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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

Gaudí en el Parque de la Ciudadela con los Fontseré

Gaudí en el Parque de la Ciudadela con los Fontseré Redacción.- En esta cuarta entrega de la serie Gaudí, abordamos uno de los primeros trabajos de Gaudí antes de recibir el título de arquitecto fue en el estudio de los dos hermanos Fontseré. Ambos eran altos cargos de la masonería barcelonesa y pertenecían a la dirección de la Gran Logia Simbólica Catalana-Balear, dirigida y formada por Rosendo Arús i Arderiu. Gaudí realizó varios diseños en el marco de remodelación del espacio de la Ciudadela.

Capítulo V
En el Parque de la Ciudadela con los Fontseré

En la gran cascada del Parque de la Ciudadela de Barcelona, al llegar al Aquarium, justo ante la entrada, podemos ver dos pequeño plafón redondo en cuyo interior está representada una salamandra y un tritón, excepcionalmente naturalistas, rodeadas de hojas. Casi es posible palpar la rugosidad de su piel y seguir sus ondulaciones. Ningún sitio mejor para situar una salamandra que en un lugar húmedo. Se la ha considerado signo hermético del fuego a causa de que al desplazarse, su movimiento ondulante, evoque el de las llamas al crepitar. Por eso mismo, los antiguos creían que podía vivir entre las llamas sin consumirse y que era una manifestación del fuego. Su tacto, excepcionalmente frío, no escapó de la atención de los antiguos egipcios que lo tenían como hieroglifo del hombre muerto de frío. La salamandra, no es como el Fénix que nace de sus cenizas, sino que se alimenta del fuego. En la masonería es el símbolo del hombre perdido entre tribulaciones pero dispuesto a vencerlas. Gaudí colocó esta salamandra diseñada primorosamente con entusiasmo juvenil. Volvería a colocar otra en su madurez en la escalinata de acceso al Park Güell. Con casi cuarenta años de diferencia entre ambas, el recuerdo de éste símbolo permaneció indeleble en la mente del arquitecto. En aquella primera ocasión no era dueño de su trabajo, pero quienes le contrataron –los hermanos Fontseré, maestros de obras- debieron apreciar bien éste diseño.

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Aún hoy, los especialistas no han logrado ponerse totalmente de acuerdo y disipar las dudas sobre la envergadura y los trabajos que Gaudí realizó en el Parque de la Ciudadela, pero, en cualquier caso, son significativos. Hay dos elementos a resaltar en este trabajo: el estudio de arquitectura para el que lo realizó, el de los hermanos Fontseré y, el contenido del mismo. Vayamos a lo primero.

José y Eduardo Fontseré eran hijos del maestro de obras José Fontseré que había construido la plaza de toros de la Barceloneta (situado en el emplazamiento que ocupó durante años la llamada “Estación de Cercanías”, donde empezó la bullanga de 1835 que supuso la destrucción de la mayoría de edificios religiosos del casco antiguo de la ciudad). La familia Fontseré era oriunda de Riudoms, en donde también se encontraba el Mas la Calderera, hogar de los Gaudí. Pero, de hecho, la vinculación de los Fontseré con la comarca tarraconense del Camp de Tarragona no debía ser muy fuerte en el período en que Gaudí estudiaba en la Escuela de Arquitectura; el padre, José Fontseré, la había abandonado en su juventud, cuando se estableció en Barcelona e interrumpió el linaje de carpinteros en el que se había criado.

