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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

Renovación Española y Acción Española, la derecha fascista (V de VI). Calvo Sotelo, alma del fascismo de derechas

De entre todos los “fascistizados”, sin duda la figura de José Calvo Sotelo es la más interesante hasta el punto de que, algunos lo han considerado como el representante por excelencia del “fascismo español” por encima de José Antonio Primo de Rivera. En realidad, la gran manifestación propiamente fascista inmediatamente anterior a la Guerra se dio con ocasión del entierro de Calvo Sotelo cuatro días antes del 18 de Julio. Apenas tenía 47 años.

El mapa de la derecha española durante la II República situaba a Calvo Sotelo en una posición entre la Derecha, más o menos liberal de Gil Robles y el fascismo activista de la Falange de José Antonio. Los tres sectores, ni se llevaban excesivamente bien, ni tampoco se combatían con saña, estaban interpenetrados (especialmente en lo que se refiere a las Juventudes de Acción Popular, rama juvenil de la CEDA). No solamente Calvo Sotelo fue partidario poco después de la fundación de Falange Española de integrarse en el partido, sino que en los meses que mediaron entre las elecciones de febrero de 1936 y el 18 de Julio de ese año, miles de militantes de las JAP pasaron a Falange Española, y las fotos tomadas durante el entierro de Calvo Sotelo resulta evidente que estamos mucho más próximos de un acto de carácter fascista que de una concentración de duelo monárquica.

La muerte de Calvo Sotelo sacudió como ninguna a toda la sociedad española y, a partir de ese momento, nadie debía llamarse a engaño: era una cuestión de tiempo que se produjera un golpe de Estado para restaurar el orden. Sólo hubo que esperar tres días.

Todavía se sigue debatiendo sobre si fueron las palabras de la Pasionaria tras un discurso parlamentario de Calvo Sotelo el   XXX de Julio de 1936, lo que entrañó su asesinato e incluso si la Pasionaria pronunció esas palabras. También se ignora a ciencia cierta la identidad de los asesinos del teniente Castillo cuya muerte acarreó como represalia la de Calvo Sotelo. Demasiados enigmas concentrados en tan pocos y tan intensos días.

Castillo no era un tenientillo entre muchos otros de la Guardia de Asalto. Era de familia liberal y aristocrática, había participado como alférez en la Guerra del Rif y en el desembarco de Alhucemas que le puso fin. Durante la II República se comprometió con el socialismo y al ser destacado con su unidad en Asturias para reprimir la sublevación de febrero de 1934 se negó a actuar alegando “yo no tiro contra el pueblo”, lo que le costó un año de prisión militar. Al salir radicalice aun más sus posiciones políticas, afiliándose a la Unión Militar Republicana Antifascista y a partir de ahí pasó a instruir militarmente a las Juventudes Socialistas. El 14 de abril de 1936, uno de los hombres de la sección de Castillo asesinó a Andrés Sáez de Heredia primo de José Antonio y el propio Castillo dejó herido de gravedad a un estudiante carlista, en el curso de una manifestación contra el Frente Popular. En esa ocasión Castillo estuvo a punto de ser linchado por los manifestantes. Fue este episodio el que situó a Castillo en el punto de mira de las milicias de derechas. El 12 de Julio, finalmente, cae asesinado a las 22:00 horas, nunca se sabrá exactamente por quién (por carlistas según Gibson o por falangistas según Preston). En la noche del 14 al 15, le toca a Calvo Sotelo. El 17 se iniciaba la sublevación del Ejército de África.

Veamos cuál fue su carrera política hasta su dramática muerte. Hijo de un juez, licenciado en derecho. Opositor nato (abogado del Estado, número uno de su promoción), inicio una colaboración con los medios mauristas en el Ateneo de Madrid, comprometiéndose con ellos y siendo miembro de la secretaría personal del líder conservador cuando se constituyó el nuevo “gobierno nacional” en mayo de 1918, elaborando proyectos para la reforma de la administración que luego fueron aprovechados por la Dictadura de Primo de Rivera.

