Recolonizar África: solución para África
Infokrisis.- El terremoto de Haiti ha evidenciado algo que muchos ya sabíamos: que África –África negra- no tiene remedio. Haití está poblado por descendientes de africanos y puede ser, en rigor, definido como “Estado frustrado”. No existe absolutamente nada que puede ser considerado como “Estado”, ni como poder, ni de facto, ni de derecho. Como toda África Negra: el Estado-Nación no es –por algún motivo- el modelo que pueden seguir los pueblos africanos.
Una isla – dos Estados
Haití fue, sino la primera, de las primeras colonias que obtuvieron su independencia. La “revolución haitiana” fue iniciada por un sacerdote vudú, un tal Boukman, que llevó a la independencia después de una guerra contra Francia que se prolongó entre 1793 y 1802. Diez años después la América Hispana empezaría a independizarse. Así pues, 208 años son muchos años para que un país no haya logrado levantar cabeza.
Ocupando la parte occidental de la isla La Española, es curioso que la parte oriental, el Estado de la República Dominicana, tenga un nivel de vida muy superior y un grado de organización comparable a cualquier otro Estado centroamericano. Solamente hay un factor diferencial en las dos partes de la misma isla: la etnia.
En efecto, El 95% de los haitianos son africanos y el 5% está formado por un pequeñísimo grupo étnico europeo y sobre todo por mestizos. Sin embargo en la República Dominicana la presencia de etnias europeas es mucho más decisiva. También esto está en trance de cambiar por que dos millones de haitianos se han desplazado a la otra parte de la isla, mucho para una población que no llega a los 10 millones de habitantes. Los europeos dominicanos monopolizan el poder… algo que puede parecer políticamente incorrecto, pero en la parte haitiana el poder está controlado completamente por los negros que casi desde la fundación del Estado han perseguido el poder para, literalmente, no trabajar. Este pequeño matiz étnico es lo que ha hecho de la República Dominicana un país aceptable y de Haití un infierno. Nos limitamos a constatar el hecho en sí, algo que cualquier visitante habrá podido constatar, libre de cualquier prejuicio racista.
El terremoto
El seísmo que sacudió a Haití y particularmente a su capital el pasado 12 de enero ha sido de intensidad 7,0, como otros muchos que han sacudido a lugares muy distintos del planeta. Y, a pesar de las destrucciones y de la elevada cifra de víctimas, las destrucciones provocadas por el tsunami de 2005 en el sudeste asiático fueron incomparablemente mayores. El terremoto que sacudió Sumatra en septiembre pasado era de magnitud 7,6 y el de Tonga, en pleno Pacífico, alcanzó el pasado 19 de marzo una magnitud 7,9… El terremoto que destruyó Kobe en Japón en 1995, fue de magnitud 7,3 y se cobró 173.000 vidas. Finalmente, el terremoto de Northridge (zona de Los Ángeles, California) en 1994 alcanzó una magnitud de 6,9…
Terremotos ha habido muchos como el de Haiti, y en zonas geográficas y étnicas muy distantes entre sí. Pero sólo en Haití se ha producido una catástrofe humanitaria de dimensiones inenarrables y un estallido de los saqueos, la violencia y los peores excesos. ¿Qué diferencia hay entre todos estos terremotos y el Haití? Solo hay una: el factor étnico. Se diría que los africanos reaccionan anárquicamente ante las tragedias y muestran una incapacidad congénita para reaccionar ordenadamente por sí mismos. Desde el momento en que se produce la tragedia el destino de los afectados depende de la “ayuda exterior” y para que ésta llegue a las víctimas, el primer impedimento son los gobiernos locales. En Haití se da la circunstancia de que no hay un gobierno digno de tal nombre, ni poder, ni autoridad reconocida, así que no es raro que, en cuanto se tuvo conocimiento de las dimensiones de la tragedia, el presidente del país, René Preval, huyera…
África muere
Las pirámides de Egipto, los frescos de Tassili, las torres cónicas de Zimbawe, la civilización de Benin, la filosofía existencial de los dogones, tienen en común su origen africano y su antigüedad. Cuando los romanos no eran sino un pequeño pueblo y los aqueos iniciaban su descenso desde el Norte hasta Grecia, la Esfinge miraba ya enigmáticamente a los nietos de los hombres que la construyeron. Pero, si éste es su pasado, ¿qué futuro aguarda a Africa ?
