Lucha armada y terrorismo en Iberoamérica (X) 1.4. Las guerrillas peronistas. Las Fuerzas Armadas Peronistas
Infokrisis.- A final de los años 60, distintos proyectos se ponen en marcha en la misma dirección: crear grupos armados partiendo del movimiento peronista. Las Fuerzas Armadas Peronistas serán la primera de estas formaciones, dirigidas por "Cacho" El-Kadri, un antiguo miembro de la dirección de la Tacuara. La historia de esta organización será breve y, en realidad, apenas hacía otra cosa que agrupar distintos grupos informales y sin relación entre sí que utilizaban una misma sigla. Cuando las FAP intentaron una experiencia guerrillera en Taco Ralo, las fuerzas de seguridad desarticularon de un plumazo la iniciativa.
1.4. Las guerrillas peronistas
Envar El Kadri, alias “Cacho”, era un antiguo Tacuara, devenido fundador de las Fuerzas Armadas Peronistas. Cuestan encontrar referencias a su pasado en Tacuara sobre El Kadri en las obras encomiásticas de la guerrilla. “Cacho” El Kadri, fue, dentro de la Tacuara uno de los más firmes puntales de su tendencia peronista. Las FAP no llegaron muy lejos en su aventura guerrillera. Su nombre apenas ha pasado a la historia por el intento frustrado de crear un foco guerrillero en Taco Ralo, desmantelado por la policía antes de que fuera operativo, y el asesinato del secretario general del sindicato de trabajadores mecánicos peronistas, Drik Kloosterman. En 1980, apenas quedaban dirigentes de las FAP vivos y en libertad, así que, en la práctica, el grupo dejó de existir en esas fechas. Como todos los grupos de este tipo, abundaron las escisiones, las fusiones con otros grupos y jamás hubo una asamblea de disolución, pero tras 1973, el grupo se eclipsó.
La historia de las FAP resumen el drama de todos los grupos terroristas: iniciativas apresuradas, optimistas, que se ponen en marcha sin valorar excesivamente sus fuerzas, siempre mesiánicas, siempre con una lógica propia, alejada de la lógica “normal”, en definitiva, castillos de naipes que se derrumban al primer choque con la realidad en forma de patrulla militar armada, sin olvidar, por supuesto, la existencia de agentes provocadores, dobles agentes, triples agentes y aventureros ambiguos de pocos escrúpulos y muchas ambiciones. Y, por encima de todo, ingenuidad de unos jóvenes que han dejado atrás la adolescencia, manipulables y dispuestos a ejercer de carne de cañón de las aventuras más insensatas por cuenta de los “armadores” más irresponsables. Eso fueron las FAP y eso serán los Montoneros. En Argentina se dice que los dirigentes Montoneros, “cagaron la vida” de una generación de jóvenes revolucionarios. Así fue, en efecto, pero las FAP fueron una especie de ensayo de lo que los Montoneros convertirían en una “locura nacional”. Esta es la historia de las FAP y de su papel histórico. Luego seguirá el resto: las Fuerzas Armadas Revolucionarias, los Montoneros, el Ejército Revolucionario del Pueblo y, finalmente, sus adversarios. Las FAP y el resto de siglas del terrorismo neo-peronista e izquierdista, son la crónica de algo más que un fracaso, son la crónica de una insensatez que, por sí misma, generó la más formidable represión que se haya visto en el último tercio del siglo XX.
1.4.1. Las Fuerzas Armadas Peronistas
Lo que empieza mal, termina mal. Las FAP empezaron con el fracaso del foco de Taco Ralo y terminan peor con una asesinato estúpido y absurdo –como todos, por lo demás-, el de Dirk Kloosterman. Entre ambos, median cinco años.
