Blogia
INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

CONSPIRACION

Notas sobre el asesinato de Abraham Lincoln

Infokrisis.- Debió ser un artículo que no llegamos a concluir y para el que estábamos reuniendo documentación. El archivo de debió perder en alguno de los cambios de ordenador. Fue escrito en torno a 2003 y hoy lo he reencontrado casualmente. Dado que en castellano apenas existen referencias conspiranoicas sobre la muerte de Lincoln (otro gran misterio de la historia norteamericana y, como todos los demás, no resuelto por la historia), aprovechamos la ocasión para reproducirlo aquí. Nos pintan a un Lincoln anticlerical y obsesionado con las órdenes religiosas católicas.

 

Notas sobre el asesinato de Abraham Lincoln


Sin duda, uno de los personajes más desagradables en toda la historia norteamericana, es Abraham Lincoln, fue el primero en manejar el doble lenguaje para invadir el Sur y someterlo, utilizando como excusa algo que, tanto a él como a la mayoría de norteamericanos de la Unión, les traía absolutamente sin cuidado: la emancipación de las gentes de color. Pero no es el momento de debatir sobre las razones que llevaron a Lincoln a declarar la guerra al sur, sino a recordar que se trataba de un fanático religioso obsesionado con los jesuitas y con la persecución que según él habría desencadenado Roma. En una Carta de Lincoln a la Nación, escribía algunos párrafos propios de un paranoico:

“El hombre no debe preocuparse de su muerte con tal que muera en su puesto de honor y deber. Pero puedo agregar que tengo el presentimiento que moriré a través de la mano de un asesino. El papa y los Jesuitas, con su infernal Inquisición, son los únicos poderes organizados en el mundo que tienen como recurso la daga del asesino, para asesinar a quienes ellos no pueden conquistar con la espada o convencer con sus argumentos. Desgraciadamente, yo siento mas y mas cada día, que no es en contra de los americanos del Sur, solamente, contra quienes estoy luchando, es más en contra del Papa de Roma, sus pérfidos Jesuitas y sus ciegos y sanginarios esclavos. Esta guerra civil parece ser sólo un asunto político para quienes desconocen la verdadera naturaleza de las cosas. Pero es más una guerra religiosa que una guerra civil. Roma quiere gobernar y degradar el Norte, así como ha gobernado y ha degradado el Sur, desde el mismo día de su descubrimiento. Son pocos los líderes del sur que no están bajo la influencia de los Jesuitas, a través de sus esposas, relaciones familiares y sus amigos varios miembros de la familia de Jeff Davis pertenecen a la Iglesia de Roma. Pero es muy cierto que si el pueblo americano supiera lo que yo sé, del odio feroz de los sacerdotes de Roma, contra nuestras instituciones, nuestras escuelas, nuestros más sagrados derechos, y nuestras amadas y atesoradas libertades, ellos los echarían de entre nosotros o los ejecutarían como traidores. La historia de éstos últimos mil años nos nuestra que dondequiera que la Iglesia de Roma se encuentre ha sido una daga para herir el pecho de una nación libre, ella es una piedra a su cuello para paralizarla, y prevenir su adelanto por los caminos de la civilización, ciencia, inteligencia, felicidad y libertad. Esta guerra nunca habría sido posible sin la influencia siniestra de los Jesuitas. Nosotros se lo debemos al papado, el hecho que ahora nosotros vemos nuestra tierra enrojecida con la sangre de sus hijos más nobles. Aunque había grandes diferencias de opinión entre el Sur y el Norte sobre el problema de la esclavitud, ni Jeff Davis, ni cualquiera de los lideres de la Confederación se habrían atrevido a atacar el Norte, sino fuese por haber confiado en las promesas de los Jesuitas. Con la máscara de la Democracia, las armas de los Católico Romanos y las armas de Francia, el Sur nos atacó. El Profesor Morse me ha contado sobre las conspiraciones iniciadas en la misma ciudad de Roma para destruir a esta República. El pueblo no sabe cómo los sacerdotes, las monjas, y los monjes que llegan diariamente a nuestras costas, bajo el pretexto de predicar su religión, de instruir personas en sus escuelas, cuidar de enfermos en sus hospitales, son nada más que emisarios del Papa, de Napoleón y de los otros déspotas de Europa, para socavar nuestras instituciones, para apartar los corazones de nuestro pueblo de nuestra constitución, y nuestras leyes, destruir nuestras escuelas, y preparar un reino de anarquía aquí como lo han hecho en Irlanda, en México, en España, y donde quiera que estén personas que quieran ser libres".

La carta está firmada por Abraham Lincoln, fue escrita durante la fase final de la guerra civil y, es regularmente citada por toda una línea literaria conspiranoica en la que se culpa a los jesuitas de todos los males que llevaron a la guerra civil de 1860-65.

En 1886 un ex-sacerdote por el nombre de Charles Chiniquy escribió un libro titulado Cincuenta Años en la Iglesia de Roma que escribió sobre el asesinato de Lincoln como una gran conspiración católica. Chiniquy mantenía que Jefferson Davis había ofrecido 1.000.000 de dólares para quien matara a Lincoln. Chiniquy, previamente, había sostenido que "...los Jesuitas solamente podrían seleccionar a los asesinos, entrenarlos, y podría mostrarles una corona de gloria en el cielo...". Booth fue la herramienta de los Jesuitas, corrompido y dirigido por el Vaticano. Lo curioso es que Chiniquy fue denunciado por calumnia por un obispo católico. El juicio tuvo lugar el 20-22 de mayo de 1856 en Urbana, Illinois, y el abogado defensor no era otro que Abraham Lincoln. Lincoln ofreció un arreglo, pero Chiniquy interpretó el pago como una victoria sobre la iglesia. Siempre consideró que los jesuitas culpaban a Lincoln de la sentencia contraria. En 1897 Thomas M. Harris, miembro del ejército de los EEUU, escribió un libro, recién terminada la guerra civil, titulado la “Responsabilidad de Roma por el Asesinato de Abraham Lincoln”. En 1924, la responsabilidad de los jesuitas volvió a estar de actualidad con la aparición de “La Verdad Suprimida” de Burke McCarty (1924). El último texto de la serie conspiranoica sobre el asesinato de Lincoln se publicó en 1963, su título era El Asesinato de Abraham Lincoln y el autor Emmett McLoughlin. Recordaba que la mayoría de Católicos americanos estaban a favor de la esclavitud y opuesto a Lincoln. El Papado habría considerado a Lincoln como su mayor enemigo, y el libro recordaba otros episodios en los que se rumoreó el papel de la Iglesia en numerosos casos similares.

Sea como fuere, lo cierto es que ya en la época, existía un fuerte movimiento político de matriz evangélica, antipapista, por supuesto y antijesuita como moda de la época, que intervenía políticamente y de cuyo núcleo fundamental surgió el movimiento “fundamentalista” y “creacionista”

© Ernesto Milá – infoKrisis – infokrisis@yahoo.es  - http://infokrisis.blogia.com - Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.

La conspiración de los Iluminados

Infokrisis.- Pocos temas históricos como la "conjura de los iluminados" han hecho verter tanta tinta. De hecho, se trata de la "madre de todas las conspiraciones" e incluso del origen de toda teoría conspiranoica. Este hecho nos impulsó, a la vista de las notorias exageraciones sobre la conspiración de los iluminados, a estudiar brevemente el estado de las investigaciones históricas sobre el asunto. Lo que nos encontramos fue menos de lo que los conspiranoicos venían sosteniendo y más de lo que hast hace poco le ha reconocido la crítica histórica. El artículo se publicó en el número especial de Más Allá titulado "¿Quién mueve los hilos?".

 

Un antiguo alumno de los jesuitas, Adam Weishaupt, profesor de derecho en Ingolstad, elaboró durante años el primer proyecto conspirativo de la Edad Moderna. Hasta entones la masonería y el rosacrucianismo habían sido escuelas de pensamiento. Con Weishaupt se tratra de llevar los principios a la práctica. Antimonárquico y anticristiano, creerá que sobre las ruinas de las monarquías y de la iglesia se podrá levantar un Orden Nuevo. Esta es su portentosa aventura...

ADAM WEISHAUPT Y SU PROGRAMA

En 1775, un alumno de Weishaupt, Arnold Massenhausen, antiguo afiliado a las Corporaciones Estudiantiles (que ostentaban rituales, signos y palabras de paso secretas) funda la Orden de los Perfectibilistas. Proponían que la sociedad fuera regida por seres humanos en camino hacia la perfección. Estaban inspirados en el aristotelismo griego. Adam Weishaupt se incorporó pronto. Dos años despues, tras concretar su programa, se transformaron en la Orden de los Iluminados de Baviera, la Noche de Walpurgis de 1776.

En 1778 contaban con 18 miembros y 38 dos años después. En 1779 la orden empezó a jerarquizarse interiormente. Eso lo que Weishaupt llamaba "Círculos Concéntricos" cada uno de los cuales ampliaba la información, los datos sobre la Orden y concretaba los proyectos, más que el anterior. Los tres grados iniciales fueron "Novicial", "Minerval" e "Iluminado".
No se trataba de una asociación "discreta" como la masonería, sino completamente secreta. Existía un código cifrado y cada afiiado tenía un nombre iniciático. Durante el primer período de su prendizaje el nuevo afiliado tenía solo relación con la persona que lo había introducido en la Orden. El ingreso se preparaba con un ayuno prolongrado; durante la noche se le presentaba desnudo y con los genitales atados ante los iniciadores enmascarados. Tras el juramento de lealtad a la orden, el afiliado debía redactar un "pensum", en el que describía su vida anterior, explicaba los motivos que le impulsaban a ingresar y su grado de compromiso. La fase de "noviciado" solía durar un par de años.

El grado siguiente, "Minerval", comenzaba con la iniciación propiamente dicha. Debía estudiar ciencias físicas, matemáticas y morales. El rito consistía en un diálogo entre iniciado e iniciador seguido de nuevo juramento de lealtad. A partir de entonces, el afiliado podía introducir a nuevos miembros en la orden. El acceso al grado siguiente se realizaba sin pompa ni boato. Simplemente, se alcanzaba el grado de "Iluminado" mediante una ceremonia a la que solo asistían el aspirante y los miembros del mismo grado de la localidad donde tenía lugar la ceremonia.

Hasta ese momento el afiliado desconocía la existencia de grados superiores. Si mostraba una dedicación y entrega total a la orden se le daba a elegir entre los signos reales (corona, báculo y armiño) y los de la sabiduría (túnica de lico y cinto de seda). Si elegía los segundos tenía acceso a los grados superiores. El segundo bloque eran los "grados de masonería" (Iluminado Mayor e Iluminado Diligente) y finalmente, los "grados de los misterios" (sacerdote, regente, mago y rey). En total un sistema copiado de la masonería y dividido en nueve grados o círculos concéntricos. El grado de Iluminado marcaba la separación clásica entre "Pequeños", dominio sobre las capacidades humanas, y "Grandes Misterios", dominio y poder sobre el mundo. Cuando los Iluminados hablaban de "poder sobre el mundo" se referían efectivamente a poder político, entendido, no como un fin en sí mismo, sino como un medio para alcanzar un fin, la transformación de la sociedad.

La orden destacó pronto por su propaganda anticlerical. Weishaupt, antiguo alumno de los jesuitas, cargó duramente contra sus educadores. En 1777 Weishaupt ingresa en la Logia "De la Prudencia" de Rito Templario. La idea de Weishaupt consistía en utilizar la masonería, por entonces muy extendida en Baviera, para captar nuevos militantes y copiar los rituales de los altos grados masónicos. Pronto contaron con maestros masones en número suficiente para tener logias propias. En 1779 resucitaron la logia "Teodoro del Buen Consejo" de Munich e incorporaron al barón Ferdinand von Knigge, alquimista fracasado y miembro de la Estricta Observancia Templario (un rito masónico disidente). Knigge daría a la Orden de los Iluminados su aspecto definitivo. Sus fracasos en la práctica de la alquimia lo habían vuelto escéptico en cuanto a las posibilidades de la magia y del esoterismo; conocía el racionalismo francés y lo incorporó a la filosofía de la Orden. Knigge, creía que era necesario un entendimiento con la masonería para asegurar la expansión de la Orden. Propuso a las autoridades masónicas francesas e inglesas un pacto de federación en el que la Orden de los Iluminados aceptaba los tres grados "azules" de la masonería (aprendiz, compañero y maestro) a cambio de que ésta reconociera los tres primeros grados iluministas. El pacto, que pudo concretarse con algunas obediencias masónicas alemanas, extendió la Orden de los Iluminados fuera de Baviera, en Renania, Austria, Hungría, Tirol, Suiza y Francia. El total de efectivos ascendió entre 1776 y 1789 a 3000 afiliados de los que se conoce el nombre de 650. Se trataba de aristócratas, profesores universitarios y burgueses enriquecidos, gente, en definitiva, con poder político, económico y cultural. Entre otros se encontraba un antepasado de Metternich, el escritor Goethe y el filósofo Herder.

EL FIN DE LOS ILUMINADOS


Mientras existió, la orden demostró sobradamente su eficacia. El reclutamiento entre las élites fue imparable y no existieron fisuras. Weishaupt preconizó la delación interior, el espionaje y la observación de otros miembros para garantizar la estanqueidad y seguridad interna ("El segundo grado convierta a cada uno en espía de los otros", decía el ritual de acceso).

Las diferencias entre Von Knigge y Weishaupt, el primero más dotado para el ocultismo y la parafernalia ocultistas y el segundo, agitador eminentemente práctico, agrietaron interiormente a la orden y constituyeron el principal obstáculo para su progresión futura. El pacto con la masonería se rompió y la logia "De los Tres Globos" el 11 de noviembre 1783, declaró la guerra a los Iluminados mediante una proclama, en la que se les definía como "una secta masónica que quiere destruir la religión cristiana y hacer de la masonería un sistema político". Los rosacruces de Viena y Munich secundaron a la masonería cuando quedó suficientemente claro que los Iluminados estaban llevando a la práctica proyectos de desestabilización política.

El 22 de junio de 1784, Carlos Teodoro, elector de Baviera, proclamó la prohibición de los Iluminados, después de que un correo de la Orden resultara muerto y en el doble fondo de su casaca se encontraran documentos que probaban el carácter conspirativo de la asociación. Weishaupt fue procesado en 1876 y consiguió fugarse prisión tres años después. Murió en 1830 cuando, indirectamente, se habían consumado algunos de sus planes. Históricamente, la Orden de los Iluminados de Baviera murió con él.
  
ILUMINISMO Y REVOLUCION FRANCESA


La implicación de "Iluminados" en la revolución francesa está fuera de dudas. El introductor de la Orden en Francia, fue el Conde de Mirabeau. Saint-Just, Camile Desmoulins, Danton, Hebert y, seguramente, Marat, combinaron su militancia masónica con la iniciación "iluminista". Salvo en el caso de Mirabeau, el resto eran jacobinos extremistas. Y otro tanto puede decirse del Giuseppe Balsamo, más conocido como el Conde Cagliostro, iniciado por el propio Weishaupt en una ermita próxima al castillo de los Knigge que se ha conservado hasta hace poco.

Los "iluminados" franceses jamás tuvieron que enfrentarse a problemas con la justicia, ni persecuciones, contrariamente a sus hermanos del otro lado del Rhin. Cuando se examina al detalle la historia de la revolución francesa se percibe -especialmente en sus primeros momentos- una inteligencia que actúa entre bastidores y va quemando etapas. Algunos analistas han creído descubrir esa mano conspirativa en la masonería. Pero la masonería francesa en aquella época estaba fuertemente fraccionada y, en buena medida, compuesta por nobles y sacerdotes que fueron guillotinados en el curso de los sucesos. Parte de los masones de la época eran monárquicos e incluso tomaron las armas para defender a Luis XVI una vez estallada la revolución y hubieran detectado perfectamente (y denunciado) una conspiración antimonárquica urdida por las logias. Si bien no hay duda de que la masonería generó el caldo de cultivo que facilitó el derrocamiento de la monarquía, como máximo puede ser tachada de "responsable intelectual" de la revolución. El brazo ejecutor y la estructura organizativa hay que encontrarla en otra parte.

Los datos fragmentarios de que disponemos inducen a pensar que es, a partir del Convenio Masónico de Wilhelmsbad (16 de julio de 1782), cuando se produjeron los intercambio e iniciaciones entre los Iluminados alemanes y los masones franceses.

El Convenio fue convocado por el Duque de Brunswik para responder a 10 preguntas que se repetían insistentemente los masones y que carecían de respuesta: antigüedad de la Orden, existencia de "superiores desconocidos", origen de los rituales, etc. La asistencia era sumamente heterogénea: de un lado místicos católicos afiliados a las logias (Willermoz, de Maistre), de otro ocultistas (los "filaletos" de Chefdebien de Zagarriga, representantes del Rito Egipcio de Cagliostro), finalmente ambiciosos interesados en obtener poder político-social (núcleo que luego daría vida al Rito de Menphis-Misraïm). Una de las cuestiones que polarizó las discusión fue si el objetivo de la masonería era "mandar o instruir". El historiador masónico T. Clavel reconoce que en las 29 sesiones celebradas no se aclaró ni una sola de las preguntas planteadas. Sin embargo quienes pensaban que la finalidad de la masonería era "mandar" (mandar para alcanzar el poder político, efectuar la "venganza templaria" contra la monarquía francesa y una vez en el poder instruir a las masas), se conocieron entre sí y coaligaron sus fuerza. Si bien era imposible concebir la masonería de ese momento como una estructura capaz de organizar una operación clandestina de envergadura, los Iluminados aportaron sus experiencias, su sistema iniciático y su programa de acción.

Una vez iniciado el proceso revolucionario, en 1789, y a partir de cierto momento -tras la toma de la Bastilla y el posterior guillotinamiento de Luis XVI- resultó muy difícil poder controlar los acontecimientos. Las logias masónicas estaban diezmadas y la mayoría de ellas habían "abatido columnas" (disuelto) o bien estaban "en sueños" (inactividad temporal). A las dificultades en la comunicación se unieron las diferencias en los proyectos; había moderados como Mirabeau, pero sobre todo una gama de radicalismo que iba endureciéndose progresivamente: Dantón, Desmoulins, Marat, y finalmente Hebert, literalmente un asesino sanguinario con la excusa de los "nobles principios". Uno tras otro, terminaron por enfrentarse entre sí y llevarse unos a otros al patíbulo.

Cuando Napoleón liquida el Directorio y se coloca la corona imperial, ni uno solo de los Iluminados franceses ha sobrevivido. La transmisión iniciática se ha roto. A partir de ese momento, las conspiraciones contra la Restauración serán asumidas por otras organizaciones republicanas (a partir de 1820 la masonería francesa y europea volverá a destacar como fuerza antimonárquica, junto con nuevas sectas conspirativas: carbonarios en Italia, Francia, España y Polonia, Sociedad Comunera en España, etc.). Pero ¿desaparecieron completamente los Iluminados? 
 
SU PROLONGACION EN EL TIEMPO: NAZISMO Y COMUNISMO

No existe ninguna duda sobre la extinción de la Orden de los Iluminados de Baviere a finales del siglo XVIII.  Si bien en el siglo XX, distintos grupos marginales han intentado resucitar la Orden fundado por Weishaupt y Knigge, se trata de intentos insignificantes y anecdóticos, constituidos por individuos de muy escaso relieve y sin ningún enlace con la orden histórica.

Pero es rigurosamente cierto que el espíritu de la "Orden de los Iluminados" fue heredado por otras organizaciones. Distintos historiadores han encontrado similitudes entre el programa de los Iluminados y movimientos tan diferentes como el nazismo y el comunismo.

Fuera de sus diferencias formales, comunismo y nazismo se constituyen como dos formas de totalitarismo. Son, acaso los representantes extremos, de movimientos políticos de masas, encuadradas por una "clase política dirigente" (un partido fuertemente ideologizado y jerarquizado con un encuadramiento y una disciplina férreas). Defienden -como los Iluminados- algo más que un programa político, una concepción del mundo y una revolución que altere los valores dominantes hasta ese momento en la sociedad. Ambos se quieren "expresiones populares de la voluntad de las masas" (Hitler apeló en diversas ocasiones a referendums que le dieron resultados aplastantes; la constitución rusa de Stalin, dice que el Partido Comunista es la "expresión organizada de la voluntad de la clase obrera"). Ambas ideologias mantuvieron corrientes ocultas y subterráneas (en el Partido Nazi la Sociedad Thule, grupo desgajado de la "ariosofía", rama desgajada de la Sociedad Teosófica alemana; el Partido Comunista Ruso contó hasta mediados de los años 60 con la secta "cosmista", de la que hoy empiezan a llegar los primeros datos a Occidente, pero de la que se sabe que su peso fue extraordinario en el momento de desencadenarse la revolución comunista de 1919). El nacionalismo de los nazis aparece por primera vez en la ideología de los Iluminados. Igualmente está presente la noción de explotación de las clases desfavorecidas por los "tiranos" (identificados con la monarquía) en una temática que el comunismo llevará hasta el límite.

Comunismo y nazismo, al igual que los Iluminados, consideraron que la monarquía era su principal enemigo (el comunismo derribó a la dinastía de los Romanov, el nazismo ironizó cruelmente al último emperador alemán y en el libro "Mi Lucha" de Hitler, abundan los ataques a la institución monárquica). Finalmente ambas corrientes intentan alcanzar la "felicidad de la raza humana" mediante el ejercicio de un despotismo excepcionalmente cruel.

El foco inicial del Partido Nazi alemán fue Baviera, la tierra privilegiada de los Iluminados. Munich, la capital bávara, es elegida por Hitler para que la svástica irradiara a toda Alemania. Por cierto que el príncipe de Hesse-Cassel, uno de los asistentes al Convenio de Wilhelmsbad, tras reorganizar el Grado Masónico de los Caballeros de la Ciudad Santa, les dará la svástica como símbolo de reconocimiento. A partir de 1919, la Liga Espartakista agitaba la bandera roja de la revolución comunista. Probablemente el nombre de "Espartaco" hubiera sido olvidado por los comunistas alemanes de no haber sido por que fue el nombre iniciático de Adam Weishaupt. ¿No conmemoraría algún espartakista la fecha de la fundación de los Iluminados en el Día del Trabajo, el 1 de mayo?

