El Pensamiento Excéntrico (Anexo B). New Age: irracionalidad y espiritualidad femenina
Infokrisis.- Este artículo fue publicado originariamente en el número 100 de la revista El Viejo Topo y encagado por su director. En aquel momento, hacía poco que se habia publicado en castellano las obras de Fritjof Capra y Marilyn Fergusson, por lo que el fenómeno estaba en el candelero. Por otra parte, antiguos militantes de izquierdas y feministas norteamericanas constituían uno de los núcleos difusores de este fenómeno, así que no es raro que una revista teórico y de izquierdas como es El Viejo Topo se interesara por algo que, aparentemente, estaba en sus antípodas y pertenecía más bien al área del "pensamiento mágico". Con este anexo completamos definitivamente la serie sobre El Pensamiento Excéntrico.
La Nueva Era:
irracionalidad y espiritualidad femenina
Grupos ocultistas y milenaristas, escuelas terapéuticas, círculos de “crecimiento personal”, sistemas de meditación, revistas de gran tirada, iglesias y confesiones religiosas, asociaciones culturales, editoriales, grupos políticos, mánticos y videntes de todos los pelajes, vendedores de aparatos y elíxires curalotodo, camas magnéticas, científicos heterodoxos, ecologistas, brujos y chamanes, músicos y cabalistas, grupos universalistas, feministas místicas, terapias regresivas, cadenas de dietética y naturismo, herbolarios, juegos de rol, ufólogos y “contactistas”, parapsicólogos, o simplemente perturbados psíquicos y estafadores, todos ellos comparten un territorio común. Y ese territorio recibe el nombre de New Age. Su materia es lo irracional.
A mediados de los años setenta empezó a cobrar fuerza en California el movimiento New Age; una década después llegaría a Europa. Hoy se encuentra sólidamente implantado en nuestro país. Resulta difícil definir las característicos y límites de un movimiento tan poliédrico y abierto como éste; la imagen que los “newagers” dan de sí mismos es decididamente simpática, parece como si estuviéramos ante una nueva concepción del mundo y de las relaciones sociales, radicalmente diferente a la gestada a partir del siglo XVIII y de la que hoy todavía nos alimentamos. Las alusiones de la New Age al “cambio de paradigma” y la búsqueda de lo “holístico” dan qué pensar si no será cierto que, al filo del milenio, se está gestando un nuevo tipo de pensamiento revolucionario y alternativo, algo así como la revancha de los hijos de mayo del 68. Una vez más, bajo los adoquines, la playa... y en la playa los residuos tóxicos.
El optimismo de la primera ojeada se vuelve estupor y escepticismo después. No, no estamos ante nada nuevo. La New Age, no es el primer destello de una nueva edad de oro, sino más bien, el último reflejo, terminal y agónico, del viejo mundo.
Nacimiento de una nueva religiosidad
El gran acierto de la New Age consiste en presentarse como un sistema de pensamiento “abierto”, con una gran capacidad de integrar corrientes muy diferentes, que apenas tienen entre sí leves concomitancias. El producto puesto en el supermercado espiritualista por la New Age es siempre susceptible de seguir creciendo, englobar a más y más actividades y realizar piruetas ideológicas sin fin. No soplan vientos favorables para los sistemas ideológicos “cerrados” u orgánicos y, desde luego, éste no es el caso de la New Age; aquí cada integrante puede aportar algo nuevo al corpus doctrinal e incluso es posible que logre tener éxito a costa de ser original y decir lo que nadie había dicha antes, por absurdo o excéntrico que sea85.
Pues bien, la New Age, no pretende solucionar “un” problema del hombre, sino la “totalidad” de sus problemas; y lo van a hacer no con complicadas recetas y sofisticados sistemas filosóficos o terapéuticos, sino con soluciones extremadamente sencillas que todos podemos poner en práctica. En la New Age rige la ley de optimización del esfuerzo y del beneficio: nunca tan poco esfuerzo ha producido resultados tan miríficos86.
La New Age da seguridades a quien solo obtiene incertidumbre y duda en lo cotidiano. Para esto utiliza todo un panel temático adaptado a cualquier personalidad: unos obtienen seguridad a través de las respuestas dadas por algunos desarrollos de las ciencias de vanguardia (la tendencia de Fritjof Capra y su “Tao de la Física” o de Rupert Sheldrake y su teoría de los campos morfogénicos, que sin duda figuran entre lo mejor de la New Age), otros la obtienen aproximándose a médiums que practican “channeling” o “contactismo”, es decir, la recepción de mensajes procedentes del mundo de los muertos, de entidades “superiores”, seres divinos o simplemente extraterrestres. El viejo espiritismo de ayer se llama ahora “channeling”, y los “channelers” (canalizadores) constituyen una verdadera epidemia en la New Age. Los hay que reciben mensajes de Cristo, otros de Maitreya (la futura reencarnación de Buda), una exama de casa norteamericana recibió desde 1977 mensajes telepáticos de “Ramtha”, un “guerrero de la Atlántida” que vivió hace 35.000 años y que predecía todo tipo de catástrofes, ninguna de las cuales se produjo... todo lo cual no quitó para que la ex—ama de casa, devenida “channeler”, patentara la marca “Ramtha” y cobrara 100 US$ por sesión de videncia. Otros, finalmente, obtienen seguridad mediante sistemas terapéuticos, psicológicos o psicofísicos que sanarán cualquiera de sus males; existen medio centenar de estos sistemas, de dudosa eficacia, total ausencia de base científica y basados, pura y simplemente, en el efecto placebo.
