La colonización de Europa. Guillaume Faye (G). CAPÍTULO VII. LA NUEVA CUESTIÓN RACIAL Y ÉTNICA. PRIVILEGIO RACIAL Y EL PECADO ORIGINAL DEL RACISMO
Todos los pueblos del mundo tienen un derecho moral a defender su unicidad y su identidad étnica, pero esto no parece extenderse a aquellos del zócalo europeo. A estos últimos, se impone el imperativo de la dilución étnica. Como si fueran culpables, intrínsicamente, de existir. Seremos los blanqueadores de la Historia que hace falta diluir a toda prisa en el agua.
Una de las consecuencias del etnomasoquismo es que el mínimo acto de defensa o de prevención contra las consecuencias de la inmigración es considerado como racista y en consecuencia calificado de penalmente culpable. Todo litigio entre un Europeo y un no-europeo tiende a volverse a favor del último ya que se le supone "víctima del racismo". Culpabilizados e incapacitados, los tribunales les dan la razón. Que se trate de peleas o de estafas, los no-europeos se benefician de un privilegio jurídico (y mediático) implícito. Son menos castigados que los autóctonos.
Pero es más grave aún: los Estados están intentando proporcionar las "reglas de comportamiento antirracista". Se inscribe en la lógica de Ubu-Roi. En Gran Bretaña, en un informe para la Cámara de los Comunes respecto del funcionamiento de Scotland Yard, en febrero de 1999, Sir William Mac Pherson de Cluny, juez del Tribunal Superior, denunció que la organización está minado por un " racismo pernicioso e institucional". ¿Por qué? Simplemente porque en algunos raros conflictos de muerte de negros por blancos, en los cuales la causa verídica pertenece a los conflictos típicos de traficantes, la investigación policial había rechazado admitir que se trataba de crímenes racistas y había llegado a la conclusión que se trataba de asesinatos banales, sórdidos y crapulosos. Dicho de otro modo, el asesinato de un negro por un blanco no puede ser más que un crimen racista, pecado capital. El contrario no es así, evidentemente.
Más impactante aún: el informe estigmatiza otra investigación sobre la muerte de un joven negro, Stephen Lawrence, ya que la policía no concluyó, por falta de pruebas, la culpabilidad de los cinco jóvenes blancos. No era correcto, "carecía de rigor" estigmatiza el informe oficial. Incluso sin pruebas deberían haber sido inculpados y encarcelados cinco blancos (violando el habeas corpus) ¿Por qué? Porque según explica Le Figaro (23/02/1999) "las deficiencias policiales no han permitido identificar a los presuntos cinco autores del delito, y que han sido denunciados como asesinos por el Daily Mail". Uno cree estar soñando: en materia de "crímenes racistas", las denominaciones de los periodistas son considerados por el Corte Supremo del Reino Unido como superiores a las investigaciones de la policía y de la justicia británicas. En materia racial, la prensa-basura es más fiable que Scotland Yard...
Todo esto indica y confirma lo que se sabía ya: en la ideología hegemónica, se implantó la convicción subterránea, sutilmente destilada, de que el pecado de racismo es monopolio del europeo; vieja reminiscencia judeo-cristiana, el europeo está sufriendo el pecado original del racismo. Se deben de desarrollar muchos esfuerzos para ser perdonados, y su salud pasa por el mea culpa del etnomasoquismo. Los otros pueblos, ellos, se hallan exentos de esta mancha indeleble.
Por otra parte, por sus errores, la prensa revela el estado de espíritu del entorno cuando se manifiesta que un acto racista ha sido cometido en contra de los europeos, y se habla de " racismo inverso". ¿Por qué inverso? Como si el europeo fuese intrínsicamente racista y los no europeos accidentalmente racistas. Una vez más, el antirracismo se manifiesta bien como la forma más sutil y más perversa de racismo.
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Una ley ha sido votado recientemente, en Francia, y la misma en Inglaterra y en Bélgica que tiene por objeto combatir el " racismo en las contrataciones y en las ofertas de empleo". Se pueden presentar ahora denuncias por discriminación racial y en caso de rechazo en la contratación de un negro, de un mestizo, de un magrebí, de un asiático, etc. Idem en materia de rechazos al alojamiento por parte de un propietario. Lo cual plantea dos cuestiones: En primer lugar, se dirige hacia una política general de cuotas raciales. En consecuencia las discriminaciones en el otro sentido no son jamás perseguidos. Los pequeños anuncios de empleo (y matrimoniales evidentemente) estás sobrecargados de anuncios que excluyen a los europeos o que requieren, gracias a la fórmula excl., ("exclusivamente") la pertenencia obligatoria a la comunidad magrebí, musulmana, africana, etc. Nadie dice nada, evidentemente.
En otros dominios, como hablé en otra parte, los "empleos-juveniles" y sobre todo los empleos de "agentes de vigilancia" o "auxiliares de seguridad" son prioritariamente reclutados entre los jóvenes afro-magrebíes, a pesar de su ineficiencia demostrada. Idem para todos los empleos públicos en los barrios conflictivos.