En 1996, “Cacho” El Kadri no se había despertado de su fantasía y explicaba la mentalidad absurda que inspiró el foco guerrillero de las FAP en Taco Ralo: “Nos organizamos, un grupo iba a preparar un campamento en la zona de Tucumán, previamente se instalaban en un lugar para aclimatarse y para prepararse físicamente, una vez que estuviera completado el adiestramiento, la capacitación y la preparación física pensábamos dirigirnos a la zona de El Cochuna, en los montes tucumanos, para iniciar esta presencia guerrillera y simultáneamente con eso en las ciudades iban a aparecer los destacamentos, que se iban a llamar Destacamentos Descamisados Eva Perón, para hacer acciones espectaculares, propaganda armada y con todo eso pensábamos que íbamos a movilizar y arrastrar a todo el peronismo y a toda la gente, lo cual de alguna manera fue así aunque no bajo nuestra dirección, sino que se dio en una forma más espontánea, más generalizada, con la aparición de otras organizaciones peronistas y no peronistas”.
1.4.1.1. Taco Ralo. Principio y casi fin
Era 1968 y 14 guerrilleros se instalaron en un campamento llamado “El Plumerillo”, en la zona de Tucumán, próximos a la localidad de Taco Ralo. Se preparaban para iniciar la guerrilla cuando la policía irrumpió en el campamento y detuvo a los catorce guerrilleros non-natos. Era el 19 de septiembre de 1968.
No se sabía nada de la existencia de las FAP, cuando se produjo la desarticulación de Taco Ralo. En noviembre de 1968, la propia organización emitió un primer comunicado en el que detallaba algunos extremos de la operación. Lo firmaba el “Descatamento Guerrillero 17 de Octubre de las FAP”, seguramente el único que existía. El relato de la desarticulación es completamente banal: “Lamentablemente, por una falla en las debidas medidas de seguridad, al regresar de una marcha iniciada a las 4hrs. Del 19 de setiembre, siendo aproximadamente las 5.30hrs., y encontrándonos completamente desarmados, fuimos sorprendidos sin poder oponer la mas mínima resistencia, por una fuerza de cien hombres al mando del Jefe de Investigaciones de la Policía de Tucumán que creía encontrarse en presencia de un grupo de contrabandistas”. Era mentira. Años después, El Kadri recordaba la presencia de Ciro Ahumada, un oficial del ejército, como el hombre encargado de suministrarles instrucción en la guerra de guerrillas. "En realidad trabajaba para los servicios. Fue uno de los responsables de lo que después ocurrió en Ezeiza", dice uno de los fundadores de las Fuerzas Armadas Peronistas. Así que la desarticulación no fue una casualidad, sino el trabajo paciente de infiltración de un agente de la inteligencia militar, en el que confiaban como “instructor”. El instructor, les delató. No sería la única ver en el caso argentino de un “núcleo guerrillero” inflado artificialmente por los servicios de inteligencia, para justificar matar moscas a cañonazos.
El episodio de Taco Ralo tiene lugar cuando el general Ongania se hace con el poder. Entonces algunos miembros de la Juventud Peronista entran en la clandestinidad. Entre el grupo se encontraba un antiguo miembro de los Uturuncos, quien les convence de irse a la montaña. Así terminan en Taco Ralo. Atracan algún banco y “requisan” vacas a los campesinos de la zona, a los que dan “vales”. Entre los 14 aspirantes a guerrillero hay una mujer, Amanda. A los pocos días deserta uno. Pero ellos siguen preparándose para la “guerra de guerrillas”, cavan pocos de tirador, roban mulas y entierran las armas. Un protagonista explica: “Ya estábamos aclimatándonos cuando nos agarraron...". Era el 19 de septiembre de 1968. Ese mismo día se moría John William Cooke.
Durante los dos años siguientes, reaparecerían las siglas FAP en varias ocasiones y siempre propagadas por “Cacho” El Kadri y sus amigotes.
1.4.1.2. “Cacho” El Kadri, un antiguo tacuara al frente de las FAP
"Cacho" El Kadri, había nacido en 1941 el 1º de mayo, fecha ideal para un sindicalero de tomo y lomo; tenía 14 años cuando la “Revolución Libertadora” expulsó a Perón del poder y, sus biógrafos pasan apresuradamente sus primeros años de militancia política, eludiendo recordar que fue un miembro activo de la Tacuara y limitándose a decir que “fue uno de los símbolos de la militancia popular desde antes de los 60”. Amigo íntimo de “Pepelu” Nell, el “jefe militar” de Tacuara, militó en la organización y fue uno de los artífices de su deslizamiento hacia el peronismo. Esos biógrafos tienen más razón cuando recuerdan que fue “uno de los primeros en llevar a cabo la lucha armada en nuestro país”.
