Los GAYS vistos por un HETERO
Redacción.- Acaba de aparecer el libro de Rafael Pi, Los GAYS vistos por un Hétero pros y [RE] contras, tercer libro de la Colección Impacto. Siguiendo la tónica de esta colección, con un tratamiento del tema desenfadado, se llegan a conclusiones que desdicen la política socialista de equiparación de las parejas homosexuales o los matrimonios héteros. El ambiente gay queda perfectamente retratado con unas pinceladas que son una denuncia de la fatuidad de quienes desean alagar la bolsa de votos que supone el mundo gay, fuera de cualquier otra consideración.
Pedidos: adb@pyrelibros.com ejemplar 12,00 + gastos envío
Web del libro: Web de "Los Gays vistos por un hétero"
Catálogo de la Editorial PYRE
Venta de Libros
Sumario de la Obra:
Palabras previas 5
I
De la autocensura al delito 9
II
El paradigma de normalidad 17
III
Apresurada historia de la
«revolución sentimental» 29
IV
El andrógino platónico y las raíces teóricas de la
homofilia postmoderna 37
IV
El calambrazo de la sexualidad 54
V
La «cuestión gay» existe8 60
VI
En los senderos de la mitología gay 80
[capítulo de muestra]
Punta de partida del autor:
No hay libro sin tesis y no hay tesis sin que el autor se moje. Así que partamos de una autodefinición que disipe lo que, a estas alturas, ya deben ser pocos equívocos. Pues bien, efectivamente, tal como habían presumido desde el pie de imprenta, nos oponemos frontalmente a las reivindicaciones que el movimiento gay realiza en el momento de escribir estas líneas. Creemos que en 2004, los gays han alcanzado un razonable nivel de integración jurídica y social, más allá del cual el horizonte se vuelve problemático, no para ellos, pero si para la sociedad... Una reivindicación exagerada deja de ser una reivindicación para convertirse en el desmadre. Con esto de las reivindicaciones gays, estamos desde hace tiempo, instalados en el desmadre.
Nuestra oposición a las reivindicaciones de lo que podríamos llamar el «movimiento gay radical» no la realizamos, precisamente, desde una postura homófoba, sino desde la defensa del derecho a nuestra libertad de expresión. Se discrepa de los argumentos de un colectivo radical organizado y se argumenta con otros razonamientos. Faltaría más. Este proceso discursivo es lo que ha hecho avanzar a la civilización, tanto como la invención de la rueda que ha culminado en el CD o la evolución de la garrota al láser (que todo ha contribuido).
Hemos procurado racionalizar al máximo nuestras argumentaciones y evitar cualquier tendencia homofóba subjetiva, de la que nos manifestamos no contaminados; y, sobre todo, se ha procurado no ofender ningún tipo de sensibilidad sexual. Los argumentos del movimiento gay, en tanto que argumentos, son contestables. Y esto es lo que hacemos en esta pequeña obra polémica.
Lo mejor para empezar, es entonar el credo. Pues bien, este es mi credo sobre la materia:
Creo que el sexo y la sexualidad son algo polimorfo. Existen muchas formas de vivir el sexo y la sexualidad. Una de ellas es la opción gay.
Creo que cualquier opción sexual pertenece al dominio de lo íntimo. Entiendo que haya gente atraída por este tipo de relación y no voy a ser yo quien lo juzgue: en tanto que acto íntimo, pertenece al dominio de lo privado. Pero si puede resultar contestable el intento de elevar este tipo de relaciones de lo íntimo a lo público y su aspiración a equipararse con la pareja heterosexual.
Creo firmemente en los dos roles sexuales: masculino y femenino encarnados en dos tipos fisiológicos concretos: hombre y mujer, que la evolución ha adaptado física y fisiológicamente, para complementarse.
Creo que la sexualidad tiene dos funciones: el placer y la reproducción y que ambos son instintos básicos, inseparables de la condición humana. Cuando se niega el principio del placer o cuando se pierde el instinto de la perpetuación de la especie, es que existe una patología social.