En ocasiones la esperanza es escatológica y milenarista (especialmente en las componentes ocultistas) e incluso puede llegar al dramatismo. Más de setenta miembros de la “Orden del Templo Solar” se suicidaron en dos tandas en Canadá, Suiza y Francia; armados de una lógica interior de hierro respondieron a las preguntas que la filosofía occidental no ha sabido responder en 2500 años: ¿Quienes somos? Somos espíritus extra—terrestres aprisionados en cuerpos materiales; ¿De dónde venimos? Venimos de un planeta del sistema de Sirio; ¿A donde vamos? a nuestro lugar de origen. ¿Cómo lograremos llegar allí? Suicidándonos, matando el cuerpo terrícola liberaremos nuestra alma que volará a Sirio... Aquellos desgraciados murieron, seguramente contentos, de pensar que abandonaban un valle de lágrimas para despertar en un paraíso tan edénico como alejado. En el otro extremo del mundo, “La Verdad Suprema” —una secta que entra perfectamente dentro de esta vertiente escatológica y milenarista— no dudó en sembrar el metropolitano de Tokio de gas neurotóxico si ello había de acelerar el fin de los tiempos y la llegada de la nueva era.
Los historiadores tienen la oportunidad de asistir al nacimiento de una seudoreligión: la “verdad revelada” procede de la legión de “channelers”, que dicen recibir mensajes de Cristo, Maitreya, el Kalki Avatara, o simplemente de alguna entidad desconocida, “Mahatmas”, “Superiores Desconocidos”, “Maestros Ascendidos”, “Seres Evolucionados”, etc. En torno a cada “channeler” se forma un grupo cuya capacidad de crecimiento está en razón directa a la precisión y a la espectacularidad del mensaje. En una segunda fase, el círculo se especializa; estamos en una sociedad democrática, todo el mundo puede acceder a este tipo de contactos... para ello deberá seguir un cursillo; en una tercera fase, el círculo empieza a multiplicar sus actividades y diversificarlas: se enseñan terapias, sistemas de meditación, se crean sucursales, convocan conferencias públicas y, la actividad se ritualiza progresivamente. En unos pocos años habrá nacido una nueva seudoreligión.
El feminismo de lo irracional
Lo sentimental y emotivo tiene un papel determinante en la cosmovisión de la New Age. Tópicamente se han asociado estas dos cualidades del carácter al estereotipo de lo femenino, algo que encaja perfectamente con los rasgos de la New Age. La historia viene de lejos.
El día de Halloween de 1968 es el punto de partida de un sector radical del movimiento feminista norteamericano: sus siglas deliberadamente significaban “BRUJA”, esto es, WITCH, en inglés: Women’s International Terrorist Conspiracy from Hell, Conspiración Internacional de Mujeres para el Infierno, nombre poco tranquilizador... su aspecto y acciones lo eran todavía menos. Sus lemas eran: “Teatro, revolución, magia, terror, alegría, ajos, flores, alquimia”; aceptaban su condición de “brujas”: “Las brujas fueron las primeras mujeres liberadas. Si te atreves a mirar dentro de ti y reírte, eres libre y hermosa. Eres una bruja. La rebelión es signo de brujería”. Pues bien, este sector del feminismo americano ha subsistido y se ha reciclado en la “News Age” impregnando profundamente todo el movimiento87.
A lo largo de los años setenta, este tipo de feminismo radical se diversificó en dos líneas: de un lado, la componente chamánicobrujerilanimista, y de otro, en lo que se ha dado en llamar “espiritualidad feminista” que une ecología, psicoanálisis, feminismo propiamente dicho y técnicas de autoayuda. Versión “heavy” y “soft” del mismo tema telúrico. La lucha por los derechos de la mujer, contra la discriminación sexista y la sociedad patriarcal, ha pasado a segundo plano en algunos sectores del feminismo americano, para los que se trata de exaltar la superioridad metafísica de lo femenino y hacer de todo lo que es telúrico y ginecocrático el eje de la cosmovisión. Es el “feminismo de lo irracional”.
Algo que ciertamente no es nuevo, desde que algunos pueblos neolíticos empezaron a adorar a la “Gran Madre” representada por estatuillas esteatopígicas, pasando luego a las grandes diosas mediterráneas —Tanit, Astarté...— dignificadas luego en el mundo grecolatino, con las figuras de Démeter, Rea, en su aspecto de “madres” y de Venus y Afrodita en su dimensión de “amante”. Existe todo un linaje de espiritualidad telúrica que se prolonga a través de la brujería y la hechicería medievales y en los fenómenos de chamanismo propios de otras latitudes.
Lo específico de esta espiritualidad es la consideración de la Tierra como Madre, fuente de toda vida, la creencia en que existen fuerzas emanadas por la Tierra que el chamán o brujo puede manipular y utilizar con vistas a la obtención de un fin, la sobrevaloración del papel del “mediador” (sacerdote, chamán, vidente) entre la “fuente espiritual” y el sujeto. Lo emotivo y sentimental tiene un papel determinante. Los mitos lunares tienen un papel determinante en este tipo de religiosidad.
Pues bien, la espiritualidad de la New Age encaja perfectamente con las concepciones telúricas y lunares. Se tiene a “Gaia”, la Tierra, como un ser vivo, que, como la Gaia mítica, se defiende de los ataques de los hombres —las agresiones a la biósfera—; existe la pretensión, presente en todos los grupos, de “estar en armonía con la naturaleza”, extraer fuerzas de la Tierra, utilizar técnicas chamánicas, el dialogar con los genios —”Devas” en el argot “newager”— de la tierra...88
La espiritualidad “New Ager” se basa en lo que hasta ahora se tenmía como arquetipo de lo femenino: emotividad, sentimiento, contacto con la tierra y la noche, etc. Algunos teóricos del movimiento hablan del cerebro como de un órgano fenenino y el corazón como el masculino. En el cerebro anidaría el pensamiento dual, cambiante e inestable, esto se asociaría con las mutaciones de la Luna. La New Age, insiste en las posibilidades del “pensamiento creativo”: la “energía mental” puede crear “energía positiva” y modificar la realidad89.
