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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

CONSPIRACION

Conspiradores, conspirativos y conspiranoicos (IV de VIII). La figura del chivo expiatorio

Infokrisis.- En toda conspiración el chivo expiatorio es, como en el timo del nazareno, el que se ve obligado a dar la cara para recibir todos los palos. La diferencia estriba en que, mientras en el viejo timo del nazarenos, el sujeto participa voluntariamente, en un proceso conspirativo, lo hace muy a su pesar. En esta entrega vamos a intentar acotar los rasgos que aureolan a todo chivo expiatorio, rematando la faena con el estudio de dos grandes representantes de esta especialidad: Antonio Tejero y Jamal Zougam.

8. La figura del chivo expiatorio

Una conspiración, inmediatamente estalla acarrea consecuencias policiales y judiciales. Los “autores intelectuales” se preocupan de manera preferencial, no solamente de evitar que ninguna pista conduzca directa o indirectamente a ellos, sino que ofrecen culpables a la opinión pública: son los “chivos expiatorios”. El por qué se elige a alguien a alguien viene dado por factores muy diferentes que luego analizaremos. Lo importante es que el falso culpable pueda ser presentado a la opinión pública como un elemento esencial de la “versión oficial”  y en su historial existan elementos que permitan pensar que, efectivamente alguien como el que nos presentan como culpable puede serlo verdaderamente.

¿Tiene algo que ver el chivo expiatorio con la conspiración? No, en absoluto. A pesar de que en algunos casos se haya hecho creer al futuro chivo expiatorio que está participando en algo importante, la triste realidad es que lo ignora todo sobre lo esencial de la trama y en ocasiones llega hasta el final convencido de que está sirviendo a su ideal. En alguna ocasión se ha dicho que hay gente que experimenta la sensación de que ha cometido un atentado simplemente porque ha llevado el comunicado reivindicativo de la acción.

El chivo expiatorio debe tener algunas características que configuren al sujeto como adecuado y creíble para desempeñar el involuntario papel de chivo expiatorio. Estas características son preferentemente:

- que carezca de experiencia política hasta el punto de no percibir que está siendo manipulado, ni entender la naturaleza de la operación en la que está siendo embarcado.

- que tenga un historial previo que o bien sea el propio de un extremista o bien se pueda fabricar a propósito.

- que sea incapaz de entender lo que ocurre y de articular una defensa con argumentos razonables y comprensibles.

- que carezca de medios económicos para asegurar una defensa razonable y deba recurrir, necesariamente, a abogados de oficial o a abogados voluntarios que, en muchas ocasiones, han terminado siendo colaboradores de los medios de seguridad del Estado y, deliberadamente han conducido mal su defensa.

- que en ocasiones haya declarado ante otras personas sus opiniones radicales y se haya visto implicado en asuntos turbios que le han llevado a ser conocido por la policía e incluso que haya colaborado con algún servicio de seguridad del Estado.

- que tenga algo que ocultar de la naturaleza que sea (habitualmente que esté implicado en episodios de delincuencia común) y que, por tanto, tenga un comportamiento “sospechoso”.

¿Es posible poner un rostro al “chivo expiatorio perfecto”. Sí, podemos poner algunos nombres concretos. Uno de ellos es el Antonio Tejero Molina, el ex teniente coronel de la Guardia Civil cuyo nombre está ligado para la posteridad a la conspiración del 23-F, y, por supuesto, Jamal Zougam condenado como ejecutor material de los atentados del 11-M.

a) Antonio Tejero Molina.-

Su condición para ser “chivo expiatorio” viene en función de una serie de características personales: se considera “patriota y guardia civil”, no político, lo que dicho de otra manera implica que no conoce ni los mecanismos ni las leyes de la política; lee únicamente El Alcázar, así pues sus conocimientos políticos están deformados por un diario que sostiene que el país va a romperse en cualquier momento (en 1977-80) y que los terroristas dominan la calle y nos van a precipitar hacia el “comunismo”; es una persona que se deja arrastrar por el corazón, mucho má que por el razonamiento lógico, esto le lleva a ser una persona visceral, dada a los exabruptos y a las posiciones radicales en defensa de sus ideas.

Además tiene una “historia previa”: ha protagonizado insubordinaciones, participado en complots como el de la Cafetería Galaxia, sus opiniones contrarias a la transición democrática y a la democracia son suficientemente conocidos y ha recibido varias sanciones. Para colmo se ha convertido en el ídolo de la extrema-derecha con una valoración muy superior a la de los líderes políticos de ese sector (Blas Piñar, Fernández Cuesta, Girón) que son vistos como poco dados a la acción.  Para colmo, tiene un físico característico: amplio bigote y tricornio. A principios de 1980, cuando todavía no ha estallado la conspiración del 23-F, es, sin duda, el Guardia Civil más conocido de toda España. Y esto tendrá importancia en el momento en que su imagen –y no la que esperaban los golpistas- aparezca ante las camas sin que nadie se llame a engaño: “Es Tejero que ha entrado en el Congreso”. Y, al verlo, la mayor parte de Capitanes Generales comprometidos con la operación, dan un paso atrás y no sacan las tropas….

Para colmo es un hombre fácilmente influenciable por aquellos a los que aprecia… incluso a los agentes del CESID que en aquel momento conforman buena parte de su entorno. ¿Eran golpistas estos agentes? En absoluto, eran infiltrados en el ambiente golpista… pero no para desarticular la operación antes de que estalle, sino para acelerarla para que fracase. Y así lo hacen.

El plan originario del golpe –sin duda ideado por el Coronel San Martín, el único de todos los militares golpistas que tenía criterios políticos y que conocía perfectamente los mecanismos de este tipo de conspiraciones- implicaba que un grupo civil debía entrar en el congreso de los diputados dando la impresión de que se trataba de un “grupo terrorista” no identificado. Este grupo debía mantener secuestrados a los diputados y al gobierno. Esa era la justificación para que las fuerzas armadas se pusieran en marcha y salieran a la calle para salvar al país de una situación de vacío de poder en la que nadie sabía lo que podía ocurrir… Tal era el Plan y Tejero debía solamente comprar los autobuses y las casacas que debían utilizar quienes tenían por misión entrar en el Congreso; cosa que había hecho en noviembre de 1980. Pero ese grupo fue desarticulado un mes antes y el entorno de Tejero, en el que confiaba –en buena medida formado por oficiales y funcionarios del CESID- le indujo a que no se fiara de nadie y que fuera él quien ejecutara la acción personalmente. Pero en esta perspectiva el plan inicial –insistimos, con toda seguridad ideado por San Martín- quedaba desnaturalizado: no era un grupo terrorista el que iba a ser el “casus belli” para movilizar a las tropas, sino el guardia civil más conocido en toda España (Tejero, de ahí la importancia de su físico) el que todos los Capitanes Generales comprometidos vieron entrar en el congreso y no al frente de un grupo terrorista… sino de la unidad de tráfico de la Guardia Civil. A partir de ese momento, el golpe carecía de justificación y estaba fracasado. De ahí que la mayoría de capitanes generales no se movieran aquella tarde.

La democracia española que días antes del 23-F estaba literalmente rota: con un partido de gobierno virtualmente desmadejado, con cuatro cónsules honorarios secuestrados por ETA, con los episodios de la muerte del etarra Arregui y del asesinato del ingeniero Ryan, con una retahíla de atentados diarios de ETA(m), de los poli-milis, de los comandos autónomos, del GRAPO, de grupos anarquistas, de la extrema-derecha, con huelgas, agitación estudiantil, y para colmo con conspiraciones en marcha que podían cristalizar en algún movimiento de envergadura a medio plazo, era necesario desactivar esta bomba de tiempo actuando en dos direcciones:

- fortaleciendo y reconstruyendo la confianza del electorado en la clase política y

- cortando de una vez y para siempre cualquier riesgo golpista.

Gracias a la entrada de Tejero en el Congreso ambos objetivos fueron alcanzados: dos días después, Fraga, Suárez, Camacho, Carrillo, toda la clase política aparecía codo a codo en la manifestación de protesta contra la tentativa de golpe y, las detenciones de militares junto al proceso de Campamento desactivaron para siempre el peligro golpista.

La cosa no acabó ahí. Se trató luego, no solamente de desactivar el golpismo sino de ridiculizarlo y evitar que en el proceso que seguiría se llegara hasta el final en el esclarecimiento de la verdad. Eso se consiguió gracias a algunos abogados que se “pegaron” a ciertos procesados como Tejera y que eran, como minimo, de dudoso actuar. Estos abogados recomendaron a Tejero que formara un partido político pro-golpista del que los medios de comunicación hablaron ampliamente restando protagonismo al otro líder de la extrema-derecha, Blas Piñar, hasta el punto de que no pudo renovar su acta de diputado, mientras el partido de Tejero, Solidaridad Española obtenía un porcentaje ridículo de votos que convertía al golpismo en España en una anécdota irrisoria. Una vez convocado el juicio, los abogados recomendaron a Tejero que se mantuviera en posiciones desafiantes, en lugar de intentar esclarecer –él mas que nadie- los mecanismos que le llevaron a optar por ser él quien entrara en el Congreso. En los cuatro años siguientes, mientras todavía siguió existiendo una extrema-derecha con cierta base militates, Tejero recibió a miles y miles de visitas, autobuses enteros de simpatizantes, que fueron a verlo al Castillo de Figueras donde permaneció prisionero. Todos estos visitantes lo veían como a un héroe y como a un mesías: ¿cómo podía explicarles que precisamente su papel en el golpe había sido el de chivo expiatorio y que gracias a él nunca más habrá golpismo en España? Tejero terminó creyendo su papel de “salvador” y, o bien fue incapaz de entender lo que había ocurrido, o lo que es más probable, prefirió mantenerse en su papel de militar-que-hizo-lo-que-tenía-que-hacer.

b) Jamal Zougam.-

Hemos examinado los testimonios que han incriminado a Jamal Zougam y han contribuido a condenarlo como “autor material” de la masare del 11-M y, sinceramente, no encontramos base suficiente como para una condena de culpabilidad por mucho que lo haya ratificado el Supremo. De hecho, es un asunto de fe: hay que creer o no a los testigos que lo identificaron… después de que su foto ya hubiera aparecido en los medios de comunicación a partir del 13 de marzo. Zougam era el chivo expiatorio perfecto. A ello concurrían distintas circunstancias:

En primer lugar era marroquí y si se pretendía –como se pretendió inicialmente- que las sospechas del atentado fueran cargadas a espaldas de Al Qaeda, el concurso de algún ciudadano de no importa qué país árabe era necesaria. El chivo expiatorio debía ser necesariamente árabe y del que constara al menos que podía ser de religión islámica. Zougam lo era. Nunca había demostrado opiniones fundamentalistas y todo induce a pensar que se trataba de uno de esos fieles islámicos que siguen una práctica muy relajada de los preceptos musulmanes.

En realidad era un inmigrante perfectamente aclimatado en España. Decimos “aclimatado”, no integrado. Había montado un locutorio que, además, vendía telefonía y, según parece, estuvo vinculado a venta de tarjetas clonadas y trapicheaba con materiales de telefonía robados. No era completamente inocente, y tenía como rasgo común con otros imputados en el 11-M el que se movía en círculos de delincuentes comunes, pequeños traficantes con frecuentes incidentes con la policía, de poca monta pero que dejaban huella.

Pero si Jamal Zugam fue elegido para ser el primer detenido acusado de participación directa en el atentado se debía a un solo hecho que se ha ido olvidando con el paso del tiempo: en efecto, Jamal Zougam conocía a Abú Dadah, detenido un año y medio antes de los atentados del 11-M y acusado de ser el responsable de la “célula española” de Al Qaeda que, para cierta prensa –e incluso para el juez Garzón…- habría tenido un papel capital en la planificación de los atentados del 11-S. Todo esto venía a cuenta del tránsito por España de Mohamed Atta, uno de los implicados en el 11-S, presencia todavía envuelta en brumas y que dista mucho de estar confirmada sin sombra de dudas.

Porque, inicialmente, lo que se aspiraba era a presentar los atentados del 11-M como ejecutados por Al-Qaeda. Quienes planificaron la acción, los verdaderos “autores intelectuales” sabían que el atentado sería mucho más eficaz para lo que se pretendía (obtener un vuelco en las elecciones del 14-M) si venía firmado por la franquicia internacional del terror Al-Qaeda. Además, desde hacía años, el propio Aznar había creado o permitido la creación de un fantasma que recorría España: el del terrorismo islámico. De hecho, desde mayo de 2000 se venía hablando del tránsito de terroristas islámicos (incluso en el accidente de un Fokker que había el trayecto Ceuta – Málaga, La Razón habló de que uno de los pasajeros debía encontrarse con el cerebro financiero de Al Qaeda…) e incluso se había detenido en el barrio musulmán de Alicante a uno de los presuntos miembros del Comando Meliani desarticulado en Alemania… se trataba de alguien en absoluto vinculado al terrorismo pero que huía por delitos comunes. Si a estos añadimos el “comando Dixán” y una treintena más de presuntos terroristas islámicos que la policía de Aznar detuvo entre 2001 y 2004, siempre con informaciones procedentes de la CIA, del FBI, del Departamento de Estado y del Departamento de Justicia norteamericanos deseosos de que todo el mundo tuviera en mente la supuesto universalidad de la “guerra contra el terror”. Aznar se plegó a todos estos deseos y dando por ciertos informes tan carentes de base como los que atribuían a Irak la posesión de armas de destrucción masiva, permitió que también España fuera recorrida por el fantasma del terrorismo internacional… hasta que finalmente, él mismo fue víctima de ese fantasma cuando fue atizado por otros.

A pesar de que durante el juicio sobre el 11-S y en la investigación paralela de la prensa apenas se hablara de Al Qaeda, lo cierto es que en las fechas del atentado e inmediatamente posteriores la inmensa mayoría de informaciones –alguna vez alguien deberá de analizar todas esas informaciones y explicar de que fuente espúrea salieron- apuntaban con datos que parecían muy concretos, hacia la autoría de Al-Qaeda. Y en ese contexto artificioso, el simple conocimiento que Jamal Zougan tenía de Abou Dadah, era suficiente como para vincular al primero con la red de Al-Qaeda. Por tanto Zougam era el culpable perfecto.

También en él el físico era importante. Se trata de un rostro magrebí típico pero con la característica de llevar el pelo negro, largo, lacio y desordenado. No es el único en tener estas características. Es frecuente que abunde gente así en un tren de gente modesta que va al trabajo por la mañana… En el momento en que la foto de Zougam se convierte en la imagen más difundida a partir del día 13 de marzo, es evidente que algún pasajero del tren creerá reconocerlo (de hecho los reconocimientos se hicieron por dos personas en dos trenes diferentes) ya sea porque ha visto a alguien similar a él, con ese pelo tan habitual, o bien porque subconscientemente ha identificado la foto que ha visto en algún diario o en la tele, con alguien que remotamente podía parecerse a Zougam. Es un fenómeno que conocen todos los que han trabajado en algún servicio de seguridad del Estado: cuando se comenta a un grupo de gente que ha estado próximo al escenario de algún crimen, un detalle absolutamente ficticio para comprobar la calidad de su testimonio, siempre hay alguien que cree reconocer e identificar con seguridad ese detalle.

Zougam, por lo demás, ni entiende los mecanismos de la política ni lee la prensa diariamente, ni siquiera le interesan lo más mínimo los vericuetos de la política española. Simplemente ha venido aquí a buscarse la vida… y lo hace trapicheando en su locutorio de Vallecas. Trabaja, pero no dispone de grandes medios económicos que le permitan contratar a abogados de primera fila, mediáticos, ni mucho menos que hagan de él un “hombre importante” y, por tanto, un intocable. Es, simplemente, un tipo que trabaja y trapichea, que mantiene a su familia, pero que no dispone de medios ilimitados, por tanto, no podrá asegurar su defensa en condiciones óptimas.

Así mismo, no tiene relación con el resto de acusados, por tanto, está completamente aislado en la prisión y desde allí pude hacer muy poco para entender qué es lo que verdaderamente ha ocurrido, ni cómo es que se ha visto implicado en un asunto cuyas dimensiones le trascienden. Y para colmo, esa mañana del 11-M no tiene coartada, o mejor dicho, su coartada es su familia, por tanto, se juzga que no es válida.

Y finalmente el hecho de que tenga un locutorio en el que se vende también telefonía será otro elemento adicional que lo determinará como chivo expiatorio, porque si –contra toda lógica- los atentados se han cometido utilizando terminales de móviles como temporizados, nada más adecuado que el concurso de alguien que los vende y trapichea con ellos para parecer el culpable perfecto. Esto llega a tal nivel que en las informaciones que se publicaron sobre el registro realizado al locutorio de Zougam se llegó a decir que la policía había encontrado el fragmento de plástico de la carcasa que faltaba en el teléfono recuperado por la policía en la “mochila de Vallecas”, y que había sido arrancado con unas tenazas para que por el hueco pudieran salir los cables hacia el detonador… Este detalle, absolutamente espectacular, sin embargo, no volvería a ser repetido nunca más. Se trataba solamente en aquel primer momento de presentar a Jamal Zougam como vinculado a Al-Qaeda (a través de su conocimiento superficial de Abu Dadah) y como “experto en telefonía y, por tanto, capaz de armar los teléfonos móviles de las bombas. Jamal Zougam era, lo repetimos una vez más, el chivo expiatorio perfecto.