Existen tres áreas geopoliticas perfectamente diferenciadas en Africa: la Sahariana, la Subsahariana y Sudáfrica. Ninguna de estas zonas vive hoy una situación envidiale. El integrismo islámico, con toda su carga de fanatismo e intolerancia, está a la ofensiva en los países saharianos : el Magreb convertido en una olla a presión sin válvula de seguridad.
El Africa Sub-sahariana afronta una situación aún más dramática. Esta zona, que ha sido llamada “el estómago vacío de Africa”, se está viendo afectada, no sólo por hambrunas y enfermedades endémicas, sino por virus cada vez más agresivos. En algunos países del Africa Francófona (Malawi, Zimbawe, Uganda, Zambia, Malí, Costa de Martil) la incidencia del SIDA y de sus enfermedades tópicas, afecta entre el 15 y el 25% de la población : el 75% de los afectados presuntamente por el SIDA en todo el mundo proceden de estos países. La zona es teatro de guerras étnicas y conflictos fronterizos, frecuentemente genocidas. Esta zona ha sufrido 35 guerras civiles en 40 años, con un resultado de 10 millones de muertos, la mayoría en luchas étnicas. La mortalidad infantil es 11 veces superior a la de Europa y la esperanza de vida apenas llega a 50 años.
El Banco Mundial estimaba en 1995 que van a hacer falta 40 años, sin taumas, para que el “estómago vacío de Africa” recupere el nivel de desarrollo que tenía a finales de los setenta. Hoy esa fecha se ha elevado a los 100 años. La independencia de los pequeños países es teórica : sus economías están en manos del Fondo Monetario Internacional que ha cortado los créditos.
Finalmente, en Sudáfrica, hasta hace poco paraíso del apartheid, la población dispone de mejores condiciones de vida, pero no hay que perder de vista las fuerzas centrífugas que actúan y los conflictos interétnicos anunciados en el horizontes. Los zulúes reclaman un Estado propio y son cada vez más los blancos que quieren otro tanto, el “Volkstaad”. La criminalidad ha irrumpido en todo el territorio Sudafricano y grandes empresas se han retirado del país o han cortado las inversiones, tras haber visto a sus directivos asesinados por delincuentes comunes, como el caso del delegado de Wolkswagen. En estas circunstancias es difícil preveer si podrá mantenerse por mucho tiempo el frágil equilibrio actual o si Sudáfrica terminará por ceder a los radicalismo étnicos, ahora silenciados pero en absoluto desaparecidos. Por el momento, todo el misterio es ver como termina el campeonato mundial de fútbol a celebrar en Sudáfrica en 2010. Y mucho tememos que va a ser el más agitado y desorganizado. Nadie duda de que zonas enteras del país los niveles de delincuencia, desde robos, asesinatos, hasta violaciones un epidemía endemica del país, son incomparables con los de cualquier país europeo o Americano.
En 1995 se creó la Comunidad Económica y monetaria de Africa del Oeste, intento de construir un mercado integrado, compuesto fundamentalmente por países francófonos. Los promotores piensan que el ejemplo puede cundir en otras zonas de Africa y aseguran que en poco tiempo podrán ponerse en pié iniciativas similares con voluntad integradora y desarrollista. En 15 años, los hechos no le han dado precisamente la razón.
Pero también existe la tendencia contraria. Africa ha sido siempre teatro de conflictos interétnicos mucho antes de que los blancos aparecieran por la zona. Tras la colonización, lo que quedó fueron unas naciones carentes de fundamentos históricos, unidad étnica y conciencia nacional, con equilibrios inestables que, demasiado frecuentemente, se rompían. El apartheid sudafricano hizo olvidar, momentáneamente, la intolerancia y el racismo existen entre étnicas vecinas, pertenecientes al mismo país. Hutus y tutsis, fangs y bubis en Guinea Ecuatorial, bantúes y zulúes en la República Sudafricana, etc. frecuentemente se han visto enzarzados en luchas tribales que han concluido en verdaderos suicidios nacionales.
Y no parece claro que la integración vaya a imponerse sobre los conflictos interétnicos en el próximo futuro, para ello sería preciso que Africa experimentara una transformación profunda y de “zona subdesarrollada” se convirtiera en “zona en vías de desarrollo”, pero eso es impensable al menos hasta el 2050, salvo en determinados islotes de modernidad. La realidad es que Africa ha sido abandonada a su suerte ¿por qué?
