Blogia
INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

"La derecha radical y Europa". Respuesta a revista Sistemas (I de III)

"La derecha radical y Europa". Respuesta a revista Sistemas (I de III)

 

Infokrisis.- En el número 193 de la Revista Sistemas hemos podido leer el artículo de Miguel A. Simón titulado "Europeismo en la Derecha Radical". Dado que, en nuestra opinión, dicho texto adolece de errores metodológicos, abordamos una respuesta global a dicho texto que iremos desarrollando a lo largo de tres entregas. En esta primera criticamos algunos elementos metodológicos empleados en la elaboración de dicho artículo. Cabe decir, que, mientras que la Resista Sistemas gusta aureolarse de un halo de seriedad y suficiencia... en nuestro caso, apelados frecuentemente al desenfado, pero también a algo que tiene mucho más valor que el frío estudio de unos pocos datos: el conocimiento directo del tema.

Introducción

1. A simple vista, a medida que se van desgranando las páginas de dicho artículo se percibe una peligrosa amalgama entre grupúsculos, partidos con vocación y representación parlamentaria, iniciativas culturales e individuos aislados. El batiburrillo es todavía más exasperante cuando se conoce la importancia real de algunos de estos grupos, la existencia de algunos de los cuales ni siquiera trascendieron a la propia “derecha radical”. Se ve que eran tan clandestinos que no los conocían ni sus propios camaradas…

2. Leyendo más detenidamente el artículo se percibe un segundo problema: el texto intenta abordar 60 años de historia de la “derecha radical”. Piénsese lo que ese mismo período supone para la “izquierda radical” (por aquello de las simetrías) y se verá la imposibilidad de abordar la materia en un tiempo tan diferenciado: la derecha radical de 1990 no es la misma que la de 2006, de la misma forma que la de 1968 era sensiblemente diferente a la de los años ochenta, o la de la inmediata postguerra europea no se parecía en nada a la que vio la luz en 1968. Para este artículo parece no regir el refranero español: quien mucho abarca, poco aprieta.

3. En tercer lugar se percibe una limitación de fuentes. Son pocas y demasiado reiterativas. De haber recurrido a fuentes realmente existentes, en lugar de a fuentes muertas (letra impresa), frecuentemente de segunda mano, el artículo no hubiera incurrido en una ristra de errores que resulta largo y farragoso enumerar. Por otra parte, algunas de las fuentes citadas, ya en su momento, no explicaron de donde extraían su información que, ya en su momento, era de segunda mano. Buena parte de los autores citados como “primera fuente” bebieron de dos libros “Los Nuevos Nazis” de Werner Somoizyn (que no se cita) y de “La ofensiva neofascista” de “Ernesto Cadenas” (seudónimo que nosotros mismos utilizamos para ese libro en 1977 cuando apenas tenía 25 años). Todo lo referido al Movimiento Social Europeo y buena parte de lo escrito por Simón sobre Jean Thiriart, tiene su origen en el primero; y en cuanto a las clasificaciones de las distintas “derechas radical” se inspiran en el segundo, a través de autores intermedios. De todas formas no vamos a reivindicar royalties, pero sí a pedir menos rapidez y más rigor a lo hora de escribir un texto y más voluntad de documentarse. A fin de cuentas "Sistemas" no es "Interviu".

4. El último problema que resulta evidente es que ni siquiera está claro el objeto de estudio. ¿Qué es la “derecha radical”? No sé que le parecería al autor que escribiéramos un ensayo sobre la “izquierda radical” y colocáramos a ZP entre trotskystas, anarquistas, maoístas, colgados de todos los pelajes (este es el único lugar en el que podría incluirse al iluminado que nos gobierna), etc. Tiene gracia que grupos como “Joven Europa” que rechazaban la calificación de “neofascistas” y mucho más la de “derechistas”, sean colocados en el mismo saco que Fini o Le Pen (que, en el fondo siempre se han tenido como partidos de derecha o, como máximo, de la "derecha popular") y, tiene todavía más gracia, que Fernández de la Mora o el propio Jiménez Losantos, o si se nos apura, los nacionalistas vascos (si, también el PNV y ANV de los años 30), no entren dentro de este pastiche. Si hay un partido de extrema-derecha en España, este es el PNV y si hay una “derecha radical” es la atrincherada en la COPE. ¿Por qué unos sí y los otros no? Respuesta: porque, por “tradición”, en los distintos libros y artículos publicados por “especialistas”, unos aparecen y otros no. Dado que unos se van copiando a otros, existen errores que llevan décadas arrastrándose. Habitualmente es "fácil" escribir un artículo sobre estos temas: los que podrían protestar (los militantes de estos partidos "ultras") no suelen hacerlo y, aunque lo hicieran, nunca estarían en condiciones de ver su artículo publicado en la revista origen del desaguisado. A este respecto, tenemos que decir que el artículo publicado por “Sistemas” no es de lo peor que hemos leído sobre el tema. Y, en este sentido, lo aprovechamos como excusa para realizar algunas reflexiones.

