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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

ECONOMIA

¿Ha dicho liberalismo?

¿Ha dicho liberalismo?

Infokrisis.- ¿Ha dicho “liberalismo”? Vamos a recordar qué es eso del liberalismo… De entre todos los mitos de la modernidad uno merece ser examinado algo más de cerca: el liberalismo, sin saber cómo, ha regresado a la historia después de permanecer durante más de un siglo en el estercolero. Su rehabilitación se ha debido en primer lugar a Margaret Tatcher y luego a Ronald Reagan. Ambos bebieron en las fuentes de Friedrich Hayek, el cual, a su vez lo hizo en von Misses. Llama la atención la simplicidad de esta escuela economicista y sus planteamientos esquemáticos que en otro tiempo no hubieran superado un examen de acceso a la universidad.

Donde hay un pueblo arruinado, allí hay un liberal actuando

Básicamente sostienen que todo lo que no es el “liberalismo” es “socialismo” y que, para evitar caer en el pecado de socialismo el Estado se tiene que abstener de cualquier interferencia en los “mercados”. De ahí el lema “más mercado, menos Estado”… Para Hayek cuando el Estado realiza una pequeña corrección en los mercados es que el “socialismo” se ha manifestado aun cuando esa corrección haya sido formulada por un partido de derechas. No puede extrañar que Hayek considerara a Keynes y a sus colaboradores “una panda de socialistas”…

La crisis de 1929 desarzonó a todos estos teóricos del abstencionismo estatal. Misses fue durante muchos años olvidado y Hayek vivió durante casi toda su vida en una especie de “exilio interior”. Sin embargo, el ascenso al poder de Margaret Tatcher supuso la resurrección del zombi liberal. Algo antes Milton Friedman y los “Chicago boys” habían hundido la economía chilena y generado una oleada de paro sin precedentes que fue más costosa para el gobierno del General Pinochet que cualquier medida represiva sobre la izquierda. En efecto, dando vía libre a las importaciones Friedman y sus compinches lograron que una cerilla fabricada en Canadá recorriera desde las Montañas Rocosas hasta los Andes y terminara prendiéndose en Valparaíso o Santiago entrañando la destrucción de sectores enteros –además del fosforero- de la economía chilena.

En los 15 años siguientes, “reajustes” como éste se dieron en toda Iberoamérica generando paro, miseria, destrucción de la clase media y establecimiento de sistemas democráticos de baja calidad guiados por títeres al servicio de las oligarquías locales. El resultado a medio plazo ha sido la irrupción de un populismo de izquierdas en buena parte de Iberoamérica y, en especial de la “doctrina bolivariana” que hundía sus raíces en la desesperación de sectores de las clases medias en fase de proletarización y de los proletarios en base de pauperización.

En realidad, la “pasada por el liberalismo” tuvo tres fases: una fase de impacto brutal sobre las economías locales, una segunda fase en el que “las cifras macroeconómicas” empezaron a registrar alzas y los Estados sacaron a flote sus economías (fundamentalmente como efecto de los beneficios obtenidos por la venta de las empresas de los sectores públicos, muy abundantes en Iberoamérica, mucho más que por su buena gestión), lograron atraer inversión financiera… antes de que todo esto se divisara como flor de un día, los beneficios obtenidos por la venta de empresas públicas tardaron poco en dilapidarse, volvió a hacer falta financiación, pero el Estado ya no disponía de sector público que avalase la petición de créditos y, finalmente, se produjeron fenómenos perversos como el “corralito” o vuelcos políticos como el que tuvo lugar en Venezuela, demostrando una vez más –y por si la historia del siglo XX no lo hubiera demostrado hasta la saciedad- que el “socialismo” es el resultado de los excesos del “liberalismo”.

La dialéctica liberalismo-socialdemocracia

Desde hace 150 el péndulo se decanta unas veces hacia el “socialismo” y luego vuelve hacia el “liberalismo”. Los liberales no reconocen este proceso dialéctico que une los excesos del liberalismo al nacimiento del socialismo y que luego va del agotamiento de éste a la búsqueda de su opuesto, el liberalismo, iniciando un nuevo ciclo. Los liberales de estricta observancia afirman con una seriedad pasmosa que jamás se ha llevado a la práctica su modelo teórico: siempre, en algún momento, el Estado ha intervenido en la economía falseando el mercado. Es una falacia. Habría que añadir que en determinados momentos, si el Estado no hubiera intervenido para salvar al seudo-liberalismo o neo-liberalismo, el propio sistema económico hubiera desaparecido.

En el fondo, lo que subyace es un dogmatismo presente con tanta fuerza como estuvo presente en el marxismo: un enrocamiento en las propias posiciones concebidas de la manera más extrema y una justificación ante los errores afirmando que se habían producido porque la ideología no se había puesto en práctica sin alteraciones. Como si un marxista dijera que el fracaso del colectivismo se debía a que nunca se fusiló suficientemente a todos los opositores. Más soft el liberalismo atribuye sus fracasos al incumplimiento relativo y por la mínima del dogma del abstencionismo del Estado en materia de economía.

Esta última crisis económica, sin embargo, se ha producido dentro de una nueva perspectiva: ha sido una crisis del “sistema”, esto es, del liberalismo que desde el período Reagan-Tatcher abrió el camino a la globalización. Esta ha sido la primera gran crisis de la globalización y este modelo económico mundial es la quintaesencia del liberalismo: un mercado financiero mundial y unos Estados que ya carecen de potestad para regularlo dada la desproporción entre su dimensión y la del mercado… ¿Qué más quieren los liberales? Que el Estado desaparezca definitivamente.

Llama la atención que lo más cerca del liberalismo –al menos a nivel conceptual- sea… el anarquismo. En efecto, ambos predican la desaparición del Estado y su reducción al mínimo. A diferencia del liberalismo, el anarquismo predica también la desaparición del mercado y, en este pequeño detalle es donde radica la diferencia. Los EEUU constituyen sin duda el primer Estado liberal aparecido en la historia y aun hoy su población mantiene una extendida desconfianza hacia el aparato estatal al que frecuentemente atribuyen todos los males. El liberalismo pasa así como una forma de anarquismo económico al que le repele cualquier intervencionismo estatal y se muestra libertario en relación al “mercado”.

La mística del mercado como dios omnipotente

Y ¿qué es el mercado? El mercado es el escenario en el que discurre el juego de la oferta y de la demanda. Las “leyes del mercado” jamás podrán cumplirse tal como fueron concebidas teóricamente porque los procesos de acumulación de capital general desequilibrios y asimetrías que falsean la libre competencia. Son, además, peligrosas. El negocio de las farmacéuticas es la “salud”, lo que equivale a decir que alcanzada la “salud” y desterrada la enfermedad, el negocio de las farmacéuticas desaparecería. De ahí que sea preciso –para mantener la única ley del liberalismo que sigue incólume, la del “beneficio”, el “lucro” y la “usura”- que el “enfermo” se recupere de su dolencia mediante el uso de fármacos que le conducirán a otra enfermedad (los “efectos secundarios”). Si el Estado no interviniera mínimamente intentando “vigilar” a las farmacéuticas, episodios como el de la Gripe A (enfermedades ficticias) se repetirían todos los años.

Por otra parte, cuando un grupo de empresas (un oligopolio o un monopolio) alcanzan una posición hegemónica en el mercado tienden a utilizarlo a su antojo y a evitar que otras empresas puedan posicionarse en el mismo. Y, finalmente, cuando determinadas acumulaciones de capital superan –tal como ocurre hoy- el PIB de la mayoría de países, son los mercados los que imponen su tiranía a los Estados. Hace falta recordar que mientras los mercados son, en realidad, el teatro preferencial de la actividad de inversores y especuladores, el Estado somos –al menos en teoría- todos. Así pues, el liberalismo es el mejor escenario para que los tyranosaurius se coman a los humanoides… Porque si hay una idea que sea ajena al liberalismo es la idea de justicia social… Y si hay hoy una idea necesaria cuando una cuarta parte de la sociedad está rozando el umbral de la pobreza o zambullido en él, es precisamente la de justicia social.

El liberalismo que trajo a la globalización

El liberalismo ha sido el hacedor miserable de la globalización y la globalización es el sistema para matar pueblos. La globalización tiende a que los rasgos de identidad de los pueblos se diluyan: a un mercado mundial, corresponde un melting-pot en donde cualquier producto tienda a poder venderse en cualquier lugar, fabricarse en donde sea más barato.

Y esto ha generado dos fenómenos peligrosos cuya responsabilidad descansa únicamente en el liberalismo: de un lado la deslocalización empresarial, fuga de las plantas de manufacturas a los países en donde el precio de la mano de obra es más barato… que no pueden ser sino países “socialistas”, como China en una curiosa colusión de intereses que atenta contra los trabajadores del Primer Mundo (que ven inevitablemente contraído el mercado de trabajo en sus países) y del Tercer Mundo (que ven cómo la riqueza para sus élites económicas se realiza a costa de salarios de hambre y trabajo semi-esclavo).

Pero hay otro fenómeno generado por la globalización liberal que constituye un verdadero atentado no sólo contra los pueblos sino también y sobre todo contra la historia: el facilitar el desplazamiento de millones y millones de personas hacia Europa para abaratar el coste de la mano de obra. Aznar, en este sentido, fue paradigmático en su política de generar un modelo económico liberal basado en salarios bajos, inmigración masiva, crédito fácil y beneficios rápidos para los inversores con un sector hipertrófico de la construcción.

Cómo hacerse liberal

Los “liberales” de hoy en España han llegado a las posiciones en las que se encuentran a través de distintas vías: tras la pérdida de vigor de las democracias cristianas, la única ideología más o menos somera que le quedaba a la derecha para afrontar a la socialdemocracia, parecía ser el liberalismo. Buena parte de los liberales españoles no han llegado a defender estas posiciones (de las que suelen ignorar sus inconsecuencias) no tanto por adhesión a la doctrina de Adam Smith y demás, como por el rechazo a la socialdemocracia. Para algunos ese rechazo no es más que un reajuste en su anticomunismo, en su antiizquierdismo e incluso en su franquismo de otros tiempos.

La raíz de “liberalismo”, remite al concepto “libertad”, lo que contrasta con la ideología que algunos de estos liberales reconvertidos sostuvieron en otros tiempos. Losantos, por ejemplo, era un maoísta defensor de la “guerra popular prolongada” y la “insurrección armada de masas” dentro de la Organización Comunista de España Bandera Roja (a donde, por cierto, iban a parar decenas de chicas y… los machitos que no ligaban ni con cola ni con cerote). Caído en el descrédito más absoluto el marxismo, a muchos de estos maoístas les faltaba el “libro” en donde se contuvieran todas las explicaciones y creyeron encontrarlo en La Riqueza de las Naciones o en La teoría monetaria y el ciclo económico de Hayek. Además, la referencia a lo liberal parecía limpiar sus ofensas a la libertad realizada desde el sumidero marxista siempre cerca del GULAG.

Neoliberales y extrotskystas

En realidad, toda la primera generación de neoconservadores aparecida en EEUU a finales de los años 50 y que prolongó su influencia intelectual hasta finales de los 70, procedía de intelectuales marxistas -frecuentemente trotksystas- que no estuvieron dispuestos a pasar ante el comité de actividades antinorteamericanas y, una vez emprendida la disidencia con el stalinismo, tras un breve paso por las filas del trotkysmo, pasaron al anticomunismo y, por el mismo precio, acamparon en el conservadurismo mas acrisolado (los Dewey, los Shactman, los Kristol, los Burham –con su Revolución de los Managers y especialmente si El fin de las ideologías- y los Podhoretz entre otros muchos) que luego enlaza con la generaciones de neoconservadores, también extrotskystas que pasaron a ser los cerebros grises de la administración Bush. Ultraizquierdistas reconvertidos en defensores del liberalismo con una fe propia del converso.

El liberalismo es hoy un proyecto siniestro avalado por teóricos ciegos y cerriles anti socialdemócratas. No soplan buenos tiempos para defender el liberalismo en medio de una crisis económica generada por ese mismo liberalismo y ante la que no hubiera sobrevivido de no ser por traicionarse a sí mismo cuando decenas de instituciones de crédito en todo el mundo no fueron salvadas por los “principios liberales” sino por… los Estados. Ese pequeño detalle sería suficiente hoy para descalificar al liberalismo para opinar sobre cualquier caso… y, sin embargo, a sus defensores ultramontanos apenas les interesa: Losantos sigue tronando a quien quiere oírle contra ZP, Rodríguez Braun desde la COPE se sigue creyendo gracioso saludando cada día a la audiencia con un “buenas noches liberales”, incluso en Internet se postula un “Partido de la Libertad”… en la “línea de Hayek”.

La mayoría de liberales hoy no hacen sino defender sus propios intereses (en el fondo el leit-motiv del liberalismo es el individualismo y el individualismo quiere decir “yo primero y luego todos los demás”) y sobre todo alardear de falta de imaginación y renuncia a la herencia aristotélica de nuestra cultura en la que el razonamiento lógico siempre ha ocupado un lugar preponderante. Sí, porque no hay nada más inconsecuente que un liberal tronando contra el “Estado”, pero sollozando para que ese mismo Estado ayude a bancos, entidades financieras y sectores económicos. Ser consecuentes nunca ha sido el fuerte de esa llama “doctrina liberal”.

De esta crisis no se sale con liberalismo sino con planificación

De todas formas, la cuestión no es tanto si Keynes o Hayeck, si más Estado o más mercado, sino, pura y simplemente, ¿cómo salir de la crisis? Y aquí el liberalismo solamente aporta su fórmula maravillosa: la primacía del Mercado. El “mercado” no es una entidad intangible: tienen nombres y apellidos, son los George Soros, son los grandes consorcios financieros, son las legiones de especuladores (eufemísticamente llamados inversores en momentos de crecimiento económico, verdaderos usureros y arribistas sin escrúpulos). El mercado solamente vela por el beneficio de los “grandes” de la economía. Si se tratara de seguir dando primacía a los mercados, eso desembocaría simplemente en un sometimiento de los Estados (esto es de todos nosotros) a sus caprichos.

En realidad, el liberalismo es hijo de la burguesía cuando ésta reivindicó en el siglo XVIII la primacía como clase hegemónica de la sociedad en detrimento de la aristocracia. Y algo le ha quedado. Sigue queriendo tener la primacía pero se ha convertido en una aristocracia económica. No aspira a controlar a los Estados directamente sino a través de los mercados.

En la actualidad, para salir de la crisis el Estado tiene que ampliar sus poderes. De una sima como la que estamos no salimos con los mercados… sino con la planificación. Y eso solamente corresponde a los Estados. El mercado no puede planificar porque está sometido a las leyes de la oferta y la demanda corregidas y condicionadas por el peso de los grandes capitales financieros y de las concentraciones de capital. El “mercado” no tiene necesidad de salir de ninguna crisis, simplemente porque no la percibe. Pero el grueso de las poblaciones sí. Y para eso hace falta justamente el remedio contrario al que propone el liberalismo: planificación, planificación y planificación. Y mucho más en España en donde desde el franquismo el modelo económico se basa en turismo y construcción.

La crisis de la socialdemocracia quizás parezca más grave que la crisis del liberalismo, pero ambas no son sino dos formas de un mismo sistema que se está desintegrando ante nuestros ojos. Si hoy la socialdemocracia solamente gobierna en dos países europeos y si partidos de derecha y de centro-derecha se enseñorean por toda Europa, no es más que porque el “pensamiento único” ha hecho imposible la emergencia de otras opciones. Pero ambos están agotados: la socialdemocracia porque, en su intento de insertarse en el “pensamiento único” y en su aceptación del liberalismo, lo ha gestionado de manera atroz mientras ha permanecido en el poder, y el liberalismo habitualmente identificado con partidos de centro-derecha, de derecha e incluso de extrema-derecha (caso de Gert Wilders) ha fracasado en su proyecto globalizador.

De hecho el liberalismo está tan avejentado como el viejo marxismo y huele a tanto alcanfor como su colega el anarquismo. Ideologías surgidas hace 200 años y en el caso del liberalismo, cuya matriz se remonta a 250 años en pleno siglo XVIII, ya no están en condiciones de aportar nada a las sociedades del siglo XXI, como no sean su cadáveres siempre en condiciones de ser triturados y aptos para fermentar como cualquier estiércol, a la tierra. Hoy es el tiempo en el que no se trata tanto de rescatar cadáveres como de abordar la creación de nuevos modelos doctrinales que trasciendan tanto al liberalismo como a la socialdemocracia.

Cuando alguien os pregunte “¿Qué es el liberalismo?” La respuesta correcta es: el liberalismo el sistema económico que nos ha traído la crisis en la que estamos inmersos.

 

ANEXO

Las mentiras del liberalismo

 

Redacción.- Desde hace varias semanas viene circulando por Internet este artículo en el que se refutan las tesis del liberalismo globalizado y globalizador. El “desconocido” autor ha identificado los tópicos más frecuentes utilizados por la ideología globalizadota y los ha refutado de manera inapelable. Reproducimos aquí este artículo e invitamos a todos los lectores a difundirlo.

"El liberalismo, es mas elección y mejores precios para el consumidor"

FALSO: Según el mismo dogma liberal, el liberalismo solo funciona si existe una competencia suficiente por el lado de la oferta. Sin embargo, en los hechos, el capitalismo liberal tiende hacia la concentración y la formación de monopolios que eliminan toda competencia, reduciendo la elección del consumidor y hacen subir los precios (y bajar la calidad ).

En el área de los servicios públicos como por ejemplo la distribución del agua, el correo, o los ferrocarriles, su privatización siempre se ha traducido por un aumento de los costos para el pasajero, una reducción del servicio, y una reducción de las inversiones en el mantenimiento de las infraestructuras.

En cuanto a los sistemas de jubilación privados (fondos de pensiones), consisten en privar a los asalariados de toda seguridad, entregándoles a la incertidumbre de la gestión de dichos fondos a organismos financieros. En caso de quiebra de estos últimos, los asalariados se hallan sin jubilación a pesar de años de cotización. Lo que ya ha sucedido en Estados Unidos en 2002 con la quiebra de Enron.

"El liberalismo, es el juego del libre mercado"

FALSO: Siempre según el dogma liberal, el libre-mercado requiere la transparencia del mismo mercado y de la información.

En realidad, a causa de prácticas opacas y de la inequidad en el acceso a la información, el consumidor no puede escoger con conocimiento de causa.

"El crecimento crea empleos"

FALSO: El crecimiento crea empleos en primer momento, pero sirve sobretodo para financiar las "re-estructuraciones" y las relocalizaciones. A final de cuentas, destruye mas los puestos de trabajo de lo que crea.