Contrariamente a lo que se tiene tendencia a pensar, el conservadurismo de aquella época (no sólo en España, sino en toda Europa) tenía una fuerte intencionalidad social surgida de dos componentes: la doctrina social de la Iglesia y el corporativismo. Por eso, algunos pueden sorprenderse de que Calvo Sotelo cuando irrumpió en el Parlamento en 1919, como diputado por Orense, centrara sus críticas en el caciquismo y en la temática social. Esa preocupación social le acompañó siempre. En las elecciones de 1931, desde su exilio emitió un comunicado en el que podía leerse: “Soy avanzado en materia social y económica, mas no profeso el marxismo; [...] porque estimo esencial para el progreso humano el desenvolvimiento y difusión de la propiedad privada, y, en último término, porque hallo vital e insustituible el fervor religioso en la ordenación económica de la vida social. Pero frente a la propiedad hay que exaltar, como fuente suprema de derechos y prerrogativas, otro principio: el trabajo”.

Por eso tampoco puede extrañar que durante un tiempo colaborara con el sociólogo aragonés Severino Aznar, uno de los impulsores del sindicalismo católico y miembro de la Junta Central de Acción Social Agraria. Aznar sería también impulsor del primer núcleo democratacristiano español en 1921, del semanario Renovación Social y del fugar Partido Social Popular. Aznar colaboraría con la dictadura de Primo de Rivera, luego con la de Franco, diseñando la política sindical del nuevo Estado, como Consejero de Trabajo y primer director del Instituto de Previsión. La vida de Severino, como la de Calvo Sotelo son propias de hombres de derechas con inquietudes sociales. De hecho la trayectoria de Severino Aznar reproduce la de Calvo Sotelo y permite intuir cuál habría sido la actitud del líder fascista si hubiera sobrevivido a la guerra civil. Durante el nuevo período de gobierno de Maura iniciado en agosto de 1921, Calvo Sotelo ocupó el cargo de gobernador civil de Valencia y cuando se constituyó la dictadura fue nombrado Director General de Administración desde donde abordó distintas reformas de las que sin duda la de la administración municipal sería la que dejaría más huella. En el texto del Estatuto Municipal impulsado por Calvo Sotelo se perciben ecos del maurrasismo y del corporativismo. De un lado es democratizador y descentralizador en relación a la ley anterior en la medida en que trasladaba competencias a los ayuntamientos que hasta ese momento solamente pertenecían al Estado. Un tercio de los consistorios estarían formados por concejales elegidos por asociaciones profesionales y sindicatos obreros, una iniciativa muy parecida a la que en aquellos mismos momentos estaba teniendo lugar en Italia y que luego sería adoptada también por el franquismo.

En 1925, Calvo Sotelo lanzó otra reforma de gran calado, el Estatuto Provincial en donde redefinía -a la luz también de la doctrina maurrasiana que insistía particularmente en la reducción de la dimensión y de las atribuciones centralizadoras del Estado- el papel de las provincias (que no debían ser para Calvo Sotelo instancias al servicio del Estado), sino al servicio de los municipios que las componían, los cuales tenían la potestad de disolver las diputaciones provinciales. Así mismo las atribuciones de los gobernadores civiles quedaban limitadas y se seguían las mismas pautas corporativas del Estatuto Municipal. También en el Estatuto Provincial, Calvo Sotelo daba la posibilidad de que, mediante la aprobación de tres cuartas partes de la población de las provincias afectadas, se constituyeran “regiones”. Quizás sorprenda saber que el primer atisbo de “autonomización” del país fue propuesto en esta ley que abría la posibilidad de que las regiones tuvieran asambleas deliberantes y asumieran competencias. En 1931 proclamaría: “A esos preceptos me ciño: Nación, sólo una: España; Estado, sólo uno: el español. Y dentro de él las regiones que se quiera, con autonomía plena, intensa y profunda, pero sin romper jamás el cordón umbilical que debe unirlas a la madre patria”.

Efectuado este trabajo de reforma de la administración (que solamente en una mínima parte pudo ser llevado a la práctica por las circunstancias históricas que siguieron), fue promovido al importante cargo de ministro de Hacienda. Y en este terreno su proyecto de reforma contemplaba medidas de optimización del funcionamiento y de la recaudación. Algunas de las medidas propuestas eran drásticas (plazo de tres meses para declarar los bienes rústicos y urbanos con la advertencia de que si lo declarado era un 50% inferior al valor real se procedería a la expropiación de la finca, medida que le valió el mote de “ministro bolchevique”. Primo de Rivera dio marcha atrás a la medida a pesar que la gestión de Calvo Sotelo al frente de la Hacienda pública logró aumentar la recaudación en cinco apenas cinco un 25%, A él se le debe también la creación del actual IRPF. Así mismo impulsó una ambiciosa política de emisión de deuda pública para crear y mejorar infraestructuras, renovar el país y reducir el trecho que nos separaba del pelotón de cabeza e Europa. 

