Mis textos para el Frente de la Juventud (II): El Frente de la Juventud y las fuerzas nacionales
Infokrisis.- Un segundo texto escrito para el Frente de la Juventud incidía en intentar diferenciar a esta organización del resto que componían la extrema-derecha de la época. Tal era la función de este texto que hoy considero excesivamente "blando". Creo que en aquella época había que haber sido mucho más radical a la hora de calificar a determinados grupos políticos que iban derechitos a la ruina. No hay que olvidar que dos años después de escribir estas líneas ya no existía buena parte de los grupos que se citaban (DDE, FEA, FEI, e incluso Fuerza Nueva había hecho mutis por el foro). El texto está fechado en abril de 1980 y tiene gracia que algunos pobres diablos consideren hoy esa época como la "mejor" de la ultra e incluso quieran revivirla. No solamente no fue la mejor sino que entonces ya era palpable lo que ocurrió luego: el desplome de este sector del que hoy ya no sobrevive absolutamente nada como no sea a nivel residual. De hecho, ya no recuerdo cuándo fue la última vez que alguien habló de "fuerzas nacionales"...
El Frente de la Juventud
y las "fuerzas nacionales"
I.‑ INTRODUCCIÓN
Es preciso que el Frente de la Juventud se defina entre y con respecto de las fuerzas nacionales.
Una definición no es necesariamente un enfrentamiento, es una toma de posición por la que se justifica una determinada elección política. Es una crítica objetiva que se realiza a un ambiente al que pertenecemos y que, por tanto, debe hacerse con Honor y Lealtad, con realismo y rigurosidad.
Este folleto debe abrir un intenso debate en las secciones del FJ, un debate sobre las fuerzas nacionales, sobre su futuro y sobre sus circunstancias.
Esta es la base para tal debate.
II.‑ EL RUBICÓN DE LAS FUERZAS NACIONALES A LA BUSQUEDA DE LA IDENTIDAD
¿Quién da la patente de «fuerzass nacionales»?. Esto es un misterio insoldable. Parece como si algunos se empeñaran en reducir este adjetivo a FE/JONS, a los carlistas de la CTC, a los ex Combatientes y a F/N, ignorando que en los últimos años nuevas fuerzas están avanzando con ímpetu desconocido hasta ahora y pugnen por desbancar a estas tradicionales «faerzas nacionales». Por el contrario, fuerzas que hasta hace poco eran temidas por «flaerzas liberales», que habían formado junto a Fraga y su Alianza Popular, que jamás supieron comprender que su ropaje liberal y democrático con que se tocaran un día, va a ser el origen de la cnsis que parece no tener fin en España, esas fuerzas, ahora tienen, como por arte de magia, la etiqueta y la homologación de «fuerzas nacionales»...
Para nosotros es indudable que sólo la referencia a una determinada conducta y una concreta línea política garantiza y da derecho a ser una «fuerza nacional», es decir, una fuerza al servicio de la comunidad nacional que lucha por la afirmación de unos principios anti‑liberales y anti‑comunistas. Para nosotros la línea divisoria entre Fuerzas Nacionales y Fuerzas Liberales lo da la referencia al sistema actual:
‑ Quien acepta el actual sistema, con sus costumbres, su modo de producción, sus mitos, sus estructuras sociales, su «orden», en definitiva, el orden burgués... no pertenece a nuestro mundo.
‑ Quien considera que la lucha política es reducible a una lucha entre el mundo moderno e individualizado en el sistema actual el origen de todos los males de la sociedad y de la civilización y combate por su sustitución se reconoce en nosotros y nosotros nos reconocemos en sí.
Si las fuerzas nacionales se quedan estancadas en un mero conservadurismo; si lo único que aspiran es a defender unos valores de «orden públic^ «tranquilidad», «moralidad», etc. olvidando que ese «orden público» es un orden democrático y por tanto rechazable por ser la sociedad demo‑liberal rechazable en bloque, esa «tranquilidad» es una mera engañifa que encubre una sociedad corruptora y polucionada en su entorno y en su espíritu; una «moralidad» que no es sino un residuo tranquilizador junto al que coexisten el robo, la corrupción, la pornografia, la inmoralidad, la desintegración social y familiar. Si las fuerzas nacionales aspiran a «conservar» todo esto que es lo único que la sociedad moderna nos ofrece, lo único que se nos da a conservar, apenas vale la pena seguir luchando porque ya el Estado actual procurará en la medida de sus posibilidades y eficacias darnos de comer y así evitar conflictos sociales, damos abundancia y consumo y así embotar nuestros sentidos, damos seguridad y orden ciudadanos para que los negocios funcionen mejor, y, por fin, incluso, luchar contra el separatismo no porque sea importante la unidad de España sino porque las regiones con síntomas separatistas son aquellas en las que la producción es mayor, las más ricas, sin las cuales España no podría sobrevivir: y a esa lucha, que no es la de la lucha por España, sino la lucha por la supervivencia del Estado democrático y del capitalismo se enviarán a las FOP primero y si fracasan en su intento de restablecer el orden público, y luchar contra el terrorismo, tras cientos de miembros inmolados, a las Fuerzas Armadas que de ser defensores de España, han pasado a ser defensores de la democracia española... Decididamente no vale la pena conservar todo esto. Hay que tirar de la cadena del WC: quienes pulsen la cadena son fuerzas nacionales, lo que se va por la cañería son los restos en putrefacción del sistema.
II b. DE LAS FUERZAS NACIONALES AL FRENTE NACIONAL. UNIDAD ¿PARA QUÉ? UNIDAD ¿CON QUIÉN?
