FARENHEIT 9/11: TRIUNFO Y LIMITES DE MICHEL MOORE
Redacción.- En período electoral, cualquier maniobra es buena para machacar al adversario. EEUU está en período electoral, luego hay que suponer que Buch será atacado desde distintos ángulos. Pero nos equivocaríamos si contempláramos el documental de Moore solamente desde este ángulo. Por otra parte, quienes ven en él una crítica muy limitada a la Administración Bush se equivocan. Moore demuestra que no hay más cera que la que arde.
UNA CRITICA A UN MANDATO, NO A UN SISTEMA
A Moore no le cae bien Goerge W. Bush. Es lógico que así sea. Normalmente, en una democracia es el candidato que ha sacado más votos el que está llamado a gobernar. No así en EEUU en donde el candidato minoritario y sobre el que pesaban sospechas de fraude electoral (10 primeros minutos de la película), se alza con el poder con el visto bueno final de su opositor. A partir de aquí no podía salir nada bueno de un mandato iniciado bajo el signo del fraude.
Pero Bush lo que hizo fue beneficiarse de un sistema electoral que se ha prolongado prácticamente sin alteraciones, desde el período de la independencia americana, cuando los únicos votantes eran granjeros con escasos medios de comunicación. Desde entonces ha llovido mucho, pero el sistema electoral ha permanecido inalterable, progresivamente más inadecuado a la realidad sociopolítica norteamericana. De esto Moore no dice ni una palabra. Por que, a la postre, Bush es hijo de un sistema electoral anticuado, creado hace más de 200 años.
La democracia preocupa a Mochel Moore, pero los sistemas no se regeneran solos, hacen falta propuestas. Aunque está claro que en un sistema en el que ningún congresista se atrevió a impugnar la elección de Bush (de esto también se habla en la película de moore), sin duda por que todos ellos, sin excepción, tienen cadáveres en el armario, es difícilmente reformable.
Moore no ha hecho otra cosa que criticar a un objeto presidencial, aun cuando no quede claro en la película los sujetos que lo colocaron ahí y a qué intereses sirve. Ciertamente se habla en el film de Hallyburton, del Grupo Carlyle, de los intereses petroleros de la familia Bush, pero no se llega al fondo de la cuestión. En ningún momento se alude a las sociedades internacionales, foros de discusión y decisión de las altas instancias económicas internacionales (ni se habla de la Trilateral, ni se cuestiona el modelo de globalización, ni de Bildelberg o del Consejo de Relaciones Exteriores al que, por cierto, pertenecen todas las bestias negras de la administración Bush.
Este es el principal límite de la película de Moore: nos acerca hasta el precipicio, pero no nos explica que es lo que hay abajo, quien mueve los hilos. Se limita a dar unos cuantos detalles escalofriantes (ya conocidos por lo demás): las amistades de la familia Bush con la familia Bin Laden, las relaciones de los Bush con Arabia Saudí, las interrelaciones de los principales representantes de la administración Bush con la industria del petróleo, etc. Pero hay algo que no queda muy claro: ¿a dónde llevan todas estas interrelaciones? ¿qué está ocurriendo?
LA VERSIÓN OFICIAL DEL 11-S
Moore dice muy poco sobre la versión oficial de los atentados del 11-S. Su película tiene la virtud de mostrar unos primeros planos de la reacción de Bush cuando le comunicaron: America is Ander attack en la escuelita de Sarasota. Pasó más de veinte minutos sin reaccionar, con el rostro inexpresivo. Pero eso no es lo más importante: lo importante es que el Servicio Secreto no reaccionó. Nadie lo sacó de la escuelita (situada cerca de un aeropuerto) o lo llevó con destino desconocido. Seguramente por que se sabía que nadie iba a atentar contra el presidente.
Tampoco nos dice nada sobre las flagrantes contradicciones de la versión oficial de los atentados y el hecho de que tres años después, no se haya realizado ningún juicio contra ningún implicado o que un tercio de los acusados inicialmente de secuestrar los aviones, gocen de buena salud. O que el pasaporte de Atta se encontrara en las inmediaciones del WTC. O que los comandos suicidas aprendieran a pilotar en escuelas de vuelo en donde enseñaban a pilotar avionetas, no polireactores comerciales
Da la sensación de que Moore, en este terreno nada y guarda la ropa. En realidad, él vive en EEUU y es muy duro decir allí: sospechamos que el gobierno de los EEUU nos ha mentido sobre Bin LAden y sobre los atentados del 11-S y si nos ha mentido es por que tiene algo que ocultar. Por el contrario, Moore acierta plenamente al recordar que en EEUU, aún hoy se considera que Irak estaba detrás del ataque el WTC y que por eso se invadió su territorio.