[RECUADROS FUERA DE TEXTO]

EL "ILUMINISMO": CLAUDE DE SAINT MARTIN Y MARTINEZ DE PASQUALLY

Habitualmente se confunde la organización de los "Iluminados de Baviera" con el "iluminismo". Se trata, en realidad, de dos movimientos completamente diferentes. En realidad el único vínculo que pudieron tener fue a través del alquimista y rosacruz alemán Franz von Baader, discípulo de Louis-Claude de Saint Martin. Von Baader había formado parte del grupo "Erwckten" (los "despiertos") del que Armand Beyer escribe: "vivían en un estado de felicidad interior por que Cristo estaba en ellos. Decían no conocer el pecado mortal. Solo aquel que está "despierto" puede despertar a otro mediante un beso". Baader, por lo demás, fue iniciado en la masonería en 1793 y prosiguió su militancia hasta su muerte en 1822. Su padre, Ferdinand-María había introducido a Adam Weishaupt en la masonería (logia "Teodoro del Buen Consejo"). Tal es el único vínculo entre las dos corrientes.

Mientras la "Orden de los Iluminados" es un fenómeno fundamentalmente alemán, los iluministas suelen ser franceses. Sus dos teóricos son Louis-Claude de Saint Martin, Martinez de Pasqually y el monje benedictino dom Pernety, fundador del grupo "Iluminados de Avignon".

La diferencia fundamental entre esta corriente y el grupo de Weishaupt es el absoluto desinterés de los primeros en la acción política y la organización de conspiraciones contra las monarquías. Saint Martin y Pasqually desarrollaron métodos -no precisamente simples- para favorecer el "despertar interior". Frecuentemente a los "iluministas" franceses se les llama "martinistas". Su doctrina está directamente inspirada en los estudios del místico sueco Emmanuel Swedemborg.

Pasqually creó la "Orden de los Elegidos Cohens", grupo místico-masónico que se extinguió tras su muerte. Resucitada en 1890 por Gerard d’Encausse, más conocido por su nombre iniciático, "Papus", estuvo nuevamente al borde la extinción, tras el fallecimiento de éste. El conocido escritor Robert Ambelain reconstituyó la Orden en 1942, llamándola "Orden Martinista de los Elegidos Cohens" que aun existe contando con un millar de afiliados. No confundirla con la "Orden Martinista Tradicional", especie de "círculo interior" vinculado a AMORC, la Antigua y Mística Orden Rosacruz, fundada por Spencer-Lewis.

ILUMINADOS Y ALUMBRADOS

Por defectos de traducción, se confunde la "Orden de los Iluminados de Baviera" con los "iluministas" y ambos con los "alumbrados". Estos últimos corresponden a una secta organizada en Europa Central cien años antes de que Adam Weishaupt concibiera su siniestra organización conspirativa.

De carácter cristiano, pero contraria a la jerarquía y a la autoridad de Roma, los "alumbrados" aborrecían de cualquier tipo de práctica religiosa externa. Concebían que el cristianismo debía vivirse interiormente y propugnaban el ejercicio continuo de la oración y las prácticas meditativas para alcanzar un estado de lucidez interior al que llamaban "alumbramiento". De hecho, todas las corrientes místicas insisten en que el éxito de sus prácticas llevan al sujeto a un estado similar al "despertar", que produce una claridad interior y una forma diferenciada y directa de ver el mundo. Mircea Eliade, el famoso historiador de las religiones, ha podido reunir un abundante material sobre las experiencias de la "luz interior", una especie de fogonazo iluminador que sufre el sujeto cuando su aventura espiritual empieza a dar sus frutos.

Lo más sorprendente es que los "alumbrados" tuvieron su origen en España, donde aparecieron en torno a 1509. Resultaron exterminados por la Inquisición pero pudieron extender sus doctrinas por Europa Central. Su principal foco de expansión fue Andalucía. Se sabe de ellos en Guadalajara (1512) y Salamanca (1515). Menéndez Pelayo afirma que hubo colonias "alumbradas" en Guadalajara, Segovia, Madrid, Avila, Toledo y Valladolid. Los focos iniciales estuvieron constituidos por judíos conversos. Puede comprenderse por qué llamaban idolatría a la genuflexión, "palo" a la cruz, etc. En 1544 se produce el último proceso inquisitorial contra una monja "alumbrada" (la clarisa Sor Magdalena de la Cruz). A partir de entonces, los "alumbrados" desaparecerán de la historia de España.

© Ernest Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com – Se prohíbe la reproducción de este artículo sin indicar procedencia

La sinarquía: la conspiración del dinero, la política y la cultura

Infokrisis.- Este artículo pertenecía también al estudio frustrado que iniciamos y abandonamos sobre la historia de España. Parte  de este material lo aprovechamos para nuestro libro Gaudí y la Masonería, rectificando algunos elementos e introduciendo otros. Así mismo, otra parte del mismo artículo lo utilizamos para elaborar un estudio más pormenorizado -publicado en infokrisis- sobre la conspiración de la Cagoule y de los cagoulards.

 


El 510 antes de nuestra Era, Clisteneo, abuelo de Pericles, instauró en Atenas un gobierno colegiado, compuesto por sabios y místicos, al que llamó "sinarquía". Clisteneo reformó la constitución pitagórica de la ciudad y logró mantenerse en el poder unas décadas.
 
Desde entonces la tentación de aunar poder religioso, poder económico y poder cultural, no dejará de reaparecer una y otra vez. Los templarios, en la Edad Media, Francis Bacon y Tomás Moro, más tarde, los humanistas del renacimiento luego y, finalmente los Iluminados de Baviera, los socialistas utópicos, constituyen distintos eslabones de un mismo proyecto utópico. No se trata solo de ideas, sino de la voluntad inquebrantable de llevarse a la práctica.

Durante el siglo XIX el proyecto sinárquico tomo forma definitiva gracias a dos pensadores franceses: Fabre d’Olivet y Saint Yves d’Alveydre. También en España esta escuela tuvo sorprendentes representantes.

Esta es la historia del linaje sinárquico.

EL DETONANTE: FABRE D’OLIVET

Los padres de Fabre d’Olivet (1768-1825) lo destinaron al mundo de los negocios. La vocación de nuestro hombre era otra y dedicó las noches a adquirir un gran bagaje cultural. Tras arruinarse en el período de la Revolución, sus padres marcharon a Renania; mientras, él se estableció en París. Inicialmente apoyó a los revolucionarios y en 1801 se comprometió en una conjura contra el terror jacobino, salvando la vida por poco. A partir de entonces multiplicó sus contactos en medios masónicos y ocultistas. Fue discípulo del francmasón, Court de Gibelin. Se interesó por Egipto, aprendió sánskrito, latín y hebreo.

Hacia 1802, conoció al académico Delisle de Sales quien lo introdujo en una logia pitagórica. A través del senador Lenoir Laroche conocerá a los medios iluministas y teósoficos. En 1804 publica el primer estudio sobre la poesía occitana del siglo XIII que aun hoy es apreciado por los especialistas. Su mujer, fallecida en 1800, se le aparecerá varias veces en sueños y también, según cuenta, en estado de vigilia. Estas materializaciones le convencerán de la posibilidad de establecer contacto entre vivos y muertos. Su segunda mujer es una médium y practicará con ella espiritismo, magnetismo animal, hipnosis y necromancia. Desequilibrada por todas estas actividades, acudirá a un sacerdote explicándole en confesión las curaciones que ella y su marido realizan sobre ciegos y sordomudos. Tras divorciarse contraerá nuevo matrimonio.

De manera imprevista, en 1825 Fabre d’Olivet se suicida. Ante su cama figuraba un altar con los bustos de Hermes, Pitágoras y Heráclito. Desconocido en vida, Fabre d’Olivet será el pensador que más influirá en el ocultismo francés del siglo XIX.

Su traducción de los Versos Aureos de Pitágoras será publicada tras su muerte y sus dos libros La lengua hebraica restituida e Historia Filosófica del Género Humano, tendrán gran éxito. En el segundo sustituye la trinidad cristiana por la trilogía Providencia-Voluntad-Destino. A partir de la combinación de estos tres elementos interpreta la historia de la humanidad deduciendo leyes constantes. Formará una masonería particular inspirada, no en el arte de la construcción, sino en el de la jardinería, a la que llamará "El Celeste Cultivo".

LA MISION DE SAINT YVES D’ALVEYDRE

El principal discípulo de Fabre fue, sin duda, Saint Yves. Al casar con la condesa de Keller, bruscamente se convirtió en noble y rico. La estabilidad esconómica le permitió escribir varios libros titulados "Misiónes" (Misión de los Judíos, de los Hindúes, de los Soberanos, etc.). Además de las lenguas dominadas por Fabre, conocía el árabe a la perfección. La transmisión iniciática entre Fabre y Saint Yves se realizó mediante la discípula del primero, Julie Faure.

La influencia de Fabre sobre Saint Yves, siendo determinante no fue la única. Por caminos ocultos y dífíciles de precisar, conoció a corrientes desgajadas del hinduismo. Supo así de la existencia de un "centro oculto", al que llámó Agartha, donde residiría el "Rey del Mundo". Su informante, al parecer, era un afgano, Hardjij Scharipf, del cual extrajo lo esencial para su libro "Misión de la India en Europa". La edición fue destruida por el propio Saint Yves antes de ponerse a la venta sin que explicara los motivos. La idea de Agartha tuvo un éxito extraordinario entre el ocultismo europeo a pesar de ser desconocida en la India (la ciudad oculta de la tradición oriental es Shambala) y no encontraríamos ninguna referencia anterior a Saint Yves, lo cual no deja de ser sospechoso.

A pesar de su improbabilidad, la Agartha constituyó un modelo a partir del cual Saint Yves elaboró toda una teoría sobre la organización de la sociedad, la teocracia y el poder, utilizándola como modelo, tal como Platón había hecho con la Atlántida.

LA SINARQUIA: PODER Y ESPIRITUALIDAD

La principal diferencia entre Saint Yves y su maestro, era la valoración del cristianismo. Mientras Fabre era pagano y aristotélico, él se consideraba católico y "sinárquico". Por primera vez quiso aplicar el esoterismo a la política. Consideraba que la nueva y verdadera revolución debía modificar las relaciones del hombre y lo sagrado: lo sagrado debe de presidir la organización social. El sistema que propone Saint Yves es una teocracia, pero ¿en dónde encontrar la nueva clase sacerdotal que esté en condiciones de restablecer el lazo entre el hombre y Dios? A pesar de sentirse cristiano, Saint Yves no expresa gran confianza hacia el clero católico; es la nueva aristocracia económica -con la que pudo relacionarse a través de las privilegiadas relaciones de su esposa- con sus medios para operar sobre la realidad social, la que estaba en mejor disposición para modificar y mejorar la situación socio-económica de la población. Elevándose el nivel económico, se elevaría el nivel cultural y las masas estarían en mejor disposición para comprender la esencia de lo divino. A esto le llamaba "solución social pefecta bajo la égida del Reinado del Sagrado Corazón". Tal era, en síntesis, la argumentación que presentaba Saint Yves en sus largas y farragosas obras.

Este sistema recibía el nombre de "sinarquía", términos derivado de las palabras griegas "sun", con y "arche", mando. Sinarquía sería el gobierno ejercido por varios jefes; y en la práctica consistía en atribuir a una aristocracia económica dotada de ideas altruistas y humanitarias la capacidad de transformar la sociedad hacia un modelo más justo. Muerto Saint Yves otros asumirían sus ideas.
 
LA EVOLUCION DE LA SINARQUIA

Jean Robin y algunos historiadores han considerado a la "sinarquía" como una "utopía social inofensiva". Olvidan, al parecer, que Saint Yves tuvo amistades en el mundo de la aristocracia económica y que varios discípulos suyos se codearon con las monarquías europeas. No en vano Papus, amigo y admirador de Saint Yves, acompañado por el "maestro" Philipe de Lyon, famoso curandero y ocultista, viajó a la Corte de Nicolás II, permaneciendo allí en 1900 y 1906. Rudolf Steiner, disidente del teosofismo y fundador de la Sociedad Antroposófica, fue, así mismo, admirador de Saint Yves y parte de su obra se inspira en él.

Fuera del continente, tanto Fabre como Saint Yves, influyeron en la evolución del socialismo utópico, es decir, de las corrientes socialistas no-marxistas. Ya hemos hablado del ascendiente de Fabre sobre el conde de Saint-Simon y Fourier, los dos máximos exponentes de esta corriente en Francia. El fracaso de las distintas experiencias socialistas utópicas y, sobre todo, de la Comuna de París, hicieron que se empezara a imponer el socialismo marxista y el utópico, evolucionara hacia posiciones más realistas. Saint Yves influyó decisivamente en la obra de Jhon Ruskin, el último de los socialistas utópicos. Ruskin mezclaba ideales humanitarios, principios estéticos y contactos con la aristocracia económica inglesa.
Ruskin, profesor en Oxford, formó un círculo de poder con sus más notorios ex-alumnos: Henry Borchenoug, lord de su Majestad, Philip Lyttleton, Ministro de Colonias, Alfred Milner, masón y Vigilante de la Gran Logia Unida de Inglaterra, hombre de confianza de Cecil Rhodes, gran hacedor del Imperio Británico, William Morris, economista, Arnold Toymbee, historiador.
Este grupo influyó decisivamente a partir de 1883 en la creación de la Sociedad Fabiana, eslabón entre el socialismo utópico de Ruskin y el socialismo laborista británico, precursor de las socialdemocracias europeas actuales. Las ideas fabianas coincidían en casi todo con las de Saint Yves; simplemente concretaban un poco más, definiendo estrategias y tácticas. Los fabianos ingleses constituyeron la London Economic School en donde se han formado las élites financieras que han liderado el capitalismo liberal occidental en los últimos cien años, empezando por los Rotschild, siguiendo por los Rockefeller y terminando por algunos ministros del primer gobierno del PSOE.

Las ideas de Saint Yves, a través de Ruskin y de la Sociedad Fabiana, inspiraron directamente la creación de la Comisión Trilateral a principios de los años 70, entidad que -continuando con el viejo proyecto sinárquico- agrupaba a gentes del mundo de la alta finanza, la política y la cultura, sobre un programa humanista, defensor de la calidad de vida y del desarrollo equilibrado. De tal manera que puede considerarse a la Comisión Trilateral y a sus correas de transmisión como herederas del proyecto sinárquico.

LA "LA CAGOULE" CON FRANCO, CONTRA LA REPUBLICA

A mediados de los años veinte un grupo de estudiantes de la Escuela Politécnica de París, constituyeron el "Movimiento Sinárquico del Imperio". La existencia de este grupo fue clandestina. Eliminaron los rituales establecidos por Saint Yves en 1887 y la iniciación se transmitió individualmente. No existían reuniones de grupo, ni rituales colectivos, tan solo transmisión de maestro a neófito

En 1937 se produjeron diversos atentados en Francia. Dimitri Navachine, economista ruso exiliado fue cosido a bayonetazos en París. Poco después, Laetitia Touroux era asesinada de idéntica forma y en junio le tocaba el turno a dos refugiados políticos italianos. Ese mes saltaba por los aires, cerca de Lyon, un tren cargado de aviones de combate para la República Española; ni uno solo llegó a su destino...

Poco a poco tomó cuerpo la posibilidad de que exista una red clandestina de extrema-derecha, financiada por algún régimen fascista. Cientos de registros domiciliarios dieron como resultado la desarticulación del "Comité Secreto de Acción Revolucionaria", más conocida con el nombre de "la cagoule" (la capucha). Los nuevos adheridos juraban ante sus jefes provisto de capucha roja y guantes blancos, ante una inmensa bandera negra. Resultó detenido Eugene Deloncle, considerado dirigente de la siniestra organización.
Deloncle, tenía 47 años en la época, hacía quince que había sido graduado en la Escuela Politécnica de París. La mayoría de los dirigentes de la "cagoule" habían salido de este centro. Se sabía que algunos profesores, alumnos y ex-alumnos habían constituido una especie de masonería tecnocrática. Los miembros eran los alumnos y profesores mejor dotados y con más inquietudes. Esta masonería tecnocrática se llama oficialmente "Centro Politécnico de Estudios Económicos"; su jefe visible, Jean Coutrot, sinárquico convencido, es discípulo de Saint Yves d’Alveydre.

Una parte de los dirigentes de la "cagoule", procedían del Movimiento Sinárquico del Imperio, cuyo proyecto se conoce suficientemente gracias a distintos documentos ocupados por la policía francesa entre 1937 y 1944. La otra parte procedían de la derechista Accion Francesa. Tras la victoria alemana sobre Francia en junio de 1940, la sinarquía se partió en dos. Existieron discípulos de Saint Yves d’Alveydre entre quienes colaboraron con los nazis y entre los resistentes. Los primeros fueron, en buena medida, liquidados tras la victoria aliada. Los segundos lograron mejorar sus posiciones y situarse en primer fila en la construcción de Europa.

DE LA CABALLERIA SINARQUICA A LA UNION EUROPEA

Durante los años 30, Marconis de Negre, alias "Marcus Vella", antiguo secretario del líder rosacruciano Josephin Peladan (a cuyo círculo perteneció el padre Berenger Sauniére famoso por su implicación en el "affaire" de Rennes-le-Château), fundó la organización Alfa-Galatas. Pierre Plantard, luego Gran Maestre del Priorato de Sión, fue el presidente de éste círculo.

Alfa-Galatas, proponía una "orden de caballería" capaz de generar un "nuevo orden occidental", cuya primera etapa serían "los Estados Unidos de Europa". Podían reconocerse los temas clásicos de la sinarquía. Entre los fundadores de Alfa-Galatas se encontraba Louis Le Fur. Economista y tecnócrata, Le Fur había sino miembro del Movimiento Sinárquico del Imperio y del grupo "Energia", un desdoblamiento del primero, cuyo personaje más significativo fue Robert Schumann, uno de los dos máximos constructores de la Comunidad Económica Europea...

El otro europeista era Jean Monnet, nacido en 1888 y que, a partir de 1914 se relacionó con círculos sinárquicos a través de Paul Clementel, entonces Ministro de Comercio e Industria francés. Monnet será elegido Secretario General Adjunto de la Sociedad de Naciones y en 1922 entrará a formar parte de la dirección sinárquica. En los años 30 constituirá el Movimiento Paneuropeo, precursor de la actual Unión Europea.

La sinarquía optó por los dos frentes en conflicto durante los años 30 y 40. Mientras unos de sus miembros (Deloncle, Joseph Darnand) se situaron a la derecha del espectro político, otros (Schumann, Monnet), lo hicieron a la izquierda. Los primeros vieron en las regímenes nazi-fascistas el vehículo que precisaban para constituir un "Nuevo Orden Europe". Los segundos, aprovecharon la victoria aliada para impulsar el "Movimiento Paneuropeo". La velocidad con la que se extendió el proyecto paneuropeo se debió a que otros grupos discretos, como la masonería o los círculos fabianos, habían sido impregnados en parte por el ideal sinárquico.

LA SINARQUIA EN ESPAÑA

No existe ningún estudio, ni siquiera algún pequeño artículo, sobre la sinarquía en España. Sin embargo los vínculos existieron desde principios del siglo XIX. Encontramos algunas huellas en las biografías de distintos personajes y en las trayectorias de algunos empresarios suficientemente conocidos. Las influencias afectaron fundamentalmente a Cataluña, canal natural para la entrada de ideas francesas en España.

Un extraño aventurero español nacido en Barcelona, Domingo Badía, ha pasado a la historia de las exploraciones con el nombre "Alí Bey". Badía convenció a Godoy, el valido de Carlos IV, para que financiara una expedición a Marruecos. La verdadera intención de Badía era descubrir un mar que situaba al sur del desierto del Sahara. En efecto, Badía, siguiendo a Fabre d’Olivet, creía que el fin de la Atlántida no se había producido como consecuencia de un cataclismo, sino por el ascenso del fondo del mar que habría acarreado la retirada de las aguas. Ese fondo del mar lo reconocían en las arenas del Sahara. Así, en el Africa Subsahariana deberían existir los restos del mar Atlántico y civilizaciones surgidas de la dispersión de la población atlante. Todos estos detalles los explica Badía en su libro "Los viajes de Alí Bey", verdadero best-seller en su época.

Las peripecias de la expedición a Marruecos impidieron que Badía pudiera dirigirse hacia el Sur, sin embargo, admirador de la cultura árabe -él mismo utilizaba el disfraz de "Alí Bey el Abassi" para desplazarse por Africa- se dirigió a La Meca en donde fue el primer europeo que entró en la Mezquita y vió la piedra de La Kaaba. Previamente en Londres había sido iniciado en la masonería.

De regreso a España colaboró con las tropas napoleónicas. Fue gobernador civil de Segovia y abandonó el país tras la retirada francesa. Radicado en la capital gala, su hija se casó con Delisle de Sales, el Académico que había introducido a Fabre d’Olivet en una logia pitagórica. Es seguro que Badía conoció a Fabre. Sus biógrafos han podido establecido que leyó "Historia Filosófica de la Humanidad" hacia 1815. Verosímilmente se trata del libro de Fabre, "Historia Filosófica del Género Humano", libro que solo fue publicado en 1823. Es fácil deducir que Badía leyó el manuscrito original y que su suegro, Delisle de Sales, le presentó a Fabre.
Muerto Badía, pasan cuarenta años antes de que su figura sea rescatada del olvido y revalorizada por un grupo de intelectuales, politicos y empresarios catalanes. Ese círculo puede ser considerado, en rigor, como el núcleo español de la sinarquía. Por entonces Saint Yves ya ha publicado sus obras y expuesto su filosofía sinárquica.
 
El primero en volver a hablar de Badía es el embajador español en Egipto, Eduardo Todá. Notorio egiptólogo, Todá publicó artículos enviados desde El Cairo firmados con el seudónimo "Alí Bey". Paralelamente, se constituía la Asociación Catalana de Excursiones Científicas (embrión del actual Centro Excursionista de Cataluña, en cuya sala de juntas está presidida por el retrato de Ali Bey). La asociación reunía a algo más que aficionados al excursionismo. Estaba inspirada, en primer lugar, por las ideas geográficas de los hermanos, Paul, Elias y Eliseo Reclus, franc-masones y ánarquistas; participaban en la asociación antiguos socialistas utópicos influidos por Saint-Simon y Fourier.

