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Gaudí: zonas oscuras, crisis religiosas

Gaudí: zonas oscuras, crisis religiosas

Redacción.- Siguiendo con la serie de artículos sobre Antonio Gaudí que serán incluidos en el libro Gaudí y la masonería. Caso abierto, publicamos ahora el Capítulo VII, titulado “Zonas oscuras, crisis religiosas”. La biografía de Gaudí tiene distintas zonas oscuras en la que es posible percibir un elemento perturbador: su visión del mundo no fue la misma en su juventud que en su madurez. En este capítulo se revisan los datos biográficos que evidencian esa crisis.

Capítulo VII
Zonas oscuras, crisis religiosas…


Hay una pregunta legítima e ineludible ¿Por qué no hay huellas de las relaciones de Gaudí con la masonería? ¿a qué se debe que él mismo no diera alguna referencia sobre esa institución? Responder a estas cuestiones es relativamente simple. Cae por su propio peso. Antonio López, el Marqués de Comillas, era el principal financiador de las iniciativas antimasónicas en España… era su cliente y estaba emparentado con los Güell. Sin duda, aludir a la masonería en el entorno de Comillas, era mentar a la bicha.

Del 26 al 30 de septiembre de 1896, tuvo lugar en Trento el I Congreso Antimasónico Internacional (1). Asistió una nutrida representación española, dentro de la cual, destacaba la catalana. Esta delegación catalana empezó a estructurarse seis meses antes por el vicario general de la diócesis de Barcelona, Francesc de Pol que constituyó la Junta Diocesana del Congreso Antimasónico Internacional, vinculada a la Junta Nacional establecida en Valencia. En el documento emitido por la Junta de Barcelona a la opinión pública se denunciaba que la “francmasonería es una sociedad nacida a la sombra de las doctrinas librepensadoras, organizada en el secreto y en el misterio, apoyada por una propaganda esencialmente anticristiana (…) preguntad a vuestros hijos y a vuestros hermanos, cuya sangre riega los campos de Cuba, el origen de esa infame guerra, y sabréis que las logias masónicas, de acuerdo con las de los EEUU, hicieron y hacen propaganda antipatriótica para arrancar esa joya a la católica España”. Y, poco después, el boletín del Obispado de Barcelona anunciaba que las tareas del congreso antimasónico serían: “El estudio teórico de la masonería y establecer conclusiones prácticas para combatirla”. Pere Sánchez señala que “La representación catalana al congreso fue muy numerosa y una de las más activas. Se adhibieron dieciocho entidades barcelonesas, entre las cuales cabe destacar el Círculo Artístico de San Lluc (2) y la Asociación de Padres de Familia (presidida por el Marqués de Comillas)”. Un cronista explicaba que la “comisión catalana no igualada por ninguna otra así española como extranjera, se hace una excepción en su favor, admitiendo y leyendo esta cuarta sesión pública una proposición de Cataluña”. La citada propuesta catalana decía textualmente: “Atacar a las Órdenes religiosas y singularmente a la Compañía de Jesús (…) es hacer propaganda masónica”. Acabado el congreso, el boletín de Obispado de Barcelona destacó que “el presidente del congreso hizo constar que el comité español había sido el más activo en cuanto a la propaganda, con una mención especial de la comisión catalana y del Círculo Artístico de Sant Lluc que hacen propaganda religiosa y antimasónica por medio de sus pinceles”.

Estos datos, presentados por Sánchez Farré son tremendamente interesantes; de ellos se puede deducir que, no solamente existió una presencia española en el Congreso Antimasónico de Trento, sino que la delegación catalana, fue la más nutrida y, con mucho, la más activa. Pues bien, los dos puntales de esta presencia catalana fueron la Asociación de Padres, presidida por el Marqués de Comillas y por el Círculo Artístico de Sant Lluc, que agrupaba, precisamente, a los artistas e intelectuales modernistas, catalanistas y conservadores. La vinculación de Gaudí con Comillas y con su entorno, así como con el Círculo Sant Lluc, son suficientemente notorias como para que insistamos en ellas. Buena parte de los amigos, conocidos y allegados a Gaudí, pertenecían a este círculo. Bassegoda cuenta que Gaudí “trato mucho” al obispo Torras i Bages en dicho círculo del que fue consiliario. Pero es que Torras, los Llimona y el propio Gaudí fueron cofundadores del Círculo Artístico en 1893. Gaudí, hasta muy avanzada su vida, siguió frecuentando el Círculo e incluso fue allí, en 1912, donde conoció a Juan Bergós (3). Podemos imaginar, en estos ambientes, lo sospechoso que hubiera podido llegar a ser alguien que confesara su antigua militancia masónica, especialmente en un momento en el que los sectores conservadores se hacían eco de que “un masón nunca deja de ser masón”. En esos mismos momentos en los que se celebraba el congreso antimasónico de Trento, estaba en su punto álgido la mistificación de Leo Taxil que había exagerado hasta la caricatura la “venganza masónica” (4) (que, no era otra cosa que una condena iniciática a quien abandonaba y abjuraba de su pertenencia a la Orden, pero nunca una ejecución física, como Taxil y otros sostenían indicando incluso que se realizaba mediante un cuchillo ritual curvo y un tajo limpio en la yugular…). Como fruto de la confusión creada en el medio católico por las ideas injertadas por Taxil, se tenía tendencia a sospechar de antiguos masones y, desde este punto de vista, no es raro que, por breves y leves que hubieran sido sus relaciones con la masonería durante su juventud, Gaudí estuviera muy interesado en no proclamarlas.