"Solo el mercado es apto para determinar el precio justo de las materias primas, divisas o de las empresas"

FALSO: Los mercados son esencialmente guiados por la especulación y la busca del mayor lucro a corto plazo. Las fluctuaciones y variaciones del mercado son a veces irracionales, excesivas, y sometidas a la manipulación. Estas oscilaciones excesivas en el mercado (bolsas) son destructoras, provocan ruina y quiebras en la economía real. Pero al mismo tiempo, estas variaciones son generadoras de ganancias para los especuladores. Nuevamente el principio de los vasos comunicantes…!

"La empresa crea riqueza. Es la fuente de la prosperidad de los países y de sus habitantes"

FALSO: Por lo general, las empresas no crean riqueza, porque el valor creado es inferior al costo real de los recursos utilizados o destruidos, si tomamos en cuenta el costo medioambiental y humano, así como el costo real de las materias primas renovables.

El "lucro" de las grandes empresas es logrado en realidad en detrimento de la naturaleza, pillada por la explotación, la urbanización y la contaminación, o "vampirizado" sobre otros factores económicos:

- sobre los asalariados, a quienes se los habrá despedido para ahorrar costos u "aumentar la productividad", o a quienes se habrá reducido la remuneración o la protección social.

- sobre los consumidores que deben pagar mas por una calidad o cantidad menor.

- sobre los proveedores (en particular sobre los productores de materias primas de minerales o agrícolas)

- sobre otras empresas a los cuales se habrá provocado su quiebra mediante practicas desleales de competencia, o que son compradas para ser posteriormente desmanteladas, vendidas por partes, y cuyos asalariados serán transformados en desempleados.

- sobre las poblaciones del Tercer Mundo que serán expoliadas de sus tierras y de sus recursos, y que han sido reducidas a la esclavitud, obligadas a trabajar en las minas o en "talleres del sudor" de empresas transnacionales, o peor aun, obligadas a servir de conejillos de india para la industria farmacéutica, o de vender sus órganos (por lo general riñones o un ojo) que serán operados a enfermos afortunados. (el precio pago para un riñón llega a 20.000 $us en Turquía, a solo 800 $us en la India)

"La Globalización beneficia a todos "

FALSO: Entre 1992 y 2002, el ingreso por habitante ha decaído en 81 países. En el Tercer Mundo, el número de personas "extremadamente pobres" ha aumentado en mas de 100 millones.

La diferencia entre salarios ha aumentado de forma impresionante. Tomemos el ejemplo de una obrera de una empresa sub-contratista asiática de Disney que fabrica ropa con el logotipo de Mickey para consumidores occidentales. Esta obrera trabaja en un "taller de sudor", 14 horas por día, 7 días sobre 7, sin ninguna protección social, sin derecho a huelga, el todo por un salario horario de 0,28 dólar. Al mismo tiempo, el salario horario de un Gerente de Disney (PDG) es de 2800 dólares, es decir 10.000 veces mas.

Las 225 personas más ricas del mundo acumulan un patrimonio global de 1000 billones de dólares, equivalente al ingreso anual de los 3 mil millones de personas más pobres del planeta, es decir 47% de la población mundial. La fortuna adicionada de las 84 personas más ricas sobrepasa el producto interior bruto de China con sus 1,2 mil millones de habitantes.

En 2002, 20% de la población mundial acapara 80% de las riquezas, posee más de 80% de los coches en circulación y consume 60% de la energía, mientras que mil millones de los habitantes más pobres comparten el 1% del ingreso mundial.

© Ernest Milà – infoKrisis – infokrisis@yahoo.eshttp://info-krisis.blogspot.com – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen

De Guindos el quintacolumnista

De Guindos el quintacolumnista

Infokrisis.- Vamos a plantear el estado de la cuestión: la banca española entre 2002 y 2007 falseó las tasaciones de los inmuebles que hipotecaba. Se procedió primero a una sobretasación de los mismos que oscilaba entre un 30 y un 50%. Para colmo, a partir de 2002 en lugar de dar solamente el 80% del valor de la tasación, se pasó a dar incluso hasta el 120%. La cosa, como era de prever fue bien… hasta que los inmuebles dejaron de revalorizarse un 15%, se estancaron y empezaron a perder valor. Los bancos, a partir de ese momento, empezaron a ejecutar hipotecas y a quedarse con los inmuebles previamente hipotecados. Reflejaron la operación en los apuntes contables anotando el precio de la tasación inicial… Absurdo, pero no por ello menos real. Esta operación genera en que el mundo real vaya por un lado y el contable por otro…

En efecto, los bancos españoles hoy son las primeras inmobiliarias de éste país. No hay ninguna empresa especializada en venta de inmuebles que pueda competir con ellos. Para colmo, claro está, los bancos conceden especialmente hipotecas a quienes comprar pisos de su propia cartera. Y, a pesar de que una ejecución de hipoteca indica un “fracaso” en la concesión de una hipoteca, el hecho de que se anote la ejecución con el valor del momento en el que se vendió y no en el momento actual (en el que los inmuebles han perdido por término medio un 30% del valor que tenían en 2007 y probablemente pierdan otro 30% en los tres años que vienen), hace que el resultado contable dé beneficios por todo lo alto… beneficios contables, no beneficios reales.

Por ora parte, esto mismo tiene como resultado el que los bancos se niegan a bajar drásticamente el precio de los inmuebles de sus propias carteras. Así pues, los pisos no se venden porque los bancos estaban tranquilos al poder utilizar los procedentes de ejecuciones hipotecarias como “activos sobrevalorados”. Y nadie les decía nada: el gobierno de turno estaba contento porque “nuestro sistema bancario goza de una salud excepcional”, y los directivos de los propios bancos presentaban cada año más y más beneficios improbables. Hasta que el caso de la banca española se ha conocido en los mentideros económicos internacionales. Las primeras víctimas han sido las cajas de ahorro a causa de su pésima gestión, de su implicación en las inversiones absurdas e inútiles de los gobiernos autonómicos y de las vinculaciones entre gestores y clases políticas locales. Las fusiones no han saneado del todo el sector y a ellas seguirán los procesos de compra por parte de entidades mayores e incluso la desaparición de algunas de ellas.

Pero el “sistema bancario” sigue sin sanearse porque los grandes bancos tienen hoy beneficios justificados no por inversiones lucrativas, sino por la posesión de activos espectaculares que no son el producto de un volumen de negocio real sino de ingeniería contable muy elemental por lo demás. Digamos que nuestros bancos tienen ganancias porque el gobierno les ha permitido practicar esa ingeniería contable, de lo contrario haría tiempo que hubieran entrado en pérdidas.

La semana pasada Rajoy lanzó la propuesta de rebajar el valor de los activos inmobiliarios “a niveles realistas”. Y, en principio, parecía una e las medidas más juiciosas del gobierno… si de lo que se trata es que la “economía virtual” pase a ser “economía real”. Pero, una media así, aislada, no solamente es peligrosa sino que también puede ser contraproducente.

En efecto, en el momento actual y en la economía globalizada “el pez grande se come al chico”, lo que traducido quiere decir, que una muestra de debilidad en la banca española equivaldría a su devaluación en los mercados y a su compra a bajo precio en Bolsa después de OPAs hostiles. Se suele decir que la “banca no tiene patria” y, efectivamente, lo que tiene la “banca española” de “español” es poco menos que cero, ahora bien, no es menos cierto que para dar impulso a la economía de un país, dentro de un modelo liberal, la banca privada tiene la función de dar crédito a los “clientes” que tiene más próximos, es decir, a los ciudadanos de una nación dada. Harina de otro costal sería si la entrada en pérdida de la Banca española sirviera para que fuera comprada por el Estado y convertida en Banca pública, pero no debemos de creer que eso puede ocurrir, sino todo lo contario…

En realidad, hay que pensar que si esta propuesta ha sido lanzada por el gobierno Rajoy, es De Guindos quien la ha completado y avalado hoy martes. Y De Guindos es –no hace falta recordarlo- el funcionario de la alta finanza y del capital internacional. Cualquier movimiento que hace De Guindos lo hace para satisfacer a sus patrones, no para beneficiar ni al gobierno Rajoy, ni mucho menos –por supuesto, ¡hasta ahí podíamos llegar!- al pueblo español.

El hecho de poder hacerse con el control completo de la banca “española” es un plato de gusto para la alta finanza internacional. Pero, ya se sabe, que primero hace falta devaluarla, bajar su precio y su cotización en los mercados. La intención de la alta finanza no consiste en estimular la economía productiva en lugar de la especulativa, sino todo lo contrario, en convertir la economía en un instrumento exclusivamente especulativo cada vez concentrado en menos manos.

Y es por todo ello que una medida que, en medio de un paquete de medidas destinadas a eliminar el peso de la economía especulativa como es ésta de reflejar el valor real de los activos bancarios, corre el riesgo de convertirse en una fuente más de problemas.

Las fases que se van a suceder en los próximos dos años son:

- Decreto para reflejar los activos de los bancos a tasación realista.

- Entrada en pérdida de los bancos y dificultades para proveer las reservas.

- Ayuda del Estado para sanear los bancos con dinero de todos (en lugar de fiscalización del negocio bancario y transformación de los bancos no rentables en banca pública)

- Pérdida de valor de los bancos españoles.

- OPAs hostiles por parte de la alta finanza internacional o bien compras de paquetes de acciones a bajo precio.

- Nuevo modelo bancario orientado hacia la especulación y desentendido de la economía real y del papel históricamente asignado a la banca: dar crédito a ciudadanos y empresas.

- Agonía de las pequeñas y medianas empresas, recesión del consumo a crédito y mayores tasas de paro y de desertización industrial

Dicho con otras palabras: es necesario que los bancos (y cualquier entidad) reflejen en su contabilidad el valor real de sus activos… pero es todavía más necesario que ese objetivo no vaya en detrimento del ciudadano y de las pymes y, por tanto, no puede ser una medida aislada, sino que debe formar parte de un paquete de medidas destinadas a reactivar la economía, reindustrializar el país, reconvertir la economía de “especulativa” en “productiva” y, naturalmente, no poner una alfombra roja para que la apisonadora de la alta finanza internacional machaque a todo el país.

Y, hasta ahora, Rajoy sigue sin gobernar. El presidente del gobierno elegido en las urnas el 20-N sigue sin ofrecer expectativas a la sociedad española fuera del consabido “sangre, sudor y lágrimas” y ni siquiera se ha atrevido a realizar una previsión racional de cuándo mejorará la situación. Su ministro Montoro se ha estrenado en el parlamento con un cursi discurso dirigido a “los miembros y miembras del Parlamento”… y no iba en broma. La estupidez en la clase política es contagiosa y la falta de perspectivas del discurso de Montoro quedarán ocultas tras el relumbrón de esta frase idiota que demuestra que, incluso en lo accesorio y en las horteradas, PP y PSOE, lejos de utilizar el “masculino genérico” aprobado por la Real Academia, tienen la mano al signo de los tiempos: la tontería. No es Montoro quien gobierna, sino De Guindos. Y De Guindos lo hace por cuenta de la alta finanza a la que ha servido durante toda su vida como probo funcionario. Ahora se ha sabido que Rajoy ni siquiera fue consultado para colocar en la cúpula del ministerio de economía a Carmen Vela que hasta la noche del 20-N había hecho campaña por el PSOE y por ZP como eximia miembro del gremio de la zeja. Rajoy deja hacer a De Guindos, e incluso hay que plantearse si Rajoy es consciente de que De Guindos le generará a corto plazo el mayor de los descréditos y ni siquiera resolverá la situación económica del país… porque hasta ahora, todo lo que hemos visto han sido MEDIDAS PARA PAGAR LA DEUDA CONTRAIDA CON INSTITUCIONES FINANCIERAS INTERNACIONALES y ni una sola medida, ni una sola para ALIVIAR LA PRESIÓN DE LAS CLASES MEDIAS Y DE LAS CLASES TRABAJADORAS.

Y así, con una previsión del 30% de paro y 6.000.000 de parados para diciembre de 2012 y con 7.000.000 de inmigrantes (más de un millón naturalizados españoles), Rajoy caminará por la senda de la catástrofe económica cada vez más agudizada que empezó a cavar Felipe González (con la mala negociación para la entrada de España en las Comunidades Europeas), que amplió Aznar (con la creación de un modelo económico suicida basado en crédito fácil, salarios bajos, ladrillo e inmigración) y que ZP no supo ni reconducir ni manejar (dilapidando el superávit en pocos meses). Rajoy no será el único responsable de lo que ocurra en los dos próximos años –como no lo era ZP en exclusiva, el cual se encontró con que le estalló entre las manos el modelo de Aznar que él no hizo nada para rectificar y como Aznar se encontró con una situación de facto ante la UE labrada por FG- pero todos los presidentes que han gobernado en las últimas décadas son co-responsables de una locura colectiva: la financiarización creciente de la economía, la globalización y sus dos lacras, la deslocalización industrial y la inmigración masiva). Resumiendo: de la misma forma que una sola medida no nos salvará de la crisis, un solo presidente no ha sido el culpable de la crisis: lo han sido todos, esto es, lo ha sido el régimen creado en 1978 y ya va siendo hora de pensar en sustituirlo.

© Ernesto Milà – Prohibida la reproducción de este artículo sin indicar origen

Ahora vienen los años duros

Ahora vienen los años duros

[Este artículo fue escrito a principios de 2011 y publicado en el número 34 de la revista Identidad. En cierto sentido era un artículo profético: se auguraba que el año iba a ser negro, pero incluso en esta perspectiva, ignorábamos que iba a ser tan negro como está resultando. Convocadas las elecciones generales para el 20-N, la población español las afronta con vagas esperanzas de que Rajoy logre sacarnos del agujero... en realidad, esas esperanzas se habrán diluido de aquí a seis meses...]

2008, 2009 y 2010 fueron los previos, los de la crisis, que, tal como la define el diccionario, no es más que el cambio brusco de una situación a otra. Ahora empieza lo que sería la segunda fase del proceso, el establecimiento del nuevo status, muchísimo peor para el pueblo del que más o menos disfrutábamos.

Una de las pocas cosas ciertas que ha dicho el ilustre economista Zapatero es que, como mínimo estaremos “apretados” cinco años. El ciclo mínimo para ver los resultados de un plan económico son cinco años. De ahí que la mayoría de los planes económicos dirigidos, como en el antiguo Bloque del Este sean quinquenales. Vamos, que por orden cronológico en los análisis, Zapatero nos ha dado la razón. Hay que saber que a los cinco años es cuando se ve si un plan era bueno, pero, como desarrollaremos más adelante, no lo creemos. Con lo que estamos abocados a romper y rasgar como sociedad o enfrentarnos a estar en la miseria dentro de un lustro.

Imponen las medidas a la marioneta Zapatero, la marioneta Rajoy las aplaude

Los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2011 no son más que una imposición desde fuera. En principio marcada por Merkel y Sarkozy, por detrás de ellos los de siempre, que van a pescar enormes truchas en un río muy revuelto.

Como aperitivo tuvimos el R.D. 8/2010 de 20 de mayo, por el que se congelaban las pensiones contributivas, atacando a uno de los sectores más débiles, el de los jubilados. El entrante nos lo sirvieron el 17 de septiembre con la Ley 36/2010, que abarata las indemnizaciones por despido. Son las dos primeras medidas de gran calado para el retroceso en los derechos de los trabajadores que se han dado desde 1936, Franco, Transición y Democracia por medio.

Llegando a la auténtica degustación del “menú” nos encontramos con que en los nuevos PGE se reduce el gasto en un 8% de media, pero no en reducciones de dietas ni de coches oficiales. La auténtica mano dura en los PGE se va a ver reflejada en las clases media y baja españolas. Si todos vemos un exceso en el número de funcionarios por la duplicidad o triplicidad de Administraciones, no se va a buscar la lógica e ir reduciendo el número de funcionarios de la manera menos traumática posible, sino que van a echar a personal laboral sin tocar a los enchufados varios dedicados a perder el tiempo a costa del dinero de todos nosotros. Y como el personal expulsable de determinados Ministerios supondrá una merma en servicios, externalizarán sus funciones dándoselas a empresas privadas de bajos salarios y a pagar por todos.

La contracción de gastos en los Ministerios, reduciéndose entre un 14% y un 15% las partidas, se reflejará en la congelación de sueldos del personal de servicio principalmente, después en lo anteriormente relatado.

Al R.D. 8/2010 y Ley 36/2010 se le van a sumar los efectos de la subida en dos puntos del I.V.A. y la eliminación de los 426 € de ayuda que, si bien favorecían a algunos vagos, no es menos cierto que también ayudaban a gente que buscaba infructuosamente trabajo habiendo agotado la prestación por desempleo. Se nos ocurre que en vez de eliminar la ayuda deberían haber investigado quien la recibía. Desaparece también la ayuda por maternidad, después dirán que hay un problema de natalidad que pone en peligro las pensiones.

Pero no se van a apretar por igual todos los cinturones. Las grandes rentas o SICAV van a tener su tasa de fraude legalmente consentida, con tal de que salgan a la luz sus capitales. Seguirán pagando un 1%, a la recepción del capital tributarán con los bajos tipos de éstas rentas, impuesto de patrimonios que no se rescata y tendrán rebajas efectivas de Cotizaciones a la S.S. de sus empresas, con lo que el Estado va a financiar “de facto” los despidos masivos, conversiones de contratos temporales a los de tipo basura pero tildados de “indefinidos”, etc.

Y, ¿no había otra solución?

Sí, la había. Empezando por las SICAV, si un gran empresario decide tributar en las Bahamas se le puede aplicar tasas de importación a los productos que genere, aunque sea en España, tratándolos como mercaderías importadas. Puede que después no le interese cotizar fuera de aquí. Las ayudas a la natalidad se deben entender como inversiones a largo plazo, por lo que en vez de retirarlas habría que aumentarlas. Las Administraciones locales han de buscar la efectividad en el trato y ayuda al ciudadano, no colocar a los amigotes en embajadas allende los mares. Las pensiones no se tocan. Si no entendemos que son el fruto del trabajo de la gente durante 40 años de su vida (aunque en realidad se paguen con las aportaciones actuales y sea un sistema de solidaridad intergeneracional) empezaremos a pensar que todo el sistema no es más que una enorme estafa piramidal. Las ayudas al desempleo, en vez de mutilarlas, deben supervisarse, que hay medios para hacerlo. Nadie quiere que se aprovechen los vagos dedicándose a rechazar ofertas de empleo, pero el arbitraje debe vigilar también al empleador para que no aproveche la situación y se cargue todos los derechos laborales.

Hay dos medidas estrella: Desde luego una es la repatriación de 6 (8 con los nacionalizados) millones de inmigrantes que hoy, directamente, no podemos mantener. Y que en su momento fueron necesarios para el enriquecimiento de los especuladores del ladrillo. Eso sí, con el cobro de sus aportaciones correspondientes, y que no descapitalizará tanto a España como seguir manteniéndolos aquí un solo año más. No se les discrimina ni se les rebaja de su categoría de personas, simplemente se acaba el “contrato” en España.