La incorporación masiva de la mujer a toda la temática de New Age, llega en muchos talleres y actividades hasta el 75% de los asistentes, siempre muy superior a su porcentaje real en la sociedad. Esto podía intuirse ya desde el último cuarto del siglo XIX; fue una mujer, Helena P. Blavatsky, quien fundó la Sociedad Teosófica y mujeres serían también su sucesora Anni Bessant, su financiadora, la duquesa de Pomar, sus disidentes, Alice Ann Bailey que fundaría “Lucis Trust”, Dolores AschroftNowicki que se haría cargo de la escuela “Servidores de la Luz”, Evelin Underhill, introducida en este ambiente a través de la “Golden Dawn”, Violet Mary Firth, más conocida como “Dion Fortune”, etc.; todas ellas han influido extraordinariamente en la formación del pensamiento “newager”. En cuanto a éste, la presencia femenina es tan masiva como influyente: desde Louise Hay y sus consejos para “sanar tu vida”, hasta Marilyn Ferguson o Shirley Mac Laine y sus best—sellers, pasando por Ida Rolf, fundadora del método Rolfing, Eileen Caddy y Dorothy MacLean cofundadoras de la “Comunidad de Findhorn”, Helen Schucman autora de un “Curso de Milagros”, texto canalizado por una entidad desconocida; o una Vicky Wall fundadora de una de las muchas terapias de la Nueva Era —la aurasomaterapia que utiliza tanto terapias del color, que une a la aplicación de estractos de hierbas y aceites— o Bridey Murphy, de verdadero nombre Virginia Tighe, que inició todo el movimiento de regresiones hipnóticas para conocer reencarnaciones anteriores; Lynn Andrews, réplica femenina de Carlos Castaneda, las únicas tres discípulas de éste, y a su vez las tres discípulas de éstas, a las que ya hemos aludido y un largo, muy largo etcétera...
La ecología tiene un papel importante en la New Age; de los distintos “linajes” ecologistas, uno goza de singular predicamento en este ambiente. Nos referimos a la “hipótesis Gaia”. Gaía es omnipresente en la Nueva Era. Existen librerías Gaia, movimientos Gaia, cursos sobre Gaia; todo parte del libro de James Lovelock, La hipótesis Gaia, escrito en 1974, extremadamente documentado y ponderado que no ha podido evitar que se hiciera un uso abusivo de sus teorías. La Tierra, para Lovelock, es un ser vivo. La biósfera y la atmósfera, el mundo viviente y el noviviente, forman un conjunto indisoluble y autocontrolado, un Todo al que Lovelock llama Gaia. Al igual que el personaje mitológico, cuando es agredida, responde a los ataques de manera devastadora; ayuda, por el contrario, a quienes le son fieles. Intenta encarrilar este planteamiento por los cauces del pensamiento científico, si bien muchos de sus partidarios tienen veleidades místico—religiosas.
Inspiradores remotos
La inspiración remota de la New Age procede de cierto rosacrucianismo adulterado que aparece a finales del siglo XVI y durante el XVII. El rosacrucianismo supone una lectura esotérica de los Evangelios cristianos y la incorporación de temas procedentes de la khábala hebrea y de la magia “simpática” tal como fue teorizada por los humanistas y hermetistas neoplatónicos del Renacimiento (Giorgano Bruno, Marsilio Ficino, Pico della Mirandola, Tomasso Campanella, Cornelio Agrippa). Nunca constituyeron organizaciones estables, sino más bien, “linajes espirituales”.
Durante el siglo XVI y XVII estas tendencias salieron a la superficie en el mundo anglosajón y centroeuropeo, especialmente a partir de la publicación de los manifiestos rosacruces atribuidos a Johan Valentin Andreae. En Inglaterra los nombres de Robert Fludd, Johnn Dee, Francis Bacon y posteriormente, a partir de 1717, la francmasonería, se harían eco de estas corrientes; en Alemania Karl von Eckarhausen, Michel Maier, Jacob Boheme, Paracelso y otros muchos menos conocidos harían otro tanto. Estos grupos y personajes, muy influyentes mantenían todavía un pensamiento mágico y místico estructurado de forma orgánica y coherente que no era sino una adaptación de viejas doctrinas sapienciales.
Pero, progresivamente, la coherencia original se fue perdiendo, el sentido de los símbolos empezó a diluirse, aparecieron temáticas nuevas, divagaciones personales, y fue así como nació el ocultismo contemporáneo, en donde existe un reflejo lejano de místicas tradicionales, unida a reflexiones y temas de nuevo cuño. Lo “originario” dió paso a lo “original”. Pues bien, es precisamente en ese momento en donde se encuentran ya resumidos la mayoría de temas de la New Age... hacia mediados del siglo XVIII.
El llamado “senderismo” —aplicación de la khábala judía y del llamado “árbol sephirótico” para distinguir fases progresivas de “perfeccionamiento del yo”— han sido aplicadas en distintas escuelas psicológicas de la New Age y tienen mucho que ver con todo lo que se refiere a “imaginación creativa” y “construcción mental”.
Las terapias de la Nueva Era
Una parte de las técnicas terapéuticas de la New Age deriva directamente de las concepciones de la medicina de Paracelso, especialmente en el herbolismo (utilización de remedios vegetales) y la homeopatía (fármacos realizados con sustancias muy diluidas relacionadas con el carácter de la enfermedad que pretende sanar) de la cual derivarán sistemas muy extendidos en estos medios como la “terapia floral” de Edward Bach (esencias florales reputadas de curar determinadas enfermedades). Todas estas técnicas no han nacido de la New Age, sino que, existiendo anteriormente, han sido incorporadas ha ella, experimentando un nuevo e inesperado revival.
