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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

GEOPOLITICA

La guerra para salir de la crisis se va concretando. ¿Morir por Beluchistán?

Infokrisis.- De la misma forma que cuando el viento cesa y los animales desaparecen, estamos ante la posibilidad de un tsunami, cuando una agencia de prensa norteamericana multiplica sus partes exponencialmente en apenas dos meses sobre determinada zona del planeta, es que ahí va a ocurrir algo. Eso precisamente ha ocurrido con Beluchistán ¿Será Beluchistán el Danzig del año 2010? ¿Será ese el origen del conflicto que desde el inicio de la crisis económica venimos temiendo muchos observadores políticos como el que debería poner en marcha la maquinaria económica mediante una guerra destructiva y de aniquilación masiva? Mucho nos tememos que todo apunta en esa dirección.

En principio Beluchistán es una zona alejada del planeta de la que no todos tienen muy claro en dónde se encuentra. Su nombre evoca Asia, pero cuesta situarla sobre el plano. Nunca ha sido una zona particularmente interesante para la prensa occidental, salvo en los dos últimos meses en los que diariamente los teletipos escupen informaciones continuamente sobre esa remota zona. El día 20, por ejemplo: Efe reproducía una noticia que antes ha difundido AP: “Pakistán, preocupada por el posible aumento de tropas de EEUU en Afganistán”. Pocas horas antes otras dos noticias habían llegado a la placidez de las redacciones: “La Policía paquistaní detiene a tres potenciales suicidas en la ciudad de Quetta” (Quetta es una de las ciudades más importantes de Beluchistán). Ese mismo día, el ministro de educación de la provincia resultaba asesinado. En los últimos 60 días, Beluchistán se ha convertido en foto prioritario de la atención de las agencias de información. ¿Por qué?

Beluchistán en los años 80

Agosto de 1980, las tropas soviéticas empiezan a soportar la acción de la guerrilla afgana. Desde Europa no esta muy claro todavía por qué los soviéticos han acometido la invasión de aquel país. Se dice que para instaurar a un gobierno comunista dirigido por el Partido Democrático Popular de Afganistán. Desde abril de 1978 este partido había accedido al poder dirigido por Amín Tarakí, instaurando lo que se llamó en la jerga marxista una “revolución democrático-nacional”. Sin embargo, año y medio después, otro miembro del mismo partido, Hafizulá Amín, encabezó una revuelta palaciega, ejecutando sumariamente a Taraki. No acabarían ahí las cosas, porque en una sucesión de incidentes inexplicables –entre los que figura el asesinato del embajador norteamericano Adolph Dubs- Amín fue derrocado por otra fracción del PDPA liderada por Brabak Karmal. Esto ocurría el 24 de diciembre. Tres días después, las tropas soviéticas atravesaban la frontera con la intención declarada de “ayudar al legítimo gobierno afgano”. Había comenzado la guerra ruso-afgana que duraría nueve años. En efecto, a principios de 1989, los últimos soldados soviéticos se retiraron de Afganistán. El Muro de Berlín caería unas semanas después y con él, la propia URSS.

 

A poco de producirse la invasión de Afganistán los servicios de información militar franceses elaboraron un amplio estudio que se filtró a determinados medios civiles. En dicho informe se aludía a que los soviéticos habían invadido Afganistán por una especie de determinismo geopolítico que arrancaba de los tiempos del zarismo. Rusia era una potencia continental sin acceso a los “mares cálidos” del Sur (al Océano Índico, en concreto) y muy limitada por la extensión de su frente marítimo en el Este, su ausencia casi total de salida marítima en el Oeste (muy problemática tanto en el Mar Negro, cerrado por Turquía en el cerrojo del Bósforo y los Dardanelos y más problemática aun en San Petersburgo al final del callejón naval del Báltico). Con invasión de Afganistán, la URSS –heredera geopolítica del Imperio de los Zares- aspiraba a aproximarse a los “mares cálidos” en una estrategia expansiva diseñada dos décadas antes por el Almirante Gorschkov, cerebro estratégico y geopolítico del imperio soviético.

Pero, a pesar de acercarse a las aguas del Índico, la invasión de Afganistán no resolvía completamente el problema. Entre las provincias del sur de Afganistán (Kandahar, Helmand y Nimruz) y las costas del Índico media una distancia de algo menos de 500 km. Esa zona, estratégicamente esencial, es Beluchistán… en inglés Balochistán.

 

El valor geoestratégico de una región

Beluchistán, como el Kurdistán, es una zona geográfica dividida (y disputada) entre distintos Estados. Su zona norte conforma el sur afgano con la importante ciudad de Kandahar. El oeste pertenece a Irán (conocida como Sistán, de donde son oriundos varios importantes ayatollahs chiítas) en gran medida desértica, mientras que el Este pertenece a Pakistán. Más allá, cuando el viajero topa con los montes Sulayman, eso le indica que está dejando atrás el Beluchistán y entrando en la importante región paquistaní de Punjab.

El sur, por su parte, limita con el mar Arábigo… a pocas millas de la saluda del Golfo de Omán por el que discurre la mayor parte del petróleo extraído de Kuwait, Irak, Irán y una parte del extraído en Arabia Saudí embarcado en los puertos de Ra’s al Kafhi y Al Jubalyl. Beluchistán no es una región particularmente rica… su riqueza depende de su particular situación estratégica que, por sí misma, asegura que quien controle la zona controlará así mismo el flujo de petróleo.

Se trata de una zona tribal, fácilmente desestabilizable en donde sus habitantes apenas tienen conciencia de pertenecer al Estado Afgano, a Paquistán o a Irán. Su organización ancestral no va más allá de la tribu y su religión es el Islam.

El Beluchistán era importante para la URSS en los años 80 por un doble motivo: suponía la culminación de su marcha hacia los “mares cálidos” y, al mismo tiempo, era uno de los jalones de la estrategia diseñada por el Almirante Gorschkov para cortar la “ruta del petróleo” que transcurría desde el Golpe Pérsico a Europa Occidental y a los EEUU. Caída la URSS, el valor estratégico de la zona no decayó sino que, por el contrario, no cesó de crecer.

Dentro de la estrategia norteamericana asumida desde la “doctrina Carter” (1978) según la cual todo lo que se refiere al petróleo y al control de los pozos y de las reservas es definido como esencial para la defensa de los EEUU, la zona del Beluchistán emerge con personalidad propia. Controlando la zona se clava una espina en el flanco sur de Irán, se amputa a la insurgencia afgana de una de sus bases más sólidas y la merma territorial que sufriría Paquistán se compensaría fácilmente con un decidido apoyo frente a su enemigo secular, India. Por otra parte, Paquistán, dado su enfrentamiento con India y a la existencia de un fuerte movimiento islamista radical en el interior, es el eslabón más débil de toda la cadena de Estados conflictivos del sur de Asia Central.

Paquistán es mirado con desconfianza desde el Pentágono. Tiene tecnología, recursos, población, mantiene excesiva amistad con China y con Rusia y su decantamiento definitivo por una opción anti-norteamericana o no-norteamericana implicaría que las posibilidades norteamericanas de controlar la estratégica zona del golfo de Omán y, por tanto, de dar salida naval al petróleo extraído en el Golfo Pérsico se reduciría a cero.

De ahí que los EEUU sean hoy los primeros interesados en debilitar a los Estados de la zona, desgastarlos en conflictos secesionistas, mediante la creación de un Estado artificial, Beluchistán, que llevaría inicialmente la sangre y el fuego a aquella región.

¿Por qué una guerra?

¿Quién estaría interesado en implicar a Irán y Pakistán en un conflicto armado de dimensiones incalculables y de desestabilizar la zona para crear un Estado artificial? Los EEUU. ¿Por qué? Por que la guerra es la única salida a las grandes crisis económicas, la única posibilidad de hacer girar de nuevo el mecanismo (sobre todo cuando las guerras estallan a miles de kilómetros de las propias fronteras nacionales e implican destrucciones solamente en terceros países).

Así se salió de la crisis de 1929. Finalmente se ha reconocido que lo que logró la reactivación de la economía norteamericana en los diez años que siguieron al inicio de la Gran Depresión, no fue el New Deal de Roosevelt (caracterizado por fuertes políticas de inversión estatal y obras públicas) sino por el estallido de la guerra en 1939. De ahí el interés del Reino Unido por apoyar el dominio injustificado e injustificable de la antigua Danzig por parte del Estado Polaco y de arrastrar a Francia en una guerra de la que ella sería la primera damnificada. Fue a partir de la declaración de guerra franco-británica a Polonia que la maquinaria industria norteamericana empezó a funcionar y a producir material bélico y manufacturas para el Reino Unido. EEUU salió de la crisis económica gracias a impulsar al Reino Unido a entrar en guerra (el eje anglosajón a ambos lados del Atlántico fue, desde 1830 esencial para la política de ambos países y persiste hasta hoy) contra Alemania.

Hoy, cada vez más observadores se sienten alarmados por la posibilidad de que la cada vez más difícil situación de la economía norteamericana precise de una fuga hacia adelante traumática para salir del pozo en el que se encuentra. Beluchistán puede ser el casus belli para un conflicto localizado que consumiría en pocos meses miles de millones de dólares en armamento producido en EEUU, al menos para una de los contendientes.

¿Intervendrán los EEUU directamente o simplemente apoyarán a uno de los contendientes o instigarán el conflicto? Cualquiera de las tres posibilidades es válida. No hay que olvidar que, inexplicablemente, Obama ha reiterado sus amenazas contra Irán, una de las partes que, necesariamente estarán implicadas. La excusa para intervenir en Beluchistán puede proceder perfectamente de que es ahí en donde los talibanes reciben suministros. Una guerra allí localizada en el Beluchistán paquistano-iraní seguiría siendo para los EEUU una prolongación de la “guerra contra el terrorismo” y sería fácil de justificar ante la opinión pública de ese país: el “eje del mal opera desde Beluchistán”.

Otra posibilidad es que los EEUU apoyen a los movimientos independentistas de la zona. No sería la primera vez que cualquier independentismo es apoyado por los EEUU como medida de presión contra algún régimen político (hace menos de un mes, el ex ministro de Defensa español Otero Novas, declaró que los EEUU habían amenazado con apoyar a Antonio Cubillo y a su minúsculo MPAIAC, si España no aceleraba su ingreso en la OTAN durante la transición). Ese régimen causaría problemas tanto a Irán como a Paquistán y supondría y especialmente debilitaría las ambiciones hegemónicas de ambos países en la zona, obstinados en querer convertirse en “potencias regionales”.

De lo que no cabe la menor duda es que los EEUU están hoy más interesados que nunca en mantener un puente continental que vaya del Océano Índico a las cuencas petroleras de Kuwait-Irak y al Caspio. Nada de todo esto es nuevo y ha sido enunciado, entre otros por Zbigniew Brzezinsky en su obra El Gran Tablero Mundial que planteaba sin ambages las distintas estrategias norteamericanas para mantener una presencia hegemónica en Eurasia. La ruta que empieza en Beluchistán llega al Caspio. Los norteamericanos están presentes (aunque de manera muy precaria) en Afganistán y en la última etapa del recorrido, Uzbequistán, república ex soviética, formalmente aliada de los EEUU a pesar de que su religión mayoritaria es el islamismo sunnita.

Olor a petróleo

Es petróleo está, desde luego, en el trasfondo del conflicto. Y China anda cerca. En un informe difundido por Global Research a principios de noviembre titulado Desestabilizando Baluchistán, Fracturando Paquistán, escrito por Mahdi Darius Nezemroaya se alude a la posibilidad de que el oleoducto IPI (Irán-Paquistán-India) termine desviándose hacia China. Esta posibilidad, considerada como muy real por la inteligencia norteamericana, haría peligrar la posibilidad de los EEUU de contener a China, limitando su acceso a la energía. Por el momento, otra república ex soviética, Turkmenistán, ya ha instalado un gaseoducto que alimenta a Irán, es cuestión de tiempo que otra tubería similar se oriente hacia China. Para los EEUU y para el mantenimiento de su posición hegemónica es absolutamente imprescindible limitar las posibilidades de que China acceda a suministros seguros e intocables de energía. Por eso mismo, los EEUU no pueden retirarse en estos momentos de Afganistán: en caso de hacerlo, los señores de la guerra locales tardarían poco en articular pactos con Irán y China.

La posibilidad que se abre a los EEUU es balcanizar la zona, rompiendo estados actualmente existentes y creando microestados que poder dominar fácilmente situados entre Irán y China. Con un Irán y un Paquistán divididos, con un Afganistán partido en dos, con las partes amputadas a estos tres estados y adicionados en un Beluchistán independiente, los EEUU matarían varios pájaros de un tiro. No sería nada que no se haya hecho ya en Yugoslavia durante los años 90: se facilita la creación de pequeños estados y luego se recurre en su ayuda. En EEUU existe una fascinación popular por ayudar al “débil” ante la amenaza del “fuerte”. Si bien la opinión pública norteamericana es reacia a una intervención directa en Irán, aceptaría ayudar a los independentistas de Beluchistán en su lucha contra las dos potencias que perderían más por su creación: Irán y Paquistán. La consigna del Pentágono en la zona es “Caos Controlado”.

De Bush a Obama

¿Ha cambiado la percepción del gobierno americano sobre la política a seguir en la zona? En absoluto. Tanto aquellos a los que se ha calificado como “realistas” (la administración Obama), como los que fueron considerados “halcones” (neoconservadores de la administración Bush) están prácticamente de acuerdo sobre la política a aplicar en la zona. Ambos opinan que en política internacional no existe “moral” sino “intereses” y los que cuentan –los únicos que cuentas- son los de EEUU. De ahí que haya sorprendido la negativa de Obama a retirarse de Afganistán (e incluso su decisión de aumentar tropas) como sus reiteradas amenazas a Irán, como en los mejores tiempos de Bush.

Por otra parte, siempre que la administración Obama tiene que adoptar una decisión para la zona consultan a la misma persona: Brzezinski, el cual nunca ha ocultado sus orientaciones hegemónicas en la zona. Por el momento Irán tiene la seguridad de que EEUU y el Reino Unido están tras los atentados del 18 de octubre pasado en los que resultaron muertas 31 personas. El ataque se produjo en el Beluchistán iraní contra la Guardia Revolucionaria de Irán y fue reivindicado por los “Soldados de Dios”. Entre las víctimas se encontraban dos militares de alto rango iraníes y varios líderes tribales.

Si, como se acepta unánimemente, el volumen de partes enviados por las agencias de prensa internacionales son el barómetro más seguro para medir la tensión en una zona, el Beluchistán es, sin duda, la zona más caliente del planeta en estos momentos. Todo induce a pensar que en los próximos meses la tensión va a ir creciendo. Nuestras tropas están cerca, en Afganistán (donde nunca debieron ir y de donde deben volver lo antes posible). La cuestión es si la guerra que vendrá se librará mediante peones interpuestos (iraníes, beluchos, pastunes…) o será un conflicto en el que la OTAN (y por consiguiente nuestros soldados) deberán acudir al toque de pito del Pentágono. Una guerra instigada por terceros para satisfacer ambiciones geopolíticas nunca es aceptable. Vale la pena preguntarse, no solo si estamos dispuestos a que muera soldados nuestros en un conflicto de este tipo, sino qué podemos hacer para detener la locura que se va a abatir –que se está abatiendo- sobre Beluchistán.

 

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Un conflicto latente


Tras la independencia de la India y Paquistán  en 1947, el Beluchistán se declaró independencia acaudillada por Mir Ahmed Yar Khan. A principios de 1948, el ejército paquistaní intervino y sofocó la revuelta en 1949. El conflicto no terminó entonces al rechazar parte de la población belucha el acuerdo. El príncipe Abdul Karim (hermano de Yar Khan) inició una insurrección guerrillera amparado en los santuarios de Afganistán.

La represión paquistaní fue feroz y la URSS prefirió mantenerse al margen del conflicto. Otro tanto hicieron los pastunes quedando muy mermada la base social de la insurrección. En 1955, los focos guerrilleros habían sido sofocados, pero se reavivaron en un tercer conflicto durante los años 1958-69 y posteriormente entre 1973-1977. En 2004 se produjo un nuevo avivamiento de las hostilidades.

El hecho de que las fuerzas armadas paquistaníes utilizaran la zona para realizar ensayos de bombas nucleares a partir de 1998 contribuyó al último estallido independentista en el año 2004.

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Jundalláh: ¿Soldados de Dios o del Pentágono?


La mayoría de los atentados cometidos en el Beluchistán iraní son firmados por Jundalláh, literalmente “soldados de Dios”. Oficialmente operan desde 2005 a partir de “santuarios” paquistaníes. Desde Irán no cabe la menor duda: si existen realmente se trata de un grupo controlado por la inteligencia norteamericana e inglesa. Su objetivo fundamental son acuartelamientos de los Guardianes de la Revolución. El 14 de febrero de 2007 atentaron en la capital del Beluchistán iraní asesinando a 11 civiles. Resultaron detenidos cinco terroristas, uno de los cuales fue ejecutado públicamente pocos días después.

A raíz de este atentado, Irán convocó al embajador paquistaní al constarle que según las confesiones de los detenidos habían partido de ese país para realizar su raid. Todos ellos habían reconocido su pertenencia a Jundalláh. Igualmente, el diario The Telegraph (07.05.07) publicó un artículo titulado “Bush aprueba operaciones encubiertas contra Irán”. El apoyo a Jundalláh estaría incluido en este plan. Ambos medios reconocían que en este momento no era posible justificar ni emprender una guerra contra Irán por lo que se abría un frente insurreccional en el Beluchistán iraní protagonizado por este grupo armado. Nada que los norteamericanos no hubieran hecho antes, por ejemplo, en Kosovo.

Jundalláh no sería, pues, más que una pieza de la guerra de “baja cota” iniciada contra Irán. A partir de ese momento, Jundalláh pasó a justificar sus crímenes asegurando que luchaban por los “derechos humanos de los baluchis”, eludiendo presentarse como lo que eran: un grupo islamista. Sin embargo, sus atentados nunca han tenido nada que ver con la defensa de los derechos humanos, sino que siempre han intentado debilitar a la administración iraní en la zona, mediante el terrorismo selectivo particularmente contra el núcleo duro del régimen iraní: los Guardianes de la Revolución.

Jundalláh está dirigido por Abdul-Malak Rigi que, como el kosovar Hamim Tazci, no es más que un contrabandista implicado en el tráfico de drogas de Afganistán al “corredor turco de los Balcanes”. En la sórdida guerra que la CIA lleva contra el régimen iraní, el tráfico de drogas ha ocupado un lugar esencial en la desestabilización de Irán donde se evalúa en más de ¡un millón! los heroinómanos existentes en el país beneficiados por los bajos precios de esta droga en la región.

Jundalláh tiene un pequeño “frente político” que, hasta ahora, opera solamente en Paquistán, el Anjuman-e-Sipah-e-Sahaba. Esta minúscula formación ha multiplicado sus violencias contra chiítas y cristianos paquistaníes y dicen tener el Mullah Omar como uno de sus inspiradores doctrinales. 

Hace falta recordar que el ISI, los servicios secretos paquistaníes, forman un Estado dentro del Estado y actúan por su cuenta o bien como subcontratistas de otros servicios de inteligencia extranjeros en la zona (se ha resaltado la paradoja de que Paquistán no es un Estado con un Ejército, sino un Ejército con un Estado anexo). En Irán se sospecha que el Jundalláh puede beneficiarse del concurso y el apoyo del ISI que es lo mismo que decir de norteamericanos e ingleses.

© Ernest Milà – infoKrisis – infoKrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen

El “escudo” antimisiles no protege, “enriquece”

El “escudo” antimisiles no protege, “enriquece”

Infokrisis.- Como si se tratara de aquellos cubitos de caldo, que enriquecen los guisos, el pomposamente llamado “escudo antisimiles” anunciado por George W. Bush, lejos de demostrar su eficacia –los ensayos siguen registrando sonoros fracasos–, enriquece al complejo militar-industrial, y, de paso, genera tensiones propias de otros tiempos. Este es nuestro análisis.

La creación del escudo anti-misiles fue una de las promesas electorales de George W. Bush en las elecciones de 2000. Al ser investido presidente, emplazó al Pentágono a “levantar una muralla invisible en la costa oeste de Estados Unidos”, con vistas a un ataque de ¡Corea del Norte!

