Plan África o Moratinos buscando Plan
Infokrisis.- En el número 205/206 de la revista "Política Exterior", nuestro inefable ministro Miguel Angel Moratinos acaba de publicar un artículo titulado "España: una nueva política exterior hacia África", o lo que es lo mismo: una presentación en sociedad del "Plán África", uno de los elementos en los que se basa la estrategia de "diálogo de civilizaciones" lanzada por el presidente.
La ubicación del Plan África en el contexto zapaterista
Lo hemos dicho siempre: los peores tontos son los tontos con ideas. Zapatero y Moratinos pertenecen a este contingente que parece dar la razón a la Biblia cuando dice aquello de que el número de necios es infinito. Poco a poco, hemos ido sabiendo que el cacareado “diálogo de civilizaciones” no era una improvisación ridícula, sino una estrategia global del zapaterismo para alcanzar un “peso político” en el mundo. Aznar lo intentó a través de su alianza con los EEUU, ¿por qué él, Zapatero, no iba a trabajar en una dirección opuesta, si tenemos en cuenta que fue precisamente la política exterior lo que cavó la tumba de Aznar? Y, en el fondo, ¿qué es lo que ha aprendido a hacer ZP? Justo lo contrario que el gobierno anterior. Así pues, si Aznar tendió hacia una alianza preferencial con los EEUU y a fotografiarse en las Azores para incorporar a España al club de los países que no deberían tener problemas en el suministro de petróleo en los próximos años, Zapatero aspira a liderar a los países del Tercer Mundo y convertirlos en un rebaño feliz tras sus estandartes neo-republicanos. Ahora bien, si la política de Aznar era arriesgada e incluso “antipática” (las excusas para intervenir en Irak eran infantiles e increíbles), con el proyecto del “diálogo de civilizaciones” se raya el surrealismo.
Todos pensamos, inicialmente, que el proyecto no pasaba de ser una declaración de buenas intenciones realizada por ZP en la tribuna de Naciones Unidas y que al cabo de unos días nadie volvería a acordarse de la "boutade". No era así. Poco después salían cartas entregadas personalmente por miembros de nuestro cuerpo diplomático a los ministros de exteriores de los países más significativos del Tercer Mundo, llamándoles a una cumbre que tendría lugar en julio del año siguiente en Barcelona. Entre las cartas y la cumbre, solamente un país de cierta entidad (especialmente, desde el punto de vista geopolítico y militar), Turquía, se adhirió al proyecto convirtiéndose en su columna islamista. El resto de los adheridos fueron países marginales que no tenían nada que perder, como la lejana y exótica Mongolia, sin ir más lejos.
Es evidente que Turquía ha accedido a participar en algo que, en principio, no debería interesarle más que a Lesotho o Bostwana por un motivo: no es que el tema del “diálogo de civilizaciones” le interesara en sí mismo (de hecho ya ha demostrado lo mucho que le interesa machacando a la resistencia kurda en el este del país), sino que podía favorecer su acercamiento a la Unión Europea. En el fondo, España es un país de la UE; hoy completamente secundario y a remolque del pelotón de cabeza franco-alemán, pero quizás en Turquía queda todavía el reflejo del tiempo en que Aznar intentó hacer de nuestro país el "leadership" de los países de tamaño medio de la UE, en una iniciativa que tampoco fue muy bien explicada. Por lo demás, a Turquía le interesa tan poco el “diálogo de civilizaciones” como a Mongolia; sólo que es una forma de “promoción” que le ayuda, no a cumplir el diseño electoral de ZP, sino el del propio gobierno de Erdogan (islamista, por cierto).
