Dossier inmigración boliviana. Bolivia: ¿Frente secundario de la inmigración masiva?
Infokrisis.- Habitualmente se considera que Ecuador es el principal exportador de inmigrantes andinos, seguido por Perú y Colombia. Bolivia rara vez aparece en primera fila y, por tanto, lo hemos elegido como arquetipo de países con baja demografía (si bien casi ha duplicado la población en el último cuarto de siglo) cuyas tasas de inmigración van creciendo exponencialmente y, si no en número, al menos superan en porcentaje al de otros países. Bolivia siempre ha sido una caja de sorpresas y mucho más ahora que un nuevo gobierno “indigenista” se sienta en el Palacio Quemado de La Paz.
Queremos recalcar que la inmensa mayoría de los datos que hemos utilizado a continuación han sido extraídos de las ediciones digitales bolivianas, accesibles a través de Internet. Lo que hemos encontrado nos ha sorprendido y podemos atestiguar –porque trabajamos directamente con periodistas bolivianos durante nuestra estancia en aquel país- que la prensa es una de las pocas instituciones “serias” de Bolivia. Así pues, la fiabilidad de los datos que siguen no puede ser puesta en duda.
La frecuencia de los datos aparecidos en la prensa boliviana sobre la inmigración no deja de sorprender. Si antes del ascenso a la presidencia de Evo Morales eran dispersos y sin grandes precisiones, evidenciando que la inmigración hasta ese momento era un puro goteo, a partir de la subida de Evo Morales y del MAS, la inmigración se ha convertido en uno de los temas estrella de la prensa boliviana. Raro es el día en que, por uno u otro motivo, el consabido tema de la inmigración no aparece en algún medio boliviano. Es fácil interpretar el fenómeno: lo que hasta Evo Morales era un goteo, a partir de su presidencia se ha convertido en un flujo continuado.
La demografía boliviana en expansión
Las migraciones son un problema en Bolivia, no solamente migraciones hacia Europa (España), sino especialmente hacia los países limítrofes (Argentina y Brasil), pero también constituye un problema interior. En efecto, la población de La Paz está desplazándose hacia Santa Cruz. Y cuesta encontrar encuestas que reflejen este problema. Habitualmente, se suele decir que la población boliviana se concentra en los departamentos de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz. Estos tres departamentos agruparían al 70% de la población boliviana. Pero decir esto es decir poco y, especialmente, no reflejar la tendencia de las migraciones interiores: Santa Cruz es (o era…) casi una ciudad colonial en medio de la selva, mientras que La Paz es una ciudad típicamente andina y escasamente europea. Esta migración interior, desde La Paz hasta Santa Cruz, altera la composición étnica de ésta última y es uno de los motivos por los que el Oriente boliviano ha amenazado en múltiples ocasiones con independizarse. Estamos persuadidos de que durante el gobierno de Evo Morales –dure lo que dure y no somos muy optimistas al respecto- esta tendencia segregacionista se acentuará.
En 2005, 5.165.882 habitantes vivían en zonas urbanas y 3.108.443 en áreas rurales. Aparentemente, el país está relativamente equilibrado entre “campo” y “ciudad”, pero no es así. A pasos agigantados, el campo boliviano se va abandonando. Los campesinos inician su periplo migratorio, habitualmente en La Paz y Santa Cruz; luego, los que han radicado en La Paz perciben, no solamente que allí no hay trabajo, sino que los paceños se han ido desplazando hacia Santa Cruz y hacia el exterior y se suman a este movimiento de población. Si tenemos en cuenta que la media de hijos por matrimonio boliviano es de cuatro, resulta significativo que solamente se haya producido un aumento de 382.497 personas en áreas rurales desde 1992, mientras que en áreas urbanas ha ascendido a 1.471.036.
Hoy, el 60% de la población boliviana es menor de 25 años y solamente los adolescentes de entre 10 y 20 años representan el 23%. Además, las mujeres en edad fértil (de los 15 a los 49 años) son el 50% de las mujeres del país. En los dos últimos censos, la pirámide de población se ha estrechado ligeramente en la base, pero la natalidad sigue siendo alta o altísima, especialmente en los departamentos del Beni, el Pando o Potosí. La Paz y Oruro es donde más desciende la población… pero no por un descenso en el número de hijos por pareja, sino por las migraciones interiores y exteriores. Así se entiende que en Santa Cruz esta disminución sea casi imperceptible.
A pesar de la despoblación acelerada del medio rural boliviano, el hecho verdaderamente dramático es que la capital, La Paz, en lugar de ganar población, la pierde anualmente. Doce de cada mil habitantes abandonan la “olla de La Paz” cada año, en cifras reales, algo más de 10.000 habitantes perdidos por año. Este proceso, sostenido desde el año 2000, hace que, a pesar de que la edad media de los habitantes de La Paz sea de 29 años de edad, sea cinco años superior al resto del país (24 años). La gente joven está abandonando la ciudad y emprendiendo el camino de la emigración. Se van especialmente cuadros técnicos, profesionales y mano de obra cualificada, así como estudiantes de la Universidad de San Andrés. En pocos años, esta “fuga” se hará sentir dramáticamente en la capital boliviana.
Cuando más del 20% de la población de un Estado emigra es que ese Estado ha dejado de existir y se ha vuelto inviable. Esto ya ha ocurrido con algunas naciones centroamericanas y caribeñas que han perdido todo su capital humano camino del exilio económico. Se pierden cerebros, se pierde mano de otra, se pierde espíritu de iniciativa. En estos países se produce una especie de “selección al revés”, en la que los mejor preparados e inquietos huyen hacia el exterior, mientras que los más acomodaticios, conformistas y lánguidos, permanecen en el país, rebajando la productividad y acentuando la degradación de los servicios y el marasmo del Estado.
Además, la inmigración masiva produce efectos económicos perversos. Sí, la economía nacional –como es el caso de la boliviana- recibe importantes remesas económicas de la inmigración que, al alcanzar ciertos niveles, se vuelven imprescindibles para el equilibrio macroeconómico. El primer efecto es inhibir las exportaciones, en tanto que sobrevalúan la moneda nacional. Eso tiende a generar efectos inflacionarios, generar dependencia y desigualdad social. Ya ha ocurrido en el Magreb y ahora está ocurriendo en las economías andinas. Para colmo, esas remesas son pan para hoy y hambre para mañana. Los niveles de pobreza se reducen en el país receptor de las divisas, y se tiende a pensar que no hacen falta estrategias para mitigar los graves problemas sociales derivados de la pobreza. Simplemente, ésta disminuye porque se palia con los fondos llegados de fuera. Error. En África, los poblados que más inmigración han generado son los que en estos momentos tienen más abandonadas las tierras de cultivo y las economías locales. Simplemente, los familiares emigrados envían pequeñas cantidades mensuales que allí son tesoros, y si uno tiene un tesoro, ¿para qué precisa trabajar?
Desde los años 90, las medidas impuestas por el FMI y las instituciones de crédito internacionales en América Latina, no están teniendo como resultado la creación de empleo y el crecimiento económico, sino una ampliación de las bolsas de paro, una falta global de perspectivas y una desesperación creciente de las clases medias hacia abajo que, por si misma, genera los flujos migratorios.
A la vista de los datos demográficos, la situación de Bolivia es muy similar a la de los países del Magreb, con una población extremadamente joven, con unas migraciones interiores sostenidas y, finalmente, con una falta absoluta de perspectivas para los sectores juveniles que optan por la inmigración. En realidad los países andinos son nuestro segundo Magreb. No llegan con cayuko ni patera, sino con algo mucho más sofisticado: los Boeing que diariamente aterrizan en Barajas. Quien diga que esa inmigración es incontrolable, es sencillamente un imbécil o pretende engañar con mala fe. Esta inmigración no tiene mafias detrás, sino instituciones bancarias respetables –algunas de ellas españolas- que les conceden los créditos necesarios para venir a nuestro país.
¿Cuántos inmigrantes ha generado Bolivia?
Goteo ayer y chorro hoy, la cuestión es que existe cierta opacidad de datos sobre los inmigrantes bolivianos que se encuentran en el extranjero. Antes decíamos que la prensa es una de las instituciones bolivianas serias, y con la misma rotundidad podemos afirmar que las estadísticas y los censos son poco fiables. El nivel de corrupción en unos casos y de apatía en otros es tal, que impide que podamos confiar en los datos que nos aportan.
Ahora bien, en la prensa boliviana se publicó el 24 de julio de 2006 que “entre Enero y Diciembre de 2005, alrededor de 47.000 ciudadanos bolivianos emigrantes regularizan su situación migratoria en España”. El titular no está desde luego redactado según los patrones de la prensa española, pero se entiende a la perfección. Tenemos a casi 50.000 bolivianos regularizados, de los cuales, buena parte –pero no todos- debieron serlo en el período de la malhadada “regularización masiva” entre febrero y mayo de 2005. Mientras que en 2001 tan solo residían en España 3344 bolivianos, cuatro años después la cifra había ascendido a 50.738; es decir, se había producido un aumento del ¡1417,287%! Pero la situación es mucho más grave, y apenas dos meses después, se publicaron nuevas cifras de emigración hacia España.
