Siniestralidad vial: cuando el gobierno evita afrontar los problemas
Infokrisis.- Ha llamado la atención que éste último fin de semana, el número de muertos en carretera haya aumentado hasta la espectacular cifra de 29 víctimas mortales. Esto ocurre en el mismo momento en el que la Dirección General de Tráfico lanza una nueva campaña por la seguridad vial... ¿quién se está equivocando? ¿cuál es la situación y el foco real del conflicto? En un frente tan secundario como el del tráfico, también aquí el gobierno ZP está evidenciando su mediocridad insultante.
EL GOBIERNO Y SU MALA ETIOLOGIA DEL PROBLEMA
Cuando no se sabe diagnosticar un problema, es imposible solucionarlo, a pesar de que se vayan escupiendo decretos-leyes, leyes más duras contra las infracciones y medidas para paliarlo. Y en la cuestión del tráfico, el gobierno ni tiene valor para asumir la realidad, considera que hablar claro supone un coste electoral demasiado alto y, finalmente, ha optado por la política del avestruz: mirar a otro lado en lugar de coger al toro por los cuernos.
Los accidentes de tráfico han aumentado espectacularmente en los últimos seis años. Así pues, algo ha ocurrido en estos años, que no se había dado anteriormente. Es inevitable que cuando el parque móvil de un país es muy alto, se produzcan accidentes, es menos de recibo que estos accidentes sean necesariamente mortales y es evidente que nunca desaparecerán del todo, pero sí pueden minimizarse. Pero hay una serie de elementos que no dependen de la legislación sobre tráfico, ni de las normas de seguridad, sino de otros factores:
- El estado de las carreteras: en nuestro país existen carreteras mal trazadas y peor conservadas. En ocasiones, las autovías o las carreteras secundarias nos “obsequian” con curvas inesperadas y cerradas. Es fácil pensar que en el momento de trazar la carretera se ha evitado tocar la propiedad de algún cacique local y se ha preferido optar por un quiebro incompatible con la seguridad. Para colmo, suele ocurrir que en determinadas carreteras el mantenimiento sea perfecto hasta determinado kilómetro, mientras uno se mantiene en la misma comunidad autónoma, para, bruscamente, entrar en otra comunidad y encontrarse con esa misma carretera completamente abandonada y repleta de baches, sin indicativos, etc. La España menguante de las autonomías ha facilitado este tipo de conflictos.
- El cambio de hábitos entre la juventud: la mayor parte de muertes de este pasado fin de semana han sido entre jóvenes, casi todos ellos borrachos o drogados. Era inevitable que se matasen y que matasen a otros. El gobierno del PSOE, que considera que una parte de sus votos procede de jóvenes habituales al botellón y a las discotecas abiertas de sol a sol, evita lo que parece la solución más lógica: controles a la salida de esas discotecas, medidas drásticas y sin contemplaciones en locales donde se vende droga, actuación sin contemplaciones contra los botellones, consideración de la posesión de cualquier tipo de drogas como delictivo, y cierre de todos los “after hours” sin excepción.
- La llegada masiva de inmigrantes: bruscamente han aparecido en nuestro país cinco millones de inmigrantes procedentes de países en los que más que examinarse para obtener el permiso de conducir, éste se compra. El gobierno no ha tomado absolutamente ninguna medida para homologar estos carnés; en realidad, lo que debería hacerse es examinar de nuevo a todos los conductores de países no europeos que pretendieran conducir en el nuestro. En lugar de eso, se ha hecho todo lo contrario: facilitar la “integración” de estos conductores. En el Magreb el carnet se compra y, por lo demás, los hábitos de conducción son extremadamente diferentes a los estándares europeos. En los países andinos ocurre otro tanto, agravada la situación por el alcoholismo galopante y hasta el delirium en el que suele caerse en esas latitudes.
Estos tres elementos son nuevos. No existían hace diez años. Pues bien, ni una sola medida de la DGT ha tendido a reconocer estos problemas y ni una sola medida gubernamental se ha decretado para paliar ninguno de ellos.