El 15 de octubre de 1868, a un mes del triunfo de la revolución liberal, José Fontseré Mestres, trazó un primer proyecto sobre la remodelación del espacio ocupado por el fuerte de la Ciudadela. Dicha fortaleza, construida por el ingeniero Próspero de Werboom, después de la ocupación de Barcelona por las tropas de Felipe V, evocaba malos recuerdos entre los barceloneses. A la vista de la resistencia que opusieron las milicias gremiales, particularmente en el barrio de la Ribera, Felipe V ordenó el derribo del barrio (sus escombros fueron arrojados al mar y sobre ellos se construyó el barrio de la Barceloneta) y la construcción en el mismo emplazamiento, del fuerte. No era raro que, al arrancar el “sexenio revolucionario”, uno de los primeros objetivos simbólicos del nuevo gobierno fuera el derribo del fuerte. Pero éste no fue aprobado por el Ayuntamiento hasta 1869 y, solamente en 1872, se convocó el concurso para un proyecto de parque público en la zona. Fontseré presentó su proyecto el 30 de septiembre de 1873. El jurado de 13 miembros, encontró tan malos los tres proyectos presentados, que prolongó el plazo de entrega diez días para que los concursantes mejoraran su trabajo. Luego resultó que ninguno de los proyectos presentados estaba firmado por ningún arquitecto. El propio Fontseré era “maestro de obras”. Pero no hubo ningún obstáculo capaz de evitar que fuera él quien se viera favorecido. Una vez más, aparece la sombra del “apoyo mutuo”. Bassegoda lo resume: “Está muy claro que el Ayuntamiento quería que Fontseré se llevara el premio y lo consiguió” (1). Y no es raro que así fuera, por que tanto José como Eduardo Fontseré, eran prominentes miembros de la masonería barcelonesa.

Los Fontseré tienen un historial masónico fraguado a la sombra de Rosendo Arús i Arderiu, inspirador de una corriente masónica, disidente y herética en su tiempo, pero que dejó como legado la Biblioteca Pública que aún hoy puede visitarse en el Paseo de Sant Joan. En 1889, el nombre de Eduard Fontseré figura entre los miembros de la directiva de la Liga Internacional de la Paz y la Fraternidad de los Pueblos (2), una de las muchas iniciativas pacifistas de la aquella época promovidas por las distintas obediencias masónicas. El presidente de esta liga era, por supuesto, Rosendo Arús, el vicepresidente, el espiritista Torres Solanot y el resto de vocales pertenecían, así mismo, a la masonería barcelonesa, destacando el librepensador Tarrida del Mármol. En 1890, Fontseré figura entre los promotores de un nuevo partido radical, junto a una corte de masones reconocidos (Odón de Buen, Salas Antón) como miembro del Gran Oriente Ibérico, de la que Sánchez Ferrer, dice que “era la mas politizada, partidista y abiertamente defensora de la lucha masónica para conseguir el advenimiento de la república” (3). Dos años después, los Fontseré seguían en la brecha y el nombre de Eduardo volvía a aparecer junto a Arús; en esa ocasión, había sido elegido “Primer Vigilante” de la Logia Avant (4), fundada por Arús, núcleo originario de la Gran Logia Simbólica Regional de Catalunya, la obediencia masónica irregular promovida por él. Fontseré participó, junto a otros dos miembros de la Logia Avant (Llorenç Frau Abrines, autor del diccionario masónico más completo del siglo XIX, y Rosendo Arús), como delegado en la Asamblea Constituyente de la Gran Logia Simbólica, en la que participaron otros trece talleres más, entre ellos la Logia Fortuna de Tortosa. La Constitución de la obediencia fue redactada por Fontseré y por otros cuatro ponentes, siendo elegido a continuación el Soberano Consejo de Gobierno que tenía como Gran Presidente a Eduardo Fontserè Mestre, masón de grado 30º que pasó, así mismo, a formar parte de la Gran Comisión de Estatutos y Reglamentos Generales (5). El 16 de julio de 1886 la GLSRC aprobó, con el voto favorable de Fontseré una moción que aprobaba el catalán como “lengua oficial de la obediencia”. El dato es relevante por que, como cuenta Sánchez Ferre, “Hizo falta esperar a la segunda década del siglo XX para encontrar una logia que realice los trabajos masónicos en catalán” (6). Por que, en realidad, la obediencia de Rosendo Arús, tuvo corta vida y a la muerte de éste, periclitó y terminó disolviéndose. Pues bien, Gaudí colaboró con Eduardo y José Fontseré de los que era imposible dudar de su adscripción a la masonería. De hecho, resulta demasiado evidente que los Fontseré se beneficiaron –como antes lo hizo Ildefonso Cerdá con el proyecto del Ensanche- de su adscripción a la masonería para ganar el concurso de urbanización de la Ciudadela.