Otras dos medidas generaron expectación internacional. De un lado la creación CAMPSA, monopolio de petróleos (que costó el que el presidente de la Shell amenazara con el embargo a España… y que se eludió con acuerdos firmados entre Primo de Rivera y Stalin) que debía controlar todo lo relativo a carburantes, incluida la comercialización de los productos, la explotación de yacimientos, la gestión de la flota petrolera (que entonces no existía y que se trataba de construir) y el refinado del crudo (otra industria hasta entonces inexistente). A esta medida siguió otra no menos importante: la creación de una “banca pública” con dos instituciones, el Banco Exterior y el Banco de Crédito Local creadas al efecto y el reforzamiento del Banco Hipotecario y del Banco de Crédito Industrial.

Todas estas medidas indican el espíritu reformista y modernizador de Calvo Sotelo y, especialmente, dicen mucho sobre su experiencia en la gestión pública y en la administración del Estado. Lamentablemente, durante su mandato al frente de Hacienda, la peseta se devaluó un 60%, dimitiendo el 20 de enero de 1930 después de un encontronazo con el dictador, el cual dimitía una semana después.

En plena etapa de sustitución de Primo de Rivera por Berenguer, Calvo Sotelo fue nombrado presidente del Banco Central, en febrero de 1930, cargo del que dimitió apenas medio año después tras comprobar que los problemas de liquidez de la entidad se debían a créditos impagados concedidos a miembros del Consejo de Administración de la entidad.

En ese período, Calvo Sotelo junto a otros exministros de la dictadura contemplaba la posibilidad de formar un partido político que estuviera presenta en los siguientes comicios y que presentara como candidato a Primo de Rivera con el que llegó entrevistarse en París, el cual aceptó el proyecto que, sin embargo, jamás se llevaría a la práctica por fallecimiento del dictador a las pocas horas del encuentro. Sin embargo, Calvo Sotelo sacaría adelante el proyecto fundándose la Unión Monárquica Nacional el 5 de abril a la que se sumó el joven hijo del dictador José Antonio Primo de Rivera. Sin embargo, la tarea de esta formación se interrumpirá con la proclamación de la II República el 14 de abril. A las pocas horas Calvo Sotelo se exilió a Portugal. No volvería sino tres años más tarde.

Tras abandonar Portugal se instalará en París en donde casi inmediatamente conoce a Charles Maurras, que influyó extraordinariamente en sus concepciones que, en tanto que monárquico convencido encontraron un eco en él. Desde París, Calvo Sotelo pudo ver como Roosevelt afrontaba la crisis del 29 y reconoció en las medidas de aumento de la inversión pública las mismas medidas que él había intentado aplicar durante los años de la dictadura. París era también la atalaya más favorable para percibir otro fenómeno que estaba naciendo aquellos momentos en Europa: el fascismo. No sería hasta después de que Calvo Sotelo regresara a España cuando las “ligas fascistas” alcanzaron un fuerte impacto en Francia, pero ya entre 1930 y 1933 existían grupos fascistas y sobre todo revistas y doctrinarios, muchos de ellos católicos y procedentes de Action Française que habían abrazado el fascismo. Más tarde, en 1932, viajaría a Italia conociendo personalmente a Italo Baldo y a Mussolini.

A su regreso a España, Calvo Sotelo volvía con su convicción monárquica reforzada por los encuentros con Maurras y por su conocimiento del fascismo. Sin embargo, a partir de ese momento, ese ideal ha sufrido algunas matizaciones. Primeramente dejará de hablar de “restauración monárquica” e insistirá en la idea de que si España  vuelve a ser una monarquía se tratará de una “instauración”, evitando así la penosa obligación de realizar un análisis de la monarquía Alfonsina y de su fracaso; la nueva monarquía, la llegada por una “instauración”, deberá ser radicalmente diferente a la anterior, idea que Franco repitió  en varias ocasiones especialmente a partir de la aprobación de la Ley Orgánica del Estado de 1967. En su momento, Alfonso XIII profesó una absoluta desconfianza hacia Calvo Sotelo quien le había sugerido que abdicara en su hijo Don Juan.

