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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

Marruecos y EEUU: la gran alianza

Marruecos y EEUU: la gran alianza Redacción.- EEUU ha estrechado vínculos con Marruecos, pasando a considerarlo “aliado preferencial” y desplazando al reino alauíta de la esfera de influencia francesa. Marruecos ha pasado a ser una pieza importante del despliegue estratégico norteamericano en África. Paralelamente, el gobierno socialista español, se ha visto arrastrado por excesos verbales antiamericanos que han llevado a un enfriamiento de las relaciones España-EEUU. El gobierno socialista se encuentra en un callejón sin salida: no ha logrado reconstruir las relaciones con EEUU, pero tampoco ha alejado el fantasma de un enfrentamiento con Marruecos, ni siquiera ha sido capaz de tejer una nueva red de alianzas en la Unión Europea.

El 8 de Noviembre de 2002, el subsecretario de Estado norteamericano, Marc Grossman, viajaba a Marruecos para reforzar las relaciones de amistad y cooperación económica de su país con Marruecos. Se trataba de una visita preparatoria dentro del nuevo Acuerdo de Libre Comercio entre ambos países. El congreso de los EEUU había dado el visto bueno para este plan en octubre de 2002 y Grossman se deshizo en Rabat, en elogios hacia Marruecos, al que denominó como "país amigo y aliado fundamental para EEUU”. Sobre la situación interior de Marruecos, Grossman subrayó "la transparencia en la organización" de las últimas elecciones generales celebradas en Marruecos, al mismo tiempo que recordó el interés que hay en su gobierno ante las reformas económicas llevadas a cabo por Marruecos en los últimos años.

El acuerdo de libre comercio tenía implicaciones que ZP no podía ignorar. La compra de armamentos, por ejemplo. Inmediatamente se firmó el tratado, George W. Bush aludió a Marruecos como uno de los “principales aliados de Estados Unidos”, añadiendo específicamente a que el país norteafricano podría optar en el futuro a contratos militares con el Pentágono. Bush tomó esta decisión "en reconocimiento de los estrechos lazos que unen a los dos países y en agradecimiento del apoyo de Marruecos a la guerra contra el terrorismo, así como al papel del rey Mohamed VI, dirigente visionario del mundo árabe". Según indicó la agencia oficial marroquí MAP, el estatus de aliado principal fuera de la OTAN permitirá a Marruecos presentarse como candidato para participar en algunos contratos militares estadounidenses, investigaciones militares y programas de desarrollo controlados por el Pentágono. Así pues, son armas norteamericanas las que, algún día, pueden amenazar la integridad territorial española, apuntando hacia Ceuta y Melilla o hacia Canarias.

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En nuestro libro “Marruecos: el enemigo del Sur” presentábamos una teoría que fue desmentida en la práctica por el gobierno del PP; sosteníamos entonces que la intervención de Colin Powell en el conflicto de Perejil, lejos de ser neutral, beneficiaba ampliamente las posiciones de Marruecos, pues, no en vano, hasta ese momento Perejil era, indiscutiblemente, territorio de soberanía española y, a partir de ese momento, España seguía siendo titular de esa soberanía… pero se comprometía a no demostrarla.

Powell, por cierto, tres años después, en una entrevista concedida a QG, una pequeña publicación norteamericana, a la pregunta del redactor sobre el “incidente de Perejil”, contestó que “se trata de una pequeña y tonta isla a la que tuve que dedicar dos días de mi vida”. Hay que recordar que la intervención se produjo a propuesta de la ministra Ana de Palacio, amiga personal de Powell.

Dado que, a partir de ese momento, Aznar estrechó sus vínculos con la administración Bush, dio la sensación de que nuestra teoría era incorrecta. Para bien o para mal, el tiempo nos ha dado la razón: EEUU estaba reforzando inexorablemente su peso en Marruecos y desligándose progresivamente de la alianza con España. Esto proceso fue reconducido por Aznar en su segundo mandado (2000-2004), pero, al llegar al poder ZP y con sus errores y faltas de tacto diplomático, volvió a salir a la superficie la tendencia de la política exterior norteamericana favorable a Marruecos.
ZP en Marruecos. Un oso hormiguero en el Polo Sur.
Uno de los primeros gestos de ZP en los que voluntariamente evidenciaba, su ruptura con la política exterior aznarista, fue a Rabat, poco después de las declaraciones de Powell sobre Perejil.

