¿Fóllate a la derecha? La dinámica sexual de la izquierda
De la promesa incumplida a la ofensa pura y simple
Fue el “viejo profesor”, Tierno Galván, uno de los personajes más falsos que dio la “oposición antifranquista”, quien entre otras frases geniales de su palmarés (¿cómo olvidar aquella de “El que no esté colocado que se coloque y al rollo” tras el que la droga quedó moralmente legalizada por la izquierda y se dio el pistoletazo de salida para la epidemia de yonkis de los 80?) dijo que “las promesas electorales están para incumplirlas”.
En todas las elecciones democráticas se ha producido este fraude repetido al electorado por parte de TODOS los partidos. Todos han hablado de “fair play” y han convertido a toda España en una gigantesca Marbella. Todos han dicho defender los “intereses nacionales”, pero apenas han defendido otra cosa que la de sus clases dirigentes. Todos, sin excepción, han confundido su interés de parte con el interés nacional. Todos, por supuesto, han mentido en las estadísticas presentadas, en el balance de su gestión, desde el “OTAN de entrada NO”, hasta la “retirada de Irak”, sin olvidar las Azores, las armas de destrucción masiva y aquello otro de que “el mundo es más seguro sin Saddam”…
Pero ahora, da la sensación de que sólo el incumplimiento de las promesas electorales ya no basta. Dado que todos mienten, la mentira no llama la atención de un electorado aborregado y predispuesto a creer que su voto sirve para algo más que para justificar el “todo por la pasta” de las distintas clases políticas. Seamos claros: la clase política española está bajo sospecha. Como Artur Mas, ya debe recurrir al notario para que la “fe pública” certifique su honestidad… que ya es certificar.
A lo largo de 30 años, esa clase política ha ido rebajando el nivel cultural de los españoles, ha favorecido la aparición del cutrerío nacional, de la telebasura, de la comida basura, de la política basura, de las ideologías basura, de leyes basura y, finalmente, de la ética basura.
Y es en ese contexto de estercolerización de España donde aparecen las campañas electorales basura como la catalana en la que un eslogan de las juventudes de ICV ha llamado la atención.
“Fóllate a la derecha”, paradigma de la cultura sexual de izquierda
A principios de los 70, los trotskistas sostenían ya a todos los movimientos “sociales” de temática sexual, especialmente a feministas y homosexuales. En estos ambientes, las militantes femeninas casi tenían la obligación de autodesvirgarse. Ser virgen en un partido trotskista era equivalente a ser cabaretera en un convento de ursulinas, el peor oprobio. Luego, resultó que ya no se trataba solo de dejar de ser virgen, sino de “liberarse de las represiones”. La diferenciación sexual era una represión. Así que la heterosexualidad suponía, para la izquierda, reprimir cualquier otra tendencia. Un conocido dibujante barcelonés me decía en cierta ocasión que, a finales de los años 70, lo “progre” era acostarse con cualquier cosa, sin importar sexo o especie. Él lo había hecho, así que sabía de lo que hablaba.
La verdad es que un hombre de izquierdas es un sufridor nato en materia sexual, si tiene que bregar con feministas de izquierdas. En lo personal, cuando me dicen: “Fulatino es de izquierdas”, pienso: “éste lo lleva claro en el catre”. En esto, la derecha es más sensata: prefiere mujeres, limpitas, con sobacos y piernas depiladas y cierto glamour. Para las feministas estas exigencias son la quintaesencia del machismo. Ver de cerca la pantorrilla de una feminituda de estricta observancia, erizada por pelos como escarpias, es el canto más depurado a la castidad y al aislamiento del mundo. Se lo juro, porque las he visto. Y en cuanto a los sobacos y el resto de pilosidades casi mejor no hablar. Son como desbordantes, invasivas. En cuanto a la práctica feminista de los 60 de quemar los sujetadores, lo único que puede decirse es que les hubiera sido bueno recordar que la ley de la gravedad no distingue de sexos. Luego pasa lo que pasa, que uno no sabe si es que son barrigonas o es que tienen las tetas caídas.
A la izquierda le cuesta mucho reconocer francamente que las mujeres de derechas terminan siendo más atractivas y, en realidad, al no estar presas de la ideología feminista, suelen hacer mucho mejor el amor y resultar, no solo más atractivas, sino saber gozar más y mejor. Lo que no es poco para una buena dinámica sexual. Mientras que en la sexualidad de izquierdas rige la intelectualidad y el prejuicio a las represiones, en la sexualidad sana es el instinto el que impone las reglas del juego. ¿Qué le vamos a hacer si el instinto desdice los puntos de vista de la izquierda?
El calvario sexual de la izquierda estriba en soportar como compañeras naturales a feministas de estricta observancia. Un verdadero martirio. Si la izquierda tuviera una sexualidad sana, su propaganda no sería del género de “fóllate a la derecha”, sino “fóllate a quien desees y que te desee”. Claro está que es lógico que los presuntos hombres de izquierdas heterosexuales (alguno debe quedar) prefieran a las mujeres de derechas antes que seguir bregando con su drama feminista. Esto es lo que puede deducirse del “fóllate a la derecha”, campaña de pésimo gusto donde las haya.
Nunca un eslogan electoral ha sido tan elocuente del drama sexual de la izquierda.
© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es
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