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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

CONSPIRACION

ROBERT KAGAN: UN HOMBRE QUE HABLA CLARO

ROBERT KAGAN: UN HOMBRE QUE HABLA CLARO Redacción.-Robert Kagan, cómo no, es un straussiano notorio y, como la mayoría de ellos, judío-norteamericano. A Robert Kagan puede reprochársele cualquier cosa, menos su claridad. No es un cualquiera. Titulado en las universidades de Harvard y Yale, ha escrito varios libros sobre la historia diplomática estadounidense y las tradiciones que explican la política exterior actual de su país.



Colaborador habitual del Washington Post, estuvo a cargo del Comité de Asuntos Interamericanos en el Departamento de Estado norteamericano y fue el principal redactor de los discursos del Secretario de Estado. Es miembro de la Fundación Carnegie por la Paz y del extremadamente influyente Consejo de Relaciones Internacionales (CFR), uno de los centros de planificación del “poder mundial” de los EEUU desde el primer tercio del siglo XX. Kagan vive hoy en Bruselas, cerca del núcleo de decisión de la OTAN. Además, le preocupan particularmente las relaciones entre la Unión Europea y EEUU. Seamos más claros: desprecia a Europa a quien considera como un enemigo potencial que no ha sabido agradecer lo que EEUU ha hecho por ella. Así lo ha dicho en varias entrevistas realizadas por la prensa europea.


Su último libro, Poder y debilidad (“Power and Weakness“), está dedicado a examinar desde el punto de vista de un conservador halconizado norteamericano la naturaleza del “desencuentro” con Europa. Vale la pena seguir algunas de sus tesis. Véanse algunas de las perlas cultivadas de esta preciosa obra: "Los que tienen más poder tienden a usarlo y a creer en la legitimidad de ese poder", "Los países débiles siempre han querido tener mecanismos para limitar el poder de los que lo poseen", "Son ustedes, los europeos, quienes están aislados, porque los métodos que utiliza Europa para relacionarse y entenderse con el mundo no pueden aplicarse fuera de Europa", "El orden mundial se basa en el poder (relativamente benévolo) de Estados Unidos, a lo largo del siglo". "Si la única potencia que puede afrontar las nuevas amenazas no tiene esa legitimidad, el mundo occidental no podrá enfrentarse a ellas".


Pero donde Kagan se muestra más iracundo es en la valoración del papel jugado por las NNUU: "No hemos de ser simplistas, no se hallará la legitimidad en el Consejo de Seguridad. Tengan en cuenta que los presidentes norteamericanos nunca creyeron en la ONU", "La mayoría de los europeos cree que el Consejo de Seguridad de la ONU es la única garantía de multipolaridad"… "Creo que hay muchas ventajas en un mundo unipolar". A decir verdad, Kagan desprecia la legalidad internacional que puedan suponer las NNUU y cualquier otro organismo internacional, incluidos los tribunales de justicia. Cualquier resolución de estos organismos que pudiera ser considerada como hostil a los intereses de EEUU debería ser respetada por este país. Y explica esta posición argumentando contra toda lógica que estos organismos están compuestos por “comunistas antimercado, no cristianos y dictaduras antidemocráticas”. Para colmo, EEUU es la nación elegida por Dios, así pues nada ni nadie –y por supuesto ningún organismo internacional- pueden interponerse entre Dios y los EEUU. “O sustituirán a Dios o sustituirán a los EEUU”. Por eso, las NNUU son el verdadero enemigo…


Buena parte del ensayo Poder y debilidad (EEUU es la encarnación del poder y Europa la debilidad manifestada), Kagan establece que los europeos mantenemos una visión kantiana del mundo; nos reprocha que creamos en la paz y que ésta sea alcanzable mediante consensos. Para él, la postura “normal” es la americana: "para EEUU, la verdadera seguridad siguen dependiendo de la posesión y el uso del poderío militar". La acción militar unilateral sería una muestra de poder; el pactismo europeo, el reflejo de su debilidad. Kagan olvida que Kant no era ningún alucinado ni un buenista ingenuo, en su ensayo Por la Paz Perpetua, reconocía que la paz era tarea bien difícil, pero que merecía la pena tratar de alcanzarla mediante el derecho internacional. Tampoco era un pacifista a ultranza, la guerra era para él la ultima ratio para resolver conflictos que no podían solucionarse de otra manera, pero criticaba a quines utilizan la guerra "no según leyes universalmente válidas, sino con la fuerza y según criterios unilaterales".


En Estados Unidos más del 70% de los ciudadanos está a favor de la guerra y en Europa más del 70% está en contra de la guerra. Kagan en su obra parece desconocer que desde hace 2000 años, Europa ha sido el teatro de guerras y enfrentamientos fratricidas, mientras que EEUU, desde la guerra civil de 1960, solo ha sufrido los ataques del 11-S. El pueblo norteamericano desconoce los efectos de una guerra moderna sobre su propio territorio. Europa es la voz de la experiencia y de la sabiduría en esto de la guerra. Kagan sostiene que las dos guerras mundiales del siglo XX han hecho posible que los europeos trataran de crear un sistema en el que la guerra quedara obsoleta, mientras que EEUU, al otro lado del océano, vive en un mundo “mucho más peligroso en el que la acción militar sí que está justificada”.


Kagan olvida que no todo es potencia militar en el mundo extremadamente complejo del siglo XXI. La UE es hoy la primera potencia económica y comercial del mundo. Olvida que la UE está camino de consolidar una misma actitud en política exterior y de defensa y que sus 420 millones de habitantes tienen un buen nivel cultural, están unidos por un conjunto de valores que definen la identidad europea y que confieren credibilidad objetiva a Europa ante los efectos negativos de la globalización. Kagan olvida –acaso por que le tiene absolutamente sin cuidado- que la UE aporta el 60% de la ayuda oficial al desarrollo y de la ayuda humanitaria mundiales y que en las zonas castigadas de Bosnia-Herzegovina y Kosovo asume el 80% de la ayuda a la reconstrucción y el 80% de las fuerzas de paz. En otras palabras: la UE es, mal que le pese a Kagan, un actor internacional de primero orden. Alude irónicamente, a la “misión civilizatrice” europea empeñada en jugar a la contra con el poder americano, olvidando que es “débil”. Para Kagan, lo esencial de esa debilidad es el aspecto militar “el poder, la fuerza militar de EEUU, ha producido una propensión a usar ese mismo poder; la debilidad militar de Europa ha producido una comprensible aversión hacia el ejercicio del poder militar… un interés por habitar un mundo donde el poder militar no importa, donde predominan la ley y las instituciones internacionales”. Todo lo que Europa hace, lo hace desde la debilidad y, por tanto, tiene el sello de la debilidad. Y, como todos los débiles, buscan la “paz perpetua” que les evite el compromiso. Este razonamiento lleva hasta Kant. Los EEUU, por el contrario, ven en el escenario mundial fuerzas anárquicas que actúan sin control, frente a las cuales, los EEUU han decidido ejercer su poder. Kagan opina que, en la actual situación, no se puede confiar en leyes y reglas internacionales, sino que la seguridad real y la defensa y promoción de un orden liberal depende del poder militar. Su exposición teórica se acompaña por una síntesis gráfica que parafrasea el título de un best-seller norteamericano: “los americanos son de Marte y los europeos son de Venus”.


Sin embargo, las tesis de Kagan son equívocas. Tiene razón en afirmar que en la escena internacional actúan fuerzas descontroladas y que la confianza de Europa en los organismos internacionales se debe a su falta de decisión. Acierta en la desproporción tecnológica existente entre el poder militar americano y el europeo, pero las cosas son mucho más complejas de cómo nos la cuenta: para Europa es cuestión de tiempo el unificar políticas exteriores y de defensa, es cuestión de tiempo el concentrar parte de su presupuesto hoy destinado al desarrollo de las zonas deprimidas del continente y a financiar la modernización de estructuras de las nuevas incorporaciones a la Unión, para mañana aumentar la inversión en tecnologías de defensa. ¿Veinte años? No, más. En ese tiempo, los EEUU, que llegaron al límite de su poder con el derribo escenificado de la estatua de Saddam Hussein en Bagdad, solo les queda declinar. El declive se está produciendo ya en estos momentos: por que EEUU vive una guerra civil racial y social, larvada, soterrada, pero no por ello menos real. Y un no menos real déficit público sin precedentes en la historia de la humanidad.


EEUU no es, como quiere Brzezinsky y sus compañeros, la “Nueva Roma”… muchas de sus características recuerdan a Cartago, pero es que, además, EEUU son la inversión, el reflejo especular de la antigua grandeza de Roma. Roma se podía jactar de ser civilizadora. El propio Brzezinsky en el primer capítulo de su “Tablero Mundial”, reconoce “cierta tosquedad” a la cultura norteamericana. A partir de ahí, puede deducirse que Kagan elude aspectos esenciales de la cuestión. Su libro tiene la virtud de explicar el núcleo duro del pensamiento conservador americano en versión apta para observadores europeos. Porque Kagan, calla lo esencial: que esta geopolítica expansiva, esta voluntad de poder fuera de toda medida, tiene una médula mística que resulta evidente al examinar de cerca las declaraciones de algunos líderes políticos y personajes públicos de la vida americana. Ya hemos visto una de las componentes de esta doctrina esotérica a través de Leo Strauss, apta sólo para los “filósofos”. Hemos terminado el capítulo anterior diciendo que los “filósofos” difunden entre las masas una combinación de nacionalismo y religión, como mitos necesarios para ejercer el control sobre las masas. No es raro que la base sociológica del neoconservadurismo norteamericano esté formado por los llamados “cristianos renacidos”.

(c) Ernesto Milà - infoKrisis - infokrisis@yahoo.es

EL ORIGEN DE LOS "CRISTIANOS RENACIDOS"

EL ORIGEN DE LOS "CRISTIANOS RENACIDOS" Para entender la situación actual de la nueva derecha religiosa, es preciso viajar hasta principios del siglo XX cuando Lyman Steward y un grupo de teólogos protestantes de Princeton, publicaron una colección de doce folletos titulado “Fundamentalism: a testimony of the truth”. La palabra “fundamentalismo” deriva de este grupo que proponía un estilo de vida rigorista y dictado por las páginas de la Biblia. En los tiempos en los que el progreso generaba problemas de identificación para los cristianos, los “fundamentalismos” presentaban la vida austera y la observación de los preceptos bíblicos como la forma más adecuada para afrontar la modernidad.



Políticamente, este grupo se convirtió en un ala del Partido Republicano. En aquel momento afrontaron una lucha extremadamente dura contra los darvinistas en nombre del “creacionismo”. Su aceptación del texto bíblico, no solamente en su sentido moral, alegórico o simbólico, sino también en su interpretación de la génesis del ser humano –“Y Dios creó al hombre”- les llevó necesariamente a rechazar las nuevas corrientes del pensamiento científico.



Cuando fueron un número suficiente, dieron vida a diversos grupos militantes: primero la “Liga de América” y luego “Cruzada anticomunista”. Estos grupos estaban perfectamente adaptados al marco del anticomunismo generado a partir del “Golpe de Praga” en 1948, pero siempre fueron a la zaga de organizaciones mejor dotadas desde el punto de vista doctrinal, como la “John Birch Society”. A partir de los años 60, estos grupos fundamentalistas cristanos empezaron a parecer inadecuados para una sociedad que había descubierto la píldora, la minifalda, la liberación sexual, el rock y el movimiento hippy. A medida que se avanzó en la década de los 60, los grupos fundamentalistas, fueron perdiendo influencia y, por eso mismo, radicalizándose aún más. Ya no eran solo enemigos de los comunistas, sino de lo que ellos llamaban “criptocomunismo” que, en buena medida, correspondía a sectores que nada tenían que ver con el Partido Comunista ni con ninguna de las agrupaciones marxistas organizadas. Esta radicalización no contribuyó a aumentar su influencia. Aquellos años fueron de un crecimiento económico espectacular y, difícilmente, podría exigirse austeridad y rigorismo a una población que estaba degustando a placer las mieles del consumo y de una prosperidad económica innegable.



El fundamentalismo cristiano languideció a lo largo de toda la década de los 60 y solamente logró recuperarse a finales de los 70, cuando emergió gracias al fenómeno de los telepredicadores. Fue en ese momento cuando irrumpió Jerry Falwell y su “Mayoría Moral”, pero también Bil Graham, Pat Robertson y Pat Buchanan. Su lenguaje era mucho más agresivo y directo, se agruparon en la “nueva derecha cristiana” que aportó el elemento más dinámico a la elección de Ronald Reagan. En 1989 se funda la Coalición Cristiana y unos años antes, el núcleo había dado vida a la Christian Broadcasting Network, una estación de TV especialmente dedicada al fundamentalismo religioso. El grupo decidió que el campo más adecuado para su acción era la política. Como hemos dicho, participaron decisivamente en la elección y en la reelección de Reagan, pero en 1988, Pat Robertson se presentó a la nominación como presidente y cuatro años después lo intentó Buchaban. Ambos fracasaron en su empeño. Podían influir en la sociedad… pero no dirigirla directamente.



Cuando subió al poder Bill Clinton, el grupo pareció languidecer de nuevo, pero se trataba de un espejismo. De hecho, al producirse el episodio Levinsky, tras la Coalición Cristiana que desempeñó lo esencial de la agitación, se encontraban Dick Chenney y Ronald Rumsfeld, mucho más diestros en el manejo de las campañas de alta política. Con Bush, los fundamentalistas tocaron de nuevo poder e impusieron a la nueva administración un programa que el propio Bush compartía sin fisuras. Todos partían de la vieja idea de que los EEUU son la nación elegida por Dios, el nuevo pueblo elegido, los judíos de la modernidad, ideas que les llevaban a una mezcla de mesianismo enfermizo y unilateralismo exasperado, teniendo como trasfondo en política interior una reacción brutal contra el laicismo. Su programa exigía el retorno a la religión a la escuela, la protección de la familia, la lucha contra el divorcio, el aborto, la homosexualidad y el feminismo. El 13-S, Bill Graham resumió esta ideología llamando al “arrepentimiento” de los norteamericanos, sus pecados habían causado el castigo de Dios –los ataques del 11-S- si querían prevenir nuevos atentados debían aceptar el reinado de Dios, el arrepentimiento de sus pecados colectivos y… la defensa del derecho del Estado de Israel a existir en las fronteras conquistadas durante la “Guerra de los Seis Días” en 1967.



El “Destino Manifiesto” como referencia



Cuando estalla la guerra de independencia de los EEUU, Francia y España ayudan a los colonos. La ayuda española existió pero no es tan conocida como la de Lafayette o Beaumarchais. En aquel momento, España controlaba Cuba y Luisiana (un espacio muy superior al actual Estado de ese nombre que abarcaba desde el Golfo de Méjico hasta el Canadá, entre el Mississippi y las Montañas Rocosas. España facilitó a la rebelión de las colonias armas, medicamentos y víveres. El General Gálvez estuvo en esos días en contacto con las tropas de Washington. A decir verdad, España alimentó a la hiena que finalmente la devoró. Ya en 1818 se produce la invasión de Florida, perteneciente a España, desde donde los indios semínolas, realizaban incursiones en el territorio de EEUU. El presidente Andrew Jackson aludió entonces a "esos odiosos caballeros españoles". España, que en aquel momento afrontaba la rebelión de las colonias sudamericanas no pudo hacer nada para evitar la pérdida de Florida que, finalmente, fue comprada por cinco millones de dólares. En ese momento, esta expansión territorial respondía a un impulso mesiánico todavía no plasmado en declaraciones expresas. Aún habría que esperar casi treinta años para que las dos principales orientaciones de la política exterior norteamericana (todavía hoy en vigor) fueran enunciadas expresamente: la doctrina del Destino Manifiesto y la Doctrina Monroe.



En 1840, John Louis O'Sullivan publicó un grupo de artículos cuyo tema central era “El Destino Manifiesto”. Se justificaba la expansión americana en todos los continentes basándose en la doctrina racista de la superioridad racial.



Esta expansión se produjo en distintas oleadas tras el triunfo de la rebelión de los 13 Estados iniciales. Inicialmente, la expansión se orientó hacia el Oeste, entre Río Grande y Canadá. Fueron las “guerras indias” que abarcaron casi todo el siglo XIX norteamericano con distintos sobresaltos y con el paréntesis de la guerra civil en el que se formaron unidades indias, hecho significativo, que combatieron contra los nordistas. El procedimiento expansivo consistía en asentar colonos y luego provocar incidentes que terminaban con el exterminio o la expulsión de los indígenas. Mayor importancia tuvo la guerra contra Méjico con el episodio de El Alamo permitida por el ejército norteamericano para justificar la intervención posterior contra el vecino país al grito de “Alamo Revenge” (vengar el Alamo) que supuso la pérdida de 1/3 de su territorio. A partir de ese momento, EEUU fue un país transoceánico que abarcaba desde el Atlántico al Pacífico y desde el Río Grande a la frontera canadiense.



La segunda oleada expansiva partió de las tesis racistas de John Fiske, Strong, Burgess y Mahan, en las que se sostenía el supremacismo anglosajón. La “raza anglosajona” y su lengua eran consideradas superiores a las de sus vecinos y a cualquier otra. Estos escritos, descaradamente racistas y que harían palidecer a los xenófobos del siglo XXI, prepararon la intervención en Centro América y la aparición de la doctrina Monroe que, finalmente, fue el centro de esta segunda oleada expansiva. La Doctrina Monroe, establecía que el territorio de América, ni del Norte, ni del Centro, ni del Sur, podía ser colonizada por europeos. O dicho de otra manera: “América para los americanos… del Norte”. Durante este período el expansionismo tuvo como hitos principales los sucesivos intentos de invasión de Cuba a partir de mediados del XIX y la construcción del Canal de Panamá con el dominio efectivo sobre territorio panameño. En 1841 ya se produjeron dos locos intentos de invadir Cuba por parte de 150 aventureros de EEUU que partieron desde Miami. Poco después, el presidente Quincey Adams ya exponía que “Cuba caerá en manos de EEUU como fruta madura”. Y en 1858, cuando se aproximaba la guerra civil, el “Manifiesto de Ostende”, rubricado por tres diplomáticos norteamericanos destinados en Europa, reiteraba el derecho de apoderarse de Cuba si España no accedía a vender la isla. Luego vino la guerra civil, el proceso de reconstrucción, un momento en el que España todavía poseía una flota eficiente y disuasiva y el nacimiento de un fuerte sentimiento nacionalista en Cuba que impedía que la venta pudiera realizarse sin que conllevara la interrupción del proceso independentista de la isla. Así pues, los norteamericanos optaron por avivar la rebelión cubana. La flota española mostró su eficacia a la hora de detener un alto número de buques norteamericanos que enviaban armas y municiones a los rebeldes. En cada episodio, EEUU tronaba contra el atentado al “libre comercio”. Luego, EEUU intentó imponer un tratado comercial humillante para España con la intención confesada de defender los derechos de los inversores norteamericanos en la isla. A partir de 1887, EEUU decide que lo esencial de su expansión debe realizarse por vía marítima y, desde entonces, el poder naval de éste país empieza a superar al de España. En 1896, el presidente Cleveland habla ante el congreso que los EEUU deben intervenir en la isla, empleando argumentos tan absolutamente falsos y mendaces como los utilizados cien años después por George W. Bush y sus altos funcionarios para justificar las intervenciones en Irak y Afganistán. Cuando es sucedido por McKinley le dice textualmente: "Siento profundamente, Sr. Presidente, dejarle la herencia de una guerra con España, que llegará antes de que transcurran dos años”. En efecto, llega 1898 y con él la explosión del Maine tan extraña como cien años después ha resultado el atentado contra las Torres Gemelas.



Aún se produjeron otrs dos impulsos expansivos. Asegurado el control sobre el territorio norteamericano (nueva frontera hacia el Oeste y guerra contra México), asegurado el control sobre el “patio trasero” (el Caribe y Centro America), los EEUU miran hacia Europa donde se encuentra, en las primeras décadas del siglo XX, el centro del capitalismo mundial. EEUU no pararán hasta vencer las reticencias aislacionistas de su población e inmiscuirse en la “guerra europea” que, con ellos, pasa a ser mundial. La siguiente vuelta de tuerca será, la intervención en la Segunda Guerra Mundial, la victoria, la reconstrucción de Europa a cambio de eliminar aranceles proteccionistas y tener a los países vencidos (Alemania y Japón) por meros protectorados durante décadas.



Finalmente, la caída del comunismo y la doctrina oficial del stablishment, suponía consagrar a la “hiperpotencia” norteamericana como una garante de la paz y la estabilidad mundial. O tal era la pretensión que debía realizarse mediante la globalización económica. Pues bien, en todo este impulso expansivo la doctrina del “destino manifiesto” ha sido siempre el eje central de la política norteamericana en función de la cual se justificaban las operaciones intervencionistas.



Esta tendencia hacia el “expansionismo” fue observado por Alexis de Tocqueville cuando escribió: “Mientras no tenga delante más que países desiertos o poco habitados, mientras no halle en su camino poblaciones numerosas a través de las cuales le sea imposible abrirse paso, se la verá extenderse sin cesar. No se detendrá en los límites trazados por los tratados, sino que desbordará por todas partes esos diques imaginarios. Cuando Tocqueville escribía estas líneas, lo hacía influenciado por el “espíritu de la frontera” que llevaba a los nacientes EEUU a extender la colonización hacia el Oeste. Tocqueville no percibió que la importancia futura de los EEUU derivaría de que, por primera vez en la historia, aparecía una nación capaz de unir el desarrollo del capitalismo con la construcción nacional. Esa combinación hizo que la frontera no se detuviera cuando los colonos llegaron al Atlántico sino que prosiguiera en los cuatro círculos de expansión que hemos definido.



En 1777, John Jay aseguraba que el norteamericano era el primer pueblo favorecido por Dios al tener ocasión de elegir su forma de gobierno. Sólo tres años después, Samuel Cooper aludía a la “misión providencial de EEUU de transformar gran parte del globo en asiento del conocimiento y la libertad”. Por su parte, John Adams, quien reemplazó a Washington en la presidencia, explicó que los EEUU tenían como misión emancipar a toda la humanidad. Franklin aseguró que, también “la Providencia” había dado “un lugar de honor a los EEUU para luchar por la dignidad humana”. Tom Paine, en la misma senda, recordaba a sus lectores que “La causa de América es la causa de toda la humanidad”. El senador Albert Beveridge, en 1900, en un discurso explicaba: “Dios preparó al pueblo de los EEUU para ser dueños y organizadores del mundo (…) Dios ha elegido al pueblo norteamericano como nación elegida para iniciar al regeneración del mundo”. Walt Whitman, a su vez, en 1846 escribió: "Nos encanta disfrutar con pensamientos acerca de la futura extensión y poderío de esta república, porque con su crecimiento, crecen la felicidad y libertad humana”. El economista Johan Galting era de la misma opinión cuando escribía: “tenemos la obligación mesiánica de asumir aspectos divinos de omnipotencia, bondad y misericordia infinitas”… Finalmente, el presidente Woodrod Wilson en 1902 expresó el mismo estado de espíritu con estas palabras: “En nuestro pueblo ha estado siempre presente una poderosa presión desplazándose continuamente en busca de nuevas fronteras y territorios, en la búsqueda de mayor poder, de total libertad de un mundo virgen. Es un destino divino que ha configurado nuestra política”…



Podríamos multiplicar las citas en la misma dirección que nos indicarían que la ideología dominante en EEUU, de la que George W. Bush y su administración se hacen eco es apenas una forma de mesianismo vigoroso, mezcla de ingenuidad, cinismo y alucinación mística que les “obliga” a ejercer el castigo para liberar a la humanidad de las garras del mal. Hemos seguido declaraciones mesiánicas que abarcan desde la fundación de los EEUU, de ahí que la última frase seleccionada fuera pronunciada el 8 de mayo de 1999 por el Fiscal General y Secretario de Justicia, John Ashcroft, hombre de nuestro tiempo que alude a las ideas de siempre con estas palabras: “Única entre las naciones, los EEUU han reconocido la fuente de nuestro carácter como cosa divina y eterna, no cívica o temporal. Como nuestra fuente es eterna, somos diferentes. No tenemos otro rey que Jesús…”. Esta ideología ha estado siempre viva en la derecha estadounidense y ha sido evocada por George Bush, padre e hijo, muchas veces han hecho referencia a "nuestra superioridad moral" para justificar las intervenciones político-militares en cualquier parte del mundo. Declaraciones de este estilo no habría llamado la atención en otro tiempo, hoy, además de una muestra de subjetividad, es también la evidencia de una ignorancia histórica palmaria y rallana en el analfabetismo estructural.