La otra es la intervención del precio de la energía. Si queremos que sea rentable a los empresarios y emprendedores quedarse en España y generar de nuevo empleo a partir de la pequeña y mediana empresa, ha de controlarse y abaratarse el precio del kilovatio. Se sacrifica interviniéndolo un sector para beneficiar al resto.

Si cabe una tercera medida es la del control y solicitud de devolución de las ayudas percibidas por los bancos… si como Estado todos los ciudadanos les hemos ayudado para que no quebrasen, ahora deben devolver la ayuda. Al fin y al cabo es lo que hacen ellos cuando prestan dinero.

Otras medidas, no económicas, pero igualmente necesarias, son las que implican la erradicación de toda la subcultura auspiciada por los extremistas progres estos últimos años, cuyo mayor éxito ha sido el nacimiento de la generación Ni-Ni (ni estudian, ni trabajan). La formación de nuestra juventud en valores clásicos europeos traerá como fruto una sociedad responsable, familiar y trabajadora.

La necesidad de las medidas drásticas

Todo lo explicado anteriormente sobre los PGE no se entiende sin aclarar por qué el gran imperio del capital los ha impuesto. Quieren que España se acerque al 3% de déficit sobre el PIB en 2013. De esta forma se aseguran el cobro de los préstamos que le han hecho al Gobierno (del PPSOE-PNV-CiU) mediante la compra de bonos y obligaciones. Préstamo a los políticos, que no a los españoles. Si mientras tanto llegamos a la necesidad o al hambre les da lo mismo.

La deuda del Estado acumulada actualmente es de 2,7 veces el PIB nacional, lo que supone que, por años, en 2010 asciende al 62,8% del PIB y para el 2011 el 68,7% del PIB. Se lleva generando quince años y se ha incrementado astronómicamente en los dos últimos. Ha sido provocada por el interés de los especuladores y ahora la vamos a pagar todos.

Dentro de cinco años, al vencimiento de este plan quinquenal y con Rajoy (seguramente) en el Gobierno el panorama va a ser el siguiente: Bajada de 5 millones a 4 de parados, los cuales supondrán un desempleo estructural inextinguible. Por debajo del umbral de la pobreza se pasará del 28% de la población actual a un 35-40%. La natalidad quedará en manos de la inmigración, principalmente musulmana, debido a que nadie disfrutará de ayudas al nacimiento pero ellos sí tendrán las ayudas de integración que no desaparecen. El poder adquisitivo de la clase media será en torno a un 50% menor y de la baja un 80%... y lo más increíble es que nuestra sociedad no se tire a la calle antes de que suceda.

© Ernesto Milá – Infokrisis@yahoo.eshttp://infokrisis.blogia.comhttp://info-krisis.blogspot.com - Twitter/#ernestomila – facebook/ernestomila – google+/ernestomila – Linkedin/ernestomila – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.

El remedio: bisturí

El remedio: bisturí

No somos ni de derechas ni de izquierdas, somos los de abajo y vamos a por los de arriba

La pregunta inicial es apenas un eufemismo: claro que hay que regular los mercados y claro que hay que volver al proteccionismo con ciertas matizaciones. Desde que tras la caída del muro de Berlín y tras el desenlace de la Segunda Guerra del Golfo (la de Kuwait), se inició la enloquecida carrera globalizadora, la “desregulación de los mercados” se ha convertido en uno de los dogmas intocables de la modernidad, junto a aquel otro de la “igualdad universal”, o aquel tan traído y llevado de “un hombre, un voto”. Los dogmas son malos simplemente porque desactivan la discusión sobre ellos: simplemente se presentan como inapelables. Y los dogmas relativos al mercado son en la ortodoxia ultraliberal más inapelables que cualquier otro.

Hace falta empezar diciendo que el liberalismo económico aparece con Adam Smith, éste en sus “Investigaciones sobre la naturaleza y la causa de la riqueza de las naciones” ya aludía a la necesidad de que el mercado estuviera regulado. No todo era válido, no todo era admisible y no todo consistía en que cada cual hiciera lo que le diera la gana. Y esto por una sencilla razón que no se le escapaba al antiguo economista: el pez grande se come al chico y en los mercados, los mejor preparados para quedarse con la parte del león son quienes lo poseen todo, mientras que los pequeños están destinados simplemente a arruinarse en beneficio de los grandes. Adam Smith, el primer y gran teórico del liberalismo quería evitar que el dominio de los grandes se eternizara sobre los pequeños. Y Adam Smith sabía bien que esta era la tendencia, precisamente porque su obra cumbre había sido publicada pocos años después y a la sombra de la gran crisis económica que unos pocos años antes había llevado a la quiebra a 27 de los 30 bancos de Edimburgo.

Pero hoy no solamente tenemos a economistas de baratillo que no llegan a la altura de los padres fundadores del liberalismo económico, sino que no hay estadistas, sino “gestores temporales de la cosa pública” que comen de la mano del poder económico. Hoy, el principio rector, especialmente en economía financiera, es que el capital no debe estar sometido a limitaciones de circulación planetaria. Quien limita la entrada y salida de capitales, por este mismo hecho, es simplemente un “canalla” o un “terrorista”.

Está claro que la actual crisis se ha generado por la falta de regulación de los mercados especialmente en lo relativo al capital financiero y a su circulación. Algunos países (y la unión Europea) al comprobar que sus poblaciones son cada vez más hostiles y particularmente sensibles a este problema han decidido proponer una tasa para gravar la circulación de capitales… Esta propuesta se encuentra también en el programa del PSOE. Veamos lo que representa.

Una tasa de este tipo debe ser lo suficientemente potente como para disuadir al capital de circular de un país a otro a velocidad de vértigo, lo que tarda en apretarse la tecla Enter del ordenador. No basta con tasas del 0’5%, cuando ese mismo capital está obteniendo beneficios por cada operación de entre el 5 al 15%. Se trata de disuadir al capital que deserta de unos países o de otros y penalizar esa deserción, reinvirtiendo en paliar el déficit… en buena medida generado por esas mismas deserciones. Y de lo que se trata es que la autoridad monetaria internacional aplique esa tasa (y no un país concreto) hasta absorber como mínimo el 75% de los beneficios de cada operación. No olvidemos que se trata de dinero especulativo, no generado por el trabajo: por tanto, si de lo que se trata es de volver a una economía productiva, todo lo que es especulativo debe ser penalizado.

Por otra parte, la alta finanza internacional aceptará de buen grado una tasa de entre el 0’1 y el 0’5% sobre sus beneficios, en la medida en que esa cantidad representa justo lo que el Estado insuflará en las entidades de crédito en los próximos años para salvarlas de la quiebra. Porque, por curioso que pueda parecer, los ultraliberales, partidarios de cualquier desregularización y de que el Estado no intervenga en los asuntos económicos, son los mismos que exigen a ese mismo Estado intervenir si de lo que se trata es de salvar a la banca o a las entidades financieras. La banca y las instituciones de crédito pertenecen a ese tipo de estructuras de derecho privado que no pueden recibir subvenciones públicas.

Hace falta, pues, REGULAR y PROTEGER. Regular los mercados para disuadir a los grandes consorcios financieros de torpedear a las economías nacionales. Eliminar productos bursátiles inexistentes y basados solamente en la especulación sobre futuros. El capital es una ayuda para permitir, favorecer y generar trabajo, no para multiplicarse mediante la especulación. Hoy más que nunca, repito, hoy más que nunca, mucho más incluso que cuando Gottfried Feder enunció la consigna, mucha más que entonces, es preciso decir bien alto que LA NORMALIZACIÓN DE LA ECONOMÍA MUNDIAL SOLAMENTE SE ALCANZARÁ CUANDO SE ELIMINE TODA RENTA NO PROCUDENTE O DERIVADA DEL TRABAJO.

Fijaros lo que ha ocurrido: con un capital cada vez más concentrado en menos manos, un capital financiero más rapaz, cada vez tenemos a unos políticos con menos talla, a unos Estados más débiles y a unos gobiernos más ignorantes y timoratos. No es seguramente por casualidad que se produce este fenómeno que deriva del DOMINIO ABSOLUTO QUE LA ECONOMÍA TIENE HOY SOBRE LA POLÍTICA. Y esto no es de recibo: el Estado debe ser recolocado encima de la pirámide de las instituciones humanas, muy por encima de la economía y, por supuesto, con la posibilidad de DICTAR SUS LEYES EN DEFENSA DE LA COMUNIDAD. Porque de lo que se trata es de que la economía sea un instrumento al servicio de la comunidad, no únicamente al servicio de una casta privilegiada y de unas dinastías financieras, voraces y enfermas de egoísmo.

¿Qué hace falta hoy? Lo voy a expresar con guante de seda: hace falta disciplinar a los mercados, regularlos, generar bloques políticos con suficiente fuerza y empuje como para emanciparse de los mercados internacionales (si Europa debe ser algo, debe ser, desde luego eso, no una sucursal del mundo globalizado), hace falta disminuir los rendimientos del capital especulativo, penalizarlo hasta disuadirlo y situar la política por encima de la economía, es decir, a los intereses de la población por encima de los intereses del capital. Hace falta una nueva forma de organización política que garantice la existencia de un ESTADO FUERTE y que no tenga miedo de asumir con puño de hierro y bisturí filoso la reforma de la sociedad. Los sit-ins, las protestas pacíficas no son lo que necesitamos. Y esto permite enunciar lo que necesitamos con menos diplomacia: necesitamos el restablecimiento de la guillotina. Nadie llorará por la ejecución de las 300 familias que acaparan la riqueza mundial, gestionan la ruina de países, la muerte y el empobrecimiento de miles de millones de personas, simplemente porque levan generaciones haciéndolo. Nadie llorará por sus cabezas ni por la esterilización de sus mujeres, salvo algún humanista-universalista que todavía no se ha enterado que hoy estamos ante el nosotros o ellos.

La consigna del día es clara: NO SOMOS NI DE DERECHAS, NI DE IZQUIERDAS, SOMOS LOS DE ABAJO Y VAMOS A POR LOS DE ARRIBA.

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Economistas aterrados

Manifiesto de los economistas aterrados

CRISIS Y DEUDA EN EUROPA: 10 FALSAS EVIDENCIAS, 22 MEDIDAS EN DEBATE PARA SALIR DEL ATOLLADERO

Introducción

La reactivación económica mundial, lograda por medio de una colosal inyección de gasto público en el circuito económico (de los EEUU a China), es frágil pero real. Un solo continente se queda atrasado, Europa. Encontrar el camino del crecimiento no es su prioridad política. Europa entró en otra vía: la de la lucha contra los déficits públicos.

En la Unión Europea estos déficits son elevados, es verdad, -7% en promedio en el 2010-, pero mucho menos que el 11% de los EEUU. Mientras algunos Estados norteamericanos de peso económico superior al de Grecia, California por ejemplo, están cercanos a la quiebra, los mercados financieros decidieron especular sobre la deuda soberana de los países europeos, particularmente los del sur. Europa está prisionera de su propia trampa institucional: los Estados deben tomar créditos ante instituciones financieras privadas que obtienen liquidez a bajo precio del Banco Central Europeo. Así, los mercados tienen la llave del financiamiento de los Estados. En este marco la ausencia de solidaridad europea suscita la especulación, tanto más cuanto que las agencias de calificación juegan a acentuar la desconfianza.

Fue necesaria la degradación de la nota de Grecia por la agencia Moody’s el 15 de junio, para que los dirigentes europeos retomaran el término de “irracionalidad” que tanto emplearon al inicio de la crisis de los subprimes. De este modo se descubre que España está más amenazada por la fragilidad de su modelo de crecimiento y de su sistema bancario que por su deuda pública.

Para “tranquilizar los mercados” se improvisó un Fondo de estabilización del euro, y se lanzaron por toda Europa drásticos, y a menudo ciegos, planes de reducción del gasto público. Los funcionarios son las primeras víctimas, incluso en Francia, en donde el alza de cotizaciones de su previsión será una disimulada baja de sus salarios. El número de funcionarios disminuye en todas partes, amenazando los servicios públicos. Las prestaciones sociales, de los Países Bajos a Portugal, pasando por Francia con su actual reforma de la previsión, están siendo gravemente amputadas. El paro y la precariedad del empleo crecerán forzosamente en los años venideros. Estas medidas son irresponsables desde un punto de vista político y social, e incluso en el estricto ámbito económico.

Esta política, que ha calmado provisoriamente la especulación, tiene ya consecuencias sociales muy negativas en numerosos países europeos, particularmente en la juventud, el mundo del trabajo y los más vulnerables. A corto plazo agudizará las tensiones en Europa y con ello amenazará la propia construcción europea que es mucho más que un proyecto económico. Allí la economía debiese estar al servicio de la construcción de un continente democrático, pacificado y unido. En lugar de eso, se impone por todas partes una forma de dictadura de los mercados, y especialmente hoy en día en Portugal, España y Grecia, tres países que aun eran dictaduras a principios de los años 1970, hace apenas cuarenta años.

Que se la interprete como el deseo de “tranquilizar los mercados” por parte de gobiernos asustados, o bien como un pretexto para imponer decisiones dictadas por la ideología, la sumisión a esta dictadura es inaceptable tanto ha dado ya la prueba de su ineficacia económica y de su potencial destructivo en los planos político y social.

Un verdadero debate democrático sobre las decisiones de política económica debe pues abrirse en Francia y en Europa. La mayor parte de los economistas que intervienen en el debate público lo hacen para justificar o racionalizar la sumisión de las políticas a las exigencias de los mercados financieros. Cierto, en todas partes los poderes públicos debieron improvisar planes keynesianos de reactivación e incluso nacionalizar temporariamente los bancos. Pero quieren cerrar este paréntesis lo más pronto posible. El software neoliberal aun sigue siendo considerado como legítimo, a pesar de sus patentes fracasos. Este, fundado sobre la hipótesis de eficiencia de los mercados financieros, plantea reducir el gasto público, privatizar los servicios públicos, flexibilizar el mercado del trabajo, liberalizar el comercio, los servicios financieros y los mercados de capitales, aumentar la competencia en todo tiempo y lugar…

En tanto economistas, estamos aterrados al ver que estas políticas siguen a la orden del día y que sus fundamentos teóricos no son cuestionados. No obstante, los argumentos avanzados desde hace treinta años para orientar las decisiones de política económica europea son desmentidos por los hechos. La crisis desnudó el carácter dogmático e infundado de la mayor parte de las pretendidas evidencias repetidas hasta la saciedad por quienes deciden y por sus consejeros. Ya se trate de la eficacia y de la racionalidad de los mercados financieros, de la necesidad de mutilar el gasto para reducir la deuda pública o de reforzar el “pacto de estabilidad”, hay que interrogar dichas falsas evidencias y mostrar la pluralidad de decisiones posibles en materia de política económica. Otras decisiones son posibles y deseables, a condición, primero que nada, de liberarse del dominio impuesto por la industria financiera sobre las políticas públicas.

Hacemos más adelante una presentación crítica de diez postulados que continúan inspirando cada día las decisiones de los poderes públicos en toda Europa, a pesar de los brutales desmentidos aportados por la crisis financiera y sus consecuencias. Se trata de falsedades que inspiran medidas injustas e ineficaces, frente a las cuales proponemos al debate veintidós contra proposiciones. Ellas no cuentan necesariamente con el asentimiento unánime de los signatarios de este texto, pero deben ser tomadas en serio si queremos sacar a Europa del atolladero.

Falsedad n°1: los mercados financieros son eficientes.

Falsedad n°2: los mercados financieros son favorables al crecimiento económico.

Falsedad n°3: los mercados son buenos jueces de la solvencia de los Estados.

Falsedad n°4: el aumento de la deuda pública resulta de un aumento del gasto.

Falsedad n°5: hay que reducir el gasto para reducir la deuda pública.

Falsedad n°6: la deuda pública le hará pagar nuestros excesos a nuestros nietos.

Falsedad n°7: hay que tranquilizar a los mercados financieros para financiar la deuda pública.

Falsedad n°8: la Unión Europea defiende el modelo social europeo.

Falsedad n°9: el euro nos protege contra la crisis.

Falsedad n°10: la crisis griega permitió avanzar hacia un gobierno económico y una verdadera solidaridad europea.



FALSA EVIDECIA N°1: LOS MERCADOS FINACIEROS SON EFICIENTES

Un hecho se impone hoy a todos los observadores: el papel primordial que desempeñan los mercados financieros en el funcionamiento de la economía. Es el resultado de una larga evolución que empezó finales de la década de 1970. La midamos como la midamos esta evolución marca una ruptura neta, tanto cuantitativa como cualitativa, con las décadas precedentes. Bajo la presión de los mercados financieros la regulación del conjunto del capitalismo se transforma en profundidad y da nacimiento a una forma inédita de capitalismo que algunos llamaron “capitalismo patrimonial”, capitalismo financiero” o incluso “capitalismo neoliberal”.

Estas mutaciones encontraron en la hipótesis de eficiencia informativa de los mercados financieros su justificación teórica. En efecto, según esta hipótesis, es importante desarrollar los mercados financieros, hacer que puedan funcionar lo más libremente posible porque constituyen el único mecanismo de asignación eficaz del capital. Las políticas que se han llevado a cabo obstinadamente desde hace treinta años son conformes a esta recomendación. Se trata de construir un mercado financiero mundialmente integrado en el que todos los actores (empresas, hogares, Estados, instituciones financieras) puedan intercambiar todas las categorías de títulos (acciones, obligaciones, deudas, derivados, divisas) en todos los plazos (largo plazo, medio plazo, corto plazo). Los mercados financieros han llegado a parecerse al mercado “sin fricción” de los manuales: el discurso económico ha conseguido crear la realidad. Como los mercados eran cada vez más “perfectos” en el sentido de la teoría económica dominante, los analistas creyeron que en adelante el sistema financiero era mucho más estable que en el pasado. La “gran moderación” (este periodo de crecimiento económico sin subida de los salarios que conoció Estados Unidos desde 1990 a 2007) parecía confirmarlo.

Todavía hoy el G20 persiste en la idea de que los mercados financieros son el buen mecanismo de asignación del capital. La primacía y la integridad de los mercados financieros siguen siendo los objetivos finales que prosigue su nueva regulación financiera. La crisis se interpreta no como un resultado inevitable de la lógica de los mercados desregulados sino como el efecto de la deshonestidad e irresponsabilidad de algunos actores financieros mal vigilados por los poderes públicos.

Sin embargo, la crisis se ha encargado de demostrar que los mercados no son eficientes y que no permiten una asignación eficaz del capital. Las consecuencias de este hecho en materia de regulación y de política económica son inmensas. La teoría de la eficiencia reposa sobre la idea de que los inversores buscan y encuentran la información más fiable posible sobre el valor de los proyectos que compiten para encontrar una financiación. De creer esta teoría, el precio que se forma en un mercado refleja los juicios de los inversores y sintetiza el conjunto de la información disponible: constituye, por consiguiente, un buen cálculo del verdadero valor de los títulos. Ahora bien, se supone que este valor resume toda la información necesaria para orientar la actividad económica y así la vida social. De este modo el capital se invierte en los proyectos más rentables y deja de lado los proyectos menos eficaces. Ésta es la idea central de esta teoría: la competencia financiera produce unos precios justos que constituyen señales fiables para los inversores y orientan eficazmente el desarrollo económico.