Pero hay otra cuestión, así mismo importante. ¿Por qué no existen huellas documentales de la presencia de Gaudí en alguna logia? Nos equivocaríamos si pensáramos que ha llegado hasta nosotros mucha documentación sobre la masonería decimonónica. Hay obediencias enteras sobre las que no existe el más mínimo rastro documental; se han evaporado, prácticamente. Y mucho más si retrocedemos a la primera mitad del siglo XIX, donde las fuentes de documentación sobre las organizaciones carbonarias, comuneras y masónicas son escasísimas. Quizás, la obediencia de Rosendo Arús, la GLSRC, es una sobre las que ha conservado más documentos de su andadura, pueden consultarse sin restricciones en la Biblioteca que él mismo fundó y que tuvo como primer conservador a Eudaldo Canivell, amigo de Gaudí, socio de la Cooperativa Obrera de Mataró y francmasón notorio. Si consultamos este material, comprobaremos que no hay exceso de documentación y que, incluso en la vida de un personaje público y notorio como Arús, que anotaba cuidadosamente su historial masónico en una libreta, existen dudas y agujeros negros sobre su trayectoria masónica. Ya hemos dicho en otro lugar, que algunas obediencias siguieron (y siguen) practicando la antigua costumbre de las hermandades de constructores de quemar sus archivos periódicamente.

Además, no podemos olvidar la tendencia que existía en aquella época (último cuarto del siglo XIX) a reconstruir las propias biografías. Vamos a examinar el ejemplo de una mujer próxima a Gaudí para darnos cuenta hasta qué extremos se llegaba en la negación del pasado juvenil.

Josefa Moreu Fornells, “Pepeta” Moreu, está considerada como la única mujer a la que se declaró Gaudí. Llama la atención como Pepeta Moreu, reelaboró su biografía y pasó de mostrar una imagen de librepensadora y partidaria del amor libre en su juventud, a recibir el viático de un cura en el Sitjes de plena Guerra Civil y a negar sus ideales que le habían llevado a la Cooperativa Obrera de Mataró. Verán…

Josefa Moreu era, hacia 1877, una joven alta y rubia, al decir de todos, muy guapa e inteligente. Avanzada en su tiempo, solía bañarse en las playas de su ciudad natal, Mataró (5), algo inusitado en la época. Según se sabe por las memorias escritas por su hermano mayor Josep María Moreu, en 1880, las hermanas Josefa (“Pepeta”) y Agustina eran librepensadoras y republicanas y las define como “disparatadas, divertidas y enamoradizas”. Agustina practicaba el “amor libre” (6). En 1875, Pepeta se había casado con un exaltado militante carlista, Joan Palau; con los 3000 duros de la dote, compraron un barco con el que realizaron transportes entre Ceuta, Melilla y Marruecos. El carlista, alejado de su causa, al parecer cayó en el alcoholismo y cuando Pepeta le puso los puntos sobre las íes, anunciándole que estaba embaraza, aquél vendió el barco y desapareció. Pepeta quedó sola en Orán y sin un duro, pero dispuesta a salir adelante. Estuvo durante dos meses tocando el piano en cafetines, hasta que logró enternecer a unos marineros que la condujeron a ella y a la hija que llevaba en sus entrañas hasta su tierra natal. Tras el embarazo entró en la Cooperativa Obrera Mataronense como profesora de idiomas. Fue allí donde la conoció Gaudí que se enamoró perdidamente de ella.