De tal estado de espíritu deriva la doctrina del “destino manifiesto” formulada por el periodista John O’Sulivan justificando la anexión de Tejas, que llevó a la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo que, prácticamente, duplicó la extensión de EEUU. La idea es que los americanos tenían el derecho e incluso la obligación de expandir su dominio sobre el continente, ya que se consideraba que era la "voluntad de Dios". La formulación de O’Suivan venía en el momento adecuado: se trataba, por una parte, de justificar las “guerras indias” y el exterminio del pueblo indígena. De otra parte, tenía mucho que ver con el proceso de los países sudamericanos y centroamericanos por su independencia. La Doctrina Monroe se había anticipado en 1823, dos años después de que España reconociera la independencia de México. El concepto de Destino Manifiesto es la siguiente vuelta de tuerca de la misma política. En apenas cuatro años, a partir de 1840, los EEUU duplicaron su territorio nacional. Este empuje fue considerado como parte de un proceso inexorable querido por “la Providencia” e impulsó a O’Sulivan a formular su teoría según la cual este proceso de expansión territorial era el “destino manifiesto” que culminaba en la “dominación de todo el continente”. Luego se formularía la “doctrina Monroe” que consagraría esta tendencia. No todos los norteamericanos, ni siquiera todas las fuerzas políticas, aún aceptando la idea del “destino manifiesto”, coincidían con esta tendencia expansionista; algunos pedían que se definiera el territorio que debía adquirirse y cuando lo decían estaban pensando en compras territoriales. Pensaban que los territorios limítrofes, contiguos a los EEUU, terminarían uniéndose a ellos voluntariamente: “caerían como fruta madura”, decían. Pero la tendencia general de quienes enunciaron la abusiva teoría del “destino manifiesto” se declaraban a favor de una expansión rápida aunque fuera a costa de emprender guerras de conquista.



La "Doctrina Monroe" y la teoría del "Destino Manifiesto" contribuyeron, a la consolidación de la conciencia nacional y la coherencia interna de los EEUU. Mientras la primera excluía a Europa de cualquier veleidad de estar presente en Centro y Suramérica, la segunda contribuía a justificar el recurso a la guerra. En la práctica, ambos principios siguen en vigor en nuestros días y constituyen lo esencial de la política exterior norteamericana.



O'Sullivan, dio la definición de lo que entendía por "Destino Manifiesto": "Es nuestro destino manifiesto esparcirnos por el continente que nos deparó la Providencia para que en libertad crezcan y se multipliquen anualmente millones y millones de norteamericanos". En esa época, la balanza entre los Estados que estaban a favor de la esclavitud y los que estaban a favor del trabajo asalariado, se mantenía en equilibrio, pero la incorporación de cualquier nuevo Estado podría romperlo a favor de una u otra opción.



Las dificultades de la invasión de Nicaragua convencieron a muchos norteamericanos de que era necesario descartar la idea de una república transcontinental. Percibieron que si se dilataban excesivamente las fronteras y se integraban en ella contingentes con otra lengua y otra raza, se debilitaría la cohesión de los EEUU. Pero a mediados del siglo XIX, las nuevas tecnologías de la época aplicadas al transporte (los barcos de vapor) y a las comunicaciones (el telégrafo) parecían espectaculares. Ambos inventos fueron aplicados para mejorar la comunicación entre los distintos Estados de la Unión. En ese contexto cobró fuerza y peso la corriente “expansionista e intervencionista” que desde entonces siempre ha estado viva en los EEUU. Ciertamente, los EEUU tenían tierras desocupadas y no era preciso conquistar otras lejanas para dar asiento a nuevos colonos. Aunque los inmigrantes afluían sin cesar desde Irlanda, Alemania e Italia, los contingentes llegados no lo eran en número alarmante y que no pudieran ser absorbidos por la sociedad americana. En ese contexto apareció la corriente “expansionista” que tomaba como referencia algunas frases del segundo presidente de los EEUU, Thomas Jefferson, y proponía la adquisición o conquista sin fin de nuevos territorios para cumplir el “destino manifiesto”. Esto, proseguían, serviría, no para debilitar la Unión, sino para que las generaciones futuras pudieran disponer de abundantes recursos económicos. Entre estos sectores se encontraban algunos teóricos del esclavismo de los Estados del Sur. Nuevos Estados, con nuevos esclavos, aumentarían el poder político de los Estados del Sur, pues, no en vano, tales Estados solo podían situarse al Sur, es decir, más próximos al área de influencia de lo que luego sería la Confederación americana. Sólo así, los EEUU podrían competir con el comercio británico, especialmente por el control de los mercados asiáticos, algo que estaba en mente de los expansionistas desde que fue arrancado a México el territorio de California y se podía contar con el puerto de San Francisco como base para la expansión por el Pacífico hacia Asia. La crisis económica de 1837 en la que un exceso de producción agrícola hundió los precios, dio nuevos argumentos a los expansionistas para que se buscaran nuevos mercados en el exterior y, para ello, había que disponer de bases en todo el mundo. Por esas fechas, Inglaterra era la pesadilla de la nueva nación, especialmente en los Estados del Sur. En 1843, el Sur denunció que Inglaterra estaba promoviendo la abolición de la esclavitud en EEUU; acto seguido proclamaron la necesidad de incorporar a la República de Texas para asegurar los intereses de los terratenientes algodoneros del Sur. Fue así, como, poco a poco, la doctrina del Destino Manifiesto se fue convirtiendo en cada vez más agresiva y que hacía del “brazo militar” y del recurso a la guerra, los elementos tácticos más habituales para su realización.



La guerra contra México (1846-1848), hizo que los EEUU se apropiaran de California, Nuevo México, Texas. Luego, el proceso de anexión se decantó hacia la América ítsmica, dado que tras la “fiebre del oro” en California (1848), el territorio de Nicaragua adquirió importancia como ruta más corta entre los puertos del Atlántico y los del Pacífico. En esos años la ruta entre unos puertos y otros de la Unión se realizaba a través de Nicaragua. De ahí surgió la idea de construir un canal transoceánico que, finalmente, se haría realidad en Panamá. Los años 1856-1857 fueron de gran inestabilidad en la región, generada siempre desde los EEUU que no dudaron en romper el “pacto centroamericano” y facilitar discordias civiles en Nicaragua. El llamado “filibusterismo” estadounidense terminó dominando la región. En 1854, Francisco Castellón y Byron Cole en 1854, firmaron un contrato que permitía contratar mercenarios para que combatieran en Nicaragua a favor de los liberales y en su lucha contra los conservadores. Dado que en 1818 en Congreso de los EEUU había aprobado una “ley de neutralidad”, William Walker logró que Castellón redactara el contrato indicando que los “mercenarios” debían colonizar el país, garantizándoles el mismo derecho que tenían en su país a portar armas. William Walker contó inicialmente con 58 “filibusteros” que, a lo largo de la guerra centroamericana, terminaron siendo 6000. Se trató de las primeras tropas norteamericanas que actuaron en el extranjero. Finalmente, Walker terminó conquistando la ciudad de Granada, convirtiéndose en el árbitro de la situación. A partir de ese momento, la política nicaragüense estuvo dictada por el aventurero al servicio de la administración norteamericana. Costa Rica comprendió que era la siguiente ficha del dominó centroamericano. El 20 de noviembre de 1855, el presidente don Juan Rafael Mora Porras proclamó: "Costarricenses: la paz, esa paz venturosa que, unida a vuestra laboriosa perseverancia, ha aumentado tanto nuestro crédito, riqueza y felicidad, está pérfidamente amenazada...". Walker respondió negando que tuviera ambiciones sobre Costa Rica y acto seguido mandó al coronel Louis Schlessinger, otro “filibustero”, para que exigiera "una franca explicación sobre la política que ha estado observando Costa Rica con respecto del actual Gobierno de Nicaragua". Schlesinger, por cierto, no era coronel, sino cabo austríaco, perseguido en Alemania por desfalco y robo. La comisión no fue recibida por los dignatarios costarricenses lo cual fue tomado por Walker como una ofensa personal y le incitó a reclutar más filibusteros. En marzo de 1856, cuando la amenaza era innegable, el presidente Juan Rafael Mora Porras convocó a los costarricenses: "…¡A las armas! Ha llegado el momento que os anuncié. Marchemos a Nicaragua a destruir esa falange impía que la ha reducido a la más oprobiosa esclavitud. Marchemos a combatir por la libertad de nuestros hermanos…!”. Walker resultó derrotado y con él la ambición de incorporar territorialmente Centroamérica a los EEUU.



El conflicto político-militar tuvo un carácter de lucha de "liberación nacional". No se opuso solamente al "filibusterismo", sino también y sobre todo, a la doctrina Monroe y a la teoría del "Destino Manifiesto". La guerra centroamericana de 1856-1857 fue un percance inesperado en la política expansionista norteamericana, pero también supuso el primer choque evidente entre dos concepciones específicamente norteamericanas: la de los granjeros aislacionistas que no querían saber nada de aventuras internacionales y preferían no actuar, ni siquiera opinar, sobre los asuntos internos de los países vecinos, y aquella otra que no tenía empacho en manifestar claramente su voluntad intervencionista. A lo largo del siglo XX esta dialéctica “aislacionismo-intervencionismo” constituirá el eje central de las grandes aventuras históricas norteamericanas. Tanto es así que para resolverla, la clase dirigente norteamericana hubo de recurrir a la provocación. Fue así como se generó un “modelo histórico” repetido desde las profundidades de la historia norteamericana hasta nuestros días.



En 1823, el presidente James Monroe lanza la doctrina que llevaría su nombre en el curso de un mensaje al Congreso. El derrumbe del Imperio Español, la emancipación de las colonias en sudamérica, había despertado las ambiciones inglesas. A continuación EEUU intervino militarmente en 1824 en Puerto Rico, en 1845 y 1847 en México, en 1857 en Nicaragua, en 1860 en la provincia de Panamá y nuevamente en Nicaragua. La situación era tan alarmante que en 1847, Chile, Bolivia, Ecuador, Colombia y Perú se reunieron en Lima alarmados por este intervencionismo. Al año siguiente, estalló la guerra contra México. Pero no fue sino hasta la conclusión de la guerra de secesión norteamericana que los EEUU tomaron conciencia de su inmensa poder. En 1880, cuando la “conquista del Oeste” ya había concluido, el presidente Ulysses Grant no ocultó su proyecto de controlar la totalidad del continente: fue la política del big stick (palo grande) que llevó a las intervenciones militares directas, a la anexión de nuevos territorios o a la formación de “protectorados”. El 15 de febrero de 1898 el acorazado estadounidense US Maine explotó en La Habana, pretexto que el presidente William McKinley utilizó para declarar la guerra a España. La culminación de lo que Theodore Roosevelt llamó “espléndida pequeña guerra”, fue la conquista de Puerto Rico. En el Tratado de París del 10 de diciembre de 1898, España renunció también a Cuba y a las Filipinas. Cínicamente, en 1901, incorporó a su constitución la enmienda Platt, aprobada por el Senado estadounidense en 1901, en virtud de la cual Cuba debía aceptar el derecho de intervención de EEUU para “preservar la independencia cubana y mantener un gobierno que protegiera la vida, la propiedad y las libertades individuales”. “Con el fin de cumplir con las condiciones requeridas por Estados Unidos para mantener la independencia de Cuba y proteger a su pueblo, así como para su propia defensa el gobierno de Cuba venderá o alquilará a Estados Unidos el territorio necesario para el establecimiento de depósitos de carbón o de estaciones navales en algunos puntos determinados”. Algo más de un siglo después, la base de Guantánamo sigue siendo testimonio de la ignominia de esta política. Cuba pasó de depender de España a depender de EEUU que intervino militarmente en la isla en 1906, 1912 y 1917, siendo hasta 1934 un mero protectorado.



“En el hemisferio occidental, la adhesión de Estados Unidos a la doctrina Monroe puede obligarlo, en casos flagrantes donde se encuentre frente a determinada mala conducta o a determinada incapacidad, a ejercer, aunque se resistiera a hacerlo, un poder internacional de policía”, tal era el corolario de la doctrina Monroe, enunciado en 1903 por Theodore Roosevelt. Con los mismos argumentos –el respeto a las “obligaciones internacionales” y “la justicia para con los extranjeros” (que enmascaraba intereses económicos e inversiones de EEUU), “aportar el progreso y la democracia a los pueblos atrasados”, etc- los marines desembarcaron en México, Guatemala, Nicaragua, Colombia, Ecuador. En 1912, en un lapsus o quizás como muestra de la ebriedad que provoca el poder, el presidente Taft declaró: “Todo el hemisferio nos pertenecerá, como de hecho, ya nos pertenece moralmente, en virtud de la superioridad de nuestra raza”, lo que traducido quiere decir que la defensa de la soberanía nacional de territorios que entran dentro del campo de aplicación de la Doctrina Monroe o que, por algún motivo, obstaculizan la realización del Destino Manifiesto, se convierten en una rebelión contra la potencia elegida por Dios. Evidentemente, no hace falta más excusa para masacrar tales obstáculos.



A partir de la primera concesión obtenida en Costa Rica en 1878, la United Fruit Company construyó un imperio bananero en la costa atlántica de América Central dotado con millones de hectárea. La goodwill (buena voluntad) de EEUU (el Tío Sam, diseñado con sombrero de copa, chaleco de estrellas y pantalón confeccionado con las barras de la bandera de EEUU) no puede ponerse en duda, en tanto que pueblo aliado de Dios que interviene diplomática y militarmente, con autoridad propia, sin ningún control, en los asuntos internos de estas repúblicas, manifestando la voluntad divina que los guía, de la que la Doctrina Monroe y la teoría del Destino Manifiesto son su enunciado político. En Honduras, Estados Unidos interviene en cuatro ocasiones (1903, 1905, 1919 y 1924) para “restablecer el orden” (entendiendo por tal la defensa de los intereses de la United Fruit y de las compañías forestales y mineras de EEUU). En 1915, le toca a Haití; una fuerza al mando del almirante William B. Caperton, desembarca en Puerto Príncipe e imponen una administración norteamericana. Lo mismo había ocurrido ocho antes antes en la vecina República Dominicana. Esta política del big stick, tiránica e intervencionista, se prolongará con el mismo cinismo hasta 1934 cuando Franklin D. Roosevelt la reemplazará por la del good neighbourhood (buena vecindad).



En los cuatro años siguientes, la Conferencia para el Mantenimiento de la Paz (1936) y la VIII Conferencia de los Estados Americanos (1938) reconocerán la soberanía de cada país del hemisferio Sur. Asegurado el dominio económico ¿para qué comprometerse a más? El pensamiento de la clase dirigente norteamericana, aspiraba en ese momento a una proyección, no sólo hemisférica, sino mundial.



Como hemos dicho, la rivalidad con Inglaterra para controlar los mercados asiáticos y el desenlace final de la guerra civil, hizo que los EEUU buscaran bases en el camino hacia el lejano Oriente. En 1893 reclamaron las Islas Hawai. El almirante Belknap lo justificó con estas palabras: “Parecería que la naturaleza creó ese grupo de islas para que fuese ocupado como puesto avanzado, por así decirlo, de la Gran República”. Y el congresista Henry expresó en la misma línea: “Las queremos porque se hallan más cerca de nuestro territorio que de cualquier otra nación”. Reclamaron el archipiélago de Hawai y lo obtuvieron. Una vez allí, miraron a Filipinas. El ex secretario Denby explicó: “Estamos extendiendo las manos para tomar lo que la naturaleza nos ha destinado”. El problema era que Filipinas no tenía ninguna relación de contigüidad con el territorio de los EEUU. No era problema, el senador Beveridge añadió: “¡Nuestra Armada las hará contiguas!”. Y de Filipinas a la masa continental China. El propio Beveridge añadió: “las islas Filipinas son nuestra puerta de acceso a China”. Antes, el comodoro Perry había forzado la puerta de Japón.



En 1902, Woodrow Wilson intentaba justificar este impulso expansionista aludiendo de nuevo a la doctrina del Destino Manifiesto: “Esta poderosa presión ejercida por un pueblo que se desplaza constantemente hacia nuevas fronteras, en busca de nuevos territorios, de mayor poder, de la total libertad de un mundo virgen, ha gobernado nuestro curso y como un Destino ha plasmado nuestra política”. La realidad era mucho más prosaica: los EEUU tras haber enlazado los dos océanos mediante ferrocarril y a través de la construcción del Canal de Panamá, después de haber agotado las posibilidades de expansión en el territorio americano, buscaron exteriorizar su mesianismo en el exterior. Las grandes crisis de la historia del siglo XX no son otra cosa más que el producto de los desajustes internacionales provocados por el expansionismo norteamericano."



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EL "PROYECTO NUEVO SIGLO AMERICANO" O EL NUCLEO DEL NEOCONSERVADURISMO AMERICANO

EL "PROYECTO NUEVO SIGLO AMERICANO" O EL NUCLEO DEL NEOCONSERVADURISMO AMERICANO El “Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense” se fundó en 1997 por un grupo de estrategas neoconservadores, la mayoría de ellos residentes en la capital federal. El objetivo es “concentrar esfuerzos para preparar el nuevo lidera los mundial de los EEUU”. Esta voluntad no se oculta desde la primera frase del manifiesto fundacional: “la política exterior y de defensa estadounidense va a la deriva”, así pues, de lo que se trata es de reivindicar “una política reaganiana de fortalecimiento militar y claridad moral". El objetivo fundamental de dicho proyecto es “liquidar la cuestión iraqu픅 pero está claro que el proyecto va mucho más allá de este objetivo coyuntural.




El nombre original del grupo es The Project for the New American Century, más conocido en EEUU por sus siglas PNAC y cuyo nombre corresponde en castellano al "Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense". La declaración fundacional está firmada por influyentes figuras como Dick Cheney, Jeb Bush, Lewis Scooter Libby, Dan Quayle, Donald Rumsfeld, y Paul Wolfowitz. La mayoría de firmantes, habían pertenecido a las administraciones republicabas de George Bush y Ronald Reagan. Al PNAC no le gusta hablar sobre él mismo, pero cuando está obligado a hacerlo (era imposible que pasara desapercibido para los analistas minuciosos), le gusta presentarse como “un equipo de hombres experimentados en el ejercicio del poder” que forman "una organización educativa sin fines de lucro" y cuyo leit-motiv fundacional nadie en EEUU condenaría, pues sostienen "que el liderazgo de EEUU es bueno tanto para EEUU como para el mundo; que ese liderazgo requiere poderío militar, energía diplomática y compromiso moral". Su actividad pública se realiza mediante la organización de seminarios y conferencias y la publicación de documentos para explicar "lo que el liderazgo estadounidense entraña". Así mismo disponen de una web.





William Kristol, Presidente del PNAC




Oficialmente tienden a agrupar “voluntades de ciudadanos norteamericanos que apoyen una vigorosa política de implicación internacional de EEUU". Cuando alguien les pregunta sobre sus próximas actividades, suelen contestar que están realizando "debates útiles en torno de la política exterior y de defensa y el papel de EEUU en el mundo". Algo que, en principio, no parece excesivamente inquietante.




Sin embargo, cuando sabemos que su presidente es William Kristol, las cosas dejan de estar tan claras. Kristol era, entre otras actividades, asesor de la compañía Enron que protagonizó la quiebra fraudulenta más multimillonaria en la historia de los EEUU. De Kristol suele recordarse que era el “cerebro de Dan Quayle”, vicepresidente de los EEUU con Bush. Kristol destacó desde entonces como politólogo (licenciado en Harvard) ultra conservador, profesor de Ciencias Políticas, actual consejero principal del ala neo conservadora del Partido Republicano de los Estados Unidos, periodista y director del semanario “Weekly Standard”. En este semanario de circulación restringida y discreta, pero no por ello menos influyente, Kristol da cabida a Robert Kagan, otro de los estrategas así mismo influyentes, de la administración Bush, a quien ya hemos aludido. Su padre, Irving Kristol, había sido otro prominente conservador, editor de "Public Interest" que apoyó la campaña anticomunista del senador McCarthy. Junto con Norman Podhoretz fundaron el University Center for Rational Alternatives, organización de carácter ultraconservador. Inicialmente colaboro con los demócratas, pero en 1976 se hizo republicano. Tras una breve estancia del joven Kristol en el Partido Demócrata, pasó al Republicano y tuvo un cargo de segunda fila en la Administración Reagan, para ser luego el “cerebro de Dan”, vicepresidente con George Bush. Cuando se desplomó la administración conservadora y subió Bill Clinton a la presidencia, Kristol pasó a la empresa privada. Allí, en el mundo de las comunicaciones, conoció al magnate Rupert Murdoch el cual le financió su "Weekly Standard", a pesar de la escasa tirada y las pérdidas elevadas que se mantiene hasta ahora pese a las pérdidas que sigue generando. Valía la pena por que fue ganando influencia en el partido republicano, especialmente a partir de 1994 cuando publicó su documento "Project for the Republican Future". Este trabajo y el apoyo de la fundación Bradley le condujo a la Casablanca. En su calidad de presidente del PNAC, una de las primeras actividades de Kristol fue solicitar a la Comisión de Defensa de la Cámara de Representantes un aumento de 100 billones de dólares para reforzar la defensa de los EEUU y mantener su presencia en el extranjero, para ello es preciso –siempre según Kristol, aumentar el presupuesto de defensa a un 3’5% (15 a 20 billones de dólares) mantener la capacidad nuclear disuasiva de los EEUU, aumentar en 200.000 hombres sus FFAA, modernizar el arsenal norteamericano, especialmente las FFAA, renunciar a algunos planes defensivos propuestos por la administración Klinton (y que coinciden con las propuestas de la Doctrina Rumsfeld), desarrollar el programa de la “Guerra de las Galaxias” (escudo antimisiles), controlar los espacios aéreos y el ciberespacio.




Hasta el 11-S, todas estas ideas no eran tomadas excesivamente en serio, ni siquiera en las altas esferas del Partido Republicano que seguía decantado por el viejo conservadurismo aislacionista moderado. El hundimiento del WTC hizo que los moderados se vieran privados de argumentos y debieran ceder a la nueva estrategia impuesta por los cerebros neoconservadores; los “halcones”, a partir de ese momento, dominaron en la escena republicana y en la administración. Los Rumsfeld, Wolfowitz, Perle, Cheney y el propio Kristol, pasaron a constituir el núcleo duro de la administración Bush. El semanario de Kristol, la cadena Fox, el Instituto de Empresas Americanas presidido por Cheney y el PNAC, pasaron a difundir la campaña patriótica que ha proseguido desde los atentados del 11-S, deformando la autoría del crimen, lanzando constantemente amenazas de falsas alarmas de nuevos ataques e instigando la guerra contra Irak y la pasividad ante Israel.




Es importante recordar que sin los sucesos del 11-S el programa del PNAC jamás habría podido pasar del estado de proyecto irrealizable. Son los atentados del 11-S y solo ellos los que permiten “adelantar las líneas” norteamericanas, primero a Afganistán y luego al más importante Irak. Por que son las gentes del PNAC las que elaboran e imponen su línea política y sus objetivos a la administración Bush, la cual, sin ellos, sería en la actualidad, una administración huérfana de tutelas políticas y sin otra tutela ideológica que el conservadurismo furibundo y miope de los cristianos renacidos y los “reverendos” furibundos. En efecto, estos últimos aportan a los votantes, pero es el PNAC quien maneja el timón de la administración.




Por cierto, Kristol, es miembro del Consejo de Relaciones Exteriores, CFR, al igual que todos los miembros prominentes del PNAC.




Objetivo prioritario: “resolver” la cuestión iraquí




El suceso que motivó a los neoconservadores que fundaron el PNAC fue el fin de la Segunda Guerra del Golfo en Iraq. Con el poder de Sadam Husein debilitado, los neoconservadores creyeron que sería eliminado permanentemente. Por el contrario, el anterior presidente Bush animó a la oposición iraquí a alzarse contra el gobierno del Baas. Como su rebelión fue echada por tierra por el ejército iraquí, Bush ordenó al ejército de EEUU que no interveniera, eligiendo, al contrario, una estrategia de “contención” hacia Sadam.