Dentro de Tacuara propuso que la organización, no solo se aproximara sino que se integrara en la Juventud Peronista de la que fue uno de los fundadores. Concluida la experiencia de Tacuara, se encontró desfilando por las calles en la segunda mitad de los sesenta, cantando “Los muchachos peronistas” y el “Perón, Perón que grande sos”. En tanto que co-dirigente de un amplio movimiento de la juventud, quiso apoyar sobre él la experiencia armada de Taco Ralo, de la que él, en la práctica, fue el principal responsable.
“Cacho” El Kadri conoció la cárcel entre 1960 y 1963, más tarde 1968 a 1973, exiliándose a París en 1975, desde donde fue uno de los denunciantes de los excesos de la represión militar. En los ochenta volvió a Argentina, nunca renunció a sus ideales populares, nacionales y revolucionarios, a pesar de que al regreso se dedicó a regentar una discográfica, trabajar en la industria argentina del cine y vivir unos últimos años de tranquilidad. Algo se detuvo en su cerebro. Nunca pudo olvidar a tantos camaradas muertos quizás por que él se sentía en parte responsable de tanto desastre. Tras regresar a Argentina multiplicó sus conferencias y charlas sobre las experiencias armadas (terroristas) de los años 70. No era un teórico, evidentemente, dudamos de que hubiera estudiado a fondo la experiencia castraste y tenía una idea personal de lo que era el peronismo (cada militante peronista la tiene). Del Ché conocía las frases “estrella”, pero da la sensación de que no había estudiado sus escritos militares.
Unos años antes de morir, cuando le preguntaron qué le llevó a participar en la acción política, dio unas vagas respuestas aludiendo a la injusticia, al sentido de rebeldía, que si el peronismo no podría vencer en las urnas. En el curso de esa entrevista, pasa de refilón –él mismo- su experiencia en Tacuara. Cuando le preguntan: “¿Como evoluciona en ustedes la idea de la lucha armada?”, explica que simplemente que “es el método de la prueba y cada prueba que hacés vas fracasando entonces vas pasando a otro método”. Y entonces, El Kadri, como otros muchos, va perdiendo la fe, poco a poco, en la infalibilidad de Perón. Primero le decepcionan las conspiraciones cívico-militares para retornar al poder a Perón. Luego, percibe que los cálculos de Perón sobre su retorno, son erróneos. En 1964, Perón anuncia que ese año retornará. Llega de Madrid a Brasil y allí los generales brasileños le hacen retornar a Madrid. Tal como El Kadri y otros muchos habían intuido que ocurriría. Y si el retorno pacífico no es posible… solo queda la “vía armada”. Así que bajo el gobierno militar de Ongania deciden lanzarse a la lucha armada, sin tener claro si van a organizar una guerrilla rural o urbana, ni cuáles serán sus objetivos estratégicos. Primero piensan en la guerrilla rural. Se van a Taco Ralo. La mayoría son miembros de la Juventud Peronista. Quieren emular la experiencia de los Uturuncos, incluso eligen la misma zona de Tucumán como escenario. Los catorce primeros van a montar un campamento, aclimatarse y prepararse físicamente. La estrategia –si es que puede llamarse así- consistía en abrir un foco guerrillero en la montaña tucumana y luego abrir focos en las ciudades protagonizados por “Destacamentos Descamisados Eva Perón”. La consigna de la época era “realizar propaganda armada”, aun cuando no tuvieran excesivamente claro en qué consistía. Tenían la vaga sensación de que mediante acciones espectaculares podrían atraer al grueso del peronismo hacia sus posiciones. Lo cual no ocurrió.