El Grupo de Estudios Estratégicos elaboró una nota a raíz de esta visita, de la que entresacamos los siguientes párrafos: “Los diplomáticos, mejor que nadie, saben que las palabras las carga el diablo y que pueden ser todo menos inocentes. Las recientes declaraciones del Secretario de Estado americano a la revista GQ sobre Perejil, islote que califica de ridículo, así como su laboriosa mediación entre Rabat y Madrid, ni son espontáneas ni serán anodinas. Al contrario, sólo pueden interpretarse como un claro gesto de distanciamiento crítico respecto al actual gobierno español y como un aviso de que Estados Unidos, tras la defección española del campo de los aliados, encuentra en el reino de Marruecos un interlocutor más fiable. (…) La graciosa visita de Zapatero al monarca alauí, pletórica de concesiones a las posturas marroquíes sobre casi todo, incluyendo el Sahara, puede que se vea enfrentada a esta nueva realidad muy pronto. De hecho, la lectura que se hizo desde Maruecos de la misma no podía ser más desesperanzadora para los intereses nacionales españoles, pues tras el archifamoso “nuevo talante” de Zapatero, allí se entrevía debilidad, desinterés y apaciguamiento”.

La nueva política africana de EEUU

En realidad, lo que había ocurrido es que los EEUU habían aprobado una nueva política exterior en África, que incluía acuerdos preferenciales con Marruecos. Mientras Aznar estuvo en el poder, éste acercamiento fue discreto, mesurado y prudente, pero cuando todo cambió el 14-M. A partir de entonces, el apoyo de EEUU a Marruecos pasó a ser una opción estratégica, vertiginosa y transformada, como efecto colateral deseado, en un gesto de distanciamiento hacia el gobierno ZP.

Dos meses después del triunfo limitado de ZP el 14-M, ya era evidente que, a todas luces, Marruecos se estaba convirtiendo el aliado preferencial de EEUU. El reino alauí había firmado con EEUU el 15 de junio de 2004, un tratado por el que se constituía una zona de libre comercio entre los EEUU y Marruecos. El acuerdo había sido lanzado en abril de 2002 (el incidente de Perejil data de julio de ese año) por parte del rey de Marruecos, Mohamed VI y el presidente de los EEUU, George W. Bush. De esta forma, Marruecos, se convirtió en el primer país africano en tener un acuerdo de este tipo con los EEUU, país que solamente había firmado acuerdos similares con sus vecinos (Canadá y México) o con países con los que mantenía relaciones estratégicas privilegiadas (Israel y Jordania).

No se trata solamente de un acuerdo económico. De hecho, EEUU apenas es el sexo socio comercial de Marruecos y el volumen de exportaciones de éste país hacia EEUU es solamente del 3%; apenas nada comparado con el 69% de la UE. Tampoco las compras de Marruecos a EEUU son significativas (un 3,1%), ni justifican un acuerdo de este tipo. Seamos claros: el acuerdo es, en primer lugar, un paso en el diseño estratégico de EEUU en relación a África y en segundo lugar, un desplante al gobierno ZP. Pero el rutilante jefe de gobierno español no lo vio así y quiso quitar hierro al asunto, como veremos.

Pocas semanas antes del acuerdo EEUU-Marruecos, el 14 de marzo de 2004 el diario “El País” publicaba el articulo "Washington amplía la lucha antiterrorista a los países del Sahel", en el que describía el proyecto “Iniciativa Pan Sahel”, que EEUU había puesto en marcha para "equipar, entrenar y coordinar a las fuerzas de seguridad de Mauritania, Malí, Chad y Níger en la que también aparecen involucrados Argelia, Marruecos y Túnez".

En esas fechas, el diario argelino “Le Quotidien” de Oran revelaba la celebración, a principios de abril y en una base estadounidense en Alemania, de una cumbre antiterrorista en la que participaron los jefes de los ejércitos de Chad, Malí, Marruecos, Mauritania, Níger, Senegal y Túnez. En esa cumbre, el general Charles Wald, comandante en jefe del Comando Europeo de ejercito estadounidense, fue el encargado de exponer el plan establecido por el Pentágono "para la seguridad de la región del Magreb y del norte de África“. Una vez más, el antiterrorismo era utilizado por los EEUU para reforzar su presencia en determinadas zonas de interés estratégico. Este plan, además del equipamiento, entrenamiento y coordinación de las fuerzas militares y policiales, incluía cooperación en la organización de patrullas conjuntas y una cláusula de ayuda automática en caso de ataque terrorista.

