Catalunya depende de una botella de JB
Redacción.- Los rumores sobre las presuntas aficiones de Maragall a la ginebra o al whisky han sido reiteradamente desmentidas por los voceros oficiales de la Generalitat, con la misma fuerza con que hace diez años desmentían que Angel Colom fuera gay, algo que era del dominio público, como las filias de Maragall lo son en el interior de su propio partido. Maragall ha traído el caos a Catalunya. Del famoso "seny" catalán, no quedan ni los rastros.
La opción de ERC y su por qué.
ERC eligió pactar con el PSC antes que con CiU, como hubiera exigido la lógica, por el esquematismo ideológico de Carod-Rovira. Para éste, la independencia de Catalunya solamente es posible si el gran partido socialista se decanta hacia el nacionalismo; así pues, era preciso llevar al PSC al nacionalismo, en lugar de hacerlo con CiU que ya estaba instalado en ese terreno. Así se lograría un nacionalismo progresista, en lugar del nacionalismo conservador de CiU. A fin de cuentas, de lo que se trataba era de avanzar en el área nacionalista.
Carod, ávido lector de la prensa diaria, advirtió pronto que el Maragall que volvió de Roma tras 1993, oficialmente para aprender urbanismo y extraoficialmente para restablecer su quebrantado hígado, no era el mismo que había abandonado la ciudad condal con los pitidos nacionalistas que tuvo que soportar en los oídos durante la ceremonia de inauguración del Estadio Olímpico. Carod advirtió que Maragall quería disputar a CiU el electorado nacionalista y estaba dispuesto a aprovechar esta coyuntura en beneficio propio.
A pesar de su simplicidad y de la rusticidad y mesianismo de sus ideas políticas, Carod ha sido el gran ganador de esta legislatura catalana: ha creado la ficción de que un 90% de Catalunya aprueba el nou Estatut. En realidad, al 90% de los catalanes el nuevo Estatuto se la trae al fresco. Aparte del término nación, nadie sabe exactamente en qué consiste, ni suscita el más mínimo entusiasmo. Si hubiera logrado contagiar ese entusiasmo a la sociedad, sus partidos promotores habrían realizado movilizaciones populares. Pero todos temen que no sean seguidas por amplias masas y que se evidencia que, solamente, minorías, habitualmente incordiantes, y la clase política del 3%, están a su favor.
La opción Maragall y su por qué
Desde el punto de vista del PSC-Ciutatans pel Camvi, las cosas se veían de otra manera. CiU, que había ganado las elecciones de 2003, se presentaba como demasiado fuerte para pactar con ella, en cambio, con la pequeña ERC, era posible aplicar el abrazo del oso. Los dirigentes del PSC, Montilla en concreto, pensaban que el poder moderaría a los dirigentes de ERC y que, en pocos meses, se convertiría en una especie de fotocopia reducida de CiU.
Por otra parte, los pactos de noviembre de 2003, se fraguaron pensando que el PP seguiría en el poder en las elecciones de 2004: se pactó un estatuto de máximos que, indudablemente, sería rechazado por el PP en el poder, y daría lugar a una campaña de victimización. Pero, las bombas del 11-M y la reunión de Perpignan lo trastocaron todo.
Maragall, presionado por la opinión pública, por su propio partido, el PSC, y por el PSOE, se vio obligado a expulsar a Carod del Gobierno y nombrar a un hombre gris de ERC, como conseller en cap. Para colmo, en ese momento, el PSC percibiò que Maragall había negociado mal: la cuota de poder de ERC era demasiado alta, presidía el parlament y el govern y el cargo de President quedaba desvinculado de la gestión directa del día a día.
Cuando Maragall dinamita su propio gobierno
En sucesivas intervenciones, toda la opinión pública catalana ha podido ver muy a las claras que el president no ha estado fino en estos dos últimos años. La bochornosa crisis de El Carmelo, con su secuela del escándalo del 3%, marcaba, hasta el viernes, el cenit de la incapacidad de Maragall para ocupar el cargo.