Pero la crisis vino a confirmar los diferentes trabajos críticos que habían puesto en duda esta propuesta. La competencia financiera no produce necesariamente precios justos. Peor: con frecuencia la competencia financiera es desestabilizante y lleva a unas evoluciones de precios excesivas e irracionales, las burbujas financieras.

El error principal de la teoría de la eficiencia de los mercados financieros consiste en trasponer a los productos financieros la teoría habitual de los mercados de bienes ordinarios. En estos últimos la competencia es en parte autorreguladora en virtud de lo que se llama la “ley” de la oferta y la demanda: cuando el precio de un bien aumenta, entonces los productores van a aumentar su oferta y los compradores a reducir su demanda; el precio, por lo tanto, va a bajar y a volver cerca de su nivel de equilibrio. En otras palabras, cuando el precio de un bien aumenta unas fuerzas de llamada tienden a frenar y después a invertir este alza. La competencia produce lo que se llama “feedbacks negativos”, unas fuerzas de llamada que van en el sentido contrario del choque inicial. La idea de la eficiencia nace de una transposición directa de este mecanismo a la finanza de mercado.

Ahora bien, para esta última la situación es muy diferente. Cuando el precio aumenta es frecuente observar no una bajada, ¡sino una subida de la demanda! En efecto, la subida del precio significa un rendimiento mayor para quienes poseen el título debido a la plusvalía realizada. Por consiguiente, la subida del precio atrae a nuevos compradores, lo que refuerza más la subida inicial. Las promesas de bonos empujan a los traders a ampliar aún más el movimiento. Hasta el incidente, imprevisible pero inevitable, que provoca la inversión de las anticipaciones y la quiebra. Este fenómeno digno de la irreflexión de los borregos es un proceso de “feedbacks positivos” que empeora los desequilibrios. Es la burbuja especulativa: una subida acumulativa de los precios que se alimenta a sí misma. Este tipo de proceso no produce precios justos sino, por el contrario, precios inadecuados.

Por consiguiente, el lugar preponderante ocupado por los mercados financieros no puede llevar a eficacia alguna. Aún más, es una fuente permanente de inestabilidad, como lo demuestra claramente la serie ininterrumpida de burbujas que hemos conocido desde hace 20 años: Japón, Sudeste de Asia, internet, mercados emergentes, la inmobiliaria, conversión de la deuda en valores. Así, la inestabilidad financiera se traduce en fuertes fluctuaciones de las tasas de intercambio y de la Bolsa, que manifiestamente no tienen relación con los fundamentos de la economía. Esta inestabilidad, nacida del sector financiero, se propaga a la economía real por medio de numerosos mecanismos.

Para reducir la ineficiencia e inestabilidad de los mercados financieros sugerimos cuatro medidas:

Medida n°1: compartimentar estrictamente los mercados financieros y las actividades de los actores financieros, prohibir a los bancos especular por su propia cuenta para evitar la propagación de las burbujas y de las quiebras,

Medida n°2: Reducir la liquidez y la especulación desestabilizadora por medio de controles sobre los movimientos de capitales y de las tasas sobre las transacciones financieras,

Medida n°3: limitar las transacciones financieras a las que respondan a las necesidades de la economía real (por ejemplo, CDS [Credit Default Swap o permuta de incumplimiento crediticio] únicamente para quienes detentan títulos asegurados, etc.)

Medida n°4: limitar la remuneración de los traders.

 

FALSA EVIDENCIA N°2: LOS MERCADOS FINANCIEROS SON FAVORABLES AL CRECIMIENTO ECONÓMICO

La integración financiera ha llevado el poder de las finanzas a su cenit debido al hecho de que unifica y centraliza la propiedad capitalista a escala mundial. En adelante ella es quien determina las normas de la rentabilidad exigidas al conjunto de los capitales. El proyecto era que la finanza de mercado sustituyera a la financiación bancaria de los inversores. Proyecto que, además, ha fracasado porque hoy, globalmente, son las empresas las que financian a los accionistas en vez de lo contrario. En adelante la gobernanza de las empresas se ha transformado profundamente para alcanzar las normas de rentabilidad del mercado. Con el aumento en potencia del valor accionarial se ha impuesto una concepción nueva de la empresa y de su gestión, pensadas como puestas al servicio exclusivo del accionista. Ha desaparecido la idea de un interés común propio de las diferentes parte interesadas vinculadas a la empresa. Los dirigentes de las empresas que cotizan en Bolsa tiene en adelante la misión primera de satisfacer únicamente el deseo de enriquecimiento de los accionistas. En consecuencia, dejan ellos mismos de ser asalariados, como demuestra el desmesurado aumento de sus remuneraciones. Como avanza la teoría de “la agencia”, se trata de hacer de modo que los intereses de los dirigentes sean en adelante convergentes con los de los accionistas.

El ROE (Return on Equity, o rendimiento de los capitales propios) de 15% a 25% es en adelante la norma que impone el poder de la finanza a las empresas y a los asalariados. La liquidez es el instrumento de este poder que permite en cualquier momento a los capitales no satisfechos ir a buscar a otra parte. Frente a esta potencia, tanto los asalariados como la soberanía política parecen por su fraccionamiento en estado de inferioridad. Esta situación desequilibrada lleva a unas exigencias de beneficio descabelladas porque reprimen el crecimiento económico y llevan a un aumento continuo de las desigualdades de ingresos. Por un lado las exigencias de rentabilidad inhiben fuertemente la inversión: cuanto más elevada es la rentabilidad demandada más difícil es encontrar proyectos suficientemente eficientes para satisfacerla. Las tasas de inversión siguen siendo históricamente débiles en Europa y en Estados Unidos. Por otra parte, estas exigencias provocan una constante presión a la baja sobre los salarios y el poder adquisitivo, lo que no es favorable a la demanda. La ralentización simultánea de la inversión y del consumo lleva a un crecimiento débil y a un paro endémico. En los países anglosajones se ha contrarrestado esta tendencia por medio de desarrollo del endeudamiento de los hogares y por medio de las burbujas financieras que crean una riqueza que permite un crecimiento del consumo sin salarios, pero terminan en quiebras.

Para remediar los efectos negativos sobre la actividad económicas ponemos debatir tres medidas:

Medida n°5: reforzar significativamente los contra-poderes en las empresas para obligar a las direcciones a tener en cuenta los intereses del conjunto de las partes interesadas,

Medida n°6: aumentar fuertemente los impuestos a los ingresos muy altos para disuadir la carrera por los rendimientos insostenibles,

Medida n°7: reducir la dependencia de las empresas en relación a los mercados financieros desarrollando una política pública del crédito (tasas preferenciales para las actividades prioritarias en el plano social y medioambiental).

 

FALSA EVIDENCIA N° 3 : LOS MERCADOS SON BUENOS JUECES DE LA SOLVENCIA DE LOS ESTADOS

Según los defensores de la eficiencia de los mercados financieros, los operadores de mercado tendrían en cuenta la situación objetiva de las finanzas públicas para evaluar el riesgo de suscribir un préstamo de Estado. Tomemos el caso de la deuda griega: los operadores financieros y quienes toman las decisiones se remiten únicamente a las evaluaciones financieras para juzgar la situación. Así, cuando la tasa exigida a Grecia ascendió a más del 10%, cada uno dedujo que el riesgo de falta [de pago] estaba cercano: si los inversores exigen semejante prima de riesgo es que el peligro es extremo.

Hay en ello un profundo error si se comprende la verdadera naturaleza de la evaluación por el mercado financiero. Como éste no es eficiente, lo más frecuente es que produzca unos precios completamente desconectados de los fundamentales. En esas condiciones es descabellado entregarse únicamente a las evaluaciones financieras para juzgar una situación. Evaluar el valor de un título financiero no es una operación comparable a medir un tamaño objetivo, por ejemplo, a calcular el peso de un objeto. Un título financiero es un derecho sobre unos ingresos futuros: para evaluarlo hay que prever lo que será el futuro. Es una cuestión de juicio, no una medida objetiva porque en el instante t, el futuro no está en modo alguno predeterminado. En las salas de mercado sólo es lo que los operadores imaginan que será. Un precio financiero resulta de un juicio, de una creencia, de una apuesta sobre el futuro: nada asegura que el juicio de los mercados tenga algun tipo de superioridad sobre las demás formas de juicio.

Sobre todo, la evaluación financiera no es neutra: afecta al objeto medido, compromete y construye el futuro que ella imagina. Así, las agencias de calificación financieras contribuyen en mucho a determinar las tasas de interés en los mercados de obligaciones atribuyendo unas notas cargadas de una gran subjetividad, incluso de una voluntad de alimentar la inestabilidad, fuente de beneficios especulativos. Cuando degradan la calificación de un Estado aumentan la tasa de interés exigida por los actores financieros para adquirir los títulos de la deuda pública de este Estado y aumentan con ello el riesgo de quiebra que ellas han anunciado.

Para reducir la influencia de la psicología de los mercados sobre la financiación de los estados, proponemos debatir dos medidas:

Medida n°8: no se debe autorizar a las agencias de calificación financiera a pesar arbitrariamente en las tasas de interés de los mercados de obligaciones degradando la calificación de un Estado: su actividad se debería reglamentar exigiendo que esta nota resulte de un calculo económico transparente.

Medida n°8 bis: liberar a los Estados de la amenaza de los mercados financieros garantizando que el Banco Central Europeo (BCE) compra los títulos púbicos.

 

FALSA EVIDENCIA N° 4 : LA SUBIDA ESPECTACULAR DE LAS DEUDAS PÚBLICAS ES EL RESULTADO DE UN EXCESO DE GASTOS

Michel Pébereau, uno de los “padrinos” de la banca francesa, describía en 2005 en unos de estos informes oficiales ad hoc a una Francia asfixiada por la deuda pública y sacrificando sus generaciones futuras al entregarse a unos gastos sociales irreflexivos. El Estado que se endeuda como un padre de familia alcohólico que bebe por encima de sus medios: ésta es la visión que suelen propagar la mayoría de los editorialistas. La reciente explosión de la deuda pública en Europa y en el mundo se debe en todas partes a otra cosa: a los planes de salvamiento de las finanzas y, sobre todo, a la recesión provocada por la crisis bancaria y financiera que empezó en 2008: el déficit público medio en la zona euro era sólo el 0,6% del PIB en 2007, pero la crisis le ha hecho pasar al 7% en 2010. Al mismo tiempo la deuda pública ha pasado del 66% al 84% del PIB.

Sin embargo, el aumento de la deuda pública tanto en Francia como en muchos países europeos fue primero moderada y anterior a esta recesión: proviene en gran parte no de una tendencia a la subida de los gastos públicos (puesto que, al contrario, desde principios de la década de 1990 estos son estables o en baja en la Unión Europea en proporción al PIB) sino del desmoronamiento de los ingresos públicos debido a la debilidad del crecimiento económico en el periodo y a la contrarrevolución fiscal que han llevado a cabo la mayoría de los gobiernos desde hace veinticinco años. A más largo plazo la contrarrevolución fiscal ha alimentado continuamente el hinchamiento de la deuda de una recesión a otra. Así, en Francia un reciente informe parlamentario cifra en 100.000 millones de euros en 2010 el coste de las bajadas de impuestos consentidas entre 2000 y 2010, sin incluir siquiera las exoneraciones de cotizaciones sociales (30.000 millones) y otros “gastos fiscales”. A falta de una armonización fiscal, los Estados europeos se han entregado a la competencia fiscal, bajando los impuestos a las sociedades, los altos ingresos y los patrimonios. Aunque el peso relativo de sus determinantes varíe de un país a otro, la subida casi general de los déficits públicos y de las ratios de deuda pública en el curso de los treinta últimos años no resulta principalmente de una deriva culpable de los gastos públicos. Un diagnóstico que, evidentemente, abre otras pistas que la sempiterna reducción de los gastos públicos.

Para restaurar un debate público informado sobre el origen de la deuda y, por lo tanto, de los medios de remediarla, proponemos debatir una propuesta:

Medida n° 9: realizar una auditoría pública de las deudas públicas para determinar su origen y conocer la identidad de los principales poseedores de títulos de la deuda y los montantes que poseen.

 

FALSA EVIDENCIA N°5: HAY QUE REDUCIR LOS GASTOS PARA REDUCIR LA DEUDA PÚBLICA

Aunque el aumento de la deuda pública resultara en parte de un aumento de los gastos públicos, cortar en estos gastos no contribuiría necesariamente a la solución porque la dinámica de la deuda pública no tiene mucho que ver con la de un hogar: la macroeconomía no es reducible a la economía doméstica. Generalmente la dinámica de la deuda depende de varios factores: el nivel de los déficits primarios, pero también la diferencia entre la tasa de interés y la tasa de crecimiento nominal de la economía.

Y es que si este último es más débil que la tasa de interés la deuda va a crecer mecánicamente debido al “efecto bola de nieve”: explota el importe de los intereses y también el déficit total (incluidos los intereses de la deuda). Así, a principios de la década de 1990 la política del franco fuerte que llevó a cabo Bérégovoy y se mantuvo a pesar de la recesión de 1993-94 se tradujo en una tasa de interés más elevada de forma duradera que la tasa de crecimiento, lo que explica el salto de la deuda pública de Francia durante este periodo. Es el mismo mecanismo que explicaban el aumento de la deuda durante la primera mitad de la década de 1980 bajo el impacto de la revolución neoliberal y de la política de tasas de interés elevadas que llevaron a cabo Ronald Reagan y Margaret Thatcher.

Pero la propia tasa de crecimiento no es independiente de los gastos públicos: a corto plazo la existencia de gastos públicos estables limita la magnitud de las recesiones (“estabilizadores automáticos”); a largo plazo las inversiones y gastos públicos (educación, sanidad, investigación, infraestructuras …) estimulan el crecimiento. Es falso afirmar que todo déficit público crece tanto como la deuda pública o que toda reducción del déficit permite reducir la deuda. Si la reducción de los déficit compromete la actividad económica la deuda aumentará aún más. Los comentaristas liberales subrayan que algunos países (Canadá, Suecia, Israel) realizaron unos ajustes brutales de sus cuentas públicas en la década de 1990 e inmediatamente después conocieron un fuerte rebote del crecimiento. Pero esto sólo es posible si el ajuste concierne a un país aislado, que vuelve a ganar competitividad sobre sus rivales. Lo que evidentemente olvidan los partidarios del ajuste estructural europeo es que los países europeos tienen por principales clientes y rivales a otros países europeos ya que la Unión Europea está globalmente poco abierta al exterior. Una reducción simultánea y masiva de los gastos públicos del conjunto de los países de la Unión Europea sólo puede tener como efecto una recesión agravada y, por lo tanto, una nueva subida de la deuda pública.

Para evitar que el restablecimiento de las finanzas públicas provoque un desastre social y politico proponemos debatir dos medidas:

Medida n°10: mantener el nivel de las protecciones sociales, incluso mejorarlas (subsidio de desempleo, vivienda…);

Medida n°11: aumentar el esfuerzo presupuestario en materia de educación, de investigación, de inversion en reconversión ecológica… para establecer las condiciones de un crecimiento sostenible que permita un fuerte descenso del paro.

 

FALSA EVIDENCIA N°6: LA DEUDA PÚBLICA TRASLADA EL PRECIO DE NUESTROS EXCESOS A NUESTROS NIETOS

La afirmación de que la deuda pública sería una transferencia de riqueza en detrimento de las generaciones futuras es otra afirmación falsa que confunde economía doméstica y macroeconomía. La deuda pública es un mecanismo de transferencia de riquezas, pero es sobre todo de los contribuyentes ordinarios hacia los rentistas.

En efecto, basándose en la creencia raramente verificada según la cual bajar los impuesto estimularía el crecimiento y aumentaría in fine los ingresos públicos, desde 1980 los Estados europeos han imitado a Estados Unidos en una política sistemática de hacer la oferta fiscal más baja. Se han multiplicado las reducciones de impuestos y de cotizaciones (sobre los beneficios de las sociedades, sobre los ingresos de los particulares más acomodados, sobre los patrimonios, sobre las cotizaciones patronales…), pero su impacto en el crecimiento económico sigue siendo muy incierto. Por consiguiente, estas políticas fiscales anti-redistributivas han agravado a la vez y de manera acumulativa las desigualdades sociales y los déficits públicos.

Estas políticas fiscales han obligado a las administraciones públicas a endeudarse con hogares acomodados y mercados financieros para financiar los déficits así creados. Es lo que se podría llamar “el efecto jackpot”: con el dinero ahorrado de sus impuestos los ricos han podido adquirir títulos (portadores de interés) de la deuda pública emitida para financiar los déficits públicos provocados por la reducciones de los impuestos… Así, el servicio de la deuda pública en Francia representa 40.000 millones de euros, casi tanto como las recaudaciones del impuesto sobre la renta. Tour de force tanto más brillante cuanto que a continuación se ha logrado hacer creer al público que los culpables de la deuda pública eran los funcionarios, los jubilados y los enfermos.

Por consiguiente, el aumento de la deuda pública en Europa o en Estados Unidos no es el resultado de políticas keynesianas expansionistas o de políticas sociales dispendiosas sino más bien de una política en favor de las capas privilegiadas: los “gastos fiscales” (bajadas de impuestos y de cotizaciones) aumentan los ingresos disponibles de quienes menos lo necesitan, los cuales gracias a ello pueden aumentar más sus inversiones, sobre todo en Bonos del Tesoro, que son remunerados en intereses por medio del impuesto procedente de todos los contribuyentes. En resumen, se establece un mecanismo de redistribución al revés, desde las clases populares hacia las clases acomodadas, vía la deuda pública cuya contrapartida es siempre la renta privada.

Para rectificar de manera equitativa las finanzas públicas en Europa y en Francia proponemos debatir dos medidas:

Medida n°12: volver a dar un carácter fuertemente redistributivo a la fiscalidad directa sobre los ingresos (supresión de los vacíos [fiscales], creación de nuevas series y aumento de las tasas del impuesto sobre la renta…)

Medida n°13: suprimir las exoneraciones consentidas a las empresas que no tienen suficiente efecto sobre el empleo.