En 1992, Paul Wolfowitz, entonces vicesecretario de Defensa, redactó un escrito sobre el futuro de la hegemonía norteamericana en el mundo y cómo podría prepararse para afrontar el final de la guerra fría. El documento, de carácter interno, tardó en filtrarse, pero, finalmente se supo que el centro de las reflexiones de Wolfowitz giraban en torno a la posibilidad de que surgiera un rival que sustituyera a la URSS. De ser así, era preciso que los EEUU lo proveyeran y estuvieran en condiciones de identificarlo, aislarlo y minimizar su poder. Este documento, en la práctica, está en el origen del manifiesto PNAC y será recordado en años venideros como el embrión de la doctrina que luego Bush aplicó desde la presidencia.




En septiembre de 2000 aparecía el documento del PNAC "Reconstruyendo las Defensas de EEUU: estrategia, fuerzas y recursos para un nuevo siglo" (a partir de ahora RAD, tal como es conocido en EEUU). Este documento se apoya en el de Wolfowitz y desde sus primeras flíneas reconoce esta paternidad: "un anteproyecto para mantener la preeminencia de EEUU, excluir la emergencia de una gran potencia rival y redibujar el orden de seguridad internacional de acuerdo con los principios e intereses estadounidenses". En síntesis, el documento rechaza los recortes en el gasto de Defensa y define la misión de los EEUU como una lucha contra “grandes amenazas de guerras múltiples y simultáneas". No hay que olvidar que, en esos mismos momentos, Ronald Rumsfeld había elaborado lo esencial de lo que en la época se conocía como “Doctrina Rumsfeld” y que iba en parecida dirección.




La Doctrina Rumsfeld




En el fondo la llamada “doctrina Rumsfeld” apenas es otra cosa que un programa para la modernización de las fuerzas armadas norteamericanas. Sin embargo, es evidente que una modernización en profundidad, debe de hacerse en función de los objetivos estratégicos a alcanzar. Y en este sentido, dicha doctrina no es sino, en última instancia, un programa que diseña la orientación en política exterior de la administración Bush. Hay en dicha doctrina elementos que conciernen exclusivamente a las fuerzas armadas, pero, en la medida en que dicho ejército es la punta de lanza de una política expansionista de carácter mundial, estamos ante una obra excepcionalmente clara y que en el fondo no es sino un desarrollo complementario y una actualización de la doctrina Brzezinsky, aplicada a las reorganización de las fuerzas armadas.




Desde la Segunda Guerra Mundial hasta prácticamente nuestros días, el Atlántico ha sido considerado prácticamente como un océano anglosajón y el centro del comercio mundial, como antes lo fue el Mediterráneo. No en vano, inicialmente, la OTAN orientaba su actividad hacia el Atlántico Norte. Sin embargo, Rumsfeld advierte que buena parte del crecimiento económico internacional se ha desplazado hacia el Océano Pacífico.




En esa zona se está concentrando una acumulación de fuerzas productivas sin precedentes en la historia. Pensemos en el coloso chino y en su crecimiento económico sostenido desde hace diez años, especialmente concentrado en Manchuria y en las zonas costeras de su Este, pensemos en los llamados “dragones asiáticos” o en el desarrollo discreto pero constante de Australia, en la costa Oeste de los EEUU, especialmente en California y en Chile, pensemos en el Japón, incluso pensemos en que el Pacífico es el Océano con mayores riquezas naturales sumergidas y con el menor índice de explotación lo que tendremos como resultado es que el eje de la economía mundial se está desplazando hacia el Pacífico y que, en cualquier caso, el crecimiento demográfico de aquella zona genera la posibilidad de abrir unos prometedores mercados que, además, están próximos a las fuentes de materias primas.




Pero la geografía del Pacífico, caracterizado por la dispersión de los territorios en islas más o menos pequeñas, salvo Australia y Nueva Zelanda, hace que se modifiquen los criterios militares. En efecto, en esas zonas las grandes acumulaciones acorazadas que serían efectivas en las planicies centroeuropeas, resultan completamente inútiles en las islas del Pacífico. Allí se trata de responder al desafío generado por grandes distancias y pequeñas islas. Por lo demás, lo más importante de esta estrategia consiste en reconocer que tras la caída de la URSS, la OTAN ya no puede ser la punta de lanza de las fuerzas armadas de EEUU y el frente de Europa Central carece de interés militar. A un nuevo teatro de operaciones corresponde la selección de un nuevo enemigo; este enemigo es China.




Durante los primeros meses de gobierno de Bush, esta doctrina fue puesta en práctica sistemáticamente. Aumentaron los vuelos de espionaje sobre China, hasta el punto de que uno de los aviones Awac resultó dañado y derribado. Los disidentes chinos del Falung-Gong y el Dalai Lama recibieron nuevos impulsos para predicar por todo el mundo las carencias de los derechos humanos en China. EEUU intentó mejorar sus relaciones con Rusia de cara a una alianza anti-China. China respondió facilitando tecnología antiaérea a Irak que evidenció su eficacia un mes después de que Bush jurase su cargo. Fue entonces, en uno de los rutinarios bombardeos sobre la “Zona de Exclusión”, cuando los aviones norteamericanos percibieron una mayor capacidad de respuesta de las baterías antiaéreas irakíes.




El 11-S hizo que esta orientación anti-China se atenuara pero no completamente. La prioridad pasó a ser el control mundial de los recursos energéticos, en particular del petróleo. Pero la doctrina Rumsfeld siguió inspirando la política americana de defensa. La prueba es que Bush, en varias ocasiones, ha desmentido que China fuera “socio estratégico” de EEUU, sino que, con mucho más vigor que la Unión Europea, China tenderá a ser cada vez más un “competidor estratégico”.




La estrategia de “lucha antiterrorista” generada por la administración Bush no debe hacernos olvidar que tal lucha es una mera excusa para adelantar las fuerzas de intervención norteamericanas allí donde existe un interés estratégico.



En este contexto, la “lucha antiterrorista” es un mero espantajo para operaciones tácticas menores (la invasión de Afganistán, el ataque contra Irak, las escaramuzas con Corea del Norte, etc.) que cubren el objetivo mayor: el aislamiento, y por tanto la neutralización, de China.




De hecho, puede entenderse la coexistencia de estos dos niveles de objetivos. Rumsfeld, cuando inició su teorización y Bush cuando la aceptó, se encontraron con la oposición del complejo militar-industrial que vería mermados en un primer momento sus beneficios. Rumsfeld, en efecto, lo que estaba proponiendo era una reducción de los gastos de defensa, proponiendo armamentos mucho más sencillos que los utilizados hasta entonces. Mientras que el Pentágono sostenía a finales del 2000 que su presupuesto debía casi duplicarse si se pretendía prolongar la hegemonía americana, Rumsfeld proponía justamente lo contrario: estabilizar el presupuesto de defensa, optimizando inversiones, precisamente para alcanzar el mismo objetivo.




En efecto, Rumsfeld desaconsejaba la construcción de nuevos superportaviones tipo Nimitz, joya de la corona de la US Navy, con un valor de 4.000 millones de dólares cada uno y 2.000 millones anuales en gastos de mantenimiento. Para el Secretario de Defensa se trataba impulsar la construcción de pequeños barcos lanzamisiles, extremadamente maniobrables e incomparablemente más baratos. La USAF, por su parte, debía autolimitar sus pedidos de cazabombarderos F-22 y cancelar proyectos excesivamente costosos (como el Joint Strike Figher que en el 2001 debería absorber 850 millones de dólares), mantenerse con el material actual y confiar en los nuevos UAV (aviones no tripulados) mucho más baratos, polivalentes y rentables.




Estas propuestas, y las limitaciones presupuestarias consiguientes, eran lo suficientemente audaces como para que el Pentágono y el complejo militar-industrial, pusieran el grito en el cielo. Fue entonces cuando se produjo el “providencial” ataque a las Torres Gemelas y se restableció la normalidad. Las “necesidades de la lucha contra el terrorismo” abrieron nuevos frentes bélicos: la modernización propuesta por Rumsfeld se realizaría sin que el complejo militar-industrial viera mermados sus beneficios: estos procederían del esfuerzo bélico, no de una mayor producción de las armas hasta ahora clásicas.




En su formulación pública la Doctrina Rumsfeld es extremadamente pesimista. Prevé que EEUU perderá progresivamente aliados, paralelamente al aumento de su poder. Las bases que hasta ahora ha podido utilizar sin excesivos problemas, puede que no estén a su disposición en tiempos venideros. Esto implica que las fuerzas armadas norteamericanas deben disponer de medios de largo alcance, tanto para trasladar tropas a los focos de conflicto, como para lanzar ataques con nuevas armas capaces de alcanzar teatros de operaciones lejanos.




La estrategia norteamericana se basa en retrasar al máximo posible su aislamiento militar internacional impulsando el fantasma de la “lucha antiterrorista” y adelantando sus líneas a los principales focos de interés estratégico. La excusa elegida encuentra tiene la virtud de ser aprovechada por otros actores para lograr sus propósitos: China aprovecha para aumentar la represión contra los musulmanes del sudoeste del país; Aznar aprovecha para lanzar una ofensiva final contra ETA y su desdoblamiento político; Rusia, utiliza el mismo mensaje para combatir al independentismo chechenio sin que nadie se preocupe sobre la vulneración de los derechos humanos y de las leyes de la guerra.




La excusa del antiterrorismo será, a fin de cuentas, utilizada para justificar cualquier ataque contra cualquier país del mundo pero no durará eternamente. Algunos servicios de inteligencia occidentales y muchos observadores políticas albergan las mayores dudas sobre los verdaderos inspiradores de los ataques terroristas del 11-S. Si hay que buscar al criminal entre aquellos a los que beneficia el crimen, es evidente que los atentados del 11-S solamente han servido a los intereses del expansionismo americano. En cuando a Bin Laden, más que de un terrorista islámico habría que hablar de un “cooperador necesario” en esta estrategia infernal que los EEUU ya utilizaron en Pearl Harbour, el Maine, Tonkin, etc.




La Doctrina Rumsfeld tiene la virtud de reconocer que el actual sistema de alianzas de los EEUU es producto de la Guerra Fría y ésta ha terminado, en consecuencia, las viejas amistades tienen menos sentido en el tiempo nuevo. De ahí que la administración Bush haya situado la redefinición del papel de la OTAN entre sus prioridades.




El documento RAD




El documento RAD insistía en la necesidad de que EEUU interviniera en el Golfo Pérsico asegurándose una posición indiscutible y preferencial. Para ello era preciso rematar el trabajo realizado en 1989-90 en Irak y derribar a Saddam Hussein: "EEUU ha buscado durante décadas jugar un papel más permanente en la seguridad regional del Golfo. Mientras que el irresuelto conflicto con Iraq proporciona la justificación inmediata, la necesidad de una presencia importante de fuerzas estadounidenses en el Golfo trasciende la cuestión del régimen de Sadam Husein". Se volvía a insistir en lo escrito por Wolfowitz ocho años antes: "En la actualidad EEUU no tiene rival a escala global. La gran estrategia de EEUU debe perseguir la preservación y la extensión de esta ventajosa posición durante tanto tiempo como sea posible”. Pero también se recogían algunas consideraciones sobre armamentos nuevos ya realizadas por Rumsfeld en su documentos; en efecto, se pedían “Nuevos métodos de ataque -electrónicos, no letales, biológicos- serán más extensamente posibles; los combates igualmente tendrán lugar en nuevas dimensiones: por el espacio, por el ciber-espacio y quizás a través del mundo de los microbios; formas avanzadas de guerra biológica que puedan atacar a genotipos concretos pueden hacer del terror de la guerra biológica una herramienta políticamente útil”.




Lo más curioso de este documento es el “te lo digo para que no me lo digas” que incluye inopinadamente. En efecto, el documento RAD, bruscamente alude a que la transformación estratégica de los EEUU será difícil y “estará carente de algún suceso catastrófico y catalizado, como un nuevo Pearl Harbour". Por que para la administración Bush los atentados del 11-S fueron providenciales… tan providenciales que se diría que fueron buscados por alguien próximo a la administración. De hecho, la Comisión de Investigación estableció que la Administración Bush no hizo todo lo posible por evitarlos. El abogado de una de las víctimas, por su parte, presentó en septiembre de 2004 una denuncia en la que consideraba a George W. Bush y a Condoleeza Rice como mandatarios del crimen. Sea como fuera, no puede decirse que la investigación sobre el 11-S haya llegado mucho más lejos de lo que fue la investigación sobre el asesinato de Kennedy. Y, por lo demás, los aspectos oscuros todavía no aclarados del crimen y de la investigación posterior, así como la irracional insistencia de que Bin Laden estaba refugiado en Afganistán (lo que justificaba una acción de rangers o marines contra el refugio de Bin Laden, pero no el bombardeo de todo un pueblo) o que mantenía contactos con Saddam Hussein (algo absolutamente falso), generan sombras extremadamente densas sobre el crimen. Tras los atentados, en efecto, el PNAC urgió en otro documento al presidente Bush para que derrocara a Saddam Hussein.




Las líneas de trabajo del PNAC




En el año 2000, Kristol y 27 ex funcionarios de los presidentes Reagan y Bush (padre) elaboraron el informe "Reconstruir las defensas de EEUU" donde se proponen medidas para estabilizar la hegemonía norteamericana en el planeta. El documento inspiró el plan de Estrategia de Seguridad Internacional que George W. Bush) presentó pocas semanas después. De los 27 redactores del informe, seis eran también altos cargos de la administración (Wolfowitz, Eliot Cohen, consejero político de Donald Rumsfeld; Scooter Libby, jefe de asesores de Dick Cheney; Dov Zekheim, subsecretario de Defensa; Stephen Cambone, alto cargo de Defensa).




El proyecto para la creación de una «Pax global Americana», destapado por el Sunday Herald, muestra que el gabinete de Bush pretendía tomar el control militar de la región del Golfo, y ello con independencia de que Saddam Hussein estuviese en el poder. Dice: «Estados Unidos ha estado buscando durante décadas representar un papel más permanente en la seguridad regional del Golfo. A pesar de que el conflicto todavía no resuelto con Irak ofrece una justificación inmediata, la necesidad de una presencia sustancial de fuerzas armadas estadounidenses en el Golfo trasciende el tema del régimen de Saddam Hussein». Esta «gran estrategia estadounidense» debe ser puesta en marcha «tan pronto como sea posible en el futuro», dice el informe. Añade también que la «misión fundamental» de Estados Unidos consiste en «declarar y ganar de forma decisiva múltiples guerras simultáneas». Esto último es irrelevante… lo importante es la insistencia en que el PNAC deberá ponerse en práctica “tan pronto como sea posible”. Hasta el 11-S no era posible. A partir de entonces, fue imparable. Es impensable que quienes diseñaron los atentados del 11-S no calibraran los contenidos del PNAC e ignoraran que, precisamente, su acción iba a servir como excusa esperada para aplicar el proyecto “tan pronto como sea posible”.




El informe describe las fuerzas armadas estadounidenses en el extranjero como «la caballería de la nueva frontera estadounidense». Wolfowitz y Libby, especialmente, no podían ignorar que la Unión Europea y la Rusia en vías de reconstrucción, suponían handicaps para la dominación norteamericana, de ahí que propusieran que Estados Unidos debiera «impedir que las naciones industriales desarrolladas pongan en entredicho nuestro liderazgo o incluso aspiren a un papel regional o global más importante». Para ello era preciso reforzar la alianza con países europeos (especialmente con Gran bretaña y en segundo lugar con Aznar en España); eliminar a las NNUU de cualquier iniciativa de paz en el mundo que, a partir de ahora, debería ser propuesta y liderada por los EEUU; mantener la presencia en el Golfo Pérsico aun a pesar de que Saddam Hussein fuera derrotado o desapareciera; luego definen a Irán como nuevo enemigo de sustitución en la región. Y, finalmente terminar mencionando a China como rival geopolítico, lo que les lleva a proponer el aumento de la presencia en el sudeste asiático para conducir a que el «poder estadounidense y de sus aliados estimule el proceso de democratización en China»; es en este documento en el que se crea la ficción de que Irak posee armas de destrucción masiva y en el que se alerta sobre la necesidad de crear «fuerzas espaciales estadounidenses», para el dominio el espacio y el control total del ciberespacio, con vistas a impedir que los «enemigos» utilicen Internet contra Estados Unidos. Así mismo, el documento define el ámbito de lo que luego popularizará Bush con el nombre de “Eje del Mal” (Corea del Norte, Libia, Siria e Irán).




La nomenclatura de la élite neoconservadora




El documento fundacional del PNAC, fue firmado por un equipo de neoconservadores del entorno petrolero de los Bush y del CFR (cuyo presidente es precisamente George H.W. Bush, senior): Jeb Bush (hermano de George W., gobernador de Florida donde se decidió la victoria electoral de su hermano), Dick Cheney (vicepresidente), Gary Bauer, William J. Bennett, Eliot A. Cohen (CFR), Midge Decter, Paula Dobriansky (CFR y Trilateral Commission), Steve Forbes (dueño e la revista Forbes y ex-empleador de Domingo Cavallo), Aaron Louis Friedberg (CFR), Francis Fukuyama (CFR), Frank Gaffney, Fred C. Ikle (CFR), Donald Kagan (CFR), Zalmay Khalilzad (CFR), I. Lewis Libby (CFR), Norman Podhoretz (CFR), Dan Quayle (ex-vicepresidente de George Bush, padre), Donald Rumsfeld (CFR; actual secretario del defensa), Paul Wolfowitz (CFR, actual subsecretario de defensa), Peter W. Rodman (CFR), Stephen P. Rosen (CFR), Henry S. Rowen (CFR), Vin Weber (CFR), George Weigel (CFR) y Douglas Feith (CFR). Obsérvese que la mayor parte de estos nombres están vinculados al núcleo straussiano. Por otra parte, el 25% del total está compuesto por antiguos trotskystas, la mayoría, straussianos.




Dentro del marxismo, el trotskysmo es un género cuyos militantes siempre han tenido unos rasgos particularmente definidos y completamente distintos a otras sectas igualmente marxistas (maoístas, marxistas-revolucionarios, marxistas-leninistas, castro-guevaristas, cristiano-marxistas, revisionistas, eurocomunistas, etc.). En efecto, los trotkystas siempre se han caracterizado por sus estudios milimétricos sobre situaciones políticas concretas. Han tenido una particular tendencia a escindirse en capillas casi hasta el infinito, han insistido especialmente en el examen de las coyunturas internacionales y… en su mayor parte, sus dirigentes, han sido de origen judío aunque completamente secularizados. Por lo demás, el trotskysmo, es hoy un movimiento político muy minoritario, compuesto por chicos extremadamente jóvenes y unos cuantos gurús ya en la senectud o a poco de alcanzarla. ¿Y el resto? El recorrido de estos militantes ha sido siempre muy similar: en tanto que trotskystas, su actitud era irreconciliable con los partidos comunistas ortodoxos, tenidos como stalinistas o neo-stalinistas. Esto les llevó, o bien a infiltrarse en los Partidos Socialistas (Lionel Jospin, por ejemplo, era un antiguo trotskysta que llegó a jefe de gobierno, tras entrar en el PS como infiltrado) o bien a adoptar posturas, primero anticomunistas y luego… liberales. Hay entre los antiguos trotskystas una especie de inercia que les lleva siempre a aceptar el fatum al que les conducen sus reflexiones ideológicas… siempre y cuando se adapten a sus gustos o a sus intereses personales. De hecho, frecuentemente, los trostkystas tienden a ideologizar cualquier tipo de comportamiento que adopten…




En España existieron unos 4000 militantes trotskystas en los años 70 que se fueron escindiendo progresivamente en distintas fracciones rivales hasta desaparecer casi por completo. ¿Dónde están hoy los antiguos trotskystas? En todas partes, los ha habido en el CDS, en el PSOE, en el PP, en IU, en las candidaturas de extrema-izquierda, e incluso alguno ha aparecido en las filas de extrema-derecha… En EEUU ha ocurrido otro tanto: el trotskysmo norteamericano formado en torno a Hansens y al Secretariado de la IV Internacional, ha nutrido de militantes a todas las corrientes políticas norteamericanas: desde los sectarios de extrema-derecha agrupados en torno a Lyndon Larouche, hasta los caucus del Partido Demócrata, pasando, por supuesto, por los grupos neoconservadores y, en concreto, por el PNAC. Todo esto hizo decir a Michael Lind que "Los intelectuales que más defienden el neoconservadurismo tienen sus raíces en la izquierda, no en la derecha".




Un 30% de los miembros iniciales del PNAC, corresponde a antiguos trotskystas. Pero hay otra característica que ya hemos citado del trotskysmo: buena parte de sus cuadros políticos son de origen judío. Esto se cumple también en el PNAC y entre los círculos straussianos. Evidentemente hay cristianos… pero se trata de personas que no cuestionan las atrocidades cometidas por Israel en los territorios ocupados de Palestina y que, en cualquier caso, apoyan al sionismo y en especial a los partidos de la derecha israelita, con Ariel Sharon a la cabeza. Teniendo esto en cuenta puede comprenderse por qué gentes significativas del PNAC estuvieron siempre a favor de que Israel y en concreto el gobierno de Benjamín Netanyahu, rompieran los acuerdos de paz de Camp David. Tal era la orientación que Richard Perle aconsejó al primer ministro judío en 1996: “ruptura limpia”. Perle en la misma comunicación a Netanyahu reconocía que tal ruptura era tanto más obligada desde el momento en que la administración norteamericana reafirmara su voluntad de aplastar a Saddam Hussein y, así, garantizar la seguridad de Israel. Para el PNAC la lealtad hacia EEUU se complementa por una lealtad hacia el Estado de Israel… lealtad no exenta de intereses muy materiales puesto que algunos como Perle y Wolfowitz representan intereses de compañías estatales judías (frecuentemente de armamento) dentro de los EEUU. Pero, además, esto enlaza con el eje central de nuestro trabajo: se trata de un sector convencido de que Israel era el “pueblo elegido” del Antiguo Testamento y los EEUU son el “pueblo elegido de la modernidad”. A uno le corresponde velar por la seguridad del otro. Para ambos el Antiguo Testamento es un texto que dice explica como será el mundo futuro. De ahí que valga la pena seguir sus indicaciones, especialmente cuando alude a los signos del Apocalipsis y a la Segunda Venida de Cristo que reconciliará a judíos con cristianos y operará la conversión de Israel. Es importante destacar, como ya hemos hecho en otros lugares de esta obra, que la solidaridad de la Administración Bush hacia Israel va más allá de cualquier racionalidad y se trata de una conclusión a la que llevan distintos enfoques: de un lado los intereses estratégicos (Israel es el gran aliado de EEUU en Oriente Medio), pero también y sobre todo los lazos ideológicos y místicos que unen a la extrema-derecha israelí con la derecha neoconservadora norteamericana.




La malla neoconservadora




Dinero no falta. La Fundación Bradley constituye el soporte del PNAC a través del New Citizenship Project, Inc. El PNAC tiene su sede en Washington, en el edificio del Instituto de Empresa Americano (American Enterprise Institute), otro think-tank conservador. De hecho entre ambas organizaciones hay multitud de vínculos y personajes como Perle, pertenecen a ambos.




Así mismo, los miembros del PNAC suelen estar también adheridos a otros grupos de presión neoconservadores: el Hudson Institute, el Center for Security Policy, el Washington Institute for Near East Policy, el Middle East Forum, y el Jewish Institute for National Security Affairs. Pero, no nos engañemos, a pesar de que todos estos núcleos de poder estén entrelazados entre sí y aporten la totalidad de los cuadros de la administración Bush, no se trata de grupos particularmente numerosos. Son una élite completamente desvinculada del americano medio que ignora sus postulados en la medida en que los grandes medios de comunicación jamás aluden a la existencia de estos núcleos intelectuales. Ahora bien, estos núcleos si están vinculados a una parte del poder económico y financiero de los EEUU. Es, por lo demás, lógico que petroleros, dirigentes del complejo militar-industrial, piensen en términos estratégicos y se vinculen a estos núcleos neoconservadores, como ayer, los miembros de organizaciones como el CFR o la Comisión Trilateral, lo hacían con núcleos fabianos y demócratas.