Las últimas cifras sobre inmigrantes bolivianos en España nos llegan de Bolivia, así que son creíbles. Como se sabe, las cifras dadas por el gobierno ZP tienden siempre a minimizar el impacto de la inmigración. Escribo estas líneas justo cuando se han dado las cifras de muertes en cayuko, unas 3000 desde principios de año; pues bien, hace solo tres meses ZP, con una seriedad pasmosa, decía en el Parlamento que el tema de las pateras estaba resuelto… Así que si las cifras proceden de Bolivia, a nuestros efectos, son más creíbles que las que facilita el gobierno español. A principios de agosto de 2006, las cifras de residentes bolivianos en España, legales e ilegales, ascendía a 100.000, mientras que otras la elevaban a 150.000, e incluso la Cancillería boliviana se atrevía a cifrar la frecuencia semanal de emigrados a España en un millar, lo que coincide con nuestras apreciaciones y con las conversaciones que hemos mantenido con funcionarios policiales destacados en Barajas. El Cónsul de España José Fernández, entrevistado por los medios de comunicación bolivianos a principios de junio de 2006 reconocía cifras parecidas. A la pregunta de “¿Cuál es el flujo migratorio a España?”, respondía: “Cada semana hay dos vuelos directos de 400 personas a España, ya son 800. Estimo que otras 200 se van vía Chile, Argentina y Brasil. Mil personas se van a España todas las semanas. Semanalmente otorgamos alrededor de 50 visas de trabajo”. Si tenemos en cuenta que la presión migratoria boliviana hacia España se inició en el 2001, es decir en torno a hace 60 meses, esto es 240 semanas, las cifras de residentes bolivianos en España deben oscilar entre 125 y 150.000.
Las dos comunidades mayores eran las de Madrid, con 35.000 residentes (posiblemente 50.000 según otras fuentes), la mayoría procedentes de Santa Cruz, y la de Barcelona con 25.000 (posiblemente 32.000), en su mayoría procedentes de Cochabamba. En el proceso de regularización de 2005, el 65% de los acogidos eran mujeres dedicadas a servicio doméstico. El propio gobierno boliviano reconocía que esta mayoría inusitada de mujeres que integran los contingentes migratorios se debía, no sólo a la precariedad laboral, sino especialmente a la discriminación sexual que sufren en su propio país. En cuanto a los hombres, suelen trabajar en hostelería y construcción. Por edades, el 84% tienen más de 16 años y el 16% son menores de esa edad. A finales de 2005, los bolivianos residentes en España remitían 500 millones de dólares al año a sus familiares.
¿Creen ustedes que el petróleo explotado por Petrobras y Repsol YPF constituye el principal ingreso de Bolivia? Se equivocan. Aquel país en el que, con un pico y una pala, prácticamente puede encontrarse en cualquier lugar un mineral estratégico, ha logrado que las remesas enviadas por los emigrantes a sus familias en el interior del país sean superiores a cualquier otro ingreso. Cifras oficiales bolivianas revelan que las remesas del exterior registradas en el Banco Central de Bolivia llegaron a 277 millones de dólares en 2005, incrementándose un 64% respecto a los niveles de 2004; pero fuentes del Banco Internacional de Desarrollo elevan estas cifras hasta 422 millones de dólares en 2004 y 860 millones de dólares en 2005, lo que representa el 8,5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). Sólo la venta de gas natural va algo por delante de estos ingresos. La economía boliviana, como la de Marruecos y del resto del Magreb, depende completamente de las remesas remitidas por la emigración. La fragilidad de economías así concebidas no se escapa a ningún analista. Una economía así es inviable a medio plazo, especialmente cuando los emigrantes no contemplan la posibilidad de volver a su país, sino la de acogerse a la reagrupación familiar en el país de acogida.
¿Qué puede pensarse de un país poblado por nueve millones de habitantes de los que ¡una tercera parte!, ha emprendido el camino de la inmigración? Se trata de un país frustrado, cuyos gobiernos, en los últimos 25 años, han ido fracasando sucesivamente a la hora de gestionar la “res publica”. El dato de los tres millones de inmigrantes bolivianos fue facilitado el 15 de abril de 2006 por la Organización Internacional de Migraciones y la Dirección Nacional de Migración de Bolivia. Los principales destinos eran, por este orden, los países limítrofes (lo que parece normal) y España, situada a 14.000 Km. de distancia (lo que ya no es tan normal). Pero hay algo peor: no se van todos los que quieren, sino solo los que pueden. En la edición de ese día (15.04.06) del diario boliviano La Razón se añadía el preocupante dato de que cinco de cada diez bolivianos estarían dispuestos a irse del país (cifra ligeramente menor a la de marroquíes que desean abandonar su país). Ese porcentaje había aumentado en los últimos meses, ante la seguridad de que la situación económica del país iba a degradarse. Evo Morales no parece inspirar confianza al 50% de la población, entre los que se encuentran muchos de los que le votaron. La Razón (boliviana) escribía: “En marzo último, la empresa Apoyo, Opinión y Mercado realizó para este diario una encuesta sobre el tema de la migración en las ciudades de La Paz, El Alto, Cochabamba y Santa Cruz. El sondeo se hizo entre 1.025 personas, de 18 a 70 años de edad, que correspondían a cinco niveles socioeconómicos. El resultado es que el 53 por ciento de la gente consultada dijo que optaría por ir a vivir al extranjero si tuviera la posibilidad de hacerlo”. La nacionalización de todo lo nacionalizable no anima a los bolivianos a quedarse. Los motivos que la encuesta atribuía a esta migración no eran el atraso del país y la pobreza, sino los bajos niveles salariales, la precariedad en el empleo y la falta de trabajo.
En Bolivia el desempleo en el área urbana llega al 10% de la población activa (4,6 millones). No es una tasa alta, pero nos equivocaríamos si la valorásemos de manera optimista. En ese porcentaje no se recogía el número de gente que vive de la economía “informal” para sobrevivir. Se estima que entre el 40 y el 60% de los bolivianos están en esa tesitura, es decir, laboralmente en la inseguridad más absoluta. Para colmo, cada año se incorporan 140.000 jóvenes al mercado de trabajo que no tienen la más mínima posibilidad de encontrar un empleo que les garantice la supervivencia.
Esa misma encuesta estableció que dos de cada tres bolivianos tienen parientes emigrados. Sus familiares que todavía no han emprendido el camino del exilio económico ni solicitado la reagrupación familiar, consideran que los inmigrantes “viven algo mejor” que cuando se marcharon del país. Es inevitable que el ejemplo cunda y que el principal problema de Bolivia, en el momento actual, no sea nacionalizar el petróleo, sino encontrar fórmulas para detener su sangría demográfica o, de lo contrario, en solo unas décadas el país estará prácticamente despoblado.
La emigración boliviana se orienta según su capacidad económica: los campesinos pobres se van a trabajar a Argentina o a Brasil, mientras que los que pueden disponer de algunos ahorros o presentar un aval para un crédito (habitualmente pequeños comerciantes, vendedores ambulantes o propietarios de pequeñas haciendas) emigran hacia España y en mucha menor medida a EEUU.
Se calcula que en Argentina residen 1.500.000 bolivianos, de los cuales 850.000 residirían en la capital y otro tanto en las provincias argentinas. Si tenemos en cuenta que la situación económica de la República Argentina no es precisamente boyante, puede comprenderse el infierno económico que los bolivianos dejaron atrás. De todas formas, buena parte de la inmigración boliviana en Argentina es anterior al hundimiento de la economía de éste país en 2001. Es más, a la vista del descalabro del “corralito” argentino, muchos bolivianos que habían logrado hacerse con unos mínimos ahorros, en lugar de emprender el camino de regreso a su país, lo hicieron hacia España. Si a eso añadimos que la emigración hacia los EEUU se detiene bruscamente al aumentar los controles tras el 11-S del 2001, se entiende que a partir de los dos primeros años del milenio, la inmigración boliviana se replantee su destino.
De hecho, a partir del año 2000, la emigración boliviana elige como destino preferencial España. Hoy residen en nuestro país un número de bolivianos no inferior a los 150.000, concentrados en Madrid y Catalunya que, por término medio, envían unos 300 euros a sus familias… Las cifras son de una asociación boliviana de inmigrantes, pero es posible que no sean fiables. Además, datan de junio de 2006: tres meses después, probablemente, ya habrá sufrido un incremento. Sí, porque, a partir de mayo de 2006, la inmigración boliviana en España aumenta extraordinariamente.
No podemos saber exactamente el ritmo (algunos funcionarios de Barajas nos han asegurado que en torno a 250-300 bolivianos entran diariamente como turistas…), pero sí podemos intuir la intensidad del fenómeno a tenor de algunas informaciones publicadas entre mayo y junio de 2006 en la prensa boliviana. Si no olvidamos que el “destino preferencial”, aquí y ahora, de los bolivianos es España… es evidente que esos bolivianos precisarán pasaporte para entrar como turistas por Barajas. Por eso hemos recogido algunas noticias sobre el funcionamiento de estas oficinas de migración. Resumamos lo que el lector va a encontrar en las páginas siguientes: tales oficinas están desbordadas desde el ascenso al poder de Evo Morales.
