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INFOKRISIS, el blog de Ernest Milà

Cosmismo bolchevique y cosmismo de Occidente (III de VII). Los Constructores de Dios

Nuestro querido Pierre Pascal, titulala un parágrafo de su obra Las grandes corrientes del pensamiento roso comteporáneo, “Una herejía entre los bolcheviques: los constructores de Dios” y pasa revista en cuatro densas páginas a esta corriente inserta en el partido leninista. También el Diccionario Soviético de Filosofía habla de esta corriente bolchevique, aludiendo especialmente a sus jefes de fila, Lunacharsky, Bazarof, Gorki y, el más siniestro de todos ellos, Bogdanov. Puede haber algún malentendido: ¿cómo es posible que en una corriente cuyo eje era el materialismo algunos de sus miembros derivran hacia posiciones místicas?

No es difícil entender cómo se produjo este proces que, de hecho, tenía similitudes con otros similares en Europa Occidental. La pieza de transmisión fue el positivismo de Compte. A pesar de su voluntad de ser rigurosos, “científicos” y de apelar solamente a “datos positivos” (esto es, fehacientes), los positivistas fueron místicos de la peor especie que podríamos calificar con propiedad como la última rama del socialismo utópico aparecida en el tiempo. Los positivistas de Europa Occidentales crearon un “religión laica”, con sus dogmas, sus santos, sus apóstoles, sus rituales y sus profetas. Y lo hicieron deliberadamente. No es raro que en Europa Occidental el positivismo, los librepensadores, los teósofos, los vegetarianos, los esperantistas, los higienistas, etcétera, tuvieran frecuentes nexos con la izquierda política, laica, progresista y atea, hast el punto de que es muy difícil establecer dónde empiezan unos y terminan otros. Frecuentemente, todos estos grupos aparecían en manifestaciones obreras y de izquierdas en las dos últimas décadas del siglo XIX y hasta los años 30 del XX.

Los positivistas estaban presentes en todas las formaciones de izquierdas, no como corriente organizada, sino como individualidades que compartían el pensamiento de Auguste Compte. En Rusia, donde el positivismo estuvo fuertemente arraigado y contó con partidarios, algunos se adhirieron con posterioridad al conato revolucionario de 1905, al partido bolchevique. Poco antes, en 1903, Bulgakov hacía escrito una serie de artículos titulados “Del marxismo al idealismo” en los que resume las características de esta corriente. Por primera vez, en el seno del marxismo ruso, un grupo de intelectuales rompen la disciplina materialista y se configuran como los iniciadores de lo que ellos mismos califican como “nueva filosofía religiosa”.

Ha en esa serie de artículos de Bulgakov un lamento por una ideología, el marxismo, que percibe incompleta. Explica que “no se puede basar la conducta social y la búsqueda del progreso únicamente en la ciencia. No se puede proponer realizar el bien en la historia sin reslver el problema de la naturaleza del bien y, por tanto de Dios y del hombre” (Pierre Pascal). Dovstoyeski lo demostró: “Si hay un ideal, Dios, el esfuerzo hacia el bien, es decir, la organización de la sociedad en base a la igualdad y a la liberad, a la abolición de las clases y de todas las amenazas exteriores, ya no será un sueño, sin un tarea de la humanidad”. Tal era también la posición de Vladimir Soloviev que durante un tiempo coqueteó con la Sociedad Teosófica (véase la obra de René Guénon, El Teosofismo, en donde se alude a estas relaciones circunstanciales).

Si el marxismo era una corriente económico-filosófica, los “constructores de Dios” era una corriente filosófico-religiosa. Había irrumpido tras la derrota de la revolución de 1905. Esta derrota los animó a intentar completar el marxismo mediante el recurso a la religión, a una especie de religión atea y positivista, muy parecida en su esencia a lo que Compte había intentado.

