365 QUEJÍOS (202) lo vulgar
365 QUEJÍOS (202) – VULGARIDAD Y LIBERTAD
El otro día comentaba que ser padre es una de las pocas tareas que pueden ser consideradas como heroicas en los tiempos modernos. Una de las primeras decisiones que deben afrontar los padres conscientes es la dicotomía de ofrecer a sus hijos una educación que haga de ellos seres humanos con “estilo” y personalidad, diferenciados del resto, o bien una educación que los convierta en seres “normales”, estandarizados y que respondan al modelo de su tiempo. Las cosas no están claras: si hacen lo primero, corren el riesgo de educar “bichos raros”, individuos que choquen con la tendencia general a la vulgaridad y la zafiedad. Si hacen lo segundo, pueden caer en la construcción de personalidades débiles y quebradizas. Así que las cosas no están tan claras como parecen. Me quejo, de que, si uno quiere ser “normal” en nuestros tiempos, debe ser, necesariamente vulgar.
La vulgaridad, calidad de “lo vulgar”, es todo lo que no tiene nada de original y resulta poco distinguido, impropio de alguien culto y educado. La colección de sinónimos que acompañan a la palabra (ordinariez, tosquedad, grosería, incorrección, rusticidad, simpleza, necedad, chabacanería, ramplonería, chocarrería) contribuyen a definir el arquetipo de “lo vulgar”, frente a los antónimos que se sitúan en oposición: elegancia, distinción, exquisitez, singularidad, particularidad, excelencia, cortesía, factores cada vez más ausentes en nuestro marco social.
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