La Iniciativa llevaba aparejada el establecimiento de bases militares estadounidenses en la zona. En la zona argelina de Tamanrasset, por ejemplo, la Agencia Nacional de Seguridad de EEUU, la NSA, acabada de instalar una base de escuchas electrónicas de la Red Echelon. Y en el momento de escribir estas líneas, el Pentágono negocia bases logísticas para su aviación en Senegal y Uganda, al mismo tiempo que se contemplan nuevos acuerdos militares con Argelia, Túnez y Marruecos y la presencia militar norteamericana en Mauritania y el Chad se ha consolidado.
Es evidente que la “guerra contra el terrorismo” es una mera excusa y que todas estas maniobras tienen que ver con la política africana de la administración norteamericana implantada aprobada ya desde los tiempos de la administración Clinton y, por tanto, muy anterior al inicio del extraño “terrorismo internacional”. El Secretario de Comercio de Clinton, R. Brown, lo sintetizó claramente y con una brutalidad digna de un bisonte, en 1996: "La era del dominio económico y de la hegemonía comercial de Europa en África ha terminado. África nos interesa". No es raro, por tanto, que, desde esa época, la influencia francesa en Marruecos haya ido declinando, mientras, paralelamente, se la presencia norteamericana se haya ido reforzando.

La administración Clinton se había fijado en África después de cinco años de desinterés por este continente. Mientras duró la Guerra Fría, los países africanos ribereños, situados en la ruta del petróleo, fueron cortejados tanto por EEUU como por la URSS, pero cuando ésta última potencia se desplomó, África fue olvidada y, literalmente, arrojada fuera de la historia. Luego se descubrieron bolsas de petróleo en la Costa Atlántica africana, en especial en el Golfo de Guinea y, a partir de estos hallazgos, como era de esperar, se redefinieron los intereses norteamericanos en la zona. La Estrategia de Seguridad Nacional, emitida en septiembre 2002 –ya bajo la administración republicana- convirtió oficialmente a África en "una prioridad para la seguridad nacional" estadounidense.

Como veremos en el capítulo siguiente, frente a las costas del África occidental se encuentran gigantescos yacimientos petrolíferos. El control de tales yacimientos hará disminuir la dependencia norteamericana de los yacimientos controlados por los países de la OPEP y de los yacimientos de Asia Central. Los analistas calculan que en apenas ocho años, los EEUU importarán una cuarta parte de sus necesidades petrolíferas de África Occidental. Pues bien, en esa zona se encuentran, tanto las costas del Sáhara Occidental, como el archipiélago canario.

La reacción del gobierno ZP

Resultaba evidente que los acuerdos Marruecos-EEUU apuntaban directamente contra España. El problema es que el nuevo gobierno socialista carecía de política exterior digna de tal nombre (y sigue careciendo en el momento de escribir estas líneas). El viaje de ZP a Rabat y la firma de acuerdos bilaterales que beneficiaban particularmente a Marruecos, daban la sensación de un clima de entendimiento que, en realidad, era una ficción. Marruecos buscaba la alianza con un “gran hermano” y EEUU tenía intención de penetrar en zonas que hasta ese momento habían pertenecido al ámbito francófono.