Durante un tiempo, Máximo Gorki participó de los ideales de esta corriente formando parte del grupo de “Los Constructores de Dios”. Dos de sus obras de ese período están inspirados por esta curiosa filosofía: «Confesión», de 1907 y «La destrucción de la personalidad», de 1909). Lenin polemizó con él duante un largo período y, finalmente, le indujo a romper con dicha corriente. Para publicitar sus argumentos contra este grupo ideológicamente disidente, Lenin escribió su voluminoso Materialismo dialéctico y empirocriticismo, una obra extremadamente sectaria y sin el menor paño caliente. Lenin no buscaba siquiera convencer, simplemente aspira a machacar a esta corriente y a impedir su acceso al bolchevismo. No hay medias tintas, tan sólo beligerancia y hostilidad manifiestas: Lenin se declaraba así radicalmente opuesto a la pretensión de unir el socialismo científico con la religión, desdiciendo así una de las frases que hicieron célebre a Lunacharsky: «...El socialista –escribió éste– es más religioso que el hombre religioso a la antigua» («Religión y socialismo», parte 1, 1908, pág. 45). Adora dos cosas: la humanidad y el cosmos.

Bogdanov, del que hablaremos específicamente más adelante, difundía la doctrina de los constructores de Dios desde la isla de Capri. Lenin y Plejanov contraatacaron calificando a la doctrina de los constructores de dios como “un reflejo de las vacilaciones ideológicas de una parte del proletariado influido por la ideología pequeño burguesa” (Diccionario de Filosofía Soviética). Lenin la condenó en bloque y sin paliativo posible: «...Tanto en Europa como en Rusia –escribió Lenin– toda defensa o justificación de la idea de Dios, hasta la más refinada y bienintencionada, es una justificación del espíritu reaccionario» (t. XXXV, pág. 93). Esta intolerancia, propia del leninismo, obligó a los constructores de dios a disolverse como corriente organizada. Pero siguieron actuando entre bastidores, no asumieron la ideología oficial, ni realizaron autocrítica en ningún momento. La muerte de Bodganov, como veremos, se debió, precisamente a haber llevado hasta el final sus principios ideológicos. En junio de 1909 la corriente fue oficialmente condenada por el comité central del partido bolchevique.

Aparte de las obras de Bogdanov -a las que nos referiremos más adelante- los constructores de dios se expresaron a través de Bazarov y Lunacharsky. El primero, justo antes de su condena por los bolcheviques explicó su concepción de lo que aspiraba su corriente: no había que confundir “búsqueda de Dios”, con “construcción de Dios”. Lo primero era una forma que adquiría el idealismo, vana tarea, por que según él, Dios no existía. Sin embargo, podía llegar a existir, “construido por el esfuerzo colectivo de la humanidad que edificaría un dios social y socialista”. Lenín tronó contra esta insensatez: “La búsqueda de Dios no se distingue en nada de la construcción, creación o invención de dios más que un diablo amarillo de un diablo azul”.

Ya fuera de la disciplina bolchevique, Bazarov pubicó en 1910 sus nsayos sobre la filosofía del colectivismo, en los que completaba este orden de ideas. Insistía en que el socialismo no se construiría por el cambio en las relaciones de producción ni por el acceso del proletariado a la propiedad de los medios de producción, sino por el advenimiento de una “nueva cultura proletaria”. Cuando estalla la revolución de 1917, la corriente todavía no ha sido barrida del partido bolchevique y está presente entre bambalinas, como lo demuestra el que en 1917, uno de los teóricos bolcheviques, Deborin escribiera una Introducción a la filosofía del materialismo dialéctico centrada en atacar a la filosofía de Ernst Mach y de Avenarius, consideradas como la fuente ideológica de la que bebían los “constructores de Dios”.