En esa época, como hemos visto, Gaudí realizaba varios trabajos para la Cooperativa y hay varias versiones de cómo se conocieron pero lo que importa es destacar que fue la única mujer a la que el arquitecto se declaró en toda su vida. Fue rechazado. En esa época pertenecer a un círculo libertario estaba socialmente aceptado, incluso para una mujer; pero el terrorismo anarquista que acompañó al desarrollo de algunas fracciones del movimiento libertario hizo que esa percepción fuera variando progresivamente entre la población. Cuando el 7 de noviembre de 1893, Santiago Salvador lanza dos bombas Orsini durante la representación de “Guillermo Tell” en el Liceo de Barcelona, los anarquistas se convierten en réprobos. Precisamente, Pepeta Moreu debía haber asistido a la representación, pero no encontró un traje a su gusto y eso la salvó. En esa época, Pepeta ya había reconstruido su vida fuera de los ideales exaltados de su juventud (7). De hecho, Ama María Ferrín nos recuerda que Lluis Bonet i Garí publicó las conversaciones que mantuvo con Pepeta. Le explica que, si hubiera sido por ella, en la Cooperativa Obrera habría enseñado doctrina cristiana, pero que la institución no lo permitía. Esto, unido al hecho de que en los últimos días de la Guerra Civil en Catalunya, exactamente el 9 de diciembre de 1938, Pepeta Moreu, enferma de muerte a causa del parkinson, falleciera en el número 16 de la calle Sant Pere de Sitges, no sin antes haber recibido los Santos Sacramentos administrados por un sacerdote disfrazado de obrero de la construcción… (8), indican hasta qué punto Pepeta Moreu reelaboró su autobiografía e intentó, por todos los medios borrar los aspectos libertarios de su juventud. No se trató solamente de que hubiera cambiado de ideales, es que a partir de la irrupción del terrorismo anarquista, esa filiación había pasado a ser reprochable.

Si hemos sacado, precisamente en este punto los aspectos más relevantes de la vida de Josefa Moreu es, no sólo por su proximidad a la vida de Gaudí, sino especialmente para resaltar el contraste entre una juventud absolutamente libertaria, identificada con las ideas sociales más avanzadas de su tiempo, a la que sigue una etapa de estabilidad personal y madurez, para terminar en el conservadurismo más rancio y convencional y, en la consiguiente negación del propio pasado. Josefa Moreu siguió ese camino.

De ahí que cuando Gaudí explicara a toro pasado que “Cuando visitaba en su casa a Pagés [el dirigente de la Cooperativa Obrera], éste dejaba a la vista sobre la mesa, para que los leyera, ese tipo de libros que promueven ideas ateas anarquista, pero nunca les hice el menor caso” (9) … también aquí hay que preguntarse si esto fue así, realmente, o si el impacto, absolutamente brutal del atentado del Liceo y de las bombas anarquistas que siguieron, no determinó una reelaboración en los recuerdos del arquitecto y un intento de borrar –al menos psicológicamente- una parte de su pasado… tal como había hecho Josefa Moreu.

Cuando Gaudí realiza la Puerta del Rosario de la Sagrada Familia, introduce en su interior una ménsula con la imagen de una anarquista corriendo, con una bomba Orsini en la mano, exactamente igual a las que estallaron en el Liceo, entregada por una garra diabólica que surge del cuerpo informe de un congrio, es 1895, dos años después del atentado. En ese momento, no sólo Gaudí o Pepeta Moreu, sino mucho barceloneses honestos, que habían pretendido canalizar sus ansias de justicia social en las distintas organizaciones anarquistas, estaban horrorizados de hasta qué punto, los “redentores” de la humanidad, en las que ellos, en algún momento, creyeron, se habían convertido en bestias salvajes sedientas de sangre. En el fondo, el relieve de la Puerta del Rosario que hemos mencionado, no es sino una condena a la violencia anarquista. Ahora bien ¿y antes de esa fecha, en su juventud, por ejemplo? Esa condena no está tan clara.