Periódicamente se viene hablando de Frente Nacional, especie de concreción política de las fuerzas nacionales. Cinco años después de que se iniciara la discusión sobre el vocablo las intentamos para consolidar ese Frente, llámese Alianza o Unión Nacional, han resultado frustrados. Y jamás tendrán éxito a menos que los planteamientos de base sean claros: «Unidad ¿para qué? ¿Unidad con quién?
Nosotros también somos partidarios de un Frente Nacional, mejor dicho, ciframos nuestra estrategia en tres momentos:
I‑ Creación de la vanguardia revolucionaria en el Frente de la Juventud.
II‑ Creación de un frente nacional que agrupe a las fuerzas nacionales en base a un programa revolucionario de cambio social.
III‑ Creación de un frente amplio de oposición al sistema con fuerza social suficiente como para desalojar del poder a sus ¡legítimos detentadores.
La primera fase presupone la creación de la columna vertebral de las otras dos. Es evidente que no puede existir cambio revolucionario sin movimiento revolucionario. Es evidente que una unidad en un frente nacional sólo puede enfocarse para cambiar el sistema. Es evidente que un frente amplio que trascienda más allá de las fuerzas nacionales para colaborar con grupos y cuerpos sociales, culturales, religiosos, sindicales, asistenciales, etc. que no tengan cabida en el actual ordenamiento, es una verdadera alternativa al sistema, no para su supervivencia sino para su liquidación.
Ahora bien, no puede existir un movimiento de cambio si antes no se plantean las características de cada organización, sus limitaciones y sus líneas en comparación unas con otras. Por eso nosotros que creemos haber respondido al «por qué» de un Frente nacional., debemos plantearnos el «con quien». Para nosotros es preciso hablar claro: durante muchos años los movimientos nacionales, han constituido entes aislados con pocas interrelaciones fuera de las protocolarias o de las críticas violentas y subjetivas. Es hora de la crítica constructiva, no por el mero hecho de lograr un nuevo tema de disquisición, sino como forma de definir las características y la personalidad de cada organización.
Sólo de esta forma podrá existir una convergencia revolucionaria para la concreción del primer momento estratégico. Sólo de esta forma podrá existir un Frente Nacional coherente y homogéneo asentado sobre unas bases sólidas. Sólo de esta forma se podrá dar vida a un Frente Amplio de Oposición al Sistema.
III. DERECHA DEMOCRÁTICA EN LA DIVISORIA CON EL LIBERALISMO
Tras la debacle electoral de Fraga y de su AP en 1977, algunos políticos, que le habían acompañado fielmente hasta esa fecha, sintieron la necesidad de rectificar algunos de sus postulados y dar nueva orientación a sus líneas. Pero la aventura de AP les había costado caro, muy caro: Silvia Muñoz entró en AP dirigiendo la UDE (Unión Democrática Española) y salía sin sigla y rodeado de unos pocos íntimos colaboradores: Ferriández de la Mora entró en su UNE (Unión Nacional Española) y salió asimismo escaldado. Más tarde todos ellos y algún foráneo más dieron vida a la Derecha Democrática Española, cuyo sueño no es otro que unir a toda la derecha desde Fraga a Blas Piñan De la misma forma que el sueño de Fraga es unir a toda la «derecha» desde UCI) a DDE. De la misma forma que el sueño de UCI) es seguir manteniendo en el corsé a toda la derecha... Hasta aquí la DDE no aporta nada a nivel político, sino una mera utopía en las pasadas elecciones de 1979. En el proyecto político de la DDE se consolida, eso querrá decir que Fraga está en las últimas... ya que, como político ambicioso, siempre ha mirado hacia la izquierda (UCD) donde hay votos y peso, que a su derecha (DDE/FN) donde sólo se crece a sus expensas....
A nivel ideológico DDE aporta un eclecticismo ambiguo e inquietante: si cuaja un pacto con Fraga: DDE será inequívocamente liberal, si cuaja un pacto con FN será inequívocamente nacional... Para el microcosmos de la Derecha. La DDE, es el «centro», con AP/CI) a su izquierda y FN a su derecha... pero esto no nos dice apenas nada de sus posibilidades e inquietudes, de sus aspiraciones y propuestas; no las busquéis, no las hay: DDE es el conservadurismo oportunista de siempre, partidario de conservar lo que hay y del que fustigará tanto José Antonio desde el discurso del Teatro de la Comedia... Hoy la DDE se peleará para tener un orador en la Plaza de Oriente, de la misma forma que hace tres años se barullaba por figurar junto a Fraga en los mítines de AP. ¿Y mañana?.
DDE y FN tienden hacia una alianza coyuntural. Se han juntado dos piezas complementarias: una élite de políticos liberales, de «solera» y muchas tablas en los hemiciclos franquistas, pero sin la más mínima base social: y un partido con una inmensa capacidad de convocatoria en razón de la fogosa oratoria de su líder, pero sin clase política dirigente. DDE pretende recibir el baño de masas de FN y, a cambio, cederle sus pro‑hombres políticos, su clase política dirigente; el planteamiento no es malo, sólo que mucho nos tememos que se quede en el mero conservadurismo sin futuro y que las promociones de FN pasen a ser equipos de fijadores de carteles electorales para los políticos de la DDE.