Noticia publicada en la prensa boliviana el 10 de abril de 2006: en las semanas anteriores –los datos son de periódicos de distintas tendencias- la inmigración boliviana decidió entrar por los aeropuertos parisinos, a la vista de la saturación en Barajas. Pero a principios de abril, las autoridades aduaneras galas rechazaron aviones enteros de inmigrantes bolivianos, con lo cual disminuyó momentáneamente la entrada de ciudadanos bolivianos en España. Desde principios de año y hasta ese momento, muchos miles de bolivianos decidían entrar por París y luego ganar la frontera española. Pues bien, una vez corrió el rumor de estos “retornos”, la petición de pasaportes en Bolivia disminuyó sensiblemente, especialmente en Santa Cruz. No hay que olvidar que todos aquellos que eran devueltos perdían todo lo que habían invertido y no podían hacer frente a los créditos avalados con su escaso patrimonio… La directora de Inmigración en Santa Cruz, Olga Lidia Espinoza, recordó que la actitud de las autoridades galas era particularmente perjudicial para la emigración boliviana dado que “…el 80 por ciento de los pasaportes tiene como destino España” (por su había alguna duda). Eso provocó que de los 400 pasaportes expedidos diariamente por la oficina de migración cruceña se pasara a algo más de 300. Recapitulemos: el 80% de bolivianos que reciben pasaporte sólo en Santa Cruz, va a España. Hasta la crisis de entradas en París, se daban 400 pasaportes, es decir 320 con destino estadístico a España. Estas cifras se mantenían desde principios de año. Así pues, en 20 días de trabajo al mes, la oficina de Santa Cruz habría expedido 48.000 pasaportes, de los que el 80% tendrían la intención de venir a España (36.400). Pero si tenemos en cuenta que la oficina de Santa Cruz supone el 30% de los pasaportes expedidos en Bolivia, habrá que multiplicar esa cifra por tres. En otras palabras: sólo en la primera mitad de 2006, 72.800 bolivianos han pensado seriamente en establecerse en España, importándoles un rábano el incumplir la legislación de inmigración de nuestro país y hacerlo por la vía de los hechos consumados. La historia termina cuando la diligente Olga Lidia Espinoza comenta airada que Francia “está devolviendo a bolivianos que usan el pasaporte que nosotros les damos”. Luego veremos que existe una red de corrupción en la oficina de migración boliviana y que las irregularidades y fraudes abundan. Pero ésta es otra historia en la que nos detendremos más adelante.
Este personaje con nombre de culebrón, Olga Lidia, consultó a la embajada española si había algún problema con “sus” pasaportes. Y el embajador, seguramente un probo funcionario de Moratinos que aún no se ha enterado de que la inmigración boliviana a España empieza a ser un problema, se sorprendió por la pregunta y ratificó “que todo está bajo la legalidad, que los pasaportes que emite esta repartición tienen todas las normas legales”. El embajador, en el ejercicio de su cargo, podría haber aprovechado para recordar que en España existe una ley de inmigración y que, según ella, todas las peticiones de obtener permiso de trabajo y de residencia en nuestro país deben tramitarse en el consulado más próximo a la residencia del aspirante. Claro está que le hubiera costado mucho más explicar los motivos de la regularización masiva de 2005. Y no digamos ya de presentar una protesta diplomática por el hecho de que la inmensa mayoría de “turistas” bolivianos mienten al ingresar en España ocultando que han venido para quedarse.
A partir de mayo, las peticiones de pasaporte habían aumentado en Bolivia un 30%. El país estaba recorrido por una especie de “complejo de fuga”, y parecía un barco a punto de hundirse en el que se trata de no ser el último en abandonarlo. ¿Qué estaba ocurriendo? Simplemente que el gobierno español estaba dando una vez más muestras de amateurismo e ingenuidad declarando que a partir de febrero de 2007 se exigirá visado para los ciudadanos bolivianos que pretendan entrar en España, que es una forma de acelerar el “efecto llamada” e impulsar a que los inmigrantes se planteen el “ahora o nunca”. Y la mayoría parece ser que eligió el “ahora”.
El 12 de julio de 2006, las autoridades de inmigración aseguraban que en Santa Cruz se entregaban 44 pasaportes por hora, esto es 350 al día y la gente se quejaba de las largas colas que debía soportar hasta recibir el documento. Algunos días de ese mes se llegaron a entregar 600 pasaportes en un solo día. Así que había que ordenar el flujo de “clientes”. Se empezaron a entregar tickets numerados y se colocaron televisores con los números. Diariamente en torno a 1200 personas visitaban la oficina de migraciones de Santa Cruz. Inmediatamente que se colocaron estos adelantos burocráticos, la picaresca boliviana, no precisamente escasa, inventó una nueva industria local: la venta de tickets. El ticket costaba más que el pasaporte. La venta de puestos en la cola oscilaba, según la ley de la oferta y la demanda y la proximidad a la ventanilla, entre 30 y 100 bolivianos… Pues bien, aun a pesar de eso, las colas nocturnas de gente esperando que se abrieran las ventanillas ha llegado a 2000 personas en la oficina de migración de La Paz. Si hay un pueblo que tiene prisa por abandonar el país, ese es el boliviano. Luego entenderemos el por qué.
El gobierno ZP sin enterarse de nada (of course)
La prensa boliviana ofrecía el 8 de agosto de 2006 una entrevista con María Teresa Fernández a su paso por Bolivia. Lo que le llevaba allí a la vicepresidenta del gobierno español era pedir seguridad jurídica para las empresas españolas. Allí declaró que Bolivia había sido definida como objetivo prioritario para la cooperación española. Claro que Moratinos, el mes anterior, también había definido a África subsahariana como “objetivo prioritario” y publicaba un artículo en la revista “Política Exterior” para que quedara constancia de semejante genialidad… Pero la pregunta clave, a nuestros efectos, tenía que ver con la inmigración boliviana en España:
- “¿Se mantendrá el uso de pasaporte para el ingreso de bolivianos a territorio español?”, preguntó un periodista de El Mundo (boliviano); reproducimos la respuesta textual de la vicepresidenta:
- “Como usted sabe, la Unión Europea ha llevado en los últimos años una política de establecimiento de visados para todos los países, incluidos los latinoamericanos. España siempre se opuso a que se establecieran estos visados dentro de la Unión Europea, pero no lo hemos podido impedir. Lo hemos parado durante un buen tiempo, (pero) últimamente no lo hemos podido parar y probablemente sea algo que se vaya a establecer. Pero no es una decisión española, es una decisión de la Unión Europea”.
Esta respuesta es increíble y, por sí misma, supondría la excusa perfecta para cesar a la eximia funcionaria, simplemente por falta de talla política: la vicepresidenta en lugar de pedir, como sería lógico para un funcionario del gobierno español, que los bolivianos entren en España de conformidad con las leyes del Estado Español… pide disculpas. Disculpas. Es más: ni siquiera percibe a la inmigración masiva como problema, a pesar de que el CIS le recuerda cada mes que la inmigración es el principal problema que perciben los españoles. Simplemente está en Babia intentando quedar bien con los interlocutores. Por otra parte, las decisiones de la Unión Europea son colectivas, y una de las formas más desleales de abordar la cuestión es decir “Los culpables de pedir el visado son nuestros socios de la UE… si por nosotros fuera jamás impediríamos que un boliviano emigrara a España”. Decididamente, Maria Teresa Fernández de la Vega solamente podría ser ministra en el gabinete ZP, en cualquier otro la hubieran cesado recomendándole un reforzante cerebral. No sabríamos si calificar las declaraciones de la vicepresidenta de frívolas, desleales con nuestros socios de la UE, o simplemente estúpidas, o probablemente una mezcla de todo ello.
La vicepresidenta ha logrado que su viaje a Bolivia pasara desapercibido para la opinión pública, aun a pesar de que era, como mínimo, tan grotesco como el realizado a Maputo unos meses antes. Allí la vice acudió para pedir “la integración de la mujer africana en el mercado del trabajo”… De la Vega no se había enterado que la mujer africana trabaja más que el hombre africano y que, por lo demás, las reivindicaciones feministas en África interesan tanto como un disfraz de esquimal. Y pensar que esa gente nos “gobierna”.
Resulta escalofriante pensar que en el mes de mayo del 2006, los vuelos desde Bolivia a Madrid estaban cubiertos hasta el 12 de octubre. Los medios de comunicación bolivianos reconocían que este aumento se había producido a raíz del anuncio de la vicepresidente De la Vega, según el cual a partir de abril de 2007 será necesario visado para viajar a España. No es la primera vez que el gobierno español comete una ligereza de este tipo anunciando con meses de anticipación medidas limitadores de la inmigración. En los primeros días de agosto de 2004, Consuelo Rumi y Rafael Caldera anunciaron que iba a procederse a una regularización de la que, inicialmente, ni siquiera dijeron la fecha del inicio. En los primeros días de septiembre de ese año se anunció que la regularización se iniciaría en febrero de 2005. En otras palabras, se daban casi seis meses a las mafias de la inmigración para que prepararan sus estrategias y vendieran su “producto” como “la gran oportunidad para obtener permiso de residencia y trabajo en España”. A partir de ese momento, empezaron a producirse peticiones masivas de empadronamiento, inmigrantes residentes en Francia y Portugal afluyeron para empadronarse en pisos-patera en toda la geografía nacional y ese fue el principio del “efecto llamada” que todavía hoy se mantiene vigoroso. Así pues, tras las imprudentes declaraciones de De la Vega, la petición de pasaportes que había bajado sensiblemente en julio experimentó un repunte de 500 al día sólo en Santa Cruz. Fue un gran negocio para las agencias de viajes, los proveedores de pasaportes falsos, los prestamistas, usureros y las instituciones de crédito. El pasaje más barato de ida y vuelta no bajó, sino que, por aquello del aumento de la demanda, ascendió a 1.506 dólares.
