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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

Zapatero ante la disyuntiva: las dos vías para el suicidio político

Infokrisis.- Hay algo absurdo en la reciente renovación ministerial operada por ZP especialmente si tenemos en cuenta las necesidades del momento presente. Es como para preocuparse si de todos los técnicos al alcance del Estado para resolver (o siquiera paliar) el destrozo económico social, ZP haya tenido que echar mano a una burócrata como Elena Salgado cuyos conocimientos en materia económica son tan escasos como los del propio presidente. Cambiar a Malena Alvárez por Pepinho Blanco es ir de Guatemala a Guatapeor.  Gabilondo es quizás lo menos malo de esta reforma, mucho mejor que la González-Sinde que supone un pago a los servicios prestados a pesar de que suponga perder el voto de todos los internautas y de cuantos se muestran contrario a la rapacidad de la SGAE. De Chávez nadie duda que hará todo lo que esté en su mano para trasladar el marasmo andaluz a todo el país y suscitará recelos de catalanes y vascos. Poco que decir sobre Trinidad Jiménez salvo lo gris e irrelevante de su persona. E igualmente poco puede decirse sobre varios de los que se quedan, empezando por Moratinos y terminando por Bibiana Aído y demás ministras de cuota.

El gobierno en sí es extremadamente mediocre, quizás el de perfil más bajo de toda la democracia que, contradictoriamente, llega en el momento en que más falta hace un gobierno de técnicos y expertos. Así pues, si algo ha generado este gobierno es escepticismo en que puedan resolver problema alguno y no contribuyan a crear más problemas. No puede decirse que haya sido una decepción, a la vista de que si Zapatero sabe hacer algo a conciencia es decepcionar. Lo que sí es cierto es que no ha generado ningún tipo de confianza.

¿Por qué este gobierno y por qué ahora?

Es curioso constatar los motivos de las destituciones de los ministro. La titular de Fomento estaba quemada desde hacía un lustro. Es la única ministra de la democracia que ha sido censurada en el parlamento. Molina estaba tan harto como Solbes y, cada vez que se sinceraba con algún periodista le explicaba que esto de la política no era como él creía y que prefería dejar la cartera. Bernat Soria resultó ser un bluf y no podía esperarse nada de él a partir del momento en que se supo que su curriculum estaba hinchado. En cuanto a Mercedes Cabrera, ha pasado casi completamente desapercibida por su departamento.

Ninguno de los ministros salientes tenía responsabilidades partidarias, no se movían bien en campañas electorales y no estaban en absoluto integrados en el aparato del PSOE, a diferencia de los Chávez, Blanco, Trini Jiménez, gente que ha hecho toda su carrera a la sombra de la sigla. La interpretación que se ha dado a este rasgo del nuevo gobierno es que ZP necesita “militantes” y “gente de confianza”. No es así. O al menos, no es solamente así.

El 7 de junio tendrán lugar las elecciones europeas. Los sondeos publicados en el primer día de ejercicio del nuevo gobierno empiezan a ponerse muy cuesta arriba para ZP: de celebrarse hoy las elecciones, el PP aventajaría en 4,5 al PSOE. Si esto es así, aun cuando el PP todavía experimenta los efectos de la “operación Gürtel”, hay que pensar que en las próximas semanas, a menos que ocurra un marasmo interior, el PP irá acentuando su ventaja.

Con un gobierno aislado y con una oposición en alza, agravándose de día en día la situación económica, el desplome del mercado laboral (ya se empieza a hablar de un 20% de parados a finales de 2010 y algunos llegan incluso a augurar un 30%), le bastaría solamente a ZP una derrota en junio y unas cifras superiores a 4.000.000 de parados en septiembre, la salida de la disolución de las cámaras y las elecciones anticipadas se impondrá como el recurso más saludable para este país.
Y todo induce a pensar que ZP contempla este escenario. De lo contrario no habría colocado a sus primeros espadas dentro del partido en los rangos ministeriales. Probablemente tampoco es por casualidad que el Gabilondo ministro sea hermanísimo del Gabilondo comunicador, y, desde luego, el riesgo de enajenarse a la juventud usuaria de P2P en Internet (ni un solo habitual de estos sistemas votará a ZP) que supone el nombramiento de González-Sinde solamente puede explicarse como una mano tendida al mundo del espectáculo que en la anterior campaña electoral tantos réditos reportó a la candidatura socialista.

Así pues, en nuestra opinión, este es un gabinete de “bajo perfil técnico” y “alto perfil militante” que muestra cada vez más materializado el fantasma de unas elecciones anticipadas. Pero el último dato que abunda en esa dirección es que el propio Zapatero se haya reservado la cartera de Deportes… No se trata, desde luego, de un ministerio “estratégico” y hubiera sido mucho más oportuno nombrar a un catalán, por ejemplo, que apoyara a la pobre Carme Chacón, desbordada, despistada y con síntomas crecientes de quemazón que precisa urgentemente la presencia de algún otro miembro del PSC. Pero ese ministerio garantiza el que ZP va a intentar identificar su imagen con la de los “triunfos” deportivos de España. Es tan evidente como burdo, que ZP precisa empezar su precampaña electoral… pero no para unas elecciones remotas, a tres años vista, sino para una próxima campaña que, en principio ya tiene perdida y de la que solamente se trata si perderá por la mínima o por goleada y si el PP coronará una mayoría absoluta que podría suponer incluso el derrumbe del PSOE, el paso de algunos de sus cuadros a las filas nacionalistas en Catalunya y a la integración de amplias franjas madrileñas en el partido de Rosa Díez.