Otra parte del sistema terapéutico de la New Age deriva directamente de Franz Anton Messmer y de su “magnetismo animal”; conceptos aparecidos a finales del siglo XVIII y ya abandonados entonces por sus propios “descubridores”. Según Messmer existía una fuerza vital presente en todo el cosmos y en los seres humanos cuyo déficit entrañaba enfermedad. Esta fuerza podía canalizarse y transpasarse de unos seres a otros mediante imposición de manos o “toques terapéuticos”. Messmer, más adelante, utilizó técnicas de hipnosis e incluso, en cierta forma, prefiguró el psicodrama. Pues bien, hay ecos de messmerismo en el propio Wilhem Reich (en su peripatética etapa americana) especialmente en la teoría del orgón, y en las técnicas que han derivado de su pensamiento: Biofeedback, bioenergética, COREEnergético, Masaje biodinámico, y en otro terreno distinto pero muy próximo a los sistemas de autohipnosis, en el “Método Silva de Control Mental”.
Algunos messmeristas, entre ellos nuestro entrañable Mariano Cubí, unieron la frenología (seudo—ciencia que defendía la teoría de que la forma del cráneo determina la personalidad y que prefiguraba la fisiognomía que goza de cierto predicamento entre la New Age) a la idea del magnetismo. La fuerza que Messmer creía haber descubierto era fundamentalmente electromagnética y, por tanto, los imanes podían reconducirla y alterarla. El propio Mariano Cubí vendió “camas magnetizadas”, 125 años antes que fueran redescubiertas por toda la industria (fraudulenta, por lo demás) que se ha dado en llamar “imanterapia” que ha hecho fortuna entre los más incautos “newagers”.
La última “pata” de las terapias propias de este movimiento deriva de Carl Gustav Jung y de su afición por el ocultismo, la astrología, la alquimia, el taoísmo y los fenómenos parapsíquicos. Disidente del freudismo, Jung, desde muy joven, creía haber tenido experiencias paranormales. Consideraba a su prima como médium y participó con ella en sesiones de invocación a los espíritus de los muertos. Participó en la formación del famoso “Grupo de Eranos”, dedicado a la hermenéutica simbólica, fundado por la teósofa Olga FröbeKapteyn. Luego intentó interpretar toda esta fenomenología en clave psicológica con su teoría de los arquetipos y del inconsciente colectivo. Tales teorías fueron recuperadas por un grupo de psicólogos norteamericanos que en los años sesenta se agruparon en torno al Instituto Esalen, uno de los semillaros de la New Age californiana. La psicología humanista y el llamado “movimiento de potencial humano” —especialmente Abraham Maslow— estudiaron, no a neuróticos, sino a individuos “realizados” y con altos rendimientos, extrayendo sus pautas de comportamiento. No se referían solo a “realizados” en un sentido místicoespiritual, sino también a “triunfadores” en sentido completamente societario, laico y banal.
De la contracultura a la Nueva Era
La New Age es ampliamente tributaria de la contracultura. Ambos constituyen productos típicamente norteamericano, y más que norteamericano, californianos. En ningún otro lugar del globo podía haber germinado algo similar como la New Age; cuando la teorización ha llegado a Europa lo ha hecho de forma ya elaborada; Europa ha aportado muy poco a la New Age, tan solo un mercado.
En 1962 Aldous Huxley estaba a la cabeza de un movimiento para redactar una nueva constitución y, tanto en Santa Bárbara (Centro para el Estudio de las Instituciones Democráticas), como en Palo Alto (Centro Avanzado de las Ciencias del Comportamiento) y Stanford (Instituto de Investigación), tenían lugar reuniones y asambleas en las que surgían temas de discusión, nuevas ideas y proyectos imaginativos. Junto a Huxley sonaban los nombres de Allan Watts, Michael Murphy y Richard Price que en 1961 habían abierto el “Instituto Esalen” en el Big Sur de California. Por allí pasaron los grandes de la contracultura americana de los sesenta: Norman Brown, Carl Rogers, Paul Tillich, Carlos Castaneda, Abraham Maslow... En 1965, George Leonard y Murphy, unieron sus fuerzas en lo que se llamó “el movimiento de Potencial Humano”, la filosofía oriental se unió con la psicología occidental.
Cuando en 1982 Marilyn Fergusson empieza a reunir materiales para su libro “La Conspiración de Acuario” (verdadero manifiesto de la New Age) la mitad de los cuestionarios que envió fueron a parar a direcciones californianas. En 1979 el Instituto de Psicología Humanista convocó un seminario en Sacramento sobre “El Renacimiento de California”. Por esas fechas el movimiento “New Ager” ya había conseguido tener personalidad propia y superar la crisis que supuso el desmembramiento de la contracultura; pero California seguía siendo el centro polarizador.