Lo realmente gracioso es que mientras en España el gobierno está completamente desbordado y dubitativo en el tema de la inmigración, en Bolivia las cosas están muy claras. La vicepresidenta española apenas balbuceó una justificación a la demanda de visado, pero en Bolivia todo el mundo sabía por qué la UE exigía visado. La comisaria de Relaciones Exteriores de la Unión Europea, Benita Ferrero, envió una nota a la dirección de Migración en la que explica las tres razones por las cuales tomaron la determinación los 13 países que conforman el espacio Schengen.
“Uno, dijo, es la presión migratoria de bolivianos. Dos, el aumento de detenciones y condenas a bolivianos por hechos ligados a la criminalidad y la inmigración clandestina. Y tres, ciudadanos latinoamericanos sometidos a la obligación del visado utilizan pasaportes de bolivianos falsos para ingresar al espacio europeo”. Más claro, agua.
Al conocerse que la exigencia de visado se retrasaría, el 6 de agosto, Edwin Pérez Uberhuaga, periodista boliviano destacado en España, enviaba una crónica a su país en la que decía que “parece ser la mejor noticia para mas de doscientos mil compatriotas que viven en Europa y que, en muchos casos, aceleran sin planificación los tramites para que sus parientes lleguen al Viejo Continente”. La crónica añadía que “Según datos extraoficiales, en España viven hoy mas de 150 mil bolivianos, en su mayoría documentados, que a su vez tratan de hacer que sus parientes o amigos lleguen a Europa, a pesar de que lo harían sin posibilidades de tener permiso de residencia”.
El 13 de agosto de 2006, el canciller David Choquehuanca informó que la Unión Europea "no tomará ninguna decisión unilateral" respecto a la exigencia de exigir visado de ingreso a los ciudadanos bolivianos. Mentía descaradamente o bien la vicepresidenta de la Vega se lo había explicado mal. La decisión ya estaba tomada y no había posibilidades de apelación. Sorprendentemente, Choquehuanca explicó que “los controles migratorios españoles detectan cada día el ingreso de 200 ciudadanos bolivianos, de los que ¡sólo 40! efectivamente proceden de nuestro país”. El resto, según la nota que recibió el Canciller, "son ecuatorianos, peruanos o de otras nacionalidades"… provistos de pasaporte boliviano. De esta práctica corrupta hablaremos más adelante.
Bolivia era el único país al que no se le exigía visado para ingresar a España. Choquehuanca volvía a mentir explicando que en su visita a Bolivia, De la Vega dijo que la intención de su país era mantener hasta donde se pueda el compromiso de no exigir visado de ingreso de ciudadanos bolivianos, aunque esta decisión continúa sujeta a las opciones que maneja la UE. En absoluto, las palabras de la vicepresidenta española, en su letra y en su espíritu eran otras: la UE “obligaba” a España a recibir a los bolivianos provistos de visado y la decisión era inapelable. Lo sorprendente es que el Ministro Consejero de la Embajada de Bolivia en Madrid, Alvaro del Pozo, en su discurso en la fiesta del 6 de agosto informó que las autoridades españolas le habían expresado que no se analizó la posibilidad de limitar el ingreso de los bolivianos a través de visado. Y, por supuesto, le han mentido, porque las agencias españolas informaban el 29 de agosto de 2006 que la vicepresidenta del gobierno –ella y no otro funcionario- había ido a Helsinki para pedir ayuda a la UE, dado que el gobierno español se sentía desbordado por la oleada migratoria.
Así pues, estamos ante dos problemas sobre los que vale la pena recabar algunos datos: en primer lugar el problema del negocio de la falsificación de pasaportes en Bolivia y, en segundo lugar, el de las mafias de la emigración que allí operan.
La corrupción boliviana en torno a los pasaportes
He permanecido durante bastante tiempo en Bolivia, así que conozco el país lo suficiente como para saber cómo funcionan las cosas allí. La palabra clave es “corrupción”. En cierta ocasión –en tanto que asesores- estábamos elaborando las propuestas de acción inmediata del gobierno en el piso 12 del edificio Isabel la Católica de La Paz, entonces uno de los pocos rascacielos de la capital boliviana. En un cierto momento no pude evitar que me traicionara mi mentalidad de europeo: “El primer punto debería ser la lucha contra la corrupción”. En efecto, en Bolivia todo entraba y salía de contrabando, y la recaudación pública estaba en mínimos. Una de las formas de reactivar la economía consistía en eliminar los fondos de corrupción y contrabando. El director del más conocido diario paceño me interrumpió: “Ernesto ¿qué dices? Si aquí, en este edificio, todos viven de la corrupción”, lo que equivalía a decir: “La lucha contra la corrupción es la lucha contra la misma esencia que constituye el cemento de la sociedad boliviana”. Ya en los años 30, el general Toro, que intentó nacionalizar la industria del estaño en manos de los hombres más ricos del mundo (los Aramayo, Patiño, Hostchild, conocidos como “la Rosca”) terminó suicidándose ante la esterilidad de sus esfuerzos. Hoy mismo, cuando escribo estas líneas, el presidente Evo Morales ha cesado a toda la cúpula petrolera del país que él mismo eligió hace sólo seis meses, por haber detectado que, en tan poco espacio de tiempo, ya habían caído en prácticas corruptas… a pesar de que la corrupción era el punto número 1 del programa del MAS. En Bolivia todo se compra y se vende.
Sin ir más lejos, yo compré un pasaporte. Hacerlo en aquella época era solamente un poco más simple que en la actualidad. Hacía falta un cura rural. Bolivia está repleta de misioneros y sacerdotes que ya han perdido la fe y a los que solamente les interesa sobrevivir lo mejor posible. Además, encontré a un sacerdote español que me extendió el certificado de nacimiento gratis. Yo era, a partir de ese momento, “Francisco José Aguilar Sánchez”, nacido en Tarija y “sin arraigo”, es decir, sin domicilio fijo y, por tanto, jamás había tenido documento de identidad ni acreditación alguna. Con ese papel pedí el pasaporte en la Oficina de Migraciones de Santa Cruz de la Sierra. Dado que mi aspecto no era andino, el director de la oficina me lo expidió él mismo a los pocos minutos. Así se obtiene un pasaporte en Bolivia. Personalmente, prefería Santa Cruz a La Paz; es más europea, y, por lo demás, me llamaba la atención que en los primeros años 80 fuera posible ver muchos coches por las calles de la ciudad… sin matrícula. La mayoría eran Volkswagen fabricados en Brasil y se pasaban, cómo no, de contrabando. Lo sorprendente era que una parte sustancial de conductores ni tenía permiso de conducción, ni seguro. De hecho, solamente entre el gremio de taxistas había un grado aceptable de regularización. Bolivia era así. Bolivia no ha cambiado extraordinariamente desde principios de los años 80. La corrupción sigue siendo la “fiesta nacional” por excelencia. Allí todo se compra y se vende. Pasaportes, por ejemplo. O permisos de conducir.
Cuando el 18 julio de 2006 la prensa boliviana publicó que la UE estudiaba reclamar visado para los bolivianos que aspirasen a ingresar al “espacio Schengen”, no hubo excesiva sorpresa. El fatalismo andino ya sugería desde hacía años que, tarde o temprano, la UE adoptaría una medida similar. La migración boliviana había abusado excesivamente de la paciencia (y papanatismo) del gobierno español, así que no hubo excesiva sorpresa. Todo el país sabía que la compra-venta de pasaportes se había convertido en un negocio. El 18 de julio las autoridades europeas constataban que “ciudadanos de países latinoamericanos sometidos a visados, buscan eludir las obligaciones establecidas adquiriendo en forma fraudulenta pasaportes bolivianos”, según el informe emitido por Bruselas, que concluía subrayando “una presión migratoria intensa y persistente de Bolivia”. La petición de visado no sería sólo para Bolivia (si bien era el país que había hecho más méritos para ello), sino que afectaba también a Colombia, Ecuador, Perú, Surinam y Guyana. El ex diplomático de la Embajada de Bolivia en España, Julio Aliaga, manifestó a la prensa de su país que Bolivia es “el único país andino que no requiere visado para entrar al espacio Schengen, gracias a la postura española que en su momento influyó para que los otros países que firmaron este acuerdo aceptaran las condiciones específicas entre España y Bolivia”.
Se añadía en el informe que “la dimensión de política pública tampoco puede ser desechada, ya que las detenciones y condenas de bolivianos están aumentando”. La propuesta podría ser adoptada por los miembros de la Unión Europea y sería válida para los 25 países miembros (excepto el Reino Unido e Irlanda). Hasta ese momento, lo único que tenían que hacer los bolivianos para entrar en Europa era: obtener un pasaporte, pagar el vuelo, llevar dinero suficiente cuando lo comprobaran en la aduana de Barajas o bien mostrar una carta de invitación de un ciudadano español que garantizara que correría con todos sus gastos… Recordemos que éstas eran las mismas normas de ingreso vigentes a finales de los años 80. Entonces España sufrió lo que se consideraba una “invasión” de prostitutas dominicanas (apenas una veintena al día…), pero no había problema: las chicas en el avión se ponían sus mejores galas, se pintaban y repintaban y un español –que jamás las había visto y que en buena medida jamás las volvería a ver- las esperaba en la aduana de Barajas. Cuando les tocaba el turno de mostrar los documentos, el español asumía su “responsabilidad”: “Julia Patricia Verónica es amiga mía y la he invitado a mi casa en la calle tal de tal…”. Y pasaban. Hay cosas que no cambian con el tiempo. A nadie se le escapa que desde 1988 habrán entrado cientos de miles de iberoamericanos con tal estratagema legal. A ningún Ministro del Interior se le ocurrió proponer una variación de una norma que conducía directamente y sin mucho esfuerzo al fraude. Dado que éste parecía un “tema menor”, ninguna cúpula de interior le atribuyó la más mínima importancia. Del goteo se pasó al chorrito y del chorrito al flujo continuado y de éste a la oleada. Y en eso estamos, enviando a Europa a pedir ayuda a la misma vicepresidenta que sólo unos meses antes se disculpaba en Bolivia por la petición de visado para el “espacio Schengen”, como si la cosa no fuera con ella. ¡Qué santa paciencia deben tener las autoridades europeas en materia migratoria con el gobierno ZP!