Es previsible que en el futuro se produzcan vuelcos importantes en la política norteamericana. Ya hemos dicho que no todos los republicanos comparten los puntos de vista del clan straussiano, neoconservador y belicista. De hecho un sector del partido republicano, de carácter moderado, ha denunciado, aúnque tímidamente, los riesgos de prescindir de los aliados en las iniciativas de política exterior, y especialmente, sobre la peligrosidad del déficit interior. Recuerdan que la OTAN todavía existe y que EEUU es altamente tributario de las importaciones de manufacturas europeas. Advierten sobre el rechazo que provocan las aventuras militares entre los europeos y abogan por el “uso racional” de la fuerza. Henry Kissinger, miembro de esta tendencia, sigue proponiendo un equilibrio nuclear, mientras que otros representantes dentro de la administración Bush, son James Baker, Richard Armitage, Anthony Zinni y Colin Powell..



No hay que olvidar que los EEUU están ligados al antiguo “mundo libre” por distintos tratados: además de la OTAN, existen aunque en vida larvaria, el Tratado de Defensa Asiático o el Tratado Interamericano de Río, sin olvidar que el aventurerismo de la administración Bush está dejando inoperantes a las NNUU.



Cuando Donald Rumsfeld analizaba en el verano del 2002 el desarrollo de la campaña afgana -no sin ciertos tonos épicos-, aprovechaba para redefinir las prioridades de la política norteamericana coincidiendo en todo con los mentores del PNAC, si bien se añadían dos puntos, los finales, que insistían desusadamente en la protección de las redes de información y en la utilización de las tecnologías de punta para alcanzar mayor efectividad a los ataques de las FFAA. Ese año aumentó el presupuesto militar en todas sus partidas: defensa interior, armamento, investigación, presencia en el exterior, etc. Pero la principal novedad que se desprendió del análisis de Rumsfeld fue la coordinación de todos los servicios de información e inteligencia en una sola estructura. Tal era la conclusión que Rumsfeld daba a su artículo sobre Afganistán: las guerras precisan un gran esfuerzo de inteligencia y por tanto hay que centralizar estas tareas, las nuevas tecnologías de la comunicación deben ser integradas en las FFAA de manera prioritaria, la defensa del territorio metropolitano norteamericano es fundamental, el transporte de tropas es decisivo y, finalmente, como concesión al sistema democrático, insistía en que “El pueblo de los Estados Unidos deberá ser siempre plenamente informado de estas nuevas políticas y estrategias”.




Pero Rumsfeld calla muchas cosas, sin duda, las más importantes: calla que el terrorismo islámico no es un riesgo para la seguridad ni para la estabilidad mundial, tan solo un obstáculo antidemocrático en determinados países del mundo islámico (concretamente en Arabia Saudí y Pakistán, y en mucha menor medida en Argelia, mientras que en Chechenia vive sus últimos coletazos y en Bosnia-Kosovo está, sino desmantelado, sí apaciguado, al igual que ocurre en Irán. En Asia Central se vive el fracaso del Islam radicalizado. Para concluir: cuando se produce el ataque del 11-S, el Islam fundamentalista vive una etapa de regresión. A poco que se examine cada atentado atribuido al “terrorismo internacional” se percibe con claridad que no existe una dirección terrorista universal, sino que cada atentado responde a circunstancias locales muy concretas… o muy misteriosas como para que puede buscarse a un responsable intelectual universal. Rumsfeld calla también que a EEUU le va a ser muy difícil reconstruir su red de alianzas, especialmente con Europa, territorio en el cual se ha comprobado que los costes electorales de las opciones proamericanas son de tal magnitud que hacen impensable pensar en que algún gobierno europeo volverá a repetir giros proamericanos como el de Aznar. Sin olvidar que ya no es Europa la que precisa de los EEUU para protegerse de la URSS –la Unión Europea vive el inicio de un idilio con el espacio ruso- sino los EEUU son los que precisan de la Unión Europea porque es de ahí de donde proceden lo esencial de manufacturas que alimentan su mercado de consumo interior. Olvida decir, finalmente, que a partir del ataque contra Afganistán resultó absolutamente evidente que los EEUU no admitían de sus aliados otra actitud que no fuera el sometimiento a su mando único, y que la campaña de Afganistán demostró hasta qué punto los “imperios” no tienen “aliados” sino “súbditos”."




(c) Ernesto Milá - infoKrisis - infokrisis@yahoo.es

Ideología del neocapitalismo americano

Ideología del neocapitalismo americano Redacción.- Hasta aquí hemos revisado las componentes del campo neoconservador. Hemos identificado los mitos fundacionales de la nación americana (su concepción de ser el “pueblo elegido de la modernidad”), las líneas estratégicas fundamentales del expansionismo norteamericano (la Doctrina Monroe y la noción del Destino Manifiesto), el núcleo central del neoconservadurismo (el grupo straussiano y sus dos think-tanks, el PNAC, el AIE) presente en la administración y, como éste núcleo de “filósofos” actúa sobre la opinión pública a través del grupo de “gentiles” presentes en los movimientos religiosos fundamentalistas cuya trayectoria hemos seguido. Pero éste es solamente un sector de la moderna América: el neoconservador. Queda el sector demócrata.

Es aquí donde encontramos a otro personaje, tan inquietante, como mínimo, como Leo Strauss y su cohorte: Ayn Rand.

Ayn Rand: del stanismo a las multinacionales Sandor LaVey, fundador de la Iglesia de Satán, consideró a Ayn Rand como su principal fuente de inspiración. Vladimir Putin ha reconocido que en su mesilla de noche se encuentra “La Rebelión de Atlas”, una de las más famosas novelas de Ayn Rand. Alan Greenspan, “señor del crecimiento económico”, el hombre más poderoso de la economía norteamericana, fue amigo suyo y compartió todas sus ideas... como millones de lectores.

Cuando tres personas tan diferentes como LaVey, Greenspan o Vladimir Putin han leído a esta autora desconocida en España, eso implica que estamos ante un pensador influyente. De hecho se la ha considerado como la filósofa del capitalismo. A diferencia de Leo Strauss, a Ayn Rand no le interesa otra cosa más que el hecho económico. Es ahí en donde el “hombre superior” puede demostrar su valía en términos objetivamente mesurables. En su novela “La Rebelión de Atlas”, escribe: "Que constituye el monumento al TRIUNFO del espíritu humano sobre la materia?...Las chozas roídas de insectos a orillas del Ganges o la silueta de los rascacielos Nueva York sobre el Atlántico?". Pero, al igual que Strauss, para Ayn Rand existe un “hombre superior”, el empresario, es decir, aquel que arriesga y vence con su esfuerzo; escribe: "El hombre racional no quiere “lo no ganado”, el hombre racional dice NO al sacrificio y SI al esfuerzo personal de uno mismo". El empresario, gracias a su triunfo, obtiene la mayor de las recompensas: "No hay valor MAS ALTO que la propia estima", había escrito. Le resulta imposible e injustificable negar la codicia del beneficio ("Quienes niegan el incentivo capitalista quieren como recompensa la nada"). La ausencia de beneficio supone para ella el hundimiento de cualquier forma de civilización y de cualquier ética que valga la pena asumir: "El culto al cero –símbolo de la impotencia- busca eliminar de la raza humana al héroe, al pensador, al inventor, al productor, al persistente, al puro. Para los apóstoles DEL CERO es como si sentir fuera humano y PENSAR NO. Como si fracasar fuera humano y no triunfar, como si fuera humano la corrupción pero no la virtud".

Los hijos de Homer Simpson van a una escuela de Springield que lleva el nombre de “Ayn Rand”... Hoy nadie duda en EE.UU. que se trata de la pensadora más influyente de los últimos 30 años. Su influencia se ha trasladado a los países nórdicos y es relativamente conocida en Alemania e Inglaterra. En España, los libros traducidos de Ayn Rand han pasado desapercibidos.

Una judía de San Pertersburgo

El 2 de febrero de 1905, cuando se cocía la primera revolución rusa, nació Alissa Rosembaun, hija de un matrimonio de burgueses judíos de San Petersburgo. Al cumplir 21 años, tras concluir sus estudios de Filosofía, obtuvo permiso para viajar a los Estados Unidos con la excusa de visitar a unos familiares. Jamás volvió.

Pocos meses después apareció en Hollywood. Cecil B. DeMille le ofreció trabajo como extra en una de sus primeras películas. Mas tarde accedió a contratarla como guionista. Fue entonces cuando adoptó el seudónimo “Ayn Rand”.

En 1929 contrajo matrimonio con el actor Frank O’Connor. Su matrimonio duró los siguientes 50 años. En 1934 -fecha en que apareció “Los que vivimos”- empezaba ya a ser conocida como escritora. La novela resultó un fracaso, pero el carácter anticomunista del libro le dio cierto relieve. La consagración vino con “El Manantial” (1943). El director King Vidor lo convirtió en una película protagonizada por Patricia Neal y Gary Cooper que encarnaba al típico héroe americano redefinido por Ayn Rand, individualista y tozudo, que se resiste a variar sus principios.

En 1957 publicaría su novela más ambiciosa, “La Rebelión de Atlas”. A partir de ese momento juzgó que ya había dicho todo lo que tenía que decir como novelista; de ahora en adelante no escribiría más que ensayos filosóficos que contribuirían a definir el objetivismo.

En el último tercio del siglo XX su fama fue creciendo en los medios intelectuales norteamericanos. Falleció en Nueva York el 6 de marzo de 1982.

La Rebelión de Atlas

“La Rebelión de Atlas” supuso un punto de inflexión en su carrera. Ciertamente el éxito ya le era conocido cuando publicó esta extraña obra, pero su argumento logró seducir a la intelligentsia liberal americana.

El libro profetiza la decadencia de los EEUU debida al intervensionismo estatal. El país queda dividido en dos clases: la de los saqueadores y la de los no-saqueadores. La clase política y dirigente está formada por los primeros que piensan que cualquier actividad debe estar regulada y sometida a una fuerte imposición fiscal. Los segundos son los hombres emprendedores, los dirigentes políticos, religiosos y sindicales, los capitales de empresa y los intelectuales que piensan que la solución está justamente en lo contrario. De estos últimos, y más en concreto, de los patronos, surge un movimiento de protesta que se concreta en una huelga de empresarios acompañada de sabotajes y desapariciones. El líder del movimiento es “John Galt”, a la vez filósofo y científico.

Galt, escondido en las Montañas Rocosas, dicta órdenes, sugiere iniciativas y mueve los hilos. Con el se refugian los principales empresarios. Durante el tiempo que dura la huelga y la desaparición de los empresarios, el sistema americano se hunde bajo el peso del intervensionismo estatal. La novela termina cuando la patronal decide abandonar su escondite de las Montañas Rocosas de Colorado y regresar a Wall Street y a los centros de decisión; marchan encabezados por el dólar, símbolo que Galt ha elegido como símbolo de su particular rebelión.

Rand quería llamar a su novela simplemente “La Huelga”; el título de “La Rebelión de Atlas” fue sugerido por su marido. Se equipara al empresario al titán mítico que carga a sus espaldas los destinos del mundo. Cuando apareció la obra en 1956, llamó la atención lo osado del planteamiento. Hasta ese momento, ni siquiera en EEUU, nadie se había atrevido a realizar un planteamiento en el que los empresarios eran los buenos, el Estado el malvado y las masas ni siquiera contaban.

Para Ayn Rand, el hecho de que una huelga hunda en el caos a EEUU es el signo de que éste país no puede vivir sin su clase empresarial, que la política debe subordinarse a las necesidades de la economía empresarial y, finalmente, que es preciso volver al espíritu de los primeros colonos que se sublevaron contra Inglaterra en el siglo XVIII: lucharon contra el intervensionismo estatal y en defensa de sus derechos individuales. Lo que propone Rand es volver al origen de la tradición americana, solo que el “héroe” no es el granjero que se subleva contra los ingleses, sino el patrono que lucha contra el intervensionismo estatal y cuyo esfuerzo crea riqueza.

En poco tiempo se agotaron cuatro millones de ejemplares de la obra. A partir de ese momento sólo escribiría ensayos que profundizarían en las líneas apuntadas en esta novela, como “La virtud del egoísmo” que puede ser considerado uno de los manifiestos de la corriente filosófica inaugurada por Rand, el objetivismo.

Los fundamentos filosóficos del capitalismo

De la misma forma que Zbigniew Bzezinsky y su libro La Era Tecnotrónica constituyeron el manifiesto fundacional de la Comisión Trilateral que abrió la era de la globalización, la obra de Ayn Rand ha constituido el soporte moral de la intelligentsia neocapitalista mundial.

Desde principios de siglo hasta 1973, la élite de la alta finanza mundial había tenido al pensamiento de la Sociedad Fabiana como el núcleo ideológico de su interpretación de la realidad. En realidad, la Sociedad Fabiana, fundada en Inglaterra poco antes de la Primera Guerra Mundial, constituía un apéndice del Partido Laborista en Inglaterra y del Partido Demócrata en Estados Unidos. Había logrado impregnar a las élites capitalistas a través de sus centros de enseñanza, en particular de la London Economic School y de las Universidades Fabianas de EE.UU.

La doctrina fabiana era gradualista y altruista. Tal como el matrimonio Web, H.G.Wells, Bernard Shaw y otros destacados miembros de este grupo de poder teorizaron, era preciso mejorar las condiciones de las clases proletarias en las que adivinaban el núcleo central de consumidores del futuro. No en vano “proletario” deriva de “prole”; los proletarios serían pues, los que tienen mayor descendencia y hacia ellos tenía necesariamente que tender el capitalismo en un momento en que los problemas de mecanización y producción en cadena se habían resuelto.

Los dos ejes del “socialismo” fabiano consistían en llegar un régimen de bienestar para las masas trabajadoras a través de un proceso gradual de conquistas sociales que tendería a transformar al proletario en burgués. Para ello era preciso que el proceso fuera liderado por los detentadores del capital –los únicos que podían dar coherencia y viabilidad a un proceso de este tipo- y que éstos tuvieran la capacidad de imponer sus decisiones a los detentadores del poder político.

Este proceso se realizó por etapas. Inicialmente los dirigentes fabianos de ambos lados del océano crearon asociaciones en las que magnates de los grandes consorcios industriales y bancarios, los intelectuales orgánicos a su servicio y los políticos comprometidos con ellos, formaron grupos de presión: así surgieron el Instituto Inglés de Estudios Internacionales, el Consejo de Relaciones Exteriores, el Club de Bilderbergs y, finalmente, la Comisión Trilateral.

Pero cuando Berzezinsky crea la Trilateral resulta evidente que el socialismo fabiano ya no responde a las necesidades del capitalismo de su época. Si los fabianos habían sostenido una especie de cínico despotismo ilustrado –“todo para el pueblo, pero sin el pueblo”- lo que se echaba en falta era, no tanto un proyecto global, como una norma moral para uso y disfrute de la intelligentsia neocapitalista; algo así como un basamento ético que tranquilizara las conciencias y dinero sentido a la vida de los magnates del capital. Y allí estaba Ayn Rand para ofrecerlo.

Había algo que jugaba a favor de Rand. A diferencia del socialismo fabiano que compartieron las élites financieras liberales inglesas y norteamericanas, Rand, lejos de cuestionar finalmente el sistema capitalista –como hacían los fabianos, los cuales creían que a través de la mejora del sistema capitalista se llegaría a un régimen más justo y a algo que, apenas sin darse cuenta, sería diferente del capitalismo- consideraba que el capitalismo era la mejor, sino la única forma racional y “objetiva” de guiar los destinos de la economía y de las comunidades humanas. "Lo merecido pertenece al universo egoísta y comercial del provecho mutuo", había escrito, no precisamente para censurarlo sino para identificar el valor central de su sistema: la necesidad del egoísmo.

"La recompensa para el individuo, según el objetivismo, es en esta vida y en la tierra y es mi propia felicidad. La recompensa de los místicos del espíritu será otorgada más allá de la tumba". Al igual que Strauss, a Ayn Rand le resulta imposible concebir la figura de Dios , pero a diferencia de él, no admite siquiera que la religión pueda ser beneficiosa para el “ser superior” en su necesidad de controlar a las masas; es despiadada en su crítica a la religión; había dicho: "Para la religión: lo que el hombre conoce no existe y lo que existe el hombre no lo puede conocer". Los ideales del místico son los contrarios a los del “egoísta”: "Los místicos se complacen del sufrimiento, de la pobreza, de la sumisión y del terror porque ellos necesitan la derrota de la realidad racional. Su ideal es la muerte”. "La idea de Dios es la idea de un gran burócrata del Universo". Incluso las relaciones entre personas son para Ayn Rand una cuestión de calculadora: "No puede existir amor sin causa, amar es evaluar".

Pero donde Ayn Rand se muestra más alejada de las religiones es en el desprecio habitual con que éstas consideran al individuo: "Dios y las religiones en general, perdonan, sienten piedad y misericordia, pero jamás admiran al individuo. ¿La causa? Consideran al individuo como un ente carente de valores".

El egoísmo conduce directamente a la necesidad de que el capitalismo no perdiera de vista los valores que le dieron origen: el individualismo, la libre empresa, la voluntad de unos pocos de imponerse a la mayoría y guiarla, la abstinencia por parte del Estado de cualquier intervencionismo y una mezcla de egoísmo y altruismo que constituyen el polo ético de la norma moral propuesta por Aynd Rand. De hecho todo deriva del individualismo, primera ramificación del egoísmo: "Cada hombre constituye un fin en sí mismo, existe por sí mismo y la consecución de su propia felicidad constituye su más alto propósito moral".

Al igual que los fabianos del primer tercio de siglo, los partidarios de Ayn Rand se han organizado en círculos, escuelas e institutos con un propósito misional, educativo y militante. Extendidos, sobre todo por el mundo anglosajón, en apenas dos décadas han sustituido al pensamiento fabiano en la educación de las élites neocapitalistas. El hecho de que Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal y el presidente ruso Vladimir Putin, reconozcan públicamente su tributo con Ayn Rand es suficientemente significativo del impacto que tiene su pensamiento.

Objetivismo – egoísmo - satanismo

Aynd Rand llamó a su filosofía “objetivismo”; dijo de ella que era una norma de conducta para “vivir en la tierra”. El nombre deriva de la intención de la autora de ver la realidad tal cual es sin prismas deformantes o apriorismos. Para Massimo Introvigne, director del CESNUR, entidad italian que estudia las nuevas religiones “el objetivismo es una filosofía política radicalmente individualista que hace apología del capitalismo y del hombre egoísta que, en lugar de sacrificarse para los otros, afirma –contra todos los obstáculos que constituyen el estatismo, el moralismo y las religiones- su absoluta libertad y que, obrando así, termina por construir una sociedad mejor y más libre para todos”.

Rand se define como atea, considera a la religión como una “forma primitiva de filosofía” y propone sustituirla por un “culto del hombre” como medio para “elevar al más alto nivel de las emociones humanas rescatándolas del barro del misticismo y dirigirlas de nuevo hacia su objeto propio: el hombre mismo”. Rand proponía, al igual que los positivistas de principios de siglo, constituir un “culto al hombre”.

Rand es perfectamente consciente de que el egoísmo en sí mismo puede desequilibrar completamente a la sociedad y precisa de una contrapartida capaz de equilibrarlo. Encuentra este contrapeso en el altruismo: "El altruismo considera al individuo como alimento para un caníbal...".

Todo esto enlaza perfectamente con los principios de la Iglesia de Satán y de Sandor LaVey en particular. Las Nueve afirmaciones Satánicas que forman la declaración de principios de la Iglesia de Satán están directamente extraídos de La Rebelión de Atlas, tal como ha demostrado George C. Smith, hoy miembro del Templo de Seth (una escisión de la Iglesia de Satán). La diferencia entre Rand y LaVey estriba en que mientras éste cree que es posible llegar a establecer el “culto al hombre” mediante el ocultismo y la magia, Rand propone hacerlo mediante la economía y la ciencia.

En una de sus obras “canónicas”, La Biblia Satánica, LaVey propone una visión del mundo que debe todo a Rand y en menor medida a Nietzsche: LaVey exalta el egoísmo y el capitalismo, el orgullo del fuerte sobre las necesidades del débil, la abolición de las religiones, las morales y la hipocresía. ¿Y Satán? Para LaVey, Satán no es sino el símbolo del “culto al hombre”, en absoluto un personaje real (a diferencia de Michel Aquino y del Templo de Seth que si lo considera un ser personal).

Ni LaVey ni Rand se quedaron sólo en las teorías. Descendieron al terreno de la práctica. La vida y las andanzas de la Iglesia de Satán son suficientemente conocidas. Barbara Braden, biógrafa de Rand, ha facilitado datos para entender que ésta siguió por vías parecidas. Su objetivismo se tradujo en una “experimentación radical, comprendidos los planes sexual y familiar, a través de formas de poligamia y poliandria, en el seno del pequeño grupo que dirigía el movimiento político y literario que había creado”.

Los discípulos de Ayn Rand forman hoy un pequeño grupo de poder, extremadamente influyente, del que Alan Greenspan es el principal exponente y que constituyen el alma ideológica de los movimientos que hoy tienden hacia el poder mundial, Club Bilderberg, Comisión Trilateral, CRF... en otras palabras: Rand ha renovado y actualizado el fundamento doctrinal del “iluminismo”.

Conclusión: Ayn Rand, la otra parte del sistema

Lo que Leo Strauss es entre las élites neoconservadores, Ayn Rand lo es entre las élites neocapitalistas. Generalmente, se tiene tendencia a pensar que unos y otros responden a los mismos estímulos. No es así. Los neoconservadores de hoy, eran llamados a finales de los años 70, “dinero nuevo”, mientras que los liberales se suelen identificar con los grupos neocapitalistas más salvajes, con las dinastías económicas norteamericanas, los Rockefeller, los Vandervil, los Morgan, etc, que, históricamente, han estado ligadas a los medios “fabianos”.

Habitualmente, los seguidores de Ayn Rand se identifican con el pensamiento liberal norteamericano y se encuadran en el Partido Demócrata, como los de Strauss lo hacen con las alas extremas del Partido Republicano, unos con el neocapitalismo y otros con el neoconservadurismo.

En cualquiera de los dos casos, ambas escuelas de pensamiento han cuajado en núcleos organizativos discretos, informales, y restringidos a los que pertenecen lo esencial de las esferas de poder de EEUU. Ciertamente, hoy la masonería norteamericana sigue siendo la más numerosa de todo el mundo. Mientras en Francia e Inglaterra, en donde la masonería había tenido una situación privilegiada hasta hacer poco, las logias se encuentran en franca regresión; solamente en EEUU gozan de buena salud… a costa de haberse convertido en meros clubs sin gran importancia política, ni excesiva relevancia social. La masonería norteamericana jamás volverá a tener la influencia social que tuvo hasta el último tercio del siglo XX… pero otras organizaciones “discretas” la han sustituido: straussianos, objetivistas…

Quienes rechacen cualquier forma de visión conspirativa de la historia, rechazarán de plano el papel jugado por estos grupos de influencia; para ellos, solamente cuentan los datos objetivos y las cifras macroeconómicas, es decir, lo evaluable y cuantificable. Pero los datos objetivos, en este caso, nos dicen también que los grandes personajes que ocupan los cargos más relevantes de la administración Bush pertenecen al círculo straussiano. Hemos visto también, como el culto a la “noble mentira”, explica y justifica los engaños evidentes con los que la administración Bush ha desencadenado las guerras de Afganistán e Irak. Y, finalmente, a través de Ayn Rand, hemos podido acceder a las justificaciones que los “empresarios” dan a su poder.

Pero, por encima de todo esto, están los datos objetivos: la democracia americana, cada vez es menos democracia y más plutocracia. No son las masas, sino el poder del dinero el que determina las políticas en EEUU. Y las formas para llegar a la plutocracia son dos: a través de Leo Strauss para los conservadores o a través de Ayn Rand para los liberales. En realidad, ambos responden a la necesidad que tienen ambos grupos de disponer de bases teóricas sólidas que justifiquen su accionar.

La historia tiene también una dimensión subterránea. Desconocerla implica correr el riesgo de no comprender los procesos históricos. Esta dimensión subterránea opera a modo de infraestructura que determina decisivamente el papel y la orientación de las superestructuras. Si nos limitamos únicamente a analizar el desarrollo de las superestructuras, jamás entenderemos las razonas últimas que las mueven. De ahí los jalones que hemos seguido en nuestro estudio: la ideología de los Padres Fundadores de los EEUU y el papel jugado por la masonería norteamericana entre la fundación de la nación y el último tercio del siglo XX. Hemos visto luego, como se formaron los grupos fundamentalistas religiosos y como, a partir de los últimos años 70, alcanzaron una relevancia notable. Y como, finalmente, en los años 90, fueron reconducidos por el núcleo de “filósofos” straussianos que asumieron el papel de motores del neoconservadurismo. Por último, hemos pasado una somera revista a la gran ideóloga del neocapitalismo, Ayn Rand que ha influido en el otro sector de poder.