El proyecto –evolución de la llamada “Guerra de las Galaxias” (técnica, Iniciativa de Defensa Estratégica) propuesta por Reagan a principios de los años ochenta– cuenta actualmente con interceptores en silos subterráneos en Fort Greely, en Alaska, y en la base aérea de Vandenburg, en California, coordinados por radares de alta resolución y sistemas de satélites. Pero tras un gasto de miles de millones de dólares, su efectividad es cuestionable. Hasta ahora se han realizado diez intentos de destrucción en el aire de un misil, cinco de los cuales han fallado, pese a que se conocía su trayectoria y velocidad.

El sistema requiere de interceptores múltiples por cada objetivo, por lo que las diez baterías de proyectiles que EE.UU. pretende instalar para 2012 en República Checa, dirigidos por un radar desde Polonia, apenas servirían para otra cosa más que para intentar neutralizar un ataque balístico muy limitado, apenas para anular una fuerza pequeña y primitiva, pero, en ningún caso, podría acabar con las sofisticadas ojivas rusas. Como máximo, estaría en condiciones de neutralizar pequeños ataques procedentes de países árabes realizados especialmente contra Israel.

El 29 de mayo pasado, Rusia lanzó con éxito un misil intercontinental balístico RS-24 con cabezas múltiples destinados a sustituir a los cohetes RS-18 y RS-20 de su arsenal nuclear. El lanzamiento se realizó desde una plataforma móvil emplazada en el cosmódromo de Plesetks. Se trata de los cohetes balísticos más potentes del mundo que pueden llevar hasta 10 cabezas nucleares. Los RS-24 son más difíciles de interceptar y destruir una vez han sido lanzados. Rusia, tras el hundimiento del comunismo, ha recuperado el terreno perdido en lo relativo a misiles intercontinentales.

La defensa como negocio

El escudo anti-misiles es tan inútil como caro. Su presupuesto asciende a 60 ¡billones de las antiguas pesetas!, cantidad que irá a engrosar las cuentas de beneficios de los grandes consorcios de la industria aeronáutica norteamericana muy afectada por la competencia de la Airbus europea.

A diferencia de la antigua “guerra de las galaxias” propuesta por Reagan en 1983, este nuevo diseño no es únicamente aeroespacial, sino que contempla la implantación de instalaciones subterráneas, redes de radares, bunkers, instalaciones marítimas y navíos. No solamente saldrá beneficiada la poderosa industria aeronáutica norteamericana (Boeing, Lokheed), sino también los astilleros (General Dynamics, Litton Industries) y las constructoras. Este grupo de empresas tiene los beneficios asegurados con este proyecto hasta el 2012.

Además, el sector de innovación tecnológica recibirá también una inyección por parte del Pentágono de 1.000 millones de euros anuales, un 57% por cierto más que en la actualidad. Ese dinero público revertirá luego en patentes y aplicaciones civiles para la industria norteamericana.

El proyecto no hace más que confirmar la “santa alianza” del complejo militar-industrial con el gobierno de los EEUU. Con la excusa de las “necesidades de defensa” y la creación de “enemigos imaginarios” (Rusia, el “terrorismo internacional”, la capacidad ofensiva iraní o sudcoreana…) se reorienta parte del dinero público a la industria de investigación militar y lo hallado con dinero público es utilizado por la industria civil para lanzar nuevos productos al mercado sin tener que invertir por sí misma en I+D.

Cuando en 1997 Ronald Rumsfeld diseñó el plan de renovación estratégica de las fuerzas armadas norteamericanas que llevó su nombre, contemplaba solamente una optimización del presupuesto de defensa con la introducción de armas convencionales más efectivas y conceptos nuevos de defensa. Con el escudo antimisiles la historia retorna a la situación existente 20 años atrás cuando se vivía la última fase de la Guerra Fría.

La nueva concepción bélica de los EEUU

Una parte de este proyecto es hijo del fracaso del ejército norteamericano en la guerra de Irak (que repite la situación generada cuarenta años antes en Vietnam). Los hechos demuestran que “los otros” están dispuestos a morir y en condiciones de sacrificar decenas y miles de combatientes, mientras que la opinión pública norteamericana solamente apoya aventuras militares con cero bajas.

Desde Vietnam, los estrategas norteamericanos están empeñados en lograr sistemas de defensa que reduzcan a cero el riesgo para sus tropas. El axioma es éste: “solamente la superioridad tecnológica puede superar la inferioridad del soldado norteamericano”.

Este nuevo plan de defensa se encuentra en estos momentos en fase de estudio, pero se sabe que precisará “anclajes” no solamente en tierra, mar y aire, sino también el espacio exterior. Se prevé que el proyecto aproveche los 600 satélites de observación y espías norteamericanos hoy orbitando en torno a la tierra, sino también como camino más corto y más rápido para enviar armas sofisticadas de un lado a otro del planeta mediante trasbordadores espaciales de nueva generación.

La estrategia norteamericana

Este proyecto militar va a generar consecuencias indeseables e imprevisibles en todo el mundo. El gobierno chino, por ejemplo, sintió que el escudo antimisiles apuntaba contra su país. La portavoz del Ministerio de Exteriores chino Jiang Yu, indicó que el plan norteamericano ha producido "gran inquietud y atención" y que "China considera que el impacto del sistema defensivo antimisiles no conducirá a la confianza mutua entre nacionales y a la seguridad regional". Terminó su mensaje previendo que este proyecto conducirá a una escalada armamentística.

Los EEUU contestaron afirmando que este escudo está orientado para “protegerse de eventuales ataques procedentes de Irán y Corea del Sur”. Si se tratara de eso estaríamos ante un enésimo intento norteamericano de “matar moscas a cañonazos”. Es evidente que una inversión de tal nivel solamente queda justificada por la existencia de enemigos dotados de potencia y capacidad, como mínimo suficientes para amenazar el núcleo del poder norteamericano. Ni Irán, ni Corea del Sur tienen, ni tendrán jamás esta capacidad.

El poder militar norteamericano solamente puede inquietarse hoy por dos grandes potencias: por una Rusia reconstruida y por una China emergente. Por el momento, ni uno ni otro país han evidenciado ninguna actitud ofensiva hacia los EEUU, lo que sitúa el marco del conflicto en otros dos terrenos: el económico (una inyección de dólares en el complejo militar-industrial) y el geopolítico (seguir disponiendo de capacidad de coacción en Eurasia).

Luego está el terreno en donde hoy se dirime la lucha por la hegemonía mundial, el terreno económico. Desde este punto de vista, los EEUU tienen tres competidores: la Unión Europea, Rusia y China. Dado que no se puede combatir en tres frentes, los EEUU practican una política de “amistad” hacia Europa y de hostilidad manifiesta hacia Rusia, en primer lugar, y luego, hacia China. ¿Por qué este orden de prioridades?

La amistad con Europa es el resultado de la inercia de la Guerra Fría que los EEUU cultivan a través de la arcaica estructura de la OTAN. Pero, desde el siglo XIX, el mundo atlántico anglosajón, hn experimentado un terror cerval hacia el eje geopolítico París-Berlín-Moscú. Ese eje aseguraría la paz y el progreso económico en un amplio espacio del planeta de grandes recursos energéticos y tecnológicos e impediría que los EEUU pusieran pie en Eurasia, debiendo limitarse a “tutelar” el continente norteamericano.

Por eso, los EEUU siguen practicando esa política de amistad con Europa (mantenida entre 1945 y 2001, que entró en crisis entre 2002 y 2007 y que hoy intenta reforzar la administración americana). La implantación del escudo anti-misiles, se realiza hoy, cuando las relaciones entre la UE y Rusia son mejores y, prácticamente, ya nadie recordaba la función antisoviética de la OTAN.

En los EEUU se ve a la UE como un “competidor”. Si el competidor se alía con el adversario geopolítico (Rusia), se pierde la hegemonía mundial… especialmente porque China prefiere un mundo multipolar al diseño unipolar norteamericano. Ahora bien, a partir de 1999, los EEUU identificaron el “arco del Pacífico” como el gran polo de desarrollo de la economía mundial en el siglo XXI. El único competidor posible en esa zona, es China. Hacer experimentar a China su vulnerabilidad militar mediante el escudo anti-misiles, supone contener también su expansión económica o reorientarla en una dirección que no sea amenazadora hacia los EEUU.

El escudo antimisiles contra Europa

Ni Irán, ni Corea poseen mísiles de largo alcance, así que ¿qué le puede importar a Europa un eventual misil procedente de estos países? No, definitivamente, el escudo no se orienta contra micro países cuyo poder militar real es nulo. El escudo se orienta especialmente para dificultar y torpedear durante décadas, las relaciones entre la Unión Europea y Rusia. El órdago que los EEUU han planteado a la UE es abrir una nueva guerra fría.

Este nuevo conflicto registrará algunas modificaciones en relación a la guerra fría que ensombreció Europa entre 1948 (Golpe de Praga) y 1989 (caída del Muro de Berlín). Los EEUU siguen manteniendo una posición militar hegemónica dentro de la OTAN, pero están económicamente disminuidos. Su estrategia consiste en esgrimir el pacto de la OTAN para contener la reorientación hacia Rusia de sus aliados europeos. Estos aliados tienen distintos grados de compromiso: no es lo mismo la posición de Francia que la de Polonia, no es lo misma la posición de la España de Aznar que de la España de ZP.

Paradójicamente, los EEUU han utilizado como anclajes para su política de renovación de la Guerra Fría, a sus más sólidos aliados en el Este de Europa: Chequia y Polonia, que albergarán las instalaciones más sofisticadas del escudo antimisiles.

Esto hace recordar que el escenario de la nueva Guerra Fría contempla una OTAN (en la que nadie cree ya en Europa Occidental), cuyas bases más sólidas están en los países del antiguo Pacto de Varsovia. No es que Europa sea la cabeza de puente de la dominación norteamericana de Eurasia… es que este papel corresponde, sólo, a Europa del Este.

Pero el verdadero conflicto es este: hasta el final de la Guerra Fría, la Unión Europea (entonces Comunidad Económica Europea) y la OTAN caminaban en paralelo. Los países de la CEE exigían a sus nuevos miembros que lo fueran también de la OTAN (recuérdese el caso español). Hoy, eso no ocurre. Los aliados incondicionales de los EEUU son algunos países del Este, recién incorporados a la UE y a la OTAN, nada más.

La esperanza de los EEUU es que los cambios de gobierno en Alemania y Francia hayan contribuido a variar la política exterior que Chirac y Schröder impusieron en la UE. No está tan claro que esto vaya a ser así. Cada vez es más evidente la dependencia energética que la UE tiene de Rusia y, por lo demás, nadie cuestiona en Europa que éste país ya no es una “amenaza ideológica”, ni alberga agresividad expansionista.

Los EEUU utilizarán el escudo antimisiles para dividir la UE. Porque Europa es, a la postre, el gran competidor y el gran enemigo económico de los EEUU. Hoy, ya buena parte de los pagos de petróleo se realizan en euros, no en dólares. Si a esto unimos que los europeos cada vez piensan más en una defensa autónoma, veremos que los EEUU corren el riesgo en la próxima década de ver como su cabeza de puente en Europa se reduce al tradicional aliado inglés y a unos países del Este que deberán de elegir entre fondos estructurales o la amistad con EEUU. Y no está claro que Polonia, por mucho tiempo, siga siendo el aliado preferencial en Europa del Este. Si hoy Polonia ha apostado por la amistad con los EEUU, es porque la historia polaca alberga reticencias derivadas del doloroso recuerdo de verse periódicamente desgarrada entre Alemania y Rusia; pero los fondos estructurales recibidos hoy por Polonia son de tal calibre que pueden muy bien causar amnesia histórica a futuros gobiernos polacos.

La estrategia norteamericana

Podemos resumir el plan norteamericano en unas cuantas líneas:

1) Aprovechar el crecimiento excesivamente rápido de la UE hacia el Este.

2) Compensar la desconfianza que generan los EEUU en el “núcleo duro” de la UE, utilizando la influencia que todavía conservan en la OTAN.

3) Atizar las rivalidades atávicas entre Rusia y el Este Europeo, con la intención de debilitar a la UE y reconstruir el marco de la Guerra Fría.

4) Todo ello con el objetivo claro de debilitar a Europa (proponiendo además el ingreso de Turquía en la UE).

El punto débil de toda esta estrategia es que Europa Occidental (quien paga las facturas de Europa Oriental) ya no ve a Rusia como un “enemigo”, sino como el suministrador de energía, y ya no ve a los EEUU como el “aliado afable”. La mejor noticia para Europa es que Rusia contempla una perspectiva análoga a la de la UE: crear un marco de colaboración basado en “alianza política a cambio de energía”. Esto excluiría a los EEUU del marco de la UE.

La reacción rusa al escudo

La reunión en Sevilla del Consejo Rusia-OTAN -una institución nacida ahora hace diez años al calor de la distensión- fue el escenario aprovechado por Rusia para escenificar su posición ante el proyecto del escudo antimisiles. De hecho, las defensas antimisiles que Estados Unidos pretende instalar en la República Checa (radar antimisiles) y en Polonia (diez baterías de interceptores), protagonizaron el encuentro.

El ministro ruso de Defensa, Sergei Ivanov, calificó los argumentos para justificar estas medidas como poco convincentes: «Fíjense ustedes dónde están, en el mapa, la República Checa y Corea del Norte, y verán que el argumento no parece muy creíble. Y en cuanto a Irán, Teherán tiene misiles capaces de salvar entre 1.400 y 1.600 kilómetros de distancia. Su radio de acción es, por ello, más crítico para Israel y para el propio territorio ruso, que para la OTAN. Y en el caso, de que Irán llegara a tener misiles de 5.000 kilómetros de alcance, aunque estas cosas no pasen nunca de la noche a la mañana, el escudo habría que desplegarlo antes en lugares como Turquía, Afganistán o el mismo Irak, visto que el mejor momento para destruir cohetes es cuando despegan».

Es evidente que diez baterías de interceptores antimisiles no constituyen una amenaza para la seguridad de Rusia, por eso el anuncio de su instalación más parece un sondeo para establecer cuál iba a ser la reacción de Rusia y la de Europa Occidental.

Como siempre, la balcanización europea y la ausencia de una política exterior y de defensa digna de tal nombre, está dificultando la adopción de una postura unánime; de todas formas, a nadie se le escapa que los principales países de la UE han acogido de forma hostil la propuesta de Bush.

En cuanto a Moscú, la reunión de Sevilla sirvió para que Ivanov, pudiera declarar que Rusia no va a permanecer impasible al despliegue, porque «no quiere verse sometido a presión política o militar alguna». Por ello, Rusia «reforzará su sistema de misiles intercontinentales, ya que debemos estar en condiciones de batir cualquier escudo antimisiles».

Si se trataba de un “sondeo”, éste ha sido ampliamente negativo. La declaración indicaba a las claras que Rusia está dispuesta a no tolerar cualquier amenaza contra su seguridad. Los EEUU hicieron, inmediatamente, un amago de dar marcha atrás. Condoleeza Rice calificó de «absurdo» el temor de Moscú al despliegue del escudo antimisiles.

En el curso de la reunión de Ministros de Exteriores de la OTAN, se debatió la instalación de un escudo antimisiles y la hostilidad rusa. En el curso de esta reunión se puso de manifiesto la disparidad de criterios entre los socios europeos de la OTAN. Mientras algunos aliados veían con inquietud el antagonismo despertado en Rusia, otros critican que el escudo de EEUU no ofrezca protección a algunos miembros de la OTAN.

La “solución azerbaijana”

De forma inesperada, el jueves 7 de junio, Putin terminó por desarmar los argumentos norteamericanos, proponiendo la participación de Rusia en el escudo antimisiles en antiguas instalaciones soviéticas, en vez de crear otras nuevas en Europa. Bush y sus asesores se quedaron literalmente boquiabiertos con esta respuesta que no esperaban. El presidente norteamericano apenas pudo declarar otra cosa que consideraba "interesantes" las propuestas de Putin. Y, de cara a Europa, la propuesta era mucho más interesante aún. Apenas cuatro días antes, Putin había amenazado con apuntar de nuevo sus misiles hacia Europa. Ahora, lo que proponía era utilizar las instalaciones de radares ya existentes en Azerbaiyán. De esa manera ya no tendría sentido que EEUU desplegara sus medios en Europa y tampoco sería necesario que Rusia movilizara los suyos a lo largo de las fronteras con el Viejo Continente, explicó Putin.

Existe un acuerdo entre los gobiernos de Rusia y Azerbaiyán para la utilización conjunta de la instalación de radar que mencionaba Putin. Además, el líder ruso ya había consultado al presidente azerbaijano el cual le declaró su intención de cooperar.

Por su parte, el secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, no podía ocultar su complacencia por la propuesta rusa: "Espero que lo que estamos viendo sea una señal de que todo el mundo comenzará a hablar con todo el mundo una vez más, sobre este importante tema de la defensa antimisiles (…) Necesitamos enfrentar juntos los desafíos de seguridad del sigo XXI en lugar de resucitar aquellos del pasado", agregó. Lo más significativo es que Hoop Scheffer subrayó que cualquier escudo antimisiles debe proteger a los 26 países de la OTAN…

De hecho, varios países, entre ellos España, quedaban fuera de la “protección” del escudo.

El “escudo” no es nuestro “escudo”

Todos estos datos contribuyen a definir un nuevo cuadro político internacional: de un lado unos EEUU, que no han advertido que ya no son indiscutibles, ni siquiera militarmente. El hecho de que hoy, la resistencia iraquí mantenga en jaque a unas tropas tan tecnificadas como poco combativas, es suficientemente elocuente. Durante la Segunda Guerra de Golfo, solamente el 25% de los misiles “Patriot” conseguían derribar los antiguados Scud iraquíes. Hoy, la situación no ha mejorado: los costosísimos sistemas del escudo antisimiles apenas logran derribar un 30% de los mísiles anticuados y primitivos que se les asignan como objetivo.

Moscú ha logrado reconstruir su poder. Europa está hoy más integrada que ayer. El mundo camina inevitablemente y a despecho de los EEUU hacia un orden multipolar. Las excusas de los EEUU para mantener sus posiciones son cada vez más patéticas: “terrorismo internacional”, y las habituales potencias de medio pelo (Irán, Corea del Norte…).

El proyecto de escudo antimisiles es un proyecto extraeuropeo en su origen y antieuropeo en su fondo, destinado a mantener el peso internacional de los EEUU. La UE debe tener claras sus propias prioridades: tener una política exterior común, asegurar su estabilidad, garantizar el suministro energético y ser una de las “patas” de la estabilidad en Eurasia. Y esto pasa más por el reencuentro histórico con Rusia que con los EEUU.

[recuadros]

¿España? Fuera del escudo

El territorio español quedará fuera del área de cobertura del escudo antimisiles. El jefe de la delegación española ante la OTAN, Jordi Marsal -del PSC-, explicó que los estadounidenses han situado en Italia el límite geográfico occidental del escudo. De esa zona hacia occidente el sistema no tendrá capacidad.

Dado que el sistema está diseñado para afrontar misiles de corto y medio alcance, la administración americana, o bien considera que el único enemigo posible está en el Este o que, estando en el Sur (Países musulmanes de la orilla sur del Mediterráneo), España no merece ser “defendida”.

Este límite, además, excluye de la posible lista de países “amenazadores” a Argelia y Marruecos. Hay que recordar que así como resulta difícil que España tenga un contencioso con la Argelia actual, tanto éste país como Marruecos, sufren la presión islamista, común a todos los países del Sur del Mediterráneo y todo induce a pensar que la estabilidad de estos regímenes está comprometida a corto plazo.

Una vez más, el “caso español” demuestra el sinsentido de mantener viva la estructura de la OTAN en el siglo XXI. Los enemigos de Europa no son los de EEUU, lo rivales de Europa no son los de la administración Bush. A EEUU le interesa más que la OTAN defienda la integridad del Estado de Israel (a quien alcanza la protección del escudo antimisiles), pero mucho menos la de España.

Condoleeza Rice en España

El 1 de junio, la secretaria de Estado estadounidense, Condoleeza Rice, inició una visita a Madrid. La secretaria de Estado había cancelado en tres ocasiones su viaje a España “por motivos de agenda”… Es el contacto diplomático a más alto nivel entre España y EEUU tras la crisis suscitada por la retirada de las tropas españolas de Irak en abril de 2004 y por los frecuentes desacuerdos en relación a Cuba. Este “desencuentro” había empezado en 2003, cuando el entonces líder de la oposición permaneció sentado en el desfile de la Fiesta Nacional al paso de la bandera de EEUU. Rice, apenas permaneció en España ocho horas, reuniéndose con el Rey, con ZP y con Moratinos. Es significativo que en un viaje tan corto, la Rice encontrara tiempo para entrevistarse con Mariano Rajoy.

