Blogia
INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

Evo Morales o la fugaz fascinación del “populismo indígena”

Evo Morales o la fugaz fascinación del “populismo indígena”

Infokrisis.- Evo Morales inició su carrera política como representante de los cultivadores de coca del Chaparé boliviano. En enero de 2006 fue elegido presidente por mayoría absoluta con el eslogan: "Somos Pueblo. Somos MAS". ¿Estamos ante un nuevo estilo de hacer política o bien ante alguien que seduce a las masas con la misma facilidad con que luego las decepciona? ¿Es sólida la alternativa de Evo Morales?


En 1997, Evo Morales fue elegido diputado por el Chaparé con el 70% de los votos, lo que corresponde exactamente al porcentaje de indios y mestizos en esa zona. En el 2002, estuvo a punto de obtener la presidencia del país pero fue derrotado por escaso margen. A lo largo del gobierno de Sánchez Lozada se convirtió en el líder de la oposición y nadie dudaba que iba a ser el futuro presidente del país, aunque jamás hubiera tenido responsabilidad alguna de gobierno. Su “populismo indígena” merece ser estudiado. Sus primeros cien días al frente del gobierno boliviano también.

Del “socialismo militar” al “populismo indígena”

A mediados de los años 30, la embajada alemana en La Paz mantuvo relaciones con el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) de Víctor Paz Estensoro, mientras que la italiana lo hacía con la Falange Socialista Boliviana (FSB) de Oscar Únzaga de la Vega. Además, la presencia de Ernst Rohem y de algunos “soldados perdidos” alemanes que combatieron en la Guerra del Chaco, habían influido en un grupo de militares que unían a su patriotismo una alta conciencia social.

Los años comprendidos entre 1933 y el final de la Segunda Guerra Mundial se conocen en la historia de Bolivia como el período del “socialismo militar”. En aquellos momentos el país era propiedad de un grupo oligárquico conocido como “La Rosca”, o los “barones del estaño” (las familias Aramayo, Patiño, Hostchild). Este período estuvo protagonizado por tres dictadores militares (Toro, Busch y Villarroel) fracasaron en su enfrentamiento con “La Rosca”, acabando trágicamente. Gualberto Villarroel fue colgado de una farola frente al palacio presidencial de La Paz; antes, David Toro se había suicidado ante la imposibilidad de realizar su programa de nacionalización de los bienes de la oligarquía; su figura inspiró a Pierre Drieu la Rochelle al protagonista de su novela “El Hombre a Caballo”.

El “socialismo militar” había muerto; llegaba el período del “populismo”. En 1956, llegó al poder el MNR de Víctor Paz, realizando una reforma agraria limitada y mal planteada. La FSB se situó en la oposición e intentó varios golpes de Estado, hasta que su fundador Óscar Únzala resultó muerto. El populismo el MNR fue sustituido por la dictadura de René Barrientos, un militar que hablaba quechua y bajo cuyo mando se capturó al Ché Guevara. El gobierno Barrientos protagonizó un populismo de derechas vinculado a la embajada americana. Estaba todavía por llegar el “populismo de izquierdas” vinculado a las embajadas chilena y cubana. El general Torres lo encarnó durante unos meses. Luego vino la breve experiencia guerrillera marxista de Teoponte, en donde encontramos a los que diez años después serían dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (Jaime Paz Zamora), los cuales, una vez en el poder en 1985, estarían escindidos entre su fidelidad a los narcotraficantes y a la embajada americana.

El interregno militar del General Banzer (1972-1978) en el que lel MNR y la FSB volvieron a encontrarse, no aportó nada a la historia de Bolivia y el gobierno del General García Meza, apoyado por la dictadura argentina, apenas supuso una nueva muestra de populismo, frustrado a causa del bloqueo económico impuesto por el gobierno Reagan y por el lanzamiento al mercado de grandes reservas de cobre y estaño almacenados en EEUU desde la II Guerra Mundial, que hundieron el precio de estos minerales y, en consecuencia, la economía boliviana y, en menor medida, la chilena.