Creo que en la capacidad reproductiva da la pareja heterosexual radica su diferencia y superioridad sobre la homosexual, no apta para esa finalidad.
Creo que lo colectivo es superior a lo privado.
Creo que el principio del placer y como lo resuelva cada individuo, pertenece al dominio de lo privado, pero la reproducción, hasta cierto punto, tiene mucho que ver con lo público: en efecto, cuando no hay nacimientos, peligra la vida de un Estado, de una familia, de un linaje y de una Comunidad; así pues, la paternidad y la maternidad, «hasta cierto punto», rebasan el dominio de lo privado. Las parejas gays, obviamente, carecen de la posibilidad de la paternidad o de la maternidad. Luego son un «menos», en relación a un «más».
Creo que todo lo que no encuentra lugar en ese patrón de normalidad, no es «anormalidad», sino que supone distintos niveles de distanciamiento del «estándar razonable de normalidad»; más allá de un determinado punto, se alcanza, efectivamente, la anormalidad. En el sexo no todo es admisible: determinadas prácticas y formas extremas de sexo evidencian niveles obvios de anormalidad.
Creo que hay que impedir al poder público que yazca en el lecho de los amantes; no son buenas las leyes que pretendan regular el ejercicio del placer; pero el Estado si tiene mucho que decir a la hora de estimular la natalidad: todo lo que hace el Estado para estimular la natalidad es bueno; cuando un Estado desconsidera la natalidad es que ahí existe un problema. Por cierto, hoy no existen políticas de natalidad dignas de tal nombre. Luego... aquí hay un jodido problema.
Creo que las reivindicaciones gays relativas a la abolición de cualquier tipo de discriminación por razón de sexo son asumibles por la sociedad (y, de hecho, ya han sido asumidos y difícilmente el mundo gay podría hablar hoy de discriminación).
Creo, por el contrario, que las reivindicaciones destinadas a equiparar en derechos a las parejas homosexuales con las parejas heterosexuales son muy discutibles, especialmente en lo que se refiere a la adopción.
Creo que, tanto en el terreno de los derechos de la mujer y de los derechos de los homosexuales, ya se ha alcanzado el nivel de «normalidad». Ir más allá de ese nivel, con «discriminaciones positivas» o leyes protectoras desmesuradas, es innecesario salvo por los partidos que aspiran a ganar la sumisión clientelar de determinadas bolsas de votantes. Algunos sectores políticos han intentado cosificar en forma de votos al mundo gay asumiendo las reivindicaciones de los sectores más radicales sin creer en ellas.
Creo que algunas manifestaciones extremas del «universo gay» evidencian profundos desequilibrios interiores en sus exponentes y una obsesión enfermiza por exteriorizar la propia opción sexual.
Creo que determinadas prácticas eróticas o alteraciones físicas voluntarias evidencian tales desequilibrios.
Creo que hay que distinguir entre virilidad y machismo, entre tolerancia y homofilia, entre reivindicaciones asumibles y reivindicaciones fuera de toda medida, y para ello es preciso redefinir el estándar de «normalidad». En lugar de eso, la consecuencia de la «revolución sexual» iniciada en los 60 ha sido dinamitar cualquier noción de normalidad y la filtración en el curso de la confusión de propuestas razonables con reivindicaciones reprobables, derechos a la libre opción individual con obligaciones y reconocimientos por parte de la sociedad.
Creo que la madre de todas las batallas en este terreno consiste en una necesaria redefinición de un paradigma de normalidad.
Y a eso vamos.