EL EFECTO LLAMADA TAMBIÉN EN TRÁFICO
El gobierno ha hecho algo peor, mucho peor: dictar normas draconianas de tráfico, sin posibilidad de aplicarlas. Así, por ejemplo, se enfatiza sobre todo en la utilización del cinturón de seguridad y la observancia de los límites de velocidad. Pero el gobierno se engaña: la inmensa mayoría de conductores utiliza el cinturón, de la misma manera que la inmensa mayoría de motociclistas utilizamos el casco; y en cuanto a la velocidad, cabe decir que un conductor en plenas facultades y con el cerebro despierto, manejando una buena máquina, es absolutamente inofensivo para el tráfico, a diferencia de un conductor con el cerebro atiborrado de hachís, alcohol y sueño, que es peligroso aunque lleve un automóvil eléctrico. La velocidad solamente es peligrosa cuando se da en zonas urbanas o cuando se trata de carreras ilegales.
Hace menos de un mes se detectó la presencia de conductores italianos e ingleses, llegados a nuestro país para organizar una carrera ilegal. Se trataba de coches de alta cilindrada y sofisticadas marcas, conducidos por hijos de papá sin problemas económicos, dados al desmadre y a la fiesta. El ayuntamiento de Barcelona se “atrevió” a escoltarlos por la ciudad, para evitar que corrieran a una velocidad más alta de lo permitido –unos días antes en Marbella, en una carrera similar habían muerto dos personas en el centro de la ciudad- para luego dejarlos en completa libertad para que por la autopista alcanzaran los 220 km/horas.
La Guardia Civil afirmaba que no servía de nada parar a estos conductores y multarlos porque, al ser extranjeros, la amenaza de quitarles puntos del carné no servía de nada, y en cuanto a las multas de tráfico, simplemente las abonaban al contado. Todo esto resulta sorprendente: la ausencia de contundencia y la debilidad gubernamental ha llegado incluso a oídos de los participantes de estas carreras ilegales, que han elegido España como destino. En Francia o Inglaterra, simplemente, irían a la cárcel, pero en España todo se resuelve con una multa más o menos abultada. Pagarla es un aliciente más de la carrera… Incluso en este terreno, el gobierno se las ha arreglado para organizar un formidable “efecto llamada”.
De ahí que hayan proliferado carreras ilegales en los lugares más inverosímiles y, habitualmente, protagonizadas por jóvenes “colocados” a la busca de un premio abultado y de una emoción fuerte. Frecuentemente, los lugares de estas carreras están muy cerca de polígonos donde se encuentran cerca las discotecas, lugares francos para el tráfico de drogas y el atontamiento generalizado de los sentidos, mediante la doble pinza de música sincopada y cocaína.
CARNET POR PUNTOS, SOLO CONTRA LOS BUENOS CONDUCTORES
Durante unos meses, el gran logro de este gobierno en material vial ha sido el carnet por puntos. Ciertamente, en los primeros meses de aplicación de la norma, ha descendido un 10% el número de accidentes. Siempre es positivo que disminuyan los accidentes en lugar de que aumenten… ahora bien, pasados esos primeros meses, se han recuperado las cifras “normales” de accidentes. Y es previsible que, en los próximos meses, esas cifras vuelvan a aumentar por encima de las que se daban antes de la aplicación del carnet por puntos. ¿Por qué? Simplemente porque las tres causas más importantes que antes hemos individualizado como desencadenantes de los accidentes, lejos de disminuir, van aumentando: la toxicomanía y el alcoholismo entre los jóvenes, el número de inmigrantes, además de que la red de carreteras y su estado siguen siendo deficientes.
¿Y, entonces, por qué ha disminuido la siniestralidad un 10% durante un breve tiempo? Es fácil interpretarlo: simplemente porque lo que se ha reducido son los accidentes de tráfico en los que participaban conductores conscientes y responsables: la normativa del gobierno ha logrado que este tipo de conductores acentuara sus medidas de seguridad, pero no ha servido para nada de cara a los conductores irresponsables que siguen siendo igualmente irresponsables.