Es inútil remarcar que en el conjunto de los países de África, de medio oriente, y de Asia, la discriminación hacia los Europeos no es perseguida y que no existe ninguna "ley antirracista" que los proteja.
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En abril de 1999, SOS Racismo condenó por discriminación racial una discoteca (el Pym's en Tours) que había rechazado la entrada de cuatro jóvenes beurs - y en realidad los militantes de SOS racismo estaban al acecho en la discoteca. Comentando la decisión del Tribunal Superior de Tours (perfectamente contrario al derecho ya que un establecimiento privado puede rechazar a quien quiera), Malek Boutih, presidente asimilacionista de SOS racismo se vanagloria con énfasis: " La señal se lanzó. Por la primera vez, la juventud descendiente de la inmigración ha retomado su orgullo de ser francés, ya que ha sido en nombre de todo el pueblo francés que esta decisión ha sido tomada" (Libération, 1-2/05/1999). Las asociaciones de consumidores y de inquilinos son en la misma declaración, invitados a quejarse ellos también por "discriminación racial".
Ahora bien, hace falta saber que un europeo de origen rechazado en una discoteca por una razón u otra, desestimado de un empleo o de una demanda de alojamiento no se beneficia de absolutamente ningún privilegio de recurso por "discriminación". Aún más: las discotecas africanas, los cafés árabes, las empresas dirigidas por los alógenos de todo origen, etc, que rechacen a los europeos autóctonos no son solamente sancionados, pero considerados además que actúan correctamente. Sólo el europeo de origen es obligado a "abrirse al otro", según la jerga, y la discriminación racial que lo concierne a el no es tenido en cuenta.
Por otra parte, lo que se olvida comentar -tanto la ideología antirracista salida del pensamiento mágico y del angelicismo intelectual- es que los empresarios de discotecas que rechazan determinados jóvenes no lo hacen por razones "raciales" pero porque saben de experiencia -y del mismo modo que lo saben todos los jóvenes beurs o no- que el comportamiento de estos últimos genera peleas, tráfico de drogas, y que acaba con el cierre del establecimiento.
Yo me involucré durante quince años en las discotecas a lo largo de toda Francia, Bélgica y Luxemburgo: me topé con un número impresionante de empresarios del mundo de la noche que eran de todos los orígenes, incluso algerianos o marroquíes, y que rechazaban la entrada en su local de bandas masculinas de beurs y de negros -excepción hecha de raros individuos con comportamiento cívico. ¿Son "racistas"? Los asiáticos mismos son perfectamente aceptados.
Bajo el pretexto de la lucha contra la supuesta discriminación racial hacia los inmigrantes, se trata en realidad de favorecerlos, en detrimento de los europeos de origen. Esta es la política actualmente aplicada por el gobierno francés, imitando las técnicas americanas de la "discriminación positiva"(affirmative action). Encarando el problema racial, la ideología dominante, igualitaria y antirracista contradice sus propios dogmas y reestablece los prejuicios racistas, contradiciendo su precepto de anonimato individualista y de meritocracia.
En 1998, el ministerio de Asuntos sociales de Martine Aubry decidió un " plan para luchar contra la discriminación racial en las contrataciones". Como si los empleadores, sistemáticamente racistas, seleccionaran a los candidatos en función del color de su piel.. Así en 1998, 13.000 " jóvenes descendientes de la inmigración o pertenecientes a barrios conflictivos" han sido "apadrinados" en su búsqueda de empleo por los poderes públicos, y 30.000 en 1999. Se trata de realizar contrataciones forzosas, basado en el modelo de los "empleos-juveniles" presionando a las empresas o a los municipios. Este "apadrinamiento" es financiado a cargo del contribuyente, a través de los "programas de inserción" Traces, Nouveau Départ y del plan nacional de Acción por el Empleo. Como en el caso de los handicaps físicos, se viene entonces a imponer cuotas de jóvenes inmigrantes en las contrataciones. Implícitamente los poderes públicos y la ideología hegemónica antirracista los consideran en consecuencia como handicapados sociales. Este es el racismo anti-racista en su estado bruto.
De este modo, un africano o un magrebí que no paga su alquilar deviene inexpulsable, porque sería "racista" expulsarlo.
La ideología igualitaria se desmorona en el inigualitarismo discriminatorio. Y sobre todo la ideología antirracista deviene el mejor vector del racismo. Oficialmente, las "razas" no existen, los jóvenes inmigrantes no son una "raza" diferente de la de las demás, ¡pero el no promoverlos no se debe al "racismo"!! Busquen el error.
En realidad son sus débiles productividades, el débil nivel profesional y el porcentaje importante de incivismo que hace que los empleadores rechacen a los afro-magrebís, y no en ningún caso debido a razones "raciales". Una empresa contrata a cualquiera que sea eficaz, sin consideración por su supuesta "raza". Igualmente, es la tasa elevada de alquileres impagados y de degradación, o de problemas relativas al entorno -todas reflejadas estadísticamente- que incita a los propietarios a firmar contratos sin consideraciones raciales.
(c) Por el texto: Guillaume Faye
(c) Por la Edición Francesa: Editions de l'Aencre
(c) Por la traducción castellana: Miguel Ángel Fernández
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