Hoy sabemos –por que la sentencia del Supremo lo ha establecido- que Al Qaeda no entraba para nada en los atentados del 11-M y la policia en cinco años no ha logrado encontrar ni una sola pista que llevara a la franquicia terrorista… acaso por que esa franquicia estaba en manos de los EEUU y era controlada desde territorio americano y –probablemente quienes diseñaron el 11-M no lo previeron- la actitud del gobierno Zapatero repatriando las tropas de Irak y llevando una política antiamericana de manual, implicó que los EEUU no facilitaran el terreno a los “autores intelectuales” del 11-M. Así, el papel de Al-Qaeda que en los primeros meses ocupaba diariamente espacios en prensa, se fue bruscamente olvidando hasta desaparecer por completo…

Jamal Zougam no tenía amigos en círculos políticos, ni siquiera en círculos islamistas radicales, no tenía conocimientos políticos, ni experiencia para entender en los primeros momentos la trama en la qe involuntariamente lo habían incrustado a modo de chivo expiatorio. Era, lo repetimos por última vez, el culpable perfecto.

(c) Ernesto Milá - infokrisis - infokrisis@yahoo.es - http://infokrisis.blogia.com

 

Conspiradores, conspirativos y conspiranoicos. (II de V) El eje final de la degeneración de las democracias

Infokrisis.- En sta segunda parte del estudio abordamos dos cuestiones vitales: el "daño" que cualquier conspiración ejerce sobre una parte de la población y que define a las mentes capaces de planificar operaciones de este tipo como, pura y simplemente, enfermos mentales, y en segundo lugar las conspiraciones como etapa final en la degeneración de las democracias. Analizamos las tres fases de esta degeneración.

5. El “daño” a terceros como eje de la conspiración

En la conspiración la idea de dañar a un tercero es esencial para otorgarle ese carácter. En la conjura, no está necesariamente presente. Es más, el hecho de conjurarse o juramentarse no es ni siquiera negativo, sino que lleva implícita cierta dosis de idealismo: antes hemos aludido a algunos oficiales de Marina juramentados para hacer pagar a los asesinos de Carrero Blanco su crimen. De no haber existido el crimen de Carrero no se hubiera producido el de Beñarán Ordeñana, por lo tanto, eso implica que no asesinan al etarra para exteriorizar un impulso asesino, ni mucho menos gratuitamente, sino como acto de venganza por una muerte anterior, o más bien de “justicia” expeditiva. En otros casos, los conjurados se ponen en marcha porque creen legítimamente que su acción es necesaria para defender, no sus intereses, sino los de su nación, los de su pueblo, los de su comunidad, aunque esta defensa a ellos pueda causarles algún prejuicio, o incluso costarles la vida.

La conjura deja presuponer cierto grado de idealismo que nos guardaremos de defender pero que, sin embargo está ahí. En el siglo XIX abundaron las conjuras de todos los signos que acarrearon desgracias para muchos de sus protagonistas, patíbulos, pelotones de fusilamiento y pérdida de bienes. La historia del carbonarismo francés y la figura de Blanquí, el eterno conjurado –estuvo presente en casi una decena de conspiraciones todas las cuales, sin excepción, acabaron mal y dieron con sus huesos en la cárcel- salpican la historia del XIX francés. Al margen de los métodos blanquistas y de un idealismo casi ingenuo o, quizás con más propiedad, absolutamente infantiloide, lo que menos puede decirse de Blanquí es que sus conjuras no le beneficiaron materialmente. Lo mismo les ocurrió a la mayoría de socialistas utópicos del XIX. El factor ideológico es importante en las conjuras porque es el que justifica los compromisos personales adoptados en función de un proyecto político por el que se está dispuesto a dar la vida.

En las conspiraciones el elemento ideológico está completamente ausente. El conspirador aspira a beneficiarse del proyecto por puro egoísmo y sin que medie ningún tipo de consideración doctrinal o moral. Precisamente lo que está presente es justamente lo contrario: una ausencia de moral y de principios casi patológica. Y este es el verdadero fondo de la cuestión porque quien es capaz de diseñar un 11-M o un 11-S esa persona está muy enferma. Su enfermedad tiene un nombre: es un psicópata. Sabe que su acción va a matar a mucha gente, pero no le importa porque no siente absolutamente ninguna empatía con sus vecinos, con otros ciudadanos, incluso ignora el más mínimo respeto a la vida humana. Como enfermo que es, piensa que se lo merece todo y no tiene absolutamente ninguna justificación por el sufrimiento ajeno. Es más, lo que busca es precisamente situaciones de máximo terror para que sus planes de beneficio personal, lucro y poder, salgan adelante.

Una vez cometido el atentado no tendrá el menor inconveniente en mentir descaradamente y dejar que los chivos expiatorios cumplan su papel al que han sido llevados mediante provocaciones, embustes y elaboración de pruebas falsas. No le importará tampoco que inocentes –o al menos inocentes de la conspiración en sí, aun cuando no de delitos menores o de delitos pasados- vayan a parar durante largos períodos de tiempo a las cárceles, aun a sabiendas de que está arruinándoles la vida. Sabe que tendrá que mentir ante los medios de comunicación para anunciar tal o cual aspecto de la versión oficial y sabe que tendrá que mentir durante mucho tiempo. A todas las personas con una moral “normal” nos cuesta mentir en los pequeños detalles de la vida cotidiana, sin embargo el psicópata no experimenta el menor empacho en mentir cuantas veces sea y no importa cuántas veces al día, ni aun en el caso de que sus mentiras acarreen consecuencias nefastas para terceros.

Sí, porque el verdadero fondo de la cuestión de las conspiraciones es que causan dolor y sus “autores intelectuales” son psicópatas… psicópatas que están ocupando cargos de mucha responsabilidad y poder en las sociedades occidentales. Algo está fallando y es precisamente el que gente que debería estar encerrada con varias camisas de fuerza, sin embargo, está al frente de departamentos de la seguridad, ocupando los más altos puestos del poder político o dirigiendo el poder económico. En un mundo competitivo como éste, sin duda, el que mejor se ha adaptado a él ha sido el psicópata sabedor de que contra menos prejuicios tenga, contra menos empatía tenga y contra más oriente todos sus esfuerzos en la persecución de sus intereses, cueste lo que cueste y caiga quien caiga, mucho mejor.

Hay dirigentes políticos, económicos, policiales, militares, tanto en el poder como en la oposición que están dispuestos a defender sus intereses personales con tanta contundencia que son capaces de pactar con otros igualmente trastornados como ellos la muerte de decenas de personas si ello les ayuda a avanzar un paso en la conquista de beneficios personales.

6. El arte conspiratoria como signo de desintegración de un sistema

El desarrollo de conspiraciones como el 11-S o el 11-M solamente pueden desarrollarse en países con democracias enfermas. La nuestra, como diría la canción de Dylan, “muere y agoniza, aun cuando apenas acaba de nacer”. De hecha, el que este tipo de conspiraciones homicidas se desarrollen con absoluto cinismo en el seno de las democracias más avanzadas –y no así en cambio en países atrasados del Tercer Mundo cuyas sociedades apenas dan valor a la vida- nos permite afirmar que el conspiracionismo (es decir, la práctica conspirativa en las líneas de actuación que ha adquirido tras el 11-S) se sitúa en el límite extremo del proceso de degeneración de las democracias.

Esto proceso, como las transformaciones del espíritu que describió Nietzsche en su Así habló Zarathustra, se desarrolla en tres fases:

1) la democracia se convierte en partitocracia

2) la partitocracia se convierte en plutocracia

3) la plutocracia se convierte en dictadura

En efecto, cualquier forma de democracia implica participación de la población en las tareas de gobierno mediante elecciones libres. Ahora bien, para poder obtener éxitos –esto es, para poder gestionar el poder- la clase política se organiza en estructuras artificiales improvisadas en función de tópicos (tópicos conservadores de centro-derecha o tópicos progresistas de centro izquierda). De ahí salen los partidos políticos. Así pues no estamos hablando de “representación democrática directa”, sino de a través de los partidos políticos que son esas piezas que se interponen entre el elector y el ejercicio del poder. Cuando existían opciones ideológicas –y por tanto programáticas- claras, las fronteras entre los partidos eran igualmente, se sabía lo que cada cual defendía con nitidez y se sabía donde empezaba y donde terminaba el margen de maniobra de un partido.

Pero esto dura, inevitablemente, poco especialmente en un mundo en el que se ha relajado hasta desaparecer toda tensión ideológica y a fin de cuentas el resultado de una elección está completamente desvinculado de los contenidos que presenta cada opción e incluso de la reflexión crítica que pueda hacerse sobre la gestión pasada de los candidatos. En 2004 el PSOE ganó solamente gracias a que alguien sembró con 192 cadáveres su ruta hacia el poder. En 2008 volvió a ganar gracias a un ex concejal asesinado providencialmente gracias al cual ZP se hizo perdonar su política de mano tendida a ETA y gracias a una mentira mil veces repetida (la inexistencia de crisis económica). Porque, en definitiva, cuando aparecen los partidos políticos aun sin ningún principio ideológico de razón suficiente, lo que ocurre es que la fidelidad al programa queda sustituido por la complicidad entre los afiliados al partido.

Ya no se trata de llevar a la práctica un programa político ambicioso y un proyecto de sociedad, sino que se trata de ganar el poder: el poder por el poder, para gestionarlo, para beneficiarse de sus mieles, por autosatisfacción, por su erótica, por lo que sea. En ese momento preciso el interés de partido se coloca por encima de cualquier otro interés.

Probablemente desde los años 80 cuando el felipismo entró en su lenta agonía, era el tiempo para que los dos partidos mayoritarios hubieran tenido el valor de asumir sus responsabilidades y pactar una “gran coalición”. Ni fue así ni ninguna de las cúpulas de los partidos lo propuso aun cuando el país se estaba cayendo a jirones a base de políticas antiterroristas miserables y erróneas, a base de corrupción generalizada, pelotazo, paro galopante, reconversiones industriales traumáticas y crisis económicas sincopadas.  Cada partido pensaba que en la elección siguiente vencería o que, al menos contaría con los votos de la calderilla nacionalista para imponerse sobre su rival. Dado que las dos alas del arco parlamentario (la derecha-derecha y la izquierda-izquierda) se iban desleyendo como un azucarillo hinchando los efectivos del centro-derecha y del centro-izquierda, al final nuestro sistema político fue progresivamente entrando en pleno raquitismo y reduciéndose todas las opciones a dos estatales y dos regionales, con lo que el infamante apelativo de “banda de los cuatro” les cuadra.

Pero cuando eso ya se había percibido –hacia mediados de los 80- y cuando ya se sabía que la palabra de los partidos y su fidelidad a no se sabía bien qué principios era tan peligroso como Michael Jackson en una guardería, la democracia, sin que lo percibiéramos –entonces se hablaba todavía de “joven democracia española” añadiendo un mucho de boato y pomposidad- nuestra democracia había dejado de ser tal para convertirse en partitocracia (o partidocracia, como prefieran).

En la partitocracia los intereses de los partidos están por encima de cualquier otra cosa. Y los intereses de los partidos, no lo olvidemos, se confunden con los de sus cuadros dirigentes. Niveles de dirección hay muchos en los partidos y, afortunadamente para ellos, la elefantíaca administración española ofrece cargos prácticamente a todos los militantes, sino en un nivel será en el otro, y si no como asesores, y si no, simplemente obteniendo buenas canonjías o dicasterios. Hay casos extremos como el del Partido Socialista de Andalucía en el que el número de cargos electos socialistas y el número de militantes van prácticamente a la par. El militante sin cargo es una figura en extinción, casi un absurdo anacronismo.

Si alguien había creído que la partitocracia es el mal absoluto de la democracia, que se vaya olvidando. Aún existen  peldaños que llevan a realidades más sórdidas, bajando pasito a pasito hasta el infierno de las conspiraciones asesinas.

El primer paso era –por utilizar la fraseología nietzscheana- “de cómo la democracia se transforma en partitocracia” monstruos que avasalla y miente. El segundo paso ahora va a ser “de cómo la partitocracia se transforma en plutocracia”, vampiro cósmico-político que amenaza con robarnos las entrañas mismamente. Sí, porque llegado a un nivel de concentración partitocrática (y en España se ha producido un nivel mucho mayor que en cualquier otro lugar europeo, pues no en vano el efecto coordinado de la Ley d’Hont, de las listas cerradas y bloqueadas, el hastío de la población por elecciones constantes que visiblemente solamente sirven para instalar bajo el sol del bienestar y la abundancia a los cargos electos, todo esto ha contribuido a que el divorcio País Oficial – País Real se vaya ampliando) éste termina transformándose en plutocracia.

Plutocracia es literalmente “poder del dinero” (del griego πλουτοκρατα, gobierno de los ricos). ¿Qué ha ocurrido? Es fácil entenderlo: cuando no hay tensión ideal en una democracia, la relajación va abriendo paso a la partitocracia y cuando las cúpulas de los partidos están instaladas en el poder y perciben que los grandes negocias solamente pueden hacerse a su sombra, se inicia una colusión entre el poder económico y el poder político que ahoga toda democracia.

El zapaterismo, buenos rollos aparte, sonrisas ingenuofelizotas al margen y declaraciones populistas a tutiplé, no es más que la forma más extrema y directa de plutocracia que se ha atrevido a adentrarse en terrenos en los que ningún otro partido hubiera tenido ni la indecencia de la impudicia de instalarse. El que un amiguito del alma de ZP, como Pablo Sebastián que, sin duda tendrá otras cualidades, pero no el arte del buen gobierno, el que un colaborador estrecho de Sebastián hay terminado como asesor de la patronal de la construcción y pocos días después el gobierno haya abordado ese plan absurdo e ignorante de “comprar suelo a las constructoras” (¿y por qué no compran sellos en el estanco de la esquina que se queja de que con la crisis la gente no consume?) y el que el gobierno ZP haya querido estar presente desde el principio en la reordenación del sector energético en España, autorizando por lo demás subidas de precios desaprensivas, indica todo ello hasta qué punto el poder de la partitocracia no se limita solamente a “estar” en el poder, sino que también quiere “tener” beneficios y los quiere ya. Esos beneficios emanan de la santa alianza entre poder económico y poder político. Pero mientras que en la etapa partitocrática el poder político permanecía todavía con iniciativa ante el poder económico, en la fase siguiente el poder económico es el que hace y deshace a su antojo en beneficio de las clases económicas dirigentes y del partido en el poder. Dicho de otra manera, la clase política come de la mano de la oligarquía económica, gobierna por y para ella con la excusa de que si la economía funciona nos beneficiamos todos… algo que parece difícil que este país digiera después de casi veinte años de trabajo precario, contratos basura y salarios de miseria en tiempo de vacas gordas.

No es raro que Zapatero se rodee de verdaderos patanes en los distintos ministerios. Hoy sabemos y que Solbes es una mediocridad y que su único mérito fue aprender a hacer pasillos en Bruselas. Sabemos que Sebastián va a “pillar” y sirve sólo para “pillar”, cualquier profecía que haya será propia de la bruja Lola antes que de un técnico y en cuanto a las ministra de cuota puede ser definidas casi sin excepción como las tontas del bote, tontas no por lo de mujer sino por lo de cuota. Zapatero jamás colocará a ministros con personalidad, iniciativa y conciencia de servicio… justamente porque si lo hiciera correría el riesgo de que hablaran claro y de que denunciaran desde dentro lo que muchos vemos desde fuera: que, a pesar de su rostro afable y de sus modales soft, de sus devaneos y talantes, de su culto a las minorías y a los mariconeos, el zapaterismo es a la oligarquía del dinero lo que la luna al sol, en efecto, el zapaterismo orbita en torno al billete de 500 euros como un mosquito lo hace en torno a una fuente de luz.

No es por casualidad que la España del zapaterismo se iniciara con la conspiración del 11-M. Era casi obligado. Es difícil saber si Zapatero es consciente de lo que ocurrió el 11-M e incluso si es consciente de que el texto de las sentencias es papel mojado mientras no estén claros todos los extremos del mayor atentado que se ha cometido en Europa desde el final de la II Guerra Mundial. Claro está que Zapatero no es ningún lince en nada más que en propia promoción, pero es difícil leer la prensa todos los días, mirar al mundo, y no entrever una mano negra en el diseño de aquellos atentados. La formación cultural, política y humana de Zapatero es de muy baja cota, hasta el punto de que se ignora completamente que tenga alguna afición o algún interés cultural. De Felipe se sabía lo de los bonsáis y del Guerra que le gustaba Malher y leía a Gertrud Stein… Zapatero es un páramo cultural todo él. Da la sensación de que antes de ocupar el poder solamente tuvo tiempo para trabajarse el camino hacia el poder, y una vez en el poder, no tiene más resuello que para sobrevivir en él. Así pues, ni piensa ni tiene tiempo para pensar. Pero esta es otra historia. Lo cierto es que en este tipo de conspiraciones como las del 11-M y del 11-S circulan en niveles subterráneos. Es difícil que Bush o ZP supieran algo de lo que se cocía entre bastidores. Ambos, por lo demás, son demasiado tontos como para intuir el fondo de la cuestión, pero lo suficientemente inteligentes como para saber que no deben preguntar nada y que hay temas sobre los que no se puede ni hablar en familia. Por tanto no es raro que hayan elegido colaboradores todavía más limitados que ellos. Ahí están las ministras de cuota que ni dan la talla como ministras ni como mujeres. Lo mismo cabe decir del equipo de gobierno de Bush formado en parte por neoconservadores –los únicos que realmente tenían un proyecto por disparatado que fuera: reordenar el mapa de Oriente Media, liberar a Israel de cualquier riesgo y asegurarse el suministro de petróleo- y luego por una patulea de ilustres ignorantes a la americana.