Tenemos derecho a ello: entre 1968 y 1986 no hemos movido en los ambientes de lo que para el autor es la “derecha radical”. Desde entonces estamos incluidos en lo que se ha dado en llamar el “área de la autonomía histórica” (para la que no existen modelos históricos pasados, sino un futuro a construir sin referencias anteriores que lastren, inmovilicen o desvíen los análisis del momento presente). Y no militamos en ningún partid, lo que nos da un razonable nivel de independencia y objetividad.

2. Problemas de definición ¿que es la derecha radical?

Si hacemos caso de lo que indican las palabras, la “derecha radical” es una forma extrema de conservadurismo, susceptible de ser defendido de manera enérgica, sino fundamentalista. Desde este punto de vista, Fraga o Jiménez Lozanitos pertenecerían a esta clasificación. Claro está que se sobreentiende que estos personajes tienen una componente “liberal” que está ausente en la derecha radical. ¿Verdaderamente está ausente? El programa sostenido por Fini y su AN es bastante liberal y otro tanto cabe decir de Haider, cuyo partido, por lo demás, se llama “liberal”. En cuanto al Vlaams Block (hoy Vlaams Belang) su práctica es “liberal”, en el sentido de tranquila, tolerante y dialogante… pero no a nivel de principios. Y lo mismo podría decirse de otras formaciones europeas.

En realidad, nos parece que grupos como los “Legionarios de Cristo”, una parte del equipo dirigente del PP, sus escindidos del PADE, sin duda, pueden reivindicar con más derechos el título de “derecha radical” que los grupos neonazis o los partidos antiinmigración europeos actuales que, en el fondo, unen bases sociales de derechas y de izquierdas y buena parte de cuyo electorado procede de la izquierda comunista.

Ahora bien, el autor mezcla repetidamente grupos como la WUNS (absolutamente intrascendente y, en realidad, copia servil del NSDAP que jamás tuvo importancia numérica o política en ningún país, con el Movimiento Social Europeo nacido en los primeros años 50, en pleno marasmo de la postguerra, que nada tiene que ver con los actuales partidos y movimientos de “derecha radical”.

¿Cabría hablar de neofascismo? Los pleonasmos tienen poca aplicación en política: ¿quién es neofascista? ¿Le Pen que siempre ha sido un patriota de derechas y nunca ha realizado glosas y alabanzas al gobierno de Vichy o a la “colaboración” e incluso ha sido crítico con Mussolini y muy crítico con Hitler? ¿Haider que se hizo acreedor del calificativo de neonazi porque en UNA ocasión dijo que en las SS no todos eran asesinos –algo que cualquiera con dos dedos de frente puede rubricar sin necesidad de realizar una previa profesión de fe “revisionista”, de la misma forma que no todo miembro del PSOE es, necesariamente, un “chorizo”- o por que su padre fue SA? Solamente en el caso del MSI histórico cabría esta catalogación (al menos antes de la formación de la “Destra Nazionale” en 1974), pero no en otras formaciones europeas, a tenor de que el fascismo fue un fenómeno específicamente italiano.

En cuanto a iniciativas culturales, la “Nueva Derecha” tampoco entraría dentro de lo que el autor considera “derecha radical”. Se trata de una iniciativa cultural, nada más; por otra parte, muy difícilmente encajable con la “derecha radical”: su práctica intelectual es reposada; de Alain de Benoist se puede decir cualquier cosa menos que defienda sus ideas de manera violenta o, incluso, “radical”. También aquí los paralelismos son imposibles, no digamos con subgropúsculos como la WUNS o el inexistente “Frente Europeo de Liberación” del que Simón habla en varias ocasiones.

Queda Thiriart… pero en su caso, las cosas están mucho más claras. Se pensamiento político en los años 60 se inspiró en las “terceras vías” de los años 30, a las que no cabe llamar “fascistas”: neosocialistas, neonacionalistas, en especial el movimiento Ordre Nouveau de la preguerra francesa.