Barceloneses tan notables como Ildefonso Cerdá, Narciso Monturiol, Anselmo Clavé, habían pertenecido a asociaciones socialistas utópicas. Clavé havía fallecido en 1874 y su féretro fue enterrado en el Cementerio del Este o de Pueblo Nuevo, diseñado por el carbonario italiano Ginessi. El ayuntamiento convocó un concurso para diseñar su panteón y, el entonces estudiante, Gaudí se inscribió aunque finalmente no presentaría ningún proyecto, venciendo el de Doménech i Montaner. En otras ocasiones Gaudí mostró interés por las iniciativas corales de Clavé cuyas orientaciones políticas, utopistas y de izquierdas, eran del dominio público. De hecho, el comunismo y el socialismo utópico tuvieron una gran importancia en la Barcelona de entre 1830 y 1860 en un episodio de la historia pasada de la ciudad que nadie, ni cátedra ni institución pública alguna, se han tomado excesiva molestia en reconstruir. El mismo callejero barcelonés ha dejado rastros de esta influencia en nombres como los de la Avenida Icaria, que procede de la comuna creada por Etienne Cabet en EEUU y en la que participó un barcelonés (un tal Rovira, miembro del grupo “cabetiano” o comunista utópico de la ciudad). El propio Joseph Xifré tuvo algunas relaciones con estos medios utópicos y algunos autores han considerado que la Casa que construyó en el Paseo de Isabel II, estaba inspirado, con propiedad, en los falansterios fourieristas. Abdón Terradas (10) y otros políticos liberales exaltadas de esa misma época, pertenecían así mismo a estos círculos. Cerdá elaboró sus manzanas con forma de cuadrado achaflanado en su intento de crear una ciudad “igualitaria”, sin barrios ricos, ni barrios pobres, y utilizó un recurso geométrico para seguir las directrices que Cabet dio en “Viaje a Icaria” (según las cuales el problema de la cuadratura del círculo tenía resolución geométrica, pero no matemática). Montubio investigó las posibilidades de un “buque insumergible” (que luego resultaría ser el submarino) para evitar el sufrimiento de las mujeres de los pescadores de Cadaqués y el riesgo de sus maridos a los que conoció bien durante su destierro en esa ciudad del Alto Empurdán. En cuanto a Clavé, sus coros fueron su respuesta a la idea de crear una comunidad de trabajadores que aumentaran su sentimiento de solidaridad de clase y cohesión vincular (11). Con todo esto queremos resaltar el hecho de que entre las clases cultivadas barcelonesas, las ideas “de izquierda” y progresistas, no eran desconocidas en el siglo XIX, sino que más bien formaban parte de su arsenal ideológico.

La cuestión es si Gaudí compartió en algún momento de su vida criterios parecidos. Aun a pesar de que dijera que los textos que, distraídamente, Pagés, dejaba sobre su escritorio, lo cierto es que hay otras fuentes que indican que Gaudí se interesó por los problemas de la sociedad de su tiempo desde una perspectiva de lo que hoy llamaríamos “progresismo”. Rafols (y Bassegoda lo reproduce) dice que, en su período de estudiante, Gaudí “debió de sentir interés por los problemas de la clase obrera” (12).

Las convulsiones del entonces naciente movimiento obrero organizado hicieron que tempranamente aparecieran fracturas y estrategias diversas. Aunque, inicialmente, todas estuvieran reunidas en la Asociación Internacional de Trabajadores (1864), pronto se formaron dos corrientes la comunista en torno a Marx y Engels y la anarquista formada por los discípulos de Bakunin. Cinco años después de la fundación de la Internacional, la escisión estaba consumada. Pero dentro de la Internacional apareció una tercera estrategia, la cooperativista, que tuvo en España como dirigentes a Rafael Farga Pellicer y a Salvador Pagés. Ambos eran masones. El propio Farga (y también Anselmo Lorenzo, líder sindicalista y miembro de la logia Hijos del Trabajo), la Internacional nació en “un local de la masonería londinense el 5 de agosto de 1862, pero ésta no participó especialmente aunque suscribía la idea de unir en una organización a todos los trabajadores del mundo, peldaño de la futura unión de la humanidad: es decir, la fraternidad universal masónica” (13). Cuando murió Bakunin, Farga propuso al arquitecto Camilo Oliveras –del que Bassegoda dice que era “gran amigo de Gaudí” (14), que colaboró con él en Comillas y en el Palacio Güell y proyectó la Casa de la Maternidad, en cuya junta directiva se encontraba el doctor Sataló, utilizando abundantemente ángulos de 45º (la abertura tradicional del compás masónico, por cierto)- la construcción de un monumento fúnebre al líder libertario. Oliveras, redactó efectivamente el proyecto, pero el nunca hubo ocasión de levantar el monumento. El grueso del movimiento obrero catalán, a pesar de estar más próximos al bakuninismo (con Farga a la cabeza), tenía una fuerte corriente cooperativista de la que Pagés era líder. El hecho de que los jefes de fila de ambas corrientes fueran masones, fue el elemento que resto violencia a la polémica, a diferencia de que la que tuvo lugar luego entre los sectores marxistas y anarquistas. Ana María Ferrín dice que Gaudí, “en esa época, leyó a Marx” (15) y añade que “hay referencia a que colaboró en un proyecto de monumento a Bakunin”. Joan Bergós, por su parte reconoce que “En su juventud, pero, se contagia del movimiento socialista, que se iniciaba en Inglaterra, y generosamente impulsa la Cooperativa fabril La Obrera Mataronense; pronto quedó decepcionado”, y cita luego palabras de Gaudí: “Los sindicatos y cooperativos –excepto las de consumo que tienen la venta asegurada- acaban de mala manera, por que no tienen un jefe responsable que administre, sino que quieren mandar muchos; o si lo tienen y pasa una mala época para los negocios, atribuyen todo lo malo al jefe” (16). Si Bergós afirma que Gaudí en su juventud “se contagió” es por qué el propio Gaudí se lo dijo.