El viernes pasado, el conseller en cap, del que solamente la opinión pública ha retenido su nombre Bargalló- y cuyos únicos méritos para ocupar el cargo son, el haber sido concejal de su pueblo y miembro de una colla de diables se encontró un papel sobre su mesa escrito de puño y letra del propio Maragall: Aquí tienes al nuevo gobierno. Acto seguido, Bargalló telefoneó al secretario general de su partido, ERC, Joan Puigcercós y éste llamó a Montilla. Según La Vanguardia, Montilla se quedo atónito cuando Puigcercós se limitó a decirle ¿Ahora se os ocurre cambiar el govern?. Efectivamente, ahora, es el peor momento: cuando está a punto de iniciarse el debate sobre el Estado de Catalunya en el Parlament y cuando ha quedado claro el rechazo de toda España y de buena parte de Catalunya al proyecto de nuevo Estatuto (y la indiferencia de la otra parte). Maragall no había dicho nada de la remodelación a su propio partido.
En las reuniones que tuvieron lugar en los dos días siguientes, se ha puesto en evidencia que Maragall no cuenta en estos momentos con la confianza de ninguno de los tres partidos que firmaron el acuerdo de noviembre de 2003, un acuerdo que, ya en aquel momento costó mucho de sacar adelante y que, finalmente, el propio Maragall, ha dinamitado por su cuenta y riesgo.
En 1998, el PSC empezaba a pensar que Maragall no estaba en condiciones de asumir una tarea de gobierno, pero parecía que al impulsar Ciutatans pel Camvi había conseguido movilizar a sectores que no estaban en el PSC. Por lo demás, no había un candidato de recambio. Luego resultó que Maragall, se autoproclamó candidato (sin las primarias en aquel momento de moda en el socialismo español) y nadie en el PSC tuvo arrestos ni para recordar que no estaba en condiciones de ser candidato, ni mucho menos de ser presidente de Catalunya. Maragall no dejó que se creara la figura de un candidato emergente de sustitución. El PSC, en realidad, volvió a perder las elecciones de 2003, pero las simetrías políticas y la coalición con ERC e ICV-EUA, lo sentó en la Plaza de San Jaime. Dos años antes, fuentes del PSC nos comunicaron la estrategia del partido: Maragall por dos años, luego dimitía por razones de salud y le sustituía Montilla pero este brillante plan, no contaba con lo esencial: la adquiescencia de Maragall.
Maragall, en su delirium, como ZP, también quiere pasar a la historia como el president del nou Estatut. El problema es que las resistencias en su propio partido (el PSC) son insuperables. Maragall, ha logrado arrastrar al PSC hacia una deriva nacionalista que le va a costar muy cara desde el punto de vista electoral. Pero en el interior del PSC no existe unanimidad. Las resistencias se manifestaron en julio cuando un grupo de intelectuales rompieron con el PSC y montaron una plataforma antinacionalista. Maragall no se dio por enterado, a pesar de que, entre los firmantes del documento, se encontraban algunos alcaldes y muchos cargos municipales. Luego, cuando se supo el contenido del Estatut, el texto cosechó las diatribas de la mayoría de dirigentes históricos del PSOE (Guerra, Felipe, etc.). Tampoco se dio por enterado. No volvió a darse por enterado cuando el propio ZP le dio una bofetada en la cara afirmando que el Estatuto quedará limpio como una patena, lo que indica que actualmente está sucio. Otros portavoces del gobierno, hablaron de Estatuto contaminado que se descontaminaría en el trámite parlamentario. Maragall siguió ausente y autista y se le ocurrió la peor de todas las salidas: nombrar en plena crisis del Estatut un nuevo gobierno que deshacía los equilibrios prendidos con alfileres de noviembre de 2003
¿Qué ocurrirá ahora?
Por primera vez, los tres partidos del gobierno catalán han manifestado su oposición a Maragall. En este momento hay poco tiempo para nuevas conversaciones: si Maragall da marcha atrás y no remodela el gobierno, tal como le exigen sus tres socios, su imagen quedará ampliamente deteriorada ante la opinión pública. Si sigue adelante con su idea de nuevo gobierno, el tiempo juega en su contra. A principios de esta semana debe verse el debate en el parlament sobre el estado de Catalunya y no hay tiempo material para formar un nuevo gobierno del agrado de todos, ni siquiera aunque se nombre a contrarreloj.