Dado nuestro patriotismo, vamos a intentar colaborar con el Ministerio del Interior desvelándole aquello que cualquier funcionario consular español destacado en Bolivia, o cualquier policía agregado a la Embajada en La Paz, hubiera podido decirle por teléfono. Le vamos a explicar cómo se trafica y se falsean los pasaportes bolivianos, lo que equivale a decir que es urgente adelantar la petición de visado, so pena de que, en los meses anteriores a la puesta en práctica de la medida, se dispare el “efecto última oportunidad”. Verá, señor ministro…
En primer lugar, es bueno que los funcionarios policiales destacados en Barajas y a cargo de examinar los pasaportes de los ciudadanos bolivianos les miren bien la cara. Desconfíen, por ejemplo, de un individuo que afirma llamarse “Wilson Fernández” y tiene cara de chino… Elemental. Es rigurosamente cierto que en Bolivia existe desde los años veinte una notable comunidad étnica de origen japonés que ha ido creciendo con el paso de las décadas. Japonesa, no china. Además todos saben hablar español correctamente y sin más acento que el andino. Segundo punto: si en la aduana de Barajas los funcionarios tienen alguna duda, la prueba del nueve es preguntarles cualquier cosa. Si ponen cara de no entender nada, es que, en tanto que chinos, desconocen el idioma español. O sea que son chinos por mucho que en su pasaporte expedido legalmente se diga que han nacido en el Beni, en el Pando o en Oruro. El idioma es, también, algo elemental.
En un mundo globalizado, inmigrantes chinos recién salidos de la masa continental china pueden entrar por aquel país en el que las mafias de la inmigración determinen que es más fácil penetrar (España, sin ninguna duda, cuyo régimen de inmigración es el más laxo, apático y perezoso de cualquier país de la Galaxia) y desde qué punto resulta más aconsejable partir (Bolivia, en tanto que se dan dos circunstancias: facilidad para obtener un pasaporte legal pero con datos falseados y ausencia –hasta ahora- de restricciones a la entrada de bolivianos en España). El día que sea más fácil entrar por Surinam porque allí existe un acuerdo con el gobierno inglés que obvia la necesidad del visado y exista una mafieta local que se las ingenie para sacar pasaportes a buen precio, Bolivia pasará a la historia de la inmigración ilegal y el eje se trasladará a Surinam. Esto es la globalización, compañeros…
Y las mafias y mafietas siempre tienen las de ganar: mientras su capacidad de análisis y reacción sea mayor que la de los gobiernos receptores de inmigrantes, la batalla siempre la tendrán perdida los Estados del “primer mundo”. La UE se ha percatado, por ejemplo, de que existe un problema con Bolivia a partir de una serie de signos externos y datos estadísticos que ha tardado años en detectar. La primera patera de la que se tiene noticia (la noticia es curiosa porque entonces se les llama “balseros”, por asimilación con los que intentaban abandonar Cuba), llegó a las costas de Tarifa en el ya lejano 1988. Solamente en 2000, después de los incidentes de El Ejido, empezó a tomarse conciencia de que existía un problema, pero ni aún hoy se ha encontrado la fórmula para resolverlo (y no es tan difícil, basta que exista voluntad política). Así pues, las mafias van por delante de los gobiernos; las primeras se adaptan a las circunstancias cambiantes; a los segundos, en cambio, les cuesta siquiera entender lo que está ocurriendo.
En los últimos tres años, buena parte de los “ciudadanos bolivianos” que entran con pasaporte legal en España no son bolivianos, son chinos. Surrealista, sí, pero no por ello menos cierto. Así entran los chinos en España vía Bolivia. Ajústense los cinturones y de paso pidan explicaciones a la Embajada española en aquel país.
El diario boliviano La Razón contaba a principios de junio de 2005 la historia de Mingshou Xiao, nacido chino, y que se casó con una boliviana para obtener la nacionalidad. A causa de que un funcionario de migración sospechara que uno de los documentos presentados por Mingshou Xiao estaba falsificado, no pudo recabar pasaporte en La Paz, así que utilizó la “fórmula boliviana” para superar el contratiempo. Si al funcionario de la ventanilla de migración le caes mal, te pilla en una falsificación o te pide una mordida demasiado elevada, la solución boliviana es simple: vete a otra ventanilla. Y allí se fue Migshou Xiao. A Oruro con los papeles falsos bajo el brazo. El caso llegó a la prensa y su estallido provocó varias dimisiones y procesamientos, entre ellos el de un senador del MAS, partido gubernamental.
Ahora bien, ¿cómo los ciudadanos chinos consiguen entrar en Bolivia? Respuesta: gracias a los visados concedidos por la oficina consular boliviana en China. Así la entrada es irreprochable: 90 días como turistas y luego prolongaciones de visado hasta que consiguen el pasaporte boliviano y marchan para España. Cuando hay corrupción –y en Bolivia la hay- ninguna institución se salva, ni siquiera una oficina consular.
El 10 de junio de 2006 la prensa boliviana se hizo eco de una noticia preocupante: el canciller David Choquehuanca confirmó al diario boliviano La Razón que el cónsul de Bolivia en Beijing autorizó, de manera irregular, un mínimo de 60 visados a ciudadanos de ese país. La cosa no era nueva, sólo que Choquehuanca venía con ánimos de erradicar la corrupción; declaró: “He recibido varias solicitudes de los parlamentarios, pero les hemos dicho que nosotros no vamos a otorgar visas para los ciudadanos chinos, precisamente para evitar el tráfico de las mismas, como ocurrió en otros gobiernos”. La cosa no era nueva: las oficinas consulares bolivianas en China venían vendiendo pasaportes desde hacía años. Un caso similar se había producido en abril en la ciudad argentina de La Quiaca, donde el pequeño consulado boliviano entregó 90 visados expedidos de forma irregular.
Así pues, ya tenemos dos sistemas de entrada irregular en España: casarse con una boliviana y, por este mero hecho, obtener la nacionalidad y comprar el visado en la oficina consular cuyo titular o cualquiera de sus funcionarios tenga ganas de jubilarse con unos ahorritos. Resulta imposible saber cuántos de los 150.000 “bolivianos” residentes en España son verdaderamente bolivianos. El canciller Choquehuanca, tal como hemos visto, opina que una minoría (40 de cada 100). Las cifras son relativamente inrrelevantes, porque a estas alturas y con todo el respeto que merece la República de Bolivia, parece claro que un pasaporte boliviano no garantiza absolutamente nada, ni siquiera la verdadera identidad del que lo lleva.
Los puestos de aduanero en el Reino de Marruecos se compran y se venden como si de un artículo de lujo se tratase. La inversión realizada se revaloriza pronto. Mientras que en España se invierte en el ladrillo, en el reino alauita la mejor colocación para mi amado hijo sería la de aduanero. En Bolivia, por su parte, debería ser funcionario de migración. Cuando el MAS ganó las últimas elecciones, algunos de sus seguidores ocuparon las oficinas de migración. Es una rara tradición que se da en aquel país: cuando se está seguro de que va a producirse un cambio de gobierno, algunos partidarios del nuevo gobierno asaltan, literalmente, las instituciones a cuyo mandato aspiran: es una forma, algo tosca desde luego, de “tomar posesión”. Se suelen justificar estas “ocupaciones” alegando que se evita que los funcionarios del gobierno anterior saqueen las oficinas, cuando en realidad es una forma de decir en voz bien alta a los nuevos gestores de la res publica: “Quiero que yo y los míos nos hagamos cargo de esa oficina, así podremos disponer de un sobresueldo”. Y claro que lo hacen. A esa práctica se le llama “la pega”. Lo hacían los paramilitares en 1980 y lo hacen los masistas de Evo Morales en 2006. Es una práctica denostada por el MAS, pero algunos de sus afiliados se obstinan en proseguirla. Vidal Quenta, dirigente del MAS, aspiraba a emigrar a España. La forma más directa era ocupar la “pega” de migración en Santa Cruz. Hizo campaña para ocupar las “pegas”, pero esto no gustó a la dirección de su partido. Así que lo expulsaron del mismo. Un diario boliviano comentando la azarosa aventura de Quenta escribe estas líneas reveladoras: “Ha quedado demostrado que conseguir un puesto en la administración pública parece ser la única opción laboral ahora. La otra salida es España, ya sea para el que no consiguió la pega (como Quenta) o para el que fue desplazado”. Ah, por cierto: Quenta no fue expulsado del MAS por realizar las ocupaciones, sino por anunciarlas a bombo y platillo previamente, lo cual chocaba con el programa del MAS… La práctica sigue realizándose en la Bolivia de Evo Morales, todo consiste en no anunciarla previamente y procurar que sea lo más discreta posible.