IV‑ EL MOVIMIENTO CARLISTA DE LA REGRESIÓN A LA EXTINCIÓN
Tras la Cruzada de Liberación Nacional el carlismo se encontró en una situación contradictoria: por una parte defendió un estado que terminó imponiendose a una rama dinástica rival, por otra parte el nuevo estado tampoco aceptó la legislación foral carlista creando un estado centralizado. El carlismo se creyó, pues, en la oposición. Y fue por obra de Carlos Hugo que pasó de la «oposición leal» a la «oposición democrática».
El Partido Carlista no fue más que un bluf de la prensa progresista que jugó su papel en el momento de la transición democrática cuando Carrillo y los socialistas de siempre pensaban dar un aire más pluralista a sus «Platajuntas», situando a los indocumentados «socialistas y autogestionarios» del Partido Carlista en lugar preminente. Con el término de la transición democrática terminó también la existencia del partido carlista hoy en vías de autodisolución.
Por su parte el carlismo tradicionalista de siempre pretendía recuperarse de la escisión huguista. Pero encontraba dos handicaps difícilmente superables:
‑ La desmovilización de la mayoría de cuadros y su debilidad estructural.
‑ La inadecuación de los esquemas carlistas a las necesidades de la lucha política moderna, su falta de revisión y puesta al día, siquiera de la forma de expresión.
Todo esto hace que, el carlismo en regresión desde 1939, se encuentra ahora en vias de extinción. Si su papel es preponderante todavía en ciertas celebraciones (20‑N) es en razón de su carácter integrista coincidente con el de Blas Pifiar (cuestión dinástica aparte, m's próximo del carlismo que de la Falange). Sin ese apoyo la CTC pasaría completamente desapercibida, incluso para las fuerzas nacionales.
V. LA CRISIS DE LA EURODERECHA LA TRAMPA DE LA VIABILIDAD DE LA MODERACIÓN
Cuando en 1978 se constituyó oficialmente la «euroderecha» había algunos puntos que no ofrecían la más mínima duda:
‑ El nacimiento de la «euroderecha» a instancias del MSI tenía como objeto plantear una estrategia europea cara a las próximas elecciones al Parlamento Europeo.
‑ El papel que el MS1 quería jugar en dicha institución era el de ser un grupo integrante del grupo «Conservador Europeo», para lo cual debía congraciarse con el gaullismo francés, que debía introducirlo.
‑ A su vez, los que debían avalar al MSI ante Jacques Chirac no eran sino los miembros del PFN francés que en tantas ocasiones han trabajado como «servicio de orden» para el partido gaullista.
‑ La presencia de FN se debía única y exclusivamente a que el MSI y el PFN en solitario eran muy poco para que se les tomara en serio en el ambiete europeo. La presencia de FN y de las masas nacionales enfervorizadas en la plaza de toros de Las Ventas daba a la «euroderecha» un carácter «inasivo».
Pero los problemas tuvieron lugar ya desde el primer día: en la presentación de la «euroderecha» en Roma Blas Piñar rememoró «excesivamente» al más puro y ortodoxo franquismo olvidando que la envoltura oficial del MSI y del PFN pretende presentarlos como «grupos nuevos» que miran hacia delante. Juilio Caradonna, diputado del MS1 se despachó con la prensa afirmando que estaba muy desengañado, que se trataba de un acto nostálgico y desvinculado de la realidad. Tras el mitin del 18 de julio de 1978 en Las Ventas las campañas contra Giorgio Almirante, secretario general del MSI, arrecieron tomando como excusa las fotos del mítin en las que el público saludaba a los oradores brazo en alto y aclamaba a Almirante al grito de «duce», teniendo en cuenta que el partido italiano, desde hace años, quiere desvincularse de cualquier exteriorismo que les asimile al fascismo, el bochorno de Almirante puede suponerse...
Tras el mitin de París en la Mutualité, la «euroderecha» entró en recesión: masivas manifestaciones izquierdistas crearon un clima anti‑faseista que indujo a Jacques Chirac, también alcalde de París, a rechazar la inicialmente prevista audiencia con Piñar, Gauchon y Almirante. La «euroderecha» empezaba así a tomar un giro deagradable. Porque una cosa quedaba clara: que el NISI jamás iba a poder formar en igualdad de oportunidades con Margaret Tatcher, Straus, Chirac, etc. en el Parlamento Europeo, obteniendo, de esta forma, una carta de respetabilidad y un relanzamiento en la política interior italiana.
Sin embargo la «euroderecha» fue mantenida por el MSI y el PFN. El MSI pensó que todavía se podía aprovechar para las campañas electorales del 1979; y para el PFN era una forma de «ir tirando» y de salvar su atonía militante. FN se dejó llevar y ni su base a puesto excesivo interés en la «euroderecha», ni sus dirigentes han comprendido bien lo que pretendían los otros partidos. Para colmo las «aperturas» de la euroderecha hacia otras fuerzas han sido torpes y vacilantes.
La cumbre de la «euroderecha» celebrada en Barcelona pasó casi por completo desaparcibida para la gran masa y para los medios de comunicación social. Para colmo la «cumbre» en sí resultó estéril completamente y la única resolución adoptada fue negativa y no unánime: denegar, a instancias de Piñar, la entrada en la «euroderecha» del Movimiento de Independencia y Reconstrucción Nacional portugués del General Kaulza de Arriago. Hay que decir que el MIRN. No está excesivamente bien considerado en ambientes católilos integristas, abundantes en Portugal y que fue con los que el diputado de la Unión Nacional tuvo más contacto.
