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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

Turquía en la UE. Argumentos geopolíticos para el NO

Turquía en la UE. Argumentos geopolíticos para el NO Quedan algunas notas por añadir a lo ya dicho en entregas anteriores, sobre la geopolítica de Turquía. Sería difícil encontrar otro país que fuera tan difícilmente definible. Por que Turquía es a la vez: mediterránea, balcánica, forma parte de Oriente Medio, del Cáucaso y es, a fin de cuentas, también, euro-asiática.

MISSES, CANCIONES Y EQUIPOS DE FUTBOL TURCOS EN EUROPA

Durante el período de la Guerra Fría, por necesidades del guión, Turquía se alineó con los países occidentales. En aquel momento, todavía el país vivía de los réditos del kemalismo y fue cortejada por los aliados occidentales que la introdujeron en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico y, más especialmente, en la OTAN. Dentro de la Alianza Atlántica, le correspondió a Turquí cubrir el flanco sud-oriental de Europa. Todo fuera por la victoria sobre el bolchevismo…

Claro está que la inclusión de Turquía en estas organizaciones llevó a aumentar el espejismo de la “Turquía Europea”: poco después, Turquía fue admitida en los festivales de Eurovisión obteniendo algunos resultados notables por encima de países tan europeos como Austria, Portugal, Yugoslavia o Suecia… ¿Y qué decir de la participación de Turquía en las competiciones europeas de fútbol? También alguna miss turca ha obtenido puestos destacados en concursos de belleza femenina. Y, por algún motivo, a fin de cuentas, los turcos gozan de una extraordinaria reputación en el ambiente gay, cada vez más influyente en la Vieja Europa, sector decadente.

¿Basta todo esto para considerar a Turquía europea? ¿Y es suficiente como para valorar el impacto del ingreso de Turquía en la geopolítica de Eurasia? Desde luego que no.
Debemos procurar realizar un análisis holístico de lo que supone la candidatura de Turquía para la UE y para Eurasia. El tema, indudablemente, no puede despacharse con un mero “Turquía no es Europa” (sólo la décima parte de su territorio se encuentra en Europa), o considerando de forma aislada una perspectiva económica, geopolítica, neohistórica, antropológica, social o religiosa. Es preciso –y es lo que hemos intentado sintetizar en este trabajo- sintetizar los distintos aspectos de la cuestión, que tienen desigual importancia, como si se tratara de vectores que actúan en distinta dirección y, a partir de ahí, establecer la dirección del vector resultante: eso nos indicará, definitivamente, si Turquía tiene un espacio en la UE o si no lo tiene.

¿GEOPOLITICA O GEOHISTORIA?

La escuela española de geopolítica formada en torno al profesor Vicens-Vives, tiene tendencia a reducir la geopolítica a geohistoria. No en vano, Vicens-Vives era, fundamentalmente, historiador. En el Tratado General de Geopolítica (Ed. Vicens-Vives, 1950), Vicen-Vives explica su concepción de la geopolítica: una ciencia que tiene por objeto de estudio el movimiento de los pueblos sobre el espacio natural, dando lugar a la formación de las sociedades históricas y de los Estados. Así pues, el propio Vicens-Vives reconoce que valdría más llamar a esta ciencia geo-historia. Sólo más adelante, explica: “[la geopolítica] se ocupa también del aspecto geográfico de las relaciones internacionales”… para nosotros ese es, justamente, la razón de ser de la geopolítica y no otro.

En cualquier caso, la geopolítica convencional y la geohistoria de Vicens-Vives coinciden en un punto: en efecto, ambas consideran que una de las constantes comunes a todo devenir histórico es la reiteración cíclica de experiencia provocadas por la geografía. Allí donde hay una cordillera impenetrable, allí se establece una frontera segura. Allí donde hay un río caudaloso hay tráfico fluvial o también una demarcación fronteriza. Allí donde hay un estrecho hay una zona en disputa. Y todo ello, independientemente del momento histórico y de la naturaleza de los protagonistas.

REDIMENSIONAR ALGUNAS CONSTANTES GEOPOLITICAS

Hace falta preguntarse si esto es así o se trata de una apreciación que puede variar con el momento histórico. Se suele afirmar, por ejemplo, que el Bósforo y los Dardanelos son extremadamente importantes. Así ha sido a lo largo de los siglos y algunos partidarios de la entrada de Turquía en la UE, se basan en esta constante histórica para avalar el ingreso de éste país. Pero hay que relativizar esta importancia. O más bien, redimensionarla.