Cuando en 1933, es elegido diputado por Orense en la lista de Renovación Española no pudo retornar a España inmediatamente sino que hubo de esperar hasta la amnistía de 30 de abril. Once días después, Calvo Sotelo empezaba a trabajar presentando propuestas parlamentarias. Tras los años de exilio su acomodamiento en las fuerzas políticas de la derecha fue complicada: a pesar de ser miembro de Renovación Española el presidente del partido era Antonio Goicoechea; de haber querido figurar entre los líderes de la derecha, hubiera debido competir con Gil Robles en la jefatura de la CEDA y si hubiera preferido orientarse hacia la Falange, aquel era el coto del hijo del dictador. Cabe decir que Calvo Sotelo ni antes ni después enarbolaría ninguna ambición personal y se conformaba con ser un diputado eficaz que sabía de lo que hablaba y que preparaba sus intervenciones minuciosamente.

Sobre los contactos entre Calvo Sotelo y Falange Española se han dado distintas versiones avaladas todas por unos u otros testimonios pero por ningún documento escrito. A poco de regresar a España, Juan Antonio Ansaldo lo visitó para proponerle que se integrara en el partido falangista del que él era el jefe de las milicias. Ramiro Ledesma dio otra versión según la cual habría sido Calvo Sotelo quien solicitó por iniciativa propia su ingreso en Falange. A pesar de que tenemos tendencia a reconocer como cierta la primera versión –Ledesma no participó en las negociaciones y en este terreno hablaba de oídas- ambas concluyen en el mismo punto. José Antonio Primo de Rivera se negó a admitirlo al albergar ciertas reservas en relación a la colaboración de Calvo Sotelo con su padre. El fundador de Falange en ese momento no se sentía monárquico y tenía cierto desprecio por los “señoritos” monárquicos, tal como señala Payne. Ansaldo atribuyó la negativa a un personalismo de José Antonio Primo de Rivera (poco después sería expulsado del partido).  

El 14 de junio de 1933, Calvo Sotelo, a través de una entrevista en ABC, planteó la necesidad de crear un “bloque” con todas las fuerzas que rechazaban la constitución de 1931. En los meses siguientes se publicaría un manifiesto firmado por personalidades de todos los sectores de la derecha monárquica. Fuera de los tradicionalistas y de Renovación Española, el resto de firmantes eran grupos de escasa entidad: el Doctor Albiñana, agrarios, restos de los antiguos Sindicatos Libres de Barcelona y de la Agrupación de Juventudes Antimarxistas vinculados a ellos, sectores desgajados de la CEDA, pero lo esencial de este partido y, por supuesto, los falangistas, no respondieron.

En el manifiesto el Bloque Nacional publicado el 8 de diciembre de 1934 se aludía a la “exaltación frenética de la unidad española que la Monarquía y el pueblo labraron juntos a lo largo de quince siglos (…) el hecho católico fue factor decisivo y determinante en la formación de nuestra nacionalidad”. Seguía luego un ataque al liberalismo y a la Revolución Francesa que “como Cánovas predijera, nos arrastra al comunismo”. Se llamaba a la constitución  un “Estado fuerte” del que más adelante se dice que será “integrador” y para todo ello se propone la constitución de un Bloque Nacional “que tenga como objetivo la conquista del Estado”.

Entre los firmantes del manifiesto figuraban Jacinto Benavente, Ramiro de Maeztu y José María Pemán. Sería en diciembre de 1934 cuando el llamamiento tomaría forma y daría lugar al Bloque Nacional. A pesar de que siempre fue una formación minoritaria, la personalidad de Calvo Sotelo hizo que, prácticamente, fue el portavoz parlamentario de toda la derecha.

Al aproximarse las elecciones de febrero de 1936, Calvo Sotelo no albergaba ninguna duda sobre el triunfo de la izquierda e intento que el ejército se sublevara antes de las elecciones llegando incluso a entrevistarse con Franco. Tras la segunda vuelta de las elecciones, el Frente Popular pretendía anular las dos actas obtenidas por Calvo Sotelo. Ya en ese momento se destacó la Pasionaria como principal instigadora de esta negativa a concederle el acta de diputado llegando a gritar en el momento de la votación “!Justicia para los asesinos del pueblo!”. Le fue restituida el acta, pero al presidente de Renovación Española, Antonio Goicoechea le fue denegada con lo que Calvo Sotelo quedó como jefe de su minoría parlamentaria.