Si hay una institución corrupta en Bolivia son las agencias de viajes. Sí, lo han oído bien: las “agencias de viajes”. Cuando en un país hasta las agencias de viajes han caído en la corrupción, es cuestión de preocuparse. Aquí ya no se trata de bandas mafiosas, grupos de delincuentes internacionales organizados para favorecer la inmigración ilegal y masiva, no, aquí se trata simplemente de oficinas expendedoras de billetes de avión y reservas hoteleras. El 30 de abril de 2006 leí en “El Mundo” de Bolivia un artículo que me ayudó a comprender la problemática de la inmigración andina. Las agencias de viajes bolivianas trascienden su función para convertirse en las escuelas especializadas en impartir cursos de inmigración ilegal y masiva. En ello van sus beneficios. Se sabe, por ejemplo, que las mafias marroquíes de la inmigración cobran, no sólo por trasladar de uno a otro lado del Estrecho a los ilegales, sino por los servicios anexos que facilitan. El “teléfono de apoyo” es fundamental. Ustedes ven llegar a las costas españoles a legiones de menesterosos, sin ningún patrimonio, con lo puesto. ¿Sin patrimonio?, en realidad tienen un pequeño bien que conservan como su objeto más preciado: un teléfono móvil. Gracias a este aparato están constantemente en contacto con la “agencia mafiosa”: “Estoy en Granada ¿dónde puedo acudir para comer?”. Y la “central” le informa de la institución caritativa más próxima. “Me acaban de detener, enviadme un abogado”, y la “central” se lo envía... habitualmente, por algún canal indefinido, la “central” contacta con alguna ONG “humanitaria” especializada en la ayuda contra los inmigrantes o la educación contra el racismo y la xenofobia. Es la ONG la que suele enviar abogados a los detenidos. Desde España, cuando se nos dice: “los inmigrantes debieron pagar 3000 euros para cruzar el Estrecho”, tenemos tendencia a pensar “3000 euros, ¡qué disparate! Si el viaje no debería de costar más de 100…”. Pero, frecuentemente, olvidamos que lo que las mafias de la inmigración están vendiendo es no sólo el viaje, sino una red de apoyo.
En Bolivia ocurre algo parecido, pero allí no hay, en principio, nada sórdido, reprochable jurídicamente o mafioso: la comisión cobrada por la agencia de viajes no se limita solamente al billete (de hecho un vuelo Bolivia-España no debería de costar más de 600 euros ida y vuelta, cuando en realidad cuesta tres veces más) sino al “cursillo previo” impartido por el propio vendedor de la agencia y que prepara al inmigrante para garantizarle el triunfo en su aventura. Una funcionaria de la agencia boliviana Casa Blanca explica para el diario cruceño “El Mundo”: “por lo menos me tomo 45 minutos para explicarle a los clientes qué y cómo tienen que hacer a la hora de viajar”. Explica que la mayoría de los clientes que se van a España son de escasos recursos, por lo tanto, muchos ni siquiera han subido a un avión. “Les decimos que se vayan vestidos semiformales, sin nada de brillo. Hasta les aconsejamos que se quiten el oro de los dientes porque pueden llamar la atención”, explica la funcionaria. Luego les recomienda contestar a las preguntas que se les haga en la aduana de manera breve y precisa. El cursillo incluye datos sobre la hora en la que deben llegar a los aeropuertos y se les hace saber que el seguro de viajero que compran les puede ayudar en caso de imprevistos.
Una parte importante del cursillo son las instrucciones sobre los requisitos para entrar en España. Como hace quince años con las prostitutas dominicanas, una cuestión fundamental es si se posee o no carta de invitación. ¿Qué se posee? Entonces el cursillo enseña que hay que comprar el pasaje –en la Agencia Casa Blanca, naturalmente, que para eso alecciona-, reservar cinco días en un hotel español (preferentemente de tres estrellas), comprar un seguro médico por 30.000 euros y llevar dinero suficiente para mostrar en la aduana y el consabido pasaporte. Pero si tienen carta de invitación, pueden obviar la reserva del hotel.
Hasta hace poco, la encantadora y didáctica empleada de Casa Blanca explicaba que entrar en París era más seguro porque las autoridades francesas eran conscientes de que los bolivianos no se quedarían allí e ingresarían en España, pero que en los últimos tiempos las cosas se han endurecido en París (Sarkozy llegará a la presidencia de la República o se encaminará a las alcantarillas según sus promesas sobre el control de la inmigración sean o no creíbles) y conviene optar por la vía de Barajas. En el cursillo se indican también los documentos necesarios para obtener el pasaporte y cualquier trámite que sea menester en el Consulado de España. Se indica incluso que la oficina diplomática española está abierta de lunes a viernes en la capital, con un horario de 9:30 a 13:30. Cursillo terminado, venta realizada. ¿Mafias o mafietas, dónde? Todo perfectamente legal, aunque poco ético. Lo que este cursillo no les dice es que si no son admitidos en Barajas o en Orly deben regresar a su país y pierden el dinero invertido en el pasaje.
Al canciller boliviano David Choquehuanca le han caído dos “marrones” que tardará tiempo el lidiar: el primero es el acceso al mar de Bolivia a través de un corredor en el norte de Chile. Allí deberá esmerarse porque es el mismo problema que la diplomacia boliviana arrastra desde hace algo más de un siglo. Es el problema “tradicional”; el problema “moderno”, su segundo problema, son los movimientos migratorios. Choquehuanca reconocía a finales de agosto de 2006 que el 20% de los ciudadanos que viajaban a España con pasaporte boliviano eran peruanos, ecuatorianos, colombianos, dominicanos o, incluso, como hemos visto, chinos. Su segundo de a bordo en la materia, el director del Servicio Nacional de Migración, Weimar Pereira, confirmó al diario El Nuevo Día que “Bolivia está siendo utilizada como puente para viajar al Viejo Continente”, y añadía algún dato: “Hemos advertido la presencia de bolivianos y extranjeros que trabajan en este negocio, incluso estamos investigando a un boliviano que tenía una agencia de viajes en el Ecuador, un negocio que se venía realizando desde hace años. Debemos acabar con este tipo de redes”. Los trucos son muchos y no siempre ilegales: un ecuatoriano entra como turista en Bolivia, al cabo de un año tramita su residencia; para entonces ya se ha casado con una boliviana y ha solicitado esa nacionalidad. A esto le llaman “conversión de estatus migratorio”. La boda, por supuesto, es ficticia.
El 28 de junio de 2006 la prensa boliviana anunciaba la desarticulación de una red de falsificación de documentos descubierta dos semanas antes. La fiscal Vue, que lleva el caso, señaló que este grupo mafioso recibió la ayuda de personal vinculado con la policía, Cortes electorales, Migración, Colegio de Abogados, Caja de Salud, notarios, funcionarios de justicia, etc. A la vista de tantos implicados, el Servicio Nacional de Migración (Senamig) está permanentemente bajo sospecha. De hecho, tres directores generales del Senamig fueron cesados entre mayo y agosto y el gobierno prefirió recuperar el control de las fronteras con el apoyo de las Fuerzas Armadas.
La red desarticulada tenía su centro en una imprenta que realizaba tarjetas, folletos publicitarios y carteles. Pero tras de este negocio, aparentemente inofensivo, operaba una red de falsificadores que, por su alcance, sorprendió incluso a la policía. La policía encontró títulos de bachillerato falsificados, carnés de identidad (incluso con holograma de seguridad), pasaportes, certificados de nacimiento, licencias de conducir, sellos secos de instituciones públicas, juzgados, secretarías de juzgados, Migración; certificados de antecedentes de la Policía, de la Defensoría de la Niñez, tarjetas de propiedad y folios de propiedad de Derechos Reales, formularios de pago de impuestos de la Alcaldía, carátulas notariales, timbres del Colegio de Abogados, pasaportes, visas de EEUU, certificados de notas de la Universidad de San Andrés, timbres del Poder Judicial, títulos de bachiller, libretas de colegio evacuados por el Ministerio de Educación…, “entre otras cosas”, añade la nota de prensa. Lo que traducido quiere decir: “todo en Bolivia, absolutamente todo, es falsificable” y, una vez establecida esta ley, su corolario es: “una parte sustancial de inmigrantes bolivianos llegados a España lo ha hecho con documentos falsos”. Particularmente grave es la falsificación de permisos de conducir a gentes que no han superado las pruebas preceptivas y aspiran a que su documento boliviano se homologue en España…
La inmigración boliviana, una inmigración tranquila
No existe un único modelo de carácter en Bolivia. El carácter forjado por el altiplano andino es diferente al del cruceño. Para colmo, el carácter del hombre boliviano suele ser muy diferente que el de la mujer. Hay que decir que, por regla general, el país es muy “telúrico”. La mujer boliviana es una trabajadora infatigable que no sólo trae dinero a casa, sino que administra el de su marido y, además, trabaja en el hogar. La mujer boliviana es la gran emprendedora del país, lo que explica el porqué de que la inmigración boliviana sea única entre todas los contingentes migratorios que llegan a España. En efecto, es el único en el que el porcentaje de mujeres es superior al de hombres. Por lo general, la mujer boliviana se casa pronto, tiene hijos, y hacia los 20 años ya se ha divorciado, como mínimo, una vez.