En este largo período (1935-1983) se había pasado del “socialismo militar”, a un “populismo” protagonizado por las clases medias de origen europeo. Pero el elemento dominante en la sociedad boliviana eran las comunidades indígenas que, por lo demás, crecían a mucha más velocidad que las europeas. Cuando se evidenció el fracaso de los distintos gobiernos democráticos entre 1983 y 2005 y se fueron agotando todas las opciones posibles. Finalmente, solamente quedó por experimentar el “populismo indígena” que, por lo demás, tenía a su favor la diferencial demográfica. Tal es el contexto histórico en el que hay que situar el “populismo” de Evo Morales.

Mientras que en el período de “socialismo militar” sus protagonistas estaban movidos por un afán sincero de reforma social y de patriotismo, durante el período “populista” la sinceridad se transformó en demagogia social y el patriotismo en chauvinismo. Es evidente que se había producido una caída de nivel; pero no iba a ser la última. Finalmente, el fracaso de los partidos democráticos tradicionales (MNR de Víctor Paz, ADN de Banzer, MRIN de Siles Suazo, MIR de Paz Zamora, etc.), debía de hacer emerger una opción populista protagonizada por indígenas y apoyada sobre el electorado indígena, numéricamente mayoritario.

Its the demography, stupid

Bolivia es un “país multiétnico” en el que los grupos étnicos europeos suponen apenas un 20%, los amerindios un 50%, los mestizos un 27’5%, existiendo, ademàs, pequeñas comunidades japonesas, libanesa, turca y chinas. A partir de 1980, el país pasó de seis a diez millones de habitantes. La tasa de natalidad es de 3’8 hijos por mujer, 4’6 si se tiene en cuenta solamente a las etnias indígenas y mestizas. Así pues, basta levantar la bandera del indigenismo para obtener una cómoda mayoría.

Lingüísticamente, Bolivia es un mosaico; el español es hablado por tres cuartas partes de la población (aunque algunos lo emplean como segunda lengua), el quechua (evolución de la lengua inca) se habla en Cochabamba y Potosí, el aimara (lengua pre-incaica) en Oruro y La Paz y el guaraní (en Santa Cruz y el Beni), a lo que hay que añadir 37 lenguas nativas y 127 dialectos tribales.

Lo sorprendente es que, el “indigenismo” creciente de la política boliviana no ha logrado evitar la extensión del español. Esto se explica por la creciente concentración de la población –hasta los años 70, eminentemente rural– en las ciudades. Hoy, sólo una cuarta parte de la población vive en el campo. Desde 1995, ciudades como Cochabamba o La Paz han crecido a un ritmo de un 8% anual. Las tres grandes ciudades (La Paz, Santa Cruz de la Sierra y Cochabamba) ocupan a 4 de cada 5 individuos económicamente activos. En 15 años, estas ciudades han duplicado su población.

Mientras que el Oriente Boliviano (Santa Cruz) tiene una mayor densidad de ciudadanos de origen europeo, el Altiplano andino (con La Paz como capital) registra una mayor abundancia étnica de indígenas. Esto, unido a las climatologías diferentes y a la configuración distinta de sus recursos económicos, ha creado dos “países” diversos. No es raro que en los próximos años –y especialmente si se produce el desplome de la política indigenista de Evo Morales– se registren movimientos secesionistas en Santa Cruz de la Sierra.