Se diría que todos los mitos americanos sino nacen en California, si al menos encuentran allí su santuario. Sean actores de cine o ingenieros electrónicos, no alcanzarán fama mundial sino terminaba trabajando en Hollywood o “Silicon Valley”. En 1883, California ya era diferente al resto de los EE.UU. Al registrar el mayor número de emigrantes extranjeros, quien llega a California lo hace aportando ideas nuevas. James Houston en su libro Continental Drift escribía: “California es todavía el país donde todo es posible, donde la gente trae sueños que no se le permiten en ninguna otra parte”. Y tenía razón. Políticamente, ni ayer ni hoy existe nada organizado en California, ni milicias de extrema—derecha, ni grupos activistas de izquierda, esto permite que nuevos proyectos tengan allí un espacio del que carecerían en cualquier otro lugar. Existen más psiquiatras y gabinetes de orientación psicológica que en el resto de los EE.UU. juntos (a excepción de New York). California además es el único Estado de la Unión que no precisa del resto para sobrevivir. California, ella sola, es considerada el séptimo país más rico del mundo; si se declarase independiente el resto de los EE.UU. pasaría a ser el noveno país del mundo en producción industrial. La ciudad de Los Angeles tiene una población superior a otros cuarenta Estados de la Unión. Mientras en otros lugares de los EE.UU., la pequeña burguesía empobrecida y las minorías ghetizadas bastante tienen con sobrevivir, los californianos todavía pueden dedicarse a filosofar, experimentar, discutir y preguntarse quienes son, de dónde vienen y a dónde van... y, además tienen tiempo y dinero para banalizar sobre esto. Algo muy diferente de lo que le sucederá al paria hindú, el primero aceptar el régimen de castas, aun a pesar de serle altamente desfavorable. El estómago vacío, favorece ciertamente la experiencia mística y el arraigo a la Tradición, pero no, desde luego, la eclosión de nuevas ideas. Las ideas de vanguardia nacen siempre en períodos de prosperidad o, al menos, en climas de estabilidad económica.
A partir de Swami Vivekananda un cierto tipo de ascetas hindúes aprendieron que California es una caja de resonancia para su expansión por Occidente. Khrisnamurti, después de romper con la Sociedad Teosófica, arraigó en California y desde allí se convirtió en una de las pilastras de la contracultura. Allí fueron en bandada todo tipo de gurús y swamis, desde Maharasji, hasta Bhagwan, la etapa californiana era obligada. El hinduismo llegó a Europa, descafeinado tras su paso por California. Se intenta vender hinduismo con las técnicas utilizadas para vender coches usados90. Algunos maestros orientales, han creído que la mentalidad californiana, la primera con la que se han topado en Occidente, es definitoria de todo Occidente; cuando han presentado en Europa sus técnicas y sistemas, lo han hecho adaptados a la mentalidad californiana más que a la europea. El resultado ha sido la marginalización tanto del budismo como del hinduismo que sólo han calado en élites snobs, económicamente pudientes o bien en una “bohemia” que busca útiles ideológicos para fugarse de la realidad.
Por otra parte no hay que olvidar que California es algo más que un “laboratorio de ideas”: foco de las peores corrupciones, de los odios raciales más enconados, kilos cocaína y crack circulando a raudales, con las más altas tasas de enfermedades de transmisión sexual y patologías psíquicas de toda la Unión, tierra de las brutalidades policiales y psicokillers, donde el lujo más desmesurado se alterna con la miseria de los “espaldas mojadas”, verdadera afrenta para la Humanidad, lugar de encuentro de mafias venidas de todos los océanos, en un clima de guerra civil racial y social, sobre el trasfondo inquietante de la angustiosa espera del big crunch el terremoto augurado por videntes, sismólogos y recuerdos ancestrales... Eso es California.
Lo que puede irradiar de allí es un pensamiento que implica, necesariamente, fuga de la realidad y se rija por los ideales de optimización del esfuerzo y máximo beneficio. Por eso el neoespiritualismo y las terapias psicológicas, como cualquier otra actividad de la New Age, supone fundamentalmente una actividad económica realizada en torno a una etiqueta de marketing. La etiqueta New Age vende bien, tal es el secreto: se trata de un producto adecuado a un público concreto. Por eso la New Age tiene fuera de California un éxito más limitado. Con todo, avanza y logra arraigar en algunos sectores de las sociedades europeas y lo hace, solo en tanto que todo Occidente asume progresivamente como propios los valores del “sueño americano”. Y California va solo un paso por delante en la evolución de la mentalidad americana. La Ferguson sentenciaba: “lo que ocurre en California acaba ocurriendo finalmente en Europa”. En el fondo, si la New Age es algo, es solamente una forma de colonialismo cultural más.
El caso de Carlos Castaneda
Carlos Castaneda no penetró con excesiva fuerza en España. Sus obras fueron inicialmente publicadas en castellano en Méjico, hacia 1968, y pasaron desapercibidas durante mucho tiempo. Algunos vanguardistas de los setenta leyeron a Castaneda y las reacciones fueron de lo más variadas; hubo quien se tomó sus relatos como una novela, algo así como un Caballo de Troya más sofisticado y para un personal infinitamente más culturizado. Para otros, el relato constituyó una curiosidad antropológica sin más, y establecieron paralelismos entre las enseñanzas de Don Juan y otras doctrinas sapienciales, budismo, zen, caballería europea, etc.; tales paralelismos existían incuestionablemente, pero también resultaba evidente que la línea de transmisión del pensamiento de “Don Juan” era muy local y resultaba imposible conocer a algún representante vivo de esta tradición que accediera a abrir sus puertas. Hubo también quien tomó a Castaneda al pié de la letra. Y lo más espectacular que aportaba Castaneda a la generación de los sesenta era un justificante para el uso, consumo y abuso de ciertas drogas psicodélicas; quisieron ver en el consumo de drogas un pasaporte para acceder a otros estados de conciencia. Luego supieron que quien no tiene un basamento muy sólido para su personalidad puede resultar arrastrado por la experiencia de la droga.
Carlos Castaneda no pretendía que muchos de los hombres más brillantes de la generación de los 60 fueran arrastrados por la droga. Pero así ha sido. Martin Lee, periodista norteamericano, casado en la época con una mujer de ascendencia india, preguntó si todas las historias que contaba de Don Juan eran ciertas y Castaneda, en un rasgo de sinceridad que le honra, afirmó que los cuatro primeros libros narraban, en buena medida, episodios auténticos y que sólo los siguientes incluían fabulaciones siempre dentro de la línea trazada por Don Juan. Así que no todo es auténtico... lo cierto es que otros especialistas niegan por completo que las “enseñanzas de Don Juan” se correspondan con las de un auténtico brujo yaki.