No basta con decir que el objeto de estudio del artículo en cuestión es confuso. Puede añadirse que buena parte de las corrientes que hoy tienen la iniciativa dentro de lo que el autor considera como “derecha radical”, ni siquiera se citan o solamente merecen una referencia de pasada: identitarios, nacional-demócratas, euroasiáticos…

Hubiera sido mucho más fácil –y científico- para el autor, hacer una serie de simples distingos precisos. Por nuestra parte, consideramos que es posible establecer una clasificación del sector que trata el autor, realizando una precisión previa: es imposible incluirlos a todos bajo un mismo rótulo. Como máximo cabría hablar de “nuevos modelos políticos desde 1920 a 2006”. Y en esto entrarían dos grandes grupos:

- Modelos históricos.- serían todos los modelos surgidos en los años 20 y 30 que intentaron prolongar su existencia más allá de 1945, ya sea como “neofascismo”, “neonazismo”, o por las circunstancias particulares de España, con la misma fisonomía (las seis falanges españolas actuales)

- Modelos autónomos.- los que no se reconocen en ninguno de estos modelos históricos… pero también en ningún otro. Y esto permitiría hacer una distinción entre lo que el autor llama la “derecha radical” y los movimientos de “derecha”, conservadores y liberales que aceptan puntos de vista “políticamente correctos”.

Pero si deseáramos abordar una clasificación en función del tiempo de aparición, ésta nos sería igualmente útiles:

- Los modelos históricos tuvieron vigencia entre 1920 y 1945, luego desaparecieron (PNF y PFR en Italia, NSDAP en Francia, doriotismo en Francia, rexismo en Bélgica, etc.) o fueron declinando (Falange Española en España y Fuerza Nueva con su referente franquista). Es la tan cacareada WUNS, etc.

- Los modelos autónomos, tras la breve y localizada experiencia de “Ordre Nouveau” en los años 30, y aparecen con las convulsiones de la postguerra: es el Partito del Uomo Qualcunque, es Jeune Nation (que jamás hizo alusión al colaboracionismo o al fascismo, ni los reivindico), es Ordine Nuovo y Avanguardia Nazionale que, en realidad, son “evolianos” mucho más que “fascistas” (calificación periodística infamante…) y, por supuesto, es Fini, Haider, Le Pen, Dewinter, etc.

Pero podemos extremar la clasificación de estos segundos, si tenemos en cuenta su tiempo de aparición, su estrategia política y su marco de actividad. Así pues, los modelos autónomos aparecen en tres períodos diferenciados:

- La inmediata postguerra, de 1945 al final de la guerra de Argelia en 1962. Es un período de relativa confusión y de búsqueda de señas de identidad propias. Empieza con la creación del MSI y del “qualcunquismo” en Italia, la creación de Jeune Nation en Francia (con unas referencias explícitas a Maurras), y termina con la formación de Jeune Europe por Thiriart. Aquí puede incluirse grupos como el Movimiento Social Europeo o el SRP alemán o el primer NPD de von Thaden. Es cierto que estos grupos cuentan con un buen número de excolaboracionistas… casi tantos como excomunistas y exmaoistas tiene hoy el PSOE. ¿Basta esa presencia para tildar al partido de ZP de “maoísta” o “neo-maoista”? Por lo mismo, el hecho de que en el primer NPD y especialmente en el SRP hubieran exmiembros del NSDAP no es sociológicamente significativo: también los había en otros partidos, como también, la mayoría de miembros del SRP o del NPD carecían de antecedentes políticos. Estos partidos jamás mantuvieron posiciones europeistas, sino que hacían alusión al nacionalismo de siempre. Hubo de llegar Jean Thiriart para alcanzar el punto de ruptura. Es un período en el que se intenta, por todos los medios, la inserción parlamentaria: pero hay obstáculos legales, el SRP es prohibido y la campaña electoral del 69 es un “todos contra el NPD” (al alba después de las elecciones, el diario progresista barcelonés de la época, Tele|Express, publicó a grandes titulares como lo más resaltado del resultado: “Adolfo II, derrotado”, en alusión a Adolf von Thaden presidente del NPD…). Por su parte, en Italia, la ley Scelba, castiga cualquier intento de “reconstruir el partido fascista”.