Cuando las fuerzas de seguridad “levantan” el campamento y detienen a todos sus miembros. Fracaso sonado, “de esos que te dejan grogui”, decía “Cacho”. Perón, a través de su delegado en el interior, salió en defensa de los detenidos. El gobierno militar los trataba de “comunistas” y Perón sostenía que no lo eran. Eso atenuó el sabor amargo del fracaso y el rigor psicológico de la cárcel. Un año después, Perón les escribió a la prisión. Volvió a levantarles la moral como sólo él sabía hacerlo y a alimentar su fantasía de que eran parte de un movimiento irresistible que avanzaba. Y fue peor, porque, en la tranquilidad de la cárcel, leen las experiencias castristas y el “¿Revolución en la Revolución?” de Regis Debray (el hombre que traicionó al Ché después de facilitar los elementos teóricos para que una generación de neo-guerrilleros se masturbara mentalmente antes de hacerse matar).
1.4.1.3. Las posiciones ideológicas de las FAP
El 1973, cuando Héctor Cámpora se presenta a las elecciones libres con el slogan “Cámpora al gobierno, Perón al Poder”, El Kadri y sus camaradas están exultantes: creen que la “lucha armada” y el “ascenso de las luchas de masas” han creado las “condiciones objetivas para la revolución”. Santa candidez. Creían que los peronistas que seguían cantando el “Perón, Perón que grande sos”, apoyaban a las “organizaciones armadas” (cinco o seis en la época). Creían que “el pueblo estaba en armas” y que Perón retornaba para establecer el “socialismo nacional”, “expropiar a la oligarquía” y “hacer la revolución”. El Perón que retornó a Ezeiza en 1973, era un anciano que solamente tenía unas horas de lucidez al día, experimentado en el arte de mantener equilibrios entre todas las fracciones del “justicialismo”, pero al que le iba a costar seguir manteniendo ese régimen de equilibrios una vez en el poder. Pecado de ingenuidad. Pecado de juventud. Pecado de radicalismo. Pecado de ofuscación. Pecado de aventurerismo.
Estos pecados están presentes en el documento de las FAP de 1969 titulado “Por qué somos peronistas”. Se trata de un documento que llegó a España a través de los amigos que, en aquel momento seguían manteniendo relaciones con ex miembros de la Tacuara. Era una especie de manifiesto en el que se hacía la génesis de la situación argentina. El autor, realiza un “análisis de clase”, utilizando una jerga marxista clásica, que resulta paradójica con la parte final del manifiesto que da título al documento: “Por qué somos peronistas”. Y no queda muy claro.
Así se explica la génesis del peronismo: “El coronel Perón se pone a la cabeza del movimiento nacionalista -integrado por sectores de la burguesía nacional y del ejército- y de la clase trabajadora organizada con ese nuevo proletariado urbano, tomando como banderas la defensa de la naciente industria nacional, la lucha contra la penetración yankee y las reivindicaciones sociales de la clase trabajadora”. Para las FAP, dentro de un riguroso análisis marxista, el lugar del peronismo que sube al poder en 1945, es el de protagonizar la “revolución democrático burguesa”, que no “modifica en nada las estructuras de poder oligárquico”. Siguiendo el análisis de las FAP, consideran que la llegada de la crisis económica, fractura el frente peronista. Las FFAA son partidarias de la modernización de la estructuras, pero no de las políticas sociales; la “burguesía” aspira a mejorar beneficios “pactando con el imperialismo”; los “burócratas estancan el proceso”; los trabajadores están solos… Las FAP entienden que cuando “falta Evita”, el peronismo es controlado por “la burguesía”. El frente justicialista se rompe y, finalmente, la “Revolución Libertadora”, acaba con el gobierno Perón.
En los catorce años siguientes (de 1955 a 1969) la “base peronista” ve una sucesión trepidante de estrategias frustradas. El documento las menciona: “el golpismo, el electoralismo, la burocracia reformista o traidora en contacto muchas veces con jefes militares, el terrorismo y el sabotaje y solo condujeron a callejones sin salida”. Así pues, no queda más camino que situar al peronismo como uno de “los procesos de Liberación de marca Latina”. A eso le llaman “nuevo peronismo”, expresión de la “clase trabajadora”, en marcha hacia la “Revolución Social y Liberación Nacional”.