Es posible, que, vista la situación, Carod opte por romper la baraja, a pesar de que Bargalló teme por su poltrona (es prácticamente imposible que vuelva a ser conseller en cap). Puede romper a la vista de que las oposiciones en el parlamento español, en el PSOE y en opinión incluso de ZP, el estatuto va a quedar, indudablemente, descafeinado. Ahora es un buen momento para romper, de lo contrario, su propio electorado podría considerarlo cómplice de las locuras de Maragall y castigarlo negándole el voto. Electoralmente, es un buen momento para ERC, con un PSC erosionado, CiU casi invisible y a remolque de ERC en la negociación del Estatut y con las encuestas que le dan cierto crecimiento, especialmente en Gerona, donde CiU está prácticamente desintegrada y con un PSC a la baja, parte de cuyos votos irán a parar a la nueva Plataforma antinacionalista y al PP.
No hay que descartar lo que ya preveíamos desde hace meses: la ruptura del tripartito, la negativa de ERC a sacar adelante los presupuestos generales del Estado, una moción de censura del PP, con la abstención de los socios de ZP y la disolución de las cámaras.
Alguién del PSC Iceta- ha recordado que Schröder se ha sacrificado por el SPD. Es cierto que la sombra de la socialdemocracia alemana siempre ha pesado sobre el socialismo español y es posible que ZP vea en el gesto del exjefe de gobierno alemán una línea a seguir: mejor disolver ahora mismo el parlamento y convocar nuevas elecciones, antes que tener que soportar una moción de censura en unas circunstancias tales que, Rajoy saldría enormemente crecido, cuando todavía no se ha disipado la crisis de las vallas, la crisis del Estatut y los silbidos empiezan a hacerse frecuentes en las apariciones de ZP.
El problema de ZP, y, por extensión, el problema del PSOE, es que son incapaces de imitar a la socialdemocracia alemana en aquello que hoy le honra: formar una gran coalición que en España sería mucho más lógica, incluso, que en Alemania, pues, así como en éste país lo que está en juego es solamente el resurgir de la economía, en España, en estos momentos, lo que está en juego es nuestra propia existencia como Nación.
ZP ha hecho saltar por los aires el consenso constitucional de 1979. A nadie se le escapa que la gobernabilidad y la viabilidad de nuestro país en estos momentos, pasa por un nuevo consenso. Y en esta ocasión está claro: el consenso debe llegar a donde no llegó en 1979, al aislamiento de los nacionalismos, que en 25 años han demostrado ser una verdadera sífilis maloliente.
© Ernesto Milà Rodríguez infokrisis infokrisis@yahoo.es
La opción de ERC y su por qué.
ERC eligió pactar con el PSC antes que con CiU, como hubiera exigido la lógica, por el esquematismo ideológico de Carod-Rovira. Para éste, la independencia de Catalunya solamente es posible si el gran partido socialista se decanta hacia el nacionalismo; así pues, era preciso llevar al PSC al nacionalismo, en lugar de hacerlo con CiU que ya estaba instalado en ese terreno. Así se lograría un nacionalismo progresista, en lugar del nacionalismo conservador de CiU. A fin de cuentas, de lo que se trataba era de avanzar en el área nacionalista.
Carod, ávido lector de la prensa diaria, advirtió pronto que el Maragall que volvió de Roma tras 1993, oficialmente para aprender urbanismo y extraoficialmente para restablecer su quebrantado hígado, no era el mismo que había abandonado la ciudad condal con los pitidos nacionalistas que tuvo que soportar en los oídos durante la ceremonia de inauguración del Estadio Olímpico. Carod advirtió que Maragall quería disputar a CiU el electorado nacionalista y estaba dispuesto a aprovechar esta coyuntura en beneficio propio.
A pesar de su simplicidad y de la rusticidad y mesianismo de sus ideas políticas, Carod ha sido el gran ganador de esta legislatura catalana: ha creado la ficción de que un 90% de Catalunya aprueba el nou Estatut. En realidad, al 90% de los catalanes el nuevo Estatuto se la trae al fresco. Aparte del término nación, nadie sabe exactamente en qué consiste, ni suscita el más mínimo entusiasmo. Si hubiera logrado contagiar ese entusiasmo a la sociedad, sus partidos promotores habrían realizado movilizaciones populares. Pero todos temen que no sean seguidas por amplias masas y que se evidencia que, solamente, minorías, habitualmente incordiantes, y la clase política del 3%, están a su favor.