No es raro que Paulino Rivero, en nombre del Grupo Parlamentario de Coalición Canaria, preguntara al gobierno "en qué medida puede afectar a los acuerdos alcanzados por los Gobiernos de España y Marruecos, el pasado 24 de abril en Casablanca, la designación del Reino alauí como aliado privilegiado de EEUU". En su respuesta, visiblemente turbado, Zapatero recordó que "a raíz de ese encuentro con el Rey de Marruecos, las relaciones con el país vecino han mejorado de manera clara", recordó que ha habido ya contactos ministeriales entre los dos Ejecutivos, y se ha "intensificado" la cooperación en los ámbito económico, de seguridad, en la lucha contra la inmigración ilegal y contra el terrorismo. Destacó que las relaciones de Marruecos con Estados Unidos "vienen de hace muchos años", y explicó que ese acuerdo se suma al que Washington tiene con otros países de la región, como Egipto, Israel o Jordania, y con Filipinas, que también tiene ese estatus, en una colaboración que en el plano militar data de 1982. "Todo lo que sea que países como Marruecos avancen en la modernización, en la apertura y en una mayor relación con el mundo occidental, sin duda es bueno para España y para Marruecos", dijo el presidente, quien concluyó que, por todo ello su "valoración de ese acuerdo es una noticia favorable". Rivero, por su parte, terminó expresando –no sin razón- su preocupación por ese acuerdo con Estados Unidos, con el levantamiento de restricciones a la venta de armas, a lo que sumó unas maniobras militares conjuntas en la zona. En realidad ZP había mentido en el mejor de los casos o se había equivocado en el peor: EEUU no tenía acuerdos del mismo nivel a los firmados con Marruecos con los países que sostenía y, por lo demás, en los meses siguientes resultó evidente que la “cooperación marroquí” en materia de inmigración (por no hablar de lucha contra el narcotráfico) era absolutamente nula hasta el punto de que en octubre de 2005, una delegación de la UE hubo de viajar a Rabat tras la “crisis de las vallas”…

En cuanto a la alusión a las maniobras militares, efectivamente, tuvieron lugar entre el 11 y el 15 de julio del 2004, en aguas atlánticas entre el Archipiélago de Madeira y la costa occidental marroquí, participaron la VI Flota norteamericana, y unidades navales españolas y e italianas, entre ellas los portaviones Príncipe de Asturias y Garibaldi. El punto álgido de la operación fue el desembarco de fuerzas terrestres en las inmediaciones de la localidad de marroquí de Tan-Tan, apenas a doscientos cincuenta kilómetros del Archipiélago Canario.

No se trataba de un inocente war game; la maniobra respondía a la eventualidad de un conflicto en el interior de Marruecos –verosímilmente, un vuelco político causado por la acción de extremistas islámicos- o bien, una convulsión en la zona del Magreb que, inevitablemente acarrearía una intervención norteamericana en la fachada atlántica del Norte de África. La presencia española en estas maniobras era paradójica, pero justificada en nuestra presencia dentro de la OTAN y, por tanto, en la defensa del flanco sur de la Alianza Atlántica. Pero había un detalle que era preciso no olvidar: las maniobras habían sido programadas con anterioridad a la derrota de Aznar…

El acuerdo bilateral visto desde Marruecos

Oficialmente, en Marruecos el acuerdo bilateral fue aplaudido por la clase dirigente considerando que tendría importantes repercusiones en el plano institucional, reflejados en una mayor apertura de la economía marroquí sobre el mercado internacional y un apoyo para las reformas económicas en curso. Económica y comercialmente, los medios de comunicación oficiales convenían en que significará “una mayor penetración en el mercado americano, un incentivo para los inversores extranjeros y un refuerzo de la vocación de plataforma del país en el cruce de las grandes rutas comerciales”, tal como publicó un editorial oficial. En el plano político se alardeó que este acuerdo concederá una “neutralidad benevolente” por parte de EEUU, o, dicho con otras palabras, un apoyo a las políticas marroquíes en el Sahara y un contrapeso a la influencia política y comercial de la UE en las relaciones con Marruecos. Los medios de comunicación oficiales pudieron hablar, en rigor, del nacimiento de un “partenariado estratégico” entre los dos países.

Sin embargo, hubo aguafiestas que veían en el acuerdo un perjuicio para Marruecos. El nuevo acuerdo, según temen muchos marroquíes, hará que los medicamentos genéricos que se necesitan en la lucha contra el Sida resulten ahora menos accesibles que en EEUU. Según la Association de Lutte contre el Sida (Asociación de Lucha contra el Sida) de Marruecos, un organismo público para la lucha contra esta enfermedad, el acuerdo podría incrementar de 20 a 30 años la duración efectiva de la protección de patentes en ese país. Por su parte, el Premio Nobel de Economía del 2001, Joseph E. Stiglitz, explicó que “en materia de telecomunicaciones, tanto en Marruecos como en Chile y en otras partes del mundo hemos hecho [los EEUU] unas exigencias (como las relativas a la utilización de instalaciones de transmisión y a la venta en bloque de capacidades de transmisión) a las que con seguridad nos habríamos opuesto si a alguien se le hubiera ocurrido tratar de imponérnoslas a nosotros. Desde el punto de vista del mundo en desarrollo, se ha tratado de unas negociaciones extraordinariamente desequilibradas, con toda la balanza inclinada a favor de los intereses estadounidenses”.