El viaje no puede ser calificado como un éxito de la diplomacia española: se había producido muy tardíamente, era demasiado breve y quedaban patentes las extraordinarias diferencias entre ambos gobiernos.

Si alguien creía que este viaje iba a suponer una normalización en las relaciones, se equivocaba. El día antes de su desplazamiento, la Secretaría de Estado norteamericano realizó un duro ataque a la política de ZP de acercamiento al régimen castrista (viaje de Moratinos a La Habana en donde decidió no entrevistarse con la disidencia). Todo esto, unido a que España no quedaba incluida en el paraguas protector del escudo antimisiles, indica hasta qué punto la España de ZP es ninguneada por el gobierno norteamericano.

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es

Europa en un mundo multipolar (I): EL ORIGEN DE LA IDEA EUROPEA Y LA CONTAMINACIÓN MASÓNICA

Europa en un mundo multipolar (I): EL ORIGEN DE LA IDEA EUROPEA Y LA CONTAMINACIÓN MASÓNICA

Infokrisis.- Los europeistas convencidos no albergamos la menor duda de que “Europa”, lo que se dice “Europa”, empezó con la llegada de los pueblos indo-europeos al continente y se refrendó en los momentos más estelares de la historia del continente: en Salamina e Himera, en las Termópilas, cuando Grecia contuvo a los pueblos asiáticos. En el fenómeno de las cruzadas y antes con el imperio carolingio, renovación, a su vez, de la idea imperial romana, pero inspirada por la catolicidad. No es a esta Europa a la que nos vamos a referir sino a la idea europea tal y como la vivimos hoy; la idea, en definitiva, que ha desembocado en la creación de la Unión Europea.

1. El precedente decimonónico: Giovine Italia

Para entender este proceso debemos remontarnos a mediados de los años 20. Hay un momento de fermentación de ideas generada por el horror producido por la Primera Guerra Mundial entre algunos intelectuales. Ortega y Gasset fue uno de ellos. Su libro, hoy relativamente olvidado, “La Rebelión de las Masas”, publicado en aquellos años, ejerció una fuerte influencia sobre quienes pensaban que una federación europea era necesaria para evitar nuevas guerras civiles europeas. Escribía Ortega: "El europeo no puede vivir a no se que embarque en una empresa unificadora. (...) Los nacionalismos no son nada, sólo una manía, un pretexto para escapar de la necesidad de inventar algo nuevo, alguna gran empresa. Sus métodos primitivos de acción y el tipo de hombres que lo lideran revelan que es lo opuesto a la creación histórica. Sólo la determinación de construir una gran nación de un grupo de personas del continente daría nueva vida a los pulsos de Europa. Se empezaría a creer en ella de nuevo."

Si el siglo XIX ha sido llamado el “siglo del nacionalismo”, será en la primera mitad del XX en donde se pondrán de manifiesto las consecuencias más odiosas de ese nacionalismo. Ortega contemplaba el lanzamiento de la idea europea como la única vacuna contra el nacionalismo.

Seguramente, Ortega había rescatado el recuerdo histórico de la organizaciones “Giovine Europa”, fundada 100 años antes por Giuseppe Mazzini. Desde que el Conde de Saint Simon, elaborase una complicada teoría sobre la “organización del mundo”, dentro de la cual, “Europa” formaba una parte de la “Confederación Mundial”[1], la idea europea siempre había ejercido una poderosa atracción sobre los medios socialistas utópicos. En 1814, Saint Simon había publicado una obra extraña “De la reorganización de la Sociedad Europea”, donde proponía un gobierno supranacional para el continente.

Generalmente, todo esto eran teorías, a menudo poco elaboradas, que reflejaban intuiciones místicas formuladas al margen de su posibilidad de realización. Sin embargo, vale la pena hacer una breve referencia a la primera estructura política, digna de tal nombre, que se construyó a nivel europeo: la “Joven Europa” de Giuseppe Mazzini.

“Joven Europa”, tenía como matriz a “Giovine Italia”, fundada en Marsella por Manzini en 1831. El nombre procedía del periódico e los italianos exiliados en aquella ciudad que publicaban un semanario del mismo nombre. Su proyecto consistía en unificar a los Estados en los que estaba dividida italia en aquel momento y establecer una “república democrática”. Se trataba de liberales exaltados, en su núcleo central vinculados a una asociación secreta similar a la masonería: los carbonarios.

Hacia mediados del siglo XIX, habían nacido en distintos países europeos, formaciones que reproducían, no solamente los temas de “Giovine Italia”, sino incluso su propio nombre. Así surgieron grupos llamados “Joven Francia”, “Joven Alemania”, “Joven Inglaterra”, “Joven Polonia”, “Joven España”, “Joven Austria”, “Joven Rusia”, “Joven Suiza”, “Joven Grecia”, etc., que Mazzini decidió federar en una estructura unitaria: “Joven Europa”.

El 15 de abril de 1834, se reunieron en Berna representantes de todos estos grupos aprobando el “Estatuto de la Joven Europa”. El símbolo de la asociación era una hoja de edera con la inscripción: “Pacto Federal de la Joven Europa. Ahora y Siempre”. En el artículo 20 de los estatutos se decía explícitamente: “La Asociación de la Joven Europa representa, en su organización efinitiva, el porvenir europeo. El porvenir europeo armonizará las dos ideas fundamentales de la nueva época: Patria y Humanidad. La Asociación de la Joven Europa representará estas dos ideas y el ligamen que las armoniza. Es una gran Asociación de dos grados, de los cuales, uno representa la tendencia nacional de cada Pueblo, y enseña al hombre a amar a la Patria, el otro representa la tendencia común a todos los pueblos y enseña al hombre a amar a la Humanidad”.

Mazzini en sus memorias explica este proceso. Para él, la idea europea debía cristalizar cuando los “pueblos de europa” asumieran la idea. Para Mazzini, había dos ejemplos a seguir: uno, para los pueblos que todavía no eran independientes, la lucha de liberación griega contra los turcos; y el otro era Suiza, independiente desde 1338 y que integraba a tres comunidades lingüísticas (francesa, italiana y germana) que vivían en permanente armonía. El primer ejemplo señalaba el camino (la lucha de liberación), el segundo era el objetivo a trasladar a nivel europeo.

Sin embargo, la debilidad de algunas secciones nacionales y la desaparición de otras, hicieron que el proyecto no tuviera continuidad y “Joven Europa” se disolviera a los pocos años. Era un intento y como intento frustrado quedó. Ciento veinte años después, Jean Thiriart recuperó el nombre y la idea mazziniana, la reelaboró y construyó un movimiento con el mismo nombre que contó con secciones nacionales en toda Europa Occidental, sin que, salvo la belga, tuvieran una especial importancia. Cuando esto ocurría el Tratado de Roma que dio lugar a la Comunidad Económica Europea ya se había firmado.

Mazzini, aprovechando los acontecimientos de 1848, intentó una nueva aventura europeista, creando el “Comité Central Democrático Europeo”, multiplicando sus llamamientos tanto a los “pueblos de europea” como a los “individuos de la humanidad”. En el llamamiento de 1850 clamaba para la constitución de parlamentos nacionales, a partir de los cuales debería surgir el “congreso representativo de las naciones libres”.

A partir de ese momento y durante los siguientes cien años, aparecieron distintos intentos definidos como “mundialistas” centrados en iniciativas por la paz, celebración de exposiciones internacionales, movimientos por los derechos de la mujer, movimientos internacionales vegetarianos, congresos teosóficos partidarios de crear una “religión mundial”, e incluso movimientos esperantistas partidarios de crear una “lengua mundial”. Habría que decir que los impulsores de todos estos intentos eran socialistas místicos, franc-masones y miembros de otras corrientes neo-espiritualistas, de la misma forma que Mazzini pertenecía a la Sociedad Carbonaria, otra de estas corrientes. Así pues, es preciso no perder de vista que, a partir de su irrupción, la idea europea está protagonizada por miembros de la masonería. ¿Qué puede deducirse de estos? Dos cosas: en primer lugar que la masonería era en esa época un laboratorio de ideas y en segundo lugar que, de la misma forma que la masonería había tenido mucho que ver en el desencadenamiento de las revoluciones liberales en todo el mundo, también asumió la dirección del proceso europeista.

2. Pan-Europa y el conde Coudenhove Kalergi

En 1923, el conde Coudenhove Kalergi funda el “Movimiento Pan Europa”. Y aquí si existe una relación directa con la actual Unión Europea.

En 1926, este movimiento organiza en Viena un primer congreso al que asiste cierto número de personalidades europeas, entre ellas Aristide Briand, será primer ministro en Francia en 1929. En calidad de tal, Briand dará un célebre discurso el 5 de septiembre de 1929 en la Asamblea de la Sociedad de Naciones, en el que propondrá la creación de una federación europea. Lo esencial de su discurso histórico se resume en esta frase: "Pienso que entre los pueblos que están geográficamente agrupados como los pueblos de Europa, debe existir una suerte de vínculo federal; estos pueblos deben en todo momento tener la posibilidad de entrar en contacto, de discutir sus intereses, de adoptar resoluciones comunes, de establecer entre ellos un lazo de solidaridad, que les permita, en los momentos que se estimen oportunos, hacer frente a las circunstancias graves, si es que estas surgen. (...) Evidentemente, la asociación tendrá efecto sobre todo en el dominio económico: esa es la cuestión que mas presiona..."

Las bases del proyecto de Briand eran solidaridad, especialmente en materia económica. Cuando elaboró su “Memorial sobre al organización de un sistema de Unión Federal Europea” en 1930, todo el continente vivía una nueva oleada de nacionalismo que imposibilitaba su aplicación. En apenas 12 años, parecía que los horrores de la Primer Guerra Mundial habían sido olvidados y Europa se precipitaba hacia un nuevo conflicto civil. El modelo de Briand y de su continuador, el primer ministro francés Herriot, era el sistema federal de los EEUU que debería ponerse en práctica progresivamente, mediante acuerdos económicos que hicieran interdependientes a los distintos Estados europeos y, finalmente, llevaran a una federación política. Briand aludió en esta intervención a “contemplar el interés entre los gobiernos interesados y entre los pueblos de Europa, en vistas de la institución, de un lazo federal que establezca entre ellos un régimen de constante solidaridad y permitirles en todos los casos en los que sea necesario entrar en contacto inmediato para el estudio, la discusión y la solución de los problemas susceptibles de interesar en común”.

En su conclusión Briand proponía “un pacto general”, afirmando “el principio de unión moral europea”, consagrando “el hecho de la solidaridad instituida entre Estados europeos”; “un mecanismo capaz de asegurar a la Unión Europea los órganos indispensables para la realización de sus fines”. El documento precisaba que “toda posibilidad de progreso en la vía de la unión económica estaba rigurosamente determinada por la cuestión de la seguridad, y estas cuestiones por si mismo estaba íntimamente ligada a los progresos realizados en la unión política; y es en este plano en el que deberían ser realizados los primeros esfuerzos tendentes a dar a Europa su estructura orgánica”.[2]

El plan, evidentemente, tiene una semejanza con lo que luego salió del Tratado de Roma. Briand, como Herriot, eran miembros de una discreta asociación fundada por un noble austriaco.

En efecto, el alma de todo este movimiento era, sin duda, Richard Nikolaus de Coudenhove-Kalergi. A él se deben la propuesta del primer proyecto de Europa unidad y la fundación de la Unión Paneuropea. Aristide Briand estaba inspirado por las ideas de Coudenhove-Kalergi.

A este grupo pertenecieron Aristide Briand y Gustav Strassemann, líderes políticos que tuvieron las riendas de Francia y Alemania respectivamente en la pre-guerra. Pero también participaron como miembros de la Unión Paneuropea, nombres de grandes políticos posteriores al conflicto: el futuro canciller alemán Honrad Adenauer, el futuro primer ministro italiano Alcide de Gaspari, el General De Gaulle, líder de la resistencia francesa y posteriormente presidente de la IV y de la V República, Paul Henri Spaak, primer ministro belga, etc.

Coudenhove-Kalergi era hijo de un diplomático austríaco y de una japonesa y había nacido en el país de su madre, a pesar de que pronto se trasladó al castillo familiar de Bohemia y estudió en los más prestigiosos colegios del imperio austro-húngaro. Curso estudios de filosofía y letras, alcanzando el doctorado en 1917. Al acabar la I Guerra Mundial adoptó la nacionalidad checa y es, a partir de ese momento, cuando empiece a escribir artículos de carácter político y a intentar dar un futuro a Europa. Su primera propuesta en esa dirección data de 1922 y la concreta un año después en su libro “Paneuropa. Una proposición”, cuando apenas tenía 28 años.

En esta obra, Coudenhove-Kalergi escribió esta frase afortunadaza y visionaria que inspiraría a Ortega y Gasset: "Europa como concepto político no existe. Esta parte del mundo engloba a pueblos y Estados que están instalados en el caos, en un barril de pólvora de conflictos internacionales, y en un campo abonado de conflictos futuros. Esta es la Cuestión Europea: el odio mutuo de los europeos que envenena la atmósfera. (....) La Cuestión Europea será resuelta sólo mediante la unión de los pueblos de Europa. (...) El mayor obstáculo a la realización de los Estados Unidos de Europa son los mil años de rivalidad entre las dos naciones más populosas de Pan-Europa: Alemania y Francia..."

En esta obra, será el primer en auspiciar la necesaria colaboración entre Francia y Alemania en materia siderúrgica, tesis que cristalizará treinta años después en la constitución e la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Aristide Briand se inspira en esta obra para lanzar su mensaje en 1920. Los considerados como padres fundadores de la UE, reconocerán su tributo hacia Coudenhove-Kalergi. Será también él quien proponga como Himno de Europa, el Himno a la Alegría de Schiller con música de la Novena Sinfonía de Beethoven. Así mismo propondrá la celebración del “Día de Europa” en mayo.

Pero la idea europea progresará muy lentamente, especialmente, a partir que el nacional-socialismo alemán ocupe el poder en 1933. Cuando se produce la anexión de Austria al Reich, en 1938, el conde Koudenhove-Calergi, se trasladará a Suiza y más tarde a EEUU donde vivirá el drama de la Segunda Guerra Mundial. De regreso a Suiza en 1945, al concluir el conflicto, seguirá adelante con sus iniciativas europeistas. En 1947 propondrá la creación de un sello de correos europeo y al año siguiente impulsará en Gstaad la fundación de la Unión Parlamentaria que desembocará en el Congreso de Europa en La Haya en 1948. Este encuentro es particularmente importante, porque desembocará en la creación del Consejo de Europa y del Parlamento Europeo, instituciones hoy suficientemente conocidas por todos.

La Europa de Coudenhove-Kalergi abarcaba el espacio situado entre Portugal y Polonia; decía que más allá se había perdido la idea europea y no era posible restablecerla por motivos políticos, económicos y culturales. Desde finales de los años 20, Coudenhove-Kalergi, mantenía correspondencia con un oficial francés especialista en carros de combate, Charles de Gaulle. Coudenhove-Kalergi había adquirido la nacionalidad francesa en 1939 y a lo largo de todo el conflicto que se inició ese año, mantuvo contacto epistolar con De Gaulle, devenido general. En 1960, éste impulsó la creación del Comité Francés por la Unión Paneuropea. A partir de 1990, a la vista de la nueva situación creada en Europa tras el desmoronamiento del bloque soviético, el CFUP, fue revitaliza participando en las actividades de la Unión Paneuropea y siendo uno de los más firmes bastiones de la “Europa Política” hoy, como lo fue de la ampliación de la UE hacia el Este.

A pesar de que, en buena medida, Coudenhove-Kalergi logró hacer arrancar la idea europea y el que la mayoría de fundadores de la CEE fueran miembros de la Unión Paneuropea, en los últimos años y en varias ocasiones, demostró su disgusto por la deriva tecnocrática y excesivamente economicista en la que se encaminaba lo esencial de los esfuerzos europeistas en aquella época. El 27 de julio de 1972, moría tras haber designado a Otto de Habsburgo como su sucesor al frente de la Unión Paneuropea.

También aquí merece ser mencionado el papel de la masonería. Un autor, Pierre Virion, sostiene que la familia Coudenhove-Kalergi había tenido relaciones con la masonería[3]. De hecho, es fácilmente comprobable que al menos tres de las personalidades políticas que apoyaron a Coudenhove-Kalergi en sus primeros pasos, eran francmasones: el presidente checoslovaco Benes, el canciller alemán Strassemann y el presidente francés Edouard Herriot, como también lo era el destacado político italiano de la época F. Nitti

Hacia la “Europa Americana”

Recién terminado el conflicto, aparecen instituciones como la “Unión Europea de Federalistas”, el “Comité por los Estados Unidos de Europa” (de carácter socilista), los “Nuevos Equipos Internacionales” (de inspiración democratacristiana), el “Movimiento por la Unidad Europea” (promovido por Churchill), el ideal de todo este entramado asociativo era defender la progresiva integración de los Estados Europeos podría garantizar el desarrollo económico y social. En 1948 todos ellos fundan el Movimiento Europeo, cuyos objetivos declarados serán:

  • Elaborar una Carta sobre los Derechos del Hombre
  • Proponer la creación de un Tribunal Internacional que garantizara dichos derechos
  • Crear la Unión Económica Europea

Todo este proyecto era muy ambicioso y tenía, en realidad, un alcance “universal”, excesivamente idealista y escasamente pragmático. Probablemente, todo esto no hubiera llegado muy lejos de no haber sido por la ayuda americana en forma de Plan Marshal, a partir de 1947. Precisamente, el origen de la Comunidad Económica Europea será la exigencia de los EEUU de que su ayuda fuera coordinada por los países europeos, para evitar que se reprodujera la situación de rivalidades y tensiones, especialmente entre Francia y Alemania. La propuesta norteamericana no era completamente desinteresada. En realidad, de lo que se trataba era establecer un espacio europeo coherente y sin fisuras que garantizara que en caso de conflicto con el Este, sería en esa zona en donde se dirimiría el conflicto… para que no quedara afectado al territorio norteamericano. Así pues, en su primera fase, la idea europea quedaba lastrada y condicionada por la guerra fría y por el aliado atlántico norteamericano.

Pero, a partir de ese impulso, basado, exclusivamente, en la economía, nacerán:

- El Benelux o espacio económico de integración formado por Bélgica, Holanda y Luxemburgo, fundado en 1948, cuando se produce el Golpe de Praga que evidencia la voluntad de la URSS de controlar políticamente toda la Europa Oriental.

- La Comunidad Europea de Defensa, proyecto de coordinación militar europea con aspiraciones de constituir un “euro-ejército” operativo. En 1952, la retirada francesa entrañará el fracaso de la iniciativa y la posterior creación de la OTAN, señalarán, de nuevo, el liderazgo norteamericano en Europa Occidental.

- La OECE, específicamente destinada a coordinar y administrar los fondos del Plan Marshall y preparar la coyuntura para que finalmente terminaran desapareciendo las fronteras económicas entre los países de Europa.

- El Consejo de Europa, con sede en Strasbourg, fundado en 1949, sin participación norteamericana… pero también sin más funciones que proteger los Derechos Humanos.

En la práctica, a la contaminación masónica, de los primeros intentos de integración europea, se une, en la siguiente fase (en los intentos que van desde 1947 a 1989) la contaminación norteamericana. Aún hoy en el Parlamento Europeo y en el Consejo de Europa, la influencia masónica es extremadamente fuerte –y a despecho de la crisis internacional de la masonería a partir de mediados de los años 80, cuando dejó de ser “laboratorio de ideas”- como lo es la influencia del “partido americano” que, paradójicamente ha recogido el favor de algunas democracias surgidas en el Este Europeo (Polonia en particular).