Moore incorpora escenas surrealistas sobre las alarmas que se han ido sucediendo en los últimos tres años: el gobierno ha sabido que Al Qaeda prepara una oleada de atentados en el territorio norteamericano con bolígrafos venenosos pero olvidar hablar del mayor de todos estos escandalosos: la alarma de ántrax que generó una verdadera oleada de terror en octubre de 2001. Hoy se sabe que el ántrax existió y que fue fabricado en un laboratorio militar norteamericano. Moore renuncia a sacar partido de este episodio, si bien es cierto que entrevista a un psicólogo el cual diagnostica perfectamente los motivos de ¡32 alarmas sucedidas desde septiembre de 2001!: generan miedo, el miedo impide pensar, el miedo hace que aceptemos cualquier imposición con tal de sentirnos libres de peligro.
UN BUEN DOCUMENTAL
Michel Moore es un liberal cualquiera. Como a todos los liberales norteamericanos, mejor no preguntarles mucho sobre sus ideas políticas. Nos podríamos horrorizar por en cúmulo de contradicciones y superficialidades que contienen, solo parejas a su carga demagógica e ingenuo-felizota. Así que no entrar en las profundidades del pensamiento político de Moore.
Su anterior documental, Bowning for Colombine nos insertaba en las raíces del miedo en EEUU. Un excelente documental escarizado, con justicia. Este nuevo trabajo de Moore es más comprometido que el anterior y pero acabado, pero, aun así, vale la pena verlo. Por otra parte, está realizado con cierto sentido del humor. Impagables las escenas en las que el propio Moore aborda a congresistas de los EEUU, extendiéndoles una petición para que sus hijos se incorporen a las tropas de ocupación norteamericanas en EEUU.
El documental se empieza a montar cuando tiene lugar la masacre de Falluja, en abril de 2004. No hay que perder de vista que esta masacre (cuatro mercenarios americanos asesinados, descuartizados, quedamos y expuestos los despojos en un puente), junto con la insurrección general chiíta de Semana Sante y con los atentados del 11-M y sus consecuencias, supusieron, el vuelco de la presencia norteamericana en Irak: lo que hasta entonces había sido una ocupación con hostigamiento relativo por parte de la resistencia, se convirtió en una guerra civil generalizada que marcó la imposibilidad de los EEUU para alcanzar sus objetivos: constituirse durante mucho tiempo como poder hegemónico mundial.
Así pues, el documental tiene actualidad. Es dinámico y en ocasiones trepidante. Las entrevistas y la incorporación de filmaciones, las fotos fijas, el trabajo de montaje y edición, evidencian la gran habilidad de Moore y su dominio de los códigos de comunicación del documental.
Una película digna de verse a condición de no esperar algo más. Es un producto dirigido para el público norteamericano, no para geopolíticos, analistas y críticos. Y además, es un buen producto.
© Ernesto Milà infoKrisis krisis1@yahoo.es
UNA CRITICA A UN MANDATO, NO A UN SISTEMA
A Moore no le cae bien Goerge W. Bush. Es lógico que así sea. Normalmente, en una democracia es el candidato que ha sacado más votos el que está llamado a gobernar. No así en EEUU en donde el candidato minoritario y sobre el que pesaban sospechas de fraude electoral (10 primeros minutos de la película), se alza con el poder con el visto bueno final de su opositor. A partir de aquí no podía salir nada bueno de un mandato iniciado bajo el signo del fraude.
Pero Bush lo que hizo fue beneficiarse de un sistema electoral que se ha prolongado prácticamente sin alteraciones, desde el período de la independencia americana, cuando los únicos votantes eran granjeros con escasos medios de comunicación. Desde entonces ha llovido mucho, pero el sistema electoral ha permanecido inalterable, progresivamente más inadecuado a la realidad sociopolítica norteamericana. De esto Moore no dice ni una palabra. Por que, a la postre, Bush es hijo de un sistema electoral anticuado, creado hace más de 200 años.
La democracia preocupa a Mochel Moore, pero los sistemas no se regeneran solos, hacen falta propuestas. Aunque está claro que en un sistema en el que ningún congresista se atrevió a impugnar la elección de Bush (de esto también se habla en la película de moore), sin duda por que todos ellos, sin excepción, tienen cadáveres en el armario, es difícilmente reformable.
Moore no ha hecho otra cosa que criticar a un objeto presidencial, aun cuando no quede claro en la película los sujetos que lo colocaron ahí y a qué intereses sirve. Ciertamente se habla en el film de Hallyburton, del Grupo Carlyle, de los intereses petroleros de la familia Bush, pero no se llega al fondo de la cuestión. En ningún momento se alude a las sociedades internacionales, foros de discusión y decisión de las altas instancias económicas internacionales (ni se habla de la Trilateral, ni se cuestiona el modelo de globalización, ni de Bildelberg o del Consejo de Relaciones Exteriores al que, por cierto, pertenecen todas las bestias negras de la administración Bush.
