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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

La inmigración afecta muy negativamente a nuestra sanidad

La inmigración afecta muy negativamente a nuestra sanidad

Infokrisis.- ¿Cómo afecta la inmigración a la salud de nuestro país? Es difícil establecerlo. No hay cifras sobre los gastos que la inmigración genera en la sanidad española (y si existen, se ocultan), y la política oficial consiste en negar que la inmigración haya tenido una repercusión negativa sobre la salud pública de nuestro país. Hasta 2003, la “doctrina oficial” sostenía que el mismo hecho de inmigrar generaba una especie de “selección natural”, se iban de sus países los más fuertes, mientras que los enfermos y los más débiles. Así pues, los inmigrantes que llegaban a España estaban frescos y sanos como rosas. En realidad, la “doctrina oficial” encubre un enorme agujero negro sanitario del que sólo iremos tomando conciencia en los próximos años.

La “doctrina oficial” contra viento y marea

Todavía en 2002, algunos seguían defendiendo contra viento y marea la versión oficial: si aumentaban las enfermedades infecciosas en España no era a causa de la inmigración, sino porque cada vez viajaban más españoles al extranjero… Así lo sostenía, por ejemplo, el Dr. José Manuel López Abuín, médico de familia y coordinador del Proyecto del Inmigrante de la Sociedad Española de Medicina Rural y Generalista (SEMERGEN), quien negó categóricamente que la llegada de inmigrantes esté suponiendo la introducción de nuevas enfermedades a España. Los españoles de viaje en el extranjero frecuentaban prostitutas y se contagiaban. Eso era todo y a eso se debía el repunte de ciertas enfermedades.

Sólo un año antes, en septiembre de 2001, se difundían noticias igualmente optimistas. Según un estudio del Grupo de Salud Internacional de la Sociedad Catalana de Medicina Familiar y Comunitaria (SCMFIC) las enfermedades importadas por los inmigrantes que llegan a España no suponían un riesgo para la salud pública. Los responsables del estudio detectaron y siguieron a lo largo de 3 años las enfermedades de inmigrantes que en España ya estaban erradicadas, como la malaria, y otras, como el bocio, que por su período de latencia, se hubieran originado en el extranjero. También se detectaron las patologías que llegaron a España de la mano de los viajeros. Los médicos que participaron en el estudio tenían asignada una población de 13.900 habitantes y sólo se detectaron enfermedades importadas en 35 inmigrantes, por lo que "estos pacientes son en general gente sana". En sólo el 27% de los casos se detectaron enfermedades que pudieran ser transmisibles, como la hepatitis B o la tuberculosis.

La reintroducción de enfermedades tropicales en España, como el dengue y la malaria, es motivo de "alerta" en la Unidad de Medicina Tropical del Hospital Ramón y Cajal, donde su responsable, el Dr. Rogelio López-Vélez, reclama la creación de un registro nacional de enfermedades importadas. En España (donde la malaria se erradicó oficialmente en 1964), sólo hay un registro de declaración obligatoria para esta enfermedad, con unos 200 casos nuevos al año, de los que el 60% de los cuales corresponde a españoles que contrajeron la enfermedad durante un viaje a un país exótico y el 40% restante pertenece a inmigrantes. En opinión del Dr. López-Vélez, "sería muy interesante conocer qué enfermedades importadas hay y estar dotados de un registro actualizado y funcional, donde se pudiera ver el resurgir de enfermedades como la leishmaniasis o la malaria". El responsable de Medicina Tropical del Ramón y Cajal, unidad de referencia en España, señaló que hay una "preocupación internacional por la emergencia de enfermedades infecciosas" y en España, dijo, "hay que estar muy alerta, porque su ecosistema y su climatología favorecen nuevos brotes".

La Revista Española de Salud Pública, en su número correspondiente a septiembre-octubre de 2004, era mucho menos optimista. Su editorial estaba dedicado a “Población inmigrante y enfermedades infecciosas”, firmado por los doctores Antonio Guerrero Espejo y Javier Colomina Rodríguez. En dicho artículo se reconocía que “en los últimos años en Barcelona el porcentaje de inmigrantes entre los enfermos de tuberculosis ha aumentado hasta el 32%, con una tasa entre inmigrantes que alcanza hasta 100 casos/100.000 habitantes/año”. Se reconocí que las enfermedades que afectan a los inmigrantes varían según la población atendida: “Así en una unidad de referencia de medicina tropical con atención mayoritaria de inmigrantes subsaharianos indocumentados, la fiebre, el prurito, la eosinofilia, la visceromegalia y la anemia fueron más frecuentes entre los africanos, mientras que la tos lo fue entre los latinoamericanos. Los diagnósticos más frecuentes fueron filariasis, malaria, parasitaciones intestinales, infección por los virus de hepatitis C y B, enfermedades de transmisión sexual, tuberculosis e infección por el VIH”. En dicho artículo se reconocía que, a pesar de que la comunidad subsahariana no figura entre las más numerosas residentes en España, la incidencia del SIDA es superior a cualquier otra.