El problema era que Perón en esa época, a pesar de sus silencios, sus cartas de solidaridad y sus ambigüedades, no parecía muy decidido a impulsar la “lucha armada”. A estos, las FAP les dicen que el General inaugurara “el nuevo camino a través de la guerra revolucionaria”. Primera pirueta, algo que no estaba, evidentemente, en la intención de Perón. Pero había más errores de apreciación: “más allá de la forma, la apariencia, el pueblo no pide el retorno de un hombre sino de lo que él encarna o sea, la participación en la conducción del país”. Segunda pirueta: cuando Argentina clamaba por el retorno de Perón, lo que aspiraba es la llegada del mesías que solucionara sus problemas, no otra cosa. Y, para colmo, las FAP se creían obligadas a interpretar los designios de Perón: “Perón es un fenómeno no encuadrable en el sistema, porque la posibilidad de negociación entre Perón y el régimen no tiene existencia real, pues el significado de Perón en la Argentina son miles y miles de descamisados en la calle”. Era la tercera y definitiva pirueta. Perón estaba entrando en la tercera edad en esa época. Quizás los militares no iban a negociar con Perón, pero éste tampoco tenía voluntad ni posibilidad ya de dirigir una revolución digna de tal nombre, como máximo un cambio de gobierno.
Tras estos errores, venían las consideraciones “esotéricas” propias de la izquierda iberoamericana de la época. La referencia al Ché, cuya muerte reciente ejemplificaba la “vía guerrillera” (esto es, su fracaso, aun cuando este punto de vista no lo asumiera la izquierda aventurerista de la época), era inevitable y consta en el documento: “El CHE planteaba que no se puede ir demasiado lejos del Pueblo, ni confundirse totalmente con él, dejando de ser vanguardia”. Y ellos, las FAP, en tanto que “vanguardia” iban delante del propio Perón y de las reivindicaciones populares. Y fueron tan adelante que se quedaron solas.
El documento es de 1969, pero cuatro años después, las cosas no habían mejorado. En realidad, el siguiente manifiesto de las FAP, indica que se habían encerrado en sus razonamientos y piruetas empeñándose en interpretar lo que era el peronismo, sin atender a que Perón seguía vivo y tenía otra idea en la mente. En mayo de 1973 a los que permanecíamos atentos a la evolución del terrorismo en Iberoamérica, nos llegaba el documento “Las FAP se dirigen al pueblo”. Ya no era un ex Tacuara quien nos lo facilitó sino un miembro de esas remesas de argentinos que llegaron masivamente en aquella época a España contando inevitablemente la misma historia: “me detuvieron los mílicos y me picanearon”. Luego pedían algún favorcillo económico y desaparecían de tu vida, para recalar en Ibiza o hacer artesanía. El documento era un panfleto incendiario en el que la vanguardia seguía aspirando a ser vanguardia a despecho de cualquier otra consideración. En ese momento, Perón estaba a punto de llegar a Buenos Aires y Cámpora era presidente. Ahora les daba por hablar de Vietnam, de la libertad de los presos, a tronar contra los “burócratas sindicales”, la “oligarquía y el imperialismo”. Ya entonces denuncian a López Rega, Osinde, Calabró, Rucci y Cía, “los que hoy engañan y traicionan a nuestro Líder”. Algunos de estos morirán pronto, y otros que citan ya han sido asesinados. Las FAP parecen orgullosas de esta tarea. Si matan es por que quieren traer a Perón: “Las FAP dicen PERÓN AL PODER...”.”Al poder”, esto es, para llevar adelante las “aspiraciones revolucionaria del pueblo y de la clase obrera peronista”. “Al poder”, “sin la corte de adulones, traidores y alcahuetes", sin “sin los López Rega, Osinde y su clan, que, sirviendo a los planes de la C.I.A. pretenden heredarlo recurriendo no solo al aislamiento del Líder, sino planteándose hasta su eliminación”… “sin los Rucci [que sería asesinado poco después], Miguel, Calabró, Romero, Rodríguez y Cía.”. Rucci, por cierto, estaba en Puerta de Hierro en una de las ocasiones que Delle Chiaie se entrevistó con el General. También estaba, vigilante, Isabelita Martínez de Perón. Rucci le entregó un libro al general, pero la mala fortuna quiso que cayera al suelo y mostrara un sobre en su interior. Eran las notas que Rucci le entregaba clandestinamente, sin que Isabelita se enterase. Ésta montó el cólera. A veces, Perón no ocultaba solamente datos a las diversas fracciones del movimiento, sino también a su esposa.