Al cabo de un año, estaba claro que el “diálogo de civilizaciones” era una estrategia (esto es, un plan general de operaciones para conquistar un objetivo político) y que, lejos de ser un alarde lingüístico-humanista-ingenuofelizote de ZP ante NNUU, había pasado a ser la clave de bóveda de la política exterior española. Y como toda estrategia, el “diálogo de civilizaciones” precisaba una serie de tácticas para poderse aplicar en la realidad. La conferencia de Barcelona era una de ellas. Pero fracasó ante la imposibilidad de cerrar una declaración unitaria sobre el conflicto de Oriente Medio (o mejor, sobre los conflictos de la zona). Fue aquella ocasión en la que ZP, eternamente en Babia, con el micrófono abierto le dijo, en estado de desesperación, a Javier Solana (el socialista que ejerció como verdugo de Yugoslavia al servicio de Clinton, ¡menuda credencial para avalar la estrategia zapaterista!) que “cerrara una declaración como fuera”. Y se cerró como todo lo que cierra zapatero: ambigüedad en la forma, catástrofe en el fondo. Con aquella declaración, la Embajada Judía en España puso el grito en el cielo. De nada valía que seis meses antes Zapatero se hubiera declarado de “origen judío” (el apellido le dio pie a ello, los “conversos” y los “marranos” –judíos falsamente conversos- utilizaban nombres del oficio que practicaban a la hora de bautizarse…). Pero ZP ni era “converso”, ni “marrano”: era simplemente un caso patético de Mesías con ínfulas de pasar a la historia, con las mismas capacidades que el más negado de los participantes en el "casting" de “Operación Triunfo”. En el fondo, también ellos buscan la fama.
Pues bien, el “Plan África”, primorosamente diseñado por Miguel Ángel Moratinos en el verano de 2005 y del que se habló por primera vez en el curso de la “crisis de las vallas” de Ceuta y Melilla en el mes de septiembre, es un instrumento táctico de la estrategia del “diálogo de civilizaciones”.
Los dos errores del progresismo en su valoración de África
Bien, ahora ya tenemos situado el “Plan África” en la política exterior de ZP. Veamos cuál es su primer y máximo error. No son uno, son dos. Ambos parten de la ignorancia supina de lo que está ocurriendo en África. Siempre hemos dicho que ZP adolece de un déficit cultural insultante. Literalmente, es un zote en la Moncloa que domina solamente una habilidad: la simulación. ZP simula que “sabe” algo sobre África. Miente, no tiene ni puta idea. Y lo demuestra. Su expresión beatífica, estudiada durante años ante el espejo de la egolatría y el mesianismo, no puede ocultar su ignorancia sobre lo que ha sido África desde la descolonización hasta nuestros días.
Si. Porque África ha sido un gigantesco, inmenso y abrumador fracaso para la Humanidad. Cuarenta años de independencia han supuesto una regresión para África situándola en las últimas posiciones del desarrollo, el bienestar, la cultura y la civilización. Para sacar a África de su empantanamiento hace falta, no un “plan”, sino una acción titánica que ni siquiera podrían abordar todos los países desarrollados coaligados. Mucho menos España que bastante tiene con lo que tiene sobre nuestro suelo.
Primer error de ZP y Moratinos: creer que la miseria africana puede superarse mediante “un plan”, lo que supone desconocer el fondo de la cuestión y la naturaleza de la tragedia africana. Pasar del tribalismo a la sociedad post-industrial sin cubrir etapas intermedias se ha demostrado inviable. Una de esas etapas, teóricamente, era la colonización: países que no disponían ni de infraestructuras, ni de tecnologías, ni siquiera del aparato de un “Estado”, vieron cómo Europa construía embriones de todo ello. A cambio, claro está, de explotar sus recursos –do ut des: “yo te doy, tu me das”, un principio universal-, faltaría más. Un día, en plena Guerra Fría, la URSS favoreció la independencia de todos estos países. ¿Altruismo? No. Todos eran colonias –esto es, bases- del adversario geopolítico, así que había que emanciparlos para debilitarlo.
La descolonización se operó sin que las burguesías locales africanas fueran lo suficientemente fuertes como para que pudieran asumir el control de sus países, y sin que se hubieran disipado las influencias nefastas del tribalismo. Al irse los europeos, el tribalismo demostró que era capaz de superponerse, primero, a las administraciones y luego de engullirlas literalmente. Además, el tribalismo iba acompañado de otra forma de primitivismo: el caciquismo. Hoy no hay ni Estados africanos dignos de tal nombre. Sí esbozos de democracia, ni siquiera de libertades políticas, tan solo gobiernos de facto, dirigidos por pequeños caciques crueles, depredadores y sin escrúpulos. Y poco importa si su origen era de “derechas” (Mobutu, Macías) o de “izquierdas” (Mugawe, Agostinho Neto, etc.): todos eran la misma basura. Y esa basura arruinó a sus países, masacró a sus poblaciones y desmanteló los avances legados por Europa en el tiempo de la colonización.