Teniendo todo esto en cuenta, la frase extraída de una conferencia de Bonet Garí (03.04.27) según la cual el arquitecto le dijo que “no se había dejado seducir por las ideas avanzadas del director de la cooperativa de Mataró”, hay que relativizarla con el paso del tiempo. Pagés figuraba entre los más moderados de los moderados de la internacional. En realidad, más que el “socialismo” o al “anarquismo”, a lo que aspiraba era a un “cooperativismo obrero” en el que un tejido de cooperativas dirigidas por obreros, compitieran en un mercado que en nada, o muy poco, se diferenciaba del capitalista. A estos ideales, Pagés unía consideraciones de tipo ético o moral, muy propias de las logias de la época. Probablemente, la cuestión era que Gaudí aspiraba a algo más. Después de leer a Marx, la verdad es que Bakunin parece poco y el sistema científico de aquel, si bien más árido, es, desde luego mucho más racional y sus razonamientos están, desde luego, mucho mejor concatenados.

De esa época data también su descripción en varias obras como “dandi” (17) partícipe de una tertulia agresiva y anticlerical en el “Café Pelayo”. Este dato es importante, por que si, realmente Gaudí participó en esos encuentros, que tendrían lugar entre 1874-76, es justamente en ese período de tiempo en el que más verosimilitud puede tener el centrar las relaciones Gaudí con la masonería. ¿Es cierto éste Gaudí? Pues la cuestión no está nada claro y cada cual tiene el derecho a dar por buenas unas u otras fuentes. Los biógrafos ortodoxos de Gaudí, con Casanellas a la cabeza y Rafols a prudencial distancia y con ciertas dudas, no comprenden “la contrafigura que presenta al arquitecto en plena actividad inicial, liberado de la angustia económica, inclinado a un “dandismo” pletórico y epicúereo, amante de los buenos manajares, frecuentador de salones, veladas musicales, Liceo, anticlerical, indiferente en materia religiosa y, por no decir ateo del todo, rayano en el ateísmo” (18). Pero, Ferrán Soldevilla, habla en el mismo período del arquitecto, como de un “dandi”, distante, que ni siquiera se bajaba de la calesa ni se sacada los guantes cuando visitaba las obras. Otros han dicho que “Gaudí, en seguida, se ganó fama de dandi, limpio y pulido que sólo se conformaba con lo mejor. Los guantes de piel de cabrito que compraba en la tienda Esteban Comella de calle Aviñó y en casa Arnau en calle Conde del Asalto, tenía un molde para que le hicieran sombreros a medida, tenía sombreros blandos, de paja para verano y de copa de seda negra, que eran sus preferidos” (19) ¿Cuál de los dos Gaudís es el auténtico?

Todos los autores ortodoxos suelen citar el famoso libro de Feliu Elías “Simó Gómez, un pintor de Poble Sec”. Elías que, en ocasiones firmaba sus artículos y caricaturas en “El Patufet” con el seudónimo de “Apa” y “Joan Sacs”, era crítico de arte. Escribió en muchas revistas de la época, pero sobre todo, sus colaboraciones en “La Publicitat”, lo han hecho célebre, mucho más, desde luego, que sus caricaturas en “Papitu” (qué él mismo fundó en 1908) de las que todo el mundo coincidía en que carecían completamente de gracia (20). Era amigo de Francesc Pujols, a su vez, amigo y apologeta de Gaudí, una persona que conocía bien la obra del arquitecto.