Samir Gharbi, recordó el acuerdo era mucho más estratégico para los EEUU que para el país magrebí. La oposición, e incluso algunos medios del Istiqlal, tenían la certeza de que, más que un acuerdo bilateral, era un primer paso dentro de la estrategia presentada por George W. Bush para el que el Gran Oriente Medio, empezaba en Marruecos (del cual era su fachada atlántica) y dentro del objetivo de construir una zona de libre comercio en Oriente Medio (MEFTA). Según Robert Zoellick, representante de Comercio Exterior de EE UU, este acuerdo es “un ejemplo concreto del compromiso americano para apoyar a las sociedades musulmanas tolerantes y prósperas”… olvidando que suponer que la sociedad marroquí es “tolerante y próspera” resulta mucho suponer.

Con el Sáhara en el fondo

El ministro de Comunicación marroquí y portavoz gubernamental, Mohamed Benabdellah, glosando el tratado bilateral EEUU-Marruecos, afirmó que “esta decisión es un indicador del lugar que ocupa Marruecos, de su papel estratégico y una marca de consideración a las reformas políticas, económicas y sociales emprendidas por el rey Mohamed VI”. Pero, retórica aparte, este estatus permitirá al reino alauíta optar a contratos militares estadounidenses, investigaciones militares y programas de desarrollo controlados por el Pentágono.

El eje Marruecos-EEUU no era nuevo; ZP tenía razón en recordarlo en su respuesta a Paulino Rivero; desde hacía décadas se venían realizándose maniobras militares conjuntas entre ambos países, pero nunca como hasta ahora –y esto era lo realmente nuevo- esta relación había sido privilegiada y aparecía en un momento de dificultades en las relaciones hispano-norteamericanas.

El 2004, los EEUU habían aprobado la concesión de 53,8 millones de dólares para Marruecos (6 millones en concepto de ayuda al desarrollo, 20 destinados al Fondo Económico de Apoyo, 6 para vigilancia aduanera y 20 en concepto de cooperación militar para la financiación de equipamiento y el resto para formación militar). En total, durante el periodo 2002-2004, la ayuda militar norteamericana a Marruecos se había elevado a 50 millones de dólares, pero, tras la aprobación de los nuevos acuerdos con EEUU, la ayuda se había duplicado.

La nueva directriz de política exterior norteamericana de 1995, centraba su atención en África, como hemos dicho, y más en concreto, en la llamada “franja de Sahel”. Desde 2004, los EEUU han aumentado discretamente su presencia militar en esa zona: han enviado contingentes militares a Malí y a Djibuti. El cerebro de esta política es Paul Wolfowitz quien, una vez más, utiliza como excusa para implantar la Iniciativa Pan-Sahel, la lucha contra el terrorismo. En el fondo, la estrategia norteamericana de aproximación a Marruecos tiene mucho que ver con esta iniciativa y no es una simple operación de represalia contra la España de ZP, pero mientras, bajo el gobierno de Aznar, el plan estaba contenido gracias a la “fiabilidad” demostrada por el dirigente popular, el nuevo gobierno español no ha logrado despertar más que recelos, desconfianza y, tras la retirada de Irak, deseos de revancha.

La dimisión de James Baker como negociador especial de NNUU en el Sáhara, tiene mucho que ver con este nuevo capítulo en las relaciones diplomáticas entre EEUU y Marruecos. Es la mejor muestra de apoyo de EEUU a las tesis marroquíes, tal como subrayó el diario “Aujourd´hui le Maroc”. El ministro de Exteriores de este país, Mohamed Benaisa, declaró que la marcha de Baker es “un éxito de la tenacidad de la diplomacia marroquí”, o lo que es lo mismo, la aproximación a una solución para la cuestión saharaui negociada con Argelia y fuera del marco de las NNUU.