Antes hemos aludido a la complejidad de una conspiración, ahora podemos añadir que las conspiraciones solamente pueden realizarse desde el ejercicio del poder o al menos cuando parte de sus programadores están bien situados en al escala del poder y preparan su transición de unas a otras manos. Al conspirador moderno le interesa obtener el máximo beneficio económico posible en el mínimo tiempo, esto les hace chocar ocasionalmente con el poder político que precisa un poco de prudencia y de mano izquierda para hacer digeribles sus decisiones. De hecho, el responsable del poder político en una plutocracia no pasa de ser el chico de los recados y así hay que a Zapatero, como un chico de los recados con ideas propias. Y esas ideas propias son precisamente lo que más alarma genera en la plutocracia pues corren el riesgo de generar situaciones de desequilibrio y choques con retroceso.

Pero hay una fase siguiente de degeneración del sistema democrático y es cuando la plutocracia para impedir que se investiguen sus corruptelas, sus manejos y sus crímenes, empieza a ir ahogando a todos los poderes del Estado y de la Sociedad. Es la tercera fase de la pendiente de la decadencia muy avanzada en el momento actual en los EEUU y de la que también se encuentran algunos síntomas en España.

La esencia de la democracia es un sistema de pesos y contrapesos para evitar que un solo poder haga y deshaga a su antojo. Si no existe esa división de poderes la democracia es pura ficción al margen de los procesos degenerativos que haya abordado. En España ya es preocupante que el poder legislativo sea una caja de resonancia del poder ejecutivo y que el poder judicial baile al son del ejecutivo y éste a la música de las originalidades, las excentricidades y los exotismos de ZP y de las maniobras orquestales del poder económico.

Ahora bien, si además de esto existe una amenaza a las libertades generada con la excusa de la “lucha contra el terrorismo”, como está ocurriendo en los EEUU, esto ya es mucho más grave. La primera intención de la administración Bush tras la legitimación del 11-S se evidenció en el Acta Patriótica -¡redactada por John Ashcroft meses antes de que se produjeran los ataques!- que capacitaba a las fuerzas de seguridad del Estado para interceptar correspondencia privada, comunicaciones, realizar registros y detenciones preventivas cuando la seguridad nacional “estuviera en juego”. Luego se aprobó la doctrina del “ataque preventivo” contra cualquier país del que se supusiera que podía emanar un peligro para la cacareada seguridad nacional. Noción flexible donde las haya. Guantánamo no es solamente la muestra de que EEUU ha entrado en una deriva problemática en cuestión de libertades, también cientos de ciudadanos fueron arrestados “preventivamente” después del 11-S, pasando incluso tres años en prisión sin juicio y son conocer los cargos en su contra. Sin olvidar a los detenidos en Guantánamo que llevan siete años siete a la espera de juicio y de que se formulen acusaciones contra ellos. Si esto no es algo parecido a una dictadura habrá que crear una nueva palabra para calificarlo.

El problema es el siguiente: una conspiración –que solamente puede diseñarse desde los aledaños del poder o desde el mismo poder- precisa vulnerar la ley y, por tanto, se expone a ser denunciada en un marco democrático formal. Por tanto, una vez la democracia ha degenerado en partidocracia y esta en plutocracia… queda la etapa final: impedir que se investigue para lo cual hay que evitar… que se pueda investigar. Y si se investiga a fondo, hay que evitar que los datos obtenidos puedan llegar a juicio. Y si llegan a juicio, se trata de que se reflejen en la sentencia a gusto del consumidor, es decir, a gusto de quien ha diseñado la “versión oficial”. Esto es lo que estamos viendo en España desde hace cinco años, cuando resulta evidente que la versión oficial no se sostiene y sectores enteros de las empresas periodísticas se niegan a publicar la más mínima duda razonable sobre la “versión oficial”.

Porque de lo que se trata es de que una conspiración no solamente tenga éxito, sino que nunca nadie pueda llegar hasta el fondo de la cuestión. Para ello una creciente manipulación de los distintos poderes del Estado y del sistema de comunicaciones, es inevitable. De ahí que hayamos dicho que en el último nivel de degeneración del sistema democrático, cuando la corrupción ya se ha generalizado, y la plutocracia domina cómodamente, empiecen los recortes a las libertades, recortes brutales y sin recato al estilo que los practica la administración norteamericana y recortes selectivos, de guante blanco, basados en la coacción, en la zanahoria y el palo, como realiza la administración ZP.

© Ernesto Milá – Infokrisis – Infokrisis@yahoo.eshttp://infokrisis.blogia.com

 

Conspiradores, conspirativos y conspiranoicos (I de VIII). Qué es y qué no es una conspiración

Infokrisis.- La reciente sentencia del Tribunal Supremo sobre el 11-M ha hecho, una vez más, hablar en demasía sobre la “teoría de la conspiración”. Mala cosa porque, en realidad no existe ninguna “teoría de la conspiración” sino, en realidad, una crítica a los agujeros negros de una versión oficial que, a partir de la sentencia del Supremo, se ha convertido toda ella en agujero negro. Por lo tanto, hemos pensado si no sería bueno dedicar una pequeña serie de comentarios a viviseccionar lo que se ha dado en llamar “conspiracionismo”, en todas sus variantes.

 

1. Introducción. El día en que un director me pidió un artículo conspiranoico.

Fue el último artículo que escribí para esa revista y no porque surgiera ningún problema con su director sino por la sencilla razón que desde hacia un año habían ido rebajando las tasaciones de los artículos hasta que llegó un momento en los pagos ni siquiera justificaban el trabajo que uno podía tomarse en elaborar el artículo. Pero lo que sí me llamó la atención es que en esa mi última relación con la revista el director, aficionado a largas conversaciones telefónicas (mientras que los años de clandestinidad me habituaron a un número mínimo de llamadas que, inevitablemente, debían ser breves, escuetas y casi telegráficas), tras explicarme cómo debía ser el artículo y los temas que debía tocar (era sobre las calamidades africanas) concluyó pidiéndome: “Que quede conspiranoico”. Nunca había utilizado esa palabra, ni siquiera la había oído en otros. Sabía, desde los atentados del 11-S que podía hablarse de “conspiración” pero nunca de “conspiranoicos”.

No había mucha materia para hacer de un reportaje sobre la tragedia africana, una piedra angular del conspiracionismo. A fin de cuentas, los africanos están experimentando hoy las consecuencias de lo que han sido capaces de hacer con su independencia. Llevamos casi medio siglo de independencia africana y ha sido inevitable que esos países que quisieron ser independientes –y que a menudo lo fueron masacrando a los antiguos colonizadores- asumieron su propio destino en sus manos con el resultado que todos conocemos. Quisieron ser independientes y la independencia –y nadie más que una independencia mal llevada- les quemó. Hoy de África quedan cenizas y problemas, pero no por conspiración alguna sino por la incapacidad del africano para organizarse y asumir un destino nacional y una correcta gestión de recursos.

Sin embargo, a partir de aquella conversación con el director de aquel medio (que cada vez sigue contando más con becarios para seguir apareciendo), empecé a dar vueltas al concepto de conspiracionismo, a sus desviaciones, a su patología y a sus rasgos esenciales.

Es necesario distinguir entre la conspiración en sentido estricto, es decir, la planificación consciente, responsable y orgánica de un efecto pernicioso para la sociedad pero que beneficia a sus impulsores, de lo conspiranoico (obsesión paranoica por descubrir un sentido oculto teleológico a determinados fenómenos sociales traumáticos o no). Si lo primero dará origen a la aparición de “teorías de la conspiración”, es decir, al conocimiento especulativo que explica determinados episodios históricos, lo segundo será la proyección interpretativa realizada sobre un determinado episodio realizada por una personalidad paranoica.

En ambos casos, el resultado está íntimamente ligado al carácter y a la persona de quien realiza el análisis: una persona racional e imaginativa podrá, si tiene los instrumentos y datos a su alcance, improvisar una teoría de la conspiración; pero si se trata de una mentalidad paranoica aun disponiendo de los mismos datos, los ordenará de manera diferente y necesaria para satisfacer su obsesión.

Las investigaciones llevadas a cabo en torno a los macroatentados del 11-S y del 11-M han evidenciado las interrelaciones entre ambas tendencias del espíritu. Es evidente en ambos casos que las “versiones oficiales” cojean desde el primer momento y para quien ha podido conocer mínimamente los métodos de trabajo de servicios de operaciones especiales públicos o privados, ambos macroatentados responden más a una operación típica de este tipo de organismos que a atentados cometidos por grupos terroristas casi inexistentes. Sí, en efecto, digamos de partida que consideramos que en torno a estos dos macroatentados han existido conspiraciones y a ello hemos dedicados dos libros: 11-S, la gran mentira y 11-M, los perros del infierno.

Ahora bien, conocemos la mentalidad conspiranoica, la hemos visto en nuestra generación encarnada en muchos de nuestros amigos o conocidos y sabemos perfectamente que el principal enemigo de las teorías de la conspiración son los conspiranoicos.

Así pues, las líneas maestras que nos proponemos en este trabajo van a ser:

- distinción entre las teorías de la conspiración y entre el universo conspiranoico.

- distinción entre la mentalidad conspiranoica y la mentalidad analítica.

- definir lo que es una teoría de la conspiración.

- demostrar que lo conspiranoico es una enfermedad del espíritu.

- establecer cómo se monta una conspiración.

- denunciar los mecanismos utilizados por los conspiradores.

- fijar la importancia de este debate en la política del siglo XXI y

- exponer la doctrina de Julius Evola y René Guénon sobre la contrainiciación

Esperamos poder aprovechar las vacaciones de agosto de 2008 para rematar esta temática que nos parece extremadamente importante y que creemos que reaparece ahora en Occidente, pero siempre, de una forma u otra, ha estado presente desde principios del siglo XIX. Ya habrá ocasión de ver por qué.

2. ¿Qué no es una conspiración?

En agosto de 2006 apareció una noticia que guardé como curiosidad: la estrella del pop Michael Jackson afirmaba que había sido víctima de una “conspiración” promovida por sus ex asesores, un grupo de abogados que buscaba su ruina financiera. La noticia apareció cuando el nombre del cantante estaba aún muy tocado por el escándalo de abusos sexuales a menores. Al parecer, según explicaba la “relaciones públicas” de Jackson, los antiguos asesores financieros del cantante habían intentado reclutar a individuos que lo demandarían y provocarían su bancarrota. La portavoz no dudó en proclamar que el asunto “podría ser una de las mayores conspiraciones en la historia de la industria del entretenimiento, los documentos enviados a Michael Jackson y sus representantes revelan un deliberado plan de algunos de sus ex abogados, así como previos asociados y antiguos asesores, para llevar al señor Jackson a una involuntaria bancarrota". Durante un juicio que duró cuatro meses por cargos de abuso de menores en 2005, la fiscalía afirmó que el músico estaba en dificultades económicas debido a una creciente deuda. Lamentablemente, la portavoz de Jackson no entregó los nombres de los conspiradores, pero dijo que Jackson ya había ordenado a su actual equipo legal que investigue la confabulación y presente las correspondientes demandas en múltiples jurisdicciones…

Hasta aquí la noticia que evidencia hasta qué punto la palabra “conspiración” se utiliza con extrema ligereza. Ahora bien, los datos contenidos en esta información podrían ser ciertos y, efectivamente, Jackson habría sido víctima de una vasta conspiración. Sin embargo, los hechos juegan en su contra:

- La portavoz de Jackson no cita los nombres de los abogados resentidos con el cantante.

- Dos años después, el tema no ha tenido continuación, se agotó en esa noticia, no hubo más en la misma dirección.

- El episodio tenía lugar cuando Jackson afirmaba que iba a grabar su primer disco desde 2001 y era posible que, a la postre, todo fuera una técnica promocional.

- Y, finalmente, el episodio está demasiado cerca del proceso que tuvo que soportar Jackson por abuso y corrupción de menores que dañó definitivamente su carrera.

Así pues, cabría más bien hablar de “maquinación” en la medida en que este concepto presupone un proyecto o asechanza artificiosa y oculta, dirigida regularmente a un mal fin. Esta palabra, derivada del latín,  machinatĭo, -ōnis, es mucho más oportuna que conspiración. Y, a fin de cuentas, todo induce a pensar que si hubo machinatĭo seguramente fue organizada y estructurada por el equipo de marketing y publicidad del propio cantante, decidido a relanzar su carrera. Habría que añadir que alguien que es capaz de hacerse en el cuerpo lo que ha hecho Michael Jackson es un pobre diablo enloquecido en manos de sus asesores.

Y si esta noticia no implica una conspiración, ¿no se trataría más bien de confabulación y ese podría ser el nombre que se le aplicara? No exactamente. La confabulación es otra cosa. La Real Academia lo define como “acción y afecto de confabular o confabularse” y, a su vez, “confabular” sería el acuerdo entre dos o más personas para acordar la realización de un plan generalmente ilícito. En España ocurría hasta hace poco todos los días cuando un concejal de urbanismo colocaba el expediente de un promotor amigo suyo y del que cobraba generosos estipendios ante cualquier otro expediente listo para resolverse. No es que fuera ilegal, era simplemente, ilícito. Se negaba a unos lo que se concedía a otros simplemente por que mediaba amistad o algún refuerzo económico cuya existencia era imposible de demostrar (si fuera posible demostrarlo de “ilícito” pasaría a “ilegal”).

Así pues, una conspiración ni es una confabulación, ni una maquinación. Tampoco es un complot, aunque frecuentemente vaya asociado con él. El complot –palabra de origen francés incorporada a nuestra lengua sin ninguna alteración- es una forma de confabulación en la que dos o más personas se ponen en contra de otra o de otras. Habitualmente toma la forma de una conjura de carácter político o social y por ello se sitúa muy cerca de la conspiración.

La conjura es otra cosa y tiene que ver mucho con pactos o juramentos. No es tanto la acción en sí misma como el hecho de juramentarse para realizarla. Se suele aludir a la existencia de grupos de “conjurados”, es decir, a cierto número de personas que se han puesto de acuerdo en algún fin y que ritualizan este acuerdo en el acto del “juramento”. Cada uno de los que lo han suscrito es un “juramentado” y la acción colectiva de todos ellos es la “conjura”. La conjura históricamente ha ido muy pareja al asesinato de algún líder político. Se dice que John Wilkies Booth y quienes conspiraron contra Abraham Lincoln se juramentaron antes de iniciar sus planes. Así mismo se sabe que un grupo de marinos se juramentaron para vengar el asesinato del Presidente del Gobierno Luís Carrero Blanco y consiguieron incluso ejecutar a Miguel Beñarán Ordeñana, el jefe del comando asesino de ETA.

3. Paréntesis sobre la conspiración (que no conjura) de los necios

Y luego está, por supuesto, la “conjura de los necios” a la que vale la pena dedicarle algún párrafo. Leí en unas circunstancias muy difíciles esta obra (que me prestó otro que estaba todavía en circunstancias más difíciles que yo) dos años después del 23-F que, como veremos en algún lugar, si fue algo, fue una conspiración en pleno sentido de la palabra. Ésta otra de los necios venía a cuento de la famosa frase de Jonathan Swift: “Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconoceréis por este signo: todos los necios se conjuran contra él”. La aventura de Ignatius Reilly es, literalmente, desternillante y estrambótica, pero ¿es una “conjura”? A decir verdad, la palabra “conjura” aparece solamente en el título de la obra y luego dos veces más en el texto pero con el sentido de exorcisar, evitar. En el punto álgido de la “conjura” Ignatius Reilly interrumpe una fiesta y se dirige a los sorprendidos invitados:

—¡Silencio! —aulló Ignatius por encima del furioso parloteo—. Estoy aquí esta noche, amigos míos, para explicaros cómo podéis salvar al mundo y traer la paz.

No hay en lugar alguno de la obra ni juramento, ni nada parecido, elementos que como hemos visto son necesarios para que podamos hablar de conjura.

Por otra parte, el proyecto de Ignatius Reilly expresado de forma hiperbólica en cientos de cuadernos Gran Jefe escritos de su puño y letra y dispersados por su habitación a la espera de que un día decida compendiarlos en una obra que debería darle fama mundial, así pues existe pensamiento “político”, existe “acción política” y existen “conspiradores” e incluso existe un partido político “secreto”. Y, por haber, hay también una doctrina política que inspira la conspiración: Boecio y la filosofía medieval, pero no el Renacimiento ni la Ilustración, con lo cual su opción es tan evidente como arcaica.

Por tanto, estamos delante de una loca conspiración, pero conspiración al fin y al cabo, ingenua, deslabazada, triste en ocasiones, que remite a un clásico de la literatura como es el Quijote de Cervantes. Reilly como el Quijote aspiran a restaurar la Edad Media y si el segundo emprende locas aventuras, el primero tiene que atravesar por algo peor: trabajar para pagar una deuda. Así es la obra de John Kennedy Tool que seguramente pasará a la historia como el Quijote del último tercio del siglo XX.