Web del libro: Web de "Los Gays vistos por un hétero"
Catálogo de la Editorial PYRE
Venta de Libros
© Ernesto Milá infokrisis infokrisis@yahoo,es
Pedidos: adb@pyrelibros.com ejemplar 12,00 + gastos envío
Web del libro: Web de "Los Gays vistos por un hétero"
Catálogo de la Editorial PYRE
Venta de Libros
Sumario de la Obra:
Palabras previas 5
I
De la autocensura al delito 9
II
El paradigma de normalidad 17
III
Apresurada historia de la
«revolución sentimental» 29
IV
El andrógino platónico y las raíces teóricas de la
homofilia postmoderna 37
IV
El calambrazo de la sexualidad 54
V
La «cuestión gay» existe8 60
VI
En los senderos de la mitología gay 80
[capítulo de muestra]
Punta de partida del autor:
No hay libro sin tesis y no hay tesis sin que el autor se moje. Así que partamos de una autodefinición que disipe lo que, a estas alturas, ya deben ser pocos equívocos. Pues bien, efectivamente, tal como habían presumido desde el pie de imprenta, nos oponemos frontalmente a las reivindicaciones que el movimiento gay realiza en el momento de escribir estas líneas. Creemos que en 2004, los gays han alcanzado un razonable nivel de integración jurídica y social, más allá del cual el horizonte se vuelve problemático, no para ellos, pero si para la sociedad... Una reivindicación exagerada deja de ser una reivindicación para convertirse en el desmadre. Con esto de las reivindicaciones gays, estamos desde hace tiempo, instalados en el desmadre.
Nuestra oposición a las reivindicaciones de lo que podríamos llamar el «movimiento gay radical» no la realizamos, precisamente, desde una postura homófoba, sino desde la defensa del derecho a nuestra libertad de expresión. Se discrepa de los argumentos de un colectivo radical organizado y se argumenta con otros razonamientos. Faltaría más. Este proceso discursivo es lo que ha hecho avanzar a la civilización, tanto como la invención de la rueda que ha culminado en el CD o la evolución de la garrota al láser (que todo ha contribuido).
Hemos procurado racionalizar al máximo nuestras argumentaciones y evitar cualquier tendencia homofóba subjetiva, de la que nos manifestamos no contaminados; y, sobre todo, se ha procurado no ofender ningún tipo de sensibilidad sexual. Los argumentos del movimiento gay, en tanto que argumentos, son contestables. Y esto es lo que hacemos en esta pequeña obra polémica.
Lo mejor para empezar, es entonar el credo. Pues bien, este es mi credo sobre la materia:
Creo que el sexo y la sexualidad son algo polimorfo. Existen muchas formas de vivir el sexo y la sexualidad. Una de ellas es la opción gay.
Creo que cualquier opción sexual pertenece al dominio de lo íntimo. Entiendo que haya gente atraída por este tipo de relación y no voy a ser yo quien lo juzgue: en tanto que acto íntimo, pertenece al dominio de lo privado. Pero si puede resultar contestable el intento de elevar este tipo de relaciones de lo íntimo a lo público y su aspiración a equipararse con la pareja heterosexual.
Creo firmemente en los dos roles sexuales: masculino y femenino encarnados en dos tipos fisiológicos concretos: hombre y mujer, que la evolución ha adaptado física y fisiológicamente, para complementarse.
Creo que la sexualidad tiene dos funciones: el placer y la reproducción y que ambos son instintos básicos, inseparables de la condición humana. Cuando se niega el principio del placer o cuando se pierde el instinto de la perpetuación de la especie, es que existe una patología social.
Creo que en la capacidad reproductiva da la pareja heterosexual radica su diferencia y superioridad sobre la homosexual, no apta para esa finalidad.
Creo que lo colectivo es superior a lo privado.
Creo que el principio del placer y como lo resuelva cada individuo, pertenece al dominio de lo privado, pero la reproducción, hasta cierto punto, tiene mucho que ver con lo público: en efecto, cuando no hay nacimientos, peligra la vida de un Estado, de una familia, de un linaje y de una Comunidad; así pues, la paternidad y la maternidad, «hasta cierto punto», rebasan el dominio de lo privado. Las parejas gays, obviamente, carecen de la posibilidad de la paternidad o de la maternidad. Luego son un «menos», en relación a un «más».