Geopolítica de Bolivia

La historia de Bolivia está presidida por un drama: carecer de salida al mar. Las guerras del siglo XIX contra Perú y Chile cortaron la posibilidad de contar con una salida al Pacífico. Tan sólo a través del Madeira (un afluente del Amazonas, llamado Madre de Dios en Bolivia) es posible tener una complicada salida fluvial al Atlántico. Para colmo, la guerra del Chaco, contra Paraguay, y antes la guerra con Brasil, comprimieron el territorio boliviano a su dimensión actual. El ferrocarril La Paz-Arica (en el norte de Chile) es hoy su única posibilidad de salida al Pacífico. En el siglo XX, Bolivia ha mantenido relaciones de alianza y amistad con Brasil y Argentina (es decir, hacia el Atlántico) y de hostilidad con Perú y Chile (los países que impiden su salida al Pacífico). Por su parte, mientras la frontera de contacto entre Chile y Perú es pequeña, la que mantiene Brasil con Argentina es extremadamente amplia. Brasil. Además, Brasil siempre ha intentado ejercer su influencia sobre Uruguay. Y, finalmente, Argentina y Chile mantienen frecuentes polémicas fronterizas. Todas estas relaciones crean una situación extremadamente conflictiva en el área geopolítica boliviana.

América del Sur es un subcontinente mucho más heterogéneo de lo que a primera vista de podría pensar: las diferencias climáticas, étnicas, el relieve, la orografía han modelado los distintos rasgos específicos de las naciones sudamericanas. A las clásicas contradicciones geopolíticas entre “valle” y “montaña”, entre “naciones oceánicas” y “naciones continentales”, se unen los rasgos culturales y antropológicos de las distintas etnias y las fricciones históricas que en menos de dos siglos de independencia han generado barreras de hostilidad entre casi todas las naciones sudamericanas (entre Venezuela y Colombia, entre Perú y Ecuador, entre Argentina y Chile, entre Brasil y Argentina, entre Bolivia y Paraguay, etc.

Brasil aspira a convertirse en “potencia regional”. A ello contribuyen su demografía, sus recursos económico-energéticos y su tecnología. Para ello precisa realizar una marcha geopolítica hacia el Pacífico. De ahí el interés que Brasil ha demostrado por Bolivia desde los años sesenta. De hecho, todo induce a pensar que en los próximos años Brasil estimulará el secesionismo “cruzeño” (de Santa Cruz de la Sierra) según evolucione la situación interior boliviana. La frontera entre la región de Santa Cruz y Brasil es extremadamente permeable y ambas zonas tienen relaciones económicas fluidas desde principios del siglo XX. Selvática y con gran riqueza forestal (madera y caucho), la región de Santa Cruz tiene poco que ver con la otra parte de Bolivia, el Altiplano.

La cuestión étnica en los países andinos

Brasil tiene un solo problema para realizar su aspiración de convertirse en “potencia regional”: el sustrato étnico extremadamente inestable compuesto por un alto porcentaje mestizo para el que la idea de “proyecto histórico”, “destino nacional”, son absolutamente incomprensibles. En Bolivia ocurre otro tanto. Por su riqueza minera, Bolivia estaría llamada a ser un país con una envidiable prosperidad. Sin embargo, la mala gestión de recursos, la corrupción y la mentalidad indígena, impiden que algún día pueda alcanzarse algo parecido a un “estado del bienestar”.

Ahora bien, el estudio de la mentalidad indígena es indispensable para comprender la naturaleza del “populismo” encarnado por Evo Morales y su gobierno. La impresión general de los indígenas que han votado en masa a Evo Morales es que, ahora, “ellos” están en el poder. Para cualquier indígena boliviano, Evo es “de los suyos”. Su aspecto físico es el característico del indígena boliviano sin que falte ni un solo rasgo. Evo Morales es, pues, el arquetipo étnico del amerindio boliviano.

Pero esto grupo étnico tiene unos rasgos problemáticos. El indio realiza sus procesos mentales a una velocidad distinta de la europea. En buena medida, carece –dato importante– de visión proyectiva y de capacidad de planificación en su vida propia. Concibe la unidad familiar, concibe a la tribu, concibe la aldea o el barrio, pero le es imposible concebir algo que sea superior a lo que puede ver en su proximidad. Su productividad, salvo excepciones, se limita a lo estrictamente necesario para lograr la supervivencia.