ZP y los EEUU

Desde que ZP era candidato in pectore a la jefatura del gobierno, sus relaciones con la administración Bush no fueron nunca un baño de rosas. Todavía, en el Departamento de Estado, se recuerda su imperturbable posición de “sentado” al paso de la bandera de las barras y estrellas, verdadero sacrilegio para una nación que reverencia a su enseña nacional. La cosa no mejoró cuando ZP, en una de sus primeras decisiones al frente del gobierno, retiró al contingente español destacado en Irak, apenas 1500 hombres, pero cuya defección causó impacto, especialmente en el Pentágono. Nada ayudó la grabación de Pepe Bono llamando “gilipollas” a Blair, el fiel y sufrido aliado anglosajón. Peor fue cuando ZP se fotografió junto a Chiraq y Schröder, anunciando un increíble eje “hispano-franco-alemán” que era visto por los estrategas norteamericanos como una nueva ofensa. En ese clima antiamericano producto de la ingenuidad y bisoñez política de ZP, durante la cumbre de la OTAN, España apoyó el veto francés a la propuesta de Donald Rumsfeld de satisfacer las peticiones de Hamid Karzai, primer ministro afgano, quien había solicita la intervención de la recién creada Fuerza de Respuesta Rápida. Poco antes, Zapatero accedido ante Francia a variar nuestra política en relación a la “cuestión saharaui”, tradicionalmente apuntalada en las resoluciones de las Naciones Unidas, a favor del Plan Baker y de la negociación directa entre Marruecos y el Frente Polisario. Con ZP y Moratinos al frente de Exteriores, España propuso la celebración de una conferencia cuatripartita para el Sahara, con Francia, Argelia, Marruecos y España. EEUU no aparecía por ninguna parte. Para colmo, en la Cumbre de Bruselas, el debate sobre el reparto de votos correspondiente a los distintos países europeos en el marco de la Constitución, concluyó con el agradecimiento de ZP a Francia por haber rebajado nuestra presencia institucional y situarnos al frente del pelotón de los pequeños, sin capacidad de vetar las decisiones de los tres grandes, una decisión que todavía no se ha valorado lo lesiva que puede llegar a ser en el futuro. Acto seguido, ZP entendió que el antiamericanismo, más o menos visceral, costaba caro, especialmente cuando el respaldo franco-alemán era tibio, sino inexistente. Y fue entonces cuando empezó a dar marcha atrás. Pero ya era demasiado tarde. La administración norteamericana había adoptado la estrategia del ninguneo, especialmente tras la victoria por goleada de Bush en las presidenciales del 2004.

La recomposición de la política exterior hacia EEUU

La tarea de recomposición de la política exterior española en relación a EEUU fue, a partir de entonces, una obra de titanes, raza a la que ni ZP ni Moratinos, ni mucho menos Bono, pertenecen. Los tres pasaron del antiamericanismo primario, a deshacerse en elogios hacia la administración Bush, en especial a partir de su victoria sobre Kerry (con quien, por otra parte, también hubiera costado restablecer la normalidad a la vista de que su postura ante Irak era idéntica a la de su oponente). Por supuesto, la administración norteamericana permaneció ajena a estas lisonjas y al peloteo, cada vez más engolado, procedente de la España socialista. Hacia principios de 2005, cuando ya se había producido la victoria de Bush (en la que ZP no quiso creer hasta el último momento), el gobierno español comprendió que estaba ante el abismo: el antiamericanismo cuesta caro, no sólo en contratos de mantenimiento de la VI Flota, sino en cuestiones internacionales. Era algo que Aznar ya había calculado: prefería arrostrar la impopularidad de la opción proamericana en la guerra de Irak, al riesgo de que Marruecos, pudiera presionar a España, gozando de una alianza preferencial con el coloso transoceánico, mientras que nuestro país encontraba indiferencia en la UE, sino hostilidad de Francia en la política norteafricana.

El problema para ZP era que la política del peloteo no servía para nada si no iba acompañada de gestos reales: reenviar tropas a Irak, por ejemplo, o apoyar la propuesta norteamericana de que la OTAN interviniera directamente en ese país, o rompiendo todo vínculo con Fidel Castro y Chávez, sin ir más lejos. ZP hubo de limitarse a prometer un aumento de la presencia española en Afganistán, gesto a todas luces limitado e insuficiente que, por supuesto, no logró seducir ni a Rumsfeld, ni a Condoleezza Rice, ni mucho menos a Bush.