Elías habla en el Capítulo XII de su obra sobre Simó Gómez de “Los Intelectuales” y alude a varias tertulias que reunían a la flor y nata de las artes de Barcelona entre 1840 y 1870. Existía una tertulia en torno a Enric Gómez, hermano de Simó, en el Café Suiç, a mediodía y por la noche. Participaban, además de Enric Gómez, Carles Altadill (socio de Narciso Monturiol y de Xifré Downing, hijo de Xifré Casas, en la empresa que abordó la construcción del submarino “Ictineo”) y, Albert Llanas (amigo de Simó Gómez), Sefarí Pitarra, el abogado Serraclara, el doctor Santaló (amigo de Gaudí), el político catalanista Valentí Almirall y Carles Vidiella, que tocaba el piano en el bar. Cuando Vidiella fue contratado como pianista en el Café Nou (luego Café de las Delicias, más tarde Lyon d’Or, situado en las Rambla). Luego –cuando se abrió el Ensanche y la Rambla de los Capuchinos empezaba a quedar lejos- se trasladaron al Café Pelayo, situado en la esquina entre calle Pelayo y Rambla de Canaletas. Se sumaron Doménech i Montaner, amigo de Simó y Enric Gómez, Riera i Bertrán, Angel Guimerá (co-fundador de Jove Catalunya), Pico i Campanar (apoderado del Conde de Güell) y Pompeu Gener (librepensador y escritor familiarizado con las nuevas corrientes europeas). A nadie se le escapa que la orientación mayoritaria de todos ellos es catalanista, pero también muchos son republicanos, federalistas y… de algunos se sabe su filiación masónica y su anticlericalismo militante.

Elías se extiende en las conversaciones y exabruptos que solían protagonizar esta tertulia con el beneplácito del propietario del local “por que sabía que aquellos hombres selectos eran el crédito de la casa y aquellos cantos ruidosos el mejor reclamo”.

Finalmente, alude al “cenáculo del café Pelayo, esquina Rambla de los Estudios” (21), que “tenía otro apéndice interesante. Era una pequeña reunión que al llegar los tertulianos de Enrique Gómez al café se encontraba formada en una mesa rinconera. Era la tertulia de los anticlericales rabiosos que se reunían sólo para blasfemar en común en un rito nocturno”. Y luego enumera a los participantes más famosos de la tertulia: Gaudí y “otro arquitecto llamado Oliveras” y un “señor Fargas”. Es evidente que se refiere al arquitecto, a Camilo Oliveras (que, efectivamente, fue un gran amigo de estudios y colaborador de Gaudí en varios proyectos, además de un arquitecto cuyo nombre brilló con luz propia), y a Rafael Farga Pellicer que también utilizaba el seudónimo de “Justo Pastor de Pellico” para firmar algunos libros y ensayos, respectivamente. Elías sigue luego: “Gaudí era entonces debutante en arquitectura pero estaba ya lleno de talento y nuevas iniciativas, colaborando en la construcción del Parque y en las farolas de la plaza Real. Era tan apasionado anticatólico que no vacilaba ante las más vocingleras manifestaciones de anticlericalismo, deteniéndose ante la puerta de los templos para insultar a los fieles con el grito elocuente de entonces: Llanuts! [borregos!]” (22).
El libro de Elías es muy documentado y comedido, como crítico de arte es bueno y, en absoluto visceral. Reconoce, sobre todo, los méritos de la pintura realista, pero no hay ningún motivo para pensar que exageraba, ni siquiera que estaba contando datos que no hubiera vivido muy de cerca. En realidad, Elías pertenecía también a estos círculos y no hablaba de oidas. En cuanto al biografiado, el pintor Simó Gomez, mantenía ciertos vínculos con el que luego sería el entorno gaudiniano. Era amigo de Eudaldo Canivell y del poeta Joaquín Bartrina d’Aixemús, con los que Gaudí mantuvo una buena amistad y, al igual que estos y que Gaudí, fue miembro de la Asociación Catalana de Excursiones Científicas. Era huraño y le encantaba vivir en el campo, así que compró una finca en las faldas de Montjuich aun por urbanizar. Pero a una edad temprana, el doctor Santaló (otro vínculo con Gaudí) le diagnosticó epilepsia. Murió el 5 de febrero de 1880. Elías dice de él –y no puede dudarse de su opinión- que era “antirreligioso y anticlerical” (23).