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es



[1] Jacques Bordito, L’Occident Démantelé, La Livrairie Française, París 1976, págs. 13-14

[2] Extraído de “L’Occident Démantelé”, op.cit., pág. 193-4

[3] Escribe Virion, sobre Coudenhove-Kalergi: “de origen flamenco. Su abuela, Maria Kalergi, nacida en 1860, fue amida de Bismarck, de Enrique Heine y de Wagner, es decir, que había vivido en un medio pasablemente “iniciado”” (Pierre Virion, Bientôt un Gouvernement Mundial, une super et contre-église”, Ed. Saint Michel, Saint-Cenéré, 1967, pág. 45). En algún momento de sus vidas, tanto Wagner, como Heine y Bismarck, habían sido miembros de la masonería.

Más adelante, Virion añade: “Coudenhove-Kalergi además, tuvo buenos contactos, en realidad privilegiados, con jefes de Estado, pues no solamente Spaak, fue su amigo y discípulo. Durante una conferencia en la cumbre, reservada a los jefes de gobierno de los “cuatro grandes”, Coudenhove-Kalergi fue el único invitado tal como informó la prensa. Fue recibido en el Elíseo por Charles de Gaulle; (…) Le Figaró publica regularmente sus breves artículos, casi siempre en itálica, tras los comunicados oficiales y que solamente pueden comprender perfectamente los “iniciados””. Y concluye: “Coudenhove-Kalergi es el portavoz de la sinarquía en Europa. Su doctrina, como la de Saint Yves d’Alveydre es el Federalismo internacional” (ibid., pág. 45-46)

Doce años que cambiaron la geopolítica. (VII de VII). 6. Los ocho vértices del mundo cúbico (a)

Doce años que cambiaron la geopolítica. (VII de VII). 6. Los ocho vértices del mundo cúbico (a)
Infokrisis.- Recuperamos el estudio sobre el destino de la geopolítica que nos llevó a definir un modelo geométrico del mundo moderno: un cubo. Habíamos analizado lo que significaban cada una de las caras de este cubo y sus aristas. Ahora nos toca analizar la naturaleza de sus ocho vértices. Reemprendemos la tarea con los dos primeros. Esperamos poder concluir esta semana que viene, esta serie de artículos

6. Los ocho vértices del mundo cúbico (a)

Así mismo quedan definidos ocho “puntos críticos” o vértices:

1) El formado por los damnificados por la globalización, los actores energético-científicos y los actores secundarios.

Es un vértice de crisis. Crisis en la medida en que la escasez de combustibles va a afectar especialmente a las economías más desfavorecidas, tanto a las individuales como a las de naciones enteras. Esas tensiones aumentarán a medida en que el acceso a nuevas tecnologías de la salud acentúe las diferencias entre los que “tienen” y “viven” y los que “no tienen” y “mueren”. Por primera vez en la historia va a ser visible el reflejo de los dos niveles de rentas en la longevidad. Así pues, mientras que entre las élites del primer mundo va a ser posible que la longevidad se vea favorecida por nuevos avances en las ciencias de la salud, pudiendo llegar a una media de 100-110 años, en ese mismo primer mundo la longevidad se mantendrá en los niveles actuales (81 años para mujeres, 76 para hombres). Ser beneficiarios de la globalización implicará que, con el apoyo de las nuevas tecnologías, se podrá “adquirir” –como si se tratara del bonus de un videojuego- un tercio más de vida suplementaria. Todavía estamos lejos de intuir siquiera lo que va a suponer esta impresionante mutación sociológica. Pero si este va a ser uno de los focos de tensión nuevos (la tensión “geriátrica”, podríamos decir) en el primer mundo, el hecho de que también entre las élites beneficiarias de la globalización del tercer mundo puedan aspirar a esas altas de longevidad, puede hacer que la tensión sea todavía más insoportable y la relación de longevidad entre unos y otros sea de 1 a 2; es decir, que las élites tengan una esperanza de vida el doble que su población.

Por otra parte, los desarrollos de la ciencia son realizados mediante la inversión de cada vez mayores medios económicos, excluyendo los brotes de genialidad y los destellos de intuición que hasta ahora habían hecho avanzar la ciencia a saltos, más que siguiendo la evolución lógica que prevé el método científico. Esto implica que los avances científicos, especialmente en los campos de la criogenia, la microbiología y la ingeniería genética, solamente podrán desarrollarse en determinados países, mientras que el resto se verá obligado apenas a realizar las aplicaciones técnicas a las que tengan acceso, a causa de sus limitaciones presupuestarias. El hecho de que solamente EEUU y la UE estén en estos momentos en condiciones de desarrollar grandes proyectos técnico-científicos es suficientemente demostrativo de lo que decimos: el “avión europeo de combate”, el Airbus, o con Rusia en el laboratorio espacial, o con Japón en el ciclotrón para ensayos de fusión en frío. Estos proyectos no serían posibles sin la cooperación de muchas naciones, por razones presupuestarias, aun cuando en realidad se trata, en su mayor parte, no de avances “científicos”, sino “técnicos” y aplicativos.

Los actores secundarios, inevitablemente, quedarán descolgados de los países de vanguardia en los que la investigación científica sea posible. Tendrán solamente acceso a tecnologías básicas (como la nuclear y la balística por parte de la India e Irán), pero no estarán en condiciones de ir mucho más allá.

Todo esto generará un “desencaje” en este vértice, con la aparición de nuevas situaciones de tensión. Solamente las élites beneficiarias de la globalización podrán beneficiarse completamente de las nuevas fronteras de la ciencia, mientras que países enteros del tercer mundo y poblaciones desfavorecidas por la globalización en el primer mundo, verán como su esperanza de vida se estabiliza, mientras que aumenta las de las élites. Así mismo, el acceso a la energía, al encarecerse, se alejará de las posibilidades de disfrute por parte de los desfavorecidos. Los últimos focos de petróleo corren el riesgo de suscitar guerras de exterminio para lograr su control si, como parece, el combustible se agotará antes que se habiliten energías alternativas. Lo que espera a este vértice es, pues, un estallido, y la posibilidad segura de convertirse en un punto de tensión del que partirán grietas para conmover todo el “cubo globalizado”.

2) El formado por los damnificados por la globalización, los actores tradicionales y la neodelincuencia.

Es un vértice de crisis. Una crisis que se centrará especialmente en los países del primer mundo, dando por sentado que los actores geopolíticos secundarios, especialmente asiáticos, africanos e iberoamericanos, en buena medida ya han caído en manos de la neodelincuencia y el “imperio de la ley” es una entelequia así como cualquier forma de legalidad y legitimidad del poder. La neodelincuencia es una mancha de aceite que se extiende e impregna de manera progresiva a las clases políticas de todo el mundo. La clase política europea y norteamericana no son, desde luego, una excepción. El impacto de este vértice se sitúa, precisamente, entre los actores tradicionales “occidentales”, pues es en este ámbito donde las tensiones van a ser más insoportables.

Entre los fenómenos que se producen está el deslizamiento de buena parte de la clase política hacia prácticas instigadas por la neodelincuencia. La clase política de las democracias europeas ha sufrido dos mutaciones profundas: la primera estuvo próxima a los orígenes del sistema partidista, cuando los partidos se transformaron en agentes plutocráticos al servicio del dinero. De hecho es el dinero quien ha gobernado siempre en los sistemas partitocráticos. La segunda es la actual, cuando ya no basta con que el dinero, la especulación y el agiotismo han tenido hasta ahora como contrapartida el “imperio de la ley”. Pero éste se encuentra cada vez más debilitado frente a una clase política que, prácticamente, ha hecho desaparecer la idea de la “división de poderes” en la que se basaba el sistema de pesos y contrapesos de las democracias. Esto ha permitido que la neodelincuencia tenga en las clases políticas de los actores tradicionales a sus vasallos mejor alimentados, más serviles y decididos a utilizar la ley en beneficio propio; o bien, simplemente, a vulnerarla. La corrupción creciente es la característica más acusada de las clases políticas occidentales.

Ahora bien, siendo esta delincuencia de “guante blanco”, levita y sombrero de copa, no es la única. En el primer mundo, los desfavorecidos por la globalización tienen una tendencia cada vez mayor a vivir subsidiados por el Estado, pero también a vivir del trabajo negro, el comercio ilícito o simplemente del fraude a la Seguridad Social y al Estado. Los gobiernos carecen de argumentos éticos y morales para impedir esta “corrupción de los pobres”, dado que esos mismos gobiernos practican una política corrupta y corruptora. La situación es mucho más grave en el Tercer Mundo donde prácticamente resulta imposible distinguir qué país es más corrupto.

Los actores geopolíticos tradicionales se han mostrado incapaces de eliminar la corrupción de sus ámbitos estatales. En los actores secundarios, la corrupción es quien ha asumido las riendas de esos Estados desde hace décadas. Es entonces cuando puede entenderse con facilidad por qué existe la colusión entre neodelincuencia y poder político en todo el mundo: los grandes negocios se hacen a la sombra del poder, y solamente puede participar en ellos quien ya tiene una acumulación de capital notable que no puede sino haber salido de prácticas corruptas, defraudaciones a hacienda, dinero negro y, por supuesto, dinero procedente de negocios y prácticas ilegales e ilícitas.

La deriva de esta colusión no puede sino ser trágica: implica aumento de la corrupción en todo el mundo, ineficacia de la lucha contra las mafias, toma de control de los aparatos del Estado por bandas mafiosas o bien por sus agentes encubiertos. Y, dado que este fenómeno se produce a escala mundial y está presente especialmente en los actores tradicionales, podemos prever una rarificación de las condiciones de vida en las sociedades occidentales, una sensación de hostilidad creciente, de aparición de todo tipo de mafias: horizontales (en los lugares de residencia) y verticales (en los distintos niveles administrativos –autonómico, municipal, estatal, europeo), capaces de constituir estructuras paralelas al Estado. Esto en el nivel superior. En el nivel inferior, los desfavorecidos por la globalización intentarán sobrevivir, en un mundo progresivamente más hostil, mediante todo tipo de iniciativas, sin excluir las que entren de lleno en la delincuencia; y este fenómeno, hasta ahora casi solamente propio del tercer mundo, corre el riesgo de generalizarse en los actores tradicionales.

Este vértice generará pues graves tensiones que serán, tanto económicas, como sociales. El poder de las mafias, capaces de condicionar el poder político, al hacer progresivamente insoportables las condiciones de vida de la población, y especialmente de los desfavorecidos de la globalización, generará en estos ámbitos fenómenos de rechazo de distinto tipo, especialmente respuestas violentas por parte de los niveles más bajos de la delincuencia. Este fenómeno es ya particularmente visible en los países de Iberoamérica (especialmente en Brasil y Colombia) e incluso entre los inmigrantes de segunda generación en Europa. En EEUU, a pesar de tener un sistema penal particularmente duro, en este momento existe ¡un millón de fugitivos de la justicia y dos millones de presos! Cifras elocuentes de la situación insoportable a la que se tiende.

 © Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es

Doce años que cambiaron la geopolítica. (VI de VII). 5. Las doce aristas del mundo cúbico (b)

Doce años que cambiaron la geopolítica. (VI de VII). 5. Las doce aristas del mundo cúbico (b)

Infokrisis.- Proseguimos nuestro análisis sobre las "aristas de un mundo cúbico" que nos ayudarán a entender la realidad del tiempo nuevo y a establecer un modelo geométrico tridimensional sobre la naturaleza y alcance de la crisis iniciada con la caída del Muro de Berlín. En los dos capítulos siguientes, solamente nos quedará analizar en profundidad los puntos de crisis extrema (los vértices del cubo) y recapitular lo andado extrayendo algunas conclusiones.

 

7) La neodelincuencia con los actores tradicionales.

Uno de los elementos más sorprendentes del actual proceso de “solidificación” del mundo, o de tránsito del mundo esférico al cúbico, es la irrupción de la corrupción generalizada entre las clases políticas del Primer Mundo. Siempre ha existido corrupción en las democracias, pero ésta se hallaba limitada a la aparición de algunos “bribones” (el affaire del “estraperlo” durante la II República, por ejemplo), así mismo, siempre había existido el regalo interesado a la autoridad de turno, pero nunca como hasta ahora se había operado el proceso de generalización de la corrupción hasta no quedar absolutamente ningún flanco del espectro político fuera de este proceso degenerativo.

El hecho nuevo es que los grandes negocios solamente se hacen a la sombra del poder y la paradoja de que nunca un “estado liberal” (y por tanto abstencionista en cuestiones económicas) ha generado una situación en la que SOLAMENTE sea posible realizar grandes negocios contando con el apoyo de los distintos niveles del poder. Quien no está integrado en esos mecanismos, como máximo puede montar una charcutería o una mercería, pero jamás un negocio rentable con un peso decisivo. Se vende al Estado, se comercia con el Estado o construye quien goza de los parabienes del Estado o de alguno de sus escalones administrativos. Obtener ese apoyo implica: tener una buena red de contactos más allá de los partidos políticos y de los mecanismos representativos y realizar contraprestaciones a los que abren la puerta a ese tipo de negocios. Es el do ut des llevado a su límite más desagradable.

Ningún mecanismo del Estado está en condiciones de realizar una tarea de “limpieza”. A menudo la política de “manos limpias” no es más que un slogan para intentar desbancar a unos políticos corruptos por otros que llegan con hambre atrasada. Casos como la “Operación Malaya” parecen ser apenas una cobertura destinada a ocultar el hecho decisivo e importante: que toda España es una gran y gigantesca Marbella, o dicho de otra manera, que el motor de la economía nacional es, o bien la especulación inmobiliaria, o bien el sector de la construcción surgido al calor de recalificaciones masivas y drásticas. Tras esto se oculta el hecho fundamental: el campo se muere, la agricultura, lejos de ser un negocio, es un sector sometido a presiones contradictorias (la del Estado, las de las Comunidades Autónomas, la de la UE, la de la globalización) que lo hacen altamente inviable; Europa sufre un proceso de regresión industrial que la  está convirtiendo a marchas forzadas en una zona de servicios; la economía especulativa no crea riqueza sino que aumenta las desigualdades de renta y, finalmente, la espiral “recalificación-construcción-especulación” no puede prolongarse indefinidamente.

Para colmo, es en el Primer Mundo donde, también, las grandes mafias de la droga realizan sus grandes negocios. El Primer Mundo es el principal consumidor de droga o, al menos, es allí donde la droga alcanza sus precios más elevados. A pesar de que el dinero de la droga supone acumulaciones de capital iguales o ligeramente superiores a las que mueve la industria de armamento, esos capitales jamás salen a la superficie. Ningún país, ni mucho menos NN.UU., realiza esfuerzos reales para que los paraísos fiscales, las zonas de refugio de capitales negros, sean tratados, como mínimo, como lo fue la Isla de Granada o Panamá, o incluso Irak, a pesar de que crean riesgos de desestabilización mucho mayores que esos países identificados como enemigos e invadidos sin dudar. Esa falta de interés se debe a un hecho sin precedentes en la historia: la arista entre la neodelincuencia y los actores tradicionales está formada por clases políticas, buena parte de cuyas decisiones tienen como finalidad facilitar el trabajo de las mafias de la droga, cobrando su parte alícuota en el negocio. Hace 25 años, en países como Colombia, Perú o Bolivia, las mafias de la droga eran un “poder fáctico” más; era imposible gobernar contra ellos: sus presupuestos rivalizaban con los de esos Estados. A partir de principios de los años 80, cuando se generalizó la llegada de cocaína al Primer Mundo, cuando Marruecos sistematizó sus cultivos de haschís en el Rif, cuando se reavivó la “ruta de la seda” como vía de acceso de la heroína a Europa, la acumulación de capital generada ha sido tal que incluso el precio de la droga ha bajado y, aún así, los beneficios de las mafias se han multiplicado extraordinariamente. Es inútil pensar que esa acumulación de capital no tiene influencia en el Primer Mundo. La tiene. Y de qué manera. No son solamente los “paraísos fiscales”, sino también las instituciones bancarias las que se benefician de esos fondos ilícitos, las “Torres de la Cocaina” (los rascacielos panameños construidos a mediados de los 80 con el beneficio de esa droga) no son una excepción, e incluso habría que ver si la permisividad que inevitablemente ha acompañado a los gobiernos socialistas en materia de drogas (especialmente haschís cuyo consumo se ha banalizado, a pesar del riesgo de idiotización casi inevitable que sufren sus consumidores) no tiene que ver con su “política marroquí”.

Esta arista está generando una dependencia creciente de los Estados del Primer Mundo en relación a los distintos tipos de corrupción y, especialmente, en esa arista se sitúa lo esencial de las clases políticas dirigentes occidentales cuya primera aspiración es utilizar los fondos públicos en beneficio propio (Leo Strauss afirmaba que ningún gobernante adopta medidas que puedan perjudicarle a él personalmente, lo que implica que cualquier gestión que implique recortar los propios beneficios, vengan de donde vengan, de la clase política, es ignorada. El político “democrático” ignora el tiempo que va a permanecer en el poder, por lo tanto, la ley de la optimización del beneficio implica extraer el máximo en el menor tiempo posible. Y cada vez sectores más amplios de la clase política no dudan en caer en la neodelincuencia directamente o en establecer puentes con el narcotráfico.

8) La neodelincuencia con los actores emergentes.

El cáncer de la corrupción ha llegado hasta tal punto en los actores geopolíticos emergentes, que incluso su marcha hacia el pelotón de cabeza de los países “que cuentan” está comprometido. La corrupción está presente en todos los escalones de la administración hindú, incluso en los niveles más pedestres; otro tanto puede decirse de China que, periódicamente, se ve obligada a realizar campañas anticorrupción a la vista de la proliferación vermicular del fenómeno. Esto sin recordar que la mayor crisis sufrida por Rusia durante la década de los noventa, se debió, precisamente, a que amplios sectores de la economía habían caído en manos de bandas mafiosas, al producirse la privatización salvaje del sector industrial. Sin embargo, el proceso que están siguiendo los actores emergentes es diferente al de Rusia, e incluso al de China, donde, en ambos casos, ha existido un fuerte partido comunista que, al ir perdiendo conciencia de sí mismo y de la propia doctrina a defender, ha generado en su mismo interior fenómenos de corrupción y centrifugación del Estado (los Estados débiles son más sensibles a la corrupción que los Estados fuertes). En “democracias” como Brasil o México, las clases políticas se han habituado a vivir de las suculentas “mordidas”, pero es que una parte sustancial de la población, a su nivel, también vive de los circuitos de la delincuencia o, simplemente, está integrada en los mismos. No se termina de ver la legitimidad que políticos corruptos pueden reclamar a la hora de perseguir a la delincuencia de a pie. Incluso en países islámicos como Irán la corrupción no se mira particularmente mal, en la medida en que el individuo no la realiza para sí mismo, sino para su familia, su tribu, su clan. Uno se corrompe, muchos se benefician: luego no existe una condena social a la corrupción, sino una sed de integrarse en sus circuitos, sea como sea.

Por otra parte, países como China tienen una gran tradición mafiosa. Las famosas tríadas entran en este juego todavía hoy. De hecho, el maoísmo no solamente no liquidó estos residuos de otros tiempos sino que, incluso, Mao-Tse-Tung contó con las “sociedades bandidos” para organizar su partido comunista en algunas zonas. Aquellas aguas trajeron estos lodos, y hoy China es un caldo de cultivo extremadamente favorable para la corrupción interrelacionada con el aparato del Estado.

Sabemos que en el Primer Mundo las bandas mafiosas jamás podrán acceder al poder, pero sí que se limitarán a amamantar y pactar con los gestores del mismo. No estamos, en cambio, seguros de lo que ocurrirá en los países en desarrollo acelerado. En Colombia ya existieron casos de narcotraficantes que quisieron –hartos de pagar la mordida a la clase política- constituirse ellos mismos como clase política de reemplazo. El gran cambio político que se produjo en Italia en la segunda mitad de los años 90 no fue motivado por la asfixia del país, sino porque los clanes de la neodelincuencia estaban hartos de pagar “tangentes” a la clase política que, muy frecuentemente, superaban el precio mismo de los servicios. Así que decidieron borrar de un plumazo a la vieja clase política degenerada, desgastada y avejentada del centro-izquierda y gestionar ellos mismos el poder. Era la forma de ahorrarse el pago de las “tangentes”.