En el momento de escribir estas líneas, la política del peloteo y la melosidad es el límite que puede seguir el PSOE en su política hacia EEUU. Cualquier otra actitud tendría un coste electoral tan rematadamente alto que hundiría a ZP en el abismo de las encuestas como nunca se hubiera visto desde los tiempos de UCD en 1983. Esto sin hablar, naturalmente, de la oposición que encontraría en sus socios –no olvidemos la precaria situación de ZP en el parlamento- que, sin asumir posiciones de gobierno, pueden permitirse el lujo de practicar el consabido antiamericanismo primario habitual en la izquierda y garante de cierta cuota electoral: desde Carod-Rovira hasta Llamazares, desde Joan Saura hasta Maragall y sus excentricidades. Y, sin hablar, por supuesto, de las relaciones con Francia y la Alemania de Angela Merkel, a la que ZP, llamó imprudentemente “fracasada” en la noche de las elecciones generales germanas, infantilaza que el PP se encarga regularmente de recordar a la opinión pública. Cualquier corrimiento de posición de ZP hacia EEUU, podría acarrear consecuencias graves en Europa. Da la sensación de que ni ZP, ni siquiera Moratinos, ni, por supuesto Bono, se daban cuenta de la situación y de lo que estaba (y está) en juego. La política internacional no es solamente el reino de las palabras, sino el imperio de los hechos. Y, en este sentido, el gobierno español, tiene un pobre balance que ofrecer al Departamento de Estado Norteamericano. Desde luego, mucho menos que el vecino reino alauíta.

ZP, al intentar liquidar al aznarismo en todos los terrenos, al enmendar la plana completamente a la política exterior del PP, ha chocado innecesariamente con EEUU y, lo que es peor, sin pedir contrapartidas al eje franco-alemán, ha mostrado debilidad en Europa creyendo que las simples alineaciones y los apretones de manos bastan para modificar las correlaciones de fuerzas. Tras el efusivo saludo a Chirac y a Schröder, siguió la disminución del peso de España en la Unión Europea; es decir, la realidad.

Tal es el balance de la gestión de ZP en relación a EEUU. Mientras esto ocurre, Marruecos ha seguido reforzando inexorablemente su alianza con norteamérica.

El chantaje marroquí en acción

El 4 de octubre del 2005, mientras se desarrollaba el dramático asunto de los subsaharianos asaltando las vallas fronterizas de Ceuta y Melilla, la diplomacia marroquí dejó grabados en mármol, dos mensajes en relación al futuro de las relaciones con España. En nuestro país, la prensa, preocupada por el impactante drama de los subsaharianos, apenas dio cuenta de tales mensajes. Uno de ellos afectaba directa y exclusivamente a España: era la petición de iniciar conversaciones sobre el futuro de Ceuta y Melilla; el otro era el habitual llamamiento marroquí a la Unión Europea: una nueva petición de ayuda para superar las situaciones de subdesarrollo que generan las corrientes migratorias. Ambas propuestas iban unidas y, en el fondo, se trataba de un verdadero chantaje: a cambio del dinero ingresado en las arcas marroquíes, la monarquía alauí se comprometería a no resucitar el tema de Ceuta y Melilla durante un tiempo a establecer y a regular la presión de las pateras y los subsaharianos asaltando las vallas fronterizas. Si el dinero pedido no aparece en los próximos meses (escribimos esto el 15 de octubre de 2005), el chantaje se hará efectivo: Marruecos internacionalizará la reivindicación sobre Ceuta y Melilla y hará la vista gorda al tránsito de ilegales subsaharianos, e incluso, estimulando la inmigración a España entre su propia población.

