. Para colmo, el contenido del secreto era conocido por un grupo que había ido creciendo a lo largo de los últimos 40 años. En principio, todos los Papas desde Pío XII, todos los Secretarios de Estado y todos los Directores de la Congregación para la Doctrina de la Fe, habían tenido acceso a él. Pablo VI envió una copia al presidente Kennedy, al mandatario soviético Nikita Kruschef y al primer ministro británico, Harold Mc Millan. Y es de suponer que estos lo comentaron con otros. Así no puede extrañar que hacia mediados de los años 60 ya circularan versiones del secreto. Algunos de los cardenales que tuvieron acceso a él, terminaron enfrentándose muy duramente a Pablo VI (el cardenal Ottaviani, por ejemplo). Difundieron el secreto entre los grupos integristas. Y hasta mayo de 2000 el secreto -al decir de estas fuentes y al decir de la propia receptora del secreto, la vidente Lucía- el contenido era única y exclusivamente apocalíptico: tragedias, des gracias, masacres, nuevas guerras... Nunca un atentado a un Papa.

¿SE HAN CUMPLIDO LOS SECRETOS ANTERIORES?

Hay que reconocer algo misterioso en todo el affaire de Fátima. Algo que se nos escapa, pero que está ahí incluso para los más descreídos. Ciertamente la profecía realizada a los primos de Lucía de que morirían jóvenes no es particularmente significativa: en 1917 la tasa de mortandad infantil era elevada. En cuanto al final de la guerra mundial, era evidente que los Imperios Centrales estaban desgastados; tampoco se trataba de una profecía que no pudiera hacer cualquier observador avisado. Sobre la conversión de Rusia, la profecía se ha manifestado errónea: si bien es cierto que el comunismo ha caído y que las iglesias ortodoxas se han reabierto, no es menos cierto que el país atraviesa una crisis global y no vive, en ningún sentido, un retorno a la religión, ortodoxa o católica. En cuanto a la visión del infierno que tanto impresionó a Jacinta, correspondía a las sugestiones de la época. La propia Iglesia concibe hoy el infierno como un lugar de privación de Dios, no como un espacio físico situado en el centro de la tierra con fuego y torturas sin límite.

En definitiva, todas las profecías de Fátima responden a sugestiones de la época y a conflictos que preocupaban en aquel momento o a situaciones sociológicas previsibles. Todas, menos el "tercer secreto"...

EN COVA DE IRIA

En tres ocasiones el Papa ha viajado a Fátinia, siempre ha tenido el convencimiento de haber sido salvado por la Virgen de Fátima del atentado sufrido en 1981. Mientras se reponía estudió ampliamente el caso de Fátima y al salir del hospital pidió que una imagen de la Virgen de Fátima fuera colocada en sus habitaciones particulares en Castelgandolfo. Construyó una capilla dedicada a esta virgen en Polonia situada en la frontera con la URSS... y mirando a Rusia. Finalmente mandó engarzar en la corona de la Virgen de Fátima la bala disparada contra Alí Agca. El 25 de marzo de 1984 la Virgen de Fátima fue llevada al Vaticano y el Papa procedió a la consagración de Rusia... a partir de ese momento, los sucesos se desataron en el Este. Andropov fue sustituido por Gorbachov, el estalinismo dejó camino a la perestroika. Dejando aparte que todo este proceso puede ser expulsado por causas políticas (destrucción del sistema de alianzas defensivas de la URSS por la defección de los aliados del Este, empantanamiento en Afganistan e imposibilidad de competir con EEUU en la "guerra de las galaxias"), Rusia dista mucho de haberse convertido. Más bien se ha transformado en el paraíso de las mafias, de los alcohólicos y en el principal exportador de prostitutas. Todo muy alejado de las esperanzas marianas.

APARICIONES MARIANAS

En todas estas apariciones el mensaje es siempre apocalíptico. A partir de 1961 la frecuencia de se dispara y se convierten casi en cotidianas.