El documento terminaba con los consiguientes gritos panfletarios: “Perón al poder: con los trabajadores y no con los traidores”, seguido de un programa incendiario que incluía la expropiación a la oligarquía, la socialización de los medios de producción, la participación popular en todas las decisiones de gobierno y la ruptura y ataque al imperialismo. No era un buen presagio.
1.4.1.4. Enseñar a Perón lo que era el peronismo
Había algunos católicos en las FAP, así pues, no fue raro que se tuviera conocimiento de esta organización a través de un reportaje publicado en el nº 25 de la revista “Cristianismo y Revolución” (septiembre de 1970). El reportaje es, en realidad, una entrevista compuesta por 12 preguntas. Da la sensación de que se trata de una auto entrevista y es muy posible que sea “Cacho” quien conteste desde la cárcel. A la pregunta de “¿Qué clase de retorno y qué clase de gobierno propugnan las FAP?”, tras una larga parrafada, responden “es evidente que la humanidad marcha hoy en lo económico hacia formas socialistas de producción”, seguido de un recurso habitual del “guevarismo”, la alusión al “hombre nuevo”, del que ni se sabe qué es, ni en qué consiste: “[aspiramos a] La liberación total, la creación del hombre nuevo que buscamos trasciende los marcos puramente económicos”. La entrevista dedica buena parte de su espacio a la defensa de la estrategia de “lucha armada”: “Nuestra estrategia se opone a la teoría de la insurrección popular como vía revolucionaria. Tampoco se inscribieron en una estrategia de lucha armada. (…) El nivel en que actualmente se desarrolla la ofensiva contrarrevolucionaria impone la lucha armada como una vía conducente al triunfo. Durante toda una primera etapa de la lucha de masas se seguirán dando en forma no coordinada con las acciones armadas de las organizaciones revolucionarias”. Con la “lucha armada” no buscan otra cosa más que “demostrar la viabilidad del método, por un lado, y la vulnerabilidad del régimen, por el otro”. Es, evidentemente, una fantasía porque lo que el resultado de la “lucha armada” ha demostrado es que el método es “inviable” e incluso “invulnerable”. Pero, cuando la fantasía se transforma en peligrosa es cuando se afirma que la “lucha armada” es la respuesta a la “represión policial”… cuando el razonamiento correcto es que hay “represión” por que existe “terrorismo” y no al revés. De lo peligroso a lo grotesco, cuando analizar el “fracaso de Taco Ralo”: “Taco Ralo se tiene que colocar dentro de la experiencia de la vanguardia latinoamericana (…) La derrota de Taco Ralo, no significa que en nuestro país se dé por fracasado el método de la guerrilla rural”. Y de lo grotesco a lo miope cuando se añade que “Las características especificas de la Argentina -grandes núcleos de concentración urbana, por un lado, y zonas geográficas y políticamente aptas para la lucha rural, por otro, determinan que la lucha armada se ha de verificar tanto en el terreno rural como en el urbano”. Castrismo mal digerido y escasa comprensión de lo que es la guerrilla urbana. Hablan de “descentralización de las acciones” cuando en realidad de lo que estaba ocurriendo en ese momento distintos grupos informales, sin relación entre sí, cometían atentados por su cuenta, frecuentemente contradictorios, firmándolos con la sigla FAP como podían hacerlo con cualquier otra. Esto es “expontaneismo”, no otra cosa, a pesar de que las FAP lo interpretaran que indicaba la existencia de grupos que “han comenzado a desarrollar autónomamente organizaciones armadas”.