A partir de 1873 empiezan las obras que se prolongaron hasta 1885, año en el que se colocó la cuádriga de la cascada. César Martinell explica que la participación de Gaudí en los trabajos de la Ciudadela se limitó solamente a ser delineante, pero Rafols y, posteriormente, Bassegoda, a partir de los datos de aquel, señalan “la colaboración de Gaudí estudiante en los trabajos del parque a las órdenes de Fontserè” (7). Rafols debía saberlo por que compartió conversaciones con Gaudí, prácticamente a diario entre 1914 y 1924; anotaba las frases y los recuerdos que el arquitecto le comunicada en pequeñas agendas y con ellas compuso una importante biografía en 1929. Habitualmente se explica que la relación de Gaudí con los Fontseré derivaba de que los padres de ambos eran de Riudoms. Sea como fuere, el caso es que el Gaudí estudiante, entra a trabajar en el estudio de los Fontseré en 1876 y a su lado realizó sus primeros trabajos: las columnas de la cascada, las astas que sostienen las garzas reales, la reja y la balaustrada de la plazoleta de Aribau (8), los templetes gemelos de las escaleras de la cascada, la gruta artificial desaparecida hoy, y, por supuesto, la reja de entrada al parque en donde coloca cascos alados sobre las farolas que, como hemos dicho, aparecen también en la cornisa de la Casa Xifré.

La colaboración con los Fontseré, al parecer, se limitó a las obras del Parque de la Ciudadela, pero, se trató de un proyecto de envergadura. Los Fontseré no eran masones de base, ocupaban, especialmente Eduard, altos cargos en la obediencia masónica que se mostraba políticamente más activa y comprometida. Por la duración y persistencia del historial masónico de Eduard Fontseré, está claro que tenía un alto nivel de compromiso con el entorno de Arús y con la GLSRC en cuya fundación, como hemos visto, participó activamente. Es fácil suponer que Fontseré también intentaba reclutar nuevos masones. Es muy probable que tuviera conversaciones con Gaudí sobre esta temática. No olvidemos que la urbanización del Parque de la Ciudadela se realizó dentro de un clima antimonárquico, republicano y mitológico. La cascada del parque es un compendio de mitología clásica: tritones (hay que mirar a la cornisa de la Casa Xifré para ver también tritones, por cierto), el carro de la Aurora y dos faunos, cuatro grupos de genios, Venus y dos náyades, Neptuno, Leda, Danae, cuatro glifos guardianes del oro… Sería difícil encontrar en la Ciudad Condal una construcción que incluyera tantos elementos mitológicos. Hay que recordar que, en el siglo XIX, un sector de la masonería, albergaba la quimérica idea de sustituir los temas religiosos del cristianismo por unas evocaciones, vagamente deístas y panteístas, inspiradas en la mitología clásica. Esta tendencia alcanzo su paroxismo entre los librepensadores positivistas de los hubo verdadera inflación en todos los barrios de Barcelona entre 1870 y 1910.

Ya hemos visto que Xifré utilizó entre sus símbolos, algunas alusiones mitológicas que luego vuelven a encontrarse en la cascada del Parque de la Ciudadela. En ambos casos, encontramos a masones de amplio historial ya sea como promotores del inmueble o como diseñadores del proyecto. ¿Y Gaudí? Estamos persuadidos de que fue precisamente en esa época, cuando tuvo contactos con la francmasonería y conoció su sistema simbólico. De hecho, es sorprendente el número de francmasones que orbitan en torno a Gaudí en esa época… pero, sobre todo, es sorprendente que un joven arquitecto, que todavía no ha tenido tiempo de dar la medida de su valor, participe en proyectos que, o bien tienen una gran importancia (las farolas, el proyecto de la ciudadela) o bien son promocionados desmesuradamente (el proyecto de Cooperativa Obrera en la Expo de París). De entre todas las explicaciones posibles a este fenómeno, una, no precisamente infundada, es las buenas relaciones de Gaudí en esa época con los medios masónicos barceloneses.