 

FALSA EVIDENCIA N°7 : HAY QUE ASEGURAR A LOS MERCADOS FINANCIEROS PARA PODER FINANCIAR LA DEUDA PÚBLICA

A nivel mundial se debe analizar el ascenso de las deudas públicas correlativamente a la financiarización. Durante los últimos treinta años a favor de la liberalización total de la circulación de los capitales las finanzas han aumentado considerablemente su influencia sobre la economía. Las grandes empresas recurren cada vez menos al crédito bancario y cada vez más a los mercados financieros. Los hogares también ven una parte cada vez mayor de su ahorro drenado hacia las finanzas para sus pensiones, vía los diversos productos de inversión o incluso en algunos países vía la financiación de su vivienda (préstamos hipotecarios). Los gestores de carteras que tratan de diversificar los riesgos buscan títulos públicos como complemento a los privados. Los han encontrado fácilmente en los mercados porque los gobiernos han llevado a cabo unas políticas similares que han llevado a un relanzamiento de los déficits: tasas de interés altas, bajada de los impuestos centradas en los ingresos altos, incitaciones masivas al ahorro financiero de los hogares para favorecer las jubilaciones por capitalización, etc.

A nivel de la UE la financiarización de la deuda pública se ha inscrito en los tratados: desde Maastricht los Bancos Centrales tienen prohibido financiar directamente a los Estados, que deben encontrar prestamistas en los mercados financieros. Esta “represión monetaria” acompaña a la “liberación financiera” y hace exactamente lo contrario de las políticas adoptadas tras la gran crisis de la década de 1930, de “represión financiera” (drásticas restricciones a la libertad de acción de las finanzas) y de “liberación monetaria” (con el final del patrón oro). Se trata de someter a los Estados, que se supone que son por naturaleza demasiado dispendiosos, a la disciplina de los mercados financieros, que se supone que son eficientes y omniscientes por naturaleza.

Como resultado de esta elección doctrinaria, el Banco Central Europeo no tiene así derecho a suscribir directamente las emisiones de obligaciones públicas de los Estados europeos. Privados de la garantía de poder financiarse siempre en el Banco Central, los Estados europeos del sur han sido así víctimas de ataques especulativos. En efecto, aunque en nombre de una ortodoxia sin fisuras el BCR siempre se había negado a ello, desde hace algunos meses compra obligaciones de Estado a la tasa de interés del mercado para calmar las tensiones en el mercado de obligaciones europeos. Pero nada dice que esto sea suficiente si la crisis de la deuda se agrava y y se esfuman las tasas de interés de mercado. Entonces podría ser difícil mantener esta ortodoxia monetaria que carece de fundamentos científicos serios.

Para remediar el problema de la deuda pública proponemos debatir dos medidas:

Medida n°14: autorizar al Banco Central Europeo a financiar directamente a los Estados (o a imponer a los bancos comerciales suscribir la emisión de obligaciones públicas) a bajo interés, aflojando así el lastre con el que les traban los mercados financieros,

Medida n°15: si fuera necesario, reestructurar la deuda pública, por ejemplo, limitando el servicio de la deuda pública a determinado tanto por ciento del PIB, y operando una discriminación entre los acreedores según el volumen de los títulos que poseen: los rentistas muy grandes (particulares o instituciones) deben aceptar un alargamiento sensible del perfil de la deuda, incluso anulaciones parciales o totales. También hay que volver a negociar las exorbitantes tasas de interés de los títulos emitidos por los países en dificultades desde la crisis.

 

FALSA EVIDENCIA N°8: LA UNIÓN EUROPEA DEFIENDE EL MODELO SOCIAL EUROPEO

La construcción europea parece una experiencia ambigua. Coexisten dos visiones de Europa sin osar enfrentarse abiertamente. Para los socialdemócratas, Europa hubiera debido proponerse el objetivo de promover el modelo social europeo, fruto del compromiso social de la época posterior a la Segunda Guerra Mundial, con su protección social, sus servicios públicos y sus políticas industriales. Europa hubiera debido construir una muralla defensiva frente a la globalización liberal, un medio de proteger, de hacer vivir y progresar este modelo. Europa hubiera debido defender una visión específica de la organización de la economía mundial, la globalización regulada por unas organizaciones de gobernanza mundial. Hubiera debido permitir a los países miembro mantener un nivel elevado de gastos públicos y de redistribución, protegiendo su capacidad de financiarlos por medio de la armonización de la fiscalidad sobre las personas, las empresas y los ingresos del capital.

Sin embargo, Europa no ha querido asumir su especificidad. Actualmente la visión dominante en Bruselas y en el seno de la mayoría de los gobiernos nacionales es la contraria a la de una Europa liberal, cuyo objetivo es adaptar a las sociedades europeas a las exigencias de la globalización: la construcción europea es la ocasión de poner en tela de juicio el modelo social europeo y de desregular la economía. La preeminencia del derecho de la competencia sobre las reglamentaciones nacionales y sobre los derechos sociales en el Mercado Único permite introducir más competencia en los mercados de los productos y de los servicios, disminuir la importancia de los servicios públicos y organizar competitividad de los trabajadores europeos. La competencia social y fiscal permitió reducir los impuestos, sobre todo sobre los ingresos del capital y de las empresas (las “bases móviles”) y hacer presión sobre los gastos sociales. Los tratados garantizan cuatro libertades fundamentales: la libre circulación de las personas, de las mercancías, de los servicios y de los capitales. Pero lejos de limitarse al mercado interior, la libertad de circulación de los capitales se ha concedido a los inversores del mundo entero, sometiendo así al tejido productivo europeo a los imperativos de valorización de los capitales internacionales. La construcción europea perece un medio de imponer a los pueblos unas reformas neoliberales.

La organización de la política macroeconómica (independencia del BCE frente a la política, Pacto de Estabilidad) está marcada por la desconfianza respecto a los gobierno elegidos democráticamente. Se trata de privar a los países de toda autonomía en materia tanto de política monetaria como en materia presupuestaria. Para ya sólo dejar jugar a la “estabilización automática” se debe alcanzar el equilibrio presupuestario y después toda política discrecional desterrada de reactivación. A nivel de la zona no se ha establecido ninguna política coyuntural común ni se ha definido ningún objetivo común en términos de crecimiento o de empleo. No se tienen en cuenta las diferencias de situación entre los países porque el pacto no se interesa ni por las tasas de inflación ni por los déficits exteriores nacionales; los objetivos de las finanzas públicas no tienen en cuenta situaciones económicas nacionales.

Las instancias europeas trataron de impulsar unas reformas estructurales (por medio de las Grandes Orientaciones Políticas Económicas, el Método Abierto de Coordinación o la Agenda de Lisboa) con un éxito muy desigual. Como su modo de elaboración no era democrático ni movilizador, su orientación liberal no correspondía obligatoriamente a las políticas decididas a nivel nacional, teniendo en cuenta las relaciones de fuerza existentes en cada país. Esta orientación no conoció de entrada los brillantes éxitos fulgurantes que la habría legitimado. Se puso en tela de juicio el movimiento de liberalización económica (fracaso de la Directiva Bolkestein); se tentó a algunos países con nacionalizar su política industrial mientras que la mayoría se oponía a la europeización de sus políticas fiscales o sociales. La Europa social ha seguido siendo una palabra vacía, sólo se ha afirmado realmente la Europa de la competencia y de las finanzas.

Para que Europa promueva verdaderamente un modelo social europeo proponemos debatir dos medidas:

Medida n°16: poner en tela de juicio la libre circulación de los capitales y de las mercancías entre la UE y el resto del mundo negociando si fuera necesario acuerdos multilaterales o bilaterales,

Medida n°17: en vez de la política de competencia, convertir a “la armonización en el progreso” en el hilo director de la construcción europea. Establecer unos objetivos comunes de alcance constringente tanto en materia de progreso social como en materia macroeconómica (unas GOPS, grandes orientaciones de política social).

 

FALSA EVIDENCIA N°9: EL EURO ES UN ESCUDO CONTRA LA CRISIS

El euro debería haber sido un factor de protección contra la crisis financiera mundial. Después de todo, la supresión de toda incertidumbre sobre las tasas de cambio entre las monedas europeas eliminó un factor fundamental de inestabilidad. Sin embargo, no ha habido nada de eso: Europa se ha visto afectada más duramente y de forma duradera por la crisis que el resto del mundo. Esto se debe a las propias modalidades de construcción de la unión monetaria.

Desde 1999 la zona euro conoció un crecimiento relativamente mediocre y un aumento de las divergencias entre los Estados miembro en términos de crecimiento, de inflación, de paro y de desequilibrios exteriores. El marco de política económica de la zona euro, que tiende a imponer a unos países en situaciones diferentes unas políticas macroeconómicas parecidas, ha ampliado las disparidades de crecimiento entre los Estados miembro. En la mayoría de los países, en particular los más grandes, la introducción del euro no ha provocado la prometida aceleración del crecimiento. Para otros, hubo crecimiento pero a costa de desequilibrios difícilmente sostenibles. La rigidez monetaria y presupuestaria, reforzada por el euro, ha permitido hacer caer todo el peso de los ajustes sobre el trabajo. Se ha promovido la flexibilidad y la austeridad salarial, reducido la parte de los salarios en el ingreso total, aumentado las desigualdades.

Esta carrera a la baja social la ha ganado Alemania, que ha sabido liberar importantes surplus comerciales en detrimento de sus vecinos y, sobre todo, de sus propios asalariados, imponiéndose una bajada del coste del trabajo y de las prestaciones sociales, lo que le ha conferido una ventaja comercial en relación a sus vecinos que no han podido tratar tan duramente a sus trabajadores. Los excedentes comerciales alemanes pesan sobre el crecimiento de los demás países. Los déficits presupuestarios y comerciales de unos sólo son la contrapartida de los excedentes de los demás … Los Estados miembro no han sido capaces de definir una estrategia coordinada.

La zona euro hubiera debido verse menos afectada por la crisis que Estados Unidos y Reino Unido. Los hogares están claramente menos implicados en los mercados financieros, que son menos sofisticados. Las finanzas públicas estaban en una situación mejor; el déficit público del conjunto de los países de la zona era del 0,6% del PIB en 2007, frente a casi el 3% en Estados Unidos, en Reino Unido o Japón. Pero la zona euro sufría un aumento de los desequilibrios: los países del norte (Alemania, Austria, Países Bajos, países escandinavos) limitaban sus salarios y sus demandas internas, y acumulaban excedentes exteriores, mientras que los países del sur (España, Grecia, Irlanda) conocían un crecimiento vigoroso impulsado por unas tasas de interés débiles en relación a la tasa de crecimiento, al tiempo que acumulaban unos déficits exteriores.

Aunque la crisis económica partió de Estados Unidos, éste ha tratado de establecer una política real de reactivación presupuestaria y monetaria al tiempo que iniciaba un movimiento de desregulación financiera. Europa, por el contrario, no ha sabido emprender una política suficientemente reactiva. De 2007 a 2010 el impulso presupuestario ha sido del orden de 1,6 puntos de PIB en la zone euro, de 3,2 puntos en Reino Unido y de 4,2 puntos en Estados Unidos. La pérdida de producción debida a la crisis ha sido claramente más fuerte en la zona euro que en Estados Unidos. En la zona se ha sufrido más el aumento del déficits que el resultado de una política activa.

Al mismo tiempo, la Comisión ha seguido lanzando unos procedimientos de déficit excesivo contra los Estados miembro de modo que a mediados de 2010 prácticamente todos los Estados de la zona estaban sometidos a ellos. Ha pedido a los Estados miembro que para 2013 ó 2014 se comprometan a volver bajo la línea del 3%, independientemente de la evolución economía. Las instancias europeas han seguido reclamando unas políticas salariales restrictivas y que se replanteen los sistemas públicos de jubilación y de sanidad, con el riesgo evidente de hundir al continente en la depresión y de aumentar las tensiones entre los países. Esta ausencia de coordinación y, más fundamentalmente, la ausencia de un verdadero presupuesto europeo que permita una solidaridad efectiva entre los Estados miembro han incitado a los operadores financieros a desviarse del euro, incluso a especular abiertamente contra él.

Para que el euro pueda proteger realmente a los ciudadanos europeos de la crisis proponemos debatir dos [sic] medidas:

Medida n°18: garantizar una verdadera coordinación de las políticas macroeconómicas y una reducción concertada de los desequilibrios comerciales entre los países europeos,

Medida n°19: compensar los desequilibrios de pago en Europa por medio de un Banco de Pagos (que organice los préstamos entre los países europeos),

Medida n°20: si la crisis del euro lleva a su desintegración y esperando el ascenso en régimen del presupuesto europeo (cf. infra), establecer un régime monetario intraeuropeo (moneda común tipo “bancor”) que organice la reabsorción de los desequilibrios de los balances comerciales en el seno de Europa.

 

FALSA EVIDENCIA N°10: LA CRISIS GRIEGA HA PERMITIDO FINALMENTE AVANZAR HACIA UN GOBIERNO ECONÓMICO Y UNA VERDADERA SOLIDARIDAD EUROPEA

A partir de mediados de 2009 los mercados financieros empezaron a contar con las deudas de los países europeos. Globalmente la fuerte subida de las deudas y de los déficits públicos a escala mundial no ha provocado (todavía) subidas de las tasas largas: los operadores financieros consideran que los bancos centrales mantendrán mucho tiempo las tasas monetarias reales a un nivel próximo de cero y que no hay riesgo de inflación ni de falta [de pago] de un gran país. Pero los especuladores han percibido los fallos de la organización de la zona euro. Mientras que los gobiernos de los demás países desarrollados siempre pueden ser financiados por su Banco Central, los países de la zona euro han renunciado a esta posibilidad y dependen totalmente de los mercados financieros para sus déficits. Por ello se ha podido desencadena la especulación sobre los países más frágiles de la zona: Grecia, España e Irlanda.

Las instancias europeas y los gobiernos han tardado en reaccionar al no querer dar la impresión de que los países miembro tenían derecho a un apoyo ilimitado de sus socios y querer sancionar a Grecia, culpable de haber ocultado (con ayuda de Goldman Sachs) la magnitud de sus déficits. Con todo, en mayo de 2010 el BCE y los países miembro tuvieron que crear urgentemente un Fondo de Estabilización para indicar a los mercados que aportarían este apoyo sin límites a los países amenazados. En contrapartida estos han tenido que anunciar unos programas de austeridad presupuestaria sin precedentes que los van a condenar a un retroceso de la actividad a corto plazo y a un largo periodo de recesión. Bajo la presión del FMI y de la Comisión Europea Grecia debe privatizar sus servicios públicos y España flexibilizar su mercado laboral. Del mismo modo, Francia y Alemania, que no están afectadas por la especulación, han anunciado medidas restrictivas.

Sin embargo, la demanda no es en modo alguno excesiva en Europa. La situación de las finanzas públicas es mejor que la de Estados Unidos o de Gran Bretaña, lo que deja márgenes de maniobra presupuestaria. Hay que reabsorber los desequilibrios de manera coordinada: los países excedentarios del norte y del centro de Europa deben llevar a cabo políticas expansionistas (amento de los salarios, de los gastos sociales …) para compensar las políticas restrictivas de los países del sur. Globalmente la política presupuestaria no debe ser restrictiva en la zona euro mientras que la economía no se acerque al pleno empleo a una velocidad satisfactoria.

Pero, por desgracia, hoy se han reafirmado los partidarios de las políticas presupuestarias automáticas y restrictivas en Europa. La crisis griega permite hacer olvidar los orígenes de la crisis financiera. Quienes han aceptado apoyar financieramente a los países del sur quieren imponer en contrapartida un Pacto de Estabilidad. La Comisión Europea y Alemania quieren imponer a todos los países miembro que inscriban en su Constitución el objetivo del presupuesto equilibrado, hacer que unos comités de expertos independientes vigilen la política presupuestaria. La Comisión quiere imponer a los países una larga cura de austeridad para volver a una deuda pública inferior al 60% del PIB. Si hay un avance hacia un gobierno económico es hacia un gobierno que en vez de aflojar el torno de las finanzas va a imponer la austeridad y profundizar las “reformas” estructurales en detrimento de las solidaridades sociales en cada país y entre los países.

La crisis ofrece a las elites financieras y a las tecnocracias europeas la tentación de establecer la “estrategia del choque” aprovechando la crisis para radicalizar la agenda neoliberal. Pero esta política tiene pocas posibilidades de éxito:

La disminución de los gastos públicos va a comprometer el esfuerzo necesario a escala europea para mantener los gastos del futuro (investigación, educación, política familiar), para ayudar a la industria europea a mantenerse y a invertir en los sectores del futuro (economía verde).

La crisis va a permitir imponer fuertes reducciones de los gastos sociales, objetivo incansablemente buscado por los paladines del neoliberalismo, a riesgo de comprometer la cohesión social, de reducir la demanda efectiva, de empujar a los hogares a ahorrar para su jubilación y su salud en las instituciones financieras, responsables de la crisis.

Los gobiernos y las instancias europea se niegan a organizar la armonización fiscal que permitiría la subida necesaria de los impuestos en el sector financiero, en los patrimonios importantes y en los ingresos altos.

Los países europeos instauran duraderamente unas políticas presupuestarias restrictivas que van a pesar enormemente sobre el crecimiento. Van a descender las recaudaciones fiscales. Los sueldos públicos apenas mejorarán, las ratios de deuda se degradarán, no se tranquilizará a los mercados.

Debido a la diversidad de sus culturas políticas y sociales los países europeos no han podido plegarse todos a la disciplina de hierro impuesta por el Tratado de Maastricht; no se plegarán todos al reforzamiento de éste que se está organizando actualmente. El riesgo de activar una dinámica generalizada de repliegue sobre sí mismo es real.

Para avanzar hacia un verdadero gobierno económico y una solidaridad europea proponemos debatir dos medidas:

Medida n°21: desarrollar una fiscalidad europea (tasa carbono, impuesto sobre los beneficios, …) y un verdadero presupuesto europeo para ayudar a la convergencia de las economías y tender a una igualación de las condiciones de acceso a los servicios públicos y sociales en los diversos Estados miembro sobre la base de las mejores prácticas.

Medida n°22: lanzar un vasto plan europeo, financiado por suscripción pública a tasas de interés débil pero garantizado y/o por medio de creación monetaria del BCE para emprender la reconversión ecológica de la economía europea.

 

CONCLUSIÓN

DEBATIR LA POLÍTICA ECONÓMICA,

TRAZAR CAMINOS PARA REFUNDAR LA UNIÓN EUROPEA

Desde hace tres décadas Europa se ha construido sobre una base tecnocrática que excluye a las poblaciones del debate de política económica. Se debe abandonar la doctrina neoliberal que descansa sobre la hipótesis hoy indefendible de la eficiencia de los mercados financieros. Hay que volver a abrir el espacio de las políticas posibles y debatir propuestas alternativas y coherentes que limiten el poder de las finanzas y organicen la armonización en el progreso de los sistemas económicos y sociales europeos. Esto supone la mutualización de importantes recursos presupuestarios, obtenidos por medio del desarrollo de una fiscalidad europea fuertemente redistributiva. También hay que liberar a los mercados del cerco de los mercados financieros. Solamente así el proyecto de construcción europea podrá esperar recuperar una legitimidad popular y democrática de la que hoy carece.