En ese momento, las FAP proclamaban la necesaria integración de todos los grupos “armados” en un Frente de Liberación Nacional. Eran los tiempos de la guerra del Vietnam, así que, ese FLN debía de estar en contacto con otros grupos similares en toda “América Latina”, y es por ello que “La liberación total solo será producto de la derrota del imperialismo a nivel continental”. La experiencia demuestra que contra más minúsculo es un grupo y más extremista es, alberga proyectos cada vez más ambiciosos y, progresivamente más distanciados de la realidad. Las FAP en este sentido, era un paradigma. Las FAP organizadas fueron poco, apenas nada.
Lo que para la Tacuara fue el asalto al Policlínico Bancario, para las FAP fueron los 14 millones obtenidos en el asalto al Banco Alemán Trasatlántico. Fue una operación sin muertos y heridos. Tampoco se sabe mucho del destino de esta fortuna. Hasta 1968, la “lucha armada” en Argentina tiene tres nombres: la experiencia de los Uturuncos, el asalto al Policlínico por parte de la Tacuara y el episodio de Taco Ralo. Además, estaban influidos por la Revolución Cubana y la Revolución Argelina, habían hecho un todo inseparable entre la liberación nacional y la liberación social. La muerte del Ché en Bolivia les impulsó a "seguir su ejemplo. Había llegado la hora de la acción. Teníamos la teoría de las dos patas, la guerrilla urbana y la rural". El 29 de mayo de 1970 es secuestrado Pedro Eugenio Aramburu. No son las FAP, sino los Montoneros quienes ejecutan el crimen y, entre ellos, se encuentra algún antiguo Tacuara que luego se exilia en Madrid y al que conocimos bien.
Envar El Kadri, recordó aquella época como “extraordinaria”: "lo mejor de todo fue la capacidad de entrega de los compañeros. Era verdad aquello de dar la vida por Perón”. Y añadía frases nostálgicas sobre aquela época: "fueron, sin dudas, los mejores años de mi vida. Años de entrega, solidaridad, eran los sueños de traerlo a Perón, casi un concepto mágico”.
En 1971, un sector de las FAP, formado por Eduardo Moreno, Ernesto Villanueva, el sacerdote Soler y Alejandro Peyrou, se integra en los montoneros. La última vez que se tiene noticia de esta sigla es poco después de la llegada de Perón a Ezeiza. Dirk Kloosterman secretario general del sindicato de trabajadores mecánicos (SMATA-CGT), es ametrallado. Han sido las FAP. O Robespierre redivivo.
1.4.1.5. Conclusión: hacia el abismo
Las FAP supusieron un nuevo paso al frente en los intentos de constituir un movimiento guerrillero. El marxismo –o al menos, el método de análisis marxista- ya había penetrado ampliamente en relación a anteriores intentos protagonizados por los Uturuncos o las Tacuaras. Las FAP son mucho más tributarias de las experiencias castristas que los grupos anteriores, pero su nivel teórico es todavía primitivo, casi una caricatura que contiene algunos elementos nacionalistas presentes en Tacuara y adherencias propias de la extrema-derecha de los que todavía no han sabido o podido desprenderse.
Como todos los grupos posteriores de la izquierda peronista, harán un “análisis de clase” del justicialismo, desconsiderando lo que el propio Perón –el depositario de la franquicia “peronista”- tenía en mente. Una simple huelga la tomaban como un “ascenso en las luchas obreras”, una “toma de conciencia revolucionaria de la clase obrera”, y eso les inducía a pensar –o a obstinarse en creer de la manera más subjetiva- que las condiciones estaban maduras para una guerra de guerrillas. Les era imposible pensar en que bastaba con una gestión justa y rigurosa del poder para alcanzar algunos niveles de justicia social y de bienestar para los trabajadores; querían el “todo o nada”. Para ellos, nada era la democracia de partidos con elecciones cada cuatro años; todo era la revolución socialista con la distribución de la riqueza, la expropiación de la oligarquía y el soporte a las luchas revolucionarias de liberación nacional (más o menos) que se llevaban en las antípodas.