 Ezquioga                         Guipúzcoa               1931

 Beauring                         Bélgica                    1932

 Banneaux                        Bélgica                    1933

 Umbe                             Vizcaya                   1941

 La Codosera                    Badajoz                   1945

 Montichiari                      Italia                       1947

 Tre Fontane                    Italia                       1947

 Lipa                               Filipinas                   1948

 Siracusa                         Italia                       1953

 Garabandal                      Santander                1961

 Zeitoun                           El Calro                   1968

 Akita                              Japón                      1973

 Can Cerdá                       Cataluña                  1974

 Betania                           Venezuela                1976

 Kibeho                            Ruanda                    1981

 Medjugorje                      Yugoslavia                1981

 El Escorial                       Madrid                      1981

 Peñablanca                     Chile                         1983

 San Nicolás                     Argentina                  1983

 Pedrera                          Sevilla                      1987

 Padre Gobbi                    Italia                        1989

 Gibraleón                        Huelva                      1989

¿EL PORQUÉ DE LA OPERACION?

En 1960 todos los católicos esperaban la revelación del secreto de Fátima. El Vaticano evitó pronunciarse embarcado como estaba en la conclusión del Concilio. Sin embargo, un sector del catolicismo tradicionalista se tomó este silencio como una conjura: la voz de la Virgen había sido silenciada. A partir de ese momento empezaron a proliferar apariciones marianas por toda la cristiandad. La primera fue el ciclo aparicionista de Garabaldal, en Santander. El ciclo corresponde a los mismos patrones que el de Fátima: cultura rural, niñas, éxtasis, visiones beatíficas y mensajes apocalípticos. La Iglesia no aceptó estas apariciones (ni ninguna otra posterior). Poco a poco, Garabaldal se fue convirtiendo en polo del integrismo religioso. Hoy, el lugar es frecuentado por los secuaces del antipapa Clemente Domínguez.

En todas las apariciones posteriores a 1960, el mensaje apocalíptico no aporta grandes novedades: catástrofes inminentes y arrepentimiento. En algún caso (como en el de La Salette en el siglo pasado) se culpa al clero y a la jerarquía de las desgracias de la Iglesia. Esta tendencia cada vez parece más acusada, hasta el punto de que puede considerarse que el revelado del secreto obedece más bien a un intento de cortar esta tendencia apocalíptico. Si el mensaje de Fátima no es apocalíptico, los mensajes posteriores en tanto que apocalípticos son falsos... tal es el razonamiento de la jerarquía vaticana. Piénsese en el papel de la Iglesia en los últimos 20 años: apertura en los ritos, petición de perdón, ecumenismo... Revelar un mensaje de contenido apocalíptico supondría entrar en contradicción con la línea oficial de la Iglesia que pretende ser optimista, abierto y esperanzador. Si el mensaje es apocalíptico se reconoce implícitamente que la propia Iglesia es culpable de sus desgracias, especialmente a partir del Concilio Vaticano II; eso equivale a reconocer errores muy reales. En los últimos 35 años, la Iglesia ha ido perdiendo fuerza y vigor, especialmente en Occidente, su cuna.

UN PROBLEMA DE CREDIBILIDAD

Difundir la idea de un Apocalipsis inminente entre una población que vive de espaldas a cualquier otra idea que no sea el día a día cotidiano, no parece la mejor forma de ganar credibilidad. Es mejor tomar un hecho ya ocurrido -el atentado al Papa- y, por tanto, irreversible, para confirmar la supuesta autenticidad y exactitud del mensaje.

Y esto llega en un momento en que la vidente Lucía tiene 93 años y sus facultades físicas disminuidas, y con un Papa mantenido en continuo movimiento, la Curia, verdadero dueño del Vaticano, cada vez con menos opciones pastorales, desgastado y sabiendo que su muerte cerrará una etapa. Da la sensación de que el Papa, vitoreado allí donde va, ignora el verdadero estado de la cristiandad: hoy de crisis, mañana, probablemente de dispersión. La revelación del tercer secreto ha creado más problemas de los que ha resuelto, evidenciando una crisis en lugar de poner coto a la inflación aparicionista.