Sea como fuere quien si existe es “Carlitos” Castaneda aunque no siempre tuvo este nombre. Se llamó Carlos Arana hasta que en 1959 pudo nacionalizarse americano. Cursó estudios de antropología en la Universidad de California. En 1960 se desplazó a Arizona para estudiar la farmacopea india. En el curso de sus investigaciones dijo haber conocido a Don Juan Matus. En todo el núcleo de enseñanzas que le transmitió, una parte, por encima de las demás, cautivó a los jóvenes occidentales de los años sesenta y principios de los setenta: el peyote, el estramonio y el hongo, eran utilizadas habitualmente por el brujo para entrar en contacto con determinadas entidades. El peyote abría las puertas de “Mescalito”; el hongo, machacado y fumado, era llamado “humito”, posibilitaba los desdoblamientos; el estramonio, por su parte, proyectaba lo negativo de nosotros mismos.
El tonal y el nagual
El uso de la droga y toda la teoría sobre el tonal y el nagual que se incluirían en la llamada “vía del guerrero” son las aportaciones de Castaneda a la New Age. El nagual constituye nuestro verdadera naturaleza, con ella nacemos, pero pronto la olvidamos y nos vamos convirtiendo en tonal. Un ser humano debe intentar recuperar el verdadero eje de su personalidad, entrar en contacto consigo mismo, es decir, invertir la marcha, y pasar del tonal al nagual.
Castaneda —y su maestro Don Juan Matus— sostienen que esto se realiza mediante una triple técnica: practicando el “arte del acecho” (el estar plenamente conscientes de lo que hacemos en cada momento; otros lo llaman “impecabilidad”), el arte del ensueño (controlar y dominar la conciencia incluso en estado de sueño, “encontrar las propias manos en los sueños”), y finalmente el desarrollo de la Voluntad que permite entrar en contacto con la fuerza presente en el universo. El objetivo de todo esto es alcanzar una conciencia plena del ser: el despertar al que aluden todas las tradiciones. Quien sigue la senda del despertar es el “guerrero”.
A partir de mediados de los 70 surgieron guerreros castanedianos por todas partes. Lo más sospechoso es que los discípulos “aceptados y reconocidos” por Carlos Castaneda no son hombres sino mujeres; sospechoso porque en las tradiciones ancestrales indias la vía reservada para la mujer era diferente, igualmente digna, pero diferente. Como estamos viendo, la cultura de la Nueva Era es fundamentalmente telúrica y, por tanto, reduccionista (el modelo femenino es el hegemónico) y confusionista (se tienden a confundir las “vías” del hombre y las de la mujer). Las discípulas de Castaneda son buena muestra de ello, todas mujeres, ni un solo “guerrero”: Florinda Donner—Grau, Carol Tiggs, Taisha Abelar y las discípulas de estas Kylie Lundahl, Renata Murez y Nyei Murez... ¿dónde está la cuota masculina? ¿cómo puede ser que un camino de guerreros indios, sea asumido solo por un linaje de “guerreras”?.
Estas “guerreras” han desarrollado una técnica, llamada “Tensegrity” o Tensegridad, consistente en unos pases mágicos extremadamente simples: “Doce movimientos para reunir bienestar y energía”... la dura vía del guerrero se ha sintetizado en estas fáciles movimientos. En otras palabras “sea usted guerrero tras seguir un curso de fin de semana”. Así están las enseñanzas castanedianas en nuestros días.
Concha Labarta, directora Nueva Dimensión y en la actualidad en Mas Allá de la Ciencia, asistió a uno de estos cursos en Méjico y pudo entrevistar a Florinda Donner—Grau. La entrevista fue breve y no porque Concha Labarta no sepa hacer las preguntas adecuadas que pide la situación, sino por que el curso se cobraba a 12.000 pts y las preguntas iban gratis: “durante años Carlos Castaneda enseñó tansegrity sin cobrar ni una sola peseta. Pero la experiencia nos ha demostrado que la gente ya no valora lo que no paga”, frase absolutamente tópica repetida en cientos de ocasiones para justificar honorarios rayanos en el atraco neo—espiritualista. Siempre que se oye el argumento del precio es lícito responder: “¿Acaso puede ponerse un precio a la verdad? ¿acaso la realización espiritual y lo Absoluto se cotizan en bolsa? ¿acaso quien “valora lo que paga” tiene alguna posibilidad de avanzar en el camino espiritual por el solo hecho de cotizar unos dólares?”
Espiritualidad lunar, espiritualidad femenina
Es la hora de la hembra. La característica más acusada y reiterativa de la falsa espiritualidad es, sin duda, el telurismo. La presencia de la mujer en los movimientos seudo—espiritualistas es masiva y no sólo su presencia, sino la cantidad de temas que remiten a lo femenino, está hasta tal punto saturada que se diría que el rasgo dominante en la falsa espiritualidad es la desvalorización de lo viril. Desde el espiritismo decimonónico, hasta el movimiento New Age, pasando por el ocultismo, la presencia de la mujer es muy superior a la que se registra en otras actividades.
Algunos autores como Julius Evola resumen la historia de las religiones en dos grandes líneas de espiritualidad, la que hace del Sol su arquetipo y la que tiene en la Luna su modelo. La primera desemboca en religiones olímpicas, masculinas, viriles y patriarcales; la segunda nos conduce a sistemas en los que lo telúrico, femenino, cambiante y matriarcal están en la base. Los dos sistemas han chocado frontalmente a lo largo del tiempo, pero el combate adquirió el nivel de choque épico en dos grandes acontecimientos históricos: la lucha de Roma contra Cartago que va más allá de cualquier racionalidad y medida; los adoradores de Apolo y del Júpiter Capitolino no podían entender a aquellos “sudistas” que inclinaban la cabeza ante la “gran diosa” Tanit. Unos quemaban los cuerpos de sus muertos para que al alzarse las llamas sobre la pira el alma del difundo vaya a su residencia solar; los otros los sepultaron en la madre tierra...