Así pues, tenemos una normativa que, una vez más, castiga a los conductores normales, y permanece de espaldas a la verdadera conflictividad y a los verdaderos riesgos para la circulación. ¿Es aceptable que se resten puntos por un simple aparcamiento en zona no permitida o por haberse saltado fortuitamente una señal de tráfico? ¿Puede aceptarse que los conductores que suponen un verdadero peligro, que realizan carreras, que salen literalmente atontados de discotecas, que regresan de un botellón o que simplemente ni siquiera conocen el castellano lo suficiente como para entender las indicaciones del tráfico y provistos de un carnet de conducir comprado a bajo coste, se les vayan restando paulatinamente puntos con el riesgo de que se maten o que maten a otros antes de perderlos todos?
EL DESIGUAL PAPEL DE LAS DISTINTAS POLICIAS
Los buenos conductores no tienen miedo a encontrar una pareja de la Guardia Civil. En general, la GC tiende solamente a sancionar situaciones verdaderamente peligrosas, pero se limitan a un tirón de orejas ante infracciones leves. Lamentablemente, cada vez se ven menos parejas de la GC en carretera. En su voracidad, las comunidades autónomas han exigido competencias en materia de tráfico, colocando en las carreteras a sus propias policías autonómicas, sin experiencia en este terreno: para ellos, si pasarse 10 km/hora de la velocidad máxima está castigado por la ley, tanto como participar en una carrera, ellos no se limitan al tirón de orejas, sino que hacen caer todo el peso de la ley sobre el malhadado infractor. Lamentablemente, tanta escrupulosidad va dirigida especialmente contra los conductores sensatos, no contra los desmadrados. Apenas encontraréis Mossos d’Esquadra en zonas de after hours.
Por otra parte, si esto atañe a las inexpertas policías autonómicas, en lo que se refiere a las políticas municipales en materia de tráfico, su única práctica consiste en aplicar una voracidad recaudadora también en esta materia. La extensión de las zonas azules en las grandes ciudades y en pequeños pueblos resulta intolerable. Ya pagamos anualmente un impuesto de circulación, como para que nos venga aplicado un segundo impuesto gravando la misma actividad. Pero los ayuntamientos solamente están interesados en manejar cada vez más dinero, mucho más que en mejorar la situación del tráfico.
LAS CAMPAÑAS DRAMÁTICAS POR LA SEGURIDAD VIAL: CINE GORE
La última campaña de la DGT a favor de la seguridad vial tiende nuevamente a sembrar el miedo entre los conductores: haga usted esto y le pasará lo otro. La publicidad de la DGT en los últimos años parece propia de una productora de cine gore. El receptor de estos mensajes es, nuevamente, el buen conductor, el ciudadano medio que no tiene intención de infringir normas, maneja buenas prácticas de conducción, es responsable y tiene un automóvil en condiciones.
Pero nada de todo esto sirve para el conductor irresponsable, desmadrado, atiborrado de drogas y de alcohol y somnoliento por horas de bakalao, o para el inmigrante andino que, a partir del medio del viernes, ya empieza a “tomar”, pudiendo ocurrir el accidente en cualquier momento. Y, por lo demás, entre los organizadores de carreras ilegales, estos mensajes tan sólo suponen un aliciente para aumentar las apuestas y las emociones fuertes.
Definitivamente, nada de todo esto va a solucionar el tráfico. Salir a la carretera, especialmente en fin de semana y por las noches, es una experiencia cada vez más arriesgada. Y así seguirá por muchas normas nuevas y decretos-ley que fije el gobierno. A un gobierno débil corresponden medidas “soft” que golpean a los sectores menos predispuestos a infringir la norma y no tienen la dureza suficiente como para disuadir a quienes están alejados de la normalidad y sí están predispuestos para la infracción.
Por otra parte, el enderezamiento de la situación vial está interrelacionado con otra serie de medidas y de normas, que tienen todas como denominador común la dureza dirigida, no hacia el conjunto de la sociedad, sino exclusivamente hacia los sectores que más participación tienen en la siniestralidad vial.
Y eso es precisamente algo para lo que el gobierno ZP carece de redaños. Porque, en el fondo, gobernar es pensar con la cabeza y con los testículos. Y aquí, en toda esta historia, da la sensación de que hay mucho capado.
© Ernesto Milà – Infokrisis – Infokrisis@yahoo.es
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