Pero estos datos optimistas no pudieron contabilizarse a partir de 2003, cuando se hizo demasiado evidente que la inmigración estaba ligada a la propagación de ciertas enfermedades. Hoy, solamente, alguna ONG tan bienintencionada como obtusa, niega esta vinculación. Los datos juegan en su contra.

Algunas cifras por autonomías

El 8 de septiembre de 2003, las agencias de prensa transmitieron las declaraciones del presidente de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), Lluís Cabero, quien advirtió que algunas de las enfermedades que habían sido erradicadas en España han vuelto a emerger como consecuencia de la inmigración. Así, explicó que patologías como la malaria o la sífilis están reemergiendo, debido a las personas que vienen contagiadas desde sus países de origen. En ese sentido, el Dr. José Zamarriego, presidente de Honor de la SEGO, explicó que gran parte de las prostitutas que hay en España son extranjeras, y al presentar una frecuencia más alta de este tipo de patologías, se convierten en focos de infección para la población final. El Dr. Zamarriego añadió que la promiscuidad sexual es el factor causante de que "la cadena se ponga en marcha".

Dos meses después, en noviembre de ese mismo año, cuando habían llegado ya 3.000.000 de inmigrantes presentes, algo debía ocurrir porque una Orden del Ministerio de Sanidad dio lugar a la creación del Instituto de Investigación de Enfermedades Raras, heredero del anterior Centro de Investigación sobre el Síndrome Tóxico y Enfermedades Raras creado en diciembre de 2001, veinte años después de que se produjera el brote del Síndrome del Aceite Tóxico.

Algunas cifras son literalmente escalofriantes: el 30% de los inmigrntes ilegales llegados a Canarias sufren sífilis, sida, turberculosis o hepatitis B o C, según declararon los sindicatos policiales del archipiélago canario en 2006. La cifra del 30% sale de un estudio sobre un grupo de mil indocumentados. Es cierto que, Carlos Arroyo, de Médicos Mundi dudó de la veracidad de estos datos. Para Arroyo, el hecho de que abunden casos de hepatitis entre los subsaharianos no es anómalo: “Son portadores de esta enfermedad, como nosotros del sarampión, y sólo se transmitiría por vía sexual». A pesar de negar tajantemente que haya riesgo de epidemia, Arroyo reconoció que sí hubo un caso de tuberculosis este año: «El paciente, desgraciadamente, falleció». Pero la encuesta realizada por los policías era difícilmente cuestionable; se encargó a una empresa externa a la que se pagaron 25 euros por análisis… y los 1000 primeros demostraban que el 30% tenían informaciones contagiosas, fueran o no “habituales” entre los africanos.

Si esta era la situación en Canarias, en la comunidad valenciana las cosas no iban mucho mejor. El 23 de mayo de 2006 se publicaba una noticia que cifraba en un centenar el número de “enfermedades importadas” que registraban los hospitales valencianos. Tuberculosis, paludismo, mal de Chagas o parasitosis intestinal, dengue, eran algunas de las dolencias infecciosas que viajan a la Comunitat. La Unidad de Enfermedades Emergentes, Reemergentes e Importadas del Hospital General de Valencia atendió 1.028 casos en 2005. A esta cifra hay que sumar los 150 enfermos que pasan por este departamento del Hospital General de Alicante anualmente. De estas enfermedades, el 70% se diagnostican en inmigrantes y el 30% restante, en viajeros.

Entre 1997 y 2002, la Unidad de Enfermedades Infecciosas de Valencia atendió a 40 personas con paludismo. Algo más de la mitad de los enfermos eran viajeros que habían visitado zonas endémicas con ninguna o una inadecuada profilaxis y el resto inmigrantes de estas áreas asentados en la Comunitat. Mientras que la malaria es una enfermedad restringida a regiones exóticas, la tuberculosis no. El último brote de esta infección sorprendió a los padres y madres del colegio de Pego y, en diciembre de 2005, a los de la guardería la Cañada en Villena, donde ocho niños resultaron contagiados.

Las embarazadas inmigrantes, asentadas en la Comunitat, se someten a la rigurosa profilaxis y minuciosos análisis en los hospitales de la región para evitar que las infecciones de las que no han sido tratadas en sus países de origen no sean trasmitidas al feto. Así sucede con la tuberculosis y desde hace unos meses, tal y como informó LAS PROVINCIAS, con el mal de Chagas, una patología endémica de los países Latinoamérica, donde alrededor de 20 millones de personas están contagiadas por esta dolencia.