Durante años, la Asociación de Excursiones contó como miembro al arquitecto Antonio Gaudí. Gaudí y Todá no solo se conocían, sino que habían sido amigos de infancia. Juntos, naturales de Reus, proyectaron la restauración del monasterio de Poblet en el reverso de un manifiesto revolucionario masónico que todavía se conserva hoy en la Cátedra Gaudí de Barcelona. Es casi seguro que Todá introdujo a Gaudi en la masonería durante su juventud. Otro miembro de la asociación fue el poeta Jacinto Verdaguer, quien no solo escribió los versos de "La Atlántida", sino que además fue sacerdote satanista y conoció perfectamente al archiduque Luis Salvador de Hansburgo-Lorena, hermano de "Juan Orth", uno de los habituales visitantes del pequeño pueblo francés de Rennes-le-Château donde se encontraba el sacerdote rosacruciano Berenger Saunière. Otro miembro de la asociación, el poeta Juan Maragall había sido el traductor de las obras de Jhon Ruskin.

Todos estos personajes se reunen en torno a un figura de especial relieve en el proceso de industrialización de España: Eusebio Güell Bacigalupi. Güell -hijo de un indiano multimillonario, diputado y senador en varias legislaturas- había estudiado en Londres, París y Nimes, donde conoció a Valentí Almirall, franc-masón y político federalista catalán. Ambos, Güell y Almirall, fundarán el Centre Catalá, una de las primeras entidades catalanistas. Antes, Güell había financiado secretamente la asociación "Joven Cataluña", cuyo nombre delata influencias carbonarias.
En torno a Güell se concentró un núcleo de intelectuales, políticos y artistas, cuyas obras financió generosamente. A su sombra Gaudí realizó sus más famosas construcciones (la cripta Güell, el Parque de Güell, el Palacio Güell, etc.). "Joven Cataluña" fue, a su vez, matriz de una serie de instituciones cada vez más decantadas hacia al actividad política que Güell impulsaba, frecuentemente sin aparecer en público, limitándose a dar instrucciones junto a cheques de cifras importantes. A esta asociación siguió el "Centro Catalán", luego la "Liga de Cataluña" y finalmente la "Liga Regionalista" de Francisco Cambó. El propio Gaudí, antes de caer en la crisis mística hacia finales del siglo XIX, había estado próximo a círculos socialistas utópicos y anarquistas, como otros muchos hombres públicos nacidos en Cataluña en la época: Narciso Monturiol, comunista utópico, Ildefonso Cerdá, urbanista, francmasón y socialista utópico, al igual que Anselmo Clavé, fundador de las masas corales que todavía hoy existen, etc. Todos ellos conocieron la obra de Fabre d’Olivet y los escritos utópicos del siglo XIX. Gaudí, por su parte, planificó la "Cooperativa Obrera de Mataró", a cuenta del grupo anarquista moderado y socialista utópico de esa localidad. Realizó el plano (que aun se conserva) a la peculiar escala 1:666...

La ideología de Güell y de un grupo de indianos (comerciantes españoles enriquecidos con el comercio de ultramar) se identifica exactamente con el pensamiento sinárquico, tal como fue enunciado en la época por Saint Yves. Intentan generar, desde el poder y utilizando su peso económico, una sociedad más justa; se trata de filántropos. Paralelamente, procuran elevar el nivel cultural de las masas. Muchos de ellos (Güell, Gaudí, Maragall, Verdaguer, el Marqués de Comillas, etc.) son católicos y, como Fabre, demuestran una devoción particular hacia el "Sagrado Corazón". Con sus fondos y apoyo se crean en Barcelona, al mismo tiempo, dos "templos expiatorios", uno consagrado al Sagrado Corazón en el Tibidabo. El otro es la Sagrada Familia. Algunos, como Todá y Valentí Almirall, indiferentes en lo religioso, terminan por ubicarse en posiciones más radicales, fruto de su militancia masónica.

La huelga general de Barcelona a principios de siglo demostrará lo peligroso de estas posiciones. Con un movimiento obrero descontrolado, no es posible hacer grandes experiencias sociales, ni políticas. El catalanismo conservador de inspiración sinárquica, debió abandonar sus primeras espectativas autonomistas y recurrir al ejército para que restableciera el orden y pusiera el cintura a la clase obrera. La evolución de la Liga Regionalista derivó a partir de entonces hacia posiciones moderadas y buena parte de sus miembros optaron por el franquismo en el momento de iniciarse la guerra civil. Sin embargo, en la personalidad y en las actividades financieras de Francisco Cambó, su líder histórico, se perciben hasta última hora, huellas de la ideología sinárquica: en efecto, políticos dotados de una ideología humanista, amaparados en el gran capital, deben realizar una tarea paternal sobre las masas para guiar al conjunto hacia un orden social más justo.

Si tenemos en cuenta que la última reunión de la Comisión Trilateral celebrada en España se realizó en Barcelona, los días 15 a 17 de octubre de 1993 -en los salones del Ayuntamiento de la ciudad, presidida por Pascual Maragall, descendiente del poeta que tradujo a Ruskin, Juan Maragall y educado en universidades fabianas norteamericanas y por Jordi Pujol, heredero político de la Liga Regionalista- veremos como el círculo sinárquico se cierra muy sospechosamente.

Como organización internacional la sinarquía se extinguió; sin embargo, sus principios sobrevivieron y han sido heredados por movimientos políticos democrático-liberales que hoy todavía no renuncian a la conjunción entre el poder el poder cultural, poder económico y el poder político.
No aspiran al poder, en buena medida, son el poder.
 
© Ernest Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com – Se prohíbe la reproducción de este artículo sin indicar procedencia

La Sociedad Comunera: una masonería conspirativa española

Infokrisis.- En 1821 se crea en Madrid la Sociedad de los Caballeros Comuneros. La comunería tenía formalmente el aspecto de sociedad sacreta paramasónica, creada para conspirar y hacer triunfar los ideales libertarios que en otro tiempo inspiraron la fracasada sublevación de las comunidades castellanas contra Carlos V. Su ritual de ingreso, sus juramentos y ritos, hacen de la comunería reconstruida en 1821 un movimiento similar al carbonarismo italiano que, por lo demás, también logró implantarse en España.

LOS CARBONARIOS : MASONERIA FORESTAL

En 1823 llegó un contingente de exiliados napolitanos expulsados de su país por el fracaso de la revolución liberal. Mayoritariamente se instalaron en Barcelona, pero un tal Pecchio lo hizo en Madrid. Hacia finales de ese año, era medio millar de carbonarios los que estaban subvencionados por el gobierno liberal español de la época. Pecchio no se limitó a permanecer inactivo, quiso levantar en la Mantua Carpetana la misma sociedad secreta a la que pertenecía y fue así como el espíritu conspirativo de la masonería forestal italiana, se extendió de Madrid por toda la piel de toro.

La masonería forestal o carbonarismo se había originado en los bosques del Jura, de ahí que los carbonarios llamaran a sus logias "bosques jurásicos"... Al igual que la masonería nació de la transformación de los gremios de constructores medievales que, poco a poco fueron incorporando a "masones aceptados", así mismo el carbonarismo surgió por evolución de los gremios que agrupaban a las gentes de esta profesión. En 1743 existió un antecedente del carbonarismo, la Orden de los Cortadores que salió a la superficie por obra y gracia del caballero Beauchaine, el cual trasladó a la nobleza parisina los ritos esotéricos e iniciáticos de los leñadores del Borbonesado. En 1780 esta Orden incorporó a sus rituales elementos procedentes de la masonería.

Es difícil decir si esta orden tuvo algo que ver con el resurgimiento de la masonería forestal en Italia a principios del siglo XIX. Lo cierto fue que el carbonarismo partió de Nápoles impulsado por Murat y algunos personajes bien situados en esta corte meridional. Pronto se extendió por todo el Reino de nápoles y posteriormente por el Piamonte. Alejandro Dumas nos dejó en "Los Mohicanos de París" un cuadro más o menos riguroso (y, por lo demás, siniestro del carbonarismo conspirativo). Los carbonarios se llamaban unos a otros "buenos primos" (un autor español del siglo XIX comenta irónicamente: "y les cuadra por que empriman a los que cogen por su cuenta"...). Sus ceremonias tenían lugar frecuentemente en los bosques. Los asistentes se sentaban sobre troncos y los instrumentos del trabajo de leñador ocupaban el lugar equivalente a los instrumentos de construcción en la franc-masonería: el hacha, la sierra, la tea. Las preguntas y respuestas rituales  de sus ceremonias iniciaticas aludían a aspectos de la fabricación de carbón vegetal y de tala de árboles. Véase sino:

        P.- ¿Qué significa el azul?
        R.- El humo del horno
        P.- ¿Qué significa el negro?
        R.- El carbón del hogar
        P.- ¿Qué significa el rojo?
        R.- El fuego del horno?
        P.- Sois aprendiz de carbonero?
        R.- Así lo creo y puedo hacer carbones con el consentimiento de mis maestros.

A medida que la sociedad creció resultó difícil realizar estas ceremonias siempre en los bosques y se establecieron logias estables que recibían el nombre de "ventas". Las ventas corbonarias eran rigurosamente secretas. Políticamente la orientación de la carbonería era liberal y, a medida que fue avanzando en su trayectoria, surgieron brotes de carácter socialista utópico, fundamentalmente en Francia (donde también llegó a arraigar) e Italia (país en donde fue, sin duda, hegemónica).
Los carbonarios madrileños se reunieron en el “Café de Malta”, en el de “San Sebastián”, en la célebre “Fontana de Oro”, en sus salas reservadas, donde bullía todo el Madrid cospirativo. Compartían las mismas tabernas y locales con la comunería que no era sino la versión española del carbonarismo. Idénticos eran sus ideales, sus ritos, aun a pesar de no estar inspirados en antiguas asociaciones gremiales, hundían sus raíces en la historia y, por lo demás, las orientaciones políticas de ambas sectas, eran globalmente similares.

EL NACIMIENTO DE LAS “TORRES COMUNERAS”

La primera asamblea comunera tuvo lugar en septiembre de 1821 y hay que presuponer que sus orígenes databan de como mínimo un par de años antes. Entre sus fundadores se encontraban masones con cargos de importancia en el gobierno (Romero Alpuente, Flores Estrada, Gutierrez Acuña, Megía), liberales exaltados (Riego, Mura, Torrijos, Jauregui, Piquero) y postergados que, por un motivo u otro habían roto con la masonería y coincidían con los anteriores en el interés de constituir una masonería autóctona, desprovista de la superestructura ritual y simbólica excesivamente aparatosa para su gusto, que fuera políticamente más radical en dirección al liberalismo y que segara la ifluencia que las potencias extranjeras ejercían sobre los Grandes Orientes.

Las logias comuneras recibían el nombre de "torres", es imposible saber cuantas existieron en Madrid, pero no cabe duda que entre 1820 y 1823 fueron varias decenas. Realmente nunca se ha podido saber el número total de afiliados de la Sociedad de los Caballeros Comuneros. Según sus propias fuentes alcendía a 40000; algunos de sus enemigos prefirieron inflar estas cifras para convertir a la sociedad secreta en un terrible chivo expiatoria y se tuvo como cierto en estos sectores que 60000 comuneros afilaban sus armas en 1920. Todo esto parece muy exajerado y, por nuestra parte, nos inclinamos a compartir las cifras más mesuradas que ya en su tiempo se dieron: apenas 10.000. De los que entre 1800 y 2000 estarían radicados en Madrid. Las "torres" omuneras agrupaban entre 40 y 80 conspiradores. Piénsese lo desmesurado de estas cifras teniendo en cuenta que en 1845, la población de la Villa era de apenas 200.000 almas: 1 de cada 100 madrileños pertenecían a las "torres" comuneras". Estas se numeraban en función de su antigüedad. En 1822 eran 50, siendo la más antigua la madrileña.

EL SECRETO COMUNERO


Una sociedad así era imposible que fuera muy secreta, por su volumen, pero también por lo apresurado del reclutamiento de sus miembros. Un autor del siglo pasado escribe: "Los coumeros guardaban muy mal sus secretos, a pesar de sus juramentos: así es que se sabe mucho acerca de ellos, al paso que de la franc-masonerñia se sabe poco, y eso poco en su mayor parte revelado por los comuneros (...)  Juraban dar muerte a cualquiera a quien la secta declarase traidor y si no cumplían la promesa, entregaban su cuello al cuchillo, sus restos al fuego y las cenizas al viento [según la fórmula de juramento comunera] (...) y como en la admisión no había tacto ni escogimiento, inundaron los castillos y torres con mozuelos sin hiel, que, infieles al secreto, revelábanlo a sus queridas. En algunos puntos de la Península también fundaron las mujeres sus  torres y adornaron su pecho con la banda morada, distintivo de los llamados émulos de Padilla". Este autor termina: "... jóvenes los más y sin conocimiento del mundo, todo lo veían con el prisma de una mente acalorada".
 
La figura de Padilla, mucho más que las de Bravo y Maldonado, focalizaban el espíritu comunero. Se tiene como cierto que por Madrid circularon en aquel tiempo, unos huesos y una rodela que estaban reputados de haber pertenecido a Padilla. En la capital de España, los juramentos comuneros se realizaban revistiendo al recipiendario con el escudo del caudillo vencido en Villalar de los Caballeros. En un momento dado los asistentes desenvainaban sus espadas apoyándolo contra el escudo y haciedo pronunciar al candidato la fórmula de juramento.
 
COMUNEROS, CARBONARIOS Y MASONES, UNA DIFICIL ENTENTE

Algunos de estos comuneros compartían militancia en la franc-masonería, sobre todo algunos de sus elementos más jóvenes y de los grados más bajos de ésta. La comunería no tuvo, ni remotamente, el carácter elitista de la franc-masonería. Mientras que para acceder a esta se precisaba incluso un cierto potencial económico, (las iniciaciones, la cuota mensual, los derechos de tránsito de un rito a otro o de una logia a otra, los mandiles y joyas, ya costaban entoces buenos dineros) la comunería se mostraba más asequible para la pequeña y baja burguesía, el estudiantado y las clases populares. El Madrid conspirativo se estratificó, pues, en "clases conspirativas" y la alta burguesía y las clases acomodadas militaron como franc-masones. El carbonarismo, por su parte, procuró extenderse en medios militares, y lo hizo con cierto éxito.

Entre 1823 y 1824 las fricciones y disputas entre comuneros, carbonarios y franc-masones habían adquirido caracteres siniestros. Abundaban las delaciones y las denuncias mutuas. Cada asociación había elegido por colores los propios y contradictorios con los otros: los masones el azul, los comuneros el morado alegando que el pendón de Castilla era de ese mismo color, los carbonarios el verde. En una primera fase masones y comuneros hicieron causa comun contra los carbonarios. Luego se modifican las alianzas y los comuneros se ven combatidos por la alianza de los otros dos rivales.
En las elecciones de 1823 masones y carbonarios pactan áreas de influencia. Al año siguiente vuelven a cambiar las alianzas y los comuneros exigen a los masones la destrucción del carbonarismo, para ello cuentan con la ayuda del geberal Guglielmo Pepé, italiano exiliado, disidente del carbonarismo que presentó al Gran Oriente liberal un "Plan para Regenerar Europa". Rechazado, Pepé dejó a sus peones en Madrid mientras que él viajó a Londres y Lisboa, estos constituyeron en los locales de “La Fontana de Oro”, la "Sociedad Europea", germen de lo que década y media más tarde sería la "Joven España".
 
En 1834 Giuseppe Mazzini, se había separado del cabonarismo italiano achacándole debilidad y lasitud en la obra de reunificación de la península itálica y había lanzado el periódico "Giovane Italia", pronto se transofrmó en movimiento político y aparecieron otras formaciones similares en distintos países: Joven Polonia, Joven Alemania (sociedad a la que se afilió Enrique Heine, el gran poeta), Joven Inglaterra (donde encontramos a un imberbe que luego daría mucho que hablar: Benjamín Diaraeli), Joven Hungría, Joven Bohemia, Joven Croacia. Federados todos estos grupos dieron como resultante la breve experiencia de "Joven Europa", disuelta pronto por las rivalidades y desconfianzas nacionales de cada sección. En el momento más álgido del Madrid conspirativo, "Joven España", junto con los restos de la comunería ("Vengadores de Alivaud") y dos grupos menores ("Unitarios" y "Derechos del Hombre") surgidos también de ramas disidentes de la comunería, dieron lugar a "La Federación", el último grupo conspirativo y romántico del Madrid dicomonónico.

Mientras que el carbonarismo se extinguíó con la llegada de los "Cien Mil Hijos de San Luis", la comunería aun dió que hablar, por si misma o gracias a sus disidencias. Históricamente la primera que afecto a 10 "torres" tuvo lugar tras unos desgraciados incidentes frente al Palacio Real el 30 de junio de 1922. Al cerrarse las Cortes, varios paisanos instigados por los comuneros insultaron a la Guardia Real. Estos, por su parte, vitorearon al Rey. Hubo choque y menuadearon los golpes, palos y caídas. Un oficial de la Guardia Real, Mamerto Landaburu, mal visto por sus hombres y por el resto de la oficialidad, presumiblemente comunero, intentó contener sable en mano a sus soldados en cuyos oidos retumbaban los insultos y oprobios verbales de los paisanos. Al alzar el sable contra el grupo de soldados más exaltados, lo derribaron unos disparon. Al día siguiente nacía en el Café de Malta, la Sociedad Landaburiana compuesta a partes iguales por masones y comuneros dirigidos por Romero Alpuente y Asensio Nebot, el primero con el título de "Moderador del Orden". El primer acto de la sociedad fue exigir una "víctima expiatoria a los manes de Landaburu". Resultó ahorcado un oficial francés, Teodoro Goiffeux, detenido cuando se encaminaba a Francia disfrazado de civil y que, no parece muy claro que tuviera algo que ver con el episodio. Poco duró la "landaburiana", cuyos elementos fueron a engordar otras disidencias de la comunería que enseguida se produjeron y a fusionarse con masones de las cuatro obediencias que operaban en aquel momento, en una inextricable secuencia de fusiones y disidencias que se nos antoja caprichosa, opaca y seguramente con cierto aire chusco.

En 1823 la comunería se partió en dos y aparecieron los Comuneros Españoles y los Comuneros Españoles Constitucionales, estos últimos pasaron a la masonería; ambos grupos comuneros eran llamados respectivamente "descalzos" y "calzados", según tuvieran cargo oficial en el Concejo de Madrid o no lo tuvieran. La palabra "calzado" equivalía a "ponerse las botas" con el usufructo del cargo público. Juan Palarea, un antiguo landaburiano, dirigió la disidencia que engordó a las logias y que posibilitó los estallidos de 1834 y 1835 con las subsiguientes matanzas de frailes.

1834 : LA QUEMA DE CONVENTOS. COMUNERIA AL ATAQUE

Muchos autores contemporáneos que vivieron los sucesos madrileños de 1834 no albergaron en su momento la menor duda que el degüello había sido inspirado por las sectas conspirativas, con la masonería y la comnería al frente. Parece ser que tres días antes de los sucesos, circulaban rumores por Madrid de lo que iba a pasar, hasta el punto de que  en algunos conventos e iglesias habían puesto a buen recaudo piezas de arte y joyas sacras, igualmente algunos liberales cuyos hijos asistían a colegios religiosos, fueron advertidos de la conveniencia de quedarse en casa.
La noche del 16 de julio ded 1834, que los cronistas madrileños recuerdan como lluviosa, en la calle de Toledo y de los Estudios, un desconocido cantaba una lúgubre canción, presagio de lo que se avecinaba:

                Muera Cristo
                Viva Luzbel
                Muera Don Carlos
                Viva Isabel


Un mes antes el cólera había atacado en Vallecas. Un regimiento de ingenieros acordonó el pueblo pero no pudo evitar que la epidemia se transmitiera. Las sectas conspirativas difundieron el rumor de la implicación del clero en la transmisiòn de la epidemia. Similares rumores sobre la implicación del clero en envenenamientos de aguas corrieron por las mismas fechas en toda Europa y es impensable que se tratara de un reflejo anticlerical expontáneo; se impone el considerar que existió un centro conspirativo difusor de rumores.

A las 12 un crío había resultado linchado tras ser sorprendido arrojando arena o inmundicias en la cuba de un aguador, en una travesura muy común en la época. El ambiente estaba muy sensibilizado respecto a la manipulación del agua, considerado como vehículo del cólera morbo y el pobre niño pagó caro su broma. Perseguido por los aguadores en la loca carrera estos gritaban que "echaba cosas malas al agua". En este mismo momento se gritó que otro muchacho, cómplice del infortunado, había conseguido huir al Colegio de los Jesuitas, el llamado Colegio Imperial de la calle del duque de Alba. El tumulto agrupó a varios cientos de personas que a las 3 de la tarde lo asaltaron. Era jueves, no había clases, allí mismo cayó asesinado el padre Francisco Sauri, luego, en el mismo punto, otros tres sacerdotes sufrieron degüello, entre ellos el padre Artigas, distinguido orientalista.  Los cadáveres de los jesuitas más jóvenes que intentaron huir disfrazados de colegiales, reconocidos por la tonsura, fueron arrastrados hasta la parroquia de San Millán en la plaza de la Cebada.  En las proximidades de la misma parroquia resultó asesinado en esos mismos momentos un lego que se dirigía desde el antiguo convento de la La Latina hasta una cerería próxima. En un paño llevaba los restos de cera antigua para cambiarla por cirios nuevos. Detenido por los revoltosos fue apuñalado con saña al grito de "!ese que lleva el veneno!". Puede juzgarse la psicosis colectiva que reinaba en Madrid. Los incidentes se trasladaron al convento de San Francisco el Grande donde los asesinatos revistieron rasgos de particular iniquidad. Aun a las 12 de la noche las turbas asaltaban el convento de la Meced en la plaza del Progreso.

La secuencia de los actos violentos se inició como hemos visto a las 3 de la tarde, hasta las cinco se asedió el convento de San Isidro, de cinco a siete la matanza en Santo Tomás, de siete a nueve un piquete de corazceros impidió el asalto al convento del Carmen Descalzo. De 9 a 11 horas los insidentes de desplazaron a San Francisco el Grande, en las dos horas siguientes cayó el convento de la Merced y a las cuatro de la mañana el convento de Atocha sufrió el mismo destino. Cuarenta y ocho personas fueron apaleadas, acuchilladas o degolladas, la mayoría de ellos clérigos y monjes o personas de servicio en los conventos. Otros muchos conventos sufrieron daños e intentos de asalto; pero todo induce a pensar que se trató de un grupo no excesivamente numeroso de agitadores que se fueron desplazando de uno a otro lugar, amparado por expontáneos que arropaban a los agitadores. En los meses siguientes, pareció como si los liberales más exaltados hubieran levantado la veda del clérigo y los incidentes y linchamientos se sucedieron por toda España, revistgiendo particular violencia en las bullangas barcelonesas de 1835.