Es posible que a partir de ahora tengamos mucho más claro cuáles son los motores ideológicos que operan en el tablero norteamericano. La rapidez con la que se desarrolla la historia de nuestros días induce a pensar que estas fuerzas no serán estables ad infinitud, y que serán sustituidos por otros núcleos de poder. Pero no sabemos cuando ocurrirá y ni siquiera si ocurrirá. Por otra parte, no puede desvincularse estos centros de poder de la crisis global que están viviendo los EEUU.

Estamos asistiendo al desmoronamiento de un país. El déficit de la balanza de pagos, la desertización industrial, la pulverización del ahorro, la dependencia absoluta de la economía norteamericana de la las inversiones procedentes del exterior, no dejan mucho lugar para el optimismo. Socialmente, la integración racial de los afroamericanos ha fracasado: las dos comunidades siguen siendo hostiles y estando separadas… a cuarenta años de la promulgación de las leyes de integración racial, nunca en la historia de los EEUU se ha estado tan distante del objetivo. De hecho, la situación del siglo XIX se ha reconstruido: los aborígenes de Norteamérica, vencidos y diezmados, han reaparecido con la inmigración mejicana. Éste núcleo mexicano, por lo demás, ha conseguido romper la unidad lingüística de los EEUU: hoy un mexicano ya no precisa hablar inglés para defenderse y encontrar trabajo en determinadas ciudades. La tasa de criminalidad y la delincuencia es absolutamente insoportable (más de dos millones de presos conforman la población carcelaria más grande del mundo). En cuanto a sus fuerzas armadas, han demostrado su incapacidad para conquistar y controlar el terreno de los conflictos: ciertamente, el poder tecnológico de las FFAA norteamericanas no tiene igual, pero todo se basa en bombardeos estratégicos, y en el absurdo concepto de “guerra sin muertes”… En el momento en que cesan los bombardeos y es la infantería quien tiene que tomar el control de los territorios, se muestran todos los problemas que afectan al ejército norteamericano: pesadez burocrática, rigidez, excesivo peso de la logística sobre los núcleos operativos. Todo esto sin olvidar las tasas de analfabetismo estructural que en EEUU superan las de cualquier otro país del hemisferio occidental. EEUU viven al día. Crecidos desde los orígenes en la idea de que en su territorio existen unas fuentes inagotables de riqueza, es incapaz de entender lo que representa el deterioro del medio ambiente o la escasez energética.

La sociedad norteamericana es frágil. Cada día más frágil. Su absentismo creciente de la política, su tosquedad cultural, el economicismo inherente a su escala de valores, determinan su debilidad y su fragilidad. El pensamiento neoconservador de Leo Strauss y el pensamiento neocapitalista de Ayn Rand, intentan afrontar una nueva situación histórica en la que hacen falta seres de hierro capaces de guiar a la “nación elegida por Dios” (a ambos, estructuralmente ateos…) para mantener su hegemonía mediante el recurso al tiranismo.

Pero, al igual que la URSS se desplomó interiormente, los indicativos empiezan a alertar sobre la posibilidad de que nuestra generación vea también el hundimiento del poder americano. Este ha comenzado. Enfrentarse a Estados profundamente subdesarrollados (Afganistán) o a micropotencias de tercera fila (Irak), asumir el papel de portaestandarte de una extraña “lucha contra el terrorismo internacional”, evidencian que EEUU, lejos de estar en la cúspide de su poder, ha iniciado ya la pendiente de la decadencia: por que, con o sin elecciones, Afganistán dista mucho de estar pacificado y en cuando a Irak, el país entero bulle en la insurrección contra el ocupante. Y, a todo esto, Bin Laden, goza de buena salud. Si de algo puede hablarse, no es de éxito precisamente."

(c) Ernesto Milà - infoKrisis - infokrisis@yahoo.es

Como se creó el modelo Bin Laden

Como se creó el modelo Bin Laden Redacción .- La versión oficial sobre Bin Laden y Al Qaeda, no solamente plantean un nuevo modelo terrorista, sino que son algo peor, se trata casi de un “imposible metafísico”. Digámoslo ya: son entes extremadamente improbables. Ya hemos dicho que se han transformado en “iconos”, es decir, en representaciones esquemáticas del “mal absoluto”. A fin de cuentas, el pobre Gavrilo Prinzip era un “don nadie” comparado con Bin Laden.

A pesar de su apellido, no era ni príncipe árabe, ni hijo de millonarios y millonario a su vez, ni trabajaba para ningún servicio secreto. Y, sin embargo, Gavrilo Prinzip vació un cargador cuyas detonaciones fueron las primeras de un conflicto que se prolongó durante cuatro años sobre suelo europeo y generó millones de muertos. Una semana después de que se acallara el revuelo ocasionado por el crimen de Prinzip, los países europeos se habían enzarzado en una inextricable maraña de declaraciones mutuas de guerra entre las que la figura del estudiante serbio se difuminó. Fue, naturalmente, ejecutado. Prinzip fue la muestra de que una pequeña causa puede producir grandes efectos.

De hecho, la acción del estudiante serbio se vio, a la postre, recompensada con el hundimiento del Imperio Austro-Húngaro y la liberación de su país. Estamos seguros de que Prinzip aceptó gustoso su sacrificio: una vida por la libertad de un país. Y le hubiera importado muy poco irse acompañado por 37 millones de víctimas de la Primera Guerra Mundial. La libertad Serbia era, para él, lo primero. Otro tanto cabe decir de “Argala”: asesina a Carrero y, a su vez, es asesinado por un grupo anti-ETA, pero logra su objetivo: el franquismo se ve imposibilitado de prolongarse en el tiempo y “evolucionar” a causa de la muerte del delfín. Objetivo alcanzado. “Argala”, al ser asesinado, ya tenía claro que la democracia se había instaurado en España y que el movimiento independentista vasco se encontraba en mejores condiciones de trabajo que unos años antes.

¿Y Bin Laden? Extraño terrorista éste cuyas acciones ocasionan el hundimiento del único Estado del mundo regido por fundamentalistas religiosos, Afganistán. ¿Qué hubiéramos pensado si una gacetilla nos hubiera informado de que Gavrilo Prinzip, antes de su magnicidio, hubiera trabajado para la inteligencia austro-húngara. O lo que es mas, si alguien nos informara que su familia mantenía negocios con el Kaiser alemán o con el Emperador austríaco… simplemente nos hubiéramos frotado los ojos y hubiéramos pensado: “Imposible”. Más aún: impensable y obsceno. Pues bien, hoy sabemos –mucho antes de que lo desvelara a nivel mediático el documental de Michael Moore “Fahrenheit 9/11” que, efectivamente, Bin Laden había sido un soldado de la CIA y que la familia Bush y la suya estaban imbricadas en los mismos negocios petroleros. Lo dicho: obsceno, impensable… pero rigurosamente cierto. Y es que el 11-S es una fuente de sorpresas y aspectos inexplicables, mal explicados o simplemente falseados, que ponen en cuestión la versión oficial.

Nuestra tesis es que el icono Bin Laden y su Al Qaeda han sido prefabricados desde mediados de los años 90 aprovechando a un personaje real y a los residuos de una formación reclutada, efectivamente, por él durante la guerra contra los soviéticos en Afganistán. El icono ha sido perfilado primorosamente entre 1997 y el verano de 2001, hasta que ha estado listo para ser lanzado como reflejo del “mal absoluto”. ¿Lo es? Desde nuestra óptica importa poco si Bin Laden vive o no, si es cooperador necesario de una gigantesca maniobra de provocación y distracción o si, efectivamente, se trata de un tipo peligroso capaz de planificar las mayores atrocidades. Lo que nos importa es establecer a qué fines sirve y de dónde ha salido la inspiración para la creación del personaje y de su organización maligna. Empecemos por esto.

DONDE IAN FLEMMING CREA A AL QAEDA

El mal en los años 30 tuvo un nombre: Fumanchú, un chino que dirigía una banda internacional de delincuentes. Había sido precedido por dos personajes, igualmente tan poco recomendables como atractivos desde el punto de vista literario y cinematográfico: Moriarty, la réplica al exuberante detective Sherlock Holmes, afamado criminal de los arrabales de Londres, capaz de contar con el apoyo y la complicidad de criminales de todo el mundo, o bien el doctor Mabuse, médico alienista y cerebro pervertido que encarno, mejor que cualquier otro, el aspecto mas angustioso y malvado del expresionismo alemán. Moriarty, Fumanchú, Mabuse, son “genios del mal” que cuentan con una estructura organizativa criminal. Su imagen, su leyenda, sus crímenes, circularon abundantemente por la sociedad europea que precedió a la Segunda Guerra Mundial. Se filmaron varias películas que alcanzaron indudable éxito y aparecieron decenas de folletones que completaban las historias originales. Hubo otros muchos. “Lex Luthor”, por ejemplo, réplica de “Superman”, era un genio del mal, pero no contaba con una estructura criminal propia, sino solamente con un cerebro tan privilegiado como malvado. Así mismo, otros personajes novelescos no lograron prolongar su existencia, derrotados en la primera entrega por el héroe o superhéroe de turno. Nada importante.

Hubo de llegar un hombre extraordinario, Ian Flemming para aportar algo más interesante. Flemming había nacido en 1908 en Londres. Su padre, diputado conservador y militar, murió en la Batalla del Somme en 1916. Tras la guerra viajó a Alemania y Suiza en donde aprendió idiomas. Fue destacado como corresponsal de Reuter en Moscú y agente de bolsa y cambio en Londres hasta que se inició la II Guerra Mundial. En ese momento ingresó en la Inteligencia Naval. Tras el conflicto fue periodista de éxito y se estableció en Jamaica. Fue allí donde creó el personaje de James Bond, el agente 007 del servicio secreto británico.

Años después, Flemming confesó que se había inspirado en un personaje real, el comandante Patrick Dazel-Job. Dazel conoció a Flemming durante la guerra, en la que formó parte de un equipo de operaciones especiales en Noruega. Fleming lo describió como "un hombre que llevaba la aventura escrita en las venas". Entre sus hazañas más recordadas, figura el salvamento de un grupo de ciudadanos de Narvick. "Ignorando las ordenes de sus superiores, él evacuó a hombres, mujeres, niños y ancianos antes de que el enemigo bombardeara el pueblo; sabía que el pueblo iba a ser atacado. Lo único que lo salvó de una corte marcial fue que el rey de Noruega le agradeció personalmente su hazaña", explicó el hijo de Flemming tras la muerte de su padre. Dalzel era un mujeriego impenitente. Años más tarde, regresó a buscar a una joven de la que se había enamorado en el lugar. La encontró y se casaron. Su carrera se había desarrollado en la inteligencia militar y en la división de operaciones especiales. Estaba habituado a trabajar con lanchas rápidas y submarinos, tal como luego hizo Bond en las novelas. Dazel trabajó con Ian Flemming durante 2 años detrás de líneas enemigas, pero siempre negó que fue el modelo para el agente 007. Murió con 90 años en 1997. El hijo de Flemming le rindió tributo revelando que había sido el modelo para las novelas de su padre.

Flemming escribió un ciclo de 12 novelas sobre el agente 007 James Bond, Casino Royale (1953), Desde Rusia con amor (1957), Doctor No (1958), Goldfinger (1959), Thunderball (1961) El hombre de la pistola de oro (1965), etc. Tomó el nombre del ornitólogo James Bond que escribió uno de sus libros preferidos. Flemming explicó: "Decidí que mi agente secreto tuviera una personalidad lo más anónima posible. Me pareció que ese nombre, breve y poco romántico pero masculino era justo lo que necesitaba". Sólo en los Estados Unidos, hasta el momento de la muerte del escritor, se vendieron catorce millones de ejemplares. Luego se tradujeron a otros idiomas y fueron ampliamente aceptadas por un público devoto de este tipo de literatura. Falleció en 1964 de un ataque al corazón, a la edad de 56 años, y con más de una veintena de novelas a sus espaldas.

Las novelas de Flemming son simplistas en su desarrollo: el principio del bien está representado por Bond y los demás agentes británicos. Pero el principio del mal está representado por una serie de personajes que tienen todos un común denominador: son socios de una multinacional del crimen que trata de adueñarse del mundo. Se llama SPECTRE, siglas de Special Executive for Counter-Terrorism, Revenge and Extortion. SPECTRE (o SPECTRA en la versión española) está compuesto por distintos escalones organizativos: jefes, subjefes, cortesanas, espías, mercenarios ejecutores. SPECTRA tiene su sede en lugares inaccesibles, a menudo exóticos, extremadamente ocultos y alejados de cualquier centro de civilización. Desde ahí, los malvados “mueven los hilos”. Estos centros de control están dotados de moderno material tecnológico (lassers, armas ultrasofisticadas, sistemas informáticos de control, etc.). Todos los dirigentes de SPECTRA son, además de cerebros criminales, hábiles negociantes, suelen participar en operaciones especulativas bursátiles, mantienen redes económicas y de empresas que son la cobertura para sus actividades criminales. Y todos ellos, sin excepción, buscan proveerse del arma definitiva que les otorgará el dominio del mundo. Están en todas partes, se les encuentra en el Caribe, en Brasil, en medio del mar, en el sudeste asiático, en Rusia, China o en plataformas situadas en el mar o bajo las aguas. Resulta difícil evitar la comparación de todas estas características con Bin Laden y Al Qaeda. Por que Al Qaeda, en efecto, es esa organización criminal internacional, que aspira al control mundial, situada en un lugar inaccesible –una red de cuevas en las montañas de Tora Bora, en una zona indefinida en la frontera afgano-pakistaní, desde la que “mueve los hilos” rodeado de sus fieles y –se supone- apoyado por un despliegue tecnológico que, como se ha dicho, le permite rentabilizar sus inversiones en las bolsas de los cinco continentes. Al Qaeda es SPECTRA.

En cuanto a la figura de Bin Laden, la serie de James Bond presenta todos sus rasgos en la amplia serie de personajes que son, en el fondo, distintos matices de la figura del mal absoluto. El primer malvado digno de tal nombre fue el “Doctor No” en la película del mismo título. Pero el malvado que más veces apareció en la serie, uno de los socios de SPECTRA, fue Ernst Stavro Blofeld (Solo se vive dos veces, 1967, 007 al servicio de su majestad británica, 1969, y Diamantes para la eternidad, 1971) al que dieron vida (y por orden cronológico de película) los actores Donald Pleasence (probablemente la mejor representación de ese malvado personaje en una más que aceptable película de serie gracias sobre todo al guión del escritor Roald Dahl), Telly Savalas (el Kojak televisivo) y Charles Gray. Robert Shaw en Desde Rusia con amor (1963); Gert Froebe el eficiente y sofisticado Goldfinger (1964); Yaphet Kotto (Kananga) de raza negra cuyo objetivo es llenar de droga “gratuita” las calles de todas las ciudades de Estados Unidos (Vive y deja morir, 1973); Curt Jürgens (Stromberg) en La espía que me amó, 1977); Michael Londsdale (Hugo Drax) en Moonraker (1979); Julien Glover (Kristatos) en el papel de un riquísimo armador griego (Sólo para tus ojos, 1981); Louis Jourdan (Kamal Khan) en Octopussy (1983) y así sucesivamente. Dos jefes de SPECTRA alcanzaron cierta notoridad: Chisrhopher Lee, encarnando a Francisco Scaramanga, socio de SPECTRA, aureolado con tres pezones y protagonista de El hombre de las pistolas de oro (1974), Chistopher Walken que da vida a Max Zorin, magnate de la informática ansioso por provocar el caos mundial, en Panorama para matar (1985).

Todos estos jefes y socios de SPECTRA están rodeados de un harén de mujeres hermosas y feroces guardaespaldas como Odjob (armado con un sombrero de ala afilada, Goldfinger). Nick Nack, (un enano traidorzuelo al servicio Scaramanga) y, especialmente Richad Kiel (el malvado “Tiburón” con su dentadura de acero, La espía que me amó y Moonraker).

En total, la serie consta de 20 títulos y 12 libros. Se ha prolongado durante 40 años. Es un caso único en la historia de la cinematografía: nunca una serie había podido abarcar un espacio de tiempo tan amplio. A lo largo de estos 40 años, el mensaje de la serie no ha variado a pesar de que siempre hayan variado los horizontes geográficos sobre los que se desarrolla la trama. A recordar, necesariamente, la pelea espectacular en el teleférico del Pan de Azúcar de Río de Janeiro en “Moonraker”, persecución con un Renault 11 por París en “Panorama para matar”, la India en “Octopussy”, en Japón de “Sólo se vive dos veces”, en Amsterdam de “Diamantes para la eternidad”, en Thailandia de “El hombre de la pistola de oro”, Grecia en “Sólo para tus ojos”, Viena en “Alta Tensión”, e incluso España en “Sólo para tus ojos” y el museo Guggenheim en una de las últimas entregas, “El mundo no es suficiente”.

Tres generaciones de hombres y mujeres del siglo XX han consumido prácticamente todas las películas de 007. Para estas generaciones, en especial en EEUU, donde la serie, con mucho es donde ha tenido más éxito, la idea de una organización internacional creada para hacer el mal (el “terrorismo, la venganza y la extorsión”, principios que forman parte del anagrama de SPECTRA), estaba ya insertada en su psicología profunda. Ya hemos visto que todos los caracteres de SPECTRA, literarios y cinematográficos, coinciden sin excepción con los atribuidos a Al Qaeda. Y en cuanto a la personalidad de Bin Laden (personaje exótico, cultivado, profesional brillante, organizador infatigable, malvado impenitente, negociante de éxito y especulador bursátil) son los mismos que han sido extraídos de los distintos socios de SPECTRA (Blofeld, Scaramanga, Doctor No, Goldfinger, etc). El único elemento que se ha incorporado a la personalidad de Bin Laden es su rasgo de fundamentalista islámico que deriva de su tarea reclutadora de islamistas durante la primera campaña de Afganistán contra los soviéticos. Es preciso recordar que Bin Laden era en aquella época un “soldado de la CIA” y que reclutó islamistas en tanto que la resistencia antisoviética se estableció, no sobra las bases de la liberación nacional (Afganistán era y es un conglomerado de tribus en el que la idea de “nación” está completamente ausente), sino sobre los principios religiosos del Islam. Bin Laden, organizó a todos estos reclutas, estableció sus canales de aprovisionamiento y sus bases de entrenamiento en la frontera pakistaní y, finalmente, los contabilizó y enumeró en una base de datos informatizada… en árabe: Al Qaeda, esto es “la base”. Probablemente, alguien pensó algún día que el nombre de Al Qaeda respondía a una ignora base de entrenamiento de comandos terroristas, pero no, era simplemente una “base de datos”, la mayoría de cuyos combatientes pereció en Afganistán o, posteriormente, en los distintos episodios de la guerra civil que siguió hasta la expulsión del gobierno que dejaron los rusos en Kabul, luego en la guerra civil entre la Alianza del Norte y los talibán, posteriormente en la guerra de Chechenia, y en las guerras balcánicas en donde restos de esta “legión árabe”, se dice, que combatieron contra los rusos y los serbios respectivamente. Si tenemos en cuenta que el reclutamiento de voluntarios islámicos para luchar en Afganistán se produjo entre 1984 y 1988, es decir, hace entre 16 y 20 años, y que la edad media de los reclutados estaba en torno a los 24 años, los supervivientes de aquellos episodios –que no deben ser muchos dada la brutalidad expeditiva con la que soviéticos en Afganistán, rusos en Chechenia y serbios en Bosnia, atacaron a sus oponentes- deben contar hoy una media de edad muy superior a los 40 años. Nadie, por fanático que sea, resiste tanto tiempo la tensión del conflicto, la guerra, los bombardeos y las vicisitudes posteriores de la clandestinidad. Por lo demás, si “la base” estaba en poder de Bin Laden, es seguro que estaba también en poder de sus mentores, esto es, de la CIA. Y resulta absolutamente increíble pensar que en 20 años, la CIA no ha logrado identificar y localizar a los antiguos miembros de Al Qaeda que siguen en activo y que, según la mitología oficial, constituyen el núcleo duro de la organización.

Seamos claros: la lógica indica que si Al Qaeda tuvo alguna vez alguna realidad autónoma de la CIA y de las guerras afganas, de eso hace ya mucho tiempo y el desgaste inexorable de sus militantes debe haberla convertido en algo insignificante y, en cualquier caso, en absoluto operativa. Por lo demás, resulta muy evidente que las pinceladas con las que se ha descrito al personaje y a su creación coinciden demasiado con los rasgos de los oponentes del agente 007 y que SPECTRA es indiscutiblemente la prefiguración de Al Qaeda.

Ciertamente, la superabundancia de títulos de la serie 007, ha hecho que anidara en la mentalidad del espectador, la idea de que existe una poderosa red de hacedores del mal, dirigida por un malvado. Las terroríficas descripciones de Al Qaeda y la maldad de Bin Laden encontraban en el subconsciente del espectador una resonancia: en efecto, ahí estaba almacenada la trama inverosímil de la serie cinematográfica que fue reactualizada mediante una serie de informaciones incipientes que se fueron publicando a partir de 1996. Lo ficticio se convertía en “real” y lo “real” pasaba a ser retroalimentado por los rasgos de lo ficticio: ¿por qué no iba a existir una organización terrorista para realizar “terrorismo, venganza y extorsión”? de hecho ya existía: era SPECTRA y, por lo demás, Ian Flemming se inspiraba en personajes y situaciones reales que, solo, alteraba ligeramente. Así pues, Bin Laden ponía en peligro la humanidad, como Blofeld pretendía hacer apropiándose de un arma definitiva. ¿Acaso Bin Laden no estaba intentado construir armas biológicas en Kandahar? No, pero los medios de comunicación intoxicados por el Pentágono y las agencias de seguridad de EEUU, habían decretado que sí. Se publicó que Bin Laden-Blofeld-Kamal Khan, habían adquirido una bomba nuclear que podían hacer estallar en cualquier momento o bien gases neurotóxicos. Efectivamente, en la serie de 007, esto se había apuntado… a partir de ahí, la ficción latente en el subconsciente se superpuso a la realidad y se hipostatizó en el icono del mal: Blofeld pasó a ser Bin Laden y todo lo que Fleming y los guionistas de la serie, atribuyeron al primero y fue visto por millones de espectadores, pasó a ser patrimonio del segundo. La realidad y la ficción se convirtieron en inseparables. El icono ficticio, mero reflejo distorsionado de la realidad, tomó el relevo de la realidad del personaje Bin Laden (un “soldado de la CIA”, cuya familia había hecho buenos negocios petroleros con la familia Bush…). Esta realidad se relegó al olvido y se ocultó. Pero está ahí y es absolutamente incompatible con el icono Bin Laden, antiamericano impenitente, cerebro del mal que mueve los hilos desde un lugar inaccesible y exótico.

Las cuevas de Tora-Bora son lugares insanos, inhabitables. De hecho, todo Afganistán es lo más inadaptado para guiar desde allí una guerra tecnológica. En un país en el que no existe operativa ni una sola máquina de diálisis, un teléfono móvil es casi un tesoro, hay pocos y fácilmente localizables por un simple scanner de sobremesa y, no digamos, por la red internacional de escucha “Echelon”. En el supuesto de que Bin Laden hubiera estado alguna vez en aquella zona, habría sido descubierto y aunque no lo hubiera sido jamás, desde allí nunca, absolutamente nunca, hubiera podido dirigir –él, un hombre aquejado de una dolencia renal degenerativa que precisa de varias sesiones semanales de diálisis- más allá de un rebaño de cabras.

Redimensionar lo que se ha dicho y escrito en torno a Bin Laden y Al Qaeda, tamizarlo y reinterpretarlo, supone caer en la cuenta de la “imposibilidad metafísica” que supone su existencia. En efecto, en el fondo, creer en la existencia de Al Qaeda o en el papel de Bin Laden es un acto de fe. Algo irracional.

