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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

RSXXI. Los aspectos económico sociales de la crisis (III de XV)

RSXXI. Los aspectos económico sociales de la crisis  (III de XV)

Infokrisis.- En esta tercera entrega del documento Revisión Siglo XXI, abordamos de manera no exhaustiva, los aspectos económico-sociales de la crisis presente y, especialmente, describimos el marco en el cual se desarrolla: final de la integración en Europa e inicio del proceso globalizador. Concluimos que el modelo globalizador se encuentra afectado hoy por una profunda crisis.

 

 

 

1.        Crisis socio-económica generalizada

Las dos grandes líneas del crecimiento económico español durante los años 80 y 90 fueron falsas, ilusorias y miserables:

a)     Desde los años 80 la economía española ha dejado progresivamente de ser productiva para pasar a ser especulativa. Distintas circunstancias han enmascarado este proceso e incluso parecían desmentirlo. A principios de los años 80, cuando se encarriló definitivamente la integración de España en Europa, se produjo una migración de multinacionales a nuestro país. Se trataba de un crecimiento coyuntural, favorecido por salarios más bajos que en el resto de la Unión, que duraría solo lo que otros países tardaran en ofrecer mejores condiciones.

Cuando se produjo la caída del Muro de Berlín y la desarticulación del sistema defensivo de la URSS, los países del Pacto de Varsovia iniciaron una loca carrera hacia la UE con el aliciente de que sus costes laborales eran menores que los españoles y la fiscalidad mucho más moderada. Así pues, el crecimiento industrial de los años 80 y 90 fue ficticio, carente de bases sólidas, y basado en una política de incentivos que podía ser imitado y superado por cualquiera.

b)     Una economía especulativa basada en el pelotazo, cuyos modelos datan de principios del gobierno de Felipe González: la exaltación de la “beautiful people” por encima del trabajo y de la gente honesta. El saqueo de Rumasa con el subsiguiente reparto del botín para los amigos y, como elemento de arranque de la nueva clase político-económica socialista, la exaltación realizada en la época de un self-mademan como Luis Roldán, que había tenido el “valor de lanzarse al mercado”, frente a los guardias civiles honrados que se desangraban en el Norte, mientras su jefe esnifaba cocaína en compañía de prostitutas del tres al cuarto. El inicio del saqueo de Marbella, iniciado por los socialistas a mediados de los años 80. La exaltación del aventurerismo económico, el pijerío, el arribismo y el pelotazo encarnado en la figura de Mario Conde, y, para colmo, el saqueo continuado y reiterado de las arcas del Estado por una clase política que, a partir del felipismo, unió su nombre al de la corrupción. Todos estos hechos supusieron una mutación interior en la psicología de muchos españoles: “¿para qué trabajar? Las rentas procedentes del trabajo permiten apenas sobrevivir a duras penas en una economía especulativa, ¿no es mejor especular? Además, comprar barato y vender caro es todavía más lucrativo si se cuenta con el apoyo del aparato del estado”. Así pues, el felipismo todavía no es consciente de la inmensa mutación que trajo al país: aún hoy, los valores de la economía especulativa sobre el trabajo honrado, del pelotazo sobre la constancia, están más que nunca presentes en la sociedad española.

A esto se unió la velocidad con la que se han desarrollado los procesos histórico-económicos. Estos procesos se han desarrollado en dos tiempos, estando íntimamente concatenados y son:

a)     La integración en Europa y

b)     La globalización

a)     A partir del ingreso de España en la OTAN (1986) y de la solidificación del sistema democrático (1982), ya no existieron más obstáculos para el ingreso de España en la UE. Esto se tradujo en dos fenómenos opuestos de gran brutalidad el primero y trascendencia el segundo:

1)     La reconversión industrial

2)     La llegada masiva de fondos estructurales y de cohesión

La reconversión industrial supuso la liquidación de en torno a dos millones de empleos y la desaparición de sectores enteros de nuestra economía. Esta reconversión ha arrojado a un futuro problemático a regiones enteras, cambiando radicalmente su paisaje. La brutalidad con que se realizó esta conversión no será olvidada jamás por toda la generación de trabajadores que la sufrió.

Lo peor de la reconversión es que no se generó un nuevo tejido industrial en las zonas afectadas: las jubilaciones anticipadas y las indemnizaciones por despido favorecieron la pacificación social… Pero, una vez más, el pan para hoy será hambre para mañana. Esas zonas afectadas por la reconversión, sin industrias de reemplazo, no volverán a dar trabajo a los hijos de los jubilados ni a los despedidos, que se verán obligados a emigrar a las grandes ciudades. Una inflación de bares, pequeños comercios y autónomos, dan todavía hoy una sensación ficticia de actividad económica que, antes o después, se extinguirá. Solamente la sustitución de un tejido industrial por otro es garantía de prosperidad a medio plazo.

Pero la ficción pudo prolongarse todavía algo más de una década, gracias a la llegada masiva de fondos estructurales y de cohesión. Gracias a ellos –y a pesar de la falta de rigor con la que, en buena medida, fueron administrados- se abordaron ambiciosos programas de renovación y creación de infraestructuras, que evitó que las consecuencias más extremas de la reconversión industrial se hicieran sentir inmediatamente.