Los biógrafos ortodoxos consideran este textos “lamentables” y alguno atribuye la responsabilidad a Doménech i Montaner (del que Josep Pla diría que “tratándose de cosas personales, era bilioso, amarillo y crispado”) con el que Gaudí ya había tenido choques de relativa envergadura desde su período de estudiante (Doménech fue con toda seguridad el único que votó contra la concesión del título de arquitecto a Gaudí, mientras el resto del tribunal lo hacía afirmativamente). Pero el hecho de que Doménech albergara resentimiento contra Gaudí, no implica, necesariamente, que fuera un mentiroso. Se sabe, a ciencia cierta, que la tertulia existía y que el propio Doménech la frecuentó en algún momento e incluso cuenta que participaban Bartrina d’Aixemús, Eduardo Toda y Agustín Querol. Pero lo que no están tan claras son las fechas. A la luz de los datos que facilitan uno y otros, puede deducirse que Doménech i Montaner da unas fechas (1882: Toda en Barcelona) que no son coincidentes con las que facilita Elías (1874-78: Trabajo de Gaudí en farolas de la Plaza Real). La diferencia de tiempo es suficiente como para que no existe seguridad de que se está hablando de la misma tertulia: parece que el local era el mismo, pero no la tertulia; entre ambas median entre 4 y 8 años de diferencia, tiempo más que suficiente como para que Gaudí atemperara sus fervores anticlericales, y pasara a rotular para Joan Martorell el alzado de la fachada de la Catedral de Barcelona. Por lo demás, también hay que considerar el Café Pelayo como el más céntrico lugar de reunión de aquel momento. El doctor Santaló, años después, seguía siendo un cliente habitual del local y, por lo que sabemos, no se trataba de un personaje particularmente anticlerical, sino que se le ha definido como “católico comprometido” (24). Los datos proporcionados por un artículo de Bassegoda Amigó (25) contribuyen a centrar más las fechas: Gaudí asistía a la tertulia del Café Pelayo “poco antes de la inauguración de la Exposición Universal” (1888), cuando “La Renaixença” ya era diario (desde 1881). Así pues, tenemos una orquilla de tiempo 1881-1888 que no está en contradicción con la fecha en la que Toda estuvo en Barcelona (1883)… pero esto sigue quedando lejos en el tiempo del trabajo de las famosas farolas: sigue existiendo un desfase, como mínimo, de cuatro años y máximo de nueve años, tiempo suficiente como para cambiar de opinión y actitud vital varias veces. Bassegoda termina su defensa del Gaudí católico durante toda su vida, citando en encuentro de Pla con José Pijoan (“muy adicto a Gaudí”, según Bassegoda, que conoció al arquitecto y cuyas opiniones son dignas de crédito) y que vale la pena reproducir: “Pijoan –dice Pla- dijo no conocer el texto de Elías pero que su afirmación no le extrañaba nada puesto que Gaudí fue un hombre contradictorio en grado indscriptible. En su juventud debió pasar momentos de pasión vehemente. Su crisis religiosa duró muchos años y su vida está llena de zonas sucuras que nada, quizás, intentará aclarar. En este país hay un interés excesivo en mantener ficciones, aunque de vez en cuando se quemen unas cuantas iglesias. Gaudí fue un catalán de fondo tráfico, como el mismo Maragall”. Y Bassegoda añade a modo de comentario: “Pijoan, muy adicto a Gaudí y defensor de la Sagrada Familia, únicamente sirven para confirmar la existencia de zonas oscuras en la personalidad de Gaudí, cosa nada extraña dada la defensa que siempre hizo de su intimidad” (26). Así pues, existe un punto en el que los biógrafos ortodoxos de Gaudí y los intérpretes heterodoxos estamos de acuerdo: en que existen “zonas oscuras” en su personalidad y que tuvo “crisis religiosas”. Este trabajo intenta aportar algo sobre las “zonas oscuras” y establecer el origen de su primera “crisis religiosa.

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es

NOTAS

1) Los datos sobre el Marqués de Comillas y las iniciativas antimasónicas han sido extraídos de “La Maçonería a Catalunya”, Ob, Cit., pág. 80-85

2) El Círculo Artístico de Sant Lluc fue fundado en 1893 a iniciativa de un grupo de destacadas personalidades del arte y de la vida pública catalana de la época. Los principales motores fueron los artistas Joan i Josep Llimona, Dionís Baixeras, Antoni Utrillo, Alexandre de Riquer, Antoni Gaudí y el obispo Dr. Torres i Bages. La voluntad que los movió a fundar la sociedad fue el espíritu de compromiso con la fe cristiana y un profundo amor a la propia tierra. Sus fundadores fueron destacados miembros del movimiento modernista catalán y posteriormente de las más renovadas tendencias artísticas. Puig i Cadafalch, Joaquim Folch i Torres, Joaquim Mir, Pau Gargallo, Opisso, Eugeni d’Ors, Joaquim Renart, Sunyer, Rafael Serrahima, Antoni Vila-Arrufat, Solanich, Joan Rebull, Joaquim Llucià, Carles Mensa, Llorenç Artigas, Joan Miró… han sido miembros del círculo. Datos extraídos de la web del círculo: http://www.santlluc.com/

3) “El Gran Gaudí”, Op. cit., págs. 25, 31 y 565.