A QUIEN SIRVE LA “ESPADA DEL ISLAM”

No podemos decir exactamente quién mueve los hilos del terrorismo internacional. Ni siquiera podemos afirmar que exista un solo titiritero. Más bien estamos movidos a pensar que cada atentado responde a una lógica diferente y que existen distintos actores y una multiplicidad de centros de poder que han aprendido a beneficiarse del mito Bin Laden. A fin de cuentas, casi automáticamente, cualquier atentado cometido en el lugar más remoto del mundo, si revista unos rasgos de brutalidad máxima, es atribuido, inmediatamente a Al Qaeda, ocurra en Casablanca, en Bali, en Madrid o en Nueva York. La “versión oficial” sobre el nacimiento de al Qaeda, sobre la personalidad de Bin Laden y sobre los atentados del “terrorismo internacional”, no sólo no está demostrada, ni viene avalada por pruebas objetivas, sino que constituye una especie de mitología moderna y, como tal, dotada de un aspecto fantástico y terrible.

Toda organización terrorista se basa en unos objetivos políticos que se pretenden alcanzar y al servicio de los cuales se elabora una estrategia (la “lucha armada”) y unas tácticas (las diferentes modalidades de operaciones terroristas). Se supone que, por mínima que sea la lucidez de una organización terrorista, ésta intenta avanzar en la marcha hacia sus objetivos políticos y mejorar sus posiciones. Procurará mantener una estructura clandestina capaz de resistir al máximo la represión que, indudablemente, se abatirá con ella y, paralelamente, un plan de captación que le permitirá cubrir las bajas que puedan producirse. Utilizará a sus activistas en operaciones tácticas coherentes en relación con la línea estratégica adoptada e intentarán “perforar” los frentes en los que la posición del adversario sea más vulnerable. No lo conseguirán con un solo atentado, sino que será preciso una reiteración de golpes criminales, hasta que, finalmente, el adversario dé muestras de debilidad. Dado que el tiempo medio de actividad de un terrorista no es ilimitada, se tratará de aplicar la “teoría de limón” (exprimir al máximo al militante antes de que resulte descubierto, detenido o muerto). Bien, pues nada de todo esto se percibe en Al Qaeda.

Los atentados de Al Qaeda están desperdigados en el tiempo y en la geografía. Si se analizan todos los golpes protagonizados por Al Qaeda a lo largo de los últimos 8 años, se percibe que no están guiados por ningún tipo de coherencia: hoy en Balí, ayer en Washington, mañana en Casablanca, pasado en Madrid, al otro en Irak y luego en Arabia Saudí… Ni uno solo de estos atentados tiene una lógica política que lo una a los anteriores, se diría que todo son vectores orientados en distintas direcciones y que, por tanto, no tienen capacidad para sumar sus esfuerzos. La gran dispersión geográfica de los atentados evidencia la existencia de una estrategia única y definida e impide pensar en un solo centro diseñador del terrorismo internacional.

Pero además, todos estos atentados están muy dispersos en el tiempo. Se intenta explicar que el “terrorismo internacional” está protagonizado por “células durmientes” que permanecen inactivas durante lustros para, bruscamente, autodestruirse un buen día. Cualquier instructor militar sabe que, después de unos meses de interrumpirse el proceso de acondicionamiento físico y mental de un combatiente, éste vuelve a los usos y costumbres propios de una vida normal, relajada e integrada en la sociedad que le rodea. Para ser eficaz, el entrenamiento debe preceder en pocos días a las operaciones militares o de lo contrario es tiempo perdido. No vale decir: el terrorista X estuvo hace diez años en un campamento perdido en las selvas de Malasia y, hoy –esto es, diez años después- se ha suicidado mediante atentado con explosivos. A lo largo de esos diez años, la vida de las personas cambia, los ideales se pierden o son sustituidos por otros; psicológicamente un suicida que lleve meditando diez años su opción, es completamente imposible y cuando se dan casos de este tipo es entre gentes que no tienen la más mínima intención de suicidarse. Por lo demás, casi todos los miembros de supuestas “células durmientes” que han salido a la superficie tras el 11-S, en ningún momento han demostrado una inequívoca y acrisolada fe religiosa. Puede decirse que, piadosamente, jamás han exteriorizado su fe, ni siquiera entre su círculo de amistades más íntimas.

¿Avanzar? El terrorismo internacional, no solamente no ha hecho avanzar la causa del fundamentalismo islámico, sino que la ha hecho retroceder allí en donde ha aparecido: los atentados del 11-S sirvieron como excusa –previsible por lo demás- para que el gobierno norteamericano decretara el fin del régimen talibán, el único que, en rigor, se identificaba con el fundamentalismo islámico. Los atentados de Casablanca sirvieron para que el gobierno de Mohammed VI desencadenase una campaña contra los medios políticos islamistas moderados (ajenos por completo a los atentados), identificándolos con los islamistas radicales. El Partido de la Justicia y el Desarrollo que había avanzado extraordinariamente en las elecciones legislativas de 2002, se vio detenido en su crecimiento y entró en recesión en las elecciones municipales de 2003 a causa del impacto negativo que los atentados de Casablanca, atribuidos a Al Qaeda, tuvieron sobre la opinión pública. Y, en cuando a los atentados atribuidos a Al Qaeda en Irak –en donde, por lo demás, nadie ha estado en condiciones de demostrar fehacientemente que entre la resistencia chiíta, la sunnita y la baasista, existan bolsas de combatientes de Al Qaeda- más bien han contribuido a desviar la atención de la opinión pública del único hecho real, que en Irak existe una resistencia nacional contra el invasor y no la actividad de unos grupos terroristas contra ciudadanos norteamericanos aislados.

Digámoslo ya: ni un solo atentado de Al Qaeda ha contribuido a hacer avanzar la causa del fundamentalismo islámico, sino todo lo contrario. Entonces ¿qué lógica tiene la acción de Bin Laden? Tradicionalmente, el principio de toda investigación criminal ha sido la pregunta “¿a quién beneficia el crimen?”. Aplicado este principio inmemorial, se percibe que los crímenes de Al Qaeda han beneficiado a cualquiera… menos al fundamentalismo islámico. Luego, los culpables están en otro lugar. De manera absolutamente irresponsable, el principio por el que se guían todas las investigaciones sobre el terrorismo internacional parte de otro principio: “¿quién reivindica el crimen?”. Al Qaeda reivindica el crimen, luego Al Qaeda es responsable del crimen. Por increíble que parezca, Al Qaeda nunca ha pactado con ningún medio de comunicación, ni siquiera con Al Jazzira o algún diario islámico en cualquier parte del mundo, una clave de reconocimiento para sus reivindicaciones de atentados. Por increíble que parezca, cualquiera puede reivindicar cualquier atentado en nombre de Al Qaeda. Y, de hecho, frecuentemente, así ocurre, tal como mostraron dramáticamente los atentados del 11-M, reivindicados el mismo día por tres organizaciones y, atribuido provisionalmente, a las «Brigadas Abu Hafs Al Marsi» que, de paso, había reivindicado el apagón de Nueva York en agosto de 2003 y el atentado contra la sede de NNUU en Bagdad. Lo más sorprendente fue que la reivindicación encontrada en una papelera cerca de la mezquita de la M-30 de Madrid, estaba firmado por la “dirección europea de Al Qaeda”… que el propio ex Ministro del Interior, Antonio Acebes, consideraba absolutamente inexistente. De hecho, seis meses después de la comisión de los atentados no ha sido posible establecer ni un solo vínculo entre los sospechosos de haber cometido los atentados de Madrid con Al Qaeda. ¿Atentado firmado por Al Qaeda? Reivindicación improbable.

ALGUNAS CONCLUSIONES

Si alguna vez existió una red terrorista en Afganistán, llamada Al Qaeda, se trató solamente de un grupo de árabes voluntarios contra la URSS. De eso hace ya veinte años. En esos veinte años una docena de atentados han dejado constancia aparente de la supervivencia de Al Qaeda. Pero es absolutamente imposible que todos estos atentados hayan tenido el mismo origen. En realidad, todo induce a pensar que se ha tratado de fenómenos muy diversos: resistencia irakí, servicios especiales marroquíes (en Casablanca), oposición a la monarquía de los Saud (Arabia Saudí), o simplemente son de origen desconocido (como el 11-S o el 11-M) sobre los que son admisibles todo tipo de especulaciones partiendo siempre del principio “¿a quién beneficia el crimen?” y, dando por supuesto, que la respuesta a esta pregunta es, necesariamente, muy compleja.

“Alguien” ha creado el icono Bin Laden, “alguien” se ha inspirado en los relatos de Ian Flemming y en la serie cinematográfica de 007 para lanzar la espectacular -pero improbable- posibilidad de existencia de una red internacional criminal, idea que ha calado hondo en la psicología de un público habituado a esta temática de ficción que alguien ha querido transplantar a la realidad.

El fenómeno Bin Laden y Al Qaeda son convincentes… mientras se perciben globalmente. En el Corán existen, efectivamente, llamamientos a la guerra santa y a la lucha contra el infiel. Por lo demás, tanto en Palestina como en Irán, Argelia o Afganistán y hoy en Irak, han aparecido movimientos fundamentalistas islámicos que no han dudado en cometer crímenes en nombre de su religión. Esto parece dar credibilidad a la tesis de una seudo SPECTRA constituida por fanáticos islamistas. Pero es una ilusión. O lo que es peor: es una falsificación flagrante. Si se examina con detalle cada atentado cometido por Al Qaeda, se percibe que son inconexos unos con otros, que no están orientados por una misma estrategia y que responden sólo a situaciones locales (con excepción del 11-S y del 11-M, los cuales, por lo demás, son contradictorios entre sí). Por que, si se observa Al Qaeda con algo de detalle se percibe inmediatamente lo inconsistente de la visión que se nos ha proyectado de ella. Ni el icono del mal –Bin Laden-, ni la traslación de SPECTRA al mundo real, son convincentes.

Nuestro razonamiento es palmario: ETA existe, los Tupamaros existieron, el IRA existió, el GIA todavía opera en Argelia. Ciertamente, los gobiernos implicados pueden, en ocasiones, exagerar la crueldad de estas organizaciones, difundir datos falsos sobre sus propósitos o, simplemente, intentar desprestigiarlos para limitar su acción. Pero con Al Qaeda todo esto queda corto: da la sensación de que se ha aprovechado un residuo de la guerra contra los soviéticos en Afganistán y un personaje “de confianza” (los lazos entre la familia Bin Laden y la familia Bush están fuera de dudas y su carácter de “soldado de la CIA” ha sido ampliamente demostrado) se ha transformado en icono. A partir de ahí, todo ha sido, no solamente exagerado, sino creado artificialmente a efectos de reforzar la sensación de omnipresencia de la SPECTRA fundamentalista y la onminiscencia del icono del mal, Bin Laden, extremadamente elusivo durante toda una década, a la persecución y control de los servicios de seguridad y de las fuerzas armadas más poderosas del mundo.

Desde el 11-S –pero también antes ocasionalmente- los medios de comunicación se han visto saturados con informaciones sobre Al Qaeda y Bin Laden. A medida que el tiempo ha ido pasando, se ha podido saber que la mayoría de esas informaciones eran falsas: Bin Laden ni fabricaba en Afganistán armas de destrucción masiva, químicas o bacteriológicas, ni su participación directa o indirecta ha podido ser demostrada ¡en ningún atentado concreto!

¿Qué está ocurriendo? El terrorismo se ha transformado en espectáculo y ya no son personas los que lo impulsan, sino iconos mediáticos. Un icono mediático, a este respecto, es un conjunto de imágenes y proyecciones artificiosas y artificiales de personas físicamente existentes. Esta proyección no tiene nada que ver con el “original”, sino que en ese proceso resulta deformada en la dirección pretendida: Bin Laden pasa de ser uno de tantos cientos de príncipes árabes, uno de tantos “soldados de la CIA”, a ser la imagen metafísica del mal. De un ciclo novelesco, más o menos exitoso, y de la serie cinematográfica más dilatada en la historia del cine, se extrae el modelo para Al Qaeda.

Todo esto es extremadamente útil y sirve a intereses muy diversos. Una vez construido el monstruo, cualquiera puede orientarlo en beneficio propio. Todo funciona y adquiere una viabilidad suficiente mientras se examina globalmente, sin entrar en el detalle, pero en cuando se desciende a un análisis pormenorizado, las contradicciones, las lagunas, los “imposibles metafísicos”, se advierten inmediatamente.

¿Qué hay de cierto en todo esto? Poco, pero lo suficiente como para que dediquemos unas páginas, por que, en efecto, los creadores del icono Bin Laden y de la adaptación fundamentalista de SPECTRA, han dado en el clavo en un solo elemento. Véamoslo

(c) Ernesto Milà - info Krisis - infokrisis@yahoo.es

LEO STRAUSS: LOS ABISMOS DEL PENSAMIENTO CONSERVADOR

LEO STRAUSS: LOS ABISMOS DEL PENSAMIENTO CONSERVADOR Redacción.- La revista “Time” en su edición del 17 de junio de 1996, nombra a Leo Strauss (1899–1973), como una de las figuras “más influyentes y poderosas en Washington”. Leo Strauss, un desconocido… En noviembre de 2002, cuando estaba clara la voluntad agresiva de la administración Bush contra Irak, Christopher Hitchens, defensor de la intervención, publicaba “Machiavelli in Mesopotamia”, un artículo en el que escribía:

“El arte del encanto de la explicación al cambio del régimen en Bagdad es que depende de premisas y objetivos que no se pueden permitirse explicar públicamente, al menos por parte de la administración. Dado que Paul Wolfowitz es de la escuela intelectual de Leo Strauss –y como tal aparece en su disfraz de ficción de la novela “Ravelstein” de Saul Bellow- se podría incluso suponer que disfruta de este aspecto arcano y oculto del debate”. El artículo nos puso en la pista de un extraño filósofo cuyas ideas son compartidas por la élite de la administración Bush. De hecho, un chiste publicado en un conocido semanario político aludía a los “Leo-cons”, en lugar de los “neo-conservadores”, pues, en efecto, el núcleo ideológico del conservadurismo norteamericano actual está inspirado por Leo Strauss.

Existen escuelas de pensamiento enfermizas y otras inquietantes. Las enfermizas son meramente especulativas, verdaderas masturbaciones mentales, que muestran ideas excéntricas en relación al pensamiento racional y razonable. En cuanto a las inquietantes son aquellas escuelas enfermizas cuyos partidarios y mentores han decidido llevarlas a la práctica a cualquier precio. Leo Strauss se sitúa como el artífice de una escuela de pensamiento inquietante, no sólo por que su pensamiento es enfermizo, sino por que buena parte de sus discípulos iniciados constituyen lo esencial de la administración de George W. Bush.

EL FILOSOFO DESCONOCIDO

Nacido el 20 de septiembre de 1899 en Kirchain, en la región de Hessen (Alemania) y fallecido el 18 de octubre de 1973, era hijo de Hugo Strauss y Jannie David. Leo Strauss era hijo de un piadoso comerciante judío, habitual de la sinagoga de su ciudad y a los 17 años ya era sionista.. Estudio bachillerato en Marburg y durante la Primera Guerra Mundial fue reclutado por el ejército en donde sirvió como intérprete. Acabado el conflicto, en 1921, se doctoró en filosofía en la Universidad de Hamburgo.

Dirigió sus primeros pasos por el existencialismo y orientó sus estudios hacia la filosofía de Husselr y de Heidegger. Su primer libro, sobre el filósofo judío Spinoza fue publicado en 1930. En un momento en el que el antisemitismo aumentaba en Alemania, Strauss se había especializado en la filosofía judía medieval y había sido contratado en Berlín por la Academia de Investigación Judía. Provisto de una beca, abandonó Alemania 1932; primero se estableció en París (donde se casó) y luego en Cambridge en 1938. Su segundo libro, publicado cuando el nacionalsocialismo ya se encontraba en el poder, en 1935, trataba sobre Maimónides. En Londres, publicó un estudio sobre la filosofía política de Hobbes. Acto seguido, pasó a EEUU de donde no volvería a salir en toda su vida.

A partir de 1937 fue profesor en la Universidad de Columbia y luego, de 1938 a 1948 enseñó Ciencias Políticas y Filosofía en la New School for Social Research de Nueva York, en donde permanecería hasta su jubilación en 1968. Sus libros, a partir de esos momentos, empiezan a ser extraños e incluyen enigmáticas especulaciones de aparente inocuidad. Esta tendencia se hará aún más palpable a partir de 1949 cuando fue contratado como profesor de filosofía política de la Universidad de Chicago. De este pargo período destacan sus obras sobre Maquiavelo (1958), Sócrates y Aristófanes (1966), Derecho Natural e Historia (1953), La Ciudad y el Hombre (1964) y Liberalismo Antiguo y Moderno (1968), ninguno de los cuales ha sido traducido al castellano.

Pasó sus últimos años de enseñanza, entre 1968 y 1973, como profesor honorario en las universidades de California y Maryland, período en el cual profundizó sus estudios sobre la Grecia clásica. Falleció en 1973 en Annapolis.

En febrero-marzo de 2000, la Universidad Complutense de Madrid organizó un seminario titulado “La filosofía Política de Leo Strauss, 1899-1973”, dirigido por Javier Roiz. Roiz define la obra de Strauss como “una defensa de la teoría frente a la avalancha de la politología positivista de la postguerra”. Y luego, en la presentación del seminario, añade: “También quedan tras él muchos seguidores que le conocieron de cerca y asimilaron sus enseñanzas, alumnos que hoy son ellos mismos figuras de la academia, la política o las artes. Son los conocidos como straussians o estrausianos, escuela que sigue siendo una voz influyente en la ciencia política norteamericana”. Pues bien, efectivamente, estos strausianos con conocidos por otros como “la cábala” y, en cualquier caso, constituyen la médula del pensamiento neoconservador norteamericano, el motor ideológico de la administración Bush. El editorialista de “The New York Times” escribió: “Si 25 personas cuyo nombre conozco hubieran sido exiliadas a una isla desierta, no hubiera habido guerra de Iraq”. Pues bien, estos 25 “iniciados”, son sin excepción strausianos.

CUANDO LA VERDAD ES PELIGROSA

Leo Strauss es considerado como padrino e inspirador del “Contrato con América” elaborado en 1994 como manifiesto del Partido Republicano. Otros han considerado que el discreto movimiento strausiano es el “mayor movimiento académico de los EEUU en el siglo XX”. Pero es difícil llegar hasta el fondo de este movimiento y muy complicado acceder a la médula de su pensamiento, en primer lugar por que ninguno de sus libros ha sido publicado en España (y apenas sólo un comentario en la Revista de Estudios Políticos) y, en segundo lugar, por la discreción que muestran sus “iniciados”. A decir verdad, si no se pertenece al círculo de “iniciados” no se puede estar seguro de si se ha llegado al núcleo central del pensamiento de Strauss. Enseguida entenderán el por qué.

LA VERDAD QUE MATA Y DESTRUYE

Al-Farabi fue un hombre excepcional. Había nacido en el 870 cerca de Farab en el actual Uzbekistán, residió en Bagdad, Alepo y Damasco y es considerado por los historiadores árabes como “el segundo maestro”, siendo Aristóteles el primero. De hecho, Leo Strauss, llegó a Al Farab examinando sus comentarios sobre Aristóteles. En Bagdad asistió a las lecciones del médico cristiano Yuhanna ibn Haylan, siendo condiscípulo del también cristiano Abu Bisr Matta, traductor de Aristóteles. Vivió también en Alepo y Damasco. Escribió un catálogo de las ciencias, lógica, matemáticas, psicología, música y poética. Sus comentarios a las obras de Platón y a las de Aristóteles, son famosos. Muchas de sus obras se han perdido, apenas nos han llegado treinta en árabe, seis en hebreo y tres en latín. Al-Farabi considera a Platón y Aristóteles como los fundadores del pensamiento filosófico. Al igual que otros neoplatónicos, busca realizar una simbiosis entre ambos pensadores, afirma que sólo pueden ser examinados como complementarios. Se tenía gran poder como músico sobre las audiencias, como la primera vez que llegó a la corte de Damasco, cuando consiguió con un instrumento hacer reír, provocar tristeza y dormir al público, sucesivamente. Divide los efectos de la música sobre el hombre en tres: el agradable, el imaginativo y el apasionado. La música sirve para olvidar las penas, para hacer sentimientos más intensos o para suavizarlos y para exaltar la imaginación del oyente cuando acompaña a la poesía.

¿Por qué hablamos de Al-Farabi? Por que de él extrae Strauss la perversa, pero racional idea, de que puede decirse la verdad con las palabras… para engañar. Strauss contaba una historia de Al Farabi en la que éste, para escapar de una ciudad en la que lo buscaban se disfrazó de borracho y se proveyó de un timbal que sonó histéricamente al acercarse al centinela de la puerta. Este sabía que el Sultán buscaba a Al-Farabi, famoso por su austeridad, humildad, ascetismo y mortificación; cuando le preguntó al mendigo quién era, éste le contestó “Soy Al-Farabi”. El centinela no lo creyó y de le dejó pasar. A veces vale la pena decir la verdad… para engañar. Pues bien, el sistema de Leo Strauss propone algo parecido.

Para Strauss la verdad es peligrosa y destructiva para la sociedad. Desde el principio de los tiempos, los hombres han elaborado mentiras para poder vivir con más tranquilidad. La religión, por ejemplo. La esperanza en el más allá, en el castigo a los malos y en el premio a los buenos, la reencarnación, la resurrección, la vida eterna, la imagen misma de Dios… todo ello no son más que esperanzas para poder vivir. Son “mentiras necesarias”, sin las cuales, lo más probable es que la mayoría de seres humanos se desesperarían e incluso se suicidarían al saber que este valle de lágrimas no tiene un final feliz. Strauss, aprendió de Nietsche que sólo unos pocos están en condiciones de conocer la verdad sin derrumbarse. Los filósofos no pueden decir lo que piensan verdaderamente.

En su análisis sobre Aristóteles y Platón, Strauss había descubierto algunos elementos incomprensibles, de una banalidad exasperante que era indigno del pensamiento de aquellos sabios. Examinando otros textos sapienciales de la antigüedad, llegó a la conclusión de que los antiguos utilizaban frecuentemente distintos niveles de lenguaje (Al-Farabi le indujo también esta idea) el más profundo de los cuales está dedicado a aquellos escasos y especiales seres capaz de comprenderlo. Si no hubieran utilizado el secreto, los filósofos de la antigüedad, habrían sido frecuentemente perseguidos y linchados por los ciudadanos. Nadie puede soportar la verdad si esta ataca lo más íntimo de sus esperanzas, sin reaccionar airadamente.

LA “LOGIA” O LA “CABALA” STRAUSSIANA

El propio Leo Strauss, al desarrollar ideas que, básicamente son elitistas y contrarias a lo políticamente correcto, opuestas a la esencia de los valores típicamente americanos, se cuidó mucho de expresar con claridad sus ideas que solamente podían ser expuestas a círculos cerrados y transmitidas de maestro a discípulo. Este es el motivo por los que, en la actualidad, los seguidores de Strauss hayan recibido distintos nombres por parte de observadores poco avezados que han visto en el apoyo mutuo de que hacen gala sus partidarios y el puesto que ocupan en la cúspide de la administración americana, el signo distintivo de una secta de poder: para unos se trata de una “logia”, otros han bautizado al círculo con el nombre de “la cábala”.

El procedimiento de transmisión de la “iniciación” seguido por Strauss consistía en trabajar y mentalizar a los que realizaban con él los doctorados de fin de carrera. De ahí surgió un centenar de nombres, muchos de los cuales pasaron a ser profesores universitarios que, a su vez, realizaron otras “iniciaciones”, y así sucesivamente. De la misma forma que Al-Farabi utilizaba el tres como número mágico, Strauss divide a sus estudiantes en tres categorías: los “filósofos”, los “caballeros” (o “gentiles”) y el resto. Los primeros asumían la “verdad esotérica” inherente a su filosofía, los segundos asumían sólo los postulados exotéricos y, en cuando a los últimos, decididamente, no habían logrado comprender la profundidad de su pensamiento. Solo las dos primeras categorías eran consideradas como “iniciados” y solo la primera, los “filósofos”, conocían el secreto de los secretos: la verdad desnuda y sin maquillaje.

En la actualidad, han sido iniciados cuatro generaciones de “filósofos”, lo que facilita unos cuantos cientos de partidarios que “están en el secreto” y se apoyan mutuamente. A un núcleo así le es fácil hacerse con un espacio académico, mediante las recomendaciones. Este apoyo mutuo se realiza aun cuando, aparentemente, existan discrepancias en las opiniones del recomendado y del recomendador.