En las naciones andinas y centroamericanas, la estratificación étnica está directamente relacionada con la estatificación social y económica. Es frecuente, por ejemplo, que en las Fuerzas Armadas, la tropa sea india, la suboficialidad mestiza y la oficialidad, europeoide. En Bolivia, la clase favorecida es blanca, los mestizos ocupan un escalón intermedio (pequeño comercio, vendedores ambulantes, transportistas), mientras que el indio realiza trabajos agrícolas y forma el grueso del subproletariado urbano.

El drama de países como Bolivia radica en que la población india es, a la vez, la más numerosa y la que dispone de menor formación media y superior. En otras palabras, países como Bolivia sufren una contradicción insalvable: después de haber pasado por todas las opciones políticas, solamente quedaba una, la que disponía del electorado objetivo más numeroso, la opción indigenista, pero, al mismo tiempo, esta es la más inadecuada para ejercer el poder político. En cualquier consulta democrática, la mayoría siempre vence: pero la mayoría en estos países es india o mestiza y el drama estriba en que ni indios ni mestizos, ni mulatos, tienen en estos momentos la capacitación técnica y la experiencia para gobernar.

La esencia del “populismo indígena”

Inicialmente, las reivindicaciones del MAS y de Evo Morales, parecen justas: el pueblo boliviano es el legítimo propietario de las riquezas que alberga el subsuelo de su país. Pero las cosas no son tan sencillas. Hasta que terminaron las dictaduras militares en 1983, el sector minero estaba prácticamente nacionalizado en Bolivia. La COMIBOL regentaba el grueso de la industria minera. Y el sector se mostraba improductivo. El descubrimiento y la explotación de las grandes bolsas petroleras y gasísticas, así como la liberalización del sector minero, permitieron la entrada de compañías extranjeras. Estas compañías –en especial Petrobras (Brasileña) y Repsol (hispano-argentina)– realizaron grandes inversiones en el establecimiento de modernos sistema de bombeo y canalización. Contrariamente a lo que se tiene tendencia a pensar, la industria petrolera no da beneficios inmediatos y las inversiones a medio plazo requieren un gran esfuerzo económico.

Los acuerdos firmados entre anteriores gobiernos bolivianos y las petroleras, seguramente, otorgaban a estas grandes ventajas a cambio de corruptelas. La historia del petróleo, a partir de la segunda mitad del siglo XX, es la historia de la corrupción. Y en Bolivia la cosa no iba a ser diferente. Pero el problema estriba en que la ruptura de los contratos firmados por anteriores gobiernos bolivianos solamente puede realizarse demostrando que han existido corruptelas y cláusulas abusivas ante un Tribunal Internacional y tras un fallo favorable. Y Evo Morales ha optado por el desprecio a la legalidad internacional. Su declaración de que las petroleras no serán indemnizadas hace que otras empresas extranjeras que se planteaban inversiones en Bolivia hayan paralizado sus proyectos.

El indígena boliviano suele tener una visión conspirativa de la historia y atribuye sus desgracias, siempre a elementos no derivados de su propia actitud. Para Evo Morales, la postración de Bolivia es el fruto de “quinientos años de colonización”. Poco importa que Bolivia haya sido independiente desde 1825 y que, a partir de esa fecha, los conflictos más graves de su historia los haya tenido con los países vecinos y no con la “potencia colonizadora”. Poco importa si los “barones del Estaño” eran de nacionalidad boliviana (aunque de etnia semita). Poco importa que la civilización inca estuviera prácticamente desintegrada a la llegada de los españoles y que hoy no quede de ella más que el recuerdo, unas cuantas ruinas y la lengua quechua. Poco importa que la mentalidad india no conciba en términos de “nación” o de “futuro” y que, por tanto se inhiba de los complejos problemas que entraña la administración de un Estado moderno. Lo único que le importa a Morales es un régimen de coartadas tranquilizadoras que inhiben a Bolivia –y, en particular, a la etnia indígena– de cualquier responsabilidad en la marcha del país.