Evidentemente, no es realista esperar que 27 países decidan al mismo tiempo operar semejante ruptura en el método y los objetivos de la construcción europea. La Comunidad Económica Europea comenzó con seis países: también la refundación de la Unión Europea pasará al principio por un acuerdo entre algunos países deseosos de explorar unas vías alternativas. A medida que se hagan evidentes las consecuencias desastrosas de las políticas adoptadas hoy, aumentará por toda Europa el debate sobre las alternativas. Luchas sociales y cambios políticos intervendrán a ritmo diferente según los países. Unos gobiernos nacionales tomarán decisiones innovadoras. Quienes lo deseen deberán adoptar unas cooperaciones reforzadas para adoptar medidas audaces en materia de regulación financiera, de política fiscal o social. Por medio de unas propuestas concretas tenderán la mano a los demás pueblos para que se unan al movimiento.

Por ello nos parece importante esbozar y debatir ahora las grandes líneas de políticas económicas alternativas que harán posible esta refundación de la construcción europea.

Así se pagó la deuda...

Infokrisis. – A nadie se le escapa que Grecia, Portugal, Islandia y España tienen dificultades para pagar la deuda. El Banco Central Europeo ha venido en ayuda de cada una de estos países situados de manera inestable sobre la cuerda floja. La fórmula es la peor de toda las posibles: intervención no quiere decir –nunca lo podría decir– “condonación”, sino que simplemente se trata de encontrar algo así como un avalista para la concesión de un nuevo crédito que permita pagar el anterior lo que inevitablemente generará más deuda a la vista que no hay crédito sin intereses. Pues bien, hay otras fórmulas para pagar la deuda. Alguna de ellas nos ha sorprendido por su originalidad y por aquello de que el mejor cazador es el que logra matar dos pájaros de un tipo.

En emule hemos encontrado unos apuntes publicados por el Colegio “El Valle”, Departamento de Ciencias Sociales, asignatura de Historia Contemporánea, para el 1º de Bachillerato. Los apuntes se titulan El fascismo italiano y el nazismo alemán. Decididamente no hay nada como la enseñanza privada… Los apuntes evidencian cierto rigor histórico impropio en la enseñanza media española, incluyen referencias bibliográficas y en apenas ocho folios extremadamente claros resumen los contenidos de estas doctrinas sin caer en descalificaciones facilonas propias de la Educación para la Ciudadanía o en apologías dignas de otros tiempos.

Una cosa nos ha llamado particularmente la atención en estos apuntes: el relativo a “La política económica del nazismo” que generalmente se ignora para priorizar los elementos truculentos relativos al Holocausto, exaltar el recuerdo emotivo y sentimental de Anna Frank o hacer recaer la responsabilidad de la II Guerra Mundial en el III Reich (y si tuvo alguna responsabilidad fue en la invasión de Polonia realizada para cerrar un conflicto fronterizo a la vista de que los polacos se negaban a negociar apoyados por el Reino Unido. Fue, precisamente, el Reino Unido quien presionó a Francia en los días siguientes al inicio de la invasión el 1 de septiembre de 1939 para que el día 3, ambos países declararan la guerra a Alemania. Esa declaración reactivó la máquina del capitalismo norteamericano que apenas funcionaba desde la crisis de 1929 y que el New Deal no había logrado poner en marcha. Dicho de otra manera: el capitalismo logró salir de una crisis que no había logrado superar en 10 años –ir tomando nota de los plazos– poniendo en marcha una guerrita de nada).

Corto y pego un fragmento de los citados apuntes que explican cómo fue la política económica del III Reich y sus objetivos principales:

Lucha contra la deuda externa: no se puede devaluar el marco porque automáticamente se incrementaría la cuantía de la deuda externa. Se recurre a un procedimiento drástico: se paga a los acreedores con marcos bloqueados, que sólo sirven para comprar en Alemania.

Esta idea para luchar contra la deuda externa sorprende por lo que tiene de imaginativa y se reduce a esto: “si alguien quiere cobrar nuestra deuda, tenemos la intención de pagar a la voz de ya, solamente que el dinero que el acreedor reciba, es un dinero a lo Monopoly, reconocido por el Estado y útil para ser invertido en el propio territorio de ese Estado”. Así, el buen cazador que era el economista Hjalmar Schacht mataba dos pájaros de un tipo: reducía completamente la deuda externa de una día para otro y… utilizaba la totalidad de ese dinero para conseguir la reactivación de la economía y crear riqueza.

Ahora ya sabemos cómo diablos el III Reich consiguió pasar de 3.000.000 de parados (en un país que entonces tenía más población que España en la actualidad, esa cifra era considerada inasumible por la sociedad y generó el crecimiento de los extremos del arco político y el derrumbe de la República de Weimar. Podemos imaginar lo que hubieran sido 6.000.000 de parados, el equivalente alemán de la época a lo que soporta hoy España en 2011) al pleno empleo y a la formación de un Estado ultramoderno en el que las autopistas, la televisión y el desarrollo del I+D+i constituyeron el eje central que permitió pasar entre el 30 de enero de 1933 (fecha en la que el canciller Hitler asume las riendas) y el 1º de septiembre de 1939 a una nueva fase de desarrollo nunca experimentada antes en país occidental alguno. La solución era pues, extremadamente simple: “marcos bloqueados que sólo sirven para comprar en Alemania…”. Es una tradición de la mejor política ofrecer soluciones simples a problemas complejos.

La bondad y efectividad de esa solución se demostró en la práctica y nadie puede dudar de que los resultados conseguidos alcanzaran la calificación de notables. Claro, la contrapartida fueron las libertades políticas, la destrucción de la república de Weimar y el desequilibrio en la Europa continental con la aparición de una potencia central en torno a la cual y a su crecimiento hubiera gravitado toda la Europa continental en menos de una década. No sé si la frase de “¿Cañones o mantequilla?” la pronunció efectivamente Rudolf Hess, el lugarteniente de Hitler, o bien es una de tantas leyendas. En realidad la disyuntiva era “¿libertades políticas o riqueza ya?”. Y puestas así las cosas, me temo que Hitler hubiera ganado cualquier plebiscito así planteado.

Bien, ya sabemos cómo se resolvió la cuestión en 1933–1939. Ahora hagamos un tránsito de casi 75 años hasta nuestros días. ¿Sería posible decir a los inversores: “hay tenéis dinero de Monopoly hoy mismo que deberéis invertir en nuestro país”? No, evidentemente, hay una moneda única en Europa –mal que nos pese– y la mayor parte de las decisiones económicas pasan por ahí. Dejando aparte esta salvedad –que no es baladí– la medida de Hjalmar Schacht resolvería hoy nuestro problema económico para siempre. ¿Hay deuda? Se paga, pero el dinero que recibe el prestamista lo invierte –si quiere cobrar– en la economía nacional. En este caso en la economía europea. Genial. Ah, por cierto, el hecho de que el III Reich fuera un Estado fuerte hizo que la deuda pública emitida fuera de “obligatoria compra” por parte de los bancos y las entidades de ahorro. Sí, efectivamente, esa imagen que prodigó la historiografía marxista de que los “Estados fascistas” fueron entidades al servicio de la alta burguesía capitalista eran absolutamente falsas: no solamente eran falsas sino que el Reich metió en cintura a la Banca… en lugar de pagarle sus bonus, sus caprichos y sus beneficios. Y es que el Reich, estuvo dirigido por “monstruos” que no estaban dispuestos a comer de la mano de la banca. Compárese aquélla clase dirigente con la de los actuales Estados europeos y se verá la diferencia que existe entre el “estadista” y el “político profesional”, entre el acero y la babosa.

Se dice que cuando existe una deuda dos sufren: el prestamista porque no sabe si va a cobrar y el deudor porque debe afrontar pagos muchas veces insoportables. La “técnica Schacht” resuelve este conflicto: ambos quedan satisfechos y ambos están eternamente agradecidos uno al otro. Hay un pero…

… La solución solamente es aceptable cuando quien la propone tiene solvencia, seriedad y capacidad suficiente como para que el “dinero de Monopoly” se convierta en dinero real que cumpla su función económica: aportar beneficios a su poseedor y generar desarrollo. Si el dinero solamente sirve para lo primero el prestamista termina siendo un tiburón especulador y su única recompensa en situación normal –es hasta hace pocas décadas que se ha perdido toda idea de normalidad en economía– es el paredón. Especular con el hambre, especular con el bienestar de un pueblo es un crimen contra la comunidad. El mayor crimen que puede cometerse e imaginarse.

Hay otro punto en los citados apuntes del Colegio “El Valle” que vale la pena sacar a colación. Miren:

Lucha contra la inflación: el economista Schacht, intentó evitarla a través de los “Efectos MEFO”, papeles garantizados por el Banco de Alemania. Se presionó para que en vez de presentarlos a descuento en el Banco se pagara con ellos en los intercambios cotidianos; así se desembocó en una circulación pseudomonetaria. Al mismo tiempo, se orientaba el consumo hacia niveles bajos.

Efectivamente, el mayor problema de la primera propuesta es que no desemboque en un proceso especulativo incontrolable. Schacht también lo solucionó a base de vaselina. Los “Efectos MEFO” eran pagarés emitidos por el propio Estado que se volvían a descontar al Reichsbank y que funcionaban como moneda paralela. Así se disimulaba el déficit presupuestario (y también el gasto de defensa). Era una forma de expandir el crédito sin llegar a la devaluación de la moneda ni a la inflación (efectos a los que también se llegó impidiendo la salida de divisas, así quedaba mantenido el patrón–oro en el interior.

En la economía liberal se trata de garantizar al prestamista el máximo de intereses y garantías. Así se concibe la civilización de la usura. Al parecer en la economía tal como la concibieron desde Gottfried Feder hasta Hjalmar Schacht lo que se situaba por delante de los derechos del usurero era el desarrollo de la nación.

El presupuesto de defensa alemán que en 1933 era del 8%, cinco años después había pasado al 60%. No está mal. De esto se deduce “cierta agresividad” del III Reich que un día haría falta comparar con el “complejo militar-petrolero-industrial que gobierna hoy en los EEUU. La industria armamentística alemana, no solamente se lucró, sino que generó empleo. El empleo generó crecimiento económico. El armamento generó seguridad en los inversores y en crecimiento garantizó una oleada de obras públicas inconcebible en aquel momento en un Estado desarrollado y con un nivel de deuda como el que acumuló la República de Weimar. Compárese esa política con la practicada por el Zapaterismo y se verá que cualquier parangón es imposible. La debilidad frente a la fuerza, no es más que la desconfianza frente a la confianza, la inseguridad frente a la seguridad. Se suele decir que el “dinero es cobarde” y es cierto: huye de la debilidad salvo cuando logra –como es el caso actual– que el gobernante de turno, débil, cobarde, acomplejado y corrupto, coma de su mano.

¿Alguien se imagina a aquellos terribles rectores del Reich, gentes que habían conocido las durezas y las destrucciones de los frentes, que habían luchado durante 15 años para levantar una “nueva Alemania” y un “Reich de mil años” inclinándose ante algún banquero? No, claro. Pues a lo mejor sería hora de recuperar gentes de fuste y acero, Holocaustos aparte, antes que políticos babosos, coriáceos y mentalmente enclenques. Porque esta crisis es mayor de la del 29 y esto no lleva camino de resolverse, salvo por el camino habitual en estos casos: una guerrita de nada que ponga en marcha las fábricas y mueva el dinero en la reconstrucción.

© Ernest Milà – Infokrisis – Infokrisis@yahoo.eshttp://infokrisis.blogia.com – htpp://info–krisis.blogspot.com – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.

Redescubriendo a Kondratieff…

info-Krisis.- El futuro no volverá a ser como antes de la crisis. La patronal de la construcción en el año 2000 tenía asumido que su sector siempre atravesaba “ciclos” y que la fase expansiva que se iniciaba en ese momento, antes o después terminaría. Sorprende, por tanto, que no tomaran medidas para cuando se produjera el punto de inflexión y que no supieran poner el pie en el freno. Sin embargo, los ciclos económicos afectan a todos los sectores y son una característica del capitalismo que emergió con la primera revolución industrial. Estos ciclos encontraron en el economista ruso Nikolái Dmítrievich Kondrátiev a su intérprete más riguroso. Kondratieff fue capaz de identificar cuatro ciclos… pero erró en el quinto al no percibir que entonces el capitalismo entraba ya en una fase senil.

 Recientemente, Alain de Benoist en su introducción a Mañana el decrecimiento (publicado por Ediciones Identidad) nos recordaba la existencia de los llamados “ciclos de Kondratieff”. Estos ciclos teóricos tendrían una duración de entre 50 y 60 años. En su primera mitad –fase ascendente de entre 25 y 30 años- se generaba creación de riqueza y prosperidad económica, pero en la fase más ascendente las empresas precisaban recurrir a ingentes cantidades de crédito para poder ampliar sus instalaciones, adecuarse tecnológicamente a los nuevos sistemas de producción y ampliar su volumen de negocio. A partir de ese momento se producía una “financiarización” de la economía que dejaba de ser productiva para convertirse en especulativa cuando ya se había entrado en la fase decadente del ciclo. En esta fase se producían las famosas “burbujas” con sus estallidos consiguientes y las grandes crisis, hasta que nuevamente, al alcanzarse un nivel mínimo de actividad económica se producía una expansión productiva, se contraía la dependencia financiera de las empresas y el ciclo volvía a comenzar.

Los cuatro ciclos Kondratieff

Kondratieff identificó cuatro de estos ciclos: el primero de 1790 (que se iniciaría con la revolución francesa) a 1848 (la llamada “primavera de los pueblos” con las revoluciones que estallaron en el primer semestre de aquel año, publicación del Manifiesto Comunista(cursiva), victoria de EEUU sobre México).

El segundo ciclo que alcanzaría desde 1848 hasta 1893 (en este año se empiezan a producir grandes innovaciones tecnológicas que alcanzan desde el motor Diesel hasta el invento de la Coca-Cola). En esta fase el capitalismo industrial entra en su auge y se generan las grandes concentraciones industriales en los países mejor situados para liderar el mundo en esa época. Ese período marcará el segundo ciclo de la expansión norteamericana, la superación de la crisis interna que supuso la guerra de secesión (1860-64). En España se produjo una sucesión de conflictos civiles, la aparición de los nacionalismos periféricos (vasco, catalán y gallego) y las primeras crisis especulativas que estallaron en Barcelona en 1889 y provocaron la quiebra de los grandes bancos locales.

Un tercer ciclo se inició a partir de 1893 que terminaría entre 1940 y 1948. Es la época de las dos grandes guerras mundiales y de los auges económicos que siguieron. El ciclo está marcado especialmente por la crisis de 1929 que solamente terminó cuando los franceses, inducidos por los ingleses, declararon la guerra a los alemanes después del estallido de un conflicto fronterizo entre este país y Polonia. Esta declaración hizo que un conflicto localizado se transformara en mundial y permitiera a los EEUU salir del bache de 1929 que diez años después de New Deal todavía no habían superado. El ciclo termina para Kondratieff en 1948, cuando ya resultaba evidente que se iniciaba el período de la reconstrucción de Europa y cuando había estallado el Golpe de Praga que, oficialmente, dio origen a la Guerra Fría.

Justo en ese momento se inicia –siempre para Kondratieff- la cuarta fase cíclica cuya fase ascendente llegaría hasta 1968-73, aproximándose a la versión de los economistas norteamericanos que definieron estos años (1945-1975) como “los treinta años gloriosos” en los que la economía, prácticamente, fue creciendo. Son también los años en los que, a la sombra del crecimiento productivo se va generando un fenómeno cada vez más visible de acumulación de capital. En esos años el capitalismo empieza a dejar de ser “industrial” y se convierte en “multinacional”. Lo esencial en la fase final del ciclo ya no es una fábrica produciendo manufacturas, sino un consorcio  generando ampliaciones y fusiones e incluso entrando en fases de oligopolio. Estos años de la gran expansión de la postguerra europea terminan con la primera crisis del petróleo y con la previa tercera guerra árabe-israelí. A partir de ese momento, se inicia un período de declive cuando la tasa de crecimiento de la economía mundial impulsada por los EEUU especialmente, se va moderando y perdiendo fuelle.

El “quinto Kondratieff” que jamás verá la luz

Según el modelo teórico propuesto por Kondratieff este descenso debería de haber alcanzado su punto crítico en 1992-96 para iniciarse entones la fase ascendente de un nuevo ciclo. Pero no ha ocurrido así. El por qué (porqué) de este desfase no le correspondió explicarlo a Kondratieff (que había fallecido en 1938) sino a sus epígonos. Desconocido en Occidente hasta que Schumpeter divulgó su obra poco antes de comenzar la II Guerra Mundial, Kondratieff vinculaba los ciclos de ascenso a innovaciones tecnológicos que afectaban a la producción: el ascenso del primer ciclo estaría motivado por la máquina de vapor que favoreció la primera revolución industrial y permitió dar un gran impulso a la industrial textil; el segundo ciclo estaría motivado por la generalización del ferrocarril que facilitó el transporte; luego el tercer ciclo se produjo gracias al desarrollo de la electricidad, los motores de explosión  la industria química; mientras que la fase ascendente del cuarto ciclo estuvo ligada a la industria petroquímica y a la electrónica. Era fácil prever que el inicio del quinto ciclo en 1992-96 se produciría gracias a la microinformática y a la biotecnología… pero no fue así.

Lo que se produjo a partir de 199296 no fue la implementación de un nuevo ciclo expansivo, sino la continuación del anterior ciclo decadente dado que la principal aplicación de la microinformática fue… la globalización financiera de los mercados. Por primera vez una innovación tecnológica facilitaba más a la financiarización de la economía que a la producción industrial. Sin el ordenador y sin las tecnologías de la información, esta globalización hubiera sido imposible. Hoy, gracias a la microinformática, el parasitismo financiero es capaz de movilizar anualmente un volumen de negocio de unos mil millones de millones de dólares, casi veinte veces el Producto Bruto Mundial.

El modelo teórico creado por Kondratieff parece haber funcionado durante el capitalismo artesanal y durante la primera revolución industrial e incluso durante la segundo, pero parece haber quedado superado por la realidad. ¿Por qué? Por que(Porque) el sistema capitalista ya no está ante la posibilidad de una fase expansiva de la producción industrial como en los ciclos anteriores, sino que la imposibilidad de acceder al “quinto ciclo” de Kondratieff se debe a la senilidad del capitalismo y en buena medida a la crisis de su “lidership”, los EEUU.