LA RESPUESTA : SOCIEDADES SECRETAS CATOLICAS

Las consecuencias de esta campaña anticlerical, verosímilmente orquestada por las sociedades secretas y conspirativas, tuvo como primera consecuencia el encono de los sectores católicos contra la masonería y el liberalismo. A partir de 1820 los monárquicos legitimistas y católicos ultramontanos quisieron organizarse siguiendo las mismas pautas del enemigo y fue así como florecieron las sociedades secretas opuestas al liberalismo: jovellanistas, Junta Apostólica, el Angel Exterminador, los concepcionistas, aparecen después de 1824. Se tienen pocos datos sobre estos grupos aunque se intuye que tuvieron importancia en el apoyo que recibió en los primeros momentos Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, en sus aspiraciones al trono. El Angel Exterminador, fundada por el obispo de Osuna en 1827, contó entre sus filas a un buen número de prelados; los concepcionistas por su parte luchaban por el restablecimiento de la santa Inquisición, estos se vieron engrosados por los miembros de la Sociedad Defensora de la Fe, fundada en 1825.
 
Se contaba que buena parte de estos grupos fueron inspirador por Calomarde, uno de los válidos de Fernando VII; poco se sabe de cierto sobre estos grupos, pero si es rigurosamente histórico que los tradicionalistas monárquicos se sublevaron en 3 ocasiones contra Fernando VII entre 1824 y 1827 y que, estas experiencias -aunque limitadas- les situarían en óptimas condiciones para los alzamientos carlistas posteriores.

Hacia 1845 el carbonarismo y la comunería habían desaparecido completamente. Sus militantes pasaron a engrosar los partidos políticos republicanos que, poco a poco, fueron emergien a medida que cambiaba la situación política. Otros, fundaron organizaciones socialistas y comunistas utópicas. Una parte de la historia de España había concluido ; el entendimiento entre organizaciones ocultistas y política cotidiana sería, a partir de entonces, mucho menor y protagonizada fundamentalmente por las distintas obediencias masónicas... así hasta el advenimiento de la Segunda República.

© Ernest Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com – Se prohíbe la reproducción de este artículo sin indicar procedencia

 

 

El modelo histórico del 11 de septiembre

Infokrisis.- Este artículo forma parte de nuestra obra "La Gran Mentira" dedicada a desmontar la versión oficial de los atentados del 11-M. dicha obra fue publicada solo unos meses después de los ataques. Desde entonces la versión oficial ha sido apuntillada y rematada por distintos trabajos desarrollados en los EEUU. Sin embargo, en estos trabajos está completamente ausente la perspectiva histórica. A fin de cuentas, son norteamericanos, poco dispuestos a realizar un examen crítico sobre su historia pasada. Nuestra tesis, en cambio, sostiene algo diferente: el "auto-atentado", la provocación que va a costar vidas al pueblo norteamericano, pero que va a servir como "casus belli" para un conflicto en el que los EEUU obtendrán buenos beneficios, no es una novedad en la historia de este país, sino una constante. Desarrollamos esta idea en las páginas que siguen extraídas de la citada obra.

¿Cómo podemos sostener que un sector de la administración americana haya podido planificar o colaborar en la ejecución de un atentado que haya costado la vida de 3000 americanos? ¿No es acaso una monstruosidad sólo pensarlo? ¿no es escandaloso el mero hecho de enunciar esta hipótesis de trabajo? ¿no es una afrenta para los muertos y para el gobierno de su país que los ha llorado y vengado?

Pues bien, si los opositores a la tesis oficial tenemos legitimidad moral para exponer una hipótesis alternativa, es por la sencilla razón, de que operaciones de este tipo han sido una constante en la historia americana.

En esta parte de la obra vamos a ver someramente algunos “modelos históricos” del 11-S. No son pocos. No son desdeñables en la historia de los Estados Unidos.

PROVOCACIONES DE LA CIA: UN PEQUEÑO EJEMPLO

El 10 de octubre de 2001 se publicó uno noticia que demostraba el estilo de trabajo de los servicios secretos norteamericanos. La noticia se generó en Brasil en los años setenta. En aquella época, los militares ocupaban tranquilamente el poder y abordaban cómodamente la creación de infraestructuras en todo el país. La guerrilla urbana de Carlos Marighela había sido completamente liquidada en la década anterior y el gobierno militar tenía ideas propias. Quería convertirse en “potencia continental”. Para ello tenía recursos naturales, tecnología, población y territorio; era, en efecto, una nación “transoceánica”,  concepto geopolítico según el cual resulta imprescindible para alcanzar la hegemonía en un espacio geográfico el que las costas de un país sean bañadas por las aguas de dos océanos. Ciertamente las aguas brasileñas sólo dan al Atlántico, pero los militares se las habían ingeniado para ampliar su área de influencia hacia el Pacífico; en la parte Este de Bolivia los intercambios comerciales se hacían en aquella época en cruceiros, la moneda brasileña; los militares cariocas habían abordado la construcción de carreteras transamazónicas que cruzarían horizontalmente el país y los fronterizos hasta el Pacífico; y, finalmente, el Servicio Nacional de Inteligencia brasileño había tenido mucho más peso en el golpe de Chile de Pinochet que la propia CIA, contrariamente a lo que se ha dicho y lo que se tiene tendencia a creer. Baste recordar que el propio Pinochet se había formado en la escuela geopolítica brasileña... a la que pertenecía todo este orden de ideas que acabamos de exponer.

Pues bien, en esta balsa de aceite, la CIA planeó realizar atentados terroristas en Brasil cuya responsabilidad sería atribuida a organizaciones de izquierda. Estas revelaciones fueron realizadas por un antiguo colaborador de la inteligencia americana, actualmente ingeniero químico estadounidense, Robert Muller Hayes. Trabajó para la CIA en Brasil entre 1972 y 1976 y recibió la orden de preparar un atentado terrorista contra el Consulado americano en Sao Paulo que sería atribuido a la izquierda. Hayes no era un cualquiera en la CIA; en 1987 investigó la participación de colaboradores de la agencia en el contrabando de armas y presentó sus conclusiones al Senado. A decir verdad, Hayes había sido en los años 60 y 70, un asesino de la CIA, tal como él mismo reconoció. No sólo cosechó informaciones comprometedoras sobre el gobierno brasileño de la época, sino que además asesinó a militantes de izquierda latinoamericanos refugiados en aquel país. En un momento dado, se arrepintió: “Yo seguía una regla sencilla; solo mataba a personas malas. Nada de inocentes, mujeres y niños. Es necesario mantener ciertos principios.  Cuando me negué a participar en el plan, pasé a ser perseguido y amenazado de muerte”. Fue entonces cuando sus superiores le pidieron que atentara contra el consulado americano en Sao Paolo para responsabilizar a la izquierda.

La historia de Hayes es significativa del estilo de trabajo de la inteligencia americana: todo vale –incluso la muerte de los propios ciudadanos- para conseguir un objetivo. En el episodio revelado por Hayes Hayes, sorprende que esos atentados contra el consulado americano eran completamente inútiles: la izquierda había sido derrotada en Brasil y el país era extremadamente estable, acaso demasiado estable para los intereses americanos. La muerte de unos cuantos americanos lejos de su patria iba a servir de muy poco... sin embargo se programó.

Y es que este accionar ha sido una constante en la historia americana.

De hecho, la gran expansión comercial de ese país está directamente ligada a diversos episodios bélicos (la guerra de Cuba, la Primera, la Segunda Guerra Mundial, etc.). La opinión pública americana nunca ha estado predispuesta para entrar en estos conflictos, pero siempre su resistencia ha sido vencida mediante un episodio traumático –un “casus belli”- que ha despertado el patriotismo y el deseo de “revenge” (venganza) entre la población. Estados Unidos no es el único país que ha utilizado esta estrategia para arrastrar a la opinión pública a conflictos, pero si desde luego es el que ha llegado más lejos en cinismo y frialdad. Véase.

I. EL EXTAÑO CASO DE EL ALAMO

El 6 de mayo de 1836, con ocasión de la guerra con Tejas, el Ejército mexicano del general Santa Ana, decidió poner fin a los asentamientos de colonos en Texas, en esa época territorio mexicano. Santa Ana decidió poner sitio al fuerte El Alamo que, doce días después, fue asaltado, muriendo la mayoría de sus defensores; a pesar de que el General Sam Huston se hallaba en las proximidades con unos destacamentos militares tan fuertes como el ejército de Santa Ana, no se mivió para auxiliar a los sitiados. La cuestión es todavía más sorprendente si tenemos en cuenta que pocas semanas después, ese mismo ejército combatió y venció a Santa Ana en la batalla de San Jacinto. El resultado fue la anexión de 1/3 del territorio mexicano a EE.UU., incluyendo los extensos territorios de Texas al grito de "Remember the Alamo" (Recuerda El Alamo). El Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848) confirmó la anexión de California, Arizona  y el resto de Texas a los EE.UU.

El Alamo podía haber sido salvado. Desde el punto de vista militar era perfectamente factible que el enfrentamiento de San Jacinto se hubiera adelantado sólo unas semanas. Pero, entonces, se hubiera perdido el factor emotivo que permitió la impresionante movilización nacional contra México que le amputó un tercio de su territorio nacional.

II. EL EXTRAÑO CASO DE LA VOLADURA DEL “MAINE”

Cincuenta años después del episodio de El Alamo, en la noche del 15 de febrero de 1898 una enorme explosión destruyó la proa del acorazado Maine, uno de los más poderosos de la marina estadounidense. Perecieron 286 tripulantes de su dotación, abrasados o ahogados, mientras el buque se hundía en la bahía de La Habana. Los grupos imperialistas de Washington y la prensa amarilla de Nueva York aprovecharon el suceso para azuzar a la opinión pública contra España. Dos meses más tarde, Estados Unidos declaraba la guerra a la vieja potencia colonial. Tras la agresión a México, seguía la guerra contra España cuyo objetivo era convertir el Caribe en una zona de influencia indiscutiblemente americana.

EE.UU. ya había liquidado la pomposamente llamada "conquista del Oeste". En esa época ya estaban definitivamente enlazados los territorios del Este y del Oeste de los EE.UU. Claro que para ello hizo falta eliminar a las poblaciones indígenas en el genocidio más brutal y planificado de la historia. En ese tiempo ya se había desarrollado el embrión del poderío industrial norteamericano; el país estaba gobernado por la oligarquía industrial y financiera anglosajona, blanca y protestante enormemente enriquecida. Y uno de los sectores más pujantes y, políticamente, más comprometidos en toda esta aventura era la prensa. Decir “prensa” a fines del siglo XIX equivalía a pronunciar el nombre de John Randolph Hearts.
Gracias a Hearts la población ignoraba el genocidio de la población indígena y se sentía orgullosa del robo a México de extensos territorios. En este contexto ocurre el incidente de El Maine.

Las investigaciones revelaron que la explosión había sido interna, pero en EEUU nadie quiso escuchar. El gobierno español pidió un informe a la Royal Navy británica que concluyó que la explosión no era culpa de España, pero nadie en EEUU quiso escuchar. Hoy, incluso en Norteamérica, se reconoce que España no fue responsable de la voladura del Maine y se sostiene que se trató de una explosión fortuita en las calderas.

A raíz de esta guerra, España perdió Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Guam y Wake que pasaron a entrar en la zona de influencia americana. Y también se despertó sin Marina. Sigsbee, capitán del Maine, recibió un mensaje cuyo contenido completo nunca se ha conocido y se dirigió hacia el puerto de La Habana. Amarró a pocos metros del crucero español Alfonso XII, que apenas sufrió pequeños daños en la arboladura como efecto de la explosión; si se hubiera tratado de una explosión exterior estos daños hubieran sido extremadamente mayores. Y otro tanto hubiera ocurrido con el crucero español Legazpi, y el americano Ciudad de Washington, anclados en las proximidades.

Desde el principio, el debate consistía en establecer si el Maine se hundió a causa de una explosión accidental o bien de una explosión voluntaria provocada en el interior del propio buque. El Jefe de Policía de La Habana aludía directamente a la colocación de un artefacto explosivo dentro del barco por alguien de la tripulación o por un visitante. Jamás se sabrá a ciencia cierta por quien. Pero hay algún elemento que vale la pena tenerse en cuenta. Menos de cien horas antes de la explosión, el yate de John Randolh Hearst –con el evocador nombre de “Bucanero”- estuvo anclado a muy poca distancia de donde amarró el Maine. Se sabe que hizo numerosas flotas del Maine y luego levó anclas. Hearts, sin duda, fue el más belicista de los magnates norteamericanos. Había escrito: “Mi lema es que mientras otros hablan mi Journal actúa”. Y se conoce otra de sus frases “geniales”: "denme un incidente y yo ocasionaré una guerra".

Sea como fuera, todas las versiones apuntaban a una explosión en una de las calderas que generaban energía eléctrica; el incendio se comunicó a la Santa Bárbara del buque y a los torpedos y dinamita almacenada. Una explosión exterior inicial y con autoría humana, pudo provocar la siguiente y más grave en el pañol.

Clara Barton, fundadora de la Cruz Roja americana, se hallaba en La Habana, lamentaba aquella hecatombre a la que no pudo dar explicación razonable. Añade que desde el puerto los cubanos gritaban "traen dinamita para volar barcos españoles pero les explota a ellos". Los propios americanos reconocieron que los españoles habían reaccionado inmediatamente prestando ayuda a los heridos y náufragos. Toda la prensa europea e incluso algunos diarios norteamericanos negaban que España tuviera algún tipo de implicación con la deflagración. Edwin Lawrence Gogki, director y propietario del Evening Post, fue una excepción. Días después del siniestro escribió "nada tan desgraciado como el comportamiento de estos diarios [se refería a los de Hearst y al Word] se ha conocido jamás en la historia del periodismo de este país, con reproducción falseada de hechos, invención deliberada de cuentos calculados para excitar al público, a lo que se añade una temeridad desenfrenada en la composición de titulares. Es una vergüenza pública que los hombres puedan hacer tanto daño con el objeto de vender más periódicos".

EE.UU. no aceptaron la solicitud de arbitraje internacional. Apoyado por el grupo de Hearts, el gobierno americano incitaba al odio contra España y se negaba a reconocer cualquier argumento exculpatorio... una situación que tiene extraordinario paralelismo con lo ocurrido tras el 11-S. A poco que se examine con objetividad y serenidad los hechos, se advertirá que las declaraciones del portavoz talibán en Afganistán en el sentido de que Bin Laden sería entregado en cuanto se presentaran pruebas fehacientes de su culpabilidad en los atentados del 11 de septiembre, no fue tenido en cuenta, a pesar de que parece una oferta extremadamente sensata. Sólo que, desde el primer momento, EE.UU. ya había decidido que Bin Laden era culpable y que había que intervenir en Afganistán. En el caso del Maine era evidente que España no quería la guerra. Estados Unidos sí. Gracias a esa guerra, EE.UU. sustituyó a España en el Caribe y el Pacífico en lo que supuso la primera vuelta de tuerca de su expansión internacional.

III. EL EXTRAÑO CASO DEL “LUSITANIA”

Veinte años después, cuando la Doctrina Monroe (“América para los americanos... del Norte”) ya se había afianzado y el desarrollo industrial del país le permitía aspirar a nuevos mercados, la Primera Guerra Mundial le brindó una oportunidad de ampliar sus horizontes comerciales. Como era habitual con el pueblo americano, tampoco en esta ocasión existía una opinión pública belicista interesada en implicarse en lo que hasta ese momento se conocía como la “Guerra Europea”. Sin embargo, en Europa, especialmente en Inglaterra, se deseaba ardientemente que EE.UU. entrara en guerra al lado de las potencias aliadas. Todos los combatientes europeos estaban desgastados por tres años de guerra de desgaste y parecía que ninguno de los dos bandos pudiera alcanzar una hegemonía decisiva sobre el otro. Fue entonces cuando ocurrió el misterioso episodio del Lusitania y, una vez más, EE.UU. encontró el medio para convencer a su opinión pública de que había que entrar en guerra para satisfacer ese primitivo afán de venganza estimulado artificialmente: una vez más el esquema del Maine, de El Alamo, volvía a repetirse. No sería la última vez.

Hundido en la costa meridional de Irlanda, el 7 de mayo de 1915, a las 14:11, a veinte kilómetros de distancia, en la Old Head Kinsale, el Lusitania arrastró consigo a 1198 personas, 124 de las cuales eran americanas. Sabemos que el Lusitania fue hundido por un submarino alemán. Sin embargo se ha debatido hasta la saciedad los motivos por los que fue torpedeado. ¿Era el Lusitania un barco de pasajeros o era un buque artillado? ¿Es cierto que transportaba armas? Hoy no es posible dudar de que el trasatlántico fue sacrificado intencionadamente, a fin de inducir a la opinión pública americana a aceptar la intervención en la Guerra Europea.

El último viaje del trasatlántico -de Nueva York a Liverpool- comenzó el 1 de mayo de 1915. Los alemanes advirtieron a los pasajeros que pensaban viajar en el Lusitania que desistieran de su propósito y cancelaran sus reservas. Recordaron que todo barco de pasajeros perteneciente a un país enemigo que entrara en aguas de la zona de guerra se exponía a ser atacado.

La embajada alemana en Washington llegó incluso a publicar en los periódicos americanos anuncios que advertían: “A los viajeros que proyecten embarcarse en una travesía por el Atlántico, se les recuerda que existe estado de guerra entre Alemania y Gran Bretaña, y que los barcos de bandera británica pueden ser destruidos. Los pasajeros que viajen por la zona de guerra en barcos de Gran Bretaña o de sus países aliados, lo harán bajo su propia responsabilidad”.
 
A pesar de todo, 188 americanos reservaron pasajes a bordo del Lusitania, en cuya “inocente” declaración de carga no figuraban las más de 4000 cajas de municiones que transportaba, destinadas a contribuir al esfuerzo de guerra de los aliados.
 
El capitán William Tumer, recibió un mensaje del vicealmirante sir Henry Coke: “Submarinos en actividad a la altura de la costa meridional de Irlanda”. Uno de esos submarinos, el U-20, al mando del comandante Walter Schwiege, avistó al Lusitania. El barco iba armado por lo menos con doce cañones de 6 pulgadas y transportaba municiones y explosivos. En 1913, fue modificado para ser dotado de artillería pesada en caso necesario, quedando transformado en un crucero de guerra auxiliar. Una de las calderas del buque fue convertida en un depósito de municiones dotado de montacargas que podían elevar los proyectiles hasta la cubierta. ¿Por qué el Lusitania se hundió tan rápidamente? El torpedo disparado por el submarino alemán era del tipo “G”, cuyo poder de destrucción y de penetración era moderado. Fue el único impacto que recibió y bastó para lanzarlo al fondo del mar en apenas 18 minutos. Es casi seguro que la explosión hizo estallar las 4000 cajas de municiones que, como se admitió más tarde, viajaban clandestinamente a bordo? Todo induce a pensar que el Lusitania era en realidad un transporte de material bélico, camuflado como transporte de pasaje. El Almirantazgo inglés atrajo el buque hacia una zona infestada de submarinos alemanes. Era una trampa.

Después del desastre, norteamericanos y británicos se pusieron de acuerdo para encubrir lo ocurrido. Hoy se reconoce que la declaración de carga del buque fue falsificada; además, en los partes oficiales de sir Henry Coke, tanto como en el registro de señales del almirantazgo, faltan las entradas correspondientes al 7 de mayo: son las únicas páginas perdidas de los documentos oficiales en todo el periodo de la guerra. Los 188 pasajeros americanos muertos fueron la excusa para entrar entrar en la Guerra Europea y transformarla en Mundial.

Este conflicto, históricamente, sirvió para debilitar las potencias europeas, provocar la mayor alteración de fronteras de todo el siglo XX, y consagrar la supremacía del capitalismo americano. Mientras que las potencias continentales sufrieron altos niveles de destrucción material, especialmente Francia y Alemania, EE.UU., situado fuera del radio de acción de las bombas, pudo poner en marcha una ingente producción industrial al servicio del esfuerzo bélico. Este esquema se repetiría en la Segunda Guerra Mundial.

Cuando ocurría el incidente del Lusitania, algo había cambiado en relación al del Maine. Se había creado un eje anglosajón que dura hasta nuestros días y que consagró a Inglaterra como el principal ayuda de cámara de la política expansionista americana.

IV. EL EXTRAÑO ATAQUE A PEARL HARBOUR

Se suele pensar que EE.UU. entraron en las dos guerras mundiales con el fin de defender la democracia y la libertad, frente a gobiernos oscurantistas o totalitarios. Nada más lejos de la realidad. EE.UU. no han entrado jamás en una guerra por motivos ideológicos y mucho menos en defensa de unos derechos humanos que ellos mismos son los primeros en conculcar incluso en su propio territorio. EE.UU. sólo ha entrado en guerra –como potencia oceánica que es- allí donde ha querido ampliar sus mercados o para asegurarse el control de zonas ricas en reservas estratégicas. Cuando sus magnates económicos perciben una posibilidad de obtener buenos beneficios presentes o futuros deciden irrumpir en una zona. Frecuentemente bajo la forma de una intervención militar. Y si la opinión pública no es proclive a esta intervención, basta generar una situación de indudable dramatismo, poner en marcha los mecanismos de guerra psicológica (siempre hay un Hearst o una CNN dispuestos a hacer esa parte del trabajo sucio) para conseguir que todo un pueblo clame al unísono “¡venganza!”. Afán de lucro, cinismo criminal, provocación y doble lenguaje, son las armas empleadas habitualmente en este tipo de operaciones. La entrada de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial engloba, una vez más, todas estas técnicas.

Cuando el 7 de diciembre de 1941 los japoneses atacaron Pearl Harbour, los dos principales portaaviones norteamericanos habían abandonado la rada del puerto unos días antes. Este hecho ha permitido sospechar sobre si realmente se trató de un ataque por sorpresa. Cada vez con más insistencia se sostiene que, efectivamente, se trató de una maniobra de Roosevelt para justificar la entrada en guerra de su país. Con el ataque a Pearl Harbour los japoneses no sólo brindaron a los norteamericanos los pretextos necesarios para entrar en guerra contra las potencias del Eje, sino que además se embarcaron en una guerra desigual contra una nación pródiga en recursos humanos y en extensión territorial.