La conjura de los necios es una caricatura de conspiración, pero conspiración al fin y al cabo y, desde luego, no más grotesca que algunas conspiraciones que se han producido en el siglo XX. Quizás sea por eso por lo que, tras toda la aureola de bufonadas sin fin, sucesión de absurdos y abracadabrantes proyectos de restauración del pensamiento de Boecio, el libro destile una irremediable tristeza. Golpes de Estado a la sudamericana, el golpe mismo del 23-F en España e, incluso, las conspiraciones del 11-M y del 11-S, tienen, como el diablo mismo, un aspecto innegablemente bufonesco y ridículo que sería el único en resaltar, de no haber sido por los miles de muertos que han costado, particularmente las dos últimos.

4. En positivo: que es una conspiración

Marilyn Ferguson autora de La Conspiración de Acuario (que sin embargo tiene poco que ve con conspiraciones propiamente dichas) afirma que “conspirar” es “respirar juntos”. Si este es su sentido etimológico no es desde luego el que tiene hoy y mucho menos el que le conceden los conspiranoicos. Pero la Ferguson tiene cierta razón cuando relaciona la palabra “conspiración” con hacer algo –respirar o cualquier otra cosa- en comunidad con otras personas. No hay conspiraciones unipersonales; la conspiración, incluso la más pequeña concebible, es hija de un acuerdo entre distintas personas, acuerdo que sigue a una conversación en la que se declaran las intenciones y se acepta plantear secretamente acciones que permitan obtener los resultados esperados que justifican y dan sentido a la conspiración.

Si conspirar no es solo “respirar juntos”, es, ante todo, “actuar junto a otros en función de un plan común aceptado por las partes”. Se conspira para derribar un gobierno, para acabar con una situación o desencadenar otra, para catapultar a una nueva clase política dirigente hacia el poder o, simplemente, para repartirse alguna prebenda, pero lo cierto en todos los casos, es que los conspiradores esperan obtener beneficios personales. Este es pues el primer elemento presente en toda conspiración: el afán por obtener un beneficio.

Tanto más grande sea el beneficio, tanto mayor será el secreto que envuelve a la conspiración. Y este –el secreto- es el segundo elemento presente en toda conspiración. Conspirar a la luz del día es imposible, de hecho obrar así no sería realizar una conspiración, sino llevar adelante un proyecto que sería gozaría del favor general en la medida en que todos los ciudadanos considerarían que pueden beneficiarse de él. Cuando un gobierno decide que el 5% de la energía producida en su país sea producido por fuentes alternativas, a pesar de los muchos intereses que entran en juego, nadie tendrá el derecho a pensar que se trata de una conspiración: todo se hace con luz y taquígrafos y si hay algún extremo que no está claro o bien en el proceso de adjudicación y en las concesiones se producen irregularidades, esto compete más a la corrupción que a la conspiración. En un organismo publico “corromperse” supone que los responsables del mismo utilizan sus funciones y medios a su alcance para aprovecharse. En un caso así, siempre, de lo que se trata es de obtener beneficios y no dejar que otros los obtengan, a diferencia de la conspiración en la que, inicialmente, de lo que se trata es de provocar un mal que, en una segunda fase, generará un beneficio a quien lo desencadena. Mientras que en los casos de corrupción el beneficio es el único fin que se persigue, en las conspiraciones suele ocurrir que un episodio traumático –véase el 11-S o el 11-M- sea el momento táctico necesario para alcanzar, indirectamente ese beneficio.

Además, en los episodios de corrupción concurren pocas circunstancias y siempre son las mismas: los individuos corruptos tienen la posibilidad de aprovecharse de su cargo para beneficiarse y lo hacen sin dudar. De no haber disfrutado de una posición de dominio en ese ámbito, no hubieran estado en condiciones de corromperse. Sin embargo, lo esencial en una conspiración es que concurren siempre una multiplicidad de factores e intereses. De ahí la dificultad para establecer “teorías de la conspiración”, porque no solamente se trata de reunir una serie de episodios anómalos e imposibles de comprender en sí mismos, sino de comprender bien los mecanismos a través de los cuales la conspiración ha sido posible: y siempre son los mismos. Nunca en una conspiración, uno solo de los beneficiarios tiene fuerza suficiente para desencadenarla. De hecho, una conspiración puede emerger en el momento en el que se cruzan distintos tipos de intereses, todos ellos con un peso real, con áreas de influencia perfectamente definidas, y con capacidad para entender que trabajando junto pueden desencadenar una situación que contribuya a mejorar sus expectativas. Entender cuáles son estos componentes, definirlos, describirlos en sus nombres y en sus límites, suponen un trabajo arduo a la hora de establecer una “teoría de la conspiración”. Y, por lo demás, jamás se estará completamente seguro de que, siendo beneficiarios objetivos, hayan participado realmente en la conspiración. Por ejemplo, es posible que parte de la dirección de ETA, algún sector de la policía, los industriales vascos, los cristaleros –pues no en vano, cada bomba de ETA “enriquece” a los cristaleros que bruscamente deben renovar un bien que, casi por definición, no es fungible- y la clase política, sean renuentes a desmantelar de una vez y para siempre a la organización terrorista… pero es evidente que algunos de los colectivos mencionados, si bien se benefician objetivamente de las acciones de ETA, ni están en condiciones, ni tienen interés en “conspirar” para que siempre el pulmón de ETA tenga un resuello que le permita alguna operación terrorista.

Se sabe, por ejemplo, que el complejo militar-industrial, Edgar Hoover entonces director del FBI, un importante sector del Pentágono, los amigos tejanos del vicepresidente Lyndon Baines Johnson, la mafia, los exiliados cubanos que no habían podido perdonar a Kennedy el fracaso de Bahía Cochinos, conspiraron para asesinar al presidente. Lo que se ignora es, si estos son todos los intereses que resultaban beneficiados con el cambio de administración y, sobre todo, cuál era el grado de participación de cada una de las partes implicadas.

Otro tanto cabría decir del 11-S o del 11-M. Dicho con otras palabras: se trata de “conspiraciones” de tal envergadura que no están sólo al alcance de “un” poder, sino que precisan de la acción coordinada de varios poderes, tanto en el momento mismo del desencadenamiento de la conspiración, con en la fase posterior (sin límite temporal) de investigación sobre la misma. No se trata solamente de encargar a un grupo de mercenarios contratados en el extranjero la comisión de tal o cual atentado mortífero para precipitar una determinada coyuntura, sino de contar luego con la complicidad de algunos medios de la seguridad del Estado, de la magistratura y de la fiscalía, y especialmente, con la colaboración de algunos medios de comunicación, para dar una versión de los hechos acorde con la “versión oficial” previamente establecida y que imbuya en la población la sensación de que esa es la única verdad indiscutible y dogmática hasta el punto de que se cierren las puertas a cualquier tipo de investigación posterior que aspire a profundizar más allá de los límites de la versión oficial.

En el caso del 11-M está claro que para todo aquel que tenga ojos y vea y oídos y oiga, los elementos probatorios sobre los que se ha basado la sentencia de la Audiencia Nacional, fueron de tal debilidad que ni siquiera se sostuvieron algunas de las peticiones fiscales. Finalmente, la sentencia en primera instancia fue tan ambigua que técnicamente podía ser descalificada con facilidad. Cuando llega a la casación, la sentencia es podada de los elementos más difícilmente sostenibles, pero sin ganar en concreción: si bien se excluye por completo que Al Qaeda haya tenido algo que ver y desaparece por completo cualquier condena a los imposibles “autores intelectuales”, no se dice gran cosa sobre los autores materiales que, al sostenerse que murieron en Leganés, extinguen su responsabilidad… Una sentencia así hubiera debido, al día siguiente, exigir de la policía y del Ministerio del Interior, una reapertura del caso a partir de cero y la apertura de otras pistas de investigación… Si no se ha hecho es, precisamente, porque determinados medios de comunicación y el partido en el gobierno, han sostenido ante la opinión pública –contra toda lógica y contra el sentido común- que la sentencia confirma la “versión oficial” y excluye por completo la participación de ETA… ¿y? Sí, esos mismos medios y ese mismo gobierno, durante cinco años han estado sosteniendo –sobre bases no del todo falsas al menos en lo que respecta al PP- que la única “teoría de la conspiración” sostenía que el atentado lo habían cometido los moros pero que había sido planificado y programado por ETA. Y es cierto que el PP pagó sus errores contenidos desde el 11-M hasta los dos años siguientes en donde se obstinó, por encima de toda lógica en defender la autoría de ETA, en lugar de reconocer: “nos han engañado desde el primer momento” y señalar a los autores del fraude que figuraban entre los propios medios de la seguridad del Estado, entre los medios de comunicación de determinada cadena y entre algunos representantes del único partido político que obtuvo un beneficio de las explosiones: el PSOE.

En un país en el que la prensa expresara las posiciones de los propios periodistas sin estar condicionados por los intereses del medio en el que trabajan, si no existieran “intocables” en los medios de comunicación, en la política y en la seguridad, y si el sistema político español no estuviera esclerotizado por la partitocracia y la plutocracia, nadie se habría atrevido a dar la orden de que se desguazaran los trenes, nadie se habría opuesto a realizar nuevas investigaciones hasta que no se llegara a esclarecer hasta el último extremo del crimen y, por supuesto, hubiera resultado imposible presentar a 9 cretinos, a cual mas incapaz, como “autores intelectuales del atentado”, todos, inevitablemente absueltos por la Audiencia Nacional o el Supremo.

Para “conspirar” hace falta disponer de un lugar privilegiado en la pirámide social. El conspirador –en realidad, los conspiradores- deben estar situados a una altura tal que permita mirar a lo lejos, eso da la posibilidad de planificar las consecuencias del acto, prever las reacciones y disponer de una red de silencios y complicidades con los escalones inferiores. No conspira quien quiere sino quien puede. Y hoy, las únicas conspiraciones posibles en los Estados occidentales construidos con una increíble complejidad, son las conspiraciones de los poderosos para ser todavía más poderosos o para alternarse en el poder con otra banda de poderosos. Una conspiración como la de los “sargentos” del siglo XIX, o pensar que el pronunciamiento de tal o cual espadón generará un cambio de gobierno, pertenece a una mentalidad anterior al último tercio del siglo XX. De hecho, la conspiración o lo que fuera de Tejero o a la que le indujeron a picar, solamente pudo realizarse desde el poder con la intención de asentar a ese mismo poder y “conjurar” de una vez por todas las amenazas golpistas.

© Ernesto Milà – Infokrisis – Infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com

 

¿Por qué ya nadie habla del 11-M? ¿Queda algo que decir?

¿Por qué ya nadie habla del 11-M? ¿Queda algo que decir?

Infokrisis.- La sentencia se publicó a principios de noviembre y, desde entonces, lo único que se ha hablado sobre el juicio del 11-M es a causa del libro de la mujer del juez que ha recibido críticas unánimes de la magistratura y ha borrado de un plumazo la sensación de limpieza y honestidad del juicio. Desde entonces, ningún medio ha vuelto a publicar ninguna información adicional sobre el mayor atentado de la historia de España. ¿Qué podemos pensar de este silencio? 

¿Informadores sobre el 11-M? ¿quiénes? ¿por qué?

Durante tres años y medio, quienes han investigado el atentado del 11-M en sentido crítico no han tenido dificultades en obtener informaciones contrarias a la versión oficial. Si todos los confidentes que han llamado al Mundo, a Libertad Digital y a la COPE se pusieran en fila, seguramente darían la vuelta a la manzana. Claro está que no todos venían con informaciones precisas y veraces. Siempre que se abre una redacción aparecen cinco tipos de sujetos:

-         Los que paranoicos que ofrecen información “averiada” simplemente porque en su locura creen haber llegado a una verdad incontrovertible, cuando no han hecho otra cosa más que reunir sus obsesiones personales a unos cuantos datos sesgados utilizados teleológicamente al servicio de su paranoia.

-         Los “confites” de los servicios de información (nacionales o extranjeros, públicos o privados, no lo olvidemos, que de todo hay) que intentan crear pistas falsas, desviar investigaciones solventes, y, en definitiva, impedir que los árboles dejen ver el bosque. Es una práctica habitual que se encuentra en el manual de operación de cualquiera de estos servicios.

-         Los “listos” que intentan vender información sin valor a precio de oro. Durante la transición cualquier individuo que llegaba a una redacción con informes sobre “grupos terroristas” de extrema-derecha, recibía una buena recompensa aun cuando a todos les constaba que la información eran un pastel de dimensiones colosales. Cámbiese eso por información sobre “terrorismo islámico” y se tendrá la situación actual.

-         Los “benefactores” que trabajando también para servicios información (insistimos, nacionales o extranjeros, públicos o privados) intentan colar informaciones veraces simplemente porque benefician a sus intereses y perjudican a otros competidores.

-         Finalmente, los que tienen verdaderamente informaciones veraces y consideran un deber ético darles salida, ¿dónde? Justo en los medios que se han manifestado, desde el principio, críticos respecto a la versión oficial del 11-M. En este caso, como en el primero, es posible que ni siquiera quienes aportan estas informaciones, sean completamente conscientes del valor y de la importancia del material de que disponen.

¿Se han secado las fuentes de información?

Lo que ha ocurrido en el caso del 11-M es que algunas de estas fuentes se han, efectivamente, secado. La sentencia ha generado el tránsito de la “verdad oficial” a la “verdad judicial” y esto ha cortado, en primer lugar, las fuentes que proceden de los servicios especiales (una vez dictada la sentencia ¿para qué seguir intoxicando?). Así mismo, los “listos” también han desaparecido de las redacciones (si ya hay verdad judicial y se ha cerrado el caso en los tribunales –a falta de los recursos de apelación- el valor del material de intoxicación ha bajado también).

La verdad, es que entre unos y otros, se había producido una verdadera invasión de información falsa en las redacciones de todos los medios que se han dedicado a investigar sobre estos temas… lo que, de paso, demuestra que estos medios iban bien enfocados y que alguien consideraba necesario intoxicar y obstaculizar la investigación. Lo que implica decir: “cuando han intoxicación es que hay intoxicadores… y que éstos trabajan en función de determinados objetivos de encubrimiento”.

Por otra parte, no hay que olvidar un elemento importante: estamos en período electoral y no se sabe, en este momento, de qué lado va a caer el poder en marzo de 2008. Este elemento es importante porque no hay que olvidar que a lo largo de estos últimos tres años y medio buena parte de la información contraria a la “versión oficial” ha procedido de elementos policiales “disidentes”. Se trata de funcionarios que, por muchos motivos, bien por repugnancia hacia la manipulación que se ha producido a partir del 11-M, bien porque fueron marginados por la administración socialista, lo cierto es que en estos momentos, a tres meses de las elecciones, ningún funcionario se quiere jugar su futuro. Además, es preciso recordar que da la sensación de que algunos medios están reteniendo información para lanzarla en los últimos treinta días previos a la consulta en las urnas. Por todo ello, durante unas semanas vamos a tener escasez de informaciones sobre el 11-M.

Pero ¿hay algo nuevo que revelar?

¿No será que no hay nada nuevo a revelar y que la sentencia ya ha cerrado la posibilidad a investigar una vía alternativa? En absoluto, de todas es esta la excusa más irreal. La sentencia no ha cerrado absolutamente nada, ha sido una especie de cierre el falso realizado en la esperanza de que este frente se mantenga calmado hasta las elecciones y luego ya se verá.

Sobre el 11-M queda casi todo por decir y lo fundamental es establecer una verdadera “hipótesis alternativa” que dé cuerpo e integre las informaciones difundidas por las empresas periodísticas que han trabajado en esa dirección. En nuestra opinión, con los socialistas en el poder jamás se podrá realizar una investigación objetiva y con voluntad de llegar hasta el final. Los propios socialistas temen lo que puede descubrirse y hasta donde pueda llegar una investigación e incluso temen que alguno de ellos pueda resultar salpicado. Para que se abra una investigación contraria a la que hasta ahora ha sido “versión oficial” es condición sine qua non que los socialistas sean alejados de los resortes del poder.

De lo contrario utilizarán toda su presencia en los mecanismos de poder o en la dirección de los distintos cuerpos de seguridad del Estado para bloquear y tergiversar esa investigación.La segunda condición es que una nueva investigación debe de partir de cero y considerar todos los elementos que sucedieron en aquella infausta mañana del 11-M de 2004.

Y ahí si que algunos directivos de informativos de la SER deberán de explicar cómo les llegaron informaciones tendenciosas desde pocos minutos después de cometido el atentado, lo que supone una voluntad deliberada desde el arranque del affaire a manipular a la opinión pública.

La tercera condición es modificar algunos elementos del código penal y acentuar las penas para funcionarios que mientan u oculten datos relativos al ejercicio de su cargo, aumentar las penas por perjurio y las penas por delitos de encubrimiento y difusión deliberada de noticias e informaciones falsas.

La última es investigar sin apriorismos y sin barreras: ni la Renault Kangoo, ni la mochila de Vallecas, ni la finca de Morata de Tajuña, ni el piso de Leganés lo explican todo. De hecho, sobre cada una de estas “pruebas” es posible establecer una sombra pesada de duda. Resumiendo, una nueva investigación sobre el 11-M debe partir de este hecho: sabemos muy poco sobre los atentados y de lo que sabemos, buena parte es discutible, incomprobable o, simplemente, intoxicación. Si no hay que partir de cero, caso hay que hacerlo de cero. Y con pies de plomo.