Existe el riesgo de que, en los próximos años, las mafias del narcotráfico generen en estos países una acumulación de capital tal, que controlen amplios sectores de la economía. La juventud de estos países en desarrollo acelerado, y la inexistencia de “dinastías económicas”, ha favorecido que las élites corruptas hayan surgido al calor del poder y conozcan bien sus mecanismos. Por otra parte, en estos países no existe un marco democrático formal digno de tal nombre. No se sabe el tiempo que el PC seguirá manteniendo la hegemonía en China, ni lo que ocurrirá cuando se imponga la democratización política, inevitable e inseparable de la democratización económica. En ese momento, es indudable que se producirá una “crisis” y serán precisos reajustes de asentamiento; lo que hoy no puede predecirse es la dimensión de esa crisis y las consecuencias políticas que tendrá. Lo que sí parece muy probable es que, en ese momento, distintos grupos económicos –y no importa si su acumulación de capital se ha logrado por medios lícitos e ilícitos- “pujarán” y lucharán para controlar el Estado o, al menos, algunos de sus sectores clave.

Existe otro escalón de menor importancia, pero fundamental para entender la naturaleza de esta “arista”. En África ya nadie discute que TODOS los gobiernos africanos son corruptos y que África es un gigantesco semillero de todas las corruptelas, no realizadas por mafias, sino por los mismos funcionarios del Estado. Estas mafias, a menudo tribales, hoy son el Estado. Las petroleras han tenido que entenderse con ellas para realizar sus prospecciones. De la misma forma que la inmigración masiva y salvaje ha hecho que barrios enteros de los países del Primer Mundo hayan sido colonizados primero por gentes venidas del Tercer Mundo, luego han practicado la limpieza étnica contra autóctonos y, finalmente, se niegan a reconocer cualquier norma (son las zonas de “non droit”); eso mismo ocurre en toda África: toda África es una gigantesca zona de “non droit” donde solamente rige la corruptela, el racket y el crimen mafioso, sobre unas poblaciones agonizantes y en estado de depauperación creciente. En extensas zonas de Asia, en Asia Central, en Iberoamérica, existen similares procesos. Cada vez más países caen en manos de grupos mafiosos (se llamen como se llamen) y el drama producido es éste: lejos de ver cómo se amplían los “islotes democráticos”, estamos asistiendo a la extensión de la corrupción en el Tercer Mundo como si se tratase de una mancha de aceite.

No hay que perder de vista, finalmente, que la retórica que alimentó a los “países no alineados” en los años 60-80 sigue vigente, en parte, todavía hoy. La diferencia es que hoy, muchos de esos países ya han caído en poder de las mafias de la neodelincuencia.

9) Los beneficiarios de la globalización con los actores tradicionales.

En los actores tradicionales, las fortunas proceden de dos tipos de negocios fundamentalmente: el negocio especulativo y financiero, de un lado; y de otro, el negocio surgido al calor de las nuevas tecnologías y de su aplicación. En ambos casos, la globalización ha supuesto un nuevo impulso, tanto por lo que se refiere a la libre circulación de capitales y mercancías, lo que favorece a los primeros; como a la globalización en sí misma, que beneficia a los segundos.

A finales de los años 90 se creía que las “puntocom” iban a ser las inversiones más rentables en el futuro. Pero la “burbuja” estalló y, a finales del milenio, las “puntocom” evaporaban los fondos de los inversores. Sin embargo, toda aquella masa de capital dejó algunos rastros: miles de kilómetros instalados de fibra óptica,  gracias a los cuales se operó el crecimiento casi asindótico de Internet y fueron posibles fenómenos como la “subcontratación” de servicios en los países emergentes y la creación de “cadenas de suministro” que hacían que la venta de un ordenador en Bobadilla fuera registrada inmediatamente por la central de Hewlett Packard en EEUU, la cual, inmediatamente, comunicaba a su fabricante de Taiwán que era preciso fabricar un ordenador igual al vendido y trasladar a la agencia de transportes el mensaje de que un ordenador de esas características debía de llegar a Bobadilla procedente de Taiwán. Esa “cadena de suministros” funcionando diariamente con millones de pedidos, solamente era viable a partir de unas redes de fibra óptica que cruzaran el mundo. Y eso solamente estaba al alcance de empresas de nuevo cuño.

Estas empresas no estaban solamente ubicadas en el Primer Mundo. De hecho, algunas de las empresas que han obtenido más beneficios en este sector que depende sólo de las nuevas tecnologías tiene su sede social en países emergentes: desde compañías aéreas a compañías de paquetería, desde empresas receptoras de la subcontratación de servicios (especialmente en India) pasando por empresas especializadas en desarrollar software. Lo que demuestra que los beneficiarios de la globalización no se encuentran solamente en el Primer Mundo o en los actores geopolíticos tradicionales, sino que también están presentes entre las élites tecnológicas de los actores emergentes.

La dinámica de estas empresas es radicalmente diferente a las formas clásicas de los beneficiarios de los actores geopolíticos tradicionales, especialmente de sus “dinastías económicas”. Estas funcionan manejando diestramente los mecanismos de la especulación y la alta finanza. A pesar de que están presentes ocasionalmente en las empresas que aprovechan las nuevas tecnologías, lo cierto es que se trata de un grupo extremadamente conservador que se siente más cómodo con los medios clásicos de especulación: el préstamo con interés, la participación en negocios promovidos por terceros, o la especulación bursátil. Si las hemos llamado “dinastías económicas” es porque se trata de linajes de la aristocracia del dinero, que llevan varias generaciones acumulando capital y dedicándose a las mismas actividades. La era de la globalización lo que ha generado es una “internacionalización” de sus negocios. El hecho de que bancos como el Bilbao o el Santander puedan estar presentes en Iberoamérica, o que puedan jugar los capitales de sus depósitos en cualquier bolsa del globo, no ha hecho otra cosa que aumentar las posibilidades de más acumulación de capital. Lo que están haciendo es insistir en la actividad que han desarrollado al cabo de generaciones, aprovechando los instrumentos facilitados por el tiempo nuevo.

Las empresas vinculadas a nuevas tecnologías, en cambio, tienen tendencia a ampliar su radio de acción con cierta lógica y coherencia; o bien a coligarse con empresas de alcance regional para el mejor cumplimiento de los fines de su “cadena de suministros”. Mientras que las “dinastías económicas” utilizan la informática para reforzar sus tácticas de trabajo, estas empresas basan su actividad precisamente en las nuevas tecnologías y en todo lo asociado a ellas. Es lo que podríamos llamar el “dinero viejo” frente al “dinero nuevo”, lo que caracteriza a estos dos tipos de actividades es que, a pesar de extender sus actividades a todo el mundo, tienen su centro habitualmente en los actores tradicionales. Pero existe también lo que podríamos llamar el “dinero oportunista”.

El “dinero oportunista” es un dinero obtenido de las distintas prácticas tendentes a esquilmar el dinero propiedad del contribuyente y destinado a ser utilizado por el Estado para el cumplimiento de sus fines. Este dinero se ha visto beneficiado por la globalización. Su principal beneficiario es el entorno de la clase política y su eslogan es “ayuda humanitaria”. La “ayuda humanitaria” recorre el mundo en busca de tragedias y catástrofes, le importa muy poco si se trata de catástrofes naturales o creadas por el ser humano; lo importante es crear partidas presupuestarias destinadas a “aliviarlas”. Tales partidas son utilizadas en “acciones humanitarias”, extremadamente cuestionables desde el punto de vista de su eficacia e incluso de su honestidad, pero que terminan desviando partes del presupuesto (el mítico límite del 0’7%) a áreas muy difíciles de controlar. Por otra parte, las ONG's beneficiarias de dichos apoyos están íntimamente ligadas a la clase política dirigente. El “dinero oportunista” es, en buena medida, “ayuda humanitaria”. En ocasiones, el cinismo y la mala fe de algunas iniciativas son lacerantes: los americanos, al iniciar los bombardeos contra Afganistán, arrojaron toneladas de “ayuda humanitaria” para compensar el corte de los suministros humanitarios que llegaban desde Pakistán. Las ONG's que proponen a ciudadanos del Primer Mundo que apadrinen a niños del Tercer Mundo les advierten –en la letra pequeña- que no podrán contactar por carta ni personalmente con el niño al que ayudan. Tampoco les dicen que la mayor parte de la ayuda mensual que envían no llegará al niño en cuestión, sino que se perderá en burocracia, publicidad, salarios de la ONG, etc. Valdría más llamar a todo esto “fraude humanitario” o chantaje a la sensibilidad de las buenas gentes.

Pero hay otras muchas formas más de “dinero oportunista”. En realidad, en el Primer Mundo se da la paradoja de que entidades de derecho privado son subvencionadas con fondos públicos en virtud de una legislación que ellos mismos han creado. Los partidos políticos, mayoritarios por supuesto, son los primeros beneficiarios de inyecciones de fondos públicos que, sin embargo, no logran enjugar sus cuantiosos déficit y las deudas contraídas con entidades de crédito. Sorprendentemente, éstas parecen no dramatizar sobre los miles de millones de deuda que los partidos políticos mantienen, y ni siquiera se les ocurre reclamarlas por vía judicial. Simplemente, saben que lo prestado vuelve en forma de prebendas, contratos preferenciales para empresas vinculadas a estas entidades de crédito, o permisividad del aparato del Estado ante el dinero negro, los negocios opacos o el préstamo usurero.

No es el dinero del Estado, sino el dinero del contribuyente anónimo y privado el que alimenta este sector que hemos dado en llamar “dinero oportunista”. Solamente en lo que hemos dado en llamar “actores tradicionales” existe una fiscalidad rigurosa y omnívora que permite mantener una, dos, tres y hasta cuatro niveles paralelos de administración (en el caso de España esto entra ya en el terreno de lo sainetesco con unos Estatutos de autonomía que deberían haber “simplificado” la administración pública, cuando en realidad la han densificado) y una burocracia progresivamente asfixiante. El saqueo que el Estado realiza de los bolsillos particulares, allí donde puede saquear (en los actores tradicionales) termina yendo a parar a las distintas capas beneficiarias de la globalización, constituyendo una arista que es progresivamente lacerante para los ciudadanos honestos del Primer Mundo.

10) Los beneficiarios de la globalización con los actores emergentes.

Los únicos beneficiarios de la deslocalización empresarial son, desde luego, y por mucho que los analistas al servicio de la globalización pretendan lo contrario, los grupos económicos con capacidad suficiente para desplazar sus manufacturas a los actores emergentes, mientras mantienen en el Primer Mundo una red de ventas. Ha ocurrido con la industria del juguete en la provincia de Alicante, cada vez más convertida en una red compuesta por unas docenas de vendedores de unos juguetes fabricados en China. Por muchos argumentos económicos (o pseudoeconómicos) que se nos presenten, el hecho de fondo permanece inalterable: en diez años se han perdido en torno a 150.000 puestos de trabajo en esa industria, y otro tanto en la industria del calzado. Pensar que, a través de cursillos de reciclaje en no se sabe bien qué sectores, se va a lograr absorber a estas legiones de parados, es absolutamente absurdo.

Así pues, los beneficiarios de la globalización son especialmente los jefes de empresa e inversores de aquellos sectores empresariales que, por su configuración, permiten la deslocalización empresarial; esto es, la aplicación de la regla de oro del capitalismo salvaje: obtener mayores beneficios reduciendo costes al máximo. En los países en los que se distribuyen estas mercancías, el misterio consiste en saber si dentro de quince años seguirá habiendo consumidores, o si tendrán la configuración de un gigantesco campo de parados, un verdadero páramo laboral, en el que solamente el sector servicios mantendrá una mínima actividad, junto al especulativo y todo lo relacionado con ello. Pero en los países-factoría la cosa no será mucho mejor. Legiones de trabajadores realizarán su actividad, no para llevar una vida digna, presidida por la “seguridad” en el empleo, en las coberturas sociales, en poder satisfacer su ocio, sino simplemente para sobrevivir. Si un día los costes de la deslocalización se revelan inviables, no será por las alzas salariales, ni por las reivindicaciones sindicales o la instalación de coberturas sociales en aquellos países, sino, simplemente, por el alza del precio de la gasolina. El trabajador en esas zonas es una fuerza mecánica, completamente deshumanizada, sin esperanzas de abandonar un día su estado de postración, a la que se engrasa mediante un salario, lo justo para que pueda seguir funcionando y para que genere una actividad económica tal que sus magros ingresos terminen, finalmente, en los beneficiarios de la globalización mediante los caminos más variados. Unos pasarán el Estado en forma de impuestos, otros irán a parar a las entidades de crédito, otros, finalmente, serán embolsadas por multinacionales de alimentación (las únicas que pueden abastecer a un mercado tan masivo como el de los actores emergentes).

Nos equivocaríamos si pensáramos que la deslocalización iba a favorecer a las poblaciones de los países emergentes. De hecho, sólo favorece a pequeñas minorías. En Bangalore (India) reside hoy la mayor concentración de programadores informáticos de todo el orbe, muy superior incluso a la que existió en los ochenta y noventa en Silicon Valley. Varios cientos de miles de hindúes con un alto nivel de inglés están vinculados también a iniciativas de subcontratación que han migrado del Primer Mundo a la India a causa del ahorro en salarios y de que los miles de kilómetros de fibra óptica trazados por las “puntocom” antes de reventar han facilitado la comunicación a alta velocidad con cualquier punto del globo. Pero la fibra óptica se detiene a un kilómetro de las chabolas de la India. No toda la India es Bangalore, de la misma forma que no toda China es Hong-Kong. Hoy se calcula que, en estos países, los beneficiarios de la globalización (incluidos empleados que se limitan a contestar al teléfono en correcto inglés a clientes que llaman desde Montana o Texas, con alguna reclamación o consulta, que no reciben altos salarios pero si tienen estabilidad en el empleo y aspiran un día a migrar a los EEUU o Europa) son apenas un 0’2% de la globalización. Va a ser muy difícil que en los próximos años esa cifra se eleve hasta el 1%. La globalización en lo que se refiere a beneficiarios apenas alcanza a minorías ínfimas.

A nadie se le escapa lo socialmente peligroso que supone situar la miseria a un lado de la calle y los escaparates del consumo al otro. Por muy elevados que sean los crecimientos económicos de China e India, eso no implica que los beneficiarios vayan a ser los sectores mayoritarios de la población sino, simplemente, que los beneficios de la élite de beneficiarios de la globalización en los actores emergentes van a seguir multiplicándose. En países como China e India que, juntos, suponen algo bastante más que un tercio de la población mundial, todo es masivo. Para que exista una burguesía media con presencia significativa, la única clase sobre la que podrían asentarse unas formas democráticas dignas de tal nombre, va a hacer falta que, como mínimo, ésta cuente con un 10-15% del total de la población. Algo que, hoy por hoy, parece muy alejado.

Más bien parece que lo más probable va a ser que, antes de que cristalice la formación de esa burguesía media, los actuales desajustes sociales generarán sacudidas extremadamente violentas que pueden llegar a comprometer, incluso, la estabilidad misma de estos países. Esa sería la catástrofe para la globalización, no desde luego tan grave como la elevación constante del precio de los hidrocarburos, pero sí lo suficientemente aguda como para que algunos sectores económicos y países europeos volvieran sobre sus pasos y dudaran de la eficacia del “sistema global”.

El gran problema consiste en que los beneficiarios de la globalización en el Primer Mundo y los beneficiarios de la globalización en los actores emergentes hablan el mismo lenguaje y lo seguirán haciendo… mientras sigan siendo beneficiarios. Pero en el momento en que los actores emergentes vean detenido su crecimiento por factores sociales internos (revueltas y reivindicaciones socio-políticas) o a causa de factores externos (aumento imparable del precio de los hidrocarburos), todo el sistema se conmoverá y correrá el riesgo de derrumbarse, pues no en vano el “dinero” es cobarde y se invierte allí donde hay mayores seguridades. La inestabilidad del sistema mundial surgido tras la Caída del Muro de Berlín implica que las “zonas seguras” van trasladándose de un lugar a otro. La libre circulación de capitales facilita estas migraciones pero, frecuentemente, deja atrás regueros de miseria y depauperación. De ahí que esta arista sea extremadamente quebradiza y corra el riesgo de desintegrarse –al menos en su configuración actual- a la primera crisis.

No hay que olvidar que en el momento de escribir estas líneas el gobierno indio ha acusado a los servicios secretos pakistaníes de estar tras los atentados de julio en aquel país, lo cual es, probablemente, cierto (de hecho si otros países utilizan el terrorismo para realizar o justificar reajustes interiores, sería difícil enarbolar alguna coartada moral para impedir que los actores emergentes hicieran otro tanto), con lo que la tensión indo-pakistaní por la zona de Cachemira se ha reavivado bruscamente. Un conflicto de este tipo sería muy diferente a la guerra de Bangla-Desh de 1969-70. No se trataría sólo de una catástrofe humanitaria, sino que muchas empresas de vanguardia en el Primer Mundo deberían reorientar bruscamente sus “cadenas de suministro” y revisar sus programas de subcontratación de servicios. Dejando aparte que los efectos de un conflicto localizado de este tipo serían perceptibles a escala global. El hecho de que se trate de una hipótesis terrorífica no quiere decir que no sea la que tenga más posibilidades de producirse en los próximos años.

11) Los beneficiarios de la globalización con los actores energéticos.

Quizás sea éste el momento adecuado para recordar que los beneficiarios de la globalización no pueden identificarse con actores nacionales. No son “naciones” las que son favorecidas por las mieles de la globalización, en tanto que no son sus burguesías nacionales, sino sus aristocracias económicas unidas a sectores muy pequeños y subordinados a éstas (sectores ligados a las nuevas tecnologías, sectores de cúspide de las clases políticas dirigentes), quienes pilotan el proceso. Precisamente –y esta es la característica nueva del período surgido a partir del 9 de noviembre de 1989- el actual momento histórico registra la destrucción acelerada de las burguesías nacionales en unas partes del planeta, mientras que en otras se constituyen lentamente pequeñas burguesías siempre subordinadas a las aristocracias económicas de nuevo cuño o a la transformación de aristocracias tribales en económicas. En estas condiciones parece muy difícil que en los países emergentes puedan cristalizar verdaderas democracias formales. La presencia de una fuerte burguesía nacional, arraigada, con iniciativa y difusora de ideas democráticas, es la única garantía de que este proceso vaya a producirse e incluso de que pueda producirse. Insistimos: no podemos hablar hoy de Estados, o naciones, sino de aristocracias, o mejor oligarquías, económicas.

Esto puede hacer creer que la nueva situación “supera” a la geopolítica en tanto que el espacio territorial tiene poco que ver con el ámbito de actividad económica de estas oligarquías. No es así. De la misma forma que, a pesar de la aparición de nuevas tecnologías bélicas, la forma efectiva de ocupar un territorio no ha variado desde el mundo antiguo: en efecto, solamente una buena infantería garantiza esa posibilidad; análogamente, para que una oligarquía económica pueda desarrollar su actividad precisa de una base territorial. La globalización nunca podrá ser “total”. Ya hoy se percibe que uno de los fundamentos de la misma es la “contigüidad”. No todas las mercancías son “globalizables”, ni todas las “cadenas de suministro” pueden extenderse de un lugar a las antípodas. Precisamente, la hegemonía relativa actual de los EEUU se basa en que la sede social de las compañías multinacionales más poderosas sigue estando –y tributando- sobre el territorio de los EEUU.

Por ello, esta situación precipita el segundo hecho nuevo a nivel geopolítico: es cierto que naciones enteras “desaparecerán” de la escena en la medida en que la inexistencia de oligarquías económicas que puedan operar, al menos, a nivel regional y el agotamiento de sus recursos energéticos (allí donde existan), unido a bajos niveles demográficos o a situaciones sanitarias degradadas, hará que, virtualmente, esos países dejen de existir. Buena parte de África, especialmente en el interior, sufrirá (está sufriendo ya) este proceso en los próximos años. Algunos países del mundo árabe seguirán análogo proceso cuando las reservas petroleras terminen agotándose y si en el curso de las dos próximas décadas, esos países (y sus “príncipes” de las Mil y una Noches) no son capaces de crear industria o modos de riqueza alternativos.