La invasión alemana de Polonia en 1 de septiembre de 1939, supuso el estallido de la Segunda Guerra Mundial. El día 3 de septiembre, Francia e Inglaterra declararon la guerra a Alemania. Hitler no tenía concepciones geopolíticas excesivamente claras. Como hombre visceral que era, se guiaba por impulsos, fue tensando una cuerda que finalmente se rompió. Se podía haber roto dos o tres años antes, al producirse la anexión de Austria o con la invasión del Checoslovaquia. Pero ocurrió con la intervención en Polonia. Esta ocurrió cuando la diplomacia alemana había sellado el Pacto Germano-Soviético, el cual implicaba algo más que manos libres en Polonia. Si bien, con el acuerdo, no había razón suficiente para la existencia de un Estado-tapón entre ambas potencias –Polonia-, los mentores del Pacto lo consideraron un acuerdo de alcance histórico que lograría crear un espacio euro-asiático continental, hegemónico frente a las potencias oceánicas anglosajonas. Las victorias alemanas en el Oeste, el episodio de Dunkerque y el vuelo de Hess a Inglaterra, demostró que una parte del régimen nazi deseaba la paz con Inglaterra precisamente para tener las manos libres en Rusia. Otros miembros del régimen nazi –Rosemberg, Bormann- tenían la concepción opuesta: querían vencer al mundo anglosajón y pactar con el mundo eslavo.

En cualquiera de los dos casos, EE.UU. permanecía alerta. Percibía que, sea cual fuera la orientación del conflicto, una vez más, Europa quedaría literalmente arrasada (a medida que los medios de destrucción eran cada vez mayores) y el esfuerzo bélico generaría un nuevo impulso para la industria norteamericana, incluyendo la posibilidad de penetrar en los mercados europeos hasta entonces vedados por medidas proteccionistas.

La cuestión era que el lobby pacifista norteamericano contaba con personajes extremadamente conocidos de la vida pública americana. El hecho de que Alemania hubiera terminado atacando a la meca del bolchevismo, implicaba que sectores conservadores, católicos y anticomunistas norteamericanos, miraron con simpatía esa operación. El famoso aviador Charles Limberg era uno de los antibelicistas más conocidos. Era imposible que cualquier presidente de los EE.UU. que quisiera ser reelegido, pudiera obtener del Congreso plenos poderes para declarar la guerra en esas condiciones. La tradicional amistad con Gran Bretaña no era suficiente como para arrastrar al país a la guerra. Así pues era necesario generar, una vez más, un “casus belli” capaz de vencer las resistencias y generar un estado de cólera en la opinión pública. Así se forjó la “operación Peard Harbour”.

En el verano de 1940 el Presidente Roosevelt ordenó la movilización de la flota del Pacífico y su concentración en Pearl Harbour. Cuando su comandante, el Almirante Richardson, protestó porque dicho puerto ofrecía protección inadecuada contra ataques aéreos y torpedos, fue relevado del cargo. El 7 de octubre de 1940 el analista de inteligencia naval McCollum, mandó a Roosevelt un memorando detallando cómo se podría forzar a Japón a una guerra contra Estados Unidos, proponiendo, entre las opciones, un embargo de petróleo a los nipones. Todo lo propuesto en ese memorando fue sistemáticamente llevado a la práctica.

Luego, el 23 de junio de 1941, un día después que Hitler atacase a la URSS, el Secretario del Interior y consejero del presidente, Harold Ickes, escribió otro memorando a Roosevelt en el que reafirmaba que “..se podría generar a raíz del embargo de petróleo contra Japón, una situación tal que haría no sólo posible sino sencillo el involucramiento en esta guerra de un modo efectivo. Y si de esta forma ingresamos indirectamente, nos evitaremos las críticas de haber entrado como un aliado de la Rusia comunista”. El propio Ickes hizo la siguiente anotación en su diario: “Por mucho tiempo he creído que nuestra mejor entrada en la guerra sería por el lado de Japón”.

Actualmente, a más de medio Siglo de ocurrido el ataque, el gobierno norteamericano se sigue negando a identificar y desclasificar muchos documentos japoneses descifrados antes del ataque, bajo la excusa de poner en peligro su “seguridad nacional”.

El 1 de agosto de 1.941, los EE.UU. impusieron el embargo de petróleo a Japón. Esto significaba apretar el cuello a esta nación que recibía de Norteamérica el 90% de su combustible. Los especialistas cifraban las reservas de petróleo de Japón en 65 millones de hectolitros. Como mucho daban para año y medio. Ahogando a Japón con el embargo de petróleo, y presentando propuestas inadmisibles para los nipones en términos geoestratégicos y militares, los Estados Unidos empujaron al Japón hacia la única salida posible: la guerra. Roosevelt había incitado directamente a los japoneses a entrar en guerra planteando un ultimátum el 26 de noviembre de 1941. En él exigía la retirada de todas las tropas japonesas de Indochina y Manchuria. Este ultimátum sólo fue comunicado al Congreso después del ataque a Pearl Harbour. Hasta ese momento los japoneses habían hecho todo lo posible para evitar la guerra, a partir del ultimátum no tenían otra posibilidad más que declararla. El príncipe Kenoye, embajador del Japón en los Estados Unidos había solicitado en varias ocasiones entrevistarse con Roosevelt para encontrar la solución. Roosevelt rechazó siempre el encuentro. Hoy se sabe que el gobierno de los Estados Unidos preparaba desde hacía años la guerra contra Alemania y Japón. La población norteamericana, sin embargo, no quería comprometerse en aventuras de este tipo y se mostraba francamente antibelicista e incluso, algunos sectores, especialmente tras el ataque alemán a la URSS, se mostraban abiertamente partidarios del Eje. Haciéndose eco de tal estado de ánimo, Roosevelt hacía declarado solemnemente, con un cinismo habitual en los presidentes americanos: “Me dirijo a todas las madres y padres para hacerles una promesa formal. Lo he dicho antes y lo repetiré sin cesar: vuestros hijos no serán enviados a la guerra en el extranjero”. Pero, junto a estas palabras tranquilizadoras, se negaba a entrevistarse con Kenoye, aumentando progresivamente la tensión.

Existen pruebas más que suficientes de que el Ejército Norteamericano estaba informado de que se iba a producir el ataque a Pearl Harbour. El embajador de los EE.UU. en Tokyo, Joseph Grew, informó en una carta dirigida a Roosevelt (27.01.1941) que, en caso de guerra, Pearl Harbour sería el primer objetivo japonés. El senador Dies, no solamente indicó al presidente (03.08.1941) que Pearl Harbour sería el objetivo preferencial japonés. Fue condenado al silencio. El 1941, la inteligencia americana consiguió decodificar las claves militares y diplomáticas de los japoneses. Esto permitía a Roosevelt conocer la fecha exacta, la hora y el lugar del ataque.

Al día siguiente, el presidente Roosevelt anunció en el Congreso que se había implantado el estado de guerra entre los Estados Unidos de América y el Imperio de Japón. La cifra oficial de bajas quedó fijada en 2.086 muertos, 749 heridos y 22 desaparecidos. La Armada perdió 92 aviones, y el Ejército, 96. La flota perdió 8 acorazados, 3 cruceros y varios buques menores de apoyo.

Desde la campaña japonesa en China, el gobierno norteamericano presionaba a Japón tensando la cuerda hasta el límite del enfrentamiento armado. Las Fuerzas Armadas de los EE.UU., conscientes de los riesgos que implicaba esta tensión, desde 1932 habían realizado ejercicios de simulación sobre ataques aéreos a Pearl Harbour, con aviones que despegaron desde portaaviones norteamericanos, y así pudo constatarse lo insuficientes de las defensas.
Además, criptógrafos estadounidenses lograron descifrar el código secreto de transmisiones de Japón y tenían conocimiento, desde 1.940, del creciente interés japonés sobre Pearl Harbour. A partir de septiembre de 1.941, los informes interceptados se referían no sólo a los movimientos de buques, sino a la posición exacta de los mismos en la rada del puerto así como de la posición de las baterías antiaéreas y frecuencia de los vuelos de reconocimiento en torno a las islas Hawaii, lo que sólo podía indicar que se estaba preparando un ataque.

A principios de 1.941, el General Martin y el Contralmirante Bellinger, jefes de las fuerzas aéreas del ejercito y de la aviación naval en Pearl Harbour, habían manifestado su preocupación por la pocas defensas de la base y anunciaban la posibilidad de un ataque japonés previendo la ruta, la intensidad y el número de portaaviones. No se equivocaron en nada.

Días antes de la operación, los norteamericanos habían interceptado y descifrado la orden dada a consulados y embajadas japonesas en los países hostiles (Holanda, Inglaterra y EE.UU., básicamente) de destruir los códigos secretos y documentos comprometedores ante el riesgo de conflicto, lo que sólo podía suponer que el Japón iba a entrar en guerra con ellos de forma inminente. Pese a todo no se adoptaron medidas preventivas. Pocas horas antes del ataque, los norteamericanos habían interceptado el mensaje cifrado, dirigido por el Ministerio de Asuntos Exteriores japonés a la embajada en Washington, que había de ser presentado al Secretario de Estado norteamericano: contenía la declaración de guerra. De todo lo anterior se desprende que los EE.UU. sabían dónde, cómo y cuándo se iba a producir el ataque japonés.

La pregunta es: ¿por qué no se adoptaron las medidas de seguridad oportunas? La explicación más probable se encuentra en el deseo del gobierno estadounidense de entrar en guerra, al encontrarse amenazados sus intereses económicos en el Pacífico y China, y con el riesgo de perder las millonarias inversiones efectuadas en Gran Bretaña, si ésta sucumbía ante Alemania.

Tras haberse pasado años abogando por la neutralidad, el gobierno estadounidense no podía esperar que sus ciudadanos aceptaran una entrada en la guerra de forma voluntaria, por lo que había que encontrar la manera de presentar la guerra como algo no deseado por el gobierno, pero necesario, como una guerra patriótica librada para vengar una agresión previa. Sólo un deseo calculado de entrar en guerra por parte del gobierno estadounidense explicaría la ausencia de medidas defensivas apropiadas, o por qué se retiraron las redes antitorpedos a los acorazados, se desistió de colocar globos cautivos de defensa antiaérea en la base, o por qué se retiraron aquel día los portaaviones norteamericanos de la rada de Pearl Harbour, dejando en su lugar acorazados obsoletos de la I Guerra Mundial. El valor militar de estos viejos buques frente a unidades japonesas del mismo porte era escaso.

A causa de retrasos en el descifrado del mensaje en la Embajada japonesa, la nota fue presentada a las dos y veinte de la tarde. En ese momento, la Flota del Pacífico ya había sido virtualmente aniquilada en Pearl Harbour. El efecto de su destrucción ante la opinión pública estadounidense determinó la decisión de vengar con sangre la afrenta. Sabemos lo que ocurrió después; lo que empezó en Pearl Harbour, terminó en Hiroshima y Nagasaki.

V. EL EXTRAÑO “INCIDENTE DE TONKIN”

Veintitrés años después, llegamos a Vietnam. El 2 de Agosto del 1964, siete meses después del asesinato de Kennedy, barcos aparentemente norvietnamitas atacaban al destructor “Madox” en el Golfo de Tonkín “sin mediar provocación alguna”. Dos días después, en la misma zona, en medio de una tormenta, dos lanchas presuntamente norvietnamitas lanzaron 43 torpedos contra dos barcos norteamericanos. En medio de un clima emocional extremadamente excitado, el Congreso norteamericano no pudo negarse a la petición de guerra abierta contra Vietnam del Norte, formulada por el presidente Johnson.

Inmediatamente fueron bombardeadas instalaciones militares de Hanoi. A partir del 5 de febrero de 1965, estos bombardeos fueron diarios. Casi cuarenta años después, nadie ha podido demostrar que este ataque alguna vez se produjera. Los barcos norvietnamitas eran invisibles y los presuntos torpedos no provocaron daño alguno en los navíos americanos. El segundo ataque jamás existió y en cuanto al primero, Murrey Marder, reportero que cubrió la noticia para el Washington Post, reconoció años después que la información publicada era falsa y que “jamás hubo retractación”. Marder recordó haber visto con sus propios ojos como la marina de Vietnam del Sur “respaldada por EE.UU., había estado bombardeando las islas costeras de Vietnam del Norte, justo antes de los ataques “no provocados” contra los barcos de EE.UU. en el golfo de Tonkín. Pero la máquina de propaganda del Pentágono estaba acelerando: Antes de que pudiera hacer algo como reportero, el Washington Post había apoyado la Resolución de Tonkín”. Marder añadió: “Si la prensa estadounidense hubiera estado haciendo su trabajo correctamente y el Congreso hubiera hecho lo mismo, no nos hubiéramos implicado en la guerra de Vietnam”. Raldolph Hearst había muerto, pero su espíritu seguía vivo entre los magnates de la prensa americana...

La llamada Resolución del Golfo de Tonkin, entregaba al presidente poderes para intervenir directamente en el conflicto. Fue el inicio de la guerra del Vietnam. Hoy se sabe que el primer ataque norvietnamita, de haber ocurrido –y no existe seguridad de que así fuera- fue provocado por Estados Unidos y el segundo nunca existió. Con posterioridad, se revelaron las conversaciones telefónicas entre el Presidente y el Secretario de Defensa McNamara; se supo entonces que Johnson había engañado al Congreso, ocultando que habían ordenado operaciones secretas para provocar a las fuerzas de Hanoi, previamente al episodio de Tonkín.

Es imposible separar en el tiempo y en la lógica de los hechos, el asesinato de Kennedy del episodio de Tonkín. La única diferencia entre la presidencia de JFK y la de Johnson consistía en que, el primero se negaba a implicar más al país en Indochina, mientras que el segundo –comprometido con sus amigos tejanos representantes del consorcio militar-industrial- no perdió la ocasión para intervenir en Vietnam. Pero existían limitaciones legislativas y la opinión pública no se sentía excesivamente atraída por la intervención. Fue necesario un episodio de alto voltaje dramático para sacudir –una vez más- la conciencia americana. Y esa fue la función del “incidente de Tonkín”. Si bien en ese episodio no se produjeron muertos ni heridos, sino solo una afrenta al orgullo norteamericano, lo que seguiría en los diez años siguientes costaría casi 50.000 muertos y el hundimiento moral de los EE.UU. Además, por su puesto, de cuantiosos dividendos para la industria de armamento.

Todavía hoy, cuando las relaciones entre EE.UU. y Vietnam se han normalizado, éste país sigue negando cualquier implicación en el “incidente” y, ni ayer ni hoy, el Pentágono ha podido demostrar fehacientemente que el ataque se produjera, aun a pesar de que los torpedos disparados deberían haber dejado rastros físicos. No fue así. Hoy puede intuirse que se trató de una nueva provocación a fin de formar un “casus belli”.

VI. EL MISTERIO DEL PRIMER ATENTADO CONTRA EL WTC

Una bomba cargada con 600 kilos de dinamita, oculta en una rampa de acceso al aparcamiento subterráneo, estalló en el WTC de Nueva York. Era el 26 de febrero de 1993. La explosión provocó un cráter de 30 metros de diámetro y unos 60 de profundidad, desatando un incendio. También destruyó los seis niveles de subsuelo del centro y, poco después, por efecto de la onda expansiva, se derrumbó el techo de la estación de trenes que cubren el trayecto entre Nueva York y Nueva Jersey. Fallecieron seis personas y otras mil resultaron heridas. El atentado anticipó lo que ocurriría ocho años después en el mismo lugar y a una escala mucho mayor y no sólo por que anticipó las escenas de dramatismo y terror, sino por los puntos oscuros que salieron a la superficie durante la investigación.

Rápidamente, las investigaciones se dirigieron hacia los medios islámicos y el FBI no tardó en identificar a los culpables. En mayo de 1994 cuatro activistas islámicos integristas fueron condenados a un total de 240 años de cárcel por ese atentado, que luego fue imputado a la red terrorista que supuestamente dirigida por el jeque Omar Abdel Rahman, guía espiritual de una organización clandestina integrista egipcia.
 
Pero no todo estaba tan claro como el jurado pretendía. Empecemos por el “jeque ciego”. No era un desconocido. Predicador islámico y líder religioso abogaba por el derrocamiento violento del Gobierno egipcio, lo que no fue obstáculo para que obtuviera en 1990 un visado para EEUU. Abdel Rahman predicaba en una mezquita de Nueva Jersey que frecuentaban varios de los sospechosos detenidos por el atentado de 1993. El líder islámico religioso obtuvo un visado para EEUU en Jartum, “gracias a un error informático” y después de que los consulados norteamericanos en Cairo y Londres se lo denegaran. Al saberse este dato, se difundió el rumor entre los medios de información de que “Hubo una serie de mensajes frenéticos de Washington y El Cairo a la Embajada para cancelar el visado, pero el líder islámico ya había partido para EEUU y pasó sin problemas el control de pasaportes en el aeropuerto J.F. Kennedy de Nueva York”. Esta noticia, como veremos, resultó ser completamente falsa. Estaba claro que se le había ayudado a entrar en EE.UU. por los servicios prestados en anteriores episodios, sin duda, el más notorio de los cuales fue su apoyo a las guerrillas antisoviéticas afganas.
El 22 de julio se supo que el “error informático” al que se aludió en un principio era falso. Ese día, The New York Times reveló que los servicios secretos de Estados Unidos estuvieron más implicados de lo que se creía en la concesión de visados de entrada en el país al Omar Abdel Rhaman. El diario había obtenido documentos secretos del Departamento de Estado. Entre 1986 y 1990, el Servicio Central de Información estadounidense (CIA) aprobó seis veces la concesión de visado a su nombre.

La última vez que Abdel Rahman obtuvo un visado de entrada en EEUU fue en la embajada estadounidense en Sudán en 1990, donde se lo concedió un empleado de la CIA destacado en dicha representación diplomática. Pero en esa época, el líder integrista ya tenía un amplio historial relacionado con episodios de terrorismo. En 1981 fue procesado y absuelto en Egipto de los cargos de participar en la conspiración para el asesinato del presidente Anwar Sadat. Ocho años después las autoridades egipcias le acusaron de incitar a la violencia entre sus fieles. Pero sus extremadas buenas relaciones con la CIA derivaban de su contribución al reclutamiento de integristas musulmanes para luchar en las filas de la guerrilla afgana. Fuentes gubernamentales egipcias aseguraron que incluso trabajó para la inteligencia americana.

Hosni Mubarak, presidente egipcio, afirmó dos meses después del primer atentado al WTC, que había enviado informaciones al FBI sobre la red de integristas islámicos en EEUU. En una entrevista publicada hoy por el The New York Times, el líder egipcio declaró que “el atentado podría haberse evitado si hubierais escuchado nuestros consejos". Mubarak echó la culpa por la ola de violencia en Egipto y otros países de Oriente Próximo a los guerrilleros afganos que, apoyados por EEUU, combatieron al Ejército Soviético en la década de los años 80. Altos funcionarios egipcios dijeron a ese diario norteamericano que meses antes habían alertado a EEUU sobre las actividades y los discursos incendiarios del líder religioso integrista Omar Abdel Rahman y sus predicaciones en Nueva Jersey y en las mezquitas de Brooklyn.

Así pues, el principal instigador del crimen –o presentado como tal- había entrado sin problemas en EE.UU. de la mano de la CIA. Pero lo más sorprendente es que el resto de acusados, con anterioridad, ya había sido investigado por el FBI. El 10 de junio de 1993, se supo que el FBI tenía la sospecha de que estaban programando un “acto criminal”, se habló incluso del intento de asesinato del secretario general de la ONU, Butros Gali. Sorprendentemente, seis semanas antes del atentado al WTC, los agentes de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) desistieron de sus pesquisas que se habían prolongado por espacio de cinco meses, al no encontrar pruebas que confirmaran sus sospechas, según el periódico neoyorquino US News and World Report.

Entre la veintena de investigados estaba el egipcio Mahmud Abuhalima, de 33 años, considerado el "cerebro" del atentado. Era la cuarta vez que el FBI le investigaba, y en enero de 1993, los agentes concluyeron que las sospechas de que planeaba el asesinato de Gali eran infundadas. Sin embargo, cuando se decidía concluir esta investigación, su célula ya estaba planificando el atentado contra el WTC.

Todo esto es bastante preocupante, pero mucho más lo es recordar la noticia publicada el 28 de octubre de 1993 y difundida en España por EFE, según la cual: “El FBI no sólo sabía que se estaba preparando un atentado contra el World Trade Center de Nueva York sino que anuló unos planes para hacerlo fracasar, según cintas grabadas en secreto por un confidente”. Algunos extractos, fueron publicadas por el diario The New York Times, y revelan que las autoridades fueron alertadas sobre los preparativos de un atentado. La noticia proseguía explicando que, ante las advertencias del confidente, los investigadores prepararon un plan para cambiar los explosivos que iban a utilizar los presuntos terroristas por una sustancia inofensiva. Pero el plan fue cancelado por un supervisor del FBI, cuya identidad no ha sido facilitada, “quien tenía diferentes ideas de cómo utilizar los servicios y los datos que ofrecía el confidente, el ex militar egipcio Edmad Salem”. Las transcripciones de las cintas fueron facilitadas a la defensa de los 15 acusados de formar parte de un complot que presuntamente planeaba asesinar al presidente egipcio, Hosni Mubarak, en una visita a Nueva York y cometer un atentado contra la sede de la ONU y dos túneles muy transitados de esta ciudad.

Sin embargo, las grabaciones contienen también conversaciones en las que Salem se queja a agentes del FBI de que si hubieran hecho caso a sus advertencias se hubiera podido evitar el atentado contra el WTC. Después del atentado, Salem estaba tan furioso que quería quejarse a los máximos representantes del FBI en Washington, pero agentes de dicho organismo en Nueva York le disuadieron, según The New York Times, que cita un fragmento en el que el informante afirma que "desde el atentado me siento horrible ... siento que aquí (FBI) hay gente que no me escucha". En la misma conversación la agente del FBI Nancy Floyd intenta animar a Salem al declarar que "no fue porque usted no lo intentó y yo lo intenté" y agregó que "no se puede forzar a la gente a hacer lo apropiado". En otro fragmento Salem comenta una conversación que tuvo con el agente del FBI, John Anticev, al que le dijo que "ahora han visto el atentado y ustedes dos saben que hubiéramos podido evitarlo (...) a ustedes se les paga para prevenir que ocurran estos problemas". "Manejábamos el caso perfectamente hasta que llegó el supervisor que lo enredó todo", declaró Salem en una conversación con Anticev, quien no puso objeciones a dicha afirmación. En otros extractos de las cintas filtradas a la prensa, el líder integrista musulmán Omar Abdel Rahman declaró a Salem que no quería tomar parte en el atentado contra la ONU.