Creo que todo lo que no encuentra lugar en ese patrón de normalidad, no es «anormalidad», sino que supone distintos niveles de distanciamiento del «estándar razonable de normalidad»; más allá de un determinado punto, se alcanza, efectivamente, la anormalidad. En el sexo no todo es admisible: determinadas prácticas y formas extremas de sexo evidencian niveles obvios de anormalidad.
Creo que hay que impedir al poder público que yazca en el lecho de los amantes; no son buenas las leyes que pretendan regular el ejercicio del placer; pero el Estado si tiene mucho que decir a la hora de estimular la natalidad: todo lo que hace el Estado para estimular la natalidad es bueno; cuando un Estado desconsidera la natalidad es que ahí existe un problema. Por cierto, hoy no existen políticas de natalidad dignas de tal nombre. Luego... aquí hay un jodido problema.
Creo que las reivindicaciones gays relativas a la abolición de cualquier tipo de discriminación por razón de sexo son asumibles por la sociedad (y, de hecho, ya han sido asumidos y difícilmente el mundo gay podría hablar hoy de discriminación).
Creo, por el contrario, que las reivindicaciones destinadas a equiparar en derechos a las parejas homosexuales con las parejas heterosexuales son muy discutibles, especialmente en lo que se refiere a la adopción.
Creo que, tanto en el terreno de los derechos de la mujer y de los derechos de los homosexuales, ya se ha alcanzado el nivel de «normalidad». Ir más allá de ese nivel, con «discriminaciones positivas» o leyes protectoras desmesuradas, es innecesario salvo por los partidos que aspiran a ganar la sumisión clientelar de determinadas bolsas de votantes. Algunos sectores políticos han intentado cosificar en forma de votos al mundo gay asumiendo las reivindicaciones de los sectores más radicales sin creer en ellas.
Creo que algunas manifestaciones extremas del «universo gay» evidencian profundos desequilibrios interiores en sus exponentes y una obsesión enfermiza por exteriorizar la propia opción sexual.
Creo que determinadas prácticas eróticas o alteraciones físicas voluntarias evidencian tales desequilibrios.
Creo que hay que distinguir entre virilidad y machismo, entre tolerancia y homofilia, entre reivindicaciones asumibles y reivindicaciones fuera de toda medida, y para ello es preciso redefinir el estándar de «normalidad». En lugar de eso, la consecuencia de la «revolución sexual» iniciada en los 60 ha sido dinamitar cualquier noción de normalidad y la filtración en el curso de la confusión de propuestas razonables con reivindicaciones reprobables, derechos a la libre opción individual con obligaciones y reconocimientos por parte de la sociedad.
Creo que la madre de todas las batallas en este terreno consiste en una necesaria redefinición de un paradigma de normalidad.
Y a eso vamos.
Web del libro: Web de "Los Gays vistos por un hétero"
Catálogo de la Editorial PYRE
Venta de Libros
© Ernesto Milá infokrisis infokrisis@yahoo,es
1 comentario
benito -
a mi juicio,una expresiòn
extrema de egoismo.llega
hasta negar la reproduciòn,
sin renunciar a satisfacer
el capricho de capturar
una descendencia,contra-
diciendo su "sagrada" opciòn.
instrmentalizan de este modo
la paternidad ajena,en nombre
de la disponìbilidad econòmi-
ca propia.el niño adoptado
es contemplado como fuente
de prestìgio.todo dentro
de una maniobra general,que
tiende a la confusiòn de va-
lores,neutralizàndo cual-
quier crìtica que podamos
dirigirles.estamos paralizados por la nivelaciòn
de todas las opciones,emitir
un juicio desencadena la ven-
ganza de un sector minorità-
rio de la poblaciòn,aunque
detentador de un creciente
poder.valga como ejemplo
su presencia masiva
en los medios de comunicacòn.