En los meses de mayo y junio de 1936 siguió creciendo la tensión tanto en la sociedad como en el parlamento. El 15 de abril, Azaña al presentar su programa de gobierno fue replicado por Calvo Sotelo quien le recordó que solamente en dos meses se habían producido un centenar de muertos y quinientos heridos por la violencia política, exigiendo que el gobierno se preocupara de mantener el orden. Paralelamente siguió manteniendo sus llamamientos públicos y privados para que el ejército asumiera sus responsabilidades. Vulnerando la legislación de la época, Azaña, sin mandamiento judicial, ordenó que se intervinieran permanentemente los teléfonos de Calvo Sotelo. Y en medio de un clima tensión exasperada se produjo la sesión parlamentaria del 16 de junio de 1936.

El discurso parlamentario de Calvo Sotelo el 16 de junio fue una interpelación a Casares Quiroga, entonces Ministro de Gobernación, e particularmente interesante para ver que, en ese momento, ya había asumido todos los valores del fascismo, de hecho él mismo, tras definir lo que era el fascismo se declaro tal. En el discurso atacó especialmente las “fórmulas financieras de capitalismo abusivo”, uno de los temas favoritos del populismo fascista de la época, fue uno de los discursos más “sociales” de Calvo Sotelo y, desde luego, en donde el monarquismo estuvo completamente ausente. La búsqueda del orden, la oposición a los lock-outs patronales y a las huelgas salvajes, la denuncia del desorden que se estaba dando en las calles y en la economía, la necesidad de estimular la “producción nacional”, la concepción de un Estado situado más allá de la lucha de clases, todo ello resumían las ideas del fascismo. Sugirió la posibilidad de un golpe de Estado militar en caso de que todos estos problemas se prolongaran y atacó la pasividad del gobierno ante las milicias de izquierda. Se produjo un intercambio de insultos con Wenceslao Carrillo, padre de Santiago Carrillo y dirigente socialista, que no figuraron en el Diario de Sesiones. Casares le hizo responsable de una sublevación eventual de parte del ejército que, Calvo Sotelo consideró como una “amenaza”. Desde los escaños comunistas, Dolores Ibárruri consieró una “vergüenza” que Calvo Sotelo no hubiera sido juzgado como ministro de la dictadura y organizador de la represión contra el sindicalismo (algo en lo que Calvo Sotelo jamás participó).

Es en esa sesión, probablemente la más crispada que se ha producido jamás en un parlamento español, cuando se atribuye a Dolores Ibárruri pronunciar la “sentencia de muerte” contra Calvo Sotelo: “Este hombre ha hablado por última vez”. Sin embargo, es cierto que la frase no figura en el Diario de Sesiones y que La Pasionaria rechazó haberla dicho. Pero otros testimonios declararon que sí había pronunciado la frase y muy poco sospechosos de derechismo o de complicidad con Calvo Sotelo. Uno de estos testimonios es el de Josep Tarradellas, miembro de ERC que luego sería presidente de la Generalitat de Catalunya en el exilio y más tarde presidente de la Generalitat restaurada por Suarez (1) y el otro Salvador de Madariaga (2). Es normal que la Pasionaria, a la vista de que el asesinato de Calvo Sotelo se considera unánimemente como detonante de la guerra civil, evitara reconocer que había pronunciado aquellas palabras. En cuanto a que no figuren en el Diario de Sesiones, no es relevante a la vista de que en esa misma sesión el propio Martínez Barrio pidió que no aparecieran frases enteras del rifirrafe producido durante la intervención de Calvo Sotelo.