Aunque el director del FBI, Louis Freech, afirmó que no podía comentar el asunto, fuentes no identificadas de esa agencia federal confirmaron al diario The New York Times la apertura de una investigación sobre el tratamiento que se dio a las informaciones y advertencias hechas por Emad Salem. Las informaciones de Salem, quien supuestamente recibió un millón de dólares del Gobierno de EEUU por sus servicios, permitieron la detención de los presuntos miembros del complot. Salem empezó a trabajar como confidente del FBI antes del atentado e incluso se infiltró en los círculos más cercanos a Omar Abdel Arman, en 1991, a raíz de la investigación sobre el asesinato en Nueva York del líder radical judío Meir Kahane.

La información transmitida por Salem permitió al FBI vigilar durante más de seis semanas y detener finalmente a los ocho presuntos terroristas, de los que se dijo que planeaban volar la ONU, dos túneles bajo el río Hudson por donde transitan decenas de miles de personas al día, y la sede del FBI en Nueva York. La banda también preparaba, según las autoridades, el asesinato del secretario general de la ONU, el egipcio Butros Gali, del presidente de Egipto Hosni Mubarak, y de dos políticos neoyorquinos. Sus motivos para cooperar con el FBI eran "altruistas y mercenarios", dijo una fuente, mientras otra explicó que el ex militar egipcio, musulmán convencido, consideraba que los conspiradores habían pervertido el Islam.

Recapitulemos.

-    Así pues, el inspirador del atentado era un antiguo colaborador de la CIA en Afganistán, al que la CIA introdujo en EE.UU.;

-    la célula terrorista había sido investigada por el FBI, existían informes procedentes de Egipto en los que se detallaban los episodios de terrorismo en los que estaban implicados los miembros de la célula y su inspirador;

-    la célula estaba infiltrada por el FBI que seguía sus pasos con uno de sus confidentes inmejorablemente situado en su interior.
Pero aún hay algo más grave que todo esto. La “infiltración” de Salem no fue tangencial o exterior al centro que planificó el atentado. De hecho fue él mismo quien fabricó la bomba. La afirmación se encuentra en la trascripción judicial de las conversaciones grabadas secretamente por el informante y que revelan que la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) estaba presuntamente al tanto de la fabricación de la bomba. En una conversación tenida en abril de 1993 con el agente del FBI, John Anticev, Salem justificó la nota de gastos que le presentó al señalar que los costes eran más elevados, debido “a la fabricación de la bomba”. Salem afirmó también que la bomba fue construida "con la supervisión de la Oficina" (el FBI). En un fragmento de la conversación, Salem dijo: "sabemos que la bomba empieza a ser construida. ¿Por quien? por vuestro informante confidencial".

Uno de los abogados de la defensa, Ronald Kuby, afirmó: "creemos que Emad Salem puso la bomba en el World Trade Center". Kuby explicó que debido a que se encontraba cerca del lugar del suceso cuando ocurrió la explosión, Salem sufrió una afección de oído, por la que fue hospitalizado. Según la hipótesis de la defensa, Salem se habría ofrecido para fabricar la bomba con el fin de ganarse la confianza de los acusados y al mismo tiempo obtener un lucrativo beneficio por su colaboración con el FBI.

Con los datos de que disponemos es posible afirmar que:

-    los servicios de inteligencia americanos, no sólo sabían que se iba a producir un atentado en el WTC, sino que además lo estimularon,

-    no hicieron nada sustancial para impedirlo e incluso puede pensarse si no lo instigaron y

-    el celo de la CIA en introducir en EE.UU. al jeque Abdel Rhaman parece una maniobra para crear un falso responsable intelectual del crimen.
La CIA sospechaba que el jefe del comando, Ramiz Ahmed Yousef, que logró huir -¡tras ser interrogado por el FBI!- se ocultaba en Iraq, a pesar de que sus pistas se perdían en Jordania. El presidente Clinton, ordenó un nuevo bombardeo de Bagdad...

VII. CONCLUSIONES

-    Gracias al Motín del Te de Boston, se inició la guerra de la independencia de Gran Bretaña.

-    Gracias a la caída de El Alamo, EE.UU. arrebató e incorporó 1/3 del territorio mexicano.

-    Gracias a la explosión del Maine se hizo con el control económico del comercio en el Caribe.

-    Gracias al hundimiento de Lusitania logró entrar en la guerra europea y dar salida a enormes excedentes de producción.

-    Gracias a Pearl Harbour, consiguió entrar en la guerra europeoa y obtener un espacio preferencia en los mercados europeos en la postguerra.

-    Gracias al incidente de Tonkin el conplejo militar-industrial se enriqueció como nunca había hecho, gracias a la entrada en la guerra del Vietnam.

El llamado “motín del té de Boston” fue el pistoletazo de salida de la independencia americana. Y no se trató de un episodio misterioso. Hoy se sabe que los “indios” que asaltaron el buque inglés en el puerto de Boston y arrojaron toda la carga al mar, eran colonos pintarrajeados y disfrazados de indios, todos los cuales pertenecían a la logia masónica local. El “motín del té” es el primer episodio en la historia de los EE.UU. en el que lo que se ve es muy diferente de la realidad en sí misma. Nada es lo que parece en la historia de los EE.UU. Ese mismo esquema basado en la falsedad, la mentira, la provocación y el cinismo, han sido una constante en la historia americana que ha afectado, como hemos visto, de manera muy directa a España. Pero los pueblos y sus gobiernos eluden extraer consecuencias de la historia.

Gracias a esa ignorancia histórica, EE.UU. puede permitirse el lujo de crear un “casus belli” capaz de generar un nuevo conflicto del que sus intereses salgan reforzados. Cuenta para ellos con 26 servicios de inteligencia dotados globalmente de un presupuesto anual de 30.000 millones de dólares. La red de complicidades de estos servicios con los medios de comunicación es hoy, proporcionalmente tan importante como lo era en tiempos del Maine.
El pueblo americano, celoso de sus libertades, contrario a las intervenciones estatales, opuesto tradicionalmente a los dispendios de los organismos federales, desconfía de todo lo que supongan aventuras exteriores. La oposición a la guerra de Vietnam, a pesar de ser protagonizada por movimientos pacifistas, nueva izquierda y grupos contestatarios, fue una iniciativa muy propia del pueblo americano. De la misma forma que justificar los bombardeos de Vietnam del Norte en función del prefabricado “incidente de Tonkín” era una argucia, también muy propia, de la Administración...

Los Presidentes de los EE.UU. saben que sus posibilidades de reelección están muy disminuidas en caso en embarcarse en aventuras exteriores. Y es que las decisiones en política exterior pesan mucho en la política interior americana. Por lo demás, no resulta demagógico recordar que en las guerras cuyo desarrollo aumenta inevitablemente el poder del consorcio militar-industrial, los que mueren son los hijos de los norteamericanos medios, no los vástagos de las dinastías locales.

El único procedimiento mediante el cual las administraciones americanas han logrado salvar la resistencia de la población a implicarse en conflictos fuera de su territorio, ha sido la creación de episodios de inusitado dramatismo que han suscitado un impulso emocional en busca de venganza, ante el cual, el aislacionismo en política exterior pasa a un plano muy secundario.

Pero el impulso de venganza dura poco; cuando está agotado, o bien es necesario ofrecer victorias al pueblo americano (como ocurrió con las dos Guerras Mundiales), o bien se trate de una guerra de corta duración que termine con una rápida e incuestionable victoria (guerra contra México, guerra contra España, Segunda Guerra del Golfo, ataque a Afganistán). El riesgo consiste en que el deseo de venganza se disipe antes de haber podido ofrecer victorias. En ese caso, el pueblo americano genera redobladas resistencias a proseguir el conflicto. Tal fue lo que ocurrió en Vietnam.
Sea como fuere el modelo histórico es siempre el mismo a expensas del resultado final del conflicto iniciado. Lo verdaderamente importante es establecer el mecanismo mediante el cual se genera un conflicto a partir del interés de una parte por adquirir una posición preponderante en una zona geográfica o en una competencia comercial.

EE.UU. es, como hemos visto, lo que geopolíticamente es una “potencia oceánica” y, por tanto, sus intereses son, ante todo y sobre todo, comerciales. Es la “nueva Cartago”. Y para defender esos intereses, cualquier procedimiento es bueno. No puede decirse que, para las administraciones americanas “el fin justifique los medios”, sino más bien que “un solo fin –la hegemonía- justifica todos los medios”. Y uno de estos medios es el terrorismo entendido como provocación.

Desde el punto de vista operativo, contra más extremista es un grupo político, más fácilmente es manipularlo. Muy frecuentemente determinados grupos terroristas –o sus cúpulas- han aceptado fácilmente su manipulación a fin de aumentar su radio de acción o su capacidad para cometer atentados. Tal es el caso de Bin Laden durante su período de colaboración con la CIA en la lucha contra los soviéticos en Afganistán.

Puede establecerse el siguiente axioma: allí donde existe extremismo político, no hay reflexión estratégica en profundidad y, por tanto, hay una inmadurez política susceptible de ser manipulada. Entendemos por “inmadurez política” el desfase existente entre el proyecto político que se pretende poner en práctica y las posibilidades reales de hacerlo recurriendo a la violencia. El tipo de activista que ingresa en un grupo terrorista une a su convencimiento ideológico un impulso irrefrenable a la violencia que puede surgir de factores muy diversos: sexualidad anómala, frustraciones existenciales, psicopatías, una energía vital mal encauzada, presiones socio-culturales del medio en el que vive, etc. Sea como fuere, la inmadurez política está siempre presente. Y eso facilita la manipulación, la provocación y la infiltración.

Como ya hemos visto, otra estrategia muy habitual en los servicios de inteligencia es dejar actuar a un grupo terrorista, sin interferir en su acción, ni desarticularlo, así puede ir cometiendo pequeñas acciones terroristas, hasta que, finalmente, “alguien” comete un macroatentado que es endosado en la cuenta del grupo terrorista en cuestión. Dado que ese grupo se ha mostrado capaz de cometer acciones terroristas, nada impide pensar que, bruscamente, haya dado un salto cualitativo, y cometido una acción mucho más importante... a pesar de que, en realidad, no haya tenido nada que ver con ella. Es la estrategia de la manipulación y la provocación.


Otra estrategia habitualmente utilizada en la historia americana es la del arrinconamiento del adversario hasta que se le pone en situación de responder (así ocurrió con los japoneses en Pearl Harbour y en el caso del Lusitania). En el momento en que se ha atraído al adversario a la trampa, cuesta poco sacrificar unos cuantos cientos o miles de peones si, a cambio, el beneficio que se va a obtener es extraordinariamente alto. Colóquese a un lado lo que significan los 3.500 muertos en los atentados del 11-S, junto a los extraordinarios beneficios que reporta adelantar las líneas hasta las puertas del Caspio, custodiando las terceras reservas petrolíferas mundiales. Piénsese en los 2.500 americanos muertos en Pearl Harbour junto a los extraordinarios beneficios que reportó el vencer las barreras arancelarias europeas y crear mercados mundiales como consecuencia del conflicto desencadenado con un ataque que, era impactante para la opinión pública, pero estaba muy lejos de aportar una victoria completa para los japoneses.

Finalmente, otra estrategia concurrente consiste en achacar al adversario justamente aquello que uno mismo está realizando. El doble lenguaje ha sido utilizado por los totalitarismos de todos los tiempos. El caso del 11 de septiembre es extremadamente significativo: EE.UU. ha mentido, intoxicado, falseado y manipulado pruebas, lanzado acusaciones falsas, decretado medidas totalitarias en Intertnet, realizado bombardeos de terror sobre las ciudades afganas, apoyado y armado a bandas de asesinos, como mínimo tan desaprensivas como los talibanes, tratado a los prisioneros en Guantánamo con una crueldad difícilmente imaginable para un Estado occidental moderno, todo ello para concluir que se ha actuado en nombre de la libertad, los derechos humanos y la democracia que estaban en peligro por la acción de los terroristas. O como dice el refranero español “te lo digo para que no me lo digas”.
 
El misterio que rodea al atentado contra las Torres Gemelas y el Pentágono no es sino la reedición de un modelo histórico repetido en innumerables ocasiones y con pocas variaciones, en la historia de los EE.UU. En el momento de escribir estas líneas lo obtenido por la política exterior americana bien vale la humillación de ver el WTC convertido en un amasijo de ruinas flameantes. Al calor de esas ruinas, el pueblo americano elevó un grito de venganza. Y George W. Bush, el presidente no refrendado en las urnas, “escuchó” ese grito y aprovechó para matar varios pájaros de un tiro: con la presión psicológicas de los atentados y estimulado el deseo de venganza, nadie se opuso a sus medidas limitadoras de las libertades en el interior del país, nadie condenó los bombardeos de Afganistán, nadie denunció que toda la farsa olía a petróleo y que se aprovechaba para intervenir en zonas distantes del foco del conflicto (Filipinas) y amenazar a otras (Irán, Iraq, Corea, Siria); finalmente, Bush alcanzó el liderazgo que no tenía al alcanzar fraudulentamente la Presidencia y borró su imagen de patán ignorante y zafio.

(c) Ernesto Milà - infokrisis  infokrisis@yahoo.es - http://infokrisis.blogia.com - Prohibida la reproducción de este artículo sin indicar procedencia.

El misterio del ántrax a nueve años vista: otra

Infokrisis.- En octubre de 2001 se produjo en EEUU la alarma del ántrax, primera de una larga serie de 32 “alarmas” que se han ido sucediendo hasta ahora casi ininterrumpidamente. Aquella alarma se extendió a nivel mundial. Ernesto Milà –con el seudónimo de “León Klein”- analizó este episodio en su libro “11-S: La Gran Mentira”, actualmente agotado. Este artículo fue escrito pocos días después de producirse el episodio del ántrax y constituye una de las primeras versionescríticas que se redactaron sobre un tema que, finalmente, tal como intuíamos, no fue más que un "autoatentado" impulsado desde las esferas del gobierno neo-con norteamericano a fin de reforzar la psicosis causada por el 11-S.
 
EL MISTERIO DEL ÁNTRAX

Desde principios de octubre se dispararon las alarmas: alguien estaba enviando sobres con esporas de ántrax en lo que se calificó como el primer episodio importante de terrorismo biológico. Desde el primer momento se relacionó el episodio del ántrax con los atentados del 11 de septiembre. A pesar de que la campaña provocó apenas 5 muertes, a los pocos días de haberse iniciado, la psicosis se había extendido por los EEUU Desde el poder, se hizo todo lo posible por relacionar la campaña bioterrorista con Bin Laden. ¿La prueba? La esposa del editor del diario Sun de Miami, en el que trabajaba la primera persona que falleció a causa del ántrax en EEUU, alquiló dos apartamentos en Delray Beach a los presuntos secuestradores que llevaron a cabo los atentados del 11 de septiembre. Los resúmenes de agencias indicaban que los investigadores no tienen dudas de que los apartamentos fueron lugar de reunión para los sospechosos y, desde allí, se planificaría la campaña del ántrax. Con una prueba tan débil se construyó el mito de la implicación de Bin Laden en la campaña del ántrax y se difundieron los rumores sobre la inminencia de un ataque con armas químicas y bacteriológicas. En esos momentos, los bombardeos americanos sobre Afganistán se habían sistematizado y empezaban a llegar noticias de masivos “daños colaterales” sobre la población civil. Los rumores sobre violación de los derechos humanos en aquellos momentos estaban tomando cuerpo: el 31 de octubre el FBI había practicado 1000 detenciones, cuyas identidades no habían sido difundidas y se sabía que se estaban practicando detenciones secretas (La Vanguardia, 31 de octubre 2001). La nueva ley antiterrorista aprobada tras los atentados del 11-S equivale a un estado de excepción permanente, permite a las autoridades detener durante siete días sin cargos y sin control judicial. Las fuentes oficiales que difundían esta noticia reconocían que la inmensa mayoría de los detenidos no tenía nada que ver ni directa ni indirectamente con los atentados del 11 de septiembre.

Otra de los argumentos (ya que no “pruebas”) más absurdos con las que se intentó relacionar el ántrax con Bin Laden, pasaba por España. Obsérvese. El 12 de octubre el FBI filtró la noticia según la cual, dado que España era el país europeo en el que se producían más casos de ántrax y Mohamed Atta, considerado como presunto “coordinador” de los atentados del 11 de septiembre, había pasado por España, ergo... la relación era evidente. Por increíble que parezca, un argumento de este jaez se publicó en La Vanguardia del 12 de octubre (página 11). Pero la campaña de despropósitos no cesó aquí.

El 15 de octubre las agencias difundieron una noticia cuyos titulares eran inquietantes: “Cruz Roja abandonó en Kabul un laboratorio que cultivaba ántrax”. Bastaba leer el titular para pensar que si en esos mismos momentos EEUU estaba siendo víctima de una epidemia de ántrax que seguía a los ataques del 11 de septiembre, siendo éstos atribuidos a los talibán, se estaba sugiriendo que en ese laboratorio afgano se cultivaba el ántrax criminal distribuido en EEUU Solo que había que leer la letra pequeña de la noticia para advertir que se trataba de un nuevo rumor malintencionado: el propio responsable de los programas de la Cruz Roja para Afganistán comentaba que “Se trata de un laboratorio modesto que costó 125.000 dólares y que manejaba matrices inofensivas del bacilo del carbunco”. Se añadía incluso que “la cepa utilizada es la bautizada como la 34F2 Sterne, que todos los expertos saben que no puede ser reactivada”.

El 12 de diciembre de 2001, la cuestión del ántrax repuntó por última vez en las primeras páginas de los diarios americanos. Ya habían pasado dos meses desde la aparición de los primeros sobres con ántrax. A mediados de diciembre, los bombarderos americanos machacaban las posiciones talibán en Tora Bora y la carne de cañón de la Alianza del Norte asaltaba las cuevas donde la mitología del 11 de septiembre ubicaba a Bin Laden. Pocos talibán se rinden, la mayoría de los que resultan capturados están heridos; uno de ellos es un joven musulmán norteamericano, John Walker, que se había adherido a las filas de Al Qaeda. Se sabe que no era un hombre importante en la organización, apenas un militante de base. Esto no impidió que funcionarios del Departamento de Estado pusieran en su boca declaraciones, a todas luces tan falsas como increíbles. La Vanguardia del 13 de diciembre tituló la noticia a tres columnas: “El talibán americano vaticina un ataque bioquímico en EEUU”. Y el diario catalán, tras dar la noticia de forma destacada, comentaba en el último párrafo, no sin cierta ingenuidad: “Su testimonio, sin embargo, no tiene mucho peso. No es probable que un soldado raso talibán, como era él, tuviera acceso a los planes terroristas de Al Qaeda”. El corresponsal de La Vanguardia olvidaba decir que la información sobre las supuestas declaraciones del talibán americano habían sido filtradas por el Pentágono.

Y ya que hablamos de intoxicación informativa, llama la atención comprobar las noticias que fueron emitidas desde EEUU en relación a las investigaciones y a la existencia de laboratorios capaces de fabricar ántrax, por que en la disparidad de informaciones vertidas por los distintos centros de poder de los EEUU, hay algunas claves extremadamente importantes. Mientras que para el Gobierno (tamdem Cheney-Rumsfeld), la autoría de la campaña de ántrax había que atribuirla a Irak, el FBI culpó del origen de las esporas a “un laboratorio militar norteamericano”. Y todas las pistas, en efecto, llevaban a esta segunda posibilidad. ¿Por qué esta disparidad de criterios? ¿Acaso ese FBI –o, mejor dicho, algunos funcionarios- que ocho años antes había hecho todo lo posible para que estallara la primera bomba en el WTC, ahora estaban aquejados de un irreprimible deseo de profesionalidad y eran sinceros a la hora de indicar la existencia de una conspiración interior? ese mismo FBI que, junto a la CIA, habían enviado pistas falsas a buena parte de los gobiernos occidentales sobre presuntos miembros de Al Qaeda y estaba implicado en la maniobra de presentar a falsos culpables ¿se convertía ahora en brillante defensor de la verdad? No exactamente. Lo que ocurrió es que entre el 11 de septiembre y el momento en el que se produce la psicosis del ántrax, han pasado muchas cosas en EEUU Se hace evidente que la CIA y los organismos militares se están implicando en una nueva aventura exterior de la que pueden derivarse consecuencias imprevisibles; el tradicional aislacionismo americano queda atrás; en las semanas siguientes al 11-S, EEUU ha empezado a bombardear Afganistán, está desplazando tropas y medios militares ingentes a la zona y se prevé la intervención en otras zonas de la región. Es probable que el FBI no se llame a engaño. Sabe que cuando la CIA, a despecho de cualquier lógica y razonamiento, intenta implicar a Irán, Iraq o Rusia, lo que está es preparando las bases para acciones militares en el futuro. Y el FBI teme que esto vaya demasiado lejos y que el peso del complejo militar-industrial sea excesivo en el futuro. Así que denuncia la conspiración veladamente… cumpliendo sus funciones, es decir, realizando una investigación en profundidad. El 20 de diciembre de 2001 el FBI expone sus pruebas ante los medios de comunicación. La Vanguardia titulaba en su página 9: “El FBI cree que el ántrax salió de un laboratorio militar estadounidense”. Una docena de funcionarios militares estaba bajo investigación.

El foco de difusión del ántrax era la base del ejército de Fort Detrick en Maryland, un centro que suministraba carbunco de la cepa “Ames” (a la que pertenecían las cartas enviadas a los senadores Tom Daschle y Patrick Leahy, a la NBC y a la redacción del Washington Post). Las primeras informaciones filtradas por el FBI sobre el laboratorio de Maryland se remontaban al 4 de diciembre. En ese momento, los muertos por ántrax ascendían a 5 y los posibles contaminados a 10.000… Después de esa declaración del FBI la epidemia desapareció como por ensalmo. La declaración del FBI equivalía a decir: “Sabemos quiénes habéis fabricado el ántrax y por qué lo habéis hecho. Así que no sigáis por ese camino o todo saldrá a la superficie”. Y efectivamente, la epidemia desapareció bruscamente y con ella se disipó la psicosis colectiva.