Pero esta técnica de crecimiento tiene también una vertiente política: a través de los “bancos de cerebros” en los que están presentes straussianos que forman parte de la administración, se logra reclutar nuevos altos funcionarios y situar a los peones propios en los terrenos más influyentes: grupos como el Proyecto Nuevo Siglo Americano o el Instituto de Empresa Americano, forman parte de este entramado

LA MENTIRA NECESARIA

Sabemos cuales eran las fuentes del pensamiento de Staruss en la antigüedad: Aristóteles, Platón, Maimónides, Al-Farabi… pero también es altamente tributario de tres pensadores modernos: Federico Nietzsche, Martin Heidegger y Carl Schmidt a los que da una interpretación particular.

De Heidegger, Strauss extrae el odio por la modernidad, el rechazo al cosmopolitismo universalista y a la sociedad corrupta que el filósofo debe contribuir a reformar sino a destruir. De Schmidt, la necesidad de establecer claramente distinciones entre amigo-enemigo y la “reteologización de lo político, la unión de política, religión y moral”. No es que le interese ni la religión ni la moral, pero considera que tienen una capacidad de movilización muy superior a la política. Strauss cree que religión y moral son un fraude elaborado conscientemente por los sabios para tranquilizar a quienes no están dispuestos a conocer la verdad. De Nietzsche extrae la concepción del “hombre superior” que, para él, es el “filósofo”, considerando como tal a aquel que conoce la verdad.

Shadia Drury, autora de “The Political Ideas of Leo Strauss” (1988) y “Leo Strauss and the American Right” (1997), afirma que “Leo Strauss fue un profundo creyente en la eficacia y la utilidad de las mentiras en la política”. Naturalmente, Strauss matizaba este concepto hablando de “mentira noble”, utilizando la terminología platónica. Para Strauss los filósofos antiguos suponen la cúspide del pensamiento universal, el particular Aristóteles y Platón, pero la interpretación que hace de ambos es muy particular. En primer lugar, sostiene que en los Diálogos de Platón, no es Aristóteles quien habla, sino Trasímaco. Y Trasímaco es un personaje que atrae profundamente a Strauss.

Había nacido en Calcedonia de Bitinia (Megara), en el Bósforo, el año 450 a. C; excelente retórico y orador, estaba interesado por la enseñanza de la ética y la política. Se conserva un fragmento de una intervención suya en la Asamblea Ateniense, en el que Trasímaco aconseja armonía entre los partidos, y evitar que sea el ansia de poder lo que legitime sus luchas partidistas. Su realismo le llevaba a afirmar que la justicia era el interés del más fuerte y que las leyes son dictadas por los que ejercen el poder para beneficiarse de ellas. Así pues, la justicia beneficia al gobierno establecido, esto es, al más fuerte y los Estados justifican sus abusos mediante las leyes. El realismo de Trasímaco le lleva a considerar como es la justicia, no como debería ser, por que para él el núcleo de la cuestión en la vida social es el dominio del fuerte sobre el débil. Platón pone en sus labios en “La República” estas frases: “La injusticia beneficia a su autor y la justicia perjudica”. (Platón, República, I, 343c ss.). “La injusticia beneficia a su autor y la justicia perjudica”. (Platón, República, I, 343c ss.). Trasímaco era un sofista, pero también practicaba el realismo político que luego recuperará Strauss.

Strauss opinaba que puede pensarse en términos de realismo político… pero es mucho más peligroso actuar en política provisto de esos criterios. Si la población llegara a compartir las opiniones de Trasímaco, por ejemplo, sobre la justicia, el orden social sería inviable. Los “filósofos” deben ocultar sus posiciones para no herir los sentimientos y el ego de las personas y para protegerse a ellos mismos y a la élite de gobierno de las posibles represalias. Entonces es cuando aparece la sombra Nietzsche sobre el pensamiento de Strauss.

No existe, para el “filósofo”, otro derecho natural que el de los superiores sobre los inferiores, los amos sobre los esclavos y los “filósofos” sobre la plebe. Son lo que Strauss llama “las enseñanzas tiránicas de los antiguos”. Manejando citas de Platón y textos clásicos, entre otros sobre la escuela pitagórica, concluye que los “antiguos estaban decididos a mantener estas enseñanzas tiránicas en secreto porque no era probable que el pueblo tolerara el hecho de que estaban destinados a la subordinación”. En efecto, podrían exteriorizar su resentimiento en forma de persecución y, para evitarlo, la mentira debía ser el chaleco antibalas de los “filósofos” y de la élite de los superiores, frente al vulgo.

A lo largo de su enseñanza, Strauss supo imbuir a sus discípulos dos nociones que se desprendían de todo esto: ellos eran la élite de la sociedad y, al mismo tiempo la minoría perseguida. No dudó en afirmar que “el disimulo y el engaño es la justicia peculiar de los sabios”. Para hacer digerible este concepto alude a la idea de “noble mentira” sostenido por Platón y que el ateniense utiliza con frecuencia: una historia cuyos detalles son ficticios, pero en cuyo núcleo existe una verdad profunda. Platón era perfectamente consciente de que los seres originarios no tenían forma de esfera, sin embargo así lo sostuvo en su diálogo El Banquete, a efectos de poder demostrar el origen de la atracción sexual. Los seres andróginos y esféricos era, pues, una “noble mentira”.

LOS TRES TIPOS HUMANOS SEGÚN STRAUSS

El tres es el número clave para Straus como lo fue también para Al-Farabi. Cada individuo en la sociedad puede ocupar, desde su perspectiva, tres estratos: “sabios”, “señores” o “gentiles” y “vulgo”. Shadia Drury, comentarista de Strauss, nos los define: “Los sabios son los amantes de la dura verdad desnuda y sin alteraciones. Son capaces de mirar al abismo sin temor y sin temblar. No reconocen ni Dios ni imperativos morales. Son devotos, por sobre todas las cosas, de la búsqueda por sí mismos de los “altos” placeres, que procura simplemente el asociarse con sus jóvenes iniciados. El segundo grupo, los gentiles, son amantes del honor y la gloria. Son los más cumplidores de las convenciones de su sociedad –es decir, las ilusiones de la cueva. Son verdaderos creyentes en Dios, en el honor y en los imperativos morales. Están listos y deseosos de acometer actos de gran heroísmo y autosacrificio sin previo aviso. Los del tercer tipo, la mayoría del vulgo, son amantes de la riqueza y el placer. Son egoístas, holgazanes e indolentes. Pueden inspirarse para elevarse por encima de su embrutecida existencia sólo por el temor a la muerte inminente o a la catástrofe”.

Strauss, siguiendo a Platón, creía que el ideal político supremo es el gobierno de los sabios, pero tal gobierno es imposible por que en las democracias formales es el “vulgo” quien decide. Así pues será necesario recurrir a la mentira y a la simulación para controlar y manipular al vulgo. Utilizando una cita ilocalizable de Jenofonte, alude a que “el gobierno encubierto de los sabios”, es facilitado por “la abrumadora estupidez” de los gentiles, los cuales “mientras más crédulos, simples y poco perceptivos sean, más fácil será para los sabios controlarlos y manipularlos”.

Es fácil comprender el drama de Strauss, extremadamente alejado de la modernidad y de sus valores. Para él, la justicia, el orden, la estabilidad, el respeto a la autoridad, carecen de sentido por que son precisamente estos valores en los que se reconoce el vulgo. En nuestra época, el vulgo ha tenido todo aquello a lo que aspiraba en otras épocas, pero, ni siquiera con esto han remediado su situación, todo lo contrario, de hecho, hoy están más reducidas que nunca a su papel miserable de bestias de carga. Los cuarenta años que pasó Strauss en EEUU no sirvieron para que aceptara los valores de la mentalidad de aquel país. En realidad, estaba convencido de que el proceso degenerativo de los tiempos modernos estaba más avanzado en EEUU que en cualquier otro lugar y que la vida, tal como previera Carl Schmidt se había trivializado.

La combinación entre democracia formal, economía liberal y trivialización de la vida, terminarían, según Schmidt y Strauss, destruyendo la política y convirtiendo la vida en un entretenimiento. En realidad, Schmidt y Strauss coinciden en percibir la política como un conflicto entre grupos enemigos dispuestos a competir y luchar hasta la muerte. El ser humano, para Strauss, lo es sólo en tanto está dispuesto a luchar, vencer, o morir. Y es entonces cuando llegamos a la noción de guerra, a su necesidad y a su ineluctabilidad. La guerra sustrae de las comodidades y de la modernidad y, finalmente, termina restaurando la condición humana.

LA GUERRA, NUESTRA MADRE

Desde la perspectiva straussiana, la paz es algo negativo y la guerra lo positivo, especialmente si se trata de una guerra perpetua de destrucción limitada. Es difícil adentrarse en este terreno por que pertenece al dominio de lo “esotérico” es decir, a aquello que solamente ha sido confiado a los “iniciados”, así pues hay que utilizar los análisis globales de Strauss y la función desempeñada por sus discípulos en el seno de la administración Bush.

La tradición histórica norteamericana se basa en la percepción de los EEUU como “Nación elegida por Dios”. Evidentemente, Strauss no puede asumir este planteamiento, en tanto que ateo impenitente. Sin embargo, es rigurosamente cierto que uno de los jefes de filas actuales de los straussianos, Harry Jaffa dijo que “EEUU es la Sión que alumbrará al mundo”…, lo cual dada la irreprimible tendencia de los straussianos a la mentira, no puede asegurarse si es una proclama sincera o simplemente otra “noble mentira”, o incluso sino encubre otra verdad más profunda.

Ahora bien, si es cierto que Strauss considera que en EEUU existe la mayor acumulación de élites que puede entender sus valores, la victoria de este país en la lucha por la hegemonía mundial, sería considerada por él, más como un fracaso que como un progreso, por que tendería a relajar a la opinión pública norteamericana y, por tanto, a aumentar el hedonismo y cualquier otro rasgo distintivo de la “plebe”. La extensión del mercado y de la democracia a todo el globo acarrearía una época de paz tan absolutamente idílica que el hombre quedaría “emasculado”. El “último hombre” nietzscheano terminaría por extinguirse y la trivialización de la vida que auguraba Schmidt se generalizaría. Por eso es bueno imbuir en la plebe –según Strauss- las ideas de patriotismo, honor y gloria y unir todo esto a los sentimientos religiosos que destilan los norteamericanos desde los orígenes. Así pues, es mejor que los EEUU no construyan una “pax americana” que, finalmente, terminaría arrastrándolos, sino que es mucho más adecuado implicarlos en una “guerra permanente”.

“EL CIERRE DE LA MENTE AMERICANA”

Allan David Bloom (1930-1992), hijo único de una familia modesta, tras sus estudios universitarios en Baltimore, se interesó por los problemas educativos. Se doctoró en sociología en la Universidad de Chicago (1955) y estudió y enseñó en París (1953-55) y Alemania (1957). Al volver a EEUU impartió cursos para adultos en la Universidad de Chicago, más tarde en la de Toronto y luego en la de Tel Aviv. Era un straussiano riguroso.

En el prefacio de su libro “A los gigantes y a los enanos”, colección de ensayos escritos entre 1960-90, indica que su educación "comenzó con Freud y terminó con Platón". Rrealizó este tránsito guiado por su interés en los temas de la educación. El descubrimiento de uno mismo era el elemento central de toda educación correcta. A partir de los años 70 empezó a relacionarse con Leo Strauss y sus iniciados que lo auparon hasta que la publicación de “The closing for the American Mind” consiguió mantenerse en la lista de los libros más vendidos durante diez semanas, aun a pesar de la aparente banalidad y la escasa sistematización de la obra.

En 1968, publicó su traducción y comentario sobre la República de Platón que él mismo consideró como la traducción más literal de esta obra, opinión que muchos especialistas cuestionan. En 1987 traduciría de nuevo “El Emilio” de Rousseau. Su obra “Historia de la Filosofía Política” fue corregida por Leo Strauss. Pero sería “The Closing of the American Mind” la que hizo de Bloom un millonario. El libro fue editado también en Japón.

Cuando supo que su muerte era inevitable a causa del SIDA, Bloom encargó a su amigo Saul Bellow, también de origen judío, colega suyo en la Universidad de Chicago y Premio Nóbel de Literatura que le escribiera una novela, más o menos, biográfica (Bellow había alcanzado fama como autor de "Herzog". En 1965 obtuvo el "Premio Internacional de Literatura" y el Premio Nóbel de Literatura en 1976). En esta novela, titulada “Ravelstein”, entre otros personajes, aparece Bloom con el nombre de “Ravelstein”, Strauss es “Davarr” (“palabra” en hebreo) y el propio Bellow es “Chickie” (“Pollito”).

La novela se inicia en el Hotel Crillon de París, en donde Bloom organiza una cena para dos docenas de personas escogidas. Al día siguiente, acompaña a Bellow a los lugares más caros de París. Entre otras lindezas compran una americana amarilla por 5000 dólares. Luego, en un café, Bloom derrama sobre la prenda una taza de café y ríe histéricamente, mientras Bellow intenta tranquilizarlo. Esta sarta de excentricidades sin orden ni concierto sirven para pasar revista a algunas ideas de anticipación: describe algo que se asemeja a Internet y un sucedáneo de teléfono móvil. Recordemos que estamos en 1992 cuando estos elementos tecnológicos eran absolutamente inusuales. Entre otras anécdotas, explica que Bloom recibió una llamada de Wolfowitz durante la guerra del Golfo. Éste le dijo a Bloom que las tropas americanas no avanzarían sobre Bagdad, el cual les animó a hacerlo. Los méritos literarios de esta obra son modestos, sin embargo, valdría la pena recordar que su intención era glosar la obra de Bloom y desvelar su relación con las altas esferas norteamericanas. Sin duda, algunos símbolos utilizados por Bellow seguramente requerirían un estudio profundizado de las obras de Bloom y examinarse mediante el recurso al simbolismo (es evidente que la chaqueta amarilla de Bloom alude al oro y que la mancha de café, implica el contraste con la muerte; en cuanto a la “risa incontrolada” remite al descubrimiento de la dualidad como motor del mundo).

Como buen straussiano, Bloom era misógino. En efecto, los straussianos siempre aludían en sus escritos a los “filósofos”, exhortaban a los estudiantes o “los muchachos”, “hombres jóvenes e inteligentes”, pero nunca a mujeres. De hecho, Bloom era homosexual y murió víctima del SIDA. Amante de la música clásica, odiaba el rock y la contracultura. Como todo el grupo –Kojève, Strauss, él mismo- eran intelectuales que habían buceado en el mundo clásico y en la filosofía griega para encontrar respuestas a las eternas preguntas planteadas por los pensadores de todos los tiempos. Todos ellos buscaban “relecturas”, “nuevas interpretaciones”, matices no advertidos antes en las traducciones previas, y buscaban un sentido oculto y velado en los textos de Platón. Al igual que los textos de Strauss, su lectura es difícil, da la sensación de que, hasta cierto punto trata temas intrascendentes y que lo hace recurriendo a argumentos de poco interés. Luego, uno se pregunta si entre el texto, aparentemente banal, que ha leído no se esconde alguna clave que lleve a algo más profundo.

A Bloom le preocupa la crisis de todos los valores desencadenada con la contracultura y la revolución de los años 60. En el terreno de la educación esta crisis se evidencia en la proliferación de los valores del relativismo moral y el liberalismo como estilo de comportamiento. Su tendencia a la crítica del modelo de enseñanza liberal puede ser compartido por cualquier conservador, sin embargo, en donde aparecen las ideas propias de Bloom que enlazan con las de Strauss es en su apreciación de la filosofía clásica y es aquí en donde, al igual que Strauss, tiene una interpretación personal que rompe con los intentos de aproximación anteriores a la filosofía de Platón y Aristóteles y que enlaza en todo con la visión de Strauss. Y esto lleva de nuevo a la clave interpretativa cuyos únicos poseedores son los straussianos, es el “secreto de la escuela” transmitido a los “iniciados”, esto es, a los estudiantes discípulos. Bloom como profesor universitario “inició” a muchos de ellos, los cuales, tras pasar a ser profesores universitarios, han graduado a otros muchos más.

ALEXANDRE KOJÈVE Y LAS RAÍCES DE LA POLITICA POSTMODERNA

Raymond Aron cuenta en sus memorias que el 29 de mayo de 1968 le llamó por teléfono Alexandre Kojève y le animó a que se interesase por lo que estaba sucediendo. Kojève le dijo que los disturbios le producían repugnancia, según cuenta Aron, por que “nadie mata a nadie”. Probablemente si Aron hubiera conocido a fondo la filosofía de Kojève, hubiera tenido esta respuesta presente sin necesidad de formular la pregunta.

Shadia Drury, autora del mejor estudio divulgativo sobre Strauss, abordó también de forma natural el pensamiento de este nuevo eslabón en la cadena del pensamiento neoconservador norteamericano. En efecto, su libro “Alexandre Kojève: The Roots of Post-Modern Politics” evidencia la correlación entre ambos filósofos. Strauss y sus discípulos apreciaban las obras de Kojève, a pesar de las discrepancias que ambos reconocían. El punto de partida de Kojève es la fenomenología de Hegel a partir de la cual realiza una digresión sobre el tema de la esclavización del “siervo” por su “amo”. Ese sería el primer acto “verdaderamente humano” en la medida en que “humanidad supone negar la naturaleza. Al arriesgar su propia vida sometiendo al esclavo, el amo repudia su propio temor a la muerte en aras del “reconocimiento” o “prestigio puro”, que según Kojève es algo puramente humano, no natural. De esta manera, el maestro deviene un verdadero ser humano por primera vez. El esclavo, en cambio, al someterse a la servidumbre por miedo a la muerte, deviene subhumano. Pero con el devenir del tiempo la antigua sociedad de amos esclavistas nobles es sustituida por una sociedad en que todos son esclavos: la sociedad cristiana. Y, por último, viene el “fin de la historia”, una “tiranía universal homogénea”, en la que todo el mundo “reconoce” a todos los demás como esclavos y amos a la vez”. Así resume Shadia Drury el inicio de la teorización de Kojève.

El hecho de que el inicio de la reflexión tenga que ver con la dominación y la sumisión encierra un trasfondo problemático innegable. Se diría que la reflexión inicial y que la que sigue son productos de una mente desviada y enferma, muy enferma, pero no por ello menos racional, casi de un psicópata paranoico obligado a justificar a la saciedad su deseo de hacer el mal. Por que, en el fondo, lo que sigue en la teoría de Kojève es la predicación de una “violencia purgativa”. Al hablar de los procesos revolucionarios francés (1789) y ruso (1916), lejos de lamentar los terrores inherentes a ambos, enfatiza el papel del terror como componente central del proceso revolucionario. Sin terror no hay revolución. En mayo del 68 lo que hubo fue el juego lúdico de los situacionistas que no fue más allá del cóctel molotov y el gesto agresivo. Paro Kojève si una revolución sólo gesticula es que no es revolución, sino una pantomima: “Sólo gracias al Terror –escribe- se realiza la idea de la síntesis final que satisface definitivamente al hombre”.

Y lo justifica. No basta con que el hombre renuncie a Dios en nombre del ateísmo para alcanzar un estado de libertad. No hay liberación sin lucha. La simple negación intelectual no basta. Si la síntesis final a realizar es la que surge del proceso histórico que culmina en amo-esclavo (la “tiranía universal homogénea”), de ahí que el producto de síntesis deba ser, necesariamente, trabajador y guerrero. Esto implica que deba introducir “al elemento muerte arriesgando su vida conciente de su mortalidad”, pero ¿cómo puede ser posible esto en un mundo sin amos en el que todos son esclavos? ¿cómo? Mediante el terror a lo Roberspierre, “vehículo perfecto para trascender la esclavitud” y, concluye Kojève: “Gracias al Terror [con mayúscula] se realiza la idea de la síntesis final, que satisface definitivamente al hombre”. Y Drury añade: “Stalin entendía la necesidad del terror y no tuvo miedo de cometer crímenes y atrocidades, de la magnitud que fuesen. A ojos de Kojève, esa era parte integral de su grandeza. Los crímenes de un Napoleón o Stalín, pensaba Kojève, eran absueltos por sus éxitos y logros”.

Georges Bataille era discípulo de Kojève. Drury lo sitúa en relación a éste: “A juicio de Bataille, la condición semimuerta de la vida moderna tiene origen en el triunfo incuestionable de Dios y sus prohibiciones, la razón y sus cálculos, la ciencia y su utilitarismo… La primera tarea a realizar es matar a Dios y sustituirlo con el Satanás vencido, puesto que Dios representa las prohibiciones de la civiización. Rechazar a Dios es rechazar la trascendencia y adoptar la “inmanencia”, lograda mediante la intoxicación, el erotismo, el sacrificio humano y la efusión poética. Sustituir a Dios con Satanás también significa sustituir la prohibición con la transgresión, el orden con el desorden y la razón con la locura”.

Kojève creía, como Strauss, que la reducción del ser humano a bestia esclava era paralelo a la trivialización de la vida. Ambos pensaban que en este proceso los EEUU estaban en vanguardia. La economía terminaría destruyendo la política, para ambos la política era el campo de batalla adecuado en el que grupos humanos hostiles luchaban hasta la muerte (en esto estaban influido por Carl Schmidt). El hombre para ambos, era hombres y tenía dignidad solo cuando aceptaba la muerte como regla del juego: por eso, solamente la guerra y el terror podían detener la decadencia de la modernidad caracterizada por el hedonismo absoluto, es decir por la animalización. La guerra puede restaurar la condición humana.

Tanto Kojève como Strauss eran absolutamente ateos y consideran que no hay fundamento racional para la moral que, en consecuencia, no tiene razón de ser. De ahí que los acontecimientos políticos no pueden medirse en términos de moralidad. No son, ni podrán ser jamás “buenos” o “malos”, sino al igual que los definió Nietzsche “grandes” o “pequeños”. En este sentido los straussianos de Washington practican “la gran política”, ajena a la moral y la “guerra permanente”, ajena al dolor de la “plebe”. Y luego pueden dormir por la noche…

El “hombre natural” está dominado por el hedonismo y la búsqueda de la comodidad. Es, por esto rechazable. Así que hay que movilizarlo en beneficio de un proyecto que solamente los “filósofos” conocen (aquí ya es Strauss quien habla) y que utiliza algunos resortes profundos del hombre: el nacionalismo (esto es, el arraigo a la tierra natal explicada por Konred Lorenz y el pensamiento etológico) y la religión (especialmente el mesianismo inherente en la cultura americana que comparte sinceramente, tanto la “plebe” como los “gentiles”). De ahí que el núcleo del pensamiento neoconservador norteamericano esté dominado por estas dos líneas: nacionalismo y mesianismo. Eso posibilita a la civilización americana para restaurar el régimen del Terror que Kojève considera inevitable.

ALGO HA CAMBIADO EN EEUU: LAS LIBERTADES

A partir de la influencia de los straussianos en la administración americana puede entenderse un fenómeno que se puso de manifiesto tras los ataques del 11-S: la regresión de las libertades en EEUU.

Con razón o sin ella, entre 1948 (Golpe de Praga e inicio de la Guerra Fría) y 1989 (Caída del Muro de Berlín y fin de la Guerra Fría), los EEUU aparecieron como el campeón mundial de las libertades, especialmente en Europa en donde más se sentía el peligro comunista con los tanques del Pacto de Varsovia a pocas horas de la frontera francesa. Pero todo esto ha cambiado y ahora ya no hay excusa posible para las intervenciones agresivas de Norteamérica en el exterior. Desde que terminaron los cuarenta años de Guerra Fría muchas cosas han cambiado en EEUU.

La clase dirigente norteamericana es hoy una plutocracia oligárquica que sirve a sus propios intereses. Es en el seno de esta clase en donde se sitúa la élite de “filósofos” straussianos.