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La literatura criminal. Evolución del género y perspectiva actual

La literatura criminal. Evolución del género y perspectiva actual

 

Infokrisis.- El crimen ha estado siempre presente en la vida del hombre. La Biblia muestra hasta qué punto el crimen hunde sus raíces en el pasado ancestral. De hecho todos los asesinatos son la rememoración de aquel primero en el que Caín mata a su hermano Abel. Algo tan antiguo, necesariamente, debía tener un lugar en la literatura. El crimen, como ingrediente principal, y el enigma que le acompaña, logran capturar a un público cada vez más creciente. Tal es el la razón de ser del “género negro”. ¿A qué se debe este interés que ha hecho del género negro el tipo de novela más popular? Y a todo esto ¿qué es el crimen?

EL CRIMEN Y SUS CAUSAS

El crimen se utiliza habitualmente como sinónimo de la palabra asesinato; el “crimen” es el delito más prodigado en las novelas de “género negro”;  engloba a toda infracción grave de las leyes penales. El sociólogo y filósofo Emile Durkheim, asegura que la conducta criminal indigna tanto al ser humano, en tanto que ofende a la conciencia colectiva de la sociedad. Durkheim tiene razón: si bien el delito apunta contra una persona en concreto, nada impide pensar que otras personas que ocupan la misma franja social pueden ser víctimas de esa misma conducta criminal. Es como la gente que llora desconsoladamente en los velatorios, no tanto como homenaje al fallecido, sino al pensar que ellos mismos pueden ocupar algún día su lugar.

El interés hacia estos actos no solo se ve reflejado en muchos campos de estudio -como la psicología o la criminología- en donde se intentan encontrar las causas de estos comportamientos, sino también en la literatura dedicada a ellos. De hecho, no hubiera existido el género negro moderno de no haber sido por los avances de la sicología o la criminología que definen al tipo de delincuente de forma científica y que luego es reelaborado de forma literaria por los escritores.

La teoría criminológica más antigua está basada en la teología y la moral; los delincuentes, por el mero hecho de serlo, eran consideradas personas perversas, instigadas por el demonio y demás espíritus malignos. A finales del siglo XVIII, el médico alemán Joseph Gall planteó una teoría de pretensiones científicas en la que relacionaba la estructura y forma del cráneo con las inclinaciones del criminal. Gall, junto a Spurheim y al español Mariano Cubí, fundaron la frenología. Para ellos la forma del cráneo determinaba las inclinaciones del alma. Así pues, de determinadas formas craneales solo podían salir temperamentos criminales.

A pesar de que pronto se constató que la frenología apenas era ciencia en estado supersticioso, otros teóricos matizaron sus principios. En la senda de los frenólogos, el criminalista italiano Cesare Lombroso afirmó que los delincuentes tenían ciertos rasgos físicos hereditarios que permitían reconocerlos fácilmente.

Las teorías de Lombroso y de los frenólogos, refutadas a principios del siglo XX, generaron el estereotipo de criminal que aparece en muchas de las novelas de género negro. Hoy se tiende a revalorizar la obra de aquellos pioneros y se vuelve a reconocer que ciertas anormalidades en el cerebro y en el sistema endocrino contribuyen a que algunos individuos tenga inclinaciones delictivas.

Estudios realizados por investigadores de vanguardia han apuntado que acerca de un cuarto de la población carcelaria está compuesta por psicóticos, neuróticos o personas emocionalmente inestables. Se tiene la convicción de que estas condiciones mentales determinan una mayor propensión a la delincuencia. De todas maneras los expertos admiten que el delito surge como consecuencia de causas tan diversas como las influencias biológicas, psicológicas, culturales, económicas y políticas.

Ahora que tenemos definido el arquetipo del protagonista, veamos la evolución de la novela de género negro.

PREHISTORIA DE LA NOVELA CRIMINAL

Todo empezó con Allan Poe (1809-1849) el maestro del terror. Él fue quien llevó a los lectores los horrores del asesinato, en 1841 en el magazine The Graham’s Lady’s and Gentlemans de Filadelfia donde publicó Los asesinatos de la Rue Morgue. Auguste Dupin, su personaje, fue el primer detective novelesco. Las dotes de análisis y de deducción  que Poe atribuyó a su personaje, sirvieron de modelo para todas las novelas policíacas posteriores. La narración gira alrededor de las increíbles facultades intelectuales de Auguste Dupin. A partir suyo, la novela criminal gira en torno a un personaje habitualmente extraordinario: el investigador. Personaje habitualmente sobrehumano, gracias a su poderosa mente, el investigador  resuelve el enigma y permite que la normalidad sea restablecida.