4) “El contubernio judeo-masónico-comunista”, Op. cit., Capítulo I, pág. 31-126.

5) Todos los datos que hemos empleado sobre Josefa Moreu han sido extraídos de “Gaudí, de Piedra y Fuego”, Op. cit., pág. 90 y sigs.

6) Op. cit., pág 99.

7) En efecto, había abierto una sombrerería en la calle Puertaferrisa y allí conoció a José Vidal Gomis, un comerciante al que le habían ido bien los negocios en Japón y con el que contrajo matrimonio. Vidal, posteriormente debería convertirse en delegado de la Paramount en España, gracias a lo cual, la hija que Pepeta tuvo con José Caballol Viader, pudo entablar amistad con Omar Shariff, Julie Christie, Sara Montiel, etc.

8) Se encuentra enterrada en el Cementerio de Marinos de Sitges, con la lápida 809 que corresponde a la familia “Moreu-Caballol”. Su hija, Joaquina, festejó la entrada de las tropas franquistas en Barcelona ofreciendo a dos oficiales un banquete en Villa Elvire (en el paseo de la Ribera 26), domicilio de unos parientes. Uno de los oficiales invitados era el Marqués de Castellvell, padre del escritor habitual de la prensa del corazón y aristócrata decadente, José Luís de Villalonga. Datos extraídos de “Gaudí, de Piedra y Fuego”, Ob. Cit, págs. 114-115.

9) Citado en “Gaudí, de Piedra y Fuego”, Op. cit., pág. 89.

10) Véase “Abdón terrados. Primer apóstol de la democràcia catalan (1812-1856), Joseph Soler Vidal, Edicions de la Magrana, Barcelona 1983, especialmente el capítulo “Abdón Terradas i Joan Prim”, pág. 148 y sigs.

11) “Guía de la Barcelona Mágica”, Op. cit., pág. 213 y sigs.

12) “El Grau Gaudí”, Op. cit., pág. 102, citando la referencia de “Gaudí”, Editorial Canosa, Barcelona 1929, pág. 32.

13) “La maçoneria a Catalunya”, Op. cit., pág. 256.

14) “El Gran Gaudí”, Op. cit., pág 103.

15) “Gaudí, de piedra y fuego”, Op. cit., pág. 81,

16) “Gaudí l’home i l’obra”, Joan Bergós, Lundwerg Editores, Barcelona 1999, pág 39.

17) Joan Bergós explica en “Gaudí, l’home i l’obra”, Op. cit., pág. 41: “Gaudí se dejaba arrastrar por la alegría de vivir y, como ya se ha visto, vestía con impecable elegancia, estimaba el confort, la buena mesa, los vinos y los tabacos exquisitos; le gusta la equitación y el paseo en coche, tiene un abono en el Teatro Principal, es un asiduo concurrente a las tertulias del Liceo…, sin llegar a excesos. Se muestra despreocupado en materia religiosa” (…) Se diría que ha hecho suya la máxima un poco epicurea del Cohelet: “No hay otro bienestar para el hombre bajo el sol, que comer y beber y alegrarse, y tanto mejor que eso acompañe su trabajo durante los días de vida que Dios le da bajo el sol””. Y más adelante, Bergós añade: “A pesar del ambiente enrarecido, producido por el contagio belicoso de buena parte de la clerecía –una de las nefastas consecuencias de la última carlinada, causa del anticlericalismo-, Gaudí no se dejó arrastrar nunca y nadie le sintió ninguna frase despectiva hacia la Iglesia”. Cita luego otra fase del arquitecto: “El hombre sin religión es un hombre al que le falta algo espiritualmente, un hombre mutilado”.

18) “Nueva Visión de Gaudí”, E. Casanella, Ediciones Polígrafa, Barcelona 1963, pág. 32.

19) “Antoni Gaudí”, Op. cit., pág. 65.

20) “Homenots – 3ª Serie”, Obra Completa, Vol. 21, Josep Pla, Ed. Destino, Barcelona 1872, pág. 428 y sigs.

21) “Simó Gomez. Historia Veridica d’un pintor de Poble Sec”, FEliu Elias, Junta Municipal d’Exposicions d’Art de Barcelona, Barcelona 1913, págs 105-110.

22) “Simó Gomez. Historia Veridica d’un pintor de Poble Sec”, Op. cit., pág. 109.

23) “Simó Gomez. Historia Veridica d’un pintor de Poble Sec”, Op. cit., pág. 99.

24) “Antoni Gaudí”, Op. cit., pág. 154.

25) “La Vanguardia”, 14 de mayo de 1929.

26) “El Gran Gaudí”, Op. cit., pág. 104-105.

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