De todo esto, ZP no tiene ni idea. Cree, en su estulticia infinita, lo que otros le han contado, a saber: que África es pobre porque los colonizadores han robado. Esto no explica, claro está, por qué quince días después de retirarse los españoles, la TV guineana, construida primorosamente por probos funcionarios de TVE, dejó de emitir. O por qué las serrerías y los campos de cacao fueron abandonados: ¿acaso no somos independientes? ¿El blanco ya no nos obligará a trabajar? Esto ocurría en 1969 en la ex colonia española de Guinea Ecuatorial, un modelo de colonización que alcanzó la independencia siendo el país de África con más PIB después de Sudáfrica. Desde entonces, hasta que se descubrió petróleo, nuestra Guinea ha sido el pozo de todas las inmundicias africanas. Ahora, cuando se ha descubierto petróleo, el PIB de Guinea se ha disparado… pero la miseria persiste en las calles. Pues bien, desde Macías hasta Robert Mugawe, inevitablemente, siempre se ha repetido este esquema: los caciques populistas, para obtener el favor popular, han lanzado una idea que ha resultado deletérea para África: “se van los blancos, así pues, somos dueños de nuestro destino y ya nadie nos obligará a trabajar”…
Si durante la colonización lo que existió fue “compensación” (explotación de recursos a cambio de exportación de civilización), después de la descolonización la situación ha sido completamente absurda: “no te ayudes a ti mismo, que yo te ayudo”, es decir, “africano no tomes el destino en tus manos, en el fondo eres como un niño, no te preocupes, ya te alimento yo”. Así, África empezó a ocupar un lugar preponderante en los planes de ayuda humanitaria mundial. Esos planes habrán posibilitado la supervivencia de algún africano, pero no han conseguido ni remotamente mover a África del abismo. La política de ONG que han practicado los gobiernos europeos con respecto a África ha sido diseñada en los gabinetes progres, que previamente ya habían sentenciado que Europa era “culpable” de la miseria africana y, por tanto, debía pagar.
Como si un maestro estuviera obligado a expiar su crimen de haber enseñado a leer a un crío que se negaba a hacerlo y debiera de pagarle cada día el bocadillo como autopunición. Pues bien, éste es el criterio de ZP, progre entre los progres, imbuido de este criterio.
Pero existía un segundo error de bulto: creer que la política de ONG –ayuda humanitaria- sirve para algo más que para llenar los bolsillos de las oligarquías tribales africanas. Es inevitable, se mire como se mire: la distancia de entidad entre los gobiernos africanos y los gobiernos europeos es tal, que cualquier forma de “cooperación” implica, necesariamente, “subordinación”. Para no herir susceptibilidades, los gobiernos europeos prefieren que una parte sustancial de esta ayuda sea gestionada por ONG’s. En el fondo, la estructura de una ONG está más cerca de las dimensiones de un Estado africano que de los gobiernos europeos. Sólo que los “líderes” africanos exigen hablar con “jefes políticos” europeos y tienen tendencia a despreciar y a desconfiar de las antenas locales de las ONG’s.
Ni hay un trato de igual a igual entre los gobiernos europeos y africanos, ni puede haberlo. Quien regala dinero no está al mismo nivel que quien lo recibe, y quien vende materias primas no está al mismo nivel que quien las paga. Negarse a reconocer objetivamente la realidad no implica que esa realidad no se imponga en el subconsciente. La antigua máxima castellana decía: “dar es servicio, recibir es servidumbre”. Y el que recibe es un “servidor”, aunque el que entrega se niegue a reconocerle esa condición…
Actuar como si los gobiernos africanos tuvieran algún tipo de legitimidad es absurdo e indigno. No existe una “democracia africana”, existen diversas formas de tiranía en África, pero no de democracia. Y, aún así, estamos recibiendo a embajadores oficiales africanos y estamos concediendo el título de interlocutores válidos a meros jefes tribales, salteadores de caminos y sátrapas sin escrúpulos.
Esta política de tratar a África de igual a igual, ya ha fracasado. Un niño de preescolar no puede ser tratado como alumno de bachillerato. África es como un niño de preescolar, dirigido por psicópatas peligrosos. El “Plan África” supone revalidar esa política fracasada e, incluso, ampliarla.