La incidencia, enfermedad por enfermedad

Se ha debatido mucho la incidencia del SIDA entre la inmigración. La realidad es que numéricamente hay menos infectados por el SIDA entre los inmigrantes, pero su porcentaje es mayor al que corresponde entre españoles. Si, oficialmente, la inmigración supone un 10% de la población española (en realidad es algo superior), la repercusión del SIDA entre la inmigración se sitúa cinco puntos más, un 15%. Un estudio realizado por el hospital de Talavera sobre pacientes inmigrantes infectados con SIDA estuvo en condiciones de establecer un perfil del afectado: todos ellos muy jóvenes y que se infectaron mediante prácticas heterosexuales, frecuentemente con prostitutas de su misma nacionalidad.

El responsable de esta consulta en el Hospital Nuestra Señora del Prado, el doctor Fernando Marcos, explicó a Efe que «cada vez tienen más peso» los inmigrantes en este servicio que el centro ofrece desde hace más de una década y que cuenta con unos ochenta pacientes habituales que deben acudir todos los meses. Los usuarios de la consulta del SIDA reciben cada mes el tratamiento prescrito, que tiene un coste muy elevado ya que ronda los 6.000 euros mensuales. Mientras en España más de las dos terceras partes de estos pacientes han sido o siguen siendo adictos a drogas por vía parenteral, entre los extranjeros el «perfil» es diferente y contrajeron la enfermedad en sus relaciones heterosexuales. «Los inmigrantes que acuden son jóvenes que, por lo general, en su país no han recibido tratamiento porque es muy costoso y que en España comienzan porque, gracias a Dios, está financiado por la Seguridad Social», explicó Fernando Marcos.

En cuanto a la tuberculosis, ni las estimaciones más optimistas son capaces de dudar que el aumento de casos registrados en España está íntimamente ligado a la inmigración. La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) alertó del incremento de los casos de tuberculosis detectado entre personas inmigrantes y reclamó a las autoridades sanitarias la puesta en marcha de programas de intervención sobre estos colectivos. Los expertos de esta sociedad científica aseguran que cada año decrece el número de casos de tuberculosis asociados al virus del sida, mientras "aumentan de forma notable los relacionados con la inmigración procedente del tercer mundo".

En España se registran unos 12.000 enfermos nuevos cada año (unos 25 casos por cada 100.000 habitantes), "lo que supone una incidencia tres veces superior a la media de la UE. Por ello, los neumólogos muestran su convencimiento de que las autoridades sanitarias españolas "no deberían cerrar los ojos a la realidad y actuar, con respecto a la inmigración, con los mismos criterios preventivos que ya se han puesto en práctica en otros países europeos.

Veamos otras enfermedades. La anemia y enfermedades infecciosas como la malaria o la hepatitis B son las enfermedades más prevalentes en los niños inmigrantes que llegan a España, según informó el doctor José Tomás Ramos, de la Unidad de Inmunodeficiencias del Hospital 12 de Octubre en un comunicado. Al mismo tiempo, insistió en la importancia de "realizar una completa analítica" a todo niño inmigrante recién llegado a España, que incluya serologías a hepatitis B, C y VIH, así como "estudio de parásitos intestinales y Mantoux, y completar el calendario vacunal".

En los últimos 25 años han aparecido en España más de una veintena de patologías asociadas a la inmigración, algunas de las cuales ellas ya se habían erradicado en este país, según las conclusiones del curso "Inmigración. Patologías Emergentes", que dirigió en Madrid en el año 2004, el presidente del Centro Nacional de Medicina Tropical, Jorge Alvar. La tercera conclusión ponía el dedo en la llega: “La salud de los inmigrantes recién llegados es un reflejo del estado de salud de sus países de origen. Sin embargo, algunas patologías infecciosas que acaban padeciendo los inmigrantes se deben, en parte, a las condiciones de vida y actividades de riesgo que sufren en el país de acogida. Ello ocurre con enfermedades cosmopolitas como la tuberculosis o el sida”. Se mencionba, igualmente que un estudio clínico efectuado en Mataró (Barcelona), demostraba que el 38% de las infecciones detectadas en inmigrantes tenían potencial de transmisión en nuestro país.

Por su parte, la tuberculosis ha experimentado un repunte evidente en España. Enfermedad cosmopolita y antigua, inició una epidemia en Europa hacia el año 1600, y del viejo continente se expandió por el planeta con la aventura colonial europea. En España, las mejoras sociales y los tratamientos médicos disminuyeron la incidencia de esta enfermedad hasta casi hacerla desaparecer, sin embargo, tanto en nuestro país como en otros países europeos con gran incidencia de la inmigración, el 50% de los casos diagnosticados de tuberculosis son diagnosticados entre inmigrantes. Un proyección realizada en el citado curso calculó que “sólo” nos llega un caso de tuberculosis por cada 500 inmigrantes subsaharianos. En Barcelona, entre 1995 y 2001, el porcentaje de inmigrantes entre los enfermos con tuberculosis aumentó del 5 al 32%, con una tasa de incidencia entre inmigrantes superior a 100 casos/ 100.000 habitantes.