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La colaboración de Gaudí con los Fontseré se limitó a las obras del Parque de la Ciudadela. En las biografías que hemos consultado no parece que la relación se prolongara más allá de los trabajos. Según Collins, los trabajos se prolongaron entre 1877 y 1882. Había recibido el título de arquitecto en 1878 y de esa época debió datar su colaboración con Joan Martorell quien en muchas biografías es presentado como su mentor y al que Gaudí guardó siempre un extraordinario aprecio: “Martorell era un santo y un sabio”, dijo en cierta ocasión (9). Entre 1875 y 1877 (las fechas varían según los autores) participó en el proyecto de construcción del camarín de la Virgen de Montserrat (a pesar de que algún autor –Martinell, en concreto- niega que tuviera cualquier implicación en la obra. De ser cierta, se trataría de la primera participación en un trabajo que tuviera que ver con la Iglesia y lo Sagrado. Existe una confusión en el nombre del arquitecto que realizó el proyecto. Al parecer, no se trataría de Francisco de Paula del Villar Carmona, sino de su padre, Francisco de Paula del Villar Lozano. Sea como fuere, la participación de Gaudí se limitó –como máximo- a tareas de delineación y se limitó a 1876.

De la impresión de que en aquellos años, Gaudí intentaba hacerse un nombre en el terreno de la arquitectura y aceptaba colaborar con arquitectos que gozaban de reconocido prestigio en la sociedad de su tiempo. O con proyectos que, por algún motivo, le reportasen beneficios. Uno de estos proyectos fue el llamado “Kiosko Girossi”, en realidad, un retrete público que debería haber sido colocado en las calles más importantes de la ciudad, pero que, por algún motivo, se estancó entre el papeleo minucipal y la quiebra del promotor. Era mayo de 1878; en enero del mismo año el Ayuntamiento había dado generosamente a Gaudí el encargo de diseñar las farolas de la Plaza Real. El encargo, a pesar de su aparente banalidad, era importante. Se trataba de situar una veintena de urinarios públicos en distintos puntos de la ciudad, dotados con alumbrado de gas, con publicidad comercial y con una concesión municipal de 50 años. Además, Girossi pedía dos metros cúbicos de agua diarios por urinario para asegurar la limpieza y exención de impuestos. El asunto hubiera llegado a buen término de no ser por la quiebra que sufrió Girossi cuando ya tenía todos los permisos y licencias municipales, en lo que podía considerarse un “pelotazo” de la época. Al parecer, en 1883, nuevamente Girossi volvió a la carga con sus urinarios públicos, sólo que en esta ocasión recurrió a otro arquitecto para que diseñara un proyecto… que tampoco pudo llevarse a cabo.

© Ernesto Milà – infokriris – infokrisis@yahoo.es

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1) Joan Bassegoda en “El Gran Gaudí”, Ob. Cit, pág 109 y sigs., ofrece una sucinta biografía y un resumen de las vicisitudes que atravesó el proyecto Fontseré de urbanización de la ciudadela.

2) La relación aparece en el “Boletín Oficial del GONE”, III, núm, 49, 15-VII-1889 y es citado en “La masonería catalana…”, Ob., Cit., pág 145.

3) “La masonería catalana…”, Op. cit., pág 210.

4) “La masonería catalana…”, Op. cit., pág 239.

5) “La masonería catalana…”, Op. cit., pág 244-245.

6) “La masonería catalana…”, Op. cit., pág 249.

7) “El Gran Gaudí”, Ob. Cit, pág 110.

8) “El Gran Gaudí”, Ob. Cit, pág 111.

9) “Antonio Gaudí”, José F. Ráfols, Canosa Editorial, Barcelona 1929, pág. 45.

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