La ayuda humanitaria europea a África fracasará mientras la UE no tenga manos libres para reorganizar África. Si cuarenta años de independencia han supuesto cuarenta años de fracaso, se trata ahora de volver al punto de partida. En otras palabras, recolonizar África. Duro, pero lógico. Si las élites africanas se han mostrado incapaces de forjar un destino para su continente, solamente quedan dos alternativas: o se adopta una nueva política o se abandona África a su suerte. Persistir en los errores “humanitarios” de los últimos cuarenta años es acentuar la crisis africana. ¿Se les ha preguntado a los africanos qué prefieren? ¿”Independencia nacional” o “supervivencia individual”? Los regímenes surgidos de la descolonización en nombre de lo primero, terminaron ahogando las libertades individuales e incluso la vida misma. Y, desde luego, han demostrado no poder gestionar su patrimonio. Así pues, vale la pena repetir la pregunta: ¿“independencia nacional” o “progreso económico”? Dependiendo de la respuesta habría que establecer las oportunas políticas consecuentes: ¿”independencia nacional”?, “pues espabila”; ¿”progreso económico”? “déjame que te planifique el futuro, que tú has demostrado no entender de esto”… duro como la vida misma. Después de criar a niños maleducados aquejados del “síndrome del emperador”, Occidente ha criado también países que creen que se lo merecen todo a cambio de nada… La vida no funciona así.
La realidad africana es hoy la que sigue: 33 de los 47 países subsaharianos forman parte del “grupo de países menos adelantados”, según clasificación de NNUU. La mitad de su población vive con menos de un dólar al día. La esperanza de vida es de 46 años y la escolarización apenas alcanza el 45%. El PIB de África pasó a constituir en los años 90 el 2’5 % del PIB mundial, cuando en los años 60 era del 4,6 %. En ese tiempo y hasta hoy, las exportaciones africanas apenas son el 1’5% de las mundiales (y la mayoría petróleo, del que el grueso de la población no se beneficia). La tasa de infección del SIDA es del 7’5%, pero en Lesotho, Botswana y Swazilandia alcanza el ¡30%! Son los “logros” de la independencia africana.
El “Plan África” y sus bases de partida
Dice Moratinos en su artículo en “Política Exterior”: “España ha incorporado al continente africano, y en particular al África Subsahariana, entre sus prioridades en política exterior”. Primer error: desconocimiento de las propias fuerzas. La capacidad económica de España hace IMPOSIBLE que nuestro país juegue un papel, incluso secundario, en África. El problema no es que un gobierno de iluminados haya colocado a África como “prioridad”, sino si España tiene capacidad para jugar ese papel. Y, desde luego, España no puede rivalizar con la penetración tradicional francesa en el continente y mucho menos con la moderna penetración norteamericana. Es más, si de eso se trata, habría que tener en cuenta que este tipo de políticas crean conflictos con los países que “influencian” en esas zonas. Y resulta encantador ver cómo, por si la política española no tuviera pocos enemigos y sí muy pocos amigos, Moratinos dirige una política que nos enfrentará a Francia y a EEUU, al mismo tiempo.
Continúa Moratinos viendo “signos saludables de evolución política en África”. Dice, por ejemplo y entre otras lindezas: “en los últimos años se ha podido constatar un avance de la paz y de la democracia con la celebración de elecciones pluralistas”… Elecciones sí que ha habido (Liberia, Mozambique, Namibia, Ghana, Uganda…), harina de otro costal es si UNA SOLA de estas elecciones merece el calificativo de “democráticas”, o si se trata solamente de convocatorias que no registran ni una sola de las condiciones para ser consideradas como tales. Moratinos se engaña: tal como dijo Mobutu (y debía saberlo, pues, no en vano ocupó durante casi treinta años la presidencia del Congo): “la democracia no es para África”. Ahora bien, engañarse cuesta poco y ver un “avance de la democracia” en el hecho de que se convoquen elecciones en una escuela de primaria puede ser tan positivo… como minimal.
Para Moratinos la pobreza africana explica las escenas penosas de la valla de Ceuta y Melilla. Claro, la pobreza tiene algo que ver… pero desde que se entregaron a Marruecos 40 millones de dólares, al parecer esa cantidad bastó para que la pobreza “desapareciera”. Así pues, el tema de las vallas y de la inmigración es otra cosa. Y ya que estamos en esto: la inmigración es negativa para África, contrariamente a lo que opina Moratinos. No solamente África se ve desprovista de fuerzas jóvenes, sino que las remesas enviadas por los inmigrantes a su país de origen hacen innecesario que la población de allí cultive los campos o busque trabajo. ¿Para qué hacerlo? Un solo inmigrante en Europa paga los gastos de una familia africana durante seis meses con los envíos de un solo mes… Hoy se tiene constancia de que la inmigración es una de las causas del empobrecimiento de África.