Hoy la «euroderecha» está cerrada y sin posibilidades de marchar hacia delante. Y para comprender la crisis hace falta examinar a sus principales componentes:
‑ El MSI es hoy un partido en recesión, descompuesto, dividido, desmovilizado y sometido a la presión izquierdista y a la presión de los partidos del llamado «arco constitucional». El último Congreso del MSI cerró cualquier posibilidad de renovación. Si el anterior congreso significó la fuga de sus elementos «democratizantes» (Democracia Nacional, especia de colectivo de «personalidades» similares a las integrantes de la Derecha Democrática Española) el actual congreso ha visto la partida de los jóvenes militantes radicalizados que ya no creen más en la posibilidad de constituir una «línea dura» dentro del partido. Hoy el MSI está electoralmente en el momento más bajo de su historia: éste ha sido el resultado de ¡30 años! De participación electoral.
‑ El PFN se obstina en su error inicial: autoconsiderarse un partido no «de derechas», sino «de la derecha» francesa, cuando olvida que el elector ya tiene una opción «derechista» en el partido gaullista de dimensiones y posibilidades incomparablemente mayores. Por otra parte las reducidas dimensiones del partido hacen de él una fuerza residual, agravada por el hecho de que dentro mismo de la extrema‑derecha existe otra fuerza concurrente, el Front National, de similar peso, implantación y resultados electorales.
Respecto a FN no es preciso hablar, aunque sí destacar los siguientes aspectos de su trayectoria actual:
‑ Iniciativas de dudosa eficacia como el ambarcarse en crear un sindicato basado en un absurdo programa totalmente inadecuado para la realidad de los trabajadores, que está costando millones al partido y que, en la práctica no pasa, ni pasará de ser un grupúsculo de nula incidencia en el mundo laboral, cuando existen sindicatos independientes de mayor implantación y militancia que sería cuestión potenciar.
‑ Divorcio entre las orientaciones de la base y las del «vértice» del partido: así pues, mientras para la dirección la estrategia política actual parece estar basándose en una aproximación hacia las fuerzas moderadas de derecha para constituir un Frente Nacional, la base se sigue comprometiendo con inusitada obstinación en acciones callejeras que ponen en entredicho esta táctica.
‑ Inestabilidad de la militancia de base, de los mandos y de las secciones que se suceden una tras otra. Semanalmente se produce algún estallido, expulsiones, dimisiones, mandos removidos de sus cargos, rumores de crisis internas, etc, todo lo cual hace imposible un trabajo continuo y cuyos resultados puedan ser capitalizados políticamente.
‑ Ausencia de clase política dirigente e improvisación de los mandos, lo que da como resultado el colocar en puestos clave del partido a «¡Iuminados», aventureros o simplemente ineptos incapaces de comprender lo que es una verdadera lucha política a pesar de sus dosis de buena voluntad. Episodios como el que costó la vida a la confidente de ETA Yolanda González revelan hasta qué punto la cúspide del partido se ve afectada por la irresponsabilidad e incapacidad de algunos mandos.
‑ Ausencia de línea estratégica y táctica, ausencia de un programa claro y realista, ausencia de una voluntad más allá de la meramente «anti» y de superar las nostalgias propias de otros tiempos, ausencia de planteamientoa nuevos con que atraer de forma duradera a las nuevas generaciones que una vez colmados sus sueños «mil¡taristas», etc, etc.
Se podrían dar otras precisiones pero el cuadro pintado hasta aquí del partido es suficiente: el partido se encuentra hoy en un callejón sin salida: los distintos éxitos tácticos se acumulan en lo que será una formidable derrota estratégica en los próximos años. Nos explicaremos: sacar un diputado, sacar cinco, sacar diez diputados no representa nada (el MSI tiene 26) si esa fuerza está políticamente aislada, esos diez diputados no son nada comparados con la inmensa mayoría «antifascista» de varios centenares. Nosotros no negamos la lucha parlamentaria, ni su utilidad, ni su necesidad, nosotros afirmamos que la lucha parlamentaria no es más, no debe ser más que una manifestación táctica, ni la única, ni necesariamente, la más importante, de una estrategia global destinada a cambiar el Sistema democrático y burgués y a presentar una alternativa al socialismo marxista. Relegar, como ha hecho el MSI o el PFN, cualquier principio y cualquier iniciativa de cambio, a un mero electoralismo es una trampa.
És integrarse, en definitiva, en el sistema liberal y democrático, aceptar sus principios, participar es aceptar su moralidad, olvidar cualquier otra flanna de lucha es olvidar la posibilidad de un cambio en el sistema. Hoy ya no se puede acabar con la democracia «democráticamente» sino, mediante una conjunción de acciones a distintos frentes y a varios niveles, uno de ellos, si, el parlamentario, pero no el único.
FN tiene hoy muy pocos temas de propaganda: unidad nacional, anticomunismo, defensa del orden, etc. Temas que configuran el pensamiento de la derecha, tradicional y de siempre. Diríase que en el juego democrático cada tendencia se reparte sus papeles: la derecha juega el papel conservador, la izquierda renovador y el centro liberal y progresista. Y FN ha elegido el,papel de derecha, la componente «a la derecha» del sistema. Porque para FN ya no se trata de llevar adelante una lucha política para «derribar» el sistema, sino para «defenderlo» de los ataques terroristas,0) y de los ataques de la subversión y el separatismo en general; cuando se habla de una política social se cae en las mismas inseguridades que cuando la izquierda pretende hablar de la Patria... como el tema no se domina uno se pega patinazos (ver el manifiesto de la FNT aprobado en el IV' Congreso de FN).