Claro está que todo sistema religioso a lo largo de la historia ha caído en inevitables sincretismos. Cuando los aqueos y dorios arruinaron los centros de la cultura micénico, no pudieron evitar que algunos temas propios de la religiosidad mediterránea se incorporaran a su panteón. Con Roma ocurrió otro tanto; y es así como penetraron las diosas femeninas en el mundo clásico, o los temas viriles originarios quedaron alterados. El mito de Apolo, el Sol inmóvil y majestuoso, sereno y estable, encontró en Helios un competidor; era el Sol sometido a la ley de ascensos y descensos que cada noche, agotado, se refugiaba en el seno de la madre tierra para adquirir nuevas fuerzas y renacer al día siguiente. El héroe típicamente indoeuropeo, Hércules, héroe antifemenino por excelencia, se enfrentó y venció a las Amazonas, robó las manzanas custodiadas por las Hespérides, fue enemigo de Hera, robó el cinturón de Afrodita, etc.
Podríamos seguir nuestro recorrido por los dos tipos de espiritualidad pero esto nos llevaría más de quinientos folios; tarea inútil por que el barón Julius Evola, aprovechando los trabajos de Bachofen y Guenon, ya la ha sintetizado en su libro Revuelta contra el mundo moderno al que remitimos a los interesados. Vayamos directamente a la Nueva Era entendida como la era de la revalorización de lo femenino.
La incorporación masiva de la mujer a toda la temática de Nueva Era podía intuirse ya desde el último cuarto del siglo XIX. Fijémonos en la teosofía: la Blavatsky, su sucesora Anni Besant, su financiadora, la duquesa de Pomar, sus disidentes Alice Ann Bailey que fundaría “Lucis Trust”, Dolores Aschroft—Nowicki que se haría cargo de la escuela “Servidores de la Luz”, Evelin Underhill, introducida en este ambiente a través de la Golden Dawn, Violet Mary Firth, más conocida como Dios Fortune, etc.; si hemos elegido estos nombres es por que todos tienen mucho que ver y han influido extraordinariamente en la formación de la “espiritualidad” de los “newagers” y “acuarianos”.
Y en cuando a los movimientos nacidos específicamente en los últimos tiempos, la presencia femenina es tan masiva como influyente: desde Louise Hay y sus consejos para “sanar tu vida”, hasta Marilyn Ferguson o Shirley Mac Laine y sus best—sellers, pasando por Ida Rolf, propulsora del método Rolfing, Eileen Caddy y Dorothy MacLean cofundadoras de la Comunidad de Findhorn, Helen Schucman autora de un Curso de Milagros, texto canalizado por una entidad desconocida; o una Vicky Wall fundadora de una de las muchas terapias de la Nueva Era —la aurasomaterapia que utiliza tanto terapias del color, que une a la aplicación de extractos de hierbas y aceites— o Bridey Murphy, de verdadero nombre Virginia Tighe, que inició todo el movimiento de regresiones hipnóticas para conocer reencarnaciones anteriores; Lynn Andrews, réplica femenina de Carlos Castaneda y un largo, muy largo etcétera...
A esto hay que añadir que la mayor parte de técnicas que han sido teorizadas o creadas por varones encuentran en mujeres a sus mejores difusores. Pero además, más allá de estos datos necesariamente subjetivos y estadísticamente incompletos, es que la espiritualidad global de la Nueva Era es una espiritualidad fundamentalmente femenina.
Es significativo el lugar que ocupa el chamanismo entre las técnicas de la Nueva Era. O el mismo animismo. En todos estos casos se trata de extraer las fuerzas telúricas, directamente o a través del chamán, y utilizarlas en beneficio propio. Lo “solar” cuando aparece es solo una coreografía adicional, nunca constituye el elemento central de ninguna teoría de la Nueva Era.
El porqué esto es así y no de otra manera tiene su explicación. La temática New Age tiene su origen inmediato en la “contracultura” de los años 60; especialmente en su formulación californiana. Allí ya estaban presenten movimientos feministas, la mayoría de carácter exclusivamente socio—político; otros veían en las brujas un precedente de su movimiento.
Cuando remitió el impulso de la contracultura y de los movimientos socio—políticos adicionados, lo único que quedó fue esta componente telúrica, mágica y, evidentemente, brujeril. Esta orientación, fue adquiriendo, progresivamente, a lo largo de los años setenta una coherencia interior cada vez mayor en dos líneas: de un lado la componente chamánico—brujeril—animista, y de otro en lo que se ha dado en llamar “espiritualidad feminista” que une ecología, psicoanálisis, feminismo propiamente dicho y técnicas de autoayuda. Versión “heavy” y “soft” del mismo tema telúrico.
En el momento que los discípulos de Alice Ann Bailey se planteaban dotar a la “nueva religión mundial” de festividades, no se les ocurrió otra cosa que celebrar lo que llaman “Festivales Mayores, en relación con la Luna (...) que producirán un robustecimiento del espíritu de invocación”. Estas tres festividades son “El Festival de Pascua”, festival de Cristo Resucitado, “instructor de toda la humanidad y guía de la jerarquía espiritual”, en la Luna Llena de Primavera. El segundo es el Festival de Wesak, festividad de Buda, el intermediario entre el más alto centro espiritual: Shambala y la Jerarquía; tiene lugar en la Luna Llena de Mayo. El primero es el festival de Occidente, el segundo de Oriente. Queda el festival de la síntesis, el llamado de la Buena Voluntad Mundial, fijado en la Luna Llena de Junio. Las tres festividades forman parte de lo que los discípulos de la Bailey llaman “Acercamiento Espiritual de la humanidad”, necesario para alcanzar el consenso en la marcha hacia la “nueva religión mundial”. Las otras festividades serán los Festivales Menores celebrados en cada una de las restantes lunas llenas. Si el culto lunar define a la espiritualidad femenina, lo que nos definen los discípulos de A.A.B. es su quintaesencia.