¿Sigue cerrando Turquía el acceso al Mediterráneo de Rusia? Si. Es evidente que el Bósforo y los Dardanelos impiden una salida de Rusia en esa dirección… pero esto era más importante ayer que hoy. Era importante durante la guerra fría y mientras duró el período soviético, cuando Rusia era percibida en Europa –gracias al papel de quintacolumnas de la política exterior soviética que siempre tuvieron los Partidos Comunistas de Europa Occidental- como “el enemigo”. Pero hoy, todo induce a pensar que los destinos de la UE y de Rusia se reencuentran tras dos siglos de alejamiento en los que el mundo anglosajón, constantemente, ha ido situando palos entre las ruedas y ha impedido la formalización del eje histórico París-Berlín-Moscú. Hoy, mal deberían ir las cosas, para que este acercamiento se rompiera. Europa es el Mediterráneo. Rusia llega a Europa a través de Bielorrusia. Pero también a través de Rumanía y Bulgaría (países que en el 2007 formarán parte de la UE), a través del Mar Negro…

La realidad para Turquía es que la creación de la UE ha relativizado la importancia del Bósforo y los Dardanelos. Dentro de un contexto de amistad y cooperación euroasiática entre Rusia y la UE, los puertos griegos del Egeo, los puertos de Montenegro, son puertos susceptibles de ser utilizados por Rusia para su comercio marítimo, sin necesidad de cruzar el Bósforo y los Dardanelos.

Está claro que este planteamiento parte de dos principios: la irreversibilidad de la Unión Europea y su progresiva transformación en una federación; y la política de amistad, cooperación y seguridad común que lógicamente debe establecer la UE con los otros dos actores eurasiáticos (Rusia y China). Resulta difícil pensar que este esquema podría verse modificado.

ESPACIO VITAL. FRONTERAS VIVAS. FRONTERAS MUERTAS

El riesgo de algunos aficionados a la geopolítica consiste en ir ampliando el análisis geopolítico de un espacio concreto hasta lugares extremadamente alejados del mismo. Es indudable que una migración de pueblos de Asia Central, en dirección Este a Oeste, puede acarrear una especie de caída de piezas del dominó hasta el extremo más occidental del mapamundi. Pero, hay que examinar este planteamiento con sumo cuidado o de lo contrario caeremos en el error de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial: invadir Rusia… ¿hasta donde? ¿hasta perseguir al último solado soviético defensor de Vladivostok en las orillas del Mar de la China? Ilusorio. Como ilusoria fue también la aventura de Alejandro Magno fuera del espacio vital griego, que le llevó fugazmente hasta las puertas de la India, antes de que todo se derrumbara a los pocos años de su muerte.

La geopolítica y la experiencia histórica enseñan que un pueblo, cualquiera, tiene un “espacio vital” que le corresponde, más allá del cual, aunque exista un principio de contigüidad territorial, está situado fuera del área-marco dentro de la cual puede reivindicar su misión histórica (que a fin de cuentas es el principio de razón suficiente de las naciones).

En este sentido, si bien podría examinarse detenidamente la conveniencia geopolítica del ingreso de Turquía en la UE, no es menos cierto que una UE con Turquía incorporada supondría que Europa se saldría de su espacio geopolítico vital, introduciéndose necesariamente en una zona caliente del planeta: Así Central y Oriente Medio.

Resulta evidente que, por razones económicas, Turquía necesita a Europa y que Turquía puede considerar a Europa como su “espacio vital”. Es en Europa en donde mejores condiciones económicas puede tener –al menos por el momento- la inmigración turca. No desde luego en Rusia o en China, ni mucho menos en el mundo árabe. Digamos que el espacio vital para treinta millones de turcos que pueden emigrar a Europa en los próximos años, de entrar Turquía en la UE, Europa es su “espacio vital”. La cuestión es si Turquía forma parte e interesa como espacio vital de Europa. Y, se mire por donde se mire, ese interés no es evidente. Todo lo contrario.

Hay un concepto de la geopolítica de Vivens-Vives que vale la pena traer a colación: el de “tensión geopolítica”. Existe tensión geopolítica en determinadas zonas inestables del planeta a causa de la fatalidad histórica, geográfica, étnica y antropológica, que ha resultado. Turquía está rodeada de fronteras en las que existe esa “tensión geopolítica”. Pasemos revista: conflicto greco-turco por la isla de Chipre, frontera con Persia (país con el que su confrontación ha sido constante), tensión con Rusia y China (a causa de la creación de un espacio turcófono que incluye a 100 millones de turcoparlantes de las antiguas repúblicas exsoviéticas independizadas y extensos territorios del Oeste de China), tensión con Irak (en tanto Turquía controla las cabeceras del Tigres y el Éufrates), problema kurdo extendido a otros países limítrofes (Irán e Irak, sin olvidar que Irán es hoy una potencia prácticamente nuclear).