Mayoritariamente los miembros del FJ han pennanecido durante un tiempo mayor o menor en FN y el haber servido con honor y lealtad a este partido sin recibir nada a cambio les da derecho a formular una crítica que hasta aquí nadie puede decir que no se ajuste a la realidad. En el fondo de todas las escisiones y expulsiones que se han producido en el partido FN durante los últimos años late un mismo problema que se ha pretendido ocultar de una u otra forma: el problema ideológico.
Cuando en Barcelona resultaron expulsados algunos miembros de Fuerza Joven, en 1977 y uno con la futil excusa de su «casamiento civil» incompatible con la línea cristiana y católica del partido, lo que se ocultaba era la expulsión de los elementos revolucionarios. Cuando en Madrid se producía la ruptura de Fuerza Joven un año después el motivo no era sólo el que el partido FN estuviera dominado por lo que se dio a llamar «el imperio de la braga», sino que, efectivamente, existía, una línea juvenil y vanguardista y una línea reaccionaria y meramente conservadora.
En el fondo de todas las crisis de FN, de la mayoría de las expulsiones late este mismo problema: o por el «orden» o contra el «orden», es decir, por la revolución nacional. 0 se da como irreversible la implantación en España de una democracia liberal o se combate a la democracia liberal de forma efectiva. No existe término medio: de términos medios ha vivido el MSI en 30 años: las elecciones debían servir para acercar el partido al poder, para sustituir por métodos legales a la democracia de los partidos: pero el crecimiento del MSI y «su desarrollo han desmentido esta posibilidad:
‑ Nunca la democracia dejará crecer lo suficiente a un partido legalizado si éste intenta sustituir al sistema: lo perseguirá como persiguió al MSI, lo aislará como aisló al MSI, lo calumniará y provocará como calumnió y provocó al MSI, le vetará los canales de comunicación de masas, como lo ha hecho con el MS1: es imposible, en conclusión y a la vista de la práctica de Italia pretender sustituir a la democracia por la vía democrática.
‑ El aumento de votos del MSI ha ido siempre en función de su posibilidad de atraerse a políticos «notables», siempre más moderados, más desvinculados de la primitiva idea revolucionaria y de cambio político y social que si bien, en ocasiones, han inflado los votos del partido, lo han hecho en función de la moderación creciente: dan más votos y a cambio cortan las uñas al partido.
‑ Por último la frecuencia de las consultas electorales y de las prácticas democráticas y la necesidad de obtener buenos resultados, hace que, en definitiva, todo el aparato del partido se ponga al servicio de la maquinaria electoral del mismo y todo se subordine a la obtención de un diputado más.
Esta realidad, que es la realidad del MSI, que es la realidad a la que se enfrenta hoy FN es muy triste: en cinco años una decena de jóvenes italianos ha sido víctima de los terroristas o de enfrentamientos con la policía ¿Todo para qué? Para que los muertos se conviertan en temas para propaganda preelectoral... pero poco más. Si hay que morir ¡viva la muerte¡ pero, por favor, un diputado elegido no vale ni la suela de un zapato de un camarada asesinado.
La moderación de las fuerzas nacionales es una trampa con fines electoralistas: si la derecha vota «ley y orden» contra más cumplidor sea un partido de derechas de esa ley y ese orden más posibilidades tendrá de obtener el voto del elector de derechas impresionado por ese desorden y ese caos actual. Pero a vosotros militantes de FN, jóvenes patriotas con ideas revolucionarias que todavía estáis en el partido os decimos: hoy el Orden Nuevo que defendemos ya no está en el Orden Burgués: queremos restablecer el Orden de la única forma posible: por el camino de la revolución.
VI‑ LA CRISIS DE NACIONALSINDICALISMO UNA CRISIS DE IDENTIDAD
El Frente de la Juventud, según se aprobó en su Congreso Constituyente, se considera una organización que toma como base el nacional‑sindicalismo, de ahí que pueda parecer contradictorio el que hablemos de crisis de la idea. Es preciso aclarar posiciones: es evidente que de la totalidad de movimientos que se reclaman nacional‑ sindicalistas o con origen en el FJ és el único que voluntariamente ha permanecido, permanece y permanecerá al márgen de las polémicas sobre la «unidad falangista».
Nuestra fidelidad al nacional‑sindicalismo es una fidelidad a sus principios eternos definidos por José Antonio, Ramiro y Onésimo: fidelidad a su concepción del hombre y de la persona, a su voluntad de lucha contra el sistema liberal y contra el marxismo, su búsqueda de una tercera posición entre ambos. Pero también somos conscientes de que el N‑S no tuvo tiempo de formular toda su doctrina, que se vió envuelta en dolorosas y terribles circunstancias: la clandestinidad, la guerra, las matanzas, etc. De ashí que para nosotros el N‑S sea un punto de partida y, al mismo tiempo una referencia universal pero no exclusiva y que al pensamiento N‑S añadamos las aportaciones coincidentes y complementarias de otros ideólogos y de otras experiencias políticas allende nuestras fronteras.
Hecha esta salvedad queda claro que aquí nos referiremos a los movimientos que adoptan exclusivamente como referencia el nacionalsindicalismo: básicamente FE/JONS, FE (i) y FE (a).
Para las tres organizaciones una cosa es clara: el tiempo de los llamamientos a la «unidad» ha pasado y jamás volverá. FE (a) afirmaba hasta su reciente autodisolución que en sus filas se había conseguido la unidad ya que lo que permanecía fuera no era más que «elementos reaccionarios y derechistas cómplices del franquismo». Por su parte FE (1) sin caer en estos excesos ha, frecuentemente, anatemizado de desviacionistas o vendidos al resto, mientras que Raimundo y los suyos hacen constar una cierta legitimidad histórica a la hora de arrogarse la representación exclusiva del nacional‑sindicalismo. Fuera de estos tres grupos subsisten algunas microforinaciones locales que, eyectados de los grupos mayores no encuentran cabida en los mismos y, desesperadamente, realizan llamamientos a la unidad que caen en el vacío más absoluto (2).