De ahí, que la falsificación de la historia y la exoneración del indio de cualquier responsabilidad, sea el primer rasgo sorprendente del “populismo indígenista”. A continuación viene la contrapartida: “si tú eres responsable de mi situación, tú debes pagar”. Esta frase, miles de veces repetida, ha hecho mella en las mentes bienpensantes del progresismo europeo, en cuyo subconsciente late un profundo complejo de culpabilidad: “Europa es culpable de su prosperidad, por tanto, debemos ayudar al Tercer Mundo al que explotamos”, cuando el razonamiento correcto sería: “Si yo me siento culpable, probablemente sea porque mi vida mundana y opulenta, no está de acuerdo con mis ideales”. Evo Morales y todas las ideologías de la “liberación nacional” tercermundistas han entendido que explotando el complejo de culpabilidad de la izquierda europea, pueden obtener toda la ayuda que desean.

Lo más sorprendente es que las dos principales compañías petroleras afectadas por las medidas nacionalizadotas de Evo Morales, tienen su capital mayoritario en los dos países que, inicialmente, demostraron una mayor predisposición a apoyar al nuevo gobierno boliviano: Brasil y España. En el momento de escribir estas líneas, Petrobras ya ha advertido que se retirará de Bolivia si las condiciones del nuevo contrato propuesto por Evo Morales no le convienen, y el gobierno de la izquierda brasileña ha comunicado su insatisfacción a Bolivia, enfriando las relaciones con ese país. Rodríguez Zapatero, por el contrario, ha optado por la vía de la ambigüedad: se limitó a comunicar que enviaría un negociador para tratar de resolver la crisis y que la “ayuda al desarrollo” no se interrumpiría.

Cuando Evo Morales resultó elegido presidente, una de las primeras llamadas fue del Presidente del Gobierno español, Rodríguez Zapatero, el cual le prometió doblar la ayuda española al desarrollo de Bolivia. Además, Evo Morales obtuvo la condonación de un tercio de la deuda externa con España. No era suficiente. El 11 de mayo de 2006, en la Conferencia de Viena, cuando todavía estaba en la mente de todos, la irrupción de las Fuerzas Armadas Bolivianas en los campos petroleros y en las oficinas de la compañía española Repsol, Evo Morales, se permitía echar en cara a Zapatero, el que todavía no había hecho efectiva esa promesa.

Porque si la primera idea del “populismo andino” es culpabilizar a otro de sus propias desgracias, la segunda consiste en introducir en el cerebro de los indígenas la idea de que “el culpable debe pagar”, pero la tercera idea esencia es aún más deletérea: practicar el doble lenguaje, tanto ante su propio electorado, como en los foros internacionales o en las entrevistas con dirigentes de otros países. Véase un ejemplo.

La empresa española de comunicaciones, PRISA, propietaria del mayor diario español “El País”, de la mayor plataforma de TV por cable y de la emisora de radio de más audiencias (la SER), tiene también intereses en los principales medios de comunicación bolivianos. Rodríguez Zapatero y Evo Morales, deben a PRISA el haber sido elegidos presidentes de gobierno de sus respectivos países. Cuando “España” envía “ayuda al desarrollo”, esa ayuda va destinada a adquirir libros de texto escolares editados por PRISA en Bolivia. Si Zapatero mantiene la ayuda al desarrollo no es por amistad ni por idealismo, sino para beneficiar a quienes lo promocionaron. Toda deuda se paga y, tanto Zapatero como Morales son hijos del mismo consorcio empresarial.

La cuestión petrolera; dimensiones y riesgos.