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es  

11-M: sentencia en otoño. La investigación paralela no ha concluido.

11-M: sentencia en otoño. La investigación paralela no ha concluido.

Infokrisis.- El juicio del 11-M ha terminado… sólo es de esperar que sirva para algo más de lo que sirvió la comisión parlamentaria de investigación. A estas alturas, y fuera de la demagogia oficialista, a nadie que piense y vea se le ocurre que el parlamento español sirve para algo más que ejercer de churrera legislativa y caja de resonancia del gobierno y de la oposición. En cuanto al poder judicial, no es que la población le tenga mucha más confianza (“la justicia es un cachondeo” desde mediados de los años 80 tal como se encargó de proclamarlo para la historia, Pacheco, el olvidable alcalde de Jerez que solamente pasará a la historia por esa frase), pero siempre queda la posibilidad de que algún juez dé el do de pecho y proclame en forma de sentencia lo que muchos pensamos. A saber: que por no estar claro, en el juicio del 11-M, casi nada ha estado claro.

Lo que fue del atentado a la comisión de investigación

Pocas veces en la Historia de España se produjo una confusión tal como la que tuvo lugar inmediatamente después de los ataques terroristas del 11-M. Solamente la SER lo tenía claro, extrañamente claro media hora después de las explosiones: “han sido islamistas y se han encontrado restos de un suicida”. Para Zapatero en esas mismas horas, la seguridad era la misma, y llamó a los directores de los diarios explicando que “tenía información fidedigna” según la cual “los suicidas habían sido cuatro”… En aquella trágica mañana del 11-M eran, al parecer, los únicos que sabían lo que había ocurrido, con una seguridad casi escatológica. Nunca han explicado por qué y va siendo hora de que lo hagan.

Pero si el papel de PRISA y de su apéndice, ZP, fue extraño, el del gobierno Aznar fue torpe, no solamente esos días, sino en los dos años siguientes en los que siguió manteniendo que el autor del crimen “era ETA”. Era, desde luego, mucho más fácil para ellos realizar esta afirmación que reconocer que el autor intelectual y el diseñador de los atentados les había tomado literalmente el pelo: en un primer momento les convence de que “ha sido ETA” y hasta 30 horas después de las explosiones sigue sosteniendo la “pista etarra” de cara a Acebes (el “legionario de Cristo” no era desde luego el ministro del interior más adecuado, como tampoco es hoy el portavoz más recomendable para el PP) y al gobierno, mientras que de cara a la opinión pública se filtraban datos en número suficiente para confirmar la “pista islámica”.

Podemos alardear que, en los dos meses posteriores al atentado, leímos todo lo publicado sobre el episodio, tanto en España como en las principales capitales extranjeras. Un número MUY CONSIDERABLE de informaciones correspondían a lo que genéricamente se llama “intoxicación informativa”. Eso era sorprendente, en especial porque esa intoxicación iba dirigida exclusivamente a confirmar un elemento dado como cierto desde el 13-M: la autoría islámica. Y era curioso: porque si esa autoría estaba fuera de duda ¿para qué intoxicar a la opinión pública lanzando decenas de bulos? A partir de ese momento, dimos como cierto que había algo inexplicable en todo el episodio. Por ejemplo: si la autoría de Zougham estaba fuera de duda, ¿por qué introducir la información según la cual se había encontrado un fragmento de plástico perteneciente a la carcasa del teléfono, por donde se habían introducido los cables del detonador… y que correspondían, precisamente, al teléfono que no había estallado en la celebérrima “mochila de Vallecas”? El juicio nos ha ayudado a saber que ese fragmento no existió nunca… entonces ¿quién difundió la información sobre el trozo de plástico con manifiesta intención intoxicadora? ¿Qué falta hacía? ¿Por qué se hizo? Datos como éste abundaron en demasía en los dos meses después del atentado.

Con un PP recién estrenado en la oposición y deseoso, solamente, de demostrar más allá de la ausencia de datos, que “había sido ETA”, y con un gobierno enrocado desde entonces en la versión oficial, inamovible, inconmovible y taladrada cada vez más por todo tipo de agujeros negros, algunos tuvieron la insensata esperanza de que la comisión de investigación parlamentaria sirviera para algo. No sirvió: el PP intentó demostrar que era ETA… sin conseguirlo, y el PSOE y sus aliados (especialmente IU, PNV, ERC y CiU, hay que mencionarlos y no olvidar su responsabilidad porque 192 muertos son muchos muertos para el ejercicio del oportunismo y de la frivolidad) que el PP había mentido. Lejos estaban para estos últimos los días del “queremos la verdad”.

Pero la comisión de investigación registró algunos momentos gloriosos, especialmente cuando Aznar puso el dedo en la llaga y aludió a “tramas superpuestas”… Salvo esto, y salvo el lanzamiento mediático de la Manjón, el resto de intervenciones fueron olvidables y muchos de los llamados a declarar mintieron con desparpajo. Por otra parte, faltaron testimonios clave y especialmente los de los confidentes policiales.

El día en que se cerró la comisión, todos los españoles tuvimos la sensación de que aquello había sido una de las pérdidas de tiempo más memorables de toda la democracia. A partir de ese momento estaba claro que solamente quedaba la justicia y la investigación paralela.

La “teoría de la conspiración”

La instrucción del juez del Olmo fue torpe, titubeante, angustiosamente prolongada y contradictoria. A medida que fue avanzando se produjeron importantes novedades, pero no tanto motivadas por la investigación judicial, como por algunos medios de comunicación. Era el inicio de la “teoría de la conspiración”. Al tsunami mediático de PRISA solamente le quedaba denunciarla con toda su carga de ironía. En un principio se despreció la teoría: los voceros del régimen sostuvieron por activa y por pasiva que todo estaba claro, que no había ni un solo agujero negro en la investigación y que la verdad policial estaba atada y bien atada: se conocía a los autores intelectuales (media docena…), se conocía los explosivos y su origen, se conocía a los autores materiales (desgraciadamente fallecidos en Leganés), se conocían todos los extremos e incluso la vinculación con Al Qaeda… luego no había ninguna duda.

El PP cometió el error de seguir insinuando que “era ETA”. No había ninguna prueba sólida contra ETA (circunstanciales y sospechas muchas, pero sólidas ninguna), y PRISA cargó contra este orden de ideas y responsabilidades: se limitó a mentir reduciendo toda la teoría de la conspiración a la responsabilidad etarra. Dado que no había pruebas concluyentes respecto a esa responsabilidad, la teoría quedaba desacreditada de partida y no hacía falta meterse en procelosas y conflictivas veredas en las que PRISA jugaba con desventaja.

Es rigurosamente cierto que en este tema ha existido cierta asimetría: los sostenedores de la teoría de la conspiración realizaban algunas afirmaciones que reducían la credibilidad de la versión oficial y contestaban a la versión oficial aportando datos y pruebas (en el tema de los explosivos y de su composición, este proceso ha sido sorprendente e irreprochable: no era Goma 2 ECO); sin embargo, los sostenedores de la versión oficial evitaban por todos los medios contestar los hallazgos realizados por los defensores de la teoría de la conspiración, repitiendo una y otra vez que todo estaba claro. Era un diálogo de sordos, pero solamente porque los partidarios de la versión oficial no aspiraban a dialogar sino a desacreditar. Siempre terminaban sus arengas (esos editoriales de El País, en los que la mano de Ekaizer era demasiado visible) ironizando sobre el “papel de ETA” y negándose a entrar en los datos aportados por El Mundo, Libertad Digital, etc.

Y, a todo esto, ¿existe verdaderamente la teoría de la conspiración? De hecho nunca ha sido formulada como teoría, así que podemos decir que no existe teoría conspirativa; lo que existe es la denuncia de agujeros negros presentes en la versión oficial.

Cuando PRISA y sus prolongaciones, incluida ZP, ironizan sobre la “teoría de la conspiración”, lo que están haciendo es negarse a reconocer que la versión oficial es un gruyere vaciado completamente de sustancia y que no resiste el más mínimo análisis objetivo y racional.

Sentencia para otoño

El juez Bermúdez y sus dos compañeros tienen ante sí una tarea titánica. A diferencia de la tibieza, timidez y despistes del juez instructor Del Olmo, Bermúdez, a lo largo de la vista oral, ha dado muestras de energía y ecuanimidad e incluso ha sustituido con mucha frecuencia a los abogados de las defensas, algunos de ellos inexpertos y otros sin motivación suficiente, a la hora de realizar las preguntas clave.

Los principales elementos que se han evidenciado a lo largo de la vista oral son:

1) No se ha logrado aclarar la naturaleza de los explosivos y, por tanto, no está claro si los explosivos se robaron en la mina de Caolín asturiana.

2) No se ha logrado aclarar cómo es que el Skoda Fabia aparece tres meses después en el parking de la estación de Alcalá con restos biológicos de los presuntos implicados, cuando nadie antes lo había visto.

3) No se ha logrado aclarar la participación de Jamal Zougham en los atentados. El primer detenido el 13-M ha visto cómo los indicios que pesaban sobre él han seguido siendo mínimos y en absoluto concluyentes.

4) No se ha logrado aclarar qué ocurrió en Leganés y ni siquiera cómo se produjo la película de los hechos.

5) No se ha logrado aclarar el por qué ciertos medios policiales eliminaron cualquier referencia a ETA, incluso circunstancial, de los documentos, informes y notas sobre el 11-M.

6) No se ha acreditado ni remotamente la presencia directa o indirecta de Al Qaeda.

7) No se ha logrado definir cuál fue el autor intelectual de la masacre.

8) No se ha conseguido establecer ni siquiera cómo fueron colocadas las bombas en los trenes.

9) No se ha conseguido explicar ni siquiera aproximadamente cómo es posible que, siendo la mayoría de los detenidos confidentes de TODOS los servicios de seguridad del Estado, ni uno sólo de ellos estuviera al corriente de lo que iba a ocurrir.

10) No se ha logrado explicar cómo es posible que al propietario de la Renault Kangoo le fueran sustraídas las llaves de la furgoneta ¡ocho meses antes! de la comisión de los atentados.

11) No se ha conseguido fijar el papel del policía español de origen sirio Adhman Kalaji en toda la trama.

12) No se ha conseguido explicar por qué la SER difunde media hora después del crimen la noticia de que se han encontrado restos de “al menos un suicida”.

13) No se ha conseguido explicar por qué la mayoría de los detenidos o considerados ejecutores materiales tenían los teléfonos intervenidos, algunos desde dos años antes, y no aparecieron indicios suficientes de que preparaban algo.

14) No se ha conseguido explicar por qué la policía italiana envía traducciones erróneas de las conversaciones de “El Egipcio”.

Y podríamos seguir hasta concluir que, si el juicio ha conseguido demostrar algo y si algo pasará a la historia de este juicio, es precisamente la existencia de tantos y tan contundentes agujeros negros.

En otoño conoceremos la sentencia. Hay que relativizar su importancia, pero no despreciarla; especialmente en lo que se refiere a Jamal Zougham: si Zougham es considerado inocente habrá caído en pedazos la primera detención realizada el 13 de marzo de 2004, en plena jornada de reflexión y, por tanto, habrá que concluir que se trató de un chivo expiatorio confeccionado con intención electoral.

Habrá que leer la sentencia entre líneas y atender a los razonamientos del juez para establecerla, eso y sólo eso dará la medida de su solidez. Pero no hay que olvidar que el gobierno ZP ha insistido tanto en la validez y vigencia de la versión oficial que cualquier pequeña grieta puede suponer su autodesmoronamiento… empezando por el papel atribuido a Zougham (uno de los nombres que hacían enlazar la trama con Al Qaeda). Es posible que en algunos puntos la sentencia sea deliberadamente ambigua y que deje la puerta abierta a las investigaciones paralelas que no cesarán el día después de que sea emitida.

El problema de la versión oficial es que, o bien es completamente auténtica o bien es absolutamente falsa: no se está medio embarazadito, como no se puede sostener una versión oficial capidisminuida con elementos interpolados procedentes de las investigaciones alternativas.

Sea cual sea la sentencia, la marcha del juicio y el haber dejado constancia en la vista oral de los agujeros negros legitimará las investigaciones posteriores. Nadie, absolutamente nadie, está seguro de qué contendrá la sentencia. En buena lógica, la mayoría de acusados deberían ser castigados por sus delitos (Zougham, al parecer, clonaba, ilegalmente por supuesto, tarjetas telefónicas y la mayoría de acusados se dedicaban al trapicheo de drogas), pero exonerados de toda responsabilidad con el 11-M.

Hay algo que deben tener claro los que planificaron el 11-M: 192 muertos son muchos muertos para que todo pueda cerrarse en el actual estado de cosas. Que lo sepan los que idearon el 11-M: nunca, absolutamente nunca, olvidaremos el crimen y nunca, absolutamente nunca, renunciaremos a conocer la verdad y a que los rostros de los ideadores de la masacre sean sacados a la luz pública. Los criminales del GAL terminaron siendo sentados en el banquillo de los acusados, que no piensen las mentes criminales que idearon el 11-M que les va a salir más barato su crimen.

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es

Donde Luis del Pino se equivoca: el terrorismo como sujeto político ambiguo

Donde Luis del Pino se equivoca: el terrorismo como sujeto político ambiguo

Infokrisis.- Uno de los libros que me he llevado al largo viaje que me ha tocado emprender es “Los enigmas del 11-M: ¿conspiración o negligencia?”, editado por “Peones Negros de Granada” y escrito por Luis del Pino. El libro, distribuido gratuitamente, recoge y amplia las informaciones que a lo largo de 2005 y 2006, el periodista ha ido publicando en Libertad Digital, en El Mundo y en su propio Blog. Hemos leído con sumo interés estas páginas cuyo contenido agradecemos y compartimos, pero, al mismo tiempo, nos ha ayudado a advertir la limitación de la tesis de del Pino.

El 11-M no fue un azar en la historia

Nadie hubiera dicho que la fiscal Olga Sánchez se sentía atraía por la numerología hasta que en sus conclusiones definitivas al proceso del 11-M, explicó con una seriedad pasmosa que la fecha de los atentados había sido elegida, no por proximidad a las elecciones, sino por los 911 días que mediaban entre el 11-M y los atentados contra el WTC y el Pentágono. Esos 911 días indicarían, en “buen inglés americano”, la fecha 11 del mes de septiembre… Así pues, estaba todo claro, era Al Qaeda.

Para quien haya seguido el proceso del 11-M, no hay la menor duda de que Al Qaeda tiene tanto que ver con los atentados como Chiquito de la Calzada con la Física Nuclear. De hecho, si Jamal Zougham fue elegido como uno de los chivos expiatorios se debía, únicamente, a que era vecino y tenía un mínimo nivel de conocimiento con Abú Dadah, considerado como el jefe de la “célula española” de Al Qaeda, que el 11-M todavía tenía pendiente sobre su cabeza la petición fiscal milenaria por “participar en los atentados del 11-S” (Garzón intentaba congraciarse con las autoridades norteamericanas en aquella época y fue quien perpetró la insensatez).

Si alguien se atrevió a diseñar los atentados del 11-M era, simplemente, porque a partir de los atentados del 11-S, la masacre de Madrid iría a parar en el haber del “terrorismo internacional” y no debería de suscitar dudas. Si el atentado se hubiera producido en los años 70 u 80, es evidente que se le habría colocado la etiqueta de “atentado fascista” (no en vano tuvo que ver con el mundo ferroviario como la masacre de Bolonia, el atentado al Itálicus y las bombas en los trenes de Calabria que asolaron Italia entre 1973 y 1980). Y, posiblemente, alguien calculara que la extrema-derecha podía ser una línea de repliegue y por eso colocó la inocente tarjeta de Gráficas Bilbaínas en la Renault Kangoo de Alcalá y acometió, además, otras iniciativas en la sede alcalaína del mismo partido al que el propietario de la imprenta en cuestión pertenecía.

Lo cierto es que, en esta época de “terrorismo internacional”, un atentado más como el del 11-M no podía llamar excesivamente la atención, y era completamente creíble que un malvado Bin Laden, casi diseñado por Ian Fleming, escondido en un lugar inaccesible, multimillonario y cuyos rasgos esenciales parecen extraídos de los malvados de la serie 007 (Blofeld, el Doctor No, Scaramanga, Goldfinger, etc.) así como la estructura de su organización (Al Qaeda = Spectra, sindicato mundial del “mal”), fueran capaces de cometer la atrocidad de asesinar a 192 personas de una tacada.

Atentados similares… ¿es similar el 11-M a cualquier otro atentado?

De hecho, en los días siguientes al atentado, los voceros de la versión oficial (desde PRISA al ABC) insistieron particularmente en que los atentados eran “similares” a los de Casablanca y, por supuesto, a los del 11-S… Y, a decir verdad, las similitudes brillaban por su ausencia tal y como explicamos en nuestra obra “11-M: Los perros del infierno”.