China – EEUU, pulso económico hoy, pulso militar mañana

Hoy los EEUU se han convertido en la bomba aspiradora de ahorros de todo el planeta. Para asegurar el consumo interno de los EEUU las bolsas de aquel país deben diariamente captar entre 1.500 y 2.000 millones de dólares procedentes de los “ahorros” del resto del mundo. El capitalismo es, ciertamente, universal, pero, paradójicamente, su capitalidad se encuentra en los EEUU y esta(ésta) es inseparable del dominio militar y del unilateralismo norteamericano. La financiarización de la economía es, sobre todo, la financiarización de los EEUU que, ha dejado de ser una “nación productiva” para consumir especialmente lo que se produce fuera, ha dejado de exportar bienes y capitales para importar todo esto en las mejores condiciones: esto es, en un mercado global.

Cuando incluso una nación oficialmente “comunista” como China se ha visto obligada a invertir sus capitales excedentes no lo ha hecho en países del Tercer Mundo, sino en el entorno capitalista y concretamente en las bolsas norteamericanas. Solamente Fanny Mae y Freddy Mac, las dos hipotecarias norteamericanas a mediados de 2008  registraban medio billón de dólares de la República Popular China. Si Bush aceptó inyectar dinero público para salvarlas de la crisis fue solamente ante la amenaza china de no volver a comprar jamás deuda pública norteamericana.

Para la estrategia de la República Popular China invertir en los EEUU garantiza un período de paz que durará todo el tiempo en el que éste último país siga manteniendo una hegemonía militar. La economía china apuntala a la norteamericana y, por tanto, los EEUU no estarán en condiciones de utilizar su hegemonía militar contra China a la vista de que, de hacerlo, la retirada masiva de capitales generaría el desplome de la economía norteamericana y con él la pulverización de las Fuerzas Armadas y de su presencia militar en todo el mundo. Solamente cuando se produzca el equilibrio de fuerzas, China invertirá preferentemente en otros países. La paz, a partir de ese momento, ya no quedará asegurada por la dialéctica del amo y del esclavo entre ambos países, sino por una nueva edición del “equilibrio del terror” que garantizó cuarenta años de equilibrio en Europa durante la Guerra Fría.

La crisis en la capital del capitalismo

La irresponsabilidad de los EEUU (gastando mucho más de lo que es capaz de producir, confiando en la doble fuerza de su potencia militar y del dinamismo de su economía financiera a la hora de atraer capitales) está –mucho más que la anécdota de las subprimes- en el fondo de la actual crisis mundial.

Se dice que los EEUU son la primera democracia que irrumpió en la historia. No es cierto. Fueron una democracia, pero hoy no son más que un Estado secuestrado por un oligarquía económica cuyo puntal es la especulación financiera cortoplacista y depredadora, convertida en su ley interior y en su fuerza motriz. Ese modelo es el que están imponiendo en todo el mundo a través de la globalización.

No es raro, que desde los EEUU el neoliberalismo haya encontrado inspiración en las doctrinas económicas de Friedrich Hayek, redescubierto a finales de los 70 por Margaret Tatcher y entronizado en el Olimpo de la Economía por Ronald Reagan.

La vieja idea reformulada de que el Estado debe inhibirse en cuestiones económicas llevaba directamente a la propuesta “más mercado, menos Estado” lo que en la práctica implicaba una subordinación de los “Estados democráticos” a los “mercados oligárquicos” y nos lleva directamente a otro planteamiento: “Estados de mínimo poder –contra(cuanto) más débiles mejor- gobernados por mercados”. Y cuando decimos “mercados” estamos aludiendo, no a entidades metafísicas y abstractas, sino a especuladores con nombres y apellidos y a los líderes de la economía financiera… no productiva.

Por otra parte ¿se puede hablar de “economía de mercado” cuando la existencia misma de éste está falseada por situaciones de monopolio, oligopolio o por existencia de cárteles en todos los sectores económicos?

Cuando ya no queda ni Keynes

Vale la pena recordar que los “treinta años gloriosos” (1945-75) estuvieron presididos por la hegemonía económica de John Maynard Keynes quien recomendó la intervención del Estado en materia económica, la existencia de un fuerte sector público y de inversiones del Estado que, por sí mismas, generaran movimiento económico. Cuando a finales de los 70, Tatcher empezó a reivindicar la figura del rival histórico de Keynes, Friedrich Hayek, algunos entendieron que la alternativa estaba entre ambos: o la economía se privatiza y se da prioridad a los mercados, o los Estados someten a una disciplina a los mercados.

Así pues, si la crisis actual era una crisis del modelo diseñado por Hayek y que ha concluido en la globalización de los mercados, devenidos libres, la alternativa sería retornar a Keynes y reconstruir sectores públicos de la economía así como salir de la crisis mediante fuertes inversiones estatales en estos mismos sectores de nuevo nacionalizados. La inversión pública y no los mercados garantizarían para los keynesianos, la salida a la crisis.

¿Siempre nos quedará Keynes? Ni eso. Para que una doctrina keynesista pudiera aplicarse hoy sería necesario que existieran Estados dignos de tal nombre y no conglomerados burocrático-administrativos, gestionados por unas clases políticas mediocres o simplemente ineptas. La actual crisis económica ha demostrado, además, que los Estados están inermes ante la amenaza de los “mercados” (esto es, ante la amenaza de quienes dirigen los mercados). De lo contrario no se entiende el celo que pusieron todos los Estados en enjugar las pérdidas de los consorcios bancarios en la primera fase de la crisis y que se tragó literalmente los superávits de muchos Estados entre ellos del español.

El keynesismo sería aplicable si hoy existiera economía productiva y los estados estuvieran dirigidos por “estadistas” y no por “gestores temporales aprovechados de la res pública”. El intervencionismo estatal ya no puede cortar las alas a los especuladores porque los Estados modernos son tan débiles que sus políticas están habitualmente dictadas por algo tan manipulable como son las estadísticas de intención de voto.

Guerra para salir de la crisis

Si no es posible la aplicación de las doctrinas keynesianas, solamente queda una alternativa para salir de la crisis: un nuevo conflicto bélico. Las guerras, siempre han supuesto para los EEUU una forma de salir de las crisis y alcanzar nuevos estadios de desarrollo. La guerra de la independencia, a fin de cuentas, tuvo una motivación económica: los colonos de Nueva Inglaterra se negaron a pagar los impuestos ordenados por el monarca británico. El pistoletazo de salida del conflicto precisamente fue el llamado “Motín del Té de Boston” cuando los miembros de la logia masónica de esa localidad arrojaron al agua las cajas de té de un navío británico después de que esta hierba fuera grabada con un impuesto particular.

En los 50 años siguientes, EEUU se anexionó vía conquista o a través de la compra, amplios territorios que componen hoy lo esencial de su paisaje. La guerra civil supuso otro nuevo golpe de tuerca, al que seguirían las intervenciones en  la zona del Caribe que culminaron con la guerra con España. La Primera Guerra Mundial supuso la posibilidad para los EEUU de proyectarse fuera del continente norteamericano, mientras la Segunda confirmó su proyección a nivel mundial.

La guerra siempre ha sentado bien al capitalismo norteamericano que ha visto reforzado su poder, mientras el pueblo de los EEUU ponía los muertos. El “patriotismo” y lo que implicaba (la defensa del “estilo de vida americano” y de la “democracia y la libertad”) excusa para unos y causa para los otros, era el motor emotivo de estos conflictos generados únicamente por las necesidades de la oligarquía de obtener rentabilidad al capital.

¿Es posible que EEUU tiendan hoy a una salida de este tipo ante la actual crisis? Es una posibilidad, pero que nunca será como en las dos últimas guerras mundiales. Los EEUU ni siquiera están en condiciones de afrontar el esfuerzo económico-militar que suponen las guerras de Irak y Afganistán, y todo lo que no sea realizar bombardeos a gran altura, lanzamiento de mísiles a distancias de miles de kilómetros del objetivo, se les hace demasiado cuesta arriba. De la misma forma que en los bombardeos contra Yugoslavia de 1999 apenas causaron daños a la defensa de aquel país (aunque destruyeron las infraestructuras civiles) y el Pentágono no se atrevió a una ocupación directa del territorio por parte de los marines, la marcha de las guerras de Irak y Afganistán en donde a los EEUU les resulta imposible vencer a pequeñas unidades irregulares demuestra muy a las claras la ineficacia del ejército norteamericano en los combates.

Así pues, si bien hay que excluir el protagonismo directo de los EEUU en nuevas guerras ofensivas, no se excluye la posibilidad de que aparezcan nuevos conflictos instigados por este país en escenarios periféricos y sin participación directa de los EEUU que se limitarían simplemente a producir y vender armas, dando un nuevo impulso a su sistema de “keynesianismo militar” (prioridad de las inversiones en el complejo militar-industrial haciendo del mismo el eje de la industria de aquel país).

¿Qué falló en el modelo de Kondratieff?

El economista ruso analizó el capitalismo desde la perspectiva de un capitalista, es decir, dando por sentado que este sistema sería eterno y superadas las fases descendentes de las crisis volvería a gozar de la misma salud. Este punto de vista es todavía más incomprensible si tenemos en cuenta que elaboró sus teorías en el marco de la sociedad socialista y que su teoría sobre los ciclos económicos se publicó en 1926 en el momento culminante de la sustitución de Lenin por Stalin.

Kondratieff permaneció de espaldas a las teorías marxistas que auguraban el fin del capitalismo y el triunfo de la revolución socialista internacional. No es raro que, finalmente, resultara detenido en 1930 y fusilado en 1938… Su teoría tenía un fenomenal agujero que inhabilitaba su modelo.

En efecto, Kondratieff daba por sentado que tras cada período decadente del capitalismo seguiría un nuevo ciclo ascendente. El hecho de que este proceso se hubiera producido en tres ocasiones le indujo a creer que poco después de su fusilamiento se iniciaría un nuevo ciclo expansivo y que a éste seguiría otro y otro. Olvidaba que el capitalismo, como cualquier organismo humano, nace, crece, se desarrolla y entra en una fase decadente y de senilidad que augura su muerte. El capitalismo no es eterno, lo único eterno son las ambiciones de los hombres que lo encarnan. Y estas ambiciones son necesarias para el desarrollo del capitalismo, de la misma manera que el oxígeno es necesario para la vida… pero de la misma forma que el oxígeno termina oxidando las células y provocando su degeneración y muerte, también las incontrolables ambiciones de los capitalistas terminan acelerando el fin de su ciclo vital.

Hoy nos encontramos en esa fase. No es solo(sólo) crisis económica, es también la crisis energética que le acompaña (hoy ya sabemos que no habrán hidrocarburos para alimentar eternamente las fábricas), la crisis ecológica (hoy ya sabemos que un sistema productivo no puede crecer eternamente sin modificar profundamente el entorno medioambiental), la crisis urbana (siendo las ciudades y los polos industriales es escenario de los procesos de consumo y producción, más allá de determinadas dimensiones se muestran humanamente inviables), la crisis tecnológica (ya es imposible aumentar la producción mediante nuevas tecnologías para satisfacer las necesidades de cada vez más millones de habitantes), la crisis geopolítica (nos aproximamos al colapso de los EEUU tenido todavía como “lidership” mundial), y finalmente, la crisis del “modo de vida” (que ha llevado a un empobrecimiento y a una banalidad existencial sin precedentes en la historia y a procesos de aculturalización cada vez más extendidos)… todo lo cual llega en un momento de senilidad del capitalismo cuando la actual hipertrofia financiera parece completamente irreversible.

Las salidas al “quinto ciclo de Kondratieff”

¿Hay soluciones? Siempre las hay. La primera es considerar al liberalismo como un mito y desterrarlo del plano de las fórmulas aplicables en la realidad. El liberalismo (con el pleonasmo neo-liberalismo) nos han llevado hasta el punto actual de crisis generalizada: no se trata tanto de profundizar en “más liberalismo”, sino de desterrarlo del escenario de las ideas verdaderamente constructivas.

La segunda es priorizar al Estado frente al Mercado. No es una idea “socialista” contrariamente a las estupideces defendidas por von Misses o Hayek: es la tradición Europea y la esencia de la tradición Romana. Un Estado fuerte no sometido a la dictadura de los mercados y de sus dirigentes. Un estado capaz de planificar áreas y fases de desarrollo, de aplicar implacablemente los guiones establecidos y actualizarlos según las necesidades. Un Estado en guerra contra las oligarquías económicas.

La tercera es romper la globalización en beneficio de “economías de proximidad”, tender a los grandes espacios económicos en función de las constantes geopolíticas, de la homogeneidad de los pueblos, de sus visiones del mundo, de sus capacidades étnicas y antropológicas, antes que caer en las fantasías de un “mercado global”. Solamente puede haber “mercado” y solamente puede ser saludable un “mercado” cuando quienes participan en él lo hacen en igualdad de oportunidades. ¿Qué igualdad existe entre un asalariado chino y un asalariado berlinés? Allí donde no hay igualdad de posibilidades no hay mercado viable.

Finalmente, debemos hacernos a la idea de que esta no es una “crisis cíclica más”, no estamos ante el inicio de un nuevo “ciclo de Kondratieff”, estamos asistiendo al desplome de las estructuras del capitalismo tal como fue concebido a partir de principios de los años 80 por Reagan-Tatcher y que generó a partir de 1989 el proceso globalizador. Estamos al final de un ciclo y al principio de otro. La única esperanza para que el ciclo que se avecina no sea, literalmente, un infierno o un mercado convertido en selva y escenario preferencial para depredadores, es aplicar los tres principios que hemos enunciado (romper la globalización, archivar el liberalismo y el neoliberalismo, atribuir más poder al Estado en lugar de a los mercados).

info-Krisis.- El futuro no volverá a ser como antes de la crisis. La patronal de la construcción en el año 2000 tenía asumido que su sector siempre atravesaba “ciclos” y que la fase expansiva que se iniciaba en ese momento, antes o después terminaría. Sorprende, por tanto, que no tomaran medidas para cuando se produjera el punto de inflexión y que no supieran poner el pie en el freno. Sin embargo, los ciclos económicos afectan a todos los sectores y son una característica del capitalismo que emergió con la primera revolución industrial. Estos ciclos encontraron en el economista ruso Nikolái Dmítrievich Kondrátiev a su intérprete más riguroso. Kondratieff fue capaz de identificar cuatro ciclos… pero erró en el quinto al no percibir que entonces el capitalismo entraba ya en una fase senil.

Financiación Autonómica: El sodoku momentáneamente resuelto

Infokrisis.- Nadie niega la necesidad de un nuevo sistema de financiación autonómica, lo que se cuestiona es que el aprobado sea el más oportuno. Cuando se aprobó el anterior modelo de financiación autonómica en 2002 se le dio cinco años de vigencia. Ha durado siete. Era una reforma obligada que se ha realizado en el peor momento: cuando ayuntamientos, comunidades autónomas, el Estado, las familias y las empresas están absolutamente endeudados. Y lo más dramático es que ninguna de las administraciones del Estado está dando signos de contención en el gasto público, sino todo lo contrario. En 2010 el endeudamiento de las administraciones alcanzará su máximo nivel, la presión sobre el contribuyente también…

Algo ha fallado en la construcción del Estado de las Autonomías. En 1977 nos dijeron –y nos pareció bien- que había que acercar la administración al ciudadano, que era preciso defender a las culturas regionales y que había que descentralizar los servicios del Estado. Todo esto era absolutamente lógico y razonable, por lo tanto apenas existieron resistencias.

Del caso Galinsoga al Nou Estatut

A fin de cuentas, el franquismo no fue más que una forma de jacobinismo administrativo que chocaba incluso con algunos conceptos sostenidos por fracciones del régimen (el carlismo, por ejemplo, partía de una base completamente diferente, con su foralismo y su resistencia antijacobina y si bien es cierto que cuando las tropas de Franco entraron en Barcelona, Giménez Caballero, propagandista del nuevo régimen, cubrió de insultos a Catalunya, no es menos cierto que Dionisio Ridruejo propuso que se respetara el uso del catalán en los medios de comunicación controlados por el franquismo.

En 1959, estalló el Caso Galinsoga, cuando el director de La Vanguardia –Juan de Galinsoga- se personó en la sacristía de la Iglesia de San Ildefonso en Barcelona, protestando por el hecho de que la homilía se hubiera pronunciado en catalán. El párroco tenía autorización para pronunciar una de las cinco misas del día en castellano. Galinsoga pronunció su famosa frase (“Todos los catalanes son una mierda”) que solamente oyó el párroco, pero que fue aprovechado por Jordi Pujol para iniciar una campaña que logró poner al diario barcelonés al borde de la quiebra. Cinco meses después, el propio gobierno franquista cesaba a Galinsoga.

Aquel caso, visto a cuarenta años de distancia, da que reflexionar sobre el absurdo de la concepción del Estado durante el franquismo: fue el consejo de ministros el que cesó a Galinsoga, a la sazón director de un medio de comunicación privado… fue Galinsoga quien se sorprendió de que una homilía entre cinco se pronunciara en una lengua hablada por la mitad de los habitantes de Catalunya… Aquel episodio demostró, además, otra cosa: la vitalidad de la sociedad civil catalana que respondió cancelando 20.000 suscripciones a La Vanguardia, retirando publicidad y sustrayendo 30.000 lectores al diario.

Era evidente que algo tenía que cambiar y, por tanto, la conversión del Estado Jacobino en Estado de las Autonomías era un imperativo para racionalizar la administración. Pero las cosas no se hicieron bien, sino de la peor manera que podían realizarse.

Del café para todos a los trofeos presupuestarios

Antes incluso de la conclusión de la transición política (1975, muerte de Franco, a 1983, elecciones que dieron la victoria a los socialistas), ya se habían aprobado los Estatutos de Autonomía de las que se llamaron (de manera abusiva, ciertamente) “nacionalidades históricas” (puestos a considerar “históricas”, habría que haber considerado también a Navarra, Asturias, León, etc.). En Catalunya y Euzkadi, el dominador común había sido la derrota de UCD, convertida casi en fuerza residual. En Andalucía (que estrenó régimen estatutario poco después) ocurrió otro tanto. De ahí que, Adolfo Suárez comprendiera que, o bien, otorgaba estatutos de autonomía a otras regiones en las que su fuerza política era mayoritaria, o quedaría capi disminuido. Ese fue el origen del “café para todos”.

Pero había otro factor que indujo a Suárez a abordar esa problemática vía: las clases políticas regionales se habían ido configurando como “baronías” interesadas permanentemente en ejercer el populismo más pedestre satisfaciendo a “su público” (el electorado) y grupos de intereses que esperaban rentabilizar al máximo su carrera política.  Era fácil, por lo demás, explotar el factor emotivo y sentimental y los agravios comparativos: si Andalucía había obtenido su estatuto de autonomía, ¿por qué no Extremadura? Y si La Rioja era otra autonomía uniprovincial ¿por qué no Cantabria? Y sí sucesivamente, hasta configurarse un mala de diecisiete autonomías que estuvo en el origen del famoso sodoku al que aludiera Solbes en el arranque de la negociación sobre financiación autonómica.