Pero hay otra hipótesis con la que ZP se mueve.

Euzkadi como síntoma

Llama la atención la extraordinaria facilidad con la que se ha constituido una nueva mayoría en Euzkadi. Tras 30 años de gobierno, el PNV todavía tiene que digerir el haber pasado a la oposición y el que, a pesar de seguir siendo el partido mayoritario, ya no es partido de gobierno. Más de 50.000 paniaguados del PNV van a engrosar las listas del paro en un momento en que el reciclado laboral les va a ser muy difícil sino imposible.

Se ha atribuido la nula tensión en las negociaciones a una voluntad de poner fin al ciclo de gobierno nacionalista, perspectiva ante la cual todas las partes se han plegado. Seguramente hay algo de esto. Es evidente que ni PP, ni PSE han querido decepcionar a su electorado. Ambos podían haber formado ticket con el PNV, pero han preferido coaligarse contra el nacionalismo, a pesar de las consecuencias que esto tendrá en la gobernabilidad del Estado.

La exigua mayoría que el PSOE tiene en el parlamento se ha ido compensando hasta hace poco con pactos de gobierno con nacionalistas: pero con CiU las relaciones están rotas durante mucho tiempo a la vista de que por segunda vez, Artur Mas quedó apeado del gobierno por un nuevo tripartito con presencia socialista. El pacto PP-PSE ha terminado por arruinar la posibilidad de que el PNV apoye la ley de presupuestos para el próximo año en Madrid. Y en cuanto a ERC, los sondeos certifican su caída en picado e incluso parte de la militancia se muestra a favor de abandonar el tripartito catalán. Por otra parte, la impresión que se han llevado los nacionalistas sobre el nombramiento de Chávez como ministro de Administraciones Territoriales es muy negativa. Además existe otro problema: la situación económica es tan absolutamente catastrófica y la impericia del gobierno Zapatero tan evidente que cualquier partido político con mínimo instinto de supervivencia, huye de la compañía de un gobierno apestado.

Paradójicamente, Zapatero que durante cuatro años sentenció el aislamiento del PP, ahora, a su vez, se encuentra completamente aislado y sin margen de maniobra.
Es difícil que Patxi López tuviera plena autonomía para utilizar las siglas de la franquicia PSOE a su antojo y que en los cálculos que han llevado a los socialistas vascos a pactar con el PP no existiera algún tipo de aquiescencia por parte de ZP.

En esta óptica, ZP estaría trabajando en crear un “precedente” a la colaboración PP-PSOE. Si en los próximos meses el acuerdo en Euzkadi se mantiene sin problemas, será muy fácil insinuar que, a la vista de la gravedad de la crisis, es posible extenderla a todo el Estado. Sería la hipótesis de una “Gros Koalición”, una gran coalición que haría que se cumpliera el calendario electoral, sin elecciones anticipadas, y, en contrapartida, el PP recibiría algunas migajas (o no tan migajas) del poder.

En principio, desde el punto de vista político y a la vista de lo negro del horizonte, todo induce a pensar que una “gran coalición” sería mucho más razonable que un gobierno debilitado y sin programa, constantemente hostigado por una oposición crecida, pero sin programa ni propuestas para salir de la crisis.
Pero la hipótesis de una “gran coalición” PP-PSOE es como para echarse a temblar: ambos partidos actuarían como un rodillo y, en la práctica, darían lugar a un nuevo régimen de “partido único”. ZP alcanzaría su objetivo: concluir un segundo mandato y Rajoy el suyo: tocar poder de una vez por todas. Un gobierno de ese tipo impondría una reforma en el mercado laboral y no en el sentido de una mayor estabilidad en el empleo sino de imponer mayores sacrificios a la masa laboral y acentuar los efectos de la globalización en nuestro país. No sería, desde luego, el mejor de los gobierno, aunque sí sería el mas estable…

Ninguno de los dos escenarios es bueno

Si bien es cierto que sería difícil encontrar un gobierno más nefasto que el zapaterismo, no es menos cierto que existen serias dudas sobre lo que podría aportar el PP para solucionar la crisis económica. El PP –y su equipo económico- se han mostrado como unos buenos analistas de lo que se nos venía encima (sin olvidar que buena parte de los efectos más perniciosos que hoy se viven, tuvieron su origen en el período aznarista), pero de su programa en materia económica no sabemos nada. Sabemos que están a favor de la entrada de Turquía en la UE (como Zapatero). Sabemos que en las comunidades en las que gobiernan practican la misma política en materia de inmigración que el PSOE aplica en el Estado. Y, finalmente, sabemos que son diferentes, pero no excesivamente diferentes: acaso por eso un acuerdo entre ambos no nos extrañaría excesivamente.

No hay, a corto plazo un tercer escenario: o elecciones anticipadas entre invierno 2009 y la primavera del 2010, o gobierno de coalición en otoño. De lo que no hay la menor duda es que conviene empezar a hablar de Zapatero como de un quinquenio negro en nuestra vida como Nación, como un político amortizado y moribundo del que apenas quedará constancia en los libros de historia, pero sí en cambio en las antologías del disparate político.

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