Como se sabe, España fue, desde el inicio de la epidemia del SIDA uno de los países más afectados, a causa de la alta tasa de toxicómanos que apareció en la segunda mitad de la década de los ochenta. En aquel momento, España tenía unas tasas de SIDA más altas a las registradas en Iberoamérica y África del Norte. La incidencia del SIDA entre la inmigración empezó a sentirse en junio del año 2000 cuando se notificaron 1.076 casos en personas originarias de otros países. Esta cifra apenas suponía un 3% del total de infectados, pero empezaba a ser preocupante, aunque no alarmante. De hecho, el porcentaje de infectados correspondía al porcentaje de inmigrantes presentes en nuestra sociedad. Un estudio posterior realizado en Barcelona demostró que el 25% de los casos de SIDA en inmigrantes se había infectado en España al recurrir a los servicios de prostitutas, generalmente, de su propio país (el 66’8% de los inmigrantes residentes en el Maresme barcelonés, no tenía pareja estable y frecuentaban a prostitutas. En los últimos quince años, la incidencia del SIDA entre ciudadanos españoles, ha ido descendiendo significativamente (> 60% hasta 1999) que en el colectivo de inmigrantes (20% en los mismos años).

El porcentaje de inmigrantes entre las personas con sida en Barcelona ha crecido de un 5% (1988-1999) a un 10% (1999-2001) y más moderadamente en los años siguientes. Otro estudio efectuado en Barcelona en personas que acudieron a una clínica de enfermedades de transmisión sexual (ETS), demostró que los extranjeros representaban el 34,9% de los usuarios. Tenían una tasa de infección por VIH similar a los autóctonos, pero tenían significativamente más ETS, incluyendo la sífilis y la hepatitis B, siendo la prostitución un factor de riesgo muy significativo en el colectivo de inmigrantes.

La neurocisticercosis, considerada endémica en España hasta hace unos 20 años ha repuntado también a causa de la inmigración. Debido al control veterinario y a los hábitos higiénicos de una gran mayoría de la población ha disminuido su incidencia. Sin embargo, es una enfermedad que se ha descrito últimamente en inmigrantes originarios de América latina48 . Por su parte, los nematodos intestinales son un diagnóstico mucho más frecuente entre los inmigrantes que en la población española. En diversos estudios se ha constatado que en los inmigrantes suele predominar el poliparasitismo

La esquistosomiasis es otra enfermedad endémica de ciertas zonas tropicales. En España se han descrito casos en inmigrantes y también en turistas. En diversos estudios en inmigrantes se ha detectado la presencia de filarias. La enfermedad de Chagas es endémica de América latina. Las autoridades médicas sospechan que el hecho de que en España haya una inmigración proveniente de zonas endémicas de América Latina hace suponer que una parte de estos inmigrantes serán portadores de Trypanosoma cruzi, como así demuestra la práctica clínica en centros especializados.

La gran mayoría de la patología no infecciosa en el niño inmigrante, exceptuando la malnutrición, algunas avitaminosis o intoxicaciones, y la anemia de células falciformes, es similar a la patología que pueden presentar en algún momento los niños españoles, por lo que en general hay que seguir criterios similares en cuanto a la asistencia médica. No obstante, es importante tener en cuenta una serie de problemas o enfermedades que los inmigrantes pueden padecer con más frecuencia, y que aunque son conocidos por los pediatras, al no ser habituales en la práctica clínica, pueden pasar desapercibidos. También es importante conocer que el niño inmigrante de países de baja renta, padecerá con menos frecuencia patologías relacionadas con una sociedad desarrollada, como hipertensión, obesidad, hipercolesterolemia, enfermedades autoinmunes, patología relacionada con una dieta pobre en residuos, así como, y debido al ambiente en que se han desarrollado, menor número de enfermedades alérgicas.

Cerca del 40% de los pacientes que tienen tuberculosis actualmente en España son inmigrantes, y esta incidencia va aumentado entre dicho colectivo cada año, según explicó el Dr. Francisco Javier García Pérez, del Servicio de Neumología del Hospital Universitario de La Princesa de Madrid, durante el VIII curso de Enfermedades Tropicales y del Viajero, celebrado en el Hospital Carlos III de Madrid. En el año 2001 la incidencia de la tuberculosis en España fue del 25% entre los inmigrantes, del 13% en pacientes con sida y del 12% en alcohólicos. Sin embargo, en los últimos años, debido al aumento de la influencia masiva de inmigración, se estima que estas cifras alcancen el 40% en el 2003.


© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es

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