Morales indicó en Viena que las compañías extranjeras "recuperarán la inversión y tendrán ganancias". Además, aclaró que "no estamos expulsando a nadie, sólo ejerciendo el derecho de propiedad sobre nuestros recursos", prosiguió. Pero las cosas no están tan claras. El 1 de mayo de 2006, Evo Morales decretó la nacionalización de los recursos petroleros y gasísticos del país, tal como había prometido durante la campaña electoral. El “decreto supremo 28701” contribuiría a eliminar la pobreza del país. Esta normativa exige que las empresas que exploten los yacimientos sean empresas mixtas y deberán estar participadas por el 51% de capital boliviano. La producción deberá entregarse a ese ente estatal que se encargará de la comercialización, definiendo condiciones, volúmenes y precios, tanto para el mercado interno como para la exportación y la industrialización. El estado Boliviano se quedará con el 82% de los ingresos y las petroleras un 18%, para cubrir los gastos de explotación. Evo Morales declaró: "se acabó el saqueo de nuestros recursos naturales por empresas extranjeras". En 1937 y en 1969 se habían adoptado medidas de este tipo que constituyeron rotundos fracasos.

Ahora bien, estas medidas solamente serían acertadas si se dieran dos supuestos: la existencia de un gobierno libre de corrupción y si ese gobierno tuviera capacitación técnico-económica para gestionar el sector petrolero y gasístico. Pero en Bolivia, los distintos gobiernos de derechas y de izquierdas de los últimos 25 años, han llegado al poder prometiendo honestidad y eficacia, para terminar demostrando solo eficacia en el saqueo de las arcas públicas. No hay ningún dato objetivo que permita pensar que con el gobierno de Evo Morales va a suceder algo diferente. Por otra parte, ni el presidente, ni sus cuadros administrativos tienen experiencia en el gobierno, ni en la gestión de los asuntos públicos.

Lo que parece extremadamente difícil es que Bolivia pueda obtener los 6.000 millones de dólares que le permitirían explotar correctamente y con sistemas avanzados, sus recursos naturales. Como máximo, el Fondo Monetario Internacional –bestia negra de Evo Morales– está dispuesto a prestar 500, una cantidad a todas luces insuficiente.

Si Evo Morales no rebaja sus exigencias a las petroleras, estas se retirarán de Bolivia, con lo cual se corre el riesgo de parálisis energética del país y de que el gesto contribuya a aumentar el precio del petróleo en el mercado mundial. Un desastre que, en mayor o menor medida, pagaremos todos, pero especialmente el mercado argentino y los accionistas de Repsol y Petrobras. Si, por el contrario, el presidente boliviano rebaja sus exigencias y permite que las petroleras sigan operando sin obstáculos, entonces la propia población se sentirá defraudada y engañada. En ese caso, el “populismo indígena” de Evo Morales se diluirá como un azucarillo; el contacto con la “realpolitik” convertirá al MAS en un partido de izquierda pragmática, con leves toques folklóricos indigenistas y poco más. Su apoyo popular disminuirá rápidamente e, incluso, parece complicado que pueda terminar su mandato sin que asistamos a nuevos estallidos sociales.

A decir verdad, de los firmantes de la Albernativa Bolivariana para las Américas (ALBA) , Bolivia es el “eslabón más débil”. Y no por su producción petrolera (Bolivia tiene las segundas reservas de petróleo de Suramérica, después de Venezuela), sino por su inestabilidad congénita y por la debilidad de su tejido político. En los otros dos firmantes, se dan condiciones muy diferentes. Fidel Castro está apoyado en una fuerte estructura político-policial y Hugo Chávez es el principal exportador de petróleo a EEUU, a pesar de todas sus soflamas antiamericanas, habiendo triplicado las exportaciones durante los dos últimos años de su mantado. De hecho, Chavez contempla la posibilidad de sustituir a las petroleras en Bolivia, con capital venezolano. Hoy Venezuela, regala prácticamente 90.000 barriles diarios de petróleo a Castro. La propuesta de Chavez consiste en apoyar a Bolivia en la explotación de su petróleo a cambio de productos bolivianos. O dicho de otra manera: cambiar a las petroleras extranjeras, por capital venezolano.