Este es el principal límite de la película de Moore: nos acerca hasta el precipicio, pero no nos explica que es lo que hay abajo, quien mueve los hilos. Se limita a dar unos cuantos detalles escalofriantes (ya conocidos por lo demás): las amistades de la familia Bush con la familia Bin Laden, las relaciones de los Bush con Arabia Saudí, las interrelaciones de los principales representantes de la administración Bush con la industria del petróleo, etc. Pero hay algo que no queda muy claro: ¿a dónde llevan todas estas interrelaciones? ¿qué está ocurriendo?
LA VERSIÓN OFICIAL DEL 11-S
Moore dice muy poco sobre la versión oficial de los atentados del 11-S. Su película tiene la virtud de mostrar unos primeros planos de la reacción de Bush cuando le comunicaron: America is Ander attack en la escuelita de Sarasota. Pasó más de veinte minutos sin reaccionar, con el rostro inexpresivo. Pero eso no es lo más importante: lo importante es que el Servicio Secreto no reaccionó. Nadie lo sacó de la escuelita (situada cerca de un aeropuerto) o lo llevó con destino desconocido. Seguramente por que se sabía que nadie iba a atentar contra el presidente.
Tampoco nos dice nada sobre las flagrantes contradicciones de la versión oficial de los atentados y el hecho de que tres años después, no se haya realizado ningún juicio contra ningún implicado o que un tercio de los acusados inicialmente de secuestrar los aviones, gocen de buena salud. O que el pasaporte de Atta se encontrara en las inmediaciones del WTC. O que los comandos suicidas aprendieran a pilotar en escuelas de vuelo en donde enseñaban a pilotar avionetas, no polireactores comerciales
Da la sensación de que Moore, en este terreno nada y guarda la ropa. En realidad, él vive en EEUU y es muy duro decir allí: sospechamos que el gobierno de los EEUU nos ha mentido sobre Bin LAden y sobre los atentados del 11-S y si nos ha mentido es por que tiene algo que ocultar. Por el contrario, Moore acierta plenamente al recordar que en EEUU, aún hoy se considera que Irak estaba detrás del ataque el WTC y que por eso se invadió su territorio.
Moore incorpora escenas surrealistas sobre las alarmas que se han ido sucediendo en los últimos tres años: el gobierno ha sabido que Al Qaeda prepara una oleada de atentados en el territorio norteamericano con bolígrafos venenosos pero olvidar hablar del mayor de todos estos escandalosos: la alarma de ántrax que generó una verdadera oleada de terror en octubre de 2001. Hoy se sabe que el ántrax existió y que fue fabricado en un laboratorio militar norteamericano. Moore renuncia a sacar partido de este episodio, si bien es cierto que entrevista a un psicólogo el cual diagnostica perfectamente los motivos de ¡32 alarmas sucedidas desde septiembre de 2001!: generan miedo, el miedo impide pensar, el miedo hace que aceptemos cualquier imposición con tal de sentirnos libres de peligro.
UN BUEN DOCUMENTAL
Michel Moore es un liberal cualquiera. Como a todos los liberales norteamericanos, mejor no preguntarles mucho sobre sus ideas políticas. Nos podríamos horrorizar por en cúmulo de contradicciones y superficialidades que contienen, solo parejas a su carga demagógica e ingenuo-felizota. Así que no entrar en las profundidades del pensamiento político de Moore.
Su anterior documental, Bowning for Colombine nos insertaba en las raíces del miedo en EEUU. Un excelente documental escarizado, con justicia. Este nuevo trabajo de Moore es más comprometido que el anterior y pero acabado, pero, aun así, vale la pena verlo. Por otra parte, está realizado con cierto sentido del humor. Impagables las escenas en las que el propio Moore aborda a congresistas de los EEUU, extendiéndoles una petición para que sus hijos se incorporen a las tropas de ocupación norteamericanas en EEUU.
El documental se empieza a montar cuando tiene lugar la masacre de Falluja, en abril de 2004. No hay que perder de vista que esta masacre (cuatro mercenarios americanos asesinados, descuartizados, quedamos y expuestos los despojos en un puente), junto con la insurrección general chiíta de Semana Sante y con los atentados del 11-M y sus consecuencias, supusieron, el vuelco de la presencia norteamericana en Irak: lo que hasta entonces había sido una ocupación con hostigamiento relativo por parte de la resistencia, se convirtió en una guerra civil generalizada que marcó la imposibilidad de los EEUU para alcanzar sus objetivos: constituirse durante mucho tiempo como poder hegemónico mundial.
Así pues, el documental tiene actualidad. Es dinámico y en ocasiones trepidante. Las entrevistas y la incorporación de filmaciones, las fotos fijas, el trabajo de montaje y edición, evidencian la gran habilidad de Moore y su dominio de los códigos de comunicación del documental.
Una película digna de verse a condición de no esperar algo más. Es un producto dirigido para el público norteamericano, no para geopolíticos, analistas y críticos. Y además, es un buen producto.
© Ernesto Milà infoKrisis krisis1@yahoo.es
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