- El segundo período abarca desde 1962 hasta 1983 y se caracteriza especialmente por la decepción por la vía parlamentaria, las nuevas experiencias y la represión política, frecuentemente injustificada, lo que da lugar a respuestas terroristas y prepara las mutaciones que tendrán lugar en el último período. El impacto que causó para el NPD quedarse a pocas décimas del 5% fue tal que dos años después, sus juventudes que habían crecido extraordinariamente tuvieron una gran efervescencia intelectual, desgajándose acto seguido. En Francia, la derrota de Argelia y la experiencia de la OAS supusieron el primer contacto con el terrorismo político, pero otro sector, decidió seguir la experiencia de Jeune Europe, en la iniciativa de “Europe Action” y de la Federation des Etudiants Nacionalistas. La FEN apoyaría a Tixier Vignancourt en las elecciones de 1965, pero la estrepitosa derrota de su candidatura provocó una retirada de la acción política del sector dirigente que, tres años después, en junio de 1968 darían vida a la publicación “Nouvelle Ecole” y a la “nueva derecha”. En el seno del MSI el estancamiento electoral (dos puntos hacia delante, dos hacia atrás) genera escisiones interiores a lo largo de los sesenta y la aparición de los “neofascismos extraparlamentarios” dentro de una dinámica de provocaciones de los servicios de inteligencia y de aparición de un terrorismo autónomo hacia finales de los setenta. Núcleos europeos clandestinos e informales se plantean entre 1973 y 1983 la creación de una estructura internacional que la prensa calificará como “internacional negra”. Las líneas generales de este período son: innovación terminológica en la línea de Thiriart, diversificación estratégica (lucha parlamentaria, lucha extraparlamentaria, lucha cultural, lucha terrorista) y represión. Hasta que tiene lugar el primer avance electoral de Le Pen en 1983.

- El tercer período se inicia en 1983 cuando Le Pen alcanza su primer éxito electoral y logra dejar atrás el calificativo de “Monsieur 1%”. A partir de ese momento, lo esencial de este sector político se decanta hacia la vía electoral, teniendo como idea-fuerza la lucha contra la inmigración masiva. El terrorismo del período anterior (OAS, NAR) desaparece completamente, los grupos extraparlamentarios no han podido soportar la dinámica activista y la represión de que se han hecho objeto y desaparecen casi completamente. Desde 1983 no hay grupo extraparlamentarios capaces de realizar ni una sola movilización de importancia en Europa. Incluso los partidarios de la lucha cultural (salvo Benoist y su círculo más íntimo) se van aproximando al Front National o, incluso en Bélgica, contribuyen directamente a levantar el Vlaams Block. En otras palabras: a partir de 1983 –y a pesar de las ensoñaciones de algunos periodistas y de los habituales artículos de Interviú en las proximidades del 20-N…- lo que Simón llama “la derecha radical europea” está compuesto por partidos políticos con vocación parlamentaria que, irreprochablemente, respetan, asumen y defiendes, la legalidad constitucional de sus respectivos países. Lo que está fuera de esta pauta es, literalmente, despreciable y tan mínimo que el estudio de sus comportamientos no puede concluir en el establecimiento de líneas generales.

Creemos que este esquema temporal es fácilmente comprensible y difícilmente criticable y que la distinción entre “modelos históricos” y “modelos autónomos” es, así mismo inatacable. Ahora bien, estos tres períodos son homogéneos, examinados a cierta distancia, y heterogéneos cuando nos aproximamos más a sus peripecias. Creemos absurdo entrar en consideraciones sobre los dos primeros períodos (de 1945 a 1962 y de 1962 a 1983), pero si parece interesante abordar con más detalle el tercero. En él se producen tres fenómenos a tener en cuenta:

- El final de la guerra fría con la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989. A partir de entonces se inician los contactos Este-Oeste y aparece un provechoso intercambio de puntos de vista y de ideas entre las dos partes de Europa. Lo que en el período de Jeune Europa (1960-65) fue completamente imposible –la creación de un movimiento europeo integrado- a partir de 1989 empezó a ser más viable.

- La transformación de la CEE en UE a partir de la conferencia de Maastrich. En ese momento, “Europa” deja de ser un “mercado” para convertirse en un proyecto de federación todavía en ciernes, pero en cuyo nuevo marco político-jurídico caben partidos al estilo del que Thiriart diseñó y, en cualquier caso, el Parlamento Europeo se convierte en el foro en el que representantes de estos grupos van, necesariamente, a encontrarse.