Las otras pruebas difundidas por el FBI en la rueda de prensa eran mera coreografía. Exhibieron los textos de las cartas que acompañaban a las esporas. En ellas podían leerse frases del género “Alá es grande” y “Muerte a Estados Unidos”, que cualquiera hubiera podido escribir. En realidad, gracias a estas frases, la postura del FBI había empezado a estar clara a partir del 26 de octubre cuando, a través del Washington Post, ésta agencia federal filtró la sospecha de que no existían terroristas extranjeros tras las cartas con ántrax. En efecto, las frases estaban redactadas en un correcto inglés-americano y, por lo demás, la caligrafía no denotaba rasgos propios de quien está habituado a escribir en caracteres árabes.
Hasta ese momento, el dogma establecido en la mitología del 11 de septiembre implicaba, obligatoriamente, pensar que Iraq o Al Qaeda, o ambos en comandita, estaban tras el bioterrorismo. El mismo día en que el FBI, a través del Post excluía la presencia de terroristas extranjeros, el Departamento de Estado recordaba que sólo EEUU, Rusia e Iraq estaban en condiciones de fabricar esporas tan sofisticadas. Lo cual era, manifiestamente falso. El 4 de diciembre el FBI respondía difundiendo el perfil de la persona que podía enviar el ántrax: científico, con acceso a la fuente de ántrax y con conocimientos y tecnología suficiente para refinarlo. Pero no era solo el FBI quien había decidido romper la baraja y evidenciar que todo era una conspiración interior. Los medios científicos no iban a la zaga. Es difícil callar a todo un pueblo. El diario La Razón del 25 de octubre sacaba a colación las declaraciones de Barbara Hatch Rosenberg, prestigiosa bióloga molecular de la Universidad de Nueva York que elaboró un informe sobre las esporas de ántrax, en el que se aseguraba que una persona que trabaja para el gobierno o que tiene contactos con funcionarios, había sido responsable de los ataques. La doctora Rosemberg añadía: “Toda la información disponible lleva a pensar en un laboratorio del gobierno como la fuente, bien del ántrax, bien de la fórmula para pulverizarlo”. La doctora era tajante en un punto: “Sólo existe un país capaz de desarrollar los medios para hacer armas biológicas”. Y ese país era EEUU Pocos días después, el FBI lanzó otro rumor a través del mismo diario: Serían activistas ultraderechistas norteamericanos los que estarían tras la campaña. En 1998 se produjo un extraño episodio de compra de esporas de ántrax por un militante ultra, luego… Esa pista se vertió en los medios pero no produjo el efecto deseado. Faltaba el móvil; por lo demás, era difícil concebir a ultras norteamericanos, católicos y evangélicos, escribir en el interior de los sobres “Mueran los EEUU” (ellos tan patriotas) o “Alá es grande” (ellos tan cristianos)… La carta de los ultras era una salida fácil: se evitaba la posibilidad de que el ántrax fuera la excusa para otra aventura exterior y, al mismo tiempo, se exoneraba a los funcionarios del gobierno de ser responsables del ataque biológico. La opinión pública norteamericana acogió la filtración con escepticismo y nadie volvió a insistir nunca más en ella.
Y es que la campaña del ántrax había tenido un efecto colateral en la opinión pública: en una encuesta publicada el 20 de octubre de 2001, el 53% de los norteamericanos pensaban que las autoridades federales y locales no habían hecho lo necesario para prepararse contra un ataque biológico. Y eso era negativo para la credibilidad del gobierno y para la posible reelección de Bush. La creación de la psicosis había ido demasiado lejos; la cuerda se estaba tensando demasiado. Si la campaña de ántrax se inició para encubrir la crueldad de los bombardeos, ahora se corría el riesgo de que el gobierno perdiera credibilidad y pareciera incapaz de asegurar la protección del pueblo americano.
 
Cada vez más, las sospechas planeaban sobre funcionarios del gobierno. De nada servían informaciones no contrastadas por otras fuentes que las del Pentágono (es decir, fuentes indignas del más mínimo crédito y especializadas en la intoxicación informativa) según las cuales, se habían encontrado en Afganistán 40 bases de armas químicas… una vez más, los genios de la intoxicación informativa no eran capaces de explicar cómo era posible que ningún talibán aventajado hubiera hecho uso, in extremis, de alguna de estas armas. El enemigo es “malo” por que posee armas de destrucción masiva, pero también es “tonto” por que los “buenos” las capturan antes de que sean capaces de utilizarlas. La información, publicada el 28 de noviembre, debe considerarse como otro intento de desviar la cuestión del ántrax hacia Afganistán. Vale la pena recordar que esas informaciones eran vertidas en los días más duros del bombardeo de Kandahar cuando ya se tenían datos suficientes de que se habían producido “daños colaterales” de consideración entre la población civil. Además, estaba reciente la muerte de una anciana de 94 años, Ottilie Lundgren, quinta víctima mortal del ántrax. A despecho de todos los informes de los especialistas, incluso en una fecha tardía, el 20 de noviembre de 2001, el Subsecretario de Estado afirmaba que EEUU se preparaba para acusar públicamente a Corea del Norte, Iraq, Irán, Libia y Siria de fabricar armas biológicas, entre ellas ántrax. Se aseguraba que Iraq “ha desarrollado, producido y almacenado precursores y armamentos paragüera biológica”. Decididamente, el gobierno parte de una presupuesto básico: que el pueblo de los Estados Unidos carece del más mínimo espíritu crítico y de nula capacidad de análisis. Por que la cuestión no es que el Iraq o en Marte se fabricaran armas bacteriológicas, sino que la epidemia de ántrax partía de laboratorios norteamericanos.

Resumamos el estado de la cuestión:

- A partir del 10 de octubre, a un mes de los atentados, EEUU es víctima de una ola de pánico provocada por la recepción de sobres de correo que contenían esporas de ántrax. Mueren 5 personas.

- Estos envíos generan una oleada de psicosis colectiva en los EEUU que relega a segundo plano la campaña de bombardeos de terror sobre Afganistán.

- El Departamento de Estado presenta esta campaña como relacionada con los atentados del 11 de septiembre, es decir, con Bin Laden, Afganistán e Iraq. Ni una sola prueba avala esta teoría.

- El FBI y medios científicos y académicos americanos recuerdan que este tipo de esporas solo pueden fabricarse en laboratorios del Gobierno de los EEUU

- Tras esta denuncia, la campaña cesa.

Resulta difícil extraer otra conclusión más que considerar el episodio del ántrax como una nueva fase de la guerra psicológica emprendida por el mismo grupo de poder responsable de los atentados del 11-S.

(c) Ernesto Milà - infokrisis - infokrisis@yahoo.es - http://infokrisis.blogia.com - Prohibida la reproducción de este texto sin indicar procedencia

Adios al Imperio español. La responsabilidad masónica y el compromiso de los intelectuales.

Infokrisis.- Lo que se inició en 1492, con la unidad nacional y el inicio de la expansión imperial, sufrió una primera inflexión con los últimos Austrias y una lenta agonía desde los primeros Borbones hasta que en 1898 terminaron por perderse los últimos girones de un pasado glorioso. ¿Quién fue el culpable? Cuando hay crimen, siempre hay un culpable y, aun cuando no se trató de un solo factor, una responsabilidad fue adjudicada en la época. La España del 98 atribuyó a la masonería la pérdida de las últimas colonias. Los historiadores masónicos afirman que tal criterio solo es mantenido por los historiadores ultramontanos. No, la percepción que tenía el país en 1898 es que existían unos responsables claros y bien definidos: los masones. La prueba es que, con posterioridad a 1898, la masonería española se desintegró prácticamente, la filiación a las logias descendió hasta poner a la institución al borde de la inanición de la que tardó dos décadas en recuperarse. Los masones dicen que no, niegan la mayor y se limitan a afirmar que la culpa no fue suya, que fue de otros y que los masones que destacaron en la independencia de sus respectivos países actuaban por cuenta propia y no de la institución, razonablemente apolítica y soberanemente patriótica. No, a poco que se examinen desapasionadamente las dos opciones se percibe que, tanto en Cuba como en Filipinas, los independentistas, o eran masones o pertenecían a círculos concéntricos de la masonería y que actuaron en defensa de intereses neocolonialistas norteamericanos. Contra peor, mejor. De las cenizas del Imperio surgió la generación del 98, que ve como lo mejor y lo peor se juntaban en inextricable amalgama. Tal como veremos.

La masonería cubana era de filiación yanqui. Las Grandes Logias de Estados Unidos y del Gran Oriente de Francia, crearon las primeras logias en Cuba. Dejando aparte una efímera logia  creada por los ingleses en 1762, el primer taller levantado en la isla dependía de la Gran Logia de Pennsylvania, "El Templo de las Virtudes Teologales", y remonta su fundación a 1804. Otros dos talleres -"Concordia y perseverancia" y "Unión de Corazones"- se constituyeron pocos años después. En 1808, los tres talleres se dispersaron y algunos de sus miembros radicados en Nueva Orleans, constituyeron la logia "Concordia" al año siguiente. Cuando las dificultades cesaron, en 1819 la Logia de Pennsylvania impulsó la creación de cinco talleres. Todas estas logias se disolvieron en 1826, por falta de actividad. Sin embargo, otros talleres tomaron el relevo. La Gran Logia de Louisiana constituyó tres entre 1815 y 1818, la de Carolina del Sur otros dos, pocos meses después. No hay que olvidar que, en esas fechas, Cuba, tenía un volumen de comercio superior con Estados Unidos que con la Metrópoli. En 1819 el Gran Oriente de Francia consiguió asentarse sólidamente en las islas, abriendo talleres en 1821 y 1857. Hacia 1822 se constituyeron las primeras logias dependientes del Gran Oriente Nacional de España y hacia finales de ese año existían en la isla, no menos de cincuenta logias. Cuando en 1823 finalizó el trienio liberal, el general Francisco Deonision, prohibió las logias masónicas en la isla. Solamente unas pocas se reunían en la más estricta clandestinidad en 1838. La constitución de la logia San Andres nº 93, dependiente de la Gran Logia de Carolina del Sur en 1859 fue la muestra de que la tensión se había relajado. De hecho, otras logias habían sobrevivido a la represión, entre ellas las "Prudencia" y "Fraternidad" que, fusionadas el 5 de diciembre de 1859, constituyeron la Gran Logia Soberana de Colón. Pocos días después se constituía el Supremo Consejo de Grado 33, bajo los auspicios del Supremo Consejo de la Jurisdicción Sur de los Estados Unidos. La prohibición siguió en vigor, pero difícilmente podía ser puesta en práctica a tenor de la militancia masónica de distintos capitales generales. 

En 1868 se produjeron graves acontecimientos en Cuba que afectaron directamente a la masonería: 18 miembros de las logias fueron fusilados y algo más de un centenar resultaron detenidos y encarcelados. La represión se reveló eficaz, de 30 logias activas en 1868, se pasó a solo 7 dos años despues. En 1875 las logias volvieron a crecer y esta vez de manera sostenida; la polémica antiesclavista era el principal motivo de agitación. El 1 de agosto de 1876 se constituyó la Gran Logia de la Isla de Cuba. Ese mismo año, el Gran Oriente de España constituía talleres propios con el nombre de Gran Logia Soberana de la Isla de Cuba; el Gran Oriente Nacional de España y los disidentes del G.O.E., crearon otros talleres en 1879. Y así llegamos a 1880 con 6000 franc-masones censados en la isla: 56 logias dependientes de la Gran Logia de Colón, 21 de la Gran Logia Simbólica de Colón, 28 logias del Gran Oriente de España, 17 de la Gran Logia Soberana y 7 del Gran Oriente de Colón.

Sería exajerado decir que la masonería cubana solo se preocupó de hacer la guerra a España. Los historiadores masónicos tienen razón en afirmar que las logias no tenían una opinión política unificada. En 1874 la Gran Logia de Colón se defendía y negaba ser separatista. Justo Zaragoza, secretario del gobierno español en La Habana declaró que "unos querían a toda costa hacerse independientes de la Metropoli, otras se inclinaban a la anexión a los EEUU y muchos afiliados preferían disfrutar de la nacionalidad española, los derechos politicos que su constitucion concedía". La de Bayamo era la más separatista. José Morales, director del diario "El Siglo" de La Habana, igualmente masón, era uno de los ardientes partidarios de la anexión a EE.UU. Pero las logias cubanas se dedicaban, bien es cierto, a encomiables labores de apostolado. En 1886 habían creado el Asilo Nacional Masónico Llanso y la biblioteca pública de Pinar del Río. En 1880 la Gran Logia de la Isla de Cuba, mantenía tres escuelas públicas. Durante los años de la restauración se consolidaron en Cuba las obediencias importdas de la metrópoli. No eran propensos a la emancipación. Las obediencias españolas no eran reconocidas como regulares por la masonería anglosajona, contrariamente a la cubana que era de filiación norteamericana.

Los masones cubanos procedían de la burguesía comercial y de profesiones liberales. Fueron estas clases las que aportaron mayores contingentes al independentismo isleño. Los máximos líderes independentistas, sin excepción, José Martí, Máximo Gómez, Carlos Manuel de Céspedes y Antonio Maceo, pertenecieron a la masonería.

En el Congreso Internacional Masónico de Lausana, celebrado el 6 de septiembre de 1875, había estado presente la masonería cubana de Colón y reconocida su independencia, hasta el punto de que Pere Sánchez ha podido decir, con razón que "Cuba fue independiente en el mundo masónico antes que en el mundo político".

Los intereses comerciales catalanes y la presencia masiva de indianos llegados sobre todo del litoral al norte de Tortosa, hicieron que esta región tuviera una sensibilidad particular en relación a la cuestión cubana. Desde Barcelona proliferó una literatura -habitualmente coincidente con el catalanismo político- que consideraba a la masonería como origen de todas las calamidades coloniales de España. La tesis de esta corriente era que la masonería conspiraba sistemáticamente a favor de todos los movimientos independentistas en América, desde 1812. Pero también existió otra corriente masónica cuya toma de posición fue, cuanto menos, sinuosa y oscilante. Mientras que el G.O.D.E. rompió con la masonería cubana, el G.O.N.E., respetó su independencia. Ninguna de las obediencias peninsales alabaron el proceso de independencia cubana; pero esto no debe extrañar. La metrópoli difícilmente aceptaba perder la colonia y cualquier toma de posición en esa dirección hubiera resultado impopular.

En 1895, cuando estalla el episodio final de la guerra de Cuba, el capital general de la isla reclama la clausura de las logias. Quedaba poco que hacer; El 23 de febrero se inició la fase final de la guerra de la independencia. La familia Hearst teleguiaba la opinión pública americana azuzándola contra España. En España -santa inconsciencia del hidalgo situado fuera de los mass media- la opinión pública estaba por la defensa armada de la integridad nacional. Solo la prensa vinculada al movimiento obrero se declaraba pacifista. El 10 de diciembre de 1898, la Paz de París, convirtió en ociosa toda la polémica...

Dos años después de la resolución del proceso independentistas, lo poco que quedaba de la masonería en España y, singularmente uno de sus obediencias más heterodoxas, la Gran Logia Simbólica Regional Catalano-Balear, reconocía el papel preferente de las logias en el proceso independentista cubano: "Merced a vuestros desinteresados y acertados esfuerzos habéis al fin coronado vuestra obra con la declaración de Independencia. La Isla de Cuba, libre ya de trabas y tutelas, entregada a sí misma, podrá desenvolver todas sus actividades y aunar todas sus fuerzas para dar a su pueblo, por medio de la libertad y del progreso, la tan deseada feicidad. Los masones de la Región Catalano-Balear participamos gozosos de vuestra satisfacción: vuestras alegrías son las nuestras, como lo fueron en otros tiempos vuestras esgracias, éste es el deseo manifestado a eta Gran Maestría por las Logias de la Federación, con encargo exprofeso de participároslo, como así lo hacemos".

La masonería cubana reivindicó como propia la independencia. No solamente los líderes de la independencia habían sido masones, sino que de los 5 presidentes que tuvo Cuba hasta 1929, tres habían pertenecido a las logias; el último, Gerardo Machado, dictador entre 1924 y 1933 suprimió las libertades constitucionales. El 2 de febrero de 1929 Machado cedió por decreto a la Gran Logia de Cuba un solar para constituir la sede de su obediencia y el mismo año se le concedió el grado 33.

Lo de Filipinas apunta aun más a la responsabilidad masónica. Antes de 1871 apenas había masonería en Filipinas. Aquella colonia tenía una burguesía débil, muy ligada a órdenes religiosas. La masonería llegó con el Sexenio Democrático. Lo poco que había antes puede resumirse en pocas líneas. El primer establecimiento masónico en Filipinas databa de 1746. Existió una logia constituida por anglosajones residentes en Manila. En 1756 dos irlandeses fueron juzgados por la Inquisición acusados de pertenecer a la masonería, prohibida entonces en la metrópoli. Entre 1762 y 1764, durante la ocupación inglesa se constituyó una logia militar e incluso el obispo de Manila dió cuenta de reuniones en el interior de la catedral. La historia moderna de la masonería filipina se inicia en 1856 cuando dos oficiales de marina, instalaron en Cavite la logia "Primera Luz de Filipinas", vinculada al Gran Oriente de Lusitania. Estos dos oficiales, con el paso del tiempo, continuaron con su militancia masónica, al tiempo que se convertían en máximas autoridades militares en las islas, llegando José Malcamps a capitán general y Casto Méndez Núñez, segundo comandante de la flota española. Sin embargo, estas logias no admitían ni indígenas ni mestizos. Debió ser en una logia de obediencia alemana, donde se inició el primer indígena, Jacobo Zobel que no tardó en convertirse en secretario de taller. A esta incorporación siguió la creación de una logia inglesa y otra española abierta a indígenas. En 1876 se fundó en Manila una Gran Logia Departamental, con 4 logias en la Capital, También el GOE abrió las puertas en 1888-9; esta obediencia, bajo la dirección de Morayta, decidió impulsar su implantación en Filipinas. La obediencia de Morayta quería poner fin al dominio eclasiástico en el archipiélago y darle representación parlamentaria. El G.O.E. dió aumentos de grado bruscos, contraviniendo todos los usos "normales" de la masonería. El GOE constituyó un Gran Consejo Regional de Filipinas, presidido por Manuel Abad y una Gran Cámara Consultiva presidida por Eduardo Martín y Pedro Groizard (los 33 grados conseguidos en 11 meses). En 1896, cuando se inició la sublevación había 36 logias.

Existió una pequeña masonería de adopción fundada por la hija de Faustino Villarruel, "hombre vividor de esta clase de negocios masónicos". Rosario Villarruel, iniciada en masonería en Hong-Kong, se erigió en Venerable de la primera logia de mujeres en Filipinas que logró atraer a muchas mestizas. En 1864 existían en Hong-Kong dos logias dependientes de la Gran Logia Unida de Inglaterra.

Sin embargo, la masonería filipina era demasiado débil para encabezar el proceso independentista. Las logias, en ese momento, solo estaban abiertas a originarios de la metrópoli o nacidos en las islas, pero de raza blanca. Los indígenas estaban excluidos de las logias maónicas de obediencias peninsulares o europeas. La sublevacion fue encabezada por el llamado "Katipunan", una organización compuesta por mestizos e indígenas, constituida en Manila en 1892. Su nombre completo era "Kataastaasan kagalanggalang Katipunan Nag Mga Anak ng Bayan", que unos traducen como Suprema y Venerable Asociacion de los Hijos del Pueblo y otros como Suprema Liberal Asociación de los Hijos del Pueblo.  Resulta curioso que, mientras en el Sur de los Estados Unidos, aparecía el Ku-Kux-Klan como organización secreta de blancos juramentados, al otro extremo del Pacífico, las siglas K.K.K. fueran utilizadas por los independentistas filipinos.

Los fundadores fueron Andrés Bonifacio, Ladislao Diwa, Toedoro Plata e Indefonso Laurel y el primer iniciado, Restituto Javier. A este siguió Miguel Araullo. Aguedo del Rosario, Aurelio Tolentino, Gillermo Masankay, Alejandro Santiago, Bricio Brígido Plantas, Guzmán el Sastre, Mariano Carreón. Todos ellos destacaron como líderes de la lucha independentista. La palabra Katipunan significaba literalmente "reunión de notables", equivalente a "Comité". Uno de sus primeros miembros fue un escultor indígena vecino del distrito de Santa Cruz, llamado Romualdo Teodoro de Jesús que definió a la organización diciendo que era una revolución que se concertaba para matar a todos los españoles y apoderarse de las islas, reclamando su independencia. Uno de los mandiles de cuero blanco utilizados por los "katipunan" mostraban una mano que sostenía la cabeza cortada de un español barbudo, y el puñal ceremonial de la secta. El matar, para los "katipunan" no era una bravata, sino algo que llevaron muy frecuentemente a la práctica.
 
El Katipunan durmió hasta 1893 para no perjudicar a la Liga Filipina. Cuando ésta fracasó, se establecieron los Consejos Populares, Sanguniang Bayan, con una junta formada por un presidente (pangulo), secretario, fiscal, tesorero, "hermano terrible" (malalasig), encargado de la "puerta interior", y el que tenía a su cuidado la "puerta exterior" cuyo nombre era Taliva; eran los equivalentes al Primer y Segundo Vigilante de las Logias. Los Consejos populares estaban formados por un mínimo dos secciones. La campaña activa del Katipunan empezó en agosto de 1896; en ese momento existían 82 Consejos Populares: 24 en Manila, 2 Cavite, 3 Bulacán, 9 Pampaga, 3 Nueva Ecija, 1 Mindoro, 2 Morong, 2 Tabayas, etc.

El ingreso en el Katipunan se realizaba mediante un pacto de sangre, individualmente por medio de una incisión en el brazo izquierdo del neófito. Con la sangre de la pequeña herida se firmaba un documento de compromiso que terminaba "Y como verdad de lo dicho pongo mi nombre verdadero con la sangre de mis venas al pie de esta declaración". La fórmula final de juramento era "vencer o morir". Cuando se podían agrupar 7 personas se formaba una logia.