La crisis de FE/JONS, del FE (a) y en menor medida de FE (i), es una crisis de identidad. Raimundo se encuentra comprimido por una base que sostiene algunas posturas vanguardistas y revolucionarias, de cambio y renovación, y la dirección, entre la que él se encuentra, que mantiene en períodos electorales la mirada atenta a FN. Si FE/JONS tira hacia un frente común con FN el partido de Blas Piñar lo sateliza en función de su mayor implantación y medios económicos, la base, por su parte, difícilmente digiere estos pactos y los resultados no se corresponden con los esfuerzos: así, por ejemplo, Blas Piñar es el diputado de la coalición Unión Nacional de la que FE/JONS formará parte, sin embargo ningún militante de FE/JONS parece sentirse representado por Piñar.
Pero si FE/JONS adopta posturas revolucionarias (las sostenidas por parte de su base) es indudable que las estructuras del partido no están adecuadas para esa labor y, por otra parte ¿hacia dónde dirigir esa revolución? ¿cómo encauzarla y darle forma en la política diaria? En Barcelona, por ejemplo abundan las pintadas murales en las que se afirma: «Revolución nacional‑sindicalista»... bien, pero hasta ahora ningún miembro de FE/JONS ha sido capaz de responder claramente a la pregunta: «Revolución, sí ¿pero cómo llegar a ella?».
La incorporación de los últimos elementos que quedaban en activo de los Círculos José Antonio, tradicionalmente antifranquistas, chocó desde un primer momento y sigue chocando, junto a los elementos tradicionalmente franquistas que secundaban a Raimundo Fernández Cuesta. Pero esta incorporación, parcial, por otra parte y restringida al ámbito prácticamente madrileño, no hizo sino llevar la tradicional impotencia revolucionaria de los Círculos José Antonio a FE/JONS. No se tradujo en una necesaria puesta al dia, en una profundización en el análisis político e ideológico y en un estudio sobre la vía a seguir para la consecución de la tan anhelada revolución nacional‑sindicalista.
De ahí la impotencia revolucionaria. De ahí la crisis de identidad de un movimiento que quiere ser revolucionario pero que no sabe como serlo. De ahí el escaso crecimiento, las fugas de los elementos más moderados hacia FN. En toda esta crisis Raimundo es para algunos el chivo expiatorio: no es así, es la lógica interna y no Raimundo, quien ha llevado a esta situación de indefinición política.
En el extremo opuesto se encuentra FE(a). La «Auténtica» inició su andadura con los mejores augurios: incluso inspiró las simpatías de Vizcaíno Casas en su primer libro de éxito «de camisa vieja a chaqueta nueva». Fue el primer grupo falangista en conprender que las discusiones sobre la unidad no llevaban a ninguna parte y decidió lanzarse a la calle a «hacer la revolución». No se podrá negar a la FE (a) su combatividad y voluntarismo y la claridad de sus propuestas revolucionarias. Sin embargo...
... Sin embargo la FE adolecía de «revolucionarismo» y erraba en sus planteamientos generales: la FE(a) se equivocaba en alabar la democracia y la ruptura democrática como pasos hacia el Estado nacional‑sindicalista. Daba excesiva importancia a la diferencia entre franquismo y falangismo y olvidaba que tal diferencia importaba a muy poca gente. Con demasiada frecuencia hacía alardes de imfantilismo revolucionario, populismo y demagogia, incidía excesivamente en el planteamiento «sindicalista» insistiendo «en que el partido debia ser la correa de transmisión del sindicato» como se puso de moda en la Falange más progresista. Tal planteamiento olvidaba dos hechos capitales:
‑ la naturaleza misma del sindicato y del partido: mientras el sindicato se apoya sobre el programa político minimalista (busca la coincidencia de muchos sobre bases políticas generales) el partido se apoya sobre un programa maximalista (busca la coincidencia de algunos sobre un programa máximo que luego ha de traducirse a la generalidad mediante programas electorales). No puede implantarse un programa maximalista (revolucionario) con una organización reivindicativa...
‑ la naturaleza misma de la clase trabajadora: integrada plenamente en el sistema capitalismo, hoy la clase trabajadora encuadrada en un sindicato es incapaz y carece de fuerza social suficiente para plantear un cambio político global. La clase media y la mentalidad burguesa han crecido tanto que, de la misma forma que la revolución soviética se hacía un modelo ideal de la revolución francesa, el trabajador actual hace del modo de vida burgués un modelo. ..
Así pues, no es de estraftar que los prometedores comienzos de la FE (a) (los primeros exitos tácticos) se trocasen en ineficacia política (derrota estratégica final). Las divisiones ideológicas hicieron pronto mella en su interior: las dos ramas enfrentadas (la que daba prioridad al tema sindical sobre el político y la que hacía una valoración contraria) rompieron en 1977. La rama más consecuente después de sucesivas rectificaciones que se fueron traduciendo en una mayor consecuencia revolucionaria y paradójicamente en una pérdida de militancia (el momento ideal ya había pasado y muchos militantes veteranos se habían retirado) terminó por autodisolverse en 1979 si bien Pedro Conde y los suyos han prometido que en breve crearán un movimiento (sindicalista) de nuevo cuño y exteriormente desvinculado de la emblemática falangista y de su terminología: un híbrido de nacional‑sindicalismo y «treintismo» pestañista... es algo que otros con quince años de distancia ya intentaron: las experiencias «sindicalistas» surgidas de falange (FSR, sin ir más lejos) terminarán todas sin pena ni gloria.