ELEMENTAL QUERIDO WATSON

Pero lo que nace en América, encuentra su culminación en Europa. Y esto ocurre de la mano de un personaje sorprendente, Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930) y de su Sherlock Holmes. Gracias a ellos, en 1887, los relatos policíacos se hacen auténticamente populares. En Un estudio en escarlata, el lector ve nacer a Sherlock Holmes. Su fama se debió no sólo a las dotes detectivescas –como en el caso de Auguste Dupin- sino a los rasgos que Doyle atribuyó a su personaje y que le confirieron un carácter más humano y cercano al lector: con su pedantería, su adicción a la morfina, sus sagradas manías, su afición al violín y sus múltiples defectos que generaron un fenómeno de importancia social desconocida hasta entonces. Cuando Arthur Conan Doyle decidió acabar con su personaje en El problema final, recibió innumerables cartas de protesta procedentes de Inglaterra, Estados Unidos y de Francia. Doyle, finalmente, se vio obligado a resucitar a Sherlock Holmes. La criatura había superado a su creador.

Pero Doyle hizo algo más. Perfiló también el antihéroe negativo de la novela criminal. La inteligencia brillante y maligna del “profesor Moriarty”, con el que Holmes se enfrentó en repetidas ocasiones, hizo que el bien y el mal se equilibraran en las novelas de Doyle. Sólo un malvado como Moriarty estaba a la altura de un detective como Holmes.

Hubo un tercer elemento introducido por Doyle: la técnica del relato basada en la aureola de misterio que el lector iba descubriendo página tras página. La tensión que experimenta el lector para descubrir por si mismo el enigma, fue copiada y potenciada por muchos escritores
posteriores. No siempre los resultados fueron óptimos. Frecuentemente el relato literario quedaba desnaturalizando cuando los escritores se empeñaban en poner a prueba la inteligencia del lector ofreciendo complicados rompecabezas (como el de la habitación cerrada) y dejando de lado el factor literario y artístico del género criminal.

LA REINA DEL ASESINATO

Poco a poco, el género negro se fue convirtiendo en un juego de ficción orbitado en torno al crimen. El lector tenía que conocer exactamente lo mismo que conocía el detective, para que así la novela se convirtiera en un conjunto de indicios que llevasen, tanto al lector como al investigador, a la resolución final de la novela.

A finales de la I Guerra Mundial, en 1920, de la mano de  Agatha Christie (1891-1976) aparece Hercule Poirot, como protagonista de la novela El misterioso caso de Styles. El aspecto ridículo y ampuloso del personaje contrasta con la labor trágica en la que interviene. Más curiosa aún es la figura de Miss Jane Marple, solterona y vieja reliquia victoriana, rodeada de amigas de su edad, pero dotada de singular perspicacia que la lleva a resolver los crímenes haciendo gala de un punto de vista mucho más humano que Poirot. Las mil y una conversaciones y chismorreos que consigue Miss Marple, con sus inefables visitas de cortesía, inevitablemente llegan al fondo del asunto y logran descubrir al criminal.

La originalidad de la autora radica en la presentación previa de los personajes antes de que la acción se desencadene. Luego, la elaborada trama presentada al lector, convirtió a la Christie en la preferida de los lectores deseosos de convertirse en detectives aficionados, durante muchos años.

LA NOVELA NEGRA

Durante la década de 1930 surge una nueva variedad de historia policíaca que llega al lector a través de las revistas de la época: la novela negra, una nueva corriente del género criminal en la que la acción, la violencia y la
crítica social predominan sobre la clásica anécdota del crimen ocasional que se daba hasta entonces. Nacida en Estados Unidos, esta corriente es el producto de la sociedad industrializada y recoge perfectamente el ambiente de la época. La institucionalización de la policía y las masivas concentraciones urbanas que desembocaban en un aumento de la criminalidad.

Este tipo de novela surge de un nuevo tipo de protagonista que encarna al “malo” de la novela: los gansters, símbolo de la corrupción y del crimen organizado. En una sociedad  que desconfía de las propias instituciones, aparecen otras paralelas para que suplan la ineficacia policial. Tal es el papel perfecto para los detectives privados.