En la siguiente sesión parlamentaria del 1 de julio, Calvo Sotelo volvió a tomar la palabra para atacar la reforma agraria del gobierno explicando. A poco de iniciar su discurso y a mencionar el papel de la URSS en el auge del fascismo, los diputados comunistas iniciaron sonoras protestas. Calvo Sotelo para confirmar sus tesis aludió a la participación de los agricultores en la toma del poder por parte del fascismo italiano y terminó proclamando que solamente un Estado Corporativo aliviaría los males del campo en España. Esa alusión es, para nosotros suficiente, para asumir que Calvo Sotelo, había culminado ya su viraje hacia el fascismo. Las crónicas lo siguen llamando “diputado monárquico” pero, en realidad, se había operado en él un deslizamiento progresivo hacia el fascismo que le llevó en esa, su última sesión parlamentaria, a aludir al “Estado Corporativo”, no en la versión de Maurras, sino directamente ligado al movimiento de Mussolini. Toda la derecha, no solamente los diputados del Bloque Nacional-Renovación Española, sino también los de la CEDA, aplaudieron la intervención de Calvo Sotelo. Y estos sí podían considerarse “fascistizados” en la medida en que en su actitud no había una profunda reflexión doctrinal, sino apenas una actitud visceral dictada por la polarización de la cámara.

En esa sesión, resultó expulsado un diputado de la derecha que se solidarizó con Calvo Sotelo, la Pasionaria desde su escaño siguió gritando llamamiento a “arrasar” a la derecha (que tampoco figuraron en el Diario de Sesiones pero que oyeron perfectamente otros diputados), el socialista Galarza defendió el uso de la violencia contra el fascismo (palabras que fueron borradas del diario de sesiones), todo ello en medio de un clima de guerra civil que había llegado antes al parlamento que a la sociedad.

El asesinato del teniente Castillo el 12 de julio. Era evidente que se iba a producir una represalia. La duda estriba en si el asesinato de Calvo Sotelo se produjo como represalia a la muerte de Castillo o estaba preparada antes. Lo cierto es que a partir de la sesión parlamentaria del 6 de junio cuando se produjeron movimientos extraños dirigidos por el Director General de Seguridad que cambió la escolta de Calvo Sotelo juzgada como excesivamente solidaria con el político. Fueron nombrados dos masones para escoltar a Calvo Sotelo, Garriga Pato y Serrano de la Parte, izquierdistas notorios. La orden era que en caso de atentado simularan proteger al escoltado, pero no defenderlo y en caso de que se produjera un atentado y no resultara muerto, rematarlo. Una filtración permitió a Joaquín Bau Nolla enterarse de estas instrucciones y alertar a Calvo Sotelo, el cual obtuvo otra escolta que tampoco era de su confianza. El 10 de julio otro diputado de Renovación Española, Cortés Cabanillas, volvió a alertar a Calvo Sotelo de otro proyecto de asesinarlo surgido de las filas socialistas proponiéndole una guardia compuesta por militantes de su partido a lo que el interesado contestó que lo más probable es que fuera asesinado por el propio gobierno.

Al ser trasladado el cuerpo del teniente Castillo a la Dirección General de Seguridad se encontraron muchos militantes socialistas y de la UMRA y parece que allí se tomó la decisión de asesinar en ese momento a Calvo Sotelo. Gobernación ordenó la detención de los sospechosos de poder haber cometido el atentado contra Castillo y uno de los grupos que partió para esta tarea, dirigido por el capitán de la Guardia civil Fernando Condés (conocido socialista expulsado del cuerpo por haber participado en la revolución de Asturias, también francmasón), amigo de Castillo y destacado miembro de la UMRA, acompañado por una docena de milicianos socialistas habitualmente escoltas de Indalecio Prieto, varios miembros de la policía y un escolta de la diputada socialista Margarita Nelken. La camioneta fue directamente en busca de Calvo Sotelo, mientras que otra partió en busca de Gil Robles que se encontraba fuera de España en ese momento.