El problema con el “terrorismo internacional” es que todos los atentados que llevan su rúbrica, aparentemente, parecen hijos de la misma madre: todos tienen como rasgo esencial su brutalidad, son atentados de masas, causan decenas de muertos, casi siempre superiores al centenar y miles de heridos. No hay en ellos nada selectivo, se busca matar, no importa a quien, matar en masa. Habitualmente, los muertos los ponen las clases más humildes, ni siquiera se busca atentar en los barrios donde habitan las oligarquías que pueden tener responsabilidad en crímenes o en maniobras políticas insidiosas (si el 11-M protestaba contra la actitud del PP ¿por qué no atentar en el barrio de Salamanca?): simplemente se trata de matar a los que sale más barato y cómodo matar: a los humildes. En el WTC no murieron los altos directivos de la oligarquía de Manhattan, sino algunos turistas, los empleados de los servicios de limpieza, bomberos y policías de Nueva York. Si el atentado se hubiera cometido dos o tres horas más tarde, habrían caído los directores generales de cientos de compañías que rigen los destinos del mundo o poco menos. En el 11-M, la inmigración, los trabajadores y los estudiantes aportaron el grueso de víctimas. Técnicamente hubiera sido igual de simple colocar las “mochilas” explosivas en el AVE Madrid-Sevilla. Los muertos humildes siempre resultan más cómodos que los potentados muertos. Muy pocos se preocupan de ellos y, a fin de cuentas, luego terminan aceptando sin muchas protestas las indemnizaciones pagadas por el Estado, y sus asociaciones se compran a bajo precio. No hay nada nuevo bajo el sol: anteayer las asociaciones de víctimas del “síndrome tóxico” aceptaron cualquier explicación con tal de recibir subvenciones; ayer, Pilar Manjón miraba a otro lado cuando se le ponían sobre la mesa las pruebas que desdecían la versión oficial del atentado que costó la vida de su hijo, aceptando irracionalmente la primera explicación que se le dio y las subvenciones (superiores por supuesto a las de la AVT) que recibiría a continuación.

El problema de los atentados cargados en la cuenta del terrorismo internacional es que, examinados globalmente, parecen similares (todos ellos son, en efecto, espectaculares y mortíferos) pero si descendemos al detalle, veremos que las pautas que siguen son radicalmente diferentes en TODO. Esas diferencias, y el hecho de que Al Qaeda sea una organización que, catorce años después de que empezara a hablarse de ella, todavía no esté muy bien definida, dan que pensar sobre si todos estos atentados son hijos dde la misma madre o bien cada uno ha surgido sin tener nada que ver con los demás y para responder a situaciones y necesidades muy diferentes.

El principal problema que tiene el terrorismo internacional es… que no se sabe quién está detrás. Un observador avisado tiene la sensación de que Al Qaeda no es lo que nos han dicho que era y que, ni siquiera es seguro que exista una organización única que coordine todo el terrorismo internacional, islamista o no. El hecho de que haya gente en todo el mundo que haya sido detenida como miembros de Al Qaeda quiere decir poco o nada, como veremos más adelante. La cuestión no está en que los servicios de seguridad del Estado afirmen tal o cual filiación, sino que ésta sea evidente, demostrable y asumida por los detenidos. Y esto, a excepción de algunos individuos que han proclamado ser “de Al Qaeda”, pero de cuya estabilidad mental puede dudarse, no ha ocurrido nunca (por lo demás, siempre hay tontos que afirman por activa y por pasiva que pertenecen a una organización terrible con armas mortíferas del tamaño de un secador de pelo…). Tampoco se han localizado pisos francos, documentación de Al Qaeda, boletines de órdenes, nada, en definitiva, que dé la sensación de estructura orgánica. Habitualmente, se confunden términos: no es lo mismo la insurgencia irakí (en la que la parte atribuida a Al Qaeda es mínima y siempre discutida por la propia insurgencia, pero que, en cualquier caso, no alcanza el 4% del total de atentados), que la resistencia palestina (cuyo fraccionamiento hasta lo indecible y la infiltración que todos los grupos sufren por parte de todos los servicios de inteligencia de los países con intereses en la zona son evidentes), o que un grupo de guerrilleros perdidos en la selva filipina cuyas únicas noticias nos llegan a través de agencias de prensa y a ellas a través de informes oficiales y portavoces de servicios de inteligencia, por no hablar de los 300 detenidos en España desde 2001, considerados como miembros de “redes terroristas islámicas” que, milagrosamente, tanto aquí como en toda Europa son regularmente “desarticuladas” sin que logren cometer ni siquiera un pequeño atentado o lanzar un simple cóctel molotov contra la sinagoga más próxima. Tanta ineficacia da que pensar. Y mucho más da que pensar el hecho de que, en Marruecos, los “islamistas” solamente coloquen bombas criminales justo antes –¡oh maravilla de maravillas!- de los períodos electorales.

Paréntesis sobre una película memorable a buscar en Emule

Hay una película que recomendaría a todos los lectores: “La aventura es la aventura” y no solamente porque se trata de una trepidante “comedia política”, sino por que el guión, la interpretación y la realización son tan absolutamente brillantes como actual el tema. Se trata de un grupo de delincuentes comunes que ven en el “terrorismo político” una forma de enriquecerse más y más rápidamente.

En un momento dado, invitan a una serie de “ideólogos” de todos los grupos de izquierda y extrema izquierda a que les den “clases” sobre sus organizaciones, sus doctrinas y sus intenciones. No entienden nada, por supuesto –acaso porque no haya nada que entender en el fanatismo de todas las sectas de la extrema-izquierda sesentaiochesca- y de eso se trata. Ellos tienen una ventaja: son delincuentes, sólo les interesa el dinero; quienes están dispuesto a pagarlo tienen “ideas”, muy excéntricas en unos casos, exóticas en otros o simplemente confusas en todos. Así pues, el lema que los mueve es “claridad en la confusión”.

En el momento cumbre de la película, el delincuente que les introduce en este mundillo les explica para quien trabaja: “cometo atentados contra la derecha, pagados por la extrema-derecha para echar las culpas a la izquierda ¿Entiendes?”, no por supuesto: “claridad en la confusión”. Hoy, el terrorismo internacional es algo similar: asesino a los humildes para que TODOS culpabilicen al islamismo radical, ¿por cuenta de quién? Dime quién se beneficia del crimen y te diré por cuenta de quién…

El punto débil de la “teoría de la conspiración”

Quien conoce mínimamente la actuación de los servicios “especiales” sabe perfectamente, desde el primer día, que los atentados del 11-M no fueron obra de “fanáticos islamistas”, sino de cualquier otra cosa… A partir de ahí, se trataba simplemente de observar y responder a la pregunta básica de toda investigación criminal (¿a quién beneficia el crimen?) y de encontrar “agujeros negros” en la versión oficial. Tal ha sido el trabajo realizado por una serie de periodistas de investigación, entre los que vale la pena mencionar, no solamente a Luis del Pino, sino a Fernando Múgica y Casimiro García Abadillo, especialmente. Sus conclusiones son difícilmente refutables, y el hecho de que no se haya formulado una “doctrina orgánica” sobre la conspiración no implica que todos no la tengamos en mente: y todo apunta a un grupo de mandos policiales cuyos nombres han salido a relucir a lo largo de la investigación y del juicio. Porque todas las “tramas superpuestas” remiten a mandos policiales. Habrá tiempo, especialmente cuando ZP y sus secuaces hayan ido a parar al basurero de la historia, de investigarles en profundidad, antes de que alguno de ellos se “derrote” y cuenta lo que hasta ahora ha permanecido oculto. Lo mismo ocurrió con el GAL, así que no sería nada nuevo en la historia reciente de España.

Ahora bien, cuando leemos los artículos de Del Pino y demás periodistas de investigación, da la sensación de que lo ocurrido en España sea un accidente histórico, y que nuestro país sea algo excepcional y único en el mundo, como si aquí se pudieran realizar impunemente crímenes que en otros países reciben todo el peso de la ley, o como si el terrorismo internacional actuara en todo el mundo, pero España se mantuviera fuera de esta marejada y respondiera a otras características. Y no es así.

El punto débil de la teoría de la conspiración (lo que se conoce como contestación a la versión oficial del 11-M) consiste en desconocer que, si el islamismo radical y terrorista actúa en todo el mundo, también lo haría en España, mucho más desde el momento en que la estúpida e inmoral política de Aznar nos metió, sin comerlo ni beberlo, en una guerra absurda. Si ocurre en Marruecos, en Turquía, en Bali, en EEUU, en Londres, en París… ¿por qué no en España?

Este argumento tiene una fuerza extraordinaria, especialmente desde el punto de vista psicológico, aunque mucho menos desde el punto de vista racional, pero ya se sabe que, a fin de cuentas, las masas entienden con mucha más facilidad los contenidos emotivos y sentimentales que los argumentos racionales. Por eso es preciso afirmar algo que, habitualmente, pasa desapercibido para los investigadores contrarios a la versión oficial: nada de lo que ha ocurrido en España el 11-M es sustancialmente diferente de lo sucedido en TODOS los atentados atribuidos al “terrorismo internacional”. Las mismas objeciones realizadas contra la versión oficial en España pueden formularse a la versión oficial de los atentados sobre el 11-S, a los atentados de Casablanca o a los atentados de Ankara, Balí o Londres. No es que exista una organización terrorista internacional dispuesta a cometer este tipo de atentados, es que existe una multiplicidad de núcleos de interés que han entendido perfectamente lo que está ocurriendo y lo aprovechan en beneficio propio. La naturaleza traumática de un atentado permite que sus efectos puedan ser reconducidos en una u otra dirección, en beneficio de sus instigadores ocultos.

Bush justificó, gracias a los 3000 turistas, policías, bomberos y miembros de los servicios de limpieza, la invasión de Afganistán que, de otra forma, jamás hubiera podido realizar. E incluso tres años después, volvió a insistir en el mismo orden de ideas y en la “complicidad” de Saddam Hussein para justificar la invasión de Irak. Mohamed VI intentó detener el ascenso electoral del Partido de la Justicia y el Desarrollo en las elecciones de 2003 gracias a los insensatos atentados de Casablanca. Los atentados de Londres permitieron a Blair que la opinión pública inglesa se desviara durante unas semanas de los peligros y riesgos sufridos por sus tropas en Irak. Y así sucesivamente.

Nuestra tesis es que “alguien” (seguramente servicios de inteligencia norteamericanos, apoyados por agencias privadas de seguridad) creó el fantasma de Al Qaeda que, una vez lanzado, vuela solo y es susceptible de ser aprovechado por cualquiera en cualquier lugar del mundo. Repetimos: por cualquiera, en cualquier lugar del mundo, incluido en España.

Parafraseando a Marx, podría decirse que un fantasma recorre el mundo, el fantasma del terrorismo internacional, pero que cualquiera que lo desee puede revestirse de una sábana y parecer como él… En España, alguien lo hizo el 11-M, de la misma forma que se ha hecho en otros lugares con singular facilidad.

Así pues ¿existe una teoría de la conspiración a nivel mundial?

La opinión pública española está desinformada sobre lo que ocurrió en EEUU el 11-S. Y, no digamos, sobre lo que ocurrió en Casablanca en mayo de 2003. Si al público español ya le cuesta asumir lo obvio y asimilar los datos vertidos por Libertad Digital, El Mundo y otros pocos medios, es simplemente porque la capacidad de retención de las masas es mínima y siempre confusa. Imaginemos lo que supone decir a las masas: no solamente el 11-M fue un atentado “fraude” sino que, cada vez que nos hablan de Al Qaeda, nos están intentando vender uno y mil fraudes más. Es evidente que para los voceros de la confusión, PRISA en cabeza mundial, sería fácil desarticular un planteamiento así: “los paranoicos ven paranoias, ahora, no solamente niegan la autoría islámica del 11-M sino que también niegan cualquier otro atentado… están enfermos”. Y ésta es la explicación más simple. Si se ve una cebra en el Gorongoro es que es una cebra, hay pocas posibilidades de que sea un caballo pintado de cebra. Sin embargo, si se ve una cebra paseando por Madrid, lo más probable es que sea un asno tuneado a modo de cebra, al menos eso es lo que nos dirá PRISA y sus adláteres mediáticos. Lo que los contrarios a la versión oficial estamos intentando demostrar durante tres años y medio es que en esto del terrorismo internacional no hay ni cebras ni mulos, sino gamusinos… y el gamusino de Madrid es tan falso como el de Washington o el de Londres o Ankara. El terrorismo internacional es un gamusino, animal inexistente: los muertos los pone la población, pero la idea y la ejecución los pone gente que no tiene nada que ver con el islamismo radical. Aquí y en Washington.

El terrorismo “recomponedor”

Desde finales del siglo XVIII se tiene constancia de fenómenos parecidos. No son nuevos. La guerra de la independencia americana se inicia con el “motín del té de Boston” en la que un grupo de indios asaltan un barco británico y tiran al mar todas las cajas de té. Las hostilidades se iniciaron a continuación. Luego se supo que TODOS los miembros del “comando” que asaltó el barco británico no eran indios, sino los miembros de la logia masónica de la ciudad, dirigidos por su “venerable” Warren, disfrazados de indios, con la encomiable intención de que la opinión pública y la corona inglesa les atribuyera a ellos la responsabilidad del delito.

Los “indios” de aquella ocasión son los “islamistas radicales” de hoy, de la misma forma que antes fueron “los conspiradores legitimistas” que “atentaron” contra Napoleón, los “anarquistas” desde mediados del siglo XIX hasta finales del XX, la extrema-derecha desde 1968 hasta 1983 en Italia, etc. El chivo expiatorio ha variado a lo largo de la época: se firma con la sigla del movimiento de moda (de triste moda) en cada momento.

Habitualmente, se elige como chivo expiatorio a sectores políticos desorganizados, que dan amplias facilidades para la infiltración. Extremistas (de boquilla, ya se sabe, por la boca muere el pez), políticamente infantiles y manipulables, que han realizado actividades inconfesables. Contaré un caso paradigmático. No es de otra galaxia, es de la España de la transición. Ocurrió en una revista de humor: “El Papus”. Un buen día de 1976 estalló allí una bomba y murió una persona. Los autores eran, por supuesto, “ultras de derecha”. Todos fueron detenidos. Incluso alguno confesó que había visto a otro haciendo la bomba. El problema es que la dinamita no apareció por ningún lado. Había dinamita, sí… exudada, así que inservible y, por supuesto, la peritación del atentado no coincidía con el explosivo inútil incautado. Pero, a decir verdad, nadie dudó de que los detenidos eran los auténticos culpables. En el fondo, habían cometido tantas acciones ilegales, agresiones, incendios, incluso tiroteos, que era perfectamente posible que, puestos a ejercer la violencia, finalmente se hubieran decidido por colocar una bomba en una redacción y asesinar a una persona. Los culpables fueron juzgados y se les condenó con distintos delitos, pero no por haber colocado la bomba. Ese crimen sigue hoy impune. Nadie sabe quién mató al conserje de “El Papus”, aunque todos crean que los culpables fueron detenidos, juzgados y condenados. Condenados por cualquier cosa, menos por ese crimen. Se les eligió a ellos porque tenían tres rasgos: eran violentos, eran inconscientes y estaban políticamente aislados. En otras palabras: ni siquiera ellos eran capaces de explicar cómo habían llegado a ser los chivos expiatorios. Eran los chivos expiatorios perfectos. He vuelto a ver casos parecidos en el Caso Scala, en la matanza de abogados de Atocha, en el Caso Yolanda, en el caso del comando Barcelona de los GAL, etc. En España, no en las Galápagos, ni en Cochabamba.

Casos como éstos abundaron en la transición. Si entonces alguien hubiera puesto en duda la versión oficial de todos estos episodios, en lugar de razonar: “son fascistas, luego son culpables”, probablemente nadie se hubiera atrevido a colocar 10 bombas en los trenes del 11-M. Pero en aquella ocasión toda la prensa se “comió” con patatas fritas la versión oficial, la aireó y la reprodujo. Aquellas aguas trajeron estos lodos.

Ahora, el “epifenómeno” del terrorismo en España es el 11-M, pero su “epicentro” es mucho más profundo y puede resumirse así: desde la transición (probablemente desde antes incluso), “alguien” advirtió que el terrorismo podía ser utilizado de muchas maneras, incluso para reforzar el aparato del Estado o para desencadenar determinadas coyunturas políticas, o simplemente, para desestabilizar por un lado y estabilizar por otro… y utilizó el terrorismo con esos fines. En el fondo, se hacía en Italia con una facilidad y una frecuencia pasmosa (200 muertos entre 1968 y 1983) sin que se alzaran muchas voces que protestaran del silogismo simplón: “los fascistas son los asesinos, así que van y matan de oficio”, de la misma forma que se había hecho en otros países, especialmente en EEUU, desde el “motín del té de Boston”.

El trabajo de Luis del Pino y demás, es un buen trabajo, un trabajo brillante y un trabajo propio de artesano. Pero no basta. Si no se viaja hasta el fin de la noche del terrorismo –de cierto terrorismo- y se ponen de manifiesto su “falsedad” intrínseca, se corre el riesgo de que cada X años nos veamos asaltados por estas bombas ambiguas atribuidas a unos y que benefician a otros. Desde la bomba de la Calle Canvis Nous en la Barcelona finisecular cargada a lomos de “los anarquistas”, para aceptar que una bomba ha sido arrojada por un determinado sector político no basta con que un policía o un periodista nos lo diga: hace falta observar el texto y el contexto.