En estas fiestas se medita. A.A.B. decía que “el trabajo de meditación es más eficaz cuando se hace en forma grupal durante la Luna Llena”, “estas reuniones de Luna Llena contribuyen a preparar la conciencia humana para el acercamiento de la Jerarquía y la reaparición de Cristo”. Cada mes, la “Escuela Arcana”, una de las tres fundaciones creadas por A.A.B., se reúne para la “meditación de la Luna Llena”, a la misma hora y en todo el mundo, reunidos por grupos y según un ritual definido por la propia A.A.B. En la práctica consiste en que el sujeto se sumerja en el grupo de meditadores y realicen una serie de ejercicios de visualización que les hará ver como entra la “luz” en cada uno de ellos, en el grupo, en la Escuela y en la Humanidad. Por Luz entienden un estado de vibración cósmica que emana de la naturaleza íntima de Dios y llega a los hombres cuando estos están dispuestos para recibirla. Recitan, así mismo, un poema creado por A.A.B., “La gran invocación”. Otro tanto hacen los miembros de los “Grupos de Meditación de Buena Voluntad Mundial”, que “al menos una vez por semana tratan de sincronizar sus meditaciones y trabajar los miércoles a las 12 del mediodía. El mediodía del miércoles —el punto medio de la semana— es el punto focal de toda la tarea grupal”.
Todas las referencias lunares son significativas del telurismo de esta corriente que ha pesado extraordinariamente en las formulaciones ocultistas de la Nueva Era. La Luna, evoca la mujer, lo cambiante, la plata, lo que carece de luz propia, aquello cuya luz procede de otro, lo sacerdotal, la mediación; no somos nosotros quienes lo decimos sino la tradición esotérica y exotérica y que hoy sostienen los partidarios de lo que hemos llamado “tercera vía”, basádose en los textos del esoterismo occidental. Creo que son correctas, al menos desde el punto de vista simbólico.
A todo esto se une la mencionada “hipótesis Gaia” a la que ya hemos aludido. Por mucho que Lovelock quiera conducirnos por los senderos de la ciencia, es inevitable que algunos de sus lectores cayeran en un planteamiento místico que remite al panorama de la espiritualidad hace ahora 4.000 años, cuando en todo el mundo proliferaron los cultos a la Gran Madre y a las diosas esteatopígicas en las que se veía la fuente de toda vida, el destino de los humanos y el camino de la salvación de los hombres. El “retorno de lo sagrado” que daba título al famoso libro de David Spangler es el retorno a la espiritualidad femenina. ¿Puede extrañar que lo masculino esté sumamente desvalorizado en éste contexto y haya terminado por inhibirse ante las acusaciones de machismo ideológico, patriarcalismo y demás lindezas?
Ahora bien, si la Nueva Era es la era de Acuario, éste signo no tiene nada de femenino; es masculino, fijo y aéreo según la tradición astrológica. Para colmo, su complementario es Leo, signo masculino, viril y solar por excelencia. Así que no veo el porqué de todos estos telurismo, cultos a la luna, presencia femenina, hipótesis Gaia, etc. A menos, naturalmente, que la Nueva Era de la que hablan los “newagers” y “acuarianos”, sino otra cosa... por ejemplo un apéndice terminal de la Era de Piscis, la última semana del “gran año” de Piscis en el cual sus valores (signo femenino y de agua y cuyo opuesto es Virgo, signo femenino por excelencia) se encuentran sumamente atenuados.
La New Age en el banquillo
Es inútil intentar realizar una exposición orgánica y razonada del resto de temas de la New Age, algo que por definición es inorgánico e irracional. Lo más que hemos podido hacer es mencionar unos nombres, exponer filiaciones y orígenes, presentar unos gráficos de relación, poco más... a decir verdad, tampoco vale la pena ir mucho más lejos.
La New Age no es sino una nueva presentación de un producto conocido a través de los siglos, la irracionalidad, aquello que se impone cuando la cotidianeidad se vuelve insoportable. Lo irracional termina confluyendo con el gusto por lo mágico, lo maravilloso y oculto, lo paranormal, lo espectacular, inhabitual y sorprendente. Algunos viven estas tendencias en su afición a la lectura o al cine, otros prefieren no ser espectadores sino actores. Son estos quienes militan en la New Age.
Nada tiene de nuevo este movimiento, salvo su marketing. No supone ni por asomo el nacimiento de un mundo nuevo, sino un reflejo terminal del Viejo Orden. Como en un retorno a los orígenes, algunos de los temas de la New Age aparecieron ya en los albores del liberalismo, justo cuando cobró forma lo esencial de las ideas que dieron vida al mundo moderno. Cómo hemos visto, algunos de los desarrollos de la New Age son “refritos” de movimientos que ya existieron en el siglo XVIII y XIX. Otros son el producto de la desesperación de una época. Cuando se aprecia que el nihilismo se abre bajo los pies, muchos están dispuestos a cubrir el agujero con cualquier creencia, por excéntrica y exótica que sea. No es un mundo nuevo lo que está naciendo, sino la ceremonia de confusión del fin de la modernidad. Los “newagers” han tomado por primeros versos de un poema lo que solo es un soneto final con estrambote.
© Ernesto Milà – Infokrisis – Infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com