¿Qué representa esto para Europa? Cuando se está hablando de petróleo se está hablando de nuestro presente y de nuestro futuro. Ni el “populismo indígena”, ni las declaraciones antinorteamericanas de Evo Morales pueden separarse del hecho de que, por el momento, su gestión como presidente de Bolivia ha generado alarma en los mercados mundiales del petróleo, junto con la guerra de Irak, las declaraciones belicosas del presidente iraní o los frecuentes sabotajes en los oleoductos africanos. Y todo esto tiene mucha importancia para nosotros: hace que se incremente el precio del petróleo. La era del petróleo barato ha terminado, a partir de ahora la demanda de petróleo será siempre superior a la oferta y, en apenas tres décadas, el petróleo mundial se habrá agotado. Desde ahora y hasta que eso ocurra, el precio no hará más que subir. Todo aquel que contribuya –desde gobiernos tercermundistas hasta multinacionales del petróleo– al encarecimiento del producto y al desabastecimiento de los mercados, será, simplemente culpable de la fragilización de la economía mundial. Esto repercutirá en los bolsillos de cada uno de nosotros y, muy especialmente, de las clases trabajadoras europeas. Y Evo Morales, en esto también tendrá su parte de responsabilidad.

¿Tiene futuro Evo Morales?

Evo Morales no es una excepción en Bolivia: hay muchos Evos Morales solamente en su población, El Alto, todos de la misma estatura y complexión, todos con el mismo pelo negro azabache, todos con la misma edad, todos, absolutamente todos, con unas nociones políticas extremadamente toscas y con una capacidad exasperante para la demagogia y la culpabilización de EEUU y de la UE, todos disponiendo de una fórmula magistral, sencilla, para resolverlo todo: “la estatización del petróleo y el gas”...

Evo Morales, lejos de tener en ellos a aliados, va a tener a competidores celosos de su protagonismo. Es significativo que, nada más conocerse los resultados electorales, accedieran a darle “100 días de gracia” para resolver los problemas del país... problemas que, probablemente no se resolvieran en medio siglo.

Pero hay algo que diferencia a Evo Morales de otros indios como él: detrás de Morales ha estado PRISA haciéndole la campaña electoral, modelando su imagen y prestigiándolo más allá de sus cualidades personales, de su liderazgo real y del paso político de su partido, formado por apenas unas decenas de indios y unos pocos estudiantes. Mientras que en España el Partido Socialista es un anexo de PRISA y Rodríguez Zapatero puede considerarse como un funcionario de esta multinacional de la comunicación, Evo Morales es el nuevo “chico de los recados” de PRISA en Bolivia. No es otra cosa, es nada más que eso, y, posiblemente, nunca será algo más.

Es previsible que Evo Morales ocupe el poder durante poco tiempo. Y en ese poco tiempo va a decepcionar, ante todo, a sus electores: les ha prometido progreso y prosperidad a cambio de estatizar el gas y el petróleo. Hoy, sabemos, que las fórmulas nacionalizadotas no garantizan la correcta explotación de recursos ni hacen aumentar los ingresos para el Estado. La nacionalización es una “fórmula sencilla para un problema complejo”, pero no es, necesariamente, la solución.

Aceleración de la crisis boliviana, agotamiento de las opciones, período de la demagogia indigenista, separatismo cruceño, regreso de la agitación social, huida de empresas y capitales con el consiguiente empobrecimiento del país... dentro de poco Evo Morales será una anécdota en la historia de Bolivia. Y algún cineasta podrá filmar un documental sobre este período, que se titulará “Lo que queda de Bolivia”...


© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es – 12.05.06

0 comentarios