Es cierto que esta corriente no estuvo solamente presente en el bolchevismo (si bien, Bogdanov, Bazarov y Lunacharsky lo fueron), sino que también tuvo jefes de fila en el bando menchevique (Yushkevich y Valentinov). Pero, a pesar de esta aparente división, todos estaban de acuerdo en realizar una crítica al materialismo dialéctico y al economicismo de la doctrina marxista. Afirmaban querer “mejorar” el marxismo, algo contra lo que Lenin se rebela, nuevamente iracundo: les achaca un ataque taimado y velado contra los fundamentos histórico-científicos del marxismo, les acusa de no ser “francos ni honrado”, sino “hipócritas y, finalmente, los denuncia como enemigos del amrxismo que están realizando una “labor de zapa” y, por tanto, son “más peligrosos para el partido”.
"En menos de medio año -escribía Lenin en Materialismo y Empirocriticismo- han visto la luz cuatro libros consagrados fundamental y casi exclusivamente a atacar el materialismo dialéctico. Entre ellos, y en primer lugar, figura el titulado Apuntes sobre (contra, es lo que debería decir) la filosofía del marxismo, San Petersburgo, 1908; una colección de artículos de Basarov, Bogdanov, Lunacharski, Berman, Helfond, Yushkevich y Suvorov. Luego vienen los libros de Yushkevich, El materialismo y el realismo crítico; Berman, La dialéctica a la luz de la moderna teoría del conocimiento y Valentinov, Las construcciones filosóficas del marxismo... ¡Todos estos individuos unidos -a pesar de las profundas diferencias que hay entre sus ideas políticas- por su hostilidad al materialismo dialéctico, pretenden, al mismo tiempo, hacerse pasar, en filosofía, por marxistas! La dialéctica de Engels es un "misticismo", dice Berman; las ideas de Engels se han quedado "anticuadas", exclama Basarov de pasada, como algo que no necesita de demostración; el materialismo se da por refutado por nuestros valientes paladines, quienes se remiten orgullosamente a la "moderna teoría del conocimiento", a la "novísima filosofía" (o al "novísimo positivismo"), a la "filosofía de las modernas ciencias naturales" e incluso a la "filosofía de las ciencias naturales del siglo XX" (Lenin, t. XIII, pág. 11, ed. rusa).

Contestando a Lunacharski, que, en la pretensión de justificar a sus amigos, los revisionistas en el campo filosófico, decía: "Por lo que se refiere a mí, también yo soy, en filosofía, un "indagador". En estos apuntes, me he propuesto como tarea indagar en qué ha venido a para esa gente que predica, bajo el nombre de marxismo, algo increíblemente caótico, confuso y reaccionario" (Obra citada, pág. 12).

Anatoli Vasílievich Lunacharski (1975-1933), conoció en la universidad de Zurich a los que luego serían máximos dirigentes espartakistas alemanes, Rosa Luxemburgo y Leo Jogiches. Adherido al partido socialdemócrata, optó 1903 por sumarse a los bolcheviques de Lenin con quien colaboró en los dos años siguientes en el periódico Vperiod, pero, a partir de 1905, sus caminos se fueron distanciando. Lunachrsky a partir de esa época empezó a asumir la filosofía cosmista y a sostener la necesidad de incorporar la religión a la política marxista. Después de la Revolución de Octubre fue nombrado Comisario de Instrucción y formó junto a Bogdanov el movimiento Prolekult. Durante su labor como comisario de instrucción impulso un cómico y grotesco juicio contra Dios por sus crímenes “contra la humanidad” (primera vez que el tema aparece en escena). Una biblia figuraba en el banquillo de los acusados. Al final Dios fue declarado culpable. Poco después, un pelotón de fusilamiento disparó cinco ráfagas contra la Biblia para cumplir la sentencia. En 1933 fue nombrado por Stalin embajador en España. Murió en Francia antes de tomar posesión de su cargo. Nunca renunció a sus posiciones, por lo que hay que entender, que después de Lenin, los “constructores de dios” consiguieron ser aceptados por Stalin –mucho más interesado por la fidelidad a su persona que por la fidelidad a sus principios- en el aparato del partido.


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