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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

VIOLENCIA DOMESTICA E INMIGRACION ¿MITO O REALIDAD?

VIOLENCIA DOMESTICA E INMIGRACION ¿MITO O REALIDAD?

Infokrisis.- He visto violencia contra las mujeres en todos los países andinos, sin excepción y en algunos países centromericanos, no digamos en el Magreb o en África susahariana. Por tanto no es de extrañar que en 2004 las denuncias puestas por mujeres inmigrantes por violencia doméstica de manos de sus esposos, también inmigrantes, llegaran a las 14.340. En años siguientes estas cifras han ido creciendo. La violencia doméstica está ligara íntimamente a la inmigración.


La violencia doméstica era uno de los puntos del programa socialista que ZP abordó con más énfasis. Fruto de ello fue la Ley de Violencia Doméstica, probablemente, una de las leyes más inútiles en la historia de España. Inútil por que el delito ya estaba contemplado en el Código Penal (delito de agresión con violencia) y por qué solamente consideraba a la mujer como víctima, sin preocuparse de ancianos, niños e, incluso de varones que también son víctimas de ese tipo de violencia. La Ley zaparatista fue un aborto jurídico, inútil, contra el que nadie se atrevió a levantar el dedo. Vergüenza para unos diputados más preocupados por su imagen que por defender causas justas.

LA OPINIÓN DE UN SOCIÓLOGO

Poco después de la promulgación de la malhadada ley, el sociólogo Amando de Miguel relacionó la violencia doméstica y la inmigración, suscitando el encono más virulento de las tribus “progres”. Y lo que decía De Miguel, apoyado por estadísticas irrefutables era lo mismo que veníamos sosteniendo desde 2003: que el único motivo que explica el aumento desmesurado de la violencia doméstica en España, es la llegada masiva de inmigrantes desde 1997. De Miguel añadió otra cosa: la diferencia en el número de casos de violencia doméstica de una región a otra, se explica, sencillamente, por la diferente implantación de la inmigración, irregularmente distribuida sobre el territorio nacional. En el curso de esta misma conferencia, De Miguel aludió también de manera tangencial a la vinculación entre delincuencia e inmigración y entre el déficit fiscal y la llegada masiva de inmigrantes que absorben ayudas sociales y no pagan impuestos… No es nada que no hayamos dicho antes, pero el prestigio de De Miguel contribuye a darle una credibilidad incuestionable.

Para colmo, De Miguel, pronunció la conferencia abriendo las “Jornadas sobre Inmigración y Sociedad: un compromiso social desde el poder legislativo”, organizadas por las Corts Valencianes. Su conferencia se titulaba gráficamente: “El componente migratorio en la sociedad española: complementos y cambios”.

De Miguel señaló que en Galicia se dan menos caso de violencia de género "por el tipo de inmigración", y por la escasa inmigración residente en esa autonomía y en la cornisa cantábrica. Sus dotes reconocidas de sociólogo le obligaron a reconocer que "los nativos también somos violentos" pero matizó que "ni punto de comparación con la presencia de extranjeros en este aspecto".

En esa ocasión aprovechó para añadir que "al derecho de todo el mundo a emigrar a cualquier país no le corresponde la obligación de un país a admitir a todos los que quieren llegar" y precisó que "controlar no quiere decir nada represivo" sino de "ayuda a los inmigrantes". Se refirió así a la integración y advirtió de que esta ha de ser "en dos direcciones", facilitando el acceso a nuestra cultura y respetando la de quienes vienen de fuera y apostó por que la sociedad valenciana sea "más heterogénea".

EL INICIO HISTORICO DEL PROBLEMA

En diciembre de 1997, Ana Orantes, una mujer granadina maltratada, fue quemada viva por su marido tras relatar su historia en televisión. La difusión del suceso a través de los medios de comunicación puso de manifiesto el drama de las víctimas del terrorismo doméstico en toda su crueldad. A partir de ese momento, la violencia doméstica se instaló en los informativos, con un crecimiento cada vez más preocupante.

Las cifras eran todavía bajas, pero, a partir de 1997 empezaron a crecer. Entre 1999 y 2003, 246 mujeres murieron a manos de sus maridos, parejas o excompañeros (315 si atendemos a la red de organizaciones feministas). Solamente en 2006 la cifra de asesinatos superó con mucho el centenar. Solamente en los dos primeros meses de 2007 se han producido 17 asesinatos, lo que induce a pensar que también este año se superará el centenar.