Mientras duró la “guerra fría”, Africa fue escenario de operaciones. La ruta de los petroleros que transportaban crudo desde el Golfo Pérsico hasta Europa, bordeando el Cabo de Buena Esperabza, era codiciada por los estrategas soviéticos. Fue así como la URSS puso toda la carne en el asador para ganar la partida a Occidente en Angola y Mozambique, Sudáfrica, Guinea y, con Argelia interpuesta, en el ex-Sahara español. El objetivo soviético era disponer de regímenes aliados en la “ruta del petróleo” que le permitieran cortar el suministro de crudo a Europa. Occidente reaccionó ante esta estrategia acentuando su presencia en Africa, apoyando a élites dirigentes, habitualmente poco democráticas, concediendo préstamos y estimulando el desarrollo, interviniendo militarmente cuando hizo falta o enviando bandas de mercenarios creando, en definitiva, una situación neocolonialista.
Cuando cayó el muro de Berlín y se desmoronó el poder soviéticos, las cosas cambiaron dramáticamente para Africa. De ser teatro principal de operaciones, acosada o cortejada por uno u otro bando, Africa pasó a ser un paria internacional. Buena parte del contnente, especialmente el área sub-sahariana del interior, fue juzgada “inútil para la economía mundial” y “estratégicamente venida a menos”... en consecuencia, se le abandonó a su suerte.
No es de extrañar por tanto que estos últimos quince años hayan supuesto para Africa, una larga agonía. Con guerras civiles, extremadamente calientes en Liberia, Somalia, Angola y Ruanda, conflictos fronterizos y reivindicaciones territoriales entre prácticamente la totalidad de sus Estados (en 1993 estallaron choques entre Costa de Marfil y Ghana a consecuencia de un banal partido de fútbol), con un crecimiento demográfico espectacular (cinco niños por cada mujer como promedio), el futuro de Africa es hoy tan negro como la piel de buena parte de sus habitantes...
A partir de 1990, consorcios japoneses iniciaron la compra masiva de grandes extensiones de terreno en Zaire y la República Centroaricana, convencidos de que en cincuenta años, la población africana quedaría mermada hasta el 50% en el curso de hambrunas, epidemias, guerras civiles y otras catástrofes, y aquellas zonas semi-deshabitadas constituirían un marco ideal para el envío de excedentes de población del archipiélago japonés.
Unos pocos y limitados islotes de consumo y bienestar se perfilan en la geografía africana. Algunas grandes capitales bañadas por el Atlántico, pertenecientes a países proveedores de materias primas, pueden ser la contrapartida a la miseria del interior y a la de sus propios cinturones de pobreza. Lagos, capital de Nigeria, el país petrolífero africano, cuenta hoy con 9 millones de habitantes, dentro de 20 años su población se habrá multiplicado por tres y será la tercera aglomeración mundial... Un hormiguero de estas dimensiones ¿podrá satisfacer las necesidades de todos sus habitantes? ; por acelerado que sea el crecimiento económico, la injusta distribución de la riqueza ¿no terminará por generar conflictos sociales que se unirán a las ancestrales rivalidades éticas ? Y no digamos si no hay desarrollo economico como ocurre en la actualidad. El cóctel, decididamente, no puede ser más explosivo, incluso en las zonas más prósperas.
En los años sesenta se aceleró el proceso de independencia de las colonias europeas en Africa. cincuenta años después hay que reconocer que Africa ha empezado mal su andadura. Elites corruptas, dictaduras inmisericordes, violaciones continuadas y flagrantes de los derechos humanos, simulacros de democracia, éste puede ser un balance político poco alentador, especialmente en lo que se refiera al Africa Sub-Sahariana. Lo ocurrido en Guinea Ecuatorial o en el ex-Sahara Español es significativo de lo que ha sucedido un poco por toda Africa. Macías y Obiang, no son una excepción en la historia reciente de Africa.
Un misionero español, un cooperante francés y una súbdita guineana, nos comentaban por separado, que el canibalismo vuelve a expandirse por algunas zonas del interior.
Lo peor para Africa es negar la realidad del drama actual, minimizarlo o intentar ignorarlo. El drama ruandés puede repetirse en cualquier momento y en no importa que zona del continente. Desde los arrabales de Argel, hasta Durban y Ciudad de El Cabo, todo un continente, aquel que fue cuna de la civilización agoniza y su pasión es cada día más dramática y dolorosa.
No está claro cómo el Occidente desarrollado puede ayudar a Africa. Probablemente ni los sistemas de producción occidentales, ni las formas de organización políticas que aquí han tenido resultado, puedan funcionar en unas zonas con tradición ancestral completamente diferente. Quizás Occidente se equivoque pensando que sus sistemas de organización pueden ser válidos cualquier latitud y bajo realidades socio-culturales muy diferentes. ¿Hasta qué punto pueden considerarse “naciones” a agregados étnicos rivales desde la noche de los tiempos qué solo el colonialismo europeo unificó por la fuerza ? ¿Hasta qué punto tiene Occidente derecho a imponer su modo de vida, su sistema de producción y sus formas políticas al Tercer Mundo ?