Cuando buscábamos un subtítulo para nuestra obra “11-M: los perros del infierno”, finalmente, adoptamos uno que nos parecía el mejor paradigma del contenido: “En el terrorismo internacional nada es lo que parece”. Y no sólo en España. Y no sólo el 11-M. 

 

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es

LAS NOVEDADES DEL JUICIO SOBRE EL 11-M Y LA

LAS NOVEDADES DEL JUICIO SOBRE EL 11-M Y LA

infokrisis.- Novedades hay muchas y confirmaciones muchas más. Ahora ya no se trata de “conspiraciones periodísticas”, sino de un juicio en el que todo el ambiente tiende a cohibir a los testigos más “bragados”, los cuales, salvo raras excepciones tienen una irreprimible tendencia a decir la verdad. Y la verdad no encaja con la versión oficial.

Lunes, martes y miércoles son los días en los que se abre la amplia sala para albergar a la legión de acusados, abogados de la defensa, periodistas, víctimas y público en general. Jueves y viernes los jueces reflexionan sobre lo que han oído y ordenan sus notas. A estas alturas, el juez Bermúdez, cada día que pasa, se siente más ofuscado: él es el primero en percibir que hay algo que no encaja en la versión oficial. De hecho, no encaja nada.

Cómo caen los puntos fuertes de la “versión oficial”

Ninguno de los “puntos fuertes” de la versión oficial ha logrado confirmarse. Pasemos revista.

a.- La Renault Kangoo.- La furgoneta Renault Kangoo estuvo “perdida” durante una hora y, al “reaparecer”, contenía todo lo que no se había encontrado antes, incluidos los fragmentos de explosivo que el perro de los Tedax no había apreciado en el primer reconocimiento. Las preguntas de la fiscal tendían a insinuar que el perro “estaba fatigado”… pero lo vimos en la filmación realizada durante la primera inspección: pocos perros podían demostrar una tensión y vivacidad tal como el que se encaramó por el portón trasero de la Kangoo sin apreciar ningún resto de explosivo.

b.- La mochila que no explotó.- Si la furgoneta estuvo perdida durante una hora, hay misterios todavía mayores. El segundo elemento en el que se apoya la versión oficial es la aparición providencial de la mochila que no había explotado. La versión oficial sostiene que esta bolsa no estalló porque los cables estaban “pelados” (¡!), pero el hecho objetivo es que esta mochila aparece de no se sabe dónde en la comisaría de Vallecas. Y el no haber podido cerrar todas las especulaciones sobre la aparición de la mochila tiene importancia, porque el teléfono allí encontrado lleva, tras distintas peripecias, al locutorio de Vallecas propiedad de Jamal Zougam.

c.- Jamal Zougam.- No albergamos absolutamente ninguna duda sobre la no implicación de Zougam en estos atentados. Ahora bien, ¿por qué se le ha elegido como chivo expiatorio? Sencillo: por su relación de vecindad con Abu Dadah, considerado como el “hombre de Al Qaeda” en España… Ése era el nexo que permitía –gracias a grandes titulares de prensa– afirmar con una seriedad pasmosa que el atentado era… “obra de Al Qaeda”. Los reconocimientos realizados por cuatro testigos son irrelevantes: la policía primero les enseñó la foto de Zougam y luego lo reconocieron. Por otra parte, unos testigos se desdijeron y otros dieron descripciones diferentes de Zougam y otros, aún, lo situaron en trenes distintos. Ningún tribunal del mundo podría condenarlo con estos testimonios.

d.- Los explosivos de Asturias.- Si todavía no se ha podido determinar la naturaleza del explosivo, de lo que no cabe la menor duda es que no se trató de Goma-2 ECO. Y, por lo demás, tampoco se ha podido delimitar la cantidad de explosivos que se utilizaron en los atentados: en los trenes, en la vía del AVE Madrid-Zaragoza, en la explosión de Leganés y en el mismo piso que no estallaron. La suma de todo esto daría en torno a 250 kilos. Demasiado para aquella pequeña mina asturiana. Por otra parte, en Asturias es donde más claramente aparecen policías complicados en una inextricable trama con delincuentes comunes. El 85% de los presuntos implicados en los atentados… eran confidentes de algún servicio de seguridad del Estado y tanto Rafa Zouhier como Toro y Trashorras reconocieron haber informado a sus contactos en los servicios del tráfico de explosivos sobre los “moros”. Ni una sola de las pistas habría sido activada… a pesar de lo suculento que era –ayer y hoy- lograr la desarticulación de una célula islamista con algo más que detergente. Para colmo, el gerente de la mina acaba de declarar que la explotación cumplía todas las normas de la Guardia Civil y las inspecciones habían resultado satisfactorias. De allí no se pudieron robar 250 kilos de explosivos para los atentados.

e.- La matanza de Leganés: Un GEO declara que vio un inhibidor telefónico en el hueco del ascensor del edificio de calle Martín Gaite… si había inhibidor no pudo haber llamadas de despedida de los presuntos “suicidas”. Y si no hubo esas llamadas –y varios testigos así lo confirman–… entonces es que los “suicidados” no lo eran tanto. Para colmo, en el juicio se ha sabido que el vecino de arriba de los “suicidas” era… un policía anteriormente destacado en la UCO ¡experto en seguimientos! No se ha podido determinar de manera convincente cómo fue posible que uno de los presuntos terroristas huyera a la carrera, ni se han presentado los casquillos de las balas que, supuestamente, se dispararon desde dentro.

¿Qué queda de la versión oficial?

Apenas nada. Tan sólo algunas pruebas circunstanciales y de escasa entidad. Las dudas que van apareciendo en cada sesión hacen cada vez más difícil el papel de los “voceros de PRISA”, defensores impenitentes de la “versión oficial”. La técnica que siguen es, simplemente, desconocer los argumentos que no encajan con la versión y aferrarse a sus propios datos. La mujer de Jamal Amidam, por ejemplo, declaró a El País que había recibido una llamada de despedida de su marido, para luego desdecirse ante el tribunal con unas palabras tan sencillas como sinceras y, al día siguiente, volver a desdecirse de lo dicho… nuevamente ante El País. PRISA se lo ha tomado como algo personal: no le interesa la “verdad”, fuera cual fuera, sino, simplemente, enrocarse en la tesis de que todo se debió a “la guerra de Irak”…

Estamos a mitad del juicio. Todavía quedan muchos testigos por desfilar y luego, lo que será todavía más interesante, escuchar los alegatos de las defensas y las conclusiones de la fiscal. A medida que avanza el juicio, la fiscal es perfectamente consciente de que está perdiendo posiciones y que su papel es cada vez más ingrato. Pero nadie duda de que, contra toda lógica, se mantendrá en sus conclusiones, aunque sus posiciones sean imposibles de defender. La fiscal cuenta con la Brunete mediática de PRISA a su servicio para transformar los callejones sin salida en los que se encuentra en “verdades oficiales”.

Pedro J. Ramírez lo decía en su editorial del domingo pasado en El Mundo: sea cual sea la sentencia, la investigación sobre el 11-M no terminará el día que se publique. La sentencia apenas tendrá interés. Pero habrá que atender a un solo punto: la culpabilidad o inocencia de Jamal Zougam, el primer marroquí detenido antes de las votaciones del 14-M.

Si Zougam es declarado inocente –y hasta el momento no se ha publicado ningún testimonio creíble que avale la tesis de su culpabilidad- el problema para los defensores de la versión oficial es explicar… cómo llegaron a detenerlo antes de las votaciones.

La sentencia no va a decir si ETA tuvo algo que ver con el atentado. Lo cierto es que ETA está apareciendo demasiado en este juicio y que los esfuerzos de algunos medios policiales por desterrar la más mínima mención a ETA de la versión oficial son, en cualquier caso, sospechosos. Pero también es cierto que no aparece ninguna prueba definitiva que implique a ETA… si bien hay datos que permiten apuntar que “posiblemente” entre en la quiniela de los culpables. Y el dato fundamental es aquí, también, objetivo: el cambio de gobierno benefició teóricamente a ETA y abrió la posibilidad de un proceso de paz. El principio de toda investigación criminal es responder a la pregunta: “¿A quién beneficia el crimen?”.

Por cierto, ZP debería aclarar por qué, a lo largo del día 11, explicó a periodistas y miembros de su partido que los atentados habían sido cometidos por suicidas. ¿Por qué esa insistencia en “los suicidas”? ¿Por qué alguien había determinado desde primera hora de la mañana del 11 que debía aparecer al menos un suicida… y, sin embargo, ese cuerpo jamás apareció? El cuerpo del suicida habría sido la prueba definitiva de la comisión del crimen por parte de fanáticos islamistas… Para reforzar la versión oficial era precisa la figura del suicida. Pero éste no apareció. El elegido como aspirante a suicida, finalmente, ¿decidió “renunciar” a su misión? ¿Desertó? El caso es que resulta chocante que apenas una hora después del atentado, la SER ya hable de “suicidas” y ZP siga haciéndolo a lo largo de todo el día. Incluso le señaló a Pedro J. Ramírez la presencia de ¡tres suicidas!

¿Qué queda de la versión oficial? Poco, apenas nada. Y, desde luego, nada creíble. Es la hora de la “versión alternativa”. A estas alturas del juicio, el juez Bermúdez debe estar convencido de que alguien ha urdido esta formidable maniobra que ocasionó un cambio de gobierno en España. Pero la sentencia se referirá solamente a temas muy concretos: la inocencia o culpabilidad de los acusados. Nada más. En realidad, todos ellos son culpables de algún delito: de traficar con drogas, de vender tarjetas telefónicas clonadas, de traficar con explosivos, de falsificación de documentos, etc… pero le va a resultar mucho más difícil condenarlos por los atentados.

 

DN y la Versión B. Especulaciones sobre datos objetivos

La Kangoo era la pieza fundamental, porque en su interior apareció “todo”: restos orgánicos de algunos presuntos autores materiales, restos de explosivos, la famosa cinta coránica y, para colmo, una tarjeta de Gráficas Bilbaínas, para mayor INRI empresa propiedad familiar del secretario general de DN… [reproducimos esta información, solamente porque el jefe de su partido reconoció, de manera irresponsable y, sin duda, para interesar a los medios sobre su partido, que el propietario de Gráficas Bilbaína era su propio secretario general…].

Hoy DN no es sino una caricatura y un despojo de partido, y ni siquiera en 2004 estaba claro que consiguiera despegar y recorrer la senda del Front National. Lo que ocurría es que dentro de DN estaban presentes personas con historiales previos algunos de cuyos componentes podrían dar credibilidad a una Versión B. Y, cuando esos datos faltaban, se construía con facilidad.

Pocas semanas antes del 11-M, un individuo extraño y provocador, de acento y rasgos árabes, que se presenta como “sirio” (en el sumario del 11-M aparecen varios sirios e incluso un policía español de origen sirio), visita la sede de DN en Alcalá de Henares. Propone abrir un canal de financiación y asegura que puede conseguir armas y municiones. Explica que se siente atraído por la postura antisemita del partido. Naturalmente, los dirigentes de DN-Alcalá que lo conocieron lo enviaron, literalmente, a paseo. Era, evidentemente, un provocador y, además, un provocador torpe y mendaz.

En la noche antes del atentado, los militantes de DN-Alcalá realizaban campaña electoral para su partido y pasaron delante de la estación. Uno de estos militantes nos aseguró que creyó haber visto a la furgoneta hacia la 1 de la madrugada del 11-M, es decir, seis horas antes de que el portero de la finca situada ante la estación, la viera. Pues bien, es en Alcalá donde se desarrolla buena parte del misterio del 11-M: allí aparece el misterioso Skoda tres meses después del atentado. Desde Alcalá se distribuyen las bombas en los trenes.

Ya en krisis.info, tres semanas después de los atentados, publicamos la información que nos llegó directamente, según la cual, una vecina de Alcalá que esperaba el tren, vio a uno de los supuestos terroristas y puede asegurar una cosa: sus rasgos no eran árabes, sino europeos. Los reconoció por las dimensiones de las bolsas.

¿Cómo encajar DN en toda esta historia? Es difícil saberlo. Lo más probable es que la mente criminal que planificó el 11-M previera que si la versión oficial caía, total o parcialmente, era preciso establecer una “Versión B” y, para ello, precisaba construir una serie de pruebas circunstanciales: la foto de un “terrorista” sirio entrando en la sede de DN-Alcalá, la tarjeta de Gráficas Bilbaínas encontrada junto a la cinta coránica en la Kangoo, por ejemplo.

Siempre hemos sostenido que los que planificaron el 11-M conocían perfectamente la “estrategia de la tensión” que se desarrolló en Italia entre los años 1969-1983. De ahí se extrajo la idea de colocar bombas en los trenes (en Italia habían estallado en el tren Italicus y en la estación de Bolonia). De ahí también se extrajo la idea de crear falsos culpables (los anarquistas en el caso de la Bomba de la Banca de Agricultura de Milán) y si, en un momento dado, la versión se desplomaba (como ocurrió en el caso de la bomba de Milán), tener preparada una “Versión B” en la que la extrema-derecha sería presentada como teniendo alguna parte de culpabilidad (tal como ocurrió en ese mismo atentado en Milán).

Para ello, era preciso que hubiera un nexo directo entre DN-Alcalá y los “árabes”. De ahí la visita de un misterioso “sirio” a la sede de DN-Alcalá en la que realizó las más provocadoras propuestas sobre armas, explosivos y financiación. Para ello mismo, era preciso que ese mismo partido apareciera de alguna manera implicado. Y es por ello por lo que dentro de la Renault Kangoo aparece la tarjeta de Gráficas Bilbaínas, propiedad de un conocido miembro de DN, hoy secretario general del partido. Y, así mismo, era preciso que en el partido existieran militantes que en el pasado hubieran sido señalados como “terroristas”, con razón o sin ella. Y los había y, en un caso, incluso con relaciones con determinados países árabes.

A partir de pequeños datos objetivos extraídos del historial pasado de unos y fabricados ad hoc en otros, era posible dar credibilidad a una supuesta implicación de DN. Además, en DN militaban algunas personas que tiempo atrás habían mantenido relaciones con gobiernos árabes, lo que contribuía a dar más credibilidad a la Versión B. Y todavía hay más datos que la prudencia no permite publicar en este momento.

Entre el 11-M de 2004 y junio de ese mismo año, DN se desplomó por distintos motivos, ninguno de los cuales interesan a nuestros efectos. Esa dispersión y los enfrentamientos personales que siguieron, hicieron imposible que este partido pudiera facilitar una interpretación sobre todos estos datos. Canduela, por ejemplo, ignora algunos de los datos que publicamos aquí, lo que no le impidió dar a Minuto Digital una entrevista, conspiranoica donde las haya y absolutamente hilarante. Como suele ocurrir, determinadas maniobras provocadoras solamente pueden realizarse con individuos incapaces de comprender lo que está ocurriendo y el berenjenal en el que se están metiendo.

 

(c) Ernesto Milà - infokrisis - infokrisis@yahoo.es 

La masonería en la Revolución Francesa

La masonería en la Revolución Francesa

Infokrisis.- La revolución americana prendio pronto en Europa; el primer contagio se produjo en Francia hacia finales del siglo XVIII. La crisis de la sociedad francesa y de las estructuras feudales fueron las causas "objetivas" ue favorecieron el estallido de la revolución de 1789 ue liquidó al antiguo régimen; pero probablemente los acontecimientos no se hubieran desarrollado como lo hicieron de no haber sido por la exixtencia de una estructura organizativa ue operó a modo de detonador de los acontecimientos. Tal detonador, como en el caso de la revolución americana, fue la masonería, verdadero responsable intelectual de la Revolución Francesa.


FRANC‑MASONERIA CATOLICA

El contingente de exilados que siguieron a Jacobo II Estuardo, después de ser expulsado del trono británico, estaba compuesto fundamentalmente por católicos que imprimieron en las logias rasgos de su confesión religiosa. Así por ejemplo la recién constituida "Gran Logia de Francia" decía en sus estatutos: "La Orden está abierta solo a los cristianos. Es imposible aceptar a cualquiera que no pertenezca a la Iglesia de Cristo. Judíos, mahometanos y paganos son excluidos por incrédulos".

Puede entenderse así porqué personajes católicos de primera fila, que se situaron en el bando de la contra‑revolución en 1789, como Josep de Maistre, se sentían cómodos en los bancos de sus logias. De Maistre, había sido iniciado en la Logia "Los tres morteros" de Chambery y ocupaba el cargo de Gran Orador, en su famosa "Memoria al Duque de Brunswick", explica cuál debe ser el papel de la masonería en el siglo: "el fin de la masonería es la ciencia del hombre", es decir, "la verdadera religión". De sus tres principales grados, el primero debe dedicarse a perseguir el "bienestar general", el segundo, la "unificación de las confesiones cristianas, la unidad del cuerpo místico de Cristo mediante el triunfo de la Iglesia Católica" y el tercero buscar "la revelación de la revelación", es decir, la iluminación a través de la metafísica. El conjunto de todo esto es lo que De Maistre llama "catolicismo trascendente". De Maistre ‑luego crítico implacable de la revolución francesa‑ consideraba a las logias como un espacio de reflexión e iluminación, para católicos laicos, en donde se estudiaba y practicaba una metafísica inspirada en los textos bíblicos y siempre aceptando la disciplina de la Iglesia Romana.