Dashiell Hammet (1894-1961) y su personaje Sam Spade en la conocida “El halcón maltés” (1930) fueron los pioneros de este nuevo estilo. Hammet fue detective privado durante la I Guerra Mundial, y adquirió una importante experiencia real que le proporcionó material para sus novelas. Philip Marlowe de Raymond Chandler (1888-1959) o Nick Charles y Sam Spade, criaturas surgidas de la imaginación de Dashiell Hammet, encarnarán a los detectives más populares del siglo XX.

En la novela negra, el detective ya no disfruta con los enigmas que se le presentan. Se trata más bien de tipos duros que trabajan por dinero, donde la sensatez de sus caracteres chocan con la realidad brutal y corrupta de su entorno.
Dashiell Hammet está considerado como el autor que dignificó la novela policíaca y mostró que mediante este género se pueden denunciar las corrupciones políticas y económicas.

LAS NUEVAS TENDENCIAS: LA ERA DE LOS PSICOKILLERS

En nuestros días la novela criminal ha sufrido una transformación paralela a los cambios que se van dando en la sociedad. Los “malos” que antes actuaban por lucro propio, normalmente económico o de poder, ahora se han convertido en psicópatas y asesinos en serie casi inmortales y todopoderosos que actúan por sus ansias de popularidad y por el placer de cometer el propio crimen,  cuanto más sangriento mejor.

Los policías por su parte son pseudopsicólogos que habitualmente sienten admiración por la inteligencia del criminal que una y otra vez se escapa de las manos o logra generar bruscamente una sorpresa inesperada. El ejemplo más claro que se ha transformado ya en un clásico de este género es el Doctor Hannibal Lecter.

Existe un riesgo en todo esto que vale la pena recordar en este año, cuando se cumple el centésimo aniversario de la muerte de Federico Nietzsche. El psicokiller es susceptible de ser examinado, no como un malvado sin escrúpulos, cruel y sanguinario hasta el límite y, por tanto, rechazable, sino como un personaje nietzscheano situado más allá del bien y del mal. Según esta perspectiva no se es “bueno” o “malo”, sino “grande” o “pequeño”. Y los psicokillers son grandes en su criminalidad. Eso hace que tengan tendencia a cautivar al lector que experimenta la sensación de situarse ante el abismo del horror. Y queda atrapado por el vértigo de la maldad...

[recuadros fuera de texto]

LA NOVELA CRIMINAL HIPANOAMERICANA

Los principales impulsores del relato detectivesco en nuestro païs:

-          Pedro Antonio de Alarcón (El Clavo, 1853)

-          Benito Pérez Galdós (La incognita, 1889)

-          Emilia Pardo Bazán (La gota de sangre, 1911)

-          Mario Lacruz (El inocente, 1953)

-          Manolo Vázquez Montalbán (con su Pepe Carvalho)

En Argentina hay que destacar un clásico:

-          Adolfo Bioy Casares y Jose Luis Borges  (Un modelo para la Muerte, y Dos Fantasías memorables)

[recuadro fuera de texto]

TRES MALOS CON PEDIGRI

-          Arsene Lupin: Alegoría del delito aristocrático. Creado por Maurice Leblanc  (1864-1941). Lupin es el caballero ladrón por excelencia. El primer prototipo de criminal que desafía a la policia haciendola quedar en evidencia, publicando sus delitos antes y despues de cometerlos en la prensa local. Su finalidad es la satisfacción del propio ego.

-          Fantomas: Creado por Pierre Souvestre y Marcel Allain (1874-1914). Un malo con superpoderes que le permiten burlar a la ley y a sus perseguidores con diferentes trucos: cambiar de fisonomía, saltar alturas increibles y que además oculta su rostro tras una capucha. Fantomas solo actúa impulsado por sus propios instintos malignos.

-          Fu Manchú: Es la más grande mitificación del mal. Creado por A.H Sarsfield Wald (1883-1959), de presencia siniestra e impresionante. Fu Manchú encarna el miedo a las culturas desconocidas. Es un personaje convencido de su destino mesiánico de conquistar el  mundo implantando su dictadura.


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