Esto por lo que se refiere a los beneficiarios de la globalización (oligarquías, no pueblos). En cuanto a los actores energéticos su problema tiene mucho que ver con la problemática espacio-tiempo que hemos tratado antes. Esos actores tampoco son “nacionales”, si bien dependen de “espacios nacionales”. Las compañías explotadoras del petróleo actúan en horizontes muy diferentes, frecuentemente en los cinco continentes. Los elevados costos de explotación absorben buena parte de los beneficios que obtiene. Esto ha terminado por desaconsejar la existencia de un sector petrolero nacionalizado: las inversiones son tales que terminan desequilibrando a las naciones que lo intentan. Por otra parte, la explotación y comercialización de estos productos precisa un mecanismo de gestión eficaz y ágil y no puede estar en manos de sectores públicos que, especialmente en el tercer mundo, están sometidos a la corrupción, a los cambios políticos constantes y a una falta absoluta de estrategias a medio y largo plazo. El período en el que las “Siete Hermanas” se repartían el comercio mundial del petróleo terminó hace ya tres lustros, más o menos con el final de la Guerra Fría. Pero también en este terreno existe un hecho nuevo: han aparecido nuevas compañías petroleras que tienden a nacer, desarrollarse, fusionarse con otras, para ver cómo en otro lugar se repite el fenómeno. El hecho nuevo es que no se trata de compañías explotadores de hidrocarburos “químicamente puras”, sino que en su inmensa mayoría dependen del capital financiero, han sido creados por él o están ligados a consorcios empresariales que nada tienen que ver con el sector petrolero, sino que incluso proceden de otros sectores muy diferentes como el de la alimentación.

El hecho es que en las bolsas de valores cualquier particular puede comprar y vender acciones de cualquier compañía. En realidad, estas operaciones son insignificantes y sin apenas repercusión global –salvo en períodos de “avalanchas” hacia determinados productos del mercado bolsista (las “puntocom” en su momento)-. No es el pequeño inversor el que decide el destino de la bolsa, sino los grandes inversores (los únicos cuyas operaciones son registradas por las pantallas de las bolsas en tanto se consideran demostrativas y decisivas para la subida y bajada de tales o cuales acciones). La historia del “juego de la bolsa” es siempre el mismo desde que se fundaron: la dinámica infernal y repetitiva consiste en recoger el dinero de pequeños inversores que venden en momentos de crisis a los grandes inversores (los únicos que tienen fondos de resistencia para aguantar en esos tiempos). Así, las pérdidas no las pagan los grandes consorcios… sino los pequeños inversores.

En el momento actual, las acciones de las petroleras están ligadas a consorcios industriales y bancarios siguiendo el proceso de acumulación de capital que ya adivinaba Marx desde su mesa de la biblioteca de Londres cuando veía como se fusionaban industrias creando nuevas sociedades anónimas, o bien casando a sus vástagos…

La cuestión es que los beneficiarios de la globalización y los actores energéticos… son, básicamente, los mismos. No todos los beneficiarios tienen directamente relación con los actores energéticos, pero sí que la mayoría de beneficiarios están íntimamente ligados, directa o indirectamente, a estos sectores. Así pues, más que hablar de una “arista”, estamos aludiendo a un ángulo romo.

La importancia y el peso de este ángulo irá creciendo en el futuro próximos. Tal y como está configurado nuestro mundo tenderá a crecer en los próximos años. La sustitución del petróleo por energía de fusión no puede sino retrasarse entre 25 y 35 años. Parece problemático que, dados los actuales consumos energéticos, las reservas actuales de petróleo puedan prolongarse durante tanto tiempo. Así pues habrá que recurrir a soluciones derivadas del cultivo de oleaginosas (para la fabricación de biodiesel) o bien a estimular la producción de alcoholes (etanol), o bien al tratamiento de pizarras y arenas bituminosas (gasolinas sintéticas).

A decir verdad, la crisis energética demuestra una cosa, como mínimo, sorprendente. Si tenemos en cuenta que los hidrocarburos han tardado millones de años en formarse a partir de masas orgánicas sumergidas, lo cierto es que en los últimos 150 años hemos agotado este “pasado”. Simplemente han bastado 150 años para consumir, y por tanto destruir, un patrimonio acumulado durante millones de años. Puede entenderse que hayamos dicho al principio de este ensayo “provisional” que existen civilizaciones del espacio y civilizaciones del tiempo: la civilización moderna se ha “comido” –literalmente- millones de años de paciente acción de la naturaleza.

12) Los beneficiarios de la globalización con la neodelincuencia.

Existe un sector de beneficiarios de la globalización completamente delincuencial. Determinadas formas de delitos serían imposibles sin la libre circulación de delincuentes en determinadas áreas del planeta, especialmente en el Primer Mundo y, más en concreto, en la Unión Europea. Un kilo de heroína puesto en el interior del espacio Schengen puede llegar a cualquier punto de Europa sin ningún obstáculo; una banda de delincuentes puede dar golpes en un país concreto y, cuando ya está demasiado “machacado”, pasar a otro sin dejar rastros hasta que nuevamente se produzca la saturación. Una reforma en el código penal de un país, que atenúe las penas para determinados delitos, puede operar como “efecto llamada” para delincuentes de todas las latitudes. La globalización ha allanado el camino de la delincuencia. Nunca como ahora las bandas actúan con tanta libertad y, paradójicamente, a pesar de los mecanismos de seguridad del Estado, cada vez más reforzados, nunca han operado con tanta tranquilidad y seguridad.

Para colmo, los Estados europeos viven todavía el frenesí progresista que ha supuesto desde hace treinta años una verdadera parálisis de los mecanismos penales. La idea dominante –hoy en vías de desaparecer- es que el delincuente es víctima de circunstancias sociales, en lugar de –como suele ocurrir- culpable de vivir fuera y al margen de la ley. Así pues, la tendencia general es a priorizar la “reinserción” del delincuente en lugar del resarcimiento a la víctima. Este sistema ha fracasado estrepitosamente en el momento que se han producido las oleadas de inmigración masiva que han operado un verdadero “efecto llamada” sobre la delincuencia. Como siempre, mientras que los afectados –la ciudadanía- perciben el problema desde hace años, la clase política reacciona con una lentitud exasperante y una falta de decisión insultante para los electores.

En realidad, este problema resulta extremadamente preocupante. Los beneficiarios de la globalización viven de espaldas a la delincuencia en la medida en que la delincuencia no está en condiciones de llegar hasta los “fortines” donde viven. Entre la delincuencia rige la ley del mínimo esfuerzo: el blanco a expoliar no es aquel al que se le pueden sustraer más botín, sino aquel otro que resulta más fácil de saquear.

No es que los beneficiarios de la globalización cooperen con la neodelincuencia; de hecho, como máximo, solamente se han dado este tipo de relaciones entre los medios de la finanza y las capas altas de la delincuencia y el narcotráfico. Lo que supone esta arista es algo muy diferente: es una zona neutra en la que los beneficiarios de la globalización en el Primer Mundo, cínicamente, dejan que la neodelincuencia actúe a sus anchas, en la medida en que las víctimas “son otros”. Sin embargo, en el Tercer Mundo la delincuencia amenaza más directamente a los beneficiarios de la globalización (en Colombia este sector aporta el mayor contingente de secuestrados) y todavía sería peor, probablemente, si el cáncer progresista hubiera calado más hondo en el terreno de códigos penales permisivos y un sistema penitenciario basado en la rehabilitación.

Pero hay algo mucho más grave que todo esto. Lo cierto es que determinadas prácticas económicas realizadas por los beneficiarios de la globalización son propiamente delincuenciales. Los últimos años de liberalismo salvaje han hecho olvidar la existencia de “delitos sociales”. Existen delitos ecológicos en boca de todos, pero apenas nadie recuerda los delitos sociales. Lo obvio es que la destrucción de puestos de trabajo en Europa y la contratación de trabajadores-esclavos en zonas en expansión, no es un delito social, sino dos… Por otra parte, es rigurosamente cierto que existen delitos ecológicos, pero, no tanto en Europa donde el nivel de conciencia ecológica es muy alto, como entre los actores emergentes que tienen prisa por incorporarse al pelotón de cabeza de los países industrializados sin importarles en absoluto los daños medioambientales. Y eso también puede ser considerado como mera delincuencia. Como delincuencia es, igualmente, la destrucción del tejido industrial en Europa y su traslado allí  donde la permisividad y la lasitud de las autoridades permiten producir de manera más salvaje y a menor coste. Eso también es delincuencia.

Así pues, lo que en última instancia tenemos es el lento, pero constante, deslizamiento de franjas cada vez más amplias de los sectores beneficiados por la globalización hacia la neodelincuencia; no, desde luego, la delincuencia de antifaz y ganzúa, sino un tipo de delincuencia caracterizado por su falta de escrúpulos a la hora de planificar la estrategia de sus negocios.

(c) Ernesto Milà - infokrisis - infokrisi@yahoo.es

Doce años que cambiaron la geopolítica. (VI de VII). 5. Las doce aristas del mundo cúbico (a)

Doce años que cambiaron la geopolítica. (VI de VII). 5. Las doce aristas del mundo cúbico (a)

Infokrisis.- En nuestro análisis pormenorizado de la mutación que está sufriendo el sistema mundial, llegamos a aspectos concretos. Antes hemos definido la actual situación como el tránsito del mundo esférico al cúbico. Ya hemos definido el significado de cada una de las seis caras del cubo, ahora vamos a abordar el análisis de la problemática de las doce aristas que unen a sus caras.

 

 

5. Las doce aristas del mundo cúbico

Ahora bien, cada una de las caras de este modelo cúbico no es interiormente uniforme. Como en la figura geométrica, existen unas “aristas”, los segmentos de contacto entre cada una de las caras que nos ayudará a entender con más precisión el “mapa” de los tiempos modernos. Las seis caras definen doce aristas.

1) Los damnificados de la globalización con los actores energéticos y científicos.

Los propagandistas de la globalización y aquellos otros que no se sienten con fuerzas de oponerse a la tendencia general, anuncian el fenómeno como aquel en el que todos saldremos beneficiados y nadie resultará perjudicado, como máximo más que en períodos muy breves. Esto se ha demostrado absolutamente falso. Para quienes pierden el tren de la globalización, les resultará muy difícil volver a acceder a él. Así pues existen, lo que hemos dado en llamar, damnificados de la globalización, aquellos que no solamente se benefician del proceso, sino que, además, resultan extraordinariamente perjudicados. Hoy estas mentiras cuestan mucho más de mantener que hace una década. Y dentro de un lustro será mucho más evidente que el rechazo a la globalización no es solamente obra de unas minorías disidentes, crême de la crême de la intelectualidad occidental, antiguos izquierdistas tripudos, canosos y barrigones, y unos cuantos jóvenes díscolos.

En Europa y EEUU, ya han quedado fuera de la globalización amplios sectores sociales sin formación suficiente para competir en el mercado laboral o con una formación inadecuada. Por lo demás, aunque dispongan de esa formación, incluso técnico y científica, eso no les garantiza el acceso al mercado de la vivienda –por ejemplo- ni siquiera a trabajos estables y bien remunerados. La posibilidad de ahorro se esfuma. La seguridad también. En cuando a jóvenes sin esa formación, el trabajo les resulta ya hoy un bien escaso y el salario ni siquiera salva de la precaridad. Además se une otro fenómeno a tener en cuenta. Mientras que los jóvenes del Tercer Mundo han nacido y vivido en plena precariedad, eso mismo no ocurre entre los jóvenes del Primer Mundo que han conocido y vivido, en una abundancia más o menos sostenida y, van a reaccionar mal ante el proceso de pauperización que les aguarda y que solamente será paliado con la caridad pública, los subsidios, el trabajo negro y el apoyo de los padres hasta edades muy adultas. La mutación sociológica que va a tener lugar no puede escapársele a nadie. Por otra parte, estos jóvenes de escasa cualificación laboral, van a tener que competir en el mercado del trabajo con legiones de inmigrantes dispuestos a vender su fuerza de trabajo aún más barata.

En cuanto a las distintas zonas del Tercer Mundo, la situación es mucho peor, incluso. La situación es particularmente grave en África, incluso en las zonas –como Guinea Ecuatorial- en las que el PIB ha crecido más en los últimos años gracias a la existencia de cuencas petroleras. Los contratos firmados por los gobiernos, inevitablemente autoritarios, sanguinarios, dictatoriales y siempre no democráticos, y las compañías petroleras, siempre ha aportado ingresos miríficos para esos países, que, inevitablemente, han sido distribuidos en los entornos del poder. Tales ingresos, por otra parte, han tenido como efecto colateral, el que los gobiernos autoritarios africanos han reforzado sus estructuras y se han aferrado más y mejor al poder, gracias a medidas represivas y a los medios técnicos para reforzar la represión, adquiridos gracias a la riada de ingresos petroleros. Paradójicamente, el petróleo termina siendo una maldición. Situaciones similares se dan en el Cáucaso, Arabia Saudí, Irak y las cuencas petroleras de Iberoamérica.

Pero en donde la bolsa de damnificados por la globalización va a ser más extensa es en aquellos países del Tercer Mundo, especialmente en los países que actualmente tienen las tasas de desarrollo más altas (China, India, Corea del Sur) pero donde apenas existen asociacionismo laboral, unido a una alta demografía. En estos países, los trabajadores están condenados a ser verdaderas máquinas de producir, desconociendo prácticamente lo que son las coberturas sociales y los subsidios de desempleo. Lo exiguo de sus salarios, tampoco les va a permitir vivir una economía que vaya mucho más allá de la de subsistencia.

Los damnificados de la globalización, difícilmente soportarán su situación eternamente. A los países en vías de desarrollo todavía les queda vivir el período de las incipientes luchas sindicales, la organización para la defensa de sus intereses, que la clase obrera europea y norteamericana ya vivió entre 1848 y 1950. Esto no dejará de sembrar el proceso de globalización en los próximos años de inestabilidad social y, muy probablemente, de luchas civiles en esos países.

En cuanto a Europa, en la actualidad, se mantiene todavía el equilibrio, gracias a dos factores de desigual importancia pero igualmente relacionados: de un lado el que los jóvenes se han habituado a vivir con sus padres, retrasan el máximo posible su emancipación y por supuesto el contraer matrimonio y tener hijos. De otro lado, los marginados de la globalización van a tener que competir en Europa con la inmigración. Lo que nos lleva a la segunda arista.

2) Los damnificados de la globalización con los actores tradicionales.

Las dos tendencias espaciales más acusadas del fenómeno globalizador son: de un lado, un fenómeno de Oeste a Este, que supone el traslado de los plantas de ensamblaje de manufacturados de Europa Occidental hacia Asia y de otro lado, un fenómeno de Sur hacia el Norte, protagonizado por la inmigración, tanto hacia Europa Occidental como hacia los EEUU. Estos dos fenómenos son aparentemente contradictorios, pero en su conjunto tienen como resultado el abaratamiento de los costos de producción y de los servicios: al haber más mano de obra a causa de la inmigración, el coste del valor salario disminuye; al mismo tiempo, al haberse desplazado las plantas de montaje a donde los salarios son más bajos y las coberturas sociales inexistentes; así se pretende abaratar los precios para los consumidores del primer mundo especialmente y aumentar los beneficios simultáneamente de los consorcios industriales. A nadie se le escapa que esto puede llevarse hasta cierto límite, pero no más allá.

La idea de los defensores de la globalización es que los puestos de trabajo que se pierdan en el Primer Mundo a causa del traslado de las factorías, se recuperará en otros terrenos de la economía, especialmente en el sector servicios. Pero es una ilusión, por lo demás, peligrosa: las “naciones de servicios” difícilmente podrán estar en condiciones de sobrevivir en caso de que un desajuste en el sistema mundial (a causa de una epidemia, por ejemplo, que interrumpa los flujos comerciales de Este a Oeste, o bien a causa de revueltas e inestabilidad política que pueden estallar en los países “fabricantes”). Bruscamente Europa puede encontrarse con que el abastecimiento de maquinillas de afeitar fabricadas o que las últimas hilaturas radicadas en Europa, no pueden tejer más mantas ni tejidos, que sustituyan a las fabricadas en China a causa de la interrupción de flujos comerciales a causa de una eventual inestabilidad política. Otro tanto puede ocurrir con alimentos traídos del Tercer Mundo. Eso supondría la carestía para Europa, el alza insoportable de los precios y los descontentos sociales que podrían llegar a producir disturbios y aumentar la inestabilidad política haciendo aumentar el peso de las opciones radicales y concluyendo en Europa el período histórico iniciado tras la II Guerra Mundial en la que el sistema se mantenía gracias a una columna de centro-derecha y otra de centro-izquierda que se iban alternando en la gestión del poder.

El fenómeno de la inmigración masiva no hay que olvidarlo como germen de futuros conflictos étnicos, religiosos y económico-sociales en la UE y en los EEUU. La inmigración ha resultado ser un fenómeno globalmente negativo, desde el momento en el que ha sido instrumentalizado –como veremos- por las mafias y no respondía ya a las necesidades de las economías receptoras. Desde hace ya muchos años, la inmigración ha llegado en contingentes que el mercado laboral de Europa Occidental ya no podía absorber. El humanitarismo y el progresismo de las clases dirigentes, especialmente de izquierdas que calculaban, en un gesto absolutamente irresponsable e ingenuo que la inmigración se iba a convertir en la “nueva clase obrera”, que actuaría como electorado de sustitución a la clase obrera europea tradicional, cada vez más conservadora y progresivamente reducida, ha constituido el gran “efecto llamada” que se registra desde principios de los años 80 y que solamente hace siete años hizo sentir sus primeros efectos en España.

Problema étnico-identitario, problema social, problema de integración cultural, problema religioso en el caso de los musulmanes, a todo ello, además, se unen profundos desajustes generados por la imprevisión de las autoridades: en España en apenas ocho años han ingresado cinco millones de inmigrantes. Este contingente, sin precedentes en Europa, explica la inmensa mayoría de los desajustes que está sufriendo nuestro país: en el terreno de la educación, en la seguridad ciudadana, en el alza de los precios de los alquileres y de la vivienda de compra, en el aumento del consumo de energía eléctrica (con los subsiguientes cortes del suministro en períodos álgidos del invierno), en el aumento desmesurado de los costes de la sanidad pública y del déficit que en este terreno tienen las comunidades autónomas, en la violencia doméstica, en la sobrecarga brusca del aparato de justicia, del aparato penitenciario, en el aumento brutal de los presupuestos de asistencia social…

Esto es lo sorprendente: que la inmigración ha generado todos estos desajustes, que el Estado ha debido financiar y enjugar (es decir, gracias a la contribución impositiva de todos los españoles), algo que solamente ha repercutido positivamente en sectores empresariales muy concretos: en la patronal de hostelería, en la patronal de la construcción, en la patronal agraria, y en el sector de telecomunicación e hipotecario… En otras palabras: los prejuicios de la inmigración nos afectan a todos, los beneficios solo a unos pocos.

La misma perspectiva se da en otros países europeos y en EEUU. El límite extremo de este proceso no puede ser otro más que las repatriaciones forzadas y la interrupción del efecto llamada mediante políticos “brutales” de reversión del fenómeno que ya empiezan a despuntar en países como Suiza que, por referéndum, ya permiten el encarcelamiento de inmigrantes entrados ilegalmente. La inmigración es uno de los grandes problemas que van a tener que afrontar los Estados occidentales y que, más vale que todos nos vayamos haciendo a la idea, de que va a causar tensiones desconocidas desde hace décadas.

3) Los damnificados de la globalización con los actores emergentes.

La cara del cubo correspondiente a los actores geopolíticos emergentes tiene en su parte superior a las élites económicas y financieras de esos países y en su parte media y superior al resto de la población. En estos países la característica sociológica principal es que el desarrollo económico se ha iniciado sin que existiera una clase media potente. Esto ha impedido el que se consolidaran democracias formales, más o menos estables. Salvo la India –en donde, por lo demás, la corrupción, como veremos, es omnipresente y supera a los estándares occidentales- en el resto de lo que hemos llamado “actores emergentes” no se perciben más que tenues rastros de democracia representativa. Y eso seguirá así, mientras no exista una clase media potente tanto desde el punto de vista cultural como desde el punto de vista político.