En 2004, uno de cada 4 denuncias por violencia doméstica había sido presentada por una mujer inmigrante, es decir, un 25% del total, cuando la población inmigrantes solamente ascendía a un 8%, es decir, la violencia doméstica entre inmigrantes era algo más de tres veces superior a la que correspondía. Pero eso no es todo. El Instituto Elcano reconocía en 2003 que: “Existe también un tipo de homicidios en el que se da una importante presencia extranjera y que presenta la particularidad de que en la casi totalidad de los casos el homicida resulta identificado. Se trata de los fallecimientos por violencia doméstica, un tema que preocupa especialmente a la sociedad española y acerca del cual el Consejo Superior del Poder Judicial ha publicado recientemente un detallado informe, a partir del cual se ha elaborado el gráfico adjunto”.

Las cifras son suficientemente elocuentes. Los extranjeros representan el 4 o el 5 % de la población total, casi el 9 % de los condenados y el 27 % de los detenidos por delito en el año 2001 y, en el caso de la violencia doméstica, el 29 % tanto de los homicidas como de las víctimas fatales en el año 2002. Claramente estamos ante un problema, o mejor dicho ante varios, porque los ejemplos hasta ahora mencionados presentan etiologías diversas. Los homicidios en ajustes de cuentas suponen un índice de la penetración de la delincuencia organizada transnacional, mientras que los homicidios domésticos implican una mayor propensión a la violencia en la pareja de los residentes extranjeros”.

Sin embargo, a partir del 2004 las cifras cambian… por que varía la forma de hacer estadísticas y porque empieza a ser un clamor popular que la inmigración está íntimamente conectada al aumento de la violencia doméstica.

LAS DISTINTAS COMPONENTES DEL PROBLEMA

Bajo el rótulo de “violencia doméstica” se dan cuatro fenómenos completamente diferentes: de un lado el ya mencionado del aumento de la inmigración, de otro el hecho de que toda sociedad desarrollada tiene entre un 2 y un 5% de psicópatas, maníacos obsesivos, alcohólicos y toxicómanos, y, por tanto, predispuestos a ejercer la violencia en cualquier marco, incluida la familia; en tercer lugar, es evidente que en los casos de violencia doméstica de los que da constancia la prensa aparece con mucha frecuencia el caso de parejas de ancianos en las que una de las partes está aquejada de una dolencia degenerativa y el marido prefiere asesinarla y suicidarse, antes que ver a su cónyuge en un estado de salud cada vez más degradado y tampoco se ve con fuerzas de seguir viviendo. Resulta evidente que este caso tiene muy poco que ver con la violencia doméstica. Finalmente, se advierten muchos casos de trastornos mentales transitorios, gentes que en un acceso de locura, asesinan a su mujer o a quien tengan más cerca.

Pues bien, de todos estos casos, puede deducirse que una sociedad siempre tendrá un cierto grado de violencia doméstica y que ese número será menor, si esa sociedad mantiene ciertos niveles de orden y autoridad. Existe una violencia de género que SI puede controlarse (la de inmigrantes, mediante repatriaciones, la de ancianos desesperados por la salud de sus esposas, mediante la asistencia del Estado, la de los resultados de trastornos mentales transitorios, mediante una educación adecuada), pero hay una violencia residual imposible de erradicar completamente (la de psicópatas, alcohólicos y drogadictos que, como máximo, puede reducirse en cierta medida).

El problema de la Ley sobre Violencia Doméstica es que no identifica los distintos tipos de problema, y les depara a todas esas formas un mismo tratamiento penal que, por lo demás, excluye a niños, ancianos, maridos, hermanos, víctimas de la violencia en el hogar.

VIOLENCIA E INMIGRACION

Cuando se desconoce la etiología de un problema se está incapacitado para ofrecer el tratamiento adecuado. En una Web del Ministerio del Interior, entre otras cosas se responde a la pregunta de “¿Cómo se reconoce a un maltratador?”, de la siguiente manera: “Son hombres fundamentalmente posesivos que ejercen mucho control sobre la mujer: si entras, si sales, con quién vas cómo vistes, cuánto dinero gastas, si tienes haces o recibes llamadas —ya sea de amigos o familiares—, si te desvalora, desautoriza o insulta en público... E incluso antes, en la etapa del noviazgo, hay síntomas que pueden poner en alerta a una mujer: antecedentes de conductas violentas con otras mujeres, familiares o amigos; accesos de cólera repentinos y sin sentido; actos de crueldad (por ejemplo, con animales); falta de arrepentimiento ante sus propios errores; una forma de pensar excesivamente rígida, convencido de que siempre está en posesión de la verdad...”. Como se ve, se evita recordar que algunos grupos étnicos y religiosos son mucho más propensos a la violencia doméstica y al alcoholismo que conduce a la violencia doméstica (no solo contra mujeres, sino contra niños; recientemente, la policía detuvo a una pareja boliviana que sometía a su hija a crueles tormentos). Pero, lo sorprendente es que la pregunta siguiente es: “Soy extranjera maltratada y sin papeles ¿qué hago?”…