Recuerdo que un día, paseando por el Paseo del Prado, la avenida más céntrica de La Paz, junto con un amigo argentino, vimos una escena sorprendente. Era al atardecer cuando los ojos parecían no haberse acostumbrado todavía a la ausencia del sol. Estábamos detenidos en un cruce hablando y mi vista se fijó en una pareja que venía hacia nosotros, apenas a 20 metros. Seguí hablando con el argentino, sin dar importancia a la pareja. Pero, bruscamente, me di cuenta de que en sus gestos había algo anómalo; en efecto, él la estaba pegando mientras caminaban, a base de bien. El argentino y yo nos fuimos a directos a ellos para evitar que prosiguiera la agresión (los golpes en el estómago sonaban secos y ella apenas gemía). Cuando el hombre vio que íbamos hacia ellos detuvo el puño y se limitó a decirle a ella: “¿Qué van a decir estos gringos de que tenga a una mujer tan zorra como tu?”… pero entendió perfectamente el mensaje que le transmitimos: “no pegues a tu mujer”. Comentando el incidente con un periodista de El Diario de La Paz me comentó que la violencia de género era endémica en Bolivia, especialmente entre mestizos: “No mueren más mujeres porque Dios es bueno y en su infinita misericordia hace que los bolivianos alcoholizados se pasen desde el viernes al medio día hasta el lunes por la mañana durmiendo y sólo se ponen en pie para beber un poco más”.
El episodio tenía lugar en 1983. Desde entonces las cosas, no solamente no han mejorado, sino que tienden cada día a empeorar un poco más. Alcoholismo y violencia de género son el pan de cada día en la sociedad boliviana. Y es una tragedia, porque aquellas mujeres, les juro que son la principal riqueza del país. En la emigración estos problemas se agudizan. Un columnista de “El Eco de Santa Cruz” escribía no hace mucho: “Los bolivianos padecen una desadaptación cultural por el desconocimiento del mundo al que llegan, el contexto urbano en el que deben vivir y el estilo de vida que encuentran, lo que produce aturdimiento y encerramiento; algunas de las consecuencias son los excesos en los espacios de ocio, embarazos no deseados, disolución y algunas veces pérdida de las relaciones familiares. Hay un grado muy grande de violencia intrafamiliar por ser la mujer la cabeza de familia, situación que no es asumida por los esposos y compañeros”.
La comunidad boliviana es todavía pequeña, a pesar de su rápido crecimiento, en relación, por ejemplo, a la ecuatoriana y a la peruana; pero los tres colectivos de inmigrantes comparten el mismo problema: alcoholismo y violencia doméstica. No es por casualidad que los índices de violencia doméstica se hayan disparado en España desde el año 2000, justo cuando cristalizaba el primer “efecto llamada” generado a raíz de la Ley de Inmigración de 1999, aprobada por todos los partidos menos por el PP (cuando no tenía mayoría absoluta).
Cinthia Dueñas es un nombre que, seguramente, no dirá nada a nuestros lectores. Es el nombre de una muchacha boliviana estrangulada por su novio, también boliviano, Renato Correa, en Gran Canaria. No es el único caso, pero no hemos visto ningún artículo de la Ley sobre Violencia Doméstica que coja al toro por los cuernos y reconozca que uno de los motivos para ser expulsado de España al país de origen es la práctica de esta forma odiosa de agresividad. Parece como si el gobierno temiera excitar la xenofobia y vulnerar lo políticamente correcto, pero en realidad lo que está haciendo es algo mucho más grave: no reconocer la etiología del problema y, por lo tanto, ser incapaz de arbitrar algo más que chapuzas legislativas ad usum delfini, y sin más miras que las electorales.
Salvo en este terreno del alcoholismo y la violencia doméstica en la que la comunidad boliviana brilla con luz propia (una parte de ella, por supuesto, la otra arrostra el sambenito), existe un problema en ciernes que ya ha despuntado en otras comunidades: la educación de los jóvenes. En un informe publicado en junio de 2006 por las “Direcciones Distritales de Educación en Santa Cruz”, la indisciplina en los colegios aumenta considerablemente. Por ello, la Dirección Departamental de Educación preparó dos convenios con la Policía para orientar a los estudiantes de secundaria. En el Distrito Educativo Dos de Santa Cruz se han realizado distintos actos de salvajismo estudiantil que hicieron sonar las alarmas. Un grupo de estudiantes llegó a activar una granada de gas lacrimógeno en su centro de estudios. Para Germán Roca y Arminda Méndez, ambos directores de centros de estudios cruceños, la violencia en los alumnos es el reflejo de la violencia circundante. Y, precisamente, coincidieron en que uno de los factores más importantes para el cambio de actitud en los estudiantes es la migración de los padres que les provoca reacciones violentas y rebeldes.
Así pues, la inmigración genera un nuevo problema cuando el padre, o la madre, o ambos, se van camino de España. Sus hijos se integran en el “frente del rechazo” y subliman su desesperación y falta de cariño en violencia escolar. Eso, por una parte. Por otra, la situación es más grave todavía. Muy frecuentemente, los padres, una vez regularizada su situación en España, se acogen a la “reagrupación familiar” y traen a sus retoños. Pero la situación empieza a ser preocupante también en nuestro país; todos los hombres y mujeres deberían tener un derecho inalienable: nacer, vivir, trabajar y morir en la tierra que les ha visto nacer. La antigüedad clásica, que sabía mucho de la vida, consideraba el destierro como una sentencia, como mínimo igual a la pena de muerte (¿y qué es la inmigración sino una moderna forma de destierro económico?). No es raro, pues, que muchos de los jóvenes bolivianos no se sientan a gusto en España y crean que están “discriminados”. No lo están. Si hay alguna discriminación es la “positiva”. Pueden estudiar gratis, se les concede becas de libros gratis sistemáticamente (no así a los españoles), aunque no trabajen o lo hagan en los circuitos de trabajo negro, nadie les niega la asistencia sanitaria y, si tienen problemas económicos, Caritas y otras muchas instituciones asistenciales les dan mensualmente lotes de alimentos de calidad. Mucho más de lo que reciben en su país. Ahora bien, los más jóvenes no pueden evitar sentirse discriminados: ven a sus padres trabajar constantemente, pero ellos siguen sin tener acceso a los escaparates del consumo. Es la eterna tragedia de la inmigración. Es el “frente del rechazo” trasladado al país anfitrión.
Para colmo, cuando el presidente boliviano dice que tenemos una deuda histórica con su país y que “quinientos años de colonización” (en realidad fueron doscientos cincuenta…) deben “repararse” está excitando ese “frente del rechazo” que surge espontáneamente entre la inmigración boliviana. Cuando el joven boliviano que acaba de llegar a España traído por sus padres y desarraigado de sus amigos y su tierra oye estas palabras, su rechazo irracional surgido de lo más profundo de sus vísceras encuentra justificaciones: “ellos, los españoles, son culpables y deben pagar”. En esto la inmigración boliviana no se diferencia en nada de otros contingentes andinos y colombianos.
Arrojado a un medio que el joven boliviano percibe como hostil, sólo le queda refugiarse en su comunidad pare sentirse fuerte y seguro. Para los más, esa comunidad es una asociación de inmigrantes, los lugares de reunión propios de la inmigración de esa nacionalidad, o bien las bandas étnicas. Quien dice “bandas étnicas” dice delincuencia. El 67% de los 'latinos' detenidos en España es de Ecuador. Le siguen los dominicanos (10,6%), colombianos (9,8%), peruanos (5,3%), y en proporciones menores estadounidenses, venezolanos, salvadoreños y bolivianos… los bolivianos empiezan a estar presentes en las bandas étnicas: ñetas, latin kings, etc. El dato no es como para tomárselo a broma. Las fuerzas de seguridad del Estado no se llaman a engaño: la gravedad de las acciones protagonizadas por estos grupos irá creciendo.
La inmigración boliviana es una “inmigración tranquila”, no hay entre ellos ni bandas de atracadores, ni de tironeros, ni bandas que operan en las autopistas, ni traficantes de cocaína, ni ajustes de cuentas… pero, junto a la violencia doméstica y al alcoholismo endémico, las frustraciones de los hijos de los bolivianos que han venido para trabajar irá emergiendo poco a poco como un problema irresoluble más que ha llegado con la inmigración. No lo percibimos todavía, pero los datos sociológicos no dejan lugar para el optimismo.
La tragedia de la inmigración boliviana
Lo repetimos: la Declaración Universal de Derechos Humanos no reconoce un derecho que, sin embargo, se nos antoja fundamental: el derecho a poder ganarse la vida en la propia tierra que nos ha visto nacer. Entre que falta ese derecho y que se olvida otro no menos importante, el derecho a la “seguridad”, sin la cual todos los demás derechos no pueden ejercerse o son simplemente bonitas declaraciones de principios sin aplicación práctica, habría que revisar de nuevo toda la Declaración para la que los años no han pasado en balde.