Los africanos no huyen sólo de la pobreza: huyen de gobiernos asesinos y criminales, huyen de las plagas y las enfermedades endémicas, huyen del desgobierno y la falta de planificación… es decir ¡HUYEN DE SUS GOBIERNOS! Esconde la cabeza, no digas que la clase política africana es culpable y eternizarás la situación. Pero Moratinos no se arredra, dedica todo un largo parágrafo de su artículo al tema de “el fenómeno de la inmigración”. Dice, por ejemplo, que uno de los grandes problemas de estos países subsaharianos es que no readmiten a sus inmigrantes y que, en buena medida, basan su economía en las remesas de dinero que envías desde Europa. ¿Que no readmiten a sus propios ciudadanos? Y sabiéndolo, Moratinos o ZP ¡son incapaces de llevar este tema a NNUU o al Tribunal Internacional!, pero: ¿qué países son estos que ni siquiera reconocen a sus propios ciudadanos? Por eso, cuando Moratinos se jacta de que España es “el país de la UE que ha conseguido llegar más lejos en la política de creación de un marco jurídico bilateral con los países de África subsahariana para facilitar la repatriación de los inmigrantes”… habría que preguntarle: ese “marco jurídico”… ¿para qué ha servido? Y si realmente aporta algo y era necesario. Porque si existe voluntad de respetar esos acuerdos, su contenido, necesariamente, ya debía estar incluido en las constituciones de esos países, y si no existía voluntad de firmarlos, ¿para qué hacerlo? Se han firmado, por lo demás, solamente dos de estos acuerdos, con Nigeria y con Ghana… países desde los que la inmigración no es masiva. Y, por lo demás, ¿a cambio de qué se han firmado? ¿Cuántos acuerdos de cooperación y ayuda a fondo perdido ha habido que rubricar antes con estos países para que accedieran a readmitir a sus propios ciudadanos? Moratinos calla sobre este punto y su silencio es elocuente.
Pero, acto seguido, explica que la política de inmigración del gobierno español ha merecido elogios en toda África… el que los tam-tam hayan glosado con loas y alabanzas la regularización masiva no puede extrañarnos, lo que nos extraña es que Moratinos afirme que “el objetivo de esa política no debe ser otro que optimizar la inmigración legal y con garantías, que redunda en beneficio de todos. Al mismo tiempo, combatir la inmigración ilegal mediante el incremento de la cooperación y de la acción concertada”. Moratinos une dos cosas que no tienen nada que ver: en primer lugar, la mejor forma de “optimizar la inmigración legal” no es, desde luego, con regularizaciones masivas, que solo sirven para demostrar lo eficaz de la inmigración ilegal, de los hechos consumados y reforzar el “efecto llamada”; en segundo lugar, la cooperación entre gobiernos no tiene nada que ver con la inmigración de individuos. Y mucho menos en África: ayuda a un gobierno y ese gobierno se quedará la ayuda, el “individuo” no verá ni un céntimo. Moratinos no se ha enterado de que NO ES DE LA POBREZA DE LO QUE HUYEN LOS INMIGRANTES AFRICANOS… ¡SINO DE SUS GOBIERNOS! ESOS A LOS QUE MORATINOS BRINDA AYUDA TAN GRACIOSAMENTE.
Por otra parte, hay que ser claros: la inmigración africana carece de la más mínima cualificación profesional, es una inmigración que jamás tendrá posibilidades de encontrar trabajo en España, se limitará a vivir de la caridad pública, del salto de mata o del narcotráfico. Así pues, ¿de qué está hablando este tipo cuando se refiere a “inmigración legal”? Los pobres africanos no tienen la más mínima oportunidad de participar en “cupos” o de llegar por las vías legales prescritas en la Ley de Inmigración. Todo africano subsahariano que llega a España ¡LO HACE DE MANERA ILEGAL PORQUE LEGALMENTE NO TIENE DONDE ACOGERSE! Ni el mercado de trabajo lo requiere, ni tiene capacitación profesional para hacer otra cosa que trabajos hoy en vías de sustitución por equipos de mecanización ni, por lo demás, es necesario para la marcha de la economía española. Así pues, ¿de qué mierda de retórica ampulosa está hablando Moratinos? La realidad es mucho más simple.