La triste realidad es que desde el Ministerio del Interior se niega la realidad y se evita, por todos los medios que se asocie “delincuencia” e “inmigración” e “inmigración” y “violencia doméstica”. Haciéndolo, se consigue no reconocer en el ordenamiento jurídico, la naturaleza del problema y, por tanto, prevenirlo. Lo normal sería que extranjeros acusados de violencia doméstica fueran juzgados inmediatamente y, si en su caso, son condenados, sean repatriados tras extinguir la condena. Sin embargo, ocurre justamente lo contrario, el agresor no es sometido a ningún tipo de castigo especial que disuada a otros de su misma nacionalidad a agredir a su esposa. Resulta sorprendente en las cifras dadas por el Instituto Elcano que las condenas a extranjeros denunciados sean tres veces menos que el número de denuncias presentadas, lo que indica que buena parte de las denuncias son retiradas dada la situación de sometimiento de las mujeres andinas y magrebíes a sus varones.

Es significativo que las estadísticas de interior demuestran que la violencia doméstica prevalece sobre todo en países europeos con alto grado de inmigración y en países como Rumanía con una fuerte componente étnica gitano-romaní. La prevalencia de la violencia contra la mujer en Rumania es, por ejemplo, del 30’87, mientras que en España es de 9’42 (incluida la practica por la comunidad romaní inmigrante en nuestro país).

COMPARACIONES ¿ODIOSAS O ESCLARECEDORAS?

Según las estadísticas del Instituto de la Mujer, entre 1999 y 2003, 246 mujeres murieron a manos de sus maridos, parejas o ex compañeros (315 según la red de organizaciones feministas). En 2004 se contabilizaron casi 45.000 denuncias por violencia doméstica, de los que algo más de 14.000 (el 25%) tuvieron como protagonistas e inmigrantes (el 9% de la población en aquel momento). Ese año fueron asesinadas 72 mujeres de las que 20 eran extranjeras y sus asesinos también, es decir, un 28%, algo más de tres veces de la tasa que le correspondería según el porcentaje de inmigrantes en aquel momento.

Pero lo sorprendente de las cifras son las estadísticas anuales entre 1999 y 2006. En 2005 se alcanzó la cuota máxima de violencia contra la mujer protagonizada por inmigrantes, alcanzando a un 57% por ciento del total. Estas son las cifras que demuestran lo que hemos dicho siempre: que la violencia contra la mujer en España alcanzaría unos mínimos imposibles de rebajar debidos a la presencia de alcohólicos, psicópatas y toxicómanos, si la inmigración no hubiera irrumpido.


1999

2000

2001

2002

2003

2004

2005

2006

Españoles

41

44

32

37

58

50

38

50

Extranjeros

13 (31%)

19 (43%)

18 (52%)

17

(45%)

12 (20%)

22 (44%)

22 (57%)

18 (36%)

A poco de ser nombrado presidente del gobierno, ZP reunió al Consejo de Ministros el 7 de mayo de 2004 para aprobar un paquete de medidas “urgentes” para paliar el fenómeno: reasignación de 200 policías y 250 guardias civiles para proteger a las víctimas, la implicación de la Policía Local en dicha protección y la petición a la Fiscalía General del Estado de que extreme las medidas de vigilancia. La Ley Integral de medidas de protección contra la violencia doméstica fue aprobada el 22 de diciembre y entró en vigor en enero de 2005. Así pues, resulta todavía más incomprensible que ese mismo año, 2005, no se rebajaran los asesinatos de mujeres, sino que aumentaran especialmente en 2006, cuando se alcanzó un record de 68. Menos sorprendente resulta que en 2005 el 57% de las asesinadas a manos de sus maridos, fueran inmigrantes, record histórico no superado hasta ahora.

La situación es todavía más grave si tenemos en cuenta que los expertos calculan que solamente se denuncia un 10% de las agresiones… pero esta cifra también es engañosa. Ese cálculo se ha realizado sobre la base de los hábitos de la sociedad española anteriores a la llegada masiva de inmigrantes. Estas estadísticas ignoran las tradiciones antropológicas de las comunidades andina y magrebí, en donde la mujer es mucho más sumisa y el marido ejerce sobre ella un poder de coacción mayor que en la sociedad española.

Vale la pena decirlo en voz bien alta: el gobierno de “cuota”, el gobierno de la debilidad, la demagogia, la mediocridad y la sumisión al lobby gay, no pueden eludir el hecho esencial de toda esta historia; los varones españoles no tenemos que avergonzarnos ni ser señalados como maltratadotes: el “monstruo de Machala” no pertenecía a nuestra comunidad, las estadísticas demuestran que deduciendo la cifra de inmigrantes, las cifras de violencia doméstica en nuestra comunidad son las mínimas inevitables en una sociedad desarrollada. El gobierno –también aquí- miente, elude reconocer la realidad y afrontar el toro por los cuernos.

El toro terminará por cornear al gobierno de incapaces.

 

 

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