La simbología masónica del Katipunan está extraida completamente de la masonería. El sello de la organización era una estrella de cinco puntas en cuyo interior se incluía el Delta Luminoso (el triángulo con "el ojo que todo lo ve"). En uno de los puñales para realizar incisiones perteneciente a Enrique Pacheco y encontrado, junto con mandiles y otros instrumentos masónicos, estaban dibujados en el mango, la escuadra, el compás y los tres puntos masónicos. Otro manifiesto de la organización mostraba el logotipo de la cúpula dirigente: dos ramas de acacia enmarcando el delta; dentro de éste la inscripción dentro N.A.B. y a la derecha KKK. "Anac Nang Bayan", hijo del pueblo. Finalmente, el 28 de mayo 1896, Consejo Supremo de la organización emitió un manifiesto para la sublevación final que se iniciaba en esos momentos. El documento iba presidido por las iniciales A.L.G.D.A.M., verosímilmente, "A la Gloria del Arquitecto del Mundo". Otros llamamientos difundidos en 1896 iban firmados con un sello con la K irradiante (en lugar de la G masónica) y el lema "libertad, igualdad, fraternidad".

En 1896, el General Blanco, gobernador de las islas, puso el final de las actividades masónicas en Filipinas. Las logias subsistieron hasta la insurrección general de 1896, el 21 de agosto el gobernador general Blanco al que algunos tenían por masón, telegrafió a Madrid: que "se había descubierto una vasta red de organizada de sociedades secretas con tendencias antinacionales". Se comunicaba la detención de 22 personas, la mayoría del Gran Oriente de Filipinas. "Los sublevados son indios tagalos fanatizados por las sociedades secretas". Resulta evidente, en todo el proceso final de la secesión filipina, que las logias masónicas y el Katipunan se confundían y no precisamente por mala fe del observador. Los escasos historiadores que han estudiado el Katipunan dicen de él que fue una copia de la masonería. Fue algo más que eso, fue la masonería para indígenas y mestizos, de la misma forma que en EE.UU. existe una masonería para afroamericanos y otra para judíos. La diferencia estriba en que el Katipunan fue creado para luchar contra España, por la independencia. Esto es, para hacer bascular Filipinas a la órbita americana. La palabra "independencia" no debe equivocarnos. Y otro tanto vale para Cuba. Las autoridades españolas tenían al Katipunan como el "brazo armado" de la masonería filipina. No era eso exactamente, aunque en la práctica lo pareciera. Lo que, desde luego, no era, era el "carbonarismo filipino". Los carbonarios desaparecieron en Europa a mediados del XIX; el último grupo detectado en Madrid data de 1846. Algunos historiadores masónicos han defendido esta tesis, a partir de una frase encontrada en un documento antimasónico escrito por un misionero español que presenció los acontecimientos en primera fila. Sin excesivo rigor histórico, el padre [nos falta el dato] XXX XXXX lo afirmó por primera vez. Se comprende que, cien años después de estos acontecimientos que entrañaron, en la práctica, el desmadejamiento de las logias españolas, los historiadores masónicos intenten quitar hierro al asunto. Algo imposible, por que el Katipunan, difícilmente puede ocultar su inspiración masónica. Otra masonería -indígena y mestiza- pero masonería al fin y al cabo. Y es que la "Luz del Sur", más que calor, lo que hace es quemar.

Cuando la flota española fue destrozada en Cavite (al alba de la noche de Valpurgis de 1898) y Santiago de Cuba (poco antes de San Fermín de ese año), sin que fuera capaz de causar ni un leve arañazo a la escuadra norteamericana, cuando 400 españolitos escasamente armados lograron detener durante 16 días a 20.000 marines en su avance sobre Santiago de Cuba nada más estallar la primavera, y, finalmente, cuando se rindieron los últimos defensores de fuerte Baler, los "últimos de Filipinas", un año después de que se hubiera firmado la Paz de París, quedó manifiesto que algunos españoles todavía sabían morir con honra. Pero eso que valió en la época dorada de la hidalguía contaba poco en este fin de siglo.

Ya hemos visto en otra obra y en el Capítulo VI de ésta, como hay que ver el papel histórico de los Estados Unidos. En la crisis que liquidó el Imperio Español, la potencia americana utilizó "sus" logias masónicas como quinta columna de su formidable expansión imperialista que, apenas se iniciaba y que ha proseguido apenas imparable durante la última centuria. España hubiera terminado pactando la independencia con los rebeldes cubanos, muchos de los cuales eran auténticos nacionalistas. Pero MacKinley prefirió utilizar la política del salchichón: la primera rodaja cortada fue el debilitamiento de la presencia española; la segunda, la intervención directa. Iniciada esta con la voladura del "Maine" (para los EE.UU. la muerte de 260 marinos de los 325 del buque era un escuálido tributo maquiavélico) y la histeria belicista antiespañola desencadenada por Randolph Hearst, los planes de intervención en Cuba culminaron en menos de un mes. La guerra estaba ganada por los rebeldes, pero EE.UU. quería que la victoria le perteneciera en propiedad; por eso volaron el "Maine"; por eso intervinieron directamente en Cuba. Por eso instalaron gobiernos títeres hasta la llegada de Castro a finales de los cincuenta. Por cierto, hablando de Castro. Cuba fue el único país de régimen comunista que permitió las actividades masónicas sin obstaculizarlas lo más mínimo... Al año siguiente, para más oprobio, se vendieron las islas Marianas, Carolinas y Palaos, a precio de saldo.

Y entre tanto ¿qué pasaba en la Metrópoli? La crisis del 98 y el "diktat" de París fueron la prueba más fehaciente de que aquí no funcionaban ni gobierno, ni partidos, ni instituciones. La situación hizo que se precipitaran nuevas fuerzas creadoras coaguladas en lo que se ha dado en llamar "generación del 98". No nos engañemos, se trataba de intelectuales. Intelectual, decía Drieu la Rochelle, no es aquel que piensa, sino el que hace del pensar una profesión (como, por lo demás, haría el propio Drieu). No eran hombres de acción, ni tampoco políticos de relumbrón, aunque surgieron opciones políticas directamente inspiradas en la generación del 98. Solo Joaquín Costa, Polavieja y Silvela que fracasaron en su opción de crear un "movimiento nacional". Se les lamó "regeneracionistas". Tienen, a nuestros efectos, un interés muy secundario; mayor fue el papel de los intelectuales. Se dedicaron a pensar "sobre España". Algunas ideas supusieron el retorno del espíritu de los orígenes, otras fueron meras divagaciones. Solo en algunos momentos pareció que la "Luz del Norte" volvía a brillar, siquiera tenuemente sobre aquel país que entraba en el siglo XX en plena crisis.

(c) Ernesto Milá - infokrisis - infokrisis@yahoo.es - http://infokrisis.blogia.com

Las raíces ocultistas del nazismo - Goodrick-Clarke - Introducción

Infokrisis.- Hace veinte años, la editorial Pardés publicó la traducción francesa de un libro extremadamente interesante: Les Racines Occultistes du Nazisme, un libro que apareció poco después de que la misma editorial publicara nuestra obra Nazisme et Esotérisme. Ambas obras eran, en cierto sentido, completementarias. Mientras yo me limité a sugerir una serie de posibles interpretaciones sobre el considerado “hitlerismo esotérico”, deducibles fácilmente de la lectura de los libros clásicos del movimiento nacionalsocialista, en especial que la “ariosofía” derivara de una disidencia de la teosofía alemana; Goodick-Clarke, en tanto que historiador llegaba a las mismas conclusiones avalándolas con una abundante documentación. Las tesis de ambas obras eran las mismas: si bien es cierto que el precedente del NSDAP, el DAP, fue fundado como emanación de la Logia Thule y ésta era, a su vez, la rama bávara de la Orden de los Germanos, uno de los grupos ariosóficos, no puede deducirse de todo ello que el NSDAP “hederada” los aspectos ariosóficos. Y, por lo demás, la “ariosofía” era una forma germanizada de ocultismo teosófico. Veinte años después, ambos libros, fueron editados de nuevo por Editions Pardés. Y es a partir de esta edición que hemos traducido la obra de Goodrick Clarke, de la que ofrecemos la introducción. Si alguien está interesado en adquirirla, puede ponerse en contacto con nosotros.

 

 

LAS RAÍCES OCULTISTAS DEL NAZISMO

Goodrick-Clarke

 

INTRODUCCION

Esta es una historia poco habitual. Aunque relata acontecimientos que tienen relación estrecha con los orígenes y la ideología del nacional-socialismo, en sentido estricto, no alude como temas centrales a los partidos o las organizaciones en el seno de las cuales los hombres defienden, de forma racional, sus intereses y sus ideas. Más bien se trata de una historia que tiene que ver con un universo subterráneo. Trata, en efecto, de los mitos, los símbolos y los fantasmas ligados a la génesis de las ideas reaccionarias y autoritarias de los nacional-socialistas. Es también una historia de marginales, en la medida en que los principales personales a los que aludiremos fueron místicos, videntes y miembros de sectas que vivían lejos de las realidades políticas y administrativas. Pero estos individuos supieron imaginar un sistema que con sus ideas abstrusas y sus cultos extraños, anticiparon las doctrinas y las instituciones del Tercer Reich.

Los historiadores tienden a no evaluar más que los acontecimientos concretos, las causas e intenciones racionales y frecuentemente tienden a dudar de la importancia real de esta trastienda fantasmagórica. Afirmaban que la política y la historia no están determinadas más que por intereses materiales. Sin embargo, a partir del momento en que los fantasmas quedan institucionalizados bajo la forma de creencias, de valores, de grupos sociales, se les puede considerar como causas. Los fantasmas son también vientos anticipadores no desdeñables de trastornos culturales y políticos inminentes. Los que tratamos en este libro han aparecido en el seno de un movimiento de extrema-derecha que tuvo como programa la creación de hombres superiores, el exterminio de los “inferiores” y el establecimiento de un nuevo orden. La naturaleza de este movimiento lo distingue totalmente de otras organizaciones políticas del siglo XX y lleva a interrogarse sobre su inspiración profunda. Un análisis de las quimeras subyacentes a un movimiento así puede aportar respuestas nuevas a cuestiones antiguas.

Reconstruyendo la vida, exponiendo las doctrinas, describiendo los cultos ariosóficos[1], reconstruyendo las vidas de Guido von List (1848-1919) y Jörg Lanz von Liebenfels (1874-1954) y sus sucesores en Austria y en Alemania, seguimos el encarrilamiento de estas ideas. Los ariosofistas, implantados originariamente en Viena, combinaban el nacionalismo völkish alemán y el racismo con nociones ocultistas inspiradas en el teosofismo de Helena Petrovna Blavatsky; pensaban poder profetizar y justificar así la dominación futura de los germanos sobre el mundo. Sus escritos dibujan una edad de oro prehistórica, donde sacerdotes sabios enseñaban doctrinas racistas y ocultistas y reinaban sobre una sociedad superior y racialmente pura. Afirmaban que una conspiración maléfica, procedente de las potencias anti germánicas (identificadas tanto con los no-arios como con los judíos, es decir, con la Iglesia primitiva), había pretendido sistemáticamente arruinar este mundo ideal provocando la emancipación de los pueblos inferiores en el nombre de una ilusión igualitaria. La confusión racial que habría resultado debía inaugurar los tiempos históricos con sus guerras, sus privaciones, su incertidumbre política, y frustrar a los germanos de su derecho a la dominación mundial. A fin de hacer frente a este mundo nuevo, los ariosofistas fundaron órdenes religiosas secretas consagradas a revivir el conocimiento esotérico perdido y las virtudes raciales de los antiguos germanos, así como a la edificación de un nuevo imperio pangermánico.

La evolución de la sociedad en la cual vivían era para los ariosofistas un tema que despertaba grandes inquietudes. Existe un lazo evidente entre sus ideales y los males de los nacionalitas alemanes en el imperio austro-húngaro de los Habsburgo hacia finales del siglo XIX. Factores tales como el catolicismo, las transformaciones urbanas e industriales rápidas, los conflictos de intereses entre alemanes y eslavos en un Estado multinacional, el ascenso del pangermanismo austriaco bajo la batuta de Georg von Schönerer y la ola de social-darwinismo y de sus preceptos racistas, ejercieron igualmente una influencia decisiva sobre su pensamiento. El importante papel jugado por el ocultismo en sus doctrinas supone, ante todo, el deseo de conferir una legitimidad sagrada a sus posiciones políticas extremas y a su reacción profunda contra la época en que vivieron. Los principales fantasmas de los ariosofistas fueron las nociones de elite y de pureza y la certidumbre de tener una misión frente a la conspiraciones, todo ello sobre un fondo milenarista.

Esta introducción está destinada a plantear un examen detallado de la ariosofía que situaremos en el contexto de nacionalismo, antiliberalismo, pesimismo cultural y racismo propio de la época en que fue concebida. Nuestro punto de partida será el movimiento völkisch que, a partir de estas diversas corrientes, construyó un sistema ideológico coherente. En su intento de definir la ideología völkisch, Georges L. Mosse[2] ha acentuado las connotaciones espirituales de la palabra “Volk”. En el curso del siglo XIX, este término ha significado para los alemanes , mucho más que su traducción literal, a saber, “pueblo”: ha representado más bien a la colectividad nacional inspirada por la misma energía creadora, los mismos sentimientos y la misma concepción del hombre. Estas mismas características tendían a definir la esencia cultural verdadera del pueblo alemán. El retraso que sufrió la unificación de Alemania así como una reacción romántica ampliamente extendida contra la modernidad, incitaron a numerosos teóricos políticos a reflexionar sobre la noción de Volk.

La desunión de Alemania, en esta época, aparecía claramente cuando se considera el mosaico de pequeños Estados particularistas que, con Prusia y Austria, constituían el Sacro Imperio Romano Germánico hasta su disolución en 1806. Tras la derrota de Napoleón, esta situación fue a penas modificada por la creación de una confederación germánica con lazos bastante distendidos para permitir a los Estados miembros proseguir vías separadas. Si los resultados del Congreso de Viena frustraron a los nacionalistas alemanes de 1815, sus esperanzas fueron de nuevo decepcionadas tras las revoluciones de 1848. En razón de la lentitud de esta progresión hacia la unificación política, los alemanes concibieron cada vez más la unidad nacional en términos culturales. Esta tendencia había empezado a manifestarse a finales del siglo XVIII, cuando escritores del movimiento pre-romántico Sturm und Drang subrayaron con que el parentesco entre todos los alemanes aparecía nítidamente en los cantos populares, las costumbres y la literatura. Pintaron un cuadro idealizado de la Alemania medieval para mostrar que su pretensión a la unidad espiritual estaba perfectamente justificada, incluso aunque jamás hubiera existido unidad política. Esta insistencia en el pasado y en las tradiciones confiere una impronta fuertemente mitológica a la causa de la unificación[3].

Cuando Bismarck proclamó al rey de Prusia como Emperador del II Reich en 1871, la unidad nacional parece finalmente realizada. Pero el nuevo Estado resulta decepcionante para numerosos alemanes. La anticipación idealista de la unidad había alimentado esperanzas utópicas y mesiánicas, a las cuales no podían responder las realidades prosaicas de la administración pública. Los sentimiento casi religiosos que habían animado esta espera no podían encontrar plasmación en los asuntos corrientes, gubernamentales o diplomáticos. Sentían que la unificación política bajo la égida de Prusia no había suscitado, contrariamente, a lo que se había pensado, este nacionalismo exaltado que habría debido ser su consecuencia. Además, el nuevo Reich estaba fervorosamente ocupado en la edificación de su industria y de sus ciudades, actividades puramente materialistas que destruían la vieja Alemania rural, mundo idílico a los ojos de los cantores románticos de la identidad alemana. El medievalismo falseado del Emperador, sus buques de guerra modernos, el Gründderstill en arquitectura, muestran perfectamente esta tensión entre lo antiguo y lo nuevo en el II Reich. Tras la extravagancia del aparato real y las fachadas pomposas, se descubrían las realidades de una revolución industrial acelerada.

Austria había sido excluida del nuevo Reich dominado por Prusia y, en los dos países, numerosos nacionalistas habían experimentado una viva decepción. La esperanza de una Gran Alemania había sido hundida en 1866 cuando Bismarck confirmó el ascenso de Prusia tras una victoria militar sobre Austria, obligando a esta a retirarse de los asuntos alemanes. La posición de los nacionalistas alemanes en Austria-Hungría se convertía a partir de ese momento en problemática. En 1867, los húngaros obtienen la garantía de su independencia política en el interior de un estado doble. El desarrollo del movimiento pangermanista en Austria en el curso de los decenios que siguen refleja el dilema al cual estaban confrontados los alemanes de este país en el interior de un Estado donde debían codearse con eslavos. El programa de este movimiento proponía la secesión de las provincias germánicas del imperio de los Habsburgo y su incorporación al II Reich. Este proyecto será culminado, por lo demás, mediante el Anschluss de Austria al III Reich en 1938.

También se percibe en la ideología völkisch una reacción general contra la modernidad. El desarrollo económico de Alemania y Austria había sido tardío en comparación con el de los demás países occidentales. En razón de la supervivencia de comportamientos y de instituciones precapitalistas en estos dos Estados, la modernización imponía un esfuerzo particular a los que se identificaban con el orden tradicional y rural. Muchos despreciaban la modernización por que el desarrollo de las ciudades y el de las fábricas que proliferan por todas partes, les cortaban de sus raíces, perturbaban su sensación de seguridad y amenazaban su estatus social. El liberalismo y el racionalismo eran también rechazados pues tendían a desmitificar las instituciones consagradas y a desacreditar las creencias aceptadas y las autoridades reconocidas. Esta revuelta antimodernista fue analizada en los escritos de tres importantes profetas del nacionalismo alemán: Paul de Lagarde, Julius Langbehn y Moellen van den Bruck[4].

El racismo y el elitismo tenían también su lugar en la ideología völkisch. Se explotaba la existencia de diferencias entre las razas para justificar las pretensiones de superioridad nacional. Desde que la antropología y la lingüística hubieron ofrecido criterios  empíricos para la clasificación de las razas, estas pretensiones se convirtieron en argumentos fundamentales de los panegíricos völkish sobre la raza germánica. Se estableció una relación entre las características físicas de los tipos raciales y algunas cualidades morales: así, los Arios (esto es, los germanos), con ojos azules, cabellos rubios y bien proporcionados, eran nobles, honestos y valientes. Se recurrió a la idea darwinista de la evolución mediante la lucha para demostrar que las razas puras y superiores prevalecerían sobre las razas inferiores y mestizas. Estas concepciones facilitaron el ascenso del antisemitismo político, por lo demás muy estrechamente ligado a los esfuerzos de modernización. Los conservadores pudieron descargar sobre el pueblo judío la cólera que albergaban a causa de las consecuencias deletéreas generadas por las alteraciones económicas, difamándoles y acusándoles del hundimiento de los valores y de las instituciones tradicionales. Los racistas afirmaron que los judíos no eran sólo una comunidad religiosa, sino también un grupo biológicamente diferenciado de otras razas[5].

Las raíces políticas de los ariosofistas se hundían en el terreno del movimiento völkish y del pangermanismo austriaco. Su respuesta reaccionaria al problema de las nacionalidades y a la modernidad les conducía a concebir un imperio pangermánico en el cual sería negada a los no alemanes y a las clases inferiores toda pretensión a la emancipación o a la representación. Si compartían con el conjunto del movimiento völkisch sus teorías sobre la excelencia racial de los ario-germanos, su antiliberalismo y su ansiedad frente a las transformaciones económicas y sociales, es necesario precisar que su ocultismo es un elemento original que corresponde, a su manera, a la voluntad de defender la validez de un orden social precario y obsoleto. Las ideas y los símbolos de las teocracias antiguas, de las sociedades secretas y de la gnosis mística del rosacrucianismo, de la khabala o de la francmasonería fueron pues combinadas con la ideología völkisch a fin de aportar la prueba de que el mundo moderno estaba fundado sobre principios malvados y erróneos, exponer las instituciones de un mundo ideal y alabar sus valores. La confianza que depositaron los ariosofistas en estos materiales semireligosos para legitimar sus posiciones muestra su necesidad de referencias absolutas para concebir una organización normal de la sociedad: indica también su profunda desilusión frente a la época en que vivieron.

En tanto que reaccionarios románticos y milenaristas, los ariosofistas se mantenían al margen de la acción política, pero sus ideas y sus símbolos penetraron, a finales de la era Guillermina, en varios grupos nacionalistas y antisemitas de entre los cuales, a finales de la Primera Guerra mundial, iba a emerger, en Munich, el Partido Nacional-Socialita. Veremos en esta obra como la ariosofía sobrevivió gracias a las publicaciones y a los contactos interindiviaules que suscitó. Examinaremos también la posibilidad de una influencia de List y de Lanz von Liebenfels sobre Hitler durante su estancia en Viena antes de la guerra. La ariosofía continúa siendo mantenida en los años veinte por pequeñas agrupaciones que propagaban las religiones racistas y sus misterios durante la República de Weimar en la esperanza de que se produjera un renacimiento nacional. Dos ariosofistas, al menos, mantuvieron relaciones estrechas con el Reichführer-SS Heinrich Himmler en el curso de los años treinta, aportando su contribución a sus proyectos en los dominios de la prehistoria y del ceremonial de la SS así como a sus planes visionarios para el Gran Reich Germánico del tercer milenio. Las fantasmagorías de la ariosofía pueden ser consideradas como síntomas de la ansiedad y de la nostalgia de una época y, como constataremos, aclaran el mundo mítico del III Reich.

 

© Goodrick Clarke – Les Racines Occultistes du Nazisme – Ed. Pardés – París 1986

© Traducción al castellano Ernest Milà

 

NOTAS DEL CAPITULO



[1] El término “Ariosofía” que ,literalmente significa “sabiduría oculta de los Arios”, fue inventado por Lanz von Liebenfels en 1915 y se convirtió en la etiqueta de su doctrina en los años veinte. List llamaba a su propia doctrina “armanismo” y Lanz utiliza los términos “teozoología” y “ariocristianismo” antes de la Primera Guerra Mundial. En este libro, utilizaremos el nombre de “ariosofía” para definir las doctrinas racistas de ambos y de sus sucesores.

 

[2] George L. Mosse, The Crisis of German Ideology (New York, 1964), págs. 1-10.

 

[3] La mobilización del sentimiento nacional alemán en medio del canto coral, de la edificación de monumentos, de los concursos de tiro, de gimnasia y de otras festividades públicas, es estudiado en George L. Mosse, The Nationalization of the Masses (Nueva York, 1975).

 

[4] Fritz Stern, The Politics of Cultural Despair (Berkeley, Calif., 1961).

[5] Peter G. J. Pulzer, The Rise of Political Anti-Semitism in Germany and Austria (New York, 1964).