Les era imposible pensar que Perón estaba en otras posiciones. Simplemente, ni se lo planteaban. El propietario de la franquicia, en los últimos años de su vida, quería regresar a Argentina y encabezar un gobierno democrático. Poco más. La experiencia allendista había demostrado a donde llevaban los excesos de izquierda en plena guerra fría. Y, para colmo, Allende se había dejado desbordar por los activistas vociferantes de extrema-izquierda, los mimos que en Argentina clamaban la expropiación de la oligarquía y demás lindezas. Cuando en 1972, Stefano delle Chiaie y el comandante Junio Valerio Borghese, se entrevistan con Perón –oígase bien en 1972, no en 1948 ni en 1953- éste se compromete a albergar a los exiliados políticos de la extrema-derecha europea y otros compromisos que luego, la precaria salud del general y la situación de caos en el que se desarrollaron sus últimos meses, no pudieron cumplirse. El Perón que regresa a Argentina, no es el Perón de los Montoneros, ni el que querían ver las FAP. Es otra cosa, mucho más moderada y ecléctica y, por tanto, más política. Esto es, menos vociferante y arrebatadamente revolucionaria.
Por lo demás, no había “ascenso en las luchas de masas”, no había “nuevos apoyos a la lucha armada”, no había “toma de conciencia de las masas”. Todo era una fabulación, mero subjetivismo, un falso análisis. En realidad, lo que tenía una presencia muy real eran los servicios de inteligencia que en esos momentos ya estaban infiltrados en los movimientos revolucionarios tal como demuestra la facilidad con la que, de un plumazo, el incipiente núcleo guerrillero de Taco Ralo es desarticulado… por la propia persona que debía ser su instructor. Da la sensación de que las fuerzas de seguridad del Estado habían aprendido la lección de Tacuara: un movimiento radical deja de ser un juego de niños cuando algunos de ellos toman una pistola ametralladora, matan a dos personas, hieren a otras dos y se llevan 100.000 dólares. Y aprendieron a intuir dónde estaban los grupos conflictivos y adelantarse un paso a ellos. En los años siguientes, esta tendencia se hará cada vez más evidente: las fuerzas de seguridad, siempre fueron un paso por delante de los terroristas. Siempre. Que se dejara a los terroristas actuar, para luego justificar medidas represivas, o bien que algunas células temporalmente escaparan a todo control, dio la sensación de riesgo. No existía. Todo estaba controlado. Atado y bien atado. Alguien jugó con la falta de mesura, con las ideas extremistas y con los criterios políticos inmaduros de una generación de revolucionarios. Mejor: ese “alguien” no fue uno, fueron muchos. Fueron los servicios secretos castristas empeñados en exportar guerrillas inviables y revoluciones imposibles, comisionados por el KGB que nunca olvidó que en la “Guerra Fría” se trataba de debilitar al adversario, fuera quien fuera y estuviera donde estuviera. Fue la CIA que aplicaba la doctrina de la seguridad nacional, con fidelidad perruna. Fueron los servicios secretos locales de cada país, que utilizaban el terrorismo, real o ficticio, para lograr reajustes en política interior que beneficiaran a determinados sectores. Fueron también aventureros sin escrúpulos o de pocos escrúpulos, aventureros que empezaron siendo militantes políticos nietzscheanos –al estilo de “Joe” Bóxer- y terminaron siendo agentes dobles, triples o, simplemente, perdidos en una loca aventura de la que, a fin de cuentas, solamente les interesaba salir indemenes.
Este caldo de cultivo alcanza su exasperación con los montoneros, pero ya resultaba previsible con las FAP que no fueron nada más que una sigla común utilizada por grupos sin ninguna vinculación orgánica y que, en gran medida fueron luego integrándose en los “montos”.
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