Esta es la historia de doña Teresa, una mujer verdaderamente existente decidida a seguir peleando por un futuro mejor. La hemos leído en la prensa boliviana y la consideramos edificante y, al mismo tiempo, sintomática. “Quiero dejar de ser pobre y darles un futuro mejor a mis hijos”, dice Teresa. El 7 de junio de 2006 emprendería el viaje a España. Ya tiene trabajo en nuestro país como acompañante de dos ancianas. Se lo buscó una sobrina suya que lleva muchos años en nuestro país. Ella le prestó el dinero para los gastos: “El pasaporte me costó 520 bolivianos y el pasaje 1.525 dólares, además debo tener un monto de dinero para mostrar a los de Migración. Espero poder quedarme unos cuantos años”, señala esperanzada. Luego, prosigue el artículo: “Inmediatamente, se toma la cabeza con ambas manos y por su mejilla le rueda una lágrima. ¿Por qué llora?, le preguntamos. “Lo que más me duele es dejar a mis hijos. No me he separado de ellos nunca”, responde”. Lo repetimos: nadie debería emprender el camino de la emigración por razones económicas. La emigración es una tragedia, tanto para el país que ve como sus mejores hijos emprenden el camino del exilio económico, como para el país anfitrión… porque, a fin de cuentas, el trabajo que va a realizar Teresa lo podría realizar cualquier española situada por razones de edad, fuera del mercado laboral y lejos aún de la edad de la jubilación. Igual que los bolivianos y bolivianas que trabajan en la vendimia o en la recogida de la ciruela y la cereza… No hace mucho, eran los jóvenes estudiantes de vacaciones los que asumían esas tareas para ganar unas pesetejas que nunca vienen mal a lo largo del curso. Hoy nuestros jóvenes parecen fuera de ese mercado laboral… y se apoltronan. No es bueno para nuestra juventud.
Luego está el drama de los que fracasan en su particular “Operación España”. Wilson, un ciudadano boliviano fue rechazado en el aeropuerto del Prat delante de su mujer y de su hija. Había estado preparando el viaje para reunirse con ellas que llevaban ya cuatro años trabajando en nuestro país. Rechazado. Nadie debería exiliarse de su país por razones económicas. Wilson, de regreso a Bolivia, explica a la prensa de su país: “Nos llevan a unos cuartos para interrogarnos como si fuéramos delincuentes, cumplimos los requisitos pero no nos dejan pasar, nos impiden hablar con nuestros familiares, nos torturan porque podemos verlos detrás del vidrio y no podemos hablarles, nos quedamos a un paso de nuestro sueño”. Wilson había hipotecado su vehículo, su refrigerador y algunos otros muebles para comprar su pasaje a Barcelona, gastó 1.600 dólares. Cada día, como si se tratase de una lotería, las aduanas españoles rechazan a un porcentaje mínimo de bolivianos (en torno al 15%)… pero al que le toca, le toca.
La historia de Wilson demuestra que el cursillo dado en las Agencias de Viajes sirve para motivar la compra del pasaje, pero no sirve para mucho más. Los bolivianos llegan convencidos de que llegan a España cumpliendo la normativa. Ignoran –en el cursillo de la Agencia de Viajes no se lo han explicado- que están incumpliendo la ley de extranjería. O prefieren ignorarlo y victimizarse (una actitud típicamente boliviana de la que el presidente Evo Morales es un maestro): “no nos entienden, son racistas, nos rechazan porque somos pobres…”. No, compañero, lo que ocurre es que cuando tú dices que eres turista y no lo eres, cuando llegas como turista sin voluntad de regresar como turista, tú estás engañando a las autoridades españolas. Y si nuestras autoridades perciben el engaño, lo normal es que no te dejen pasar. No hay en ello ni abuso ni prepotencia: lo que hay es un gigantesco drama y un fracaso personal. Lamentable, pero el imperio de la ley debería de ser igual para todos: no solamente para un 15% de desafortunados rechazados y repatriados, sino para el 85% restante, cuya situación es exactamente la misma que la del 15%. Si se hubiera rechazado desde el principio al 100% de los falsos turistas, se habrían ahorrado el 15% diario de dramas y el “efecto llamada” haría años que estaría desactivado.
Los bolivianos, con su presidente al frente, difícilmente pueden achacar a los españoles el calificativo de “racistas”. Si hay alguien racista son precisamente los bolivianos. No lo decimos nosotros, lo dice un artículo publicado el 25 de junio de 2006 en la prensa boliviana. Hay tres dimensiones del racismo en Bolivia: la existente entre la minoría blanca y el resto de las comunidades étnicas; es rigurosamente cierto (y lo comprobamos sobre el terreno) que, por lo general, existe un desprecio del boliviano de raza blanca (una minoría) hacia los mestizos y hacia los indios. Luego existe un racismo entre “cambas” y “collas”, entre paceños y cruceños. Y, finalmente, existe un racismo entre todos ellos y el extranjero. Hay que decir que, en buena medida, estas formas de racismo son bidireccionales. El desprecio es mutuo entre las distintas comunidades indígenas y no digamos entre indios y minoría blanca. Para colmo, con Evo Morales ha irrumpido el indigenismo.
El indigenismo boliviano parte de la base de que los españoles del siglo XVII entraron a saco con las tradiciones bolivianas. Ocultan que en aquella época, los incas no estaban en su mejor momento… Pero es, en cualquier caso, fácil atribuir el fracaso nacional de Bolivia (independiente desde 1825, dentro de poco hará doscientos años…) al “imperialismo español”. El razonamiento del indigenismo boliviano es completamente racista: la élite política boliviana ha sido “blanca”, por tanto, “española”, por tanto, a los doscientos cincuenta años de colonización hay que añadir doscientos años más de neocolonialismo español. Error. La clase dirigente boliviana, blanca o mestiza, nunca tuvo un gran vínculo con España. En Bolivia precisamente no puede hablarse de neocolonialismo español. El hecho de que estén presentes en el país cierto número de empresas españolas no es relevante en un mundo globalizado. También hay empresas brasileñas, sin ir más lejos. Por lo demás, Repsol YPF, El BBVA, el Santander, PRISA, llegaron a
Bolivia en los años 90, no antes… cuando Bolivia ya era una democracia sin lo que hasta principios de los años 80 fue el sempiterno “golpismo” local.
Además, los “indígenas” no son un grupo unitario. Lo sabíamos, pero el 15 de junio de 2006 volvimos a tener constancia de ello cuando el presidente Evo Morales, durante un acto indigenista en Quito, fue incapaz de entenderse en quechua con los indígenas ecuatorianos. Su hermano, Hugo Morales (el nepotismo no es un fenómeno que afecte solo al tripartito catalán con los “hermanísimos” situados en los puestos clave de la administración) quiso convencer a los periodistas de que la lengua materna del “hermano presidente” es el aymara, pero que al migrar al Chaparé aprendió quechua. “Pero habla muy bien los tres idiomas”. Falso. Fuentes periodísticas bolivianas indican que Morales tiene “dificultades con el aymara, pero que se expresa mejor en quechua”. El periódico boliviano del que hemos extraído la información se preocupó de investigar al respecto. Uno de los compañeros de Morales en las lides sindicales señaló que su conocimiento del quechua es bajo y que por eso nunca improvisa un discurso en ese idioma, y “sólo lo hace a través del papel”, como el 22 de enero, cuando se hizo cargo de la presidencia. En definitiva, un fraude. Morales no ha hecho otra cosa que apoyarse en las capas étnicas mayoritarias en el electorado boliviano (indígenas) para arrimarse a la presidencia. Ha prometido que los funcionarios públicos deberán conocer las lenguas indígenas… aun cuando sabe perfectamente que no hay maestros para enseñarlas y que estas lenguas no están adaptadas para aprender modernas tecnologías o seguir estudios superiores. Finalmente, ahora resulta que el gran defensor de las culturas indígenas habla con dificultades el aymara y es incapaz de mantener una conversación en quechua con indios ecuatorianos (algo que pudo verse delante de todas las cámaras que asistieron al acto). Su “indigenismo” era solamente una ficha de lectura que otros le habían escrito y él se limitó a leer en el acto de toma de posesión presidencial, sin entender apenas nada. Lo dicho: Evo Morales es un fraude y no es raro que, desde que ha tomado posesión de su cargo, la riada migratoria hacia España haya aumentado exponencialmente. En enero de 2006 se inició algo más que un nuevo período en la historia de Bolivia con la toma de posesión de un indígena, se abrió un nuevo período de despoblación acelerada del país.
En eso, básicamente, consiste la tragedia boliviana. Bolivia, uno de los países más desgraciados del mundo, con una extensión similar a Francia y la Península Ibérica juntas, apenas está poblado por 8 habitantes por kilómetro cuadrado. Desde que en 1983 se restableció la democracia, lejos de superarse las lacras endémicas del país, todas ellas se han agudizado. Desgobierno, incapacidad para afrontar medidas realistas, desidia de las autoridades, niveles de corrupción cada vez mayores, han generado la idea de que la emigración es la única salida para mejorar. Pero esto ha acentuado desequilibrios que ya estaban presentes en la sociedad boliviana. Las familias se rompen, los adolescentes no crecen en un marco adecuado y natural. Aumento de la violencia doméstica y la violencia en las escuelas. El número de niños que viven abandonados en las calles del país ha aumentado hasta el 370% en los últimos 10 años. Sólo en La Paz 10.000 niños de menos de 12 años trabajan en las calles. Para colmo, el SIDA va ganando terreno en toda la América Andina. Si en 2004 se calculaba que estaban infectados en el subcontinente en torno a dos millones, se calcula que en el 2007 lo estarán tres millones y medio. En todos los países iberoamericanos –salvo en Haití- el SIDA ha aumentado en niveles todavía alejados del África Subsahariana, pero muy por detrás de Europa Occidental. La noticia no es buena. Es la guinda que faltaba para coronar un pastel de desgracias nacionales.
La inmigración, en ocasiones, aporta héroes. Es el caso de Max Arriaza, el albañil boliviano que murió en Barcelona después de salvar a cinco personas en el curso de un incendio. Arriaza vivía en la Ciudad Condal sin papeles. Alguien le había engañado.
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