¿Cuáles son los problemas que plantean las propuestas marroquíes? Fundamentalmente dos: la primera es que cualquier ayuda enviada, tanto a Marruecos como al África Subsahariana, se pierde por el camino y va a parar a los bolsillos de los oligarcas locales. Para que una ayuda de este tipo fuera eficaz, haría falta que se distribuyera con un control directo europeo; un control, que necesariamente pondría en duda la soberanía, independencia y, por supuesto, la honestidad de los gobiernos africanos, empezando por Marruecos. La segunda dificultad que plantea la petición de ayuda es que, históricamente, siempre, en los países árabes, los apoyos recibidos de Occidente, han sido utilizados como excusa para estimular el fundamentalismo islámico. Estas ayudas, habitualmente tienen como efecto apuntalar a regímenes altamente impopulares, verdaderas dictaduras de sátrapas locales, que generan más y más represión y, por tanto, más y más oposición. Desde el momento en que el marxismo y los partidos comunistas fueron a parar al basurero de la historia, los únicos movimientos capaces de movilizar energías de protesta contra las dictaduras locales, han sido los fundamentalistas islámicos.

Hay que recordar que Felipe González ya concedió cuantiosas ayudas a Marruecos y que la propuesta de un “Plan Marshall” para África del Norte fue una de las conclusiones de la Conferencia Mediterránea de Barcelona y de la peripatética Alianza de Civilizaciones propuesta por ZP. En definitiva: apaciguar mediante el engrose de los bolsillos de los sátrapas locales. Una mala política a medio plazo.

Pepe Bono: “antes morir que fallecer”

Había una noticia peor para España: tener un ministro de Defensa, pacifista. El acabose…

A mediados de mayo de 2005, el Ministro de la Defensa, Pepe Bono realizó una gira por EEUU intentando explicar la inexplicable política exterior española e intentando zurcir los desaguisados del primer año de gobierno socialista. En el curso de una rueda de prensa pronunció una frase que causó conmoción al otro lado del océano: “prefiero morir a matar”, frase que, era mucho más paradójica pronunciada por un presunto ministro de la Defensa e incluso, podía ser considerada como un insulto, habida cuenta de que buena parte de sus interlocutores norteamericanos eran militares. El militar, por definición, ha jurado bandera y está dispuesto a morir y a matar en defensa de su patria. La actitud de Bono era encomiable, especialmente desde el punto de vista del cristianismo primitivo, pero no era aceptable desde su puesto de ministro de la Defensa. Y, además, era una exageración notoria: sólo un tonto, en el siglo XXI, podía preferir morir a manos de cualquier desaprensivo que matar en defensa propia y sólo un tonto muy tonto podía renunciar a arriesgar la vida propia y la ajena ante una amenaza contra él, su familia o su comunidad. La frase de Bono era peor que un error, era, en el mejor de los casos, una mentira, y el peor, un insulto a los interlocutores. A pesar de que su padre fuera falangista.

Y, por supuesto, en aquel viaje en el que se trataba de sondear a los americanos sobre la compra de distinto armamento y conseguir que, mediante la vía mercantil, no se atenuaron las fricciones entre el gobierno ZP y la administración Bush; tampoco se habló del tema esencial: Marruecos. Bono había firmado la cesión de una partida de carros de combate norteamericanos M-60, una de cuyas cláusulas prohibía que se desplegaran en Ceuta y Melilla.

Los militares norteamericanos y los funcionarios del Pentágono que se entrevistaron con Bono debieron pensar qué tipo de ministro de defensa era aquel que en caso de un ataque por sorpresa, fiel a su precepto de antes morir que matar, ordenaría una retirada inmediata. No sabían que, por aquellos mismos momentos, el gobierno ZP ya era conocido por muchos como el de la “retirada preventiva” en cualquier terreno: frente a Maragall y su Estatuto, frente a ETA, frente a Marruecos, frente a los problemas con la UE y así sucesivamente.

Hay momentos y situaciones en los que es preciso arriesgar la vida y otros en los que se trata, simplemente, de asegurar la salvaguardia y la integridad territorial de una nación. Lo primero corresponde a los militares, lo segundo al responsable de la defensa: ¿qué ministro era ese que, si era coherente con sus palabras, debería ceder a cualquier amenaza contra nuestro espacio nacional? Un pobre diablo extraviado en una cartera para la que no daba el perfil. Lo peor de toda esta historia, es que, en Marruecos, saben perfectamente que al frente de la defensa española está alguien sin el talante –también existe un talante negativo- suficiente para asumir los costes –siempre duros- que implicaría un conflicto por Ceuta, Melilla o Canarias.

(c) Ernesto Milà - infokrisis - infokrisis@yahoo.es

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