Y es que, en definitiva, la via «sindicalista» es una vía muerta: ignora las realidades sociales actuales, se desvía casi imperceptible y automáticamente hacia el «economicismo» (1), carece de espacio sindical y es, en definitiva, utópica. Por otra parte, olvida (también automáticamente), los motivos existenciales de la lucha revolucionaria; reduce la revolución a un mero hecho social y, en la práctica, las consideraciones metafísicas y existenciales, que son precisamente las que dan al militante sentido a su lucha.
En este sentido hay que alabar la tarea que Sigfredo Hillers y el FES emprendieron desde los años sesenta. Qué duda cabe de que Hillers ha sabido imprimir a la FE (2) un carácter mucho más humano y existencial a su movimiento. Y es innegable que, sobre el plano ideológico los documentos que puede aportar FE(¡) y sus anteriores avatares (Octubre, FES, etc.) son, hoy por hoy, las referencias ideológicas má atinadas del movimiento nacional sindicalista. Sólo una cosa podemos achacar a la FE (i): su sectarismo, su intolerancia para con todo lo que no sea ortodoxia plena y completa, sectarismo que ha llevado al movimiento al elitismo, a la incapacidad de operar sobre la realidad política de nuestro tiempo y de formular una estrategia posibilista con que hacer realidad los principios ideológicos enunciados. Se sabe que el revolucionario consecuente es aquel que asume en la lucha por el ideal los valores que encarna, aquel que lucha de forma más justa y consecuente por hacer realidad dichos ideales. En caso contrario se cae en el «idealismo», es decir, en el mero diletantismo doctrinal, planeante sobre el mundo de las ideas. Frente a ese «idealismo» nosotros, camaradas, os planteamos un realismo revolucionario. Esto nos separa de vosotros.
La realidad nacional sindicalista de los movimientos falangistas se resume brevemente diciendo que se trata de organizaciones en crisis de identidad:
‑ Crisis de identidad de FE/JONS que se encuentra en la encrucijada.
‑ Crisis de identidad para FE (a) que le lleva a abandonar incluso la lucha política y la referencia al nacional sindicalismo. En la encrucijada sindicalismo‑lucha política.
‑ Crisis de identidad de la FE (i) que se debate en el mundo de las ideas, sin formularse el descender al mundo de lo contingente.
VII. EL FRENTE DE LA JUVENTUD ¿CÓMO SUPERARLA CRISIS? ¡COMBATIENDO!
Hemos dicho que el interés de este folleto consistía en dar una respuesta a la pregunta: ¿dónde está el Frente de la Juventud? ¿dónde están las demás fuerzas nacionales?. El análisis del resto de Fuerzas Nacionales quedará incompleto si no supiéramos posicionamos respecto a otros grupos. Vayan estas últimas líneas a definir nuestras actitudes.
Cuando nosotros hablamos de la necesidad de defender la Tradición no hablamos de otra cosa más que de defender los valores eternos (luego tradicionales) de los que hablara José Antonio. Todo el significado de nuestra lucha es este: realizar una síntesis entre Tradición y Revolución que, a la postre, son lo mismo. No en vano "revolución" procede de "re‑volvere", es decir volver a poner y eso es precisamente lo que nosotros pretendemos: «volver a poner», en su puesto preeminente, a los valores de la tradición que hoy en la sociedad moderna han sido destruidos. Por eso nosotros hablamos: «de una revolución tradicional, en la que los valores del espíritu se superpongan a los de la materia, en la que lo orgánico y comunitario prive sobre lo artificial e inorgánico o material, en donde la pieza clave sea el hombre concebido no como un ente anónimo sino como un ser personalizado, dotado de sus propias características, portador de valores eternos: libertad, honor, lealtad, valor, sacrificio, audacia, etc. valores que sobre los que se puede y debe construir un nuevo orden.
Cuando hablamos de Libertad, entendemos la desvinculación del hombre de todo aquello que lo ata, es decir, libertad es, en última instancia, la capacidad de dominio sobre los instintos, es la posibilidad que el hombre tiene de caminar hacia si mismo, de ser él mismo, una persona y no lo que los engranajes del sistema han producido (un productor alienado o un consumidor integrado).
El FJ considera que esta es la gran lucha de nuestra época: una lucha del hombre consigo mismo. En las civilizaciones tradicionales dos han sido los medios que el hombre ha tenido para alcanzar un grado de desarrollo espiritual, la vía de la meditación y la vía de la acción. Nosotros hemos elegido la via de la acción, del combate. Y para nosotros ese combate es la revolución nacional: aquel movimiento dirigido contra el actual sistema liberal y contra su falsa alternativa marxista que tiene como fin la creación de un orden nuevo que constituya el marco comunitario más adecuado al desarrollo de la personalidad.
Podemos aquí advertir la dualidad sobre la que se construye el entramado político‑ideológico del FJ:
‑ Por un lado un conjunto de principios ideológicos de carácter tradicional propios a la condición de militante, inherentes a la misma y que el militante debe vivir y a quien deben dar una causa para vivir y para morir. Son esos principios y no la realidad social lo que constituyen la «necesidad» revolucionaria, por que se entiende que la única forma de llevar a la práctica esos principios existenciales es mediante la acción revolucionaria.