El argumento que sostiene que la evolución del capitalismo en Europa se produjo en idénticas circunstancias, es falso y mendaz. En principio, cuando el capitalismo irrumpió en Europa ya existía un burguesía pujante derivada del poder gremial del Renacimiento y del ejercicio del comercio durante generaciones. Además, tras este poder, existía un poder cultural –la ilustración primero, la masonería después- que se convirtió en un verdadero laboratorio de ideas y proyectos. Cuando irrumpió el capitalismo en Europa, lo hicieron también movimientos utopistas, carbonarios, socialistas y comunistas utópicos, libertarios, que, frecuentemente, no estaban solamente compuestos por miembros de las clases trabajadoras, sino que, inicialmente, con mucha más frecuencia, correspondían a intelectuales, miembros de la alta burguesía y de la burguesía media, que, frecuentemente, terminaron siendo empresarios dotados de un sentido humanista. La imagen de las hilaturas inglesas con niños trabajando 18 horas al día, constituyó solamente un momento –por lo demás, muy puntual- del capitalismo inglés pre-victoriano, en absoluto una constante. En muchos de los capitalistas de la primera revolución industrial existía, o bien la influencia de la doctrina social de la Iglesia (que condenaba la explotación, el hacinamiento, el sobreesfuerzo, el trabajo de menores, la falta de coberturas sociales) y el hecho de que muchos de estos capitalistas, estaban influidos por ideas sociales de tipo progresista. La existencia de “colonias industriales” en el último tercio del siglo XIX y la primera mitad del XX, supuso que el empresario, no solamente daba trabajo, sino que también aportaba seguridades de vivienda, enseñanza para los hijos, economatos, etc. Por otra parte, hay que recordar que la oposición al reconocimiento del sindicalismo fue más fuerte en los países anglosajones que en la Europa continental.

Estos motivos hicieron que el “arranque” del capitalismo en Europa –aun cuando no hay que olvidar las situaciones de explotación, e incluso de sobreexplotación que se dieron en algunos casos o, lo que es peor, de pistolerismo patronal frente a los brotes de anarcosindicalismo y de pistolerismo obrero que también existieron- fuera mucho más “sostenible” que el desarrollado en la actualidad en los países del Tercer Mundo. En efecto, en estos países, por los motivos que sean, no existe una burguesía nacional digna de tal nombre. La clase media está casi por completo ausente, o bien, como es el caso de Iberoamérica, las oscilaciones político-económicas, la han, literalmente, desmantelado y reducido a la mínima expresión, o bien han iniciado un proceso de proletarización del que ya no pueden salir.

Junto a la práctica inexistencia de clase media, en los actores geopolíticos emergentes encontramos otro factor sorprendente y destacable: la polarización extrema de las rentes, entre una minoría extremadamente rica a un lado y otra extremadamente pobre a otro. Nosotros mismos percibimos esta realidad a principios de los años 80 en Iberoamérica: bastaba situarse en el centro del Country Club de Caracas, situado en el lugar más lujoso y exclusivo de la capital, para mirar alrededor y percibir como la ciudad estaba rodeada por un cinturón de miseria que volvimos a encontrar en Lima, en donde desde el aeropuerto de la ciudad hasta la acera inmediatamente anterior del Hotel Sheraton era una sucesiòn interminable de barracas y chabolas pobladas por depauperados, o bien en Bogotá donde desde lo alto del hotel Tequendama podían percibirse los barrios depauperados situados a pocos metros, por no hablar de los barrios de Obrajes y Calacoto de la capital boliviana, que contrastaban por su opulencia con los altos que rodean la ciudad, poblados por mestizos e indígenas. Hemos visto idénticas paisajes en prácticamente toda África subsahariana y en la inmensa mayoría de países árabes. La constante de estas zonas es que sólo parece haber lugar para los muy ricos o para los muy pobres, estando las clases medias, reducidas al mínimo. Y, en el actual estado de cosas, el crecimiento de la clase media solamente se está produciendo de manera muy lenta y limitada, sin excluir que puedan ocurrir eventuales recesiones.

La inestabilidad climática que, más o menos, se vive en todo el planeta, genera migraciones constantes del campo a la ciudad: en Marruecos se sabe que cada año de sequía –y van varios- genera la migración de medio millón de campesinos a los arrabales de las grandes ciudades. Pero el fenómeno es universal: lo encontramos entre los campesinos ecuatorianos, peruanos y bolivianos, lo volvemos a encontrar entre los campesinos chinos e hindúes, en Turquía y Senegal…

Lo que hemos dado en llamar “actores emergentes” basan su desarrollo en el comercio y las manufacturas esencialmente. Esto hace que los beneficios obtenidos puedan invertirse en sectores estratégicos, empezando por el armamentístico. En realidad, los actores emergentes tienden a ser potencias militares de alcance regional (China, India, Corea del Sur, Irán, Venezuela, Brasil…) que tienden a desarrollar una industria bélica propia. Es precisamente el rearme de estos países el que multiplica su importancia estratégica mucho más allá de su importancia productiva. El paradigma de estos países es, desde luego, Irán y su campaña de rearme nuclear y convencional.

Este grupo de países sufre una deficiencia notable: carecen de experiencia en los terrenos del desarrollo. Al anteponer el desarrollo económico a cualquier otra necesidad, corren el riesgo de generar a corto plazo catástrofes mediambientales similares a las que sacudieron las dos últimas décadas de la URSS en la zona del mar de Aral. Por otra parte, el abandono sistemático de tierras de cultivo corren el riesgo de convertirse en un factor de modificación del clima, con tanto impacto como la tala sistemática de árboles en la Amazonia o la negativa a aplicar el protocolo de Kyoto por parte de los EEUU.

Buena parte de estos países, además, son productores de inmigración. Una inmigración que se va para no volver. La mayoría de inmigrantes, al llegar a Europa, permanecen absolutamente fascinados por lo que aquí encuentran, especialmente porque, aun a pesar de existir focos incipientes de racismo, su nivel de vida y su dignificación como personas, son incomparables con las situaciones de opresión, miseria, desprecio, violencia y abandono, que vivieron en sus países de origen. Por eso muchos entran, pero pocos quieren volver. Países como Bolivia o Ecuador han perdido el 25% de su población en apenas diez años en flujos migratorios orientados hacia distintos horizontes. Otros, como los del Magreb, quedarían, literalmente, vacíos, si todos los que desearan irse (más de un 50% de la población) pudiera hacerlo. De todos los países del mundo, sin duda Colombia, es el que registra una intención migratoria mayor de todo el mundo. Nuestra experiencia directa nos induce a pensar con poco margen de error, que entre el 75 y el 80% de la población colombiana desearía emigrar a cualquier lugar del Primer Mundo, aun sin saber exactamente lo que iban a encontrar allí.

Los países emergentes aportan impresionantes contingentes de población situada en la arista con los damnificados de la globalización. Esa arista representa la convergencia de la miseria entre los que no tienen nada y pertenecen a países en los que no son nada y aquellos otros excluidos de sus propios países y erradicados de la más mínima posibilidad de promoción.

4) Los damnificados de la globalización con la neodelincuencia.

Al igual que la arista anterior la que une a los damnificados de la globalización con la neodelincuencia es particularmente evidente. La falta de perspectivas económicas, lo poco rentable de la mayoría de los cultivos, y la precariedad, hace que el instinto de supervivencia se imponga sobre la ética y la moral. Cada vez más, gentes que, en condiciones normales, jamás habrían entrado en los circuitos de la delincuencia, terminan por engrosar en niveles de base, las filas de la neodelincuencia. La necesidad crea el órgano y cuando se trata de la supervivencia, cualquier posibilidad, por peligrosa que sea, termina siendo considerada.

El drama estriba en que mientras unos sectores de los países en vías de desarrollo termina en la inmigración o en la pauperación, otra, menor en número, pero no desdeñable, ingresa en los circuitos de la delincuencia. Sería impensable que los carteles del narcotráfico tuvieran el peso que han llegado a tener, de no ser por lo rentable del cultivo de la coca. Los proyectos de sustitución de éste cultivo por otros, de carácter convencional –como el café- no han logrado cuajar: el beneficio que aporta la coca es mucho mayor. En los años 80, la guerrilla marxista-leninista-alucinada de Sendero Luminoso llegó a pagar por anticipado los cultivos de coca a los campesinos de Ayacucho. Para el campesino afgano, el cultivo de la adormidera es un negocio mucho más rentable que cualquier otro, y otro tanto ocurre para el rifeño marroquí, que, además, goza del apoyo de un decreto de Mohamed V, abuelo del actual monarca, para cultivar hectáreas de hachís a su antojo. En general, estos campesinos no salen de la pobreza gracias a estos cultivos, pero si es rigurosamente cierto que viven mucho mejor que quienes han decidido solamente trabajar cultivos “lícitos”.

Gracias a la pobreza de los campesinos, el narcotráfico encuentra fácilmente su materia prima. Y la paga bien. Ni el cultivo de la naranja en Marruecos, ni el del café en Colombia, Bolivia o Perú, ni el de los cereales en Afganistán, suponen el nivel de ingresos que el de los cultivos “ilícitos” que caracterizan a todos estos países. Por otra parte, la propuesta que ha recorrido transversalmente distintos gobiernos bolivianos sobre la posibilidad de que el Estado, a través de un “Estanco Nacional”, comprara a precio de mercado la totalidad de la producción de hoja de coca y la orientara hacia la industria farmacéutica, los refrescos, el consumo interior o cualquier otra aplicación “lícita”, es ilusoria: tanto el Estado Boliviano, como cualquier otro, son extremadamente débiles como para pensar que podrían asumir esta tarea. Todo lo contrario: los niveles de corrupción y la debilidad endémica de todos estos estados les haría imposible cumplir su cometido.

No hay que olvidar que tras el negocio de la droga –que en la actualidad mueve tanto dinero como el del armamento- ya no se encuentran pequeños núcleos de delincuentes que actúan amparados en sus propios recursos, sino carteles propietarios de grandes recursos económicos y, frecuentemente, capaces de rivalizar con los Estados en los que desarrollan su actividad. El narcotráfico es hoy un inmenso poder económico y coercitivo, en el Primer Mundo y, no digamos, en sus países de origen. Las industrias delictivas han pasado de un nivel artesanal a un nivel multinacional, implicando esta transformación una formidable acumulación de capital y de poder. Por eso, determinado tipo de delincuencia ya no puede ser tratado, medido, ni llamado como la anterior: estamos ante nuevos tipos de delincuencia. Por eso le hemos llamado “neodelincuencia”.

La mafia siciliana, la n’dragheta calabresa, la camorra italiana, la garduña sevillana, todo el bandolerismo español del siglo XVII-XIX, etc., eran asociaciones de autodefensa de esas comunidades, situadas al margen de la ley, pero integradas en la dinámica de esas sociedades. Puede entenderse este tipo de actividad fuera apoyado y considerado como “propio” en esas comunidades. Nada de todo eso caracteriza hoy a la neodelincuencia. Ni siquiera los carteles de la droga actuales tienen mucho que ver con los que aparecieron a finales de los años 70. Hasta que las necesidades de financiación de la contra nicaragüense abrieron un canal al tráfico de cocaína desde Colombia a los guetos negros, los “narcos” colombianos se encontraban en un desarrollo artesanal. Había destacado algún pequeño y excéntrico líder, pero, en general, solamente puede hablarse de narcotráfico internacional a partir de 1983. El proceso de formación de los carteles de Medellín y Cali, supuso el tránsito a la etapa industrial. Pero, la acción policial combinada logró desmantelar lo esencial de dichos grupos delincuenciales. Hacia mediados de los años 90, se produjo la recomposición del narcotráfico sobre la base de carteles mucho más discretos que no solamente agrupaban a los “delincuentes” que sobre el terreno compraban la materia prima, la procesaban, la transportaban y la distribuían, sino que apareció la “neodelincuencia” formada por asesores financieros, policías y magistrados corruptos, dirigentes políticos financiados por los narcos, que les abrían puertas, les daban seguridades, los cubrían y les facilitaban información privilegiada para sus inversiones.

Cuando los EEUU propagaron su teoría sobre los “Estados Canallas” y los “Estados Gamberros”, incluían en los primeros a aquellos que habían caído en manos de los narcotraficantes y daban como ejemplo a la República Islámica de Afganistán controlada por los talibanes. Era falso. De hecho, los talibanes lograron que la producción de adormideras se redujera a mínimos históricos. Ha sido luego, tras la invasión norteamericana, cuando el gobierno de Karzai no ha podido impedir –o, simplemente, no le ha interesado- el recrudecimiento del cultivo de la droga.

Lo que sí resulta rigurosamente cierto es que en Colombia –y no solamente en Colombia, sino con mucha más frecuencia incluso, en África- existe una colusión entre movimientos guerrilleros y delincuencia vinculada al narcotráfico. Desde hace un década las distintas guerrillas colombianas, siguiendo los pasos de la guerrilla peruana de Sendero Luminoso, se convirtieron en “narcoguerrillas”: la primera –y casi única actividad- de las FARC, por ejemplo, consiste en escoltar a un lado y otro lado de la selva a camiones que trasportan cocaína ya procesada hacia los centros de distribución. Por supuesto, cobran sus servicios, hasta el punto de que algunos narcotraficantes prefieren tener a su disposición, guerrillas contra guerrilleras –las Auto Defensas Cívicas- con la misión de hostigar, alejar y liquidar a las FARC, a precio de mercado, es decir, mejorando la oferta de “protección” de éstos últimos.

El panorama se complica todavía más cuando individuos que han recibido entrenamiento militar y están preparados para actuar con disciplina inexorable, muchos de ellos veteranos de guerras del Cáucaso y de los Balcanes, se integran a la vida civil. En el ejército han pasado experiencias y adquirido conocimientos que no pueden aplicar a la vida civil. Muchos de ellos carecen de estudios suficientes para poder reciclarse en trabajos que no sean del incipiente sector de la seguridad. Otros no están dispuestos a trabajar jornadas interminables en puestos difíciles, peligrosos y mal retribuidos, como escoltas, porteros de discoteca, vigilantes jurados y demás, así que optan por el camino de la delincuencia; se integran en bandas paramilitares, algunas de ellas, como el Ejército de Liberación de Kosovo, tuvo, vagamente, un origen político, pero en el momento en que desaparecieron las circunstancias políticas, la delincuencia kosovar llegó hasta España.

En general, los damnificados de la globalización tienden a ocupar los estratos más bajos de la neodelincuencia y se convierten en la carne de cañón de la misma. Y este proceso es tanto más rápido cuanto más acelerado es el proceso de empobrecimiento del Tercer Mundo y aumenta el número de desfavorecidos de la globalización, incluso en el Primer Mundo.

5) Los actores energéticos con los actores tradicionales.

El mundo de los hidrocarburos cobró forma a principios del siglo XX cuando el motor de explosión empezó a generalizarse y a partir de la Segunda Guerra Mundial, la victoria o la derrota de los ejércitos, se demostró que tenían mucho que ver con el control de las pozos petroleros. La victoria sonrió a las potencias aliadas en función de dos factores principales: el papel de los EEUU, resguardados de cualquier ataque por parte de las potencias del Eje y la seguridad en el suministro petrolero (Bakú, Texas, Golfo de México), mientras que las potencias del Eje se vieron castigadas dramáticamente con las limitaciones de recursos petroleros (Ploestri en Rumania y las pizarras bituminosas de Prusia Oriental). Los EEUU extrajeron consecuencias de esta situación y pactaron el mantenimiento de la dinastía de los Saud en Arabia Saudí, a cambio de la garantia de suministro de petróleo. Diez años después de concluir la Segunda Guerra Mundial, el suministro de petróleo ya se había reorganizado. Las “siete hermanas” (las grandes compañías petroleras hasta los años 90) acometieron la explotación sistemática de los pozos petroleros, utilizando capital occidental. Por su parte, la mayoría de los países productores de petróleo se organizaron en la OPEP que jugó un papel capital en la regulación de los precios y de los volúmenes de extracción, alcanzado su momento álgido con motivo de la primera crisis del petróleo en 1973, tras la Tercera Guerra Árabe-Israelí. La OPEP estableció cuotas de producción, dirigió flujos petroleros, reguló los precios y, así, contribuyó a la estabilidad del sistema mundial y, especialmente, garantizó la regularidad en el suministro de energía a precio estable hacia el Primer Mundo. La URSS, por su parte, era autosuficiente en materia energética y la industria formaba parte del gigantesco conjunto estatizado propio de una economía comunista.

El hundimiento del superpetrolero “Torrey Canyon”, en 1969, provocó la primera marea negra y supuso el primer momento de concienciación ecológica, justo en el momento en que empezaban a generalizarse la aplicación pacífica de la energía nuclear. A esto se unió el impacto de la crisis del petróleo en 1973. Estos dos hechos hicieron que algunos empezaran a advertir los riesgos de depender exclusivamente del petróleo y el carbón, primeros productores de polución atmosférica y con riesgo de agotamiento. Entre 1969 y 1989, la energía nuclear se consideró la más ventajosa alternativa a los combustibles fósiles. Sin embargo, a partir del desastre de Chernobil, la abolición de la energía nuclear se convirtió (especialmente en el Primer Mundo) un slogan electoral, asumido primero por los ecologistas, luego por la izquierda progresista y más tarde por la derecha conservadora. Hasta que en el Forum 2004 de Barcelona, el ex presidente soviético Gorbachov, reivindicara la necesidad de la energía nuclear para asegurar el crecimiento económico, cuando ya se advertía el punto de inflexión entre un consumo petrolero en crecimiento continuo y el descenso en el hallazgo de nuevos pozos petroleros, la energía nuclear estuvo prácticamente proscrita en el Primer Mundo, incluso hoy se siguen cerrando centrales, mientras que en el Tercer Mundo –especialmente en China- prosigue la construcción de nuevas.

La contradicción estriba en que mientras la energía nuclear se muestra a medio plazo como la única posibilidad de obtener energía a precio asequible, en tanto los proyectos de energía de fusión no puedan concretarse y comercializarse (lo cual no ocurrirá antes del 2035 ó 2040), la “conciencia ecológica” (más o menos superficial) de las poblaciones acomodadas del Primer Mundo, impide que cualquier gobierno resuelva abordar la construcción de nuevas centrales nucleares, salvo que esté dispuesto a asumir los costes electorales de la decisión. En estas condiciones, el futuro energético del Primer Mundo, especialmente de Europa, se presenta como problemático.

6) Los actores energéticos con los actores emergentes.

A partir de finales de los años 90 se produce un fenómeno importante: el cambio político en Venezuela con el consiguiente ascenso del presidente Chávez al poder. Si tenemos en cuenta que Venezuela es el principal exportador de petróleo a EEUU (por la proximidad), el papel “díscolo” de Chávez impulsó a los EEUU a promover nuevas prospecciones petroleras especialmente en la plataforma costera de África Occidental. Pero el cambio venezolano no iba a venir solo. Venezuela no era el único productor de petróleo que había sufrido un cambio político. Casi veinte años antes se había producido el derrumbe de la monarquía iraní y su sustitución por un régimen fundamentalista religioso. Irán es un productor petrolero de segunda división, pero a partir de 2002, la creciente escasez de petróleo, ha tendido a realzar su papel.

En 2003, se produjo un acercamiento histórico entre los gobiernos venezolano e iraní, al que pronto se sumó el cubano y, más tarde, el boliviano. A partir de ese momento, Cuba recibió suministro gratuito de petróleo venezolano. El ascenso al poder de Evo Morales y la intervención de la industria petrolera, supuso un nuevo refuerzo para este “eje”.

Por otra parte, desde principios de los años 80, la OPEP –los productores tradicionales de petróleo- se iba debilitando, por la defecciones interiores y, especialmente, por el ascenso de la producción de países que no estaban integrados en dicha organización. Hoy, la OPEP representa un canal de producción minoritario en relación al total de las extracciones petroleras mundiales, realizadas al margen de sus directrices.

Por esto, la arista formada por los actores geopolíticos emergentes y los actores energéticos es hoy más importante que nunca. Todo induce a pensar que en los próximos años el eje propulsado por Venezuela va a ir aumentando y que los principales beneficiarios serán los actores políticos emergentes. A nadie se le oculta que Hugo Chávez practica un antiamerianismo radical que le lleva a apoyar cualquier iniciativa surgida del antiguo Tercer Mundo, y especialmente se siente próximo de países que, por algún motivo, mantienen polémicas con los EEUU.

La línea de tendencia en este momento consiste en que algunos productores de petróleo no integrados en la OPEP se sienten solidarios con los actores emergentes o bien ellos mismos lo son.

Por otra parte, los actores geopolíticos emergentes precisan, cada vez más, mayores recursos energéticos. La falta de experiencia de algunos en política internacional y, especiamente, la particular problemática interna de la mayoría (con fuerte presencia de movimientos religiosos fundamentalistas, o bien con problemas sociales agudos e irresolubles) hace imposible prever cuáles van a ser los desarrollos de este conflicto. ¿Cómo puede reaccionar China si se ve acosada por intentos de desestabilización norteamericanos (a partir del Tíbet, del Turkestán chino, del Falung Gong o de la disidencia interior) y ve su crecimiento económico estancado? ¿cómo puede reaccionar India si su adversario geopolítico tradicional, Pakistán puede ser espoleado a crearle problemas en la región de Cachemira? ¿cómo puede reaccionar Irán si el gobierno norteamericano aumenta su presión por la cuestión de su proyecto nuclear? O lo que es mucho más inquietante: ¿cómo puede reaccionar el nuevo “eje del mal” formado por Hugo Chávez en cuanto se produzca un inevitable ascenso de partidos similares al MAS boliviano en los países andinos?