La opción Maragall y su por qué
Desde el punto de vista del PSC-Ciutatans pel Camvi, las cosas se veían de otra manera. CiU, que había ganado las elecciones de 2003, se presentaba como demasiado fuerte para pactar con ella, en cambio, con la pequeña ERC, era posible aplicar el abrazo del oso. Los dirigentes del PSC, Montilla en concreto, pensaban que el poder moderaría a los dirigentes de ERC y que, en pocos meses, se convertiría en una especie de fotocopia reducida de CiU.
Por otra parte, los pactos de noviembre de 2003, se fraguaron pensando que el PP seguiría en el poder en las elecciones de 2004: se pactó un estatuto de máximos que, indudablemente, sería rechazado por el PP en el poder, y daría lugar a una campaña de victimización. Pero, las bombas del 11-M y la reunión de Perpignan lo trastocaron todo.
Maragall, presionado por la opinión pública, por su propio partido, el PSC, y por el PSOE, se vio obligado a expulsar a Carod del Gobierno y nombrar a un hombre gris de ERC, como conseller en cap. Para colmo, en ese momento, el PSC percibiò que Maragall había negociado mal: la cuota de poder de ERC era demasiado alta, presidía el parlament y el govern y el cargo de President quedaba desvinculado de la gestión directa del día a día.
Cuando Maragall dinamita su propio gobierno
En sucesivas intervenciones, toda la opinión pública catalana ha podido ver muy a las claras que el president no ha estado fino en estos dos últimos años. La bochornosa crisis de El Carmelo, con su secuela del escándalo del 3%, marcaba, hasta el viernes, el cenit de la incapacidad de Maragall para ocupar el cargo.
El viernes pasado, el conseller en cap, del que solamente la opinión pública ha retenido su nombre Bargalló- y cuyos únicos méritos para ocupar el cargo son, el haber sido concejal de su pueblo y miembro de una colla de diables se encontró un papel sobre su mesa escrito de puño y letra del propio Maragall: Aquí tienes al nuevo gobierno. Acto seguido, Bargalló telefoneó al secretario general de su partido, ERC, Joan Puigcercós y éste llamó a Montilla. Según La Vanguardia, Montilla se quedo atónito cuando Puigcercós se limitó a decirle ¿Ahora se os ocurre cambiar el govern?. Efectivamente, ahora, es el peor momento: cuando está a punto de iniciarse el debate sobre el Estado de Catalunya en el Parlament y cuando ha quedado claro el rechazo de toda España y de buena parte de Catalunya al proyecto de nuevo Estatuto (y la indiferencia de la otra parte). Maragall no había dicho nada de la remodelación a su propio partido.
En las reuniones que tuvieron lugar en los dos días siguientes, se ha puesto en evidencia que Maragall no cuenta en estos momentos con la confianza de ninguno de los tres partidos que firmaron el acuerdo de noviembre de 2003, un acuerdo que, ya en aquel momento costó mucho de sacar adelante y que, finalmente, el propio Maragall, ha dinamitado por su cuenta y riesgo.
En 1998, el PSC empezaba a pensar que Maragall no estaba en condiciones de asumir una tarea de gobierno, pero parecía que al impulsar Ciutatans pel Camvi había conseguido movilizar a sectores que no estaban en el PSC. Por lo demás, no había un candidato de recambio. Luego resultó que Maragall, se autoproclamó candidato (sin las primarias en aquel momento de moda en el socialismo español) y nadie en el PSC tuvo arrestos ni para recordar que no estaba en condiciones de ser candidato, ni mucho menos de ser presidente de Catalunya. Maragall no dejó que se creara la figura de un candidato emergente de sustitución. El PSC, en realidad, volvió a perder las elecciones de 2003, pero las simetrías políticas y la coalición con ERC e ICV-EUA, lo sentó en la Plaza de San Jaime. Dos años antes, fuentes del PSC nos comunicaron la estrategia del partido: Maragall por dos años, luego dimitía por razones de salud y le sustituía Montilla pero este brillante plan, no contaba con lo esencial: la adquiescencia de Maragall.