- La irrupción de Internet que acerca a estos grupos y hace que los intercambios de ideas sean mucho más fluidos de un país a otro. Mientras hace 40 años una carta urgente tardaba en llegar una semana de un extremo a otro de Europa y una conferencia telefónica de duración era extremadamente costosa, ahora la información puede ser transmitida a coste cero y en tiempo real. Este sector político ha sabido adaptarse a las nuevas tecnologías informáticas con singular rapidez.

Hay que resaltar que la llamada por Simón “derecha radical” entendió perfectamente, a partir de 1980, cuales eran los desafíos del tiempo nuevo. La caída del muro de Berlín y el nuevo escenario ya habían sido diseñados por Julius Evola en el último capítulo de “Rivolta contra il Mondo Moderno” (escrito en los años 30 y revisado por última vez en los 60). Mauricio Gasparri y Adolfo Urso (luego ministros en el gobierno Berlusconi por Alianza Nacional y entonces dirigentes del MSI) ya habían escrito “L’Età dell’intelligenza” subtitulado “La Destra, el “cambio” y la revolución informática”, cuya primera edición lleva fecha de 1984. Le Pen mismo, había descrito con singular precisión en 1983 el problema de la inmigración masiva que soportaría Europa veinte años después. La Nueva Derecha desde su fundación auguraba el hundimiento del marxismo y la emergencia de un nuevo tipo de pensamiento postmarxista y postfreudiano (lo que parecía imposible en el período en el que Alain de Benoist ganó el premio de la Academia de Francia con su obra “Vû de droite”, 1976). Thiriart, retirado de la lucha política tras cesar la publicación de “La Nation Europeenne” en 1968, realiza un nuevo análisis internacional a partir de la geopolítica… tal como en aquel mismo momento lo estaban haciendo el almirante Gorskov a un lado y Henri Kissinger a otro. Y es el primero en establecer que el destino de Europa está irremisiblemente ligado al de Rusia. La caída del comunismo da credibilidad a sus tesis que hoy interesan extraordinariamente en Rusia y que pudo explicar antes de fallecer a los parlamentarios rusos, como casi 15 años después volvió a hacer Gillaume Faye, condecorado por el Parlamento Ruso.

Naturalmente, los sectores progresistas siempre han tendido a despreciar las “elaboraciones doctrinales” de la “extrema-derecha” o de la “derecha radical”. Para quienes han sido educados en el progresismo más acrisolado resulta difícil pensar que los “cabezas huecas” de la extrema-derecha pueden hacer algo más que raparse el pelo e ir repartiendo leña a diestro y siniestro provistos de garrota y aceite de ricino. Y es que la “derecha radical” también practica de tanto en tanto, la “funesta manía de pensar”.

Pero, en realidad, la “derecha radical” puede alardear de algo: existen unos valores éticos y estéticos que todavía hoy tienen vigor y que hincan sus raíces en la tradición europea. Una columna dórica es simplemente perfecta, tanto en el siglo VI a. JC como en la actualidad. Una densa obra de crítica marxista o freudo-marxista publicada en los años 60 es hoy una aberración intelectual, casi una perversión y, desde luego, un monumento a lo superado hoy y a lo tópico ayer. La izquierda marxista está huérfana. Murió “papá” (Marx), murió “mamá” (la idea de progreso indefinido). Lo único que le queda hoy son tópicos o el retorno a las revisiones históricos por parte de quien como ZP no tiene ni idea de que son esos modelos históricos (de ahí la insistencia en el guerracivilismo por parte del lumbreras de la Moncloa). Mientras la “derecha radical” puede alardear de que, por encima de las formas contingentes, hay toda una línea de continuidad con los valores que han dado lugar a los mejores momentos de nuestra civilización, la “izquierda” (radical, rabiosa u oportunista, exquisita y excéntrica) se ha hundido todo su patrimonio ideológico, empezando por el mito de la conciencia de clase, las paparruchas ingenuo-felizotas sobre la “huelga general” y terminando por el modelo de Estado (stalinista, of curse, como modelo propio derivado de los ideadores del GULAG –Marx y Lenin- o socialdemócrata como cartel electoral tan próximo al centro-derecha como dos palominos en un calzoncillo sucio). El drama de la izquierda es que tras cuarenta años de defender la “revolución sexual”, los “derechos de las minorías”, el “papeles para todos”, la “enseñanza laica”, la “coeducación”, el “humanismo y libertad”, todo esto hoy no deja de ser sino el testimonio del fracaso de su ideología, algo que se ha quedado entre el oportunismo sin principios y las corruptelas… porque de lo esencial de sus propuestas no quedan ni aquellos textos farragosos en donde intelectuales chik, de la gauche-divine o la izquierda-caviar podían verter sus ensoñaciones. Amén, claro está, de la impresentabilidad ideológica de la que ZP es modelo para oprobio, vergüenza y escarnio de toda la izquierda que un día se creyó en vanguardia de la modernidad. De la izquierda queda su versión “excéntrica”, Zapatero es su gran pope, De la Vega su musa inspiradora, Moratinos su “enterao” y Rubalcava el fontanero, sin olvidar a Pedro Zerolo (PZ) inversión invertida de ZP.