La ayuda económica se ha mostrado inútil para solucionar los problemas de Africa y ha contribuido solamente a estimular la corrupción entre las élites locales. Ayuda enviada, dinero tirade. Los productos que se envían como ayuda humanitarian gratuita, aparecen inmediatamente en los mercados a precios abusivos.
Mientras eso ocurre las zonas de Africa más castigadas por el desgobierno, las epidemias, los confictos inter-étnicos y las hambrunas deberían ser tuteladas por organismo internacionales, con autonomía operativa suficiente como para no verse cometidos al control de las élites corruptas locales y de las potencias neocolonalistas. Esto puede ser considerado un menoscabo a la “independencia nacional” de algunos países, pero hace falta preguntar a las poblaciones si, verdaderamente, tienen algún tipo de conciencia nacional, y si lo más acuciante para ellos no es hoy el cubrir sus necesidades vitales más inmediatas.
Única solución: la recolonización.
Haití está geográficamente en Centroamérica y en la zona del Caribe, pero cultural y étnicamente está en África subsahariana. Lo que ha ocurrido en Haiti es como si hubiera ocurrido en el corazón de África, si bien los condicionantes geopolíticos han inducido a los EEUU a reaccionar. Para quien conoce la zona es evidente que los hatianos no se pueden ayudarse a sí mismo, no porque sean pobres (también en la India hay cientos de millones de pobres, pero no un caos como el hatiano)…
Si ellos no son capaces de organizarse, será necesaria la intervención de un poder exterior que lo haga por ellos. Dado que nadie da algo a cambio de nada, sería necesario establecer una contrapartida que solamente puede ser una cesión de soberanía, esto es, reorganizar África sin obstáculos generados por las redes de intereses de los jefezuelos de tribu locales. Es absolutamente indignante que ocurra como hoy que la “ayuda al desarrollo” y la “ayuda para combatir la pobreza” termina en las cuentas cifradas en Suiza de los jefezuelos locales. Hay que ser sinceros y realistas: es intolerable que los productos enviados para paliar el hambre y combatir las enfermedades se desvíen hacia los mercados africanos y se vendan, incluso a precios abusivos. Para eso más vale no enviar ayuda. Si quieren ayuda tienen que renunciar a algo: a su soberanía y a sus gobiernos corruptos.
A este proceso le podemos llamar “recolonización”, sin complejos y sin miedos a lo políticamente correcto. La disyuntiva es esta: o África muere y agoniza durante todo el siglo XXI, o renuncia a su “independencia”, esto es a que sus élites políticas saqueen a sus países, y asuma una dirección político-económica europea. Europa no debe nada a África, salvo haber creado infraestructuras durante la colonización que –como en el caso de Guinea Ecuatorial- fueron abandonadas y destruidas al concederse la independencia. Desde entonces África ha quemado cientos de miles de millones en “ayudas”. Y hoy su nivel de vida está por debajo del que tenía en los años 60, cuando la colonización. Así pues, ayuda a cambio de manos libres para reorganizar África, con todo lo que ello implica.
Haití es África y allí se ha producido un fenómeno significativo en los días siguientes al terremoto: de un lado la llegada de los marines de los EEUU que convierten a Haití, en la práctica, en un “Estado libre asociado”, y la polémica entre EEUU y Francia (antiguo potencia colonial) por el control de la zona. Tanto Obama como Sarkozy están haciendo lo que nosotros estamos proponiendo aquí: “recolonizar África”. No lo han proclamado, se disputan hacerlo, simplemente.
Va siendo hora de la sinceridad. África (y sus prolongaciones) no son capaces de organizarse a sí mismas. Lo han demostrado hasta la saciedad. ¿Durante cuánto tiempo seguirán arrojados a la basura los fondos y la ayuda enviada por Europa? Una catástrofe humanitaria no puede ser el chantaje emotivo y sentimental para que dure esa ficción de la “ayuda a África”. Hay que afrontar la realidad: África no puede valerse por sí misma, y políticamente medio siglo de independencia ha constituido el fracaso histórico más grande que haya registrado la humanidad.
(c) Ernesto Milá - infokrisis - infokrisis@yahoo.es - http://infokrisis.blogia.com - Prohibida la reproducción de este artículo sin citar origen
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