La última base de partida es la “apuesta” (este es un gobierno de ludópatas) que “España” (ZP) ha hecho “por el desarrollo”. De hecho, el viaje a Kenia y Mozambique de la vicepresidenta De La Vogue y de Leyre Patín el Día de la Mujer Trabajadora, acompañadas por “un grupo de mujeres españolas”, dentro del marco “España y África. Mujeres para un mundo mejor”, obedecía a esta apuesta. En realidad, otra muestra de la ignorancia supina de la realidad africana fue la escenificación de este viaje, que no era sino otra táctica para aplicar el “Diálogo de Civilizaciones”. En el curso de este viaje, la llamada “Declaración de Maputo” se centró en el compromiso español en la “plena incorporación de la mujer al mundo laboral y político, así como en la equiparación de los derechos económicos y sociales”. Ejem… ¿cómo explicar que la mujer africana trabaja como nadie, incluso mucho más que el hombre africano? ¿Cómo explicar a la Vogue y a la Patín que las mujeres africanas viven otros horizontes culturales –casi neolíticos en algunos casos- y que muy difícilmente pueden atender los tópicos del feminismo postmoderno europeo? ¿Cómo explicarles a ese atajo de “mujeres” ignorantes que lo que en Europa es una prioridad tópica, en África no responde ni a la realidad antropológica ni cultural? La “igualdad de sexos” es cosa de ociosos progres europeos que no tienen nada mejor de que preocuparse que por establecer discriminaciones anti-discriminación, pero que es un lenguaje de extraterrestres en países carcomidos por el SIDA, reventados por el desgobierno, mal administrados y que ignoran, no solo los derechos de la mujer, sino cualquier otro derecho humano.
Después de recordar el viajecito de las dos “damitas” a África (y justificarlo), Moratinos pasa a enumerar las ayudas españolas a África. Resumamos: miseria y compañía. 450 millones de euros, dotación del Plan Director de la Cooperación Española para el período 2005-08, pueden parecer mucho, y de hecho lo son, y los 70 millones de la Agencia Española de Cooperación Internacional en el 2005 también son una cifra abultada, PERO EXIGUA SI SE TIENE EN CUENTA LAS NECESIDADES AFRICANAS, QUE EXCEDEN CON MUCHO EL PRESUPUESTO DEL ESTADO. El hecho de que el gobierno socialista haya multiplicado por tres esas ayudas –no nos dice Moratinos cómo se gestionan, lo más probable es que haya espabilados próximos al PSOE que hayan visto triplicados sus exacciones- no quiere decir que esto sirva para algo. Es como la señorona adusta que da cinco céntimos de euro al pobre de la esquina para lavar su mala conciencia.
¿Y todo esto para qué? Moratinos lo recuerda en las dos últimas páginas de su artículo. Hacía falta. Nos dice: “todos estos elementos justifican la adopción por parte de España de una estrategia nacional propia”. Esa estrategia es el Plan África. Pues bien, no. “Todos estos elementos” evidencian la ignorancia del gobierno español en materia de exteriores, su falta de conocimiento de la realidad africana, sus posiciones hechas de tópicos, arquetipos deformados y errores progresistas habituales. Y, además, como hemos dicho al principio, ignorancia de las propias posibilidades.
Digámoslo más claro: ESPAÑA, POR SUS DIMENSIONES Y PAPEL INTERNACIONAL, NO PUEDE JUGAR UN PAPEL PROPIO EN ÁFRICA. Ese papel solamente puede jugarlo dentro de la UE (si es que la UE estuviera en condiciones de definir una política africana unitaria, en lugar de distintas políticas “nacionales” entre las que la española es, sin duda, una de las que tiene menos posibilidades, en función de que ESPAÑA JAMÁS HA SIDO UNA POTENCIA CON INTERESES PREFERENCIALES EN ÁFRICA.
NdA.- Después de leer el artículo de Moratinos, realmente estoy convencido de que el problema del gobierno ZP no es solamente de líneas políticas erróneas, sino mucho más profundo: es un problema de ignorancia supina. Ya sé que es poco periodístico un añadido de este tipo, pero no puedo evitar expresar mi más profunda convicción.
© Ernesto Milà Rodríguez – infokrisis – infokrisis@yahoo.es
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