Si la energía es el puntal del desarrollo, los países en vías de desarrollo son los que, desde luego, no pueden renunciar al suministro energético y detener su crecimiento económico, so pena de que se produzcan situaciones de inestabilidad interior absolutamente insuperables.

 

Doce años que cambiaron la geopolítica. (V de VII). 4. El modelo cúbico y sus caras

Doce años que cambiaron la geopolítica. (V de VII). 4. El modelo cúbico y sus caras

Infokrisis.- El modelo que proponemos para entender el proceso globalizador es el cubo regular de seis caras. A cada una de estas caras le puede ser ubicada un actor geopolítico o económico-social. En esta entrega abordamos las características de cada una de las seis caras de este cubo. ¿Por qué un cubo? Siguiendo a Guénon, podemos decir que hasta ahora el mundo ha "tenido la forma de una esfera", el sólido más perfecto, en el que cada uno de los puntos de su superficie distan lo mismo del centro y puede desplazarse con el menor coste de energía en todas las direcciones del espacio. Sin embargo, en las últimas décadas el mundo ha tendido a "solidificarse". Por eso consideramos que su mejor representación es el cubo: la más sólida y estática de todas las figuras de la geometría de los volúmenes.

 

4. El retorno de la geopolítica: el mundo cúbico y sus caras

La aceleración de la historia tiene como efecto la contracción del espacio. La irrupción de nuevos fenómenos tecnológicos y económicos ha producido el fenómeno del “aplanamiento” del mundo. Y todo eso, operado en apenas 12 años, es considerado por algunos como extraordinariamente “positivo”. Permítasenos dudarlo: de hecho, es cierto que el mundo se ha empequeñecido –desde que se inició el boom de las comunicaciones al concluir la Segunda Guerra Mundial-, pero también es cierto que el mundo se ha solidificado y, en consecuencia, se ha fragilizado. Vamos a ver estos procesos.

En realidad, el mundo no se ha “aplanado”, si consideramos algún aspecto más allá del meramente económico. Lo que sí es rigurosamente cierto es que se ha producido un “morfing” geométrico. La esfera se ha transformado en cubo.

El mundo estaba configurado como una esfera en la que cada civilización tenía las mismas posibilidades que las demás en destacar y mostrarse competitivas. En unos períodos de la historia, los avances y progresos aparecían en unos lugares y siglos después lo hacían en lugares distantes; en otros emergían algunas civilizaciones sobre otras, pero en períodos posteriores, el centro emisor de cultura aparecía en otro lugar; solamente en el siglo VI a de JC se produjo uno de esos momentos extraños en la historia en el que, prácticamente, en todo el mundo se produjeron fenómenos culturales paralelos, pero en el resto de períodos, existió una alternancia de civilizaciones. Estas nacían, crecían, decaían y morían sin solución de continuidad. Luego, en otro punto del planeta, el proceso volvía a repetirse. Solamente en tiempos modernos se ha creído posible sustituir toda esta dinámica por el concurso de la economía globalizada. La esfera en la que cada parte tenía igualdad de posibilidades (pero solamente algunas zonas de la esfera eran capaces en momentos concretos de llevar sus posibilidades a estados de acto) ha dejado de ser fluida. El sólido con mayor movilidad, la esfera, pasa a la forma de cubo, la más estática de la geometría de los volúmenes.

En un “mundo cúbico”, cada una de las seis caras, de las doce aristas y de los cuatro vértices, tiene significados muy concretos, gracias a los cuales puede entenderse perfectamente el momento que estamos viviendo.

Cara Superior.- Representa los intereses de las élites dominantes y de los grupos económicos más favorecidos por el proceso de globalización. Se trata de un grupo extraordinariamente reducido pero que, sin embargo, acapara la mayor parte de la renta. Numéricamente aumenta en muy escasa medida, aun a pesar de que otros países se vayan integrando al pelotón del desarrollo y de la globalización. Estamos hablando de unos pocos miles de individuos, extraordinariamente poderosos, verdaderas máquinas de mover dinero y multiplicar beneficios, casi con una energía inhumana. Una clase que jamás ha existido antes en la historia, producto de la acumulación de capital. Precisamente, su endeblez numérica es compensada por sus extraordinarios recursos económicos y tecnológicos. Menos demografía, más recursos. Carecen de otra ideología política que no sea la del lucro y el beneficio. Los más cultivados y preocupados por dar un sentido a su vida son lectores empedernidos de Ayn Rand, o bien pertenecen a la élite de los círculos neo-conservadores y evangélicos norteamericanos. Pero cometeríamos un error si considerásemos que estos núcleos existen en el antiguo Primer Mundo. En realidad, han surgido por imitación en zonas del antiguo Tercer Mundo (especialmente en China, India, Brasil y los “dragones asiáticos”).

Cara inferior.- Es el reflejo especular de la anterior. Agrupa a los damnificados de la globalización, es decir, a la inmensa mayoría del Tercer Mundo, cuya renta per cápita apenas llega a un dólar al día. Más demografía, menos recursos. No tienen absolutamente ninguna posibilidad de salir de su estado de postración y marginación. Crecen numéricamente a la misma velocidad que decrece su capacidad económica. Están ubicados en la inmensa mayoría de África negra, en buena parte de los países árabes, son los contingentes indígenas y mestizos de Iberoamérica, son los campesinos chinos y las legiones de parias hindúes, pero también las clases europeas empobrecidas, la inmensa mayoría de negros norteamericanos y los blancos pobres, los inmigrantes en el Primer Mundo. Ni tienen sentimiento de “clase” como se les atribuía a los antiguos proletarios, ni mucho menos tienen opciones políticas. Los movimientos antiglobalización, en realidad, apenas son otra cosa que la iniciativa de pequeños núcleos de intelectuales y jóvenes pertenecientes a las clases medias del Primer Mundo.

Primera Cara Lateral.- Aquí están situados los actores geopolíticos tradicionales y las zonas que satelizan. Entendemos que los EEUU y la Unión Europea constituyen el núcleo central del Primer Mundo y desempeñarán en el futuro el mismo importante papel geopolítico que habían desempeñado hasta ahora. En cuanto a Rusia, si bien los 12 años “que cambiaron el mundo” sumieron a este país en la confusión, la pauperización y la centrifugación, a partir del ascenso del poder de Vladimir Putin se ha abordado la reconstrucción nacional rusa que, como mínimo, ha logrado detener la marcha hacia la disolución. Parece difícil que cualquiera de estos actores renuncie a su papel preponderante en la política internacional. Si hasta el 9 de noviembre de 1989 existían dos actores principales (EEUU/OTAN y URSS/Pacto de Varsovia), en los doce años siguientes EEUU queda como único dueño del tablero pero, a partir del 11 de septiembre de 2001, Europa toma conciencia de que los EEUU han iniciado aventuras incontrolables en busca de recursos energéticos para sí mismo. A partir de ese momento ya son tres los actores tradicionales. Pero no son los únicos sino, solamente, los que tienen mayor experiencia acumulada.

Segunda Cara Lateral.- El mundo moderno depende de la cantidad de recursos energéticos disponibles y de los nuevos horizontes de la ciencia. Durante un siglo, la economía mundial ha dependido especialmente de hidrocarburos, pero esta situación no podrá prolongarse más allá de treinta años. Y eso no es todo: a partir de 2001-2002 se pone de manifiesto que las prospecciones petrolíferas y las escasas nuevas reservas encontradas ya no están en condiciones de compensar los aumentos en la demanda. Así pues, la era del petróleo barato ha concluido. Y las consecuencias del fin de esta era se mantendrán mientras no se encuentren fuentes energéticas alternativas (energía de fusión), se tenga el valor de recurrir a fuentes hoy demonizadas (energía nuclear) o el precio del petróleo aumente hasta el punto de hacer rentables nuevamente la explotación de recursos hoy secundarios (carbón). Por otra parte, la criogenia, la nanotecnología y la ingeniería genética relevarán a la informática como motores del mundo, pero sus beneficios solamente serán accesibles para pequeñas minorías. Esto acentuará las diferencias entre la minoría de favorecidos con acceso a estas tecnologías y la mayoría de desfavorecidos a los que les estará vedadas.

Tercera Cara Lateral.- Los nuevos actores geopolíticos emergentes que día a día van ganando peso pueden situarse en esta cara. Durante la Guerra Fría estos actores eran inexistentes o irrelevantes y afrontaban graves problemas interiores, pero a partir de los años 80, y más decididamente en los 90, estos países renovaron sus clases dirigentes, subieron al tren de la renovación tecnológica y liberalizaron sus mercados. China, India, Irán y Brasil figuran entre este pelotón de países. Por el momento, el rasgo más característico es que todos estos países carecen de una clase media amplia, el campesinado todavía forma la parte más importante de su población, existe una pequeña élite tecnológica y científica sobre la que recae el impulso renovador y una concentración de capital suficiente para basar sobre ella un desarrollo industrial, avalado por una clase trabajadora cuyos bajos salarios y escasas coberturas sociales les han convertido en centros mundiales de manufacturas.

Cuarta Cara Lateral.- A partir de los años 80, con el paso del narcotráfico de la etapa artesanal a la industrial y, especialmente, con el derrumbe del bloque soviético, se forma un nuevo poder que, por primera vez, no es un actor estatal ni político, sino mafioso. Bandas de delincuentes que utilizan cada vez medios más brutales para lograr sus fines, que llegan incluso a controlar Estados y, en cualquier caso, a desafiarlos; cárteles de la droga cuyos presupuestos igualan y superan a los de Estados de tamaño medio, han desbaratado la noción de “legalidad” y la han convertido en inviable. Los métodos de estas mafias, el contenido mismo de su actividad, el volumen de sus presupuestos, su misma actividad, hacen imposible a medio plazo el desarrollo normal de las sociedades. Nuevamente vuelve a ocurrir como en la “época dorada de la piratería”, cuando el 25% del comercio entre España y sus colonias Americanas no llegaba a su destino. La “población” dedicada a actividades al margen de la ley va creciendo en todo el mundo a distintos ritmos, pero siempre en aumento, así mismo, sus beneficios crecen también de forma imparable.

Queda ahora la forma en que las caras de este cubo se interrelacionan y analizar cuáles son sus puntos más sensibles.

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es 

Doce años que cambiaron la geopolítica. (IV de VII). 3. El "aplanamiento" del mundo

Doce años que cambiaron la geopolítica. (IV de VII). 3. El "aplanamiento" del mundo

Infokrisis.- En 2006, la Editorial Martínez Roca (Grupo Planeta), publicó el libro de M. Friedman "El mundo es plano" en el que el autor sostenía la tesis de que en los últimos años del siglo XX y los primeros el nuevo milenio, se había operado un fenómeno nuevo que daba título a la obra. Ese "aplanamiento" se debía a que por primera vez en la historia, los países más remotos tenían acceso a los mismos medios y tecnologías que hasta ahora estaban en manos de los actores principales. Permítasenos dudar de esta tesis, aparente bien construida pero errónea.

 

3. El “aplanamiento del mundo”

En realidad, desde 1945 la historia –al menos la historia de Europa- parecía haberse estancado. Durante casi 45 años Europa había permanecido dividida, con una sensación de inamovilidad y estancamiento obsesivos. Con la caída del Muro de Berlín, esa situación cambió radicalmente: pero eso no significó la entrada en el “fin de la historia”, sino una etapa previa, la de “aceleración de la historia”. Desde entonces la historia, lejos de desaparecer, se ha ido desarrollando a velocidad creciente. Lo que ocurrió entre el 9.11.1989 y el 11.9.2001, sentó las bases de los desarrollos posteriores, especialmente del fenómeno algunos han podido llamar el “aplanamiento del mundo”.

En esos años se generalizó el outsourcing (la subcontratación) de servicios requeridos en el Primer Mundo en las islas tecnológicas del Tercer Mundo (especialmente en Bangalore, India), la deslocalización empresarial, el tendido de miles y miles de kilómetros de fibra óptica (especialmente tras el reventón de la “burbuja tecnológica” y el hundimiento en bolsa de las “puntocom”), la revolución informática, la fabricación de microchips cada vez con mayor capacidad de procesado y menor tamaño, y, especialmente, la creación de cadenas de distribución extendidas por todo el mundo, la creación de un software cada vez más perfeccionado, especialmente en dos terrenos: la creación del primer navegador de Internet, el Nestcape, que permitió viajar por la red con facilidad y comodidad, y la creación de paquetes integrados capaces de ser manejados en todo el mundo, lo que permite la creación de plataformas de trabajo internacionales; además, el era “digital” tendía a integrar distintos vehículos de comunicación y expresión: imagen, sonido, datos, voz, música, televisión, etc.; el “código abierto” permite que creadores informáticos ofrezcan sus hallazgos y mejores del software para uso público y gratuito… Todos elementos y algunos otros más que aparecen en esos años, uniformizan el planeta, especialmente el mercado, “democratizan” el acceso a la información y generan el fenómeno que se ha llamado “aplanamiento de la tierra”. Este aplanamiento surge de la igualdad de posibilidades que tienen cada vez más zonas del globo para competir en el mercado mundial. Ya no hay dos colosos, situados “por encima” de todos los demás, con acceso exclusivo a nuevas tecnologías, sino que estas están al alcance de todos. El lugar más distante del globo está integrado en el mercado mundial. Los programadores informáticos hindúes, a partir de la subcontratación de servicios tecnológicos en la India para paliar el “efecto 2000”, el crecimiento económico chino sostenido desde 1990, el acceso de países como Irán a las tecnologías nucleares, todo ello hace que cada vez haya más actores en condiciones de jugar un papel de primer orden en el mercado mundial, en condiciones de igualdad con los antiguos “colosos”. Por eso Friedman y algunos más han podido hablar del “mundo aplanado”.

Pero ese mundo aplanado, en realidad, no es un mundo más perfecto. De hecho, la figura más perfecta es la esfera, en la que todos los puntos de su superficie distan lo mismo del centro. Así pues, desde el punto de vista simbólico, un mundo perfecto es un mundo esférico. El mundo plano, por el contrario, supone un reduccionismo en el que todo lo que está fuera del mercado es excluido y minimizado. Pero el ser humano es algo más que un consumidor alienado y un productor integrado, tiene otras dimensiones más allá de las económicas; el ser humano es “cultural”: a partir de los elementos culturales, regenera un régimen de identidades. Cuando estas identidades se uniformizan primero y quedan abolidas después por el mercado, se produce un empobrecimiento cultural que, a fin de cuentas, no es otra cosa que el reflejo de la crisis de lo humano y del triunfo de la economía como ente autónomo con una lógica propia que ya no tiene nada que ver con el bienestar, la felicidad, la satisfacción de las necesidades de los seres humanos. La búsqueda de los mayores beneficios con los menores costos, más allá de ciertos límites, beneficia solamente a minorías exiguas, incluso en el Primer Mundo. Así pues, la economía ha dejado de ser un elemento auxiliar para lograr la felicidad del ser humano, para convertirse en un fin en sí mismo, una especie de “golem” dotado de una dinámica propia, incontrolable (a fin de cuentas ¿quién controla la economía mundial?) y que camina fatalmente hacia su destino final: la globalización de la economía tiende, inevitablemente, hacia el colapso de la economía. El “mundo plano”, como los encefalogramas planos, no es el símbolo más que de la muerte de lo humano. Una monstruosidad.

Pues bien, ese “mundo plano” es el surgido de las transformaciones habidas entre el 9 de noviembre de 1998 y el 11 de septiembre de 2001. La informática, el germen de la globalización, las leyes de la economía, todo esto, existía en germen mucho antes, pero solamente en el interior de esos doce años fermentan, larvan y, bruscamente a partir del 11-S, salen a la superficie. En ese momento nos damos cuenta de que se ha diseñado un mundo nuevo. Y nos damos cuenta de que nos habían mentido: la geopolítica, lejos de haber sido “superada”, es el inspirador de las nuevas políticas internacionales. La geopolítica del petróleo, la geopolítica del agua, la geopolítica de las drogas, la geopolítica de los conflictos, la geopolítica de las migraciones, la geopolítica del hambre, etc… todo ello tiene hoy más importancia que nunca antes en la historia y está presente en las salas de operaciones de todos los Estados Mayores: porque, hoy más que nunca, de la geopolítica y de sus leyes, depende el destino de los pueblos.

Nos han mentido. Nos han dicho que la globalización era nuestro destino, nos han dicho que la globalización era inevitable e irreversible. Y nos han mentido. La globalización era viable solo en la medida en que existía una suficiencia energética de la humanidad, pero, a partir de que en 2001 se constatara que el consumo energético aumentaba a mayor velocidad que la capacidad de los yacimientos de hidrocarburos para abastecer el mercado, el precio de la gasolina empezó a subir. En 2005, esos ascensos ya eran absolutamente incontenibles: cuando el precio del barril Brent supere los 100 dólares, enviar mercancías a través de las cadenas de distribución, recorriendo medio mundo, va a resultar mucho más caro que fabricar esos bienes “en casa”. Por otra parte, nos hemos forjado excesivas ilusiones con el crecimiento económico sostenido de China o con las posibilidades de la India, o con las perspectivas de crecimiento de países como Irán, Brasil, México o Venezuela. El hecho de que la élite tecnológica hindú advirtiera a su gobierno del descalabro que significaría la guerra con Pakistán para su propia economía, no quiere decir que siempre los argumentos económicos impongan su peso sobre los geopolíticos. No puede olvidarse que en apenas 25 años, los pozos de petróleo de la mayoría de países se secarán y que países que basaban todo su desarrollo (y su despilfarro) en los beneficios del petróleo, se verán sacudidos por tensiones sociales interiores. Por otra parte, doctrinas como el Islam son difícilmente compatibles con otras corrientes espirituales o políticas (puesto que el Islam es tanto una “religión” como una forma de entender la política). Tampoco puede excluirse el efecto que tendrá un desarrollo que solamente beneficiará a algunas clases privilegiadas de los países iberoamericanos, pero que no supondrá ningún avance sustancial para la mayoría de la población; si a estas diferencias económicas se unen las diferencias étnicas (los elementos mestizos y aborígenes están condenados a la inmigración -¿a dónde?- o a la pobreza), no es difícil prever que algunos de estos países están en la antesala de una guerra civil que será a la vez racial y social y que tal como demostraron las inundaciones de Nueva Orleáns en septiembre de 2005 o los incidentes de Francia de Noviembre del mismo año, pueden afectar al corazón mismo del Primer Mundo. Y en lo que se refiere a China, solamente una minoría de sus 1400 millones de habitantes, se ha beneficiado de 15 años de crecimiento económico sostenido. Pero ¿qué ocurrirá en un país tan grande cuando este crecimiento tienda a ralentizarse?, o ¿qué ocurrirá cuando las minorías islamistas del Este de China quieran hacer valer sus derechos religioso-políticos?, incluso, cuando China se enfrente al gran reto que tiene por delante: la democratización que equipare su forma política a su forma económica.

La doctrina del “mundo plano” no supone más que una prolongación del error progresista: el mundo, no necesariamente, camina hacia estados más elevados de convivencia, formas más perfectas de bienestar y un mundo más pacífico y seguro. El error progresista consiste en tomar fracciones de tiempo excesivamente pequeñas como para que sea posible proyectarlas hacia el futuro. Esta visión de la historia es excesivamente voluntarista (= la intención de vivir en un mundo feliz se considera como necesaria y suficiente para construir ese mismo mundo feliz) y “teleológica” (= apunta a una sola dirección previamente definida: el progreso indefinido).

La realidad es otra: lo 12 años “decisivos”, lejos de modelar un mundo perfecto, han creado una imagen virtualmente perfecta, pero realmente supone uno de los peores mundos posibles, especialmente en un tiempo en el que los avances científicos, los medios de producción y las nuevas tecnologías, permitían pensar –hoy con muchas más razón que cuando lo apuntaba Herbert Marcusse hace casi cuarenta años- en que era posible materializar el “final de la Utopía”.