Volvamos al tema central. Los problemas de definición. El artículo de Simón hubiera estado mucho más afinado si hubiera sido capaz de definir los tiempos y las diferencias entre “históricos” y “autónomos”. Luego, era fácil: bastaba con sintetizar el concepto de Europa que se forjaba cada uno de estos sectores en cada momento histórico. El esquema hubiera sido, claro e inapelable -científico, en definitiva- al margen de cuál hubiera sido el nombre genérico.

Después de años de dar vueltas en torno a este tema, la conclusión a la que hemos llegado es pobre: no hay, no puede haber un nombre genérico para grupos que son excesivamente diversos y para un tiempo tan prolongado (80 años). Es decepcionante, pero es así: más vale no aplicar un nombre que haga aguas por todas partes, y, en lugar de eso, recurrir a una sistematización taxonómica para advertir que es imposible encontrar un denominador común.

Decir que estos partidos son antiliberales no vale: fueron antiliberales en el período “histórico”, pero ya en los años 60 eso no valía para todos. Y mucho menos en la actualidad. Otro tanto por lo que a “antidemócratas” se refiere. En los años 30 estos movimientos nacieron para apuntillar a la democracia; a partir de 1983, estos movimientos no dudan en salir en defensa del sistema democrático y en pedir reformas que contribuyan a una mayor representatividad. Probablemente, lo que más se parece a un denominador común, sería la defensa de una política social. Desde el nacimiento del NSDAP, estos grupos han cabalgado con políticas sociales propias, en ocasiones mucho más radicales que las de la izquierda; esto se ha mantenido en la postguerra (el “qualcunquismo” italiano o el lepenismo capaz de hacer suyo la voz de la clase obrera empobrecida). No fue la II República bendecida por el alucinado de la Moncloa la que creó la Seguridad Social… sino el franquismo de la manita de Girón de Velasco; sin olvidar que un trabajador era incorporado como fijo a la plantilla de una empresa después de tres días de trabajo…

El nacionalismo o el patriotismo están también presentes en distintos grados (nacionalismo europeo, nacionalismo maurrasiano, nacionalismo regionalista). Idea social e idea nacional son los únicos denominadores comunes. De ahí que la definición más aproximada de todos estos sectores sea “nacional populares”… con permiso, naturalmente, del PP, “social nacionalistas”, o cualquier otro que recoja ambas componentes: la social y la nacional.

No consideramos que el grado de “radicalismo” sea una componente decisiva: a poco que se leen los textos de Vial, Benoist, Faye, Duguin, Steuckers, Urso, Gasparri, Evola, etc., no se percibe el extremismo que sugiere la palabra “radical”. A todo esto, nos gustaría que alguien –el autor, por ejemplo- nos explicara que se entiende por “radical” ¿poner bombas? ¿escribir sobre ideas? ¿pegar pelotazos, verdaderamente, radicales? ¿ser radicalmente ineficaces en la gestión de la cosa pública? En este sentido el gobierno ZP es altamente “radical”, tanto como lo fue el felipismo (radical en lo que a pelotazos se refiere y con la marca del terrorismo del GAL y del saqueo “radical” de los fondos reservados de Interior…) ¿Qué diablos quiere decir “derecha radical”? ¿una derecha a la derecha de la derecha? Entonces eso es, extrema-derecha. ¿Suena demasiado periodístico para una revista de sociología? A una patata se le puede llamar tubérculo, pero no por ello deja de ser una jodida patata… ¿Es la “derecha radical”, la “extrema derecha” clásica, es decir, el “neofascismo” o lo que la progresía considera como tal?

El artículo de Miguel A. Simón no especifica el sentido que tiene su “objeto de estudio”. En otras palabras, ese objeto está mal definido (quizás es que no se puede definir un objeto tan amplio). Y si está mal definido, difícilmente puede realizarse una descripción del papel que la idea europea juega para todos estos grupos de la nebulosa “derecha radical”.

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es – 25.08.06

 

0 comentarios