Estas “tensiones geopolíticas” crean una contradicción entre las fronteras de la UE y las de Turquía: en efecto, mientras que en el interior de la UE, la Europa de los Veinticinco es una Europa de “fronteras muertas” que no van a modificarse previsiblemente, las fronteras que puede aportar Turquía son “fronteras vivas” en las que todo es posible: es posible que se cree un Estado Kurdo que modificaría decisivamente la geopolítica de la región; es posible [seguro] que aparezcan movimientos secesionistas turcófonos e islamistas en el Oeste de China; es posible que las iniciativas de creación de un espacio turcófono generen problemas entre las repúblicas exsoviéticas y la Rusia reconstruida del futuro… Y todo esto puede generar modificaciones en las “fronteras vivas” de Turquía. Cuando existe una “frontera viva”, lo importante es mantener los equilibrios regionales, reorientar las fuerzas pensionadas y, finalmente, alejar las consecuencias de los estallidos a que hubiera lugar. Esa es otra razón para mantener a Turquía fuera de la UE.

LA GEOPOLITICA COMO SINTESIS Y VIDA

Resulta evidente que la geopolítica es una ciencia que tiene un cierto grado de ambigüedad y en la que son frecuentes las apreciaciones subjetivas que dependen del propio punto de vista del “geopolitólogo”. Para Haushofer, la geopolítica es “la ciencia de los fundamentos territoriales y raciales que determinan el desarrollo de los pueblos y de los Estados”; para Kjellén, en cambio, es la “ciencia del Estado como organismo geográfico”. Ratzel opinaba que la geopolítica trataba de los Estados entendidos como entidades geográficas vinculadas a un espacio geográfico concreto. Para nosotros, la geopolítica es una parte de la ciencia política. Importante, pero también interdependiente con otras ciencias humanas: antropología, historia y economía.

En este sentido, el profesor Vicens-Vives sostiene una de las definiciones más exactas de la geopolítica, cuando dice: “La actualidad geopolítica sólo interesa en función de las fuerzas que actuaron ayer o como plataforma de los sucesos que acontecerán mañana. He aquí expresadas en dos palabras la esencia íntima de la geopolítica: síntesis y vida”.

Esto implica la imposibilidad de aislar a la geopolítica de otras ciencias humanas (síntesis), pero, así mismo, considerarla como una ciencia dinámica en la que los dogmas no pueden tienen lugar y en donde el devenir de la civilización modifica el impacto de las leyes de la geopolítica (vida).

En realidad, podríamos hablar de una geopolítica “de la tercera ola” en el sentido dado por Alvin Tofler a este concepto. Resulta imposible considerar el impacto de la geopolítica en el neolítico, cuando el ser humano se desplazaba a pie, carecía de medios de comunicación, o bien los desplazamientos de las poblaciones se volvían problemáticos más allá de la propia comarca en donde desarrollaba su vida un núcleo de población. Hoy, todo esto ha cambiado: telecomunicaciones, medios de transporte cada vez más rápidos, redes de comunicaciones progresivamente más tupidas, etc, modifican el impacto de las constantes geopolíticas. La “geopolítica de la tercera ola” debe hacer referencia a grandes bloques geopolíticos, a la forma en que Estados surgidos en la “segunda ola” –los Estados-Nación- pueden converger en grandes bloques geopolíticos, redefiniendo sus propios espacios vitales.

Lo que hemos intentado a lo largo de este dossier sobre Turquía es integrar la geopolítica en esta doble dimensión: como síntesis y como vida. El vector resultante nos parece difícilmente cuestionable y puede resumirse en cinco puntos:

1) conveniencia de mantener a Turquía fuera de la UE,

2) impedir que Turquía pueda generar conflictos en cualquiera de los tres actores principales de Eurasia

3) apoyar una reorientación de Turquía en dirección al mundo árabe, esto es, hacia el Sur,

4) alejar las fronteras de la Unión de las zonas de “tensión geopolítica” y

5) evitar la excesiva diversificación cultural, étnica, religiosa, psicológica, en el interior de la UE.

Puntos estos que contienen la “síntesis” y la “vida” de la que hablara Vicens-Vives.

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es

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