‑ Por otro lado, ya sobre el plano de la contingente, estos principios inspiran un determinado modelo desociedad –Orgánica para llegar a la cual es preciso un planteamiento estratégico global.
En análisis global del FJ lleva, pues a las siguientes conclusiones:
‑ La democracia española es inviable por el momento de crisis que vive occidente y por las tensiones internas y la desestabilización constante en el interior del sistema entre las distintas fuerza que ocupan las áreas del poder. Pero es que, además, la democracia, como sistema político, es fundamentalmente injusta y falsa.
‑ Como modelo ideal de Estado definimos el Estado Orgánico como aquel estado en el que los principios rectores son los de Unidad, Orden, Libertad y Jerarquía: un estado centralizado en sus principios y descentralizado en su práctica cotidiana.
‑ La distancia entre el Estado liberal actual y el Estado Orgánico futuro presupone la existencia de tipos intermedios de estados condicionados a la imposibilidad real de pasar de un solo tramo de lo actual a lo ideal. Así pues, el objetivo político del FJ es «subir un peldaño» y forzar una situación en la que las fuerzas «positivas» coaligadas con la vanguardia revolucionaria de la que el FJ es una de sus expresiones, abandonen la actual forma de Estado y la sustituyan por un «Estado Fuerte», paso intermedio entre el estado liberal y el estado comunitario.
‑ El Estado Fuerte presupone: abolición de los partidos políticos, sobre el plano político, sobre el plano ejecutivo, gestión nacional a través de técnicos y expertos de indudable patriotismo que sean capaces de sacar a España de la crisis que atraviesa; sobre el plano ideológico, labor de erradicación de las doctrinas subversivas surgidas tras 1789; sobre el plano económico, creación de empresas colectivas y comunitarias, límites a las grandes acumulaciones de capital.
‑ La estrategia de cambio hacia el Estado Fuerte no puede sino asentarse sobre la radicalización de las luchas en el interior del sistema y la agudización de las crisis entre las distintas fuerzas que hoy se encuentran en el sistema a fin de hacer imposible la existencia de pactos contra natura, (pactos de la Moncloa, compromisos históricos, consensos, etc.) que hacen posible la pervivencia del sistema en momentos de crisis.
Las tácticas deben asentarse en los siguientes principios:
‑ El FJ sostiene que es preciso luchar contra el sistema sin introducirse en sus instituciones más de lo estrictamente necesario para denunciarlas y sin olvidar que no se pretende una reforma del sistema, sino una reforma contra el sistema.
‑ El FJ sostiene que el sistema dejará de existir cuando se haya dejado de compartir su misma lógica de ahí que sea preciso romper todos los mitos, culturales, económicos, políticos, etc. del sistema, no en aras del orden burgués y de la buena gestión del sistema democrático, sino en aras de la creación de un nuevo orden justo y renovador, verdadera tercera posición entre el socialismo y el capitalismo las dos caras de la moneda materialista.
Estos son algunos de los principios que caracterizan la acción del FJ frente al resto de las fuerzas nacionales:
‑ Del Tradicionalismo Carlista nos separa una visión más amplia y menos historicista de la Tradición.
‑ De FN su reducción del fenómeno espiritual al marco exclusivamente católico a su indefinición política (o en el sistema o contra él).
‑ De la DDE nos separa su voluntad de mantener viva la sociedad burguesa y liberal origen del estado caótico actual.
‑ De FE/JONS su encadenamiento a formulaciones no puestas al día y sus vacilaciones tácticas.
‑ De FE (a) su ignorancia por los planteamientos existenciales y metafisicos, su economicismo y su demagogia sindicalera.
‑ De FE (i) su ausencia de realismo político y su incapacidad para ligar los principios teóricos a la práctica.
De ahí nuestra opción revolucionaria y su necesidad.
De ahí nuestra personalidad propia.
De ahí que estemos en marcha, combatiendo.
Barcelona, 16 de abril de 1980
LA ANTORCHA
órgano teórico y político del Frente de la Juventud
ANOTACIONES:
1.‑ Hoy, hay que decirlo ya de una vez, las Fuerzas de Orden Público ya no son las fuerzas de defensa de un Estado nacional: son las fuerzas de defensa de la democracia liberal, como lo serán ‑lo quieran o no reconocer algunos de sus miembros‑ las fuerzas de defensa del partido que mañana esté en el poder, sea UCD, sean los comunistas. Indudablemente las FOP están sufriendo una sangría causada por el terrorismo. Pero no es cuestión de gritar absurdos del género «¡viva la policía!» cuando ese mismo policía detiene, golpea y comete arbitrariedades con decenas de camaradas, prohibe asambleas, reuniones y manifestaciones de las fuerzas nacionales y es, ni más ni menos que el brazo ejecutor y represivo del partido UCD, es decir, del mismo partido que ha creado en España una situación de vacío de poder que ha abonado y avivado el terrorismo político, prácticamente inexistente hasta 1975, ese terrorismo que diariamente asesina a funcionarios de las FOP... que cada cual juzge.
2.‑ Recientemente el grupo local barcelonés surgido de una división entre la Falange de Raimundo y al que se le añadió una docena de miembros del FNJ rescató del baul de los recuerdos el llamado «Pacto de Matute» firmado y rubricado por una docena de grupos falangistas... en 1975. De esos grupos la mayoría (salvo un par) ha dejado de existir. Y los que existen olvidan el problema de la unidad para afrontar el de la supervivencia...
3.‑ «Economicismo»: centrar los programas políticos en meras reivindicaciones económicas o salariales.
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