Maragall, en su delirium, como ZP, también quiere pasar a la historia como el president del nou Estatut. El problema es que las resistencias en su propio partido (el PSC) son insuperables. Maragall, ha logrado arrastrar al PSC hacia una deriva nacionalista que le va a costar muy cara desde el punto de vista electoral. Pero en el interior del PSC no existe unanimidad. Las resistencias se manifestaron en julio cuando un grupo de intelectuales rompieron con el PSC y montaron una plataforma antinacionalista. Maragall no se dio por enterado, a pesar de que, entre los firmantes del documento, se encontraban algunos alcaldes y muchos cargos municipales. Luego, cuando se supo el contenido del Estatut, el texto cosechó las diatribas de la mayoría de dirigentes históricos del PSOE (Guerra, Felipe, etc.). Tampoco se dio por enterado. No volvió a darse por enterado cuando el propio ZP le dio una bofetada en la cara afirmando que el Estatuto quedará limpio como una patena, lo que indica que actualmente está sucio. Otros portavoces del gobierno, hablaron de Estatuto contaminado que se descontaminaría en el trámite parlamentario. Maragall siguió ausente y autista y se le ocurrió la peor de todas las salidas: nombrar en plena crisis del Estatut un nuevo gobierno que deshacía los equilibrios prendidos con alfileres de noviembre de 2003
¿Qué ocurrirá ahora?
Por primera vez, los tres partidos del gobierno catalán han manifestado su oposición a Maragall. En este momento hay poco tiempo para nuevas conversaciones: si Maragall da marcha atrás y no remodela el gobierno, tal como le exigen sus tres socios, su imagen quedará ampliamente deteriorada ante la opinión pública. Si sigue adelante con su idea de nuevo gobierno, el tiempo juega en su contra. A principios de esta semana debe verse el debate en el parlament sobre el estado de Catalunya y no hay tiempo material para formar un nuevo gobierno del agrado de todos, ni siquiera aunque se nombre a contrarreloj.
Es posible, que, vista la situación, Carod opte por romper la baraja, a pesar de que Bargalló teme por su poltrona (es prácticamente imposible que vuelva a ser conseller en cap). Puede romper a la vista de que las oposiciones en el parlamento español, en el PSOE y en opinión incluso de ZP, el estatuto va a quedar, indudablemente, descafeinado. Ahora es un buen momento para romper, de lo contrario, su propio electorado podría considerarlo cómplice de las locuras de Maragall y castigarlo negándole el voto. Electoralmente, es un buen momento para ERC, con un PSC erosionado, CiU casi invisible y a remolque de ERC en la negociación del Estatut y con las encuestas que le dan cierto crecimiento, especialmente en Gerona, donde CiU está prácticamente desintegrada y con un PSC a la baja, parte de cuyos votos irán a parar a la nueva Plataforma antinacionalista y al PP.
No hay que descartar lo que ya preveíamos desde hace meses: la ruptura del tripartito, la negativa de ERC a sacar adelante los presupuestos generales del Estado, una moción de censura del PP, con la abstención de los socios de ZP y la disolución de las cámaras.
Alguién del PSC Iceta- ha recordado que Schröder se ha sacrificado por el SPD. Es cierto que la sombra de la socialdemocracia alemana siempre ha pesado sobre el socialismo español y es posible que ZP vea en el gesto del exjefe de gobierno alemán una línea a seguir: mejor disolver ahora mismo el parlamento y convocar nuevas elecciones, antes que tener que soportar una moción de censura en unas circunstancias tales que, Rajoy saldría enormemente crecido, cuando todavía no se ha disipado la crisis de las vallas, la crisis del Estatut y los silbidos empiezan a hacerse frecuentes en las apariciones de ZP.
El problema de ZP, y, por extensión, el problema del PSOE, es que son incapaces de imitar a la socialdemocracia alemana en aquello que hoy le honra: formar una gran coalición que en España sería mucho más lógica, incluso, que en Alemania, pues, así como en éste país lo que está en juego es solamente el resurgir de la economía, en España, en estos momentos, lo que está en juego es nuestra propia existencia como Nación.
ZP ha hecho saltar por los aires el consenso constitucional de 1979. A nadie se le escapa que la gobernabilidad y la viabilidad de nuestro país en estos momentos, pasa por un nuevo consenso. Y en esta ocasión está claro: el consenso debe llegar a donde no llegó en 1979, al aislamiento de los nacionalismos, que en 25 años han demostrado ser una verdadera sífilis maloliente.
© Ernesto Milà Rodríguez infokrisis infokrisis@yahoo.es
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