La teoría de la guerra permanente puesta en práctica por los EEUU, ha demostrado que hoy, en 2004, éste país ya no lucha por las “libertades democráticas” en todo el mundo… sino por el control de las reservas mundiales de petróleo. Pero esta nueva situación genera un cambio en las relaciones de EEUU con el resto del mundo y la necesidad de otra política interior. A nivel internacional, los EEUU se han visto progresivamente aislados y desprovistos de aliados. Hoy deben afrontar la competencia de las potencias emergentes (Unión Europea, Rusia y China) y lo hacen con una mala situación interior (un déficit brutal sin precedentes en la historia). A nivel interior, deben procurar que la población –la “plebe” de los straussianos- pese lo menos posible en la vida política del país. Deben limitarse a votar: y lo pueden hacer, pero sometidos a un bombardeo constante de noticias e informaciones falsas. El control de la mayoría de grandes cadenas mediáticas por parte de grupos extranjeros ha hecho que muestren poco interés por intervenir en la política interior, a diferencia de lo que ocurrió durante la Guerra de Vietnam. Pero, para desgracia del stablishment la aparición de Internet ha permitido la circulación instantánea de informaciones de todo tipo, libre y sin control. De ahí que tras el 11-S, la administración Bush haya enfatizado el control de Internet y la censura del correo electrónico. Esto, unido a los sistemas de control de las comunicaciones a través de la Red Echelon, hace que la privacidad de las comunicaciones sea, en este momento, un espejismo.

La acción de los straussianos, su desprecio por la plebe, su insistencia en la “mentira noble” para justificar el dominio de los “filósofos” sobre los “débiles”, así como la tendencia del capitalismo norteamericano a intervenir directamente en política generando un gobierno plutocrático, ha tenido como consecuencia final el debilitamiento de la democracia norteamericana.

Llegados a este punto hay que cuestionar la Ley Doyle que establece la imposibilidad de guerra entre las democracias y la seguridad de una paz perpetua en cuanto la democracia triunfe en todo el mundo. Tal tesis fue aprovechada por el straussiano Francis Fukuyama para elaborar su teoría sobre “El Fin de la Historia y el último hombre”. Lo que olvidan Doyle y Fukuyama es que no existe sólo un tipo de democracia, sino una multiplicidad de formas democráticas muy diferenciadas (en 1914, las democráticas Inglaterra y Francia, declararon la guerra a Alemania que tenía un parlamento democráticamente elegido y, entre 1948 y 1989 la Guerra Fría fue una confrontación entre las “democracias occidentales” y las “democracias populares”) y que, en la actualidad, el problema que aqueja a los EEUU es una regresión que aleja de la democracia que hemos conocido y lleva a formas plutocráticas y oligárquicas.

EEUU ya ha iniciado el tránsito en esa dirección. En la actualidad es innegable que dicho proceso se ha acelerado desde el 11-S. Los straussianos insertados en la Administración Bush, fieles a su principio de la “mentira noble” necesaria, exageraron la amenaza terrorista del 11-S y la aprovecharon para cercenar las libertades públicas en el país y para acometer una serie de agresiones exteriores. Y todavía hace falta establecer qué ocurrió en realidad el 11-S y por qué la administración no hizo nada para evitar los atentados, aun cuando habían sido alertados de su preparación.

En tanto que el pensamiento straussiano es muy precavido con sus afirmaciones más conflictivas e insiste en la virtud del secreto y de la iniciación de maestro a discípulo, resulta difícil establecer donde termina la falta de escrúpulos y el maquiavelismo de sus representantes en la Administración. Es posible que vaya mucho más allá de lo que ha trascendido: de hecho, las iniciativas de los “filósofos” strausianos generan muertes… muertes del enemigo ficticio y en el propio bando. A partir de ahí, es posible intuir que la responsabilidad de los straussianos el 11-S va mucho más allá de haber permitido simplemente un “crimen noble” para justificar su irrupción en Afganistán e Irak y el inicio del “conflicto permanente” que impedirá una situación de paz mundial. Esta situación, según su análisis, terminaría haciendo triunfar el reino del “último hombre” del que hablara Nietzsche. Sólo el conflicto permanente, la apertura sin fin de los conflictos que se promueven, la lucha contra micropotencias (Afganistán, Irak, Irán, Siria, Corea, Cuba), harán posible que los “filósofos” gobiernen sobre la “plebe”, amparados en “mentiras nobles” y casus belli prefabricados.

Los actuales EEUU, a pesar de su debilidad económica, de su tendencia a oponerse militarmente a potencias de tercera o cuarta fila, de su voluntad imperial y del mesianismo inherente a su tradición histórica, son hoy un peligro para todo el mundo a causa de las teorías que inspiran a su clase dirigente neoconservadora y que le separan del campo de las democracias. Y eso es lo terrible: que a partir de ese momento, la Ley de Doyle ya no tiene vigencia. En esto ha desembocado los razonamientos de Leo Strauss y sus discípulos. Una vez más el sueño de la razón ha producido monstruos.


© Ernesto Milà – infoLrisis – infokrisis@yahoo.es

LA MASONERIA EN LOS ORIGENES DE LA REVOLUCION FRANCESA

LA MASONERIA EN LOS ORIGENES DE LA REVOLUCION FRANCESA Redacción.- La crisis de la sociedad francesa y de las estructuras feudales fueron las causas "objetivas" que favorecieron el estallido de la revolución de 1789 que liquidó al antiguo régimen; pero probablemente los acontecimientos no se hubieran desarrollado como lo hicieron de no haber sido por la existencia de una estructura organizativa coherente y relativamente unitaria que obró a modo de detonador siquiera intelectual de los acontecimientos. Nos referimos a la masonería. La masonería fue, desde nuestro punto de vista, la responsable intelectual de la Revolución Francesa...

Los sistemas sociopolíticos actuales derivan de los principios y las instituciones nacidas en el período revolucionario. Dilucidar el papel de la franc masonería y su responsabilidad en la preparación de este evento supone dar un paso en la comprensión de la historia contemporánea y entender el origen del mundo que nos rodea.

La tradición masónica explica que no todos los templarios franceses fueron prendidos, ni ajusticiados por los verdugos de Felipe el Hermoso. Unos lograron ganar las costas de Escocia e ingresar en las hermandades de constructores que allí operaban. Fue así siempre según la tradición como se incorporaron los temas templarios a la masonería operativa y como, transformada ésta en especulativa, siguió ostentando alegóricamente el recuerdo de los templarios.

En este contexto semilegendario tomó cuerpo el tema de "la venganza templaria": la masonería "templarizada" se forjaría como objetivo político el derrocamiento de la dinastía que había arruinado a la orden, propiciando un fin ejemplar para sus titulares.

FRANC MASONERIA CATOLICA

El contingente de exiliados que siguieron a Jacobo II estaba compuesto fundamentalmente por católicos que imprimieron en las logias rasgos de su confesión religiosa. Así por ejemplo la recién constituida "Gran Logia de Francia" decía en sus estatutovs: "La Orden está abierta solo a los cristianos. Es imposible aceptar a cualquiera que no pertenezca a la Iglesia de Cristo. Judíos, mahometanos y paganos son excluidos por incrédulos".

Puede entenderse así porqué personajes católicos de primera fila, que se situaron en el bando de la contra revolución en 1789, como Josep de Maistre, se sentían cómodos en los bancos de sus logias.

De Maistre, había sido iniciado en la Logia "Los tres morteros" de Chambery y ocupaba el cargo de Gran Orador, en su famosa "Memoria al Duque de Brunswick", explica cuál debe ser el papel de la masonería en el siglo: "el fin de la masonería es la ciencia del hombre", es decir, "la verdadera religión". De sus tres principales grados, el primero debe dedicarse a perseguir el "bienestar general", el segundo, la "unificación de las confesiones cristianas, la unidad del cuerpo místico de Cristo mediante el triunfo de la Iglesia Católica" y el tercero buscar "la revelación de la revelación", es decir, la iluminación a través de la metafísica. El conjunto de todo esto es lo que De Maistre llama "catolicismo trascendente".

De Maistre luego implacable crítico de la revolución francesa consideraba a las logias como un espacio de reflexión e iluminación, para católicos laicos, en donde se estudiaba y practicaba una metafísica inspirada en los textos bíblicos y siempre aceptando la disciplina de la Iglesia Romana.

Como se ve, a la largo del siglo XVIII, la masonería no tiene el aspecto de una sociedad conspirativa, sino de un club de pensamiento, en el que, a medida que pasa el tiempo, los no católicos hugonotes, protestantes, etc. van teniendo un peso y una influencia crecientes y dentro de la cual coexistían distintas sensibilidades políticas. Hasta ese momento, a ningún franc masón se le había ocurrido actuar como tal en política. Esto iba a cambiar en los años siguientes y para entender el origen de este cambio hay que tener en cuenta tres factores: 1) el ejemplo de la Orden de los Iluminados de Baviera, 2) el cambio cultural que se fue operando en la sociedad francesa a lo largo del siglo XVIII y 3) la relajación de la tensión metafísica en las logias debida al crecimiento desmesurado y desordenado de la masonería.

LA ORDEN DE LOS ILUMINADOS DE BAVIERA

La llamada "conspiración de los Iluminados de Baviera" es para algunos historiadores como el abate Barruel un "ensayo general con todo" de lo que luego sería la revolución francesa.

"Cada hombre es su rey, cada hombre es soberano de sí mismo" decía el juramento del grado 13º (el último) de la Orden de los Iluminados de Baviera y en ella se intuye ya la temática política de la que se apropiaría una parte de los francmasones franceses.

La vocación antimonárquica y más específicamente, antiabsolutista de los "iluminados" se complementa con el fin de común a la masonería promover la fraternidad humana. Adam Weishaupt, fundador e inspirador de la Orden, reconoce al respecto: "Y su finalidad [la de los Iluminados], en resumen ¿cuál es? ¡la felicidad de la raza humana! Cuando vemos cómo los mezquinos, que son poderosos y buenos, que son débiles, luchan etre si; cuando pensamos que inútil es querer luchar solo contra la fuerte corriente del vicio, nos viene al magín la más elemental idea: la de que todos debemos trabajar y luchar juntos, estrechamente unidos para que así la fuerza esté del lado de los buenos, que todos unidos ya no sean débiles".

Los grados de iniciación eran tres, divididos en sub grados: Grado de Iniciación (dividido en Preparatorio, Noviciado, Minerval e Iluminado Menor), Grado de Masonería (subgrados de Iluminado Mayor, Illuiminado Diligente), Grado de los Misterios (subragos de Sacerdote, Regente, Mago y Rey). El grado de Iluminado Menor marcaba la división entre "pequeños misterios, llamados aquí "Edificio Inferior" y "grandes misterios" que darían acceso a la construcción del "Edificio Superior", que en este caso supondrían el dominio de las capacidades del hombre y dominio sobre el mundo, respectivamente. Los "Iluminados de Baviera", cuando hablaban de "dominio del mundo", incluían también dominio político. Las "constituciones" (reglamento) de la orden especificaban que quien alcanzara el el grado de Sacerdote debía asumir los poderes del Estado. A esta organización en grados que se la llamó "de círculos concéntricos".

La ideología de los "iluminados" era una curiosa mezcla de ideas políticas, místicas y filosóficas, no exenta de contradicciones flagrantes: igualitarios en su objetivo final, pretendían llegar a él mediante una rígida estructura jerárquica, ateos impenitentes, divinizaban, en cambio, la naturaleza. Al Grado de Sacerdote debía revelarse el secreto del "amor universal", pero a él se llegaba a través de los patriotismos.

En 1785 un correo de los "iluminados" fue fulminado por un rayo cuando trasladaba importantes documentos sobre la organización y proyectos de la orden. La conspiración hurdida laboriosamente por Adam Weishaupt resultó así desvelada.

Weishaupt, masón de alto grado, se relacionó con distintos ambientes esotéricos y ocultistas en el último tercio del siglo XVIII. A través de la masonería contactó con Adolf von Knigge, su alma gemela, y juntos fundaron la "Orden der Illuminaten" en la noche de Walpurgis (30 de abril al 1 de mayo) de 1776. Su documento fundamental está inspirado en tres corrientes: el seudo rosacrucianismo, ya por entonces en pérdida de vigor en Alemania, las constituciones masónicas de Anderson, inspiradoras de la masonería moderna, y la regla de la Orden de los Jesuitas.

Los miembros de la Orden recibían un nombre místico, generalmente extraido de la antigüedad griega. Weishaupt era "Spartakus", Knigge, "Philon", el célebre poeta Goethe, "Abaria" y el filósofo Herder, "Damasus". En los pocos años en los que la Orden estuvo en actividad logró atraer a sus filas a buena parte de los alumnos de la Universidad de Ingolstadt, pero también encuadró a muchos nobles bávaros. Su afiliados no fueron más de 600.

Tras la prohibición de la Orden por el elector de Baviera, Wishaupt fue condenado a prisión. Huyó de la cárcel de Regensburg, muriendo en la más absoluta miseria en 1830. Tal es la historia de lo que se ha dado en llamar "la conspiración de los Iluminados", la cual, sostiene el Abate Barruel, inspiró el accionar de la masonería durante la revolución francesa.

Por primera vez, en la edad moderna, con los "Iluminados", una sociedad secreta se plantea directamente conquistar el poder político con un programa revolucionario, antimonárquico y nacionalista, que efectivamente prefigura los rasgos que luego encontraremos en la revolución francesa.

La conspiración de los "iluminados" fracasó, no solo por contingencias y casualidades humanas, sino también por que Alemania carecía en ese momento del sustrato cultural sobre el cual pudieron asentarse también los principios revolucionarios en Francia: la Ilustración, el Enciclopedismo...

INFLUENCIAS EXTRANJERAS EN LA REVOLUCION

¿Existe un hilo directo, más allá de las similitudes de método y las eventuales coincidencias de programa, entre los "Iluminados" y los acontecimientos revolucionarios? Hay que reconocer que son tenues, pero existentes, al fin y al cabo. Ciertas fuentes e incluso testimonios de protagonistas como Marat han insistido en la presencia de agitadores extranjeros que operaron a modo de instigadores en los principales sucesos revolucionarios: toma de la Bastilla, asalto al palacio de las Tullerías, etc. Marat identificó a prusianos entre los agitadores que dirigían al populacho en el episodio de la Bastilla; el emisario de Federico Guillermo II de Prusia, Veitel Efraïm, escribió a su monarca una famosa carta en la que decía: "El club de los jacobinos está completamente entregado a Prusia". Rabaut Saint Etienne, diputado de la Asamblea Constituyente, dimitió de su cargo por percibir que en los incidentes del Campo de Marte (1791) era notoria la presencia de "sediciosos venidos del extranjero".

En cuanto a la influencia específica del Iluminismo en Francia existen muy pocos datos, si bien son significativos. En el congreso Iluminista celebrado en Francfort en 1786 asistieron delegados alemanes, pero también franceses e ingleses. En este congreso se aprobó el programa de destrucción de las monarquías europeas y, sería aquí, donde la asamblea emitió una condena a muerte contra el rey de Francia. El introductor de la Orden en Francia, para Alan Stang, fue el conde de Mirabeau que reclutó en las logias masónicas a los que muchos de los que luego serían líderes revolucionarios (Saint Just, Desmoulins, Hebert, Danton, Marat, Chenier, entre ellos). Otro historiador norteamericano, Curtis B. Dall, ex yerno del presidente F.D. Roosevelt, masón, por su parte, afirma que la Orden de los Ilumninados reconstruida en la clandestinidad, tras ser prohibida en 1786 tuvo arte y parte en el proceso revolucionario. Ninguno de los dos aportan pruebas objetivas, pero si se hacen eco de comentarios que circulaban por las logias.

No son eco, sino experiencia directa, la vivida por los protagonistas revolucionarios, que, como hemos dicho percibieron la presencia de elementos "prusianos" entre los instigadores de los sucesos revolucionarios. El proceso a la fracción extremista de Hebert y los suyos es prólija en confesiones sobre las influencias extranjeras que llevaron al patíbulo a varios agentes, el banquero prusiano Koch, el español Guzmán, los austriacos Junius y Emmanuel Frey y varios más. Pero también las logias inglesas habían enviado a sus peones. El caballero de La Luzerne, embajador francés en Londres, acusó, en carta su gobierno, a Dantón y Paré de estar a sueldo del gobierno inglés. Otro autor, Bernard Fay, aporta el nombre de uno de los agentes ingleses que distribuyeron fondos entre los jacobinos, "Miles". Felipe de Orleans, iniciado en la Gran Logia Unida de Inglaterra y que llegaría luego a Maestre del Gran Oriente de Francia, habría sido para estas fuentes, otro de los agentes encargados de transmitir y ejecutar órdenes emanadas del gobierno inglés.

Estos datos inducen a pensar en una colaboración entre logias iluministas prusianas y la Gran Logia de Inglaterra, unida a los masones e iluministas franceses, en los sucesos revolucionarios. Ahora bien, los datos son escasos y fragmentarios, es preciso reconocerlo.

Pierre Gaxote, historiador francés da en el clavo cuando explica que "la miseria puede suscitar revuetlas, pero no es causa de revoluciones. Estas tienen causas más profundas". Y Jacques Bordiot abunda en esta línea: "Una revuelta puede ser expontánea, una revolución jamás lo es". Para que se produzca un proceso revolucionario es preciso que exista una situación en la que la población pida, exija, un cambio; pero otros dos fenómenos son necesarios, o de lo contrario, como máximo se producirían solo revueltas o motines. Estos dos fenómenos son: la existencia de un clima cultural entre la "intelligentsia" y la presencia de una organización revolucionaria.

EL CLIMA CULTURAL PRE REVOLUCIONARIO

El clima cultural que abre el paso a la revolución se va larvando a lo largo del siglo XVIII con la Ilustración y el Enciclopedismo.

Es útil recordar que el período revolucionario se inicia con la convocatoria de los representantes del clero, la nobleza y el pueblo llano, en los Estados Generales; los representantes del "Tercer Estado", del pueblo llano, eran 578, de los cuales 477 eran "iniciados" en las logias. Noventa representantes de la aristocracia lucían también mandiles en sus tenidas, así como un cierto número del clero. Este contingente se adhirió a la masonería, en parte, por oportunismo, pero también haciéndose eco del clima cultural favorable que impregnó a la sociedad civil francesa en el curso del siglo XVIII. Montesquieu y Fenelon fueron en buena medida sus inspiradores. Ambos estaban relacionados con la masonería.

Montesquieu había sido iniciado en la masonería durante su estancia en Londres. Cierta tradición masónica afirma que Montesquieu fue el primer masón francés. Fenelón, por su parte, tuvo a Ramsay uno de los artífices de la masonería moderna como secretario y luego como ejecutor testamentario. No consta que Fenelon participara en la masonería, pero su obra "Telémaco" está repleta de alegorías que inducen a pensar en que conocía bien la temática de las logias. Luis XIV lo miró siempre con desconfianza.

La masonería es, en esos tiempos, una "sociedad de pensamiento" que, dejando cada vez más atrás sus orígenes católicos, se resiente de dos influencias: la inglesa y la alemana. De la primera procede el racionalismo mecanicista y volteriano, mientras que la segunda se verá influenciada por el misticismo germánico y el martinismo.

No puede decirse que haya uniformidad ideológica en las logias, éstas se romperán en distintas obediencias y ritos. En el último período de maestrazgo de Louis de Borbón, la influencia política de la sociedad es notoria y esto provoca nuevas limitaciones a su actividad. Poco a poco, los masones católicos, al estilo de De Maistre, se van encontrando en minoría y anegados por el crecimiento espectacular de la filiación.

EN EL SENO DE LA TORMENTA

La primera logia había sido ya constituida en Francia en 1725, se trata de la Logia de Santo Tomás de París. En 1732 es reconocida por la Gran Logia de Inglaterra. Ya asociación se extiende rápidamente entre la nobleza. Uno de los amigos íntimos de Luis XV, el duque de Villeryo, fue uno de los primeros masones franceses. El mismo rey se interesó por la vida de las logias. Pero el hecho de que subsista en torno a la masonería una aureola de secretismo y que la moda de las logias proceda de la "pérfida Albión" en esos momentos, hacen que en 1737 la francmasonería sea prohibida. Seguirán reuniéndose en un hotel del barrio de la Bastilla y en 1738, el duque de Antin, asumirá el cargo de Gran Maestre; solo ocupará un año el cargo, sucediéndole el primo del rey, Louis de Borbon Condé que ostentará el cargo hasta 1771. Bajo su mandato las logias ganarán peso e influencia y se extenderán por toda Francia.

Al asumir el cargo de Gran Maestre el duque de Chartres, asistido por el duque de Montmorency en 1771, se produce una pugna en el interior de las logias que tiene motivos filosóficos el Gran Oriente, poco a poco, se va deslizando hacia posturas indiferentistas religiosas , pero también organizativos; durante unos años la masonería francesa estará dividida entre el Gran Oriente y el Oriente de Francia. Poco antes de la revolución existen en toda Francia 629 logias, de ellas 63 en el mismo París, adscritas al Gran Oriente, mientras que las logias del Oriente ascienden a 376 logias, cifras impresionantes. El número de francmasones en ese momento momento era superior a los 75.000 en Francia.

En el curso de la revolución las logias perdieron la fuerza que tenían anteriormente: habían sido dirigidas por nobles, buena parte de los cuales, o bien se exiliaron, o se limitaron a participar en las primeras fases de la revolución, siendo barridos, mas adelante, por los jacobinos. En cuanto a sus grados más bajos, ocupados generalmente por burgueses, la virulencia de los acontecimientos, les retrajo del trabajo en las logias. El mismo Gran Maestre del Gran Oriente de Francia, Felipe "Igualdad", en 1793, tras haber votado a favor de la ejecución de su primo Luis XVI, rechazaba la práctica del secreto en la masonería "no debe de haber ningún secreto ni misterio en una república", escribía dimitiendo de la sociedad. A partir de ese momento la masonería como tal desapareció del escenario revolucionario; Felipe "Igualdad" fue guillotinado el 1793, despues de que su espada ceremonial fuera rota en la Asamblea del Gran Oriente de Francia.

Es imposible demostrar documentalmente que la masonería francesa, inglesa o el iluminismo alemán emitieran alguna directiva concreta para iniciar, dirigir o encauzar los acontecimientos, lo cierto es que la casi totalidad de los líderes revolucionarios, fueron miembros de las logias.

LA APORTACION DE LAS LOGIAS A LA REVOLUCION

Las logias masónicas fueron en la Francia pre revolucionaria, la correa de transmisión de las nuevas ideas. Es innegable que su aportación fue fundamentalmente ideológica y simbólica, si bien no hay pruebas objetivas, de valor para la historiografía, de que organizativamente las logicas prepararan los sucesos revolucionarios.

La divisa masónica "Libertad, Igualdad, Fraternidad", fue incorporada al acervo revolucionario. Los colores de la bandera republicana azul, blanco y rojo , proceden de los tres tipos de logias, procede de la escarapela tricolor ideada por Lafayette, francmasón y carbonario. El gorro frigio, símbolo de la república, es igualmente un símbolo masónico. El mismo himno de la revolución, "La Marsellesa", compuesto por el también masón Leconte de l'Isle, fue cantada por primera vez en la Logia de los Caballeros Francos de Strasburgo. Y así mismo, todo el simbolismo griego que adoptan los revolucionarios, al igual que el deismo naturalista de que hacen gala, puede encontrarse sin dificultad en las leyendas y temas masónicos.

La masonería insistimos como organización parece haber sido desbordada como, por lo demás, cualquier otra institución francesa de la época por el discurrir revolucionario. Masones guillotinan a masones, rompiendo el juramento de fraternidad y ayuda mutua: Hebert es guillotinado con el beneplácito de Dantón, éste, a su vez, sube al patíbulo a instigación de Saint Just y Roberspierre instaurador del "culto al ser supremo" , cuyas cabezas rodarán al producirse la "reacción termidoriana" que dará origen al Directorio constituido por notorios masones como Fouché. Finalmente, Napoleón Bonaparte, según algunas versiones iniciado durante la campaña de Italia en la Logia Hermes de rito egipcio y según otros, mucho antes, cuando era teniente en Marsella, pone término a todo este caos, nombrado Primer Cónsul y luego proclamándose Emperador. Napoleón impondrá a su hermano José Bonaparte "Pepe Botella", un hombre mucho más serio y responsable de lo que este mote popular deja pensar como Gran Maestre de la Masonería francesa.

Los principios de la masonería triunfan más que la masonería en sí. Notorios masones protagonizan los sucesos revolucionarios, llevados por sus instintos y sus intereses, más que siguiendo un plan preestablecido y una planificación orgánica. Si existió una "conspiración masónica", el deber respecto a la verdad nos obliga a afirmar que no puede demostrarse.

© Ernesto Milà – infoKrisis – infokrisis@yahoo.es