Con este esquema no es de extrañar que, a partir de ese momento, las baronías periféricas de los partidos políticos adoptaran un punto de vista común: esgrimir como trofeo el crecimiento de los presupuestos autonómicos, muy por encima de las necesidades reales y no digamos de las posibilidades racionales de cada autonomía. Sería reelegido presidente regional quien trajera más dinero a cada autonomía.

De la desmesura a la necesidad

Si la necesidad de articulación del Estado en comunidades autónomas parecía en 1977 fuera de discusión, el esquema generado veinte años después empezaba a ser problemático. La administración del Estado, lejos de simplificarse, se multiplicó (hoy existen tres veces más funcionarios que en 1983)  y en algunas comunidades Autónomas (como Andalucía) el número de funcionarios equivale al ¡50% de la población laboral activa! Las administraciones autonómicas reprodujeran el esquema jacobino, como si se tratara de una fotocopia reducida, en su marco de aplicación: en todas las autonomías existió un polo central (y centralista) que atraía inversiones y competencias administrativas, mientras se generaba una periferia empobrecida y marginal; la administración del Estado no desapareció, sino que se mantuvo; los 17 parlamentos regionales empezaron a fabricar leyes como churros y a generar situaciones absurdas: un pescador que ejerce su afición en el delta del Ebro con licencia de la Generalitat de Catalunya, debe obtener una licencia de la comunidad aragonesa si pretende hacerlo allí, luego de la riojana, de la navarra y de la cántabra… El propio ex ministro de justicia se sorprendió cuando fue multado por cazar en la comunidad andaluza con licencia de la Castilla-León… Para sofocar un incendio forestal en una zona periférica de cualquier comunidad, era necesario trasladar a unidades de bomberos del otro extremo de la comunidad antes que hacerlo de la población vecina perteneciente a otra comunidad. Y, lo peor estaba todavía por llegar.

A partir de 2005 se dio el pistoletazo de salida para los llamados “Estatutos de Segunda Generación”. El común denominador de todos ellos era establecer techos autonómicos más altos en una carrera enloquecida y poco meditada. En el nuevo Estatuto de la Comunidad Valenciana se llegó a introducir (y aprobar) un artículo en el que se mencionaba explícitamente que la Generalitat Valenciana podría reclamar más competencias si cualquier otra autonomía hacía lo mismo.

A partir de 2002 se hizo palpable el peso de la inmigración en determinadas autonomías. La inmigración no es algo que se haya repartido uniformemente por todo el Estado, sino que se ha concentrado en determinadas comunidades por encima de un 15%, mientras que en otras está en torno al 5%. En 2002 esto todavía se ocultaba y apenas nadie, ni en las administraciones municipales, ni en las autonómicas, ni en la central, se preocupaba del impacto económico que iba a generar la inmigración. Es hizo que cuando se cerró el anterior acuerdo de financiación autonómica, nadie, absolutamente nadie, tomara en consideración el impacto desigual que la inmigración iba a dejar en el Estado.

Además, el Estado central sistemáticamente, tanto en el período de Aznar como en el de Zapatero, han ido ocultando las cifras reales sobre inmigración y, por supuesto, han falseado los datos sobre su distribución geográfica. Algunos gobiernos autonómicos, perfectamente conscientes de lo que suponía revelar a la ciudadanía el número real de inmigrantes residentes en su autonomía, han optado también por enmascarar cifras a la baja… El problema ha sido cuando han tenido que reconocer las cifras reales para renegociar la financiación autonómica. Y entonces ha estallado la caja de los truenos.

Más población más financiación autonómica


Vale la pena preguntarse inicialmente ¿qué quiere decir “financiación autonómica”? Es simple: constituye la forma que tienen la Administración central y los Gobiernos autonómicos de valorar cuánto dinero necesitan las comunidades para cubrir sus competencias (sanidad, educación y asistencia social son las más importantes) y con qué recursos financiar esas necesidades.

Hasta el otoño de este año el modelo vigente fue aprobado en 2002, pero en este lapso de siete años se han hecho evidentes tres problemas que o no existían en aquel momento o se han ido haciendo cada vez más determinantes: se han producido cinco reformas estatutarias en otras tantas comunidades autónomas y era necesario adaptar la financiación a las nuevas competencias asumidas en estos estatutos; en segundo lugar, la diferencia en el nivel de recursos por habitante entre las zonas con mejor desarrollo económica y las zonas con peor desarrollo es de un abismal 40%, increíble para un “Estado unitario”; y, finalmente, desde 2002 la población española ha aumentado según el Instituto Nacional de Estadística ¡en 7.000.000 de personas! En esta cifra no hay trampa ni cartón: dado que la población española permanece estable desde 1985 y ha dejado de crecer, no cabe la menor duda de que estos 7.000.000 de nuevos vecinos… son inmigrantes y, lo que es más grave, ni siquiera están igualmente distribuidos en todo el territorio nacional, sino concentrados en determinadas autonomías. Por lo tanto, en esas autonomías (Catalunya, Baleares, Canarias, Madrid, Valencia) el gasto en lo que se ha dado en llamar “servicios públicos fundamentales” (otro concepto básico para entender la naturaleza del problema de la financiación autonómica) se ha disparado. Estos “servicios fundamentales” son sanidad, educción y asistencia social.

Por eso no es raro que las comunidades afectadas por la inmigración tengan una necesidad urgente de captar más fondos de financiación para atender a sus gastos. El sistema aprobado en 2002 había distribuido más de 114.000 millones en 2007 (salvo en el País Vasco y Navarra, que tienen un régimen de financiación específico).

Por eso, cuando algunos agoreros expresaban que la inmigración cuesta mucho más de lo que aporta, no estaban exagerando. La negociación en torno a la financiación autonómica ha demostrado que una comunidad cuando más inmigración tiene más gastos debe realizar y, por tanto, más exige al Estado.

La solución al sodoku

De entre todas las soluciones adoptadas por el gobierno Zapatero sin duda la fórmula para cubrir la financiación autonómica ha sido la que más se ha ajustado a la realidad y no es raro que ninguna comunidad autónoma –ni siquiera las gobernadas por el PP- se haya opuesto frontalmente. En realidad, cada comunidad ha intentado extraer el máximo de beneficios de la negociación y las clases políticas de todas las autonomías han tenido buenos motivos para sentirse satisfechos con el resultado.

La negociación empezó tomando como referencia los resultados del último sistema de financiación, donde Andalucía fue la comunidad que más recursos recibió (el 18% del total). A estas cifras –que suponían, el “suelo” de la negociación, se le sumaron los fondos adicionales que pondría el Gobierno central para compensar, principalmente, el crecimiento demográfico de los últimos años. Inicialmente esta cifra osciló entre los 9.000 (que dijo inicialmente Solbes en el arranque de la negociación) y 12.000 millones de euros (que prometió su sucesora, Elena Salgado) más, que al final quedaron en 11.000 millones destinados al llamado “Fondo de Suficiencia”.

Dado que ese dinero procede íntegramente de la recaudación de impuestos era absurdo que el Estado detentara la totalidad de la recaudación de los impuestos calificados como “más jugosos”, por lo que, se ha entregado a las comunidades autónomas el 50% de la recaudación del IRPF, el 50% del IVA y el 58% de los impuestos especiales, como los que gravan el alcohol, la gasolina y el tabaco. A esto se le llama corresponsabilidad fiscal que se une a los impuestos que ha estaban completamente descentralizados (los que gravan los juegos de azar o las transacciones inmobiliarias, entre los más importantes).

La idea es que el 75% del dinero se distribuirá entre las comunidades con el objetivo de que todas logren el mismo nivel de financiación por habitante. Así se lograría que los ciudadanos de todo el Estado tengan acceso al mismo nivel de prestaciones de “servicios públicos básicos”. Otra innovación no exenta de sentido común es que si alguna comunidad es capaz de cubrir el dinero necesario para el resto de competencias con la recaudación de impuestos, no tendrá que devolver –como hasta ahora- el dinero sobrante al Gobierno central. Esto implicará que algunas comunidades tendrán déficit y otras superávit, lo que indicará, al mismo tiempo, si hay “buena gobernanza” o despilfarro.

El núcleo del problema

Zapatero negoció primeramente con el tripartito catalán la asignación de fondos. Los argumentos de Catalunya eran “fuertes”: con un 20% de inmigración, para colmo en su mayoría islámica, Catalunya aportaba al Estado más de lo que recibía, por tanto, había el Estado debía destinar más dinero para Catalunya… pero, claro, el problema es que secularmente España no ha tenido un desarrollo ni una configuración uniforme. La población catalana está concentrada en el Área Metropolitana de Barcelona unos pocos miles de hectáreas, mientras que la población de Castilla-León, menor en número, pero con una dispersión geográfica mucho mayor, con una edad media muy superior y un nivel de inmigración bajo, tiene unos parámetros sociológicos y geográficos que hacen que los servicios básicos cuesten más: resulta más caro construir cinco escuelas pequeñas en Castilla-León que una gran escuela en un barrio de Rubí en Catalunya que será inmediatamente poblada por cientos de niños en su mayoría inmigrantes. Resulta mucho más caro pagar las pensiones de una población cuya edad media es alta que las de una población con edad media más baja. Resultará más caro tener que construir hospitales próximos a núcleos de población dispersos (como ocurre en Castilla-León) que hacerlo en una Catalunya con población reconcentrada en el Área Metropolitana… Y así sucesivamente.

A decir verdad, cada parte tenía sus argumentos para mantener sus pretensiones y, en realidad, todas eran razonables. El problema vino y enconó inicialmente la discusión por que la negociación sobre los 11.000 millones del Fondo de Suficiencia debió de hacerse colectivamente, en lugar de eso Zapatero pactó con el tripartito una cantidad para Catalunya debiendo el resto de comunidades distribuir lo que quedaba.

La cosa fue todavía más chusca (y de ahí la reacción hostil de otras comunidades, incluidas las controladas por el PSOE) por que de los 3.800 millones exigidos por la Generalitat, finalmente, tras una “ardua negociación” con Zapatero obtuvieron 3.855, más de lo solicitado. Así pues, Catalunya que ha tenido un crecimiento desde el 2002 de 1.000.000 de inmigrantes (lo que supone que alberga en su territorio al 18% del total de inmigración de todo el Estado) ha recibido algo más de un tercio de lo que le hubiera correspondido. ¿Por qué? Por la debilidad estructural del gobierno Zapatero que de no conceder esas cifras se arriesgaba a que el tripartito catalán se deshiciera como un azucarillo y perder el control de esa Comunidad que hubiera sigo recuperado inmediatamente por CiU.

Si a esto unimos que el nuevo Estatut de Catalunya prevé que "el Estado garantizará que la aplicación de los mecanismos de nivelación no altere en ningún caso la posición de Cataluña en la ordenación de rentas per cápita antes de la nivelación", se entenderá el por qué la posición del tripartito catalán ha sido criticada en casi todas las autonomías. Esa frase incluida en el texto estatutaria implicaba decir: “aporta lo suficiente para que mejores, pero no tanto como para que llegues a mi nivel”.

¿España plural y España desigual?

A pesar de que la nueva ley de financiación autonómica no ha registrado ningún voto en contra abstención de las gobernadas por el PP -Castilla y León, Madrid, Valencia, Murcia, La Rioja, Galicia- y Melilla, y a favor por las gobernadas por el PSOE y aliados -Andalucía, Aragón, Asturias, Baleares, Cantabria, Castilla-La Mancha, Cataluña, Extremadura, Canarias y la ciudad autónoma de Ceuta-), el sistema tiene en sí mismo cierto grado de inestabilidad que se hará patente en los próximos años.

Hay que resaltar la insistencia con la que, a lo largo de toda la negociación, se ha aludido a “servicios públicas básicos” (sanidad, educación y asistencia social) ¿qué ocurre con el resto? Por ejemplo, ¿qué ocurre con la justicia, las prisiones, la policía o las televisiones autonómicas que no son consideradas como “básicas”? Es muy simple: si una región tiene más vitalidad que otra, los servicios no básicos serán allí mejores. Si, para colmo, una comunidad autónoma recibe más de lo que aporta (Castilla-León, por ejemplo o Cantabria que es la más recibe y menos aporta) y, para colmo es gobernada por un partido que en ese momento no está al frente del gobierno del Estado… entonces resulta evidente que esa comunidad quedará en la cola.

A esto se une el que el sistema de financiación autonómica se ha negociado en medio de una gran expectación pública, pero es uno de los tres que existen en estos momentos en España. El otro es el sistema foral que afecta a las comunidades de Navarra y Euzkadi que está funciona de manera completamente diferente. Estas comunidades recaudado el 100% de impuestos y, “conciertan” con el Estado cantidades a entregar para el mantenimiento de su aparato en esas zonas. Así se explica, por ejemplo, que en la sanidad navarra de parches antitabaco gratuitamente… mientras que en otras comunidades esto es sencillamente impensable. Y es solo un ejemplo. Por otra parte, las ciudades de Ceuta y Melilla tienen un sistema de financiación propio, también al margen de la negociación recientemente cerrada.

Pero los problemas no terminan ahí. Las innovaciones introducidas por los Estatutos “de segunda generación” implican que estas autonomías han ampliado su régimen de competencias. Y a veces resulta difícil establecer cómo evolucionará en los próximos años el uso de estas competencias. En materia de inmigración, por ejemplo, los gobiernos autonómicas extenderán los “certificados de integración”, algo que hasta ahí parece aceptable. El problema viene cuando los parámetros de integración en una comunidad son diferentes en otra. Es evidente que la Generalitat de Catalunya extenderá esos certificados para inmigrantes que hablen catalán, pero eso no ocurrirá en Aragón o Castilla-La Mancha. El resultado será que cada inmigrante quedará “fijado” a un territorio concreto con todo lo que ello implica: disminución de su posibilidad de trasladarse a otros territorios del Estado en donde regirán otros parámetros de “integración”; se producirá así mismo el “efecto concentración”, es decir, allí donde hay más inmigrantes, más fácilmente pueden instalarse y cuentan con más ayudas del gobierno autonómico, más tenderán a concentrarse. El hecho de que, por ejemplo, en Catalunya la Consellería de interior esté en manos de un representante de la izquierda-caviar partidario aún hoy del “papeles para todos”, implica que en esa comunidad la inmigración va a crecer a mayor velocidad que en cualquier otra y que, además, va estar fijada –gracias al “certificado de integración”- al área geográfica de las cuatro provincias catalanas.

A todo esto hay que añadir algo dramático que ha ido emergiendo a lo largo de 2009. Este año pasará a la historia de España como el “año del repunte de la corrupción”. A poco de cerrarse la negociación sobre financiación autonómica –que a fin de cuentas implica dinero- han estallado un poco por todas partes, pero especialmente en Catalunya, episodios traumáticos de corrupción –que no es más que mala administración del dinero-, así pues, con una clase política en entredicho ¿quién puede asegurar que las comunidades autónomas administren justamente el dinero recaudado mediante impuestos?

Las sombras sobre el sistema de financiación autonómica son hoy mayores que nunca. Ninguna inquietud se ha disipado en el horizonte. El futuro dirá si este sistema puede perpetuarse en el tiempo, o simplemente ser un interregno entre una mala situación (el sistema aprobado en 2002) y una situación peor caracterizada por crisis económica prolongada, corrupción, partidocracia, paro, deslocalización industrial e inmigración masiva.

[Recuadros fuera de texto]

La insoportable deuda pública

Algunos datos sobre el aumento de la deuda pública en las autonomías resultan sencillamente escalofriantes y dan que pensar sobre lo que tenemos por delante.

En los tres primeros meses de 2009 la deuda pública de las autonomías creció un 15%, yendo en cabeza Catalunya y Valencia. En ese momento el déficit total acumulado era de 68.170 millones que se unía a los 32.000 millones de los ayuntamientos. Los datos son del Banco de España así que difícilmente son discutibles.

En la actualidad el mayor nivel de endeudamiento se da en Catalunya, con 18.230 millones frente a los 14.863 de hace un año. En segundo lugar, se encuentra la Comunidad Valenciana, con 12.137 millones y a pesar de haber moderado ligeramente su déficit en el último trimestre. Después está Madrid, con 10.166 millones y Andalucía, con 8.051 millones. La Comunidad Valenciana, además, sufre un endeudamiento que supone el 11,4% de su PIB, casi el doble de la media. En la comparación interanual todas las autonomías subieron su deuda. Los casos más llamativos fueron los de La Rioja (42,39%), País Vasco (39,1%), Castilla y León (37,07%), Baleares (34,98%), Aragón (30,21%) y Castilla-La Mancha (30,13%). Los menores incrementos se registraron en la Comunidad Valenciana (0,5%) y Madrid (0,62%).

En los ayuntamientos también se dispara la deuda. Madrid cierra el año con una deuda de 6.682 millones. En un año ha aumentado en 600 millones el agujero de sus cuentas. Economía le ha denegado emisiones de deuda. Después de Madrid se encuentra la ciudad de Valencia, con 802 millones de euros frente a los 737 de hace un año. Barcelona registra 770 millones. Mientras, las diputaciones forales vascas han pasado de una deuda de 1.327 millones a 1.910 millones.

Por todo ello, a principios de noviembre, el déficit de las administraciones públicas queda situado en 432.523 millones, el 39,5% del PIB. Hace un año era de 380.736 millones.

Solamente en 2008 la Generalitat registró un déficit de 4.862 millones de euros, el 2,38% del PIB catalán. En un principio, las cuentas auguraban 470 millones de déficit, cifra que fue revisada en octubre. En 2007, el déficit había sido de 1.226 millones. El aumento significativo en 2008 se debió a la caída de ingresos, de 3.403 millones menos de lo previsto, y al aumento de los gastos, especialmente en sanidad (670 millones) y por el ritmo de inversión en la L9 del Metro de Barcelona más rápido de lo previsto (252 millones). La deuda creció hasta los 18.070 millones, el 8,85% del PIB, según las normas contables europeas. La deuda total de la Generalitat alcanzó los 27.903 millones, 24.479 millones de deuda financiera y 3.424 de otros instrumentos financieros.

El balance final a principios de 2009 es desolador. Las CCAA han multiplicado casi por siete su déficit público, generando un agujero en la caja cercano a los 11.500 millones de euros. Se espera una oleada de emisiones para financiarlo. Según un informe de la agencia de calificación Fitch Ratings, el déficit regional crecerá hasta los 11.495 millones de euros este año, lo que supone multiplicar por 6,6 veces el agujero de 1.724 millones con el que cerró 2008. Por nuestra parte creemos que estas estimaciones son excesivamente optimistas y no reflejan completamente la realidad al basarse en las cifras emitidas por las propias autonomías que no tienen en cuenta la bajada de ingresos fiscales generada por el desplome económico del país. De todas formas, Fitch considera que el endeudamiento va a crecer hasta los 74.200 millones a finales de 2009, reconociendo que los ingresos van a ser menores que los presupuestados y los gastos mayores, el aumento del desempleo y la paupérrima situación de los sectores productivos, junto con la caída de la demanda interna, hunde las previsiones regionales.

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