Como se ve, a la largo del siglo XVIII, en Europa la masonería no tiene el aspecto de una sociedad conspirativa, sino de un club de pensamiento, en el que, a medida que pasa el tiempo, los no‑católicos ‑hugonotes, protestantes, etc.‑ van teniendo un peso y una influencia crecientes y dentro de la cual coexistían distintas sensibilidades políticas. Hasta ese momento, a ningún francmasón europeo se le había ocurrido actuar como tal en política. Esto iba a cambiar en los años siguientes y para entender el origen de este cambio hay que tener en cuenta tres factores: 1) el ejemplo de la Orden de los Iluminados de Baviera y de la masonería norteamericana, 2) el cambio cultural que se fue operando en la sociedad francesa a lo largo del siglo XVIII y 3) la relajación de la tensión metafísica en las logias debida al crecimiento desmesurado y desordenado de la masonería.

LA ORDEN DE LOS ILUMINADOS DE BAVIERA

La llamada "conspiración de los Iluminados de Baviera" es para algunos historiadores ‑como el abate Barruel‑ un "ensayo general con todo" de lo que luego sería la revolución francesa.

"Cada hombre es su rey, cada hombre es soberano de sí mismo" decía el juramento del grado 13º (el último) de la Orden de los Iluminados de Baviera y en ella se intuye ya la temática política de la que se apropiaría una parte de los francmasones franceses. La vocación antimonárquica ‑y más específicamente, antiabsolutista‑ de los "iluminados" se complementa con el fin de ‑común a la masonería‑ promover la fraternidad humana. Adam Weishaupt, fundador e inspirador de la Orden, reconoce al respecto: "Y su finalidad [la de los Iluminados], en resumen ¿cuál es? ¡la felicidad de la raza humana! Cuando vemos cómo los mezquinos, que son poderosos y buenos, que son débiles, luchan entre si; cuando pensamos que inútil es querer luchar solo contra la fuerte corriente del vicio, nos viene al magín la más elemental idea: la de que todos debemos trabajar y luchar juntos, estrechamente unidos para que así la fuerza esté del lado de los buenos, que todos unidos ya no sean débiles".

Los grados de iniciación eran tres, divididos en sub‑grados: Grado de Iniciación (dividido en Preparatorio, Noviciado, Minerval e Iluminado Menor), Grado de Masonería (subgrados de Iluminado Mayor, Eliminad Diligente), Grado de los Misterios (subgrados de Sacerdote, Regente, Mago y Rey). El grado de Iluminado Menor marcaba la división entre "pequeños misterios, llamados aquí "Edificio Inferior" y "grandes misterios" que darían acceso a la construcción del "Edificio Superior", que en este caso supondrían el dominio de las capacidades del hombre y dominio sobre el mundo, respectivamente. Los "Iluminados de Baviera", cuando hablaban de "dominio del mundo", incluían también dominio político. Las "constituciones" (reglamento) de la orden especificaban que quien alcanzara el grado de Sacerdote debía asumir los poderes del Estado. A esta organización en grados que se la llamó "de círculos concéntricos".

La ideología de los "iluminados" era una curiosa mezcla de ideas políticas, místicas y filosóficas, no exenta de contradicciones flagrantes: igualitarios en su objetivo final, pretendían llegar a él mediante una rígida estructura jerárquica, ateos impenitentes, divinizaban, en cambio, la naturaleza. Al Grado de Sacerdote debía revelarse el secreto del "amor universal", pero a él se llegaba a través de los patriotismos.

En 1785 un correo de los "iluminados" fue fulminado por un rayo cuando trasladaba importantes documentos sobre la organización y proyectos de la orden. La conspiración urdida laboriosamente por Adam Weishaupt resultó así desvelada.

Weishaupt, masón de alto grado, se relacionó con distintos ambientes esotéricos y ocultistas en el último tercio del siglo XVIII. A través de la masonería contactó con Adolf von Knigge, su alma gemela, y juntos fundaron la "Orden der Illuminaten" en la noche de Walpurgis (30 de abril al 1 de mayo) de 1776. Su documento fundamental está inspirado en tres corrientes: el seudo‑rosacrucianismo, ya por entonces en pérdida de vigor en Alemania, las constituciones masónicas de Anderson, inspiradoras de la masonería moderna, y la regla de la Orden de los Jesuitas.

Los miembros de la Orden recibían un nombre místico, generalmente extraído de la antigüedad griega. Weishaupt era "Spartakus", Knigge, "Philon", el célebre poeta Goethe, "Abaria" y el filósofo Herder, "Damasus". En los pocos años en los que la Orden estuvo en actividad logró atraer a sus filas a buena parte de los alumnos de la Universidad de Ingolstadt, pero también encuadró a muchos nobles bávaros. Su afiliados no fueron más de 600.

Tras la prohibición de la Orden por el elector de Baviera, Weishaupt fue condenado a prisión. Huyó de la cárcel de Regensburg, muriendo en la más absoluta miseria en 1830. Tal es la historia de lo que se ha dado en llamar "la conspiración de los Iluminados", la cual, sostiene el Abate Barruel, inspiró el accionar de la masonería durante la revolución francesa.

Por primera vez, en la edad moderna, con los "Iluminados", una sociedad secreta se plantea directamente conquistar el poder político con un programa revolucionario, antimonárquico y nacionalista, que efectivamente prefigura los rasgos que luego encontraremos en la revolución francesa.

La conspiración de los "iluminados" fracasó, no solo por contingencias y casualidades humanas, sino también por que Alemania carecía en ese momento del substrato cultural sobre el cual pudieron asentarse también los principios revolucionarios en Francia: la Ilustración, el Enciclopedismo...

INFLUENCIAS EXTRANJERAS EN LA REVOLUCION

¿Existe un hilo directo, más allá de las similitudes de método y las eventuales coincidencias de programa, entre los "Iluminados" y los acontecimientos revolucionarios? Hay que reconocer que son tenues, pero existentes, al fin y al cabo. Ciertas fuentes ‑e incluso testimonios de protagonistas como Marat‑ han insistido en la presencia de agitadores extranjeros que operaron a modo de instigadores en los principales sucesos revolucionarios: toma de la Bastilla, asalto al palacio de las Tullerías, etc. Marat identificó a prusianos entre los agitadores que dirigían al populacho en el episodio de la Bastilla; el emisario de Federico‑Guillermo II de Prusia, Veitel Efraïm, escribió a su monarca una famosa carta en la que decía: "El club de los jacobinos está completamente entregado a Prusia". Rabaut Saint Etienne, diputado de la Asamblea Constituyente, dimitió de su cargo por percibir que en los incidentes del Campo de Marte (1791) era notoria la presencia de "sediciosos venidos del extranjero".

En cuanto a la influencia específica del Iluminismo en Francia existen muy pocos datos, si bien son significativos. En el congreso Iluminista celebrado en Francfort en 1786 asistieron delegados alemanes, pero también franceses e ingleses. En este congreso se aprobó el programa de destrucción de las monarquías europeas y, sería aquí, donde la asamblea emitió una condena a muerte contra el rey de Francia. El introductor de la Orden en Francia, para Alan Stang, fue el conde de Mirabeau que reclutó en las logias masónicas a los que muchos de los que luego serían líderes revolucionarios (Saint‑Just, Desmoulins, Hebert, Danton, Marat, Chenier, entre ellos). Otro historiador norteamericano, Curtis B. Dall, ex‑yerno del presidente F.D. Roosevelt, masón, por su parte, afirma que la Orden de los Iluminados ‑reconstruida en la clandestinidad, tras ser prohibida en 1786‑ tuvo arte y parte en el proceso revolucionario. Ninguno de los dos aportan pruebas objetivas, pero si se hacen eco de comentarios que circulaban por las logias.

No son eco, sino experiencia directa, la vivida por los protagonistas revolucionarios, que, como hemos dicho percibieron la presencia de elementos "prusianos" entre los instigadores de los sucesos revolucionarios. El proceso a la fracción extremista de Hebert y los suyos es prolija en confesiones sobre las influencias extranjeras que llevaron al patíbulo a varios agentes, el banquero prusiano Koch, el español Guzmán, los austríacos Junius y Emmanuel Frey y varios más. Pero también las logias inglesas habían enviado a sus peones. El caballero de La Luzerne, embajador francés en Londres, acusó, en carta su gobierno, a Dantón y Paré de estar a sueldo del gobierno inglés. Otro autor, Bernard Fay, aporta el nombre de uno de los agentes ingleses que distribuyeron fondos entre los jacobinos, "Miles". Felipe de Orleans, iniciado en la Gran Logia Unida de Inglaterra y que llegaría luego a Maestre del Gran Oriente de Francia, habría sido para estas fuentes, otro de los agentes encargados de transmitir y ejecutar órdenes emanadas del gobierno inglés. Estos datos inducen a pensar en una colaboración entre logias iluministas prusianas y la Gran Logia de Inglaterra, unida a los masones e iluministas franceses, en los sucesos revolucionarios. Ahora bien, los datos son escasos y fragmentarios, es preciso reconocerlo.

Pierre Gaxote, historiador francés da en el clavo cuando explica que "la miseria puede suscitar revueltas, pero no es causa de revoluciones. Estas tienen causas más profundas". Y Jacques Bordiot abunda en esta línea: "Una revuelta puede ser espontánea, una revolución jamás lo es". Para que se produzca un proceso revolucionario es preciso que exista una situación en la que la población pida, exija, un cambio; pero otros dos fenómenos son necesarios, o de lo contrario, como máximo se producirían solo revueltas o motines. Estos dos fenómenos son: la existencia de un clima cultural entre la "intelligentsia" y la presencia de una organización revolucionaria.

EL CLIMA CULTURAL PRE‑REVOLUCIONARIO

El clima cultural que abre el paso a la revolución se va larvando a lo largo del siglo XVIII con la Ilustración y el Enciclopedismo. Es útil recordar que el período revolucionario se inicia con la convocatoria de los representantes del clero, la nobleza y el pueblo llano, en los Estados Generales; los representantes del "Tercer Estado", del pueblo llano, eran 578, de los cuales 477 eran "iniciados" en las logias. Noventa representantes de la aristocracia lucían también mandiles en sus tenidas, así como un cierto número del clero. Este contingente se adhirió a la masonería, en parte, por oportunismo, pero también haciéndose eco del clima cultural favorable que impregnó a la sociedad civil francesa en el curso del siglo XVIII. Montesquieu y Fenelon fueron en buena medida sus inspiradores. Ambos estaban relacionados con la masonería.

Montesquieu había sido iniciado en la masonería durante su estancia en Londres. Cierta tradición masónica afirma que Montesquieu fue el primer masón francés. Fenelón, por su parte, tuvo a Ramsay ‑uno de los artífices de la masonería moderna‑ como secretario y luego como ejecutor testamentario. No consta que Fenelon participara en la masonería, pero su obra "Telémaco" está repleta de alegorías que inducen a pensar en que conocía bien la temática de las logias. Luis XIV lo miró siempre con desconfianza.

La masonería es, en esos tiempos, una "sociedad de pensamiento" que, dejando cada vez más atrás sus orígenes católicos, se resiente de dos influencias: la inglesa y la alemana. De la primera procede el racionalismo mecanicista y volteriano, mientras que la segunda se verá influenciada por el misticismo germánico y el martinismo.

No puede decirse que haya uniformidad ideológica en las logias, éstas se romperán en distintas obediencias y ritos. En el último período de maestrazgo de Louis de Borbón, la influencia política de la sociedad es notoria y esto provoca nuevas limitaciones a su actividad. Poco a poco, los masones católicos, al estilo de De Maistre, se van encontrando en minoría y anegados por el crecimiento espectacular de la filiación.

La primera logia había sido ya constituida en Francia en 1725, se trata de la Logia de Santo Tomás de París. En 1732 es reconocida por la Gran Logia de Inglaterra. Ya asociación se extiende rápidamente entre la nobleza. Uno de los amigos íntimos de Luis XV, el duque de Villeryo, fue uno de los primeros masones franceses. El mismo rey se interesó por la vida de las logias. Pero el hecho de que subsista en torno a la masonería una aureola de secretismo y que la moda de las logias proceda de la "pérfida Albión" en esos momentos, hacen que en 1737 la francmasonería sea prohibida. Seguirán reuniéndose en un hotel del barrio de la Bastilla y en 1738, el duque de Antin, asumirá el cargo de Gran Maestre; solo ocupará un año el cargo, sucediéndole el primo del rey, Louis de Borbón Condé que ostentará el cargo hasta 1771. Bajo su mandato las logias ganarán peso e influencia y se extenderán por toda Francia.

Al asumir el cargo de Gran Maestre el duque de Chartres, asistido por el duque de Montmorency en 1771, se produce una pugna en el interior de las logias que tiene motivos filosóficos ‑el Gran Oriente, poco a poco, se va deslizando hacia posturas indiferentistas religiosas‑, pero también organizativos; durante unos años la masonería francesa estará dividida entre el Gran Oriente y el Oriente de Francia. Poco antes de la revolución existen en toda Francia 629 logias, de ellas 63 en el mismo París, adscritas al Gran Oriente, mientras que las logias del Oriente ascienden a 376 logias, cifras impresionantes. El número de francmasones en ese momento era superior a los 75.000 en Francia.

En el curso de la revolución las logias perdieron la fuerza que tenían anteriormente: habían sido dirigidas por nobles, buena parte de los cuales, o bien se asalarian, o se limitaron a participar en las primeras fases de la revolución, siendo barridos, mas adelante, por los jacobinos. En cuanto a sus grados más bajos, ocupados generalmente por burgueses, la virulencia de los acontecimientos, les retrajo del trabajo en las logias. El mismo Gran Maestre del Gran Oriente de Francia, Felipe "Igualdad", en 1793, tras haber votado a favor de la ejecución de su primo Luis XVI, rechazaba la práctica del secreto en la masonería ‑"no debe de haber ningún secreto ni misterio en una república", escribía‑ dimitiendo de la sociedad. A partir de ese momento la masonería como tal desapareció del escenario revolucionario; Felipe "Igualdad" fue guillotinado el 1793, después de que su espada ceremonial fuera rota en la Asamblea del Gran Oriente de Francia.

Es imposible demostrar documentalmente que la masonería ‑francesa, inglesa o el iluminismo alemán‑ emitieran alguna directiva concreta para iniciar, dirigir o encauzar los acontecimientos, lo cierto es que la casi totalidad de los líderes revolucionarios, fueron miembros de las logias.

LA APORTACION DE LAS LOGIAS A LA REVOLUCION

Las logias masónicas fueron en la Francia pre‑revolucionaria, la correa de transmisión de las nuevas ideas. Es innegable que su aportación fue fundamentalmente ideológica y simbólica, si bien no hay pruebas objetivas, de valor para la historiografía, de que organizativamente las logias prepararan los sucesos revolucionarios.

La divisa masónica "Libertad, Igualdad, Fraternidad", fue incorporada al acervo revolucionario. Los colores de la bandera republicana ‑azul, blanco y rojo‑, proceden de los tres tipos de logias, procede de la escarapela tricolor ideada por Lafayette, francmasón y carbonario. El gorro frigio, símbolo de la república, es igualmente un símbolo masónico. El mismo himno de la revolución, "La Marsellesa", compuesto por el también masón Leconte de l’Isle, fue cantada por primera vez en la Logia de los Caballeros Francos de Strasburgo. Y así mismo, todo el simbolismo griego que adoptan los revolucionarios, al igual que el deísmo naturalista de que hacen gala, puede encontrarse sin dificultad en las leyendas y temas masónicos.

La masonería ‑insistimos‑ como organización parece haber sido desbordada ‑como, por lo demás, cualquier otra institución francesa de la época‑ por el discurrir revolucionario. Masones guillotinan a masones, rompiendo el juramento de fraternidad y ayuda mutua: Hebert es guillotinado con el beneplácito de Dantón, éste, a su vez, sube al patíbulo a instigación de Saint Just y Roberspierre ‑instaurador del "culto al ser supremo"‑, cuyas cabezas rodarán al producirse la "reacción termidoriana" que dará origen al Directorio constituido por notorios masones como Fouché. Finalmente, Napoleón Bonaparte, según algunas versiones iniciado durante la campaña de Italia en la Logia Hermes de rito egipcio y según otros, mucho antes, cuando era teniente en Marsella, pone término a todo este caos, nombrado Primer Cónsul y luego proclamándose Emperador. Napoleón impondrá a su hermano José Bonaparte ‑"Pepe Botella", un hombre mucho más serio y responsable de lo que este mote popular deja pensar‑ como Gran Maestre de la Masonería francesa.

Los principios de la masonería triunfan más que la masonería en sí. Notorios masones protagonizaron los sucesos revolucionarios, llevados por sus instintos y sus intereses, más que siguiendo un plan preestablecido y una planificación orgánica. Si existió una "conspiración masónica", el deber respecto a la verdad nos obliga a afirmar que no puede demostrarse. Pero los resultados están ahí: la Revolución Francesa, hija directa de la Revolución Americana, abrieron el paso hacia lo que hoy es el mundo moderno. Este puede gustar o no a nivel socio-político, económico y tecnológico, pero de lo que no cabe la menor duda es que ningún período histórico anterior ha estado tan alejado de la verdadera espiritualidad como el nuestro. Y el responsable, no único, pero sí principal, es la masonería nacida en 1717.

© Ernesto Milà Rodríguez – infokrisis – infokrisis@yahoo.es