Tras detener a Calvo Sotelo y montarlo en la camioneta un tal Luis Cuenca Estevas, escolta de Prieto y conocido como “El pistolero”, lo asesinó a la altura de la calle Velázquez con Ayala, con un tiro en la nuca y un segundo tiro cuando ya estaba en el suelo de la camioneta rematándolo. Abandonaron el cadáver en el Cementerio del Este en una acera. Luego fueron al cuartel de Pontejos en donde “El Pistolero” se presentó al comandante Burillo (también francmasón) que lo abrazó. No es cierto, como durante años se sostuvo que fueran Guardias de Asalto quienes formaban parte de la dotación de la camioneta y que efectuaron su acción como represalia por la muerte de su compañero el teniente Castillo. La composición del comando asesino sugiere que se trató de un grupo bien relacionado en  las altas esferas socialistas y que contaba con un número extrañamente significativo de franc-masones socialistas. De hecho el propio Luis Cuenca, visitó a las 8:00 de la mañana a Julián Zugazagoitia, director de El Socialista comunicándole el crimen. No se trataba pues de Guardias de Asalto marginales o poco representativos, sino de militantes socialistas con fuerte presencia en las logias. En cuanto al capitán Condés, a las 8:30 llamó a la sede del PSOE comunicando al diputado Juan Simeón Vidarte que acababa de asesinar a Calvo Sotelo yendo a ocultarse a la casa de la diputada socialista Margarita Nelken. La mujer de Calvo Sotelo lo identificó inmediatamente, lo que no fue óbice para que se Condes se entrevistara con Indalecio Prieto. En resumidas cuentas, en los días que siguieron al crimen tres diputados socialistas –y no precisamente tres diputados de base- encubrieron y ocultaron a los asesinos. El 25 de julio, una vez desencadenada la guerra civil, las milicias socialistas robaron a punta de pistola el sumario instruido por el crimen. Se trató de un verdadero “crimen de Estado”.

Sin embargo, la violencia acompañó a Calvo Sotelo hasta su tumba. Tras una encendida oración fúnebre pronunciada en el cementerio por el presidente de Renovación Española y ante varios miles de partidarios que le despidieron brazo en alto al estilo fascista, se produjo una concentración en la calle Goya esquina Alcalá siendo brutalmente disuelta por la Guardia de Asalto causando cinco muerto y cuatro heridos. Dos oficiales que se negaron a disparar sobre la masa fueron detenidos. El gobierno, en lugar de optar por detener y procesar a los responsables del crimen de Calvo Sotelo, optaron por detenciones masivas de activistas de derecha para evitar represalias, ignorando que lo único que habían logrado era decantar bruscamente a militares que hasta ese momento habían dudado en pronunciarse contra la República y acelerar el pronunciamiento militar.

A nadie se le escapa que de haber sobrevivido a la guerra civil, Calvo Sotelo hubiera sido una de las eminencias grises del nuevo régimen y que hubiera ocupado hasta el final de su vida altos cargos en la administración franquista tal como la ocuparon algunos de sus amigos íntimos y colaboradores en Renovación Española, Bau Nolla o Corté Cabanillas que estuvieron presentes en las altas esferas del régimen hasta su fallecimiento. El régimen franquista profesó un culto casi idolátrico a Calvo Sotelo a quien le dio el título de “Protomártir de la Cruzada”, pero seguramente, de haber sobrevivido, la evolución del régimen hubiera sido muy diferente. Si Gil Robles optó por ausentarse de España y José Antonio Primo de Rivera no pudo evitar ser fusilado por la República, seguramente la presencia de Calvo Sotelo en la “Zona Nacional” hubiera contribuido a dar una mayor coherencia al régimen, habría disminuido el peso de la falange (que en el momento de producirse el 18 de julio era una fuerza juvenil demasiado pequeña) y seguramente el papel de Calvo Sotelo hubiera consistido en dar la fisonomía política al nuevo régimen que, no lo dudamos, hubiera sido fascista, quizás con menos exaltaciones imperiales pero seguramente con mayor profundidad doctrinal.

Como hemos visto a lo largo de esta breve biografía, había que descartar que hubieran podido surgir diferencias entre Franco y Calvo Sotelo. Este admitía perfectamente jugar un papel secundario y dedicarse a los debates parlamentarios o bien a la reforma de la administración. Nunca disputó a nadie el liderazgo, ni nunca rivalizó con nadie por ocupar puestos de poder. Su superioridad intelectual estaba fuera de duda y su capacidad para la gestión de la cosa pública que demostró durante la dictadura era incuestionable. Por eso su decantación hacia el fascismo era importante: porque no se trataba de un joven exaltado, ni de alguien obsesionado por la estética y la retórica fascista, sino de un gestor eficaz que racionalmente había llegado a asumir que en los años 30 el “orden” caminaba al paso con el “fascismo”.  

(1)  Josep Tarradellas: El único camino. Barcelona, Bruguera, 1979, p. 248.

(2)  Salvador de Madariaga: España: ensayo de historia contemporánea, 1979, pg. 384

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