Por otra parte, durante la transición y, especialmente, a partir de la formalización del ingreso en la CEE, España se convirtió en el paraíso de las multinacionales. Se abrieron cientos de factorías llegadas a nuestro país impulsadas por las facilidades e incentivos dados por los ayuntamientos a las empresas recién llegadas. Eso contribuyó también a paliar los efectos de la reconversión posterior. Pero todo esto debería cambiar a mediados de los años 90.

b)     La globalización irrumpió a partir de la caída del Muro de Berlín, amparada en la desaparición del duopolio internacional y de la creación de un sistema mundial unilateral de indiscutible hegemonía norteamericana. La creación de un mercado único mundial, inicialmente, no parecía una mala opción: cada país se especializaría en algún producto en el que sería competitivo, lo cual redundaría en beneficio de ese país y de sus clientes. Pero ese sistema, hoy, ha fracasado completamente y la globalización ha sido un espejismo de apenas 15 años: de 1990 a 2005.

En España, la globalización generó dos fenómenos opuestos e íntimamente ligados:

1)      Deslocalización industrial e

2)      Inmigración masiva

Ambos fenómenos eran como una autopista de doble dirección cuya resultante final suponía:

1)      Un empobrecimiento de las clases trabajadoras española y europea

2)     Una desertización industrial

3)     Un crecimiento en las desigualdades de renta

4)     Un aumento de la potencia explosiva del multiculturalismo

5)     La aparición de bolsas de inmigración irreductibles a cualquier intento de integración y asimilación.

La globalización, en apenas 15 años, ha concentrado buena parte de la producción industrial en los polos de más bajo coste y más próximos a las fuentes de materias primas. No es que el mercado haya aumentado su competitividad, sino que unos pocos países (asiáticos) se configuran como los “únicos productores rentables”. En ellos, la proximidad de las materias primas se une a lo barato de la mano de obra, a la falta de derechos sociales y sindicales y a ritmos de producción completamente inhumanos.

La globalización ha fracasado porque:

1)     En lugar de generar un “Estado del Bienestar” a nivel mundial ha empobrecido a la clase obrera del primer mundo y ha convertido en mano de obra esclava a la del tercer mundo. Nunca como hoy el individuo se ha transformado con tanta velocidad en consumidor alienado y productor integrado.

2)     La globalización se ha realizado sin tener en cuenta las constantes geopolíticas, dando por sentado que nos esperaba un futuro de paz, armonía y felicidad, un período “sin historia”, una democracia mundial. Y no ha sido así: las contradicciones entre los bloques geopolíticos siguen existiendo y las superpotencias preparan sus posiciones para renovar la lucha por la hegemonía mundial.

3)     Para colmo, el agotamiento de los hidrocarburos supone la puntilla a la globalización. Porque si antes era ventajoso fabricar lejos pero barato y trasportar los bienes a los puntos de venta, con la constante subida del precio del combustible que se viene experimentando en los dos últimos años, los costes del transporte serán a corto plazo insoportables.

Estos tres elementos sellan el final de la efímera “era globalizadora”. Apenas ha durado 15 años. El problema es que, en este período, parte del tejido industrial europeo ha sido deslocalizado y todavía no podemos estar seguros de los trastornos que provocará el irremisible fin de la época del petróleo barato.

En este terreno, los grandes desafíos mundiales de los próximos años son:

1)     La búsqueda de energías de sustitución, capaces de generar los ingentes volúmenes que una industrialización mundial precisa. Estas energías deben ser baratas, limpias y fáciles de producir. Las energías “blandas” no son aptas para producir energía en cantidades como los que precisan los países para evitar el parón industrial. Por lo que se refiere a las energías de fusión nuclear, todavía quedan, como mínimo entre 25 y 35 años para que sean viables.

2)     Países como China que, hasta ahora y en los últimos años, han tenido un crecimiento sostenible del 8% anual y han intentado compaginar un régimen autoritario con una economía liberal, se verán sometidos a todo tipo de tensiones y contradicciones. Fatalmente, o bien la economía triunfará y forzará el establecimiento de un sistema multipartidista, o bien triunfará el sistema político autoritario limando las posibilidades del mercado. De lo que no cabe la menor duda es que en los próximos años, estos países sufrirán todo tipo de tensiones interiores.

3)     El eje de la economía mundial se está desplazando en estos momentos del Atlántico al arco del Pacífico. Pero este desplazamiento tiene serios peligros:

-          La estabilidad del sistema económico norteamericano, el más endeudado de todo el mundo y de toda la Historia.

-          La amenaza climática que afectará sobre todo a esa área, sin excluir un recrudecimiento de la actividad sísmica con puntos tan frágiles como California, Japón o el Sudeste Asiático.

-          La estabilidad problemática del sistema chino, sometido a todo tipo de tensiones, incluidas las religiosas en el Oeste del país, registrando una agitación creciente de las etnias musulmanas.

 (c) Ernesto Milà - infokrisis - infokrisis@yahoo.es - 12.07.06

 

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